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El autor de este texto/libro busca discutir una idea clara: si el enseñar literatura

se puede considerar una crisis de sentido o es el sentido de la crisis, como su título


explica. Para ello, primero que anda describe la palabra crisis como aquella situación
de caos, desorden, ruptura, problemas, que, al ser aludidos o llevados al tema de
enseñanza, hace referencia al pensamiento y creencia de que las teorías antiguas,
consideradas desgastadas, deben ser desplazadas por otras nuevas que buscan
imponerse en la actualidad.

Para ahondar en el tema plantea en perspectiva las tres teorías consideradas


principales en este tema: el historicismo, el formalismo y los enfoque teórico-críticos.
Respecto a estos explica que:

- El Historicismo consiste en hacer del emisor el centro de estudio y la idea de que


el escritor proyecta en su obra su personalidad, producto de su época y
circunstancias sociales, dándole importancia clara al devenir histórico, la relación
con el pasado y la ubicación de la obra con respecto a la tradición literaria,
enfocándose a su vez en el contexto del tiempo para la obra.
- El Formalismo y la Estilística, teorías nacidas en la segunda década del siglo
XX, quienes buscan enfocarse en el mensaje como centro, basándose en la
estructura del mismo para analizar qué dice el autor y cómo lo dice en general.
De acá viene el análisis interno y externo de las obras que hemos realizado a
través de los años en nuestra formación literaria escolar.
- Las teorías teórica-críticas, nacidas en tiempos más actuales, que se enfocan en
el receptor del mensaje, es decir, el lector del mismo. Estas buscan utilizar
elementos particulares como la semiótica (importancia y significado de signos),
la pragmática (incorporación del receptor en la interpretación de dichos signos),
los polisistemas (que incorporan los pensamientos y principios del Historicismo y
el Formalismo) y, finalmente, la estética de la recepción (la idea de lectura
voluntaria de parte del receptor del mensaje).

Dicho esto, el autor busca enfocarse en este último apartado, la estética de la


recepción, alegando que tiene dos vertientes: la ligada a lo histórico y el acto del
lectura. Y justamente respecto a este último afirma que el sentido de la obra se produce
en la interacción con el lector, mediante la deliberada presencia de vacíos en las obras
que activan la imaginación lectora. Ahora, dado que el receptor es un individuo, un
interpretador, definido por factores de su propia formación, entorno, cultura, etc. Se
presenta un problema distinto: ¿cómo se llega a una opinión o interpretación unificada
que puede ser considerada “correcta”? Después de todo, un desafío didáctico a este
respecto es propiciar, en clase, los múltiples actos de lectura, admitiendo las
interpretaciones y enriqueciendo el análisis con los diferentes aportes.

Es bastante habitual recibir la pregunta: “profe ¿cuál es la opinión que tenemos


que anotar?”, o bien “pero ¿qué es lo que piensa Ud.?” Los alumnos suelen tener la
percepción de que hay una interpretación que es la justa, y que seguramente sea la del
docente. Se hacen necesarios, por tanto, los procedimientos de estímulo y validación
de interpretaciones personales, así como la construcción colectiva desde las diferentes
miradas, porque amplían la riqueza de los contextos del lector. La clase de Literatura
es el espacio privilegiado para leer con otros. Ejemplo de ello es la oportunidad que se
genera, en las aulas actuales, de realizar ricos intercambios de intertextos lectores, con
la presencia de estudiantes inmigrantes y sus diversos marcos culturales y vivencias
personales.

Para analizar esto más a fondo, autores como Chiama de Jones, propone poner
en juego ciertas estrategias que pueden resumirse de la siguiente manera:

1. En primer lugar, el acto de lectura puede estar guiado por los objetivos del lector,
o por instrucciones provenientes de un mediador.
2. El segundo paso descrito por Chiama de Jones es aquel en el que la mente
recepciona, selecciona, organiza y construye una versión paralela a la original,
pero absolutamente personal.
3. Como tercer paso, el lector interactúa con las claves ocultas del texto, o con los
vacíos a llenar, mediante las inferencias. Algunas de ellas son necesarias, y en
un tiempo mínimo, posibilitan los enlaces gramaticales y semánticos básicos
para un primer nivel de compresión.
4. La cuarta etapa de la teoría de la recepción es aquella en la que se desarrolla la
competencia literaria. “Un lector competente identifica géneros, reconoce
estrategias, maneja conocimientos extraliterarios, puede ser espectador de su
propia comprensión, capta la ironía, vincula el texto con otros”

Con todo esto, el autor explica algo fundamental: buscar respuestas respecto a
la manera correcta de enseñar literatura consiste en desarrollar una postura crítica que
nos permita elegir entre la teoría correcta para cada situación y tanto discutirla como
fomentar la crítica entre el propio alumnado y el profesorado para lograr un consenso.
Los nuevos docentes deben buscar la manera de fomentar la lectura y el estudio
literario de forma que las nuevas generaciones se interesen y desarrollen su
imaginación y emociones, con la intención de mejorar su perfil personal.

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