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LOS ILUSTRADOS BURGUESES DEL SIGLO XVIII EN FRANCIA. VOLTAIRE. MONTESQUIEU. CONDILLAC.

Ya en la primera mitad del siglo XVIII, los ilustrados burgueses, encabezados por Voltaire, combatían en
Francia los pilares ideológicos y políticos del Estado feudal-absolutista. Sin embargo, aunque dirigían el golpe
principal contra la dictadura espiritual de la Iglesia no eran ateos, sino teístas. En filosofía y sociología
combinaban sus tendencias materialistas con el idealismo, y en política eran partidarios, en general, de una
transformación gradual del régimen político y social que sirviera los intereses de la burguesía.

Francisco María Voltaire, jefe de los ilustrados burgueses de la primera mitad del siglo XVIII, nació en Paris
en 1694 y murió en 1778. Por su actividad contra la aristocracia feudad fue recluido dos veces en la Bastilla;
más tarde fue expulsado de Francia, pasando tres años en Inglaterra.

De regreso a la patria publicó, en 1773, sus Cartas filosóficas (llamadas también Cartas sobre los ingleses), en
las que exponía sus ideas filosóficas. Voltaire era un teísta en el que se combinaban tendencias materialistas
con concesiones al idealismo.

Los problemas filosóficos deben abordarse, según Voltaire, con la misma objetividad que los fenómenos
astronómicos. La tarea del filósofo estriba en explicar, después de rechazar los dogmas religiosos, en qué
consiste la facultad de pensar, cómo surgen las ideas en el hombre, si existe o no un alma humana distinta
del cuerpo y si ésta es libre, eterna, etc. La solución de la mayoría de esas cuestiones dependerá de que se
admita o se niegue la existencia de Dios.

Tras de rechazar al Dios de los teólogos, Voltaire admite a Dios como el "primer motor" que lo pone todo en
movimiento en la naturaleza; en este sentido, le llama el "gran geometría".

Acercándose a la "línea democristiana" en el campo de la filosofía, rechazó Voltaire las concepciones de los
idealistas subjetivos, expresadas por él mismo en estos términos: "Nuestros sentidos nos proporcionan
ideas, según ellos; sin embargo, tal vez nuestra conciencia reciba esas percepciones sin que exista fuera de
ella ningún objeto."

Al criticar a los idealistas subjetivos defendía la tesis materialista de que los objetos exteriores existen
efectivamente. Al decir de Voltaire, si algunos filósofos no dudaran de las cosas más evidentes, no valdría la
pena discutir esto. Dichos filósofos rechazan sin razón alguna la sustancia, reduciéndola a un conjunto de
percepciones y, de ese modo, niegan la existencia objetiva de las cosas fuera de nuestra conciencia.
Claramente vio Voltaire que el meollo de la disputa estaba en el reconocimiento en la negación de la
existencia de los objetos fuera de nuestra conciencia.

Sin la ayuda de la experiencia, decía Voltaire, no podemos conocer nada. Negar el origen empírico de
nuestros conocimientos equivale a renunciar al sentido común. Los órganos sensoriales son las puertas a
través de las cuales penetran en nuestra conciencia todos nuestros conocimientos.

Pero Voltaire no desarrolló consecuentemente su sensualismo materialista. Afirmaba, en efecto, que la


experiencia no sólo demuestra la existencia del mundo material, sino también la del "primer motor" o Dios.

Voltaire rechazaba tanto la doctrina teológica del dualismo del alma y del cuerpo como la doctrina dualista
cartesiana de la sustancia espiritual y material. Naturalmente, decía, el pensamiento se distingue de la
digestión, pero es absurdo suponer que existen dos sustancias, una que piensa y otra que digiere el
alimento. A las gentes sencillas que no han perdido el sentido común les parece ridícula la afirmación de que
"somos dos" y de que el alma es una sustancia especial.

Para conocer las leyes de los actos del alma y del cuerpo hay que dirigirse a la experiencia, pero ésta sólo
nos dice lo que vemos con los ojos, escuchamos con los oídos y pensamos con la cabeza. Por ello, hay que
renunciar totalmente a la fantástica concepción del alma como sustancia espiritual.
Los elementos materialistas de la filosofía de Voltaire aparecen no sólo en su gnoseología, sino también en
su teoría del alma y del cuerpo, y especialmente en sus ideas sobre la naturaleza.

La doctrina ilustrada de Voltaire, sus ideas anti feudales y sus manifestaciones en pro de las libertades
burguesas contribuyeron considerablemente a la preparación ideológica de la revolución burguesa francesa
de 1789-1794.

Entre los grandes ilustrados franceses de la primera mitad del siglo XVIII figuran Carlos Luis Montesquieu
(1689-1755), que fue presidente del Parlamento de Burdeos. La obra fundamental de Montesquieu, El
espíritu de las leyes (1748), es uno de los trabajos sociológicos más importantes del siglo XVIII. En torno a él
estalló una aguda lucha ideológica; contra su autor arremetieron los juristas del rey, los jesuitas, los teólogos
y los escolásticos.

La idea fundamental y progresiva de su sociología era la de reconocer que la sociedad, al igual que la
naturaleza, se halla sujeta a leyes naturales. Montesquieu rechazaba la doctrina medieval providencialista y
criticaba la tesis de Hobbes acerca de un estado natural del hombre, entendido como la "guerra de todos
contra todos". Según Montesquieu, el estado natural de los hombres es un estado de paz y de igualdad
entre ellos.

Montesquieu fue el fundador de la tendencia "geográfica" en la sociología burguesa. Afirmaba que las leyes
de un país se hallan condicionadas por su clima y suelo, así como por su economía, religión dominante e
instituciones políticas. Este punto de vista fue criticado profundamente por los materialistas franceses.
Helvecio veía acertadamente en esta doctrina un medio para perpetuar la desigualdad entre los pueblos.

Pronunciándose contra la monarquía absoluta francesa, afirmaba que Francia no necesitaba reformas al
estilo inglés, sino una transformación revolucionaria. Cifraba su ideal político en una monarquía
constitucional "ilustrada" que garantizase la libertad civil y la división de poderes en legislativo, ejecutivo y
judicial. Su doctrina de la división de poderes, que desarrollaba ideas de Locke, sirvió de base a las teorías
políticas de los ideólogos burgueses durante la revolución burguesa del siglo XVIII.

Montesquieu era teísta. Al rechazar al Dios de la religión católica y de otras religiones, admitía la existencia
de un principio sobrenatural, divino. Pero el teísmo no agotaba todo el contenido de su concepción filosófica
del mundo; en sus ideas, como en Voltaire, se revelaban elementos materialistas junto con su teísmo..

Sometió a critica el idealismo de Platón, de Sócrates y de Malebranche. A su manera de ver, el mundo de las
'ideas" platónicas se reduce a conceptos, divorciados de la realidad y considerados por el hombre al margen
de su conocimiento de la naturaleza.

Montesquieu afirmaba que los hombres primitivos conocían el mundo, al principio, con ayuda de los
sentidos, y que más tarde, con el concurso de la razón, llegaron gradualmente a generalizar los datos
sensibles. El filósofo francés subrayaba la importancia de las sensaciones, del conocimiento empírico de las
cosas reales. El empirismo materialista y el sensualismo es un fuerte hilo de engarce a través de toda su
obra.

La convicción de que el conocimiento tiene su origen en la experiencia, el reconocimiento de la verdad


objetiva y la critica del idealismo y del agnosticismo, tales son los rasgos fundamentales de las concepciones
gnoseológicas de Montesquieu.

Esteban Bonnot de Condillac (1715-1780), filósofo francés ilustrado, desempeñó también un papel
importante en la lucha contra la ideología feudal en Francia. Nació en Grenoble en una familia aristocrática.
Pese a ser sacerdote y abad católico, hizo mucho por socavar la ideología feudal eclesiástica. Como Voltaire,
era teísta.
Como partidario del sensualismo lockeano, contribuyó a la difusión de las ideas de Locke en Francia, después
de reelaborarlas; sobre esta base teórica libró una lucha contra el racionalismo del siglo XVII. Su filosofía se
proponía como tarea principal la fundamentación del empirismo y del sensualismo. Para Condillac, la
sensación es la única fuente del pensamiento, y la experiencia es la base de todo conocimiento cientifico. En
su Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos demostró que no sólo el alma, sino también el
"arte de la percepción sensorial" son obra de la experiencia y del hábito. Todo el desarrollo humano
depende, por tanto, de la percepción y de las condiciones exteriores.

Condillac sometió a una severa crítica la gnoseología idealista y metafísica de Descartes. sobre todo su teoría
de las "ideas innatas".

Después de adherirse a Locke, Condillac sometió su sensualismo a una revisión critica y abandonó la teoría
lockeana de la reflexión como segunda fuente del pensamiento, junto con las sensaciones. En la solución
que dio a este problema, Condillac fue más sensualista que el propio Locke.

No obstante, vacilaba entre dos tendencias incompatibles entre sí: una, que le conducía a una concepción
materialista del mundo, al reconocimiento de la verdad objetiva; otra, que llevaba al agnosticismo a la
negación de la verdad objetiva y, por tanto, al idealismo.

Condillac reconocía que fuera de la conciencia humana existen objetos, que éstos producen cierta impresión
en los órganos de los sentidos y, finalmente, que las sensaciones son la primera fase del proceso
cognoscitivo y única fuente del pensamiento. Y escribía, en efecto: "Nuestra alma tiene percepciones, es
decir, experimenta algo cuando los objetos provocan impresiones en los órganos de los sentidos. Y esto es
todo lo que sentimos."

Pero en contradicción con esta orientación materialista Condillac defendía la tesis agnóstica de que el
hombre no puede conocer la esencia de las cosas, su sustancia. De acuerdo con su doctrina, las
percepciones sólo son un pretexto para las sensaciones, que son subjetivas y forman parte de los estados
internos del alma.

Por tanto, Condillac suponía que si bien es cierto que las sensaciones son la única fuente del conocimiento,
existe un divorcio entre ellas y las percepciones; desde este punto de vista, el objeto del conocimiento no es
la realidad objetiva, sino pura y sencillamente el conjunto de sensaciones surgidas como resultado de las
impresiones suscitadas en los órganos sensoriales por los objetos externos.

El papel histórico desempeñado por Condillac consiste en que su teoría sensualista fue una de las fuentes
filosóficas de la doctrina de los materialistas franceses, quienes a la vez que reconocían los aspectos
positivos de su filosofía, criticaban también sus desviaciones hacia el idealismo y el agnosticismo.

EL MATERIALISMO FRANCÉS DEL SIGLO XVIII. LA METTRIE. DIDEROT. HELVECIO. HOLBACH.

A mediados del siglo XVIII, los representantes de la tendencia materialista pasaron a desempeñar el papel
principal en la lucha ideológica de la burguesía francesa contra el régimen feudal-absolutista. Las
materialistas francesas del siglo XVIII eran los filósofos de la revolución burguesa ya madura.

Las bases filosófico-teóricas fundamentales del materialismo francés del siglo XVIII eran la física cartesiana,
el materialismo inglés del XVII y la teoría física de Newton; esto determinó las dos direcciones del
materialismo francés, una de las cuales proviene de Descartes, mientras que la otra tiene su origen en Locke.
El principal representantes de la primera tendencia era La Mettrie; de la segunda, Helvecio.

Julián Offroy de La Mettrie (1709-1751), medico de profesión, seguidor de la física cartesiana, fue uno de los
fundadores del materialismo francés Su primer trabajo filosófico fue su Historia natural del alma (1745).
Perseguido por el clero católico y las autoridades feudales, se vio obligado a emigrar a Holanda, donde
publicó su obra filosófica fundamental, titulada El hombre-máquina (1747). A causa de sus agudos conflictos
con los escolásticos holandeses, a los que apoyaban las autoridades civiles, hubo de emigrar de nuevo,
trasladándose a Alemania, donde prosiguió su tesonera lucha contra la escolástica y la teología. En este país

aparecieron sus trabajos El hombre planta (1748) y El sistema de Epicuro (1750). En su obra El hombre-
máquina trazó un programa para la investigación experimental de los procesos vitales e invitó a
reestructurar la fisiología sobre bases materialistas. A raíz de la aparición de este libro, los representantes de
la Iglesia y de la ciencia oficial exigieron la pena de muerte para su autor.

Para La Mettrie el fundamento de todos los fenómenos de la naturaleza, entre ellos la conciencia, hay que
buscarlo en la sustancia material, dotada de extensión y de movimiento. La materia, a la que Descartes sólo
atribuye extensión, es ya mucho más concreta y multifacética en la doctrina de La Mettrie. Llama a la
extensión atributo esencial de la materia y ve un segundo atributo de ella en su fuerza interna. La materia
lleva implícita la fuerza motriz que la anima y es causa directa de todas las leyes del movimiento.

Además de la extensión y de la facultad de moverse por sí misma, la materia posee también la capacidad de
sentir.

La Mettrie admitía que la facultad de sentir es propia del hombre y de los animales. Los tres reinos de la
naturaleza - inorgánico, vegetal y animal- eran para él formas distintas de la sustancia material única, con la
particularidad de que el mundo orgánico ha surgido del inorgánico, el mundo animal del vegetal y el hombre
del reino de los animales.

En su teoría del conocimiento, La Mettrie sustentaba las posiciones del sensualismo materialista. No
reconocía más objeto del conocimiento que el mundo material en toda su multiformidad ni más fuente del
pensamiento teórico que las sensaciones. El conocimiento parte de la percepción sensible de las cosas y se
eleva hasta las generalizaciones teóricas.

La Mettrie subrayaba que las sensaciones son la raíz, la base del pensamiento teórico.

En su teoría del conocimiento, La Mettrie partía de la tesis materialista de que los objetos del mundo
exterior se reflejan en la "pantalla cerebral", pero sin llegar a ver las particularidades cualitativas del
pensamiento abstracto humano. Su materialismo tenía un carácter contemplativo, ya que no comprendía el
papel de la práctica en el proceso de conocimiento.

Las concepciones sociológicas de La Mettrie se caracterizaban por atribuir un papel decisivo a la ilustración y
a la actividad consciente de los grandes hombres en la historia humana. Creía ingenuamente que la difusión
de las ideas avanzadas traería consigo una transformación radical de las costumbres, la desaparición de los
prejuicios y una prosperidad Universal.

El ideal político de La Mettrie se cifraba en una sociedad regida por leyes racionales que garantizasen la
libertad política y civil de los ciudadanos. El carácter burgués de sus ideas se manifestaba claramente en su
convencimiento de que el derecho de propiedad y la libertad de comercio expresaban los intereses de todos
los ciudadanos y significaban la libertad del individuo. Sin embargo, La Mettrie temía que se concediera
libertades a los pobres, a los desposeídos. También su ateismo ponía de relieve su limitado carácter burgués,
pues si bien pensaba La Mettrie que los hombres de ciencia no necesitaban la religión, sostenía en cambio
que era necesaria para el pueblo.

En el desarrollo del materialismo y del ateísmo del siglo XVIII desempeñó un papel descollante Dionisio
Diderot (1713-1784), jefe de los enciclopedistas franceses. Era hijo de un artesano y estudió en los colegios
católicos de Langres y París.
Ya una de sus primeras obras, los Pensamientos filosóficos (1746), impregnada de ideas teístas, fue arrojada
a la hoguera por decisión del Parlamento, y su primer trabajo materialista, titulado Carta sobre los ciegos
para uso de los que ven (1749), provocó una explosión de ira entre los clérigos y los escolásticos. Diderot fue
arrestado y recluido en la prisión de Vincennes, pero las persecuciones no lograron intimidarle.

En la lucha contra el régimen feudal-absolutista ocupó un lugar importante la Enciclopedia de las ciencias, de
las artes y de los oficios (1751-1780), publicada bajo la dirección de Diderot.

Hasta el fin de su vida, Diderot fue un convencido materialista y ateo. Sus ideas filosóficas las expuso en
estos trabajos: Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, Pensamientos sobre la interpretación de la
naturaleza (1754), Conversación entre D'Alembert y Diderot (1769), Principios filosóficos sobre la materia y
el movimiento (1770), Refutación sistemática de la obra de Helvecio "Sobre el hombre" (1773-1774) y
Elementos de fisininoia (1774-1780Y

El punto de partida de la filosofía de Diderot es su reconocimiento de la materialidad del mundo.

Al rechazar resueltamente el dualismo del alma y del cuerpo y la existencia de dos sustancias, Diderot
admitía como fundamento de todos los fenómenos naturales a la sustancia material y única. Siguiendo los
postulados de la ciencia natural mecanicista, concebía la materia como el conjunto de los cuerpos, dotados
de extensión, forma, impenetrabilidad y movimiento. Y consideraba como elementos de la materia a las
moléculas, distintas cualitativamente, indivisibles, poseedoras de una actividad interna y de sensibilidad.

El tiempo y el espacio eran para él formas objetivas de la existencia de la materia. Definía el tiempo como la
sucesión de las acciones, y el espacio como la coexistencia de acciones simultáneas. Todo lo que existe
sucede en el espacio y en el tiempo.

Diderot consideraba que el movimiento es inseparable de la materia. Impugnaba la idea de la pasividad e


inercia de la materia y sostenía que el movimiento no es comunicado a ella desde el exterior, sino que es
propio de la materia. Esta tesis fue uno de los argumentos más vigorosos del materialismo del siglo XVIII
contra el idealismo y la religión.

El movimiento, según Diderot, es una propiedad del cuerpo tan esencial como la extensión. Hay que
distinguir dos clases fundamentales de movimiento: el cambio de lugar (o desplazamiento) y la tendencia
interior (o actividad interna). Toda molécula encierra una fuerza interna inagotable, fuente del
automovimiento de la materia.

De aquí deducía Diderot la conclusión de que el reposo absoluto no existe en la naturaleza.

En ella todo está en movimiento y de ahí que sea absurdo afirmar, como lo hacen los teólogos y los filósofos
idealistas, que la materia y el movimiento se oponen entre sí; en verdad, el movimiento es inseparable de la
materia.

Vinculando íntimamente la filosofía a las ciencias naturales, Diderot contraponía la primera a la religión; los
filósofos, decía, son amigos de la razón y de la ciencia, mientras que los curas son enemigos de la razón y
protegen la ignorancia.

Para Diderot es tan absurdo admitir la existencia de un alma, distinta del cuerpo, como reconocer la de un
ser divino, distinto del universo material. El espíritu de que nos hablan los teólogos es un ser extraño y
contradictorio; se halla en alguna parte, pero al mismo tiempo no corresponde a ningún punto del espacio;
es inextenso y, sin embargo, ocupa un lugar en el espacio; se distingue radicalmente de la materia y, no
obstante, la pone en movimiento, etc.
Al dogma religioso de la inmortalidad del alma oponía Diderot la concepción materialista de la conciencia
como propiedad de la materia, así como la doctrina de que la sustancia material única, fundamento de todos
los fenómenos materiales, posee como un atributo suyo la sensibilidad.

En la teoria del conocimiento. Diderot adoptaba el punto de vista del sensualismo materialista: las
sensaciones son el primer grado del conocimiento y, sobre la base de ellas, surge el pensamiento. Los
sentidos son la fuente de todos nuestros conocimientos.

La causa universal de las sensaciones humanas es la materia, la naturaleza. Los conceptos nacen de las
sensaciones, decía también Diderot, pero los sentidos son los testigos, y la razón, el juez

Una valiosa intuición del materialista francés fue su idea de la existencia de una intima vinculación entre las
sensaciones y el pensamiento. En cuanto primer y segundo grados del conocimiento de la realidad objetiva.

El idealismo filosófico lo sometió a una aguda critica, y al idealista subjetivo, que niega la existencia mundo
material y su acción sobre los órganos de los sentidos, lo comparaba con un "piano loco". "En un acceso de
delirio, el instrumento sensible se imaginó que era el único que existía en el mundo y que toda la armonía
del universo procedía de él.

Sin embargo, siendo como era materialista por el modo de concebir la naturaleza, Diderot se mostraba
idealista al explicar la vida social.

Su doctrina social partía de una concepción idealista de los fenómenos sociales; a su modo de ver, las
costumbres sociales dependen del tipo de legislación y de forma de gobierno. El Estado, cuyas leyes
responden a las exigencias de la razón, puede crear las condiciones necesarias para asegurar una vida moral
y para hacer que el hombre sea ilustrado, libre y virtuoso.

Para Diderot era legítimo el poder fundado en un acuerdo entre el "pueblo" (entendiendo por éste el "tercer
estado") y el monarca. Defendía la soberanía del pueblo y reconocía su derecho a derrocar a cualquier
usurpador del poder, incluyendo al "monarca legitimo", que abusara del poder, violara las leyes y pisotease
los "derechos naturales" de los ciudadanos. Expresando los intereses de la burguesía francesa del siglo XVIII,
exigía que la monarquía absoluta fuera sustituida por un gobierno representativo.

Diderot fue un descollante teórico del arte realista. No se limitó a la teoría general del arte y elaboró una
doctrina estética de la arquitectura, de la escultura, la pintura, la música y el drama. Sus principales trabajos
en el campo de la estética son: Sobre la poesía dramática (1771), La paradoja del comediante (1773), Ensayo
sobre la pintura (1761), los Salones (de 1759, 1761 1771, 1775 y 1781) y otras.

Veía la esencia del arte en la reproducción de la realidad en imágenes concretas. En su concepción de la


naturaleza partía de la teoría materialista del conocimiento. Afirmaba que la belleza en el arte tiene el
mismo fundamento que la verdad en la filosofía; es decir, nuestros juicios y nuestras imágenes artísticas
deben corresponder al mundo exterior, a la naturaleza.

Diderot era un partidario convencido de la teoría de la influencia moral del arte; en él veía un poderoso
medio de difusión de una nueva concepción del mundo.

Entre los materialistas y ateos franceses del siglo XVIII figura en un lugar prominente Claudio Adrián
Helvecio (1715-1771). Nació en París, estudió en un colegio de jesuitas y de 1738 a 1751 fue recaudador
general.

En sus obras filosóficas tituladas Del espíritu (1758) y Sobre el hombre, sus facultades intelectuales y su
educación (1773), desarrolló brillantemente las ideas del materialismo francés del siglo XVIII.
También revisten gran interés filosófico las creaciones poéticas de Helvecio, sobre todo su poema La
felicidad. Helvecio se distingue de sus compañeros de lucha por su concepción más profunda y más
elaborada de los problemas de la vida social.

con Helvecio, quien parte también de Locke, adquiere el materialismo su carácter propiamente francés.
Helvecio concibe inmediatamente el materialismo con referencia a la vida social.

Las cualidades sensibles y el amor propio, el goce y el interés personal bien entendido son el fundamento de
toda moral.

A juicio de Helvecio, el mérito de Locke consistía en que el filósofo inglés consideraba las sensaciones, los
sentidos, como el fundamento del conocimiento humano.

Para Helvecio, el sensualismo lockeano era el punto de partida para llegar a una concepción del mundo
verdadero. Al dar una solución materialista al problema fundamental de la filosofía, Helvecio criticaba las
vacilaciones de Locke en el problema de las relaciones de la conciencia y del ser. Helvecio sustentaba la tesis
materialista de que la facultad de pensar, el espíritu, depende de la sensibilidad física y de la memoria.

Según Helvecio, toda idea puede ser reducida, en última instancia, a determinada sensación. Helvecio
dedicó una atención especial a los problemas sociales. Su teoría sociológica desempeñó un importante papel
progresivo en la historia del pensamiento social del siglo XVIII.

A la reaccionaria moral de los teólogos, el filósofo francés contraponía su moral "terrena". Consideraba el
"bien común" como la fuente de la virtud y como el fin perseguido por las leyes, los hábitos y las
costumbres.

Pero este "bien común" lo hacía coincidir plenamente con los intereses de clase de la burguesía.

Puesto que la moral depende del tipo de Estado, decía Helvecio, el camino que lleva a la verdadera virtud
consiste en la sustitución de las leyes nocivas para el pueblo por leyes que sean beneficiosas. La verdadera
moral debe tener por fundamento una nueva legislación. La propaganda en favor de una legislación racional
como fundamento de la vida social implicaba el repudio burgués del derecho "consuetudinario" feudal y de
los privilegios de la nobleza.

La teoría de la educación, desarrollada por Helvecio, contribuyó también a la preparación ideológica de la


revolución burguesa. A su modo de ver, el espíritu humano no es un don de la naturaleza, sino el fruto de la
educación, por la cual entendía Helvecio el conjunto de influencias del medio social sobre la personalidad.
Pero el medio social mismo sólo se halla determinado, según él, por el régimen político.

En la teoria educativa de Helvecio se ponía de manifiesto la actitud crítica de los ideólogos de la burguesía
revolucionaria hacia el régimen feudal.

Helvecio criticó severamente a la religión y a la Iglesia. La educación religiosa era para él una educación
antinatural, que desfiguraba la naturaleza humana. El filósofo puso al desnudo los crímenes de las altas
jerarquías de la Iglesia Católica, así como el desenfrenado acaparamiento de riquezas en conventos e
iglesias.

La sociología de Helvecio era, en general, idealista. Su concepción de la vida social se limitaba al estudio de
los fenómenos de la supra estructura, ignorando por completo el papel de la vida económica en la sociedad.
Según Helvecio, la vida social depende por entero de las leyes y éstas se hallan sujetas, a su vez, a la opinión
de los hombres.

Uno de los dirigentes del movimiento de la Ilustración en Francia y, a la vez, destacado representante del
materialismo y del ateísmo francés del siglo XVIII, fue Pablo Enrique Dietrick d'Holbach (1723-1789).
El barón de Holbach, de origen alemán, nació en Heidelsheim. Durante toda su vida, desde que tuvo uso de
razón, vivió en Francia.

Fue un activo colaborador de la Enciclopedia francesa. Generalizó y sistematizó las ideas del materialismo
francés, vinculándolas con las conquistas de las ciencias naturales. Sus trabajos desempeñaron un papel
importante en la crítica revolucionaria de la concepción teológica del mundo de la clase feudal; en ellos se
expresaba brillantemente el ateísmo militante de los materialistas franceses. Por esta razón criticó
enérgicamente el orden feudal de su tiempo. En todos los países, la moral de los pueblos sufre un completo
desprecio - escribía Holbach-; el gobierno sólo se ocupa de hacerlos medrosos y desdichados. En casi todas
partes, el hombre es un esclavo.

Holbach era partidario de las libertades democrático-burguesas (libertad de prensa, libertad de familia,
libertad de conciencia, derecho de propiedad privada, etc.). Y exigía asimismo el establecimiento de una
monarquía constitucional, aunque no se oponía tampoco a la monarquía absoluta "ilustrada"

Entre sus numerosas obras de carácter ateo tuvieron una importancia especial el folleto titulado El buen
sentido o las ideas naturales opuestas a las ideas sobrenaturales (1772) y la obra satírica La teología de
bolsillo o breve diccionario de la religión cristiana (1768). Las obras de Holbach no se imprimieron en
Francia; se publicaron principalmente en Holanda con seudónimo o con nombre ajeno y su difusión en suelo
francés era castigada duramente por el tribunal del reino.

La filosofía de Holbach parte del reconocimiento de la materialidad del mundo.

Holbach dirige su doctrina de la materialidad del mundo contra la teología y el idealismo. Los seres
espirituales y sobrenaturales de que habla la religión sólo son, a juicio suyo, productos de la fantasía.
También se pronuncia, resueltamente, contra el idealismo subjetivo del obispo Berkeley.

Holbach rechazaba resueltamente la doctrina teológica de la creación del mundo. La creación del mundo de
la nada no era para él más que palabras vacías carentes de sentido. La materia ha existido y existirá
eternamente. La existencia de la materia es un hecho, decía Holbach, como lo es también la del movimiento;
la materia y el movimiento son eternos. Pero Holbach reducía el movimiento de un modo mecanicista a un
simple desplazamiento.

Como todos los materialistas franceses del siglo XVIII, defendía una posición determinista, dirigida contra la
religión y la teología. Consideraba que todos los efectos que vemos tienen sus causas, bien los conozcamos o
no. Es cierto que en esto nuestra ignorancia puede tener mucha parte; pero todas las palabras -Dios,
espíritu, inteligencia, etc.- no nos sacarán de nuestra duda; al contrario, no harán más que redoblarla e
impedirnos buscar las causas naturales de los efectos que vemos.

La gnoseología de Holbach se hallaba vinculada íntimamente a su concepción materialista de la naturaleza.


Conocer la verdad era para él estudiar la naturaleza. El pensamiento derivaba, según Holbach, de las
sensaciones.

La verdad es la concordancia entre las ideas y las cosas. Sin embargo, también su teoría materialista del
conocimiento tenía un carácter metafísico. No concebía el conocimiento como un complejo proceso
cognoscitivo, sino como una combinación de sensaciones y de conceptos.

Partiendo de las tesis fundamentales de la concepción materialista de la naturaleza, Holbach desarrolló su


teoría acerca del origen y la esencia de la religión. Ya en los primeros momentos de la vida humana, decía
Holbach; aparecen las necesidades; éstas obligan al hombre a pensar, a querer y a actuar. La necesidad es
también el primer mal que sufre, ya que le produce sensaciones dolorosas, y si la necesidad no es satisfecha
o lo es insuficientemente el mal aumenta. Si no se diera el mal en la existencia humana, el hombre nunca
llegaría a la idea de Dios. Pero las inclemencias del tiempo, el hambre, las epidemias y desventuras diversas
acarrean al hombre, durante su vida, calamidades y sufrimientos. Todo ello le hace temeroso y desconfiado.
Por esa razón, todo fenómeno desconocido despierta en él inquietud y recelo y, a su vez, provoca temores
diversos. La ignorancia y la debilidad del hombre primitivo, falto de experiencia y de un conocimiento de las
leyes de la naturaleza, contribuían a que todos los fenómenos naturales le parecieran misteriosos y
extraños.

Sus temores crecían, sobre todo, al sentirse inermes ante los terribles fenómenos de la naturaleza:
inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, etc.

En estas circunstancias fatales, viendo las naciones que no había sobre la tierra ningún agente bastante
poderoso para producir tales efectos, levantaron sus miradas y sus ojos bañados en lágrimas hacia el cielo,
en el cual supusieron que debía residir algún agente desconocido, cuya rabia destruía su felicidad.

La ignorancia, la inquietud y las calamidades fueron siempre las fuentes de las primeras nociones de la
divinidad.

Según Holbach, las fantásticas ideas sobre un alma especial, distinta del cuerpo, surgidas entre los hombres
primitivos, desempeñaron un papel importante en el nacimiento de la religión. Su ignorancia les hizo dotar
de conciencia a las piedras, a los ríos y a los elementos naturales, a los cuales atribuían razón, deseos y
voluntad. Más adelante, los antiguos legisladores, profetas, sacerdotes y otros mentores de pueblos,
guiándose por sus intereses personales o por su desenfrenada imaginación, empezaron a embaucar al
pueblo mediante la creación de mitos y de dogmas teológicos.

CONCEPCIONES FILOSÓFICAS Y SOCIOLÓGICAS DE LOS DEMOCRATAS ILUSTRADOS Y DE LOS COMUNISTAS


UTÓPICOS EN FRANCIA DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII. ROUSSEAU, MORELLI Y MABLY.

Mientras que la concepción del mundo de Voltaire y Montesquieu, a la vez que la de los materialistas
franceses del siglo XVIII, reflejaba por su carácter de clase los intereses y las aspiraciones de la burguesía
francesa durante el período de preparación ideológica de la revolución burguesa de fines del XVIII, distinto
era el contenido ideológico de la corriente democrática de la Ilustración francesa a mediados del siglo XVIII y
durante la segunda mitad de éste. Los demócratas ilustrados de aquel tiempo, encabezados por Rousseau,
reflejaban brillantemente en sus obras político-sociales, filosóficas y literarias los intereses y aspiraciones de
la capas fundamentalmente pequeñoburguesas del "tercer estado", enemigas del feudalismo e incorporadas
a la lucha contra el feudalismo.

Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) nació en Ginebra. Era hijo de un relojero. Después de iniciar, muy joven,
una vida de trabajo y de privaciones, vagó durante largo tiempo por diversos países, probando suerte en los
oficios más variados: como sirviente, secretario particular, músico callejero y copista de música. En Paris,
estuvo en relación con los ilustrados, especialmente con Diderot. Sus principales obras son: Discurso sobre
el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1755), El contrato social, o principios de
derecho político (1762) y Emilio, o de la educación (1762).

La acerada crítica a que sometía Rousseau al régimen feudal absolutista en sus obras presagiaba la
inminente tormenta revolucionaria. El Emilio fue condenado a la hoguera por el Parlamento de París y su
autor se vio forzado a trasladarse a Suiza, donde el Emilio y El contrato social también fueron arrojados a las
llamas y el propio Rousseau fue deportado. Perseguido en todas partes, se dirigió a Inglaterra. Más tarde
regresó a su patria, donde llevó una vida errante; en 1770, se instaló en París. Entre 1765 y 1770, Rousseau
escribió sus famosas Confesiones. Pasó los últimos años de su vida en la miseria y en la más radical soledad.

Las ideas sociales de Rousseau hacen de él un portavoz de los círculos plebeyos democráticos (el
campesinado) del "tercer estado".
Rousseau plantea agudamente el problema de la desigualdad social, y caracteriza la sociedad de su tiempo
como una civilización de la desigualdad y una cultura extraña y hostil a los intereses del pueblo. La
desigualdad política no existía, a juicio suyo, en las primeras fases de la vida social.

Durante el período de "estado natural", en el que reinaba la igualdad entre los hombres, no existía la
propiedad privada ni la coerción social. Rousseau veía las causas de la opresión social de las masas populares
en la aparición de la propiedad privada,

Rousseau señalaba que el primero a quien, después de cercar un terreno, se le ocurrió decir «<esto es
mío»>, y halló personas bastante sencillas para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil.
¡Cuántos crímenes, guerras, muertes, miserias y horrores habría ahorrado al género humano el que,
arrancando las estacas o arrasando el foso, hubiera gritado a sus semejantes: «Guardaos de escuchar a este
impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son para todos y que la tierra no es de nadie!>>

La sociedad civil, basada en la propiedad privada, representa para Rousseau un avance en comparación con
el primitivo "estado natural", pero al mismo tiempo constituye un retroceso, ya que aparecen la
desigualdad, la miseria, toda clase de enfermedades y un embrutecimiento moral.

La doctrina roussoniana de la propiedad privada como causa de la desigualdad contenía la profunda


intuición de que la vida social depende del desarrollo de la economía, aunque la fuerza determinante del
progreso social es la razón. Aun cuando Rousseau no se elevaba todavía a una concepción materialista y
científica de la sociedad, trataba de explicar la aparición de la propiedad privada por diferentes causas. Así,
por ejemplo, tuvo el valioso atisbo del papel desempeñado por la invención de instrumentos de trabajo más
perfectos, pero, al mismo tiempo, veía en el aumento de la población y en la corrupción de las costumbres
los factores determinantes de la vida social. Esto era uno de los aspectos más débiles de su teoría social.

Rousseau consideraba como una usurpación la concentración de la propiedad privada en unas cuantas
manos y afirmaba erróneamente que las causas de la aparición de ella había que buscarlas en la propagación
de los vicios en la sociedad.

Aunque también veía la causa de la desigualdad en el desarrollo de la propiedad privada, Rousseau no exigía
su abolición total, ya que la pequeña propiedad particular era, a juicio suyo, el fundamento de la sociedad.
Al exigir la supresión de la división social en ricos y pobres, proponía una utópica teoría igualitaria sobre la
distribución de la propiedad privada.

Al meditar sobre la influencia corruptora de la riqueza, Rousseau sólo se oponía a la gran propiedad privada.
Y al afirmar que la tierra no debe pertenecer a nadie, sólo quería decir que cada hombre sólo debe poseer la
tierra necesaria para satisfacer sus necesidades "naturales".

Rousseau fustigaba los privilegios de la nobleza y del clero, hablaba de las violaciones de los derechos de los
pobres y exigía que se gravaran con impuestos los artículos de lujo, no los de primera necesidad.

La teoría democrático-burguesa del Estado, que Rousseau contraponía a las doctrinas teocrático-feudales, se
deducía lógicamente de su teoría de la propiedad. A su modo de ver, la condición histórica necesaria para la
formación del Estado fue la aparición de la propiedad privada como resultado de la usurpación de un
derecho natural; a consecuencia de ello, se produjo una división "antinatural" de la sociedad en poseedores
y desposeídos. Para consolidar su dominio sobre los pobres, los ricos propusieron más tarde crear un poder
estatal, seduciéndolos con falsas seguridades relativas al Estado como baluarte del orden social, de la paz y
de la seguridad. A juicio de Rousseau, el Estado nacido para salvaguardar, con ayuda de leyes, la propiedad
privada, legitimaba la usurpación de los derechos naturales del pueblo y la desigualdad de los hombres y
condenaba a la mayoría de ellos a la miseria, al hombre y a un trabajo extenuado.
Por su espíritu revolucionario, la teoría de Rousseau se distinguía considerablemente de la doctrina de
Hobbes sobre el "contrato social". Si el Estado ha nacido de un contrato, razonaba Rousseau, el pueblo tiene
derecho a anular un contrato desventajoso y a crear una forma de asociación que responda a sus intereses.

En el terreno de la filosofía, Rousseau sustentaba posiciones teístas y combatía el ateísmo. Al rechazar la


doctrina eclesiástica de la creación de la naturaleza por Dios, admitía, sin embargo, la existencia de Dios y su
influjo en el mundo material, a la vez que la existencia de un alma inmortal e inmaterial. El principio de
todos los fenómenos naturales había que buscarlo, según él, en el espíritu y la materia; el espíritu como
principio activo y la materia como principio pasivo. Así, pues, aunque Rousseau adoptara en algunos casos
posiciones materialistas, el idealismo era la tendencia filosófica que dominaba en su filosofía. Su teoría del
conocimiento contenía elementos sensualistas. La naturaleza -decía Rousseau- se conoce, en primer lugar,
con ayuda de los sentidos; la fuente del conocimiento es la sensación.

En la preparación ideológica de la revolución burguesa desempeñó un papel importante la teoría pedagógica


de Rousseau, que sometió a una severa crítica la instrucción y la educación feudal-escolástica. La tarea
primordial de la escuela es la educación del hombre y del ciudadano. Debe concederse una atención especial
al cultivo del sentimiento moral de las virtudes cívicas. Como en toda la vida social, en la escuela no debe
haber sitio para los privilegios de casta.

En su doctrina estética, Rousseau establece una oposición entre el arte y la ciencia, de un lado, y los
sentimientos e intereses de las masas populares, de otro. Su afirmación de que el desarrollo de las artes ha
contribuido a la corrupción de las costumbres, no significa que niegue el valor del arte para la sociedad.
Rousseau se pronuncia contra el arte feudal, arte degenerado y sin contenido.

Invita a los artistas a representar la vida sencilla y pura de los pobres y a renunciar a los rebuscados
convencionalismos del arte cortesano. Esto demuestra una tendencia realista tanto en su creación artística
como en su doctrina estética.

El verdadero arte debe romper con la inmoral ostentación de los ricos y acercarse a la noble y conmovedora
sencillez de los pobres; tal es el principio fundamental de la estética de Rousseau. No veía ni podía ver el
fundamento social de la contradicción entre el arte y la vida, es decir, las clases y la lucha de clases. De ahí
sus tesis paradójicas, y a veces reaccionarias, en el campo de la estética que ponían al descubierto sus
limitaciones pequeñoburguesas. Tales son, por ejemplo, las que rechazaban la organización del teatro en
Ginebra y las que afirmaban que el teatro sólo ejerce una influencia negativa, corruptora; tales son también
las que sostenían que el trabajo del actor es sólo una bufonada realizada por dinero. Sin embargo, pese a la
estrechez de semejantes ideas y a su teísmo, la doctrina de Rousseau en su conjunto desempeñó un
importante papel progresivo en la preparación de la revolución burguesa de Francia de fines del siglo XVIII.

Un eminente representante del comunismo utópico en el siglo XVIII fue Morelli (no se tienen datos
biográficos ni se sabe en qué años vivió). Su obra Código de la naturaleza, o el verdadero espíritu de sus
leyes, fue publicada anónimamente en 1755.

Para Morelli, el estado natural que responde a las leyes de la naturaleza es el comunismo. La vida humana
primitiva, natural, no conocía la propiedad privada; el régimen patriarcal se basaba en la comunidad de
bienes. Pero, a consecuencia del crecimiento de las familias, de las migraciones y de las dificultades surgidas
en los nuevos lugares de asentamiento, dicho estado primitivo, natural, cedió su sitio a la sociedad basada
en la propiedad privada.

La codicia, el afán de lucro y el interés personal son, a juicio de Morelli, el vicio fundamental de la sociedad
actual. La tarea de transformarla consiste en hallar una organización social en la que sea casi imposible que
el hombre se convierta en un libertino o en un malvado. Ello exige la supresión de la propiedad privada y
crear así las condiciones necesarias para una vida virtuosa.
El régimen social que asegura verdaderamente a los ciudadanos una vida feliz y moral sólo puede
instaurarse, según Morelli, si todos los bienes pertenecen indivisamente a todos.

La propiedad social debe ser la base de la sociedad racional, comunista, en la que el trabajo es un deber de
todos sus miembros; cada ciudadano recibirá lo que necesite en un almacén público, en el que se guardará
todo lo producido por los ciudadanos conforme a un plan. Morelli describe con todo detalle la estructura de
la sociedad comunista: la organización de la familia, de la ciudad y de la provincia, la distribución de los
cargos y la división por profesiones; también señala la edad en que deben fijarse los derechos y deberes de
los ciudadanos.

La doctrina de Morelli se caracteriza por su ascetismo e igualitarismo, como se pone de manifiesto en su


exigencia de construir edificios iguales, de llevar la misma ropa, etc.

El atropismo e idealismo de Morelli se manifiesta más palmariamente al tratar de señalar los medios para
llegar a una transformación comunista de la sociedad: cree, en efecto, que la difusión de ideas razonables,
basadas en el buen juicio del hombre, traerá como resultado la abolición de la propiedad privada.

Los sueños utópicos de Morelli y sus intentos ilusorios de reglamentar toda la vida social bajo el comunismo
se hallaban vinculados a su concepción idealista de la sociedad; como los demás ideólogos del pre
proletariado, no veía ni podía ver los caminos seguros para la transformación socialista de la sociedad.

Otro eminente portavoz del comunismo utópico en la Francia del siglo XVIII fue, junto con Morelli, Gabriel
Bonnot de Mably (1709-1785). Sus principales obras son: De los derechos y deberes del ciudadano (escrita
en 1758 y publicada en 1789), Dudas expuestas a los filósofos-economistas sobre el orden natural y
necesario de las sociedades políticas (1768) y De la legislación o principios de las leyes (1776).)

La idea fundamental del comunismo utópico de Mably consiste en reconocer que la sociedad, basada en la
propiedad privada, contradice a las leyes de la naturaleza, y en suponer que el régimen, fundado en la
propiedad común, representa el estado natural del hombre. Mably no sólo se oponía al orden feudal, sino
también a las incipientes relaciones burguesas. Combatía todo régimen social basado en la propiedad
privada por considerarlo irracional y contrario a la naturaleza.

El estado natural, establecido por la propia naturaleza, se remonta, según Mably, a la época de la
comunidad de bienes y de la libertad e igualdad absoluta de los hombres primitivos; todo pertenecía a
todos, todo el mundo trabajaba y este trabajo común era la base de su vida feliz.

La naturaleza misma, dice Mably, estableció la comunidad de bienes como condición necesaria para la
felicidad humana; de ahí que en la sociedad donde existe la propiedad privada, los hombres violen las leyes
naturales y sea imposible su felicidad. La propiedad privada surgió precisamente porque los hombres
violaron las leyes de la naturaleza y se convirtieron en víctimas de las leyes irracionales que ellos mismos
habían creado.

El comunismo utópico francés se pronunció, a través de Mably, contra la concepción geográfica de la


sociedad. Afirmaba que para comprender la vida social no se requiere estudiar las condiciones geográficas,
sino las pasiones humanas; no las cosas naturales, ajenas al hombre, sino la propia naturaleza humana.

Al igual que la vida social entera, la felicidad del hombre no depende de las condiciones geográficas, sino de
las pasiones; por ello, todo transformador de la sociedad debe dominar el gran arte de gobernar las pasiones
humanas. Conocer las leyes de toda la sociedad significa penetrar en las profundidades del corazón del
hombre y estudiar la naturaleza humana. De este modo, en la concepción de Mably, la teoría social se
convierte en doctrina moral. El "estudio del corazón del hombre" le conduce a la conclusión de que el
egoísmo, la piedad, la gratitud, el temor, la esperanza, el amor a la gloria, la rivalidad, etc., son las pasiones
que mueven a los hombres.
Idealizando el "estado natural" del hombre como la "edad de oro" de la igualdad, de la libertad y de la
comunidad de bienes, el utopista francés pregunta cuáles fueron las causas que provocaron la destrucción
de aquel feliz régimen social. Todos los vicios del género humano provienen, según Mably, de la desigualdad
de bienes.

La división de la sociedad en ricos y pobres, la aparición del despotismo, la esclavización del pueblo, las
discordias y disensiones de toda clase y el atropello de las leyes; todas las calamidades sociales han surgido
de la desigualdad, de la violación de las leyes naturales por el hombre, es decir, de las leyes que establecían
la comunidad y la igualdad de bienes. Tras de reconocer que todas las desventuras humanas son fruto de la
propiedad privada, Mably llega a la conclusión de que sólo restableciendo la antigua comunidad de bienes el
hombre puede alcanzar su propia felicidad.

Mably critica duramente el régimen social de la Francia feudal de su tiempo y adopta una actitud crítica ante
las incipientes relaciones burguesas. Por lo que se refiere al comunismo, este comunista utópico se lo
imagina como un régimen "natural", fuera del tiempo y del espacio, con el que se puede soñar, pero que de
hecho es inaccesible para los hombres. Por otra parte, los hombres son demasiado inmorales para apreciar
todas las ventajas del régimen más perfecto, razón por la cual Mably se limita a moralizar y a soñar con la
isla feliz en la que pueda realizarse su utopía.

Mably soñaba con descubrir una isla desierta, de suave clima y agua salubre, y con fundar en ella una
república sin pobres ni ricos, en la que todos los hombres fuesen iguales y libres, y cuya ley fundamental
fuese una ley que prohibiese tener propiedades. Depositaríamos en los almacenes públicos escribe Mably-
los frutos de nuestro trabajo. Los padres de familia elegirían cada año a los administradores, encargados de
suministrar a cada uno los medios de subsistencia necesarios, de señalar el trabajo que la comunidad exige
de cada uno, y de fortalecer la moral en el Estado.
No estoy de acuerdo con lo que dices, pero hasta con mi vida defenderé el derecho que
tienes de decir lo que piensas - Voltaire

Ilustrados burgueses, Materialistas franceses y Demócratas ilustrados del siglo XVIII

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Voltaire

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3. La tarea del filósofo

4. Critica al idealismo subjetivo

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6. Concepto del alma y del cuerpo

La Mattrie

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2. Concepto de materia 3. Teoría del conocimiento

4. Concepción sociológica

5. Ideal político

Diderot

1. Datos biográficos

2. Concepto de materia

3. Concepto de espacio, tiempo y movimiento

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5. Teoría del conocimiento y critica al idealismo subjetivo

6. Doctrina social 7. Doctrina estética

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2. Ideas democrático-burguesas

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4. Concepción determinista 5. Concepción gnoseológica

6. Origen y esencia de la religión

Rousseau

1. Datos biográficos

2. El problema de la desigualdad social y la doctrina de la propiedad privada

3. El Estado y la teoría del contrato social

4. Concepción teísta

5. Teoría pedagógica 6. Doctrina estética

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Criterios a evaluar Puntaje


1.Entregó en la fecha indicada. 1 pts
2.Demostró capacidad de análisis y síntesis.
4 pts
3.La redacción y la ortográfica es correcta. 2 pts
3.La redacción y la ortográfica es correcta. 2 pts
4.Desarrolló correctamente las preguntas.
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5.Cumplió las indicaciones. 3 pts

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