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En la madriguera del conejo

Si bien, el tratar de analizar una novela “fantástica” como lo es Alicia en el país de las
Maravillas, bajo la lupa filosófica, puede resultar un trabajo no muy fácil, es perceptible
un tono de absurdismo en cuanto a la lógica que debe contener una realidad. Desde el
momento en que ella, Alicia, nota como aburrido el hecho de que su hermana lea un
libro que no tiene diálogos o dibujos hasta el pasar a “imaginar” cosas no tan comunes o
extraordinarias, uno puede pensar que, sus ideas, las cuales son en cierta forma
realistas, ya que se sumerge en ellas cada vez que presta atención a ese mundo
fantástico en el que se encuentra, están siendo parte de un espacio lógico o con sentido,
puesto que, recordando un poco a Wittgenstein, el espacio lógico es en el que puede la
figura presentar el estado de las cosas y de ahí, la existencia misma. Este es el mundo de
las cosas posibles, también. Y todas las partes constitutivas a las que Alicia le pone
perspicazmente interés dan este sentido dis-crónico, en el que la contradicción no más
con el tiempo sino con el salto de realidades, denota, en sus pensares, las posibles
opciones de lo que acontecerá una vez que ella deje de caer por el hueco en el que está
constantemente cayendo. Pero, no siendo tan ortodoxa con ese mundo de posibilidades,
aparenta y trata de sostener su “cordura” en las acciones. El mundo de su alrededor es
poco común y extraordinario, pero piensa en acciones comunes y ordinarias, aunque
estas le parezcan moralmente correctas o aburridas. Esto último se aprecia al leer las
letras de los frascos que contenían la bebida y el panecillo, el buscar la salida, entender
el tamaño de las cosas (la llave y la puertecilla, su estatura) o, incluso, cuando se
aconseja no seguir llorando.

El charco de lágrimas

Lo primero que se me viene a la mente en los párrafos con los que se inicia esta segunda
parte, es sobre la frase que dice Alicia y la comparativa de la misma, hoy pasan cosas
raras y ayer todo era como de costumbre, en ello, creo que no hay otra cosa más que
pensar: ¿Qué hay en la costumbre? ¿Cómo se constituye o cómo se forma o cómo se
construye la costumbre? ¿Qué es eso llamado «costumbre», en realidad, y no dando por
seguro que la comprendemos? Algo muy seguro que personalmente abduzco es que, al
toparse con lo extraordinario, con un mundo ilógico y contradictorio, dis-crónico, trata
de buscar seguridad en lo que las cosas son, hablando óntica y ontológicamente, tanto
en lo referente a los entes como al ser de los entes. Preguntarse por lo que ella es o si era
otra persona no es más que un acto de gallardía para descubrir lo que su mente estaba
tejiendo, dando por seguro que, todo lo que sucede en esta historia, es algo ficticio, pero
deberé continuar la lectura para saber eso.

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