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CARTA A PAPÁ

Papá, no quiero que te vayas de esta vida sin yo antes darte las gracias.

Por años no comprendí tu ausencia en mi vida, me faltaste en mis


juegos, vacaciones y en mi cotidiano. Pero de pequeña, pensé que era
así. Que el trabajo era algo muy importante en tu vida, y que era el costo
de poder vivir sin grandes carencias.
Crecí sintiéndome que parte de mí faltaba, el vacío dentro de mí era
inmenso, e inocentemente busqué en mis parejas al padre que
“simbólicamente” no tuve.

Por años, intenté recordar momentos de mi infancia junto a ti, y esos


recuerdos no venían, o eran muy escasos, pero eran escasos no sólo en
mi mente, sino también en la vida real.
Creí que, al tener mi propia familia, y al casarme, mi sentimiento de
abandono y desprotección desaparecerían, pero al no sanar mis heridas
de infancia, y al no saber que debía hacerme responsable de mis
emociones, mi inconsciente me hizo repetir el mismo patrón. Un marido
ausente y lejano igual que tú, como mi mente te recordaba con tanta
nostalgia y emociones contrariadas.

Con el tiempo, creció en mí el resentimiento, la rabia de sentirme una


niña sin padre, alejada de ti, sin recuerdos de infancia, sin juegos, sin
compañía, cargando en tu figura paterna mis fracasos de vida, y
relaciones de pareja.

No me viste, no fui el hijo que esperabas y que tanto querías, no podré


heredar el legado de tu apellido, porque no fui el primogénito que tanto
deseabas…
Pero años después, comprendí que la rabia y frustración eran conmigo
por haberte desilusionado y no ser quién esperabas que fuera.

Por años busqué tu mano para que me guiara, por años busqué tus
abrazos para contenerme y sentirme protegida.
Con el tiempo comprendí que tus años de juventud e inmadurez no te
permitieron hacer más de lo que hiciste, pero sin embargo, eso no
ayudaba a calmar mi gran dolor.

Mi desesperación aumentaba, y mi rabia hacia ti también. No era capaz


de expresar mi sentir, porque tú, a diferencia de otros padres, no
estuviste como una presencia estricta, dura, ni castigadora, simplemente
tu ausencia era mi gran dolor.

Hoy adulta, madre, hija, luego de años de rebeldía, en búsqueda de


respuestas y de lograr realizar un gran trabajo personal que me hizo ir a
lo más profundo de mi corazón, pude comprender nuestra gran
Divinidad, aprendí a reconocer que soy la única responsable de mi vida
y mi felicidad.

Que el sentirme abandonada ahora de adulta era mi “opción”. Soy


madre, y creo tener más consciencia de la que tú tuviste a mi edad, pero
aún así, con todo el amor del mundo reconozco que también he generado
heridas emocionales a mis hijos.

Sé que todo forma parte de un PLAN DIVINO, que todo es PERFECTO


y que en la vida no hay errores, sino aprendizajes y que el UNIVERSO
no se equivoca.
El trabajar en mis heridas me hizo entender que tú, también fuiste un
niño herido, y abandonado, que con el tiempo has ido madurando e
integrando la importancia de conectar con tus emociones.
Has cumplido tu parte del contrato de manera íntegra, tuviste que
desaparecer de mi vida para yo buscarte en mis metas y proyectos.
Tuviste que estar ausente para yo aprender a existir.
Tuviste que dejarme sola sintiéndome desprotegida para que yo
aprendiera a valorarme y a no sentir que necesitaba a alguien que me
protegiera.
Tuviste que ausentarte años para yo generar esa rabia, frustración, y gran
tristeza, para obligarme a trabajar en mí, y encontrar la luz para llegar a
la paz interior.
Tuviste que desearme varón, para yo generar el “varón” en mí, para así
potenciar al máximo mi energía masculina, sin la cual, hoy no sería ni la
mitad de lo que he llegado a SER y HACER.

Tuve que hacerme VISIBLE ANTE TUS OJOS, (porque no me veías).


No bastaron mis infinitos desbordes emocionales, crisis existenciales,
porque tampoco tuviste tiempo de verme.
Tuve entonces que hacerme más visible aún, para luego con los años
comprender que el camino era otro.
Crecí en grandeza, renuncié a crecer por fuera porque me obligaste a
crecer por dentro.
Tu extrema paz, tu silencio, tu ausencia era lo que yo necesitaba para
“Despertar”. Me tuve que desquiciar por no sentirte, y en la oscuridad
de mi dolor, tuve que abrir los ojos y ver que en verdad siempre habías
estado ahí, aquí conmigo en mi corazón.

Te veo envejecer y me duele el alma, no quiero perder más el tiempo


buscándote fuera, cuando siempre has estado dentro de mí. Te veo en mi
energía, en mis garras por salir adelante, en mi fuerza para levantarme, y
en mi fortaleza para superar los obstáculos que me ha puesto la vida.
Hoy, te veo con ojos de amor, como abuelo de mis hijos y mi niña
interior baila de gozo contigo.

Te veo jugando con mi hija y mi niña interior juega contigo.


Te veo cantar con mis hijos y mi voz en silencio canta junto a ti.
Tu paciencia infinita, tu dulzura, tu silencio calman hoy mi fuego
interior, apagaste las llamas de mi corazón porque dejé de reclamar, y
exigir, algo que yo en esta vida no pedí.

Eres lo que necesitaba para crecer, para buscar mi camino, mi misión, mi


propósito de vida.

Perdóname por tardar tantos años en comprender que eras justo lo que
yo necesitaba para despertar.

Te amo papá, gracias por la vida.

SuiMei Chung Bustos


Escritora Autora Trilogía Autoayuda y Crecimiento Personal de la
Nueva Era.
2020 @suimeichung

https://suimeichung.com/

https://suimeichung.com/escuela-transgeneracional-evolutivo/

transgeneracional@suimeichung.com

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