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Con lo anotado, seguramente queda muy claro varios de los aportes que se derivan de esta
sentencia. Uno primero, es que con casos como Marbury vs. Madison la Corte Suprema no solo
afianzó el valor de la Constitución, sino también afirmó su propia legitimidad y poder (de hecho, al
revisar la historia de diferentes tribunales constitucionales, se constata que sus decisiones
iniciales, o también las de ruptura, son decisivas para su fortalecer su legitimidad).
Es innegable el absoluto derecho del Estado para recurrir a la guerra cuando la apremiante
necesidad de ella conduce a ese extremo, lo mismo que el derecho a conducirla por los medios
indispensables que las circunstancias impongan y sin más limitaciones que las que en ese estado
de emergencia pudiera haberle impuesto la Constitución y los tratados internacionales en plena
vigencia.
Se sostenía que en tiempos de guerra no era como el derecho argentino cotidiano, sino que en
esos tiempos prima el Derecho internacional. Con el tiempo argentina empieza a suscribir tratados
internacionales, lleva litigios a la corte y la CSJ le da la razón, ordena al congreso a sacar una ley. Se
enfocan en la ubicación jerárquica de los tratados internacionales y leyes del congreso.
CASO: En 1887, en el periódico “Don Quijote” fue publicado un dibujo, y a raíz de esto, su redactor
Eduardo Sojo fue puesto en prisión en virtud de una resolución de la Cámara de Diputados. Sojo
interpuso un recurso de Habeas Corpus ante la Corte Suprema, diciendo que ésta tenía
competencia en base a una ley de 1863 sobre jurisdicción y competencia de los tribunales
nacionales.
RESOLUCION Y FUNDAMENTOS: La Corte Suprema dice no tiene jurisdicción originaria para
conocer en recursos de hábeas corpus interpuestos por particulares salvo que el individuo
arrestado fuera embajador, ministro o cónsul extranjero; o el arresto hubiese sido decretado por
tribunal o juez de cuyos autos le correspondiese entender por apelación. Y que además, la Corte
no puede entender en este caso sobre un mandamiento del poder legislativo, porque sería
repugnante a la independencia de los poderes. Y además, la citada ley no crea un nuevo caso de
jurisdicción originaria, ni se puede ir más allá de los casos que cita la constitución.
HOLDING: Una ley no puede ampliar la jurisdicción de la corte más allá de los Poderes que le
confiere la Constitución Nacional.
Cullen
La intervención nacional en las provincias, en los casos en que la Constitución lo permite o
prescribe, es un acto político por su naturaleza, cuya verificación corresponde exclusivamente a
los poderes políticos de la Nación y, por ende, sus decisiones al respecto no pueden ser
controvertidas por el departamento judicial.
Cada uno de los tres altos poderes que forman el Gobierno de la Nación aplica e interpreta la
Constitución por sí mismo cuando ejercita las facultades que ella les confiere respectivamente,
razón por la cual no compete a la Suprema Corte examinar -con relación, en el caso, a la
pretendida inconstitucionalidad de una ley de intervención federal- la interpretación y aplicación
que las Cámaras del Congreso han dado al artículo sesenta y uno de la Constitución.
Las cuestiones políticas son sólo cuestiones de soberanía y, si bien la Constitución no ha dado al
poder judicial la facultad de dirimir conflictos entre el Gobierno Nacional y los gobiernos de
Provincia, tampoco puede pretenderse que la Constitución ha impuesto a éstas el deber de acatar,
sin recurso, las medidas políticas del Gobierno Federal que sean contrarias a la Constitución.
(Disidencia del Dr. Varela)
Las funciones políticas privativas de los departamentos políticos del Estado no son susceptibles de
un juicio ante los tribunales, cuando el ejercicio de esas funciones no ha puesto la ley o el acto
ejecutado en conflicto con la Constitución misma; pero cuando una ley o un acto del Poder
Ejecutivo estén en conflicto con las disposiciones, derechos y garantías que la Constitución
consagra, siempre surge un caso judicial, que puede ser llevado ante los tribunales por la parte
agraviada. (Disidencia del Dr. Varela)
Si se pretende la invalidez constitucional de una ley de intervención federal por inexistente, por no
haber sido sancionada con los requisitos constitucionales, la Corte no puede rechazar de plano la
acción fundada en que se trata de una cuestión política, pues resolver si tal acto tienen o no el
carácter de ley es una atribución eminentemente judicial y no política y, por tanto, ella
corresponde a los tribunales federales.(disidencia del Dr. Varela)
Texas vs. White
En setiembre de 1850, y como compensación por las reclamaciones y disputas territoriales
relativas a la ubicación de la frontera de Texas, el gobierno federal opta por otorgarle a modo de
compensación la suma de diez millones de dólares en bonos federales, pagaderos al portador con
posterioridad al día 31 de diciembre de 1864. La mitad de esos bonos permanecería en el Tesoro,
mientras que la otra mitad se entregó al estado de Texas. No obstante, cuando Texas decidió
abandonar la Unión, se deshace de esos bonos, que vende al comerciante George W. White, quien
entrega a cambio de los mismos medicinas y material vario.
Mill de Pereyra
la doctora Rita Aurora Mill de Pereyra y otros magistrados del Poder Judicial de la Provincia de
Corrientes, promovieron acción contencioso administrativa contra dicho Estado, con el objeto de
obtener el pago de las diferencias existentes entre el importe nominal de sus haberes y las sumas
que resulten de la actualización de tales montos.
Fundaron su pretensión en el art. 143 de la Constitución Provincial que, al igual que el art. 96 de la
Constitución Nacional, consagra la garantía de intangibilidad de las remuneraciones de los
magistrados judiciales. Las sumas que percibieron como retribución durante el período indicado
sufrieron los efectos del proceso inflacionario que afectó al país, sin que el Estado provincial lo
hubiera reparado mediante su actualización por el costo de vida, circunstancias que determinaron
su efectiva disminución, en contra de lo dispuesto por las normas constitucionales indicadas.
HECHOS: Los Dres. Rita A. Mill de Pereyra, Raúl Otero y Ángel Pisarello, todos ellos jueces de la
provincia de Corrientes, demandaron a esta última a fin de que se actualicen sus remuneraciones
desde 1984 a 1988, las cuales consideraban deterioradas por la inflación, invocando la
intangibilidad de éstas con fundamento en normas constitucionales.
Fayt y Belluscio continuaron sosteniendo su postura a favor del control de oficio, mientras que
Petracchi, Nazareno y Moliné O'Connor continuaron con la doctrina negatoria.
HOLDING: A diferencia del fallo “Ganadera Los Lagos”, acá se sostiene la posibilidad de que los
jueces ejerzan el control de oficio, pero establecen las siguientes premisas para poder realizarlo:
●La declaración de inconstitucionalidad debe ejercerse en el caso concreto porque no se admite
las declaraciones en abstracto.
●Los Jueces están facultados para ejercer el control de constitucionalidad de oficio, pero “La
declaración de inconstitucionalidad es un acto de suma gravedad institucional, al que sólo debe
recurrirse cuando una estricta necesidad lo requiera, en situaciones en las que la repugnancia con
la cláusula constitucional sea manifiesta e indubitable y la incompatibilidad inconciliable.
Transporte Chaco
La ley 4144 no es inconstitucional; la garantía de entrar y permanecer en el país asegurada por el
art. 25 de la Constitución Nacional, no es absoluta, y se halla restringida por el mismo precepto
constitucional y las leyes reglamentarias respectivas. Este precepto del art. 25 encierra una
restricción al derecho del soberano en cuanto le prohíbe gravar con impuestos la entrada de
extranjeros al país y contiene a la vez en su última parte una condición de admisión de la cual el
Gobierno Federal no podrá prescindir en su legislación reglamentaria, puesto que tal cláusula
pone a su cargo el deber de impedir el acceso al país de los extranjeros que no vengan a él con el
fin de trabajar, enseñar perfeccionar las ciencias y las artes, y correlativamente aquella cláusula
crea para el extranjero admitido la obligación de mantener sus actividades durante su
permanencia en la República dentro de los términos definidos por ella. Presupone asimismo el
derecho de la Nación para hacerla efectiva.
Bussi
A. D. Bussi fue elegido diputado nacional por la provincia de Tucumán como candidato del partido
Fuerza Republicana. En aquellos comicios, celebrados el 24 de octubre de 1999, obtuvo más de
100 mil votos. La justicia electoral oficializó su candidatura sin que se formularan objeciones o
impugnaciones a su postulación, y la Junta Electoral Nacional de Tucumán lo proclamó
oficialmente como diputado nacional el 22 de noviembre de ese mismo año.
Bussi argumentó ante la justicia que la Cámara de Diputados no tenía facultades para rechazar su
diploma de diputado electo por razones éticas o políticas, y que tampoco le podía exigir requisitos
adicionales a los que impone la Constitución Nacional para ser miembro del cuerpo.
Dijo que las consideraciones de tipo éticas sólo le corresponden al pueblo en el momento de elegir
a los candidatos y no pueden ser luego revisadas por la Cámara para admitirlo o no. Alegó que así
se violaba su derecho político a ejercer el cargo de diputado para el que había sido elegido por el
pueblo tucumano.
El 4 de noviembre de 2003, el máximo tribunal resolvió que la justicia electoral debía dictar otra
resolución en la que evaluara si la Cámara de Diputados tenía facultades para rechazar a un
representante electo por motivos éticos o políticos. Es decir, que el hecho de que el suplente se
hubiera incorporado a la Cámara de Diputados a pedido del partido que ambos integraban, no
impedía que la justicia revisara la decisión de ese cuerpo de no admitir a Bussi.
La primera respuesta de los demandados ha sido que este caso presenta una cuestión política
porque en el artículo I, 5 [7], hay un ‘compromiso constitucional demostrable en su texto’
concediendo a la Cámara una competencia judicial para determinar las calificaciones de Powell.
Por lo tanto, se sostiene que la Cámara y sólo ella tiene el poder de determinar quién está
calificado para ser un miembro.
Nuestro examen de los materiales históricos relevantes nos conduce a la conclusión de que los
recurrentes tienen razón y que la Constitución deja a la Cámara sin autoridad de excluir a alguien,
elegido debidamente por sus votantes, y que cumple todos los requerimientos para integrarla
expresamente prescriptos en la Constitución.
Aunque la intención de los constituyentes hubiera emergido de estos materiales con menos
claridad, nos hubiéramos visto obligados a resolver cualquier ambigüedad a favor de una
interpretación estrecha de la extensión de la competencia del Congreso para excluir a un miembro
elegido. Un principio fundamental de nuestra democracia representativa es, en las palabras de
Hamilton ‘que el pueblo debe elegir a quien le plazca para que los gobierne’ […] Permitir
esencialmente que ese poder [del Congreso] sea ejercido bajo el disfraz de una calificación judicial,
sería ignorar el aviso de Madison, nacido del caso ‘Wilkes’, y de los casos de exclusión en el
Congreso luego de la Guerra Civil, en contra de ‘investir un poder incorrecto y peligroso en la
Legislatura’ […].
BAKER VS CARR
CASO: Consiste en que se demanda la inconstitucionalidad de una ley del Estado de Tennesse
sobre prorrateo distrital.
Los apelantes piden que se prohíban futuras elecciones bajo el sistema de elecciones de esa ley de
1901, porque no representa el crecimiento real de la población (en Tennesse la mayoría son
negros) y por lo tanto no tienen la representación necesaria.
Sostuvo además que era una cuestión federal justiciable sobre las bases de la privación de
igualdad ante la ley, y que la cuestión era justiciable porque se refería a derechos políticos.
DISIDENCIA dice que las cuestiones políticas están vedadas al poder judicial porque implica la
intromisión de un poder en las esferas de otro.
HOLDING: Está en el voto de Brennan que dice que en aquellos casos en los que se sostuvo que
habia una cuestion política, siempre habia elementos relacionados a la separacion de poderes, y a
la imposibilidad de que los jueces tomen una decisión independiente sin que ella signifique una
falta de respeto a los demás poderes.
El caso Baker vs. Carr es el precedente por el cual evitó la discriminación en el voto a minorías
raciales, el medio utilizado fue asegurar que los distritos tuvieran una representación estricta e
igualitaria de las poblaciones. Sin que se pudieran utilizar diseños distritales que dividieran
poblaciones o grupos raciales o que otorgaran representación política artificial a sectores
minoritarios. Como quién diseñaba los distritos era la legislatura una solución política al problema
era imposible, ya que quienes se beneficiaban por una distribución fraudulenta de bancas no lo
reformarían. Por lo tanto la única solución posible era la judicial.
Una vez en la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el año 2006, se hizo lugar a la queja, se
declaró procedente el recurso extraordinario y se revocó la sentencia apelada, en línea con lo
dictaminado por el Procurador General de la Nación.
La Cámara había tomado su decisión teniendo en cuenta que la asociación no cumplía con el bien
común (lo que no significa que fuera ilegal, según aclaración de la Cámara), ya que:
“(…) el bien común se satisface cuando el objeto de la asociación es socialmente útil, entendiendo
por tal expresión a un bien general público extendido a toda la sociedad, de manera que los
objetivos se proyecten en beneficios positivos, de bienestar común, hacia la sociedad en general.”
y, en el caso en cuestión, “(…) los objetivos expuestos por los recurrentes no se vinculan con ese
propósito, sino que representan sólo una utilidad particular para los componentes de la asociación
y -por extensión- para aquellos que participan de sus ideas.”
En primer lugar, la CSJN entiende que la decisión de la Cámara restringe el derecho de asociación
receptado en el artículo 14 de la Constitución Nacional y en tratados internacionales de igual
jerarquía. Aun cuando ALITT podría constituirse como asociación civil, dicha figura no le otorga
todos los derechos que ejercen las asociaciones que sí son autorizadas por la IGJ para funcionar
como personas jurídicas.
Cabe destacar que la CSJN en este caso cita los votos en disidencia de los jueces Fayt y Petracchi
en el fallo “Comunidad Homosexual Argentina c. Resolución Inspección General de Justicia”
mencionado en esta sección, al tratar el concepto de “fines útiles” que condicionan el derecho a
asociarse, según el artículo 14 de la Constitución Nacional. Al entender de la CSJN:
“(…) La trascendencia del pluralismo, la tolerancia y la comprensión llevan a concluir que todo
derecho de asociarse es constitucionalmente útil, en la medida en que acrecienta el respeto por
las ideas ajenas, aun aquellas con las que frontalmente se discrepa, y hasta se odia, favoreciendo
la participación de los ciudadanos en el proceso democrático y logrando una mayor cohesión
social que nace, precisamente, de compartir la noción fundacional del respeto a la diversidad y de
la interacción de personas y grupos con variadas identidades, creencias y tradiciones, sean
culturales, religiosas, artísticas, literarias, sociales, económicas, políticas, étnicas, religiosas, etc.
(Tribunal Europeo de Derechos Humanos en “Gorzelik and others v Poland” Capplication n°
44.158/98C, pronunciamiento del 17 de febrero de 2004, puntos 89 a 92).”
Por lo tanto, a esta interpretación debería adecuarse el artículo 33, segunda parte, apartado 1º,
del Código Civil.
En esta oportunidad la CSJN tiene en cuenta que las personas travestis y transexuales forman
parte de una minoría sexual que sufre constantes prejuicios y actos discriminatorios, en ocasiones
sumamente violentos, y reconoce su vulnerabilidad y la marginación social que sufren. Además,
considera la dificultad para la inclusión laboral, la carente atención sanitaria y la violencia
institucional de la que son víctimas.
“resulta prácticamente imposible negar propósitos de bien común a una asociación que procura
rescatar de la marginalidad social a un grupo de personas y fomentar la elevación de su calidad de
vida, de sus niveles de salud física y mental, evitar la difusión de dolencias infecciosas,
prolongarles la vida, abrir proyectos para que la única opción de vida deje de hallarse en los
bordes de la legalidad o en el campo de arbitrariedad controladora y, en definitiva, evitar muertes,
violencia y enfermedad”.
Según la CSJN, no es posible sostener que defender el acceso a la salud, educación, trabajo,
vivienda y beneficios sociales de determinados grupos, así como propender a la no discriminación,
sean en el solo beneficio de las personas que forman parte de una agrupación. Dichos objetivos
forman parte del interés del conjunto social, y son parte del objeto del Estado.
Por lo tanto, según la CSJN, no se rechazó la personería jurídica por el hecho de que se estuviera
beneficiando a un grupo en particular, sino porque “(…) ese auxilio está dirigido al grupo travesti –
transexual.” En el caso, según el tribunal, no se logra justificar la diferencia de trato hacia un
determinado grupo.
De manera radical la CSJN modifica la postura que tuvo en el caso anterior y comprende al bien
común, en otros términos. Ya no hace una interpretación abstracta e independiente de las
personas de colectivos. En este precedente ya no tiene en cuenta lo que la mayoría considera
“común”, excluyendo a las minorías, sino que considera que el bien común es el bien de todas las
personas. Así, la CSJN afirma que “(…) el “bien común” no es una abstracción independiente de las
personas o un espíritu colectivo diferente de éstas y menos aún lo que la mayoría considere
“común” excluyendo a las minorías, sino que simple y sencillamente es el bien de todas las
personas, las que suelen agruparse según intereses dispares, contando con que toda sociedad
contemporánea es necesariamente plural, esto es, compuesta por personas con diferentes
preferencias, visiones del mundo, intereses, proyectos, ideas, etc.”
“La restauración definitiva del ideal democrático y republicano que plasmaron los constituyentes
de 1853 y profundizaron los de 1994, convoca (…) a la unidad nacional, en libertad, pero no a la
uniformidad u homogeneidad. El sentido de la igualdad democrática y liberal es el del “derecho a
ser diferente”, pero no puede confundirse nunca con la“igualación”, que es un ideal totalitario y
por ello es, precisamente, la negación más completa del anterior, pues carece de todo sentido
hablar del derecho a un trato igualitario si previamente se nos forzó a todos a ser iguales”.
La CHA había manifestado que el objeto que se tuvo en miras a la hora de su creación era bregar
por que la condición de las personas homosexuales no sea motivo de discriminación en lo familiar,
social, moral, religioso, laboral, ni de ninguna otra índole, generar ámbitos de reflexión y de
estudios multidisciplinarios sobre la problemática homosexual y difundirlos y, en último término,
luchar por la plena vigencia de los derechos humanos en todo el territorio de la Nación Argentina.
Sin embargo, los argumentos de la Cámara, en línea con la resolución de IGJ, consistieron, entre
otros, en que:
“(…) la decisión del ente rector tuvo sustento en autorizadas opiniones que concordaron en el
hecho de que la homosexualidad es un trastorno en la conducta sexual y en gran parte de los
casos requiere un adecuado tratamiento psiquiátrico; c) que por otra parte, los principios de la
denominada “moral cristiana”, que rechazan este tipo de conductas por ser contrarias a los
objetivos mismos de la sexualidad, esto es a la reproducción de la especie, poseen profundo
arraigo en nuestra sociedad y se expresan por medio de los arts. 2, 67 incs. 15 y 16 de la
Constitución Nacional y art. 33 del Cód. Civil; d) que la pretensión intentada se aparta del art. 14
bis de la Ley Fundamental, en cuando dicha norma asegura la protección integral de la familia; e)
que los fines de la asociación en cuestión no se compadecen, por otra parte, con los objetivos de
bien común que exige la norma vigente para el otorgamiento de la personería jurídica (…)”.
Por lo tanto, al no cumplir con los requisitos para obtener la personería jurídica, no podría decirse,
según la decisión de la Cámara, que hubo discriminación contra la CHA, ya que la Ley 23.592 de
Actos Discriminatorios no sanciona toda discriminación, sino
“(…) exclusivamente aquella que en forma arbitraria restrinja de algún modo o menoscabe el
pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en
la Constitución Nacional.”
La Cámara había interpretado que la CHA tendría como fin “la defensa pública de la
homosexualidad con vistas a su aceptación social” y ése fue uno de los motivos para rechazar la
demanda, ya que dicho objeto sería contrario al “bien común”. La CSJN coincide con dicho
argumento, aun cuando el objetivo mencionado no estuviera probado, sino que surge como
interpretación de la Cámara. Al responder a los distintos agravios de la demandante, la CSJN
considera que no corresponde en el caso su revisión, ya que no hay arbitrariedad que lo justifique,
y surge de la sentencia la enunciación de las razones para así decidir.
A su vez, en relación con el derecho a la libre expresión, la CSJN sostiene que el mismo no se ve
cercenado, ya que las simples asociaciones civiles (del artículo 46 del Código Civil) tienen plena
capacidad para ejercer su derecho a la libre expresión, aun sin acceder a la personería jurídica.
Según lo entiende el juez Belluscio en su voto, “El derecho constitucionalmente consagrado es el
de asociarse y no el de acceder a la personalidad jurídica.”
Asimismo, en línea con lo decidido por la mayoría, según el voto del juez Barra,
“La autorización prevista en el art. 33 del Cód. Civil es de interés estatal –para fomentar en los
particulares su asociación con finalidades que el Estado considera de bien común–, por lo cual –
cuando expresa un interés sustancial estatal, según resulta de la motivación del acto
administrativo denegatorio de la personalidad jurídica pedida– su no otorgamiento no agravia
derechos del peticionante, ni puede importar discriminación alguna.”
Sin embargo, es importante destacar el voto en disidencia del Dr. Carlos Fayt, quien entiende que,
aun cuando la CHA podría llevar adelante sus actividades como asociación civil, es claro que la
medida tomada por la IGJ le impide disfrutar de todos los derechos de que son titulares las
restantes asociaciones a las que sí se les otorgó la personería jurídica.
“La exégesis de la norma legal no puede llegar al extremo de exigir mayores requisitos que los que
impone la ley, situación que se presenta en la sentencia de Cámara dado el contenido otorgado
por ella al art. 33 del Código Civil” y que “(…) la protección consagrada por la Constitución Nacional
para la familia no puede ser interpretada con abstracción de otros derechos (…) la arquitectura
social, para la que es sumamente valiosa la unidad familiar, no puede sobreponerse a las
decisiones íntimas. De no ser así, se impondría a los habitantes de nuestro territorio un tipo de
vida planificado con el objeto de construir una comunidad dirigida desde el poder que aniquilaría
los derechos individuales”.
“La protección del ámbito de privacidad resulta uno de los mayores valores del respeto a la
dignidad del ser humano y un rasgo de esencial diferenciación entre el estado de derecho y las
formas autoritarias de gobierno.”, por lo que “el punto axial en examen reside en determinar si las
conductas de las personas a las que tiene en vista la recurrente, trascienden o no la esfera que la
Constitución protege, de modo que puedan llegar a afectar a la sociedad toda” (…) y “(…) la
respuesta resulta negativa”.
“(…) aún cuando se le dé a este término el mas relativo y débil de los sentidos (…)”
“(…) no se advierte vínculo racional alguno entre aquella pauta -la conducta sexual de los
asociados – y de algún ideal público constitucionalmente válido que se quisiera alcanzar limitando
el derecho de aquéllos a asociarse, como lo sería la defensa de bienes e intereses de terceros
respecto de un daño o peligro cierto y concreto, cuya existencia, por lo demás, no ha sido
acreditada en autos.”
Verrocchi
En cuanto a la razonabilidad sustancial de los decretos, el demandado afirma que ellos no
desconocen derechos consagrados en el art. 14 bis de la Constitución Nacional pues consagran un
sistema justo y equitativo respecto de las asignaciones familiares, que asegura la protección de los
trabajadores de menores ingresos. Que el art. 2° del decreto 770/96 establece:
- "Quedan excluidos de las prestaciones de este decreto, con excepción de la asignación por
maternidad, las personas cuya remuneración sea superior a pesos mil ($ 1.000)".
- Por su parte, el art. 11 dispone: "Se deja sin efecto la ley 18.017, sus decretos
reglamentarios y toda otra norma que se oponga al presente régimen".
Ello significa que el actor, cuya remuneración consta a fs. 2, se vería privado en forma total –de
estar vigente a su respecto el régimen impugnado- de toda percepción de asignaciones familiares,
incluidas en lo que se ha denominado el "salario familiar", que concretan la garantía de la
protección integral de la familia, contenida en la Constitución Nacional en su art. 14.
El actor alegó además que el decreto no estaba fundado en una situación de necesidad y urgencia.
El amparo resultó procedente tanto en primera como en segunda instancia, por lo que el fisco
interpuso recurso extraordinario federal.
Además, alegó que el Poder Judicial estaba facultado para controlar que en el caso concreto
existieran las circunstancias excepcionales alegadas por el Poder Ejecutivo.
Concurrencia de Petracchi
Concurrencia de Boggiano
Señala que el Poder Legislativo dictó la ley 24.714 que derogó los decretos en cuestión como
manifestación de su disconformidad con las normas en examen.
Mantecón Valdés
La sentencia de primera instancia que había rechazado la acción de amparo interpuesta por Julio
Mantecón Valdés, de nacionalidad cubana, por medio de la cual cuestionaba la resolución del 13
de setiembre de 2004, que había denegado su inscripción en el concurso convocado para cubrir
tres cargos de auxiliar en la Biblioteca de esta Corte. La denegación se había fundado en la
previsión del art. 11, punto 1.3, de la resolución 1331/2004 de convocatoria del concurso, que a su
vez hallaba sustento en el art. 11 del Reglamento para la Justicia Nacional, según el cual era
menester reunir el requisito de ser argentino, condición que no cumplía el actor. Contra aquel
pronunciamiento, éste interpuso el recurso extraordinario que, denegado, motivó la presente
queja.