Es la época en que se constituye la Inquisición, se desarrollan las universidades, Aristóteles invade el Occidente, y los mendicantes invaden el mundo, el gótico, con su aspiración de elevarse hasta las alturas inaccesibles, nos sirve para señalar varias características de la época. Inocencio III Y la autoridad del Papa Al iniciarse el siglo XIII y desde dos años antes- ocupaba la sede romana Inocencio III (1198-1216). Bajo su dirección, el papado llegó a la cumbre de su poder. Tras reformar la curia y asegurar su autoridad libre los estados pontificios, Inocencio III se dedicó a la reforma y robustecimiento de la vida eclesiástica en toda Europa. Al mismo tiempo, intervino repetidamente en asuntos en que la política se unía a la moral. En su celo por expurgar el cristianismo, impulsó la Cuarta Cruzada a Tierra Santa en el año 1202, convocó a la Cruzada albigense en 1208, la cruzada contra los almohades en tierras hispanas de 1212 y supuestamente promovió la Cruzada de los niños, en total cuatro cruzadas. La Inquisicion El Siglo XIII vio también el comienzo de la Inquisición como institución pontificia. Desde tiempos antiquísimos se había considerado que la refutación y destrucción del error era parte de la tarea del obispo. Antes de Constantino, esto podía hacerse sólo mediante el argumento y la excomunión, pues los obispos no contaban con otros medios de coacción. Tras el Concilio de Nicea, el Emperador condenó al exilio a los que los obispos habían declarado herejes Arrio y dos de los suyos. Poco después, Prisciliano moría por orden secular, a instancias de unos pocos obispos, y para horror de los demás. A través de toda la Edad Media, se impuso castigo físico a los herejes. Las universidades Uno de los fenómenos más importantes para la historia del pensamiento cristiano en el siglo XIII es el auge de las universidades. Al principio estas instituciones recibían el nombre de estudio general, con lo cual se daba a entender que participaban en ellas estudiantes y profesores de varias partes de Europa. Las órdenes mendicantes Dominicos La Orden fundada por Santo Domingo en el siglo XIII se distinguía esencialmente por su vocación por la predicación y, consiguientemente, por su preparación intelectual. Como consecuencia, los predicadores pasaron a ocupar cargos docentes en las universidades europeas. Las órdenes mendicantes Franciscanos Fundada por San Francisco de Asís en el siglo XIII, defendía preceptos tales como el de no recibir jamás dinero ni tener propiedad alguna, que sin embargo acabaron por convertirse en un problema para el ejercicio de la actividad apostólica. Por ello, tras su muerte, comenzaron las primeras divisiones entre aquellos que defendían la literalidad de sus escritos y los que pensaban que la Orden debía contar con unos recursos mínimos. Las órdenes mendicantes Capuchinos Nacieron como una reforma de la Orden Franciscana, cuando en 1525, algunos frailes menores de Las Marcas (Italia) se plantearon volver a las formas de vida y al espíritu primitivo. Para ello, escogieron fórmulas de carácter eremítico, basadas en la absoluta pobreza. Un rasgo que externamente definió a estos frailes fue el empleo de los largos capuchos triangulares que llevan en su hábito, que dieron el nombre popular a la Orden. Las órdenes mendicantes Carmelitas Su fundador fue un religioso francés, llamado Bertoldo que viajó a Tierra Santa, acompañando a los cruzados. En una de sus estancias en Jerusalén, propuso que los eremitas cristiano-latinos que estaban dispersos en la zona del Monte Carmelo (Israel), se unieran para llevar a cabo una vida en común. En 1210, el patriarca de Jerusalén redactó para ellos una pequeña regla inspirada en la de San Agustín y tras la aprobación papal, siguieron una vida mixta entre el eremitismo y el cenobitismo. Agustinos
San Agustín (354-430) creó en el Norte del África romana
un movimiento monástico masculino y femenino basado en la vida comunitaria, de gran fuerza y novedad, para el que redactó una Regla. Este monacato no sobrevivió a las invasiones bárbaras e islámicas y terminó desapareciendo hacia el siglo VIII. En el siglo IX, Carlomagno impuso, en los territorios cristianos de Occidente, con carácter exclusivo, la Regla Benedictina, pero el recuerdo del monacato agustiniano nunca desapareció, resurgiendo en el siglo XI y expandiéndose por Italia en el siglo XII. Servitas La Orden, también conocida como Orden de Frailes Siervos de María, fue fundada a comienzos del siglo XIII en Florencia, por siete mercaderes de lanas, miembros de una confraternidad laica penitencial de “Siervos de Santa María”, anexionada al hospital de Santa María de Fonte Viva. Ante la situación social y moral en que vivía su ciudad, decidieron dedicarse a la práctica rigurosa del Evangelio. Minimos La Orden fue fundada en el siglo XV por San Francisco de Paula, quien después de haber pasado un año en un convento franciscano, se dedicó a la vida solitaria como eremita, en el oratorio de San Francisco de Asís en Paula (Calabria). En torno a él se reunieron otros frailes que quisieron imitarle. Los primeros años, los mínimos adoptaron formas de vida eremítica, pero a partir de 1483 optaron por la vida conventual. Aristóteles y los filósofos árabes y judíos Durante la Edad Media, el pensamiento filosófico árabe y judío tuvo tal influencia en el pensamiento cristiano que produjo un cambio en su orientación. La aparición de la filosofía árabe y judía fue fruto de su contacto con el pensamiento del mundo griego. La filosofía influyó en el campo científico, teológico, jurídico, etcétera, puesto que en todos estos ámbitos se utilizaron métodos propiamente filosóficos. Su orientación tuvo carácter racionalista y religioso, ya que su objetivo fue conciliar la filosofía con la teología. Estos pensadores consideraron que la labor de la filosofía era ayudar a comprender y demostrar a Dios haciendo accesible la Revelación que aparece en los libros sagrados. Cap. IX El agustinismo del siglo XIII El agustinismo del siglo XIII se caracteriza, pues, en general, por defender las siguientes tesis: la primacía de la voluntad sobre el entendimiento (y, por consiguiente, predominio del amor sobre el conocimiento, de la intuición afectiva sobre los métodos racionales), la producción de todos o de algunos conocimientos sin en concurso inicial de las cosas externas o sensibles (teoría de la iluminación), el hilemorfismo universal (todas las criaturas, incluso las espirituales, están compuestas de materia y forma), la positividad de la materia (que no es pura potencia), la pluralidad de formas substanciales en el individuo, la identidad del alma y sus facultades (negación de la distinción esencial de las potencias del alma), la imposibilidad de la eternidad del mundo, la identificación de la filosofía y la teología en una sabiduría única. Los dos principales representantes de esta corriente fueron Alejandro de Hales y San Buenaventura. Teólogos agustinianos seculares El principal teólogo agustiniano secular de la primera mitad del siglo XIII fue Guillermo de Alvernia, quien, tras enseñar teología en la Universidad de París, fue obispo de esa ciudad. Sus obras principales son: De universo, exposición de su sistema filosófico y teológico, en la que se manifiesta partidario del realismo y opuesto al nominalismo, Magisterium divinale, De inmortalitate animae y De bono et malo. De tendencia agustiniana, conoció muy bien a Aristóteles y a sus intérpretes árabes, contribuyendo notablemente a que el pensamiento de Aristóteles fuera asimilado por el pensamiento cristiano. Guillermo parte de un concepto del ser inspirado en Avicena y admite la distinción entre la esencia y la existencia. Dios es el ser por esencia y su existencia se puede demostrar por un argumento clave: es absurdo proceder hasta el infinito en la búsqueda de la causa y origen de los seres que dependen de otro ser para su existencia. Rechaza la tesis avicenista de la emanación necesaria y afirma que la creación es un acto libre de la voluntad de Dios, quien actúa no como un agente natural sino como un artista. Afirma que en el alma, forma del cuerpo, se hallan presentes todas las verdades necesarias, impresas por la iluminación divina. El agustinismo de los primeros dominicos Aun cuando a la postre su propia orden abrazaría otra posición, casi todos los teólogos dominicos del siglo XIII especialmente en la primera mitad del siglo siguieron la tendencia tradicionalista y agustiniana. Los principales maestros dominicos de tendencia agustiniana fueron Ricardo de Fishacre, Roberto de Kilwardby y Pedro de Tarantasia. El agustinismo franciscano En términos generales, los teólogos franciscanos del siglo XIII siguieron la línea tradicional, aceptando de la nueva filosofía sólo aquello que era compatible con el agustinismo, valorando a Platón y los neoplatónicos por encima de Aristóteles, y dando al todo un tono místico en el que se combinaba la influencia del Seudo-Dionisia y los victorinos con la de San Bernardo y naturalmente, San Francisco. Alejandro de Hales Teólogo y filósofo inglés, nacido en Hales, en 1185, y muerto en París. En 1231, siendo maestro de teología en París, ingresa en la orden de san Francisco, convirtiéndose en el iniciador de la escuela franciscana. La crítica lo considera autor de las siguientes obras: Exoticon (una especie de vocabulario de palabras difíciles); algunos Sermones; Glossa in quattuor libros Sententiarum (descubierta en 1946); Quaestiones et quodlibeta. También aparece su nombre en la monumental Summa theologica. En ésta se recoge la doctrina platónico-agustiniana que regía en las escuelas antes de la introducción del aristotelismo y constituye uno de los grandes intentos de conciliación de las dos grandes orientaciones. Alejandro, siguiendo las pautas de san Anselmo y de Abelardo, llega al pleno concepto de teología como ciencia de la Revelación. Además de basarse en la Escritura y en los Padres, lo hace también en la filosofía pura. Con él, el método escolástico logra su entramado perfecto. Filosofía y teología son distintas, pero coordinadas entre sí. San Buenaventura De la antigua escuela franciscana destacan Alejandro de Hales (c. 1170-1245) y Juan de Rupella (c. 1200- 1245). Pero el mayor representante de este grupo es San Buenaventura de Barnoregio (1221-1274). San Buenaventura es, en su pensamiento, acusadamente conservador y tradicional. La afirmación central de San Buenaventura y soporte fundamental de su Filosofía es «Dios es la piedra angular de la Filosofía», que se encuentra en el alma de los hombres: la verdad es su inmutabilidad, de modo que el bien presupone siempre un Sumo Bien y, en consecuencia, conduce al hombre hacia el Bien. La vía favorita para San Buenaventura es la existencia de Dios mediante el conocimiento «a priori cointuitivo» en la experiencia del alma. La naturaleza de Dios es ser, vivir, poder, verdad, plenitud en ideas eternas. Teólogos franciscanos posteriores Juan Peckham, a quien se le dio el título de “Doctor Ingenioso”, tras compartir su carrera académica entre París, Oxford y Roma, llegó a ser arzobispo de Canterbury. Guillermo de La Mare compuso una Corrección del hermano Tomáslo en la que atacaba 118 tesis tomistas. Su obra ocupó un lugar importante en las controversias en tomo al tomismo, y fue frecuentemente refutada por autores dominicos Mateo de Aquasparta no ha sido aún debidamente estudiado, pero no cabe duda alguna de que sus posiciones, como las de Peckham, siguen la línea tradicional de la escuela franciscana. Ricardo de Middleton o de Mediavilla fue uno de los más distinguidos teólogos de la generación intermedia entre Buenaventura y Duns Escoto. Como Buenaventura, Ricardo acepta aquellos aspectos de la filosofía de Aristóteles que le parecen compatibles con la ortodoxia tradicional. Pedro de Juan Olivo, que vivió durante la segunda mitad del siglo XIII, fue un hábil teólogo, respetado por su erudición, que defendió las principales tesis franciscanas. Pedro de Trabibus o de Trabes sostuvo ideas tan semejantes a las de Pedro de Juan Olivo, y es tan poco lo que se sabe acerca de su vida, que a fines del siglo XIX algunos eruditos llegaron a pensar que ambos teólogos eran la misma persona. Cap. X Los grandes maestros dominicos Frente a los agustinianos, que se mostraban reacios a aceptar la nueva filosofía aristotélica, y que sólo hacían uso del estagirita en aquellos puntos en que les parecía compatible con la filosofía y la teología tradicionales, surgió otra tendencia, representada primero por unos pocos maestros dominicos, que sostenía que la filosofía aristotélica era de gran valor y que no debía ser rechazada por la sola razón de ser diferente de la filosofía que tradicionalmente había servido de marco al pensamiento cristiano. Alberto el Grande Alberto, a quien la posteridad ha dado el sobrenombre de «el Grande», nació en Suabia e ingresó a la Orden de los Predicadores, o de los dominicos, en Padua. Su carrera académica lo llevó primero a diversos centros de estudio en Alemania, y después a París La producción literaria de Alberto fue extensísima, pues se propuso comentar toda la obra de Aristóteles y legar al mundo latino una vasta enciclopedia de todos los conocimientos de su época, la obra de Alberto fue más ecléctica que original. Probablemente la más importante contribución de Alberto al desarrollo del pensamiento cristiano fue su modo de distinguir entre la filosofía y la teología Tomás de Aquino Su vida El principal maestro de la escuela dominica, y uno de los más grandes teólogos de todos los tiempos, fue sin lugar a dudas Tomás de Aquino, discípulo y amigo de Alberto el Grande. tanto por su fecundidad prodigiosa, como por la calidad de su producción, Tomás ha sido admirado a través de los siglos, y la escuela tomista ha continuado floreciendo hasta el presente. Relación entre la filosofía y la teología Marcó claramente los límites de la filosofía y la teología, demostrando a la vez la íntima relación que existe entre la fe y la ciencia, lo natural con lo sobrenatural. Consideraba que filosofía y teología eran dos ciencias distintas, dos formas a partir de las cuales saber. Por un lado, la teología se funda en la revelación divina, mientras que la filosofía lo hace en el ejercicio de la razón humana. La teología, por tanto, no la hace el hombre, sino Dios al revelarse. Dios es, entonces, la verdad. La razón, si somos capaces de usarla correctamente, también puede permitirnos acercarnos a la verdad, pero no debería haber ningún conflicto entre ambas, pues las dos buscan y encuentran lo mismo. La metafísica tomista Para Sto. Tomás la metafísica es la ciencia del "ente en cuanto ente" y, como tal, la ciencia de las primeras causas y principios del ser. Al igual que Aristóteles aceptará, pues, la teoría de las cuatro causas, la teoría de la sustancia y la teoría del acto y la potencia. Pero la necesidad de conciliar el aristotelismo con el cristianismo le llevará a introducir una nueva estructura metafísica, utilizada ya por Avicena: la de la distinción entre esencia y existencia. Además, recurrirá a las teorías platónicas de la participación, de la causalidad ejemplar y de los grados del ser. Santo Tomás explica la existencia de Dios de cinco maneras, que es lo que reunió en sus famosas “Cinco vías”. La idea fundamental que establece Aquino para demostrar que Dios existe es que Dios, aunque es invisible e infinito, puede ser demostrado a través de sus efectos, los cuales sí son visibles y finitos. Sabemos, por tanto, que Dios ES. Lo que no sabemos y no podemos saber es QUÉ ES: Por el movimiento: existe el movimiento y todo lo que se mueve es movido a su vez por un motor. Este, a su vez, ha sido movido anteriormente por otro, secuencia que se debería seguir hasta el infinito. Sin embargo, eso no es posible, por lo que tenemos que concluir que existe algo al principio de todo, un primer motor, que es el que ha puesto todo el sistema en marcha. A ese primero motor es a lo que Aquino denomina Dios. Por la causa eficiente: hay una serie de causas eficientes (principio que produce un efecto), pero es necesario que exista para ello una causa primera, pues, de lo contrario, no habría ningún efecto. Esa causa primera es Dios, según Aquino. Por lo posible y lo necesario: la generación y la corrupción muestran que hay entes que pueden ser o no ser. Puesto que estos entes alguna vez no han sido, tendría que haber habido un tiempo en que no hubiera nada y que nada hubiera llegado a ser. Es imprescindible entonces que exista un ente que sea necesario por sí mismo. A ese ente necesario es al que Aquino llama Dios. Por los grados de perfección: hay diversos grados de todas las perfecciones, que se aproximan más o menos al absoluto. Debe haber por lo tanto un ente que sea sumamente perfecto, y que sea causa de toda perfección de todo ser. Ese ser perfecto es Dios. Por el gobierno del mundo: los entes inteligentes tienden a un fin y a un orden. No lo hacen al azar, sino por la inteligencia que los dirige. Ha de haber, por tanto, un ente inteligente que ordena la naturaleza y la impulsa a su fin. Quien dirige inteligentemente la naturaleza es Dios. La naturaleza de Dios Dios es totalmente simple, pues no tiene cuerpo, ni composición hilemórfica, sino que es acto puro, yen él la esencia y la existencia son idénticas a él mismo. En él se hallan las perfecciones de todos los seres, y él es el sumo bien. Según Santo Tomás la existencia de Dios es un conocimiento natural en el ser humano, al que puede llegar con el uso adecuado y lógico de su razón, incluso sin haber conocido la Revelación cristiana, ni haber realizado un acto de fe. La Creacion. Lejos de ser un acto finalizando que se dio en un determinado momento y dio origen a todo cuanto existe, para Santo Tomás de Aquino la creación es algo que está ocurriendo en este momento. De hecho, él caracteriza la creación como una relación de la creatura con el Creador. Además, al crear, Dios aplica su inteligencia y su voluntad, lo cual tiene consecuencias profundas para la comprensión que tenemos de la creación. En efecto, por ser consecuencia de un acto de inteligencia divina, todo cuanto existe es verdadero. Y por ser consecuencia de un acto de voluntad divina, todo cuanto existe es bueno. La naturaleza humana Lo entiende como una unión de alma y cuerpo, pero no siendo la primera como una mera forma del cuerpo que, por ejemplo, perece con él. Es su forma, pero también es lo que le da su Ser, su individualidad. El hombre existe y es individuo por su alma. Cada alma es depositaria de su propia inmortalidad. Importancia histórica de Santo Tomás Santo Tomás es sin lugar a dudas el mas notable teólogo de la Edad Media. Esto se debe en parte a la profunda penetración y equilibrio con que especialmente en su Suma teológica va planteando y resolviendo todas las cuestiones. Su obra es como una vasta catedral gótica en la que se encuentran representados todos los aspectos de la cosmovisión medieval, desde las moradas celestiales hasta los antros del infierno, y en la que todo parece señalar hacia las alturas, sostenido e impulsado por un magistral equilibrio.