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I. INTRODUCCIÓN.
Mediante el presente trabajo se pretende demostrar cómo se desarrolló la Guerra del
Pacífico, extraer enseñanzas y experiencias de manera de no volver a cometer los mismos
errores en caso de presentarse este tipo de amenazas.
Para tal efecto es necesario que partamos de algunos antecedentes, los mismos nos
permitirán tener un preámbulo de por que se desencadeno el conflicto entre los diferentes
autores y sus respectivos escenarios, tomando en cuenta el contexto internacional así como
el regional y local, de manera de tener un conocimiento claro de cómo era la situación antes
del conflicto, para luego entrar de lleno en el desarrollo del mismo, considerando los
aspectos más importantes, de manera de poder entender y/o comprender la conducción de
la guerra, lo que permitirá llegar a establecer enseñanzas y experiencias del mismo.
El método empleado en el desarrollo de esta investigación, fue el analítico comparativo, lo
que permitió inicialmente entender los pormenores de la guerra, para posteriormente
comparar los hechos no solamente narrados por un solo autor si no por varios autores.
II. ANTECEDENTES.
La historia ha demostrado que antes de la Guerra del Pacífico, los territorios donde se
desarrollo la misma no despertaba la codicia de nadie pero ya a mediados de 1839, al
descubrirse en el litoral boliviano grandes cantidades de GUANO, las autoridades chilenas
de la época, enviaron una comisión a constatar la realidad de esta riqueza, al establecer la
misma determinaron apropiarse de todo el territorio donde se encontraba el mismo, como
menciona el Cnl. Tomas H. Peña y Lillo Tellería en su libro ¿Dónde están los Colorados?: El
Congreso promulgó una ley el 31 de octubre de 1842. La cual textualmente decía: "Se
declara propiedad nacional las guaneras que existen en las costas de la provincia
Coquimbo, en el Litoral de Atacama y en las islas e islotes adyacentes".
Chile, con esta ley promulgada, se apropiaba directamente de todo el litoral boliviano,
situación que, lógicamente ocasiona una reacción por parte de las autoridades bolivianas de
la época, puesto que nos privaban de 277 Km. de costa y 92000 Km. de territorio, situación
que dio lugar a una serie de actividades entre ambos países, sobretodo por Chile puesto
que este, envió a nuestro territorio grandes cantidades de súbditos chilenos entre los cuales
muchos delincuentes, incentivados al contrabando de guano que se explotaba en costas
bolivianas, especialmente en lugares donde no existían habitantes; de esta forma prosiguió
el ingreso masivo de estos habitantes extranjeros, llegando a dominar el comercio de
nuestras riquezas, lo insólito de ese entonces es que, nuestras autoridades no incentivaron
en su momento a nuestros compatriotas, ya que existían muy pocos habitantes bolivianos
en relación a los chilenos, ante esta situación nuestras autoridades propusieron determinar
los límites entre ambos países, pidiendo el arbitraje de Gran Bretaña que por cierto no fue
aceptado por Chile que de seguro sabia las consecuencias que resultaría del mismo.
Años mas tarde un súbdito brasilero, solicita explotar Guano a las autoridades bolivianas las
mismas que le autorizan, pero chilenos que trabajan en la zona hacen que este también
pida autorización de Chile, lo que ocasiona que este informe a las autoridades bolivianas
que se encontraban en Cobija. En vista de este nuevo atropello, el Congreso boliviano
reunido en Oruro bajo la égida del Dr. Bustillo facultó en secreto al ejecutivo para declarar la
guerra a Chile, si los esfuerzos diplomáticos no
lograban detener una amenaza tangible, acto
que no se dio a lugar puesto que la preparación
militar de ambos países no eran las optimas
como para iniciar un enfrentamiento armado,
por otro lado España decidió recobrar sus
antiguas colonias, aduciendo que súbditos
españoles fueron tratados mal por los
peruanos, originando que los países
sudamericanos mejoren sus relaciones ante
esta amenaza.
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En 1866, Chile y Bolivia habían suscripto un tratado para que los dos países tuvieran libre
acceso a la explotación de la zona cuestionada.
En la década de 1870 tanto Bolivia como Perú veían a Chile con gran desconfianza y con
temor, con estas comunes percepciones, en 1873 Bolivia y Perú concretan un tratado de
alianza defensivo, teóricamente secreto pero en la realidad más público que las débiles
finanzas que sostenían la precaria economía de ambos países, la iniciativa fue de la
diplomacia peruana, pero la existencia de una latente amenaza común hizo que ambos
países se esforzaran plenamente en concretarlo y fácilmente llegaron a un acuerdo en el
plazo más breve posible, simplemente porque el interés de los dos coincidía totalmente ante
un peligro tangible, real y formidable.
La Argentina fue invitada a ser parte del tratado, aunque sólo faltó que el Senado sancione
el documento ya aprobado por los diputados y a pesar de sus problemas con Chile, ellos
finalmente se negaron a formar parte del tratado de alianza debido al diferendo que
sostenían con Bolivia respecto a la posesión de Tarija. Con tesón el Perú incluso planteó
una alianza excluyendo a Bolivia, al final el tratado se limitó a los dos países.
En el año 1874, se decidió nuevamente ver la cuestión, estableciéndose un nuevo acuerdo
por el cual Bolivia no aumentaría los impuestos a los chilenos a cambio de que ella se
convertiría en la única explotadora de recursos en la zona comprendida entre los paralelos
23º y 25º.
El pretexto para la invasión, real o supuesto, nació con uno de los términos del tratado de
1874, que establecía textualmente: “Los derechos de exportación que se impongan sobre
los minerales explotados en la zona de terreno de que hablan los artículos anteriores,
(entiéndase guano, salitre y minerales) no excederán la cuota de la que actualmente se
cobra; y las personas, industrias y capitales chilenos no quedarán sujetos a las
contribuciones de cualquier clase que no sean las que actualmente existen. La estipulación
comprendida en este artículo durará por el término de 25 años”.
Por lo tanto Bolivia no podía establecer nuevos impuestos a ningún chileno o compañía
chilena por el término de 25 años. Sin embargo la Asamblea de 1878 proyectó una ley
gravando con diez centavos el quintal de salitre exportado, aplicado a las compañías
anónimas, entendiendo que no se vulneraba el tratado antedicho. Dicha ley fue ejecutada el
14 de febrero de 1878, sin tomar en cuenta las consecuencias que podría traer consigo,
puesto que las empresas chilenas pidieron protección al gobierno chileno el cual determino
que Bolivia había roto el acuerdo de 1874. Ante esta situación el Gobierno de la época a la
cabeza del Gral. Hilarión Daza, decide romper el contrato con la empresa chilena
argumentando que al no existir el mismo no se rompería ningún tratado dando la
oportunidad a que se agrave el conflicto.
Por todo lo anteriormente mencionado es necesario para un mejor entendimiento dividir
todos los hechos de esta guerra en cuatro etapas:
A. Guerra entre Bolivia y Chile, con la ocupación de Antofagasta y el combate de Calama.
B. Guerra entre Chile y Perú, o sea las operaciones marítimas.
C. Guerra entre Chile y los Ejércitos de Bolivia y Perú, desde la ocupación de Pisagua
hasta la Batalla de Tacna.
D. Guerra entre Perú y Chile, desde la toma de Arica hasta la ocupación de Lima.
III. CONTEXTO INTERNACIONAL.
A. Mundial.
La crisis económica a nivel mundial afectaba en general a todas las naciones, sobre
todo con las consecuencias de conflictos internos y externos a nivel mundial, las
mismas que se encontraban en recuperación de sus economías y por ende también se
abocaban a su desarrollo.
B. Continental.
Si bien los países sud americanos, en general se encontraban pasando una etapa de
unificación en temas de seguridad y defensa regional debido a diferentes amenazas
de la época, no dejo de existir los intereses de cada Gobierno o Estado donde
prevalecían mas que las amistades, demostrándonos que cada uno debe cuidar lo que
es suyo.
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C. Regional.
1. Perú.
El Perú era cuna de una de las grandes culturas americanas y uno de los países
más enraizados en sus orígenes unidos con España mediante el Virreinato, por
ello, uno de los más connotados de la época por derecho propio.
Sin embargo, el Perú tenía una clase política dirigente poco sacrificada y
patriota, lo que promovió una clara tendencia al intervencionismo militar en la
política, esto se tradujo en una serie de periodos inestables que derivaron en una
mutua desconfianza entre el poder civil y el militar, que concurrió a diseñar
hechos futuros inconcebibles sin este antecedente.
Después de su independencia, los peruanos buscaron afanosamente su
identidad como nación americana, la llegada de Santa Cruz fue lo más cerca que
estuvieron de emprender una verdadera misión histórica que uniría 2 pueblos
iguales en esencia y complementarios geográficamente; proyecto disuelto por la
intervención chilena y la propia intolerancia de ambos pueblos sobre el quid del
asunto: ¿bajo que mando nos unimos?
Otro de los grandes gobernantes peruanos fue Ramón Castilla, quien tenía un
rencoroso odio por Bolivia, lo cual no le impedía ver que el gran rival y el
verdadero peligro era Chile, de quien desconfiaba y temía. Como ya se explicó,
su dicho era “Si Chile compra un barco, Perú debe comprar dos”. Hombre
inteligente y laborioso, no solo lo dijo, lo llevó a la práctica y bajo su égida el Perú
fue el dueño de los mares del Pacífico sur, manteniendo una armada bien
aceitada y cuidada. Lástima que nunca pudo inculcar a sus herederos tan lógicos
conceptos.
Es así que el Perú llega a la Guerra del Pacífico con pocas posibilidades
militares, derivadas de una constante entre los países políticamente inestables:
“Los ejércitos deben estar armados y equipados de la manera más pobre
posible, excepto las unidades de absoluta confianza”. Esto tendría graves
consecuencias posteriores, especialmente para la marina, herrumbrada y dejada
de lado por poco confiable.
Al igual que Chile, existía el ejército de tierra, llamado genéricamente Ejército y la
Marina del Perú.
a. El ejército de tierra.
El ejército peruano al inicio de la guerra estaba conformado por unos 5000
hombres, agrupados en unidades de las tres armas, este ejército al mes de
marzo de 1879 comenzó a expandirse rápidamente, llegando a contar con
unos 40.000 hombres a lo largo de toda la guerra, lamentablemente estos
nunca hicieron caso del principio de masa, en otras palabras, jamás hubo
40.000 hombres juntos, ni mucho menos, para dar una batalla.
1) Organización
El ejército peruano estaba organizado en el ejército de línea o regular y
la Guardia Nacional o Ejército de Reserva, la policía en una Guardia
Civil para las ciudades y la Gendarmería en la zona rural.
El ejército estaba conformado por las unidades de línea y las de las
reservas movilizadas, las cuales a su vez estaban organizadas de la
siguiente manera:
Cada batallón de infantería tenía 500 hombres, con 10 compañías de 50
cada uno, a su vez organizados en 2 secciones de 25 soldados.
Los regimientos de caballería tenían 400 hombres, se dividían en 2
escuadrones con 200 efectivos, a su vez cada uno de ellos estaba
dividido en 3 pelotones de 60 jinetes, cada uno con 3 escuadras de 20
hombres.
En cuanto a la artillería, cada batallón o grupo tenía 400 hombres,
organizados en 2 baterías de 200 cada una, a su vez subdivididas en 8
piezas de 20 artilleros.
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Dos ó tres batallones con una batería de artillería constituían una
división, 2 ó 3 divisiones constituían un cuerpo de ejército y los cuerpos
se agrupaban en un ejército. La caballería actuaba en forma
independiente al mando del cuartel general. Existían unos 200
minadores, la mayoría extranjeros, con la misión de organizar el terreno
y defenderlo con explosivos.
2) Armamento
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La mejor nave peruana, el “Huáscar”, era un blindado rápido con un
espolón muy eficaz en el combate, construida en Inglaterra, desplazaba
1.200 toneladas con 1.500 caballos de fuerza. Su casco era de hierro y
protegido por un blindaje de 10 cm en sus partes vitales y 5.5 cm en el
resto. Un notable incremento en su seguridad era el medio metro de
madera entre el casco y el blindaje que el navío poseía. Tenía una torre
giratoria blindada con 12 cm de acero donde estaba el armamento
principal: 2 cañones Armstrong de 300 libras. También poseía 2 cañones
de 40 libras y 1 de 12 libras en la parte trasera. Alcanzaba una velocidad
de once nudos y tenía una gran maniobrabilidad.
Para los lectores sin conocimientos militares, hacemos notar que en esa
época todavía los cañones no se medían por el calibre de la granada,
sino por el peso de su granada, por lo tanto un cañón de 300 libras era
muy grande y su granada pesaba más o menos 140 Kg.
Existían dos viejos monitores gemelos llamados “Manco Cápac” y
“Atahualpa”, construidos en EE.UU., aunque desplazaban 2.100
toneladas su motor solo tenia 350 caballos de fuerza. Con una coraza
entre 12 y 10 cm. y 2 grandes cañones de 525 mm eran formidables
teóricamente, aunque por el estado de sus motores y su mismo peso en
relación a su fuerza eran prácticamente baterías flotantes, el “Atahualpa”
no se podía mover y el “Manco Cápac” apenas alcanzaba los 3.5 nudos
de velocidad.
La corbeta “Unión”, bastante veloz, construida en Francia, con 1.600
toneladas y 500 caballos de fuerza, marchaba a 13 nudos y estaba
armada con 2 cañones de 100 libras y 14 menores.
La “Pilcomayo” era la más nueva de todas, construida en 1874 en
Inglaterra, desplazaba 800 toneladas, alcanzaba los 11 nudos de
velocidad y estaba armada con 2 cañones de 70 libras y 8 de menor
calibre. Aquí viene una risueña anécdota de la época, su nombre original
debía ser “Putumayo”, en homenaje al río peruano del mismo nombre
que corre por sus selvas entonces vírgenes; por un error de
interpretación y posiblemente por equivocación del pintor, apareció en el
Callao para su comisión oficial con el nombre de “Pilcomayo”, un río
boliviano, con el luchó y pasó a la historia.
Otra nave era la cañonera “Arnao”, de madera, armada con 2 cañones
de 40 libras y 2 ametralladoras. Finalmente 8 lanchas torpederas de
poco tonelaje adquiridas al inicio de la guerra. En cuanto a transportes
existían 5 de ellos, a los que sumaron posteriormente otros alquilados de
compañías navieras.
Durante la guerra los peruanos construyeron y probaron uno de los
primeros submarinos del mundo, su inventor fue el ingeniero peruano
Blume, el cual era ferrocarrilero y con su propio peculio diseñó y fabricó
un revolucionario submarino al que llamó “Toro”.
Este novedoso concepto fue aprobado por la marina peruana y se le
ordenó atacar a los blindados chilenos fondeados frente al Callao,
portando un torpedo; la infidencia de alguien hizo que el ataque fracase
ya que los anoticiados chilenos retiraron rápidamente sus buques, pero
el concepto y su fabricación fueron extraordinariamente avanzados.
Llevaba una tripulación de 11 hombres, se sumergía a 30 metros y era
accionado manualmente.
Fue hundido en el Callao por su propia tripulación, para evitar su captura
por los chilenos, luego de la caída de Lima.
2. Chile.
Una característica que diferenciaba a Chile de los aliados era su estabilidad
política, comparada con las continuas asonadas en estos últimos; desde luego,
eso influyó en una fuerza armada más profesional y menos política, asimismo en
un mayor respeto de la parte civil hacia ellas, trasuntada en una lógica y
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adecuada atención de sus necesidades para una campaña prolongada.
De acuerdo al Gral. Chileno Pablo Cruz Correa, "La Guerra del Pacífico (1879-
1883), entre el Perú y Bolivia contra Chile es llamada por algunos historiadores la
Guerra improvisada, y a los aliados, que fueron los que más improvisaron, les
tocó la peor parte, pues perdieron la guerra en definitiva; a pesar de sus triunfos
parciales y todo el coraje que derrocharon en todas las acciones bélicas de la
contienda, en la que ningún buque de guerra o unidad terrestre se rindió al
enemigo".
Esto no es enteramente exacto, de parte de los chilenos las improvisaciones
fueron las típicas en campaña, pero no hubo improvisaciones estratégicas ni
logísticas, ya que al mismo tiempo que se presionaba diplomáticamente a
Bolivia, se gastaban grandes sumas en obtener la superioridad naval y militar
sobre el Perú y sobre su aliada.
Concluimos con que Chile previó la guerra con fría lógica y con calculada
meticulosidad, esto es difícilmente refutable, ya que la adquisición de blindados
obedecía a un plan apuntado a lograr una neta superioridad marítima sobre el
Perú; considerando acertadamente que todo podía ser obtenido en medio de la
guerra, excepto los blindados. Esta previsión fue decisiva, como rápidamente
comprendería el Perú en plena situación bélica, en la que no pudo comprar
ningún navío de guerra. Sobre su preparación para la guerra con Bolivia el
argumento es simple: si hace años se preparaba para luchar contra el Perú,
¿cómo podía hacerlo si no tenia frontera con el país incaico?
Si bien coincidimos en que el ejército chileno al inicio de la guerra guardaba
proporciones con el de sus vecinos, las rápidas compras de los fusiles Comblain,
de los cañones de montaña y campaña, de las ametralladoras y el acopio de
todo tipo de equipo, vituallas y víveres para una campaña calculada inicialmente
en 6 meses rebate cualquier intento de hacer creer en la improvisación; si la
hubo fue simplemente técnica o táctica y no hay ejército que no haya tenido que
improvisar en algún momento de la campaña.
Sin embargo, es posible que este sistemático acopio de material bélico estuviera
destinado a solucionar los conflictos pendientes con la Argentina; en este caso,
las previsiones excedieron las normales en un pueblo sin ambiciones de anexión
y entraron en las típicas de los que ambicionan lo que el vecino tiene y no puede
ser conseguido sin el uso de la violencia.
El ejército chileno de la época estaba conformado por el ejército de tierra,
llamado genéricamente Ejército y la Marina de Chile.
a. El ejército de tierra
Al inicio de la contienda la diferencia cuantitativa y cualitativa entre el ejército
boliviano y el chileno no era muy grande, las verdaderas diferencias estaban
en las previsiones políticas para su rápida expansión y crecimiento. Como
resultado de estas previsiones, el ejército chileno compuesto en tiempo de
paz por 4 regimientos de infantería, 3 de caballería, 1 de artillería y el cuerpo
de zapadores, con más o menos 4000 hombres; en menos de 6 meses
aumentó su efectivo a 30000 y en otros 12 a 50000 soldados, en una
notable hazaña de organización y logística, aspectos en los que superó en
mucho a los aliados.
En cuanto a la logística, era el único de los ejércitos en contienda con un
cuerpo logístico adecuadamente organizado, con dos tipos de uniforme,
fusiles del mismo calibre y con un mismo tipo de munición, con ración
caliente diaria, ración seca, trenes de combate y de campaña, carne y
alimentos en conserva, cocinas de campaña, una determinada cantidad de
mulos por unidad, ambulancias, caballos especiales de combate; en fin, era
un ejército en condiciones de emprender una larga campaña, la cual en
principio estaba prevista para 6 meses.
1) Organización
Este ejército tenía 4 armas y los respectivos servicios, las armas eran
infantería, caballería, artillería y los zapadores de combate. Hasta la
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batalla de Alto de la Alianza la unidad de combate de organización fija
de más alto nivel era la división, la cual era una amalgama de las cuatro
armas, conformada por 4 regimientos de infantería, uno de caballería,
uno de artillería, unidades de zapadores y los respectivos servicios.
Algunas veces incluía otros batallones de infantería de acuerdo a
necesidades, su efectivo era de 4000 soldados aproximadamente.
Cada regimiento de infantería tenía 1200 hombres, con 2 batallones de
600 cada uno, a su vez organizados en 4 compañías de 150 hombres,
cada compañía estaba conformada por 3 pelotones de 50 hombres, los
que se dividían en 3 escuadras, cada una de 16 combatientes.
Los regimientos de caballería tenían 500 hombres, se dividían en 2
escuadrones con 250 efectivos, a su vez cada uno de ellos estaba
dividido en 2 compañías de 125 jinetes, cada una con 2 pelotones de 60
hombres y estos subdivididos en 3 patrullas de 20 soldados.
En cuanto a la artillería, cada regimiento tenía 450 hombres,
organizados en 3 baterías de 150 cada una, a su vez subdivididas en 6
piezas de 20 artilleros.
Durante la guerra y antes del ataque contra Lima, debido al aumento de
efectivos, los chilenos reorganizaron sus fuerzas, los regimientos y
batallones se organizaron en brigadas y la unión de 2 brigadas formó
una división, la cual tenía un efectivo de unos 9000 hombres.
El número de tropas chilenas reclutadas durante la guerra se acerca a
50.000, de los cuales 35.000 fueron combatientes y el resto tropas de
servicios o en guarniciones de paz.
2) Armamento
La infantería
chilena al
inicio de la
guerra
contaba con
12.500 fusiles
Comblain y
otras cantidades menores de fusiles
Grass, Minié, Remington y
Kropatschek, todos ellos fueron
recamarados al calibre del Comblain,
por otro lado compraron durante la
guerra cantidades importantes del fusil
Grass, recamarados como se dijo a un
solo calibre, el de 11 milímetros. Con
ello llegaron a tener 35.000 fusiles que usaban el mismo tipo de
munición, además las maestranzas de Santiago y Valparaíso llegaron a
fabricar 100.000 cartuchos por día para estas armas, con lo que su
infantería podía considerarse perfectamente armada y amunicionada.
Cada infante tenía, además de la bayoneta, un cuchillo metido en la
bota llamado “Corvo”; cuya punta estaba curveada al interior. Cada
combatiente portaba 100 cartuchos consigo, para él se llevaban 100 en
la división y otros 100 en el ejército.
La caballería chilena estaba armada
con carabinas Winchester calibre 30-
30, de 7 tiros y repetición, asimismo
tenían pesados sables curvos. Cada
jinete tenía 50 cartuchos con él, 25
en la división y 25 en el ejército.
La artillería estaba armada con cañones Armstrong y Krupp, ingleses y
alemanes respectivamente, de 60
mm para los de montaña
transportados a lomo y 80,5 mm para
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el de campaña tractado por caballos especiales (Percherones). Para la
defensa cercana fueron dotados de ametralladoras Gattling y carabinas
Winchester. Durante la guerra Chile adquirió cañones Krupp de 85 mm
modelo 80. Cada pieza tenía 50 granadas con el cañón, 50 en la
división y 100 en el ejército. Cabe hacer notar que entre sus granadas
existían las Shrapnell, que explotan en el aire, luego veremos porqué no
fueron eficaces en la batalla del Alto de la Alianza.
La infantería chilena estaba uniformada con una guerrera azul oscura
con botones de bronce, un kepí azul y pantalones rojos, junto con unas
botas cortas de color marrón; asimismo, estaban dotados de un capote
azul de paño burdo, en cuanto a los jinetes y artilleros, la diferencia
estaba en el color del pantalón, gris en el caso de estos últimos.
Toda la tropa tenía además un uniforme de faena, llamado por ellos
“Holandilla” en dril liviano, era utilizado para las marchas y en
actividades de trabajo, de acuerdo a la época en las batallas se utilizaba
el uniforme más elegante, es decir el azul-rojo.
En
cuanto
al
equipo,
cada
soldado
portaba
una
mochila
con una frazada enrollada encima, dentro llevaba una carpa, además de
un jarro, plato, cuchara, tenedor y cuchillo, ropa interior de muda y su
uniforme de dril. Estaba prohibido llevar ropas civiles, el correaje era de
cuero sin tirantes y con 10 cananas, cada una diseñada para llevar 10
cartuchos, a la izquierda portaban una bayoneta y a la derecha una
caramañola de 2 litros que completaba su equipo.
b. La marina chilena
La Marina de Chile era un cuerpo independiente del ejército, estaba
comandada por sus propios jefes y tenía fama de ser una organización
eficiente y disciplinada, con tradiciones y varias actividades de combate
llevadas a cabo durante las guerras de la independencia, contra la
Confederación y la guerra contra España.
Su tradición y capacidad de combate se vieron mejoradas por la atención
que le dio su gobierno, cuyo objetivo final era el dominio indiscutido del
Pacífico sur, con ello la marina chilena alcanzó un alto grado de eficiencia y
eficacia, traducida en barcos de guerra de gran capacidad para su época,
marinos bien instruidos y motivados, dispuestos a ser los dueños de los
mares adyacentes.
Una característica adelantada para su tiempo fue la existencia de una
infantería de marina, clara demostración de los afanes de su gobierno, ya
que esta fuerza ha sido por tradición propia de las potencias marítimas
dispuestas a intervenir en costas ajenas, allende sus fronteras.
En base a estos antecedentes, se debe considerar a la marina chilena de
esa época como una fuerza moderna y de primer orden, aun a nivel mundial;
con doctrina y buques mayormente ingleses, con mucho personal de
tradición marinera de ascendencia sajona o germana, con marinos instruidos
y entrenados en marinas extranjeras, dotada y organizada para obtener lo
que los políticos chilenos habían señalado como meta: la superioridad naval
sobre su directo rival y la posterior supremacía en toda la región.
1) Organización
En cuanto a su
organización, la flota
chilena estaba al
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mando del Almirante Juan Williams Revolledo, se subdividía en una
fuerza naval y una pequeña fuerza de infantería de marina, la fuerza
naval fue organizada al comienzo de la guerra en 2 divisiones navales,
cada una de ellas con una cierta cantidad de buques de guerra, que se
detallarán más adelante.
La marinería y los infantes de marina estaban equipados con el fusil
Kropatschek modelo 77, de tiro rápido. En cuanto a la flota de guerra, su
base estaba constituida por 2 grandes blindados gemelos: El “Almirante
Cochrane”, inicialmente
bautizado “Valparaíso” y
el “Almirante Blanco
Encalada”; ambos,
construidos en Inglaterra.
Con un desplazamiento
de 3500 toneladas, 4300
caballos de fuerza y un
blindaje de 30
centímetros, alcanzaban una velocidad de 12 nudos y cada uno tenía 6
cañones de 9 pulgadas, 4 de 4,7 pulgadas, 7 de menor calibre, 3
ametralladoras y como una novedad técnica 4 tubos lanza-torpedos.
Los dos
gemelos
entraron
en
servicio
en 1874 y
1876
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soldados, con 15 sargentos y 4 oficiales. La séptima compañía era la
denominada de guerrillas, el equivalente a los exploradores de hoy.
La caballería se organizó en regimientos o escuadrones de 260
hombres, cada uno dividido en 4 secciones de 60 jinetes.
La artillería estaba organizada en 2 regimientos de 200 hombres, con 2
baterías de 100 artilleros cada una.
Tres batallones con un regimiento de caballería o de artillería constituían
una división. La caballería restante fue articulada en una unidad
especial llamada Legión de Bolivia, compuesta por los jóvenes de las
familias más notables y con cada jinete armado y equipado con su
propio peculio.
En 1880 y antes de la batalla del Alto de la Alianza se reorganizaron
todas las unidades de infantería, los batallones pasaron a tener 480
hombres, suprimiéndose la compañía de “guerrillas” y manteniendo el
sistema de 6 compañías de 80 soldados cada una.
2) Armamento
El
Ejército
boliviano
al inicio
de la
guerra
tenía unos 3.000 fusiles de diferentes tipos y calibres, la mayoría Minié
austriacos, Grass y Chassepot, algunos antiguos de avancarga y cañón
sin estrías, además existían unos 700 fusiles modernos modelo
Rémington español, con cartuchos conjuntos y cañón estriado, dotados
al batallón escolta del Presidente Daza. La caballería contaba con armas
blancas y carabinas Winchester; en cuanto a la artillería, existían unas
pocas piezas de ánima lisa y 4 cañones sistema Hite franceses rayados.
Al declararse la guerra, el
Ejército recibió unos pocos
Chassepots peruanos en
calidad de préstamo en
Tacna, luego se compró de
EE.UU. unos 8.000
Remingtones modelo 1878, con los que se armó a todas las unidades de
combate con un solo tipo de fusil e incluso se prestó 2.500 al Perú,
posteriormente devueltos.
En cuanto a la artillería, se compró de
Alemania 6 cañones Krupp modelo
1879 de montaña y posteriormente se
compraron 4 más para la defensa de la
patria.
La caballería recibió carabinas de
repetición Winchester, aunque no
tenían ningún tipo de armas blancas
diseñadas para el combate.
3) Uniformes y Equipo
El ejército utilizó en todos los uniformes de la tropa la bayeta o la
bayetilla, la cual era en algunas unidades de color rojo, en otras verde,
amarilla o blanca, el pantalón generalmente era de color blanco o azul.
La guerrera era corta, diseñada hasta la cintura con un doblado circular,
los botones eran de bronce y algunos llevaban grabado el escudo
nacional. El kepí era tipo francés con el color de la chaqueta o guerrera y
llevaba detrás una cubrenuca. Para combatir el frío cada soldado tenía
un capote de paño burdo o de jerga de color tierra.
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Los oficiales utilizaban botas y la tropa en general utilizaba abarcas, las
cuales eran de cuero con la planta reforzada.
Los oficiales tenían otro uniforme, de diferente color y calidad,
generalmente azul completo o con pantalón plomo.
En cuanto al equipo, los soldados llevaban un cinturón con 4 cartucheras
de cuero, cada una con capacidad para portar 25 cartuchos, una
bayoneta para el fusil Remington, una caramañola grande de litro y
medio sin funda, una frazada y algunos cuerpos una mochila. Era
característico que los soldados de todas las unidades llevaran atada a la
cintura una sábana de color blanco, regalada por una madrina y cuya
función era cubrir su cuerpo si moría llevando su uniforme como sudario.
Otras unidades armadas por patriotas con su propio peculio o las de los
colegiales paceños u orureños tenían su propio uniforme, azul o verde
con alamares dorados. Sin embargo, esto era la excepción y no la regla.
En general, se puede notar que el Ejército de Bolivia era una fuerza
mayoritariamente de infantería, con poca artillería y caballería, cuya falta
sería tremendamente notoria en las batallas que se avecinaban. Sin
embargo, lo peor es que su sistema logístico era casi nulo, tenía muy
pocos animales o carretas para moverse y los soldados no tenían
cocinas de campaña, por lo que recibían una cierta cantidad de dinero
por día, comiendo lo que las sacrificadas rabonas vendían a la tropa.
Esto convertía al ejército en una fuerza sin capacidad de movimiento
estratégico, condenada a ceder la iniciativa al enemigo ya que sólo
podían moverse por las rutas que estaban bajo su control, nunca por las
que permanecían bajo control enemigo o aquellas sin medios de vida.
IV.- DESARROLLO DE LA GUERRA.
A. Guerra entre Bolivia y Chile.
El 14 de febrero de 1879, dos compañías de
infantería compuestas por 100 hombres del
Batallón de Marina y 100 artilleros del
“Cochrane” desembarcaron sin resistencia en
Antofagasta al mando del Coronel Emilio
Sotomayor; es necesario aclarar un poco las
circunstancias que hicieron tan simple y poco
costoso este acontecimiento.
En principio, ya nos referimos al lento e
inexorable avance de Chile sobre el litoral
boliviano a partir de 1842, avance no frenado por nuestros políticos; los que -
honrosas excepciones aparte - tomaron las cosas con un exceso de calma, sin la
necesaria seriedad y, por decirlo suavemente, con un mínimo sentido de la
responsabilidad.
Entre estos últimos destacan nítidamente 2 personajes: Melgarejo y Daza, el primero
que en medio de excesos y delirios panamericanistas permitió la medianería, cuña que
introdujo al chileno en nuestro territorio y el segundo cuya irresponsabilidad rayana en
complicidad premeditada no puede ser simplemente soslayada o atenuada en su
responsabilidad histórica.
Daza era un soldado poco culto, valiente sin duda, pero obtuso en sus conceptos,
aferrado a la chicanería de su pequeño y pobre poder
político y ambicioso sin remedio; el mundo giraba a su
alrededor y tendía a la intriga sin altura y a la vanidad
sin escrúpulos.
Como vimos anteriormente, es este personaje el que
aprueba el impuesto de 10 centavos por quintal de
salitre exportado, aún sabiendo que de acuerdo al
tratado de 1874, no se podían grabar con nuevos
impuestos por 25 años a las compañías chilenas que
explotaban el salitre. Si bien se puede argumentar que
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la Compañía Antofagasta era anglo - chilena, todos sabían que los capitales eran
chilenos.
Pero su pecado capital no fue la traición, definitivamente inexistente, fue la
irresponsabilidad. El “Blanco Encalada” estaba desde el 6 de enero anclado en
Antofagasta, había una seria crisis internacional y no se le ocurrió nada mejor que
rescindir el contrato a la Compañía Antofagasta, con lo que dio el pretexto necesario
para que los mapochinos aleguen el incumplimiento del tratado de 1874 y ocupen el
litoral hasta el paralelo 23º.
¿Porqué no estaba el Batallón “Daza 1º de la Guardia” en Antofagasta el 14 de
febrero? Simplemente porque para el señor Presidente su silla era más valiosa que el
litoral, el carnaval era más importante que el salitre y el poder pesaba más que su
propia Patria.
La guerra del Pacífico comenzó de hecho con el desembarco chileno en Antofagasta,
al analizar los pormenores de este acto, conviene aclarar que la inminencia de la
agresión ya era conocida por el gobierno boliviano, en realidad, era esperada; sin
embargo no se tomó ninguna medida al respecto, posiblemente confiando en la
alianza con el Perú o en la misma fuerza y tradición militar boliviana. Como fuese, no
hay duda que existió un exceso de irresponsabilidad al no tomar medidas ante un
acontecimiento que la misma razón juzgaba como inevitable.
El prefecto del Litoral, Coronel Severino Zapata, ante el desembarco no tuvo otra
alternativa que asilarse en la delegación peruana, no sin antes elevar una vehemente
e inútil protesta ante el atropello.
Y es que en un lugar tan importante y un centro de conflicto con otro país no existía
una guarnición militar digna de ese nombre, simplemente había algunos gendarmes
mal armados y poco organizados que no opusieron ninguna resistencia; en parte
porque no estaban preparados y en parte porque la población era en un 70% chilena,
los que lógicamente apoyaron el desembarco de su ejército. Pero debemos ser claros
en la increíble negligencia del prefecto Zapata y su tropa: no se preparó la defensa a
pesar de la presencia antelada de un blindado en Antofagasta, no se solicitó
refuerzos, no se previó la destrucción de los puntos sensibles, no se organizó el
terreno ni se prepararon las armas; finalmente no hubo ni un disparo contra los
invasores, todo lo cual no puede ser justificado simplemente con la ausencia de
órdenes o la inferioridad numérica, podemos concluir con que en la Antofagasta de
1879 en las autoridades bolivianas tristemente la previsión y la iniciativa escaseaban
más que la lluvia.
La ocupación tuvo características que interesan al estudio histórico, en principio el 14
de febrero el blindado chileno “Blanco Encalada” cumplía 27 días frente a Antofagasta,
la orden de ataque fue dada por el Presidente Aníbal Pinto, en concordancia con su
Ministro de Guerra Cornelio Saavedra, nieto del prócer potosino. En realidad los
planes estaban listos desde enero de 1879, cuando se decidió que era tiempo de
emplear los medios blindados adquiridos con tan específico y poco piadoso fin.
Bajo un riguroso análisis crítico, no deja de ser sorprendente e inaceptable que los
gendarmes destacados en Antofagasta no hayan disparado un tiro en defensa de su
guarnición. Cabe preguntarse: ¿basta la inferioridad numérica o material para entregar
las armas sin combatir?
Al profundizar algo las causas de esta actitud, notamos que tiene mucho que ver con
el apoyo recibido por los invasores de parte de la jubilosa mayoría chilena en
Antofagasta. En una visión general de la época, podemos ver que el litoral estaba
definitivamente abandonado a su suerte, por una parte, por la falta de políticas
gubernamentales de apoyo a la migración, por otra, por el poco atractivo que tenía la
costa para la población altiplánica boliviana, en ese momento la más importante de la
patria, y en parte por el espíritu nacional, tendente a evitar el desierto y algo encerrado
en sus montañas.
Como fuera, en Antofagasta excepto los pocos residentes bolivianos, la inmensa
mayoría de la población se alegró y vilipendió a los que perdían propiedades y
haciendas en manos de la soldadesca chilena.
Es notorio que en la época se decía con mucho de sorna y algo de realidad: "De 100
habitantes de Atacama 90 son chilenos, 5 peruanos, 4 europeos y 1 boliviano; ese es
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un coronel con un cargo y autoridad".
Pero no solo había descuido en el necesario incentivo a la migración de la población,
el descuido de la defensa del país rayaba en lo ridículo, desde el punto de vista de la
defensa de sus costas, Bolivia no contaba con ningún barco de guerra; de hecho
nunca lo tuvo, excepto el Bergantín “Sucre”, nave alquilada para evitar las incursiones
de los corsarios y piratas alentados por Chile. Este desarme unilateral, sea para evitar
una carrera naval con el Perú o por el errado concepto de creer que otro país (Perú)
iba a proteger nuestros intereses, dejó inerme a Bolivia frente a Chile. Curiosamente,
ningún gobernante boliviano parecía darse cuenta que en caso de guerra las
comunicaciones marítimas definirían el curso de la campaña terrestre.
Ocupada Antofagasta, los notables bolivianos embarcaron en una nave neutral para
dirigirse hacia puertos peruanos, ya que Chile anunció la ocupación del territorio
boliviano hasta el paralelo 23º; por lo tanto no existía posibilidad de desembarcar en
otro puerto boliviano, todos ellos estaban al sur de dicho paralelo. El resto de la tropa,
acompañada por algunos otros civiles bolivianos tomó a pie el camino hacia Cobija y
posteriormente a Calama.
Se ha discutido mucho acerca de la llegada de la noticia a La Paz, por un lado,
algunos escritores consideran que decir que Daza ocultó deliberadamente la gravísima
información al pueblo boliviano es una invención chilena y una infamia.
Otros autores creen que Daza sí tuvo acceso a la información y recién la divulgó el día
que terminó el carnaval, en una actitud que revela sus enormes falencias como político
y conductor de un país.
Entretanto, Bolivia reaccionó con la declaración de la patria en peligro, la declaratoria
del ejército en campaña, la amnistía a todos los perseguidos políticos, la inmediata la
expulsión de los súbditos chilenos y la confiscación de sus bienes. Si bien esta medida
era justa, al mismo tiempo era contraproducente, porque añadía más personal
disponible al ejército chileno, claro está que no había en Bolivia idea de lo que
posteriormente sería la internación de los extranjeros ciudadanos de una potencia
beligerante.
Esta justa reacción ante un ataque no provocado dio a los chilenos la oportunidad de
declararse agredidos y procedieron a ordenar la ocupación de todo el territorio
boliviano en el desierto de Atacama. Al saber de la expulsión de sus compatriotas en
Bolivia y su disposición para la guerra, Sotomayor ordenó que una agrupación de las
tres armas se dirija hacia Caracoles y Calama, con la intención de tomar ambos
pueblos y bloquear toda posible penetración enemiga hacia los territorios
conquistados.
1. El combate de Calama.
Después de la artera invasión, los pocos bolivianos residentes en Antofagasta y
los puertos de Atacama se vieron en la dura alternativa de retornar a la patria o
convertirse en chilenos de facto, opción no permitida a las autoridades políticas y
gendarmes que guarnecían el orden en la otrora tierra nacional.
De ellos la parte representativa embarcó hacia el norte, buscando los puertos
peruanos que les permitieran temporal cobijo hasta llegar a la patria.
El resto emprendió camino hacia Bolivia por tierra, debiendo necesariamente
pasar por el pueblo de Calama, el cual estaba fuera del paralelo 23º que Chile
pretendía reivindicar y por lo tanto estaba exenta temporalmente de la amenaza
de invasión.
a. El terreno.
Calama en la década de 1870 era un pequeño pueblo minero, ubicado en las
riberas del río Loa, situado a una altura de 2600 metros sobre el nivel de mar
y en medio de los arbustos aislados que caracterizan a las planicies que
interrumpen el continuo ascenso de las tierras costeras hacia la cordillera
occidental.
El río Loa tiene un cause regular durante el año, en la zona cercana al pueblo
de Calama es vadeable con dificultad, por lo que existían 3 puentes cercanos
a los respectivos vados, antes del combate, dichos puentes fueron destruidos
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para retardar el avance chileno.
Cerca al río la vegetación se torna más tupida, facilitando la ejecución de
emboscadas y al mismo tiempo dificultando la labor del defensor, por la
ausencia de campos de tiro. El pueblo era un estratégico e importante centro
caminero en la época, los caminos se extendían en las 4 direcciones
cardinales, comunicando el interior de Bolivia con el océano y al desierto de
Tarapacá con el de Atacama.
Al sureste hay un cerro poco elevado, llamado Topáter, al pié del cual está el
vado del mismo nombre, a lo largo del curso y en dirección a la cordillera se
extiende un angosto valle sembrado de forraje y gramíneas, con postas para
facilitar el movimiento carretero y equino en el agreste camino que iba hasta
Potosí.
b. Reunión de los desplazados.
La concentración de los
desplazados bolivianos se
llevó a cabo en este
pequeño poblado con total
confianza en la inminente
llegada de tropas propias
desde Potosí y la seguridad
de recibir pronto apoyo en
elementos de vida y
combate para los
voluntarios que habían
decidido luchar por sus
propiedades, su hacienda, su nación y su patria. El día 24 de febrero
comenzaron a reunirse los refugiados y desplazados en la zona de
Caracoles y Calama, el 8 de marzo asumió el mando político y militar el Dr.
Ladislao Cabrera, hombre de complexión robusta y carácter colérico, un
espíritu decidido que creía ciegamente en el cumplimiento de sus deberes.
Este notable patriota era un cochabambino de profesión abogado, había
sido prefecto de Cobija en la época en que Williams Revolledo desembarcó
de la “Esmeralda” junto a su tripulación en Chacaya, al sur de Cobija;
Cabrera, a la cabeza de 25 hombres se dirigió resueltamente a enfrentar a
los invasores, terminando estos por retirarse precipitadamente. En el último
bastión boliviano a orillas del Loa, sus primeras acciones se dirigieron a
pedir inmediato apoyo de La Paz y a reunir voluntarios, armamento y
pertrechos para resistir el inminente ataque de los invasores. A ellos se
unieron el Prefecto Severino Zapata y los expulsados de las localidades
ocupadas por los chilenos.
Uno de los voluntarios que se colocó a sus órdenes fue un joven calameño
llamado Eduardo Avaroa, de facciones varoniles, mirada serena y carácter
decidido, trasunta extrema sensibilidad en las cartas escritas a su esposa en
esos duros días, las que denotan un alma noble e idealista, sus palabras y
acciones permiten entrever que consideraba a su patria como más digna de
respeto que los bienes materiales y a su familia como más importante que
las posesiones mundanas.
No deja de sorprender una novedosa teoría, en la cual se asegura que
Avaroa era un terrateniente que defendía sus intereses y no los de su patria;
este hombre noble y valiente podía seguir siendo dueño de lo que tenia
simplemente convirtiéndose en chileno y dejando que el agua pase bajo el
puente, en lugar de defenderlo.
c. Fuerzas militares.
La unidad chilena era una agrupación de las 4 armas comandada por el
Teniente Coronel Ramírez, que moriría luego en Tarapacá, sus tropas
estaban formadas por 500 infantes, 100 artilleros, 40 zapadores para cruzar
el río y 120 jinetes, los que estaban adecuadamente organizados, instruidos
y logísticamente bien atendidos.
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En el lado boliviano, el total de defensores de Calama fue de 136 hombres,
de ellos 77 militares y 22 civiles, organizados en secciones de tiradores al
mando de los más destacados y decididos oficiales y ciudadanos, entre ellos
Avaroa, los Tenientes Coroneles Lara, Delgadillo y el ex prefecto Zapata.
d. Desarrollo del combate.
El combate de Calama fue una epopeya para los defensores y una curiosa
victoria para los atacantes, los que simplemente por su número aplastaron a
Cabrera y sus valientes, el ataque se redujo a un asalto frontal sobre los
bolivianos apostados sobre el río Loa y una maniobra envolvente de su
caballería para evitar su huída. La poca cantidad y diversidad de los calibres
de las armas y municiones, así como la necesaria desorganización de una
fuerza improvisada basada solo en el valor y la lealtad patria hicieron el
resto.
A las 10.00 se inició el ataque, los bolivianos respondieron con un fuego
nutrido que hizo retroceder a la infantería, simultáneamente la caballería
trataba de sorprender a los defensores buscando un vado para atravesar el
río y caerles por la espalda, para ello contaban con un prisionero tomado la
noche anterior de apellido Marquina, el cual los condujo directamente a una
emboscada tendida por el Teniente Coronel Delgadillo; los confiados jinetes
chilenos llegaron a unos 100 m del vado y fueron acribillados por los
defensores, retirándose abandonando 7 muertos y muchos heridos en la
faena. Poco tiempo después la lucha se tornó muy dura, con el objetivo de
tomar los vados para los atacantes y negárselos para los bolivianos.
Defendiendo el vado del Topáter
estaba el joven Eduardo Avaroa,
jefe de una sección de rifleros y
entusiasta luchador, una vez
liquidados o prisioneros sus
hombres y herido malamente el
mismo; la tropa araucana le
intimó rendición, sus últimas
palabras: ¿RENDIRME YO
COBARDES…? QUE SE RINDA
SU ABUELA ¡CARAJO!, son un himno de valor y un legado que los
bolivianos aquilataremos por siempre.
Vencedores y conquistadores de Calama, las tropas chilenas tuvieron el
noble gesto de rendir honores militares al joven Avaroa, gesto que resalta su
varonil figura y destaca su amargo final.
Una vez consumada la total invasión del Litoral, existió de hecho un estado
de guerra entre Chile y Bolivia, este episodio es notablemente desconocido,
ya que en ningún momento hubo una declaración de guerra de Bolivia a
Chile, lo que amerita un necesario estudio sobre el asunto, por las
posteriores implicaciones que tuvo en las justificaciones peruanas de
posguerra y los argumentos chilenos que falsamente aseguran una
declaratoria de guerra boliviana.
Es necesario destacar el procedimiento logístico empleado en el combate el
mismo consistía en el aprovisionamiento de las tropas en campaña mediante
vivanderas, las que seguían a los ejércitos. Estas tomaban la delantera a las
tropas, y una vez que llegaban a la etapa señalada, preparaban el rancho
con los víveres que eran requisicionados de antemano por el oficial
itinerario, el cual marchaba con algunos días de anticipación. Esta tarea era
secundada por autoridades de la zona.
e. Actitud peruana.
En principio nuestros aliados de jure y de facto intentaron con meridiana
sabiduría escurrir el bulto, no por cobardía o por falta de lealtad; su actitud
tenía que ver con el sentido común que les gritaba tomar las cosas con
calma y ganar todo el tiempo posible frente al inevitable encuentro con Chile.
Lástima que los otros se dieron cuenta de la intención peruana y se les
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adelantaron.
La forma de salir del problema en principio fue declarar al canciller boliviano
que el Perú consideraba el tratado extinguido desde el momento que se
firmó el tratado de 1874, sin embargo, el Dr. Reyes Ortiz les recordó con los
papeles en la mano que el documento no especificaba tiempo de caducidad
ni contemplaba su desaparición por tratados; a regañadientes, los peruanos
tuvieron que admitir que el tratado estaba en pleno vigor y decidieron tratar
de mediar para llegar a un arreglo diplomático a pesar del flagrante casus
belli.
De esta manera el plenipotenciario peruano, señor Lavalle partió a Santiago,
con instrucciones precisas de evitar el conflicto o dilatarlo hasta donde se
pudiera; sin embargo, la Moneda no cayó en la trampa, desde su llegada a
Valparaíso el Sr. Lavalle fue hostilizado por una muchedumbre preparada
para el efecto, debiendo protegerse en el consulado de su país. Las
demostraciones de odio eran alentadas y toleradas por el gobierno del
Presidente Pinto, así como por los miembros del ejército y la armada, los
que veían una excelente oportunidad de saldar cuentas con el Perú.
Curiosamente, el pueblo chileno no sentía odio por Bolivia, pero sí un
profundo y mortal odio por el Perú, a los que llamaban "hijos degenerados
de los incas", como epíteto más suave; este odio venia de la rivalidad
marítima de la cual hablamos y de años de conflictos políticos que marcaron
un profundo rencor araucano, no exento de envidia por su territorio más rico
en comparación con su delgado y árido territorio.
Pero además de esa especie de envidia había también un componente que
no puede desdeñarse, la influencia del medio geográfico en la conducta e
idiosincrasia de los pueblos. En efecto, el pueblo chileno era sufrido y duro
por la propia escasez del medio, más disciplinado y sometido a penas más
severas; esto hizo del chileno un hombre mas apropiado para la prueba que
se avecindaba que los bolivianos y peruanos, cuya mayor abundancia de
medios los hacia menos propensos al sacrificio, más humanos y más
tendentes a la tolerancia.
El resto de la historia es simple, Chile no quería una guerra con Bolivia, la
cual no la incomodaba en absoluto, quería atacar y destruir al Perú. A pesar
de las propuestas peruanas para una paz razonable Chile no aceptó y con
enorme y fingida sorpresa descubrió el tratado de 1872; el Presidente Pinto
pidió al Presidente Pardo explicaciones por este acto inamistoso y le exigió
se declare neutral, Pardo no podía hacer eso, a pesar del ultimátum, ya que
el tratado estaba vigente, ante la negativa de declararse neutral Chile
declaró la guerra al Perú el 5 de abril, obligándole por la fuerza a cumplir sus
compromisos con Bolivia.
Se hace notar que algunos historiadores peruanos con mucha simpleza
dicen que el Perú podía haber solucionado el problema pensando con la
cabeza y no con el corazón, es decir, declarando nulo el tratado y neutral al
país respectivamente. Un análisis ligeramente más profundo nos muestra
que esto fue motivo de discusión en los niveles políticos peruanos; de hecho
era una salida, pero era no sólo peligrosa: era suicida. Perú sabia que la
guerra era contra ellos, al exigirle su neutralidad lo que buscaba Chile era
aislarlo para poder actuar de inmediato o en el futuro en alianza con Bolivia,
si el Perú se declaraba neutral la nación altoperuana no trepidaría en unirse
a Chile y luchar de inmediato y con todo entusiasmo en contra de la
flagrante traición de su pérfido ex aliado a cambio de Tacna y Arica. Como
se ve, no fue cuestión de nobleza o de lealtad, en las relaciones entre
Estados priman los intereses y en ese momento no existía el menor interés
de parte del Perú de romper la alianza mediante su incumplimiento, por las
lógicas consecuencias que ello le acarrearía.
Es así que nuestro camarada de armas entra a la guerra, no por culpa de
Bolivia, como sostienen algunos historiadores incaicos, tampoco es por
defenderla, como sostienen otros, es por la supremacía del Pacífico sur, la
inercia del destino y el odio que le profesa Chile que se ven arrastrados a
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una guerra que tiene a un agresor y varios agredidos, el primero de los
cuales es el honor.
La última parte drama al que se ven empujados los aliados la escribieron los
peruanos al imponer a los necesitados bolivianos un Protocolo
Complementario de Subsidios, por el cual debían pagar todos los costos de
la guerra a los peruanos, injusto tratamiento que Daza logró en plena
campaña anular, al explicar a su colega Prado el daño que esas cláusulas
producían en el espíritu de sus camaradas de armas.
f. Situación estratégica luego de vivido el conflicto.
La situación estratégica de los 3 países involucrados en la contienda, luego
de la abrupta, aunque no inesperada, invasión era la siguiente:
Chile había ocupado todo el litoral boliviano, alcanzado la frontera con el
Perú con una excelente marina y un ejército en pié de guerra, declaró la
guerra al Perú y su intención estratégica era, previa obtención de la
superioridad marítima, ocupar la provincia de Tarapacá, y si era necesario
Arica y Tacna, para romper la alianza militar peruano-boliviana.
Bolivia había perdido la provincia de Litoral, activó la alianza con el Perú,
pero no tenía fuerza militar para recuperar su territorio; aunque tampoco
Chile estaba interesado en ingresar al resto del territorio boliviano, en parte
debido a la existencia de la cordillera de los Andes y su agreste territorio y
en parte por tener otro enemigo más peligroso a quien atacar. Por lo tanto la
intención boliviana era derrotar decisivamente a Chile en la zona de Tacna y
Arica, apoyado en la escuadra peruana y aliada al ejército peruano.
Perú había sido sorprendido con la guerra, su intención estratégica era,
previa obtención de la superioridad marítima, defender la provincia de
Tarapacá junto a sus aliados bolivianos y derrotar decisivamente a los
chilenos en una campaña terrestre defensiva en la zona Tarapacá - Tacna y
Arica.
Como se ve, la situación estratégica para todos los contendientes estaba
centrada en 2 objetivos estratégicos definidos: en primer lugar obtener la
superioridad marítima para poder colocar y mantener tropas y medios
adecuados en la zona de Tacna - Arica y Tarapacá; en segundo lugar,
mediante una batalla terrestre decisiva imponer las condiciones sobre el o
los vencidos.
Por lo tanto, era lógico el llamado peruano a los bolivianos para concurrir a
la zona de Tacna, punto estratégico clave donde se materializaba la Alianza
de los 2 vecinos; era lógico también que Daza acudiera de inmediato, pues
se daba cuenta que su destino estaba unido al del Perú y que toda la fuerza
militar debía concentrarse en esa zona, para la batalla decisiva.
Sin embargo, hay puntos clave que no admiten un definitivo razonamiento
en ese sentido, el primero es que los chilenos ya habían conquistado lo que
querían, no movernos del altiplano simplemente hubiera refrendado su
conquista, ya que el tiempo estaba en nuestra contra, por tener una
economía más débil.
El otro argumento es que las grandes ciudades y zonas económicamente
importantes del Perú, excepto Arequipa están sobre la costa, abandonarlas
sin lucha haría menos trabajosa la labor del atacante, ya que atraer al
enemigo a un lugar adecuado para destruirlo requiere que haya algo que lo
haga deseable y favorable, de otra manera ocurrirá lo que le paso a
Arequipa; Simplemente los chilenos la ignoraron hasta que conquistaron
todas las ciudades importantes, solo en ese momento se acercaron y la
tomaron, lógicamente las tropas que la guarnecían nunca dispararon ni un
tiro y no contribuyeron al esfuerzo de guerra, sino en menor cuantía.
B. Guerra entre Chile y los Ejércitos de Bolivia y Perú.
1.- Movilización del ejército boliviano.
El Gobierno peruano había solicitado la inmediata marcha del Ejército boliviano a
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la ciudad de Tacna, manifestando al Gral. Daza “Vuelve ejército, siendo Bolivia
únicamente responsable de todo resultado si en el acto no esta usted en Tacna”.
Mientras tanto había sido dictada en fecha 1ro. de abril una orden general, por la
cual quedaba organizado el Ejército en tres Divisiones con los elementos
movilizados de acuerdo al siguiente detalle:
a.- I División (Villegas).
EFECTIVO
UNIDAD
JEFES OFICIALES TROPA
Batallón “Daza” 1ro. de la Guardia 17 31 550
Batallón “Paucarpata” de La Paz 5 34 483
Batallón “Olañeta” 2do. De Cazadores de la 4 32 444
Guardia.
Regimiento “Bolivar” 1ro. de Húsares 6 23 248
TOTAL 32 120 1625
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estaban recibiendo refuerzos y completando acciones logísticas, abandonando
la iniciativa estratégica y esperando el ataque de los aliados, convencidos que
no estaban en condiciones de iniciar acciones ofensivas sin tomar un riesgo
innecesario en vista de las circunstancias.
Aquí aparece el más exitoso “cucalón” de la guerra, un Teniente Coronel de la
Guardia Nacional chilena, es decir, un oficial no profesional, apellidado Vergara,
el cual era un aficionado a los caballos y un hombre de conocimientos militares
teóricos nulos, pero con un olfato innato para la guerra. Luego de esperar la
reacción aliada y aprovechando su calidad de secretario del ministro de guerra
Sotomayor, solicitó y obtuvo permiso para conducir un reconocimiento por la vía
férrea, de esta manera salió el día 4 y llegó a Dolores el 5, el día 6 se
aproximaron a Germania, esos jinetes eran los que vio Macías y los confundió
con una división chilena.
Para proteger su veloz retirada a Pozo Almonte, Buendía ordenó que el
escuadrón aliado al mando del Teniente Coronel Sepúlveda hiciera
reconocimientos desde Agua Santa a Germania; esta unidad estaba formada por
46 jinetes peruanos del “Húsares de Junín” y 44 del regimiento boliviano “Bolívar
1º de húsares”. En cumplimento a esta orden, el día 6 los jinetes aliados llegaron
a la estación salitrera de Germania y descansaron hasta las 16.00, cuando los
centinelas dieron la alarma de la aproximación de jinetes enemigos;
inmediatamente se dio la voz de alarma y observaron una sección de
aproximadamente 30 hombres que llegaba al galope, al ver esto el Teniente
Coronel Sepúlveda ordenó un ataque general manteniendo una reserva al
mando del Mayor boliviano Soto. De inmediato los chilenos dieron la vuelta y
escaparon rápidamente perseguidos por los aliados, al llegar a las afueras del
pueblo de improviso aparecieron 180 jinetes que atacaron con arma blanca a los
aliados; los bolivianos no tenían sables y se defendieron a culatazo limpio, pero
el número y los mejores caballos chilenos se impuso rápidamente; los aliados
rodeados intentaron rendirse, pero fue una matanza que no aumentó en nada la
honra de la caballería chilena. Al final de la jornada solo conservaron 6
prisioneros, entre ellos el Teniente Coronel Chocano del Perú y el Teniente
boliviano Gómez. Con solo 3 muertos y 6 heridos chilenos, habían muerto a 84
jinetes aliados; deducimos que todos los que se rindieron fueron masacrados
por los invasores, acto cruel e inútilmente inhumano, que difícilmente puede ser
olvidado por los derrotados.
Una vez que Prado hubo ordenado la reunión de las tropas, Daza partió de
Tacna el 8 de noviembre, mientras que las unidades del Ejército de Tarapacá
comenzaban a reunirse, las más cercanas comenzaron a llegar a Pozo Almonte
el 13 de noviembre y las más alejadas acantonadas en Monte soledad llegaron
el 15, excepto la 5ª División, que se quedó en Iquique. El 16 de noviembre
estaban concentradas las siguientes Unidades:
1ª División peruana al mando del Coronel Velarde
2ª División peruana al mando del Coronel Andrés Avelino Cáceres
3ª División peruana al mando del Coronel Francisco Bolognesi
4ª División peruana al mando del Coronel Pastor Dávila
6ª División peruana al mando del Coronel Mori Ortiz
1ª División boliviana al mando del General Carlos de Villegas
3ª División boliviana al mando del General Pedro Villamil
Haciendo un total de aproximadamente 7.600 hombres, de los cuales 4.200 eran
peruanos y 3600 bolivianos, junto con 18 cañones peruanos.
En cuanto a los chilenos, su efectivo era de 12.660 hombres, de ellos los 10000
hombres que habían desembarcado en Pisagua y Junín, más los Regimientos
"Esmeralda" y "Santiago" llegados de Antofagasta y el norte ocupado, con un
efectivo aproximado de 2.400 hombres más un Escuadrón de los "Cazadores a
caballo" con 260 jinetes.
En cuanto a su dispositivo, el día 5 salieron 2 regimientos, el 1º y el 4º, 2
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batallones, el “Atacama” y el “Coquimbo” y una batería de artillería a Dolores,
con un total de 3500 hombres, su misión era ocupar la aguada. Esta misión se
cumplió sin problemas, ya que Buendía en su rápido escape se olvidó de destruir
o envenenar los pozos de agua de la estación, los mejores de la zona. El día 8 el
dispositivo en Dolores se incrementó con la llegada de 2500 hombres al mando
del Coronel Urriola, sus unidades eran el Regimiento 3º, los batallones
“Valparaíso” y “Navales” y una batería de artillería, haciendo un total de 6.000
hombres, al mando del Jefe de Estado Mayor Coronel Sotomayor, la caballería
se concentró en Tilviche. Como podemos apreciar, al darse cuenta los chilenos
que los aliados no atacarían la cabeza de playa, comenzaron a moverse hacia el
interior, sin abandonar ni dejar de fortificar Pisagua, base de combate que podría
ser utilizada en caso de una eventual derrota terrestre, acertadamente su
expansión estaba destinada tanto a cortar las líneas de comunicación del
Ejército del Sur como a evitar su unión con el de Tacna.
Un hecho que contribuiría a explicar las acciones posteriores fue la decisión de
reunir a toda la artillería en el lugar de empleo más probable; con el correcto
asesoramiento del comandante de esta arma, el Teniente Coronel Velásquez, el
mando chileno el día 17 decidió reunir todas estas armas pesadas en Dolores, el
19 estaban en posición 36 cañones chilenos de acero, con cierre de repetición y
ánima rayada, es decir modernos y de gran alcance y precisión.
Mientras tanto, como se vio anteriormente, el día 8 salía Daza de Tacna hacia
Arica, el 11 partieron de Arica y llegaron a Chaca el 12, el 14 arribaron a
Camarones y se dispuso el descanso de la tropa, el 15 se llevo a cabo el famoso
consejo de guerra y el día 17 llegó Daza a Tana, con sólo la caballería.
Anoticiados los chilenos de la aproximación de tropas desde el norte, los
comandantes, sin coordinar ni informarse mutuamente, enviaron desde Pisagua
y Dolores 2 unidades de caballería, lógicamente sin saber una de la otra, esto
ocasionó que los jefes de cada una, Vergara y Echevarría respectivamente, no
supieran de la misión ni la presencia del otro; el 18 llegaron a las cercanías de
Tana y divisaron a las fuerzas de caballería de Daza y a otros jinetes no
identificados que confundieron con bolivianos, llegando a intercambiar fuego
entre ellos.
Ambos jefes sobredimensionaron el peligro y quedaron alarmadísimos, por lo
que enviaron a su respectivo comando informes exagerados de la cantidad de
tropas y de supuestos enfrentamientos con los bolivianos, obligando a los
chilenos a enviar en forma apresurada tropas de Pisagua y Dolores. El día 18 se
envió al "Bulnes" de Pisagua, al 3º de Línea de Dolores, al "Coquimbo" y dos
cañones a Jazpampa, con la misión de detener al ejército de Daza.
El día 19, cuando los chilenos se enteraron del avance del Ejército de Tarapacá
sobre Dolores, ordenaron el repliegue de todas las unidades acantonadas en las
cercanías de Jazpampa, excepto el Batallón “Bulnes”, que quedó como
seguridad ante un eventual avance del ejército de Daza.
6. Retirada de Camarones.
Vamos a hablar de la famosa "Traición de Camarones", en la cual una parte del
ejército boliviano, constituida por las 2 unidades de línea, más el "Viedma" y el
"Padilla", junto a los artilleros sin cañones y una parte de la caballería, luego de
marchar 90 km volvieron a su base de partida; acción que afectó el desarrollo de
los acontecimientos y puso en tela de juicio la lealtad del aliado boliviano. ¿Qué
pasó en realidad?
Según la mayoría de los documentos existentes a la fecha, Daza tenía pocas
intenciones de cumplir su cometido, irresponsable y poco consciente de sus
deberes, antes de salir de Arica dejó en Tacna sus cañones y a la "Legión
Boliviana", de acuerdo a sus palabras “para no enlutar a Bolivia”. En Arica
rechazó sin mayores problemas otros 15 valiosos cañones que le ofrecieron los
peruanos y se dirigió a Tana con vino en las caramañolas en vez de agua. ¿Qué
general avanza hacia el contacto desdeñando poderosos medios como los
cañones y permitiendo a sus subalternos portar bebidas alcohólicas en lugar de
agua?
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Se ha argumentado mucho sobre la famosa “retirada” y sus consecuencias;
revisados los acontecimientos y la numerosa papelería que acompaña a los
diferentes criterios y autores, parece que la intención de Daza al salir de Arica
era resolver los problemas políticos en casa antes que entrar en combate.
Esto hacía que estuviera predispuesto a volver al menor pretexto, veía
claramente que su puesto peligraba por la gran cantidad de voces que lo
acusaban de irresponsabilidad y buscaban alejarlo del gobierno. No importaba si
ese pretexto era creado por el mismo; nos preguntamos: ¿qué lo hizo volver?
No fue el miedo, era un hombre valiente, el continuó con poca tropa hasta Tana,
tampoco fue la presión de las tropas, ya que todos querían ir al encuentro de los
chilenos; simplemente el se reunió con el Estado Mayor y les comunicó que las
tropas se negaban a continuar. Sorprendidos, los jefes bolivianos declararon que
esto no era correcto y la tropa estaba en condiciones y en capacidad de
continuar la marcha, pero Daza insistió e impuso su criterio, aun cuando Arica
estaba mucho más lejos que Tana.
En síntesis, considero que Daza actuó así exclusivamente por preservar a las 2
unidades de línea que eran su guardia pretoriana, colocando, como muchos
políticos, los intereses personales por encima de los intereses nacionales. El
resultado de esta acción sustrajo 3.000 hombres de los acontecimientos bélicos
que se venían irremediablemente luego de la introducción de una cuña entre
ambos ejércitos por los invasores.
Posteriormente hubo un bullado enfrentamiento de “manifiestos” entre Camacho
y Daza por la retirada de Camarones, pero el argumento principal de Daza fue
siempre que el hizo caso de lo que el consejo decidió; pero esto no lo exime de
su responsabilidad, ya que el consejo solo podía asesorar, el que tomo la
decisión fue él, y él es el único responsable de lo ocurrido.
De todas maneras, como vimos anteriormente, se debe hacer notar que el plan
general de unir al Ejército de Tacna con el Tarapacá era casi imposible, porque
los chilenos ya estaban copando Dolores y Agua Santa y Buendía se hallaba
todavía a más de 70 kilómetros de Tana, la unión sólo sería factible si se eludía
a las tropas chilenas viajando por la cordillera, lo que era extremadamente difícil
con ambos ejércitos aliados sin medios de transporte y combate adecuados. Por
lo expuesto y por la inmediata existencia de fuertes unidades enemigas frente a
ellos, los que gracias al obsequio de Buendía contaban con una vía férrea a su
disposición, para las tropas de Daza sólo quedaban 2 opciones: aferrar a las
tropas enemigas bajo la amenaza de ser destruido por fuerzas mayores o
replegarse por la falta de medios de vida. En ese momento el asunto fue visto
como una cosa común en las fuerzas operando en el desierto: no llegar a un
punto por la inclemencia de las condiciones circundantes; posteriormente el
hecho se fue agravando frente a la opinión pública por cuestiones políticas entre
los bolivianos y el afán de algunos historiadores peruanos de buscar un chivo
expiatorio. La reprobable actitud política de Daza con un aliado en combate fue
vergonzosa por su irresponsabilidad, pero de ninguna manera determinante ni
decisiva en los acontecimientos bélicos inmediatos, ya que la fuerza de
Tarapacá era casi el triple de la de Daza y ésta cumplió su misión de distraer
fuerzas, las que no llegaron a tiempo a la batalla de San Francisco.
7. La batalla de San Francisco.
Una vez reunidas las unidades aliadas, Buendía recibió el día 14 un nuevo
telegrama de Prado, en el cual le ordenaba “ataque sin trepidar”; en
cumplimiento de la orden a partir de la tarde del 16 de noviembre el Ejército de
Tarapacá comenzó a moverse lentamente hacia el norte, para facilitar el
movimiento el ejército fue dividido en una vanguardia y tres escalones de
marcha. A la cabeza y como vanguardia las compañías de exploradores de 4
batallones, 2 peruanos y 2 bolivianos, al mando del Teniente Coronel boliviano
Lavadenz, luego el primer escalón al mando del General Bustamante con 2
divisiones peruanas y 1 boliviana apoyadas por una batería, le seguía el
segundo escalón, al mando del Coronel Suárez con 1 división peruana y 1
boliviana con el apoyo de 2 baterías y cerrando la columna el tercer escalón al
mando del Coronel Cáceres, con 2 divisiones peruanas y la caballería boliviana.
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Las unidades marchaban en 3 grandes columnas y detrás de ellos venían 130
carretas para llevar el agua y los víveres, esta no era una columna militar, eran
arrieros contratados y posteriormente influirían en las acciones bélicas en forma
desproporcionada.
El día 17 el ejército llegó a Pozo Ramírez, medio camino entre Pozo Almonte y
Agua Santa, el 18 alcanzó Negreiros y se detuvieron, mandando tropas de
caballería a Dibujo, 7 km al norte, lugar donde se encontraron en la tarde con un
escuadrón de caballería chileno destacado desde Dolores, los que informaron a
su comando la cercanía del ejército aliado. Como vimos, gracias al ferrocarril
Sotomayor retiró de inmediato a las unidades frente a Tana excepto el "Bulnes",
luego dio parte a Pisagua y pidió refuerzos; mientras tanto los aliados se
detuvieron para celebrar un consejo de guerra y esperar los acontecimientos,
peligrosa forma de actuar en una situación incierta donde la iniciativa y la rapidez
son los principales ingredientes del éxito.
El órgano consultivo en campaña consideró que era mejor dejar la peligrosa vía
férrea y sugirió desviarse tratando de eludir a los chilenos para aparecer detrás
de Dolores buscando encontrarse con Daza; para ello a partir del 18 en la noche
continuaron la marcha hacia el norte, pero por otra senda, y abandonando la vía
férrea se internaron por un camino poco utilizado que está cerca de la cordillera,
con la intención de llegar cerca de Jazpampa, donde creían que estaba Daza,
evitando el grueso de los chilenos. Mientras tanto éstos se alarmaron
terriblemente, ya que creían que el ejército aliado estaba todavía en Iquique, allí
Sotomayor comete un grave error, envía a Santa Catalina, a 5 km de Dolores, a
una agrupación comandada por el Coronel Amunátegui, con 1800 hombres que
posteriormente llegan a 2500 con el Batallón “Atacama”, ya que su intención era
trabar una batalla defensiva en medio de la llanura, con las desventajas que eso
implica.
Como vemos, en ese momento, la noche del 18 al 19 de noviembre, el ejército
chileno estaba desperdigado en 4 núcleos, 2.500 hombres en Santa Catalina,
2.500 en Dolores, 1.200 en Jazpampa y 4.500 en Pisagua - Hospicio; el Ejército
de Tarapacá podía batir a todos los núcleos chilenos uno por uno, a condición de
tener un jefe capaz de apreciar la situación y actuar de inmediato y con iniciativa.
Pero a Buendía no se le ocurrió nada mejor que desviarse y perdió la brillante
oportunidad de destruir fácilmente a la agrupación de Amunátegui, que contaba
con sólo 2.500 hombres con sus 7.500 soldados. Definitivamente la suerte
existe, pero reiteramos que sólo acompaña al hombre competente.
Los chilenos en Santa Catalina esperaron el ataque aliado durante toda la noche
del 18 al 19, sin embargo en la madrugada del 19 llegaron a Santa catalina no
las tropas, sino los arrieros de los aliados con el agua y las vituallas; los que
increíblemente no habían sido prevenidos del cambio de ruta y de inmediato
fueron capturados por los chilenos a los que informaron erróneamente que los
aliados estaban por detrás y a pocos metros de ellos. Alarmados debido a que
sus tropas estaban escalonadas y eran débiles, se ordenó de inmediato retirarlas
hacia Dolores, estableciendo una línea de defensa alrededor de los pozos de
Dolores; allí interviene de nuevo el “cucalón” Vergara, el cual convence a
Sotomayor que es mejor establecer la defensa en el cerro San Francisco.
Aprobada la decisión se dieron las órdenes respectivas y las tropas de
Amunátegui regresaron a Dolores, de esta manera más o menos a las 4 de la
mañana marcharon aliados y chilenos en forma paralela, separados por algunos
cientos de metros unos de otros e ignorando mutuamente su presencia.
Llegados los chilenos a Dolores, al haberse aprobado la sugerencia de Vergara,
se establecieron en el cerro San Francisco, el único notable en la pampa. Su
dispositivo en detalle se verá más adelante, pero definitivamente era
extraordinario, ya que se trataba prácticamente de tres dispositivos diferentes,
con capacidad de apoyo mutuo limitado, pero susceptibles a ser capturados y
destruidos en detalle. En la derecha y en la parte sur del cerro estaba el Coronel
Amunátegui, con 4 batallones, 14 cañones y 2 ametralladoras, en la izquierda y
sobre la línea del ferrocarril estaba la agrupación del Teniente Coronel Castro
con 2 batallones y 4 piezas de artillería y en el centro el Coronel Urriola sobre el
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cerro norte de San francisco, con 4 batallones y 12 piezas de artillería más 4
piezas de montaña en la parte izquierda del cerro. Con un total general de 6.500
hombres, 34 cañones y 20 ametralladoras. A pesar de su peculiar dispositivo de
las tropas, se debe notar que la posición defensiva era muy ventajosa, estaba
apoyada en un accidente natural difícil de atacar y tenía un extraordinario apoyo
de fuegos para la época, con la ventaja de tener los cañones listos y apuntados
y poder hacer fuego directo sobre los atacantes.
Mientras tanto, los aliados marchaban penosamente por las estribaciones de la
cordillera, desde las alturas de Chinquiquirai y en medio de las brumas, vieron a
los chilenos ocupando el cerro San Francisco y tomando rápidamente
posiciones; estaba claro que para cumplir el plan de unirse a Daza tenían que
atacar esa posición, ya que no podían continuar al norte exponiendo su flanco
peligrosamente, por ello cambiaron su dispositivo de marcha al dispositivo de
combate, manteniendo la vanguardia y poniéndola al mando del General Carlos
de Villegas, el primer escalón de marcha como ala derecha al mando de
Buendía, el segundo escalón como ala izquierda al mando de Suárez y el tercer
escalón como la reserva general al mando de Cáceres.
Así organizados se dirigieron hacia un pequeño caserío llamado Porvenir, en la
pampa al sur del cerro San Francisco, donde llegaron más o menos a las 10 de
la mañana. No teniendo agua, es posible que la sed de las tropas y la vista de
solo una parte de las tropas chilenas hicieran imperativo un inmediato ataque
sobre el aislado cerro; sin embargo no hubo tal ataque, ya que previamente
Buendía ordenó que se reúna otro consejo de guerra.
En Porvenir, mientras Buendía reunía a su consejo de guerra, a vista y paciencia
de los chilenos, se suscitaron incidentes entre las tropas peruanas y bolivianas,
por el agua y viejos rencores, lo que demuestra la poca habilidad de los mandos
de ambos ejércitos para lograr una mejor convivencia y camaradería, aspecto al
que evidentemente no se le dio la importancia debida en ese momento.
En ese preciso instante, ocurrió un incidente que tuvo mucho que ver en el
desenlace de la batalla, un mensajero apellidado Prada había sido enviado por
el Coronel Belisario Suárez a enlazar con el ejército de Daza, éste trajo la noticia
de la contramarcha del ejército boliviano, Suárez lo recibió, supo de la noticia y
no hizo absolutamente nada por evitar su difusión, siendo portavoz entusiasta de
la misma. El resultado de la falta de discreción de Prada y la falta de tino de
Suárez fue que en pocos minutos todas las tropas lo sabían y los peruanos
comenzaron a recriminar fuertemente a los bolivianos, como si estos fueran los
culpables de la decisión de su presidente; los ánimos se caldearon y casi se
llega a un enfrentamiento fratricida por el agua y las mutuas acusaciones,
influyendo lógicamente en la moral de la tropa y a la vista del enemigo.
En pleno llano, en lugar de atacar de inmediato, Buendía escuchó las opiniones
de su Estado Mayor, por un lado Suárez insistió tercamente en no atacar de
inmediato, ni siquiera ese día, sino al día siguiente, por el cansancio de las
tropas y la hora inadecuada por el calor. Por el otro lado Buendía era partidario
de atacar inmediatamente y Villegas, al calor de lo ocurrido momentos antes
entre las tropas, creía que no era conveniente el ataque, porque los defensores
casi igualaban a los atacantes y de nada serviría derrotar a los chilenos, ya que
estos simplemente se irían a Pisagua y los aliados tendrían que continuar en el
desierto y consideraba mejor volver a Bolivia con sus tropas, lo que alarmó a
Buendía y lo impulsó a postergar la batalla para el día siguiente. Una vez
adoptada la decisión se impartieron las órdenes para ocupar las aguadas y las
posiciones en el lugar donde se encontraban las tropas, sin romper el orden de
combate establecido.
a) El terreno.
El terreno en las cercanías de la estación Dolores es el típico de los
calichales del desierto de Tarapacá, gracias a la explotación minera las
grandes llanuras están salpicadas por pozos cavados en todas partes,
cuya profundidad era de 2 a 3 metros, impracticable para la caballería y
excepcionalmente adecuado para el empleo de la artillería, por la dura
costra del suelo y la falta de protección, excepto los profundos pozos y
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minas.
El cerro de San Francisco tiene unos 1.200 metros de altura sobre el nivel
del mar, pero desde la planicie no se eleva a más de 200, su cuesta no es
muy pronunciada y tiene dos planicies, una al norte y otra al sur, que
permiten excelentes posiciones a las armas pesadas.
Dicho cerro se extiende unos 2000 m de norte a sur y tiene 2 cumbres en
ambas puntas, cada una con una planicie y separados al centro por una
hondonada.
b) Dispositivo aliado.
Los aliados mantuvieron su dispositivo de marcha y lo transformaron en
uno de combate con pequeñas variaciones, las unidades más cercanas a
los chilenos eran la vanguardia, formada por las compañías de
exploradores de cuatro batallones, los peruanos “Zepita” y “Dos de mayo” y
los bolivianos “Illimani” y “Dalence”.
El ala izquierda estaba formada por las siguientes unidades:
1ª División peruana al mando de Velarde, Batallones
“Cazadores del Cuzco” y “Cazadores de la Guardia”
2ª División peruana al mando de Bolognesi, Batallones
“Ayacucho N°2” y “Guardias de Arequipa”
3ª División boliviana al mando de Villamil, Batallones “Aroma”,
“Vengadores”, “Victoria” e “Independencia”, los dos últimos con la mitad
de sus efectivos más o menos.
Esta ala estaba al mando del Coronel Belisario Suárez, es de hacer notar
que a pesar de haber un general boliviano Buendía designó un coronel
peruano como comandante del ala, esto dice mucho de la disciplina de
nuestros viejos generales y muy poco del respeto al aliado de los
peruanos.
El ala derecha estaba formada por las siguientes unidades:
4ª División peruana al mando de Dávila, con los Batallones “Lima N°8” y
“Puno”.
6ª División peruana al mando de Bustamante, con los Batallones
“Ayacucho”, “Lima N°3” y la columna “Pasco”.
La 1ª División boliviana al mando de Villegas, con los Batallones
“Dalence”, “Paucarpata”, “Olañeta” e “Illimani”. El primero y el último con
una Compañía de exploradores menos.
Una Batería de artillería de 6 piezas y dos Escuadrones de caballería.
El ala derecha era notablemente más fuerte y mejor apoyada, estaba bajo
al mando del propio General Buendía. Curiosa decisión, lo que
directamente haría que el ataque fuera completamente desarticulado
debido a la falta de un comandante general.
La reserva estaba formada por la 2ª División peruana al mando del Coronel
Cáceres, formada por los Batallones “Dos de Mayo” y “Zepita”, los que
estaban con una compañía menos (la de exploradores).
La caballería no distribuida se colocó cerca de Porvenir, al mando del
Teniente Coronel Ramírez.
La artillería, al mando del Coronel Castañón se colocó junto a la reserva
con 12 piezas.
El efectivo total del Ejército del Sur para la batalla era de aproximadamente
7500 hombres con 18 cañones, se debe hacer notar que esta arma no sólo
era muy inferior a la chilena, sino que prácticamente estaba inerme, porque
tenía que entrar en posición bajo el fuego directo de las bocas de fuego
chilenas y disparar desde el llano contra posiciones ubicadas en lo alto y
con zonas desenfiladas.
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c) Dispositivo chileno.
La Agrupación Centro, al mando del Coronel Urriola, con el Regimiento
“Buín”, el Batallón “Valparaíso” y el Batallón “Navales”, estaba posicionado
en la altura norte del cerro San Francisco, su dispositivo estaba orientado
al oeste y sur. La artillería consistía en un Grupo de 6 piezas de montaña
al mando del Capitán Villarreal y 6 piezas de campaña al mando del
capitán Wood.
La Agrupación Sur, al mando del Coronel Amunátegui, con el Regimiento
4º, los Batallones “Atacama” y “Coquimbo”, resguardando la parte sur del
cerro San Francisco, con su dispositivo orientado al sur y al este. La
artillería consistía en una batería de 6 piezas de montaña en la parte norte
del cerro al mando del Mayor Montoya y una batería de 8 piezas en la
punta sur del cerro, al mando del Mayor Salvo.
La Agrupación Norte, al mando del Teniente Coronel Castro, contaba con
el Regimiento 3º en el cerro San Bartolo, la artillería estaba situada detrás
del cerro y con vista a la estación Dolores, con una batería de 4 piezas al
mando del capitán Frías.
En forma independiente había una batería de 4 piezas en el cerro Tres
Clavos, con vista a la estación Dolores, al mando del Capitán Carvallo. La
caballería consistía en un escuadrón de cazadores en el cerro Tres Clavos
y otro en la quebrada que separaba al cerro Tres Clavos de San Francisco.
En total 6640 hombres, con 400 jinetes, 14 cañones de campaña, 20 de
montaña y 20 ametralladoras.
El plan de ataque tenía por objeto la captura de los pozos de Dolores,
siendo el objetivo chileno su defensa, para ello se estableció que Villamil
atacaría frontalmente con las compañías de exploradores de 4 batallones
seguidos por sus unidades para fijar al enemigo, mientras que Buendía
atacaría por la derecha, en dirección a la vía férrea para conquistar el
pozo, luego seguiría y rodearía el cerro san Francisco, uniéndose a las
tropas del Coronel Belisario Suárez, que atacarían por la izquierda y
deberían rodear las posiciones chilenas, la reserva seguiría a Suárez.
Este plan es simple y a primera vista practicable, pero se nota de inmediato
una gravísima falla, sólo una unidad tiene la misión de atacar al enemigo
de frente, el resto de las unidades tiene que moverse en medio de la
pampa y juntarse en un punto para rodear al enemigo, bajo la atenta
mirada de 6500 fusiles y las amenazadoras bocas de fuego de 34 cañones
y 20 ametralladoras. Cabría preguntarse, ¿no era más fácil atacar al cerro
San Bartolo, aniquilar al regimiento allí posicionado y atacar luego a la
agrupación del centro y después a la del sur? Evidentemente es muy fácil
emitir un juicio a posteriori, pero en este caso no deja de sorprender la
candidez casi suicida de las órdenes y misiones asignadas por Buendía y
su desconocimiento notable sobre las posibilidades de los cañones y
ametralladoras.
A las 10:00 se trató de atacar y no pasó nada, mientras tanto los trenes
seguían trayendo refuerzos a los chilenos a la vista de los aliados, a las
12.00 hubo otro amago de ataque cuando las unidades desplegadas
trataron de ocupar las aguadas disponibles y tampoco ocurrió la esperada
ofensiva, seguramente los chilenos observaban a los aliados entre
incrédulos y risueños…
Finalmente, a eso de las 13.30 Buendía ordenó a la División Vanguardia y
a los exploradores ocupar la aguada de el Molino, al pié del cerro San
Francisco, las unidades indicadas avanzaron para ocupar dicha aguada y
descansar allí; sin embargo, a las 15.15 de la tarde un sargento del
"Illimani" disparó fortuitamente, de acuerdo a una versión, o uno de los
cañones del Mayor Salvo disparó un cañonazo contra Porvenir de acuerdo
a otra, posiblemente para reglar distancias. Como sea, de inmediato y sin
órdenes se inició un ataque general, con toda disciplina e iniciativa todos
los comandantes actuaron de acuerdo al plan original. Con el General
Villegas al mando, las unidades de exploradores atacaron directamente a
34 - 55
los cañones chilenos y comenzaron a subir la ladera del cerro, gracias al
ángulo muerto las andanadas de granadas no pudieron frenar el ataque,
llegando los aliados hasta la propia artillería chilena, la que se defendió a
cañonazos, disparos de carabina y con el Batallón "Atacama", llamado
angustiosamente en su auxilio. En pleno ataque las compañías del primer
escalón de Villegas recibieron fuego del grueso o segundo escalón, debido
a que los soldados, parapetados en los calichales para evitar la mortal
artillería, disparaban sobre los chilenos en la cumbre para proteger el
avance de sus camaradas, sin darse cuenta que el fuego producía bajas
entre ellos, siendo rechazado el primer intento de conquista de la cumbre
del cerro.
Mientras tanto el ala derecha al mando de Buendía se aproximó a Dolores,
pero el fuego de la artillería desde 3 posiciones diferentes, con las baterías
Montoya, Frías y Carvallo y la acción directa del Regimiento 3º de Línea
detuvo a sus unidades, las desorganizó y las diezmó, impidiendo su
progresión. Un segundo intento no fue más feliz y las unidades retornaron
desordenadamente a las posiciones de partida luego de fracasado el
ataque.
El ala izquierda, mandada por Suárez avanzó para atacar a la cumbre
norte del cerro, sin embargo también fueron detenidos por el fuego de los
chilenos, en especial el extraordinario efecto de su fuerte artillería; mientras
tanto, Villegas era reforzado por una compañía del Batallón “Dalence” y
hacía el segundo intento de llegar a la cumbre y rodear del cerro, intento
infructuoso por la acción de la tropa enemiga. En el centro Villamil hacía un
extraordinario esfuerzo con 4 batallones para llegar a la quebrada que
divide el cerro norte del sur, sorpresivamente, las baterías de Urriola
abrieron fuego contra las tropas descubiertas, ocasionando grandes claros
y rompiendo su formación por la parte mas extrema de su ala izquierda; la
acción de los batallones "Aroma", “Victoria”, "Independencia" y
"Vengadores" fue detenida por segunda vez por la artillería e infantería
chilenas con grandes bajas, obligando a un repliegue desordenado hasta
retaguardia, junto a las Divisiones Velarde y Bolognesi, que casi no habían
combatido.
En ese momento varias unidades se replegaron desordenadamente y la
caballería aliada, creyendo todo perdido se comenzó a mover hacia el
norte, decretando el fin de la batalla y la derrota de los aliados. Viendo la
derrota, Villegas bravamente hace el tercer y último intento de llegar a las
cumbres del cerro y capturar la artillería chilena que tanto afectaba a las
unidades aliadas, se plegó a ellas una compañía del "Ayacucho" de
Buendía, luego de llegar hasta el cuerpo a cuerpo y tomar 3 cañones, los
chilenos reforzados por el Batallón "Coquimbo" detuvieron el ataque con
grandes pérdidas. Sangrante y herido, el general boliviano cayó en manos
de los chilenos.
La dispersión que siguió a la batalla fue tremenda, los artilleros peruanos
de la batería de Buendía dejaron sus cañones, se subieron a las mulas y ni
siquiera los destruyeron o clavaron, confusamente los jefes aliados trataron
de reunir a las tropas en el Porvenir, en ese momento los chilenos
recibieron por tren al “Bulnes”, que no llegó a combatir y ordenaron al
“Buín”, “Coquimbo” y al “Navales” bajar del cerro y atacar a los aliados que
escapaban.
Las unidades chilenas se dirigieron en masa a Porvenir, pero allí estaban
los 12 cañones de Castañón, esta vez les tocó a los chilenos, el
contraataque fue detenido a cañonazo limpio y las unidades volvieron a la
carrera al cerro. Un nuevo intento con la caballería más el Regimiento 3º y
el “Bulnes” corrió la misma suerte, confirmando que en la pampa cualquier
intento de ataque contra unidades de infantería apoyadas por artillería era
excepcionalmente riesgoso.
Luego de la batalla, los bolivianos se dirigieron a su patria, Buendía a
Tarapacá y Suárez se llevó a la Segunda, Tercera y Cuarta Divisiones
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hacia el Porvenir, casi completas como se explicó anteriormente;
uniéndoselas la primera y 12 piezas de artillería. El General Carlos de
Villegas, herido fue tomado prisionero, además cayeron heridos o muertos
300 hombres, en su mayoría de su división y unos 1000 prisioneros. Los
peruanos comenzaron su marcha el 20 en la madrugada hacia el norte
para llegar a Arica bordeando el desierto del Tamarugal, la retirada fue
penosa y los guías se extraviaron, recién en la mañana pudieron volver a
las vías, debiendo destruir y abandonar los últimos 12 cañones que
transportaban.
Los chilenos perdieron la gran oportunidad de aniquilar al ejército aliado
porque pensaban que la batalla se daría al día siguiente, llegando
refuerzos y tropas de Pisagua al mando del General Escala; sin embargo,
al despuntar el día se sorprendieron al no ver a nadie en el campo de
batalla enemigo, excepto los heridos y rezagados en un número de no más
de 100. Antes de partir los peruanos mandaron un relato de lo sucedido al
Coronel Ríos, para que evacue Pisagua e intente llegar a Tacna por Bolivia
o eludiendo a los chilenos.
8. La batalla de Tarapacá.
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desde Ilo a Ite, Sama y Arica, el camino del interior, desde Moquegua a
Buena Vista y Tacna, así como una serie de caminos de penetración que
unían los diferentes pueblos y caletas de la zona. Existía un ferrocarril que
unía Tacna y Arica y otro que unía Moquegua con Ilo.
b. Los planes aliados.
El mando aliado en 1879 había perdido los departamentos de Atacama y
Tarapacá respectivamente, con una nueva conducción política, a inicios de
1880 se tomó la decisión de continuar la guerra aplicando la defensiva
estratégica, para lo cual se establecieron y operaron 2 grandes núcleos de
fuerzas: Tacna - Arica y Lima, apoyados en lo poco que quedaba del poder
marítimo peruano actuando en una estrategia indirecta.
Esta decisión implicaba defender y fortificar estos 2 núcleos en espera de la
inminente ofensiva chilena, todos los medios debían ser acumulados para
lograr derrotar el ataque terrestre chileno, sobre cualquiera de los dos
puntos.
Estratégicamente era una actitud correcta, dada la superioridad naval
chilena; sin embargo, la distribución de fuerzas adquiría una importancia
vital, es decir, la elección de esfuerzo principal era definitiva para la guerra,
ya que los aliados no tenían posibilidad de mantener dos núcleos de la
misma magnitud, para ello debían definir donde irían los mayores esfuerzos
y concentrar todos los medios disponibles en el punto amenazado para dar
la batalla decisiva.
Esto se nota en la correcta elección del esfuerzo principal de los chilenos,
con las mejores unidades y el grueso de su ejército y armas pesadas en la
ofensiva, con tropas de instrucción en la zona conquistada y algunas
unidades de segundo orden en el territorio araucano.
Si bien existían dos opciones, Tacna - Arica y Lima, el sentido común decía
que la opción de Lima era la más remota, en principio por las extensas
líneas de comunicación con las principales bases chilenas, por la posibilidad
de eludir a la fuerza principal y retirarse a la sierra y el riesgo de dejar un
gran ejército a sus espaldas, capaz de efectuar una contraofensiva sobre las
provincias recientemente conquistadas.
Sin embargo, Piérola eligió Lima como su esfuerzo principal, donde
comenzó a formar un gran ejército de reclutas, en detrimento del ejército de
veteranos del sur. Aunque se puede aceptar que por un errado punto de
vista la capital fuera elegida como base de la defensa, lo que no tiene
explicación es la formación del Segundo Ejército del Sur al mando de Leyva
y con base en Arequipa, no sólo se desatendía a los veteranos, se los
condenaba a una muerte prematura mediante su debilitamiento en beneficio
de una fuerza simplemente innecesaria, cuyos medios y hombres deberían
haber sido destinados a Tacna.
Podemos ver que Piérola divide a sus fuerzas estratégicamente en 2
núcleos y tácticamente en 4, ya que ordena que Arica se separe de Tacna,
Arequipa sea independiente y Lima obtenga prioridad en todos los
elementos logísticos disponibles. Al renunciar al principio de masa da la
oportunidad a los chilenos para destruir a sus tropas en detalle, una por una,
como efectivamente sucedió.
Este comportamiento puede tener varias razones, las que interesan al
estudio histórico porque la guerra finalmente fue perdida por la decisión de
no apoyar adecuadamente al ejército aliado en Tacna. Una razón podemos
buscarla en el pasado revolucionario de Piérola, normalmente el hombre
aprende mucho de sus propias experiencias; en sus muchos intentos fallidos
de llegar al poder, este caudillo político notó que el que tenía la capital en
sus manos era el que triunfaba, tal vez por ello atribuyó tanto valor a Lima,
sin darse cuenta que en una guerra internacional las condiciones no siempre
son similares a las guerras internas.
Otra posibilidad está en la desconfianza que tenía en Montero, antiguo y
enconado enemigo político a quien difícilmente Piérola entregaría de buen
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grado armas y pertrechos; mucho menos aceptaría la posibilidad de un gran
triunfo que aumentaría la posibilidad de crecimiento político de un peligroso
adversario.
La última posibilidad es que Piérola, caudillo mesiánico y auto convencido
de su infalibilidad militar, brusco buscador de glorias, haya decidido dar y
ganar la batalla decisiva en Lima, convencido de que basta el entusiasmo y
la voluntad para sustituir la experiencia y los estudios militares.
No sabemos cual de estas causas motivó el debilitamiento del Ejército del
Sur, o si fueron una mezcla o todas ellas, pero una cosa es cierta a la luz del
estudio de los acontecimientos históricos: el haber formado otro ejército en
Arequipa y el haber debilitado al ejército aliado en Tacna, fuera por el motivo
que fuera, fue la causa directa de la derrota militar de los aliados ante Chile,
ya que la desaparición de los veteranos soldados del sur dejó sin ninguna
esperanza a Lima, aunque Piérola estuviera convencido de lo contrario.
En síntesis, se puede concluir que Piérola dio órdenes específicas de no
abandonar Tacna ni Arica, sin embargo, dio medios limitadísimos para
cumplir esta orden; no sólo no atendió los pedidos de su ejército, sino que
creó 2 ejércitos para no dar mucho poder a su enemigo político, el Almirante
Montero. Lo más probable es que Piérola nunca deseara de corazón una
victoria de Montero, ya que él estaba seguro de poder derrotar, en un caso
dado, a los chilenos en las puertas de Lima; pero nunca evaluó
correctamente el poderío militar chileno, ni sacó las conclusiones debidas de
las derrotas anteriores, llevando a las 2 naciones aliadas a un problema
estratégico prácticamente irresoluble.
c. Los planes chilenos.
Para el mando chileno, desde el punto de vista de la estrategia, el problema
anterior se repetía: ¿dónde atacar? Sin embargo esta vez sólo había 2
posibilidades: Lima o Tacna, ambas con sus desventajas y ventajas, el
comando chileno estaba profundamente dividido, unos por Lima y los otros
por Tacna.
Los partidarios de Lima creían que la mejor forma de acabar con la guerra
era atacar Lima y Callao, el corazón de la nación enemiga; una vez ocupada
esta, el resto caería por inercia, la Alianza estaría condenada y el Perú
debería resignarse a una paz impuesta por las armas. Este ataque debía
llevarse a cabo sin perjuicio de continuar con la política de separar a Bolivia
del Perú mediante el insidioso encanto de ofrecerle Tacna y Arica, proyecto
al que Santa María nunca renunció a pesar de la caída de Daza, con el que
hizo los mayores contactos, reanudando su oferta a Campero. Al respecto
podemos decir que Campero, al igual que Daza, se mantuvo fiel a la Alianza;
la diferencia estaba en que Daza era aficionado a las intrigas, mientras que
el viejo patricio que era Campero no quiso ni oír las ofertas chilenas.
Analizando la lealtad al Perú, a pesar que la oferta chilena era tentadora, los
bolivianos al mando de la nación nunca pensaron seriamente en aceptarla,
no por una lírica y sentimental amistad tradicional, sino por razones prácticas
basadas en el concepto de la lealtad debida. Si se aceptaba la propuesta
chilena la derrota del Perú era segura, asimismo era posible la sesión de
Tacna y Arica a Bolivia y con ello habríamos conseguido una excelente
salida al mar; pero también abríamos ganado en forma eterna un enemigo
con el estigma de la traición encima, con el agravante de la dependencia
futura de Chile para la defensa nacional; es decir, habríamos ganado a costa
de un antiguo amigo un nuevo amigo poco confiable y un enemigo definitivo.
Como se ve, no siempre lo que parece más práctico es lo mejor, ni lo menos
ético es lo más fácil.
Los partidarios de atacar Tacna consideraban los esfuerzos de Santa María
estaban destinados al fracaso y que la única manera de disolver la Alianza
era por medio de las armas, para ello se debía destruir al ejército peruano y
al expedicionario en Tacna; por otro lado, creían que era muy peligroso
atacar Lima dejando un gran ejército a retaguardia.
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Al final se impuso como objetivo estratégico Tacna, ya que el mando chileno
consideró que era muy riesgoso ir contra Lima, las razones para elegir este
objetivo fueron: el enorme alargamiento de las líneas de comunicaciones, el
riesgo de dejar una gran fuerza a retaguardia y el fracaso del intento de
eliminar la Alianza mediante una maniobra política.
El objetivo político planteado fue la disolución de la Alianza, el objetivo militar
fue la destrucción del ejército aliado en la zona de Tacna – Arica; lo cual era
lógico, puesto que la única forma para lograr lo primero era una acción
militar directa sobre el punto que resumía la unión peruano - boliviana:
Tacna.
Esta decisión era estratégicamente la más aconsejable y la más lógica, en
base a ella los chilenos comenzaron a acumular tropas y equipos, ya que
con las vías marítimas en su poder podían desembarcar donde mejor les
pareciese. A comienzos de febrero el mando chileno comenzó a tener el
mismo problema táctico que en la elección de Pisagua, ¿dónde
desembarcar? Inicialmente se llevaron a cabo una serie de incursiones
navales a las costas peruanas, a Moquegua, a Mollendo, Sama, Ilo y a
Arica, para descubrir puntos débiles y ver donde se debería desembarcar.
Una de las más profundas fue la expedición a Moquegua.
d. El desembarco de Ilo.
Después de escoger el puerto de desembarco, los chilenos comenzaron a
organizar el transporte en convoy de las tropas del Ejército de Operaciones,
mientras el Ejército de Reserva, situado en Iquique, debía avanzar a pié
hacia el norte e ir relevando a las divisiones estacionadas en Jazpampa,
Dolores, San Antonio y Santa Catalina, las que debían dirigirse al puerto de
Pisagua en orden con el objeto de embarcarse.
Para el transporte, se prepararon 19 buques con el “Blanco Encalada” a la
cabeza de las escoltas, las cuales se organizaron en dos escalones de
marcha.
El 18 de febrero embarcó la artillería, entre el 22 y el 24 embarcaron las 3
primeras divisiones del primer escalón, el 24 a las 13.00 partió de Pisagua el
convoy con rumbo al norte, llegando a Ilo el día 25 a las 11.00. El
desembarco se hizo de inmediato y sin ninguna resistencia, hasta las 18.00
los chilenos desembarcaron 5000 hombres. Tal como ocurrió en Pisagua,
todos los trenes, locomotoras, grúas, telégrafos y máquinas destiladoras
cayeron intactos en las manos de los chilenos, los peruanos apenas
alcanzaron a dar parte a Moquegua y Tacna antes de que los chilenos
tomasen la línea. Los chilenos terminaron tranquilamente el desembarco del
primer escalón, luego los barcos retornaron a recoger a la 4ª División y el 1º
de marzo todo el Ejército de Operaciones chileno estaba acantonado en la
zona de Ilo.
Una vez desembarcados, los chilenos procedieron de acuerdo a su táctica
habitual, es decir, se organizaron logísticamente y esperaron el ataque de
los aliados; al parecer estaban todavía afectados por Tarapacá y
consideraban que su derrota se debía al abandono de la defensiva y al
hecho de haber atacado a los aliados. Por lo tanto, al ver que no había una
reacción inmediata de los defensores, buscaron provocar el ataque
mediante una serie de acciones ofensivas limitadas.
Estas acciones se basaban en el convencimiento de que la opinión pública
peruana obligaría al poder político a tratar de recuperar los puertos perdidos,
mediante una ofensiva militar.
Dichas acciones estuvieron dirigidas contra puertos y ciudades cercanas,
entre ellas Mollendo y Moquegua.
e. Batalla de los Ángeles.
En vista de la inactividad aliada, el Ministro Sotomayor decidió avanzar
contra Tacna, sin embargo, como se sabía de la existencia de una división
peruana acantonada en Moquegua, a unos 36 km de Ilo, decidió destruirla
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primero y capturar la ciudad, para ello organizó una división reforzada al
mando del comandante de caballería, General Baquedano.
La división de Moquegua era la 10ª División del Ejército del Sur, pero como
a Piérola no se le ocurrió nada mejor que crear el Segundo Ejército del Sur,
esa unidad pasó a ser la 1ª División de dicho ejército, ante la desesperación
de Montero. Inicialmente el Coronel Velarde fue designado como su jefe,
pero Piérola decidió entregarle el mando a su fiel amigo el Coronel Andrés
Gamarra, hijo del general peruano muerto en Ingavi. Durante todo el mes de
enero se desató una pugna entre los coroneles Gamarra y Velarde, como
resultado no se enviaron tropas a Ilo y los chilenos desembarcaron
tranquilamente en febrero; luego de asumir el mando, Gamarra decidió no
moverse de Moquegua y dar batalla en la zona con las tropas bajo su
mando.
Los chilenos partieron de Ilo, puerto de Moquegua, el 12 de marzo,
organizados en 2 agrupamientos, uno montado al mando de Baquedano y
otro al mando del Coronel Muñoz; las unidades montadas llegaron a
Hospicio en la noche y continuaron en la mañana a Conde, donde esperaron
a la infantería.
La infantería y la artillería del segundo escalón tuvieron serios problemas
con el aprovisionamiento de agua, las condiciones que impone el desierto, la
poca agua transportada en el tren y las fallas en la distribución de las
caramañolas produjeron una situación explosiva cuando las tropas
enloquecidas por la sed intentaron buscar por su cuenta el agua faltante, al
extremo de tener que detener a cañonazos a los que intentaban
desbandarse en busca del líquido elemento. Recién el 14 en la tarde los
artilleros utilizando sus mulas y caballos fueron al oasis de Conde a recoger
agua para toda la tropa; ambos escalones se reunieron en Hospicio el 15 en
la noche y partieron el 17 rumbo a Moquegua junto a sus unidades
exploradoras.
Una vez que Baquedano tuvo idea de la cantidad de tropa enemiga, partió
con el grueso el 19, llegando a Moquegua a las 12 del mediodía, la cual
ocupó sin resistencia; enterándose que las unidades peruanas estaban
parapetadas en las alturas de los Ángeles, sistema montañoso poco
practicable, con grandes cuestas y con lugares de roca sólida que impiden el
paso de una fuerza militar, asimismo, pudo apreciar que esa posición era la
llave que permitía el paso a Arequipa, Bolivia o Tacna.
1) La batalla.
A las 9 de la noche del 21 de marzo de 1880 salieron Muñoz y Martínez,
llegando en la madrugada al lugar del ascenso, Muñoz intentó atravesar
la quebrada de Quilenquile, pero los peruanos tenían vigías y enviaron un
considerable refuerzo, por lo que Muñoz no pudo avanzar y tuvo severas
bajas; mientras tanto Baquedano tampoco avanzaba por lo escarpado del
terreno y el fuego enemigo. Los cañones de montaña de los chilenos
comenzaron a actuar y Muñoz avanzaba lentamente sobre el flanco de
los peruanos, el cual fue reforzado de inmediato por los defensores,
haciendo que la batalla sea cada momento más dura e indecisa; de
improviso, detrás del batallón peruano “Vengadores de Grau” que
impedía el ascenso de Muñoz, aparecieron los 600 soldados de Martínez,
quienes habían subido aferrándose a las rocas con sus bayonetas.
La acción sorpresiva de esta unidad obligó a los peruanos a replegarse
por las laderas y motivó una gran confusión entre los defensores que
detenían a Muñoz y Baquedano; en este momento culminante de la
batalla, Gamarra, en lugar de emplear su reserva, ordenó una retirada
general para no ser copado y abandonó el campo de batalla.
El resultado fue bastante leve para ambos bandos, 70 bajas peruanas y
53 bajas chilenas. No hubo persecución porque las tropas chilenas al
llegar a la cumbre estaban cansadísimas, por lo que las tropas de
Gamarra se retiraron a Arequipa sin mayores molestias.
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Si bien el número fue definitivo en la acción, no se puede sino admirar la
capacidad de Martínez para llegar a la retaguardia de los peruanos por un
camino que era considerado por éstos como inaccesible. La enseñanza
es doble: no hay caminos inaccesibles ni impracticables para la infantería
y el determinismo geográfico, es decir, dar por hecho que un accidente
geográfico no puede ser atravesado por el enemigo, como en las Ardenas
en la Segunda Guerra Mundial, es una forma de suicidio militar.
Tácticamente un encuentro de poca significación, pero estratégicamente
definitiva, tal es la batalla de Los Ángeles, ya que a partir de ese
momento Tacna y Arica estaban incomunicadas con Lima y con la sola
posibilidad de Bolivia como punto de apoyo; no pudiendo retirarse por
ordenes de Piérola, ni maniobrar por falta de medios, estaban condenado
a vencer o ser destruidos en una batalla decisiva. Sin haber tenido la
intención, los chilenos habían logrado separar al Primer Ejército del
Segundo, con lo que Piérola había alcanzado plenamente y con gran
éxito su objetivo de debilitar a Montero por celos políticos, olvidando que
la debilidad de una parte hace la vulnerabilidad del conjunto.
Un punto militarmente interesante fue el uso que hizo Gamarra de su
reserva, tuvo dos batallones y sólo los empleó para proteger la retirada, el
uso incompetente de estos batallones fue decisivo, ya que siempre hay
tiempo para escapar y la reserva se debe emplear para reforzar el éxito,
nunca la derrota.
f. La Batalla del Alto de la Alianza.
1) Los preparativos chilenos.
Luego de la victoria lograda en Los Ángeles y la ocupación de Moquegua,
dueños de la zona y con los dos ejércitos del sur peruanos y el ejército
boliviano aislados por la ocupación militar, los chilenos comenzaron a
preparar su avance sobre Tacna, ahora totalmente convencidos de que
era imposible atraerlos a una batalla defensiva, confiando plenamente en
su superior organización logística y en la posibilidad, siempre latente, de
forzarlos a una acción ofensiva al llegar a la zona ocupada por los
aliados.
Para ello se hicieron grandes esfuerzos para preparar la marcha sobre
Tacna, sobre la base de las experiencias anteriores de Tarapacá y las
nuevas adquiridas en la marcha sobre Moquegua.
En principio, se pidieron a Santiago 1000 mulas más y 200 carretas para
atravesar el desierto hasta Tacna, además se pidieron otros 700 caballos
para reemplazar a los enfermos o perdidos en las campañas; por otro
lado, más de 1600 soldados enfermos fueron enviados a descansar a la
zona de la Noria en la provincia de Tarapacá. No podemos dejar de
comparar estos hechos con las posibilidades logísticas de nuestro ejército
en Tacna, donde sus 5000 hombres llevaban un año en campamentos
improvisados, sin posibilidad de relevo ni descanso, excepto en caso de
enfermedad o muerte, con el hospital o cementerio como destino, sin el
consuelo siquiera de ser cubierto por la tierra patria que tan resignada y
valientemente defendían.
Luego de una serie de desavenencias entre el General Escala y el
Ministro Sotomayor, un incidente en el cual un coronel fue arrestado por
el general y su proceder desautorizado por Sotomayor, derivó en un
enfrentamiento directo entre ambos, que terminó cuando el general pidió
y obtuvo permiso para ir a Santiago a fin de presentar sus argumentos,
ocasión que aprovechó Sotomayor para deshacerse del comandante
general, enviándolo en un viaje sin retorno. En su lugar fue nombrado el
comandante de la caballería, General Baquedano, aumentando su poder
el “cucalón” Coronel Vergara, recientemente ascendido y futuro
comandante de la caballería a pesar de haber otros oficiales más
antiguos y de carrera.
Por otra parte, las tropas chilenas iniciaron una cuidadosa serie de
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acciones destinadas a mejorar la calidad de sus soldados, lo que incluía
ejercicios tácticos, formaciones de combate y tiro al blanco, al respecto
Baquedano fue más profesional que Escala y en poco tiempo las tropas
chilenas estaban mejor disciplinadas e instruidas, lo que aumentó su
capacidad de combate.
Para la marcha, Sotomayor estableció un servicio de depósitos de agua y
víveres a lo largo del itinerario previsto, en Hospicio, Locumba, Sama e
Ite.
En suma, las tropas chilenas quedaron listas para iniciar actividades
militares a finales de abril, restaba saber por donde llegarían a Tacna, es
decir, cuales serían los caminos que los conducirían hasta el enemigo.
2) Los preparativos aliados.
Los aliados permanecían en la zona de Tacna y Arica, amarrados a los
objetivos políticos a defender, por orden del gobierno de Piérola. Las
tropas peruanas, bajo el mando de Montero habían recuperado la
disciplina y la confianza perdidas durante el nefasto mando de Buendía,
al igual que las bolivianas, bajo el mando del Coronel Camacho; un
adecuado programa de instrucción y medidas inmediatas ante cualquier
intento de romper la disciplina hicieron de estas tropas un conjunto
homogéneo de veteranos curtidos y listos para ser empleados.
Además, reinaba un nuevo espíritu entre las tropas aliadas, en base a lo
ocurrido en Tarapacá, donde el daño ocasionado por la falta de una
política de trabajo conjunto y leal entre bolivianos y peruanos fue fatal
para la Alianza, tanto Montero como Camacho se esforzaron realmente
en zanjar toda diferencia y mantener unido el espíritu de camaradería
entre ambos. Sin influencia o desaparecidos los jefes que alentaban el
antagonismo, un saludable aire de camaradería y de optimismo renovó la
confianza de los soldados. Reveses habían existido, pero vendrían
tiempos mejores y confiaban plenamente en derrotar a los chilenos en las
cercanías de Tacna. Un ejemplo de esta nueva forma de ver la Alianza
fue la animosidad detectada entre los batallones “Colorados” de Bolivia y
“Huáscar” del Perú, por peleas de cantina, la reunión de 100 soldados y
sargentos de cada unidad, junto con una generosa provisión de comida y
bebida terminó con los recelos entre ambas unidades y una renovada
confianza y camaradería en los soldados aliados.
Lamentablemente en la parte material las cosas no andaban a la misma
altura que el espíritu, pues aparte del poco útil envío de vituallas y
pertrechos que trajo la “Unión”; el Estado peruano no había enviado nada
a sus sufridas tropas, ni hombres, ni materiales, ni armas, con las
implicaciones morales que esto traía aparejado.
La munición alcanzaba solo para un día de combate, pues los aliados
tenían no más de un millón de cartuchos, es decir, 100 tiros por arma, lo
que limitaba la calidad de la instrucción de tiro, además, prácticamente
estaba inmovilizado, por la falta de ganado y de carretas.
Por su parte, el ejército boliviano del Pacífico, se mantenía con los pocos
medios que el Estado podía asignarles, asimismo se reforzó a mediados
de abril con una división y unidades de caballería, como se verá más
adelante.
3) La batalla.
A las 07.00 de la mañana del 26 de mayo de 1880 salieron los chilenos
de Quebrada Honda, llegando a las 08.30 a la planicie llamada por
Campero “Alto de la Alianza”, la batalla comenzó con la llegada y
emplazamiento de la artillería chilena y el intercambio mutuo de
granadas, esta preparación y derroche de munición tuvo muy poco efecto
en ambos campos, ya que ni los artilleros aliados ni los chilenos sabían
utilizar las granadas Krupp tipo “Schrapnell”, diseñadas para explotar en
el aire mediante un mecanismo de relojería que debe ser regulado antes
del disparo, por lo que las granadas con espoleta de percusión se
enterraban en la arena floja y explotaban inofensivamente dentro.
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Después del gran despliegue de la artillería y de los fuegos de ambos
bandos sin frutos concretos, las unidades chilenas se desplegaron de
acuerdo a sus planes y a las 11.00 de la mañana comenzaron a avanzar,
con la 1ª División desplegada con un batallón al frente, 2 batallones
delante y 2 atrás: El “Valparaíso” en todo el frente, detrás los “Navales” y
el 1º del “Esmeralda”, detrás y en segunda línea el 2º del “Esmeralda” y
los “Pontoneros”.
La 2ª División colocó a sus 5 batallones en línea, el Regimiento 2º de
Línea, el Regimiento “Santiago” y el Batallón “Atacama”.
La 3ª División puso delante a 2 batallones del Regimiento “Artillería de
Marina” y detrás otros 2 batallones, el “Chacabuco” y el “Coquimbo”.
La 4ª División formó a todos sus batallones en línea, el “Zapadores”, el
Regimiento “Lautaro” y el “Cazadores del Desierto” precedidos de las
compañías de exploradores.
La Reserva formó con sus 3 regimientos, 1º, 4º y 3º de línea en columna,
con el “Bulnes” por detrás. La caballería se distribuyó a la izquierda y
derecha del dispositivo.
El plan de defensa se basaba en el apoyo de fuegos de la artillería para
desgastar al enemigo, el cual debía avanzar por la planicie bajo su efecto
hasta llegar al alcance de las vanguardias o “guerrillas” como se las
llamaba en la época; una vez que las unidades enemigas llegaban al
alcance de la línea principal, las tropas detendrían a los asaltantes
mediante el fuego, para luego con un vigoroso contraataque definir la
batalla expulsando al invasor.
Para cumplir con este plan, los aliados colocaron a sus vanguardias
delante de la línea principal, las cuales fueron reforzadas en mayor o
menor medida de acuerdo con la amenaza que los comandantes vieron al
frente.
La 4ª División chilena se acercó con cierto retraso con relación a las otras
unidades del escalón de ataque chileno, el Almirante Montero colocó 2
unidades bolivianas como vanguardia de su posición: el Batallón “Murillo”
y los “Zapadores”.
A pesar de las grandes bajas, la línea se sostuvo con la decidida acción
de los batallones peruanos “Lima Nº 11” y “Cuzco”, desplegados detrás
de los bolivianos y en la primera línea.
Los batallones bolivianos “Chorolque”, “Grau” y “Padilla” se adelantaron
como vanguardia y resistieron todo el peso del ataque de la vanguardia
chilena y en un momento dado atacaron con denuedo, logrando que la
vanguardia chilena se repliegue y se refugie en el escalón de ataque,
luego de 1 hora de combate, la lucha se estabilizó y los defensores
resistieron as pié firme el asalto araucano.
El ataque sobre el ala izquierda fue extraordinariamente fuerte, tanto por
la concentración de tropas chilenas como por la gran potencia de fuego
asignada como apoyo, lo que facilitó el avance de la 1ª División chilena,
para evitar su irrupción se envió a los batallones bolivianos “Sucre” y al
“Viedma”, los que reforzaron la vanguardia y se enfrentaron a los chilenos
en plena explanada, los que detuvieron en seco el avance chileno y se
lanzaron al contraataque, acto que diezmó sus filas y dejó el campo lleno
de cadáveres con la guerrera amarilla.
El “Viedma”, al verse rodeado, retrocedió y su movimiento contagió al
“Victoria”, peruano, el cual cedió sin combatir y se alejó a pesar de los
llamados de Campero y de su comandante. El claro fue ocupado por los
batallones “Huáscar” y “Misti” peruanos y “Tarija”, boliviano, los que a
punta de fusil detuvieron a duras penas la avalancha chilena, aunque las
2 unidades peruanas perdieron a sus comandantes, muertos en plena
batalla.
Camacho observó que el peso del ataque chileno estaba dirigido contra el
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ala izquierda, por lo que pidió refuerzos de inmediato. El victorioso ataque
chileno se detuvo delante de las posiciones aliadas y retrocedió
bruscamente al recibir un nutrido y violento fuego de infantería y artillería,
debido a que Camacho, al ver la gran cantidad de tropa que se le venía
encima ordenó que las piezas de artillería de Panizo se coloquen atrás y
a la izquierda de su ala, luego ordenó a la 4ª División peruana que vaya a
esa ala para evitar un envolvimiento y pidió a la 1ª División boliviana que
se extienda más aún sobre la izquierda.
Además obtuvo de Castro Pinto a la 5ª División peruana, reserva del
centro, la que fue enviada a cubrir la brecha entre la izquierda y la
derecha, con una clara idea táctica solicitó refuerzos de la reserva de la
derecha, poco amenazada en ese momento; Campero habló
personalmente con Montero y los batallones “Colorados” y “Aroma” se
trasladaron a la carrera al flanco más amenazado.
El Batallón “Alianza”, llamado “Colorados” por su guerrera roja, era la
unidad más famosa del ejército aliado, con tropas bien armadas y
equipadas, todos profesionales y con fama de valientes y fuertes por su
estatura superior a la normal, en síntesis, era una unidad de élite. Su
comandante accidental era el Teniente Coronel Felipe Ravelo.
El Batallón “Aroma”, cochabambinos al mando del Teniente Coronel
Balbino Doria Medina, eran una de las unidades de voluntarios del
ejército, con gran fama de valientes por su campaña en Tarapacá y sus
hombres sacrificados y tenaces. Sus guerreras eran de color rojo y sus
pantalones de color gris.
El comandante de esta temporal Agrupación “Colorada” era el
comandante del Batallón “Alianza”, Ildefonso Murguía, alto, fuerte y con
una gran fama de valiente, encabezó el ataque sobre las oleadas de
enemigos que intentaban perforar la línea de defensa aliada.
A las 14.50 la agrupación descendió a la carrera hacia las tropas
chilenas, mientras las bandas militares atacaban “la marcha de la
cantería”, bella y vibrante melodía militar, favorita de los “Colorados”,
cuyos sones marciales y algo tristes recordarían por siempre los
sobrevivientes de aquel titánico esfuerzo.
La agrupación avanzó en medio del tiroteo y a unos 500 metros de la
línea de defensa pasó por encima de los cadáveres de los “amarillos” del
“Sucre”, rumiando su dolor y su venganza a medida que la visión de los
cuerpos de sus camaradas exaltaba sus ánimos ya afiebrados por la
necesidad de combatir.
Encima, los soldados del “Esmeralda”, “Santiago” y “Navales” gritaban:
¿dónde están los colorados?, y la respuesta fue una furiosa marea roja
que apareció como una tromba Al grito de “amarrarse los calzones rotos,
que aquí entran los Colorados de Bolivia” la agrupación atacó
furiosamente y en una encarnizada lucha de una hora derrotaban y
hacían retroceder sangrientamente a los 11 batallones chilenos
empeñados en el ataque.
En ese momento, creyendo oportuno el contraataque, Camacho, con el
“Colorados” y el “Aroma” a la cabeza se lanzó en persecución de los
chilenos con las unidades peruanas y bolivianas, seguidos por Castro
Pinto y el Centro, la ola chilena vaciló y retrocedió rápidamente. La
persecución produjo la impresión de victoria en los Aliados y avanzó
exitosamente, pero a unos 1000 metros de sus posiciones fue detenida
por la masa de la caballería chilena, la cual en principio no pudo nada
contra los 6 “Cuadros” que disciplinadamente formaron los “Colorados”,
pero aunque los cuadros son muy efectivos contra los caballos, son un
blanco ideal en una pampa sin obstáculos. La infantería chilena, al ver
detenidos a sus atacantes y ofreciendo un excelente blanco, los acribilló
repetidamente ocasionando grandes bajas; aprovechando el momento, la
1ª, 2ª y 3ª Divisiones, reabastecidas de munición y reforzadas, volvieron
al ataque contra los batallones adelantados y expuestos en la planicie,
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obligándoles a detener el contraataque y volver a sus líneas de partida
con grandes bajas, tanto el comandante de la Agrupación como el del
“Colorados” habían caído gravemente heridos, así como más de 300
soldados de guerrera roja que yacían sobre la arena y cuya sangre se
confundía sus uniformes.
A la 15.20 de la tarde reanudaron su avance 3 divisiones chilenas, (10500
hombres) contra el ala izquierda de los aliados, que ya habían perdido al
General Pérez, al comandante del ejército boliviano, a 5 comandantes de
unidad y a un gran porcentaje de sus oficiales y soldados, cargando con
gran fuerza y tratando de envolver el ala. Sin municiones, sin reserva y
sin aliento, la izquierda cedió y retrocedió para no caer en la bolsa que
formaban los chilenos al rodearlos, lo que obligó al centro y la derecha a
ceder para no ser envueltos, en una tragedia sin parangón habían caído
3600 aliados y 2200 chilenos.
En el ala derecha la última resistencia fue llevada a cabo por los restos
del “Murillo”, los “zapadores”, los tacneños de la División “Solar” y los
artilleros del “Santa Cruz”; los que encerrados en el reducto resistieron
hasta el último hombre.
Dentro de los muertos como consecuencia del combate estaban los
generales bolivianos Juan José Pérez y Claudio Acosta, posteriormente
enterrados en Tacna, los Coroneles Agustín López y Felipe Ravelo, más
una gran cantidad de oficiales, sargentos y soldados, la cantidad exacta
de muertos nunca se va a saber con exactitud, pero de acuerdo con la
cantidad de heridos que sobrevivieron, unos 800 y los prisioneros unos
160, retornaron a Bolivia 2.600 hombres, es decir, murieron en el campo
de batalla un número mínimo de 1500 hombres de todos los grados, junto
con otros 1000 entre heridos y prisioneros, !qué enorme precio pagó el
ejército a nuestra patria en un momento tan infausto!
Sobre el comportamiento de las tropas peruanas y bolivianas en el campo
de batalla, fue excepcionalmente bravío y abnegado, lo mejor de las
tropas de ambos países se inmoló tratando de defender el suelo propio
en el caso peruano y amigo en el caso boliviano.
Los chilenos atacaron con valor, pero vencieron en base a su
abrumadora superioridad numérica y material, lástima por el repase,
actitud que ensombrece su victoria.
La batalla había concluido y las tropas sobrevivientes se dirigieron a San
Francisco, donde los camaradas y aliados que habían convivido y sufrido
juntos más de un año se separaron en una vibrante ceremonia. Las
tropas bolivianas se dirigieron hacia La Paz y Oruro, llegando a La Paz el
día 10 de junio, conduciendo a dos cañones Krupp trabajosamente
salvados de la derrota, hoy en el Colegio Militar del Ejército, y los
recuerdos de los miles de camaradas caídos en las arenas de Tacna.
Por su parte las tropas peruanas se fueron a Puno o Arequipa, la mayoría
de estos valerosos veteranos seguiría la lucha en Lima y en el norte.
Después de la batalla, se puede apreciar que las tropas peruanas no
hicieron ningún intento de retirarse hacia Arica, excepto 6 u 8 soldados
que eran naturales del puerto y que llevaron la noticia de la derrota a
Bolognesi. Es posible que Montero hubiera evaluado la situación como
perdida, ya que mediante un mensaje le dijo a Bolognesi que “la ira de
Dios había caído sobre el Perú” y que considerara una retirada a Arica
como una condena a muerte; de hecho, estaba en lo correcto, ya que al
renunciar unir a las fuerzas de ambas plazas fuertes para una batalla
decisiva, se habían arriesgado a ser destruidas una por una, como
efectivamente sucedió.
C. Guerra entre Chile y Perú.
Al contrario de Bolivia, en cuanto los chilenos
ocuparon Atacama y en plena paz, el Perú envió
unidades de su ejército profesional a la provincia
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de Tarapacá, pues veían que Chile no se detendría en el Loa y se aprestaron para
defender su territorio.
Para ello se envió una división con 2 batallones y una batería de artillería desde Lima,
las cuales llegaron a la probable zona de operaciones el 14 de marzo, desembarcando
en Iquique con el respectivo material de guerra.
El 25 de marzo desembarcó una segunda división con otros 2 batallones también
llegados de Lima. El 5 de abril, día en que Chile declara la guerra, fue nombrado
comandante del Ejército de Tarapacá el General Juan Buendía, viejo soldado cuya
personalidad y talento fueron puestos a dura prueba durante la campaña del sur y al
cual se deben no pocos acontecimientos sombríos para las armas aliadas. Sin
embargo, el Perú no fue sorprendido como Bolivia con un ataque rápido y devastador.
El 8 de abril llegaron a Iquique otros 3 batallones y la artillería peruana, el 12 se
completó la concentración con tropas llegadas del sur; el Perú previsoramente había
enviado a Tarapacá a todas sus unidades de línea, aún a riesgo de desproteger Lima.
Aquí se produce el llamado peruano a los bolivianos, al día siguiente de la declaración
de guerra decretando el Casus Foederis conforma al pacto de alianza defensiva
suscrita entre Bolivia y el Perú en 1873.
1. Operaciones marítimas.
El 13 de marzo la escuadra chilena surta en Antofagasta recibió a su
comandante, el Almirante Williams Revolledo, el cual tenía entre sus documentos
la orden de atacar a la escuadra peruana en el Callao, aprovechando que estaba
en plena tarea de mantenimiento luego de varios años de descuido; si no se
podía destruir a la escuadra por lo menos se la debía bloquear y aprovechar su
situación para ocupar Tarapacá con tropas terrestres.
Pero Revolledo pensaba que era una expedición demasiado arriesgada y
consideraba que no tenia buques transportadores de carbón adecuados para tal
tarea, por lo que decidió optar por otro plan mas cauteloso; dicho plan establecía
un inmediato bloqueo de Iquique y el hostigamiento de las costas del sur
peruano, con la finalidad de atraer a la escuadra peruana a una batalla naval
decisiva, para ello a partir del 5 de abril Iquique quedo bloqueada por una
división naval chilena. A pesar de la penosa situación de los navíos peruanos en
el Callao, los que requerían tiempo para entrar en operaciones, Revolledo les
concedía graciosamente este tiempo vital para entrar en campaña con un
mínimo de posibilidades. Retrospectivamente, parece que el plan chileno era
excesivamente cauteloso, ya que la marina peruana ganó tiempo con una
decisión que, dado el poderío chileno, era por lo menos discutible.
Un punto interesante es la partida de la flota chilena de Antofagasta, ésta llevo
anclas la noche del 3 de abril, llegando a Iquique el 5, por lo tanto en tiempo de
paz y 2 días antes de la declaratoria de guerra al Perú, se nota claramente que
todo estaba cocinado y solo faltaban los comensales. Resulta sorprendente que
se nos quiera hacer creer que la guerra fue imprevista como nos lo cuentan
algunos historiadores chilenos.
Es así que ante el prematuro movimiento chileno la guerra en el mar comenzó
en forma inmediata a la declaración de guerra, ya el 12 de abril se llevó a cabo el
primer combate naval. Sabedores los peruanos por el cable submarino que
estaba en funcionamiento entre Valparaíso y Lima que un buque de transporte
chileno, el “Copiapó”, se dirigía a Iquique desde el puerto indicado, se decidió
atacarlo para romper las líneas de comunicaciones enemigas; con este objeto,
zarparon de Lima la “Unión” y la “Pilcomayo”, conformando una División naval al
mando del capitán García y García. La Escuadra Chilena bloqueaba desde el
primer día de guerra los puertos de Iquique y Antofagasta, dividida en dos
agrupaciones, por lo tanto la división peruana se alejó de la costa para evitar
encontrase con los buques de guerra chilenos. Una vez al sur de Iquique y cerca
de Chipana, avistó el humo de un buque, el cual supuso era el “Copiapó”, sin
embargo, se toparon con la cañonera “Magallanes” que iba de Antofagasta a
Iquique llevando órdenes para el Ministro Sotomayor. Los buques peruanos
atacaron a la cañonera “Magallanes”, pero con poca puntería, lo que sumado a
su mayor andar y a sus cañones impidieron a los barcos peruanos destruirla;
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luego de 3 horas de combate en las que los tres buques apenas se tocaron, la
“Magallanes” se fue a Iquique y los buques peruanos al Callao.
La audaz incursión aliada a las líneas de comunicaciones marítimas chilenas
causo conmoción en el Mapocho, no solo por su gran superioridad marítima mal
utilizada, sino principalmente por la falta de acción y agresividad que demostraba
su comandante. La opinión pública influyó decisivamente y pidió a gritos aniquilar
de una vez por todas a la flota peruana, el Almirante Revolledo, intranquilo por la
falta de éxitos, decidió llevar sus naves al norte y atacar la base del Callao, para
terminar con la flota enemiga y ganar los lauros de la victoria.
Sin embargo, al final de las semanas generosamente regaladas por Revolledo, la
flota peruana al fin estaba lista para el combate, reorganizada en dos divisiones
navales y puestos al punto los cañones y las máquinas. El 16 de mayo de 1879
salió del Callao la primera división naval, compuesta por el “Huáscar”, al mando
de Grau, el “Independencia” al mando de Moore y los transportes “Chalaco”,
“Limeña” y “Oroya”, iban apoyados por el lento “Manco Cápac” de la segunda
división, con proa a Arica, escoltando al Presidente Prado y a 4000 soldados
destinados a reforzar al Ejército del Sur.
La salida de Prado fue producto del empuje de la opinión pública, la cual no
quería que el presidente boliviano tome el mando de la zona de operaciones de
Tarapacá, tal como lo estipulaba el tratado de la Alianza, por lo que urgió al
mandatario a asumir el comando general de ambos ejércitos y al mismo tiempo a
reforzar la provincia amenazada.
Del lado chileno, como vimos anteriormente, la presión de la opinión pública
obligó a Revolledo a llevar anclas con rumbo al Callao; efectivamente, el mismo
día que partía la flota peruana, es decir el 16 de mayo, salieron los buques
chilenos al norte, dejando a la “Esmeralda” y la “Covadonga” bloqueando a
Iquique. Como los chilenos viajaban lejos de la costa, para evitar ser detectados
por el enemigo, y los peruanos junto a ella por motivos obvios, ambas flotas se
cruzaron en el mar sin verse, lo cual no es raro pues ninguna destacó buques de
reconocimiento.
Los chilenos llegaron al Callao y se encontraron con la sorpresa de ver solo a la
“Pilcomayo” y a la “Unión”, protegidas por artillería de costa, por los nuevos
torpedos y por la gran cantidad de barcos extranjeros que impedían una
adecuada acción de guerra. Todo ello hizo que Revolledo, con buen tino,
decidiera volver al sur, sin atacar el Callao y sin haber podido destruir al
enemigo.
Entretanto, la flota peruana llegó a Mollendo y por informaciones de los
habitantes y agentes supo que el grueso de la flota chilena navegaba hacia al
Callao y que dos barcos chilenos, la corbeta “Esmeralda” al mando del Capitán
Pratt y la “Covadonga” al mando de Teniente Condell se mantenían bloqueando
Iquique. Por otro lado, recibieron informes de un convoy chileno con 2500
soldados que se estaba moviendo de Valparaíso a Antofagasta.
Luego de llegar a Arica, El presidente peruano, ya reunido con Daza y
posiblemente a su iniciativa, vio la oportunidad de destruir una parte de la flota
enemiga y ordenó que el “Huáscar” y el “Independencia” se dirijan a Iquique para
sorprender y destruir a las naves enemigas bloqueadoras, atacar al convoy que
venía de Valparaíso y finalmente amagar sobre la base ocupada chilena de
Antofagasta, para tratar de destruir las maquinas destiladoras de agua.
2. Combate de Iquique.
En las primeras
horas de la
madrugada del 21
de mayo de 1879,
los dos blindados
peruanos llegaron a
Iquique y
rápidamente se
aproximaron para
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atacar a los buques chilenos; a pesar de su notoria inferioridad, eran 2 blindados
contra 2 buques de madera, estos se dispusieron a dar combate delante de las
tropas peruanas que observaban con grandes vivas a sus barcos desde el
puerto. El combate fue inicialmente entre el “Huáscar” y las dos naves chilenas,
al aproximarse el “Independencia” el buque chileno “Covadonga” intento huir
hacia el sur, cerca de la costa, seguido por el buque peruano. Mientras tanto el
“Huáscar” atacó con sus cañones a la “Esmeralda”, el cual se defendió con poca
esperanza, ya que sus cañones no podían perforar el blindaje del navío peruano.
La lucha duró varias horas y se hizo larga por la poca puntería de los artilleros
del “Huáscar”, lo que sería crónico a lo largo de la campaña, por lo que Grau
decidió hundir a su enemigo mediante su enorme espolón de hierro, que
sobresalía hacia delante en la superestructura del buque. Un primer intento se
vio frustrado por la hábil maniobra de Pratt, que logró poner a su buque casi
paralelo durante el choque, un segundo intento fue más fructífero, aunque no
determinante; sorpresivamente, Pratt acompañado sólo por un sargento y un
marino saltaron sobre la cubierta del “Huáscar”, avanzaron hacia el puente y
sable en mano trataron de capturar la nave. La valerosa e insólita arremetida
terminó cuando los tres fueron acribillados por los marineros peruanos, otros 12
valientes de la “Esmeralda” imitaron a su capitán, ultimaron a un oficial peruano y
terminaron con 8 muertos y 4 capturados por los marinos peruanos. A pesar de
ese despliegue de valor, el “Huáscar” retrocedió y atacó por tercera vez al
“Esmeralda”, el cual fue cogido de lleno y se partió en dos hundiéndose con la
mayoría de su tripulación de 140 hombres, el resto, 60 hombres, fue
trabajosamente rescatado por el “Huáscar”.
Aquí comete Grau un gravísimo error, ya que al rescatar a la marinería del buque
chileno pierde una valiosa hora, mientras que el “Independencia” seguía a la
“Covadonga” en una ruta muy cercana a la costa, notándose la poca
maniobrabilidad del buque peruano y su incapacidad para alcanzar o acorralar al
buque chileno.
En medio de esa persecución, frente a Punta Gruesa, cuando el blindado
intentaba espolonear a la “Covadonga”, chocó contra un arrecife; no se sabe a
ciencia cierta si fue atraído intencionalmente por el buque chileno, cosa dudosa,
o simplemente al intentar escapar tuvo la suerte de no chocar con ella, sea por
su poco calado o por simple fortuna, mientras que el buque peruano si colisionó
por su mayor calado y su poca suerte, factor que nunca debe desdeñar un buen
comandante y que normalmente acompaña a los competentes.
Como sea, el buque chileno aprovechó la ocasión para terminar a cañonazo
limpio con el “Independencia”, aunque tuvo que huir apresuradamente cuando
apareció el “Huáscar”, el cual cometió el segundo error del día: en lugar de
seguir y destruir al dañado buque chileno, dedicó su valioso tiempo a rescatar a
los sobrevivientes del “Independencia”; los cuales podían valerse por si mismos
por estar tan cerca de la costa o en último extremo, acudir a la vieja regla militar
que todo concepto personal desaparece ante las necesidades operativas y en
ese momento la mayor necesidad operativa era destruir a los dos buques de
guerra chilenos.
Se puede apreciar que para los coaligados esta fue una gravísima derrota táctica
y estratégica, ya que de un golpe desparecía casi la mitad de la flota peruana
desde el punto de vista cualitativo y se perdía toda posibilidad razonable de
enfrentar con éxito a los blindados chilenos. Por primera vez surgía la posibilidad
real y palpable de una derrota en las mentes y los corazones de los aliados, la
flota peruana veía a los negros nubarrones aproximarse y ambas naciones
depositaban sus esperanzas en el último acorazado que le quedaba: el
“Huáscar”.
3. Campañas del “Huáscar” y su pérdida.
Después de la batalla de Iquique, el blindado peruano quedó como la última
esperanza aliada en el mar, para ello y a partir del 25 de mayo el “Huáscar” inició
una serie de acciones de corso, destinadas a interrumpir las líneas de
comunicaciones marítimas de los chilenos; estas campañas fueron 7 y en ellas el
blindado y su extraordinario comandante lograron éxitos sensacionales,
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desproporcionados a la pequeñez de su navío, contrapuestos a la grandeza de
sus corazones.
En su primera campaña el blindado peruano incursionó los puertos bolivianos
cautivos, al llegar a Mejillones destruyó varias lanchas enemigas, recobró e
incendió la goleta “Clorinda”, previamente capturada por los chilenos y sin
posibilidades de ser remolcada. Atacó las fortificaciones del puerto de
Antofagasta y rastreó sin poder interceptar el cable submarino, en los días
subsiguientes atacó y destruyó otras lanchas enemigas, recobró la goleta
peruana “Caquetá” y apresó al transporte chileno “Emilia”. En su itinerario de
retorno fue avistado y perseguido por el “Blanco Encalada”, sin que pudiera darle
alcance.
El 2 de junio, el “Huáscar” inició su segunda campaña, en ella volvió a toparse
con el “Blanco Encalada” y la “Magallanes”. Luego de un intercambio de
cañonazos sin ningún efecto en ambos bandos, el blindado se dirigió al Callao, a
objeto de limpiar sus fondos. En este puerto recibió la orden telegráfica de
Prado de iniciar una nueva campaña en julio.
El 6 de julio se inicia la tercera campaña, en ella tocó Arica y se acercó a
Iquique, al llegar a Antofagasta capturó al transporte artillado “Matías Cousiño”,
allí cometió otro gravísimo error, ya que en lugar de hundirlo de inmediato,
esperó a que su tripulación abandone el buque y se ponga a buen recaudo; en
esas circunstancias apareció la ““Magallanes””; rápidamente el “Huáscar” atacó
con todas las posibilidades de hundirlo, pero la aparición inesperada del
“Cochrane” lo obligó a una precipitada retirada a Arica.
El 16 de julio los chilenos bombardearon Iquique, por orden de Prado el
“Huáscar” y la “Unión”, comandada por el Capitán Aurelio García y García,
iniciaron la cuarta campaña naval al día siguiente. En ella tocaron varios puertos
chilenos y capturaron a las naves chilenas “Adelaida”, “Jancy Jack” y “Adriana
Lucía”, las cuales transportaban cobre, carbón y salitre, enviándolas al Callao.
Sin duda la presa más valiosa que apresaron fue el transporte “Rímac”, previo
ataque con sus cañones de 300 libras, este era un reconocido y eficiente
transporte artillado que en ese momento llevaba un escuadrón de caballería
completo perteneciente al Regimiento “Carabineros de Yungay”, al mando del
Teniente Coronel Manuel Bulnes. De acuerdo al “Mercurio” cayeron en poder de
los aliados 260 hombres, 200 caballos, 500 fardos de pasto, 700 toneladas de
carbón, 300 sacos de cebada, 300 uniformes para el Batallón “Valparaíso”, 500
pares de botas, 100000 cartuchos y 200 odres para el transporte de agua, los
fusiles fueron arrojados por la borda por los chilenos para evitar su captura por el
enemigo. La captura del “Rímac” provocó un aluvión de protestas en la
ciudadanía chilena que creía, con justificada razón, que no era posible que la
poderosa escuadra chilena no pudiera cuidar de sus propios transportes y
permitiera que un pequeño acorazado cometa tantas acciones impunes contra
su larga línea de comunicaciones.
Entretanto, el 31 de julio la “Unión” salió hacia el estrecho de Magallanes, para
capturar dos transportes cargados con armas para el ejército chileno, el
“Glenelg” y el “Zena”. Después de 20 días de navegación, y de haber cargado de
carbón sus alacenas a punta de cañón en Punta Arenas, tocó otros puertos
australes del continente y se anotició que los transportes ya habían pasado
hacia puertos chilenos, por lo que retornó a su base en el Callao.
La quinta campaña del “Huáscar” comenzó el 1º de agosto, esta vez en
compañía del “Rímac”, su misión era atacar al “Cochrane” en Caldera, donde se
sabía había sido remolcado por el transporte “Itata” probablemente por fallas en
sus máquinas pero realmente por habérsele acabado el carbón; como dicho
barco estaba en Coquimbo, el “Huáscar” intentó llegar a ese puerto chileno, pero
una tormenta lo obligó a regresar a su base. Luego tocó varios puertos chilenos
con poca fortuna, ya que no encontró presas a su disposición, por lo que el
blindado peruano se conformó con un retorno seguro.
El 22 de agosto el “Huáscar” inició su sexta campaña, escoltando al transporte
“Oroya”, luego incursionó en los puertos de Caldera, Coquimbo y Taltal. Al
retornar el día 28, el “Huáscar” encontró ancladas en Antofagasta a las corbetas
54 - 55
“Magallanes” y “Abtao”, atacándolas a las 13.00, las cuales se defendieron
apoyándose en la artillería de costa del puerto; la gran cantidad de barcos
neutrales dificultó las operaciones, las cuales fueron suspendidas un poco antes
del anochecer, cuando la llegada de un buque hizo creer a los peruanos que se
trataba del “Blanco Encalada”, por lo que presurosamente se retiraron hacia
Arica donde arribaron el 31 de agosto, no si antes destruir 6 lanchas chilenas en
los puertos intermedios. El intercambio de granadas entre el “Huáscar”, la
“Magallanes”, la “Abtao” y la artillería de costa costó al primero un oficial muerto y
un herido, a la “Abtao” serios daños y varios cañones de las baterías de costa
destruidas o neutralizadas.
En Chile, las campañas del “Huáscar” llevaron al gobierno a una situación sin
salida, ya que la opinión pública exigía acciones contra las incursiones del
monitor, lo que originó una serie de desavenencias entre los jefes militares
terrestres y marítimos; asimismo, se exigía cambios en el gabinete ministerial. La
primera medida tomada por el gobierno fue relevar de su mando al Almirante
Williams Revolledo, cuyo prestigio había disminuido mucho por la fallida
incursión al Callao, para no hablar de las impunes acciones de corso del
“Huáscar”; el nuevo jefe de la marina era el Capitán Galvarino Riveros, cuya
afición a la bebida era el único impedimento serio que el gobierno tenia sobre él.
Una vez al mando, el flamante Almirante Riveros ordenó de inmediato levantar el
bloqueo de todos los puertos peruanos, Revolledo ya lo había hecho de mottu
propio de Iquique lo que apresuró su destitución, y llevar sus buques a las
bases chilenas para el mantenimiento de sus máquinas y la limpieza de sus
fondos.
Para ordenar las operaciones, se reorganizó a las unidades de combate,
suprimiéndose el comando de la marina, a partir de ese momento en manos del
Presidente Pinto. Se establecieron dos divisiones navales en base a cada uno
de los poderosos gemelos; la primera, llamada división ofensiva, al mando del
propio Galvarino Riveros e integrada por el “Blanco Encalada”, la “Covadonga” y
el “Matías Cousiño”. La segunda, denominada división defensiva, asignada como
apoyo al ejército, a órdenes del Capitán de Fragata Latorre, compuesta por el
“Cochrane”, el “Loa” y la “O’higgins”.
El plan chileno era bastante simple y efectivo, consistía en buscar al “Huáscar”
con una división naval por delante y una por detrás, de manera que cuando una
de las divisiones lo avistase, estableciera de inmediato el contacto y lo condujera
a un lugar entre ella y la división que lo seguía. A partir de ese momento la
primera prioridad chilena era destruir al “Huáscar”, dado su poderío naval
conjunto, de alguna manera la suerte del acorazado peruano estaba echada.
4. Ataque a Tarapacá.
Luego de conquistado el primer objetivo, la superioridad naval, los chilenos se
plantearon la ocupación de Tarapacá y la destrucción del ejército aliado
acantonado en ese lugar, para ello se desechó la posibilidad de avanzar por
tierra, por las grandes dificultades que ello imponía a la tropa, decidiéndose el
desembarco en uno de los puertos de ese departamento. Durante el tiempo que
duró la campaña marítima los chilenos habían llevado a cabo una serie de
actividades de recolección de información, tales como el envío de agentes para
observar la cantidad y calidad de las tropas enemigas, reconocimientos de sus
costas y puertos, recolección de medios para el desembarco, marchas de
entrenamiento y movimientos ofensivos de experimentación para determinar la
cantidad de agua y las municiones necesarias para la campaña; en pocas
palabras, se tomaron todas las previsiones para tomar la decisión más adecuada
y garantizar el éxito de las operaciones.
Además se nombró un nuevo ministro de guerra en Santiago: el General Basilio
Urrutia, un nuevo ministro de relaciones exteriores: Domingo Santa María y un
nuevo ministro del interior: Antonio Varas. Con vista a las operaciones, se
construyeron en los astilleros grandes cantidades de lanchas de desembarco, se
importó una gran cantidad de munición de Europa, se artillaron los transportes,
se compraron carretas y mulos, se artillaron los puertos secundarios, se
reclutaron nuevas unidades y se creó un ejército de reserva.
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No se pudo evitar una seria divergencia entre los políticos y los militares, a raíz
de mantener la decisión política de centralizar las operaciones desde Santiago,
colocando a civiles como representantes del gobierno, con atribuciones de
comando sobre los comandantes supremos terrestres y marítimos, todo ello en
contra de las más elementales formas de manejo operativo militar.
Estos civiles, cuya ingerencia en las operaciones, sobre todo terrestres no puede
ser despreciada, eran llamados burlonamente por los militares “cucalones”, en
recuerdo del periodista peruano Cucalón, que se ahogó al caer al mar desde el
“Huáscar”, mientras acompañaba y daba consejos militares a los marinos
peruanos; de ellos el más famoso fue el Coronel de la reserva Francisco
Vergara, cuya actuación en la guerra tuvo matices sorprendentes y por
momentos francamente inesperados.
Todas estas laboriosas actividades desplegadas por los chilenos habían
fortalecido considerablemente al Ejército del Norte, el que prácticamente estaba
listo para su expedición en la provincia de Tarapacá, quedando por definir el
lugar.
Se desechó la idea de atacar directamente a Iquique, por ser la sede del poder
militar aliado; la idea era escoger un puerto con aguas profundas y poco
defendido, las opciones eran Pisagua y Junín al norte de Iquique y Patillos si el
desembarco se llevaba a cabo en el sur. Mejillones del Perú fue desechado por
su ubicación y por el mar bravío característico de sus accesos marítimos.
V. CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DEL PACIFICO.
En Chile Durante el transcurso de la Guerra del Pacífico, el progreso de Chile no se vio
interrumpido; por el contrario, la guerra estimuló el desarrollo de la economía industrial, lo
que contribuyó al financiamiento del Ejército en campaña. Terminado el conflicto, Chile
consolidó su presencia en el norte del país al aumentar su territorio, convirtiéndose en el
país más importante de Latinoamérica en las costas del Pacífico. Gracias a la expansión de
su territorio, logró valiosas riquezas naturales que impulsaron la actividad económica del
país. Durante la presidencia de José Manuel Balmaceda (1886-1891), los principales
ingresos de nuestro país provenían básicamente de la industria salitrera; sin embargo, el
mercado internacional era muy inestable en este sentido. Por lo mismo, Chile debía intentar
estabilizarlo estableciendo un equilibrio entre la oferta y la demanda, algo no muy fácil si
pensamos que la industria del salitre se encontraba totalmente bajo el control de los
ingleses, los que solo buscaban beneficio personal. Es así como el gobierno -una vez
terminada la guerra- se dedicó a planear la forma de reconstituir la propiedad de la industria
del salitre y explotarla en beneficio nacional. Entre 1884 y 1886 se realizó una alianza entre
los productores para reducir la producción, ya que en ese entonces el mercado se
encontraba bastante saturado. Sin embargo, esto no dio resultado y la provincia de
Tarapacá reinició su actividad productiva, logrando un gran auge junto a la provincia de
Antofagasta. A raíz del mismo auge de las salitreras, muchos individuos emigraron de sus
hogares para venir a Chile, entre los que se contaron trabajadores del Chile central, Bolivia y
Perú, ingenieros y técnicos de Europa y comerciantes. La inmigración fue tan grande que la
población de Antofagasta pasó de 5.384 habitantes en 1875, a 21.213 diez años más tarde,
y la de Tarapacá, de 39.255 a 45.086, en el mismo período. Por otro lado, los aranceles
sobre el salitre beneficiaron ampliamente la construcción de nuevas obras públicas, como
puertos y ferrocarriles, obras sociales y refuerzos para las fuerzas armadas. También, una
vez finalizada la Guerra del Pacífico se incrementaron el cultivo de trigo en el sur y la
vitivinicultura en el centro, y las empresas industriales de producción de bienes de consumo
se expandieron. Finalmente, y gracias a los créditos recibidos por su buena reputación,
Chile modernizó sus principales ciudades, los servicios de sanidad y la educación, y realizó
la construcción de grandes edificios. En Bolivia A diferencia de nuestro país, la Guerra del
Pacífico constituyó para Bolivia uno de los episodios más dramáticos de su historia. Su
ejército fue totalmente derrotado, lo que le significó la pérdida del único territorio con salida
al mar que poseía. Desde ese entonces, y hasta el día de hoy, el no tener acceso al mar ha
significado un problema para esta nación. Además, el territorio que perdió a manos de Chile
le significó un gran deterioro en su economía, debido a la pérdida del salitre, por lo que su
crecimiento distó mucho del auge que vivió nuestro país. Por otro lado, aunque Bolivia pudo
haber crecido gracias a la producción de plata, las variaciones en el precio de este metal
impactaban fuertemente en la economía de esa nación, teniendo su mayor crisis en 1900,
cuando su valor colapsó en el mercado internacional. Así, el estaño ocupó el lugar de la
56 - 55
plata, como consecuencia del agotamiento de las minas europeas de este metal, momento a
partir del cual los capitales provenientes del viejo continente, Estados Unidos y Chile
compitieron con los capitalistas bolivianos por el control de las minas de estaño. En Perú Al
igual que Bolivia, Perú no tuvo un buen recuerdo de su paso por la Guerra del Pacífico, ya
que su participación significó la derrota de sus fuerzas. A diferencia de Chile, que no detuvo
su progreso durante la guerra, Perú sufrió grandes divisiones sociales; por un lado estaban
los campesinos indígenas, y por el otro, los terratenientes, creándose fuertes pugnas entre
ellos. Por otra parte, las principales exportaciones del país habían sido el guano, el salitre y
el azúcar; sin embargo, el bloqueo de Chile a todo el territorio donde se producían, durante
la guerra, había dejado al Perú en la ruina. Tras la guerra, la molestia de peruanos y
bolivianos hacia nuestro país se explica básicamente por los grandes beneficios que los
nitratos trajeron a Chile. Sin embargo, el triunfo chileno no tuvo que ver únicamente con la
economía; las repercusiones del conflicto influyeron notablemente en las sociedades de
estos tres países. Chile salió de la guerra con un ejército bastante más poderoso que el
original, y la expansión de su territorio ayudó mucho al desarrollo del país. Perú y Bolivia, en
cambio, enfrentaron sociedades extremadamente desmoralizadas producto del desenlace
de la guerra, lo que hizo imposible un desarrollo normal de sus pueblos. Por el contrario, la
Guerra del Pacífico fue el detonante que permitió a Chile consolidarse como una de las
potencias sudamericanas de la época
A. EN CHILE.-
Durante el transcurso de la Guerra del Pacífico, el progreso de Chile no se vio
interrumpido; por el contrario, la guerra estimuló el desarrollo de la economía industrial,
lo que contribuyó al financiamiento del Ejército en campaña. Terminado el conflicto,
Chile consolidó su presencia en el norte del país al aumentar su territorio,
convirtiéndose en el país más importante de Latinoamérica en las costas del Pacífico.
Gracias a la expansión de su territorio, logró valiosas riquezas naturales que impulsaron
la actividad económica de este país. Durante la presidencia de José Manuel Balmaceda
(1886-1891), los principales ingresos de nuestro país provenían básicamente de la
industria salitrera; sin embargo, el mercado internacional era muy inestable en este
sentido. Por lo mismo, Chile debía intentar estabilizarlo estableciendo un equilibrio entre
la oferta y la demanda, algo no muy fácil si pensamos que la industria del salitre se
encontraba totalmente bajo el control de los ingleses, los que solo buscaban beneficio
personal.
Es así como el gobierno -una vez terminada la guerra- se dedicó a planear la forma de
reconstituir la propiedad de la industria del salitre y explotarla en beneficio nacional.
Entre 1884 y 1886 se realizó una alianza entre los productores para reducir la
producción, ya que en ese entonces el mercado se encontraba bastante saturado.
Sin embargo, esto no dio resultado y la provincia de Tarapacá reinició su actividad
productiva, logrando un gran auge junto a la provincia de Antofagasta. A raíz del mismo
auge de las salitreras, muchos individuos emigraron de sus hogares para venir a Chile,
entre los que se contaron trabajadores del Chile central, Bolivia y Perú, ingenieros y
técnicos de Europa y comerciantes.
La inmigración fue tan grande que la población de Antofagasta pasó de 5.384
habitantes en 1875, a 21.213 diez años más tarde, y la de Tarapacá, de 39.255 a
45.086, en el mismo período.
Por otro lado, los aranceles sobre el salitre beneficiaron ampliamente la construcción de
nuevas obras públicas, como puertos y ferrocarriles, obras sociales y refuerzos para las
fuerzas armadas.
También, una vez finalizada la Guerra del Pacífico se incrementaron el cultivo de trigo
en el sur y la vitivinicultura en el centro, y las empresas industriales de producción de
bienes de consumo se expandieron.
Finalmente, y gracias a los créditos recibidos por su buena reputación, Chile modernizó
sus principales ciudades, los servicios de sanidad y la educación, y realizó la
construcción de grandes edificios.
B. EN BOLIVIA.-
A diferencia de Chile, la Guerra del Pacífico constituyó para Bolivia uno de los episodios
más dramáticos de la historia. El ejército fue totalmente derrotado, lo que le significó la
57 - 55
pérdida del único territorio con salida al mar que poseía.
Desde ese entonces, y hasta el día de hoy, el no tener acceso al mar ha significado un
problema para el Estado.
Además, el territorio que perdió a manos de Chile le significó un gran deterioro en la
economía, debido a la pérdida del salitre, por lo que su crecimiento distó mucho del
auge que vivió Chile por ejemplo.
Por otro lado, aunque Bolivia pudo haber crecido gracias a la producción de plata, las
variaciones en el precio de este metal impactaban fuertemente en la economía de
Bolivia, teniendo la mayor crisis en 1900, cuando su valor colapsó en el mercado
internacional. Así, el estaño ocupó el lugar de la plata, como consecuencia del
agotamiento de las minas europeas de este metal, momento a partir del cual los
capitales provenientes del viejo continente, Estados Unidos y Chile compitieron con los
capitalistas bolivianos por el control de las minas de estaño.
C. EN PERÚ.-
Al igual que Bolivia, Perú no tuvo un buen recuerdo de su paso por la Guerra del
Pacífico, ya que su participación significó la derrota de sus fuerzas. A diferencia de
Chile, que no detuvo su progreso durante la guerra, Perú sufrió grandes divisiones
sociales; por un lado estaban los campesinos indígenas, y por el otro, los terratenientes,
creándose fuertes pugnas entre ellos.
Por otra parte, las principales exportaciones del país habían sido el guano, el salitre y el
azúcar; sin embargo, el bloqueo de Chile a todo el territorio donde se producían,
durante la guerra, había dejado al Perú en la ruina.
Tras la guerra, la molestia de peruanos y bolivianos hacia nuestro país se explica
básicamente por los grandes beneficios que los nitratos trajeron a Chile. Sin embargo,
el triunfo chileno no tuvo que ver únicamente con la economía; las repercusiones del
conflicto influyeron notablemente en las sociedades de estos tres países.
Chile salió de la guerra con un ejército bastante más poderoso que el original, y la
expansión de su territorio ayudó mucho al desarrollo del país. Perú y Bolivia, en cambio,
enfrentaron sociedades extremadamente desmoralizadas producto del desenlace de la
guerra, lo que hizo imposible un desarrollo normal de sus pueblos. Por el contrario, la
Guerra del Pacífico fue el detonante que permitió a Chile consolidarse como una de las
potencias sudamericanas de la época.
V. ENSEÑANZAS Y EXPERIENCIAS.
A.- Esta guerra nos ha demostrado que la falta de atención o presencia del Estado en
regiones
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donde existen riquezas naturales trae consigo que los Estados vecinos debido a sus
necesidades busquen satisfacer las mismas invadiendo o arrebatando las riquezas
mencionadas.
B.- La falta de estabilidad política y social trae consigo que la población en general este
mas preocupada por las ansias de poder o de llegar al mismo que por los temas de
seguridad y defensa, dejando de lado el espíritu cívico patriótico que debe contar
todos los habitantes de un determinado Estado.
C.- La falta de material y equipo así como de instrucción militar hace que cuando se
presente una amenaza no estemos preparados para hacer frente, destruir o neutralizar
la misma.
D.- La pérdida de los territorios que nos permitían la salida al mar nos ha truncado el
desarrollo de nuestro país.
E.- Es necesario que la población en general este consiente que el amor a la patria es lo
mas importante puesto que con este fervor patriótico no permitiremos mas el abuzo de
fuerzas foráneas que buscan satisfacer sus necesidades sobre la base de los Estados
que cuentan con los recursos necesarios.
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