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¿Por qué consulta un adolescente en orientación vocacional? Los motivos pueden sintetizarse en frases
como: “Quiero saber cuál es mi vocación”; “¿para qué sirvo, qué puedo estudiar o hacer?”. Los orientadores
vocacionales traducen estos interrogantes en un camino de reconocimiento y autoconocimiento para que los
consultantes puedan acceder a sus principales intereses, deseos, facilidades y habilidades.
Hoy, por su masividad como fenómeno, constituyen una respuesta fallida a todo un conjunto de cambios
socio-estructurales, históricos, políticos, económicos, culturales y familiares, que los orientadores
vocacionales deben ser capaces de profundizar para poder elaborar nuevos instrumentos de abordaje. Estas
son:
Hay un grupo de jóvenes cada vez más numeroso, que manifiesta su deseo de seguir estudiando, pero en
realidad no logra interesarse ni sentirse atraído en forma consistente hacia ninguna carrera o campo
ocupacional. Al poco tiempo de comenzar la consulta se percibe que no están en condiciones de elegir con
convicción ninguna carrera porque falta en ellos algo más básico, falla algo en orden del deseo (el problema
es interno). No pueden interesarse profundamente en nada porque están desconectados emocionalmente,
apáticos, desmotivados.
Muchos se desplazan de carrera en carrera pensando que no han encontrado su verdadera vocación. La
mayoría manifiesta inicialmente preocupación por su futuro pero enseguida aparece el desgano, la abulia, la
dificultad para hacer, en la realización de trabajos y consignas que los pondrían en contacto con sus intereses.
Nada en ellos parece como fundamental o importante, no logran percibir que es lo que realmente los atrae.
No tienen convicciones propias, no poseen motivaciones fuertes que vayan más allá de lo inmediato y carecen
de una cosmovisión personal.
2- Insatisfacción, dificultad para interesarse, entusiasmarse y/o sostener sus objetivos. Intereses frágiles e
inconsistentes.
Otro grupo de jóvenes puede identificar con relativa facilidad un campo propio de intereses, pero les cuesta
tomar una decisión porque no logran interesarse, entusiasmarse o motivarse suficientemente.
De la misma manera, otros estudiantes se inscriben en carreras pero rápidamente se desmotivan porque
carecen de la capacidad para sostener sus intereses, para entregarse a un objetivo que además implica
disciplina y esfuerzo.
Es importante señalar que el problema de muchos jóvenes no está en la falta de O.V o en la inadecuación
entre sus intereses y la carrera elegida, sino en la dificultad para entusiasmarse, para apasionarse o para
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entregarse sostenidamente a un objetivo y esto es lo que convierte a sus intereses en frágiles e
inconsistentes.
Es importante que la OV incluya entre sus objetivos la posibilidad de tratar y prevenir estas nuevas
sintomatologías emocionales que no se reducen a una incorrecta elección de la carrera por falta de
información adecuada de sí mismos o de las carreras elegidas, sino que, aun realizando buenos procesos de
orientación vocacional, no pueden sostener sus objetivos.
A pesar de identificar sus intereses vocacionales, muchos jóvenes no pueden tomar una decisión porque la
idea de estudiar una carrera les despierta fuerte sensaciones de encierro, agobio o aburrimiento. Sienten un
gran temor de quedar atrapados en la carrera elegida, tienen miedo a aburrirse, a asfixiarse, a perder su
libertad, a que el estudio les impida hacer otras cosas. Otros estudiantes experimentan esas mismas
sensaciones de aburrimiento o vivencias claustrofóbicas durante el cursado de sus carreras. La elección de
una carrera supone cierta entrega, un cierto compromiso, aunque sea en un nivel exploratorio con
determinado campo del saber, que muchos jóvenes no están en condiciones de asumir por sus temores y
ansiedades fóbicas de encierro o aburrimiento que esta situación les genera.
Algunos estudiantes viven el proceso de elección de la carrera con tal grado de exigencia y temor al fracaso
que no se permiten la exploración necesaria, ni la posibilidad de fantasear y jugar con los distintos roles
ocupacionales. Por el contrario se tensionan, se paralizan e hiperexigen, viviendo la elección vocacional con
gran temor y sensación de fracaso “donde no existe el permiso para poder equivocarse”, sino que tienen
que saber y elegir la opción para toda la vida y multiplican su ansiedad y parálisis en la tarea de elegir. Temor
a no conseguir trabajo una vez recibido, temor al futuro desempeño profesional, miedo a fracasar y abandonar
la carrera.
Muchos jóvenes consultan pensando que se equivocaron de carrera, cuando en realidad lo que les pasa es
que no logran sentarse a estudiar, ni pueden concentrarse, ni organizar un método de estudio eficaz; se
angustian, desarrollan técnicas evitativas, se distraen y no logran avanzar en sus estudios porque sus
conductas fóbicas y evitativas les impiden estudiar.
La mayoría de los estudiantes arrastra graves problemas de aprendizajes del nivel anterior que los
desmoraliza e impulsa a una rápida deserción o los hace permanecer durante años en los niveles iniciales de
sus carreras sin poder avanzar.
VARIABLES INTERVINIENTES:
Estas sintomatologías vocacionales son emergentes del conjunto de trasformaciones estructurales que
atraviesan las sociedades globalizadas del mundo actual impactando especialmente sobre la subjetividad de
los jóvenes.
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-El pasaje de las sociedades industriales a las postindustriales en los países centrales determina el fin de la
sociedad salarial, planteando el problema del desempleo y la desocupación como temas estructurales. Esto
produce “sociedades de riesgo” que deja a las personas desprovistas de las seguridades y formas de vida que
los organizaban y regulaban, en la cual se espera que los individuos busquen soluciones biográficas a
contradicciones sistemáticas. Sennet plantea la pérdida del sistema de referencias y el pasaje a un sujeto
autorreferencial cuyo problema es la organización de la propia vida personal en un capitalismo que dispone de
los sujetos y los deja a la deriva, donde la desvalorización de la experiencia, la anulación del largo plazo y la
imposibilidad de proyectar provocan la pérdida de confianza en sí mismo y en los demás.
-Esto es lo que ocurrió en Argentina y se puso en evidencia a partir de la crisis económica del 2001, donde
más del 50% de la población quedó ubicado por debajo de la línea de pobreza y donde hubo bruscamente a
un deterioro alarmante en los indicadores de salud física y psíquica de la población.
El individualismo como paradigma principal explica el narcisismo como producto de la deserción generalizada
de los valores y finalidades sociales provocada por el proceso de personalización, el abandono de los grandes
sistemas de sentido y la hiperinversión en el Yo.
Aparecen entonces el vacío de sentido, la apatía, la indiferencia pura como imposibilidad de investir al
mundo de afecto y significado.
Hay una caída de las grandes ideologías de participación y trasformación de la sociedad, abandono de la ética
del deber y de la educación rigorista de la cultura patriarcal, introduciendo cambios estructurales en la vida de
los sujetos, sumiéndolos en la incertidumbre, la inseguridad, la inestabilidad, la falta de certezas, produciendo
cambios fundamentales en su subjetividad, proponiendo una cultura de la inmediatez, el consumismo,
hedonismo, narcisismo, individualismo, y facilismo.
La falta de credibilidad en las instituciones políticas, el debilitamiento de la función protectora del estado y de
la condición salarial contamina y sobrecarga al conjunto de las instituciones educativas y familiares,
quitándoles los puntos de apoyo necesarios para el sostenimiento de su función.
“El concepto de educabilidad apunta a identificar cual es el conjunto de recursos, aptitudes o predisposiciones
quehacen posible que un niño o adolescente pueda asistir exitosamente a la escuela, al mismo tiempo que
invita a analizar cuáles son las condiciones sociales que hacen posible que todos los niños y adolescentes
accedan a esos recursos” Tedesco.
Se plantea la pérdida del contrato de educabilidad entre las familias y la escuela a partir del retroceso del
Estado en sus funciones de promoción del bienestar social e integración. La crisis del mercado de trabajo y la
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pedida de derechos y garantías que devienen de la condición de trabajador implican un deterioro muy fuerte
de la capacidad de las familias de lograr la estabilidad y el bienestar necesarios para ofrecer a sus niños
educabilidad. El problema de la educabilidad trasciende a la capacidad transformadora de las políticas
educativas, e interpela al conjunto de las políticas sociales, invitando a la necesidad del desarrollo de acciones
que realicen un abordaje integral de la cuestión social.
Tedesco enumera factores internos que permiten comprender el debilitamiento de las familias en su rol de
proveedoras de estas condiciones de educabilidad. Menciona en primer lugar, los cambios en su composición
y dinámica y la ausencia total de modelos o respuestas donde cada familia tiene que buscar soluciones al
desafío de garantizar a los niños las predisposiciones y aptitudes que van a hacer posible su inserción en el
mundo. Se debe revalorizar a la familia y su actividad.
El deterioro de las condiciones de educabilidad se puede observar en la declinación de sus funciones lógico-
matemáticas y lógico-verbales que son las que habilitan para estudiar carreras exactas, económicas,
tecnológicas y carreras ligadas a la comunicación.
El pensamiento lógico, que comienza a madurar alrededor de los 12 años y no es alcanzado por todos,
requiere para su desarrollo de la capacidad de simbolización y abstracción. Este pasaje a la generalización y
la abstracción depende de la internalización de límites y diferencias de la incorporación de aquello que se
conoce como “función paterna”. (Posibilidades económicas y exceso de info).
Preparación de jóvenes secundarios y exigencia el nivel universitario. Las exigencias de los estudios
superiores rebasan las capacidades adquiridas con excepción de ciertos colegios universitarios y privados.
Los jóvenes egresan sin haber incorporado las competencias básicas para ingresar a la universidad, lo que
agrega más temor y desmoralización a la mayoría de ellos. La fragmentación de la educación permite que
sólo los provenientes de los mejores colegios privados o colegios universitarios puedan aspirar a ingresar con
mayor éxito en las universidades estatales.
Al mismo tiempo que las posibilidades de inserción en el mundo del trabajo se reducen, las exigencias de
formación y capacitación se multiplican y complejizan, generando escepticismo, apatía y desmotivación. Esto
genera:
-Aumento de los requerimientos educativos: Se complejizan y radicalizan en todo el mundo los requisitos
cuasi indispensables para aspirar a una relativa inserción en el mercado ocupacional. (Post-grado, maestría,
doctorado).
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-Devaluación de los títulos superiores: Los títulos universitarios y terciarios se constituyen en un
requerimiento indispensable para acceder al mercado ocupacional, aunque se sabe perfectamente que no son
garantías de trabajo ni de remuneración.
Frente a la exigencia de este modelo, muchos jóvenes buscan insertarse directamente en el plano
ocupacional, dejando a un lado los estudios o desertando rápidamente de ellos, utilizando sus habilidades
tecnológicas, artísticas, comerciales, docentes, etc.
Dificultad de los padres para construir modelos de contención y diferenciación dentro de las familias, capaces
de permitir a los jóvenes un buen proceso de discriminación. Hay mayor cercanía y proximidad, pero poca
diferenciación.
Esta cercanía y proximidad en el vínculo con los hijos no se ha podido acompañar de la construcción de
buenos modelos de contención y diferenciación, produciendo consecuencias indeseadas en el proceso de
individuación de los hijos, que afectan profundamente su proceso madurativo y su salida exogámica y generan
múltiples sintomatologías actuales.
Los padres establecen con sus hijos vínculos cercanos y afectuosos, pero a la vez simétrico e
indiscriminados. Los padres transmiten inconscientemente y luego confirman a través del exceso de
confidencias, de protagonismo, de explicaciones, de dependencia emocional, de confrontación con ellos de
igual a igual, de falta de límites y confusión de roles una posición de paridad y de simetría a sus hijos que los
confunde y desprotege.
Nos encontramos con jóvenes que no pueden interesarse suficientemente por el afuera porque quedan
retenidos y absorbidos en el interior de sus familias, en una situación de confusión e indiscriminación. Son
adolescentes que tienen obstaculizado el proceso exogámico, la salida al exterior del hogar.
Hay una falla en la función paterna, que es la función simbólica de límite y diferenciación que cumple el padre
o su sustituto, cuando separa a la madre de los hijos y los acompaña hacia el exterior. Si esta función de limite
y separación no se cumple satisfactoriamente, los hijos van a tratar de separarse por sí mismos de la madre y
lo van hacer a través de la distancia, el maltrato en la comunicación y sobre todo a través de la desconexión
emocional, dejando de disponer de su capacidad de entrega amorosa a otros objetos externos.
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POR QUÉ FALLA LA FUNCIÓN PATERNA DE LÍMITE Y DIFERENCIACIÓN
La función paterna es una función compartida: Construir la autoridad dentro de la familia y lograr que los
hijos internalicen la función paterna de limite y diferenciación es ahora una cuestión de la pareja de padres, en
la que también intervienen otros adultos que conviven con los jóvenes a partir de uniones y separaciones.
Los vínculos son más cercanos y los límites ya no se ponen por decreto: Los vínculos de comunicación
entre padres e hijos son ahora muchísimo más cercanos, inclusivos, participativos y demostrativos, por lo
cual, en el momento de poner límites y plantear diferencias, a los padres les resulta mucho más difícil que
antes mantener un buen nivel de comunicación y a la vez de diferenciación. Ahora el reconocimiento se da a
través de la coherencia y consistencia por parte de los adultos.
La incertidumbre y la falta de certeza: la autoridad de los padres es más difícil de sostener en un mundo sin
certezas, donde los únicos puntos de apoyo son los propios valores y la propia percepción a la hora de poner
límites. Y para ello hay que poder valorizarse y conectarse emocionalmente con cada situación y con las
posibilidades madurativas del otro.
Los hijos se mimetizan e identifican inconscientemente con la desconfianza de los adultos hacia “la
autoridad”: en muchos casos se identifican también con el propio rechazo de los padres hacia todo principio
de autoridad, convirtiéndose a la vez en autoritarios, por lo cual a veces se hace difícil reconstruir pautas de
respeto y convivencia tanto entre jóvenes como con adultos.
Secuelas de la educación autoritaria: Más allá del vínculo afectivo y cercano que los padres tengan con sus
hijos, la función de limite y diferenciación no se logra internalizar dentro de muchas familias porque los hijos se
identifican, se mimetizan inconscientemente, con la propia simetría, la falta de apoyo emocional y
desconfianza de los padres hacia “la autoridad” en general y hacia la de sus propios padres (abuelos) en
particular.
Los hijos no logran incorporar lo que los padres proponen o proclaman porque se identifican con lo que
verdaderamente son y sienten por dentro.
Muchos padres carecen de los apoyos internos de sus propios padres y buscan apoyarse en los hijos:
Esta desconexión y falta de apoyo emocional de los adultos en sus propios padres es una consecuencia
directa de tres tipos de situaciones reiteradas en la clínica.
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apoyo emocional: las situaciones traumáticas vividas por generaciones anteriores y sus consecuentes
procesos de desconexión emocional, se transmiten entre padres e hijos. Esta es una de las
consecuencias más desconocidas y perjudiciales de este modelo simétrico de crianza, que permite que los
hijos queden pegados y confundidos con vivencias y heridas que no les pertenecen.
Los padres generalmente no saben trabajar en equipo: los padres participan en su mayoría activamente
en el proceso de crianza, reforzando la función materna, pero a la hora de poner límites no quieren ser los
“malos de la película”, y les cuesta mucho intervenir, porque confunden entre autoridad y autoritarismo.
Entonces, al intentar poner límites, dan discursos, aconsejan y cuando se irritan recaen finalmente en el viejo
autoritarismo.
La simetría se refuerza a través de múltiples actitudes cotidianas, que se constituye como modelo de
autoridad familiar y que genera en el interjuego y potenciación con las profundas transformaciones del
contexto la mayoría de las sintomatologías vocacionales actuales, así como las no vocacionales.
La falta de problematización de los vínculos familiares es señalada como “indiferencia pura, desafectivización,
retroceso de los afectos significativos”, “vacío por parte de los hijos”.
Francois Dolto se refiere a la neutralización de las relaciones. Los jóvenes huyen de los adultos, pero no se
enfrentan con ellos. Se rechaza y critica a los adultos en bloque, y se tiene buena opinión de los padres o se
los compadece. La hostilidad abierta desaparece. El problema es la neutralización de las relaciones, el no-
intercambio. Y lo que se hace es cohabitar. Ya no hay deseo de comunicarse. Lo contrario al amor no es el
odio, sino la indiferencia.
“Los jóvenes posmodernos no sienten necesidad de rebelarse, no ven a sus padres como personas muy
diferentes de ellos, están de acuerdo con la educación que recibieron y la pondrían en juego con sus propios
hijos, no sienten una brecha generacional que los separe de la generación anterior, sus discusiones pasan por
lo cotidiano, no por un enfrentamiento ideológico, de hecho no hay ideología de la que se hable. La falta de
enfrentamiento no parece haber anulado la hostilidad. La agresividad es una expresión lisa y llana de
maltrato, vacío de ideas”.
Los vínculos familiares simétricos no han sido suficientemente conceptualizados como productores
de patología ya que se desconocen sus aspectos inconscientes
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Los vínculos simétricos y autoritarios, donde los hijos mandan, no han sido lo suficientemente identificados y
jerarquizados en la clínica terapéutica en general, y en particular en el campo de la orientación vocacional, ya
que se desconocen sus aspectos inconscientes y su influencia en las profundas fallas en los procesos de
individuación, separación y discriminación de los jóvenes de sus figuras parentales.
Los hijos ubicados simétricamente se comportan como si tuvieran imaginariamente la misma forma, tamaño y
posición que sus padres, manteniendo la vivencia de totalidad, de no castración, de completad narcisista del
primer tiempo del Edipo. No pueden registrar las diferencias grande-chico, yo, no-yo y, a pesar de la distancia
y la desconexión emocional, no logran separarse ni discriminarse de sus figuras parentales como para poder
conectarse con sus propios deseos, identificar sus intereses, organizar y sostener sus propios proyectos.
Los niños posicionados como adultos dan órdenes a sus padres, intentan resolver situaciones familiares
problemáticas; padecen paralelamente graves problemas de aprendizaje, terrores fóbicos paralizantes, son
diagnosticados y medicados como TDAH en función de la simetrización y falta de contención por parte de sus
padres, se estresan, hiperexigen y angustian, se mimetizan e internalizan la depresión de sus padres, se
alcoholizan, sexualizan, se inician en el tabaquismo y drogadicción, padecen anorexia. Así, se habla de
asesinato de la infancia, de las fuerzas del mercado que empujan a los niños a actuar como niños adultos.
Los padres que no logran sostener su lugar de autoridad dentro de la familia buscan inconscientemente
compensar y suplantar, a través de los hijos, la falta de apoyo en los propios padres. La actitud de los padres
les impide superar exitosamente la conflictiva edípica y acceder al tercer tiempo del Edipo, como tiempo de
identificación con los valores paternos, del acceso a la ley y, por lo tanto, al propio deseo. Por el contrario, se
refuerza y confirma ese lugar de rivalidad imaginaria propia del segundo tiempo del Edipo, con la amenaza
consiguiente de quedar atrapados en el mundo materno.
El incremento de las pulsiones eróticas y agresivas propias de la adolescencia que los encuentra con padres
que no los contienen, que se involucran excesivamente y no logran establecer límites protectores, lo que los
obliga a duplicar su propia retirada e incrementar sus propios mecanismos de defensa.
Extensión de la desconexión emocional al resto del mundo externo. Frecuentes estados depresivos
La distancia, desconexión emocional, pérdida del contacto afectivo y comunicativo con sus padres los
desconecta de sí mismos y del mundo exterior. La falta de límites protectores y la cercanía del vínculo
terminan por instalar estos mecanismos de defensa, que debían ser transitorios, como permanentes, dejando
a los adolescentes en ese estado de desconexión, apatía, desgano, desinterés, desmotivación, falta de
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energía, dificultad para realizar esfuerzos, desde el cual no van a poder percibir sus propios intereses
vocacionales, ni tener un registro claro de sí mismos, ni entusiasmarse porque han quedado desconectados.
La distancia y desconexión emocional producen un estado de empobrecimiento del psiquismo, desde donde
se cae fácilmente en estados depresivos y donde no existe posibilidad satisfactoria de investir libidinalmente a
los objetos del mundo externo.
Los mensajes contradictorios y paradojales que transmiten los padres cuando responden simétricamente,
colocan a los hijos en un lugar de “saber” y de autosuficiencia, a partir del cual no logran estar motivados para
aprender. Esta posición de saber no es consciente, es un posicionamiento interno adquirido por mimetización
con el lugar del adulto que produce graves consecuencias de desubicación en general y ante el mundo del
aprendizaje en particular. Estudiar se convierte más en una obligación o necesidad impuesta por las
dificultades del medio que por una verdadera motivación.
Se traslada al mundo del afuera, de las carreras y las ocupaciones: nada me va a resultar lo suficientemente
valioso o interesante, y también al mundo de adentro, desvalorizando y desestimando los propios gustos e
intereses: “todo me da igual.”
Este lugar de paridad, saber y mimetización con el adulto los coloca en una situación de hiperexigencia
interna, desde donde “tienen que saber y poder sin darse el tiempo para explorar y conocer, donde falla el
tiempo y también la idea de proceso”, donde la grandiosidad del Yo-ideal domina los procesos de elección
porque el ideal del yo no ha sido lo suficientemente instalado.
La búsqueda de éxito está presente desde antes de la elección de la carrera, ya no como algo que puede
producirse naturalmente sino que es una meta en sí misma, asfixiante, exigente, imposible de alcanzar, por el
modo compulsivo en que ha sido planteada.
Esta inmadurez en la búsqueda de éxito se corresponde con los valores “light” y con la amenaza de un medio
ocupacional cada vez más exigente y excluyente, donde “no ser suficientemente exitoso” es equivalente a
“peligro de quedar excluido del sistema.”
La salida al exterior produce un contraste entre la “seguridad” con que se manejan en el vínculo con sus
padres como “iguales, dueños de saber”, y la inseguridad que les produce el contacto real con el mundo
externo, en el que se sienten exigidos a responder sin haber podido internalizar los recursos protectores de
sus padres y sin haber podido ejercitar ni desarrollar una adecuada tolerancia a la frustración. Cualquier
dificultad en el desarrollo de los estudios les provoca una gran desmotivación y dificultad para sostener sus
objetivos.
Al estar en el lugar de saber les cuesta aprender, jerarquizar, diferenciar en el estudio y en la vida cotidiana.
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La fobia es el miedo irracional a quedar atrapado sin salida frente a un objeto o situación, como
desplazamiento del miedo inconsciente a quedar atrapado en el vínculo materno, a perder la propia identidad
y quedar ahogado, asfixiado en un vínculo absorbente, que provoca angustia. La padecen personas que no
han podido internalizar límites protectores por parte de sus padres. La persona sólo confía en sí misma como
única fuente de protección, elaborando fórmulas y rituales como método inconsciente de defensa que, al fallar
necesariamente, genera un gran monto de angustia.
Los adolescentes tienen miedo de sentirse atrapados en la carrera que elijan, de aburrirse, asfixiarse, perder
su libertad. La falta de límites protectores les impide entusiasmarse o apasionarse con la carrera elegida y les
hace perder interés
La idea de estudiar una carrera universitaria provoca grandes temores de no poder sostener los estudios y
menos aún concluirlos. La percepción de las dificultades para concentrarse y sentarse a estudiar y las
dificultades de aprendizaje y deterioro de las funciones lógico-matemáticas. Provoca en los jóvenes grandes
temores a no poder acceder a los estudios superiores y menos concluirlos.
Muchos jóvenes recurren a la violencia y el enfrentamiento como forma de encontrar distancia y separación de
un vínculo que resulta asfixiante.
La condición para salir de este sufrimiento incorporado es salir del modelo simétrico, acercarse afectivamente
y recuperar la condición de hijos. El amor de los padres por sus hijos y el deseo de liberarlos de ese
sufrimiento ajeno también les permite disponerse a elaborar aquello que en su momento quedó disociado y
escindido. Cuando los padres se involucran en este trabajo, liberan a los hijos de estas ataduras que son
reproducciones de una historia que no les pertenece.
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3. Intervenciones terapéuticas: Frente a la presencia de las nuevas sintomatologías, se realiza una
intervención terapéutica y preventiva en los vínculos familiares de los consultantes mientras se los
acompaña en sus procesos de elección.
El trabajo para la modificación y enriquecimiento del vínculo : aproximación y discriminación: el primer
movimiento de aproximación se produce porque la relación afectiva mejora, hay mayor acercamiento y
enriquecimiento de la comunicación, simultáneamente se da el proceso de discriminación.
Para producir el acercamiento, el orientador se capacita para enseñar al joven y a sus padres a
comunicarse, a aprender a pedir e insistir, incluyendo la expresión de los sentimientos y emociones y
excluyendo la violencia y el maltrato de la comunicación.
Son los padres los que tienen que aprender a reinstalar el respeto en la comunicación, deteniéndola
donde se acaba la posibilidad de escucha, instalando el tiempo y la demora, ejercitando la función de
contención. La función paterna de límite y separación se internaliza a través de la incorporación
vivencial de las diferencias t de la instalación del respeto en la comunicación, en el trato cotidiano.
Los jóvenes tienen que renunciar a la pasividad del mundo materno desde donde esperan ser
adivinados, aprendiendo a recuperar una posición activa en la comunicación.
La recuperación del vínculo afectivo y la conexión emocional con los padres los saca del lugar de
apatía y desconexión, pero también de soledad e hiperexigencia desde donde tienen que saber y
poder.
La salida de la simetría y el autoritarismo. La reorganización de la situación triangular : La recuperación
de una jerarquía en los vínculos opera como un organizador de la situación triangular que permite a los
jóvenes percibir y revalorizar sus intereses vocacionales, muchas veces descalificados si coinciden los
maternos, por temor a la indiscriminación con tal figura.
El permiso para acercarse al papá: En ocasiones, la intervención opera como un permiso para
acercarse al papá, permitiendo la revaloración y resignificación de su función. La revalorización del
lugar de padre cambia inmediatamente la posición subjetiva de los jóvenes.
La intervención frente al autoritarismo paterno : La intervención apunta a fortalecer a las madres, a
devolverles la autoestima para que puedan poner límites al abuso paterno. Cuando la revalorización se
empieza a producir, los hijos automáticamente se tranquilizan y encuentran en la madre un lugar de
apoyo y valorización que los despega de la identificación con el maltrato y la desvalorización paternas.
La revalorización de la figura materna : La revalorización y el respeto por la figura materna permiten la
salida de la situación simbiótica desde donde se dispone automáticamente de la madre como si fuese
una parte del propio cuerpo. Cuando los jóvenes logran salir de las situaciones de maltraro o
indiscriminación y aprenden a comunicarse, a pedir y agradecer, incorporan vivencialmente la
diferencia yo/ no-yo, y logran revalorizar de inmediato sus propios intereses vocacionales. En estos
casos, la intervención apunta tanto a la madre como al hijo.
Las entrevistas con los padres: Se producen en diferentes momentos del proceso de acuerdo a cada
caso.
4. Los modelos de abordaje
A) Abordaje conjunto de padres e hijos: combina el proceso habitual de entrevistas individuales de OV con
los jóvenes, con entrevistas vinculares y también entrevistas exclusivas con los padres.
B) Abordaje exclusivo a través de los padres: se utilizan cuando son jóvenes autoritarios que no aceptan
ayuda, entonces el trabajo se realiza exclusivamente a través de la modificación de las actitudes de los
padres, lo cual lleva a la modificación en la actitud de los hijos.
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C) Abordaje con jóvenes cuando falta el acceso a uno o ambos padres: situaciones donde no se cuenta con
el apoyo y/o participación de ambos padres. La modificación queda a cargo del hijo o del hijo y el padre
que participe del proceso. Esto hace que el trabajo sea más lento y dificultoso, o se interrumpa.
5. Capacitación para el desarrollo de la posición activa en la comunicación
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