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el monóxido de carbono, cuya cantidad varía entre 4-22 mg por cigarrillo según la marca. Si se inhala
el humo, se retiene una cantidad mayor de monóxido de carbono. Aunque la mayor parte del gas se
elimina con el aire espirado, potencialmente es muy peligroso. La capacidad del monóxido de
carbono para combinarse con la hemoglobina es 300 veces superior a la del oxígeno y en
consecuencia el monóxido de carbono desplaza al oxígeno de la sangre. Los estudios han
demostrado que, en las personas que fuman 15-25 cigarrillos al día, el 6-7 % de su hemoglobina
disponible está combinada con monóxido de carbono y por lo tanto no se encuentra disponible para
el transporte del oxígeno. Dado que el rendimiento físico de una persona depende, tal como ya
hemos explicado, de la capacidad de su cuerpo para transportar oxígeno, esto reduce
significativamente la capacidad del fumador para el ejercicio. El «bloqueo» de la hemoglobina como
transportador del oxígeno no produce problemas mientras el fumador está en reposo, pero durante el
ejercicio físico los efectos son evidentes. El fumar cigarrillos regularmente puede reducir la absorción
máxima de oxígeno en un 9-10 %.
El humo del tabaco también contiene alquitrán que los fumadores absorben (6-33 mg) por cigarrillo
según la marca. El alquitrán es un potente irritante de las vías respiratorias y de las membranas
mucosas y además es muy carcinogénico.
En resumen, el fumar cigarrillos afecta la condición física porque el monóxido de carbono reduce la
capacidad de la sangre para transportar el oxígeno y la nicotina afecta a la producción hormonal y
por ello aumenta la frecuencia del pulso. Dado que los efectos de la nicotina duran varias horas y se
puede tardar más de 24 horas en eliminar el monóxido de carbono del organismo, no se debería
fumar durante las 24 horas antes de una sesión de entrenamiento o competición.