En 1810, la primera expedición por la independencia partió, desde Buenos Aires, hacia el Alto Perú, entre las filas de hombres iba una mujer liberta, de origen africano, que acompañaba a su marido y a sus dos hijos. Se llamaba María Remedios Del Valle, nacida en 1776 en Buenos Aires, Argentina. Por su inigualable contribución a los ideales de libertad el general Gregorio Aráoz de Lamadrid no dudó en decir que esta mujer merecía ser nombrada como "la Madre de La Patria". María luchó en las batallas más resonantes por la independencia, combatió en Huaqui, estuvo junto a Belgrano - quien la nombró capitana- en los triunfos de Tucumán y Salta y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. En los combates recibió seis heridas de bala. Atendió y alimentó a los heridos a la vez que perdió en el campo de batalla a su esposo y a sus hijos. María cayó prisionera durante la batalla de Ayohuma, fue azotada públicamente por nueve días. Finalmente, logró escapar. Cuando volvió a Buenos Aires, el Estado había dejado de pagarle el sueldo de capitana. María deambulaba por las calles vendiendo pasteles y pidiendo limosna. Juan José Viamonte la reconoció en la puerta de una iglesia y exclamó: "Es la capitana, la Madre de la Patria". El diputado empezó las gestiones para que se hiciera justicia con María. Finalmente, en 1828, la Sala de Representantes le concedió el sueldo de capitán de Infantería.
María Magdalena Güemes: espía y mediadora
Nacida el 11 de diciembre de 1787 en Salta, Argentina. Con una madre descendiente de conquistadores y un padre funcionario de la Corona española, Macacha, como le decían, hermana del conocido caudillo Martín Miguel de Güemes, formaba parte del exclusivo círculo de la élite salteña. Juntos se involucraron en la gesta de la independencia. Los "infernales" de Güemes eran el ejército de gauchos que los hermanos organizaron y sumaron a la causa. María se convirtió en una experta espía: con otras mujeres coordinaban arriesgadas misiones de inteligencia. Es sabido que escondían en sus vestidos mensajes con información sobre los realistas que hacían llegar al ejército. Este equipo de espionaje popular fue muy eficaz en complicarle la vida al enemigo. Cuando, en 1815, Martín de Güemes fue elegido, por voluntad popular, gobernador de Salta, Macacha se convirtió en el verdadero ministro de su hermano, intervenía en los actos públicos, en los asuntos de guerra, montando a caballo y arengando a las tropas. En 1816, ante el conflicto entre José Rondeau y Martín de Güemes que estaban a punto de enfrentarse, Macacha actuó como mediadora. A raíz de la conciliación se firmó la "Paz de los Cerrillos", en el que se estableció que Salta seguiría con sus métodos de guerra gaucha bajo la conducción de Güemes y brindaría auxilio a las tropas enviadas desde Buenos Aires. Macacha adhirió al partido federal, y siguió participando de la política hasta 1840. Juana Azurduy: la guerrera El hogar de los Azurduy, en una hacienda cerca de Chuquisaca, Bolivia, no estaba formado por un matrimonio convencional propio de la época colonial. Matías Azurduy provenía de una familia española con privilegios y se había casado con Eulalia Bermudes, de sangre mestiza. El 12de julio de 1780 se convirtieron en los padres de Juana, quien desde muy joven abrazaría las causas revolucionarias. Juana quedó huérfana a los 7 años, entonces, pasó al cuidado de sus tíos. Durante un tiempo estuvo internada en un convento de monjas, pero por su carácter rebelde fue expulsada. En 1805 se casó con el hacendado Ascencio Padilla, vecino de las tierras de Juana. Eran tiempos felices, pero los dos querían luchar por la libertad, por eso, sus vidas fueron tan turbulentas como dramáticas. El matrimonio, muy pronto, se perfiló como revolucionario durante las rebeliones de Chuquisaca y La Paz, actual Bolivia (en ese entonces territorio del Virreinato del Río de La Plata). Mientras tanto, en 1810, en Buenos Aires, capital del virreinato, se concretaba la Revolución de Mayo. Ese mismo año se inició la guerra por la independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata. Fue así que, cuando las tropas de Balcarce llegaron al Alto Perú para combatir con los realistas (españoles) en Suipacha, la pareja de caudillos Padilla Azurduy se sumó a la causa independentista en esta batalla, que fue el primer triunfo de las fuerzas revolucionarias. La historia de Juana demuestra el importante, y activo, rol de las mujeres en el proceso por la independencia. Continuando con sus actos heroicos, luchó en la dura derrota de Huaqui (1811), y después de este combate fue prisionera de guerra junto a sus hijos, luego rescatados por su esposo. La casa, bienes y tierras de los Padilla fueron confiscados por los realistas. Luego siguió combatiendo bajo las órdenes de Belgrano. Juana organizó el "Batallón de Leales" con el que participó en la derrota de Ayohuma. Tal fue el papel preponderante de esta guerrera que Belgrano, en reconocimiento a su lucha incansable, le entregó su sable, luego del triunfo en el combate del Villar (1816). El gobierno de Buenos Aires, a instancias de Belgrano, la asciende a teniente coronela, la única mujer que recibió este honor por parte del Ejército Argentino. Juana, con su chaqueta roja de franjas doradas y sombrero con plumas azules y blancas, luchó en el barro de los campos de batalla por la defensa de la patria mientras lo iba perdiendo todo; sus cuatro hijos murieron durante las crueldades de la guerra. Estaba embarazada de su quinto hijo cuando fue herida y cayó prisionera en el combate de La Laguna. Su marido logró rescatarla, pero a él le costó la vida. Finalmente, ante el nuevo escenario militar de abandonar la ruta altoperuana Azurduy se une al caudillo Juan Martín de Güemes, y a la muerte de éste Juana vivió el resto de sus días en la pobreza. La Flor del Alto Perú, como la bautizó la canción con la voz de Mercedes Sosa, igual que tantas otras mujeres (y hombres) indispensables de nuestra historia nacional, conoció la ingratitud de ofrecerlo todo sin recibir un reconocimiento justo.