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había poca libertad probatoria del juzgador Aunque aquí cuando ya se finaliza la

valoración de la prueba aquí va a haber un enfoque mucho más equitativo lógico


y legal pido más que todo por los sentidos de quién está en la audiencia de juicio
el juez tomará La decisión más certera la la valoración de los objetivos y aquellos
hechos que fueron los más relevantes y pertinentes a la infracción

PEQUEÑA HISTORIA DE LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA

Para comprender lo que sea la valoración de la prueba no es necesario realizar un


estudio histórico completo de la misma. En ocasiones los análisis históricos sí son
necesarios, a fin de descubrir fundamentalmente los errores que la doctrina comete en
la aplicación de algunos conceptos, y que nadie sabe realmente de dónde provienen.
Pero con la valoración de la prueba eso no ocurre. Es un tema en el que históricamente
se reparó en realidad tan poco 1 desde el punto de vista teórico (no así desde el
práctico), que hasta se podría prescindir de este capítulo.Sin embargo, el estudio de
dicha historia da varias claves del porqué de las defectuosas motivaciones actuales, y
puede servir para descartar además algunas clasificaciones doctrinales que se han
realizado en torno a los sistemas de valoración de la prueba, o en cuanto a su discurrir
histórico. Por ello, empecemos la explicación desde un punto de vista fundamentalmente
cronológico, en la medida que sea posible.No han aparecido hasta el momento
documentos históricos que atesti-güen la existencia de una reflexión jurídica sobre la
valoración de la prueba en tiempos muy remotos, de manera que lo cierto es que no
sabemos qué sistemas se debieron de emplear entonces. Debió de haber procesos en
aque-lla época, como necesaria derivación de que, al menos en alguna ocasión, los
conflictos debían resolverse a través del respeto por la opinión de un tercero. Y es
posible que a esta solución pacífica se llegara por diferentes vías. En unos casos quizás
surgió todo de la frustración de una transacción y de la vo-luntad de un tercero, con
auctoritas —divina o no— para los contendientes, de evitar el recurso a una solución
violenta. Otras veces pudo suceder que ese tercero surgiera espontáneamente. Y
cuando ese tercero no se ponía del lado de uno de los dos, debió intentar mediar. Y de
una mediación infructuo-sa pudieron nacer los procesos jurisdiccionales cuando los
contendientes, incapaces de resolver el conflicto por sí mismos con la ayuda

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