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ETAPA POLÍTICA, COYUNTURA Y REAFIRMACIÓN DE LA LÍNEA

POLÍTICA DE SITUACIÓN

Este documento pretende aportar elementos en torno a la coyuntura y la reafirmación de nuestra


línea política como organización. Primero se detalla el contexto global y nacional y luego se enumeran
una serie de puntos que buscan ordenar nuestro posicionamiento político.

Contexto global
Desde hace varios años asistimos a una disputa en la hegemonía global protagonizada por Estados
Unidos, China, Rusia y otros países. Tras la crisis financiera del 2008, que devino en crisis económica, el
sistema mundial se puso en tensión al punto de generar un repliegue de las economías nacionales y
regionales. Esto se evidenció en la caída de los precios de los bienes de exportación (comoditties) y en
la crisis económica. Dicho de otro modo, el mundo “globalizado” se empezaba a cerrar en lo económico.
Esto generó, además, distintos procesos de agitación política en varios lugares del mundo; en muchos
de ellos, teledirigidos desde EEUU como en el Medio Oriente y en el norte de África. En América Latina,
las experiencias de gobiernos populares se debilitaron y desgastaron. En toda la región emergieron
gobiernos reaccionarios y antipopulares que llegaron al poder a través de golpes judiciales, cívico-
militares y también, por la vía electoral. En todos los casos, el papel de los medios de comunicación
hegemónicos contenidos en una estrategia con injerencia norteamericana fue fundamental. Los pueblos
también resistieron a las políticas antipopulares y generaron levantamientos y movilizaciones en
distintos países.
En Argentina, el kirchnerismo, sin recambio de candidatxs y agotado por las internas dentro del
Partido Justicialista (PJ), abrió paso en 2015 al triunfo de Cambiemos, el gobierno de los CEOS. El
gobierno de Mauricio Macri avanzó en políticas de ajuste y endeudamiento externo que devino en
destrucción del mercado interno y crisis económico y social. El pueblo argentino con los movimientos
sociales, las organizaciones obreras y el movimiento feminista marcaron el camino de la resistencia a la
restauración neoliberal, y, tras la constitución de un frente electoral que reunió a amplios sectores de la
oposición, logró vencer a Cambiemos con una fórmula electoral y un frente promovido por Cristina
Kirchner cediendo la candidatura presidencial a Alberto Fernández, candidato insospechado
previamente en ese lugar.
Pandemia y profundización de la crisis
El primer año de gestión del gobierno de frente de TODXS estuvo signado por la pandemia del
covid 19. La crisis económica actual es consecuencia directa del descalabro de endeudamiento, la
retracción económica y la hiperinflación que dejó el macrismo, sumado a una pandemia que, en todo el
mundo, produjo caídas del PBI (Producto Bruto Interno) históricas. Se espera que el PBI caiga este año
en Argentina alrededor de los 10-11 puntos, casi alcanzando la cifra de recesión de 2002. La pobreza
alcanzó, según el último informe de UCA (diciembre de 2020), un escandaloso 44% (20.3 millones de
personas) y el desempleo al 14,2% (2.7 millones). El desafío es revertir esta grave situación con un plan
económico que genere una reactivación económica para poner un freno al aumento de la pobreza, la
desocupación y la desigualdad social.
La idea central en la Argentina (pero también en el resto del mundo) fue que para sobrevivir a la
pandemia era fundamental la intervención del Estado. Mal que les pese a lxs liberales, en ningún lugar
del mundo el mercado pudo contener los efectos devastadores del COVID. En los primeros meses de la
pandemia, el Estado auxilió con varios puntos del PBI en subsidios (ATP, IFE, créditos, Tarjeta Alimentar,
salud, etc), determinó la suspensión de despidos, e incluso pautó el pago de doble indemnización si
esto sucedía. Dictaminó también el congelamiento de tarifas, entre otras, todas medidas que significaron
un alivio en la emergencia inicial. Y de todas, la emisión monetaria fue la herramienta principal. Los
liberales, por supuesto escandalizados, se encargaron de seguir pregonando el ajuste, el achatamiento
de los salarios (caso LATAM) y el terror hiperinflacionario.
Más allá de estas medidas, el Gobierno Nacional no tuvo una orientación económica claramente
redistributiva y además hizo concesiones a ciertos sectores. Lxs jubiladxs se perjudicaron con la
suspensión de la movilidad, se facilitaron subsidios a CEOS de algunas empresas y no evitó despidos,
en forma efectiva, como terminó sucediendo en el caso de TECHINT. Por otro lado, el revés en el hecho
Vicentin expresa otro ejemplo donde el Gobierno Nacional legitima el saqueo y la estafa al erario1
público. El gobierno de Alberto cedió a las presiones de la derecha y del Poder Judicial. La iniciativa de
la expropiación fue sustituida por la de la intervención que fue frenada por la justicia, dándole tiempo y
recursos a los estafadores a cargo de la firma. Se perdió, por ahora, la oportunidad de poner de pie una

1
Erario: Conjunto de haberes, bienes y rentas pertenecientes al estado.
empresa estatal, con instalaciones de acopio y puertos propios, que permitiría tomar un mayor control
del comercio exterior neutralizando las maniobras de evasión fiscal y subfacturación de exportaciones.
La política del sector financiero fue una de las anclas heredadas del gobierno anterior. Tras
haber ganado fortunas con la bicicleta financiera de los bonos, quienes se enriquecieron con la
especulación económica no aportaron nada a favor de las mayorías en medio de la depresión
económica. Obstruyen créditos a la pequeña y mediana empresa (PyME), mantienen altas tasas de
interés y no otorgan préstamos para pagar sueldos. Ante este escenario, el Banco Central no cumplió
un rol determinante y el Gobierno Nacional tuvo una intervención muy débil sobre este sector. El riesgo
de este panorama es dejar un terreno inestable para una derecha especialista en sembrar terror entre
pequeños ahorristas, en el medio de la campaña devaluatoria que cada tanto tiempo se encargan de
reimpulsar.
El problema de la deuda externa fue y es un condicionante para el desarrollo económico. En un
primer capítulo, la negociación con los acreedores privados logró una quita al 52% (32 mil millones de
dólares) de la deuda inicial evitando el tan temido default. Más allá de cualquier especulación respecto
de las consecuencias de un eventual default, lo que se avecina en lo concreto es el destino de la
negociación con el FMI. El gobierno anterior pidió 57 mil millones de dólares de los cuáles se
desembolsaron 45 mil. Si bien, la gestión de Alberto parece posicionarse en una postura donde deja
entrever que no cederá ante las imposiciones del Fondo respecto de jubilaciones, reforma laboral y
ajuste fiscal, no puede descartarse que el Gobierno Nacional no termine aceptando el préstamo que
rechazó en un principio debido a las presiones del tipo de cambio y la depresión económica. La ayuda,
que recibió Argentina de parte del FMI para lograr cerrar el acuerdo con los acreedores privados, forma
parte de una mirada “benevolente” que tiene el Gobierno Nacional con un organismo que plantea un
discurso donde muestra preocupación por la pobreza y la retracción económica. Más allá de cualquier
discurso, el problema con las negociaciones con el FMI son las ataduras, es decir, las exigencias a las
que queda sometido el sistema económico y político nacional.
Pese al cierre con los acreedores privados y el superávit comercial logrado, en los últimos meses
del año avanzaron las presiones y operaciones devaluatorias. La bicicleta financiera heredada del
macrismo obligó al gobierno al cepo al dólar para frenar la fuga de divisas, pero son estos mismos
fondos de inversión (Templeton, Picko, Black Rock) los que empujan la carrera contra el peso. Los
empresarios locales también aportan dolarizando sus activos. La derecha con las herramientas a su favor
sabe cómo atemorizar a los sectores conservadores de la clase media y siempre sugiere la posibilidad
de que el Banco Central se apropie de los depósitos de pequeños ahorristas. Y los sectores
agroexportadores no se quedan atrás con la especulación generada a partir de la no venta de las
cosechas acopiadas. El objetivo siempre es la desestabilización política, forzar al ajuste vía devaluación
y generar presión inflacionaria.
Frente a los números devastadores, las presiones corporativas y los problemas económicos el
gobierno se muestra vacilante y/o sumergido en la inacción. O mejor dicho, ya son muchas las
concesiones que se realizan hacia los sectores más concentrados de la economía en medio de la
pandemia. Por ahora, las medidas de ajuste que propone el gobierno sólo aparentan resolver el
problema cambiario en el corto plazo. La desaparición del IFE para los próximos meses, el proyecto de
reforma previsional que no abona una mejora sustancial en el poder adquisitivo de los jubilados, las
concesiones a financistas y grandes exportadores reduciendo retenciones y brindando facilidades
operativas, son algunos ejemplos. Las expectativas de un crecimiento del 5 al 5.5 del PBI en 2021 parecen
expresiones de deseo cuando se avizora una reducción de la emisión monetaria, reducción del déficit
fiscal y se está bajo la lupa del FMI en materia de salarios reales. El único respiro en el medio de este
caos fue la aprobación del impuesto extraordinario a las grandes fortunas (actualmente también en
vías de judicialización) que costó meses consensuar incluso hacia el interior del Frente de Todxs.
Está claro que el futuro político del gobierno del Frente de Todxs está más signado que nunca
por la situación económica del país. La disyuntiva principal será entre la orientación económica
estructural de “ajuste parcial” o la de “redistribución de la riqueza”. El problema vuelve a aparecer cuando
se plantean las fórmulas más fáciles para paliar la emergencia (en el mejor de los casos) pero se
obstruyen las posibilidades de un plan o modelo de mediano y corto plazo que nos permitan de una
vez por todas resolver los problemas estructurales que nos aquejan. Como una vela que se mueve según
como sople el viento, los precios de los comoditties (materias primas) suben y rápidamente vamos tras
el modelo extractivista, que ya mostró sus limitaciones económicas, ambientales y sociales. Se tiende a
recurrir a las medidas asistenciales que aparecen como soluciones progresistas pero que en la práctica
solo atienden la emergencia. No parece estar en la agenda de la postpandemia el plan estratégico, la
discusión del modelo de desarrollo (o de buen vivir) que implica reflexionar sobre nuestro rol en el
escenario global desde una posición soberana y autónoma. En el corto plazo, estas discusiones parecen
venirse encima. Los problemas expuestos en los párrafos previos no son problemas generados por la
coyuntura argentina, son problemas que emergen de una disputa política entre sectores concentrados
y poderosos y los sectores populares mayoritarios. Dicho de otra forma, cuando decimos que el
problema de la pobreza es el de la riqueza no es simplemente un slogan; los datos de desigualdad lo
confirman, cuando en la Argentina hay cada vez más pobres también los ricos se vuelven más ricos.
Urge, entonces, la discusión de una estrategia para, no sólo frenar la corrida del dólar o combatir
la inflación, sino también para reactivar la economía en forma sustentable y sin crisis dentro de otros
diez años. Se está entre un escenario clásico de reprimarización de la economía (extractivismo,
exportación de bienes primarios) o un camino de profundización de la industrialización e incluso,
sustitución de importaciones. Se debate entre seguir dejando librado el sector financiero al libre
mercado o a tomar las herramientas que permitan una banca a disposición del desarrollo productivo y
de las necesidades nacionales, de tomar el camino Vicentin, del control del comercio exterior o
someterse a las especulaciones de los sectores corporativos exportadores. Sin dudas, la discusión sobre
el rumbo económico será más que central en este tiempo de crisis sobre crisis. Pero la economía sin
política no tiene contenido, y este es el gran desafío de la etapa actual.
Un gobierno compuesto por un Frente político heterogéneo, con un sector de centroizquierda
(kirchnerismo) y otro de centroderecha (massismo y parte del PJ) serán quienes tengan que lidiar con
las oscilaciones de la coyuntura económica y fortalecer o no un proyecto común de sostén (si es posible)
para al menos los próximos 3 años. La misma derrota de Trump (y victoria de Biden) ya generó un primer
acercamiento entre nuestro gobierno y el flamante nuevo presidente de los Estados Unidos. Las
expectativas de una alianza con China (en el nuevo mundo multipolar) parece alejarse considerando los
vientos de reconciliación y atención del país del norte con gran parte de los países de Latinoamérica, su
histórico patio trasero.
En Argentina, la oposición política tiene una base electoral nada despreciable, con candidatos
posibles como Larreta, Vidal, Macri o Lousteau, un programa de gobierno (aunque no haya sido exitoso
en su primera experiencia partidaria), medios de comunicación y aliados internacionales, entre otras
fortalezas. Ningún escenario político futuro puede prescindir de su existencia y presencia activa en la
vida política nacional. Es más, aún en tiempos de pandemia y cuarentena, las iniciativas del PRO junto a
los sectores más radicalizados de la derecha se unificaron sin problemas en cuanta marcha organizaron
“contra la infektadura, por la propiedad privada y contra la reforma judicial”. Alberto Fernández intentó
más de una vez “abrazar” a su par porteño Horacio Rodríguez Larreta (que mide bien en algunas
encuestas a presidenciales 2023) en el marco del abordaje de la pandemia, hasta que tuvo que quitarle
el 1% de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires tras la protesta de la policía bonaerense de Kiciloff,
en un evento que incluyó una movilización y acampe a la casa en Olivos.
Los puentes que existen entre algunos sectores del Frente de Todxs y de Cambiemos obligan a no
pasar por alto las posibilidades de un escenario 2023 que tenga como protagonistas a nuevas
representaciones de los espacios políticos actuales, e incluso la generación de nuevos espacios.
Entendemos que la fractura del Frente de Todxs no le serviría a nadie, pero a veces la política se
escapa un poco de los deseos que nos presenta la realidad. En este sentido, el gobierno de Alberto
Fernández-Cristina Fernández parece plantearse como un gobierno de transición, un puente hacia un
“otra cosa” que no responderá simplemente a una definición político-ideológica, sino que también
estará profundamente vinculado o condicionado por el proceso económico argentino, o más bien, por
el desarrollo de las fuerzas sociales, culturales y económicas en disputa por hacer valer sus intereses
sectoriales y de clase. Más conocido por todes como lucha de clases. Esta heterogeneidad del Frente de
Todxs se visualiza en cada uno de los ejes que analicemos. Por ejemplo, en lo legislativo, los votos de la
Ley de Interrupción Legal del Embarazo presentada en diciembre estarán signados no sólo por una
posición moral o política, sino también por el sentido de disputa interna; por ejemplo, el de los
gobernadores para con el gobierno nacional. Todo parece medirse en rosca, recursos, beneficios o
pérdidas en la real politique, y todavía está por verse si se logran reunir los votos en ambas cámaras para
lograr un derecho que ya lleva muchos años de discusión pública.
Como sea, desde nuestra organización popular alcanzamos estos análisis también desde
nuestras posibilidades de intervención reales. Es desde ese lugar que durante años venimos
construyendo distintas herramientas de intervención política, con el fin de influir en la realidad y
orientarla hacia el lugar que nos permita mejores condiciones para dar transformaciones profundas
sociales, políticas, económicas. Reformas, sí, por supuesto; y también, por qué no, transformaciones
revolucionarias.

Del cómo llegamos y porqué estamos donde estamos


Tras varios años de una construcción basada en las experiencias de los movimientos piqueteros de
desocupadxs, en las experiencias prefigurativas territoriales, alejados de lo electoral e institucional y con
una base fuerte en la Ciudad de Buenos Aires, nuestra organización inició una nueva etapa donde se
consolidó sumando militancia de distintos frentes y profundizando en la discusión ideológica y política
que nos llevó a dar lanzamiento al Movimiento Popular La Dignidad en el año 2011. En la última década,
el análisis de un cambio de etapa nos llevó a afrontar nuevos desafíos en la constitución de distintos
frentes políticos, en la federalización de la organización y en sumarnos a construir una nueva experiencia
sindical en la Argentina con otros sectores no del todo afines ideológicamente (Movimiento Evita y
Movimiento de Trabajadores Excluidos, entre otros) en lo que fue el nacimiento de la CTEP primero, y
luego, el emergente organizado de los movimientos populares, en la UTEP.
Frente a la inevitable lectura de la realidad de un continente en disputa y la restauración neoliberal
y oligárquica a nivel regional, nuestra organización estuvo a la altura de construir cada vez más unidad
en la lucha, unidad en la organización de nuestro sector más representativo, fortalecer los vasos
comunicantes y la articulación de un polo de la izquierda popular como horizonte estratégico y, además,
empezar a afrontar la disputa en el plano institucional y electoral. El crecimiento, tanto cualitativo como
cuantitativo de la organización, nos demostró que avanzar en este camino era necesario y urgente. La
unidad, tanto en el plano reivindicativo social como político ideológico, nos permitió crecer y además
afianzar discusiones y lazos con muchas organizaciones del campo popular, con los cuales abordamos
experiencias de unidad como lo fue el Frente Nacional Pueblo Unido y el intento no logrado del Frente
de Izquierda Popular. En el camino, fuimos ensayando algunas experiencias desde apoyos críticos, con
herramientas propias o en alianza con organizaciones hermanas sin lograr buenos resultados. Ya en
pleno macrismo, la situación nacional y regional nos llevó a poner toda la energía en la resistencia al
modelo neoliberal que precarizaba la vida del pueblo. Esto significó un gran crecimiento de la CTEP, de
la que formábamos parte, erigiéndose como un claro actor social y político. Pero aun así, no lográbamos
construir una alternativa política a partir de esa fuerza social construida, a la vez que los ataques
mediáticos judiciales avanzaban contra los principales dirigentes regionales de la oposición, como era
el caso de Lula preso en Brasil o de Cristina Kirchner en la Argentina. Fue a partir del análisis de la grave
situación regional que se decidió intervenir esta realidad en pos de dos objetivos:
1) Luchar contra la persecución política y judicial de la principal figura de la oposición
Cristina Kirchner.
2) Orientar una táctica política que nos permitiera construir un frente único
antineoliberal para derrotar a Macri en 2019.

Para estos dos objetivos se contaba con un amplio consenso de la base y conducciónde nuestra
organización ya que no se trataba de defender simplemente a una figura (la más popular y querida en
los sectores populares) sino de desplegar una orientación que nos permitiera ordenar las fuerzas para
derrotar política y electoralmente al macrismo. La herramienta unitaria a la que aportamos con nuestras
fuerzas para lograr estos objetivos fue el Frente Patria Grande (FPG) y el frente único anti Macri que se
logró fue el Frente de Todxs (FdT). El Frente Patria Grande se ubicó y orientó su política en una clara
alianza con el sector referenciado en Cristina y Máximo Kirchner, incluso luego de posicionar a Alberto
Fernández como candidato a presidente. Fue esta alianza la que nos permitió lograr algunas bancas
nacionales y distritales primero, y algunos lugares en los ejecutivos nacionales o provinciales, después.
Es cierto que nuestra organización se fue complejizando a medida que avanzamosen la
construcción política y social en distintos frentes, en el campo institucional-electoral y en distintos
organismos del Estado. Esto significó que, a medida que fueron pasando los años, nuestra construcción
en las provincias fue creciendo y se fueron consolidando las referencias federales. Nos convertimos en
una organización presente en la mayoría de las provincias del país y dejamos de ser solo una
organización citadina de la Ciudad de Buenos Aires. Una organización dinámica que, casi en todo
momento, necesitó de nuevos espacios orgánicos para dar lugar a las discusiones y decisiones
emergentes. Una organización que se nutría de nuevos/as militantes, renovadas referencias y que iba
planteando nuevas discusiones en pos de avanzar en planteos de unidad política e ideológica,
estratégica y táctica. Por lo desarrollado previamente respecto de la etapa política y coyuntura actual en
la Argentina es que reafirmamos los siguientes puntos:
- La construcción estratégica de poder popular (que fue más compleja sostener en tiempos de
macrismo, pero no por eso la abandonamos), de un espacio político de la Izquierda Popular que tiene
raíces históricas en la Argentina (en la izquierda guevarista/revolucionaria y el peronismo de izquierda
o nacionalismo revolucionario) que, creemos, puede y debe ser parte fundamental de un proceso de
liberación social y nacional en la Argentina y América Latina.
- Que es necesario seguir formando parte y aportando al Frente Patria Grande, con quienes
compartimos no sólo un espacio electoral, sino acuerdos tácticos y estratégicos generales.
- Que es necesario seguir formando parte del Frente de Todxs, para afianzar la alianza con el
kirchnerismo. Siendo este el sector que más odian las corporaciones y con quienes tenemos más para
discutir y compartir (sea con su conducción o con su base social) que con el centro político (o derecha)
que representan otros sectores del mismo frente de gobierno, con el único fin de sostener las mejores
condiciones objetivas y subjetivas posibles y de no retroceder ante la ofensiva reaccionaria y neoliberal
(fascista) que vemos a nivel continental. Entendemos que aún hay mejores condiciones en dar la lucha
política desde adentro que desde fuera del gobierno.
- Que nuestra organización decidió en sucesivos encuentros nacionales formar y sostener el Frente
Patria Grande; que todos y todas los y las integrantes del Movimiento Popular La Dignidad decidimos
construir la CTEP primero y la UTEP luego, como herramienta y expresión sectorial del campo popular y
de la economía popular y que el hecho de participar, primero, y apoyar críticamente, después, del Frente
de Todxs fue fruto de un unánime consenso.
-Que tanto de la etapa política como de la coyuntura se desprende la necesidad de apostar a una
organización sólida orgánicamente, con mayor nivel de discusión y claridad para los álgidos momentos
que se vienen en torno a la lucha del pueblo por su dignidad.
- Que la organización que construyamos debe apostar a la independencia política y a la autonomía
organizativa en coyunturas donde puede ser riesgoso confundir espacios tácticos y estratégicos, y en
donde, además, tenemos incidencia en la arena institucional, sin perjuicio de seguir apostando a la
unidad en la lucha y a la mayor unidad posible de las organizaciones populares.

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