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CIENCIAS NATURALES

Antonio Cabeza Arroyo

REFLEXIONES SOBRE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA

Pedro Costa Morata

La tecnociencia es el híbrido de ciencia y tecnología modernas en el proceso de innovación, y nos lleva


a la percepción de que el conocimiento científico no solamente necesita de la técnica en su desarrollo,
sino que ya no es posible sin ella. Claramente, la ciencia necesita de un creciente despliegue
instrumental técnico que hace que el resultado funcional sea efectivamente híbrido; de esta forma
ciencia y tecnología crecen juntas, apareciendo cada vez más la primera como deudora de la segunda.

Esta cierta, y creciente, preeminencia de la tecnología sobre la ciencia nos recuerda que, contra la
creencia más común, no hay una clara prelación, ni temporal ni material, entre ciencia y tecnología; es
decir, que debe descartarse la consideración de que la tecnología es hija, sucesora o, incluso, aplicación
de la ciencia, porque habitualmente se comprueba que sucede al revés. Por el desarrollo de la
tecnociencia, sobre todo, la tecnología ha ido desligándose de la ciencia y adelantándose en sus
realizaciones, en gran medida porque es a la tecnología (y la ingeniería) a la que se pide que resuelva
problemas, urgentes o de envergadura. El caso más evocado es el de la máquina de vapor, puesta en
producción y comercialización en tiempos de James Watt (segunda mitad del s. XVIII) por este y otros
hábiles “ingenieros”, que hoy llamaríamos tecnólogos, sin prestar atención a los conocimientos
científicos sobre el proceso físico de la conversión del calor en movimiento; esto vendría medio siglo
más tarde de la mano de Carnot, Clausius y muchos otros, que describirían con precisión las leyes de la
termodinámica. Y algo muy parecido sucedió con el desarrollo de la industria eléctrica a principios del
s. XIX a manos de ingenieros.

Esto ha implicado que la tecnología acreciente su arrogancia con soberanía respecto de la ciencia (que,
por otro parte, no encuentra seguimiento y aplicación técnica a todas sus creaciones), ayudada en la
enorme repercusión que tienen los éxitos tecnológicos, claramente superiores a los meramente
científicos.

Aunque la creación del término tecnociencia se atribuye, en 1953, al filósofo francés Gaston Bachelard,
no ha sido sino hasta los años 1980 cuando se ha extendido su uso, al tiempo que la ciencia necesitaba,
cada vez más inocultablemente, de la ayuda de aparatos y herramientas de tipo técnico. En esa
evolución ha contado el hecho de que la ciencia ha vivido en su expansión, un cambio también
cualitativo, marcado sobre todo por su transición desde el mundo académico-universitario (puro
especulativo) hacia el de la producción (positivo, sistemático). Manuel Medina asegura que “con el paso
de la ciencia académica a la ciencia gubernamental e industrial, sobre todo en el s. XX, ciencia y
tecnología han llegado a ser prácticamente inseparables en la realidad”.

Con la tecnociencia, la institución innovadora consigue alcanzar su mayor cota de prestigio e influencia,
pero esto no debe impedir que la sometamos al escrutinio debido, tratando de dejar cada cosa en su sitio
y empezando por medir las pretensiones de condensar en su desarrollo una idea de progreso.

En Meditaciones de la técnica (1933), Ortega y Gasset no tuvo inconveniente en señalar que “la técnica
es la producción de lo superfluo hoy y en la época paleolítica”, haciendo observar que esta era tan
superflua en la Edad de Piedra como lo es hoy, es decir, que los humanos, en su condición de animales,
podrían haber vivido sin fuego y sin herramientas. Le guiaba el propósito de advertir sobre la acrítica
aceptación que se hace de tantos productos sociales, singularmente los llamados tecnológicos sin
atender a su utilidad, finalidad o consecuencias. George Basalla, en la Evolución de la tecnología
(1988), evoca este apunte de Ortega y Gasset, y describe seis supuestos sore los que se construye la idea
de progreso tecnológico, tal y como se registra desde el Renacimiento:

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Antonio Cabeza Arroyo

1. La innovación tecnológica produce una acusada mejoría del artefacto creado, que experimenta
así cambios positivos.
2. Los progresos de la tecnología contribuyen directamente a la mejora de nuestra vida material,
social, cultural y espiritual, acelerando el crecimiento de la civilización.
3. El progreso realizado en la tecnología, y por tanto en la civilización, puede medirse
objetivamente en referencia a la velocidad, la eficiencia, la energía utilizada o cualquier otra
medida cuantitativa.
4. Los orígenes, la dirección y la influencia del cambio tecnológico están bajo total control
humano.
5. La tecnología ha conquistado la naturaleza y la ha obligado a servir a las metas humanas.
6. La tecnología y la civilización alcanzaron su forma suprema en las naciones industrializadas de
Occidente.

Basalla anota que esos seis supuestos están encapsulados en el conocido ejemplo de la aparición de la
energía de vapor, que es donde pueden encontrarse todos esos juicios, y estima que, aunque la idea de
progreso nace en el siclo XVII, en realidad la crítica a ella dirigida, que surge de diferentes frentes, es
cosa del siglo XX. Y destaca, junto a la crítica del progreso tecnológico aparejado con la guerra, la
conciencia cada vez mayor de que los subproductos tecnológicos deletéreos de la expansión tecnológica
reveló que el sometimiento de la naturaleza por parte del hombre estaba lejos de ser seguro, y que se
había obtenido a expensas de una seria contaminación ambiental.

“Los hombres se han convertido en herramientas de sus herramientas”, advertía el escritor y filósofo
Henry David Thoreau, añadiendo que cada vez era mayor el número de personas que no buscaban más
que medios mejorados para conseguir un fin que no era mejor. De ahí la prudencia con la que hay que
plantear el pretendido progreso tecnológico, siendo mucho más cauto, a tenor de la experiencia,
considerar sus novedades y aportaciones como avances más que como logros.

Leo Marx señala que “la sensación de que la tecnología tiene poder como agente crucial de cambio
ocupa un destacado lugar en la cultura de la Modernidad”. Según esta idea, los cambios de la tecnología
influyen en la sociedad y sus procesos más que cualquier otro factor. Este es el caso cuando se atribuye
a los artefactos la facultad de moldear los hábitos y las instituciones, lo que implica aceptar que los
inventos y creaciones tecnológicas, una vez introducidos en la sociedad, adquieren vida propia.

Pero ya que la innovación y el desarrollo tecnológicos tienen lugar bajo el impulso económico en un
entorno habitualmente capitalista, no solo no determinan la marcha de las cosas por sí mismas, sino que
son determinados por el proceso social de “creación de riqueza”, que es el fenómeno típico de la
dinámica capitalista; y en consecuencia se someten a las reglas de la competencia y el beneficio. Son
estas realidades socioeconómicas, y no la propia ciencia o la tecnología, las que mueven y determinan
los cambios sociales.

Por otra parte, la complejidad del mundo científico-técnico y la creciente influencia en la sociedad y la
naturaleza de sus formas materiales, han ido realzando su trascendencia moral y ética hasta la
actualidad, en que se recuerda a la ingeniería que sus realizaciones deben someterse a escrutinio social,
respondiendo sus creadores de la idoneidad moral de las mismas. De ahí que actualmente sea imposible
ocultar a los técnicos e ingenieros las exigencias éticas de su trabajo, es decir, la ineludible
responsabilidad en que incurren cuando sus creaciones perjudican a las personas, la sociedad o el medio
ambiente.

Así pues:

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Antonio Cabeza Arroyo

1. La tecnología, como la ciencia, es un producto social que depende en su origen y desarrollo de


las fuerzas y agentes actuantes. Ambas surgen porque se las busca.
2. Siendo un producto social no parece ni obvio ni sensato que deban atribuírseles poderes o
cualidades especiales, ni que exhiban pretensiones sociales en exceso.
3. La realidad es que toda tecnología es de categoría instrumental, y por lo tanto no puede ser
actora ni protagonista en ningún proceso social. Si es socialmente instrumental constituye un
medio y no debe confundirse con ningún fin importante.
4. Cualquier tecnología es el resultado, individual o colectivo, de una necesidad socialmente
sentida, de la prosecución de un objetivo o finalidad, de un impulso o una intención, y esta
intención queda impresa en su propia naturaleza.
5. La tecnología no tiene vida propia ni capacidad intrínseca, pero no es ingenua, si atendemos a
los móviles de su creación, que son los que la impulsan y reconducen. Sus pretensiones llegan a
sustituir la política por la simple administración de las cosas, favoreciendo la tecnocracia.
6. En la ciencia y la tecnología la neutralidad no existe, precisamente porque siempre hay
intencionalidad en su creación y, por supuesto, en su aplicación, que no puede ser nunca
indiferente. No son neutrales desde el punto de vista de los valores.
7. Tampoco puede decirse la ciencia y tecnología sean autónomas ni independientes, ya que no
poseen vida propia: son creaciones intencionadas, no libres, “se dejan llevar”.
8. En consecuencia, al ser aplicadas, reflejan, protagonizan y desempeñan su función de forma
orientada: tienden a definir el mundo según cierta orientación que les es propia.
9. Dada la ausencia de voluntad propia, no cabe el confiar al poder de la ciencia y la tecnología la
resolución de problemas sociales sensibles, grandes o pequeños.
10. A la capacidad propia de rendir frutos y al vigor del impulso que la aplica y extiende se debe
que se sobrevalore la función social de la tecnología, llevando al determinismo o imperativo
tecnológicos; es decir, la creencia de que la tecnología se mueve con intereses y poderes
propios; y en consecuencia a que la sumisión a sus poderes y designios constituyen una pauta
realista e inteligente de conducta social y personal.

Y también puede sostenerse que ni la ciencia ni la tecnología son capaces de resolver ningún problema
importante de la humanidad, sea material (alimentación para todos, salud progresiva, conservación del
ambiente y los recursos naturales…), sea sociopolítico (la paz y la justicia internacionales, la equidad
entre pueblos…). Esto nos lleva a un apunte político importante, y es que la tecnología juega un papel
político en la sociedad, íntimamente relacionado con la distribución del poder y el ejercicio del control
social.

ACTIVIDADES

1.- Identifica las ideas principales que desarrolla en autor.

2.- Realiza una valoración personal en la que indiques si estás de acuerdo con dichas ideas o no,
argumentando la respuesta.

3.- Haz tu propio análisis de la situación actual sobre la ciencia, la tecnología y tu entorno social más
próximo.

4.- Realiza un ejercicio de imaginación y describe cómo crees que será la vida dentro de 50 años.

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