Este es el tercer elemento de la prescripción extintiva, en virtud
del cual, para que opere la prescripción, es necesaria la inactividad tanto
del deudor como del acreedor. Esta pasividad puede desaparecer mediante la interrupción de la prescripción, según se ha fallado.
Generalmente va a ser la inactividad del acreedor la que provocará la
prescripción, porque “para que haya prescripción extintiva es necesario que durante el lapso de tiempo que señale la ley el acreedor no ejercite su acción, porque si lo hace interrumpe el plazo de la prescripción. Pero también tal interrupción puede provocarla el deudor mediante el reconocimiento de la obligación. Cuando la inactividad la rompe el acreedor, la interrupción es civil, y cuando la rompe el deudor, la interrupción es natural. Estas ideas han sido recogidas reiteradamente por la jurisprudencia, la que ha dicho, muy correctamente, que “es requisito indispensable para que opere la prescripción extintiva el silencio de la relación jurídica o inactividad de las partes, esto es, el transcur