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El escritor de Lorica se ganó un lugar en la historia colombiana al demostrar que la literatura es divertimento. Aquí
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Sin duda que hay una oralidad fría. Que comunica pero no emociona. Que transmite una información, pero que no
conmueve. Que puede vencer, pero que le es difícil convencer. En el caso del escritor David Sánchez Juliao, que
acaba de cumplir cuatro años de muerto, su oralidad era caliente, reverberante y vertiginosa. Oralidad para
convencer.
David poseía un enorme anecdotario; de allí surgían sus historias. Era buen oído. Buen preguntón. Atendía bien.
Tenía buena memoria. Recordaba las anécdotas. Y las que no recordaba las inventaba, que es una forma válida de
recordar. Y lo de él no era solo costumbrismo sinuano o caribe, era indagación y expresión de una cosmogonía, de
fácilmente la cadena seductora de la oralidad. Y fue por esa oralidad caliente que incursionó en la denominada
“literatura-casete”, lo cual le dio a esa fase de su creación un tinte de vanguardia. Él afirmaba que para llegar a los
pueblos de cultura iletrada, se debía y podía echar mano de los avances tecnológicos, sin cometer ningún pecado.
Y lo hizo.
Inicialmente en casetes para grabadoras, que el campesino podía llevar al monte y oírlos mientras trabajaba con el
machete, o podía escuchar en su rancho de palma descansando en una hamaca de fibra de plátano. Muchos de sus
cuentos fueron grabados por él y se consiguen como CDs. Allí está consignada para el resto de los tiempos su
oralidad formidable. Inclusive, David utilizó más la voz y dejó grabados más textos propios que el maestro Jorge
Zalamea, quien abrió la trocha en ese ámbito con El sueño de las escalinatas.
Acogidos al concepto de oralidad caliente, un vistazo a la cuentística de Sánchez Juliao nos hace inferir la sucesión
de tres etapas literarias. La primera, signada por el testimonio social; la segunda, por la fábula y el humor crítico; y
1ª. En la primera etapa ubicamos los libros “¿Por qué me llevas al hospital en canoa, papá?” e “Historias de Raca
Mandaca”. (Aunque la inclusión de este último en el género del cuento, por sus dimensiones, puede ser discutible).
En estos textos, el autor, desde diferentes perspectivas, nos muestra la problemática social –que también es
económica, cultural, política, familiar e individual– que padecen los campesinos de la región del Sinú; las luchas
que sostienen contra la adversidad, la pobreza, la exclusión. Y, ante todo, contra el hambre. Las de Sánchez Juliao
no son construcciones meramente estéticas. El discurso, que pertenece cronológicamente a los años 70 del siglo
XX, tiene un carácter contestatario: impugna al gamonal, al político oportunista que en tiempos de elecciones va
de pueblo en pueblo ofreciendo cosas irrealizables, al uniformado que en vez de defender al expoliado, lo humilla;
en fin, Sánchez Juliao describe la fatalidad que rodea a las clases campesinas del Sinú. Fatalidad que posee nombre
propio: tierra. Porque ése es uno de los problemas por los cuales aún se sigue matando indiscriminadamente en
Debe señalarse que esos textos en donde la lucha por la tierra está presente, configuran gran parte de las
características de la literatura del Sinú colombiano, pues desde la década del cuarenta del siglo XX ya se había
iniciado esta narrativa con la novela Tierra Mojada del maestro Manuel Zapata Olivella. Luego, Guillermo Valencia
Salgado (El Compae Goyo) dejó inscritas estas circunstancias en su poemario costumbrista El Sinú y otros cantos.
Más tarde el malogrado poeta Jorge García Usta, en su compacto y barroco Monteadentro, utilizando un
surrealismo telúrico, denunció en versos magníficos esta agonía del hombre de la ruralía y el dolor (Léase
Sinuanía: “… Aquí, la tierra pone en el rostro/ un historial de resabios”). En todas estas creaciones los contrarios
están, lógicamente, en pugna, y estructuran la solidez del discurso estético. Estos contrastes también se plantean
en la cuentística de Sánchez Juliao. Y así, en sus textos (léanse En una noche clara y Nosotros habíamos maniatado
la lástima), prevalece la voz coloquial del campesino que se ve sometido al engaño, al ultraje, al despojo, como
2ª La segunda etapa tiene dos valiosas expresiones narrativas: El arca de Noé y Nadie es profeta en Lorica.
El primer texto lo constituyen un conjunto de fábulas, cuentos cortos, apólogos y apuntes de diversa etiología. Es
una oralidad caliente y breve. Ironiza lo humano: hace ver lo vano, lo estúpido y lo salvaje que es el hombre. No
desde el ojo de sus semejantes (supuestamente seres racionales), sino desde la mirada animal. El animal observa lo
que el hombre no ve. Siempre agudo, siempre cuestionador su ojo. Sánchez Juliao metaforiza al hombre, y en esta
acción discursiva hay una lúdica mordaz, que revela con cierta fidelidad el imaginario cultural predominante.
? "Cucarachita Martínez" asume una enseñanza muy actualizada: la de la gente que se dedica a vivir del crédito y
? "Gatica Viloria" se va a Estados Unidos buscando mejoría y pompa para, al regreso, contar su historia de
? En "¿Quién fue primero, el huevo o la gallina?", la moraleja está clara: busca lo fundamental y no te confundas
discutiendo pendejadas.
? "Las noches de Lechuza Martínez" es la adquisición dolorosa de la claridad: la condición humana, sencillamente,
da pesar.
? En "El niño y la mariposa" nos damos cuenta de que ha pasado el tiempo, de que de la expresión romántica se ha
pasado a la circunstancia atrabiliaria. Qué tiempos aquellos, los de 1906, cuando don Rafael Pombo cantaba:
"Mariposa /vagarosa /rica en tintes y /en donaire /¿qué haces tú de /rosa en rosa? /¿de qué vives en /el aire?"
? "¿Cuándo se ha visto que los pájaros le tiren a las escopetas?" es una joya que enseña a derribar los mitos. No
importa que terminen en muertos, heridos y en desbandada: algún día los pájaros tenían que tirarle a las
escopetas.
? En "La palabra tiene la palabra" hay una muestra de ironía, verdad e imaginación. Podemos divertirnos y pensar:
? "Más vale pájaro en mano" nos enseña que la sociedad poco gusta de la sensibilidad poética, y la castiga de la
? "Historia de un cacareo" recuerda la distancia que existe entre el decir y el hacer; entre el ser que habla de lo que
va a hacer cuando llegue al poder, y lo que realmente hace. Decir es tan fácil.
? “Historia de tres perros muy perros", es una muestra de practicidad: cuando las circunstancias aprietan, todas
? "El zancudo, el único contra quien el gringo nada pudo", nos hace recordar a don José María Vargas Vila. En la
breve narración los mosquitos terminan perdiendo por el invento del "insecticida spray", pero no hay duda de que
? No quiero terminar este rápido paneo sin mencionar el relato "Bocachico Puche", dedicado al maestro de la
cultura popular Benjamín Puche Villadiego. Escrito con indudable solvencia, es la historia de un bocachico que no
quería estudiar para ser doctor. Él quería estudiar para ser auténtico: para ser bocachico. Se retiró de la
universidad y se metió a aprender miles de cosas en los andurriales de la vida. Y desde allí salió a enseñar en todos
los laberintos de la ciénaga. Es el texto más largo del libro y uno de los más significativos.
La segunda expresión la forman los cuentos del libro Nadie es profeta en Lorica, textos tocados por el humor
crítico. Pues no otra cosa se concluye cuando analizamos varios de sus cuentos: “La fiesta de Joe”; “Acab Nomar y
las serpientes”; “El hombre de la lengua larga”; y “Fulanito de Brigard, ha muerto”. En estos se maneja la literalidad
del proverbio popular, la presencia de lo transgresor. La burla declarada. El adagio es una síntesis de la praxis del
hombre. Es generacional, sistémico, porque –en cierta forma– en él está acumulada la memoria de la tradición
oral; por tanto, el adagio reúne las voces de la experiencia y de la sabiduría. No es una metáfora de la vida; es una
acción real, es palabra verdadera e inevitable. Oralidad caliente. Carnavalización, como señalan los críticos
literarios. Por eso Joe y los invitados a su fiesta, por ejemplo, tiran físicamente la casa por la ventana; Acab es
perseguido por culebras verdes, que no son otra cosa que sus acreedores; a Apolonio Domínguez hay que mandarle
a hacer dos cajas: una para él y otra para su lengua; y Fulanito de Brigard muere de pena luego de pisar, por
accidente, a la esposa del alcalde. Vemos, entonces, cómo Sánchez Juliao trastorna la semántica y el sentido
3ª La tercera etapa evidencia la plenitud del habla popular de la región Caribe. Comprende, entre otros, los relatos
El Pachanga, El Flecha, Abraham Al Humor y la novela Buenos días, América. En estos, sin llegar a localismos
lingüísticos, es indiscutible la idiosincrasia costeña que hace del lenguaje un sistema amplio, diverso, violador de
normas y con un matiz evocativo. Lo cual encaja con lo que escribió Wilheim von Humboldt cuando afirmó que el
Abraham al Humor es una especie de gracioso reportaje, en donde la destreza oral y narrativa de Sánchez Juliao
da una demostración cabal. Quien haya conocido el habla de un “turco”, sabe que el trabajo fonético del escritor
loriquero ha dado en el blanco. La fonética de don Abraham, dueño del Almacén El Barata, se oye en la escritura. Y
Cuando caracterizaba el lenguaje, Noam Chomsky sostenía que una de las cualidades de éste era la creatividad.
Palabras textuales de Chomsky: “Las ilimitadas posibilidades del pensamiento y de la imaginación se reflejan en el
aspecto creador del uso del lenguaje. El lenguaje proporciona medios finitos, pero posibilidades infinitas de
expresión” . En el Caribe colombiano semejante aseveración cae exacta, pues aquí esta es una práctica cotidiana y
necesaria. Con la palabra se construye, se destruye, o se desmitifica la vida. Como sucede con los tipos de La
Hernia en el cuento Abraham Al Humor. Este es un grupo de desocupados que se la pasa hablando de las
intimidades ajenas. Pero La Hernia (Se nombra así porque un día pasó por la plaza una señora y, al verlos
chismoseando, les increpó: “-Míralos: se van a herniar, carajo, de tanto trabajar”) tiene una función lingüística
definida: darle dinamismo al lenguaje, enriquecerlo, chomskiarlo, si se acepta el neologismo. Oralidad caliente de
la brava. La Hernia, en el relato, es la Academia de la Lengua de Lorica. No sólo recopila, conserva, legitima;
Ya sabemos que el nombre es una imposición, igual que la lengua en la individualidad. Pero los apodos son una
denominación que en forma consciente alguien le endilga a otra persona. Es decir, el apodo es una imposición
consciente, quizá no consentida, y pretende obedecer a una relación audaz entre la palabra y la figura o el
comportamiento del sujeto apodado. Los casos de El Flecha y El Pachanga, cuentos del libro en mención, son
buenos ejemplos.
A El Flecha lo apodan así porque en una pelea de boxeo en Montería aprovecha un apagón para salir huyendo
cuando lo tiran a la lona. Dice el personaje con su lenguaje de bacano: “Yo soy un caso único en el boxeo de este
país: un boxeador al que la gente bautiza el día que se retira. Desde ese día soy el veloz, el súper-rápido, el
ultrasónico, el rompecandao, el vuelamásquelviento, the arrow, El Flecha”. Su apodo corresponde a una actitud
cobardona del tipo. El vulgo aprovecha la oportunidad para fregar al otro y dinamizar el sistema lingüístico.
Con El Pachanga sucede algo un poco diferente. A él, de entrada, no le gusta su nombre. Un nombre “barro”: José
de Jesús Negrete. Este necesita una denominación más identitaria, que sea recíproca con su modo de actuar, de
vivir y de pensar. Ésta la encuentra en la música, en la salsa. Primero se la endilga al camioncito que maneja: La
Pachanga. Luego, la gente empieza a llamarlo a él, El Pachanga. Por asimilación metonímica, el nombre del
Lorica. Comienza con la creación de una emisora en esta localidad del Sinú. Y describe todo lo que David Lavalle,
turco, de gustos exquisitamente refinados, tuvo que hacer para fundar la Radio Progreso de Córdoba (R.P.C.).
Esta novela no parece que se leyera, sino que se escuchara; en ella la voz del vendedor de plátano, la del pescador,
la del sembrador de yuca, pero especialmente, la voz del primer locutor de la emisora, El Pupi, o José Paternina, es
la voz reunida de toda la provincia del Bajo Sinú: alegre, jocosa, pícara, llena de vida. El pueblo se identifica
plenamente con esta emisora, y la toma como a su Dios: sólo cree lo que esta dice.
Pero, ¿quién es América? América es una dulce y hermosa joven, el alma de la novela y de Lorica. Su gracia y
belleza atraen a varios hombres de la región, pero especialmente a José Paternina, quien, para halagarla y
demostrarle su amor, la saluda al comenzar sus transmisiones cotidianas: “Buenos días, América”. Muchos, en
forma ingenua, creyeron que era que la emisora, por lo potente, ya se escuchaba en todo el continente americano,
y se sintieron orgullosos.
Uno de los pasajes más divertidos de la novela, lo constituyen los mensajes que se enviaban (y aún se envían) por la
emisora a los campesinos de las veredas vecinas; los avisos de muertos, por ejemplo, terminaban diciendo: “Por
los gastos del velorio que no se preocupen, que el mismo muerto en el bolsillo de atrás lleva la plata”.
Es en esta tercera etapa en donde Sánchez Juliao interpreta con más profundidad el ethos Caribe, donde se
oralidad caliente. Ante todo, su humor sacrílego, herético, que pasa por encima de las cosas y los sentimientos más
trascendentales y sagrados. Incluso, por encima del mismo hombre que casi siempre quiere impresionar con su
pompa inútil.
* Catedrático universitario. Coordinador de El Túnel, de Montería, Colombia. Cuentos suyos han sido traducidos
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