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HOMILÍA

1er Aniversario Toma Posesión


Domingo 11 de Julio de 2021

¡Bendito sea Dios…!

Que mejor que empezar la homilía de este domingo con la exclamación de San Pablo a los Efesios,
tomado de la segunda lectura de hoy.

¡Bendito sea Dios…! Por su gran misericordia, por su gran providencia y por su buen humor también. Él
nos enseña a reír…, como así también, nos llama a seguirlo y a cargar su cruz. Nos llama a la plenitud.
Nos abre permanentemente nuevos caminos. Impensables…, inimaginables…, maravillosos y
también difíciles. El camino de la Vida supone la puerta estrecha. El abandono a Él. El camino de la
misericordia y del perdón. En una palabra… el camino de la salvación.

Y así, con su providencia y amor, celebro hoy mi primer año junto a ustedes. Mi primer año como
servidor, a la cabeza de la Iglesia de San Luis en el nombre de Cristo.

Ustedes no me han elegido a mí, ni yo no los he elegido a ustedes… Pero aquí estamos porque el Señor
en su providencia, aquí me ha traído con mi cayado, para pastorear estas históricas tierras de San Luis.
Y puedo asegurarles que desde que me he enterado de esta noticia y de esta elección, ustedes
siempre estuvieron en mi corazón. Y cuanto más conozco esta realidad y a ustedes…, más
profundamente los llevo en mi corazón y los amo.

No los conocía y poco sabía de esta Iglesia. Hoy, puedo decir otra cosa: mucho he aprendido y mucho
los voy conociendo. Aunque mucho falta aún. El camino es largo, la tarea grande y rogamos porque
muchos sean los operarios que quieran comprometerse a ser testigos y evangelizadores para caminar
juntos llevando la Buena Nueva. Siguiendo esta larga y rica historia de la evangelización en estas
tierras puntanas o sanluiseñas.

En el Evangelio de hoy Marcos nos recuerda el llamado de los doce y el envío que Jesús les da. Los ha
llamado y los ha enviado.

Pero eso no quedó anclado en el pasado como memoria de lo que ha sido. Nos llama y nos envía.
Seguimos siendo enviados.

La Diócesis de San Luis, necesita discípulos misioneros de Cristo que en nombre de la Iglesia salgan al
encuentro. Con audacia y valentía. Con entrega generosa.

Nos da en este Evangelio pautas concretas y claras: “un bastón. Ni comida, ni dinero, ni alforjas…”. Con
sandalias, porque hay que caminar. No estamos llamados para encerrarnos. Debemos salir. Siempre.
Pero sobre todo, salir de nuestros peligrosos encierros y engañosas seguridades. Las consignas de
Jesús, justamente nos hablan del no aferrarse a nada y de la libertad para que nada frene nuestro
caminar. Livianos de ropajes y cargas.
Aferrarnos…, quedarnos…, estancarnos… es una gran tentación. También poner otros objetivos que
no sean el anuncio puro del Evangelio. Jesús es “la verdad” y “la vida”. Solo a Él debemos seguir. Jesús es
mucho más que una pura doctrina especulativa. Es persona. Es una de las tres personas de la Santísima
Trinidad que se ha revelado y nos ha dejado una enseñanza particularmente con su ejemplo y con su
vida entregada en la cruz. A su vez, ha dejado en manos de los Apóstoles su mandato misionero. Envío
que hoy cabe sobre nosotros.

Qué le quiero decir a la Iglesia de San Luis y en ella a cada uno de ustedes:

¡Salgamos…! ¡No tengamos miedo…!

No nos encerremos.

Es tiempo de abrir concretamente nuestras estructuras parroquiales y eclesiales.

Dejemos que el Espíritu Santo obre en nosotros. Sin miedo a que nos cambie aquello que teníamos
ordenadamente armado.

No tengamos miedo.

Los cambios y la pobreza evangélica nos atemorizan porque no nos da seguridad.

Pero esa…, nuestra debilidad será fortaleza por la Gracia de Dios.

Necesitamos revisar nuestra eclesiología. No somos una isla.

Para ser eles a Cristo en su Iglesia debemos reconocernos verdaderamente como CUERPO. Un solo
cuerpo…, como así es… una sola Iglesia. Y si me salgo del cuerpo… estoy siendo in el a Jesús que es la
cabeza. Bajo el cayado de Pedro. Bajo el cayado del Obispo. Construyendo comunión. No simpatías.
Ojalá podamos ser amigos…, pero lo que sí necesitamos, es construir esa comunión que no puede
negociarse. Que no puede faltar.

Hace un año escucharon mi primera homilía…, allí he trazado una hoja de ruta que día a día he venido
desarrollando con cada uno de ustedes y especialmente con los sacerdotes, diáconos y Vida
Consagrada.

Hoy les pido un paso más.

Un paso importante.

Siento en lo más profundo de mi corazón la necesidad de fortalecer esta dinámica del cuerpo. De
sentirnos parte de una Iglesia que trasciende los límites de nuestra provincia. Y eso lo podremos hacer
formándonos y uniéndonos en el caminar junto a las demás Diócesis de Argentina y Latinoamérica,
bajo la particular guía del Papa marcada en su magisterio.

Hay textos de los Obispos en Latinoamérica que aún siguen siendo desconocidos para muchos de por
aquí, como por ejemplo el documento de Aparecida. Lo mismo podría decir del Magisterio de
Francisco.

Les pido que nos centremos particularmente en Aparecida y en Evengelii Gaudium. Tendremos en
ellos mucho material para iluminar los pasos a seguir y ver de qué manera podemos adecuarnos a la
realidad de hoy. En el primero se nos habla de “estructuras caducas” y se nos invita a ser discípulos
misioneros. En esas dos frases cuánto tenemos mucho para ver y hacer. Insisto… “no tengamos
miedo”.
No perdamos más tiempo den luchas intestinas que no nos llevan más que a una mezquina división.
Les comparto como ejemplo este pequeño texto de Evangelii Gaudium, hablando de la tentación de
la “mundanidad” justamente con las cosas de Dios:

“95. Esta oscura mundanidad se mani esta en muchas actitudes aparentemente


opuestas, pero con la misma pretensión de «dominar el espacio de la Iglesia». En algunos
hay un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin
preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo el de Dios y en las
necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de
museo o en una posesión de pocos…”

Miren lo maravilloso de este otro texto:

97. Quien ha caído en esta mundanidad mira de arriba y de lejos, rechaza la profecía de
los hermanos, descali ca a quien lo cuestione, destaca constantemente los errores
ajenos y se obsesiona por la apariencia. Ha replegado la referencia del corazón al
horizonte cerrado de su inmanencia y sus intereses y, como consecuencia de esto, no
aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al perdón. Es una tremenda
corrupción con apariencia de bien. Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento
de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres. ¡Dios nos libre
de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad
as xiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de
estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de
Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!

¡Cuánto debemos aprender…! Y sobre todo… no perder el tiempo… ¡GUSTAR DEL AIRE PURO DEL
ESPÍRITU…!

Muchas veces los sacerdotes nos preocupamos por la visibilidad “del signo” y corremos el riesgo de
quedarnos preocupados más por la sotana o el clerigman como “signo” … que de ser capaces de
amarnos. El único SIGNO por el que nos debemos preocupar es el del AMOR.

Lo demás… puede ser solo vanagloria maquillada de piedad.

Le pregunto a los laicos: ¿Cómo nos ven a los clérigos…?

Ayúdennos a que crezcamos en el amor y en la verdad. A ser fraternos. Si ven que nos equivocamos, no
dejen de decirnos las cosas. Eso es amor también.

Corregir a quien se equivoca es amor.

Invito al clero a hacer UN GRAN CAMINO… pero JUNTOS. No hay otra forma. Si hay algo a lo que
debemos resistir es a la mentira y a las apariencias.

Me preocupa mucho que caminemos en la VERDAD. Que sanemos heridas. Que cuidemos nuestra
humanidad donde se apoya nuestro sacerdocio. En eso me comprometo a trabajar seriamente. Pero
nadie se sana si primero no se reconoce enfermo.

Dejarnos ayudar será la clave para salir adelante.

Repito lo que dije antes. Nunca solos… somos un cuerpo.

Aislarse enferma a los sacerdotes. Luego, cualquier camino puede llevarnos y no justamente hacia el
bien.
Una Iglesia no se construye si cada uno no toma y asume su lugar y vocación. Una Iglesia no se
construye sin la oración y sin la Eucaristía. Nos necesitamos mutuamente. Y juntos haremos crecer esta
Iglesia de San Luis como signo luminoso en caminos y tiempos de mucha oscuridad.

Finalmente, volviendo a citar Evengelii Gaudium (N° 120): ... “La nueva evangelización debe implicar
un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados…”

Todos somos necesarios y Dios nos sigue llamando.

Junto a los pastores que la Providencia nos ha dado, fortalezcamos el compromiso, la formación, la
oración y sobre todo… LA MISIÓN.

Me habrán escuchado decir más de una vez que los SIGNOS son las verdaderas PALABRAS que llegan a
los corazones de todos. A quienes queremos hacer llegar el anuncio del Evangelio.

Se me ocurre marcar algunos gestos simples y claros:

¿Dejamos que nuevos eles sean protagonistas… y ocupen nuevos lugares, o cios o acciones en
nuestras comunidades…?

¿Invitamos a participar a aquellos que no vienen...? Si no hacemos eso… siempre serán los mismos
que cubren los o cios… como por ejemplo las lecturas de las Misas… el llevar las ofrendas…, fíjense
qué cosas más simples y pequeñas, pero que, muchas veces… ni eso compartimos, con la excusa de
decir previamente: nadie responde… nadie quiere…

¿Escuchamos… recibimos… atendemos a los más pobres…? Todavía veo parroquias que no tienen
organizada sistemáticamente CARITAS. Eso debería escandalizarnos. Como si una parroquia no
tuviera catequesis o no celebrara los sacramentos.

Todas las parroquias ¿tienen “literalmente” sus puertas abiertas…? muchas veces ni eso mínimo
logramos.

Debemos “rejuvenecer nuestra Iglesia… nuestras comunidades…” no solo abriendo las puertas a los
jóvenes … sino también comenzando a hacer estos cambios que parecen pequeños… pero que, cada
uno de ellos nos llevan nalmente a dar grandes pasos.

Que nuestra Madre, la Virgen Santísima, en su advocación de Ntra. Sra. del Rosario del Trono nos siga
amparando y llevando a Jesús. Que San José nos contagie esa misma audacia que le hizo llevar a otras
tierras, a Jesús y a María para preservar la vida del Niño… cumpliendo de ese modo, el mandato
recibido de Dios de cuidar a su Hijo único para salvación de todos.

 
+ Mons. Gabriel Bernardo Barba
Obispo de San Luis

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