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¿Qué es una emoción?

Es un fenómeno complejo que implica atención, sentimientos, respuestas


autónomas, endocrinas, musculares y comportamentales, es un constructo que no podemos
observar directamente, por lo tanto se trata de un estado inferido de la conducta, se trata de un
sentimiento subjetivo acerca de un estímulo y puede funcionar de manera consciente o
inconsciente, estas se relacionan con la motivación por ser un mecanismo utilizado para satisfacer
necesidades biológicas primarias como el hambre, la sed o el sexo

La emoción se puede dividir en cuatro componentes:

1. Cognición: ocurre al darse cuenta de la sensación y en ocasiones de su causa.

2. Afecto: es el sentimiento como tal.

3. Motivación: es el impulso para entrar en acción.

4. Cambios fisiológicos: cambios físicos que le acompañan y que suelen depender del sistema
nervioso vegetativo.

Se clasifican en:

Emociones primarias: están programadas genéticamente y están relacionadas con la supervivencia


del individuo y la especie, siendo también conocidas como instintos, estos, son una tendencia
innata que induce un comportamiento, a veces organizado; la regulación de las funciones
instintivas se realiza a través del sistema límbico, sobre todo del hipotálamo. El comportamiento
instintivo en el ser humano es más complejo, pues la intervención y mediación del cortex cerebral
evita que su funcionamiento sea tan estereotipado y permiten que sea controlado
voluntariamente. De este modo, mientras que las conductas primarias (como el sexo o la agresión)
en el resto de animales siguen unas pautas fijas y poco modificables, en los humanos adoptan una
extraordinaria variabilidad en función de la cultura, el aprendizaje y otros factores ontogenéticos.
La memoria y la personalidad también intervienen en la expresión de estos comportamientos.

Emociones secundarias: son aprendidas y se adquieren durante la ontogenia, en los humanos


provocan comportamientos elaborados que implican la participación de las funciones cognitivas,
que permiten analizar y elaborar la información detalladamente. La emoción se relaciona con la
anticipación consciente de los resultados de las acciones, así como con la evaluación del
significado emocional y la toma de decisiones.

Psicobiología de la emoción: Darwin habló sobre la biología de la emoción en su libro “La


expresión de las emociones en el hombre y los animales” donde mostraba que la expresión
emocional estaba determinada por la evolución, pero las principales aportaciones al conocimiento
de las funciones emocionales del cerebro fueron de Papez, quien descubrió el cerebro emocional y
posteriormente desarrolladas por McClelland; en la actualidad las teorías más aceptadas son las
que relacionan a la emoción con el funcionamiento del sistema nervioso central y el periférico,
sobre todo con el sistema límbico, cuyo componente central sería la amígdala.

Hipótesis del marcador somático de Damasio: Según esta, las emociones no solo implican a las
estructuras límbicas y prefrontales, sino también a las estructuras que representan los estados del
organismo y las que vinculan la percepción de los estímulos con estados del organismo; es decir,
los cambios hormonales, autónomos, motores o endocrinos asociados a la emoción (marcadores
somáticos) influyen en la intensidad de ésta. La alteración de las conexiones entre estos
marcadores y las áreas cerebrales implicadas en la emoción provocará una disminución de la
experiencia emocional y por tanto alteraciones en la conducta. Para Damasio la emoción es un
proceso cognitivo imprescindible para el razonamiento y las alteraciones emocionales provocan
dificultades en procesos que teóricamente sólo implicarían a la razón.

Neuroanatomía de la emoción: La conducta emocional está controlada por múltiples sistemas


corticales y subcorticales, siendo el sistema límbico el principal de ellos, todos estos sistemas están
interconectados entre sí y tienen aferencias de los sistemas sensoriales y cognitivos, lo cual
permite el procesamiento y modulación de la conducta emocional.

El sistema límbico es el complejo cerebral más implicado en la emoción, está compuesto por el
lóbulo límbico (circunvolución cingular y su extensión anterior, región septal y circunvolución
parahipocámpica) y sus conexiones con otras estructuras que incluyen la formación hipocámpica,
la amígdala, y el hipotálamo, es la parte más antigua filogenéticamente de la corteza y es una red
de estructuras interconectadas. Tiene importantes conexiones con otras áreas anatómicas, siendo
la más importante la conexión con la corteza prefrontal que permite las valoraciones emocionales.
Las conexiones con la formación reticular se relacionan con el estado de alerta. Las conexiones con
las estructuras corticales sensoriales permiten las representaciones emocionales de los estímulos.

El circuito de Papez conecta la formación hipocámpica, los cuerpos mamilares, los núcleos
anteriores del tálamo, la circunvolución cingular, el cíngulo, el área entorrinal y el núcleo
dorsomedial del tálamo. Su principal haz de fibras eferentes es el fórnix.

La amígdala se encuentra situada en la parte anterior del lóbulo temporal, es el elemento central
en la emoción y tiene gran importancia en la integración y el recuerdo de la información
emocional y en la modulación del comportamiento, incluyendo la producción de conductas con
contenido emocional, estando además implicada en la conducta instintiva, esta resulta
imprescindible para producir el condicionamiento de miedo, de modo que su lesión elimina las
respuestas de temor a estímulos que normalmente lo provocan, también está relacionada con la
identificación de expresiones emocionales y con el recuerdo de las emociones, recibe estímulos de
todos los sistemas sensoriales y sus principales conexiones son aferencias de la corteza
orbitofrontal, medial, del tálamo, los núcleos grises centrales y los núcleos septales, tiene
conexiones eferentes con el troncoencéfalo y el hipotálamo, lo cual se relaciona con las
manifestaciones neurovegetativas y neuroendocrinas de las emociones. La destrucción bilateral de
los núcleos amigdalinos provoca el síndrome de Klüver-Bucy, caracterizado por la ausencia de
respuestas emocionales, tendencia a prestar atención a todos los objetos y a explorarlos con la
boca, hipersexualidad con elección errónea de objeto, en ocasiones agnosia visual.

El área septal, tiene importantes conexiones con el sistema límbico y otras estructuras como el
tronco encéfalo, los lóbulos frontales y la formación reticular mesencefálica. Está relacionada con
el refuerzo positivo y las emociones relacionadas, así como con las funciones vegetativas. Su
estimulación produce sensaciones agradables mientras que su lesión causa agresividad.

El hipotálamo está relacionado con los instintos, sobre todo con las conductas de hambre, sed,
agresión y sexo. También tiene un papel muy importante en las manifestaciones neurovegetativas
y neuroendocrinas que acompañan a las emociones. Tiene importantes conexiones con
estructuras límbicas. Una de sus principales funciones es el control de las funciones endocrinas
mediante su conexión con la hipófisis, de modo que interviene en la secreción de hormonas y en la
regulación del funcionamiento del sistema nervioso vegetativo.

La formación hipocámpica. El hipocampo está ampliamente conectado con la corteza


sensorial y con las estructuras límbicas. Además de su papel como integrador de información y
como centro de memoria, está implicado en el aprendizaje emocional y su estimulación puede
producir reacciones de rabia, impulsividad sexual o pasividad.

El giro del cíngulo está implicado en la motivación. La corteza orbitofrontal caudal interviene en la
toma de decisiones y en la adecuada conducta social.

La ínsula tiene funciones emocionales poco conocidas. La corteza frontoorbitaria y la ínsula


reciben aferencias de la corteza y su estimulación puede provocar cambios vegetativos.

El núcleo accumbens (perteneciente al cuerpo estriado), interviene en la conexión entre la


motivación y la acción. Está incluido en el circuito límbico y su lesión provoca pérdida de la
iniciativa con apatía y desmotivación.

Los lóbulos prefrontales tienen su principal papel en el control e inhibición de las respuestas
emocionales. Estas estructuras se encargan de la coordinación entre la cognición y la emoción.
Esta capacidad nos permite dar cumplimiento a nuestras necesidades primarias cumpliendo las
normas sociales y aplazándolas hasta el momento adecuado. De este modo, las motivaciones con
base fisiológica (hambre, sed, sexo, etc.), cuya base neuroanatómica se encuentra ubicada en
sustratos límbicos y diencefálicos, sería mediatizada por las áreas prefrontales y ventromediales
dando lugar a la conducta propiamente humana y socialmente aceptable.

El estado de alerta que provoca la emoción y que está relacionado con la activación de una red
córtico-límbico-reticular, se manifiesta en la periferia con la activación del sistema nervioso
simpático.

El hemisferio derecho es el dominante para la emoción y está implicado en las emociones


intensas, sobre todo las negativas. Su lesión suele provocar indiferencia emocional. Parece estar
especializado en la percepción de emociones del rostro, así como de su interpretación mediante el
oído. La expresión facial, el tono y la prosodia del habla se reducen en las lesiones derechas.
También participa más que el izquierdo en los componentes automáticos de la emoción y participa
en la alerta activando la formación reticular.

El hemisferio izquierdo está más implicado en las emociones agradables que el derecho. Las
lesiones pueden provocar reacciones catastróficas (con depresión e inactividad). El habla
espontánea disminuye con las lesiones izquierdas. También parece estar implicado en el control
cognitivo de las emociones y en la disminución de la alerta por la inhibición de la formación
reticular. Su papel en la interpretación y expresión emocionales es más reducido que el del
hemisferio derecho.

Lesiones cerebrales y trastornos emocionales: el daño cerebral suele producir una gran cantidad
de síntomas emocionales,.algunos profesionales de la salud atribuyen la causa de estos
trastornos, sobre todo la depresión, a una reacción ante la enfermedad, sus limitaciones y la
incertidumbre que causa, pero por otra parte, las investigaciones han demostrado que la mayor
parte de estos trastornos son consecuencia primaria de la lesión cerebral. Los síntomas suelen
variar en función de la localización de la lesión y de la condición neurológica que la ha provocado.

Traumatismos craneoencefálicos. Entre el 40 y el 90% de los pacientes con traumatismo


craneoencefálico graves presentan alteraciones de la conducta, que suelen ser persistentes y
afectar gravemente al funcionamiento familiar y laboral, sobre todo en el caso en que haya
dificultades para el control de los impulsos. La falta de respuesta emocional es común, la ansiedad
y la depresión son frecuentes, mientras que los trastornos bipolares o psicóticos son poco
habituales. Los cambios de personalidad más frecuentes son la apatía e indiferencia, el
embotamiento afectivo, la irritabilidad, la agresividad (con episodios de conducta explosiva), la
desinhibición, la euforia, la labilidad emocional, el infantilismo, la suspicacia y la intolerancia a la
frustración. Entre los factores que afectan a estas alteraciones se encuentran la gravedad y
localización de la lesión, la personalidad premórbida, las alteraciones cognitivas y los factores
ambientales. Las lesiones frontales, de los ganglios basales y temporales son las que más
frecuentemente producen trastornos emocionales, sobre todo las del hemisferio izquierdo.

Accidentes cerebrovasculares. La alteración más común es la depresión, que se ha asociado con


lesiones anteriores del hemisferio izquierdo, aunque no de modo definitivo. La presencia de afasia
o trastornos motores graves aumenta la probabilidad de su aparición. Las depresiones post ictus
suelen tener larga duración. Otras alteraciones frecuentes son la incontinencia emocional, pérdida
de flexibilidad conductual, ansiedad, irritabilidad, desinhibición o agresividad. Los trastornos
bipolares y psicóticos son poco frecuentes.

Esclerosis múltiple. La depresión está fuertemente asociada a esta enfermedad, afectando hasta a
un 50% de los pacientes. Suele acompañarse de labilidad emocional, fatiga, alteraciones cognitivas
y alexitimia (incapacidad para verbalizar emociones por desconexión hemisférica). El riesgo de
suicidio es elevado.

Tumores cerebrales. En ocasiones los síntomas emocionales son la primera manifestación de la


enfermedad y su naturaleza depende de la localización de la lesión. En los tumores del lóbulo
temporal son posibles las alucinaciones y la agresividad, mientras que en los frontales se suele
producir desinhibición o apatía y en las parietales el síntoma más frecuente es la depresión.

Demencias. Son frecuentes las reacciones catastróficas, la ansiedad, la depresión e incluso las
alucinaciones y los delirios, que pierden intensidad a medida que avanza la enfermedad.

Enfermedad de Parkinson. Es frecuente la apatía, así como la ansiedad con posibles ataques de
pánico. No obstante, la manifestación psiquiátrica más común es la depresión.

Epilepsia. Entre el 0,5 y el 9% de los sujetos epilépticos presentan síntomas psicóticos, siendo más
frecuentes en la epilepsia del lóbulo temporal. En la psicosis epiléptica predominan los delirios y
alucinaciones, principalmente de tipo místico-religioso con ideas de autorreferencia, siendo poco
comunes otros síntomas. Las psicosis esquizofreniformes son casi exclusivas de la epilepsia
temporal mientras que las afectivas y paranoides aparecen tanto en las temporales como en las
generalizadas. En algunos casos, tras una intervención quirúrgica se reduce la frecuencia de las
crisis y disminuyen las anormalidades electroencefalográficas, pero aparecen o se incrementan los
síntomas psicóticos. Este controvertido fenómeno ha recibido la denominación de “normalización
forzada”. Varios autores sostienen la existencia de un síndrome de personalidad propio de la
epilepsia del lóbulo temporal manifestado en los periodos interictales y que se caracteriza por
emociones profundas, intensidad en los afectos, alteraciones sexuales, religiosidad e hipergrafía.
Otros autores añaden una serie de síntomas tales como alegría o tristeza inapropiadas, euforia,
ira, agresividad, circunstancialidad, obsesiones, viscosidad, hipermoralismo, culpabilidad,
dependencia, pasividad, interés filosófico, sentido del destino personal, sobriedad, falta de sentido
del humor y paranoia.

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