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INFORME DE LECTURA
ENCABEZAMIENTO
ASIGNATURA: Liturgia
BIBLIOGRAFÍA
SARTORE, D. – TRIACCA, A. (dirs.) Nuevo diccionario de liturgia. Ediciones Paulinas,
Madrid 1989 (2ª edición).
PALABRAS CLAVE
Religiosidad popular, Liturgia, Pueblo de Dios, Iglesia, Ritualidad popular.
INTRODUCCIÓN
Si hablamos de Iglesia y pueblo de Dios, es indispensable hablar de la religiosidad
popular; una dimensión que ha estado siempre muy presente en la Iglesia Católica; su
presencia ha dependido de épocas y situaciones, y ha sido más o menos reconocida e
integrada en la vida eclesial. A pesar de todo lo sufrido, la religiosidad popular sigue
estando presente y manifestándose con fuerza de una u otra manera. Existe hoy en la
Iglesia un mayor aprecio a la religiosidad popular. Y no sólo por el hecho de que reúne a
multitudes que viven a pleno su fervor religioso, sino también porque les permite
conservar su propia identidad en un mundo en el que la identidad se desvanece y el
desarraigo cultural y existencial están a la orden del día.
El autor del presente artículo, piensa que tanto la religiosidad popular como la liturgia,
entendidas en su dimensión profunda antropológico-existencial y sirviéndose del
lenguaje simbólico, pueden prestar hoy un gran servicio y pueden contribuir a que la
persona no pierda sus raíces y crezca sin miedos ni recelos en un mundo en que la propia
identidad tiende a quedar diluida. Vemos el siguiente texto desde esta clave y en dos
grandes apartados:
En el primero, todo lo relacionado a las ciencias humanas; se trata de reflexionar desde la
relación con otras ciencias, su desarrollo cultural y su importancia. En el segundo, nos
metemos en la cuestión teológica y por sobre todo pastoral; tratamos de hacer una
reflexión desde la actualidad y desde la mirada de la iglesia. Desde esta óptica situamos
las reflexiones siguientes para defender la relación existente entre la religiosidad popular
y la liturgia de la iglesia, donde claramente vemos que son complementarias entre sí y
cada uno tiene su importancia en la vida.
La ritualidad popular expresa sobre todo una necesidad de salvación que se despliega en
todos los niveles y que afecta a los problemas más grandes y serios del hombre y de la
vida social, y a los problemas particulares y personales. También la religiosidad popular
tiene el sentido fuerte de una relación vinculante con una realidad. Ante todo, la
religiosidad popular nos habla en nombre de un redescubrimiento de los signos y de los
símbolos religiosos.
Por lo tanto; La realidad religiosa popular nos sugiere también una actitud menos
intelectual y menos formal en relación con la religión. La religión incluida la cristiana debe
ser vivida por cada creyente y por la comunidad como experiencia religiosa
profunda, debe llegar a ser parte de la propia vida en la inmediatez de lo cotidiano. La
iglesia y las religiones en general son medios, nunca fines. Si esto vale para las religiones
en general, mucho más para la religiosidad popular, que nace ciertamente de
inspiraciones profundas, de exigencias antropológicas que tienen en sí la verdad de todo
lo que es profundamente humano, pero que puede poco a poco instrumentalizar esas
exigencias y cristalizar en una celebración egoísta del propio mundo hecho de
contradicciones.
A Indicaciones del magisterio de la iglesia. Lo primero que encontramos es una carta que
promueve la invitación a estudiar las formas de fe y de devoción popular, de modo
que, convenientemente purificadas, sean punto de partida para una liturgia
prudentemente adaptada a situaciones particulares, a grupos de personas, a fases de
madurez y de profundidad en la fe, respetando siempre, como es natural, la unidad
esencial de ésta, así como la comunión en la caridad.
Existe después el Documento de Puebla, aprobado por el papa Juan Pablo II, que ofrece
algunas orientaciones doctrinales válidas, tanto cuando se habla de la piedad popular
como cuando se trata explícitamente de la liturgia. Por otra parte, la religión del
pueblo, con su gran riqueza simbólica y expresiva, puede proporcionar a la liturgia un
dinamismo creador. Este, debidamente discernido, puede servir para encarnar más y
mejor la oración universal de la iglesia en nuestra cultural.
Desde el punto de vista doctrinal, este principio sigue siendo válido, en cuanto que la
liturgia de la iglesia expresa plena y totalmente el sentido del culto cristiano, celebra
objetivamente el misterio pascual y lo comunica. También desde el punto de vista
práctico hace falta recordar que el cristiano está llamado a la plenitud de la vida que le
viene otorgada en la liturgia eclesial, y no puede contentarse sólo con lo que se le ofrece
desde otras formas de religión y de devoción. La religiosidad popular no se reduce solo a
los ejercicios piadosos, por eso, hemos querido dejar para el final a modo de evitar que
fuera reducida exclusivamente a estas expresiones devocionales.
CONCLUSIÓN
A la vista de estas consideraciones, resulta patente que la religiosidad popular y la liturgia
responden a unas mismas necesidades del hombre y que poseen unas mismas
estructuras, unos lenguajes, unos condicionamientos semejantes dentro de la propia
especificidad de cada uno. Las metas y los medios que tienen en común corresponden a
indigencias graves del momento actual. De ahí que ambas puedan ser respuesta al
desafío de este momento de final de siglo. En la religiosidad popular reavivada se
transmiten unas tradiciones renovadas. Sí hay transmisión. Evidentemente, la liturgia
auténticamente inculturizada ejecuta el mismo objetivo con mayor hondura y radicalidad.
Transmite la parádosis (tradición) de Jesús, de su vida, muerte y resurrección, hechas
presentes y reales mediante el Espíritu.
Por lo tanto, tanto la religiosidad popular y la iglesia son tesoros que tenemos los
hombres para poder encontrarnos con Dios, y aunque muchas veces hay situaciones de la
devoción popular que no son lo recomendable, la iglesia hace el esfuerzo de sentirse
cercana y verlo como un medio propicio para acercarse a Dios.