Está en la página 1de 37

LA ILUSTRACIÓN.

IMMANUEL KANT

LA ILUSTRACIÓN: LÍNEAS GENERALES


KANT: CIENCIA Y METAFÍSICA EN KANT. LA ÉTICA FORMAL
KANTIANA.
I. CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICAS Y SOCIOPOLÍTICAS
1. Breve semblanza
2. Finalidad de la filosofía de Kant

II. EL CONOCIMIENTO TEÓRICO Y DE LAS CIENCIAS


1. Introducción. Tipos de juicios
2. Teoría de la sensibilidad. La Estética trascendental
2.1. El idealismo trascendental
3. El análisis del conocimiento. La Analítica trascendental
3.1. La revolución copernicana
4. El papel de la razón. La Dialéctica trascendental
4.1. La “ilusión” trascendentales
4.2. Las ideas de la razón pura
4.3. Crítica de la psicología racional: los paralogismos de la razón pura
4.4. Crítica de la cosmología racional: las antinomias de la razón pura
4.5. Crítica a la teología racional
4.6. Conclusiones de la Dialéctica trascendentales
5. Kant y la Ilustración

III. EL CONOCIMIENTO PRÁCTICO Y LA MORAL


1. Introducción
2. Crítica de las morales materiales
3. La ley y la moral
4. Postulados de la razón práctica
4.1. La libertad
4.2. La inmoralidad del alma
4.3. La existencia de Dios
5. Filosofía de la religión, del derecho y de la historia

IV. INFLUENCIAS RECIBIDAS Y REPERCUSIONES POSTERIORES

EXCURSUS
¿Qué es la Ilustración?

1
1. La Ilustración: líneas generales

a) Los tres modelos de la ilustración europea:


 Inglaterra: el liberalismo político.
 Francia: Revolución francesa y la Enciclopedia.
 Alemania: pietismo y despotismo ilustrado.
b) Época caracterizada por una explosión demográfica, avances en las técnicas agrícolas y
primeros pasos -a mediados del S. XVIII- de la revolución industrial, especialmente en Gran
Bretaña.
c) El contractualismo como forma de legitimación del poder.

La física y Newton se convierten en los modelos a seguir en el ámbito de las ciencias. La


Ilustración (Revolución Inglesa de 1688 - Revolución francesa de 1789) es un
período histórico que se corresponde con el s. XVIII en el continente europeo, aunque
en las Islas Británicas se produjo más tempranamente debido a la Revolución Inglesa
de 1688. Al mismo tiempo es un estilo de pensamiento caracterizado por la confianza
en el carácter emancipatorio de la Razón.
Tiene sus raíces en el s. XVII y se desarrolla fundamentalmente en Inglaterra,
Francia y Alemania:
a) Inglaterra: Se asienta sobre bases empiristas y centra su interés en la
gnoseología, la libertad política y la tolerancia religiosa. Es un movimiento moderado
de carácter liberal. Entre otros, destacamos a Locke, Berkeley (1685-1753) y Hume.
b) Francia: Adopta un estilo más crítico y radical, rechazando, aún con más
encono que los ingleses, la metafísica, a pesar de seguir siendo heredera del rigor y el
sistema cartesianos. Es destacable su espíritu enciclopédico. Montesquieu, Voltaire y
Rousseau son unos de sus más señalados representantes.
c) Alemania: La Ilustración aparece más tardíamente y se impone de un modo
más breve. El interés por la ética, la ideología antieclesiástica y la antiteología son
sus rasgos más sobresalientes. Pensadores como Wolff, Goethe y Kant dan brillo
propio a la Ilustración alemana.
El s. XVIII es el de la "Iluminación". Los pensadores se sienten llamados a una
misión: la de iluminar a la sociedad sumergida en las tinieblas de la ignorancia. La
luz no será otra que la ciencia misma, el saber, y éste es el verdadero fruto de la
RAZÓN. De ahí que esta última, la Razón, deje de ser puramente teórica y asuma la
necesidad de ser praxis emancipatoria, liberadora del gran enemigo de la humanidad:
la ignorancia.
Sin embargo, la confianza ilustrada en la razón no se identifica con la
confianza que en su poder ilimitado tenían los racionalistas, sino que superando las
2
diferencias entre racionalismo y empirismo, los ilustrados se preguntan por la
capacidad de la razón para enfrentarse al saber, o lo que es lo mismo, por sus límites
y no por el origen del conocimiento.
La razón ilustrada tiene un carácter altamente divulgador. La importancia de la
educación como camino a la emancipación tendrá como objetivo forjar hombres
dispuestos y capaces de cambiar la sociedad. En este sentido resulta ejemplar la obra
de Rousseau Emilio, o de la importancia de la educación, en el que se opta por un
tipo de aprendizaje no repetitivo sino creativo, en el que el sujeto tiene como
principal herramienta su capacidad racional para aprender por sí mismo
(autodidactismo).
Además, la razón ilustrada se caracteriza por ser:
Crítica: Se alza contra todos los prejuicios, la tradición y la autoridad externa.
Autocrítica: Es capaz de hacer la crítica de sí misma para examinar su alcance y sus
limitaciones (cosa que no hace el racionalismo). La filosofía kantiana es un ejemplo
claro.
Analítica: Ocupándose en desentrañar los mecanismos de la naturaleza, de la
política, la sociedad, la ética...
Secularizadora: Rompe la tensión y el equilibrio entre razón y fe, reduciendo la fe a
una interpretación racional. A lo anterior se le llama deísmo, que niega la existencia
de un dios personal y afirma que la verdadera religión es racional y que la razón es la
verdadera revelación. Por eso los deístas no admiten una religión revelada, sino una
religión conocida o deducida de la razón.
Libre: La razón no depende de ninguna instancia superior, es autónoma.
Aparte de la gnoseología, tema que trataremos más pormenorizadamente en el
estudio de Kant, los TEMAS que centran la atención de los ilustrados son las
siguientes:
Política: Al entrar en crisis el Ancien Régimen se sucede una verdadera avalancha de
escritos sobre teoría política:
1. Teorías sobre el origen contractual del Estado (Locke, Hume, Rousseau, Kant)
2. Separación de poderes (Locke, Montesquieu)
3. Mecanismos electivos de representación política (Locke, Rousseau, Kant).
Derecho predominan las teorías iusnaturalistas: las leyes tienen un fundamento
natural y esa es la razón por la que deben ser respetadas.

3
Religión: Frente a las guerras de religión acaecidas en el s. XVII, se propugna la
tolerancia (Locke: Carta sobre la tolerancia). La crítica a la religión se centra en dos
aspectos: es irracional: los ritos y costumbres no resisten el análisis racional y
ocultan a menudo la intolerancia y la mezquindad. Se la acusa de oscurantismo e
inmoralidad: oscurantista porque trata de ocultar la verdad mediante subterfugios,
impidiendo así el progreso en el saber a las clases más populares. Inmoral porque
mantiene un doble discurso: una cosa es la que predica y otra la que hace.
Historia: Es en la Ilustración cuando nace como ciencia, intentando buscar las
razones de los acontecimientos sin limitarse a narrar gestas heroicas. Los ilustrados
conciben la Historia desde el Optimismo y la confianza en el progreso. Es el
escenario en el que la razón y la libertad se van abriendo paso para liberar a la
humanidad de la ignorancia y conducirla a su mayoría de edad:
“En fin, la especie humana debe mejorarse, sea por los nuevos
descubrimientos en las ciencias y en las artes y por una consecuencia
necesaria en los medios de bienestar particular y de prosperidad común, sea
por los progresos en los principios de conducta y en la moral práctica, sea,
en fin, por el perfeccionamiento real de las facultades intelectuales, morales
y físicas [...] Llegará entonces el momento en que el Sol no iluminará sobre
la tierra sino sobre hombres libres, que no reconozcan otro dueño que su
razón; en que los tiranos y los sacerdotes y sus estúpidos e hipócritas
instrumentos no existirán más que en la Historia o en el teatro; en que no
ocuparán su atención sino para compadecer a sus víctimas y a aquellos a
quienes engañaron".
(Condorcet, Cuadro histórico del progreso humano, décima época)

4
IIMMANUEL KANT

«Es cierto que quien sepa leer la Crítica de la razón pura como debe
leerse encontrará, en ella, al lado de la agudeza y la profundidad del
pensamiento, un vigor extraordinario en la concepción y una excepcional
fuerza plástica en el lenguaje. Fue nada menos que Goethe quien dijo
que cuando leía una página de Kant tenía la impresión de entrar en un
aposento lleno de luz. Al lado del arte de analizar a fondo los más difíciles
e intrincados pensamientos, resalta aquí el talento del autor para registrar
magistralmente y condensar en un punto el resultado total de una larga y
trabajosa deducción y de un fatigante análisis de conceptos».
J.E. Cassirer, Kant. Vida y doctrina, FCE, México, 1993, 169.

I. Circunstancias históricas y sociopolíticas.


En el s. XVIII, parte de las monarquías europeas adoptaron la forma del
despotismo ilustrado, en virtud del cual los reyes pretendían compatibilizar el
mantenimiento de su poder absoluto con la promoción de mejoras sociales y
culturales para sus súbditos. En este contexto, los pensadores ilustrados dirigieron sus
críticas a la religión y a las tradiciones culturales, a las que consideraban
supersticiones; sin embargo, evitaron la crítica política.

Prusia, patria de Kant, experimentó una gran prosperidad, lo que facilitó que se
anexionase a lo largo del s. XIX los pequeños estados que la rodeaban, hasta culminar
unificación alemana.

Federico II el Grande (1740-1786) fue el soberano más importante en la


Prusia de Kant; mostró grandes dotes de gobierno e intelectuales, y mantuvo
contactos con los filósofos franceses. Kant apoyó el impulso que este monarca dio a
la ciencia, a la educación y a la libertad de pensamiento, porque estimó que así se
fomentaba la libertad para actuar y el respeto de los seres humanos entre sí.

Kant conoció y respaldó las grandes revoluciones de finales del s. XVIII. Así,
Gran Bretaña tuvo que reconocer (1783) la independencia de las colonias de América
del Norte tras la Revolución americana. Los nuevos EE.UU. de América se dotaron
de un sistema político liberal con el fin de garantizar los derechos naturales de los
ciudadanos, la triple división de poderes y el principio de igualdad ante la ley.

La Revolución francesa (1789), sublevación contra la monarquía absoluta de


Luis XVI (1754-1793). El desencadenante fue el empobrecimiento del pueblo, que
atacó la fortaleza militar de la Bastilla (el 14 de julio de 1789), símbolo de la tiranía
real, y proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre. Con todo, estos
derechos fueron pisoteados por lo mismos revolucionarios: asesinaron al rey, a un

5
número elevado de aristócratas, y se enfrentaron entre sí en terribles disputas
políticas, que causaron la muerte de centenares de miles de personas.

Una tercera revolución emergió en la segunda mitad del s. XVIII: la revolución


industrial. Se produjo en Gran Bretaña y en el norte de Europa, a partir de la
generalización de la maquinaria textil y de la máquina de vapor, y significó la
aparición de las grandes centros industriales e importantes transformaciones sociales
y económicas. En este proceso se encuentra el germen del gran desarrollo del
capitalismo industrial del siglo siguiente.

Estos notables cambios políticos y económicos fueron, en parte, deudores de la


Ilustración1, movimiento filosófico y cultural muy amplio y variado. Kant
contribuyó directamente a este modo de pensar en el ámbito alemán y sustentó las
principales tesis ilustradas:
a) La razón ha de ser totalmente independiente -autónoma- de la fe religiosa y de
cualquier otra autoridad. Frente al planteamiento medieval, la razón debe juzgar a la
fe, y no al revés.
b) La ciencia avanza gracias a la autonomía de la razón y aporta niveles de
progreso que la humanidad nunca hubiera soñado.
c) El ser humano es el centro y el fin de la ciencia y de la política, sujeto de
derechos inalienables.
d) Los seres humanos deben ser tolerantes y respetar la libertad de pensamiento,
que es fuente de progreso y condición para el desarrollo de la razón.

Junto a lo anterior, el s. XVIII fue testigo de los avances científicos realizados


por Newton (1643-1727). Éste, siguiendo a los creadores de la nueva ciencia
renacentista, insistió en la necesidad de unir la experiencia y la razón (reason) para
comprender las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos. Kant estudió la física
de Newton y trató de explicar el modelo newtoniano del conocimiento, presentándolo
como una síntesis entre experiencia y razón.

En el terreno filosófico, el pensamiento de Kant se enmarcó dentro de la


discusión sobre el origen y fundamento del conocimiento, tema que había sido
extensamente tratado por el racionalismo continental como por el empirismo
británico. Ambas corrientes influyeron en el pensamiento kantiano: recogió del
empirismo el valor de la experiencia como fundamento y límite de todo
conocimiento, pero no se apartó por completo del racionalismo cuando señaló que la
experiencia necesita de la razón para poder ser organizada y pensada.

Otra cuestión filosófica debatida fue el carácter científico de la metafísica. El


racionalismo de Christian Wolff (1679-1754), más cerca de Descartes que de
Leibniz, mantenía que la metafísica era una ciencia cuyos objetos son el alma, el
mundo y Dios; pero esta doctrina había sido negada por Hume. Kant coincidió con
1
Ilustración. Movimiento filosófico y literario dominante en Europa y América y de gran influencia económica, política
y social durante el s. XVIII; subrayó la preeminencia de la razón y la creencia en el progreso de la sociedad.

6
Hume en que la metafísica no es posible como ciencia, pero mantuvo algunos
conceptos metafísicos como categorías de la razón teórica o como condiciones de
posibilidad de la moral.

1. Breve semblanza
Nació Kant en Königsberg (1724), ciudad
prusiana, enclave ruso a orillas del mar Báltico.

Durante el período de 1732-1740 estudió en el mejor


colegio de la ciudad, donde adquirió una excelente
educación humanística; recibió un gran influjo del
pietismo, corriente que pretendía renovar el
luteranismo. Abandonados los ritos pietistas, conservó
la concepción luterana de que la moralidad es fundamento de la religión. En 1740
ingresa en la facultad de filosofía de su ciudad. En 1755 alanzó el grado de doctor.
Período precrítico (hasta 1770). Ingresa en la universidad como profesor; en esta
etapa estuvo muy presente la formación recibida en la universidad; educación que
comprendía el racionalismo de Leibniz (1646-1716) y de Wolff, así como los avances
científicos de la física de Newton.
Período crítico. Es el año de 1770 donde se considera que comienza esta importante
y fecunda etapa, en la que incorpora ideas de Hume y de Rousseau, y elaboró su
propia filosofía. Este mismo año de 1770 obtuvo la cátedra de metafísica en la
universidad de Königsberg.

A partir de ese momento, Kant pudo dedicarse con más


tranquilidad a la reflexión filosófica y al desarrollo de su proyecto
de investigación sobre la razón teórica y la razón práctica. En 1781
salió a la luz la primera edición de la Crítica de la razón pura
(Kritik der reinen Vernunft), y, a partir de entonces hasta poco antes
de su muerte en 1804, publicó sus obras filosóficas más
significativas.

Kant nunca abandonó su ciudad natal y sus alrededores y, sin


embargo, permaneció en contacto con las ideas y los
acontecimientos sociopolíticos de su tiempo a través de la lectura.
Fue una persona metódica, ordenada y de trato amable.

Principales obras del período crítico


Crítica de la razón pura (1781) Contiene su teoría del conocimiento y de
la ciencia
Prolegómenos para toda metafísica Intenta aclarar los puntos más oscuros de
futura (1783) la Crítica de la razón pura

7
¿Qué es la ilustración?2 (1784) Plantea la cuestión de la emancipación
del hombre y la salida de la “minoría de
edad” (Unmündigkeit)
Fundamentación de la metafísica de las Expone una ética del deber
costumbres (1785)
Crítica de la razón práctica (1788) Desarrolla su ética formal y autónoma
Crítica del juicio (1790) Analiza el fundamento de los juicios
estéticos y teleológicos
La religión dentro de los límites de la Propone una religión racional
razón (1794)
La paz perpetua (1795) Presenta algunas opiniones sobre historia
y sobre política
Metafísica de las costumbres (1797) Recoge su filosofía política y su filosofía
del derecho

2. Finalidad de la filosofía de Kant


Kant coincidió con los filósofos racionalistas y empiristas en querer asentar la
filosofía sobre cimientos sólidos y alcanzar un conocimiento seguro, que -según él-
éstos no habían logrado.

Kant estimó abandonar tanto el dogmatismo racionalista como el escepticismo


empirista, con el fin de poder investigar adecuadamente acerca del conocimiento
científico y el metafísico, de la libertad humana y las leyes morales. En su lugar,
elaboró una filosofía crítica3, consistente en someter la facultad de conocer -la razón
tanto teórica como práctica- a crítica. Mediante la crítica Kant intentó:
i. Descubrir el fundamento y el alcance de nuestro conocimiento teórico.
Concluyó que sólo es posible hacer ciencia sobre los fenómenos de experiencia, ya
que los objetos de estudio de la metafísica (racionalista) son inaccesibles para la
razón teórica. En consecuencia, ésta carece de carácter científico. Sin embargo, al
tratar sobre la razón práctica, afirmó que era necesario adoptarlos como presupuestos
para la moral.
ii. Buscar los fundamentos para la razón práctica. Dedujo que, junto a un
mundo externo de leyes de la naturaleza sometidas a la causalidad eficiente, existe
2
En 1784 el periódico alemán Berlinische Monatschrift (Boletín mensual de Berlín) publicó diversas respuestas a la
pregunta del señor clérigo J. F. Zöllner: ¿Qué es la ilustración? (Was ist die Aufklärung?) Esta pregunta sea tal vez tan
importante como la pregunta ¿Qué es la verdad?, tiene que ser respondida antes que se comience a ilustrar y hasta el
momento no he encontrado respuesta en ninguna parte”.
Zöllner había planteado esta pregunta en el periódico debido a otro ensayo que en abril de 1783 J. E. Biester decía: “Es
conveniente que la alianza matrimonial se legitime adicionalmente por la religión". En diciembre de 1784 una de las
primeras respuestas publicadas por el periódico fue la del filósofo y judío alemán Moses Mendelssohn, que se adelantó
a la respuesta de Kant. Un mes más tarde, el diario publicaría el ensayo que Kant escribió como respuesta a la pregunta
de Zöllner: ¿Qué es la ilustración?
3
Critica. Término que en la filosofía de Kant tiene el sentido de “examen” o “investigación en profundidad”, por lo que
no ha de confundirse con su acepción ordinaria de “reproche” o “censura”.

8
otro mundo de la libertad, de causas finales en el interior del ser humano.
«Dos cosas colman el ánimo con una admiración y una veneración siempre
renovadas y crecientes, cuanto más frecuente y más continuamente
reflexionamos sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro
de mí».
Kant, Crítica de la razón práctica, Alianza, Madrid, 2000, 293.

En la Crítica de la razón pura, trató de responder a la pregunta “¿Qué puedo


conocer?” (Was kann ich wissen?), mediante el estudio de los principios que hacen
posible el conocimiento teórico y la ciencia en general. A continuación de esta obra,
en Fundamentación de la metafísica de las costumbres y Crítica de la razón práctica,
intentó responder a otra cuestión: “¿Qué debo hacer?” (“Was soll ich tun?”), a través
del examen de los principios que hacen posible el conocimiento práctico y la moral.
¿Qué puedo esperar? (“Was darf ich hoffen?”) en Dios, cuya existencia no puede
ser probada. La última pregunta, sobre la esperanza, trató de ser respondida en su
propuesta de religión racional y su filosofía de la historia. Dios no es, según la Crítica
de la razón pura, ni un objeto de conocimiento ni tampoco del conocimiento
objetivo, sino de esperanza -pero no en un sentido entusiasta, sino en el sentido de
una esperanza filosóficamente justificada. Kant dice: Dios es un "postulado" de la
razón pura práctica. En otras palabras, su existencia es de hecho imposible de
demostrar, pero la razón obliga a creer en Dios.

II. El conocimiento teórico y de la ciencias


1. Introducción. Tipos de juicios
Kant comenzó la crítica del conocimiento teórico y de la ciencia con la
investigación sobre los posibles tipos de juicios4, ya que mediante éstos se expresa
todo conocimiento. En efecto, toda ciencia es un conjunto de enunciados, de juicios.
El problema se concreta ahora en estudiar los diversos tipos de juicios y ver cuáles
son los que engendran un conocimiento universal y necesario. Una vez descubiertos
estos juicios, habrá que investigar qué condiciones trascendentales los hacen posibles
y aplicar el resultado de esta investigación al objeto de la metafísica para ver si aquí
es posible formular juicios universales y necesarios.

Según Kant, pueden distinguirse los siguientes tipos de juicios:


 Según el modo en que se relacionan el sujeto y el predicado, los juicios pueden
ser analíticos y sintéticos.
◦ Los juicios analíticos son aquellos en los que el predicado se incluye en el
concepto del sujeto. Se llaman “analíticos”, porque al analizar su sujeto se descubren
otros conceptos englobados en él. Si afirmamos, siguiendo el ejemplo que Kant
propone, “todo cuerpo es extenso”, entendemos que el concepto “extensión” está
contenido en el concepto “cuerpo”.

4
Juicio. Enunciado en el que un predicado se atribuye a un sujeto y es susceptible de verdad o falsedad.

9
La validez de estos juicios se basa en el principio de contradicción; su verdad o
falsedad se advierte inmediatamente con solo aplicar tal principio. Otra característica
de estos juicios es que son meramente explicativos, pues no dan a conocer nada que
no supiéramos. Simplemente explican algo que ya sabíamos.
◦ Los juicios sintéticos son aquellos en los que el predicado no está contenido en
el sujeto; aquél añade una propiedad que no estaba incluida en éste. Para explicar este
tipo,Kant aporta el siguiente ejemplo “todos los cuerpos son pesados”. Por más que
se analice el concepto de “cuerpo” nunca se obtendrá la conclusión de que debía ser
pesado; negar este juicio es un error, pero no una contradicción. Por tanto, su verdad
o falsedad no depende del principio de contradicción. Una característica de este tipo
de juicios es que son extensivos, es decir, amplían nuestro conocimiento, pues nos
dan a conocer una nota o propiedad del sujeto que antes desconocíamos.
• Según el modo en que conocemos la verdad o falsedad de un juicio, Kant
distingue entre juicios a priori5 y juicios a posteriori6.
◦ Un juicio es a priori cuando no está fundado en la experiencia. Todos los
juicios analíticos son a priori, pues su verdad es independiente de toda experiencia:
basta con analizar los conceptos que lo forman. Los juicios a priori son universales
y necesarios, pues no hace falta recurrir a la experiencia para comprobar que
efectivamente la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos rectos o que el
todo es mayor que las partes. En cambio los juicios sintéticos pueden ser, según
Kant, a priori o a posteriori.
◦ Un juicio es a posteriori cuando sí está fundado en la experiencia. Los juicios
a posteriori son todos particulares y contingentes, pues la experiencia no nos
muestra más que hechos concretos singulares.

¿Cuáles de entre estos tipos son los propios del conocimiento científico?
Aquellos que, siendo universales y necesarios, sean además extensivos, e. d., que
amplíen nuestro conocimiento. Ahora bien, los únicos juicios que cumplen estas
condiciones son los juicios sintéticos a priori: por ser sintéticos, son extensivos; por
ser a priori, son universales y necesarios.

El problema crítico -¿es posible la metafísica como ciencia?- queda de este


modo concretado en la siguiente cuestión: ¿son posibles los juicios sintéticos a priori
en la metafísica? Y comoquiera que lo que buscamos son las condiciones que hacen
posibles estos juicios sintéticos a priori, el tema de estudio queda aún más
delimitado: ¿cuáles son las condiciones trascendentales7 que hacen posible tales

5
A priori. Locución latina que en el pensamiento kantiano indica aquello que es «independiente de la experiencia y
anterior a ella». Kant denominó a priori todo lo que proviene del sujeto que conoce: lo consideró forma del
conocimiento.
6
A posteriori. Locución latina que en el pensamiento kantiano indica aquello que es «dependiente de la experiencia
sensible y posterior a ella». Los elementos a posteriori son, según Kant, la materia del conocimiento.
7
Trascendental. Kant aplica este adjetivo al estudio de nuestro modo de conocer los objetos a priori.

10
juicios?; ¿se dan tales condiciones en los juicios propios de la metafísica?

Hay que tener en cuenta que estos juicios encierran, en palabras de Kant, un
cierto misterio: por ser sintéticos no están fundados sobre el principio de
contradicción, y por ser a priori tampoco se basan en la experiencia. ¿Cuál es
entonces su fundamento?

Concretando ya definitivamente, el problema crítico puede resumirse en las


cuestiones siguientes:
• ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas?
• ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la física?
• ¿Son posibles los juicios sintéticos a priori en metafísica?

Para responder a estas cuestiones, Kant investigará una por una las tres
funciones del conocimiento que, según él, se dan en el hombre: la sensibilidad, el
entendimiento y la razón. Por tanto, a la primera pregunta responderá Kant en la
Estética trascendental, a la segunda, en la Analítica trascendental; a la tercera, en la
Dialéctica trascendental. Las tres partes en las que se divide la Crítica de la razón
pura.

2. Teoría de la sensibilidad. La Estética8 trascendental


Kant se ocupó de la primera facultad de la razón, la facultad de tener
percepciones sensibles o sensibilidad en la Estética trascendental. En esta parte de la
Crítica la razón pura se propuso explicar dos cosas: a) en qué consiste el
conocimiento sensible, y b) cómo las matemáticas son una ciencia, e. d., cómo se dan
en ellas los juicios sintéticos a priori.

«Si llamamos sensibilidad a la capacidad que tiene nuestro espíritu de


recibir representaciones (receptividad) en tanto que es afectado de una
manera cualquiera, por lo contrario, se llamará Entendimiento, la facultad
que tenemos de producir nosotros mismos representaciones o la
espontaneidad del conocimiento. Por la índole de nuestra naturaleza, la
intuición no puede ser más que sensible, de tal suerte, que sólo contiene la
manera como somos afectados por los objetos».
Kant, Crítica de la razón pura, t. I, (de. de J. Rovira Armengol), Losada, Buenos Aires, 1973, 201.

8
Estética. Atendiendo al origen etimológico de este vocablo griego (αἰσθητική), que significa “sensación” o
“percepción”. Kant empleó este término como sinónimo de teoría de la sensibilidad.

11
La sensibilidad es definida como receptividad (Empfänglichkeit), pasividad, y
es además la única fuente de intuiciones, e d., de conocimiento inmediato de objetos
singulares. Este hecho de negar que exista una intuición intelectual es propio de una
postura empirista, y con él Kant se distancia del racionalismo. Por ahora retengamos
que para Kant la sensibilidad es una facultad meramente pasiva: es la impresión que
un objeto deja sobre la facultad representativa.

En todo conocimiento sensible hemos de distinguir dos elementos, a saber, la


materia y la forma. La materia del conocimiento son las sensaciones o
impresiones que recibimos del exterior. La forma es el marco en el que
ordenamos y encuadramos las impresiones recibidas. Si no hubiera forma, no
conoceríamos nada, ya que recibiríamos sólo un caos de impresiones inconexas y
desordenadas. Si no hubiera materia, no conoceríamos nada real.

«Como aquello en donde las sensaciones pueden ordenarse y ponerse en


una cierta forma no puede, a su vez, ser ello mismo sensación, resulta que
si bien la materia de todos los fenómenos no nos puede ser dada más que a
posteriori, la forma de los mismos, en cambio, tiene que estar toda ella ya a
priori en el espíritu y, por tanto, tiene que poder ser considerada aparte de
toda sensación».
Kant, Crítica de la razón pura, t. I.

Según Kant, la forma de todas las sensaciones son el espacio y el tiempo, ya


que es absurdo afirmar que hemos visto algo en ningún sitio y en ningún momento, y
lo mismo ocurre con el resto de nuestros sentidos. El espacio y el tiempo son, por
tanto, intuiciones sensibles9, pero intuiciones dadas a priori, e. d., previas a toda
experiencia de objetos. En otras palabras, el espacio y el tiempo son formas a priori
de la sensibilidad y, por ello, la condición de toda sensación posible. Que el
espacio y el tiempo son previos a toda experiencia, lo prueba Kant con el siguiente
argumento: podemos imaginar el espacio sin cosas, pero no podemos imaginar cosas
sin espacio. Y lo mismo ocurre con el tiempo. Son, por tanto, a priori.

Aristóteles y Santo Tomás consideraron que espacio y tiempo eran accidentes


de las sustancias corpóreas; sin embargo, para Kant, no son propiedades de las cosas
(accidentes), sino formas que la sensibilidad del sujeto aplica a las impresiones
sensibles.

Una vez puestas de manifiesto las condiciones trascendentales del


9
Intuición sensible. Según Kant, es un contenido mental que se refiere a un individuo; p. e., esta mesa que se percibe
aquí y ahora

12
conocimiento sensible, el filósofo pasa a demostrar que, gracias a ellas, son posibles
los juicios sintéticos a priori en matemáticas. La geometría estudia el espacio y la
aritmética la sucesión numérica; según Kant, ésta (la sucesión numérica) se basa en la
sucesión temporal y, por tanto, puede decirse que la aritmética estudia el tiempo.
Pero como espacio y tiempo son formas a priori, los juicio que se hagan sobre
ellos serán también a priori. Y puesto que no son conceptos, sino intuiciones
sensibles, esos mismos juicios serán también sintéticos.

Kant denominó intuiciones a posteriori o intuiciones empíricas a la síntesis de


las impresiones sensibles con el espacio y el tiempo; y fenómeno empírico
─apariencia sensible─ al objeto indeterminado de estas intuiciones.

«Nosotros únicamente nos ocupamos de nuestro modo de percibir. El


espacio y el tiempo son sus formas puras; la sensación, su materia. Las
primeras podemos conocerlas sólo a priori, es decir, previamente a toda
percepción efectiva, y por ello se llaman intuiciones puras. A la segunda se
debe, en cambio, lo que en nuestro conocimiento se llama a posteriori, es
decir, intuición empírica».
Kant, Crítica de la razón pura, Alfagura, 1988, 83.

2.1. El idealismo trascendental


Además de fundar la matemática como ciencia, la Estética trascendental tiene
también otra consecuencia importante para Kant:

«Hemos probado suficientemente en la Estética trascendental que todo lo


que es intuido en el espacio y el tiempo ─por consiguiente todos los objetos
de una experiencia posible para nosotros─ no es otra cosa que fenómenos
es decir, simples representaciones (Vorstellungen) que […] no tienen fuera
de nuestro pensamiento existencia fundada en sí».
Kant, Crítica de la razón pura

Lo que quiere señalar Kant es lo siguiente: únicamente podemos conocer las


cosas en la medida en que están sometidas a las formas de nuestra sensibilidad, y
puesto que el espacio y el tiempo no son propiedades de las cosas, sino algo puesto
por el sujeto, es evidente que no podemos conocer jamás las cosas como son en sí
mismas (die Sachen selbst), sino sólo las cosas como nos aparecen.

A lo que aparece al sujeto Kan lo llama fenómeno (Phänomen). Usando esta


nueva terminología, la conclusión es: no podemos conocer la cosa en sí, sino sólo el
13
fenómeno. Las cosas en sí, precisamente porque son en sí y no en nosotros, son
incognoscibles.

A esta reflexión o pensamiento, según la cual contemplamos sólo los


fenómenos como simples representaciones y no como cosas en sí mismas, Kant le da
el nombre de idealismo trascendental. Este título está justificado por lo siguiente:

 Su teoría es un idealismo y no un realismo, porque lo conocido no es lo real,


sino nuestras representaciones.
 Y es trascendental porque el fenómeno no es un mero producto de nuestra
mente ni tampoco la realidad objetiva, sino el producto de la relación entre el sujeto y
el objeto, siendo ambos elementos objetivos o universales: de este modo, Kan salva el
fenomenismo escéptico de Hume aun admitiendo que sólo conocemos fenómenos.

3. Análisis del entendimiento. La Analítica trascendental


En esta parte de la Crítica de la razón Pura Kant estudia la segunda función
del conocimiento: el entendimiento. Veamos, primero, un pasaje de Kant:

«La sensibilidad es la receptividad de las sensaciones; el entendimiento, la


espontaneidad de los conceptos. Por la sensibilidad unos conceptos nos son
dados, por el entendimiento son pensados. Las intuiciones sin conceptos
son ciegas, pensamientos sin contenido son vacíos. Los sentidos no pueden
pensar nada, el entendimiento no puede intuir nada».

Define, pues, Kant el entendimiento como espontaneidad y al mismo tiempo


niega que pueda intuir algo. ¿Qué significa esto? Para el racionalismo sólo era válido
el conocimiento intelectual, ya que la sensación era siempre un conocimiento
confuso; para el empirismo, por el contrario, la única fuente válida de conocimiento
era la sensibilidad, que, además, era pasiva -en cuanto que recibí impresiones- y en
parte también activa -en cuanto que formaba ideas complejas-. Pero Kant está en
desacuerdo con ambas posturas, y buscaba una intermedia. De ahí que distinga entre
ambas facultades, y define una por la pasividad, y la otra por la espontaneidad. De
donde resulta que se planteará él mismo un problema grave y de difícil solución, pues
ahora lo que es «recibido» por los sentidos ha de ser al mismo tiempo
«producido» por el entendimiento. De otro modo los datos de la experiencia no
tendrían ninguna relación con las ideas del entendimiento.

14
Pero Kant niega que el entendimiento pueda intuir algo por otra razón: si el
entendimiento pudiera intuir, siendo como es pura espontaneidad, debería «poner»
(setzen), «crear», su propio objeto, porque ése no le sería dado por la sensibilidad.
Porque percibir (wahrnehmen) impresiones no es comprenderlas (verstanden sie);
comprender los fenómenos es poder referirlos a un concepto: poder decir de un
conjunto de colores, formas, olores, etc, que aquello es una flor, un hombre, etc. La
operación por la que referimos fenómenos a un concepto es el juicio, a través del
cual predicamos algo de un sujeto. El entendimiento es, por tanto, la capacidad de
juzgar.

También aquí, como en la sensibilidad, es posible distinguir entre la materia y


la forma del conocimiento:
 La materia es aquello acerca de lo cual se juzga, e. d., los datos de la
experiencia.
 La forma es el modo en que el entendimiento los unifica y coordina, o sea,
en modo de juzgar.

Naturalmente la forma, los modos de unificar los datos de la experiencia


(Erfahrung), es a priori, puesta por el sujeto. Esto no significa que todos nuestros
conceptos sean puros; Kant admite conceptos empíricos. Pero para formarlos tenemos
previamente que unificar los datos sensibles, y esa unificación la realizamos mediante
los conceptos puros. Por ejemplo, para formar el concepto «perro», que es
obviamente empírico, primero hemos tenido que unificar toda una serie de
sensaciones mediante el concepto10 a priori de «sustancia», porque todos entendemos
que un perro es una sustancia

No obstante, es importante señalar que, a pesar del límite que impone la


intuición sensible, el yo trascendental puede deducirse ─advierte Kant─ porque es
la condición que hace posible el conocimiento. «El yo pienso ─afirma Kant─ tiene
que poder acompañar todas mis representaciones. De lo contrario sería representado
en mí algo que no podría ser pensado, lo que equivale a decir que la representación, o
bien sería imposible, al menos, no sería nada para mí… La unidad sintética de la
conciencia es, pues, una condición objetiva de todo conocimiento».

¿Cuantos conceptos puros tenemos? Puesto que el entendimiento es la facultad


de hacer juicios por medio de conceptos, habrá tantos conceptos puros como modos
de juzgar, e. d., como tipos de juicios.

10
Concepto. Kant lo entendió como un contenido mental que representa y unifica una multiplicidad de individuos que
han sido percibidos en la experiencia; p. e., el concepto de «ornitorrinco» representa y da unidad a la percepción de
muchos ornitorrincos.

15
Kant clasifica los juicios en cuatro grupos, cada uno de los cuales, a su vez, se
divide en tres. Las formas de juzgar son cuatro, pues todo juicio ha de tener una
cantidad, una cualidad, una relación y una modalidad.

1. Por la cantidad, los juicios pueden ser universales, particulares o singulares.


2. Por la cualidad, afirmativos, negativos o infinitos.
3. Según la relación, categóricos, hipotéticos o disyuntivos.
4. Y según la modalidad, problemáticos, asertóricos o apodícticos11.

Hay, por tanto, doce tipos de juicios, a cada uno de los cuales le corresponde un
concepto puro o categoría12, como lo llama Kant. La lista de las categorías es la
siguiente:

1. Para los juicios según la cantidad: unidad, pluralidad y totalidad.


2. Para los tipos de cualidad: realidad, negación y limitación.
3. Para los de relación: sustancia, causalidad y comunidad (o acción recíproca).
4. Para los de modalidad: posibilidad, existencia y necesidad.

¿Qué función tienen las categorías? Ya lo hemos visto: unificar las impresiones
sensibles dadas en el espacio y el tiempo; si no se diera esta función unificadora, nos
quedaríamos con un conjunto de impresiones inconexas y desarticuladas. Es éste el
sentido de la frase ya citada de Kant: «intuiciones sin conceptos son ciegas13»
(«Anschauungen ohne Begriffe sind blind»).

Sólo mediante las categorías es posible unificar y sintetizar ─conocer─ la


pluralidad de las intuiciones sensibles. Concluyó de este modo que el conocimiento
sensible es el resultado de una segunda síntesis entre las intuiciones sensibles en el
especio y el tiempo, que son lo dado por la sensibilidad ─la materia del
conocimiento─ y las categorías, que son lo puesto por el entendimiento ─su
forma─*.

11
Apodíctico. Incondicionalmente cierto, necesariamente válido.
12
Conviene recordar que las categorías para Aristóteles eran los modos generales de ser en el orden real. Sin embargo,
para Kant son solamente los modos generales del conocer; no son algo real, ya que pertenecen sólo al pensamiento.
13
Esto es así porque «las categorías (…) no son sino formas de pensamiento, que no contienen más que la facultad
lógica de reunir a priori en una conciencia lo múltiple dado en la intuición», Crítica de la razón pura.

16
Tipos de juicios Categorías
Universales Unidad
Por la cantidad Particulares Pluralidad
Individuales Totalidad
Afirmativos Realidad
Por la cualidad Negativos Negación
Indefinidos Limitación
Categóricos Sustancia-accidente
Por la relación Hipotéticos Causa-efecto
Disyuntivo Agente-paciente
Problemáticos Posibilidad
Por la modalidad Asertóricos Existencia
Apodícticos Necesidad

«La misma función que da unidad a las distintas representaciones en un juicio, proporciona
también a la mera síntesis de diferentes representaciones en una intuición una unidad, que, en
términos generales, se llama concepto puro del entendimiento […]. De acuerdo con Aristóteles,
llamaremos a tales conceptos [puros] categorías, pues nuestra intención coincide primordialmente
con la suya, aunque su desarrollo se aparte notablemente de ella».
Kant, Crítica de la razón pura, Alfaguara, Madrid, 1998, 112-113.

Por otra parte, como las categorías son conceptos puros, vacíos de contenido
empírico, ellas solas no nos dan a conocer nada; esto quiere decir que sin los datos de
la intuición sensible podemos «pensar» muchas cosas, pero el resultado será sólo una
construcción puramente ideal, un puro juego mental. Para «conocer» algo tenemos
que aplicar las categorías a los datos de la intuición sensible. Dicho de otro modo,
podemos «pensar» lo que queramos, pero no podemos «conocer» más que aquello de
lo que hayamos tenido intuición sensible. Este es el sentido de la frase «conceptos sin
contenido son vacíos» («Begriffe ohne Inhalt sind leer»).

La actividad del entendimiento tiene, pues, un límite que no puede superar


jamás, y ese límite es precisamente la sensibilidad: el entendimiento sólo conoce
cuando piensa sobre impresiones sensibles; si faltan éstas, todo lo que pensemos
carece de valor.

3.1. La revolución copernicana

17
Kant insiste con frecuencia en que los datos que recibimos a través de la
sensibilidad forman un conjunto desordenado e inconexo de impresiones; el orden y
la conexión entre los fenómenos es siempre obra del sujeto.

Por la aplicación de las categorías a los fenómenos, éstos pasan a ser objeto
del entendimiento en cuanto que sólo ahora puede decirse que conocemos
sustancias cada una con una esencia, relacionadas entre sí como causa y efecto,
etc. Esto significa que, para Kant, cuando el entendimiento conoce, no capta
objetos ─ya vimos que niega toda intuición intelectual─ sino que más bien
“construye” sus propios objetos de conocimiento. El entendimiento, por tanto,
mediante la aplicación de las categorías confiere a los fenómenos el sello de la
objetividad. La cosa en sí, de suyo incognoscible, pasa a ser objeto de conocimiento
por las condiciones a las que la ha sometido el sujeto.

En esto consiste el giro copernicano que Kant da a las teorías del


conocimiento: no es el sujeto quien al conocer se adecua a las cosas, como se había
pensado siempre, sino que son las cosas quienes se adecuan a nuestros conceptos.

El subjetivismo que encierra esta postura no exige, en absoluto, caer en el


escepticismo; al contrario, piensa Kant que con esa teoría ha logrado evitar el
fenómeno escéptico de Hume. Porque aunque el conocimiento sea subjetivo, es
también, al mismo tiempo, universalmente válido, ya que todos los hombres
aplicamos las mismas categorías y, por tanto, fabricamos los mismos objetos de
conocimiento.

Gracias a las categorías es posible la física como ciencia, como conocimiento


universal y necesario. Porque la naturaleza, que es objeto de la física, no es más que
el mundo objetivo resultante de la aplicación de las categorías a los fenómenos.

Los juicios o leyes de la física son a priori y, por tanto, universales y


necesarios, porque en ellos se emplean las categorías que son a priori. Al mismo
tiempo son sintéticos, porque las categorías tienen la función de sintetizar toda
experiencia posible, de manera que aumente el conocimiento.

Los juicios de la física se apoyan el la categoría causa-efecto. Dichos juicios


adopta la forma hipotética del tipo “si llueve, la tierra se moja”, que es un juicio
sintético (el predicado “la tierra se moja” no está incluido en el sujeto) y a la vez es a
priori (existe, pensamos, una conexión o relación necesaria entre el llover y el que la

18
tierra se moje). En opinión de Kant, Hume tenía razón al afirmar que no hay
experiencia de dicha “conexión necesaria”, pero había errado al situar el origen de la
idea de relación causa-efecto en el hábito psicológico, porque esa idea es una
categoría objetiva de nuestro entendimiento.

Como consecuencia de lo anterior, Kant introdujo los conceptos de fenómeno14


y noúmeno15. El fenómeno es la cosa en mí (die Sache an mich), lo que aparece ante
el sujeto que conoce, el objeto que el sujeto elabora cuando aplica las categorías a la
experiencia sensible. El noúmeno, en cambio, es la cosa en sí (die Sache an sich), el
objeto conocido al margen de su relación con la sensibilidad. El fenómeno es fruto de
la síntesis del conocimiento, pero el noúmeno no, por lo cual pensamos en él, pero no
lo conocemos.

La filosofía kantiana es un idealismo porque afirma que sólo conocemos los


objetos en el sujeto, no como son en sí mismos. Pero es un idealismo trascendental,
porque los fenómenos son siempre conocidos según unas condiciones trascendentales
(a priori), puestas por el sujeto trascendental (no empírico o individual): el espacio
y el tiempo y las categorías.

4. El papel de la razón. La Dialéctica trascendental

En la Analítica trascendental Kant ha demostrado que hay conceptos puros y


que esos conceptos o categorías son condiciones necesarias del conocimiento;
también ha concluido que son aplicables sólo a los datos recibidos en la intuición
sensible.

En la parte que ahora vamos a estudiar Kant analiza la tercera función del
conocimiento que se da en el hombre: la razón (Vernunft). Así como el acto propio
del entendimiento es hacer juicios, la actividad propia de la razón es razonar, e. d.,
enlazar juicios y extraer conclusiones.

En todo razonamiento lo que hacemos es, según Kant, vincular unos juicios
con otros según la relación de principio a consecuencia; los juicios que forman las
premisas constituyen los principios del razonamiento; la conclusión es la
consecuencia lógica de los principios.

14
Fenómeno. Del griego φαίνομαι, que significa aparecer. Para Kant es el objeto que “aparece” ante un sujeto y del que
se posee experiencia.
15
Noúmeno. Del griego νούς, que significa pensamiento. Kant señaló que el sujeto no tiene experiencia de la cosa en sí,
por lo que puede ser pensada, pero no conocida.

19
Pero así como la sensibilidad unifica las impresiones sensibles para construir
fenómenos, y el entendimiento utiliza los fenómenos constituyendo el objeto del
conocimiento, también la razón realiza una función de síntesis. Según Kant, la
razón intenta crear una unidad sometiendo todos los conceptos, y con ello todos
los juicios que sea posibles, bajo una regla general, bajo un juicio universal que
abarque una multiplicidad de juicios particulares, sirviendo a éstos de fundamento.
No obstante, veamos el ejemplo de Kant. Tomemos el siguiente silogismo:

“Todos los hombres son mortales”


“Todos los sabios son hombres”
“Todos los sabios son mortales”.

La razón no se conforma sólo con construir tales razonamientos sino que


intenta, además, buscar el fundamento que los hace válidos. La verdad de la
conclusión depende de la verdad de las premisas y, por tanto, la razón intentará hacer
otro razonamiento que dé razón de la verdad de “todos los hombres son mortales”.
Ese razonamiento puede ser el siguiente:

“Todos los animales son mortales”


“Todos los hombres son animales”
“Todos los animales son mortales”.

Esta función de la razón es perfectamente válida, más aún, es el fundamento


de la ciencia, que trata continuamente de buscar leyes generales que expliquen el
mayor número de fenómenos. Pero esta función tiene también sus límites. Porque la
razón busca, en definitiva, lo incondicionado que dé razón de todo lo condicionado;
pero lo incondicionado, por definición, es incognoscible. El motivo es que todos
nuestros conocimientos vienen condicionados por la aplicación de las categorías a los
fenómenos sensibles.

Este concepto incondicionado debería ser un concepto no basado en los datos


de la intuición sensible, porque estos datos nos informan siempre de cómo son las
cosas para mí y no de cómo son las cosas en sí. Pero ya hemos repetido que Kant
afirma que no existe intuición intelectual, que la única intuición que posee el hombre
es sensible. Por tanto, si no es posible conocer lo en sí, no es posible llegar a un
concepto tal que dé razón de lo que es en mí. E. d., todo lo que conozco estará
siempre determinado por mi modo de conocer.

20
Ahora bien, la ciencia que trata de estudiar la realidad qua real ─en sí─, es
precisamente la metafísica; luego la metafísica como ciencia es imposible: no
podemos formular juicios sintéticos a priori acerca de lo en sí porque ni siquiera
lo conocemos.

4.1. La “ilusión” trascendental

Kant acaba de negar la posibilidad de la metafísica como ciencia, porque


nuestro conocimiento de lo real está siempre condicionado por nuestro modo de
conocer las formas a priori de la sensibilidad y las categorías del entendimiento.

Con todo, desde hace muchos siglos los hombres se han empeñado en hacer
metafísica ¿Cómo es posible que durante todo ese tiempo nadie cayera en la cuenta
de la imposibilidad de tal tarea? La respuesta no es difícil de prever: todas las
funciones de nuestro conocimiento son, según Kant, funciones de síntesis; a partir de
una pluralidad de datos, intentan unificarlos para obtener un conocimiento unitario de
la realidad. Esto mismo, pero en grado máximo, ocurre con la razón. Si bien es cierto
que objetivamente no puede llegar nunca a concepto que dé razón de nuestro
conocimiento, tiene, con todo, una tendencia connatural a intentar alcanzarlo. Esto
explica que siempre haya existido la ineludible inclinación a hacer metafísica, a
conocer lo en sí. Tener esta inclinación es algo natural, aunque nunca pueda ser
satisfecha.

El problema surge cuando, dejándose llevar por esa inclinación, el filósofo cree
haber logrado su propósito. Puesto que si no llegamos a conocer lo incondicionado
todos nuestros conocimientos carecen de un verdadero fundamento. La razón tiende a
sintetizar tres ideas absolutas en las que poder fundar todos los razonamientos. Esta
tendencia, por más que sea ineludible ─dice Kant─, no por ello deja de ser una
ilusión. El error está en no reconocerla como tal y pensar que efectivamente se ha
llegado a lo absoluto. Este error es precisamente lo que Kant llama “ilusión
trascendental”.

4.2. Las ideas de la razón pura

Concretamente la “ilusión trascendental” consiste en admitir como realmente


conocidas tres realidades: el alma, el mundo y Dios. Mas en el fondo no se trata de
tres realidades, sino sólo de tres ideas sintetizadas por la razón al emplear las
categorías más allá de los datos de la intuición sensible. Al no existir ninguna

21
intuición del alma, del mundo y de Dios, estos tres conceptos no son ni empíricos ni
categorías; son ideas en el sentido platónico, e. d., conceptos racionales a los que no
corresponde ningún objeto dado por los sentidos.

Tendemos a considerar asiladamente al sujeto cognoscitivo o, como Kant lo


denomina, sujeto trascendental o sujeto cognoscente; a considerarlo como algo en
sí y por sí, independiente del objeto conocido. Dicho de otro modo, tendemos a
unificar la experiencia interna en la idea de alma. Tendemos a unificar la experiencia
externa (el conjunto de objetos conocidos) en la idea de mundo. Por último, tendemos
a unificar sujeto y objeto en una unidad absoluta: Dios.

Pero alma, mundo y Dios son precisamente los tres temas centrales de los que
se ocupa la metafísica. Por eso si se cae en la ilusión trascendental, se piensa que la
metafísica es posible como ciencia. En esto consiste lo que Kant llama el uso
«constitutivo» de las ideas.

Pero cabe hacer otro uso de las ideas: lo que Kant llama el uso «regulativo»;
este uso no es sólo útil, sino también indispensable. A través de él damos la mayor
unidad posible a nuestro conocimiento. Aceptándolas como hipótesis o como límite
hacia el que tiende la razón, se favorece el progreso indefinido de la ciencia en busca
de principios cada vez más universales. En este caso no hacemos de estas ideas un
uso objetivo, sino subjetivo, basado en la hipótesis de un “como-si”: como si
existieran el alma, el mundo y Dios.

4.3. Crítica de la psicología racional: los paralogismos16 de la razón pura


Cuando se intenta hacer metafísica se incurre, según Kant, en dificultades
insolubles.

La psicología racional es la parte de la metafísica que estudia el alma. Durante


siglos se ha pretendido demostrar que es una sustancia; que esta sustancia es simple y
autoconsciente. Pues bien, siempre que se ha pretendido demostrar cualesquiera de
estas tesis, se incurre en paralogismos que invalidan el razonamiento.

Kant recoge el caso de Descartes: a partir del cogito, ergo sum concluyó que el
alma es una sustancia. El error está en que el ego cogito que hace de sujeto de ese
juicio no es el yo empírico, sino el yo trascendental, que acompaña a todas nuestras
representaciones. Ahora bien, ese yo trascendental no puede ser él mismo un objeto

16
Un paralogismo es un silogismo en el que ha tenido lugar un error lógico.

22
de la conciencia. Es decir, el yo que conoce no puede ser, al mismo, tiempo objeto de
sí mismo, porque entonces ya no es sujeto trascendental.

4.4. Crítica de la cosmología racional: las antinomias17 de la razón pura

La cosmología trata sobre el mudo, considerándolo como una realidad en sí.


Pero en cuanto pretendemos predicar del mundo propiedades metafísicas caemos en
antinomias.

En concreto, puede probarse que el mundo tiene un comienzo y que es limitado


en el espacio, y, por el contrario, que el mundo no tiene comienzo en el tiempo y no
es limitado en el espacio. Que toda sustancia compuesta consta de partes que son
indivisibles y que en el mundo no hay elementos simples: todo es divisible hasta el
infinito.

Decir que se puede demostrar todo -una proposición y su contradictoria- es lo


mismo que decir que nada puede probarse.

4.5. Crítica a la teología racional

Por último, la teología racional pretende demostrar la existencia de Dios. Kant


cree poder demostrar que todas las pruebas que se han dado a lo largo de la historia
son erróneas. En principio, reduce todas las demostraciones a tres: la prueba
ontológica, la prueba cosmológica y la prueba físicoteológica.

Los argumentos ontológicos, dice Kant, son aquellos que consideran la


existencia como perfección. Parten de la idea de Dios como el ser perfectísimo y de
ahí concluyen que Dios existe necesariamente.

Contra esto Kant objeta lo siguiente: la proposición “Dios existe” no es


analítica. Ahora bien, si dicha proposición no es analítica, del análisis del término
sujeto nunca podemos obtener el predicado: en el concepto de Dios no está incluida
su existencia. Por tanto, la prueba ontológica no demuestra nada18.

17
Antinomia. Kant sostuvo que cuando la razón rebasa la experiencia posible a menudo cae en varias antinomias, e. d.,
perspectivas igualmente racionales, pero contradictorias.
18
Así lo expresa Kant: «Si ahora tomo justamente el sujeto (Dios) con todos sus predicados (entre ellos la omnipotencia)

23
El argumento cosmológico, por su parte, presupone el ontológico, luego
tampoco es concluyente. Por último, la prueba físicoteológica implica la
cosomológica.

4.6. Conclusiones de la Dialéctica trascendental

La primera conclusión que Kant extrae de este largo estudio es que la


metafísica como conocimiento científico es imposible.

Pero Kant no ha demostrado que no exista el alma, el mundo y Dios. La


conclusión que ha obtenido es que no es posible demostrar la existencia de estas tres
realidades. La razón, por tanto, no puede, en buena lid, ni afirmar ni negar estas tres
ideas. Por eso Kant añade que los científicos no pueden demostrar el materialismo ni
el ateísmo19, porque la razón en ese campo no tiene nada que decir. En caso de que
fuera posible construir la metafísica con otro uso no teórico de la razón, éste no
podría ni confirmarla ni refutarla.

5. Kan y la Ilustración

El problema crítico planteado por Kant -¿es posible la metafísica como


ciencia?- se inscribe dentro de un marco más amplio, característico de la filosofía
posterior a Descartes: la pregunta por el fundamento de la objetividad del
conocimiento. ¿Qué relación guardan nuestras representaciones de objetos con las
cosas? Siendo nuestras ideas algo inmanente, ¿tienen al mismo tiempo alcance
trascendente?

y digo “Dios es” o “hay un Dios”, no pongo ningún nuevo predicado al concepto de Dios, sino que pongo sólo el
sujeto en sí mismo, con todos sus predicados y pongo el objeto en relación con mi concepto. Ambos deben contener
exactamente lo mismo y, por tanto, nada puede añadirse al concepto, que sólo expresa la posibilidad, por el hecho
de que yo piense su objeto como absolutamente (por la expresión “él es”). Lo real no contiene más de lo que
contiene lo posible. Cien táleros reales no contienen lo más mínimo más que cien táleros posibles. Pues como éstos
significan el concepto y aquéllos el objeto y su posición en sí mismo, si éste contuviera más que aquél, mi concepto
no expresaría todo el objeto y no sería su concepto adecuado. Pero en mi situación de fortuna hay más en cien
táleros reales que en el mero concepto de cien táleros (es decir, en su posibilidad). Pues el objeto, en la realidad, no
está sólo contenido analíticamente en mi concepto, sino que se añade sintéticamente a mi concepto (que es una
determinación de mi estado), sin que por ese ser fuera de mi concepto los referidos cien táleros mismos se hayan
aumentado en lo más mínimo»; Crítica de la razón pura.
19
Sólo a través de la crítica es posible cortar las mismas raíces del materialismo, del fatalismo, del ateísmo, de la
incredulidad libre-pensadora, del fanatismo y de la superstición, todos los cuales pueden ser nocivos en general,
pero también las del idealismo y del escepticismo, que son más peligrosos para las escuelas, y que difícilmente
pueden llegar a las masas. La cuestión, es por otra parte, cómo se entienda el idealismo.

24
Como ya hemos visto, Kant consigue afirmar la objetividad del conocimiento
negando, al mismo tiempo, la trascendencia: no conocemos las cosas como son en sí
pero es posible el conocimiento objetivo y la ciencia porque -repitámoslo una vez
más- la objetividad es una propiedad que el sujeto confiere a las
representaciones al someterlas a determinadas condiciones. Mas para entender
plenamente el planteamiento kantiano, conviene situarlo en su contexto histórico.

Kant es un autor puente entre la ilustración y el romanticismo, que participa de


las inquietudes de ambas corrientes de pensamiento. En una obra titulada ¿Qué es la
ilustración? (Was ist die Aufkläreung?) Kant la define como la emancipación del
hombre de toda tutela autoimpuesta, frente a la incapacidad para usar la propia
inteligencia sin guía externa, que proviene de la falta de valentía o decisión para usar
la mente sin ayuda de un conductor externo. La respuesta a este reto lanzado por la
ilustración, la buscó Kant por el camino que el romanticismo empezaba ya a recorrer:
la objetividad depende de la actividad del sujeto, de la subjetividad.

Es ésta la razón por la que puede afirmarse que la actitud kantiana no es


una actitud neutral frente al problema del conocimiento, sino un hacer comprometido
que busca a toda costa la emancipación del hombre de toda tutela exterior. En Kant
los intereses de la razón y de la voluntad en orden a una plena realización
personal se anteponen al ideal clásico de alcanzar la verdad absoluta y el bien
pleno. He aquí el cambio de paradigma.

Si para conocer dependiéramos de algo externo -incluidas las cosas mismas-, el


ideal de emancipación de la razón no se cumpliría cabalmente. Por eso, Kant traslada
el problema filosófico de “¿qué es lo real?” a la subjetividad: “¿qué puedo
conocer?”. En definitiva, Kant intenta una explicación del conocimiento fundada
exclusivamente en el hombre y en sus capacidades.

La filosofía crítica kantiana da cumplida respuesta al ideal de la ilustración.


Con su teoría del conocimiento, la razón se hace autónoma: es independiente de
cualquier imposición externa y no está sometida ni siquiera al objeto conocido, sino,
al contrario, es el objeto quien depende de su actividad.

Una vez alcanzada la plena autonomía de la razón, Kant intentará el mismo


propósito con la voluntad. Ésa será la finalidad de la Crítica de la razón práctica.

III. El conocimiento práctico y la moral. Crítica de la razón práctica


1. Introducción

25
Las consecuencias que se siguen de la primera crítica (Crítica de la razón
pura) no son todas negativas:

 Se ha salvado la ciencia frente al empirismo relativista de los escépticos.


 Se ha asegurado el valor objetivo del conocimiento humano.
 Se ha mostrado la no imposibilidad de lo trascendente. Sobre el alma, el mundo
y Dios no podemos demostrar que existan ni tampoco lo contrario; aunque no se
pueda demostrar su existencia, tampoco puede negarse, porque sus ideas no son
contradictorias. Por eso el materialismo y el ateísmo han sido refutados, porque
juzgan sobre lo trascendente e incurren también, por la misma razón, en la “ilusión
trascendental”.

Con todo, sigue siendo cierto que la razón apunta a conocer más allá de los
límites que ha marcado la crítica, que la inclinación natural hacia lo absoluto e
incondicionado sigue siendo latente en el hombre.

Pero la razón no se agota en el conocimiento teórico. Además de este uso, la


razón tiene también un uso práctico. En efecto, existe en el hombre una actividad
racional -la conciencia moral (Bewusstsein moralischer)- que contiene en sí un cierto
número de principios en virtud de los cuales los hombres rigen su conducta. La
conciencia moral es otra función de la razón por la que formulamos juicios
morales acerca de nosotros mismos y de los demás. Y la existencia de la conciencia
moral es un”hecho” tan real como la existencia del conocimiento científico. Incluso
la persona más criminal sabe que ciertas acciones deben ser realizadas y otras no,
aunque luego en la práctica actúe de otro modo.

A esta función de la razón, que se ocupa de cómo debe ser la conducta, Kant,
usando la terminología de Aristóteles, la llamó razón práctica (praktische Vernunft).

La razón práctica, en cuanto que formula juicios universales y necesarios,


es también un conocimiento a priori, independiente de la realidad empírica. Si los
principios por los que la razón práctica dirige nuestra conducta no fueran a priori, no
podrían ser universales y necesarios, como ya quedó demostrado en la Crítica de la
razón pura.

Se impone, pues, realizar también una crítica de la razón pura práctica para
encontrar las condiciones trascendentales que hacen posible la conciencia moral; sólo

26
de ese modo será posible formular una ética científica y rigurosa.

La diferencia entre ambas críticas es, sin embargo, notable. Las dos parten de
un “hecho” del que hay que dar razón: la crítica de la razón teórica partía del “hecho
de la ciencia”; la nueva crítica parte del “hecho de la conciencia moral”. Pero
mientras la ciencia llega a nuestra conciencia a través de intuiciones sensibles, la ley
moral se da totalmente a priori de un modo necesario, porque, p. e., es siempre
cierto que no se debe mentir, aunque en la práctica todos los hombres mientan. La
conciencia moral es un hecho de la razón pura y a priori, lo que demuestra,
según Kant, que la razón pura es de suyo y originalmente legislativa.

2. Crítica de las morales materiales

Kant estaba convencido de que la conciencia moral juzga siempre a priori


sobre la conducta; de no ser así sus preceptos carecerían de validez universal. Y
puesto que no se ocupa del ser, sino del deber ser, no necesita tomar ningún dato de
la experiencia.

Esta convicción le llevó a formular serios reparos a todas las morales


anteriores. Ninguna había conseguido imponerse universalmente, tal como ocurría
con la metafísica. De hecho, ninguna moral anterior había sido universalmente
admitida. Según Kant, esto obedece a tres causas:
 todas ellas proceden de la experiencia, e. d., a posteriori. Como de la
experiencia jamás pueden obtenerse principios universales y necesarios, es natural
que estas éticas no hayan sido admitidas universalmente.
 Por ser a posteriori son también morales materiales, e. d., con contenido: a
partir de la experiencia tratan de determinar el bien supremo y las reglas de conducta
que nos llevarán a alcanzarlo. Pero como la experiencia es siempre particular y
contingente, cada sistema ha situado el fin último del hombre en un objeto distinto y
ha dado normas distintas a las de cualquier otro sistema.

Esto pone de manifiesto que la verdadera ética universal y necesaria no puede


ser una ética material, sino que ha de ser formal; e. d., nos debe indicar la forma e
intención con que hemos de actuar, pero no el contenido concreto de los actos que
hemos de realizar.

En todo acto podemos distinguir dos elementos: la materia y la forma. La


materia es el acto en sí, la acción que el hombre realiza (p. e., dar limosna). La
forma, por el contrario, es la intención que le mueve a obrar, el motivo por el que
27
realiza la acción (quedar bien ante los demás, ayudar al pobre, etc). Así pues, una
ética formal atenderá sólo a la forma, que viene determinada por la razón
misma, al margen de lo que nos dice la experiencia.
 Otro inconveniente grave de las morales materiales es que son “heterónomas”,
e. d., en ellas la razón práctica no es autónoma, porque dicta sus leyes y normas de
conducta tomando como referencia algo externo a la propia razón, ya sea el placer,
Dios o cualquier otra instancia. Esta para Kant es inadmisible, porque lo que entonces
nos mueve a obrar no es la sola razón, sino un objeto externo. Ahora bien, lo propio
del hombre es que es un ser racional, un ser que se mueve guiado por la razón. Si en
lugar de gobernarse sólo por la razón pasa a hacerlo por algo externo, el resultado es
una moral heterónoma, o lo que es lo mismo para Kant: la degradación moral al
actuar movidos por motivos externos.

3. La ley moral

Hemos visto que la ley que debe regir nuestra conducta no puede estar tomada
de la experiencia, ya que en tal caso carecería de validez universal. Por otra parte, la
razón no se determinaría a sí misma sino que vendría determinada por algo externo a
ella, e. d., se daría heteronomía moral. ¿Cómo debe ser entonces la ley moral?

Una voluntad es buena absolutamente cuando actúa por respeto al deber


(Pflicht), e. d., cuando el motivo que le mueve a obrar es el respeto (Achtung) a lo
que la conciencia le señala como bueno.

Kant distingue entre obrar conforme al deber y obrar por deber. Así, una
persona puede actuar conforma al deber para evitar ciertos males ─p. e., se abstiene
de robar por miedo al castigo si lo descubren─. Estos actos realizados conforme al
deber, pero no por el deber, son legítimamente buenos, pero no moralmente buenos.
Son legítimamente buenos, porque se ajusta a la ley moral, al imperativo de la razón,
pero carecen de bondad moral, ya que el motivo que mueve a actuar no es el respeto
a la ley (die Achtung fürs Gesetz), sino el interés o el miedo. Una voluntad es
plenamente buena cuando, al margen de los beneficios que pueda lograr, actúa por
respeto a la ley; dicho de otro modo, cuando se encuentra en el deber ser.

Todo acto voluntario se presenta a la razón como un imperativo (Imperativ),


como un mandato: “haz esto” o “evita aquello”. Cuando actuamos con vista a un fin
(Ziel), a obtener un beneficio o evitar un mal, el imperativo que nos mueve a obrar es,
según Kant, un imperativo hipotético (hypothetischer Imperativ), e. d., un mandato
cuya validez depende de una condición previa: “si no quieres ir a la cárcel, no robes”.
Siempre que actuamos por un imperativo de este tipo lo hacemos para conseguir
28
alguna utilidad o satisfacción, e. d., no lo hacemos por el deber, por respeto a la ley,
sino por un motivo egoísta.

Para actuar por deber hay que regirse, en cambio, por un imperativo
categórico (kategorischer Imperativ), que es aquél en el que el mandato no está
puesto bajo ninguna condición, sino que impera incondicionalmente, sin
ninguna limitación. La ley moral nos debe indicar, por tanto, que actuemos por
deber.

Además, la ley moral no nos debe indicar nunca la materia de la acción que
hemos de realizar ─eso sería volver a una ética material─, sino sólo la forma o el
motivo por el que hemos de actuar. Este imperativo categórico, que es la ley
fundamental de la razón práctica, Kant lo formula así:
«Cuando pienso en general un imperativo hipotético, no sé de antemano lo
que contendrá; no lo sé hasta que la condición me es dada. Pero si pienso
un imperativo categórico, ya sé al punto lo que contiene, pues como el
imperativo, aparte de la ley, no contiene más que la necesidad de la máxima
de conformarse con esa ley, y la ley, empero, no contiene ninguna
condición a que esté limitada, no queda, pues, nada más que la
universalidad de una ley en general, a la que ha de conformarse la máxima
de la acción, y esa conformidad es lo único que el imperativo representa
propiamente como necesario.
El imperativo categórico es, pues, único, y es como sigue: obra sólo
según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal»20.
Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, cap. II

Teniendo en cuenta que Kant llama «máxima» a un principio subjetivo de


volición, e. d., a un principio de la voluntad que parte del yo, válido, por tanto, sólo
para un individuo, la fórmula del imperativo categórico nos indica que nos movamos
sólo por «máximas» que puedan servir, al mismo tiempo, como principios
universales, válidos para la voluntad de todo ser racional.

Como se ve, esta ley no nos indica “qué” hemos de querer, sino “cómo”
hemos de querer. Es, pues, una ley incondicional, a priori y, por tanto, objetiva. Y
además es una ley moral autónoma: la voluntad se da a sí misma su propia ley sin
tomarla de nada ni de nadie, sin quedar subordinada a ningún objeto.
20
La frase en cursivas y en negrita indica la formulación kantiana del imperativo categórico. Más exactamente, Kanto lo
escribió en estos términos: „Handle nur nach derjenigen Maxime, durch die du zugleich wollen kannst, dass sie ein
allgemeines Gesetz werde”.

29
4. Postulados de la razón práctica

De un hecho innegable ha deducido Kant su ética: existe la conciencia moral.


Pues bien, si del hecho de la moralidad es posible extraer las condiciones de
posibilidad de la conciencia moral. Estas condiciones se nos presentan como
postulados, e. d., como posiciones teóricas indemostrables derivadas necesariamente
de la ley práctica, que tiene a priori un valor incondicionado. Aunque no podamos
demostrarlas racionalmente, hemos de admitirlas sino queremos negar un hecho
innegable: la existencia de la ley moral. Los postulados de la razón práctica son tres:
la libertad, la inmoralidad del alma y la existencia de Dios.

4.1. La libertad
La primera condición de posibilidad de la conciencia moral es que postulemos
la libertad (Freiheit) de la voluntad, porque ¿cómo podría ser autónoma una voluntad
que no fuese libre?

Libertad, autonomía y moralidad se identifican en Kant pues para él la


moralidad consiste en que la voluntad esté determinada por la ley emanada por la
razón independientemente de todo condicionamiento externo. Por eso la libertad es
un postulado que hemos de admitir necesariamente, porque es condición de la vida
moral.

4.2. La inmoralidad del alma


El hombre debe actuar por deber. El deber es, pues, en fundamento de la moral.
Pero aunque no debamos actuar por alcanzar un bien, es claro que quien cumple el
deber debe alcanzar el bien supremo, que no es otro que la perfecta conformidad de
nuestras acciones con el deber.

Tal conformidad debe ser posible, puesto que es una exigencia de la razón
práctica. Pero resulta que ningún ser racional del mundo sensible es capaz de realizar
plenamente la santidad, porque en el hombre la razón no es el único principio
determinante de la voluntad; ésta, al estar ligada en esta vida a la sensibilidad, es
continuamente solicitada por bienes materiales, de modo que no sin gran esfuerzo
logra conformarse con la razón.

Si esta perfección no la hemos de conseguir nunca en este mundo, es necesario


admitir entonces que el alma es inmortal, ya que en caso contrario «se nos tomarían
vanas quimeras las leyes morales».

4.3. La existencia de Dios


Kant señaló que el hombre virtuoso debe ser digno de ser feliz, pero no tiene
30
los medios para conseguir la unión de moralidad y felicidad, porque ésta depende de
causas ajenas a su voluntad. Por tanto, hay que postular la existencia de un ser
supremo, Dios, que pueda conectar la virtud con la felicidad ─hacer feliz al hombre
virtuoso─, porque es causa tanto de la libertad moral como de la naturaleza
fenoménica.

5. Filosofía de la religión, del derecho y de la historia

Nos queda por conocer la respuesta de Kant a su tercera pregunta: «¿qué me


cabe esperar?». Este «qué» guarda relación con el destino último del hombre, con la
finalidad a la que apuntan todas las acciones morales. La religión es la respuesta,
aunque no se agote en la mera dimensión religiosa. El fin al que apunta la religión
implica y exige la acción social y política para hacerse realidad en la historia, a través
del tiempo.

En obras posteriores a las tres Críticas, el de Königsberg se ocupó de diversos


temas de filosofía práctica. Planteó, pues, una religión racional, que coincide con su
moral, en tanto que toma su fundamento del deber, que posteriormente reconoce
como mandamiento de Dios para hacernos dignos de la felicidad. La juzgó superior a
la religión revelada, ya que ésta primero acepta el mandamiento divino ─por fe
sobrenatural─ y luego se reconoce que es un deber. Así pues, según Kant, la religión
no comienza por iniciativa de Dios, sino del hombre, del sujeto humano.

La manifestación social de la religión es la Iglesia. Kant la dividió en Iglesia


invisible, que la unión de los hombres bajo el gobierno moral de Dios, y la Iglesia
visible, la realización efectiva de esta unión, pero que está maifestada en múltiples
revelaciones y prácticas religiosas externas.

Para explicar la sociedad civil o el Estado, Kant distinguió, como ya lo hiciera


Hobbes, entre un estado de naturaleza, en el que cada individuo es legislador y juez
de sí mismo, según un derecho privado, y un estado civil, que se rige por un
derecho público para dar estabilidad a los derechos, que eran sólo derechos en el
anterior estado.
«Es menester salir de un estrado de naturaleza, en el que cada uno obra a su
antojo, y unirse con todos los demás (con quienes no puede evitar entrar en
interacción) para someterse a una coacción externa legalmente pública; por
tanto, entrar en un estado en el que a cada uno se le determine legalmente y
se le atribuya desde un poder suficiente (que no sea el suyo, sino uno
exterior) lo que debe ser reconocido como suyo, es decir, que debe entrar
ante todo en un estado civil».
Kant, Metafísica de las costumbres, Tecnos, Madrid, 1989, 141.

Señaló, al igual que Thomas Hobbes, que los hombres se unen mediante un
31
contrato para llegar a la sociedad civil, que debe organizarse en un Estado de
derecho. Éste se funda en leyes que regulan las acciones externas de los hombres,
con el fin de permitir la coexistencia de la libertad de cada individuo con la del
conjunto, de modo que cada uno mantenga su autonomía y pueda ejercer la libertad
moral. Kant defendió, frente al absolutismo, la igualdad e independencia de los
ciudadanos.

Propuso, además, la creación de un Estado mundial, cuya finalidad sería


proporcionar una paz duradera y universal. Creyó Kant que este ideal sería posible
si se comienza por el derecho de gentes (ius gentium), que tutela las relaciones entre
los diferentes Estados, hasta llegar a un derecho político universal.

Kant concibe la historia como un desarrollo constante y progresivo, como


progreso, aunque lento, de las mejores disposiciones del género humano. Se plantea
hasta qué punto, bajo qué condiciones y cómo en la historia se puede hacer realidad
una evolución de la comunidad humana hacia el bien supremo. Habla de una
«sociedad de ciudadanos del mundo» e invita a la acción práctico-política de la razón
en la organización de la sociedad, para conducir a la mayor libertad posible.
 La historia es una consecuencia directa del conjunto de disposiciones del
ser humano, que tienden por sí solas a realizarse completamente. Un hombre solo,
como individuo, jamás podría desarrollar completamente todas las disposiciones
originarias de la naturaleza humana. La tarea corresponde a la especie. El hombre
no está dirigido por el instinto o por conocimientos innatos, sino que es obra de sí
mismo. La racionalidad del hombre exige e implica la libertad de acción.
 El motor de la historia son las diversas disposiciones humanas, cuyo
antagonismo muestra las tensiones dialécticas entre individuo-sociedad, fenómeno-
noúmeno, lo empírico-lo ético.
 La esencia humana no puede realizarse si no es en sociedad. La sociedad, por
tanto, debe ser un medio donde el hombre encuentre mayor libertad y donde estén
muy claros los límites de esa libertad. Poder y derecho, pues, deben aliarse para
alcanzar este objetivo. Esta será una tarea siempre abierta, inalcanzable sin la
colaboración de todos los estados. La idea de una liga de naciones, de una sociedad
internacional, es el horizonte último al que apuntan las ideas de Kant.

Por otro lado, según Kant, la historia estudia la libertad, tanto en su aspecto
interior, relacionado con la moral y la religión moral, como en el exterior o legal, que
concierne al derecho y la política. Sin embargo, su concepto de historia tiene un
carácter más político que moral, porque consideró que su protagonista principal es la
comunidad humana y no el sujeto individual.

IV. Influencias recibidas y repercusión posteriores

32
El pensamiento kantiano recibió el influjo de la filosofía moderna anterior
(racionalismo y empirismo), no en vano Kant había estudiado a G. Leibniz (1646-
1716) y Ch. Wolff (1679-1754) y había reaccionado contra él tras la lectura de libros
empiristas. Por mucho que se haya querido decir que su pensamiento es una síntesis
entre ambos movimientos, la verdad es que la aspiración de Kant no fue la conciliar
dos sistemas incompatibles, de hecho, entre sí, sino la de superarlos.

Kant no aceptó la metafísica racionalista, a la que calificó de dogmática,


porque era una filosofía meramente formal, carente de contenido empírico. Mas
tampoco se apartó completamente del racionalismo, en tanto que concedió una papel
muy importante a la razón en la construcción del conocimiento. Al mismo tiempo,
admitió la existencia de dos ideas de la metafísica racionalista ─el alma y Dios─ en
sus postulados de la moralidad, aunque les concedió una validez exclusivamente
práctica, toda vez que no se pueden demostrar teóricamente.

Por otro lado, también rechazó el empirismo radical, que conducía al


escepticismo por no explicar adecuadamente la ciencia, que no es sino un
conocimiento sintético a priori. Acertaban en que todo conocimiento tiene su origen
en la experiencia, pero no habían sospechado que se requerirían unos elementos
formales a priori puestos por la razón. No obstante, el sistema kantiano coincidió con
los empiristas en el valor asignado a la experiencia como materia del conocimiento y
en su refutación de la metafísica racionalista como ciencia.

En el terreno moral, Kant rechazó el emotivismo de Hume, pues, para él, los
imperativos morales derivan de la razón.

Por su parte, también la física de Newton (1643-1727) tuvo mucha importancia


en la epistemología kantiana. La física se presentó ante Kant como un modelo de
ciencia que explica satisfactoriamente los fenómenos de la naturaleza, y su método le
mostró la posibilidad de combinar la actividad racional con la actividad sensible y
experimental para alcanzar un conocimiento científico, que es universal y necesario
─actividad racional─, y la vez avanza ─experiencia sensible─.

Otro autor muy importante en la filosofía de Kant fue el ilustrado Rousseau


(1712-1778), quien definió al hombre no por su racionalidad, sino por su libertad.
Kant reconoció que, gracias a él, había comprendido que el hombre no es sólo
inteligencia ─razón pura─, sino que es también una conciencia moral ─razón
práctica─ que nos hace descubrir el papel de la libertad. Con este hallazgo, Kant
sometió la ciencia a la moralidad y su filosofía se convirtió en una exaltación de la
libertad como autonomía de la voluntad.

La filosofía inmediatamente posterior a Kant fue el idealismo alemán de


comienzos del s. XIX, cuyos principales representantes fueron Fichte (1762-1814),
33
Schelling (1775-1831) y Hegel (1770-1831). Estos autores, sobre todo Hegel,
construyeron grandes sistemas filosóficos con los que pretendían explicar
racionalmente toda la realidad, prescindiendo de los elementos empiristas presentes
en Kant y de su método crítico.

A finales deñ s. XIX, los neokantianos recomendaron la vuelta a Kant, lejos


de los excesos a los que habían sido sometidos por los idealistas y, para ello,
propusieron volver a estudiar su filosofía crítica. Pensaban que el idealismo de Fichte
y Hegel traicionaba el espíritu de las Críticas kantianas, porque propugnaba una
vuelta a la metafísica, que Kant había rechazado y que había sustituido por una teoría
del conocimiento- H. Cohen (1842-1924) ─maestro de Ortega y Gasset─, P.
Natorp (1854-1924), y E. Cassirer (1874-1945) sobresalen en la escuela de
Marburgo.

El sistema kantiano también influyó en la aparición del positivismo del s. XIX,


iniciado por A. Comte (1798-1857). los positivistas aceptaron el rechazo parcial de la
metafísica de Kant y la primacía que otorgó al conocimiento científico.

Por contraste, es digno de mención la reacción de algunos autores de finales del


s. XIX contra el racionalismo contenido tanto en el pensamiento de Kant como en el
idealismo alemán en general. Desarrollaron una filosofía irracionalista y vitalista,
que defendía la voluntad, o la vida en sus aspectos irracionales, como realidad
principal y radical.

Entre los vitalistas e irracionalistas se distinguieron A. Schpenhauer (1788-


1860) y F. Nietzsche (1844-1900). El primero sustituyó la cosa en sí kantiana por la
voluntad de vivir, principio irracional de la realidad. El segundo fue más tajante y
eliminó por completo la cosa en sí, al entender la realidad como puro devenir;
además, se opuso frontalmente a la ética del deber, que según él mantenía lo
sustancial del cristianismo y se oponía a los instintos de la vida.

34
EXCURSUS

¿Qué es la ilustración?

Respuesta a la pregunta ¿Qué es Ilustración?, Idea de una historia universal con


propósito cosmopolita.

En esta obra, Kant nos ofrece una definición de Ilustración: “salida del hombre
de su autoculpable minoría de edad”. El lema de la ilustración podría resumirse en la
recuperación de una antigua divisa de Horacio:”Sapere aude!” (Atrévete a saber). La
mayor aspiración de la Ilustración se expresa por tanto en una palabra: autonomía,
entendida ahora no solamente en su sentido moral, sino de una forma más amplia
como capacidad de pensar por uno mismo. Kant identifica varias barreras para que
esta autonomía llegue a realizarse. En primer lugar cabría referirse a las internas: la
pereza, la cobardía y también la costumbre pueden llevarnos a renunciar a cualquier
clase de pensamiento autónomo. Es fácil confiar las propias ideas e incluso la vida a
quien asegura orientarnos correctamente. Creada esta dependencia hundida en los
orígenes de la historia, es difícil que el individuo pueda afrontar la tarea de pensar por
sí mismo: los que piensan por él le disuadirán de tal disparate, apareciendo aquí otros
de los límites a la ilustración. Las barreras externas pueden identificarse fácilmente
en todas aquellas autoridades que se benefician de la heteronomía, entre los cuales
Kant cita a los tutores del pensamiento, oficiales del ejército, sacerdotes, líderes
políticos… Nadie debe decirnos qué leer o cómo pensar, sino que hemos de
emanciparnos de cualquier referencia externa: pensar por nosotros mismos implicará
al principio cometer errores, pero no tardaremos mucho en lograr criterios propios
para los ámbitos más elementales de la vida.

La toma de conciencia de la libertad, la autonomía y la emancipación que nos


presenta Kant choca con una contradicción: todas las invitaciones a pensar por
nosotros mismos conviven con llamadas permanentes a la obediencia. La vida social
y política nos conduce a la uniformidad: cumplimos normas y estamos sometidos a
diversos poderes: económicos, militares, políticos, religiosos… ¿Cómo es posible
entonces la autonomía y la libertad de pensamiento en una sociedad que
inevitablemente necesita e impone un orden, una obediencia? La respuesta kantiana
establece dos usos distintos de la razón:
1. Uso público de la razón: “aquél que alguien, en calidad de docto, puede hacer
de su propia razón ante el público entero del mundo de lectores. Llamo uso
privado al que le está permitido hacer de su razón en un puesto civil, o función,
que se le ha confiado”. Sería, en consecuencia, la discusión pública y libre de
todos los temas que sea necesario por parte de personas que cuenten con una
formación previa, es decir, que sepan de qué están hablando.
2. Uso privado de la razón: “En ciertas tareas, que se emprenden en interés de la

35
república, es necesario cierto mecanismo, por cuya mediación algunos miembros de
la república deben comportarse de modo meramente pasivo para ser dirigidos hacia
fines públicos mediante una unanimidad artificial del gobierno, o, al menos, para
impedir la destrucción de tales fines. Entonces no está permitido razonar, sino que se
debe obedecer.” El uso privado de la razón podría entenderse, por tanto, como la
obediencia racional: formamos parte de una sociedad y eso implica cumplir normas
elementales cuya desaparición podría significar la disolución de la sociedad.

Tenemos que cumplir con nuestros deberes y obligaciones sociales, pero


debemos igualmente ejercer públicamente la capacidad de exponer y desarrollar
nuestro propio pensamiento. El uso público de la razón puede incluso cuestionar o
modificar algunas de las prácticas sociales que nos vienen impuestas por su uso
privado. Pero en tanto que no sean modificadas, todos hemos de cumplir con esas
normas, en nuestra dimensión de ciudadanos, funcionarios del estado o simplemente
de miembros de una sociedad. La Ilustración se convierte así en una tendencia
inherente al ser humano, a la cual no podemos renunciar, y cualquier decisión o ley
ha de estar permanentemente sujeta a la discusión pública, tal y como lo expresa
Kant:
“Una época no puede aliarse y conjurarse para dejar a la siguiente en un
estado en que le sea imposible extender sus conocimientos (sobre todo los
perentorios), depurarlos de errores y, en general, avanzar hacia la
ilustración. Sería un crimen contra la naturaleza humana, cuya
determinación original consiste, precisamente, en este progreso; y, por ello,
la posteridad está en su pleno derecho de rechazar todo acuerdo tomado de
modo incompetente y ultrajante. La piedra de toque de todo aquello que
pueda decidirse como ley de un pueblo reside en la pregunta: ¿podría
imponerse un pueblo a sí mismo semejante ley? […] Un hombre puede en
lo que a su persona concierte, aunque sólo por algún tiempo, aplazar la
ilustración en aquello que está obligado a saber; pero renunciar a ella, en lo
que a su persona concierne y aún más en lo que concierne a la posteridad,
significa vulnerar y pisotear los derechos sagrados de la humanidad. Y lo
que ni siquiera un pueblo puede decidir de suyo, menos podrá un monarca
decidirlo para el pueblo; porque su autoridad legisladora reside,
precisamente, en que reúne toda la voluntad del pueblo en la suya.”
Kant, Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración

Kant entiende la Ilustración como un proceso lento, gradual y costoso. Su


época no es ilustrada, dice, sino “de Ilustración”. Las últimas décadas del siglo XVIII
estaban aún lejos de los ideales de autonomía y libertad de pensamiento. Sin
embargo, una de las mayores contribuciones a la historia y al progreso de la
humanidad consiste precisamente en tomar conciencia de la importancia de la
Ilustración y en tratar de extenderla. Así, el estado debe proteger y extender la
Ilustración, que Kant entiende como un proceso imparable de la historia. Este es
precisamente el tema de otra de sus obras: Idea de una historia universal con
36
propósito cosmopolita. Aquí analiza Kant la marcha de la historia de la humanidad y
propone como tesis principal que los ideales ilustrados guían su marcha, aunque
aparentemente la irracionalidad o la destrucción primen sobre la libertad, la razón o la
dignidad humana. La historia, viene a decirnos Kant, avanza de un modo dialéctico y
nos conduce hacia una gran unión cosmopolita de pueblos que está aún por realizar
pero que va apareciendo en el horizonte histórico en tanto que las naciones son cada
vez más interdependientes. La esperanza que Kant deposita en la humanidad no le
convierte ni mucho menos en un idealista: en esta misma obra ofrece concepciones
muy realistas del ser humano, aludiendo a sus intereses egoístas y la necesidad de
controlar y limitar su libertad, pues de lo contrario tenderá a abusar de ella.

Continuando con estas ideas sobre historia y política, se plantea Kant en La paz
perpetua las condiciones jurídicas, políticas y morales en las que se puede alcanzar.
Según el autor alemán, los conflictos terminarán desapareciendo con el paso de los
siglos, a medida que la humanidad tome conciencia de sus errores: por esto tiene
sentido concretar cómo deben ser los tratados de paz (y nos los falsos armisticios
actuales) de manera que las generaciones futuras puedan aprender de las malas
experiencias de nuestro tiempo. Igualmente se refiere Kant a las relaciones políticas
que han de darse entre los estados para que la paz sea una realidad y no una mera
quimera. Al final del libro aborda el problema de la relación entre ética y política,
decantándose por la primera como criterio último que ha de primar sobre cualquier
interés político. El final de la historia coincidiría con la realización de la Ilustración
en la que todos los seres humanos obrarían de forma autónoma y con el deber como
única motivación.

37

También podría gustarte