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RESÚMENES DE FALLOS FINANZAS Y DERECHO TRIBUTARIO

UNIDAD PRESUPUESTO Y GASTO PÚBLICO

323:1339 – “Asociación Benghalensis y otros v. M de Salud y Acción Social – Estado Nacional” (1/6/2000).
http://www.palabrasdelderecho.com.ar/articulo.php?id=1503
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, el 1° de junio del 2000, emitió una trascendente sentencia sobre el derecho
a la salud y la legitimación procesal colectiva para exigir al Estado Nacional ante los tribunales judiciales el
cumplimiento de acciones positivas en esa materia.

El caso se originó en 1996 cuando la Asociación Benghalensis y otras entidades cuyo objeto es el desarrollo de
actividades contra el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH/SIDA) promovieron acción de amparo, con el
patrocinio de los abogados Liliana Fontán, Roberto Suhotliv y Adriana Taranto, contra el Ministerio de Salud y Acción
Social de la Nación a los fines que se lo obligue a cumplir con la asistencia y tratamiento, en especial, de suministro
de medicamentos -en forma regular, oportuna y continua- para las personas que lo requieran.

El planteo de la asociaciones tuvo lugar en un contexto de escasez en la provisión de medicamentos para tratamientos
y se basó en una ley del Congreso Nacional, la 23.798, que declaró de interés nacional la lucha contra el Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida y estableció una serie de deberes y acciones a cargo del Estado Nacional.

El Estado Nacional respondió que el Ministerio había cumplido con su obligación legal en el marco del Programa
Nacional de SIDA que prevé un mecanismo de distribución a través de efectores externos de distintas jurisdicciones
(Provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), las que actúan a requerimiento de los pacientes en la medida de
sus posibilidades presupuestarias, a las que la autoridad de aplicación nacional siempre entregó los medicamentos.
Además, señaló que gestionó los fondos necesarios para el financiamiento del Programa y que el presupuesto es un
acto institucional no sujeto al control de los jueces. Por último, objetó que las asociaciones actoras no se encontraban
legitimadas dado que no invocaron lesión a un derecho.

La jueza en lo contencioso administrativo federal que entendió en primera instancia, Claudia Rodríguez Vidal,
reconoció la legitimación de las demandantes con base en el artículo 43 de la Constitución Nacional que habilita a las
asociaciones a la defensa de derechos colectivos de incidencia en general, máxime cuando en un caso así, por mandato
de la propia ley 23.798, es necesario preservar la privacidad de los afectados a fin de evitar cualquier marginación o
humillación.

De tal modo, hizo lugar a la acción de amparo, determinó que el Estado Nacional es responsable primario de la
atención de los enfermos y lo condenó a cumplir, a través del Ministerio de Salud, con la provisión de medicamentos,
drogas y reactivos en forma oportuna a las distintas jurisdicciones del país. Además advirtió que la conducta estatal
colocó en grave riesgo no sólo a los pacientes afectados sino a toda la comunidad.

El Estado Nacional apeló, pero la decisión fue confirmada por la Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo
Federal, con voto de los jueces Pedro Coviello y Bernardo Licht, quien advirtió que el accionar de incumplir o cumplir
mal con su deber de proveer los medicamentos constituye una omisión que roza la violación de los derechos humanos
reconocidos en la Constitución Nacional.

La causa llegó a la Corte Suprema y esta, por remisión al dictamen del procurador general Nicolás Becerra, confirmó
–por mayoría– la sentencia.

El máximo tribunal, con el voto de los jueces Belluscio, López, Bossert y los propios fundamentos de Moliné O'Connor,
Boggiano y Vázquez, sostuvo que las asociaciones se encontraban legitimadas para promover la acción de amparo
dado que el artículo 43 de la Constitución habilita a personas potencialmente diferentes de los afectados en forma
directa. Agregaron que esa legitimación de la asociación surge de su carácter de titular de un derecho de incidencia
colectiva como es la protección de la salud, cuando tienen por objeto la prevención, asistencia y rehabilitación de los
enfermos que padecen el SIDA y sus patologías derivadas, además de accionar para el cumplimiento del objeto
estatutario de su creación.

El derecho a la salud –explicó el máximo tribunal– está comprendido dentro del derecho a la vida y se halla reconocido
en tratados internacionales con rango constitucional como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

La Corte, por otra parte, advirtió que la responsabilidad del Estado Nacional no se agota con la entrega de los
medicamentos a los hospitales provinciales, sino que debe velar por que eso se cumpla en si carácter de responsable
primario, y si esto no ocurre, las asociaciones o la persona afectada pueden requerir su cumplimiento ante los
tribunales, sin perjuicio de la responsabilidad que puedan luego tener ante la Nación, las instituciones, las obras
sociales y las medicinas prepagas.

Con estos argumentos, se rechazó el recurso extraordinario del Estado Nacional y se confirmó la sentencia que admitió
la acción de amparo.

Por su parte, los jueces Nazareno, Fayt y Petracchi, en su disidencia, postularon la desestimación del recurso por
remisión al artículo 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.

El fallo “Asociación Benghalensis” constituye un importantísimo precedente en materia de tutela judicial colectiva del
derecho a la salud que cabe destacar por el trascendente camino que trazó y que hoy seguimos transitando.

325:2394 – “Zofracor SA v. Nación Argentina” (20/9/2002)


http://www.revistarap.com.ar/Derecho/fiscal/zonas_francas/zofracor_sa_c_estado_nacional_s_amparo_wkj.html

Hechos: La firma Zofracor S.A., concesionaria de la Zona Franca ubicada en la Provincia de Córdoba, interpuso ante la
justicia federal de esa provincia acción de amparo contra el Estado Nacional, peticionando la declaración de nulidad
absoluta e inconstitucionalidad del decreto de "necesidad y urgencia" Nº 285/99, mediante el cual se otorgó un
tratamiento especial a la Zona Franca La Pampa. El juez de primera instancia hizo lugar a la demanda. A su turno, la
Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba dejó sin efecto ese pronunciamiento, admitiendo la intervención como
tercero de la Provincia de La Pampa y declarando -en consecuencia- la incompetencia del juez de primera instancia,
por entender que la causa era de competencia originaria y exclusiva de la Corte. El Alto Tribunal resuelve hacer lugar
parcialmente a la demanda de amparo declarando la nulidad del Decreto Nº 285/99, y rechazar el planteo de
inconstitucionalidad dirigido contra el Artículo 86 de la Ley Nº 25.237.

1. El decreto Nº 285/99, mediante el cual se otorgó un tratamiento especial a la Zona Franca La Pampa, consagra
una serie de beneficios que involucran el ejercicio de facultades de carácter tributario (sean aduaneras,
impositivas o las vinculadas con el Régimen Nacional de la Seguridad Social), que son competencia exclusiva
del Poder Legislativo, de acuerdo con los Artículos 4°, 17º y 75º, incs. 1 y 2, de la Constitución Nacional y cuyo
ejercicio está vedado al Poder Ejecutivo Nacional, aun cuando se tratare de decretos de necesidad y
urgencia, en atención a la clara norma del Artículo 99, inc. 3° de la Carta Magna (del dictamen del Procurador
General de la Nación).
2. Corresponde al Poder Judicial el control de constitucionalidad sobre las condiciones bajo las cuales el Poder
Ejecutivo dicta decretos de necesidad y urgencia, como asimismo el control de legitimidad y razonabilidad
intrínseca de las medidas adoptadas (del dictamen del Procurador General de la Nación).
3. El decreto 285/99 resultó insanablemente nulo por oponerse al claro precepto del Artículo 99, inc. 3°, de la
Carga Magna y, por ende, se encuentra privado de todo efecto jurídico (del dictamen del Procurador General
de la Nación).
4. Resulta claro que el Artículo 86 de la Ley Nº 25.237 no podría ratificar el Decreto Nº 285/95 en forma
retroactiva. En cambio, nada obsta a que a la previsión contenida en aquella previsión legal, en cuanto dispuso
la "ratificación" del mencionado decreto de necesidad y urgencia, se le otorguen alcances para el futuro, es
decir, respecto de hechos acaecidos con posterioridad a su publicación, pues, independientemente de si se
puede o no "ratificar" un reglamento de necesidad y urgencia insanablemente nulo, surge claro que la
intención del legislador ha sido la de adoptar y conferir rango legal a las disposiciones del Decreto Nº 285/99,
si bien en la forma que supone la técnica legislativa utilizada por aquella previsión legal y más allá de posibles
imperfecciones terminológicas (del dictamen del Procurador General de la Nación).
5. La acción de amparo tiene una finalidad preventiva y no requiere la existencia de daño consumado en
resguardo de los derechos.
6. Los beneficios que se han establecido en el Decreto Nº 285/99 comportan, en su gran mayoría, el ejercicio de
facultades de carácter tributario (aduaneras, impositivas o vinculadas con el Régimen Nacional de la Seguridad
Social), las que son competencia exclusiva del Poder Legislativo (Artículos 4°, 17 y 75, incs. 1° y 2°, de la
Constitución Nacional) y cuyo ejercicio está vedado al Poder Ejecutivo Nacional, aun en las condiciones
excepcionales que podrían justificar el dictado de decretos de necesidad y urgencia, en atención a la explícita
exclusión de tales materias que efectúa la Constitución Nacional. Esto permite concluir que el Decreto Nº
285/99 resultó insanablemente nulo por oponerse al principio de legalidad que rige en materia tributaria y
al claro precepto del Artículo 99, inc. 3°, de la Constitución Nacional, y que, por ende, se encuentra privado
de todo efecto jurídico.
7. La ratificación legislativa del Decreto Nº 285/99 que se hace en el Artículo 86 de la Ley Nº 25.237, carece de
efectos retroactivos en virtud de la insanable inconstitucionalidad original. Sin embargo, esa norma revela que
la intención del Poder Legislativo ha sido la de conferir rango legal a los contenidos que fueron plasmados en
el Decreto Nº 285/99, lo cual, con indiferencia de la imperfecta técnica legislativa, conlleva a efectuar el control
de constitucionalidad respecto del procedimiento seguido y de los contenidos sustanciales aprobados, los
cuales, de ser compatibles con los principios constitucionales, tendrían vigor a partir de la publicación de la
Ley Nº 25.237.

8. No hay obstáculo constitucional para que el Poder Legislativo establezca, suprima o modifique tributos (u
otro tipo de ingresos) en la ley de presupuesto. Las autolimitaciones que el Congreso ha emitido -en referencia
al Artículo 20 de la Ley Nº 24.156- pueden ser modificadas o dejadas sin efecto, incluso en forma implícita. La
ley de presupuesto es un acto de gran trascendencia política y la voluntad del Poder Legislativo no está
limitada por actos preexistentes de igual jerarquía normativa.
9. La limitación contenida en el Artículo 20 de la Ley Nº 24.156 no justifica constitucionalmente la descalificación
de la expresión legislativa dirigida a modificar, derogar o aprobar normas que, por lo demás, se relacionan de
alguna manera con impuestos, tasas y materias afines a las rentas públicas. Ello así sin perjuicio de destacar
las objeciones que tal práctica merece desde el punto de vista de la técnica legislativa.

10. Pese al loable propósito que persigue el Artículo 20 de la Ley Nº 24.156, esa norma no prevalece por su
jerarquía normativa frente a otras leyes que dicta el Congreso de la Nación y, por tanto, cuanto allí se dispone
puede ser derogado por otra ley posterior, en forma expresa o tácita. Es que el Poder Legislativo no se halla
vinculado indefectiblemente hacia el futuro por sus propias autorestricciones.
11. Es indudable que la Ley Nº 24.331 pretendió instaurar un régimen legal general respecto del establecimiento
de zonas francas en los territorios de las provincias, con el propósito que constituye un principio fundamental
del federalismo de poner a todas las provincias en la misma condición. Sin embargo, esta premisa no conduce
necesariamente a una idéntica regulación para todas las zonas. Por el contrario, se puede justificar, por
motivos de conveniencia, que el legislador disponga un tratamiento preferente a ciertas zonas a fin de
compensar la mayor marginación de unas regiones frente a otras. En todo caso, es función del Congreso
"...proveer al crecimiento armónico de la Nación y al poblamiento de su territorio; promover políticas
diferenciadas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones" (Artículo 75,
cita parcial del inc. 19, Constitución Nacional).
12. No todo tratamiento jurídico diferente es discriminatorio y violenta los derechos constitucionales. Existen
desigualdades fácticas que pueden traducirse en desigualdades justificadas en el tratamiento jurídico, que
expresen una proporcionada relación entre las diferencias objetivas y los fines de la norma.
13. La sustancia de lo regulado en el Decreto Nº 285/99, que tiene fuerza de ley a partir de la vigencia de la Ley
Nº 25.237, no se revela con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta a los efectos de la procedencia de la acción
de amparo intentada, ya que la mera alegación de diferencias normativas en los regímenes establecidos por
voluntad del Congreso mediante reglas de igual jerarquía, no justifica el planteo de inconstitucionalidad que
se ha intentado por esta vía.
14. No surge de los antecedentes del Decreto Nº 285/99 que la solución legislativa haya requerido una especial
urgencia, es decir, que haya debido concretarse en un plazo incompatible con el trámite regular previsto por
la Constitución para la sanción de la ley, ni que hayan existido razones de fuerza mayor o impedimento alguno
para la reunión de las cámaras del Congreso (del voto de los doctores Augusto Belluscio y Gustavo A. Bossert).
15. Únicamente en situaciones de grave trastorno que amenacen la existencia, la seguridad o el orden público o
económico, que deban ser conjuradas sin dilaciones, puede el Poder Ejecutivo Nacional dictar normas que de
suyo integran las atribuciones del Congreso, siempre y cuando sea imposible a éste dar respuesta a las
circunstancias de excepción. En consecuencia, el ejercicio de la prerrogativa en examen está sujeto a reglas
específicas, que exigen un estado de excepción y el impedimento de recurrir al sistema normal de formación
de sanción de las leyes y contemplan, además, una intervención posterior del Poder Legislativo (del voto del
doctor Antonio Boggiano).
16. Las medidas que se adopten no están exentas del contralor judicial, que constituye la salvaguarda de los
derechos individuales, sin que obste a ello la ausencia de la ley reglamentaria, máxime cuando la reforma de
1994 introdujo disposiciones precisas sobre las condiciones en que pueden ser dictados los decretos de
necesidad y urgencia y esta Corte ha ejercido el aludido contralor con anterioridad a la referida enmienda (del
voto del doctor Antonio Boggiano).
17. No se ha puesto evidencia que concurrieron al momento de dictarse el Decreto Nº 285/99 las excepcionales
circunstancias que habilitarían el dictado de decretos de necesidad y urgencia, como por ejemplo, el
descalabro económico generalizado y el aseguramiento de la continuidad y supervivencia de la unión nacional.
Las referencias contenidas en los considerandos del citado decreto resultan insuficientes para justificar una
situación de grave riesgo social que el Congreso no pueda remediar por los cauces ordinarios que la
Constitución prevé, máxime cuando la medida se adoptó durante el período de sesiones ordinarias. En ese
orden de ideas, cabe recordar que la mera conveniencia de que por un mecanismo más eficaz se consiga un
objetivo de gobierno en modo alguno justifica la franca violación de la separación de poderes que supone la
asunción por parte de uno de ellos de competencias que sin lugar a dudas le pertenecen a otro (del voto del
doctor Antonio Boggiano).
18. La vía establecida en el Artículo 99, inc. 3° de la Constitución Nacional, exige que el Congreso sancione la "ley
especial" que haga operativo el articulado, sin que quepa discutir las bondades del criterio elegido, pues el
Tribunal sólo debe atender a su significado y a sus consecuencias. Puesto que no ha sido sancionada la ley que
reclama el Artículo 99, inc. 3°, no puede cumplirse con la "subetapa" legislativa, lo que determina la
imposibilidad de recurrir a esos remedios de excepción que son los decretos de necesidad y urgencia (del voto
en disidencia del doctor Petracchi).
19. La mal llamada "ratificación" del decreto de necesidad y urgencia N° 285/99, inserta en una ley de presupuesto
-en referencia al Artículo 86 de la Ley N° 25.237-, es totalmente estéril para dar vida retroactivamente (ex
tunc) a un decreto que es insanablemente nulo (Artículo 99, inc. 3°, de la Carta Magna), debiendo considerarse
que la voluntad legislativa de asumir los contenidos del decreto en cuestión debe ser reconocida a partir del
dictado de la ley, con una virtualidad exclusiva hacia el futuro (efecto ex nunc). (del voto en disidencia del
doctor Petracchi).

318:2002 – “Rubén Badín” (1995)

https://www.altillo.com/examenes/uba/derecho/finanzaspubdertrib/finanzaspubdertrib_2018_fichabad_cosh.asp

1) Hechos:

Rubén Badín inicia demanda contra la Provincia de Buenos Aires (PBA), quien lo hace en su carácter de padre de Darío
Badín Monti. Relata que su hijo de 29 años de edad, cumplía una condena en la cárcel de Olmos, cuando en horas de
la tarde del día 05/05/1990 se produjo un incendio que produjo la muerte de 35 reclusos entre los cuales se encontraba
su hijo.
Adjunta la documental correspondiente para demostrar su vínculo familiar, y asimismo, manifiesta que la
responsabilidad de la PBA resulta evidente, por la carencia de medios materiales, capacitación del personal presente,
y el uso de elementos extremadamente combustibles. Por lo cual, estableciendo el marco jurídico que considera
aplicable al caso concreto, solicita que se indemnice a los padres por los daños materiales y morales producidos por
ese hecho.

Seguidamente, contesta demanda la PBA, realizando una negativa de carácter general de los hechos expresados en la
demanda. Sostiene que Darío Badín Monti tuviese los conocimientos mínimos e indispensables para realizar las tareas
enumeradas, y que no existe ningún tipo de constancia de recibo de sueldo o antecedente laboral previo su paso por
el complejo penitenciario. Destaca sus antecedentes penales.

2) SENTENCIA DE CSJN:

Por intermedio de un recurso originario a la CSJN, se determinó que conforme el art. 19 de la CN, no se habían dado
las condiciones mínimas y necesarias para asegurar la seguridad de los internos. Los hechos acontecidos importan la
omisión de los deberes primarios y constituyen una irregular prestación del servicio a cargo de la autoridad
penitenciaria.
Posteriormente de realizar numerosos interrogatorios al personal penitenciario, elaborar los informes pertinentes por
las entidades oficiadas y la documentación adjunta, la CSJN llega a la conclusión de que –incluso por carencias
presupuestarias- el Estado de Derecho, el cumplimiento de los principios de la CN y los convenios internacionales
deben prevalecer por encima de cualquier circunstancia que hubiese dado origen al hecho relatado.
De este modo, se lleva a admitir que la PBA, por su notoria falta de cumplimiento de los fines constitucionales y las
obligaciones que generan, se le debe imponer la obligación de reparar los daños ocasionados.

335:452 – “Q. C., S. Y. c/ Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires”

https://www.cij.gov.ar/nota-9003-Derecho-a-la-vivienda--la-Corte-orden--a-la-Ciudad-poner-fin-a-la-situaci-n-de-
calle-de-una-madre-y-su-hijo-discapacitado.html

La Corte Suprema de Justicia de la Nación, en la causa “Q. C., S. Y. c/ Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
s/ amparo”, con el voto conjunto del presidente Lorenzetti, de la vicepresidenta Highton de Nolasco y de los jueces
Fayt, Maqueda y Zaffaroni, revocó la sentencia del Superior Tribunal de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires y, en consecuencia, ordenó al gobierno local que garantice a una madre y su hijo discapacitado, que se
encontraban en “situación de calle”, un alojamiento con condiciones edilicias adecuadas, sin perjuicio de contemplar
su inclusión en algún programa de vivienda en curso o futuro para la solución permanente de la situación de
excepcional necesidad planteada.

El Alto Tribunal dispuso también que el gobierno porteño deberá asegurar la atención y el cuidado del niño y proveer
a la madre el asesoramiento y la orientación necesaria para la solución de su problemática habitacional.

La Corte resolvió además mantener una medida cautelar que exige otorgar al grupo familiar un subsidio que le permita
abonar en forma íntegra un alojamiento en condiciones dignas de habitabilidad.

En el caso examinado, la señora S. Y. Q. C., residente en la ciudad desde el año 2000, inició una acción de amparo con
el objeto de que el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la incluyera, junto con su hijo menor de edad –
que sufre una discapacidad motriz, visual, auditiva y social producida por una encefalopatía crónica no evolutiva- en
los programas gubernamentales vigentes en materia de vivienda y le proporcionara alguna alternativa para salir de la
“situación de calle” en la que se encontraba. La actora destacó que la negativa por parte de la autoridad local de
atender su requerimiento afectaba sus derechos fundamentales a la salud, la dignidad y la vivienda digna, reconocidos
tanto en la Constitución local como en la Constitución Nacional y en diversos tratados internacionales incorporados al
artículo 75 de la carta magna.

En el voto mayoritario se destacó que este caso, por su extrema gravedad, no constituía un simple supuesto de
violación al derecho a la vivienda digna, pues involucra a un niño discapacitado que no sólo exige atención
permanente, sino que además vive con su madre “en situación de calle”, por lo que se encuentran involucrados
también aspectos relativos a la situación en la sociedad de los discapacitados y la consideración primordial del interés
del niño.

En ese orden de ideas, se señaló que tanto en la Constitución Nacional y en distintos tratados internacionales a los
que la República Argentina ha adherido, y también como en la propia Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, se reconoce el derecho de acceso a una vivienda digna y el deber de protección de sectores especialmente
vulnerables, como lo son las personas con discapacidad y los niños en situación de desamparo.

A partir de las obligaciones derivadas de esas normas, y con especial consideración de las manifestaciones expuestas
por la ministra de Desarrollo Social de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la audiencia pública celebrada en la
Corte Suprema el 15 de septiembre de 2011, se concluyó que la respuesta habitacional brindada por el gobierno local
para atender una situación extrema, como era la que afectaba a la madre y su hijo, aparecía como insuficiente y
desconocía sus derechos económicos, sociales y culturales. En particular, se subrayó que el sistema de paradores
implementado por la demandada no resultaba un ámbito adecuado para un niño afectado por una discapacidad, ya
que no reunía las condiciones de salubridad que esa situación exigía. Tampoco el programa de “Atención para Familias
en Situación de Calle” constituía una respuesta acorde al problema habitacional del grupo familiar en situación de
extrema vulnerabilidad.

Asimismo, la Corte precisó que aún cuando el esfuerzo económico estatal era considerable, no parecía ser el resultado
de un análisis integral para encontrar la solución más eficiente y de “bajo costo”, dado que la inversión realizada por
la autoridad local no aparecía como adecuada para garantizar la protección y asistencia integral al niño discapacitado
que, conforme compromisos internacionales asumidos por el Estado Nacional, constituye una política pública del país.

El Alto Tribunal señaló que no hay un derecho a que todos los ciudadanos puedan solicitar la provisión de una vivienda
por la vía judicial. Ello es así porque la Constitución asigna esa facultad a los poderes ejecutivos y legislativos, los que
deben valorar de modo general este y otros derechos así como los recursos necesarios. Sin embargo, los derechos
fundamentales que consagran obligaciones de hacer, a cargo del Estado, con operatividad derivada, están sujetos al
control de razonabilidad por parte del Poder Judicial. Ello significa que, sin perjuicio de las decisiones políticas
discrecionales, los poderes deben atender las garantías mínimas indispensables para que una persona sea considerada
como tal en situaciones de extrema vulnerabilidad. Hay una garantía mínima del derecho fundamental que constituye
una frontera a la discrecionalidad de los poderes públicos.

Por su parte, el juez Petracchi también acogió el planteo de la actora y condenó al Gobierno de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires a otorgar a la madre y su hijo una solución habitacional adecuada hasta tanto se acreditaran nuevas
circunstancias que permitieran concluir que su estado de necesidad había cesado.

La jueza Argibay, en tanto, consideró que la Ciudad, frente al pedido de una vivienda digna, debió haber dado a la
madre y su hijo un trato distinto al establecido en el régimen general, en atención a las graves patologías padecidas
por el niño.

333:311 – “Ramos, José Luis” (6/4/2010)

http://www.saij.gob.ar/hugo-roberto-mansueti-corte-extiende-proteccion-contra-despido-arbitrario-para-
trabajadores-contratados-precariamente-administracion-publica-analisis-preliminar-una-decision-acertada-
dacf100035-2010-04/123456789-0abc-defg5300-01fcanirtcod

Pocos días atrás, con fecha 6 de abril, la Corte Suprema resolvió por unanimidad (aunque con diferentes criterios), que
los trabajadores contratados "precariamente" por la administración pública (en el caso, nacional), tienen derecho a
ser indemnizados por la ruptura de su vínculo.

El caso se trataba de una persona que prestó servicios continuados para la administración pública (Ministerio de
Defensa, Servicio Naval de Investigación y Desarrollos de las Fuerzas Armadas), en el marco normativo previsto por el
Decreto 4381/73, los cuales se prolongaron mediante sucesivos contratos (primero de locación de obra, luego en el
Régimen para el Personal de Investigación y Desarrollo de las Fuerzas Armadas) y por veintiún años, cuando el citado
régimen permite tal tipo de contratación hasta un máximo de cinco años.
De ese modo, el trabajador prestó servicios como "contratado" desde el año 1976, hasta que, en abril de 1998, su
vínculo fue resuelto por decisión administrativa basada en restricciones presupuestarias. Con motivo de ello, promovió
demanda reclamando se condene al Estado Nacional al pago de una indemnización por la ruptura del vínculo de
empleo.
Las sentencias dictadas en el ámbito de la jurisdicción federal de La Plata, tanto de primera como de segunda instancia,
habían desestimado el planteo, por seguir la tradicional jurisprudencia de la Corte que entendía que la relación
administrativa de dichos agentes, quedaba regida por los términos de la contratación, los que permanecían inalterados
aún en caso de exceso en los plazos máximos admitidos.

Concretamente, la precariedad inicial de la contratación, se mantenía al momento de su extinción, aún si esta se


sucedía (como en el caso), a los veintiún años cuando el máximo admitido era de cinco.

El dictamen de la Procuración General, a cargo de la Dra. Laura Monti, en términos muy duros contra el trabajador, se
expide por el mantenimiento de la doctrina tradicional de la Corte, aconsejando la admisión formal del recurso pero
la desestimación del planteo, con el consecuente rechazo del reclamo indemnizatorio.

La Corte decide de manera contraria a lo dictaminado por la Procuración General y revoca la sentencia del Tribunal
Superior de la Causa, que había desestimado el reclamo indemnizatorio del trabajador.

Por el voto de la mayoría, la relación mantenida entre las partes fue perfectamente analizada bajo el prisma del
principio de primacía de la realidad, apartándose de las figuras jurídicas utilizadas por entender que con ellas la
administración obró "con una evidente desviación de poder que tuvo como objetivo encubrir una designación
permanente bajo la apariencia de un contrato por tiempo determinado", figura ésta autorizada legalmente para casos
excepcionales.
Con ese obrar, generó en el trabajador "una legítima expectativa de permanencia laboral que merece la protección
que el artículo 14 bis de la Constitución Nacional otorga al trabajador contra el despido arbitrario".

Aclara la Corte, que esa expectativa se limita al derecho de obtener una reparación pecuniaria por el despido arbitrario,
ya que el mero transcurso del tiempo, no convierte el vínculo del personal contratado, en uno con la estabilidad
garantizada al empleado público. Ello así porque no se pretende alterar el régimen de empleo público previsto por la
ley 24.156, que otorga establece un régimen diferenciado para empleados que ingresen como planta permanente y
para aquellas personas contratadas o designadas como transitorias (Consid. 8°).

Para determinar la fuente normativa aplicable de la cual iría a surgir el quantum indemnizatorio, el voto de la mayoría
sostiene que ello debe hacerse dentro del derecho administrativo y dispone que se aplique la fórmula prevista por el
art. 11 de la ley 25.164 (un mes de sueldo por cada año de antigüedad).

El voto por separado de los Dres. Fayt, Maqueda y Zaffaroni, coincide, en lo sustancial, con la decisión adoptada por
el voto de la mayoría.

Las diferencias se advierten en el Considerando 8°, que analiza con mayor amplitud el marco constitucional protectorio
del trabajo. Enfatiza que dicho marco ha sido consagrado para las "diversas formas" de trabajo, lo cual es aplicable
"tanto en el empleo privado como en el público". Luego de analizar que tampoco hay distinciones al respecto en las
otras fuentes protectorias del derecho internacional, concluye que si bien el mandato que expresa el tantas veces
citado artículo 14 bis, de acuerdo con lo expuesto, se dirige primordialmente al legislador, no por ello su cumplimiento
deja de proyectarse sobre los restantes poderes públicos, los cuales, dentro de la órbita de sus respectivas
competencias, deben hacer prevalecer el espíritu protector que anima a dicho precepto (Consid. 9°).

Arriban a igual conclusión, tanto en la existencia del derecho del trabajador a ser indemnizado, como en la fuente
jurídica a aplicar para determinar su cuantum.
323:3229 – “Campodónico de Beviacqua, Ana Carina c/ M de Salud y Acción Social” (24/10/2000)

http://cdh.defensoria.org.ar/campodonico-de-beviacqua-ana-carina-c-ministerio-de-salud-y-accion-social-secretaria-
de-programas-de-salud-y-banco-de-drogas-neoplasicas/

El hijo de la amparista, nacido 26 de junio de 1996 con un padecimiento grave en su médula ósea que disminuye sus
defensas inmunológicas -enfermedad de Kostman o neutropenia severa congénita-, cuyo tratamiento depende de una
medicación especial, recibió sin cargo por el Banco Nacional de Drogas Antineoplásicas, dependiente del Ministerio de
Salud y Acción Social, hasta el 2 de diciembre de 1998, fecha en que ese organismo puso de manifiesto a sus padres
que entregaba el fármaco “por última vez”. Frente al peligro inminente de interrupción del tratamiento, la madre del
niño dedujo acción de amparo contra el Ministerio de Salud y Acción Social, la Secretaría de Programas de Salud y el
referido Banco de Drogas Antineoplásicas, con el fin de hacer cesar el acto lesivo que privó de la prestación necesaria
para el niño con menoscabo de los derechos a la vida y a la salud.

Al contestar el informe, el procurador fiscal sostuvo que el hijo de la actora sufría una enfermedad no oncológica, por
lo que no era obligación del Banco de Drogas Antineoplásicas proveer el medicamento requerido; que su entrega había
obedecido a razones exclusivamente humanitarias, y que la interesada debía acudir a los servicios de su obra social, a
cargo del Programa Médico Obligatorio para la protección de las personas que dependen del uso de estupefacientes,
o bien solicitar un subsidio en la Secretaría de Desarrollo Social pues el Estado Nacional sólo tenía responsabilidad
subsidiaria en esa materia.

El juez de primera instancia hizo lugar al amparo y condenó al Ministerio de Salud y Acción Social a entregar las dosis
necesarias del remedio prescripto. La Cámara confirmó el pronunciamiento. La vencida interpuso recurso
extraordinario cuyo rechazo dio lugar a la queja. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por mayoría, confirmó la
sentencia.

UNIDAD CRÉDITO PÚBLICO

319:2886 – “Adriano C. Brunicardi v. Banco Central de la República Argentina” (10/12/1996)

El fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación del 5 de abril de 2005 desestimó el pedido de inconstitucionalidad
del Decreto Nº 471/2002. El Decreto Nº 471/2002 estableció la conversión forzosa a pesos, en la relación $ 1,40 por
cada dólar estadounidense, de las obligaciones del Sector Público Nacional, Provincial y Municipal vigentes al 3 de
febrero de 2002 denominadas en moneda extranjera, cuya ley aplicable sea solamente la ley argentina. A su vez, dicho
decreto estableció que los títulos “pesificados” se ajustarán por el Coeficiente de Estabilización de Referencia. De esa
manera, la Corte aceptó la constitucionalidad de la “pesificación” de los títulos de deuda pública sujetos a ley
argentina.

"Horvath, Pablo c/ Fisco Nacional"

https://www.altillo.com/examenes/uba/derecho/finanzaspubdertrib/finanzaspubdertrib_2018_fichteho_cosh.asp

Hechos:

-Pablo Horvath inicia un reclamo contra el Fisco Nacional para que se le restituyan los importes pagados en el mes de
Noviembre del año 1985 en concepto de "ahorro obligatorio" impuesto por la Ley 23.256

-El juez de primera instancia hizo lugar al reclamo y ordenó el pago de la suma pagada, con los correspondientes
intereses.

-Se apela. En la Cámara de Apelaciones se revoca el pronunciamiento del juez de primera instancia, y se rechaza la
demanda interpuesta por Horvath.

-Se interpone un recurso extraordinario y el caso llega a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. La Ley 23.256
Impone la obligación de los contribuyentes a aportar sumas de dinero a las cuentas del Estado, lo cual se denomina
"ahorro obligatorio" o "empréstito forzoso". La misma, toma como base para determinar los contribuyentes
aportantes, la capacidad económica resultante de la renta y el patrimonio de los mismos.
Este "ahorro obligatorio" cumple un requisito constitucional fundamental, que es el de la temporalidad, por lo que,
éste va a tener vigencia por dos periodos anuales.

El régimen de "ahorro obligatorio" impone coactivamente a los contribuyentes explicitados a abonar sumas de dinero
a las cuentas estatales, pero también compromete al Estado a la restitución posterior de los importes a los
contribuyentes, con sus correspondientes intereses.

Corte Suprema de Justicia de la Nación:

Se plantea la inconstitucionalidad del régimen de ahorro obligatorio impuesto por la Ley 23.256. En cuanto a este
tema, la Corte resume que la ley es válida desde el punto de vista constitucional ya que fue una ley emanada del
Congreso y que ha cumplido todos los pasos para su promulgación, y dice: "El régimen de "ahorro obligatorio",
instituido por la ley 23.256, resulta en principio -en un análisis integral del instituto, y en orden a las impugnaciones
del accionante-, válido desde el punto de vista constitucional, pues el Congreso se encontraba facultado para
establecerlo en virtud del inc. 2 del art. 67 de la Constitución Nacional (texto 1853-1860)."

Se plantea que, en tanto el contribuyente no invoque y pruebe que en el ejercicio en que debió abonar el gravamen
preestablecido cuestionado haya desaparecido o disminuido sustancialmente la capacidad contributiva presumida por
la ley, no va a tener aptitud procesal para agraviarse con sustento en materia constitucional.

Establecen que, Pablo Horvath no debería haber planteado la inconstitucionalidad de la Ley para que se le restituyan
las sumas abonadas, sino que debería haber probado su carácter confiscatorio en su caso en particular, que tiene
como límite el 33% de la totalidad de los bienes afectados, y que comprometería la garantía establecida en el artículo
17 de la Constitución Nacional. La confiscatoriedad se debe probar en su caso "concreto y circunstanciado", o sea, que
en el caso en particular se produzca una absorción por parte del Estado de una porción sustancial de su renta.

Decisión:

La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó por mayoría el fallo apelado, es decir, el rechazo de la demanda.

“Galli, Hugo Gabriel y otro c/ Poder Ejecutivo Nacional”

El fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación del 5 de abril de 2005 desestimó el pedido de inconstitucionalidad
del Decreto Nº 471/2002. El Decreto Nº 471/2002 estableció la conversión forzosa a pesos, en la relación $ 1,40 por
cada dólar estadounidense, de las obligaciones del Sector Público Nacional, Provincial y Municipal vigentes al 3 de
febrero de 2002 denominadas en moneda extranjera, cuya ley aplicable sea solamente la ley argentina. A su vez, dicho
decreto estableció que los títulos “pesificados” se ajustarán por el Coeficiente de Estabilización de Referencia (“CER”).
De esa manera, la Corte aceptó la constitucionalidad de la “pesificación” de los títulos de deuda pública sujetos a ley
argentina.

El fallo se divide en cuatro votos. Pese a fallar todos a favor de la constitucionalidad de la pesificación y del diferimiento
de pagos, los distintos votos no son coincidentes en cuanto al destino a otorgar a los bonos no ingresados al canje de
deuda establecido por el Decreto Nº 1735/2004. El voto de los Dres. Belluscio y Boggiano adhiere al dictamen del
Procurador General de la Nación, que hace un meticuloso relato de la crisis económica argentina anterior al dictado
del Decreto Nº 471/2002, y no parece tomar una posición definida con relación a los títulos que no ingresaron al canje.
El voto de los Dres. Highton y Maqueda no define la situación de dichos bonos al establecer que “la situación de los
titulares de bonos que, como los actores, habiendo podido participar del canje, decidieron no hacerlo, no ha sido aún
regulada normativamente”. El voto de la Dra. Argibay, por otro lado, establece que los bonos que no adhirieron al
canje se encuentran pesificados y, en virtud de lo establecido por la Ley Nº 26.017 (la llamada “ley cerrojo”), quedaron
excluidos definitivamente de dicho proceso. El voto de los Dres. Zaffaroni y Lorenzetti no define posición con relación
a la situación de los bonos no ingresados al canje pero podría abrir la puerta para responsabilizar a las entidades
financieras por los daños causados a los inversores por la falta de pago de sus tenencias, debido al asesoramiento
brindado a los mismos con anterioridad a la adquisición de los títulos de deuda.

En lo que hace al diferimiento unilateral de la deuda, el fallo fundamenta su decisión en el precedente “Brunicardi,
Adriano c/ Banco Central”, de 1996.En dicho fallo se había alegado la inconstitucionalidad del Decreto Nº 772/1986,
el cual modificó unilateralmente las condiciones de los bonos nominativos en dólares estadounidenses (los
“BONODs”), también sujetos a ley argentina. Los BONODs habían sido emitidos por la Argentina en 1982 como
consecuencia de los seguros de cambio vigentes en los años anteriores. Frente a la fuerte devaluación de la moneda
argentina en dicha época, la Argentina transformó deuda privada en deuda pública y modificó los plazos de pago de
las amortizaciones de capital de los BONODs. La Corte entendió que dicha modificación era razonable y, por lo tanto,
constitucional. La decisión se basó en varios factores: primero, la gravedad de la situación económica general y la
necesidad de evitar la cesación de pagos del sector público; segundo, la calidad de “acto soberano” de la emisión de
BONODs (ya que los acreedores no jugaron un papel relevante en la emisión de dicha deuda pública, simplemente
recibieron un papel por otro); y tercero, la razonabilidad de la modificación, que, a entender de la Corte, no importó
un acto confiscatorio ni condujo a la privación del derecho de propiedad sino que difirió su cumplimiento para
satisfacerlo en plazos y condiciones que el poder público estimó compatibles con el interés de la comunidad total.

En el fallo “Galli”, la Corte consideró que la situación económica inmediatamente anterior al dictado del Decreto Nº
471/2002 era aún más grave que la que justificó la solución del caso “Brunicardi” y que, por lo tanto, se justifica que
las medidas adoptadas en este caso sean más dramáticas que las de su precedente. Además, la Corte siguió la doctrina
del fallo “Brunicardi” al considerar que “existe un derecho de gentes que permitiría excepcionar al Estado de
responsabilidad internacional por la suspensión o modificación en todo o en parte del servicio de deuda externa, en
caso de que sea forzado a ello por razones de necesidad financiera impostergable”.

Otro de los argumentos vertidos en el fallo bajo análisis se refiere a la inclusión del CER como cláusula de ajuste del
valor de los títulos “pesificados”. La Corte consideró al CER como un mecanismo de compensación para atenuar la
pérdida del valor derivado de la “pesificación” y, por lo tanto, elemento fundamental para determinar que la
“pesificación” establecida por el Decreto Nº 471/2002 no fue confiscatoria.

Además, indica la Corte que el Decreto Nº 905/2002 estableció que los títulos de deuda “pesificados” fueran
considerados en sus condiciones originales a los fines de ser computados para futuros canjes de deuda pública. Es
decir, en el canje de deuda establecido por el Decreto Nº 1735/2004 los tenedores de títulos de deuda “pesificados”
participaron por su tenencia original en moneda extranjera. Esta medida les otorgó a los tenedores una opción para
reducir los efectos de la “pesificación”.

Por último, la Corte determinó que es incierta la entidad final del sacrificio al que debieron someterse los tenedores
de títulos de deuda pública, ya que la recomposición de la situación crítica podría manifestarse de diversas formas y
podría compensar las pérdidas de dichos tenedores.

Con relación al posible trato dispar de acreedores (recordemos que sólo se “pesificó” la deuda sujeta a ley argentina),
la Corte estableció que dicha discriminación no es irrazonable porque se basa en un elemento intrínseco del título de
deuda y no en un elemento subjetivo del acreedor. Es decir, los tenedores de deuda sujeta a ley argentina son tanto
argentinos como extranjeros y, por lo tanto, la “pesificación” de los mismos afecta a ambos.

Si bien los títulos involucrados en este pronunciamiento están sujetos a jurisdicción argentina, vale recordar que en
1992 la Corte Suprema de los Estados Unidos, en el caso “Republic of Argentina vs. Weltover Inc.” entendió que la
emisión de títulos de deuda por parte de la Argentina (en ese caso también se trataba de BONODs) es susceptible de
recaer en jurisdicción americana y que la Argentina no tenía derecho a inmunidad soberana con relación a los
mismos.Su decisión se basó en el hecho de que en la Ley de Inmunidad Soberana de Estados Extranjeros la inmunidad
de jurisdicción está exceptuada para los casos en los que la acción se base sobre un acto comercial que cause un efecto
directo sobre los Estados Unidos (o, entre otros casos, haya una renuncia a dicha inmunidad lo que no ocurría en el
caso de los BONODs).La Corte americana entendió que la emisión de BONODs era: (a) un acto comercial debido a que:
(i) sus tenedores eran partes privadas; (ii) eran negociables en el mercado internacional; y (iii) prometían un ingreso
de divisas; y (b) tenía un efecto directo sobre los Estados Unidos porque el pago de los BONODs debía realizarse en
dólares en dicho país.

Como conclusión, en el fallo “Galli” la Corte estableció, por un lado, la constitucionalidad de la pesificación de los
títulos de deuda pública sujetos a ley argentina y, por otro lado, la constitucionalidad del diferimiento de plazos de
pago de la deuda pública basándose en la doctrina del fallo “Brunicardi”.

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