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INSTITUTO SUPERIOR DE ESTUDIOS TEOLÓGICOS

“CRISTO BUEN PASTOR”

INFORME DE LECTURA

ENCABEZAMIENTO

PROGRAMA: Bachillerato en Teología

ASIGNATURA: Liturgia

TÍTULO DEL INFORME: LA REGIOSIDAD POPULAR Y LITURGIA

NOMBRE DEL ESTUDIANTE: César David Orquiola

NOMBRE DEL DOCENTE EVALUADOR: Prof. Adrián Jamardo

FECHA DE ENTREGA DEL INFORME: 20 de julio

BIBLIOGRAFÍA
SARTORE, D. – TRIACCA, A. (dirs.) Nuevo diccionario de liturgia. Ediciones Paulinas,
Madrid 1989 (2ª edición).

PALABRAS CLAVE
Religiosidad popular, Liturgia, Pueblo de Dios, Iglesia, Ritualidad popular.

INTRODUCCIÓN
Si hablamos de Iglesia y pueblo de Dios, es indispensable hablar de la religiosidad
popular; una dimensión que ha estado siempre muy presente en la Iglesia Católica; su
presencia ha dependido de épocas y situaciones, y ha sido más o menos reconocida e
integrada en la vida eclesial. A pesar de todo lo sufrido, la religiosidad popular sigue
estando presente y manifestándose con fuerza de una u otra manera. Existe hoy en la
Iglesia un mayor aprecio a la religiosidad popular. Y no sólo por el hecho de que reúne a
multitudes que viven a pleno su fervor religioso, sino también porque les permite
conservar su propia identidad en un mundo en el que la identidad se desvanece y el
desarraigo cultural y existencial están a la orden del día.
El autor del presente artículo, piensa que tanto la religiosidad popular como la liturgia,
entendidas en su dimensión profunda antropológico-existencial y sirviéndose del
lenguaje simbólico, pueden prestar hoy un gran servicio y pueden contribuir a que la
persona no pierda sus raíces y crezca sin miedos ni recelos en un mundo en que la propia
identidad tiende a quedar diluida. Vemos el siguiente texto desde esta clave y en dos
grandes apartados:
En el primero, todo lo relacionado a las ciencias humanas; se trata de reflexionar desde la
relación con otras ciencias, su desarrollo cultural y su importancia. En el segundo, nos
metemos en la cuestión teológica y por sobre todo pastoral; tratamos de hacer una
reflexión desde la actualidad y desde la mirada de la iglesia. Desde esta óptica situamos
las reflexiones siguientes para defender la relación existente entre la religiosidad popular
y la liturgia de la iglesia, donde claramente vemos que son complementarias entre sí y
cada uno tiene su importancia en la vida.

LA REGIOSIDAD POPULAR Y LITURGIA


I- DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LAS CIENCIAS HUMANAS
Cuando hacemos un análisis o una simple reflexión es de suma importancia que antes de
intentar definir de alguna forma el fenómeno de la religiosidad popular, tener en cuenta
el fenómeno preliminar y totalmente nuevo producido por el estudio y el interés
contemporáneos por la religiosidad del pueblo. Por ello, un análisis, aunque sea
sumario, o también una simple reflexión sobre las causas que han hecho posible y
fecundo el estudio de la religiosidad del pueblo, son importantes porque, por una
parte, nos permiten descubrir el alma y la orientación de fondo de la cultura
contemporánea y, por otra, nos ofrecen la posibilidad de enmarcar el fenómeno en un
contexto más amplio, en el que apenas caben lecturas preconcebidas e interpretaciones
facilonas.

Es indudable cuando que antes que la teología, la religiosidad popular ha estado


encabezado por las ciencias humanas, en cuanto que la crisis de valores dominantes ha
llevado a retroceder, a preguntarse sobre el hombre en su realidad
completa, abandonando esquemas preconcebidos y ensanchando los horizontes de
comprensión del hombre. La antropología, la sociología y la psicología han empleado a su
vez sus respectivas técnicas de investigación y han demostrado que se relacionan más
fácilmente con la segunda forma de religiosidad y que, en consecuencia, recogen más
rápidamente los ecos de la crisis de la secularización y de la nueva impronta sugerida por
el retorno de lo sagrado. Sin embargo, es importante reconocer que ahora le competen a
la teología tareas bien precisas, a las que debe responder.

Así, la religiosidad popular se presenta como la lengua materna religiosa, hablada por


todos los hombres en la historia. La historia y la ciencia de las religiones podrían
atestiguar ampliamente este carácter originario de la religiosidad del pueblo y de gran
importancia entre un pasado que ya no recordamos y un presente profundo que creemos
que no nos pertenece y que, en cambio, se encuentra reflejado en nuestra misma religión
apenas se la libera de algunos elementos culturales e históricos añadidos. 

En este contexto se puede observar también que la religiosidad popular aparece


demasiado exuberante en los gestos, en los comportamientos, en las expresiones, porque
tiende a significar en un lenguaje simple y perceptible las propias aspiraciones. Tales
problemas están fielmente reflejados en el ritual tradicional y popular, que por ello es
menos formal que cualquier otro ritual, pues parte siempre de las condiciones del vivir
cotidiano, aunque después tienda, por los símbolos que emplea, a trascender esas
mismas condiciones de partida. El ritual popular es también muy «tradicional» y poco
dispuesto a innovaciones. 

 La ritualidad popular expresa sobre todo una necesidad de salvación que se despliega en
todos los niveles y que afecta a los problemas más grandes y serios del hombre y de la
vida social, y a los problemas particulares y personales. También la religiosidad popular
tiene el sentido fuerte de una relación vinculante con una realidad. Ante todo, la
religiosidad popular nos habla en nombre de un redescubrimiento de los signos y de los
símbolos religiosos. 

Por lo tanto; La realidad religiosa popular nos sugiere también una actitud menos
intelectual y menos formal en relación con la religión. La religión incluida la cristiana debe
ser vivida por cada creyente y por la comunidad como experiencia religiosa
profunda, debe llegar a ser parte de la propia vida en la inmediatez de lo cotidiano. La
iglesia y las religiones en general son medios, nunca fines. Si esto vale para las religiones
en general, mucho más para la religiosidad popular, que nace ciertamente de
inspiraciones profundas, de exigencias antropológicas que tienen en sí la verdad de todo
lo que es profundamente humano, pero que puede poco a poco instrumentalizar esas
exigencias y cristalizar en una celebración egoísta del propio mundo hecho de
contradicciones.

Por todo eso, la liturgia y la pastoral litúrgica, motivadas por la religiosidad del


pueblo, deben plantearse seriamente el problema de cómo el pueblo puede llegar a ser el
verdadero sujeto del gesto religioso y litúrgica. Es posible afirmar que el pueblo tiene
derecho a expresar su fe según su modo de sentir, de percibir o de comprender el
misterio de Cristo en relación con su realidad histórica. En la compenetración recíproca y
actual de estas dos dimensiones se juega el valor de la liturgia y su eficacia histórica.

II. DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA TEOLOGÍA Y DE LA PASTORAL LITÚRGICA

Tal estudio ha surgido en la conciencia eclesial con la valoración del fenómeno de la


religiosidad popular por parte del magisterio de la iglesia con el despertar religioso que
caracteriza el decenio 1970-80 y por la posición, a veces polémica o alternativa, en que la
religiosidad popular se confronta con la liturgia, especialmente la oficial
posconciliar, que, según un parecer extendido, no haría satisfecho las exigencias
celebrativas del pueblo, suscitando así un reflujo hacia formas de piedad de cuño
antiguo. 
Aunque este juicio es apresurado y parcial, hay que decir que en los últimos años los
teólogos y pastoralistas liturgistas han sentido la necesidad de reflexionar sobre el
fenómeno de la religiosidad popular en sus relaciones con la liturgia oficial, conscientes
de encontrarse ante un problema en el que era preciso profundizar. Por lo
demás, también el magisterio de la iglesia ha intervenido al respecto. 

A Indicaciones del magisterio de la iglesia.  Lo primero que encontramos es una carta que
promueve la invitación a estudiar las formas de fe y de devoción popular, de modo
que, convenientemente purificadas, sean punto de partida para una liturgia
prudentemente adaptada a situaciones particulares, a grupos de personas, a fases de
madurez y de profundidad en la fe, respetando siempre, como es natural, la unidad
esencial de ésta, así como la comunión en la caridad.

Existe después el Documento de Puebla, aprobado por el papa Juan Pablo II, que ofrece
algunas orientaciones doctrinales válidas, tanto cuando se habla de la piedad popular
como cuando se trata explícitamente de la liturgia. Por otra parte, la religión del
pueblo, con su gran riqueza simbólica y expresiva, puede proporcionar a la liturgia un
dinamismo creador. Este, debidamente discernido, puede servir para encarnar más y
mejor la oración universal de la iglesia en nuestra cultural.

Sin embargo, un hecho emblemático fue la ruptura y el nacimiento de un dualismo


cultual en el medievo, cuando ante una liturgia demasiado clerical, el pueblo reacciona
con la creación de una liturgia folclórica, popular, unas veces integrada en la liturgia
oficial, otras veces paralela a ella y otras incluso en contraste polémico con aquella.

El Misal Romano de Pablo VI ha demostrado gran apertura al acoger, en las secciones


«misas y oraciones ad diversa» y «misas votivas», muchos temas ideológicos de la
devoción y de la piedad popular. La religiosidad popular, es decir, esa fe y búsqueda de
Dios tan rica en valores que, si se orienta bien, puede llevar a las masas populares a un
verdadero encuentro con Dios en Jesucristo, es sin duda la preparación remota más
adecuada para esa consciente, activa y fructífera participación litúrgica auspiciada por el
Vaticano II.  
Es de suma importancia entender, que no se puede pretender traducir a toda costa la
piedad popular en categorías litúrgicas. Ciertas devociones y ejercicios piadosos
difícilmente pueden ser integrados en un esquema litúrgico sin crear fórmulas híbridas
por contenido y forma. La liturgia conserva su carácter de fuente y cumbre de toda la
acción de la iglesia y de todas sus experiencias de fe y de caridad y, por tanto, también de
la religiosidad popular. 

Desde el punto de vista doctrinal, este principio sigue siendo válido, en cuanto que la
liturgia de la iglesia expresa plena y totalmente el sentido del culto cristiano,  celebra
objetivamente el misterio pascual y lo comunica. También desde el punto de vista
práctico hace falta recordar que el cristiano está llamado a la plenitud de la vida que le
viene otorgada en la liturgia eclesial, y no puede contentarse sólo con lo que se le ofrece
desde otras formas de religión y de devoción. La religiosidad popular no se reduce solo a
los ejercicios piadosos, por eso, hemos querido dejar para el final a modo de evitar que
fuera reducida exclusivamente a estas expresiones devocionales. 

No existe un concepto claro de los ejercicios piadosos. Entre estos ejercicios piadosos


deben enumerarse sin duda el vía crucis, la oración del ángelus, las letanías de la
Virgen, el santo rosario, otras oraciones devocionales y ejercicios en honor de los
santos. Partiendo de la unidad del culto cristiano, es claro que los ejercicios piadosos
deben considerarse culto en sentido amplio en el ámbito de la vida cristiana,  en la que
toda expresión de oración tiene un componente de culto propio.

Es preciso preguntarse si alguno de estos ejercicios piadosos, cuando se realizan de una


manera renovada, es decir, modelándose como liturgias de la oración o liturgias de la
palabra y conteniendo fórmulas netamente litúrgicas Sugerencias y realizaciones. No
queda, pues, más que realizar una pastoral inteligente que, partiendo de la teología
litúrgica y de las formas litúrgicas, sepa ordenar sabiamente estos ejercicios en sus
contenidos y en sus fórmulas. Con estos criterios, con estos ejemplos concretos, en
espera de orientaciones más precisas por parte de la autoridad de la iglesia, se puede
realizar una renovación de los ejercicios piadosos según las necesidades del pueblo de
Dios en esta nueva época marcada por la renovación litúrgica del Vaticano II

CONCLUSIÓN
A la vista de estas consideraciones, resulta patente que la religiosidad popular y la liturgia
responden a unas mismas necesidades del hombre y que poseen unas mismas
estructuras, unos lenguajes, unos condicionamientos semejantes dentro de la propia
especificidad de cada uno. Las metas y los medios que tienen en común corresponden a
indigencias graves del momento actual. De ahí que ambas puedan ser respuesta al
desafío de este momento de final de siglo. En la religiosidad popular reavivada se
transmiten unas tradiciones renovadas. Sí hay transmisión. Evidentemente, la liturgia
auténticamente inculturizada ejecuta el mismo objetivo con mayor hondura y radicalidad.
Transmite la parádosis (tradición) de Jesús, de su vida, muerte y resurrección, hechas
presentes y reales mediante el Espíritu.
Por lo tanto, tanto la religiosidad popular y la iglesia son tesoros que tenemos los
hombres para poder encontrarnos con Dios, y aunque muchas veces hay situaciones de la
devoción popular que no son lo recomendable, la iglesia hace el esfuerzo de sentirse
cercana y verlo como un medio propicio para acercarse a Dios.

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