Está en la página 1de 7

Bloque 7- La Restauración Borbónica.

Implantación y afianzamiento de un nuevo sistema


político

7.1. La Restauración Borbónica (1874-1902): Cánovas del Castillo y el turno de partidos. La


Constitución de 1876.
Tras la inestabilidad del Sexenio Democrático, la burguesía anhelaba el restablecimiento del
orden, necesario para la marcha de sus negocios, que identificaba con la restauración de la
monarquía en el hijo de Isabel II, Alfonso XII. El principal valedor de Alfonso XII fue Cánovas del
Castillo, quien redactó e hizo firmar al príncipe el Manifiesto de Sandhurst, en el que exponía al
pueblo español sus ideales religiosos y sus propósitos conciliadores.
En este contexto, el 29 de diciembre de 1874, tuvo lugar el pronunciamiento del general Martínez
Campos en Sagunto en favor de la Restauración Borbónica. En enero de 1875 el nuevo monarca
regresaba a España.

Cánovas del Castillo y el turno de partidos


Cánovas del Castillo, aparte de preparar la entronización de la casa de Borbón en España,
también diseñó el sistema político por el cual se había de regir la monarquía a partir de entonces
(sistema canovista).
Siguiendo el modelo político de Gran Bretaña, la dinámica del sistema de la Restauración para su
estabilidad política requería la existencia de dos partidos políticos fuertes y dominantes sobre los
demás grupos políticos: bipartidismo.
El primero de estos dos partidos políticos era el Partido Conservador (aunque su nombre real era
Partido Liberal Conservador), presidido por el propio Cánovas. Integraba a los antiguos
moderados y miembros de la Unión Liberal. Estaba integrado por aristócratas y grandes
propietarios y estaba apoyado por los grupos de presión católicos.
El segundo partido era el Partido Liberal (llamado durante un tiempo Partido Liberal Fusionista),
dirigido por Sagasta e integraba a los antiguos progresistas, así como a un sector de los
demócratas y otros grupos. Estaba apoyado por la burguesía industrial y comercial, funcionarios,
profesionales liberales y amplios sectores de la población urbana.
A estos dos partidos se les llamaba partidos dinásticos y eran partidos de cuadros (formados por
élites). Ambos monopolizaron las mayorías parlamentarias y se alternaron pacíficamente en el
poder siguiendo el denominado “turnismo” o “turno de partidos”, cuyo objetivo era evitar que
ninguno de los dos partidos quedara excluido del poder y tuviera que recurrir a los
pronunciamientos, asegurando así la estabilidad del sistema político. El turnismo también impedía
el acceso al poder de los grupos hostiles a la monarquía borbónica (carlistas, republicanos,
obreros).
El procedimiento del turno de partidos se llevaba a cabo de esta manera:
1
1-El rey pactaba con los líderes de ambos partidos un cambio del partido al que le correspondía
gobernar.
2.- El rey disolvía las Cortes y convocaba nuevas elecciones, que debidamente manipuladas,
proporcionaban la mayoría necesaria al partido que empezaba a gobernar.
3.- El partido saliente del gobierno se convertía en oposición, y esperaba hasta que llegaba su
nuevo turno.
Debido a la existencia del turnismo, cada uno de los dos partidos aceptaba las principales
medidas que tomara el otro cuando tuviese el poder y las diferencias ideológicas entre ambos
partidos se hicieron cada vez menores, haciéndose casi imperceptibles.
La manipulación electoral se llevaba a cabo de la siguiente manera:
1.-Desde Madrid se comunicaba a los gobernadores civiles de las provincias los resultados
electorales que se pretendía obtener en ellas.
2.- En cada capital de provincia el gobernador civil elaboraba la lista de los candidatos que debían
de salir elegidos (“encasillado”)y daba las instrucciones correspondientes a los caciques locales.
3.- El caciquismo fue el instrumento esencial de la manipulación electoral. Los caciques
(normalmente terratenientes) eran personalidades con poder económico e influencias en los
pueblos que actuaban para que salieran los candidatos fijados. El cacique manipulaba a todas las
personas que dependían de ellos (sus trabajadores, personas que necesitaran una licencia
administrativa o un empleo, o bien, personas que no quisieran enemistarse con él) para que
votaran al candidato fijado.
En el caso de que todas estas medidas no tuvieran éxito se recurría al “pucherazo”, que consistía
en cambiar antes del recuento la urna verdadera por otra con los votos deseados, o en añadir
votos falsos para inclinar el resultado a favor del candidato previsto.
La capacidad de manipulación y fraude era mucho menor en las ciudades que en el medio rural.
Debido a todo ello, el sistema político de la Restauración no era más que una fachada
institucional para ocultar el verdadero control del poder – económico, social y político –por parte
de una reducida oligarquía.

En 1885 murió Alfonso XII. María Cristina de Habsburgo se convirtió en Reina regente. En estas
circunstancias se produjo el Pacto de El Pardo: Cánovas cedió a Sagasta la jefatura el Gobierno,
lo que significó la consolidación del régimen.

La Constitución de 1876
Se caracterizaba por su contenido breve y flexible, basada en la Constitución de 1845 pese
contener algunos derechos de la Constitución de 1869. Sus principales rasgos fueron:
-La soberanía era compartida. Residía en la Cortes con el rey.

2
-Se otorgan grandes prerrogativas al rey: Mantenía el poder ejecutivo, nombraba y separaba
libremente a los ministros, sancionaba y promulgaba las leyes y, convocaba, suspendía y disolvía
las Cortes.
-Las Cortes eran bicamerales y tenían un poder limitado.
.El Senado estaba formado por tres grupos: los senadores vitalicios por derecho propio (alta
nobleza, clero, altos cargos de la administración…), senadores vitalicios elegidos por el rey, y
senadores elegidos por los mayores contribuyentes y las corporaciones del Estado
. El Congreso de los Diputados era electivo pero la Constitución no definía el tipo de sufragio. A
principios de la Restauración fue elegido por sufragio censitario y, más adelante, por sufragio
universal masculino.
-Los derechos fundamentales reproducían en gran parte los de la Constitución de 1869 pero se
encontraban más limitados y la mayoría se regularon por leyes posteriores.
-La religión católica era definida como la oficial del Estado y se prohibían las manifestaciones
públicas de cualquier otra religión, aunque se reconocía la libertad individual de culto.

7.2. La Restauración Borbónica (1874-1902): Los nacionalismos catalán y vasco y el


regionalismo gallego. El movimiento obrero y campesino

La oposición al sistema de la Restauración estuvo formada por los carlistas, los republicanos, los
movimientos nacionalistas y obrero y campesino.

Los nacionalismos catalán y vasco y el regionalismo gallego


Estos movimientos buscaban en algunos casos objetivos moderados, como la creación de
instituciones propias o la consecución de la autonomía administrativa para las regiones; y en
otros, más radicales: lograr la independencia de sus territorios, que consideraban auténticas
naciones.

El nacionalismo catalán:
Ya en desde los años treinta, en el contexto del Romanticismo, se había iniciado en Cataluña el
movimiento literario y cultural conocido como Renaixença, que trataba de recuperar la lengua y
cultura catalanas.
El nacionalismo catalán apareció durante el Sexenio Democrático y era representado por el
federalismo, que reivindicaba una Cataluña integrada en un conjunto de estados españoles
federados. Ya durante la Restauración, el antiguo político republicano Valentí Almirall fundó el
Centré Catalá, que presentó a Alfonso XII el Memorial de Greuges (Memorial de Agravios), una
serie de reclamaciones.

3
En 1891 se fundó la Unió Catalanista que elaboró al año siguiente las Bases de Manresa,
documento en el que se proponía la autonomía y el restablecimiento de las instituciones
tradicionales catalanas como la Generalitat. En 1901 se fundó el primer gran partido catalanista,
la Lliga Regionalista, liderado por Prat de la Riba y Francisco Cambó, de ideología conservadora
y apoyado por la burguesía y clases medias catalanas.

El nacionalismo vasco
Surgió como reacción contra la abolición de los fueros en 1876, tras la tercera guerra carlista. De
raíces rurales rechazó el proceso de industrialización porque provocaba la llegada de inmigrantes
(a los que denominaba maketos) y una profunda transformación de las viejas estructuras rurales
del territorio, hechos que alteraban la identidad del país. El principal ideólogo del nacionalismo
vasco fue Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco en 1895. A partir de este
momento el nacionalismo osciló entre las posturas independentistas y las que pedían autonomía.

El regionalismo gallego
Apareció como una reacción frente al atraso y la marginación de la cultura tradicional gallega,
siendo su principal teórico Alfredo Brañas. El regionalismo gallego se limitó a reivindicar la
descentralización administrativa y el uso de la lengua gallega pero no llegó a constituir un partido
político fuerte.

El movimiento obrero y campesino


El proletariado urbano y rural sufría duras condiciones laborales y de vida que fueron la causa
de los conflictos de los jornaleros andaluces y de los obreros de las principales ciudades
industriales. Este movimiento se expandió rápidamente en el último tercio del siglo XIX gracias a
la fundación de la Primera Internacional (1864), que difundió las nuevas doctrinas socialistas y
anarquistas; el reconocimiento del derecho de asociación que recogía la Constitución de 1869 y la
fuerte inestabilidad política de la I República. El movimiento obrero, tras un período de
decadencia al principio de la Restauración, se recuperó tras la creación de la Ley de
Asociaciones de 1887 por el gobierno de Sagasta, que legalizaba las organizaciones obreras.

Dentro del movimiento obrero español se distinguieron dos grandes tendencias:


-Anarquismo: Alcanzó gran relevancia numérica y social, especialmente entre los trabajadores
industriales de Cataluña y los jornaleros de Andalucía. En 1870 se creó la Federación Regional
Española de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), con una fuerte influencia del
anarquismo de Bakunin, que propugnaba una sociedad sin autoridad política ni propiedad privada
y defendía el colectivismo y la libertad individual, rechazando la participación política. Pronto se
constituyeron federaciones locales, especialmente en Cataluña, Andalucía y Valencia.
4
El anarquismo español se dividió en dos tendencias: la anarco-sindicalista, partidaria de la
creación de sindicatos, y a la que perteneció la Federación de Trabajadores de la Región
Española (FTRE) fundada en 1881, y la partidaria del terrorismo para conseguir el cambio
político. Dentro de los atentados terroristas destacaron los de la Mano Negra en Andalucía, el
atentado del Liceo en Barcelona (1893) o el asesinato del propio Cánovas (1897). Ante este
problema, el gobierno reaccionó con una durísima represión indiscriminada, generándose una
espiral de violencia.
-Socialismo: En 1871 llegó a Madrid Paul Lafarge, yerno de Marx, que se consagró a difundir el
criterio de Marx de creación de una sociedad comunista, sin clases ni propiedad privada y que
para conseguir dicho objetivo era necesario acceder al poder político.
En 1879 Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español, un partido con escasa
influencia en sus primeras décadas y que a partir de 1888 se reorganizó y dotó de un sindicato: la
Unión General de Trabajadores (UGT). Dicho sindicato empleó la negociación, las demandas al
poder y la huelga con el fin de mejorar las condiciones de los trabajadores. En 1910 Pablo
Iglesias logró el primer escaño del partido por Madrid.

Paralelamente a la difusión del movimiento obrero, la Iglesia promovió la creación de cooperativas


y círculos de obreros de inspiración católica con el fin de hacer frente a los problemas sociales y
frenar el acercamiento de los obreros a las doctrinas socialistas y anarquistas. Sin embargo, la
implantación e influencia del sindicalismo católico, apolítico e interclasista, fue siempre menor que
la de los sindicatos anarquistas y socialistas.

7.3. El problema de Cuba y la guerra entre España y Estados Unidos. La crisis de 1898 y
sus consecuencias económicas, políticas e ideológicas.
La guerra que Cuba inició en 1868 por su independencia concluyó con la Paz de Zanjón de 1878,
que concedía una amplia amnistía y mejoraba las condiciones políticas y administrativas de la
isla. Poco después se abolió la esclavitud. Sin embargo, la insurrección siguió latente por las
aspiraciones de los criollos y los intereses de EEUU, que controlaba casi la mitad de las
exportaciones de la isla.
En 1893, Antonio Maura, ministro de Ultramar, propuso la autonomía de Cuba, Puerto Rico y
Filipinas, pero este proyecto fue rechazado por el Parlamento. En 1895 se produjo en Cuba el
grito de Baire, que reinició la insurrección en Cuba, dirigida por José Martí, Máximo Gómez y
Antonio Maceo. Al año siguiente se inició la lucha por la independencia en Filipinas, dirigida por
Rizal y Aguinaldo.
Al principio la guerra de Cuba se limitó al enfrentamiento entre las tropas españolas y la guerrilla
independentista, pero la injerencia estadounidense fue en aumento bajo la excusa de traer la
5
libertad a la isla, que escondía intereses económicos (compra de azúcar, apertura al mercado
cubano de sus productos…)
Para acabar con el problema cubano, el Gobierno español envió un negociador, el general
Martínez Campos, que fracasó. Después, al general Weyler, que practicó una fuerte represión, lo
que intensificó el conflicto. Tras el asesinato de Cánovas, Sagasta destituyó a Weyler y volvió a
ofrecer la autonomía a la isla, pero los resultados fueron estériles.
Los estadounidenses, que apoyaban a la guerrilla cubana, ofrecieron comprar Cuba por 300
millones de dólares, pero el Gobierno español rechazó la propuesta. En febrero de 1898 se
produjo la explosión del Mine, acorazado norteamericano fondeado en el puerto de La Habana.
Estados Unidos culpó a España de la explosión, y aunque el gobierno de Sagasta propuso una
comisión para investigarla, el incidente se convirtió en la excusa para declarar la guerra a España.
La prensa presentó el conflicto como una ocasión para demostrar la grandeza de España frente a
Estados Unidos, menospreciados como nación joven. Pese a ello, la escuadra norteamericana
destruyó a la española en Cavite (Filipinas) y en Santiago de Cuba, produciéndose la derrota
española.
A finales de 1898 se firmó la Paz de París, por la que España perdió sus posesiones ultramarinas
en América y el Pacífico. Cuba se convirtió en nación independiente, aunque bajo tutela
estadounidense, y Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam, situada en el archipiélago de las
Marianas, se convirtieron en colonias estadounidenses.

La derrota y la pérdida de las colonias, conocida como el desastre del 98, tuvo numerosas
consecuencias para España:
-Consecuencias económicas: se produjo la pérdida de los mercados coloniales y de materias
primas baratas como el tabaco y el azúcar. Sin embargo, la industria nacional se recuperó pronto
y se produjo la repatriación a España de los capitales situados en América, que dinamizarán la
economía en los años posteriores.
-Consecuencias políticas: se criticó severamente la torpeza de los gobernantes, pero el sistema
político sobrevivió al desastre. Aumentó el resentimiento de los militares hacia los políticos, al
sentirse utilizados, y creció el antimilitarismo popular, lo que provocó el enfrentamiento entre los
militares con el pueblo y las organizaciones obreras. El peso internacional de España se redujo
aún más y se intentó compensar con el inicio del colonialismo en Marruecos.
-Consecuencias ideológicas: se produjo una auténtica crisis de la conciencia nacional, que se
manifestó en la aparición del regeneracionismo y en la actitud pesimista de los intelectuales y
escritores de la Generación del 98. El regeneracionismo fue una corriente de pensamiento que
defendía realizar reformas con el fin de modernizar a España y acercarla a los países europeos.
Su principal representante fue Joaquín Costa.

6
-Consecuencias demográficas: se produjo un elevado número de muertos (alrededor de 60.000
muertos).

También podría gustarte