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ganzl912

massimo cacciari
KRISIS
ensayo sobre la crisis
del pensamiento negativo
de nietzsche a wittgenstein

m
siglo
veintiuno
editores
traducción de
R O M E O M E D IN A

revisión de
JO S É ARICÓ
ganz1912 KRISIS
Ensayo sobre la crisis del pensamiento
negativo de Nietzsche a Wittgenstein

por
M ASSIM O CACCIARI

siglo
veintiuno
editores

MEXICO
ESPAÑA
ARGENTINA
COIOMBIA
>*C!
siglo veintiuno editores, sa
CSKJtO DEL AGUA 340, MEXICO 30. D.F.

siglo veintiuno de españa editores, sa


C/PIAZAS, MAMID 33, E5'AÑA

siglo veintiuno argentina editores, sa


lo veintiuno de Colombia, ltda
AV, Jó.17-73PNMBIPISO.BOGOTA. D.í.COLOMBIA

g a n z 1 9 1 2

p r im e r a e d ic ió n e n e s p a ñ o l, 1982
© s ig lo x x i e d ito r e s , s. a.

IS B N 9 6 8 -2 3 -1 1 6 4 --0

p r im e r a e d ic ió n e n ita lia n o , 1 9 7 6
t í t u l o o r ig in a l: k ris is . s a g g io s u lla c risi d e l
p e n s ie r o n e g a t iv o d a n ie tz s c h e a w ittg e n s te in
© f e ltr in e ll i c d ito r e , m i l á n

d e r e c h o s re s e r v a d o s c o n f o r m e a l a le y
im p r e s o y h e c h o e n m é x i c o / p r i n t e d a n d m a d e i n m e x ic o
INDICE ganzl912

p r e f a c io 7

I. ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO 11

1. Bühm-Bawer y Hilferding: el debate sobie la "transforma­


ción’', 11; 2. Neoclásicos y machismo, 30; 3. Para una lectura
del "Empiriocriticismo” de Lenin, 46

II. DE NIETZSCHE A WITTGENSTEIN. LÓGICA Y FILOSOFÍA AL­


REDEDOR DEL “ TRACTATUS” 60

1. Lógica del "Wille zur Macht” , 60; 2. Wittgenstein: pensa­


miento matemático y “juego”, 75

m . DE NIETZSCHE A WITTGENSTEIN. EL PROBLEMA DEL LENGUA­


JE EN LA FILOSOFÍA DE LA NUEVA MÚSICA 108

1. El Anti-Wagner, 108; 2. Mahlerische Kunst, 124; 3. Uipflanze


goethiana, 13$; 4. ltmeianum, 147

IV. SPRACHLICBES. ASPECTOS DEL “ LENGUAJE VIENÉs" DE LA


ÉPOCA DE LA FINIS AUSTRIAE 156

1. George, no George-Kreis, 156; 2. Rilke y los amagos descono­


cidos, 173; 3. Los últimos dias de Kiaus, 186; 4. Zuydeisee, 197

ÍNDICE DE NOMBRES 207

[ 5]
PREFACIO

Qué forma y qué extensión debería tener, en mi opinión, un dis­


curso de “crítica de la ideología” , es algo que resultará del desa­
rrollo del presente trabajo. Las intenciones no tienen ningún
interés: resultan de la obra, y por lo tanto dejan de ser tales.
Baste decir que, según las posiciones generales que aquí soste­
nemos, el discurso critico no constituye una especie d e metalen-
guaje en base al cual se pueda “iluminar” distorsiones, misti­
ficaciones, enores que otros “juegos" (teóricos y prácticos)
cometieron. En consecuencia, no existe Critica en general. N o
serán resultado de este libro, entonces, “proposiciones, sino la
comprensión correcta de proposiciones"; se tratará, en particular,
de hacer visible, según la multiplicidad y contradictoriedad de los
puntos de vista y de enfoque que la han caracterizado, la crisis
del pensamiento negativo, de la crítica del pensam iento dialéc­
tico, como factor productivo central de la ideología contem po­
ránea.
Algunas de las tesis expuestas aquí han sido objeto de mayor
desarrollo en mis obras anteriores, a partir de Sulla genesi del
pensiero negativo, de 1969. La relación (analizada con mayor
sistematicidad en el presente ensayo) entre desarrollo del pensa­
miento negativo y critica de la economía clásica, ha sido el n ú ­
cleo de mi trabajo Pensiero negativo e razionalizzazione. Problemi
e funzione della critica del sistema diálettico, de 1973. Por úl­
timo, dos ensayos recientes forman parte del contexto del presente
volumen: Loos-Wien (en Oikos. D a Loos a W ittgenstein, Roma
1975, escrito en colaboración con F. Amendolagine) y “ De alcuni
motivi in W alter Benjamín", publicado en N uova Corrente. R e­
comiendo estos trabajos (y a Metrópolis en particular) a título
puramente informativo. Creo que el presente ensayo puede ex­
plicarse por sí solo.
El significado de este libro, si es que tiene alguno, es que
muestra la función positiva, efectual, que el “pensamiento nega­
tivo” cumple en la crisis del sistema dásico, tanto económico
como “físico” , y en la crisis del pensamiento dialéctico; que ter­
mina con las separaciones abstractas entre pensamiento dialéc­
tico y pensamiento negativo, erigidas sobre la base de una
concepción de este último como “irracionalismo”, o bien ideo-
[7 ]
8 PREFACIO

logia-apología, o bien “liberación”, discurso inmediatamente a-


dialéctico, utopía. En este ensayo el negatives Deiiken es inter-
pretado-criticado como proceso efectual de crisis, como revelación
de contradicciones determinadas, como búsqueda concreta de re-
fundación. Análogamente, el pensamiento dialéctico es aferrado
en su historia, es decir, en sus crisis —solución determinante y
por eso parcial, implícitamente contradictoria—, ni “traiciona­
do” ni “recuperable” .
La efectualidad, y la carga de “refundación”, del pensamiento
negativo son verificadas en el presente ensayo mediante el aná­
lisis de las relaciones íntercurrentes entre la formulación gnoseo-
lógica conjunta que madura en el “pasaje” de Schopenhauer a
Nietzsche y la crisis de los fundamentos de la física clásica. Esto
no pertenece al contexto social o al uso político del negatives
Denlcen sino a su lógica misma. La relación entre Nietzsche y
W ittgenstein, que constituye el esqueleto de la presente indaga­
ción, procura precisamente explicar las formas que adoptan los
procesos de refundación en cuanto movimientos internos de
lo “negativo”, y también a lo “negativo” mismo como factor
determinante del proceso de integración y racionalización.
La relación Nietzsché-Wittgenstein no se sostiene salvo en el
contexto de las formas que sustentan radicalmente la crisis del
sistema dialéctico como crisis de toda posible refundación sinté­
tica del discurso ideológico —pero que, en conjunto, no confieren
a dicha desesperación ningún significado nihilista sino que, en
cambio, la vuelven precisamente comprensible, tienden a actuar
y practicar teóricamente, lógicamente— tienden a hacerla produc­
tiva de “nuevos órdenes”. Pero lo esencial no son tales “nuevos
órdenes” en sí, sino la contradicción insoluble, constitutiva entre
ellos y el permanecer de la crisis, la imposibilidad de resolver en
sentido sintético la crisis del sistema clásico-dialéctico. Este com­
plejo de relaciones, que en mi opinión constituye la insuprimible
instancia trágica del negatives Denlcen, habla en su lenguaje más
comprensible, mejor organizado formalmente, a través de la mul­
tiplicidad de los “dialectos” de la seria apocalipsis vienesa, y de
ningún modo a través de los Logoi epigonales de las diversas
“vanguardias” . Esto explica la elección temática del libro.
Naturalmente, ninguno de los muchos “dialectos” analizados
aquí habrá encontrado explicación satisfactoria. He procurado
ocuparme solamente de sus problemas comunes. Sólo la línea
global del razonamiento me parece, en lo que a mí respecta, de-
prefacio y
finitiva. Actualmente no podría concebir su desarrollo más que
en sentido analítico y filológico.
Demasiados amigos me han ayudado directa o indirectamente
en este trabajo como para que sea injusto con ellos citando sola­
mente a algunos. Sólo una advertencia: puesto que se trata de
un único ensayo, es necesario leer el libro del principio al fin y en
el orden en que está aquí presentado.
M. c.
Venecia, 1975
I. ECO N O M ÍA NEOCLASICA Y íviACHISMO

] . BOHM-BAW ERK Y HILFERDING: EL DEBATE SOBRE


LA “ TRANSFORMACIÓN”

El fundamento del ataque de Bóhm-Bawerk a la crítica mandana


de la economía política no se agota en absoluto en la “supre­
sión” del principio del valor trabajo. Desde este punto de vista,
el propio presupuesto de las acusaciones que el marxismo “orto­
doxo” de la Segunda Internacional dirige a la “economía vul­
gar” parece inaplicable, por lo menos en el caso de la escuela
austríaca. N o sólo Bohm-Bawerk es absolutamente ajeno al equí­
voco (propio del socialismo vulgar y no de la “economía vulgar” )
de deducir “consecuencias revolucionarias” del principio del valor
trabajo, sino que es el análisis mismo de este principio el que
desempeña un papel secundario en su crítica de Marx.
Bortkiewicz señala con gran claridad esa crítica a los temas
fundamentales del análisis de Bóhm-Bawerk. Es condición de
todo análisis “vulgar” (tal como se perfila en el pensamiento
marxista “ortodoxo” ) la atribución al capital del carácter de fac­
tor autónomo de producción. Desde este punto de vista es
“suprimida” la teoría del valor trabajo. Pero “ningún teórico
socialista ha dedicado ni lejanamente el empeño que ha puesto
Bohm-Bawerk para demostrar que los bienes de capital de cual­
quier tipo no son más que productos intermedios’; y es por
consiguiente impropio atribuirles un papel activo en la produc­
ción, y mucho menos colocarlos en el mismo nivel que el trabajo
como factor de producción” .1 Es decir que el núcleo de la crítica
a Marx no se basa en absoluto en el presupuesto vulgar del ca­
pital como factor de producción. Si Bóhm-Bawerk considera
que es totalmente insostenible la tesis “según la cual el valor de
los bienes se origina exclusivamente en la cantidad de trabajo
incorporada a ellos”, no es porque junto con el trabajo adjudique
al capital el papel de factor de producción sino porque piensa
que Marx “no tiene en cuenta la influencia ejercida sobre el va­
lor de cambio, además de la cantidad de trabajo incorporada al

1 L. von Bortkiewicz, Bohm-Bawerks Hauptwerk in seitien Verhaltnis zar


sozialistischen Theorie des Kapitalzins (1923); tr. it. en L. von Bortkiewicz,
La teoría economice di Marx e altri saggi, Turín, 1971, p. 248.
[U Í
32 ECONOMIA NEOCLASICA Y IvIACHiSMO

producto, por el tiempo entre el uso del trabajo y la realización


del producto”.2 Es por consiguiente desde la misma teoría del
interés de donde Bóhm-Bawerk dirige su critica a Marx.
Sin embargo, el análisis crítico detallado de dicha teoría está
completamente ausente en las corrientes y autores marxistas con­
temporáneos de Bóhm-Bawerk, que se empeñaban sobre todo en
el ataque a la “economía vulgar”. Hilferding la reduce inmedia­
tamente a sus elementos subjetivos; su verdadero motivo —‘la
superioridad técnica de los bienes presentes con respecto a los
futuros”—3 no es siquiera analizado. Su crítica, en cambio, se en­
cuentra en el centro del ensayo de Bortkiewicz que se publica
dos años después que el estudio de Hilferding.4 Desde el pun­
to de vista de la teoría económica, una crítica verdadera de la
Economics neoclásica aún no se ha iniciado “bajo las banderas
del marxismo”.
El punto decisivo de la diferencia de tiempo entre empleo del
trabajo y realización del producto, sin embargo, remite por un
lado a la teoría del interés y, por el otro, pone el acento sobre
el problema mandan o de la transformación. La crítica de Bohm-
Bawerk concluye necesariamente al verificar la "vistosa contra­
dicción” en Marx entre el Libro in, interpretado como análisis
de las desviaciones del valor de cambio a partir del puro valor del
trabajo, y el Libro i (mejor: ¡Primera sección del Libro il), in­
terpretado como definición en términos deterministas-naturalistas
de la ley que regula el valor de cambio. Este problema consti­
tuye, finalmente, el verdadero centro de la crítica de Bohm-Bawerk
y de la “respuesta” de Hilferding: el problema de las leyes que re­
gulan la transformación del sistema. El hecho mismo de que
el conflicto en tomo a Marx se desate en este punto indica el
surgimiento de cuestiones más difícilmente recomponibles en el in­
terior del análisis de equilibrio general, por una parte, y en el
interior de una lectura de Marx en clave de sim ple “socialismo
ricardiano”, por otra. N o se olvide que Las premisas del soda-

2 Ibid., pp. 254-255.


3 L. von Bortkiewicz, Dcr Kardinalfehler der Bohm-Bawerkschen Zins-
iheorie (1906); tr. it. op. cif., p. 197.
* R. Hilferding, Bohm-Bawerks Marx-Kritik (1904); traducido al espa­
ñol en Bohm-Bawerk, Hilferding, Bortkiewicz, Economía burguesa y econo­
mía marxiste, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 49, México, 1978. En
este volumen está traducido también el ensayo de BShm-Bawerk, Zum Abs-
chluss des Marxschen Systems Í1896) [La conclusión del sistema de M an,
en op. cit.. pp. 29-127].
EL DEBATE SOBRE LA "TRANSI-ORM ACIÓ n ”
t^

lismo fue publicada en i 899, tres años después que el Z um Abs-


chluss de Bóhm-Bawerk.
Si la “respuesta” de Hílferding yerra su objetivo al criticar el
análisis de Bóhm-Bawerk como fundado en una teoría absoluta­
m ente subjetiva del interés y en la “supresión” del principio del
valor trabajo; mayor aún es su fracaso en relación con el proble­
ma de la transformación. E n lo positivo, Bóhm-Bawerk afum a­
ba que en Marx el “sistema” no podía considerarse cerrado den­
tro de las relaciones fundamentales d d Libro i. Subrayaba la
importancia problemática que en Marx asumen los procesos suce­
sivos de reproducción-desarrollo-transformación. M ás aún; Bohm-
Bawerk insistía en el hecho de que estos procesos, n o podían ser
conciliados con las “leyes” básicas a través de una serie d e m e­
diaciones simples, casi puntos arrojados entre niveles conceptuales
que en sí permanecen absolutamente estáticos o entre formacio­
nes histérico-económicas estructuralmente incompatibles. B óhm -
Bawerk señalaba un problema de análisis y de m étodo real: un
momento de crisis en la teoría maixiana.
Bóhm-Bawerk intenta formular de esa crisis una explicación
y una crítica enteramente lógicas. N o existe, por su parte, nin­
gún intento de llevar la discusión al nivel del análisis concreto
del desarrollo del capitalismo. Señalada la “crisis” , ésta es in­
terpretada inmediatamente como signo de la contradictoriedad
implícita del análisis mismo. Pero es precisamente en este terre­
no y con este presupuesto que Hilderfing sigue de lleno a Bóhm-
Bawerk, que la “respuesta” marxista adopta de lleno el punto de
vista del “adversario”. El discurso de Bóhm-Bawerk es conoci­
do: dado que en el Libro ni se adopta como regla la “ desvia­
ción” de los valores de cambio con respecto a la cantidad de
trabajo incorporado a las mercancías, los fundam entos de la teo­
ría del valor trabajo son de hecho liquidados. P or lo mismo,
Bóhm-Bawerk “reduce” la sustancia del Libro m a las “ ecuaciones”
del Libro i, verifica estáticamente su congruencia o n o alcanza a
hacerlo: de dicha verificación extrae sus conclusiones críticas. La
contradicción concierne solamente a la forma del discurso. Hüfer-
ding no realiza de otra forma la misma “reducción”, pero extrae
la conclusión de la no contradictoriedad d d discurso marxiano.
N o interesan aquí las consecuencias que Bóhm-Bawerk derivaba
de las propias conclusiones a propósito de la existencia de la
explotación; por sí misma, una teoría de la explotación no está
para nada vinculada a la hipótesis del valor trabajo, como creía
Bóhm-Bawerk. Por consiguiente, inclusive la reafirmación de la
14 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

existencia de la relación de explotación no depende enteramente


de la reafirmación de la teoría del valor trabajo, como creía Hil-
ferding. Esta parte del debate está definitivamente obsoleta. No
puede decirse lo mismo, en cambio, a propósito de la formulación
global de las dos posiciones. Ambas entienden el “pasaje” de las
relaciones descritas por la teoría del valor en la primera sección
de EZ capital al problema de la transformación como soluble úni­
camente en el plano de la coherencia lógica, concebida estática­
mente, en el plano de la no-contradictoriedad implícita del dis­
curso. Que el desarrollo de la crítica marxiana sea un desarrollo
de contradicciones reales — más en general: que el problema de
la transformación implique el análisis de nuevas formas de rela­
ciones de producción y de mercado, no deducibles linealmente de
las funciones fundamentales del sistema, es decir, que no pueden
afrontarse según una lógica “reductivista” y lineal— todo dio no
aparece ni en Hilferding ni en Bóhm-Bawerk. Con un agravante
para el primero; mientras que BÓhm-Bawerk como quiera que sea
levanta el velo de un problema que el marxismo estaba por cier­
to “suprimiendo”, Hilferding niega la existencia misma del pro­
blema y utiliza con “escolasticismo” aún más férreo los instru­
mentos lógicos, el “método”, bóhm-bawerkianos.5
En Z u m Abschluss, lo mismo que en Kapital und Kapitalzins,6
Bóhm-Bawerk parte d d supuesto de que d problema marciano
de la transformación debe referirse a los mecanismos de restable­
cimiento de la autorregulación del sistema de competencia. La
transformación concierne a los mecanismos de reequüíbrio d d sis­
tema; dado que su análisis está dirigido a la definición de las
formas en que se produce él “retomo” de las funciones y de
las relaciones económicas fundamentales, se deriva que aquélla
pueda sintetizarse perfectamente en las “leyes” que determinan
d ordenamiento-base d d sistema. El análisis de la transforma­
ción se reduce al análisis del proceso a través del cual las varia­
bles económicas que derivan de aquel ordenamiento-base diver­
gen temporariamente del equilibrio original, para restablecerlo a
un nivd distinto. Cualquier momento de “ruptura” encarna ya
en sí estos elementos de control, de reequilibrio; en el terreno
estrictamente económico esto estaría asegurado, siempre y sola-

6 Para el desarrollo de estos temas véase mi “Lavoro, valore, 'cervello


sociale’ ” , en Aut-Aut, núm. 1, 1975.
6 Para un análisis atento, que me parece que sigue la dirección del dis­
curso desarrollado aquí, de Bóhm-Bawerk, véase los dos ensayos de M . C.
Marcuzzo en Aut-Aut, núm. 135 (1973) y núm. 139 (1974).
EL DEBATE SOBRE LA “ TRANSFORMACION” 15
mente intervenciones “extrañas”, “alógenas” ( “deformaciones” po­
líticas, monopolistas, estatales, etc.) pueden interrumpir la conti­
nuidad de este proceso. Bohm-Bawerk supone que es totalm ente
obvio el hecho de que Marx, en cuanto que economista, quisie­
ra resolver con el discurso sobre la transformación el problema
en general de la "salvación” de los principios de un análisis de
equilibrio frente a la cuestión del desarrollo. Los primeros esta­
rían representados por las relaciones descritas por la “ley” del
valor trabajo, la segunda saldría a luz con el Libro m de E l capi­
tal. Según Bóhm-Bawerk, Marx no estaría en condiciones de
resolver este problema (su problema) porque sería errónea la “ley”
de la cual parte, o, mejor dicho, no empírico-positivamente de­
mostrable, metafísica, y por eso no sintetizable can la realidad
de las relaciones de cambio y de mercado. Que dicha ‘le y ” sea
tomada por Marx en términos enteramente “naturalistas-deter­
ministas’^ y, más aún, que su problema sucesivo esté constituido
por el análisis de los mecanismos de restauración del equilibrio
“originario”, es decir, que sea de orden em inentem ente cíclico:
esta formulación es atribuida por Bohm-Bawerk a M arx sin la
menor vacilación. E l ‘lenguaje” marxiano es traducido sin más
al de la Economics neoclásica. Que el problema marxiano pueda
ser, radicalmente, otro, es algo que Bóhm-Bawerk no tom a si­
quiera en consideración, y tampoco lo hace Hilferding.7
En realidad Bohm-Bawerk no habla de Marx sino de Rodbertus.
Sus críticas a las tesis fundamentales del “socialismo” pueden
aplicarse a Rodbertus, no a Marx. E l que interpreta estática-
mente-determinís ticamente la “ley” del valor trabajo es R odber­
tus, no Marx. Inclusive la idea de que de tal “l e / ’ derive algo a
propósito de la “pura idea del derecho” por parte del obrero al
producto entero de su trabajo, es de Rodbertus y com pletam ente
extraña a Marx. Pero el que comprende que Bohm-Bawerk adop­
ta de tal modo como objeto de su crítica a un M arx caricatures­
camente “reducido” es, si acaso, Bortkiewicz y no Hilferding.®
Tanto en el Anti-Marx de Bohm-Bawerk como en el Anti-
Bohm-Bawerk de Hilferding se supone, de manera absolutam ente
a-crítica, que los principios fundamentales del Libro i conciernen
a la descripción positiva de las funciones de equilibrio del siste­
ma y que, por otra parte, el proceso de transformación, analizado
en el Libro m, está constituido por los procesos cíclicos de re­
equilibrio del sistema mismo. Dados estos supuestos, no h ay duda
7 Cf. P. Mattick, Marx y Keyrtes, México, Era, 1975, p . 49; pp. 65-67.
8 L. von Bortkiewicz, Bóhm-Bawerks llauptwérk, cit., pp . 247-253.
16 EOUWÜiMÍA NEOCLÁSICA V MACHISMO

de que Bohm-Bawcrk deduce con mayor coherencia que Hiirer-


ding la no-coherencia existente entre teoría del valor trabajo y
formas concretas del proceso de transformación. Es indudable
que, si la transformación representa un mecanismo cíclico de
reequilibrio, dicha transformación debe re-formar no por cierto
los simples “niveles”, sino las condiciones, la estructura origina­
ria general del sistema, reafirmar la efectualidad de las “leyes”
que en ésa operaban. Bóhm-Bawerk niega precisamente que esto
ocurra en Marx; del proceso de transformación del Libro in es
imposible “deducir” las leyes fundamentales del Libro i. Conse­
cuencia: la explicación marxiana es contradictoria. ¿Por qué esta
contradicción? Porque, la explicación del mecanismo cíclico que
regularía el desarrollo del sistema capitalista no puede regirse en
base a la teoría del valor trabajo.
De idéntica manera que Bóhm-Bawerk, Hilferding supone que
la explicación marxiana del proceso de transformación es un
análisis de las formas del ciclo económico. Una teoría del ciclo
debe explicar el alejamiento periódico con respecto a la norma
y el restablecimiento de esta última. También aquí el proceso
de transformación es descrito como una apariencia de la rela­
ción de producción capitalista. Si dejara hipotéticamente de ser
tal, la “cientificidad” entera de la teoría quedaría comprometi­
da. Bóhm-Bawerk atribuye justamente al análisis marginal la
capacidad de realizar esta “reducción” de los mecanismos cíclicos
a las leyes fundamentales de la Economics. Hilferding reafirma
que este mismo problema no sólo está presente sino que también
puede resolverse dentro de la crítica marxiana: las contradiccio­
nes de ésta son aparentes, no determinan jamás, en el desarrollo
de las relaciones de producción, un problema de ruptura, de cri­
sis: el proceso de transformación es solamente un mecanismo de
“re-forma”. De existir, la crisis aparecerá solamente al final, en
posición escatológica, fuera d e los nexos reproducción-transforma-
ción-desarrollo, fuera de la determinación histórica concreta de
las relaciones de producción. Si hay una dimensión que concierne
igualmente al problema de la crisis para la política soeialdemó-
crata, es la de la pura “subjetividad”, fuera de cualquier proble­
ma de crítica de la economía política. La crisis es “pura política”,
asunto de la “pura organización” : Prinzíp der Hoffnung más o
menos descamado. Y esto es válido también para los neoclási­
cos; también para ellos la crisis es cuestión eminentemente extra­
económica, asunto de la neue Verfassung que deberá conservar
la 'libertad” de la Economics, es decir, en lo positivo, defender la
EL DEBATE SOBRE LA “ TRANSFORMACION” 17
capacidad del sistema económico para autorregularse, para resol­
verse completamente en mecanismos y procesos solamente cí­
clicos.
En las confrontaciones del marxismo contemporáneo la crítica
de Bóhm-Bawerk aparece, por lo tanto, como lejos de ser un ata­
que exclusivo a la teoría del valor trabajo o, peor aún, una simple
negación del problema de transformación desde el punto de vista
directamente “apologético” de la pura conservación del sistema.
Todo lo contrario; si no se parte de una formulación distinta del
problema mismo (“subsumiendo” la teoría del valor trabajo, tal
como la desarrolla Man:, en el proceso de valorización; interpre­
tando el proceso de transformación en sentido fuerte, com o mu­
tación de forma que involucra tanto a la estructura económica
como a las relaciones “institucionales” y de mercado que consti­
tuyen el capital; superando toda actitud “neutral” en las con­
frontaciones de la dinámica dél sistema), entonces es necesario
explicar, en el mismo terreno analítico de Bóhm-Bawerk, d e qué
manera los mecanismos de transformación se fundan positiva­
mente en la ley del valor trabajo, y aceptar inclusive todas las
consecuencias lógicas y políticas que de esto derivan: el proceso
de transformación como simple “apariencia” de la relación capi­
talista de producción; el problema del desarrollo en tanto exhaus­
tivamente comprensible en los límites del análisis cíclico; la crisis
como simple “idea”, no controlable científicamente, com a “lími­
te” del capitalismo. Es exactamente esto lo que hace H üferding:
responder afirmativamente a la pregunta a la cual, en cambio,
Bóhm-Bawerk había dado respuesta negativa: es posible fundar
la coherencia estática de la teoría maixiana.
Aquí la "reducción” de Marx es, en el fondo, todavía mas
drástica que la de Bóhm-Bawerk. Aunque fuera indirectamente,
este último había planteado una serie de cuestiones fundam en­
tales. Traducida en términos hipotético-problemáticos, su crítica
podía de hecho ser expresada del modo siguiente: si (y solamente
si) la teoría del valor trabajo de Marx no es más que una reedición
del "socialismo ricardiano” (ni siquiera de los clásicos), el proble­
ma de la transformación es resuelto en El capital en términos con­
tradictorios; si \y solamente si) el proceso de transformación es
asumido como un mecanismo de neutral avance o funcional sólo
para la determinación de los precios relativos, en todo caso como
un mecanismo cíclico que no altera las “leyes” fundamentales de
equilibrio del sistema, su análisis es sintetizado por estas “leyes”
de tal modo que aquel mecanismo no aparezca más que como “apa-
18 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

rienda” de dichas ‘'leyes”. Si estas hipótesis no fueran sometidas a


verificación y crítica, las deducciones de B5hm-Bawerk, en su sus­
tancia, podrían regir. Es lo que ocurre en Hilferding. El punto de
vista a partir del cual éste dirige su ataque a Bohm-Bawerk aparece
como ejemplar también para gran parte del marxismo posterior.
Hilferding desarrolla toda su crítica desde el punto de vista de la
political economy clásica: la crítica marxista de la Economics es
efectuada, de arriba a abajo, con las armas de la political economy,
que ya Marx había criticado. La crítica marxista de la Economics
neoclásica “nace” absolutamente premarxiana. Los elementos de
novedad que se añaden son por cierto “ideológicos vulgares” y
muchos, por lo demás, absolutamente infundados (ya lo hemos
visto), como aquellos que conciernen al “puro subjetivismo” del
análisis neoclásico, interpretado en clave irracionalista, la ausen­
cia de la dimensión política, y así hasta los discursos posteriores
sobre la apología del rentista.9 El elemento que estructura todos
estos ataques es la defensa extrema de la teoría “clásica” del va­
lor y de la coherencia estática que seria posible definir entre ésta
y los procesos de desarrollo-transformación-crisis que constituyen,
en cambio, el problema central, auténtico, no reductible a ‘ló ­
gicas elementales”, de Marx.
No se trata por cierto de un simple “retardo” analítico. E n
realidad, el análisis neoclásico tiene su origen precisamente en el
problema constituido por las transformaciones inmanentes en las
relaciones de producción, en el intento de “reducir” las transfor­
maciones reales que entonces éstas experimentaban a funciones
lineales y a esquemas de reequilibrio cíclico. Según Bohm-Bawerk
(y también, en este aspecto, según las otras corrientes neoclási­
cas) los mecanismos de mercado determinan la marcha del ciclo,
en términos que no pueden remitirse a las “leyes” de la political

9 Bujarin reasumirá y “popularizará” los temas de esta critica "marxista


a la economía neoclásica en su La economía política del rentista (1919),
trad. al esp. Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 57. Un útil trabajo
antológico sobre todo el debate entre “marxismo” y neoclásicos es Die Marx-
Kritik der Osterreichischen Schule der Natiomdokonomíe, Gissen, 1974. En
b que concierne a la “politicidad” o, mejor, al compromiso político del
análisis neoclásico (cuestión sobre la cual todavía habremos de volver), re­
sulta evidente desde los orígenes del cálculo marginal, orígenes estrechamen­
te ligados a problemas de “ingeniería” económico-social, sobre todo en el
ambiente del imperio austro-húngaro. Cf. T. Bagiotti (comp.), Marginalisti
matematici, Turín, 1975. Finalmente, pueden encontrarse informaciones
útiles sobre la historia política de los neoclásicos en W . M. Johnston, The
Austrian Mind, Univ. oí California, 1972, cap. 4.
EL DEBATE SOBRE LA “ TRANSFORMACIÓN” 19

economy. E n la formulación neoclásica tam bién está siempre


presente, aunque de manera implícita y a veces mistificada, este
momento de ruptura, de solución de continuidad en el desarrollo
de las teorías económicas burguesas. Y esta misma “ruptura” re­
mite necesariamente a fenómenos de crisis más globales. La cri­
sis de la political economy no puede sino ser tam bién una crisis
de sus “significados”, de su “universo” . M arx era perfectam ente
consciente de esto en su explicación misma de la teoría del valor
trabajo. Pero en términos teóricos y políticos perfectam ente
opuestos, también el análisis neoclásico remitía a esta crisis. Es
Hilferding, objetivamente, quien defiende la continuidad sustan­
cial del sistema cuando adopta las armas de la political économy
clásica versus su propia crítica burguesa. N o solamente no articu­
la en el terreno económico-político el significado de dicha crítica
sino que la exorciza en el propio plano analítico-teórico. D e esa
manera, no podía menos que responder afirmativamente a la pre­
gunta de Bóhm-Bawerk: ¿Marx es un “clásico” ?
En la explicación positiva de los mecanismos del mercado (úni­
ca realidad empíricamente verificable), Bóhm-Bawerk recapitula
el desarrollo entero de la problemática marxiana: la propia teoría
clásica del valor (que atribuye sustancialmente también a M arx)
se convierte en un elemento de dicha explicación y el problem a
de la transformación no aparece en ella más que como el de la
forma cíclica que adoptan los procesos de determinación de los
precios relativos. La teoría económica debía ser descripción de
esta experiencia positiva de determinación de los valores de cam­
bio. Su reducción a la teoría clásica del valor resultaba “herme-
néuticamente” falsa. Pero la teoría del valor en M arx, ¿tenía la
función de describir las condiciones de equilibrio del sistema?, ¿y
el proceso de transformación debía ser deducido de ella? N i Bóhm-
Bawerk ni Hilferding tienen dudas a este respecto. H asta el
procedimiento que adoptan es análogo; los dos confrontan deta­
lladamente método y contenidos del análisis del proceso de trans­
formación con la “ley” fundamental. Bohm-Bawerk se detiene
en la comprobación de la existencia de contradicciones en este
desarrollo. Hilferding, por el contrario, efectúa toda una cadena
de reajustes sucesivos, de transposiciones, de mediaciones entre
conceptos y conceptos, para responder afirmativamente al proble­
ma de la coherencia intem a planteado por Bóhm-Bawerk.
También a este respecto la crítica neoclásica indicaba un terre­
no real de verificación. Existe solución de continuidad en Marx.
¿Pero cómo debe ser entendida? ¿La contradicción concierne a
20 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHEMO

la lógica del sistema teórico, o representa, en cambio, la contra-


dictoriedad de determinadas relaciones económico-sociales, la con-
tradictoriedad de la relación capitalista de producción asumida
realmente como desarrollo-crisis? Tanto Bohm-Bawerk como Hil-|
ferding conciben el proceso de transformación como nueva “apa­
riencia” de idénticas relaciones estructurales: Bohm-Bawerk con
el objeto de criticar la formulación misma de dicha relación; Hil-
ferding para reafirmar la validez tanto lógica como “hermenéu­
tica” .
Llegamos aquí a un aspecto fundamental del debate. Bohm-;
Bawerk considera que el problema mismo de la síntesis entre me-i
canismos positivos de mercado y ‘ley” del valor es índice de una
antigua lógica determinista, “clásica”. N o procura, de hecho,
“sustituir” la teoría clásica del valor ni negarla abstractamente^;
En el análisis marginal la cantidad de trabajo incorporada en lac
mercancía es concebida positivamente como un factor en la deter­
minación de los valores ae cambio. Despojado de toda “necesidad
cau al”, de toda “legalidad” precisamente, el “principio” clá ico:
se convierte en factor de producción empíricamente controlable.
Bohm-Bawerk piensa que esta formulación puede proporcionar
la base de una crítica a Marx, puesto que en Marx el problema
sería el de la síntesis entre los procesos de transformación y la
‘ley” del valor. Mejor aún, Marx se convierte en exponente típi­
co de esta lógica “esencialista”, según la cual, más allá de las
relaciones “físicas”, empíricamente descriptibles en sus “constan­
cias” , deberían existir “leyes” inmanentes a tales relaciones pera
jamás positivamente verificables. Esta misma imagen de Marx
se encuentra, como ya hemos visto, también en Hilferding. Pero
con la importante diferencia de que en el interior del desarrollo
de las “lógicas" de la teoría económica B6hm-Bawerk señala una
ruptura fundamental: la crisis de ,la formulación clásica. Que,
atribuya a Marx esta formulación, fallando completamente sui
objetivo, es algo que en este punto interesa menos que el hecho'
de que en su análisis se exprese históricamente la crisis de la for­
mulación determinista propia de la political economy. Es una
cesura fundamental, de la cual era necesario partir para la crítica
de la propia Economics neoclásica.
Solamente la comprensión teórico-histórica de este “salto” hu­
biera permitido la relectura del problema marciano de la trans­
formación en términos globales. Este problema significa precisa­
mente la crisis —de la que Marx era perfectamente consciente—
de toda interpretación mecanicista de la “ley” del valor. La
EL DEBATE SOBRE LA "TRANSFORMACIÓN” 21

transformación contradice evidentemente las anteriores relaciones


de equilibrio e inclusive de reproducción equilibrada: d e otro
modo sería transformación de nada. LO' que im porta saber son
las formas en las cuales se determina la transformación. La
confrontación inmediata, estática, entre la situación descrita en
el Libro i (sin reproducción ampliada, sin articulación sectorial,
sin crisis) y los procesos de transformación, es síntom a preci­
samente de aquella miseria dialéctica que Marx criticaba ta m ­
bién en los clásicos. La teoría del valor trabajo no funciona para
la determinación inmediata de los precios relativos, porque ésta
no es su función. Esto significa que la transformación es real, es
asumida “seriamente”, que el proceso que ella significa no es re-
ductible a una “máscara” de relaciones esenciales “ocultas” . El
punto que se le escapa completamente a Bohm-Bawerk es que
el problema de la transformación en M arx no concierne simple­
mente a la determinación de los precios relativos, sino a la form a
de la relación de producción.10
Sobre la base de los mecanismos de desarrollo descritos por
los esquemas de reproducción, el proceso de transform ación ex­
plica las formas de regulación del mercado concurrendal refirién­
dolas a sus elementos de crisis; explica las formas de control del
mercado ex parte de la oferta, las posibilidades de relación inter­
sectorial y de previsión de las tasas de acumulación dentro d e u n
sistema industrial. Este proceso involucra nuevas variables, una
interpretación del desarrollo capitalista tal que h a g a inadm isi­
bles, incluso lógicamente, recomposiciones sim plem ente cíclicas
de los equilibrios rotos. Desde este punto de vista era encarada
la problemática marciana; a partir de estos elementos era desa­
rrollada. Era necesario oponer esta crítica marxiana a los presu­
puestos mismos del análisis bohm-bawerkiano. H ilferding n o so­
lamente no lo realiza, sino que da explícitamente la razón a la
“imagen” neoclásica de Marx cuando acepta y defiende su sus­
tancia misma: que los esquemas marxianos representan u n in­
tento de interpretar la génesis concreta de las relaciones de m erca­
do, que se encaman en la determinación de los precios relativos, a
partir de las hipótesis de la teoría del valor trabajo o, más en ge­
neral, que la “cientificidad” del método marxiano consiste en una
relación determinista-lineal entre ‘leyes” esenciales y “aparien­
cias” . De esta manera, en Hilferding el problema d e la transfor­
mación es reducido sin escapatoria a explicaciones d e los fenó­
menos cíclicos. Y así, en la medida en que el análisis del ciclo
10 S. Veca, Marx e la critica delVeconomia política, M ilán, 1973, cap. 3,
22 ECONOMÍA NEOCLÁSICA V Iu a CRISMO

es de hecho inseparable del nexo desarrollo-crisis, la interpreta­


ción socialdemócrata se reduce a explicación impotente.
En este punto, y frente a similares “alternativas”, el ataque
neoclásico a Marx podía concluirse fácilmente. Dada la equiva­
lencia ciclo-crisis, admitido él proceso de transformación como
explicación del nivel de los precios relativos, la teoría del valor
trabajo resulta totalmente “anti-económica”, puesto que el resul­
tado que nos prefijamos aparece mucho más fácilmente obtenible
a través del análisis marginal de las fuerzas y de los movimientos
de mercado. Por otra parte, el mantenimiento de la teoría del
valor trabajo, considerada indisociable de una formulación lógica
“clásica”, no empíricamente controlable, induciría a graves erro­
res de orden general en el sistema en su conjunto.
La acusación de fetichismo con respecto a las relaciones de
mercado, que Hilferding dirige al análisis neoclásico, aparece como
totalmente desencaminado si se efectúa en base a los presupues­
tos de su crítica. Que el problema de la transformación señale
un salto, un proceso de recomposición orgánica en las relaciones
globales de producción: esta problemática se le escapa tanto a
Hilferding como a Bóhm-Bawerk. Pero el que hace más com­
pletamente “absoluto” el “modelo” del sistema de competencia
puro es el propio Hilferding con su pretensión de “revelar” la
coherencia estática de la teoría a través de una serie de reajustes
sucesivos de las ‘leyes fundamentales”, concibiendo así, consciente
o inconscientemente, el desarrollo capitalista como un mecanismo
de constante reequilibrio cíclico. Esta formulación socialdemócrata
ortodoxa no podrá ser revertida ni por la Zusammenbruchstheorie
antirrevisionista: también esta última escindirá del problema de
la crisis los procesos de desarrollo del capitalismo, y absolutizará
el momento de la crisis “auténtica”, reafirmando así, implícita­
mente, el carácter de equilibrio cíclico que el sistema denuncia
en su dinámica “simple” .11
D e este modo, el “marxismo” en su conjunto perdía contacto
con la problemática real del análisis neoclásico. Indirectamente,
en realidad, pero otro tanto objetivamente, la reducción que éste
efectuaba del proceso económico a funcionamiento empírico-po­
sitivo del mercado significaba la ruptura no sólo de la síntesis
teórico-clásica, sino de su función política. Lejos de representar1

11 Sobre el debate acerca de la Zusammenbruchstheorie, cf. los ensayos


reunidos en L Colletti, C. Napoleoni (comp.), 11 futuro del capitalismo.
Crollo o sviluppo?, Barí, 1970. [En esp., E l marxismo y el derrumbe del
capitalismo, México, Siglo XXI, 1978.]
EL DEBATE SOElUi LA “ TRANSFORMACIÓN ” 23
formas de desvinculación “irracionalista” de los problemas teóri­
cos y políticos de organización-racionalización del sistema capita­
lista, el análisis neoclásico atestigua objetivamente q u e la síntesis
teórica clásica es ya impotente para “hegemonizar” las variables
económicas concretas, los mecanismos positivos de mercado, y
que los procesos de racionalización “científicamente” controla­
bles deben por ello ser firmemente limitados al campo d e las
relaciones económicas puras. La lógica positiva del discurso neo­
clásico prohíbe toda “inferencia” de este campo al político-insti­
tucional y viceversa. En lugar de analizar las razones y la im­
portancia de esta perspectiva, el “marxismo” la criticó p o r su
abandono de los mismos presupuestos históricos de la teoría clá­
sica. El problema de la crisis era “suprimido” no sólo del ám bito
de la teoría económica stricto sensu, sino del más general de la
investigación histórica: marxismo como filosofía d e la historia,
como historicismo.
Si crisis y desarrollo son “de otro género”, si el desarrollo “nor­
mal” comprende solamente procesos cíclicos, entonces toda teoría
económica debe ser sometida a las verificaciones propias del aná­
lisis de equilibrio. Esto se convierte necesariamente en objetivo
también de Hilferding: garantizar la permanencia de las “leyes
fundamentales”, resolver el proceso de transformación en una
cadena de mediaciones, de pasos no contradictorios: “natura non
facit saltus”. En lugar de ser histórica y teóricamente analiza­
das, las contradicciones son liquidadas ideológicamente. E n esta
operación, el alcance de la crítica dirigida a Bóhm-Bawerk resulta
sensiblemente empobrecido. Su demanda de análisis empírico-
concreto de la efectualidad de la ley “fundamental” del valor en
el proceso de transformación es reducida a la pretensión d e hacer
de dicha ley una “medida contable” para la determ inación de
los precios relativos. No se puede negar que hay caídas d e este :,
tipo en el razonamiento neoclásico en general. Pero no es éste
por cierto el núcleo de la crítica de Bohm-Bawerk, que sostiene
más o menos lo siguiente: en la explicación concreta de la diná­
mica marxiana del proceso de transformación, ¿dónde aparece
como determinante, necesario, el recurso a la ley del valor? El
problema de los precios ejemplifica esta cuestión d e carácter teó­
rico general. La respuesta de Hilferding postula u n a distinción
“de principio” entre demostración teórica y demostración em píri­
ca, de modo de reducir todo elemento dinámico a “apariencia”
del sistema fundamental de las relaciones de valor y éstas a una
especie de "esencia” que acompaña el desenvolvimiento concreto
24 ECONOMÍA NEOCLÁSICA A MACHISMO

de los fenómenos de mercado. El problema es precisamente la


negación ideológica de los aspectos dinámicos del sistema no re-
ductibles a los principios generales de equilibrio postulados por
la ley del valor. Esta formulación se entrecruzaba de dos mane­
ras con la neoclásica: implícitamente aceptaba de ésta la confi­
guración sistemática y, por otra parte, se encontraba impotente
para responder a las críticas de “metafisicidad” que ésta le diri-¡
gía. Hilferding no podía revelar el cometido “metafísico” implí-;
cito en el supuesto empirismo neoclásico —es decir, la absoluti-
zación de un determinado ordenamiento de mercado y de orga­
nización de las relaciones de producción— precisamente porque
su objetivo polémico era ese supuesto empirismo (el m ito de la
microeconomía neoclásica), esa falta de “leyes universales” para
la comprensión de los “accidentes” del desarrollo, de las desvia­
ciones temporarias o “individuales” de la ley del valor.
Según Bohm-Bawerk, Marx no explica el ciclo (o bien: el pro­
ceso de “desviaciones” con respecto a la Norma, las cuales, al
fin, inclusive revelándola, replantean una situación de equilibrio),
en cuanto habría en él una contradicción lógica entre teoría del
valor y análisis de la transformación. Según Hilferding, Marx
explica el ciclo, en cuanto existe síntesis, coherencia, vínculo sis­
temático, entre estos dos niveles de su análisis, a condición de
que se entienda el primero como medida teórica, y la dinámica
de los precios como heterogénea en relación con dicha medida.
La medida teórica puede verificarse solamente en la totalidad del
sistema: exigirle una efectualidad empírica no tendría sentido.
Obviamente, esta totalidad no es más que el cuadro general de
un sistema concurrencial puro. De esta totalidad, pero para ana­
lizar sus relaciones de mercado “individuales”, partían también
los neoclásicos. Bohm-Bawerk y Hilferding, por lo tanto, cum­
pliendo una reducción análoga de la problemática marxiana, con­
cordaban finalmente al plantear las mismas hipótesis directivas
de la indagación: teoría económica como análisis de equilibrio,
sistema concurrencial puro como objeto de dicho análisis.
Según Bohm-Bawerk, el “marxismo” confundía análisis de mer­
cado con hipótesis extraeconómicas incapaces de soportar la prue­
ba de los hechos. El ciclo debía ser considerado teóricamente
como un hecho económico puro. Sus relaciones debían ser deter­
minadas por mecanismos empíricos positivamente reconocibles.
Aparte de este análisis no podía darse, científicamente, nada, nin­
guna “medida teórica” o “ley del valor”. Las relaciones de valor
eran inmanentes y relativas a la estructura del ciclo. Hilferding
EL DEBATE SOBRE LA ' TRANSFORMACIÓN 25
no somete esta formulación a ninguna verificación. Paradójica­
mente, acepta por entero d autorretrato de los neoclásicos, de
Bohm-Bawerk. N o sólo adopta la imagen que éstos proporcionan
de las relaciones metodológico-científicas de la crítica m andana,
no sólo critica desde un punto de vista esencialmente determi­
nista “vulgar" la “relatividad” neoclásica, sino que ni siquiera
sospecha los principios auténticamente metafísicos que el análi­
sis neoclásico mistifica dentro mismo de la pretensión de positivi­
dad absoluta: la asunción a-crítica de la estructura de mercado, la
inmovilidad implícita en sus formas, el carácter de “ley” que allí
asumen los mecanismos intemos de regulación, la “síntesis a prio-
ri” que es efectuada entre proceso productivo y proceso distribu­
tivo.12* El análisis neoclásico no es sometido a ninguna crítica en
esta dirección. N o podía ser de otra manera. La defensa de la
teoría del valor en sus fundamentos clásicos, el proceso de trans­
formación interpretado como simple “explicación” d e esta teoría:
esta posición “marxista” permitía a los neoclásicos m antener
perfectamente ocultos los propios “apriori de valor”, haciendo
aparecer, en cambio, como concretas, efectúales, las propias crí­
ticas a la “metafísica” encarnada en la “ley” del valor trabajo.1*
Tanto de una parte como de la otra, no sólo no se com prendía
el conjunto de la problemática marxiana, sino que se concebía
—a la manera de Rodbertus, o en términos de “socialismo ricar-
diano”— la teoría del valor como teoría de la producción de todo
valor por parte del trabajo, y por consiguiente como presupuesto
de un proyecto de resarcimiento —emancipación del trabajo de
su organización capitalista.14
La recuperación estática, en términos clásicos, de la teoría del
valor trabajo por parte de Hilferding —y la imposibilidad que
12 J. Robinson, si bien en un contexto bastante alejado del nuestro, sub­
raya estos elementos en el cap. 3 de Ideología y ciencia económica [hay edic.
en esp.].
33 Los instrumentos modernos del análisis económico ‘lia n individuali­
zado las dificultades internas de la ley. Pero la relación correcta es entre
la ley y su objeto. Y el objeto, en Marx —aquí está lo sencillo, difícil de
comprender— el objeto no es el m undo económico de las mercancías, sino
la relación política de la producción capitalista. Llega el economista y cierra
El capital en la primera sección porque la teoría marxiana del valor no ex­
plica los precios.. . ” M. Tronti, Operai e Capitale, Turín, 1971, p. 224.
14 Para la crítica de la interpretación de la teoría del valor dada por Hil-
ferding, cf. también G. Pietranera, “Introduzione” a 11 capitale finanzia-
rio, Milán, 1961, y, para la socialdemocracia más en general, cf. L. Colletti,
“Introduzione" a Bemstein, 1 pTesupposti del socialismo, Barí, 1968 [hay
edic. en esp.].
26 ECONOMIA NEOCLASICA Y MACIIISMO

de ello deriva para desarrollar eficazmente, en términos estratégi-i


eos, la crítica del análisis neoclásico— tiene, sin embargo, también
otros motivos de carácter político más general. Y fueron ésto^j
los que caracterizaron su uso por parte de vastos sectores de Iaf
socialdemocracia europea. Dicha recuperación permitía explica^
la génesis del ciclo capitalista en términos de desviación periódica!
o sectorial con respecto a la aplicación “justa” de la ley del valorj
Con ello se constituían dos momento de análisis: el primero con¡
sideraba el desarrollo capitalista “puro”; el segundo, una especie!
de descripción de los fenómenos cíclicos. Así, el problema de*
una crítica de las teorías del desarrollo no podía, ni siquiera plan-j
tearse: por un lado, el desarrollo era de hecho reducido' a lai
“leyes fundamentales” de un capitalismo “puro” absolutamente^
espectral; por otro lado, a las coordenadas típicas del historicismoi
económico, del Kathedersozicdismus. Con la evidente consecuen-i
ría de postular una “racionalidad” en la esencia del sistema, cons-i
tantem ente desmentida por la “irracionalidad” de sus fenómenos;
distributivos y de sus relaciones intersectoriales de mercado.
E n este punto, liberar aquella “racionalidad oculta” de susE
mistificaciones se convertía en objetivo político naturalmente con-
secuente de la formulación teórica dada a todo el problema. Es
cierto que esto no agotaba el “programa”. Cualquiera podía ad­
vertir que aquí se limitaba de nuevo al ámbito de las relaciones
económicas del capitalismo. Pero superar la Planlosigkeit de los
fenómenos cíclicos, o, mejor aún, de las relaciones distributivas
y de mercado que en estos aparecían, y en consecuencia reintro­
ducir la ley del valor, aplicarla correctamente, asumía, al final,
valor revolucionario general, en la medida en que se teorizaba
como intrínseca y necesaria al sistema en su conjunto aquella
contradicción entre "racionalidad escondida” e “irracionalidad de
mercado”. En este espacio ' Se pueden delinear “apriori” todas las
contradicciones de la estrategia socialdemócrata.
El proceso de transformación que según Marx asume, dado el
caso, el papel de máxima expresión de organización capitalista a
nivel social, era interpretado a la luz de un cuadro competitivo
“puro”, y parecía de esta manera desmentir la absoluta raciona­
lidad de las relaciones descritas por la ley del valor. Pero dicha
ley permanece en su acción, aunque sea esencialmente. Sacarla
a luz es, por consiguiente, suprimir la contradicción, gracias a la
cual el capitalismo sobrevive. Aquí el terreno teórico y estraté­
gico socialdemócrata se une indisolublemente a los fundamentos
EL DEBATE SOBRE LA "TRANSFORM AClÓls ” 27
de la Zusammenbruchstheorie.15 Pero aquí estalla, del mismo
modo, su carácter subalterno en las confrontaciones, por un lado,
del historicismo económico ya citado, por otro, y sobre todo, de
algunas precisas tendencias del análisis neoclásico. E n realidad,
cuando el “marxismo” —y Hilferding entre los primeros— tradu­
ce a este último, tout court, en términos de apología pu ra del sis­
tema de competencia, se olvida de que, dentro de los mecanismos
de mercado, el objetivo de los neoclásicos es precisam ente la supe­
ración de sus “irracionalidades”. Bohm-Bawerk se encontraba en­
tre aquellos que consideraban necesaria la refundación, n o sólo de
la teoría de] mercado capitalista, sino también de su funcionam ien­
to práctico. La “síntesis” neoclásica entre proceso productivo y
circulación-distribución no quería significar, tendencialm ente, otra
cosa que la “subsunción” de las “irracionalidades” típicas del fun­
cionamiento de la economía de mercado bajo la “ley”, la Ratio,
de la organización industrial. De hecho, el mismo principio que
regula desarrollo y relaciones intersectoriales en el plano directa­
mente productivo, regula también los mecanismos de distribución
del rédito. Complementario del concepto de productividad mar­
ginal, el de utilidad tiende, en su dinámica, a indicar determ ina­
das dislocaciones de la estructura industrial en relación con las
transformaciones que ocurren en la estructura de la dem anda y,
en consecuencia, a proporcionar un parám etro de juicio y de
intervención anti-cíclica esencialmente “racionalizante” . La críti­
ca “marxista” a los neoclásicos suprimía estos puntos d el análisis,
limitándose a advertir de qué manera determinadas conclusiones
en el plano de la política económica estarían necesariamente en
contraste con el cuadro institucional neoclásico del laissez jaire,
donde la contradicción entre “racionalidad” productiva e “irra­
cionalidad” social es por cierto inevitable e irremediable. Pero del
cuadro mismo era extraída de hecho ja consecuencia política más
importante: la crítica y la lucha contra la organización monopo­
lista. Si la síntesis neoclásica entre demanda y oferta, entre “ley”
que estructura y determina el ciclo productivo y ‘ley” de la dis­
tribución, es “metafísica”, en tal caso —su tiastocam iento efec­
tivo en el plano del desarrollo capitalista concreto es la organi­
zación monopolista— del lado del capital y del trabajo. Extraer
una conclusión distinta es de todas maneras reafirmar una imagen
estática del sistema, un cuadro del sistema como “ evolución”,
15 Para el desarrollo de estos análisis, véanse mis ensayos introductorios
a G. Lutács, Kommrmismus, Padua, 1972, y a E. Fink, L a filosofía d i Nietz-
sebe, Padua, 1973.
28 ECONOMÍA NEOClAsiCA V MACIUSMO

“racionalización” progresiva, dialéctica sin contradicciones ni cri­


sis: lo opuesto del sentido del discurso mundano.
En esta perspectiva, el conflicto entre una interpretación “pro­
gresiva” de las doctrinas neoclásicas y el significado político
asignado por el "marxismo” a la teoría del valor estaba langui­
deciendo, sobre todo en el ambiente ideológico que estamos estu­
diando.10 Asegurado el carácter totalmente restringido de la crítica
marxista a los neoclásicos (orientación “psicológica”, apología vul­
gar, etc.), quedaba el retomo tenaz al cuadro institucional del
mercado competitivo, la polémica cada vez más específicamente
anti-monopolista, las orientaciones tendentialmcnte igualitarias en
el plano distributivo, o de todos modos racionalizantes, en base
a “leyes” precisas. Es natural que también la función asignada
en este cuadro a la teoría del valor estuviera perdiendo intensi­
dad. Cuando Hilfenling la reduce (o exalta) a concepto expli­
cativo del precio glabal de producción, no sólo la irrealiza intrín­
secamente sino que vuelve imposible su aplicación en un espacio
de mercado distinto del de competencia "puro”; y, por otra par­
te, renuncia a todo análisis de las relaciones, desagregadas, de
explotación. La razón de este resultado está implícita en la
asunción de la teoría del valor como fundamento de un análisis
de equilibrio del ciclo económico, “medida teórica” de todas las
relaciones intercurrcntcs en el proceso de transformación. Los
neoclásicos insisten en que no reside aquí el único fundamento
posible de la explicación de la llatio del sistema y que, por con­
siguiente, no es preciso partir necesariamente de aquí hacia un
objetivo de racionalización. En este terreno común la explicación
neoclásica aparece como más "simple", coherente, directa, permi­
te desagregaciones más puntuales. Sus instrumentos conceptuales
están, de hecho, aprontados al final de un análisis de equilibrio
o reequilibrio cíclico, y por consiguiente no hay en ellos la con­
tradicción insuprimiblc del “marxismo” entre instrumentos de­
ducidos del contexto crítico mnrxiano y finalidad de equilibrio,
concebido como superación do la Planlosigkeit capitalista, de
racionalización del sistema. El progresivo abandono de aquellos
mismos instrumentos es, así, definido apriorí.
19 La propia actividad de Bfíhm-Bawcrk ejemplifica las relaciones que sub­
sistían entre programas de "reforma”, teorías neoclásicas y tendencias social-
demócratas moderadas en el ámbito austro-húngaro y vienés en particular.
'Panto en la Historia del análisis económico [México, reís, 1971] como en
el ensayo sobre BolunBavcrk en Epocds de la historia de ha doctrinas y de
los métodos y Diez grandes economistas [de ambos hay edición en español],
Scluimpetcr subraya este rasgo característico del “Marx burgués”.
EL DEBATE SOBRE l , \ “ t KANSFORMACí Ón " 29
La experiencia de crisis, y crisis de Jas mismos conceptos de
la leona clásica, que signa el origen del análisis marginal, se re­
solverá en un programa de refundación de la teoría del mercado
de competencia, en base a la descripción de los comportamien­
tos de sus sujetos empíricamente verificablcs, a su constancia y,
en consecuencia, a la posibilidad de preverlos. El problema del
desarrollo era reducido, por una parte, a descripción de mecanis­
mos cíclicos, y, por otra, a una serie de movimientos simplemen­
te extrapolados a partir de la situación y de las relaciones de
mercado dadas. La critica “marxista”, por el contrario, insistía
sobre el hecho de que dicha fundación no podía obtenerse sino
a través de los instrumentos del análisis clásico, “recuperados’'
por Marx. Pero era, no podía ser de otra manera, completamen­
te impotente para ofrecer verificaciones factuales de la operativi-
dad de esos instrumentos. Por otra parte, entre las dos “escue­
las” subsistían solamente antagonismos “de valor”, destinados a
perder cada vez más su intensidad. Comienza entonces un en­
trelazamiento objetivo, explícito a veces, de acciones-reacciones
entre “económica” y movimiento obrero europeo a propósito de
la "racionalización” de los mecanismos cíclicos, de las nuevas
condiciones de equilibrio, que, si bien llevará a la liquidación de
la “metafísica” marginaiistn del laissez fáre (según la simplifica­
ción kcynesiana, ampliamente “anticipada” por el “marxismo” de
la Segunda Internacional), llevará también a la completa mistifi­
cación del problema de la crisis en Marx, es decir, de la relación
auténtica entre teoría del valor y proceso de transformación, de
la contradicción, del salto histórico en las formas de la relación
social de producción que la teoría marciana analiza y refleja. El
problema global de la transformación será reducido al de b s es­
quemas de reproducción, en cuanto que “anticipación” de las
teorías del equilibrio dinámico de derivación kcynesiana, anti-
neoclásicas. Pero esta “recuperación” supone por entero la crítica
neoclásica del presunto carácter “metafísico” del análisis del pro­
ceso de transformación en sus relaciones con la teoría del valor.
El Marx “después de Keynes” e^. impensable sin la crítica neo­
clásica al “marxismo”.” Como ya habíamos visto esla crítica
partía de presupuestos precisos: fijeza del cuadro institucional (o
también, “pureza” del sistema capitalista, concebido como mode­
lo), posibilidad de constituir una “económica” (o también, la
economía como “ciencia” ) solamente en base a la descripción
17 Esto es válido también para J. Robinson. Cf. el cap. 2 <)e Ideología y
ciencia económica, cit.
30 JÜÜOISUMZA N E O CLÁ SIC A Y M A C H IS M O

empírica de los diversos comportamientos económicos en sus re­


laciones de mercado —descripción que debía concluir en la defi­
nición de un sistema general de equilibrio, de manera de prever
el desarrollo de aquellos comportamientos y de sus relaciones.
La explicación clásica se refería a “entidades” inobservables en
el plano de la mecánica concreta de mercado; más específica­
mente: fingía hipótesis. Pero dichas hipótesis estaban fundadas
dialécticamente. No tanto las hipótesis en cuanto tales sino su
“vacío fundamental dialéctico”, como decía Bóhm-Bawerlc a pro­
pósito de Marx, constituía el objetivo de la crítica neoclásica.
E n el lugar de la “contradicción organizada” que es propia del
sistema dialéctico y que constituye el objeto de la crítica marxia-
na, los neoclásicos definen un sistema general de equilibrio a tra­
vés de dinámicas micromoleculares de adaptación, variación de
nivel en las relaciones de valor cuantitativamente mensurables,
un proceso que parte de la individualidad económica concreta y
que sigue su desarrollo hasta la constitución de un sistema que
no es sino la colisión, empírica, impotente para realizar alguna
metamorfosis, entre los intereses específicos de cada individualidad.

2. NEOCLÁSICOS Y M ACHISM O

Toda la indagación desarrollada hasta aquí indica con claridad el


contexto “epistemológico” global del análisis bohm-bawerkiano.
En su ensayo ya citado Schumpeter lo subraya con evidente cono­
cimiento: ningún “ornamento” en Bóhm-Bawerk; sólo son consi­
derados los contenidos de “real importancia”. Bóhm-Bawerk “for­
mula nuevamente este contenido con perfección magistral, valora
su esencialidad con oio seguro, haciendo uso solamente de pocos
argumentos, simples pero decisivos. Con un mínimo de esfuerzo,
siguiendo la línea más directa posible con máxima elegancia, hace
justicia con una teoría después de la otra” . Bóhm-Bawerk apare­
ce como “un sabio”, “directo, sin adornos, reservado”. Los “idea­
les” de esta actitud científica eran característicos de todo el am­
biente intelectual que Bóhm-Bawerk “vivía”. Al pintar la figura
del sabio Bóhm-Bawerk, Schumpeter pinta este ambiente, tam ­
bién con perfiles “estéticos” (la simplicidad, la comprensibilidad,
la ausencia de todo “atractivo” como expresión de máxima “ele­
gancia” ). Pero la imagen global que deriva de ese cuadro sólo es
comprensible en relación con los desarrollos contemporáneos de
NEOCLASICOS Y MACHISMO 31
la epistemología machiana. E n realidad, la óptica global del dis­
curso de Bohm-Bawerk en su polémica con el marxismo, que
hemos seguido hasta aquí, puede presentarse como una aplica­
ción rigurosa de los principios machianos; más aún, esa óptica
sólo es comprensible como un elemento —y elem ento determi­
nante— de la crisis global de los fundamentos lógico-epistemo­
lógicos de la física clásica, o como un elemento positivo de la
refundación machiana de dichos fundamentos.
La propia indagación retrospectiva da aquí razón de ello. El
peso que en la formación de la ideología neoclásica (y en su
significado, en su importancia histórica) desempeña la crítica
schopenhaueriana al sistema dialéctico es la condición del nexo
que sucesivamente se afianza entre análisis neoclásico y crítica
machiana.18 Aquel “origen”, representado por la crítica schopen­
haueriana, era en efecto común. La relación entre desarrollo' del
análisis neoclásico (sobre todo, como es obvio, en el am biente
austro-alemán) y la sustancia del pensamiento de Schopenhauer
es mediado enteramente a través de la relación orgánica entre
Schopenhauer y la crisis de los fundamentos de la formulación
clásica de la relación filosofía-ciencia, tal como aparece en la
crisis de los fundamentos epistemológicos de la física clásica. A
su vez, .este entrelazamiento encuentra ulteriores razones en la
relación entre la metafísica schopenhaueriana y las corrientes ra­
dicales del empirismo inglés del siglo xvm. Estas corrientes y es­
tos temas se encuentran en la base del contexto ideológieo-eien-
tífíco en el cual maduran, en estrecha complementariedad, las
críticas de Mach a la física clásica newtoniana y las de Bohm-
Bawerk a la economía clásica y al “marxismo” .
En la relación de Mach con el empirismo inglés, la mediación
efectuada de la lectura de Kant por parte de Schopenhauer —es
decir, de Schopenhauer■— ha sido casi siempre ignorada. N o obs­
tante, sólo a través de Schopenhauer pudo el empirismo inglés
convertirse en instrum ento de una contraposición eficaz al siste­
ma dialéctico. Limitarse al análisis directo de la relación Mach-
Hume o, la aún más significativa Mach-Berkeley, no perm ite lle­
gar más allá de una recuperación puntual de los m om entos de
convergencia entre empirismo y crítica machiana: Berkeley “pre­
cursor” de Mach, etc. Lo que importa es, en cambio, el contex-

18 Sobre la relación Schopenhauer-neodásicos, véase mi introducción a


E. Fink, op. cit.
32 ECONOMÍA NEOCLÁSICA 'V MACHISMcj
i
to problemático, el sentidu histórico global de la ‘'‘recuperación”
las mediaciones a través de las cuales ésta se produce.
Berkeley proporciona a la crítica machiana una serie de elemerá
tos fundamentales para la construcción de una epistemología ral
dicalmente anti-metafísicad9 Todo término “esencial”, es decir]
carente de significado empírico, debe ser rechazado por la teoría)
física; la ciencia no tiene nada que hacer con la esencia de las
cosas, la cual no puede proporcionar ninguna explicación causal]
no existe nada que esté “dentro” de los cuerpos físicos; las “le­
yes” de la naturaleza no son sino descripciones de regularidad
observables, que el formalismo matemático traduce en un lengua:
je que le permite, de la manera más “económica”, organizar y
prever. De aquí deriva la crítica de los conceptos newtonianos
de espacio, tiempo y movimiento absolutos. Pero llegamos al pun­
to que nos interesa: la regla de no afirmar nada que no fuera em­
píricamente demostrable estaba en el centro de la propia teoría
newtoniana. Berkeley, y después Macli, no impugnan el conteni­
do de verdad de las proposiciones empíricas del sistema newtonia-
no. Newton describe correctamente, su descripción funciona. Lo
que no funciona en su sistema es el intento recurrente de expli­
car en términos meta-físicos, causales, esencialistas, “cualidades”
concretamente aparentes de los objetos físicos. N o es impugnada
la verdad de hecho de Newton, sino los presupuestos y la misma
formulación epistemológica de su teoría.
Es ésta la crítica berkeleiana que Mach vuelve a adoptar sustan­
cialmente. Pero dicha crítica podría haber sido desarrollada jun­
to con la afirmación del sistema newtoniano. El hecho de que
Mach la haya retomado se produce en el contexto de una crisis
bastante más profunda. En el paso de uno a otro se inserta la
mediación schopenhaueriana. Kant había individualizado en toda
su amplitud el peso de las objeciones del empirismo radical del
sistema newtoniano, -lo cual iba más allá de la corrección o elimi­
nación de algunas partes de la teoría física de Newton; terminaba
impugnando radicalmente la posibilidad misma de una relación
de fundación entre búsqueda filosófica y ciencia descript va. Ante
este problema se rinde el Kant del Opus Postumum —y es pre­
cisamente a partir de esta capitulación de donde Schopenhauer
comienza: en él la concepción del noumenon se amplía hasta abar­
car la posibilidad misma dd esquema, del Übergang, en base al
cual el campo del apriori resultaría fundante para la propia cien-
38 K. R, Popper, "Nota su Berkeley quale precursore di Mach e Ein-
stein”, en Congetture e confutazioni, Bolonia, 1969 [hay edic. en esp.].
NEOCLÁSICOS Y M A C IIIS M O 33

cia empírica de la naturaleza. En Schopenhauer, la ruptura de


esta posibilidad esquemática se convierte en demostración de lo
insostenible del propio procedimiento dialéctico. N o existen du­
das, en efecto, de que la crítica de Schopenhauer a H egel con­
siste, fundamentalmente, en demostrar el fracaso del sistema dia­
léctico para resolver él problema kantiano: la crisis entre filosofía
y ciencia. A partir de dicha crisis, literalmente entendida, se de­
sarrollan los procesos que conducirán a M ach. Y a no se trata
por lo tanto, sólo de rechazar la visión mecanicista new toniana,
sino de un problema epistemológico global: la crisis abarca los
fundamentos del pensamiento científico. Y aquí interviene nue­
vamente Schopenhauer; su teoría de la representación equivale
al abandono radical de las formas apriori. N i espacio n i tiem­
po subsisten como formas apriori de intuición. T odo lo que se
puede decir es nuestra particular representación. L a física n o pue­
de conocer sino lo que se nos aparece en la representación, el
fenómeno. Esta concepción será denominada p o r M ach física
fenomenoíógica.20
Lo mismo que en Schopenhauer, el problema de la represen­
tación es aquí el problema de la subjetividad, d e la relación en­
tre subjetividad y sistema. La llamada “reducción psicológica”
realizada por Mach no tiene, com o veremos, n ingún carácter so-
lipsista. Se trata, en realidad, del problema schopenhaueriano de
la representación que aquí reaparece firmemente anclado a una
teoría general de la sensación, sobre la cual se funda toda posi­
bilidad de comunicación intersubjetiva y, por consiguiente, el pro­
pio lenguaje científico. Las críticas de Berkeley a la “metafísica”
newtoniana son retraducidas en los términos de esta teoría ge­
neral, la cual hace suya la liquidación schopenhaueriana de la
efectualidad científica del apriori, de las formas puras de la in­
tuición, y reelabora, en el ámbito de la teoría y fisiología de la
sensación, el concepto de representación. La imposibilidad afir­
mada por Berkeley de encontrar una explicación esencialista de
los fenómenos naturales se convierte, a través d e K ant y Schopen­
hauer, en imposibilidad de deducir apriori los fundam entos del
pensamiento científico. Ya no se trata, entonces, sim plem ente
de la crítica del espacio-tiempo absoluto newtoniano, sino de Ja

20 E. Cassirer, Historia de la filosofía moderna, México, f c e , 1948, vol.


iv, p. 151. A. Einstein, Física y realidad (1936), tr. it. en Fensieri degfi
tumi difficdi, Turín, 1965, p. 51.
34 ECONOMIA NEOCLÁSICA Y IvíACSISMlj

crítica de las formas apriori kantianas de la intuición.11 Los coi|


ceptos newtonianos eran “salvados” por las formas kantianas e|
su exigencia “de verdad”. Kant “adopta” por entero la críticl
del empirismo: Espacio y Tiempo no pueden ser entendidíf
realiter, no se refieren a nuestra impresión sensorial sino más bieá
a “nuestra intuición intema de las configuraciones geométricas”.^
No es la impresión sensorial la verdadera, sino nuestra “imagen!
de las configuraciones geométricas fundada en las intuiciones p é
ras de Espacio y de Tiempo. Ésta era también, según Kant, lf
tarea fundamental de la búsqueda epistemológica de los fu n d |
mentos de la ciencia natural trazada por Newton, tarea que e|
empirismo no había comprendido. Espacio y Tiempo no eral
utilizados para reflejar realidades dadas, que pudieran descubrí!
se empíricamente junto con cualquier regularidad natural, sinf
que constituían aprioris del pensamiento científico y fundabanj
por ello, el discurso en tomo a toda posible regularidad natural
Así hasta Schopenhauer y la explosión de la crisis del esquema
tismo, del Übergang en general. No por casualidad esta crisil
madura paralelamente al desarrollo de las primeras ideas sobra
la posibilidad de construir geometrías no euclideanas. La evidenf
cia intuitiva que encerraba juntos constitución de las configura!
ciones geométricas y contenidos de verdad pierde todo carácte|
fundante. La relatividad, anticipada ya por los primeros crítico!
de Newton, del espacio, del tiempo y del movimiento, se fund^
sobre el terreno de la representación-sensación, no sobre el de la¡
verdad intuitiva de la axiomática euclideana. Esta crisis de loí
fundamentos hace estallar en términos insolubles, ya en el Kanlf
del Opus Postumum, la contradicción entre “verdad” de los priní
cipios apriori y “relatividad” de los conceptos que sobre aquéllos!
debían plasmarse. !
Lo mismo que para Hertz, o antes aún para Kirchoff, la co-í
rrespondencia entre estos conceptos y la''realidad es solamente
funcional. No subsiste aquí ninguna relación necesaria, fundada!
apriori. Los conceptos son imágenes-representaciones, modelos so-:
bre los cuales construimos formalmente una imagen de la reali-J
dad física para poder prever los hechos. No es posible mantener!
la estructura de la analítica kantiana, rechazando en conjunto ef
carácter trascendental de las formas apriori de la intuición. Se;
produce aquí la crisis de los fundamentos. El carácter relaciona!!
21 Para toda esta parte véase A. Gianquinto, Critica deU’epistemologia,1
Padua, 1971.
22 R. Camap, I fondamenti füosofici delta física, Milán, 1971, p. 160.
NEOCLASICOS Y M A C H ISM O 35
de los términos de espacio y de tiempo n o agota toda función
y significado. En la experiencia se dan solamente posiciones re­
lativas, “determinaciones de fenómenos por m edio de otros fenó­
menos”. No podremos estar ya en condiciones de medir las m u­
taciones de las cosas con respecto a un “tiem po absoluto”. De
este modo, también el movimiento sólo puede ser definido en
relación con cuerpos físicos. Espacio, tiempo y m ovim iento son
representables solamente mediante ecuaciones que logren expresar
“cada fenómeno en función de otros fenómenos ”.23 Sólo es po­
sible determinar empíricamente la' “verdad” de las configuracio­
nes que así se construyen. Según Poincaré, que concluía este
debate “a las puertas” de la teoría einsteiniana, “el problem a de
la estructura geométrica del espacio se convierte en un problem a
empírico a resolver mediante observaciones":24 tam bién descrip­
ciones diferentes pueden referirse a la misma totalidad d e los
hechos, y ser adoptadas con propósitos de economicidad, sin que
tengan que ser deducidas en absoluto de diversos fundam entos
apriori.
Pero estos desarrollos no bastarían, en sí mismos, para repre­
sentar la complejidad de la crisis. La crítica del mecanicismo
newtoniano postulaba necesariamente un cuadro distinto d e re­
ferencia, una sistematización epistemológica diferente. Si dismi­
nuían los contenidos absolutos de verdad de la intuición, si la
configuración geométrica dél sistema espacio-temporal tendía a
resolverse en una pura lógica de relaciones por un lado, y en
una cuestión de orden empírico por otro, con mayor razón este
“modelo” convencional-funcional requería que se lo fundara en
base a las operaciones subjetivas de la sensación-representación.
También a este respecto Kant había advertido la problematici-
dad de la física newtoniana, yendo así bastante más allá d e una
simple fundación de la axiomática euclideana. H abía, en reali­
dad,, “salvado” la “verdad” del sistema espacio-temporal e n la
subjetividad, es decir, había procurado “salvar” su “objetividad”
en las funciones trascendentales de la subjetividad.
Es aquí donde Mach realiza la reversión fundam ental d e la
epistemología clásica, “suministrada” por Kant. E n M ach ya no
hay sujeto ordenador que “salva” los fenómenos intuyéndolos se­
gún formas necesarias. Kant deducía la formulación global de la
física newtoniana colocando la subjetividad como sede de la ob­
jetividad. Mach intenta abolir no sólo los momentos metafísicos
23 E. Mach, citado en E. Cassirer, op. dt., p. 151.
24 R. Carnap, op. cit., p. 200.
36 ECONOM IA NEOCLASICA Y MACHISMO»

particulares de la teoría clásica, sino también esta fundación kan|


tiana de la experiencia física en el aparato trascendental de la;
intuición subjetiva. La subjetividad funda el nuevo sistema de reí
ferencia en cuanto que sede de la sensación-representación. Perqf
esta caída de su función trascendental-ordenadora constituía preí
cisamente la piedra angular de la gnoseología de SchopenhauerJ
quien sobre esta base había construido todo su sistema filosófico!
Desde la ética efectual, a lo largo de todo el “camino interior” d s
la voluntad, basta el poder abstracto-formal de la total Entsagungl
liberado de toda intuición contingente, tanto más completo en m
El objetivo de los neoclásicos de definir la Economía como cien*
cia sería impensable en un contexto histórico-cultural diferente. L á
crítica de Bóhm-Bawerk al carácter metafísico de la economía cláf
sica equivale a la crítica machiana al mecanicismo. El mism<|
ideal de “ciencia positiva” domina ambos sistemas. Según B ohm |
Bawerk, la ley del valor desempeña en el campo del análisis eco-?
nómico la misma unción que las hipótesis de espacio-tiempo¡;
absoluto desempeñan, según M aca, en la física newtoniana. Con-i
cebida como apriori, la ley del valor carece de todo esquema en!
condiciones de demostrar su efectualidad en el terreno concrete!
de las relaciones de mercado. El apriori no está en condicio-j
nes de “salvar” los fenómenos. Es real solamente aquello que,
aparece: estas relaciones de mercado. Su explicación, tanto en!
términos causales ingenuos como en términos trascendentales, es?
metafísica. Podemos analizarlos sólo funcionalmente, es decir, de­
terminar la dependencia recíproca de las diversas fuerzas y de los:
diversos movimientos en ellos, y de qué manera a partir de este en-j
trelazamiento se establece un sistema de interdependencias. Todof
fenómeno es dcterminable sólo en relación con otro, y no con
una forma pura de la intuición, es decir, con una ley apriori del}
mecanismo económico concreto, “oculta” por este último, quet.
“está adentro”, etc. En el sistema económico clásico las hypo-l
thesis originarias asumían claramente esta función trascendental!
Con ello se delineaba también un campo específico de la subje-’
tividad, la cual entraba como elemento determinante de un sis-i
tema orgánicamente deducido sobre una base de necesidad y ver-¡
dad. El sujeto no era concebible sino en el interior de este sis-!
tem a global. ,j
Esta conclusión se vuelve claramente imposible una vez des-’
truida la función del apriori, de la intuición trascendental y dej
la explicación causal. El sujeto es sensación-representación den­
tro de un sistema de interdependencias, sólo funcionalmente des-j
NEOCLÁSICOS i I\ÍA u fIIS l\iü 37
criptibie. No tiene va ningún papel de “intuición com-prehensi-
va” de los fenómenos. Ni tiene ya, por consiguiente, ningún
sentido hablar de un sistema cuyas leyes universales y necesarias
subsuman la subjetividad, o mejor, que deduzcan su necesidad
quitándole todo aspecto individual-contingente. Este aspecto es
el único empíricamente demostrable, es un com portam iento pre­
ciso, definible solamente en relación con todas las otras variables.
Y el sistema de estas variables no será ya un todo definido y
claramente deducido. El sujeto como sensación-representación-
comportamiento individual —que puede fundar las propias elec­
ciones sobre, la base de un “modelo” no fundado apriori, no ga­
rantizado trascendentalmente, de las interdependencias del sistema
relativo a él—, todo ello no es más que el esquema de la relación
neoclásica entre demanda individual y relaciones globales de mer­
cado. En este esquema se encamaba la crisis aseverada por Scho-
penhauer entre subjetividad y sistema, la inefectualidad de la sín­
tesis dialéctica para resolverla.
Habíamos visto a propósito del análisis neoclásico los limites y
contradicciones de esta crítica. Ahora debemos plantear el pro­
blema en un plano epistemológico más general. De la misma
manera en que los neoclásicos conservan el cuadro institucional
de la teoría clásica y en términos tales de reafirmar con mayor
fuerza aún su “naturalidad”, Mach no intenta de ningún modo
impugnar los resultados empíricos de la teoría new toniana. Así
como los neoclásicos tratan de realizar una nueva deducción del
sistema de competencia de mercado, liquidando las hipothesis de
los “sistemas generales” clásicos, así también M ach refunda la
mecánica newtoniana en base a los presupuestos descriptivo-ana-
líticos de su teoría, fundación radicalmente anti-metafísica y “eco­
nómica”.25 El verdadero objetivo polémico es aquí la deducción
metafísico-filosófica de la mecánica newtoniana, no su “verdad de
‘hecho” y ni siquiera sus presupuestos epistemológicos intrínsecos,
a pesar de las contradicciones en que éstos incurren. Y p o r esta
ubicación histórica, precisamente, es que Mach n o podía ser co­
locado junto a las críticas del empirismo.
Esta formulación implicaba, para los neoclásicos, la imposibili­
dad de concebir el proceso de transformación de otro m odo que
como mecanismo cíclico y el consiguiente recaer en una imagen
absoluta de las relaciones de mercado. Aparecía, así, como autén­
tico objetivo del análisis económico, la descripción de relaciones
25 Véase los pasajes importantes de esta “refundación” también en L a mee-
carnea nel suo sviluppo storico-critico, Turín, 1968, pp. 240, 264, 470 y ss.
38 ECONO M IA NEOCLASICA Y M ACmSIvIO'

de equilibrio, o de una normal tendencia al equilibrio por pañi


te de los elementos del sistema, que exorcizaba como temporario'
o aparente el surgimiento de momentos de crisis, de rmtamorfo\
sis. El sujeto era “sistematizado” en ese contexto, como variable
ínter pares: su acción, o su comportamiento, no alteraban en modo
alguno la estructura. E n Mach la relación con la física clásica
se colocaba en un contexto evolutivo-piogresivo, de constante “pu­
rificación” de la teoría a partir de sus elementos metafísicos or¿
ginarios. Dicha continuidad era sólidamente garantizada por la
doctrina del significado, que la crítica del apriori no había de
ninguna manera involucrado. Liquidada toda hypothesis, subsis-|
tía una correspondencia absolutamente cierta entre proposición!
científica y objeto físico. La relatividad de las determina onesf
espacio-temporales y de movimiento no es en efecto relativismo-!
escepticismo gnoseológico. Los hechos corresponden a nuestras imá-f
genes, a las formas de la representación de un modo absoluta-!
mente cierto. Esta certeza no es deducible apriori, no es necesaria!
—esta correspondencia es solamente funcional—; no obstante exis-j
te indudablemente, y en el plano intersubjetivo. Ahora bien, elí
fin objetivo de la teoría clásica es precisamente la determinación!
de dicha correspondencia. Dicho fin es alcanzado fnalm ente ai
través de la crítica positiva de las implicaciones-explicaciones ío-|
davía metafísicas contenidas en ella. El terreno problemático sei
concibe como común, y la crítica machiana aparece entonces como|
respuesta global a las contradicciones y aporías que en este terre-\
no limitaban los fundamentos de la física clásica. |
N o es de manera diferente como Bóhm-Bawerk considera laí
plena coherencia entre formas del análisis económico, concebido!
como modelo-imagen positivo, y realidad de mercado. La relaciónj
vale solamente en la medida en que demuestra plena coherencia,j
correspondencia perfecta entre los dos términos. Las formas del]
análisis deben “superponerse” perfectamente a la estructura fac-J
tual de la realidad. Esto es interpretado también como el pro-!
blema que los clásicos se habían planteado y habían tratado en i
vano de resolver. Existe por tanto completa continuidad con
este problema y con este objetivo: la diferencia reside en la mu-'
t ción d é la estructura epistemológica, gracias a la cual este objeti-j
vo es finalmente satisfecho. En efecto, la formulación evolutivo-j
progresiva de derivación positivista y la doctrina del significado!
constituyen verdaderos “apriori ocultos” del análisis positivo. Laj
reducción al dato, la correspondencia análisis-dato, no podría ser¡
fundada de otra manera. Equilibrio, conciliación plena entre los
NEOCLÁSICOS Y M A c n iS M O 39
dos términos, sólo podrá darse cuando nada en el análisis resulte
hipotétieo-conjetural.26 La refundación neoclásica d e la "económi­
ca” y la refundación machiana de la mecánica de N ew ton tien­
den a la síntesis plena, al perfecto equilibrio entre formas del
análisis y dato. La imposibilidad neoclásica de form ular correcta­
mente el problema de la transformación, de la metamorfosis ‘'ins­
titucional”, es en Mach la imposibilidad de com prender en su
crítica los momentos fundamentales de contradicción en el desa­
rrollo de la ciencia. El sistema de equilibrio que, al final, des­
pués de la descripción de ciclos simples, presentan los neoclási­
cos, equivale en Mach a la definición de una ciencia normal
como objetivo-fin de la crisis abierta. Existe, lo m ism o q u e en
Bohm-Bawerk, el reconocimiento de esta crisis, p ero debe ser
superada, y superada en la dirección de una plena coherencia en­
tre análisis y dato, de una plena liquidación de los elem entos hi-
potético-metafísicos todavía presentes, es decir, en la dirección de
un nuevo equilibrio, de una nueva Norma. D e esta m anera la
crisis se reduce, al final, a un “eido normal” : las dem andas no
son más reformuladas, el contexto global del análisis n o cambia.
Era entonces por razones teórico-epistemológicas de fondo que,
por una parte, los neoclásicos debían fracasar ante los hechos re­
volucionarios del desarrollo capitalista, y el machismo an te la
puesta en evidencia radical, con la teoría de la relatividad, del
salto cumplido con respecto a la mecánica new toniana. Así como
en el sistema de Bohm-Bawerk no hay lugar para una teoría de
la innovación y del nexo entre desarrollo y crisis, así M ach no
podía estar en condiciones de comprender el significado de la teo­
ría de la relatividad, aun cuando parezca que ésta desciende de
26 De aquí la estrecha relación que existe entre machismo y los primeros
desarrollos, todavía “vieneses” del W iener Kreis. Véase la crítica de Popper,
op. cit., y la de Kuhn, La-estructura de las revoluciones científicas [tr. esp.,
México, f c e , 1979]. Sin embargo, aparecen determinantes, a este propósito,
las críticas de Heisenberg a los límites dogmático-metafísicos del machismo,
que provienen precisamente de la asunción no “crítica” de las relaciones de
sensación y significado. En el machismo, según Heisenberg, el “realismo
dogmático” de la “cosa” es sustituido por el dogmatismo d e la sensación
“elemental”. Más en general aún, los límites del positivismo m oderno o
neopositivismo consisten en el uso dogmático que éste hace de la teoría del
significado, en base a la cual una proposición sería “significante" sólo cuan­
do pertenece a un sistema cerrado de axiomas y conceptos. Esto no permite
al positivismo “logicizar” las funciones conjeturales-probabilistas específicas
de la física moderna: “la insistencia sobre el postulado de la completa cla­
rificación lógica haría imposible la ciencia (W . Heisenberg, Física e filoso­
fía, Milán, 1966, p. 104).
40 ECONOM ÍA NEOCLÁSICA Y MACHKM Cf

él “naturalmente ”.2 7 También aquí, lo mismo que en la relación!;


Berkeley-Mach, lo que importa no es tanto los elementos particu-í
lares comunes sino la formulación epistemológica general, el siga
nificado y la ubicación histórica de las teorías. El desarrollo d f
la ciencia se dispone en Mach teleológicamente, hacia la corres!
pondencia plena análisis-dato, del mismo modo que en los neo|
clásicos las fuerzas de mercado en las confrontaciones del proble|
ma de la “síntesis” entre demanda y oferta. Ambos carecen del
problema de la relación sistema-crisis: la crisis no entra en la de|
finición de sistema científico, cuyo “ideal” permanece fijado a uní;
esquema de equilibrio y de síntesis, si bien traducido en lenguaje|
positivo, deducido positivamente. En el sistema, la crisis resulta!
todavía interpretable solamente como movimiento-desviación hai
cia dicho fin. El sistema, a su vez, se articula todavía en uní
complejo de ecuaciones simples, en “modelos que pueden refleja^
perfectamente el mundo físico, aunque sea en términos funcional
les, según los dictados de la máxima economicidad, fuera de toda!
“idea” de correspondencia sustancial mentís et reí. La teoría de!
la sensación-representación no modifica dicho contexto. La rela-l
ción observación-fenómeno es estática, así como lo son en BóhmJ
Bawerk, la acción subjetiva y la dinámica de la demanda en las!
confrontaciones del ordenamiento institucional dado del mercado!
La “reducción lógica” del capitalismo a este ordenamiento del?
mercado por parte de Bóhm-Bawerk es históricamente inescindi-j
ble de la “reducción” del desarrollo de la ciencia a la crítica de los*
fundamentos epistemológicos del mecanicismo por parte de Mach.¡
La correspondencia factual machiana análisis-dato, fundada so¿
bre la deducción perfectamente empírico-positiva de la mecánica!
newtoniana, no tiene vigencia ante los problemas científicos y;
epistemológicos que plantea la teoría de la relatividad. En su!
nota necrológica de M ach, Einstein subrayará casi exciusivamen;
te el aspecto crítico-negativo de la teoría machiana, especialmente^
la liquidación de los “presupuestos lógicamente necesarios” del!
apriori. Pero que de esta formulación crítica pudiera deducirse}
ipso fado la utilización de los conceptos machianos que hace la
teoría de la relatividad, Einstein no dice nada, y nada puede de­
cir. La gran diferencia no consiste aquí solamente en el hecho!
de que la teoría de la relatividad demuestra la no-verdad positívo-l
empírica absoluta del mecanicismo newtoniano, sino también en:
-7 Cf. H. Reichenbach, “Lo stato attuale della discussione intomo alias
teoría della relativitá” (1921), en L’analisi filosófica della conoscenza scien-1
tífica, Padua, 1968. i
NEOCLASICOS Y M A i*H ZSM O

la propia estructura epistemológica de las dos teorías. La reduc­


ción machiana de la relación sujeto-objeto a la correspondencia
entre pura observación y puro fenómeno deja de tener validez ya
en Einstein. La crítica de Mach al esencialismo new toniano (se­
ría más correcto decir: a la interpretación esencialista de Newton)
es relativa por cierto al sujeto observante, a su sensación y re­
presentación, pero sensación-representación-observación son verda­
deras únicamente en la medida en que corresponden al dato, en
que lo significan exhaustivamente. A partir de esta formulación
se puede comprender por qué Mach estaba tan influido por el
pensamiento de Berkeley e ignoraba o alteraba com pletamente
las contribuciones críticas más radicales que los contemporáneos
dirigían al mecanicismo newtoniano — en primer lugar Leibniz .28
No por casualidad en el debate lógico-epistemológico entre los
dos siglos es Leibniz y menos Berkeley o H um e, e l que aparece
preponderantemente.2” El carácter crítico-problemático de la rela­
ción “de significado”, las consecuencias de la form ulación funcio-
nalista de la ciencia de la naturaleza en el terreno lógico, la aten­
ción a los momentos de ruptura y de crisis en el desarrollo del
pensamiento científico, son todos elementos típicam ente leibni-
zianos. A pesar de esto, Mach repetía a propósito de Leibniz las
frases de la tradición iluminista-volteriana.
Por otra parte, el hecho de que el mismo Einstein no pudiera
desarrollar en términos radicales la crítica de la epistemología
machiana y, en cambio, tendiese siempre a una “ recuperación”
de Mach, es algo que dependía de motivos intrínsecos a su teo­
ría. La crítica machiana del concepto de fuerza desempeña un
papel fundamental en la teoría de la relatividad: ningún con­
cepto de fuerza participa de la explicación relativista de los mo­
vimientos de los cuerpos en los campos gravitacionales. M ás en
general, la adopción “originaria” por parte de Einstein de las geo­
metrías no euclideanas más complejas sólo' es comprensible en
el ámbito de la crítica epistemológica machiana; esa elección es­
taba dictada por la simplicidad global del sistema total de la fí­
sica, por la enorme simplificación de las leyes físicas que aquellas
geometrías permitían .30
Pero, junto con Mach, también Einstein seguía siendo fiel “al
28 Cf. H. Reichenbach, “La teoría del moto nella concezione di Newton,
Leibniz, Huyghens”, en op. cit.
28 Nos referimos a los trabajos sobre Leibniz de Russell (1900), C outurat
(1901), Cassirer (1902).
80 R. Camap, op. cit., pp. 204-208.
42 22CONOÍ.ÍXA NEOCLASICA Y MACUISTvIO

*« 3 C j
U concepto de realidad de la íisica clásica”. Asimismo,
t o l - i . i ’w '

el “lenguaje” científico de la ciencia debía siempre entenderse


como exhaustivo de sus “significados” naturales. “Una descrip­
ción de la naturaleza que admita hechos particulares no deter­
minados por leyes”31 debía parecerle incompleta a M ach, lo mis­
mo que a Einstein. Ya a comienzos del siglo, autores como
D uhem y Poincaré habían demostrado de qué manera la deduc­
ción machiana del mecanicismo de Newton sobre bases puramen­
te empíricas, estaba viciada ab origine por el presupuesto verda­
deramente metafísico de que el juicio concerniente a los hechos
y su estructura empírica estaba en una especie de relación “picto­
gráfica”, y que, en consecuencia, el significado de nuestros análisis
era separable de cada elemento de interpretación y completamen­
te reductible a pura observación. L a “resistencia” einsteniana a
la física cuántica hace aparecer muchos de estos motivos, profun­
damente enraizados también en las tendencias más revoluciona­
rias de la investigación del siglo xrx. Esas tendencias habían por
cierto reconocido “que ninguna observación es nunca completa­
mente precisa: siempre hay en ella un elemento de incerteza ”,32
pero también habían supuesto siempre la posibilidad de un “au­
mento” infinito de la “precisión”, de la superación “progresiva”
de cada elemento casual del sistema. Las leyes fundamentales
debían, al final, resultar siempre deterministas. El hecho de que
este programa adoptase un aspecto utópico ,33 o, mejor dicho,
teleológico, confirmaba su sustancia epistemológica de fondo: el
concepto de realidad como procedente de la perfecta síntesis su­
jeto-objeto obtenida reduciendo el primer término a la dimensión
“pura” de la observación. Con su temor de que el carácter ob­
jetivo de la descripción de la naturaleza se perdiera en el con­
cepto de “real” propio de la física cuántica, Einstein se revelaba
también como heredero de esta gran tradición utópico-progresista
de la ciencia del siglo xix, y sobre todo allí donde, inclusive re­
conociendo su incapacidad para demostrar “la posibilidad de una
teoría pura de los campos que reproduzca también la estructura
atómica de la materia”, seguía siendo “fiel a la opinión de que

31 W . Pauli, A Einstein (1955-1958), tr. it., en Física e conoscenza, Tu-


rín, 1964, p. 92. Sobre la "‘continuidad” entre física clásica y Einstein in­
siste también Niels Bohr, l quanti e la vita, Turín, 1965, p. 101.
32 R . Camap, op. cit., p. 547.
33 Ibid., pp. 348-549.
NEOCLÁSICOS V MACIIISIvIO 43
no ha sido demostrado ni siquiera lo contrario: la imposibilidad
de dicha teoría ”.34*
Es cierto que la crítica de la epistemología nrachiana n o pos­
tulaba un retomo al apriori, a lo trascendental. L o que se estaba
poniendo en evidencia con ayuda de dicha crítica era la existencia
de elementos de organización dentro de la estructura misma de
la observación: elementos de estructura, de forma, que constitu­
yen el acto de observación y no, por lo tanto, un apriori de él.
De aquí se deriva que el sujeto observador no “corresponde” li­
nealmente al dato de hecho, y que la “verdad” no puede ser en­
tendida como simple producto de esta correspondencia. El sujeto
observador interviene en la organización del sistema físico. Este
último es relativo ai sujeto, no ya solamente como una cosa p er­
cibida y directamente relativa al acto del percibir — según la sín­
tesis inmediata esse-percipi— sino en la medida en que e l sujeto
determina el sistema a través de formas de organización-interpre­
tación intrínsecas a la propia observación. De aquí deriva un
sistema físico que transforma realmente al sistema nevrtoniano y
no puede limitarse a refundarlo.
Desde este punto de vista, la indeterminación no aparece ya
como una característica secundaria del sistema, progresivamente
reductible a través de mediciones cada vez más exactas y del des­
cubrimiento de microleyes cada vez más próximas a un cuadro
de conjunto de tipo determinista. Si superamos la idealización de
la relación sujeto-objeto (el sujeto separable por principio de las
características físicas de lo observado), y pensamos “en un obser­
vador que a través de sus acciones indeterminables produce una
nueva situación, que debe ser descrita teóricamente com o un
nuevo estado del sistema observado”,85la indeterminación se con­
vierte en un principio de la nueva teoría, entra a formar parte
de sus leyes fundamentales, la posibilidad de superarla es formal-
mente-lógicamente negada.8 8 La estructura lógica misma de las
leyes físicas es de esta manera radicalmente diferente de la new-
toniana, y también de la probabilístico-estadística form ulada en
el siglo pasado y “generalizada” , por decirlo así, en la epistemo­
logía “antimetafísica” machiana.
La teoría cuántica expresa claramente esta inetamorfosis. Para
34 W . Fauli, op. d i., p . 93.
38 W . Pauli, “La materia”, en op. cit., p. 19.
3B Cf. H. Reichenbach, I fondamenti filosofía della meccanica qvantis-
tica, Tuiín, 1934, y los ensayos reunidos en W . Heisenberg, Física e filo­
sofía, cit.
44 ECONOM ÍA NEOCLÁSICA Y IvIACHISMQ

comprender el significado ele su concepto básico (el de “comple.


mentariedad” ) “es necesario imaginar objetos que se ponen enj
movimiento apenas son observados con un dispositivo destinada
a determinar su posición”.37 Para poder observar un átomo “qué
viaja”, debe haber un sujeto que decide cumplir el experimento,
Pero este sujeto, esta “decisión”, interviene en la magnitud con­
siderada. Una trayectoria en sí, un movimiento en sí del átomo
—pero también su movimiento en relación solamente con otro$
objetos físicos— no podrá jamás ser observado. N o puedo trazar
una “ley” de movimiento relativa únicamente al campo de Id
“observado”. Yo veo la interacción sujeto-objeto: los proceso^
descriptivos ‘lim itan” la cosa descrita: “si la teoría de los cuanta,
es justa, el acto de observación último y elemental debe ser la
recepción y percepción de un fotón único, es decir, un proceso
no compartíble por dos observadores".389 3
La superación de la “idealización” clásica de la relación sujeto-;
objeto y la síntesis completamente nueva con aquéllas hasta aquí
intentadas, tanto en el ámbito kantiano (a través de la doctrina
del esquematismo trascendental) como el machiano (a través de.
la doctrina del significado), no implica por cierto un volatilizarse
de la “realidad” del nuevo complejo observador-observado. Esta
realidad es perfectamente descriptible, pero solamente en térmi­
nos probabilísticos y estadísticos. “En d caso general del estado
cuantomecánico de una partícula material, no es posible prever
con certeza ni su posición ni su impulso, y en consecuencia el
estado puede ser descrito únicamente con informaciones estadís­
ticas sobre las distribuciones de valor de los resultados de posibles
mediciones de la posición o del impulso en dicho estado. Éstos
son resumidos simbólica y formalmente en una función de onda”,
que describe las propiedades de los objetos físicos del sistema y
su posición en el espacio-tiempo en términos probabilísticos, ne­
cesariamente “indeterminados ”.3 8
37 W . Pauli. op. cit., p. 17; cf. N. Bohr, op. cit., pp. 101-105.
ss P. W . Bridgman, cit. en V . Somenzi, Introducción a P. W . Bridgman,
La lógica della física moderna, Turín, 1965. Cf. también M. Bom, “I limiti
della rappresentazione física del mondo”, en II potare della física, Turín,
1962, pp. 93-95.
39 W . Pauli, "Spazio, tempo e causalitá nella física moderna” (1934),
en op. cit., p. 80. .. No se ve de qué manera este concepto de “indetermina­
ción” podría contradecir el análisis desarrollado por Cassirer en Deterninis­
mo e indeterminismo en la física moderna (1937). Es evidente que la críti­
ca dél determinismo clásico se entrelaza con la de la noción de “objeto”
físico. Lo que Cassirer no tiene en cuenta son las consecuencias gnoseoló-
NEOCLÁSICOS Y M A CHISM O 45
Sí el principio de indeterminación afirma la imposibilidad de
medir simultáneamente y de manera exacta posición de un lado
e impulso del otro; si la noción de complementariedad simboli­
za, como afirma Bohr, "una limitación fundamental [ . . . ] de la
existencia objetiva e independiente de los fenómenos físicos con
respecto a los instrumentos empleados ”,40 una vez determina­
dos los límites del experimento, adoptado cierto procedimiento
experimental, los resultados de la investigación describen situa­
ciones reales, la descripción es también siempre objetiva. Bohr,
Heisenberg, Pauli insisten al unísono en el hecho de que, lejos
de liquidar lo “real”, la física cuántica en sus leyes estadísticas
produce resultados controlables y describe acontecimientos repro­
ductibles. Esto es totalmente válido en las confrontaciones de la
crítica de procedencia, por así decirlo, “ machiana” con los fun­
damentos epistemológicos de la física cuántica. P ero dicha res­
puesta dejaba necesariamente en sombras problemas implícitos
a estos mismos fundamentos. El concepto de “sujeto” , entretan­
to, tal como es explicado en la teoría cuántica, si bien representa
la liquidación de toda su configuración ideal-trascendental, es
también asumido siempre "reductivamente” (y la operación no
es “criticada” ) en su dimensión “instrum ental” : e l sujeto es, en
el fondo, las condiciones técnico-operativas globales en las que
tiene lugar el experimento. De manera opuesta y com plem enta­
ria existe la tendencia a "idealizar’' la función de onda como
descripción total del sistema. No se alude aquí p o r casualidad
a estos elementos problemáticos que emergerán en el desarrollo
de la física cuántica .41 Si en la física atómica, como dice Bohr, “ no
se trata de modificaciones de las teorías mecánicas y electrodiná­
micas, explicables en base a los conceptos físicos comunes, sino

gicas más radicales de la física cuántica: en particular la noción de salto


cuántico (de una constitutiva discontinuidad del controlar-conocer) y de los
límites implícitos en todo formalismo que ella implica.
40 Cit. en W . Pauli, N. Bohr (1943), en op. cit., p. 44.
41 P. W . Bridgman en T h e W a y Things A re, Cambridge (Mass.) 1959,
sobre todo en el cap. 5, “Algunos aspectos de las ciencias físicas”, h a anali­
a d o algunos de los más importantes residuos “dogmáticos” de la física
cuántica: la idea de “mundo microscópico” en sí; la ausencia de un análisis
detallado sobre el instrumento último constituido por “nosotros mismos”; la
tendencia a “generalizar” los resultados y las nociones de la investigación
“natural” y a olvidar la conexión del conocer y del sistema de medida con
el sistema nervioso del sujeto. Para una amplía discusión del tema tratado
en este parágrafo, véase E. Belione, I modelli e la canceziane del mondo nella
física moderna da haplace a Bohr, Milán, 1973.
46 ECONO M ÍA Nc-OCLASIuA Y MACH1SMQ

de uua imposibilidad radical de usar los modelos espacio-tempo^


rales con los cuales se procuraba hasta ahora describir la natural
leza”,42entonces la situación histórica global de la teoría cuántic^J
puede ser correctamente descriptiva solamente como situación de¡
crisis, de rediscusión no sólo de los parámetros epistemológicos]
precedentes, sino de la relación misma entre investigación expe|
rimental, teoría física y epistemología. La gran “tensión” sinté|
tica de los conceptos clave de la física cuántica atestigua para s|
misma este elemento fundamental: determinados conceptos cuánj
ticos tienden a resolver en sí el problema epistemológico, a “en­
carnarlo” en la estructura misma de la formulación de las leyes!
físicas. No es solamente la “reducción” del sistema a un número!
“económico” de ecuaciones, a su “modelo” fundado sobre la ob-;
servación por parte de un sujeto exterior, lo que aquí desaparece,
sino que aquí entran en crisis también los fundamentos de una:
consideración epistemológica formalmente “externa” con respecto
a los contenidos específicos de las leyes físicas. Y precisamente
en la medida en que la “tensión” sintéíico-epistemológica que
éstas expresan es máxima.

3. PARA U N A LECTURA DEL “ e MPIRTOCRITICISMO” DE LENIN

La transformación como ciclo, el fin de la búsqueda científica


como “ciencia normal” fundada sobre la relación de significado,
el “ideal” de la reducción del sistema a un orden fijo de ecuacio­
nes que refleje un contenido empírico preciso: todo esto se
hundía en los mismos años también en el terreno del análisis
económico. En otro lugar hemos tratado de leer complementa­
riamente, según esta clav eras contribuciones'Críticas de Weber
y Schumpeter .43 El momento de la ruptura en el equilibrio de
mercado y el carácter determinante de dicha crisis a los fines de la
continuidad misma del proceso de desarrollo, es, en efecto, d
problema de Schumpeter. En tomo a esto se articula toda su po­
sición respecto del marginalismo y su renovada atención hacia
la teoría marxiana. Pero en el análisis concreto de las fuerzas
que determinan la crisis y en la definición del nuevo sistema que
se determina precisamente a partir de la intervención de tales

N. Bohr, cit. en E. Cassirer, op. cit,, p. 185.


En Ristrutturazione e analisi di dasse, Padua, 1973, cap. 1.
LECTURA DEL “EMPIRIOCRITICISMO'’ DE L E N tN 47
fuerzas, Schumpeter sigue estando todavía profundam ente influi­
do por concesiones histórico-kantianas. La investigación científica
que se aplica a través de la iniciativa empresarial determ inando
el proceso innovativo, no está explicada aú n en los térm inos de
un sistema complejo en el cual el acto empresarial resulte obje­
tivo, del mismo modo que el análisis científico y el proceso "apli­
cativo”. Schumpeter razona todavía según el m odelo de for­
mas subjetivas que modifican el sistema “desde el exterior” . El
acto empresarial representa el “esquema trasce n d en tar a través
del cual aquéllas se aplican, en cuanto dicho acto "tiene” tan­
to del lado de la “subjetividad” como del lado del ciclo económi­
co material. El proceso de Anwendung es el esquem a que recorre
el trayecto entre la forma todavía “autónom a” de la observación-
representación científica y los procesos de transformación-desarro­
llo. Estos límites epistemológicos explican por q u é Schumpeter
continuó intentando una síntesis imposible entre e l análisis neo­
clásico de equilibrio y las consecuencias dinám icas implícitas en
su propio esquema, y en el análisis de M arx que tam bién había
realizado. De manera todavía más precisa, W e b e r “neutraliza­
ba” la intervención subjetiva en el ám bito de u n a aceptación
sustancial de la doctrina del significado. D e la correspondencia
postulada por ésta, W eber hacía un imperativo categórico para
el análisis científico —y en consecuencia del equilibrio, de la
“ciencia normal” de Mach y de los neoclásicos, u n ideal d e la in­
vestigación. Pero en Weber, más aún que en Schum peter, ese
resultado metodológico estaba en desesperado contraste con las
consecuencias del análisis concreto, con la conciencia histórica
de la crisis cultural-política y las tentativas de “ilum inarla” . E n
otras palabras, el análisis concreto implicaba ya el completo"des-
encantamiento” de la forma apriori. Ésta se retraía cada vez más
a mera “idealidad”; lo cual implicaba la ruina d e la -estructura
trascendental en su conjunto. El problema del U bergang — es de­
cir, de la aplicación de formas cognoscitivo-prácticas apriori— sólo
es pensable dentro de una concepción del apriori com o contenido
de intuiciones reales. Si esto era cierto en el cam po de la teoría de
la relatividad, con mayor razón lo es si pasamos a l análisis de la
física cuántica. No sólo termina aquí toda certeza apodíctica aprio­
ri predicante de una dimensión espacio-temporal, n o sólo el espacio
físico se convierte en construcción teórica a la cual no correspon­
de ningún acto intuitivo, sino que la relación que la teoría tras­
cendental, de cualquier manera que sea reformulada, postula
entre observación “ordenadora” y fenóm eno p a ra la formación
48 ECONOMIA NEOCLÁSICA Y AÍACIíISMO

de la experiencia, no puede regir más allá. Tam bién los materias


les que W eber y Schumpeter llevaban al análisis teórico no po­
dían tener un resultado distinto. El derrumbe histórico-teórico
de las doctrinas neoclásicas sobre el equilibrio de mercado, en la
medida en que planteaba inevitablemente la cuestión de la crisis,
y en consecuencia de las fuerzas que la determinan, transforman­
do estructuralmente el contexto económico-institucional, ilumi­
naba un ordenamiento distinto del sistema en su conjunto, del
cual el elemento subjetivo era propiedad. Pero las consecuencias
analíticas de esta formulación serán recogidas mucho más tarde;
Y también para la problemática weberiana, donde los procesos
se desarrollan concretamente a través de contradicciones y con­
flictos, pero su relación con el nivel tipológico del sistema per­
manece sin resolver, y esto no permite aún la lectura (y mistifi­
cación) “apriorística” .
E l sentido de la operación de Marx sobre la economía clásica
no es ni siquiera entrevisto por los protagonistas de los desarro--
líos teóricos del movimiento obrero europeo durante este debate,
que tendía a revolucionar los fundamentos tanto de la “económi­
ca” como de la metodología científica en general. La relación de
Marx con los clásicos era reducida a “recuperación” de ciertos
aspectos, a “corrección” de otros, a “superación” de otros más.
Los diversos fundamentos del enfoque de Marx de los problemas
de la economía capitalista no eran considerados factores intrín­
secos de la disposición y la estructura de su análisis, sino como
productos de una “elección ética” diferente. Éste aspecto podía
del mismo modo ser exaltado como crítica a la “apología” neo­
clásica de la división del trabajo, de la división teoría-praxis, etc.
Una lectura casi schilleriana de Kant se convertía en fundamento
de la formulación crítica del “marxismo”. Crítica de la economía
política era posible cuando se partía de la totalidades^ individuo
y'el fin era representado por la realización de formas ético-polí­
ticas universales.
La misma crítica de Hilferding a Bóhm-Bawerk estaba impreg­
nada de elementos de este tipo. No por casualidad esa critica
aparece en el primer número de los Marx-Studien junto al ensayo
de Max Adler, Kausalitát und Teleologie im Streite um die Wis-
senschaft. El ataque de Hilferding puede deducirse enteramente
de las “formas” de M. Adler, del “marxismo kantiano ”.44 *La
44 M. Adler en Marxistísche Probleme, Stuttgart, 1913, proporciona un re­
sumen de esa Kultur, absolutamente mayoritaria en la socialdemocracia
austríaca.
LECTURA DEL "E M PIR IO C R IT IC ISM O ” DE LENIN 49
reducción a la “económica” es apriori imposible. Los procesos
económicos materiales dependen de “intuiciones” espirituales, que
los estructuran y, sobre todo, los dirigen según fines. La form u­
lación ideológica alcanza una importancia decisiva en la explica­
ción de las formas del desarrollo y, desde este punto de vista
Solamente tiene sentido hablar de causalidad. Adler, con mayor
claridad que cualquier otro, y no sólo en el ám bito del austro-
marxismo, vinculó dicha formulación de base a los problemas
concretos de la estrategia socialdemócrata. Si los procesos histó­
ricos son esencialmente espirituales, si es inconcebible la influen­
cia sobre ellos de las condiciones materiales en cuanto se trata
de “otros géneros”, las propias relaciones económicas deben pre­
sentarse esencialmente como praxis consciente. Éste es precisa­
mente el objetivo de la estrategia socialdemócrata: “elevar” tam ­
bién la relación económica a proceso histórico espiritual, es
decir, “sublimarlo” como praxis consciente del objetivo. La “eco­
nómica” debe transformarse en Plan: el Plan aparece com o es­
tructura trascendental, articulación de formas apriori para la
iniciativa económica concreta, sustancia de dicha iniciativa, que
garantiza apriori el acuerdo entre ella y el reino de los Fines. La
deducción del objetivo de un plan económico en térm inos neo-
kantianos que realiza Max Adler es de importancia histórica ex­
cepcional. Ya no se trata simplemente de la conform idad del
“marxismo” con los postulados éticos kantianos, como ya había
sido sostenido por muchos otros autores,46 sino del uso de la “ra­
zón práctica” en el terreno económico y en función de la funda­
ción teórica de la propia estrategia política socialdemócrata. En
este contexto se desarrollaba también la oposición de principio
al análisis neoclásico. Éste parecía reducir la estructura económi­
co-social a movimientos objetivos de intereses particulares, ne­
gando la sustancia teleológica del proceso. En realidad, según
ya hemos visto, era totalmente posible concebir las teorías neo­
clásicas de equilibrio general como análisis de procesos de readap-
tacíón-reequilibrio con una estructura teleológica implícita. Toda
una serie de objetivos socialdemócratas podían tam bién ser per-
. fectamente deducidos permaneciendo en el ámbito de la doctrina
i neoclásica (por ejemplo: la polémica antimonopolista, la raciona-
I lización de los procesos de mercado, la “equidad” del mecanismo
distributivo). Desde este punto de vista, la crítica a los neoclási-
¡ 45 En primer lugar K. Vórlander, quien en Kant und M arx. E in Betrag
zur Philosophie des Sozialismus, Tubinga, 1926, proporciona una amplia
; recapitulación del marxismo kantiano.
50 ECONOM ÍA NEOCLÁSICA y M A CilISM O

eos por parte del austromarxísmo mistifica en efecto un estado


de impotencia real, tanto para responder a los problemas que sur­
gían del desarrollo capitalista como para comprender los elemen­
tos (complementarios de aquellos problemas) de la crisis de los
. fundamentos epistemológicos de la mecánica clásica, que ya he­
mos analizado. La lectura “sustandalista” del apriori, aplicada
además en un contexto de “primacía de la razón práctica" —el
rechazo, como psicobgismo, individualismo, solipsismo, etc., de
aquellos desarrollos de la epistemología contemporánea que esta­
ban planteando en concreto el problema de la superación de la
teoría clásica—, impedían a la ÍCultur socialdemócrata (particu­
larmente “rica” en Austria) desempeñar ningún papel significa­
tivo en este debate.4*
Esto es válido para todas las tendencias del movimiento obre­
ro de la Segunda Internacional. La formulación neokanttana, se­
gún las lineas expuestas arriba, está presente en Kautslty lo mismo
que en M. Adler, pero también en el “grupo revisionista” berns-
teiniano, si bien en este caso con objetivos eminentemente anti-
hegelianos. Es el Kant de la filosofía de los valores, tomado a
través de las tendencias más esclarecidas del historicismo; el Kant
que postula la conciliación realidad-idea y, en el campo más espe-.
citicamente teórico, la fundación philosophtsch de la experiencia;
científica, superando todo “relativismo” o “subjetivismo” en la;
forma del apriori; el Kant de la síntesis trascendental, que sin!
embargo en aquella misma época era “revisado” por los mismos
protagonistas de su “renacimiento”. No sólo no se trata ya del
Kant de la crisis del juicio analítico y del Opus Posínmum (“des
cubrimiento", quizá, todavía por hacerse), sino ni siquiera del
de la analítica, ae la relación con la mecánica newtoniana, del pro­
blema de la interpretación de los conceptos de espacio y tiempo.
1E1 evolucionismo propio de los patriarcas, como Bcbel (“no son
los rcvoluciónarios los que hacen la revolución, son siempre y en
todas partes los reaccionarios los que la imponen” ), podía fun­
darse solamente sobre la idea de un proceso sistemático de racio
Acerca de la dicha “riqueza”, cf. P. Vrameki, Sioria del marxismo, vol. t
Roma, 1972; G. D. II. Cok1, ííisforúi del pensamiento socialista, vol. jv.
segunda parte, México, res, 1%0. La relación entre “socialismo” y kantismo
está ampliamente documentada en la antología Marxismo ed etica, ed. it. s
cargo de E. Agazzi, Milán, 1975, con un buen ensayo introductorio de I). j
Sandkfihler. Cf. asimismo d amplio ensayo de L. Paggi, Intelectuales, teotv
y partido en el marxismo de la Segunda Internacional, que introduce la rece
piiación de ensayos de Max Adler, El socialismo y ¡os intelectuales, México
Siglo XXI, 1980.
LECTURA D EL E i\I F IR IO C R IT IC IS Iv lu ” jjE L EN U d 51
nalización que habría llevado a la realización de ios objetivos
socialdemócratas. teleológicamente coincidentes con las finalida­
des, la “sustancia”, del devenir histórico.
En ausencia de “accidentes”, esta síntesis estaba natwráLiter ga­
rantizada. Por eso era tarea de la socialdemocracia evitar toda
ruptura, todo salto, en dicho proceso: permitir que éste desarro­
llara, iuxta propria principia, las finalidades intrínsecas propias.
Sin embargo, en términos por otra parte “corrientes” , esta for­
mulación, sus conceptos mismos de base, podían postular una
intervención de la subjetividad, real depositaría de las formas
apriori, no influidas, como quería precisamente M . A dler, por
las contingencias de los procesos económicos, en estos procesos
mismos, para determinar la transformación o la catástrofe del
sistema. El planteamiento teleológico se conservaba intacto; de ob­
jetivo-natural en la interpretación “de derecha”, se convertía en
práctico-objetivo en esta última. Eran dos caras de la misma
moneda; dos esquemas, por otra parte alejados de la comprensión
efectúa! de las formas del desarrollo capitalista, de su dinámica
y metamorfosis, y de la crisis en esas formas de los instrum entos
epistemológicos tradicionales.
Por otra parte, en un cuadro ideológico similar, muchas posi­
ciones neoclásicas podían ser recuperadas y reinsertadas. E l obje­
tivo anticíclico, de equilibrio entre producción y consum o, repre­
sentado en los marginalistas por la identificación, en el plano del
análisis conceptual, entre proceso productivo y distributivo, estaba
en la base también de la floreciente literatura cooperativista del
período, por ejemplo en F. Staudinger.47 Y estas posiciones polí­
ticas podían, a su vez, convivir con actitudes científicas también
diferentes con respecto a la koiné neokantiana del movimiento.
La presencia de Mach en el autromarxismo tenía cierto relieve: la
Kultur^vienesa, de la que el austromarxismo era p arte esencial,
estaba por otra" parte, profundamente caracterizada por las in­
fluencias de la crítica machiana .48 Friedrich Adler, hijo del fun­
dador del partido socialdemócrata austríaco, que enseñó física
durante varios años en Zürich, publicó en 1918 u n libro sobre
Mach, radicalmente opuesto a las tesis de Lenin y probablem ente
utilizado también por Pannekoek para su crítica del Em pirio­
criticismo. Todavía más importante fue la componente machiana
en la socialdemofiracia rusa, como podremos ver pronto. Por
47 Cf. de F. Staudinger, Díe Gesetze der Freiheit, Darmstadt, 1887; Ethik
und Politik, Berlín, 1889.
48 Cf. J. Hannak, Karl Renner und seine Zeit, Viena, 1965.
52 E C O N O M IA N E O CLA SIC A Y IA\^IIXSAI(j

abura podemos decir sin embargo que se trataba de una lectura


de Mach absolutamente, antedatadaj lo que se subrayaba era ca|
exclusivamente la parte negativa del sistema, la crítica a los p o |
tula dos metafísicos de la teoría clásica. Pero esta crítica habríl
podido reducirse también a un retomar de los viejos térm iná
del positivismo liberal del siglo xrx. Los problemas y las contráj
dicciones provenientes de la relación, en Mach, entre dicha foí
mulación de base y la parte positiva, epistemológica y de refina
dación, de su pensamiento, escapa'ban completamente a la|
componentes “machistas” de la socialdemocracia europea. Lfj
que importaba interpretar era la crisis abierta con M ach: Maclj
considerado a partir de los desarrollos sucesivos, y ahora conten^
poráneos de la elaboración de la estrategia socialdemócrata de loá
primeros decenios del siglo. La simple asunción de la tendencia
anti-metafísica estaba disponible para cualquier conjugación, t
por consiguiente también para el acuerdo con la ética “científi.
ca” social-kantiana y, más aún, con la necesidad objetiva y/o e]
deber-ser práctico de la superación de la Planlosigkeit capitalista,
neoclásicamente descrita. ;

U n punto importante que ahora debemos considerar es la po­


sición de Lenin en Materialismo y empiriocriticismo49 en las
confrontaciones de la relación entre “machismo” y socialdemo­
cracia. Es indudable que esta obra admite interpretaciones dis
cordantes. Es posible, en efecto, limitarse al análisis puntual de
las afirmaciones de Lenin en el campo de las teorías físicas. Su
ignorancia en este aspecto es casi total; la imagen que de ella de­
riva es de adhesión plena, a-crítica, al mecanicismo newtoniano:
ley objetiva y causalidad objetiva, reconocimiento de la realidad
objetiva del espacio y del tiempo (que significa recuperación del
espacio y el tiempo absolutos) , carácter de verdad de. la ciencia
en cuanto que fudífado eñ fe plena comprensión de la ley' natu­
ral. Una lectura semejante no llegaría a ninguna parte. Se po­
dría, sin embargo, entender el ataque de Lenin como dirigido a
las consecuencias teóricas del “machismo” en lo que concierne
a los problemas del psicologismo, el solipsismo, etc., según una
tendencia presente en aquella época en muchos e importantes
ambientes filosóficos europeos. Pero en este plano los equívocos
en que incurre Lenin son aún más graves. Según Avenarius, el
esse est percipi berkeleiano tiene el sentido de que el percibii
*9 Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Moscú, Editorial Progreso,
1977.
LECTURA DEL “ E M P IR IO C R IT IC IS M O ’' DE L E N IN 53
es la “cosa” en cuanto que común a todos, en cuanto que corres­
pondiente a la estructura de la sensación-percepción, y no a mi
^'representación” individual como en cambio interpreta Lenin.
Para Avenarius, como para Mach, nada puede ser dicho "íntim a­
mente”, nada existe “subjetivamente” — y desde este p u n to de
vasta son también impugnadas las filosofías metafísicas, por cuan­
to sus representaciones no corresponderían a los contenidos obje­
tivos y experimentalmente verificableS'ítie las percepciones com u­
nes. A partir de esta formulación, del mismo modo, se desarrolla
la doctrina neopositivista del significado. Para M ach, la liquida­
ción del concepto de ley natural como sustancia no equivale a
una deducción “psicologista” de las construcciones convenciona­
les que constituyen nuestros modelos científicos. Dichas contrac­
ciones tienen valor matemático-formal, obedecen a criterios de
coherencia-orden-economicidad. Y sobre este terreno puede re­
fundarse un concepto objetivo de verdad. Mucho menos puede
pensarse que la crítica leniniana de en el blanco cuando interpreta
el empiriocriticismo de Mach como negación de la realidad ex­
terna y sus construcciones científicas como absolutamente "idea­
les”. Ningún físico ha negado jamás que las teorías deban con­
cordar con las observaciones experimentales y que sirvan para
ínteipretar-prever un mundo objetivo y real.50 E l problema es
muy diferente y mucho más complejo: concierne a los fundamen­
tos lógicos" de dichas teorías, a la relación sujeto-objeto que se
determina en la observación y en el experimento, al significado
del término “sujeto” y al del término "naturaleza”, al procedi­
miento de demostración en sus relaciones con el concepto de
verdad. Por lo menos algunos de estos puntos estaban ya claros
a comienzos del siglo, y otros se esclarecerían de todos modos
con el debate alrededor de la teoría de la relatividad. Pero de
éstos no aparece ni la s o m b r a n Lenin. *
No parece que fueran éstos, por consiguiente, los parámetros
con los cuales deba evaluarse la obra de Lenin. En este nivel es
mucho menos posible, nos parece, su "recuperación” . La idea
de que la crisis de los fundamentos de la mecánica clásica sea
una crisis “filosófica” dentro de la cual se mistificaba la lucha
reaccionaria al materialismo, como lo hace decir a Lenin un re­
ciente docto-filósofo, es más ridicula qqp absurda .51 Su único
logro es diferir ulteriormente la rendición de cuentas radical con
los contenidos efectivos de aquella crisis. Todo esto no nos hace
50Cf., por ejemplo, M. Born, op. cit., pp. 54-70.
51 L. Althusser, Lenin y la filosofía, tr. it. Milán, 1969.
i
54 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMoj

avanzar un solo paso en la definición de la especificidad de 1|


crítica de Lenin. En esta dirección parece necesario comenzar
colocando históricamente la obra de Lenin en la batalla que Sí
llevaba adelante dentro de la socialdemocracia rusa. Pero de esto
no podemos deducir que la critica a los fundamentos científicos
del machismo sea un mero “recurso”. La polémica con Bogda-
nov, Suvorov, etc, podía desarrollarse, y de hecho se desarrolla-
ba, acerca de toda una serie de temas organizativos y políticos. Si
Lenin advierte la exigencia de criticar los fundamentos teóricos
de las posiciones de aquéllos, esto se produce solamente porqu<
nota alguna estrecha relación entre dichos fundamentos y la proí
pia ubicación organizativo-política de los “machistas” en la social
democracia. Partir de la génesis política de la obra de Lenin
sirve sobre todo para considerar de qué manera muchas de las
polémicas contenidas en ella, y dirigidas aparentemente contra
Avenarius y Mach (autores entre los cuales Lenin no distingue,
así como, en general, no distingue entre empiriocriticismo y em-j
pirismo inglés del siglo xvin), son en realidad impugnaciones de¡
una lectura superficial o instrumental del mismo Mach. Estoj
permite aproximarse a una formulación correcta, pero no resuelve!
el problema. ¿En qué es específica la crítica de Lenin? ¿En qué]
puntos pone en evidencia nexos reales, orgánicos, entre la formu­
lación machiana y las corrientes del movimiento obrero ruso yj
europeo con las cuales él se encontraba en conflicto? M ás aún:i
¿En qué medida toma Lenin aspectos “críticos” reales en la epis­
temología machiana?
En el último capítulo de su obra, Lenin individualiza con pro
cisión el nexo orgánico entre machismo y sistema económico-so­
cial neoclásico. Comienza con una larga cita extraída de un ensa­
yo de un discípulo de Avenarius, F. Blei, L a metafísica en la
economía política, para preguntarse finalmente sobre el significa­
do y la función de la formulación “anti-metafísica”.52 Metodo­
lógicamente, el ensayo de Blei expone las tesis fundamentales de?
Bohm-Bawerk y de los neoclásicos: las llamadas “leyes inmanen­
tes” de la economía transforman al homo económicas concreto
en una idea platónica, atribuyen a las cosas propiedades urdidas
apriori y nunca verificables positivamente. A estas tesis es posi­
ble contraponerles el análisis de Marx, pero de dos maneras neta­
mente distintas. Según la primera, planteando la plena objetividad
de las “leyes” marxianas y entendiendo con este término exacta­
mente aquello que los machistas critican: la “reflexión” y la cono-
«2 Lenin, op. crí, pp. 330 y ss. ,
LECTURA a jíj . jiftíPIKIOCRITICISMO” DE LENIN 55
prensión exhaustiva dei objeto. Según la segunda, intuyendo de
qué modo el carácter decisivo que en Marx reviste el proceso
de transformación en todas sus articulaciones (de la sim ple rela­
ción “de trabajo”, a los problemas más complejos del Libro III
de El capital) no puede en ningún caso ser reducido a mecanis­
mos simples-estáticos de sensación-representación; de qué modo
Marx razona según interdependencias y “campos de fuerzas”; de
qué modo en Marx el desarrollo del sistema ocurre a través
de “rupturas” económico-institucionales “cíclicamente” no re-equi-
Iibrables. Y nos parece que es éste precisamente el p u n to de vista
que adopta Lenin. En el machismo, la crítica a los presupuestos
“metafísicos” de la teoría clásica avanza irreversiblemente en la
dirección de una crítica a todo lo que impugna el acuerdo siste­
mático, en él campo de la pura experiencia, entre sujeto y ob­
jeto. La doctrina del significado que se encuentra en la base del
empiriocriticismo baria imposible una concepción dinámica del de­
sarrollo económico y el propio análisis de Marx en términos
de crítica de la economía política. Crítica, precisamente, es decir:
escisión programática entre “formas” del análisis económico y su
objeto. El análisis-crítico no tiene la función apriori de adherir
al propio objeto, explicando sus leyes internas “de naturaleza”, o
describiendo su apariencia fenoménica en términos por otra par­
te “naturales”. La crítica del objeto plantea el problema de su
transformación, toma sus desarrollos y contradicciones, y las fuer­
zas que lo determinan. Naturalmente, lo repetimos, si esta me­
tamorfosis es tomada en términos reductivo-cuantitativos, o bien
oolocada sobre una “sustancia” idéntica, en tal caso tendrían
razón los neoclásicos. Pero así como toma la relación entre ma­
chismo y equilibrio neoclásico, así Lenin se diferencia radical­
mente de estas lecturas socialdemócratas de M arx, que n o po­
dón permitir sino contraposiciones tácticas, contingentes, en las
confrontaciones de la ideología global de los neoclásicos, de sus
fundamentos epistemológicos.
El objetivo de la formulación machiana acerca de los funda­
mentos de la investigación científica y su historia es, por consi­
guiente, el restablecimiento de un equflibrio entre sensación-repre­
sentación y datos físicos. Todo lo que no entra en ese cuadro
epistemológico es considerado “metafísico”. En realidad, no se
trata ni de un solipsismo ni de psicologismo. Se trata de aspec­
tos del machismo mucho más radicales los que en la última
parte de su obra Lenin pone en juego. La formulación machia­
na no está en condiciones, lógicamente, de tener en cuenta la
56 ECONOM ÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO;

dialéctica concreta de la investigación científica. Esta investiga*


ción es reducida a “reflexión” inmediata, o a construcción di
modelos simplemente “pictográficos”. El fin de dicha formi^
lación es la definición de un sistema estable fundado sobre está
coherencia intem a del lenguaje científico, coherencia hecha pcjE
sible por su ser todo significado. La operación de Lenin consistí
en poner políticamente en evidencia los límites históricos interno!
y las consecuencias políticas del machismo. Esta operación n^
es sustancialmente afectada en su importancia por las evidente!
carencias del “análisis intemo” de las teorías científicas que L¿
nin intenta. El verdadero problema que Lenin tiene en vista es
la liquidación de una concepción, consecuencia inevitable dél
machismo, del desarrollo y de las transformaciones político-insti
tucionales que tenía como objetivo práctico la definición de un
modelo estable, de un sistema de fuerzas parejamente distribui­
das, es decir, precisamente aquellos aspectos “liberales” que Le*
nin criticaba violentamente en autores como Bogdanov. 5
Esta formulación del discurso de Lenin se hace evidente eii
la lectura <jue realiza de un texto de Petzoldt .58 E n él el ma­
chismo declaraba plenamente su propia matriz teleológica: el fin
de la investigación era la construcción de un modelo estable. La
crítica de las premisas “absolutistas” newtonianas, haciendo que
ya no medien “remisiones” extrasensibles entre observación y
objeto observado, era precisamente condición indispensable para
la construcción de dicho modelo. “La estabilidad —decía Pet­
zoldt— es la característica esencial de todos los fines de nuestro
pensamiento y de nuestra actividad creadora.” La evolución en-
tera del hombre tendería a un fin de estabilidad perfecta. En
este progreso, el machismo resulta elemento determinante. Las
propias reglas de “economía” de M ach no son funcionales más
que para este fin: representan la tendencia psíquica a la estabi­
lidad, a la buena forma exactamente de la misma manera en
que las ecuaciones neoclásicas del equilibrio pueden valer como
programas para la “igual” administración de la economía de mer­
cado, para la estabilidad del sistema económico.
Lenin pone de relieve en la formulación monística de Bog­
danov 0 4la misma “desmesurada estupidez del pequeño burgués
que queda del todo satisfecho exponiendo los trapos más gasta­
dos bajo el manto de una sistematización”.5® También la formu-
®s Ibid., pp. 335 y ss.
54 Ibid., pp. 338 y ss.
05 Ibid., p. 338.
LECTURA DEL “ E M PIR IO C R ITIC ISM O ” DE L E N IN 57
lación de Bogdanov provenia de Ivíacli y de Avenarius. Los li­
mites entre psíquico y físico son de carácter convencional-ins­
trumental. Un objeto depende tanto de su sistematización ex­
trínseca como de las formas de nuestra visión. U n hecho no
es más que una visión de elementos coordinados de manera más
o menos estable. A Lenin se le escapan por cierto todas las con­
secuencias y aporías intrínsecas en una concepción semejante,
pero capta con seguridad sus fundamentos y presupuestos en el
ámbito cultural global que el pensamiento empiriocríticista va de­
lineando. E n este sentido el monismo de Bogdanov, que pro­
viene de la relación físico-psíquica instaurada por Avenarius y
Mach, es ciertamente la verificación de la tendencia sistematizan-
te-estabilizante presente en la teoría en su conjunto. La relación
sujeto-objeto, que en el campo epistemológico es presentada en
términos inmediatamente sintéticos, resulta “absolutizada” en la
doctrina del monismo psíquico-físico. A quí toda diferencia des­
aparece en consecuencia, desaparece toda posibilidad de desa­
rrollar operaciones críticas. Aparece aquí una tendencia teleoló-
gioo-determinista con fuerza dirigida a sustituir el mecanicismo
clásico-newtoniano. Es el M ach de la refundación; es el Bohm-
Bawerk del análisis cíclico de equilibrio como definición de la
esencia de la relación capitalista de producción.
Para M ach, lo mismo que para los neoclásicos, todo elemento
de ruptura en la compaginación positiva del sistema es negativo,
y es inmediatamente “re-incluido” en el ciclo. D e esta manera,
ni más ni menos, la propia crítica al sistema new toniano es y
permanece siendo “negativa”, y aparece como funcional para
la refundación de este último, en la medida en que éste parece
descriptivamente eficaz, es decir, “en síntesis” con el m undo fí­
sico. Todo conflicto es, o bien negación simple, “ anti-social” y
basta, o bien es funcional para una nueva síntesis, en la cual to­
dos los elementos positivos de la “tradición” son re-incluidos.
La continuidad orgánica del proceso, y la liquidación de toda
posibilidad revolucionaria en su interior, parecen así aseguradas.
Contra todo esto la crítica de Lenin es despiadada.5® Y particu­
larmente contra todos los intentos de síntesis, de dialéctica vul­
gar, de historicismo, de cientificismo, posibles sobre la base del
análisis machiano. El punto crucial es, inevitablemente, la apli­
cación de dicha formulación a la lucha de clases. Las formas
n0 dirigidas a establecer for­
sociales. La lucha de clases
eo Ibid., pp. 347 y s. El parágrafo concierne a la critica a Suvorov.
58 E C O N O M IA N ü OCLA SICA Y I\ IA C K IS IvIO.j

es apariencia en jas confrontaciones del fin que ella implica: laj


integración liberal-armónica de los “sujetos de mercado” en las;
leyes neoclásicas del equilibrio. Aquí Lenin sienta verdaderameip.
te las bases (sobre las cuales se ha edificado tanto y tan po(
bremente) de una crítica de la economía neoclásica, pero no sola!
mente esto: pone en evidencia los límites históricos de fondo dd
análisis machiano sobre los fundamentos de la física contempo-,
ranea, es decir, desmistifica su carácter todavía determinista, sus,
presupuestos apriorísticos, la construcción estática de sus concepi;
tos fundamentales. Estos elementos permanecían casi invisibles
mientras la atención de Lenin se concentraba en el corpus ínter-
no de las teorías epistemológicas y físicas, pero resaltan con cla­
ridad cuando aborda el problema (que ha sido nuestro mismo
problema) de la relación orgánica entre machismo y, como se
decía, “economía vulgar”, por un lado, y de la influencia del.
machismo sobre el movimiento obrero, sobre el “marxismo”, por
el otro.
El discurso llega aún más al fondo de la cuestión cuando se
descubre el nexo entre análisis de equilibrio-estabilidad-democra­
cia liberal de mercado y neutralidad de la actitud científica. El
análisis de equilibrio es por definición ecuánime e imparcial, así
como el sistema de mercado se rige por principio por la ad­
quisición del concepto de libertad formal. Si el fin de la in­
vestigación es demostrar, o bien la grosera anti-socialidad o bien
la integrabilidad del conflicto, la investigación no puede inter­
venir en términos “de parte”. Implícitamente, esta formulación
regresa a un concepto abstracto de observación-representación.
La observación científica ordena y sistematiza desde fuera de los
conflictos concretamente determinantes. En este punto la refun­
dación no concierne solamente a los fundamentos “positivos” de
la mecánica newtoniana, sino a un cierto concepto “clásico” de
subjetividad, que los mismos desarrollos contemporáneos de la
física estaban poniendo en crisis.
El hecho de haber aferrado estos problemas y estos nexos, y
él haber logrado como quiera que sea plantearlos según una di­
rección crítica, hace de la obra de Lenin algo infinitamente ale­
jado de todo retom o to u t court al “materialismo burgués”.87 El
significado y la tendencia global del Empiriocriticismo conducen,
en efecto, a la individualización de los caracteres estructurales57
57 Resulta completamente desencaminada, por lo tanto, la critica de Pan-
nekoek, Lenin filósofo. Critica a los fundamentos filosóficos del leninismo,
Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 42, Buenos Aires, 1973.
LECTURA DEL "E M P IR IO C R IT IC ISM O ” DE L E N IN 59
dd conflicto de clases, a la lectura, según esta perspectiva, á e
los problemas de la organización de partido e institucional, a la
liquidación, por lo tanto, de las “teorías generales” de la E co­
nómica y del estado —cuestiones que acompañan e l desarrollo
de la teoría leninista en todas las obras posteriores hasta los
años de la n e p . E s interesante observar que durante los años vein­
te, todavía encontraremos en la Rusia soviética algunos de los
protagonistas del debate sobre el machismo, Bazarov sobre todo,
alineados en posiciones de derecha o mencheviques.
II. D E NIETZSCHE A W IT T G E N S T E IN . LÓGICA Y
FILOSOFÍA ALREDEDOR D E L “TRACTATUS”

1. LÓGICA DEL “ W IL L E ZUR M A CH T”

La respuesta de Schopenhauer a la crisis de lo trascendental el


la del extremo pesimismo. La postura pesimista produce un tí;
pico vuelco ideológico. La “miseria” de los esquemas formales
apriori para concillamos con el fenómeno —para convertir el dato
en fenómeno— obliga a la negación del dato. Puesto que lo real
no puede ser más que representación, si lo real se convierte eií
nóumeno, en tanto la subjetividad carece de esquemas fraseen^
dentales o en tanto éstos resultan no deducibles, la representación
misma terminará por nulificarse. La voluntad-de-vida, que se fun­
da sobre la relación de representación, se revela como ilusoria.
La verdad de la relación sujeto-objeto se encuentra en la nulifi­
cación de la relación misma y, por consiguiente, de la voluntad
que pretende ejercerla. La extraordinaria importancia lógico-epis­
temológica de Schopenhauer consiste en esta deducción del pesi­
mismo. Esto impide aproximar su obra a la filosofía romántica,*
como pretenden sus intérpretes “decadentes”. La interpretación
de El mundo como una especie de bildungsroman “en negati­
vo”, según el modelo de la Lebensphilosophie, es propia de lite­
ratos. Nosotros explícitamente la rechazamos ya al hablar de la
relación entre el pensamiento de Schopenhauer y la crisis machia-
na de los fundamentos de la ciencia física. Todo el desarrollo
de El mundo se funda sobre la continuación lógica de la Analíti­
ca kantiana en su problema de fondo: que la investigación filosó­
fica apriori sea determinante de las “intuiciones” de la ciencia
de la naturaleza. Según Schopenhauer, el concepto de nóume-'
no rompe esta posibilidad, lo cual inutiliza los instrumentos del
esquematismo. No existe lo trascendental —por ende: intuición
trascendental— sino un formalismo de la razón. La efectividad
de dicho formalismo no podrá consistir, entonces, más que en
la nulificación de los datos de la representación —de la repre­
sentación misma. La lectura lukacsiana de las aportas del racio­
nalismo kantiano sería impensable sin la “defensa” del pesimis­
mo de Schopenhauer.1 Esta ascesis hacia el perfecto formalismo
1 Nos referimos, naturalmente, a las páginas sobre Las antinomias del
[6 0 ]
LÓGICA DEL “ W ILLE ZUR M A CH t ” 61
de la razón, ascesis que se carga hasta el fondo del fracaso kan­
tiano, es por lo tanto lo opuesto de un “irracionalismo” equívo­
co. Abre el problema de un sistema de razón formal, que resulta
imposible definir en términos trascendentales. En este punto,
sin embargo, la caída de la estructura trascendental aparece como
caída de cualquier deducción posible de la efectividad de la ra­
zón. Puesto que es formal, nidifica. Su impotencia se subvierte
ideológicamente en actividad. Su “miseria”, finalm ente, en ple­
na satisfacción. Su ascesis, en la perfecta “utilidad” del Nirvana.3
Esta subversión está en el centro de la crítica nietzscheana
al pesimismo de Schopenhauer. Con seguridad absoluta, Nietz-
sche ve cómo dicha subversión deriva de no poder siquiera con­
cebir otra efectividad que la de la forma trascendental. Desde
las obras de la Aufklarung hasta los últimos fragmentos, Nietz-
sche entiende precisamente superar las aporías de este pesimis­
mo. El problema atañe a todo el ámbito lógico-epistemológico.
Una epistemología reductiva —que plantee como finalidad propia
la definición apriori de estructuras válidas-necesarias de la expe­
riencia (estructuras que se realizarían a través de relaciones es­
quemáticas)— está destinada a transformarse en su opuesto. Si
la verdad consiste en tales estructuras apriori, la verdad ya no
podrá jamás ser demostrada positivamente. Verdadera será úni­
camente la nulificación de la voluntad en la representación. Pero
el “desencanto” nietzscheano de la historia del racionalismo oc­
cidental, junto con el extremo pesimismo schopenhaueriano, no
puede limitarse a la crítica de su carácter metafísico-reductivo.
Reductiva es no obstante una formulación inm ediatam ente “p o ­
sitiva” del problema epistemológico. Reductiva es inclusive una
síntesis inmediata observación-observado; reductivo es, en resu­
men, cualquier simple reflejarse de lo real, como se da, en el
sujeto. La crítica de los sistemas dél apriori, la critica dél con­
cepto de sustancia tanto en sentido ontológico como lógico, la
afirmación trágica del dato: todo esto podría concluir en una
doctrina ingenua del significado, pero solo si se ignora él pro­
blema central planteado por el propio Schopenhauer. La crisis
de lo trascendental implica la formalización de la razón. Según
Schopenhauer este proceso nulifica. ¿Es necesaria esta deducción?
La premisa niega que las formas de la razón puedan reducirse
a “sustancias”, a leyes vinculantes que determinan toda experien-
pensamiento burgués contenidas en el ensayo sobre la ieificación, en Historia
y conciencia de clase.
2 Acerca de este último pasaje cf. mi Introducción a E. Fink, op. cit.
62 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ XRACTATUS”]

cia empírica. Elias son sólo forman. Pero la premisa niega inclffl
sive que pueda darse una relación inmediata de reflexión entf|
sujeto y objeto. Toda la doctrina de lo trascendental nace de I|
conciencia crítica de que esta relación es impensable, que unf
feliz conciliación inmediata es utopía e ilusión. En este caso, e¡
problema efectivo, más allá del pesimismo schopenhauerianoj
puede ser solamente el relativo al tipo de realidad del formalif
rao de la razón —al tipo de efectualidad que éste guarda— si
su poder es concebible de otra manera que como sólo nulifican?
te. El apriori no es determinante-efectual; no se da un esquema
trascendental: ahora bien, ¿qué tipo de relación subsiste, enton­
ces, entre forma lógica, representación y realidad? ¿Cómo pued|
existir aquella forma? ¿Es posible responder al Entsagung pesi­
mista sin volver a un concepto ingenuo de lo real como todp
significado, o sea, reconociendo que la experiencia tiene forma?
propias de organización, que no puede haber observación inme­
diata y que, en resumen, esta tragedia era precisamente afín
mada por Kant detrás del “velamen oscuro” del concepto de
noúmeno? En este terreno, la elaboración más madura del pen-
samiento de Nietzsche atraviesa la problemática de los funda­
mentos epistemológicos de la ciencia en que se empeñaban, en
la misma época, Avenarius y M ach por un lado, y la nueva lóf
gica matemática por el otro.3
“Que no haya una verdad; que no haya una constitución ab­
soluta de las cosas, una cosa en sí: esto mismo es un nihilismo,
más aún, es el nihilismo extremo.” 4 Por consiguiente, una cons­
trucción científica, un aparato epistemológico no puede tener
fundamentos esenciales, no puede corresponder a una sustancia.
“Detrás” de los fenómenos no hay nada. Pero el concepto de
sustancia fundamenta toda categoría formal-trascendental, cada
8 Sobre la crisis de la postura aprioristica en el desarrollo de la físic
véase también A. Gianquinto, op. cit. Dicha crisis está, por supuesto, estre­
chamente correlacionada con la crisis de la axiomática clásica, de la dimen­
sión extra-lógica de la intuición que le proporcionaba el fundamento. Véase
sobre esto F. Barone, Lógica fórmale e trascendentale, Turín, 1957.
* F . Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, vol. m , t. n,
Milán, 1971, pp. 13-14. El concepto de nihilismo está siempre en Nietzsche
en la dirección de la crisis-refundación de la epistemología contemporánea:
interpreta dicho concepto como sintoma efectual de ese proceso. La ten­
dencia nihilista no solamente no rehuye los problemas positivos de los fun­
damentos científicos sino que constituye a éstos como agentes específicos,
tanto en las ciencias naturales como en la historia, en política como en eco­
nomía política (F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 1885-1887, en Opere, vol.
viii, t. i, Milán, 1975, pp. 117-118).
LÓGICA DEL " w iL L E ZUR M A C H I'” 63

“medida teórica”. “Materia” es sustancia; afirmar nexos causa­


les entre fenómenos, describirlos como leyes, colocar la relación
sujeto-objeto como relación entre una naturaleza definida de esta
manera (materia, nexos causales, leyes) y un sujeto como apara­
to de formas trascendentales: todo esto significa conservar un
concepto de verdad como comprensión de la “constitución abso­
luta de las cosas”. Pero el nihilismo excluye categóricamente a
toda materia y a todo mecanicismo. U n “m undo verdadero” no
existe.8 Está la vida ya trágicamente asumida p o r el Nietzsche
de la Aufklárung, y sustraída ahora a la ascesis schopenhaueria-
na, a la reencarnación schopenhaueriana —según Nietzsche— del
ideal moral cristiano (a la refundación, en el nuevo contexto de
la ascesis, de los valores de la Kultur occidental). ¿Pero esta vida
funda una Lebensphilosophie, un relativismo historicista? ¿Es
convocada para esta función? ¿La crítica nihilista está destinada
a disolverse en la inmensa y patológica generalización: “no exis­
te ningún sentido”? ¿O vuelve a proponerse simplemente la dis­
tinción empirista entie verdad de razón y verdad de hecho? Es
evidente que esta segunda solución no h ad a más que represen­
tar toda la historia de los problemas que procuramos superar.
¿Cómo entender, en efecto, estas verdades de razón y verdades
de hecho? ¿No se trata, del comienzo al fin, de una afirmación
contradictoria? ¿Y la razón de qué y cóm o es razón? L a crítica
nihilista no refunda, no reformula los problemas. Su escepticis­
mo es radical: o bien “no existe ningún sentido”, o bien las for­
mas de la razón revelan una nueva lógica y una nueva relación
con la realidad: forma y realidad ahora ya sin sustancia. O bien
la situación nihilista puede revertirse sólo ideológicamente, como
en Schopenhauer, o bien funda verdaderamente aquella “mise­
ria” del formalismo de la razón en la que parecía concluir la
crisis del apriori kantiano, funda la necesidad, precisamente, de
este formalismo, de esta pérdida de relación sustancial, d e este
“retirarse” definitivo de la verdad.
Dentro de este contexto problemático general, descubriendo
por ello mismo sus motivaciones y perspectivas, Nietzsche rescri­
be la quiebra de la explicación mecanicista del mundo. E l con-
5 “El mundo, si se prescinde de nuestra condición de vivir en é l, el mun­
do que no hemos reducido a nuestro ser, a nuestra lógica, y a nuestros pre­
juicios psicológicos, no existe como mundo ‘en si’.” (F . N ietzsche, Fram-
mentí Postumi, 1888-1889, en Opere, vol. vrn, t rn, M ilán, 1974, p . 6 0 ).
Y también (ibid., p. 7 1 ): “tiene cardinal importancia la abolición del mun­
do verdadero. [ . . . ] Guerra a todos los presupuestos en base a los cuales se
ha creado la ficción de un mundo verdadero.”
64 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ u'KACTATUS’|

cepto de causalidad, ante todo: “del hecho de que algo suce|


da regularmente y de un modo calculable no se deduce que sü|j
ceda necesariamente” .® Esta necesidad en las cosas no es del
mostrable. Podemos calcular una secuencia de hechos. Oue és|
tos constituyan una necesidad ya no podrá calcularse. Esta
en la necesidad, que conlleva el pensamiento de autores de las-'
cosas que observan escrupulosamente los dictámenes de nuestral
razón, no es más que la hipostatización del hecho de que nos§
otros hayamos formulado el acaecer como una secuencia de acón-;
tecimientos necesarios. “La necesidad no es un hecho sino uná|
interpretación.” 7 Pero necesidad y causalidad se fundaban sobre'
el concepto de sustancia, entendido, precisamente, como consti­
tución absoluta de las cosas. Todo objeto físico no resultaría
sino de la “modificación” de la eternidad e inmutabilidad de lsfe
sustancia o, más específicamente, todo concepto relativo-funcio­
nal llegaría a ser comprensible sólo a la luz de su propia “idea’’’
—por ejemplo, la relación entre formas puras de la intuición
y relatividad positiva de las determinaciones espaciotemporales;
Pero un tiempo absoluto, un espacio absoluto, no se dan. Los
objetos físicos ya no serían demostrables en tanto modos o atri­
butos de entes sustanciales. ;
Pero el concepto de subjetividad como centro de referencia
de las actividades de observación-representación tiene sentido so
lamente en relación con la concepción mecanicista que se ha
destruido. La crítica de la idea de “sujeto” es el punto crucial
del “pensamiento negativo” nietzscheano.8 La idea de sujeto de­

8 F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, cit., p. 41. La


critica al “causalismo” está presente en toda la última fase del pensamien­
to nietzscheano: cf. Frammenti Postumi, 1885-1887, en Opere, cit., pp. 122
y ss.; Frammenti Postumi, 1888-1889, en Opere, cit., pp. 50-51 y pp. 64-66.
Es fundamental el hecho de que Nietzsche indique en el desarrollo de la
ciencia el vaciamiento del concepto de causalidad. N i siquiera por un mo- _
mentó su critica es philosophisch formulada.
7 F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, cit, p. 41.
8 El Sujeto es la sustancia, según Nietzsche, de la metafísica del interpre­
tar como conocimiento del “en sí”, del “mundo verdadero”. Liquidada la
metafísica del objeto, se debilita también cada fundamento de la metafísica
del Sujeto de la interpretación. El interpretar no es ya un “ser” sino un
proceso, un devenir, y el Sujeto “una simplificación para indicar la fuerza
que plantea, inventa, piensa” (Frammenti Postumi, 1885-1887, en Opere,
c it, p. 127). Seguiremos en detalle los desarrollos de la critica nietzscheana
a la metafísica del Ego y de la interpretación durante los afios del “apoca­
lipsis” vienés, pero hasta ahora aparece con extraordinaria evidencia el . nexo
entre dicha crítica y la problemática entera del obrar freudiano.
lógica del “ w il l e zur m acht ” 65

linea un campo de formas apriori que ordenan efectivam ente los


objetos físicos. El sujeto dispone de una visión sustancial de las
relaciones fenoménicas. Puede ser ordenante en la m edida en
que observa-representa objetivamente las leyes que regulan la na­
turaleza. Sus intuiciones son, en este sentido, trascendentales: la
relación kantiana entre esquematismo y doctrina del Y o Pienso
concluye la historia moderna del concepto de subjetividad; las for­
mas trascendentales pueden aplicarse solamente en la m edida en
que están comprendidas en la subjetividad pensante. Solam ente
así se garantiza su unidad, y por lo tanto su homogeneidad con
las leyes sustanciales del mundo físico. El sujeto supera al in­
dividuo, como la sustancia a la apariencia. Pero el concepto de
sustancia se derrumba, y necesariamente también su correlato: el
de apariencia, una síntesis apriori de todas las observaciones-re­
presentaciones en la sustancia que es el “sujeto” pierde todo sig­
nificado. Se hace entrar a la observación-representación en un
juego mucho más contradictorio con sus “contenidos” .
En la primera parte de su crítica al mecanicismo, el discurso
de Nietzsche es perfectamente análogo al de Mach. Pero ya aquí,
acerca del problema de la subjetividad, Nietzsche va más allá
del objetivo machiano de la refundación empírico-positiva de la
física clásica. E n Mach la verdad del dato permanece de hecho
reforzada, y a ella corresponde la observación subjetiva. E l su­
jeto reduce, en base a modelos precisos, la inm ediatez sensible
de una manera apropiada para definir leyes-previsiones. La rela­
ción sujeto-objeto permanece en M ach sustancialmente “clásica”
y es definida en función de una síntesis exhaustiva. P o r cierto
que el sujeto ya no es definido trascendentalmente, pero perma­
nece, como punto de observación empírica, como referencia in­
mediata del flujo perceptivo, en una posición ambigua; por una
parte, en base a la “filosofía” general de M ach sólo debería
aparecer como una forma particular de organización del m undo
físico, y por otra, resulta extraño al sistema de lo “observado”
en su complejo. Entre sujeto y objeto subsiste, precisamente,
una relación inmediata “de significado” . Pero dicha relación es
posible sobre la base de por lo menos cuatro condiciones: a] que
sujeto y objeto continúen, en efecto, siendo entendidos separa­
damente; b] que el objeto sea definido estáticamente, y que se
reduzca al ser-subsumido en la inmediatez de la observación; c]
que exista una inmediatez perceptiva, en grado suficiente para
suministrar la imagen de este objeto “puro”; d] que haya pro­
posiciones verdaderas, en el sentido de significar o ser reducti-
66 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ XRACTATÜS?

bles a estos datos. Implícita o explícitamente, estas condición^


son sometidas por Nietzsche a una crítica radical, y es en efltj
donde se diferencia, también radicalmente, de Mach. J
Admitir una naturaleza, un mundo, reductible a representado:
nes lineales, a un significado, a proposiciones elementales, sign|
fica volver a fundar la hipótesis mecanicista de la “determinaciól
y transparencia lógica como criterio de verdad”.9 La naturalez|
se da en proposiciones lógicas elementales, en un sistema si®
pie de coordenadas y ecuaciones. La percepción clara e inmedia,
ta es él primer grado de la definición de un modelo sem ejan^
Simplex sigülum veri.10 V ita Cortesa est simplicissima. Nietg'
sche ve en ello una “grosera confusión” . “¿De dónde se sal|
que la verdadera naturaleza de las cosas reside en esta relaciói
con nuestro intelecto?” 11 Por el contrario, lo que sabemos es q
carácter “falso” y “contradictorio” del mundo. Lo que existe q
un devenir intrínsecamente contradictorio. “Expresado en té¿
minos morales, el m undo es falso.” 12 E n realidad, el objeta
físico no puede definirse en términos estáticos, como ser puro,
en relación con una facultad de percepción por otra parte inm#
vil, que observa simplemente desde afuera. Pero si la natural^
za no se resuelve en un ordo e t connexio rerum, y ni siquiera
desde el otro término de la ecuación: ordo et connexio idearían.
Y puede, en efecto, haber ordo en la naturaleza sólo si presupa
nemos ideas que se aplican en dicho ordo, es decir, un Sujeto
como fundamento sustancial de la multiplicidad categoría! di
los juicios. El carácter miíltiple-contradictorio, el ser-falso, de la
9 F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, cit., p. 44.
10 También Wittgenstein dirá: “Las soluciones de los problemas lógicos
deben ser sencillas, pues ellas establecen los tipos de la simplicidad. Los
hombres han tenido siempre la vaga idea de que debía haber una esfera de
cuestiones cuyas respuestas —apriori— estuviesen simétricamente unidas es
una estructura acabada y regular. Una esfera en la cual sea válida la proposí
ción: simplex sigillum veri” (Tractatus logico-philosophicus, Madrid, Alan­
za, 1973, 5.4541). Pero ese criterio ya no servía, según Wittgenstein, como
fundamento de la intuición que se encuentra en la base de la pretendida
realidad del procedimiento axiomático, sino solamente en el campo puramen­
te formal de la tautología, de las proposiciones lógicas en cuanto tautologías,
La crítica de Nietzsche, por consiguiente, no podía dejar de ser aplicada.
11 F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, cit., p. 44.
12 Ibid., p. 43. Naturalmente, fragmentos de estas ideas-fuerza nieto
scheanas estaban ya diseminadas en las obras publicadas, sobre todo et
Humano, demasiado humano y en La gaya ciencia. Pero entonces el peso
de la “simple” Aufklarung negativa resultaba todavía preponderante coi
respecto a la intuición del problema de los límites intrínsecos del forma
lismo y de su carácter efectivo-positivo.
LÓGICA DEL “WILLE ZUR MACHT” 67
naturaleza tal como se da, excluye, por lo tanto, una síntesis in ­
mediata entre sujeto y objeto, la existencia de un sujeto d e al­
gún modo “ordenador” que signifique el ser de la naturaleza
y que con ello la sintetice constituyendo un sistema único. Esto
conlleva que no se dan proposiciones verdaderas en el sentido
de proposiciones en grado tal de expresar inm ediatamente dicha
síntesis, o de realizar la reducción a datos fijos elementales, ató­
micos. La naturaleza ya no como ser simple; el sujeto ya no
como significación, a través de modelos simples, de estados de
hecho elementales-fundamentales: no nos podríamos, en realidad,
representar el movimiento-contradictoriedad de la naturaleza si
este carácter no fuera exactamente de la misma estructura con­
ceptual. La observación-interpretación es propiedad del sistema
en su conjunto, pierde todo carácter “especulativo” exactam en­
te en la medida en que este sistema pierde toda rigidez “sus­
tancial”. Pero esto no involucra ninguna identidad indiferenciada
ano al contrario: se trata de reescribir cada relación en térm inos
funcionales y no de simple “reflexión”. E l carácter áinámico-con-
tradictorio (“falso” ) del ser natural no puede reducirse, concillar­
se y coagularse en un significado. Pero entonces, si la observa­
ción-representación está constreñida a intervenir constantem ente
en esta dinámica, si está imposibilitada para “com-prehenderla”
desde afuera, si no puede reducirla a unas pocas ecuaciones sim­
ples y estables, ella se convierte en determinante, en elem ento
intrínseco y determinante, de esta nueva visión del mundo físico.
¿Pero en qué se convierte, entonces, el carácter de las form as
científicas de análisis y previsión? Ya no en el ordo idearum que
refleja inmediatamente la sustancia de los procesos naturales, y
tampoco puede ya fundarse sobre una relación “lineal” sujeto-
objeto, observación positiva y dato, aun cuando dicha relación
sea “purificada” de toda contaminación esencialista. Nos enfren­
tamos con el ser contradictorio-dinámico (no con el ser ya “re­
ducido” a la medida de la subjetividad) y con un sujeto que allí
participa intrínsecamente. El problema es: ¿cómo participa, por
qué, con qué objetivo?, y las formas de esta “participación”, una
vez destruida toda ilusión sustancialista, así como toda relación
jámple y elemental de significado, una vez “desencantada” la re-
íbeión con el objeto, qué carácter asumen?, ¿en qué medida y de
[qué modo son todavía efectivas?, ¿con qué parámetros será m edi­
rás ahora esta efectividad? El nihilismo radical puede llegar has-
[b ese “desencantamiento”, pero no puede afrontar y m ucho
| menos resolver estas preguntas. El propio Nietzsche lo intuye y
68 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ TBACTATU¿

plantea solamente que constituyen la conclusión destinada c¡


su obra, y constituirán la trama de la misma “tragedia” wj|
tgensteiniana.
El análisis crítico nos confirma que la necesidad es una i |
terpretación, que la verdad no es una sustancia de las cosas. Pegj
en este punto el problema no está resuelto y, por el contrario, $
reformula: ¿qué valor se atribuye al juicio lógico, a la investí^
ción científica? La experiencia fundamental consiste en que ^
carácter del mundo en devenir no sería formidable. El mun<|
ficticio de la lógica interviene en él como un poder que “order¡|
simplifica, falsifica, separa artificialmente”.18 Llamamos verd^
precisamente al orden que proviene de ese proceso de fálsifiei
ción. Llamamos verdad al proceso que finalmente nos convietft
un mundo en algo formulable. El devenir en cuanto tal y já
conocimiento fundado lógicamente en el presupuesto del serli
excluyen recíprocamente. El conocimiento auténtico, en con®
cuencia, partirá de la conciencia de ser alguna cosa diferente dé
devenir. Eí conocimiento es differenza ab origine. Esta diferes
cia determina verdaderamente su valor: hacer posible que not
otros conozcamos, ordenar de manera que nosotros podamos ver
La verdad se transforma en “algo que debe crearse y que di
nombre a un proceso, más aún, a una voluntad de sojuzgamiente
que de por Sí nunca tiene fin; introduce la verdad como un pm
cessus in infinitum, un determinar activo, no un tom ar concieí
cia de algo que sea en sí fijo y determinado.” 14 E l sujeto, p«
lo tanto, participa en el ser como un O tro cuyo objetivo consi
te en convertir el devenir en formulable a través de un proceso
(¡y no una intuición apriori!) de organización del material sen­
sible, que es en conjunto un proceso de falsificación. Pero este
proceso, dirigido a la constitución de una ilusión del ser, no é
finito, no consiste en una cadena finita de deducciones. Él es
puro proceso. La alteridad de conocimiento y devenir no es con
ciliable. La tensión entre ambos términos —la violencia que est)
proceso ejerce sobre la “verdad”— es in-finita. Por esta razón ]¡(
refundación de la mecánica clásica, en los términos de una tees
ría del significado, es imposible. La extraordinaria intuición de
Nietzsche consiste en plantear la necesidad del proceso cognoscs
tivo sobre la base de una diferencia fundamental, y en dedutíí
de ello el carácter infinito-conjetural de la investigación cientíi
ca: el concepto de verdad como organización-falsificación conjutf
13 I b i d ., p. 4 0 .
i * I b i d ., p . 43.
LÓGICA DEL “ W IL L E ZUR M ACHT” 69

ta. ¿Pero por qué este proceso, y qué valor sigue teniendo?, ¿cómo
medir su efectualidad?
El dominio de lo material no podría plantearse de otra mane­
ra. La verdad es una forma de organización del material sensi­
ble que permite su uso. Decidirnos que nuestro “determinar ac­
tivo” alcanza “la verdad” cuando el devenir se ha definido en
una serie de relaciones que nos permite verlo, conocerlo y prever
su movimiento. La verdad es función de esta necesidad nuestra.
Definimos puntos de vista, parámetros, modelos que nos permi­
ten la máxima extensión de este proceso de reducción del de­
venir a una forma de “ser”. D e otra manera la vida sería im­
pensable. El mundo no es lógico. Pero el proceso de “logiciza-
ción, racionalización, sistematización” 15 nos brinda el m undo de
nuestra necesidad, de nuestra vida. L a lógica no descubre la “lo-
gicidad” del mundo, sino que define los instrumentos y modos
de nuestro posesionarnos del mundo. Jamás en absoluto. Jamás
racionalización definitiva, como aquella que emana de una forma
apiiorí. Sino sistematízación-logicización relativo-funcional para es­
tas necesidades, para esta vida. Para esta voluntad de poder. Aquí
el Wille zur M acht revela su fundamento mismo, su ser-opuesto
a toda “decadencia” . El W ille zur M acht nietzscheano no sola­
mente no tiene nada de “irracionalismo vitalista”, no solamente
no procura “recuperar” en el plano puramente subjetivo la cri­
sis de los fundamentos científicos, sino que se plantea como in­
terpretación y resolución de esta crisis. N o es comprensible sino
sobre la base de esa crisis, con la que comparte radicalmente
problemas y perspectivas. Revela el valor del juicio lógico-cientí­
fico. Hay en él desmitificación y fundamentación al mismo tiem­
po. Desmátificación, en la medida en que no lo deduce de nin­
guna necesidad-verdad objetiva. Fundamentación, porque estable­
ce su necesidad también dentro de un contexto epistemológico
radicalmente transformado: como necesidad vital de com-prehen-
der, sistematizar, logicizar el mundo, para tener poder sobre él.
La sistematización “verdadera” es aquella que perm ite la máxi­
ma extensión de este dominio, la extensión máxima, la más com­
prensiva y más económica. Pero por amplia que ésta sea, n o
estará jamás “en síntesis” con el devenir, será siempre “falsa” si
se la considera dentro de una perspectiva in-finita. Pero de esto
no se deduce ningún nihilismo “decadente” sino lo contrario:
implica la fundamentación del carácter de la búsqueda científi­
ca, su aspecto in-finito y concretamente conjetural, el elemento
»s Ibidem.
70 I (Jc.IC A Y F IL O S O F ÍA TSN E L " t RACTATUS”

de b falsificación como intrínseco a toda proposición, su carác­


ter problemático, conflictual, su carácter irreductible a la pers­
pectiva de la relación especular observación-significado. En estas
páginas la crítica macbiana aparece ya totalmente saldada, atra­
vesada y superada.
Concebir la lógica como revelación de la estructura del ser ver­
dadero es b máxima ilusión metafísica. Pero no por ello la ló­
gica no aprehende, no comprende o es inefectiva. La lógica que
llega al final de sus ilusiones acerca de lo Real es la lógica que su­
ministra criterios y medios para crear lo.real, el concepto de “rea­
lidad" para nosotros. El principio lógico contiene un imperativo
en las confrontaciones de la racionalización del mundo. El juro-
blema ^ d pxoceso. de iacioiialización y. no Ja-definición dé'nná
Ráfiór Pero ese imperativo (“comprender o mejor, hacer que d
mundo real sea para nosotros formidable, calculable, según un
esquema de ser desde nuestra posición’’)”1 está determinado por
necesidades precisas que se expresan mediante una determinada
voluntad de poder. No existe racionalización sin esta voluntad.
“El mundo nos parece lógico porque nosotros-mismos' lo hemos
lflg¿«ado-antes
El sujeto parece asi volver a encontrarse en .una situación pa­
radójica. Por una parte, vuelve a descubrir para sí una función
activa, “creativa”, que antes era impensable; pero por otra parte
pierde toda posición, “de perspectiya’’, todo..‘pnvilegiq” gnosco-
. » lbid., p. 48.
17 lbid., p, 72. El integrarse recíproco de investigación lógica e instru­
mentos operativos es lo que Nietzsche recoge como ‘"destino" del nihilismo
europeo. Basta pensar en la insistencia de su critica en la "desdichada dis­
tinción”, propia de la decadencia, entre teoría y práctica (Ftamnuniti Pos
tumi, 1888-1889, en Opere, cit., p. 114), que muchos intérpretes lian con­
siderado como signo de tendencias panestéticas, mientras que Nietzsche b
rechaza en cuanto que huida frente al problema-clave de la época-, la ela
boración de instrumentos de apropiación-transformación de la realidad, qu:
paradójicamente nacen del formalismo más radical del que es consciente d
negatives Denkcn. La demostración de ese proceso y de esa relación st
encuentra en toda la historia de la investigación científica del siglo xix, en­
tre álgebra de la lógica de Boole y desarrollo de la lógica binaria en clec
trónica y electrotecnia, entre la Begñffsrfmft de Frege y el planteamiento
de los esquemas de los circuitos eléctricos,'entre la búsqueda de Peacock)
la de Babbagc. Cuanto niás "autorregulada” se presenta la operación lógica,
cuanto más haya ésta formalizado el uso de los lenguajes propios, tanto
más puede aparecer como integrante de precisas operaciones de transforma
ción de lo real y de uso funcional de las "energías". Véanse algunas »
dicaciones en este sentido en M. l.osano, La indochina aiuúitica. Un secok
di calcóla automático, Milán, 1972.
LÓGICA DEL “ W IL L E ZUR M A C H Í’” 71
lógico. Esto coloca al sistema en su dinámica y contradictorie-
dad, pero el conjunto ya no resulta distinguible de alguna manera.
supresión de la fe en una constitución en sí de las cosas
implica que no se brindarán cosas sin la intervención d e un
sujeto que las interprete. Por consiguiente, en la cosa, tal como
aparece, se da el sujeto interpretante. Recíprocamente, no exis­
tiría ninguna forma pura de la interpretación form ulable de cual­
quier modo, sino en relación con la cosa interpretada — mejor
dicho y más aún: sino en el darse mismo de la cosa. A partir de
aquí se produce aquel proceso, característico del W ille zur M acht,
¿e racionalización del mundo. El W ille zur M ach t es por ello
lo opuesto de todo subjetivismo, de toda exaltación d e “creati­
vidad” romántico-tardía, genial. Indica por el contrario la rela­
ción conflictiva-procesal entre interpretación y “ estado de hecho”;
cómo la interpretación, por ser tal, transforma y no refleja
simplemente dicho estado; cómo esto implica plantear la inter­
pretación como propiedad del propio sistema analizado; y cómo
de este entretejido deriva, y sobre él se funda, la posibilidad de
una logicización efectiva del mundo. Si “lógica” fuese de hecho
solamente la forma apriori, jamás podría aplicarse. Si, a la in­
versa, “lógica” fuese solamente una Sustancia ilusoria, utópica,
del devenir, jamás esa sustancia podría alcanzarse. “ Lógico”, “ver­
dadero”, es el proceso que nosotros hemos puesto para tener
poder sobre el mundo. Pero al poner dicho proceso, el sujeto ha
perdido toda “autonomía” áurea y se ha convertido en parte, en
propiedad de él. Ésa es la tragedia misma del sujeto. Para poder
efectualmente no sólo debe desencantarse de las mismas “formas
apriori”, de la “verdad” y “bondad” del mundo, del esquematis­
mo entre forma y mundo, de su propia capacidad para hacer del
mundo un significado plenamente determinado, sino que tam ­
bién debe liquidar el Valor extremo, aquello que hasta el nihilis­
mo más radical había conservado, más aún, aquello de lo cual
era el más encarnizado defensor: la autonomía de la subjetivi­
dad, el camino interior schopenhaueriano. Poder es integrarse al
sistema. El Wille zur M acht es ante todo la crítica lógica de
Ja Freiheit.
La “inactualidad” de estas consideraciones puede apreciarse si
nos referimos al debate de alrededor de 1900 en tre seguidores de
Mach y socialdemócratas.18 M ás evidente aún se revela la radica-
lidad nietzscheana cuando intentamos responder a la siguiente
pregunta: ¿qué carácter asumen las formas subjetivas de la inter-
18 Véase el capítulo 1 del presente trabajo.
72 LÓGICA Y 1XLOSOKÍA EN El. “ nUCI'ATUS”

precación en este contexto epistemológico radicalmente transfor­


mado, carácter que explica y permite su efectualidad? El "do­
minio” de la lógica es el de las relaciones funcionales que se dan
entre sujeto y objeto dentro del proceso de racionalización. Las
formas en que se expresa este "dominio” no corresponde a ningu­
na “cosa en sí”, que no existe puesto que no es formulable, Dichas
formas tienen un valor estrechamente convencional.10 Esto no les
quita en absoluto efectualidad u objetividad. Estas convencio­
nes, por el contrario, resultan necesarias para poder "formular" un
'mundo. Y su objetividad y efectualidad es por lo tanto concre­
tamente calculable sobre la base de su utilidad, entendida en el
sentido más amplio. Cuenta saber que el mundo que resulta
de ello no es en ningún caso el mundo verdadcro-esencinl, sino
que será esa organización de nuestras representaciones la que
garantice la máxima extensión del poder de las formas lógicas. No
se trata en absoluto de un "empobrecimiento” de la forma lógi­
ca, como si ésta fuera reducida, por la definición de verdad, a
convención, a "útil”. El discurso es puesto exactamente al revés:
la “miseria” de la forma lógica pura es superada en su ponerse
como proceso de logicización del mundo. La forma lógica pina
es “mísera" porque es vacía, no esquematizable, no trasccndeo-
talmente deauciole como fundamento de la experiencia. EsU
forma, en cambio, convencional, útil, se resuelve radicalmente en
la experiencia —pone en ella el “dominio"— y sin recaer en nin­
guna “especulación” ingenua de los simples datos, de lo simpla
sigiüum veri. “La fe en la Tazón y en sus categorías, en la dialéc­
tica, es decir, el juicio de valor de la lógica, demuestran solamente
su utilidad —probada en la experiencia— para la vida y no sa
Verdad’.” 20 La medida para evaluar estas categorías sólo podri
i» Al construir el “mundo verdadero", los físicas omiten considerar “d
necesario perspcctivismo, en virtud del cual cada centro de fuerza —y al
sólo el hombre— construye todo el resto del mundo a partir de si misn*
es decir, lo mide, lo modela, lo forma según su fuerza” (Frammenti PoX»
mi, 1888-1889, en Opere, cit., p. 162). Pero ya en un fragmento del a&
anterior Nietzsche había ido mis lejos en la definición del carácter coma
cionsl dé las “leyes” físicas, refiriendo su análisis al mis general de la
formas lingüísticas. En realidad, cada "ley” pstá construida en la fon*
de la lengua: "Nosotros dejamos de pensar si' no rjueremos hacerlo en k.
constricción lingüistica, llegamos incluso a la duda de ver aquí una fronte*
como frontera. Pensar racionalmente significa interpretar según un esqwn
tpte no podemos rechazar" (Frammenti Fostumi, 188S-18S7, en Opere, dbj
p. 183). Es un fragmento que bastada por si solo para explicar la tehóirj
de Wittgenstein con NietzschC.
20 F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, cit, p. M-*
LÓGICA DEL “VVILLE ZUR M A CH I” 73

ser relativa (relativa a las preguntas que se planteen, a la exten­


sión alcanzada por el proceso de racionalización). Pero n o p o r
ello será menos objetiva. N o el grado de aproximación a u n a
sustancia ilusoria, sino el grado de integración con el que funcio­
na en el proceso de racionalización es el que decide sobre el valor
y el poder de la forma lógica.
Si por un lado el discurso sobre el proceso de racionalización
preanunda la "estructura lógica” cam apiana, por otro lado el
carácter convencional-funcional —y la relatividad, q u e caracte­
riza los instrumentos de dicho proceso— se diferencian de ella
profundamente y parecen más bien rem itir a esa crisis d d signi­
ficado vivida por W ittgenstein, en contraste con los desarrollos
del W iener Kreis. E n Nietzsche el "pensamiento negativo” llega
por primera vez a intencionar el campo mismo del poder. E l
nihilismo comprendía las formas de la representación com o única
realidad. Nietzsche comienza analizando la tragicidad d e esta
deducción, y esto señala el m om ento del pasaje de la tragedia
“estética” a la Aufldárung trágica. Dicha visión, empero, consti­
tuye solamente la base del problema; la diferencia radical que el
nihilismo coloca entre representación y cosa sirve para definir la
inexistencia de un m odo de verdad en sí, para concebir el con­
vencionalismo de la forma lógica, para establecer sobre dicha
estructura la efectualidad y juzgarla en una perspectiva d e valor,
es decir, calcular cuánto vale: "en genera], cada cosa vale lo q u e
se ha pagado por eUd\ S1 ¿Qué es lo que diferencia radicalm ente
a este planteamiento del “economicismo” machiano? E l hecho
de que la utilidad y economicidad en la form a no sean en a b ­
soluto mensurables sobre la base de su coherencia determinístico-
finita con el dato sensible. Su utilidad y su economicidad d e­
penden de la capacidad de la forma para ser determ inante en el
proceso de racionalización, y esto se mide en una perspectiva in ­
finita. En consecuencia tiene en sí, como elemento intrínseco, la
sibilidad de “falsificación”. Por lo tanto, debe conjeturar. Por
r tanto, debe plantearse en términos probabilísticos. A esta es­
tructura corresponde una visión completamente diferente de la
21 I b id ., p. 19. Esto significa liberar finalmente la fonna lógica d d juicio
filosófico de valor: liberar la ciencia de los filósofos. No se trata solamente
| de liberar la ciencia con respecto a la moral — como todos los intérpretes de
| Nietzsche ya lo han señalado— sino, mucho más fundamentalmente, de eman-
cipar el discurso científico con respecto al “juicio apriori” filosófico, a la
pretensión de fundamentación filosófica, que en Kant celebra su máxima
tensión y, asimismo, el comienzo de su crisis. Véase Frammenti Postumi,
1888-1889, en Opere, cit., pp. 113-114.
74 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ XRACTATTJS”;

realidad: ya no reductible en sí a "cosas" rijas y determinadas.;


La perspectiva epistemológica involucra por ello en su interior
una diferencia radical entre las formas que necesariamente asume
el trabajo conceptual de la subjetividad y el devenir en tanto
vida, en tanto organismo. La búsqueda nietzscheana excluye ea
suma aquella posibilidad de conciliación y de síntesis, y por ello
de refundación de la física clásica, que constituía el objetivo dé
Mach. Pero Nietzsche constituye esta diferencia radical en fu*
damento de una nueva teoría. En él, el “pensamiento negativo!
ha atravesado todo el espacio del nihilismo y ha interpretado has­
ta el fondo su anuncio; las formas puras se convierten en pode?
positivo, la caída del apriori es racionalización, la ascesis es, e%
último término, definición de la estructura lógica del mundo;
Sobre la diferencia radical y el mero convencionalismo se fu n d |
el valor de la forma lógica que nos entrega la realidad formula!
ble. Y todo esto sin ninguna conciliación. Acordar-sintetizar seria-
recaer en la impotencia absoluta del nihilismo. Poder no es sin-
tesis; si fuese síntesis no habría ya necesidad de un poder. Y lá
forma ya no sería convencional: expresaría la realidad, la extin-<
guiría en sí. Existe un conflicto in-finito del mismo modo que
existe un devenir, un "eterno retorno”. El proceso de logiciza-
ción, en tanto W ille zur Macht, es in-finito precisamente porque
dicho conflicto es in-finito. Si se diese una síntesis, no habría ya:
nada que logicizar, que com-prehender, que dominar. Y creer
que el proceso de racionalización tiende necesariamente a la Sín­
tesis es volver a Utopía, recuperar la teleología kantiana. Una
vez más, la forma lógica no es un deber-ser sino un querer-poder.
A menudo se ha estudiado la relación entre W ittgenstein y
Schopenhauer; ** jamás, por lo que se sabe, entre Wittgenstein
y Nietzsche. Y sin embargo, a la luz de lo que se ha expuesto,
parece que esta última es el nudo decisivo. Ya en las páginas del
Tractatus hay una confusión característica de las perspectivas
schopenhaueriana y nietzscheana. Pero estos influjos decantan
poco a poco sus aspectos ideológicos para presentarse, en los tra­
bajos posteriores a la crisis, en términos más estrechamente lógi­
co-formales. Es entonces cuando el Nietzsche de los últimos
fragmentos reaparece con prepotencia. W ittgenstein compone
entre 1937 y 1944 los fragmentos de las Observaciones sobre los2

22 Véase de S. Morris Engel, “Schopenhauer’s Impact on Wittgenstein”,


en Journal of the History of Philosophy, 7; 1969, y Wittgenstein’s Doctrine
crf the Tiranny of the Language, La Haya, 1971, y A. Janik, “Schopenhauer
and the early Wittgenstein”, en Philosophical Studies, 15, 1969.
w it t g e n s t e in : p e n s a m ie n t o n e g a t iv o y “ ju e g o ” 75

fundamentos de la matemática, pero el núcleo problemático fun­


damental de su pensamiento remonta al final de los años veinte,
al redescubrimiento del problema de la fundamentación m atem á­
tica, a las dudas profundas acerca de los desarrollos del Tractatus
que se intentaban desde el W iener Kreis. Las Bem erkungen so­
bre la matemática no pueden por eso escindirse de las Investiga­
ciones filosóficas, en las que se plantea más explícitamente la
exigencia de rendición de cuentas con el Tractatus y con todo
el ambiente filosófico del que esta obra era elemento determ i­
nante.

2. w i t t g e n s t e in : p e n s a m i e n t o n e g a t iv o y “ ju eg o ”

Wittgenstein desarrolla en sentido anti-platónico la “lengua ló­


gica ideal” de Frege ya en los Cuadernos de 1914-1916, con la
llamada teoría pictográfica del lenguaje, de la homología entre
proposición y realidad. Según Frege, verdad y no-verdad tenían
valor objetivo; según W ittgenstein, en cambio, son “condiciones
de relación”, caracteres de la relación intercurrente entre for­
ma de las proposiciones y estructura de lo real. El significado del
lenguaje no es determinable sobre la base de las formas lógicas
de la proposición, del sentido de la combinación de sus constantes
lógicas: éstas no dicen nada acerca de la realidad.23 N o existe
estructura objetiva del pensamiento, sede originaria del sentido
de todo lenguaje. No puede formularse una forma lógica aprio-
ri de los contenidos individuales. Esta crítica “nihilista” a Frege
se desarrolla, en el Tractatus, en la doctrina del significado.
W ittgenstein no concibe aquí el formalismo de la lógica en
sentido nietzscheano; no sabe hacer que, de la “miseria” funda­
mental de la forma lógica pura, “desencantada” de toda ilusión
de trascendentalidad, surjan las nuevas formas de poder del jui­
cio, la nueva comprensión de la relación sujeto-objeto. Ontológi-
camente primero, en el Tractatus, están los objetos simples. E l
lenguaje no expresa una lengua ideal que estaría “ adentro” de
ellos, y que constituiría precisamente el objeto de la investigación
lógica —la “roca eterna” sobre la cual, según Frege, se edifica
nuestro pensamiento—, sino que muestra las formas de la reali-
28 Acerca de la relación Wittgenstein-Frege, véase las lúcidas páginas de
Giacomini, "11 pensiero di Wittgenstein”, en L. Geymonat (com p.), Storia
i d pensiero filosófico e scíentifico, vol vi, Milán, 1972, pp. 216-218.
76 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN E L “ TRACTATUS”

dad, sus proposiciones son verdaderas o falsas sólo en la medida


en que son imágenes de la realidad. Puede afirmarse que en lar
discusiones del W iener Kreis, sobre todo en Schlick y Carnaje
la lectura del Tractatus se detenía en la forma general que aqe|
adopta la función de verdad, en base a la cual toda proposición
es el resultado de reiteradas aplicaciones de cada operación lógict
a proposiciones elementales (aquellas que afirman la existendfj
de un hecho atóm ico). Esta función de verdad tenderá a convelí
tirse, en las elaboraciones y reelaboraciones del W iener Kreis,
una verdadera y propia Weltanschauung, en la cual la problema?
ticidad del Tractatus —tanto desde el punto de vista de la relación
entre proposiciones lógicas y proposiciones elementales, como
desde una perspectiva füosófico-cultural global— será colocada
cada vez más "violentamente” entre paréntesis.
La crisis del planteamiento del Tractatus (en muchos aspectos
implícita, como veremos, en el Tractatus mismo) concierne a los
límites de la relación de significado!, y se le atribuye convencio­
nalmente a la influencia ejercida por Brouwcr sobre Wittgen-
stein. Desde el punto de vista de Brouwer (el lenguaje no
representa sino que es el resultado de una operación puramente
m ental), la reducción realizada en el Tractatus de todo lenguaje
a la relación semántica, no puede menos que implicar la refun­
dación de la lengua lógica ideal de Frege. Exactamente de la
misma manera que la forma lógica apriori de Frege, la “univer­
salidad” de la relación semántica wittgensteiniana no es formu-
lable. D e hecho existe solamente una pluralidad de lenguajes,
funcionalmente fundados, irreductibles a la unidad ni por el
camino lógico ni por d ontológico. También la unidad de la mis­
ma matemática es un mito. También la matemática consiste en
un conjunto de operaciones, cuya convencionalidad excluye la
existencia metarfísica de una esencia común a ellas. El “juego
lingüístico”, diría el W ittgenstein de las Bemerkungen, no sólo
no expresa esencias (el lenguaje no dice la propia forma lógi­
ca): ni siquiera puede mostrarlas. Y tampoco la multiplicidad
de las proposiciones puede reducirse según las reglas de la fun­
dón de verdad a la relación puramente semántica.
Esta crítica no se refiere a formas espedficas de "fundación”
sino al concepto de “fundadón” en sí. La matemática "no pre-
supone un sistema de lógica” :24 éste nos indudría a creer “que
el edificio de dicha ciencia se eleva sobre algún grupo de verdades
absolutas y eternas, mientras que, de hecho, la aritmética es un
24 W . C. Kneale y M. Kneale, Storia deüa lógica, Turin, 1972, p. 772.
WITTGENSTEIN: PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ JUEGO” 77
cálculo puro y simple que proviene exclusivamente de algunas
convenciones y, como el sistema solar, no está suspendido de ni
fundado en nada”.25 Esta crítica del concepto de “fundación” será
retomada por W ittgenstein en las Bemerkungen y generalizada,
después, phüosophisch, en las Observaciones sobre lo s fundam en­
tas de la matemática, pero debía representar en W ittg en stein ,
desde un punto de vista más general, las tesis radicales sobre la
crisis de los fundamentos que el Tractatus había “arrancado” del
^carácter ontológico de la relación semántica. Ya F élix Klein, al
concluir el debate sobre la intuición como fundam ento de la
axiomática clásica, había demostrado la ilusoriedad d e las afirma­
ciones sobre la verdad de un sistema espado-temporal antes que
de otro. El criterio de lo claro y distinto, el llam am iento a la in­
tuición interna, la fundación esencial de la lógica m atem ática,
dejaban el campo, desde entonces, a una ciencia d e la s relaciones
puras, cuyo significado reside en la conexión sistem ática de sus
elementos en base a reglas convendonales.
Tampoco la crítica nietzscheana al simplex sig¡üum veri podría
ser comprendida en un contexto dentífico-cultural distinto. “Es
evidente que, según esta concepción, cierta ‘geometría’ n o puede
ser, por principio, más que un determinado sistema d e orden y
relaciones, cuyo carácter está determinado por las reglas de las
operaciones, y no por la naturaleza absoluta de las ‘form as’ sobre
las cuales se efectúan estas operaciones.” 26 Ya esta form uladón
va más allá de la crítica directa a los fundamentos específicos de
la axiomática clásica. La crisis de la intuición es a q u í crisis del
apriori, de la trascendentalidad de las formas que operan en el
lenguaje científico. De problema de “fundadón”, el problema
epistemológico se transforma en problema de coherencia interna
en la definición del “juego”, de sus reglas, de su funcionalidad
y su uso.
No obstante, como habíamos dicho ya a propósito de Nietzsche,
esta conclusión exduye toda arbitrariedad nom inalista. Se trata
aquí de proposiciones racionales, cuyo formalismo conserva valo­
res mensurables, está vinculado a necesidades-usos reales. E l pro­
ceso de logicización del mundo es lo opuesto de una “pérdida” de
interés por las “cosas”, antes bien, es la expresión del interés
máximo: W dle zur Macht. Esta es la perspectiva ideológica
fundamental que da sustancia a las tesis sobre la convencionali-2
2« F . W aism ann, Introduzione <d pensado matemático, tr . i t , T u iín ,
1971, pp. 140-141.
s« E . C asaier, Historia de la filosofía moderna, vo l. v i, c it , p . 51.
78 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL ‘ 'TRACTATUS’Í

dad de las formas lógicas. Cuando Poincaré afirma que “los axio¡!
mas lógicos no son ni juicios sintéticos apriori, ni hechos
experimentales, sino convenciones”,2'' además de demostrar ls¡
informulabilidad del apriorismo kantiano plantea, en positivo, é|
problema epistemológico de la coherencia interna en cuanto q u |
funcional a la construcción lógica de un mundo “des-metaficiza^
do”, hecho de pluralidad de relaciones, conexiones, lenguaje^
usos, pero no por esto menos vinculante y objetivo, menos •—diri|
Nietzsche— destino. J
N o existe sintaxis universal en relación a lo Sprachliches. No
existen Ideen-Modello de lo Sprachliches. La forma lógica es:
Signo. Pero este Signo ordena, estructura, plantea las reglas, hace
formulable, puede. Este Signo opera sobre dimensiones démose
trables —racionaliza. La formalización completa ocurre solamen­
te cuando la pura Forma se “desencanta”. Esta reversión de lo;
“negativo” en el proceso de racionalización, en la positividad de
la convención, comienza con Nietzsche. Pero es una intuición
que posibilita toda la filosofía contemporánea del “juego mate­
mático”. Se trata de la progresiva sustracción a los “signos” de
todo significado intuitivo y, paralelamente, de la distinción entré
demostración de su coherencia interna y descripción de sus “con­
tenidos". El estudio lógico se dirige únicamente a “cierto siste­
ma de objetos (que serán los símbolos utilizados) que somete-
mos a ciertas reglas”.272829Las propiedades que se atribuyen a estos
signos, en este contexto, no tienen nada de intuitivo —no remi­
ten a ningún “significado”. La demostración que realizamos con
estos signos para establecer la coherencia de sus determinadas
conexiones y relaciones no es una descripción de “contenido”. La
teoría hilbertiana demuestra que también la matemática clásica
“implica un procedimiento concluso en sí que obra de conformi­
dad con reglas fijas conocidas por todos los matemáticos y que
consiste, en sustancia, en la construcción gradual de ciertas com­
binaciones de los símbolos primitivos que se consideran ‘justos’ o
‘demostrados’ ”. E n otras palabras, “debemos considerar la mate­
mática clásica como un juego combinatorio jugado con los sím­
bolos primitivos y debemos determinar de un modo combinatorio-
finitista a qué combinaciones de los símbolos primitivos conducen
los métodos de construcción, es decir, las ‘demostraciones’ ”.20 A
27 E . Poincaré, La Science et THypothése, París, 1902, p. 66.
28 J. H erbrand, Recherc/ies sur la théorie de la démonstraüon, en Travaux
de la Société de Sciences e t de Lettres de Varsovie, n i, voL 33, 1930.
29 J. Y o n N eum ann, La fondazione jormdistica della matemática (1 9 3 0 ),
WlTTGEl'íSTEIN: PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ jU E G o ” 79

esto remite, en el fondo, el programa de una formalización com­


pleta de la lógica matemática.30 Según Hilbert, éste es esencial­
mente el problema de una demostración combinatorio-finitistá de
no-contradictoriedad. No-contradictoriedad en sentido form al,
como señala Godel: “concebida como una propiedad puram ente
combinatoria de ciertos sistemas de signos y de las 'reglas del jue­
go’ válidas para ellos” .31
En consecuencia, Hilbert plantea el problema d e u n a com pleta
formalización de la lógica matemática a través de una dem ostra­
ción combinatorio-finitista de no-contradictoriedad. L a claridad
hübertiana acerca del carácter formal de la demostración y d e la
“verdad” que construye, así como su ataque definitivo contra el
llamamiento intuicionista para la comprensión de la no-contra*
dictoiiedad de las “reglas” y de las combinaciones a las q u e dan
vida, no se aplican, sin embargo, al formalismo mismo. N o se
produce “desencanto” real de la relación forma-intuición, signo-
significado, demostración-verdad, si no se produce crítica de los
¡imites del formalismo mismo, es decir, si el formalismo no se
reconoce como proceso —y si sus demostraciones no abandonan
la ilusión de lo completo absoluto. Desde este p u n to d e vista el
programa hilbertiano está todavía embebido de deber-ser. Inclu­
sive su carga ideológica plantea problemas indecibles. Si un
sistema formal se dice completo cuando “toda proposición expíe-
sable con sus símbolos es formalmente decible a partir de los
axiomas”, es decir, cuando existe una cadena deductiva fin ita “que
se desarrolla según las reglas del cálculo lógico, la cual com ienza
con ciertos axiomas y termina con la proposición A o la proposi­
ción no-A”, lo que será demostrado por Godel es que “no existe
ningún sistema con un número finito de axiomas que tam bién
sea completo sólo con respecto a las proposiciones aritm éticas” .32
A partir del carácter incompleto, o mejor, de la incompletabilidad
de la teoría de los números naturales (no es posible construir un
conjunto de axiomas para los números naturales que goce del
cit. en E. Casari, La filosofía della matemática del Novecento, Florencia,
1973, pp. 50-51.
80 E. Nagel y J. R. Newman, La prova di Gddel, Turín, 1974, pp. 35-36.
81 K. GQdel, “Apéndice” a las Actas del segundo Coloquio d e Epistem o­
logía de las ciencias exactas. Kónigsberg, 1931, en Casari, op. cit., p. 56.
32 K. Godel, op. cit. El ensayo fundamental de Godel, Über formal
wientscheidbare Sátze der Principia Matemática und verwandter System e [so­
bre sentencias formalmente indecibles de principia mathematica y sistemas
afines] (1931) está publicado en español: Kurt Godel, O bras completas,
Madrid, Alianza, 1981, pp. 45-89.
80 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN E L “ TRACTATUS”

carácter completo requerido por Hilbert), Godel demuestra que


todos los sistemas formales de la matemática contienen propo-:
siciones aritméticas indecibles, y que la afirmación de no-contrae
dictoriedad corresponde siempre a las proposiciones indecibles
de uno de estos sistemas.33 Una demostración de no-contradictOi
riedad no puede ser comprendida en una demostración finitista,
como la buscada por los formalismos hilbertianos, pero podría sef
realizada a través de “inferencias”, no formalizables a su vez
dentro de las reglas del “juego” que definen aquel sistema.84 Un
38 En otros términos, Godel demuestra “la imposibilidad de interrumpir
aquel regreso al infinito de las meta-teorías”, que se determinaba como posi­
ble situación ante el problema de la autofundaeión de las teorías (M. L.
Dalla Clúara Scabia, Lógica, Milán, 1974, pp. 49, 58). El resultado
fundamental de Godel es la conclusión de que “si la aritmética es coheren­
te, su coherencia no puede ser demostrada por un razonamiento meta-ma­
temático dotado de una representación en el ámbito del formalismo de la.
aritmética’’ (E. Nagel, J. R. Newman, op. cit., p. 103). Cf. también F.!
Waismann, op. cit, pp. 119-121.
34 Desde este punto de vista, las críticas de Wittgenstein en el Tractatm
al uso russelliano de las reglas inferenciales dejan ya entrever “en qué sen­
tido Wittgenstein tenderá más tarde a rechazar la idea de una ‘meta-mate­
mática’ en la acepción que Hilbert atribuye a esta expresión” (G . Piaña,
Interpretazione del Tractatus di 'Wittgenstein, Milán, 1973, p. 9 8 ). Con
respecto a esta crítica wittgenstdniana a Hilbert, cf. F. Waismann, W ittgen-
stein y el cbculo de Viena [traduc. al esp. México, fce , 1973, pp. 105-107]-.
“Puedo jugar con las figuras del ajedrez siguiendo determinadas reglas, pero
podría también inventar un juego en que se jugara con las reglas mismas.
Las piezas de ese juego mío sedan entonces las reglas del ajedrez y las reglas
del juego vendrían a ser las leyes lógicas. D e nuevo tendría un juego y no un
metajuego. Lo que hace Hilbert es todavía matemáticas y no metamatemá-
ticas, y se trata de nuevo de un cálcalo como cualquier otro.”
En lo que concierne a la relación entre Wittgenstein y Russell, ella se
configura en términos bastante problemáticos desde el comienzo. Es cierto,
el conflicto no estalla en la época de la publicación del Tractatus, luego de
las conocidas alternativas de la Introducción russelliana. Las cartas de W it­
tgenstein a Russell (L. Wittgenstein, Letters to Russell, Keynes and Moore,
Oxford, 1974 [en esp. Cartas a Russell, Keynes y Moore, Madrid, Tauros,
1979]) atestiguan la maduración de “fundamentales diferencias” (cf. las
cartas de enero a marzo de 1914) en relación con el sentido y el valor mismo
del trabajo científico. Sería de gran utilidad un trabajo analítico, extrema­
damente detallado, de las relaciones entre la primera búsqueda wittgenstei-
niana en su relación con Frege, por un lado, y con Russell, por otro, a fin
de establecer también la influencia que sobre la originalidad de la posi­
ción de Wittgenstein ejerció el contexto problemático-cultural austríaco. Este
trabajo procura desarrollar solamente la segunda parte de un programa simi­
lar. Es superfluo agregar que con esto no reconocemos validez alguna a las
interpretaciones actualmente de moda de un Wittgenstein “romántico-vie-
nés” (Janik-Toulmin, Wittgenstein s Vienna [en esp., La Viena de W ittgen
WITTGEKSTEIN: p e n s a m i e n t o n e g a t iv o y “ju e g o ” SI
sistema no está en condiciones de formalizar los medios adm iti­
dos por la demostración de la propia no-contradictoriedad. E l
“dogmatismo” del programa formalista hilbertiano h a eludido
la enorme carga infinitaría a que se encuentra expuesta la intui­
ción en el momento de querer justificar la matemática clásica. Por
cierto, esto no significa que tal programa no tenga sentido, sino
que no critica sus propios límites,35 y por consiguiente equivoca
entre uria justificación de la matemática clásica y el concepto
preciso de justificación en cuanto demostración de la imposibili­
dad formal de contradicción dentro de un sistema. La demostra­
ción es un proceso que no puede culminar en afirmaciones
necesarias de no-contradictoriedad. Su “verdad” no es de carácter
in-tuitivo, finitista, sino que está implícita en las reglas sintácti­
cas, “que permiten, en particular, distinguir, a partir solamente
de la forma exterior de las expresiones, entre las expresiones mis­
mas aquellas que son proposiciones”. Estas reglas son formales,
“es decir, se refieren exclusivamente a la forma exterior de las
proposiciones a l a s c u a l e s se aplican”.38
El problema consiste precisamente en verificar la relación entre
el conjunto de las proposiciones demostrables y el de las propo­
siciones verdaderas, es decir, si “la demostración formal es en
efecto un procedimiento adecuado para adquirir la verdad”; si
el programa hilbertiano es así realizable. Precisamente la teoría
de Godel sobre el carácter incompleto de la aritmética responde
a este problema: “existen proposiciones verdaderas formuladas
en d lenguaje de la aritmética que no pueden ser demostradas a
partir de los axiomas y de las reglas de inferencia aceptadas en
aritmética”. Los conceptos de demostración form al pueden ser
explicados en términos de relaciones simples. Existe la posibili­
dad de una traducción precisa de la definición general de demos­
tración en las operaciones del lenguaje-objeto de la aritmética. Pero
una traducción análoga no es posible para la definición de ver­

tían, Madrid, Taurus, 1974], W . W. Barfley, ~Wittgenst&n maestro di sajó­


la elementare, Roma. 1975; en paite también Johnston, op. cit., cf. Jas
lecensiones mías y de Amendolagine en Nueva Corrente, núm. 67, 1975).
35 Cf. J. Ladriére, Les limitations internes des formalismes, Louvain-Pa-
rís, 1957.
36 Esta y las citas siguientes son tomadas de A. Tarski, Verdad y demos­
tración (1969), cit. en E. Casan, op. cit., pp. 69yss. Tarski había dedicado
a problemas análogos un ensayo fundamental inmediatamente después de la
“revolución’' godeliana, “Der Wahrheitsbegriff in den formalisierten Sprachen”
(1935), tr. it. en F. Rivetti Barbo, L ’antinomia del mentitore nel pensiero
contemporáneo, Milán, 1961.
82 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN E L “ ntACTATUS”

dad. “La creencia de que fe demostración formal pueda consti,


tuir un instrumento adecuado para establecer la verdad de todos-
ios enunciados matemáticos se lia revelado infundada.” Pero esj
una conclusión ya conscientemente opuesta a la “nihilista” ori|
ginal. Inclusive la diferencia que se plantea teóricamente enti$|
demostración y verdad expresa el máximo desarrollo del procesal
de formalización: éste ha llegado a comprender en sí los propio$!
límites. Por otra parte, d proceso de formalización, en cuanta
crítica del planteamiento apriorístico (que no es, en el fo n d ^
sino un primer intento de verificar la coincidencia entre propost
ciones demostrables y proposiciones verdaderas), “desencanta!
completamente el concepto de verdad. Pero no por esto deja d |
tener un significado preciso. Perdida toda dimensión ontológicá-
y toda pretensión de traducibilidad, la proposición verdadera fufe
dona como “límite ideal que ya no podrá ser alcanzado pero al
que se trata de aproximarse gradualmente mediante sucesivas
ampliaciones del conjunto de las proposiciones demostrables”. Es
absurdo ver en esto una especie de nostalgia kantiana. Esta pro­
posición procura decir que precisamente la indemostrabilidad, á
partir de los axiomas y de las reglas de inferencia aceptadas en
aritmética, de las proposiciones verdaderas hace de la demostra­
ción un proceso, una operación de extensión progresiva de k
teoría, un enriquecimiento de las reglas formales. La demostra­
ción es, en resumen, positivamente, racionalización-logicización
-del mundo. Y esta conclusión sería imposible sin la solución
negativa del contenido esencial del “deber-ser” formalista: querer
deducir de axiomas ciertos y en base a reglas formales la verdad
no formal, la no-contradictoriedad del sistema. “Permanece” la
demostración, su proceso, sus reglas formales: su ser-convención.
Pero precisamente por esto, esa demostración funciona: extiende
un dominio, hace que sean formulables relaciones, referencias
—un mundo. Sin formalización radical (y por radical se entien­
de una formalización de los límites mismos del formalismo) no
hay poder, sino solamente deber-ser. Sin formalización radical
no existe racionalización (que se puede fundar solamente sobre
las diferencias que hemos analizado), sino conciliaciones iluso­
rias, síntesis apriori e indemostrables, inefectuales ■—el “encan­
to ” del significado. Es precisamente éste el contexto en que es
necesario colocar también la obra de W ittgenstein sobre la ma­
temática. Su excepcionalidad es de carácter sobre todo histó­
rico: concentra en sí las direcciones interpretativas que hemos
intentado hasta aquí. Las Observaciones sobre los fundamentos
w it t g e n s t e i n : PENSAMIENTO n e g a t iv o y “ j u e g o ” 83

de la malemáiica rediscuten no solamente la formulación ente­


ra del Tractatus (y las consecuencias que el neopositivismo había
sacado de él), sino también la “filosofía” que en él aparecía: el
trayecto del “pensamiento negativo” que va de Schopenhauer a
Nietzsche, el Ubergang, decisivo para todos los desarrollos de la
crisis contemporánea de los “fundamentos”, entre el hundim ien­
to nihilista del apriori y el nuevo valor que su abandono expresa;
entre “miseria” de la forma vacía y proceso de demostración-
racionalización; entre defectuoso in-finito del imperativo y el poder
del Sig¡io, cuyo in-finito es generalización progresiva y demostra­
ble del propio dominio, progresiva y, como dirá W ittgenstein,
inexorable.
“¿En qué consiste, entonces, la peculiar inexorabilidad de la
matemática?” 37 No puede provenir del hecho de q u e sus demos­
traciones sean comprensiones exhaustivas de la verdad. N o es
la verdad la que funda la inexorabilidad y necesidad del cálculo,
de las combinaciones, de las deducciones matemáticas. La vici­
situd entera de la crisis de los fundamentos ha dem ostrado la
imposibilidad o indecibilidad de soluciones similares. S in em ­
bargo, la lógica matemática es inexorable — no es un complejo
de afirmaciones psicológicamente limitadas, ni tam poco un cam­
po de proposiciones meramente relativas. Al contrario, nada apa­
rece tan inexorable como la ley que deriva dél complejo de los
fundamentos del “juego” lógico-matemático, “juego” q u e n o de­
duce ninguna verdad, ni ontológica, ni concerniente a “leyes”
abstractas del pensamiento.*8 La imagen que utilizará W ittgen­
stein es la del juez inexorable. Pero la inexorabilidad de la ley
(la ley alcanza siempre al cidpáble) es llevada aquí al extremo,
a la paradoja. Está implícito, en efecto, en el concepto jurídico
de ley que la ley sea transgredida. Por otra parte, este mismo
presupuesto del concepto jurídico de ley hace necesario expiar
otra “transgresión” : que la ley prevea “posibilidades de gracia”,
que en algunos casos sea “tolerante”. La inexorabilidad lógico-
matemática es de otro tipo: representa, por decirlo así, una ley
en la que casi no puede pensarse en transgresión o tolerancia.
La expresión “la ley alcanza siempre al culpable” tiene aquí
plena efectualidad. Lo paradójico, lo desconcertante, está en el he-

37 L. Wittgenstein, Observaciones sobre los fundamentos de la matemáti­


ca, ti. it, Turín, 1971, p. 7. Para la ubicación de esta obra en el mathe-
matisches Denken contemporáneo es también fundamental Waismann, op. cit.
33 Acerca del concepto de "juego” en Wittgenstein recomiendo, en este
punto y en los sucesivos, consultar C. Piaña, op. cit., cap. 6.
84 LÓGICA T FILOSOFÍA EN EL “ TRACTATUS”

cho de que la máxima inexorabilidad es detenida por un complejos


signico, que no remite a ninguna “ley de la naturaleza” o “ley del
pensamiento”, ni mucho menos promete alguna adccquatio mentí#
et reí. Inexorable es un juez cuya autoridad parece consistir et§
un sistema puro de combinaciones-rdaciones. Quien no haya|
leído la “observación" 118 de la primera parte de Los fundament
tos de Wittgenstein no puede comprender nada de Kafka, f
viceversa. %
Pero entonces, ¿esta “peculiar inexorabilidad” puede ser dedtí-
cida en términos puramente pragmáticos? ¿La verdad consisto
en el simple ser-usado o ser-utilizable? “N o, quiero sólo decir
que de la sucesión natural de los números —así como de nuestro
lenguaje— no se puede decir que sea cierta, sino solamente qué
es útil, y, ante todo, que es utilizada.” 39 La verdad es que contar
de rierto modo, combinar según ciertas reglas, etc., dan buenos
resultados. La verdad consiste en la liquidación de un problema
sui generis de la verdad. Y es precisamente esta liquidación la
que hace inexorable aquel contar, aquel combinar: en resumen,
aquellas reglas. Éstas no “son llamadas” ya a justificaciones ex­
ternas. Si propia coherencia interna las funda. Su “verdad” sig­
nifica haber sido utilizadas y haber dado buenos resultados. El
problema se convierte en el de las condiciones gracias a las cua­
les estos resultados pueden obtenerse. La utilizabilidad es posi­
ble gracias a técnicas precisas. La lógica-matemática es un con­
junto de técnicas que se pueden utilizar cotidianamente “en las
operaciones más variadas”.40 Ésas son condiciones del operar.
Ninguna racionalización es pensable de otra manera. La mate­
mática no reduce a esencias espectrales —sino que hace formu-
lables, gracias a técnicas precisas de cálculo y combinación. Estas
técnicas, que pueden aplicarse, serán dinámicas como el proceso
que determinan y por el cual son determinadas, en resumen:
participarán de la dinámica del sistema del cual son parte in­
tegrante. “Con ejercitación infinita, con exactitud despiadada”
formulamos estas técnicas y realizamos ese uso de ellas: esto es
necesario para el operar. El operar se funda sobre la inexorable,
despiadada logicización del mundo.
La inexorable exactitud con la que debemos operar a través
de las técnicas lógico-matemáticas excluye de ellas, evidentemen­
te, toda reducción psicológica, y también toda interpretación
a» L. Wittgenstein, op. cit., pp. 7-8; y asimismo F. Waismann, op. át.,
pp. 136-138, 257.
40 L. Wittgenstein, op. cit., p. 7.
W ITTGENSTEIN: PE N SA M IE N T O NEGATIVO Y “ JU E G O ” 85
pragmatista. Somos inexorables en la aplicación d e estas leyes,
porque nos proporcionan la medida de nuestro inter-ellas. La
'técnica y su uso (implícito en ella) no se realizan “privadamen­
te” sino en el proceso de racionalización, en el operar común.
A través de estas leyes nosotros medimos: “y form a parte del
medir que todos tengamos el mismo criterio de m¡edida” .41 Esto
es válido al menos para las reglas unívocas, que no adm iten al­
ternativa —sin las cuales se haría pedazos cualquier posibilidad
de inter-ellas. Pero la medida, el metro de medida, estas re­
glas a las cuales, como sabemos, no corresponde ninguna verdad
absoluta, son profundamente convencionales. Es u n n o sentido
interrogarlas sobre su “fundamento”, sobre el “origen” de su au­
toridad: es una culpa. Reglas, técnica, uso: todo esto es conven­
ción. Pero precisamente porque es convención es despiadada e
inexorable. Allí donde todavía hablamos de “esencias” e imagi­
namos en términos todavía metafísicos los fundam entos de la
lógica matemática debemos aprender a ver convenciones. Pero
sería el colmo del error creer que así hemos abandonado la pro­
fundidad de la esencia. Casi citando a Nietzsche, W ittgenstein
afirma: “a la profundidad de la esencia corresponde la profunda
necesidad de la convención”. Quien habla de esencias “no hace
más que constatar una convención”.42 Constatar, precisam ente:
puesto que forma parte de la esencia de la convención que to­
dos jueguen según determinadas reglas, que todos jueguen el
mismo juego. Por eso, la convención es un hecho, u n inter-ellas
determinado: las reglas, las técnicas, los usos que hacen fonnu-
lable un mundo y fundan su proceso de racionalización. Sobre
d desesperado descubrimiento del formalismo d e la convención,
de Scnopenhauer a Nietzsche, es construida la estructura lógica
del mundo, un sistema de integración “perfecta”.
Esta dirección de la búsqueda wittgensteiniana es aún más
explícita en las últimas partes de Los fundam entos, que se re­
montan al periodo 1941-1944. La matemática aparece allí como
escritura. Su lógica es impensable fuera de u n a “filosofía del
juego”. Su inexorabilidad es exactamente la inexorabilidad de las
reglas del juego: no proviene de un “ juez exterior”, n o depende
deductivamente de ninguna “esencia”. Sus dem ostraciones no
tienen valor semántico. Su “verdad” no se demuestra refirién­
dose al significado de sus signos, o a una aplicación extra-mate­
mática de ella. Es menester “curarse” de la necesidad de la bús-
« Ibid., p. 49.
42 Ibid., p. 33.
86 LÓGICA V FILOSOFÍA EN EL “ t RACTATUS"

queda de significados “fuera” de las reglas de combinación y djj¡


relación de los signos.43 En positivo: estas reglas ordenan y ha­
cen comprensible-comunicable —estas reglas son usadas y dan
buenos resultados—, estas reglas determinan un juego común;
Esto no sería posible si su validez dependiera del significado que
cada uno les atribuye, o de los fundamentos “esenciales” que cada
uno cree que sean los suyos. La superficie del signo es aquí M
máxima profundidad —puesto que permite la convenciom lidaí
de las reglas del juego— y por consiguiente su poder. Esta cotí*
vencionalidad no es por cierto absoluta, determinada apriori,-
como los "fundamentos” que precisamente se quiere liquidar;
La convención es un patrón de medida quetresiste según los re*,
sultados que obtiene y, por lo tanto, según el tipo de demandas
que el proceso de racionalización se plantea. “También hace 5001
años podía existir una filosofía de la matemática, una filosofía'
de aquello que la matemática era entonces.” **
Esta “filosofía del juego” es d problema sobre el cual con­
vergen Los fundamentos y las Phiiosophiscke Untersuchungen.
En Los fundamentos se examinaba un juego, que poseía los
caracteres que hemos analizado. Seguía siendo vago el problema
de la esencia del juego en general. Podía parecer que esta esencia
fuera realmente denominable, en contraste con todo d plantea­
miento lógico d d cual derivaba el concepto mismo de juego. Ini­
ciadas en 1941, junto con las últimas partes de Los fundamentos,
las Philosophische Untersuchungen advierten inmediatamente que
interrogamos sobre la esencia de los juegos conduciría a contra­
dicciones insolubles. Si los juegos tuvieran una “Idea” común,
no podrían llamarse ya juegos: serían reductibles nuevamente a
esencias, representarían deducciones-demostraciones de verdades
absolutas. El operar correcto es aquí simplemente ver si existe
algún rasgo común entre los diversos juegos. Se descubre, enton­
ces, que 'los juegos forman una familia” : 45 se ven semejanzas,
** "Decir que la matemática es un juego debe significar: para probar algo
no es enteramente necesario apelar al significado de los signos, y por consi­
guiente a su aplicación extra-matemática.” ¿Es necesaria una justificación
meta-matemática del “juego” matemático para jugar este juego? “¿es ne­
cesario tener un concepto de ‘proposición’ para comprender la lógica ma­
temática de Russell?”, ¿e inferir de este "concepto” las reglas del juego? En
estos términos, Wittgenstein debatía el problema de los límites del forma­
lismo: "es esencial para la matemática que sus signos sean empleados tam­
bién de paisano”, ibid., pp. 175-177.
** Ibid., p. 206.
45 L. Wittgenstein, Philosophischen Untersuchungen, tr. it., Turin, 1967,
p. 47.
w it t c e n s t e i n : p e n s a m i e n t o n e g a t iv o y “ ju e g o ” 87
parentescos, solamente afinidades. E ste descubrimiento fundam en­
tal es aplicado a diversos niveles.46
Ante todo, en las confrontaciones del problema del significado.
El significado de una palabra no puede ser el objeto que ella
designa. Las funciones de la palabra son tan diversas como las
funciones de los objetos que deberían “designar”. Y a en la pri­
mera parte de Los fundamentos era abandonada explícitamente
la “metafísica positivista” d d Tractatus. Las reglas d d juego
lógico no son “verdaderas” porque correspondan a la realidad.
Una palabra no significa porque designe esto. C uando decimos
que toda palabra “designa algo” n o hemos dicho nada*1 La in ­
exorabilidad lógica se funda sobre el hecho de ser empleada-jugada
por todos y por haber dado buenos resultados. Y bien, el signi­
ficado de una palabra no es el objeto que ella designaría, sino
“su uso en el lenguaje”.48 C itando a Frege-. “solamente en el
contexto de la proposición una palabra tiene significado”.49 N in ­
gún “significado” tiene un nombre si no es en el juego lingüís­
tico. Y así como las regias despiadadas de la lógica son fu n ­
cionales a un operar que se despliega en un inter-ellas, así “la
alabra 'juego lingüístico' es destinada a poner en evidencia el
S echo de que hablar un lenguaje forma parte de una actividad,
o de una forma de vida” .50 Es en cuanto interiores a este pro­
ceso que los diversos juegos no son reductibles a esencias com u­
nes, definibles apriori. La idea de que el significado d e la pala­
bra sea aquello que designa hacía en cambio necesario postular
una esencia del juego lingüístico, fundada sobre la corresponden­
cia palabra-significado-estado de hecho, y por consiguiente una
sintaxis universal de la forma lingüística, una Form a general de
cualquier proposición. En la búsqueda de esta correspondencia
subentra d análisis de los juegos lingüísticos en sus parentescos
positivos. Es perfectamente coherente con este planteam iento el
hecho de que las palabras tengan “familias” de significados.
El desencanto, la Entseelung de la “Lógica” que de ello deriva
es total. La Lógica parecía “sublime” en cuanto indagación de
48 En general, y en relación con la problemática de los límites del forma­
lismo que habíamos señalado primero, esto implica la imposibilidad de “re­
troceder” hasta un último elemento, a una “lógica privilegiada”. La no-
necesidad de tal lógica implica “la referencia a un sistema múltiple de sis­
temas formales” (Dalla Chiara Scabia, op. cit., pp. 114-115).
4T L. Wittgenstein, Ricerche filosofiche, op. cit., p. 15.
48 lbid., p. 33.
lbid., p. 37.
s» lbid., p. 21.
8S LÓGICA V FILOSOFÍA EN EL “ TRACTATUS’’

la esencia de las cosas.51* En realidad, decía Nietzsche, “sublimad


ba”, volviendo así im potente su propia forma. Pero la determj|
nación de una forma lógica que tenga vedar de ley (es decir, qm|
legisle positivamente y no pretenda aferrar Leyes en el dato) es'
un proceso impensable sin aquella fase de ascesis. Es en ésta;
donde la forma lógica construye su propio formalismo y lo aplil
ca a sus propios límites. La desesperación por el hecho de que]
esto no “designe”, no tenga “significados” apriorísticamente d$|
terminables, se vierte en su ser-juego, en su convencionalidad, ej|
las técnicas que lo expresan y lo aplican. No se trata ya de dei
cubrir “lo que está dentro”, de obrar una aletheia, ni tampoedi
de engañarnos con una correspondencia entre “esencia” de la
proposición y “estados de hecho”, sino del análisis de nuestras:
múltiples formas de expresión, de la “familia” de nuestros lenguí’
jes. Este trabajo de demostración, de Aufklárung, es verdadera.^,
mente in-finito en el sentido en que Tarski hablaba de aproxima»!
ción a la “proposición verdadera” comentando a Gódel.*®
“El pensamiento está envuelto por una aureola.” 58 Es precisa
mente esta aureola lo que debe destruirse. La “simplicidad”, la
“perfección”, la “aprioridad” de este orden son criticadas. “Nos
engañamos pensando que lo que es peculiar, profundo, esencial
para nosotros, en nuestra indagación, reside en el hecho de que

S1 Ibid., pp. 59-60.


Tarski partía, sobre la base de los teoremas gódelianos, de la impo­
sibilidad de integrar el concepto de verdad en un espacio definido solamen­
te por la posibilidad del lenguaje formalizado: la noción de demostrabilidad
no podrá ya superponerse perfectamente a Ja de “verdad”. De esto derivan
algunas conclusiones en el plano de la relación entre lenguaje natural y con­
cepto de verdad, que conciernen directamente al contexto teórico de las In­
vestigaciones -filosóficas. De la no-contradictoriedad de las proposiciones sin­
tácticas ya no será posible deducir un concepto de verdad aplicable a lo
"semántico”. La formalización plena del lenguaje natural resulta imposible.
Pero este resultado, lejos de ser una conclusión, es el comienzo efectivo del
problema: la traducibilidad del lenguaje natural en lenguaje formalizado es
un limite: es necesario operar con lenguajes formalizados cada vez más ricos
que tiendan al lenguaje naturaL El problema de la relación entre lenguaje
formalizado y lenguaje natural está también en el centro del último Wit-
tgenstein, y de aquí pasará a la filosofía analítica inglesa: cf., sobre todo,
P. F. Strawson, Introduzione tdla teoría lógica, Turín, 1961, y, para un en­
foque más critico en las confrontaciones de estos desarrollos, C. Patag,
Linguaggio e Lógica, Turín, 1973. Acerca de este debate véase la amplia
antología realizada por A. Bonomi, La struttura lógica del linguaggio, Mi­
lán, 1973.
83 L. Wittgenstein, op. cit., p. 62.
/WTITt*ENSIEIN I PENSAM IENTO Im ^GATTVo "i JU EG O 89

ésta procura a fe r r a r la esencia incomparable del lenguaje.” Cons­


tantemente creamos de esta manera super-órdenes entre super-
conceptos. Pero, en realidad, si las palabras “orden”, “lenguaje”,
“mundo”, etc., tienen algún “significado”, éste debe ingresar en
un “juego” lingüístico, y el juego es tal precisamente porque se
aplica, tiene un empleo, sirve para formular algo. E n lugar de
esforzarnos por alcanzar una idea, debemos determ inar la mul­
tiplicidad de los juegos y de los lenguajes, sus reglas respectivas,
sus afinidades —y jugarlos. En lugar de movemos en lo “ subli­
me” de proposiciones esenciales, debemos aprender a cambiar. La
exclamación del “aforismo” 107 parece tom ada d e l Zaratustra
(y probablemente lo es) : “Queremos caminar; y por consiguien­
te necesitamos el roce. ¡Volvemos al terreno escabioso!” 85
El concepto de “juego” nos indica, paradójicamente, precisa­
mente este terreno. Nos libera d d “deslumbramiento” de lo ideal:
que lo ideal deba encontrarse en la realidad. N os indica cla­
ramente de qué modo el lenguaje no es la unidad formal que
creíamos, no es deduciblc en base á sintaxis universales o a formas
generales q u e expresarían su “verdad” en rdación con el mundo;
nos dice con igual claridad su validez, su ser fundado en reglas,
técnicas y medidas comunes. “Filosofía” es la Aufklárung pro­
gresiva de las formas de “encantamiento” del lenguaje, llamada
a ampliar constantemente la demostración de que el lenguaje es
una familia de construcciones gramaticales más o menos em pa­
rentadas entre sí. U n problema resulta “profundo” cuando to­
davía no está aclarado (es decir, o resuelto o elim inado). La
“profundidad” es una mala interpretación. “Lo que está oculto
no nos interesa.” 86 Éste es el sentido del “retom o a lo coti­
diano”, no por cierto una recaída “relativista” cualquiera sino,
una vez más, por el contrario, la definición del espacio opera­
tivo de los “juegos” en su inexorable efectualidad. Lo cotidiano
es el “terreno escabroso” sobre el cual ejercer el poder de la for­
ma lógica como proceso de racionalización, el terreno sobre el
cual aquélla camina.
Así describimos nosotros la efectualidad de estos diversos “ jue­
gos”. Ponemos todo delante —no explicamos ni deducimos na-

s* lbid., p. 63.
53 lbid-, p. 65. Inmediatamente antes había dicho: “si las palabras ‘len­
guaje', ‘experiencia', ‘mundo’, tienen un empleo, éste debe ser a ras de tierra,
-como el de las palabras ‘mesa’, ‘lámpara’, ‘puerta’ ” . Cf. la nota 37, sobre
Rilke, de este trabajo.
3® lbid., p. 70.
90 Jr.,6CTCA V FII.OSOI ÍA 1¿N U . “ t i u c t u u s "

da—, es decir, no poseemos ni formas apriori de interpretación,


ni axiomas de los cuales deducir las proposiciones “verdaderas”
Pero este trabajo de clarificación —múltiple en sus formas como
múltiples son los juegos a iluminar, los lenguajes a “curar”—
tiene una función precisa, es caracterizado por técnicas que res­
ponden a usos determinados. En general, “queremos poner or­
den en nuestro conocimiento del uso del lenguaje: un orden con
un objetivo determinado; uno de los muchos órdenes posibles; no
el orden".'7 El análisis de la convencionalidad de la lógica mate­
mática tampoco concluía de otra manera: la lógica matemática
poriia orden, un orden que se justificaba sobre la base de sus re­
sultados. Ni siquiera lo lógico era ya un’ Ordo. Pero esta con­
clusión puede ser interpretada en sentido relativista sólo por
aquel que todavía tiene como metro formas apriori de la expe
rienda, en lugar de “calcular” esta experiencia. En realidad, la
claridad que se alcanza a través de este “poner orden" es cierta­
mente completa. Sabemos finalmente cuáles son los problemas,
dónde encontrarlos. El problema de una certeza o una claridad
absolutas no se plantea más, se ha desvanecido: y precisamente
esto es claridad completa. Las terapias a seguir en esta opera­
ción de Aufhlarung que se desarrolla a diversos niveles, en di­
versos juegos, responderán a exigencias de coherencia, claridad,
funcionalidad intema —a exigencias de uso y practicabilidad— y
de comunicabilidad. “Filosofía" no son las diversas terapias diii- ¡
gidas a este fin. La convencionalidad del juego sirve para pone:
orden —no es deducida ni explicada—, es descrita. Esta con­
vencionalidad, precisamente porque funciona, resulta vinculante
Fuera de ella existe la Filosofía. Convencionalidad es orden —un
orden— crea claridad —determina una comprensibilidad— bacr
comprensible un lenguaje, un juego —cura, con ello, de las evo­
caciones de las “ideas”, de la “profundidad”. Es necesario, aquí,
detenerse un instante: escuchar de nuevo a Webern. “ ¡Conside­
ra la proposición como un instrumento, y su sentido como su
empleo!” 88
M 1b id ., p. 71.
88 Jbid., p, 166. En G . E. Moorc, “Le lezioni di Wittgenstein negl
anni 1930-1933”, en Saggi filosofici, Milán, 1970, puede verse que estas ideé
ya hablan madurado en los primeros años del “retorno” de Wittgensteio i
Cambridge: ‘Wittgenstein decía que lo que él hacía era ‘uua nueva disá
plina’, y no simplemente un momento en una ‘evolución continua’ l . . . ) «¡a
ahora hada posible, por primera vea. que hubiera filósofos ‘capaces*, a pete
de que, naturalmente, hubiera habido en el pasado ‘grandes* filósofos”, b
“fikwofia” se convertía en “cuestión de habilidad", aun cuando muy d®
WITTGENSTEIN: PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ JUEGO” 91
La Entseeiimg de la Lógica, iniciada ya con el Tractatus, pare­
ce concluir aquí. En el Tractatus, se definía la crítica de la “for­
ma lógica” de Frege, pero sobre la base de una teoría de la
proposición como pasible de descomposición en una serie de
Significados atómicos, de la proposición como descripción de he-
enós. E l juego lingüístico, por el contrario, destruye la idea de
usa forma general de la proposición, pero lo hace de m an era ca-
i racterística, opuesta a cualquier relativismo. E n este sentido, es
esencial el parentesco que W ittgenstein traza entre juego lingüís­
tico y juego formal-matemático. E l juego es definido com o con-
xencionalidad inexorable, y aquí precisamente surgen problem as
nuevos, decisivos. Precisamente en el formalismo del juego, se­
gún lo define W ittgenstein, aparece la continuidad profunda con
el planteamiento del Tractatus. Abandonadas la pretensión de
una nueva fundación en absoluto del lenguaje y la utopía de la
Forma de todos los juegos lingüísticos, en W ittgenstein sigue
siendo profundamente problemática la estructura de la relación
entre análisis ■‘filosófico” de dichos juegos y su darse efectivo.
Esta estructura refleja todavía él planteam iento del Tractatus.
Aquí las proposiciones aparecían como imagen especular del m un­
do, mostraban la forma de la realidad. No creaban ni deducían
algo. La Forma esencial de todo juego lingüístico, noción toda­
vía presente en el T ractatus, consistía precisamente en d ich o pro­
yecto de “especulación”, expresado en la doctrina del significado.
La crítica a la que W ittgenstein somete a esta doctrina n o toca
: la estructura fundamental de la relación que la sustentaba.59
El análisis crítico sigue reflejando especularmente no ya estados
de hecho, sino, precisamente, juegos lingüísticos dados. E ste ras­
go se presenta repetidamente a lo largo de todas las Investiga­
ciones. La apariencia de que se quiere “reformar” el lenguaje
es absolutamente falsa. N o es el lenguaje el que debe ser re­
formado, sino nosotros los que debemos aprender a usarlo. “Las
confusiones de que nos ocupamos surgen, por decirlo así, cuando
el lenguaje gira en el vacío, no cuando está en operación.” 60
Es necesario volver a poner el lenguaje en operación liberándolo
di de adquirir, cuyo método consiste en “algo similar a poner en orden
nuestras nociones con respecto a aquello que puede decirse sobre el mundo”.
Wittgenstein “comparó esta actividad a la de poner orden en una habita-
tión” (en un espacio: ¡Raum!). Cf. Moore, op. cit., pp. 357-358.
89 Cf. Ricerche filosofiche, p. 22 y, sobre todo, p. 67. También Moore,
op. cit., es útilísimo para trazar los caracteres de la “autocrítica” ■wittgen-
stemiana.
*® I b i d p. 71.
92 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ TRACTATUSÍ

de las cuestiones indecibles de la ''filosofía”. El empleo cotidia|


no del lenguaje no es curado: es precisamente dicho empleo ^
que cura de la “utopía” filosófica. Hasta hoy, la “filosofía” bj|
Creído que el lenguaje cotidiano era la “apariencia” que h a b ||
que exorcizar. En cambio, “nosotros” volvemos a llevar las pp
labras, de su empleo metafísico a su empleo cotidiano”.61 E n esie
sentido, nuestra tarea no será tratar de producir nuevas experiet|
cías, sino “arreglar” aquello que se sabe desde hace tiempo. D e|
encantar nuestra razón, y por consiguiente nuestro lenguaje, sigj'
nifica volver a poner en operación estas formas lingüísticas, K
berarlas de todo equívoco, reconocer la correcta colocación de la|
palabras en el juego que les da sentido. Y además: “la filoso,
fía no puede de ningún modo mellar el uso efectivo del lengu^
je; puede, en definitiva, solamente describirlo” .62 Esta última
afirmación es absolutamente complementaria de la estructura de
la relación lógica-realidad del Tractatus. Pero dicha estructura;
coherente con los principios generales del Tractatus, no lo es j |
en este punto. Si abandonamos la hipótesis de un Ordo lógico
de la proposición y asumimos como tarea el análisis de las dí
versas terapias útiles en los diversos juegos, así como la funcionar
lidad práctica de dichos juegos, en tal caso nuestra perspectiva
se hace necesariamente dinámico-procesal, y el concepto ae jue­
go es insertable solamente en una estructura transformaciorul.
No puede subsistir un juego puro en sí, al cual él análisis de­
bería “reducir” todo su equívoco. El análisis podrá aclarar el
funcionamiento de este juego —pero en su concepto mismo está
implícita (o de otro modo no expresa más que una “sustancia”
de segundo orden) su dinámica y su potencialidad transformativa

Poner un orden es para W ittgenstein volver al empleo cotidiano


del lenguaje. ¿Pero no regresamos así a una relación especular
entre análisis-sujeto y forma-objeto? El análisis vuelve con ello a
llevar a un estado de hecho y a una relación simple. Poner un
orden es ya, en cambio, necesariamente, transformar. También
la mera adecuación a los juegos efectivos implica transformar la
estructura global del «so dado de las formas lingüísticas. Porque

61 Ibid., p. 67.
82 lbid., p. 69: la filosofía “deja todo como está. Deja también la mate­
mática como está, y ningún descubrimiento matemático puede hacerla pro­
gresar. Un ‘problema-clave de lógica matemática’ es para nosotros un proble­
ma de matemática, como cualquier otro”. Cf. las notas 34, 43 y 46 de
este capítulo.
W ITTG EN STEIN : P E N S A M IE N T O NEGATIVO Y " J U E G O ” 93

en esta estructura es necesario comprender tam bién los equívocos


del juego. También la falsificación ideológica forma parte d d
juego, en la medida en que su concepto no es definible abstrac­
tamente, como juego puro en sí, sino solamente en rdación con
los “jugadores” . Entonces, también el no-saber todavía jugar co­
rrectamente formaría parte del juego. Y, en consecuencia, en­
señar a jugar es también transformar el juego, en su efectualidad.
Más aún, la misma transformación de las reglas form a parte
del juego. Su convencionalidad, su funcionalidad, no son “aprio-
ri”, sino que viven en el proceso de quien lo juega. Si “poner
orden” es ya necesariamente transformar, y si se trata verdade­
ramente de un orden, de uno de los muchos posibles, todas las
consecuencias del sistema deben ser revolucionadas: d juego des­
pués de la operación de orden no puede resultar idéntico a la
“idea” de partida del juego —su estructura se convierte en trans­
formación—, las reglas del cual, en este punto, debemos dispo­
ner, no pueden sino expresar estructura y “leyes” de esta dinámi­
ca, de esta transformación.
La formulación lógico-formalista de W ittgenstein n o permitía
extraer estas consecuencias de la crisis de la doctrina del signifi­
cado. Pero es indudable que sólo esta crisis las hace pensables.
Podremos definir históricamente la ubicación del W ittgenstein
de Los fundamentos y de las Investigaciones lógicas refiriéndo­
nos a los términos de] paso a la física cuántica. E n el concepto
de “juego lingüístico” la presencia del sujeto no es todavía de-
tenninante. El juego aparece como un orden, relaciones-referen­
cias-leyes vinculantes y objetivas. Pero ningún sistema puede ser
definido si no se “descuenta” teóricamente el hecho de que la
acción subjetiva, la misma observación simple, lo transforman.
En lo concreto de su análisis W ittgenstein “intenciona” esta
conclusión. En efecto, no se da efectualmente juego correcta­
mente jugado, es decir, juego lingüístico o matemático efectivo,
sino después que se haya puesto un orden —que nosotros lo ha­
yamos ordenado— liquidando la multiplicidad de los usos inco­
rrectos y de las falsificaciones que lo mistificaban. En efecto,
este juego no puede, por lo tanto, ser entendido como sistema
sujeto-objeto perfectamente integrados. Pero la consecuencia in ­
evitable de este planteamiento era la dinamización del sistema
entero: la imposibilidad de definir un sólo juego correcto. E l
problema debería haberse desplazado del análisis puntual de los
juegos dados a la determinación de sus estructuras y leyes d e
transformación. Estructuras y leyes que, dada la presencia del
94 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN E L “ t RACTATUJ^

sujeto como piüjjicudu intrínseca dé ellas, habrían resultado detet-


minables sólo estadística-probabilísticamente. .|
Como sabemos, esta subjetividad no tiene ya nada de la es­
tructura trascendental del Ego, no es ya de ninguna manera
traducción “latina” de la sustancia. Haberla “perdido” implij?
en W ittgenstein la necesidad de conservar una definición para­
digmática de juego. Éste, por cierto, no puede resolverse ya cjg
una simple confrontación con la naturaleza, ni descompone»
en proposiciones elementales designantes. Pero no aparece to |¡
vía como intrínsecamente dinámico-transformable. Por eso d
juego es aún todo-respuesta a la “crisis”.83 Y la “crisis” puedt
ser concebida solamente como mistificación-falsificación del joe
go, del efectivamente correcto. La crisis es por eso siempre ¿4
rabie, mientras sea reducida a simple elemento coyuniural. Esgj
ten terapias precisas para volver a llevar siempre a la nomuái
dad del juego. Se ha dicho explícitamente que no se trata A
determinar nuevas experiencias. N o obstante, poner orden es y
una nueva experiencia, pero su significado radical es inmediato
mente bloqueado, es decir, no son realizadas a partir de aquí to­
das las deducciones necesarias.
Poner orden aparece como un simple restablecer. La respuesto
a la crisis es exactamente lo opuesto de la determinación de nue­
vos paradigmas, de la ruptura del juego normal jugado hasta aho­
ra. El nexo neopositivista “clásico” es, por cierto, finito, pero
en su lugar se intenta establecer una imagen estática, perfecta­
mente “normal” del juego lingüístico y del lógico-matemático.
Pero esta imagen es ya profundamente contradictoria. Si el jue­
go expresa precisamente el desencanto completo de la Lógica
en cuanto búsqueda de lo “esencial”, ¿cómo es posible que sea
“normalizado” en una estructura absolutamente estable? ¿Cómo
es posible concebir un uso diverso del juego, su crisis en deter­
minados contextos, simplemente como mistificación ideológica,
y responder a ello reformando las redas originales? El formafo
mo del significado se traspasa al def concepto de juego. Pero
esta continuidad del pensamiento wittgensteiniano es aparente
La continuidad está junto a la ruptura, al surgimiento de nue­
vos problemas que no pueden ser comprendidos en la “coheren­
cia” del formalismo wittgensteiniano de juego. A íjuí la crisis es
ruptura, salto. Y en la medida en que el pensamiento la m u » 63
63 Desde este punto de vista, pueden considerarse válidas también es
las confrontaciones de Wittgenstein las críticas planteadas por T. S. Kuhi
al neopositivismo en La estructura de las revoluciones científicas, cit.
WITTGENSTEIN: PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ jU EGO ” 95
tro, WittgcnsLeiu sigue siendo “incomuettsurablé” con respeto a
la filosofía “normal” del W iener Kreis.64
: El Programa schliclciano de 1929 es emblemático de esta dife­
rencia. La wissenschaftíiche Weltauffassung subvierte los riguro­
sos “límites” del discurso wittgensteiniano en nueva “visión del
mundo” : la reducción al dato adopta el valor de una nueva to ­
talidad, de una nueva Philosophia Perennis, opuesta al sentido
“ético” del Tractatus. Aquí la filosofía era clarificación del sen-
vtido del lenguaje, y no meta-lenguaje de las teorías científicas.
Toda su idealización en W dtanschauung era así radicalm ente
negada. El Tractatus, el “espíritu” wittgensteiniano, se convierte
en estilo en el Programa del W iener Kreis. Quien había subido
la escalera del Tractatus no podía concluir más que subrayan­
do la “balandronada” de las propuestas de 1929; “ ¡el rechazo de
■la metafísica! ¡Como si esto fuese algo nuevo!” 65
La reducción al contenido inmediatamente sensible-observable
como “deducción” de la nueva wissenschaftíiche W eltauffassung
;e instrumento para la "eliminación” de los problemas y asevera­
ciones metafísicas, constituía un programa “repetitivo” con res­
pecto a la crítica machiana de la epistemología clásica. E n ese
programa, nada contradecíala finalidad machiana de una refunda­
ción positiva, de una reforma, de la física clásica — y nada se
ofrecía, por el contrario, orgánicamente coordinado a la proble­
mática más reciente sobre la crisis de los fundam entos de la es­
tructura entera de la física clásica. Dentro de aquel programa,
de Einstein sólo podía existir el rostro vuelto hacia M ach. T am ­
bién Russell era tomado en lo que concordaba con las tesis ma-
chianas fundamentales, así como, en el fondo, el propio Tracta-
64 Sobre toda esta parte cf. los documentos, fuentes, etc., contenidos en
F. Waismann, Wittgenstein und der Wiener Kreis, cit. Repetimos que esto
no significa en absoluto “desencamar’' a Wittgenstein de los desarrollos y
problemas de la lógica contemporánea —o ver en su vinculación a ellos un
"símbolo” existencia!. Esto significa, o deberá significar, tomar ante todo
sus diferencias específicas en los ámbitos “disciplinarios” propios de las teo­
rías lógicas, y reflexionar después sobre el peso que el contexto cultural
wittgensteiniano ha ejercido p a r a su determinación, y, más aún que este
contexto en sí, las formas a través de las cuales Wittgenstein lo ha asumido
y vivido. Para esto resulta de fundamental importancia la lectura atenta
de las Cartas, tanto las dirigidas a Odgen con los comentarios a la traduc­
ción inglesa del Tractatus como, sobre todo, las ya citadas a Russell, Keynes
y Moore.
*® F. Waismann, op. c it, p. 15. Se trata de una carta de Wittgenstein
a Waismann en 1929, durante la preparación del Manifiesto d d Wiener
Kreis.
9o JuÜGICA x i-IL u S O riA E N EL “ t KACTATUS í ,

tus: no por casualidad las profundas diferencias entre la Intm|


ducción russelliana y el texto de W ittgenstein no constituía®;
objeto específico de discusión (ni tampoco W ittgenstein, tal ve¡p
planteaba el problema, lejos como estaba de la idea de pode§,
“comunicar” sus propios problemas al conjunto del W iener m ó u
Indudablemente, sobre el carácter machista del Programa « |
1929 ejerció una influencia enorme D er Logische Aufbau det
W elt, publicado por Camap en 1928. Influencias russellianas y wit|
tgensteinianas se funden dentro de una misma matriz de proc$¡
dencia anti-metafísica machiana, profundamente arraigada todavía
en un terreno utópico decimonónico de “iluminación” progresiva)
y totalizante del lenguaje. La misma “teoría de la constitución’^
que representa el eje de la obra, se funda en la reducción machis-1
ta del concepto a las características de aquello que es inmedii^
tamente dado, “das Gegebene”. La validez de una generalización
semejante —sus “condiciones”— no son en absoluto encarada^
por Cam ap. Carnap reelabora, a este respecto, el concepto
tgensteiniano de "función áe verdad” escindiéndolo del conjunto
problemático del Tractatus: “el sistema, llevado a su término/
mostraría qué y cómo todas las proposiciones concernientes a
objetos, que forman la materia de las diversas ciencias, pueden
ser transformadas en proposiciones concernientes a experiencias
inmediatas que tienen los mismos valores de verdad. En o t e
palabras, mostraría que todas las proposiciones pueden ser verifi­
cadas o falsificadas por medio de experiencias inmediatas” .*®
Inevitablemente, una formulación similar debía después desarro­
llarse en el sentido de la “refundación” hilbertiana (en Sintaxis
lógica del lenguaje) y no chocar con la crítica godeliana. La
ideología general del Programa de 1929 no será abandonada ni
siquiera en los sucesivos desarrollos del neopositivismo. La filo­
sofía como sintaxis de todos los lenguajes científicos —meta-
teoría que unifica, de hecho, la variedad de los lenguajes— in­
forma sobre sí misma en la Enciclopedia de ciencia unificada: la
unificación no se produce en términos problemático-funcionales,
sino en la medida en que se apoya en la philosophia perenrn
neopositivista, compuesta por la teoría formal de los signos |
66 I- Jorgensen, “Origini e sviluppi delFempirismo logico”, tr. it. en Neo
positivismo e unirá delta scienza, Milán, 1975, p. 132. El desarrollo auto-1
crítico entero del pensamiento wittgensteiniano, aproximadamente entre 192¡?
y 1951, es en conjunto tam bién crítica de los desarrollos del neopositivisnu)
de la escuela vienesa. El dogmatismo que Wittgenstein reprochará al Trac-
tatus en un coloquio fundamental con Waismann a fines de 1931 (F. Wais-
mann, op. cit., pp. 160 y ss.) es el mismo del Camap del Logjscher AufbmL
W nTG EN ST EQ í: PE N S A M IE N T O NEGATIVO Y “ jU E G O ” 97
sus combinaciones y por los criterios de verificabilidad dictados
en Der Logische Aufbau der W elt. Pero sobre este mismo te-
nfino estallará tam bién la crisis de la formulación nepositivista:
crisis ya implicada totalmente en Logic der Forschtmg de Pop-
per, pero cuyo origen sustancial se encuentra en la insuperable
diferencia entre los desarrollos del discurso del W ien er Kreis y
aquéllos acerca de la crisis de los fundamentos y acerca de la
nueva física cuántica. Este mismo entrelazamiento dem uestra de
qué manera la física (o la matemática) es fuente d e problemas
lógicos, de qué manera dichos problemas pueden ser enunciados
sólo después que su validez-subsistencia ha sido planteada física
o matemáticamente, y no «uno formas apiiori de deducción de
los lenguajes científicos, y mucho menos de su “unidad”.
Pero ni la tesis central camapiana de 1928 — “es p o r principio
posible remitir todos los conceptos al d ato inm ediato'’—*T ni
sus sucesivos desarrollos pueden reconducirse a la problem ática
wittgensteiniana de las Bemerkungen o de las Observaciones so­
bre los fundamentos. La exigencia de la ¿actualidad como carác­
ter “originario” de las diversas disciplinas científicas, la remisión
a la experiencia y al dato como medida del sentido d e toda pro­
posición, la “seriedad” de la Philosophia nepositivista —su ser
no solamente Anschauung sino también Auffassung del m undo—:
todo esto es extraño al concepto de juego. E n C am ap, toda aser­
ción puede ser verificada sólo calculando su “conveniencia” con
la realidad empírica. E l campo de la investigación científica está
rígidamente definido por este objetivo de coherencia objetivo-fac­
tual.68 Ya N eurath había criticado a fondo este planteam iento,
colocando como único criterio de verificabilidad el d e la coheren­
cia lógica interna de la proposición.69 Pero tam bién el programa
neurathiano sobre la fundación del carácter lógico com ún de las
disciplinas científicas, y por lo tanto sobre su traducíbilidad —so-
67 R. Carnap, La costruzione lógica del mondo, Milán, 1966, p. 72: la
cita se encuentra en el Prefacio de 1961 a la segunda edición. El Prefacio
a la primera edición, fechado “mayo de 1928”, también constituye un do­
cumento importante sobre la manera en que los neopositivistas vivían el “cli­
ma” cultural de aquellos años. La fundación puramente empírico-racional
<le la filosofía era considerada como piedra angular de un proceso general
y unitario de racionalización: “advertimos una íntima correspondencia entre
h1actitud que se encuentra en la base de nuestro trabajo filosófico y la
actitud que se hace sentir hoy en todos los demás campos de la vida”. En
el arte, esta actitud era advertida de manera particular ¡en la arquitectural
*8 R. Camap, op. cit., pp. 61-68.
69 O. Neurath, Sociología e neopositivismo, Roma, 1968, pp. 26-27. El
Osayo que citamos aquí, “Sodologia e físicalismo”, es de 1931.
98 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN E L "TRACTATUS”

bre k "lengua elemental” fisicalista que las contradistinguirá


esencialmente—, su reducción a unidad de físico-psíquico según
un razonamiento todavía absolutamente machiano: también di­
cho programa contrasta radicalmente con la crítica wittgenstdniág
na del significado y, sobre todo, de la sintaxis universal de los
juegos lingüísticos. N eurath seguía realizando aquella "cópula”
entre procedimiento logístico y positivismo de procedencia mar
chiana que Scholz calificaba de debilidad lógico-filosófica funda-;
mental del W iener Kreis.T0 Encontramos la misma crítica en la
Introducción de Weinberg: “la teoría, según la cual el significa
do de todos los conceptos provendría del mundo empírico, siguE*
sin ser probada si no puede demostrarse la existencia de pift
posiciones elementales, es decir, de proposiciones cuyo sentido
sea unívoca e inmediatamente determinado por los hechos atómi­
cos” .7071 Dado que su eliminación de la metafísica se funda sobre
este dogma no probado — ni probable—, el positivismo lógico no
está “en condiciones de eliminar enteramente k metafísica coa.
sus propios métodos” .7273* í
Pero dicha crítica no puede concernir, de ninguna manera, al
W ittgenstein que hemos analizado. La búsqueda Wittgensteiná-
na se origina precisamente a partir de la crisis de la relación neo-
positivista entre lógica y realidad. Si la verificabilidad lógica es
un hecho de coherencia intema, cualquier decisión en sus con­
frontaciones y en su “esfera” es vacía. Si la proposición desigri?
algo, entonces sería necesario demostrar una coherencia origina­
ria entre imagen y realidad, demostrar que "las cosas se combi­
nan unas respecto de otras como los elementes de la figura”
(Tractatus, 2.151). Pero el nombre no significa el objeto; el ob­
jeto no es su significado. El significado del nombre se ha con­
vertido en su posición funcional en el juego lingüístico. Esta
formulación no es ya criticable en los términos en que es cri­
ticable la del Tractatus: se evade del dilema entre coherencia
interna meramente formal o indecibilidad de k doctrina del sig­
nificado.78 Sin embargo, en el concepto de juego se conserva dia­
lécticamente el formalismo paradigmático de la doctrina del sig­
nificado: permanece, como criterio único de verificabilidad, la
70 H. Scholz, Breve storia della lógica (1931), Milán, 1967, pp. 126-127;
71 J. R. Weinberg, Introduzione al positivismo lógica, Turín, 1969, p. 229-
72 Ibid., p. 230.
73 Cf. M. Clavelin, "Élucidation philosophique et ‘Écriture conceptuellí
logique dans le ‘Tractatus’ ”, en Varios autores, "Wittgenstein e t le probUm
d’une philosophie de la Science, París, 1970.
w it t g e n s t e in : p e n s a m i e n t o n e g a t iv o y “ ju e g o ” 99

¿dceqaatio a un estado de hecho, que es designado ahora m edian­


te la noción normal de juego lingüístico.
Pero precisamente las contradicciones que esta conclusión hace
ahora estallar plantean un problema complementario, radical.
¿Por qué el juego es expresado como paradigma estático? ¿Q uién
es su agente? ¿Dentro de qué contexto debe aparecer el concepto
de juego como “ciencia normal” y sus leyes como leyes de “con­
servación? ¿Por qué esta pretendida impotencia del juego para
^innovarse”?
Él límite del juego, la estaticidad del concepto de juego, es el
limite del sujeto que en las Investigaciones lo practica. Es este
"s jeto” el que no puede hacer de él un proceso innovativo, el
que no puede más que “contemplarlo”. El hecho de que el jue­
go “normal”, el juego-dado-de-hecho, no aparezca como transfor­
mable, es en W ittgenstein estrechamente relativo a la estructura
del análisis que lo comprende y lo realiza. Esta estructura no
puede más que reflejarlo. Y esta estructura aparece en W ittg e n ­
stein enteramente supeiestructural con respecto a la efectualidad
dd juego lingüístico. En resumen: la intransformabilidad d d jue-
.30es en W ittgenstein totalmente relativa a la im potencia de la
“filosofía”. Finalmente, el discurso wittgensteiniano revela aquí
toda su carga desacralizante. Es la “filosofía” la que no afecta
al juego, es la “filosofía” la que no puede producir nuevas ex­
periencias, es la “filosofía”, además, la que no puede explicar
Badil. Sirve para poner un orden, que no podrá ser más que el
orden del juego normal, según las normas con las que es jugado
«hora, según su empleo cotidiano. La “filosofía” se lim ita a
mostrar. El problema del cambio de las normas del juego n o es
fannalizable en la “filosofía” : esto es todo lo que puede decirse.
La “filosofía” sólo puede referirse al lenguaje ahora en obra. Si
sobrepasa estos límites, se traiciona: se convertiría en búsqueda
de la esencia o utopía. D entro de sus límites, sirve solam ente
para esclarecer este orden. Este punto de vista “filosófico” es el
qae hace intransformable el concepto de juego, o el que vuelve
¿decible su potencialidad dinámica. El desarrollo entero d d dis­
curso cumplido en las Investigaciones indica que subsisten otros
problemas y que se abren otras dimensiones. Pero ninguna de
«stas dimensiones es philosophisch factible. La pluralidad mism a
de los juegos y de las terapias consiguientes pone en cuestión la
"filosofía” también como simple “imagen” del juego-dado-de-he-
<ho. Y una idea de traducibilidad universal de las disciplinas
particulares, de sustancia lógica común a todas las ciencias, es ya
100 f/w rC A Y FILOSOFÍA EN EL “ TRACTATUS"

para Wittgenstein nada más que nostalgia de la antigua lógica


de la esencia.
. ¿Pero puede darse “filosofía’' de otra forma que como discurso
en tomo a esta traducibilidad, a esta sustancia? ¿Es todavía “fi­
losofía” cuando deben ser “resueltos problemas (eliminadas difi­
cultades), y no un problema”? Podemos seguir llamando “filo­
sofía” al poner un orden en un juego —referir su uso a las “nor­
mas correcta”—, nada más. Es éste el descubrimiento “que me
permite dejar de filosofar cuando quiero”.7* La impotencia wit-
tgensteiniana para aprehender el problema de la nueva relación
de integración sujeto-sistema, refleja por lo tanto la impoten­
cia demostrada por este, operar especifico. El problema de la
transformación-crisis no es enfrentado ni rechazado; está simple
y . totalmente fuera de este ámbito. Podemos repetir también la
desesperación del Tractatus: lo que importa no es resultado
decible, lo que vale es otra cosa, es lo Otro. Pero es indudabk
que esta conclusión arroja una nueva luz también sobre toda
nuestra crítica precedente al discurso wittgensteiniano: el desen­
canto total respecto de la Lógica corresponde al desencanto total
respecto de la Filosofía, no solamente tradicionalmente concebi­
da —como “disciplina” del Übergang entre forma apriori, funda-:
mentó unitario de las ciencias, y realidad— sino también cono
operación, por decirlo así, “proyectual”, en la medida en que, al
definirse así, ábandonaría todo criterio de verificabilidad de h
propias proposiciones. La búsqueda acerca de la filosofía cond»
ce a este punto extremo: extrema Philosophia. Detrás, está d
desarrollo que hemos seguido. Delante¡ las Tesis de Mane, «r
Wittgcnstein nos permite releer en toda su negatividod; los fuá
sofos interpretan de diversos modos el mundo (pueden describe,
lo correctamente en sus diversos "juegos”, la conclusión no cas
bia), pero de lo que se trata es de transformarlo. Transforma
el mundo, no la filosofía. Que transformar el mundo sea p»j
ble por o en la “filosofía”; es sobre esto que Wittgenstein desai
cadena la misma “risa sagrada” de Zaratustra.
Es precisamente la presencia de esta problemática la que lúe.
a Wittgenstein “intraducibie" en el lenguaje de los desarroD*
del neopositivismo. No obstante, así como ya el formalismo áí
concepto de juego podía encontrarse de algún modo en la filo?
fía del Tractatus, así ahora estas conclusiones vuelven a liga*
a la problemática global de la primera obra —o, al menos, k*
** L. Wittgenstein, Rkcrche füosofiche, cit., p. 71.
W ITTCEN STEm : PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ jIJECO” 101

ccn posible también de ésta una lectura bastante más compleja


que la efectuada por el neopositivismo canónico.
A este respecto, es típica la actitud de distancia adoptada in­
mediatamente por los miembros del Wiener Krcis en las con­
frontaciones del problema de lo “místico", y la reducción del
Tractatus a negación de la metafísica. En una carta de presen­
tación de su obra a Ficker, Wittgenstcin indicaba una clave para
su lectura bastante distinta. “Mi trabajo consta de dos partes: lo
que he escrito mas todo lo que no he escrito. Y esta segunda
parte es precisamente la importante." ” Wittgenstein aconseja­
ba a Ficker leer "solamente el Prólogo y la Conclusión, porque
son estas partes las que llevan el sentido del libro a su expresión
más directa”. El desarrollo del libro lleva a comprender la doc-i
trina del significado y el análisis de la estructura de la lógica
como lím ite de la expresión de los pensamientos. El programa
planteado en el Prólogo se realiza solamente al final, en su re­
sultado, encontrando en el lenguaje un limite definitivo, abso­
luto, de la expresión de los pensamientos. La parte no escrita
es, precisamente, la parte no escribible. Pero comprender esto es
esencial para el significado del libro. El libro trata de un lími­
te: hasta que éste no sea descrito con absoluta certeza —basta
que, en consecuencia, no sea afirmado todo aquello de lo cual
se debe callar— el sentido de la obra permanecerá equívoco. La
parte conclusiva es por eso esencial en el Tractatus: es ésta la
que lo define explícitamente como operación de dilucidación. Su
carácter sistemático-concluso es paradójico. Se trata, en realidad,
de lo opuesto ctel “espíritu" de sistema. Su verdad es tautológi­
ca, no deductiva, no sintética. Este sistema no “construye", sino
ue muestra la forma general de la proposición, sus condiciones
3 e sentido. Éste está “constreñido” entre el “mundo” de las
osiciones 1.-1.21 y la “lógica" de la proposición 5.61. Aquí
n cscubre que los límites del inundo son también los límites
de la lógica. Aquí el problema del límite es planteado umver­
salmente.
Pero es precisamente este mismo elaproblema de lo "místico".
Lo “místico" no es la experiencia de lo trascendente, sino lo
opuesto. Y lo “místico" no es siquiera la pregunta sobre cómo
es el mundo. Lo “místico” es precisamente la experiencia del
mundo como todo limitado. Lo “místico" tiene su origen en el
M Cit. en P. Engehtiann (conip.), “Letterc di L. Wittgenstein, con
«OBidi di P. Engelmann”, y “Appendíce" de B. F. M e Guinea, p. 11S. Cf.
L Wittgenstein, Lettere a vou Ficker, Roma, 1974.
102 ILÓGICA Y FILOSOFÍA EN E l. "TRACTATUS*

hecho de que el mundo es. Por esa razón, la conclusión del Trac-
tatos no constituye verdaderamente la única conclusión lógica.
Hemos finalmente.encontrado un límite: ante esta totalidad de
las hechos que es el mundo —el sentido de una proposición con­
siste en su descripción de un hecho— la confrontación con la
realidad decide sobre la verdad de la proposición. “El sentido
de una proposición es su acuerdo o desacuerdo con las posibi­
lidades de existencia y no existencia de los estados 1de cosas"
(4.2) ;T* “si la proposición elemental es verdadera, subsiste el es­
tado de cosas; si la proposición elemental es falsa, el estado de
cosas no subsiste” (4.25). Esto explica por qué “una figura ver­
dadera apriori no existe” (2.225); la verdad es una figura del
mundo: “la figura concuerda con la realidad o no, es correcta, o
incorrecta, verdadera o falsa” (2.21). La sintaxis lógica no ha­
bla del significado: es útil en la medida en que establece reglas
definitorias-combinatorías que nos evitan los “equívocos” del lea-
;uaje meta físico-filosófico, que “curan” el lenguaje, que logran
? ormalizarlo, Tampoco aquí se trata de nuevas reglas, sino de la
comprensión de nuestra lógica del lenguaje. Por este razón los
límites del mundo son también sus límites; la lógica presupone
el sentido de las proposiciones; no establece de ninguna manea
su verdad; no confirma ni desmiente para nada “si nuestro mun-
do es realmente así o no” (6.1253). Las proposiciones de b b
gica son puramente analiticas, y por consiguiente siempre t t
contenido ( 6.1; 6.11; 6.111). Y sin embargo su relación con d
mundo está dada: las proposiciones muestran las propiedades for­
mules del lenguaje, del mundo (6.12). La lógica no “explica” (jui­
cio sintético), ni tampoco afirma nada. La lógica formaliza lot|
límites de la proposición, muestra la forma necesaria y constante ¡
de las proposiciones dotadas de sentido.
Es la experiencia global del lim ite encontrado de esta mamu
la que da origen a lo “místico”. Si la lógica plantease una "rea
lidad”, tuviese un espacio suyo y, en consecuencia, fuese tambiéa
un Yo no resuelto en los hechos, trascendentalmente definible,B
*« Todas las citas del Tractatus son tomadas de la edición en espafi:
antes citada.
N o es posible aqut analizar la amplia bibliografía sobre el probktN
del solipsismo wittgenstciniano (J. Ilin tík ka, “On W ittgenstcin’s Solipsisiu*
Miné nútn. 67, de 1958; D . Favrholdt, An lnterpretatkm and Critique t
W ittgentieirít Tractatus, Copenhague, 1964; E . Stenius, W ittgenstcíríi Tw
tatas, O xford, 1960; O Pitcher, The Philosophy o f Wittgenstán, Eid-
ivuod C tffs , 1964), bibliografía qor se lim ita, en gran parte, a una dita:
dación analítica de algunas proposiciones del Tractatus, y no afronta el pff
w it x g e n s t e x n : p e n s a m i e n t o n e g a t iv o y “ ju e g o ” 103

no existiría problema de lo “místico”. Allí donde se trasciende el


límite, allí no existe lo “místico” . En cambio, es cuando el enig­
ma desaparece, cuando el problema científico de la form a de la
proposición y de la lógica está completamente resuelto, q u e nace
lo “místico”. Cuando ya no quedan enigmas ni interrogantes.
"Por una parte no queda, en consecuencia, nada; p o r otra, úni­
co, el m undo”:78 entonces, es necesario lo místico” . Lo “místico”
es la experiencia mundana radical. Significa que en el m undo
"todo es como es, y sucede como sucede; en él no hay ningún
-valor” (6.41). Lo “místico” concluye la E ntw ertung radical,
cuyo proyecto aparecía desde las primeras páginas; las “traduce”
como sigue: la proposición más simple no asevera, nada m ás que
un estado de cosas.
Que esta conclusión sea expresada también en térm inos humea-
Do-machianos (cf. 6.371 y 6.36331) no puede engañarnos. E n la
jé z, es la formalización completa de la teoría schopenhaueriana
déla representación; formalización que, como sabemos, era. tam ­
bién el proyecto” de las últimas obras de Nietzsche. L a rela­
ción mundo-representación no puede ya trascenderse; en el mun­
do no pueden, por lo tanto, subsistir ya proposiciones de valor. La
crítica del sujeto forma parte integrante de esta formulación, lo
mismo que en Nietzsche: el sujeto se “contrae” en u n p u n to in­
ofenso y “queda” la realidad coordinada con él (5.54). E sta rea­
lidad, definida de tal manera, es formalizable. Pero este proceso
de formalización es el mismo de lo “místico”. Procede solamen­
te en estos límites: sentirlos es lo “místico” . En consecuencia, no
solamente el conocimiento de los límites del formalismo, sino el
conocimiento del formalismo como lím ite, caracteriza la conclu­
sión “mística” del Tractatus.
Este límite involucra toda la “historia” de la “filosofía” . Todo
lo que puede decirse es el mundo como totalidad d e los he­
chos; la verdad de una proposición es su acuerdo con el hecho;
su acuerdo es hecho posible por la coherencia de su forma ló­
gica (la cual, de por sí, está privada de sen tid o ). E l conjunto
de las proposiciones que tienen un sentido no es, por lo tanto,
más que el conjunto de las proposiciones de la ciencia, natural
(6.53). Lo “místico” muestra que esto no tiene nada que ver
con la filosofía. Lo “místico” es limitar las proposiciones “de
¡sentido” a las de la ciencia natural. Y, asimismo, saber esto pre-
¡Sema de la fundón sistemática g?obcd del concepto de “solipsismo” en su
Kladón con el concepto de lo “místico”.
,8 L. Wittgenstein, Cuadernos 1914-1916, en Tractatus, cit., p. 188.
104 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ TRACTATUS”.

cisamente como lím ite. Saber que todo esto no afecta a nues|j
tíos problemas “vitales”. Al final, se sabe aquello que se sabef
Lo “nuevo” es negativo solamente: se ha dejado de hablar dé
inefable. E l eterno retom o del límite, el retorno de la concia
sión al comienzo, después de que toda su “trascendencia” ha sido
inexorablemente negada y todo “problema absoluto” ha sido pues­
to en su sitio con el “callarlo”, describe el círculo del Tractatus. {
La “auto-crítica” sucesiva no afecta su “perfección”. El abal­
dono de la teoría de los Elementarsátze, y el consiguiente desairó-,
lio del concepto de juegos, no considera la radicalidad de está
crítica del discurso filosófico. “Filosofía” se convierte en pones
orden en un Raum (en una estancia, en el espado del mundo)»
poner un orden en las nociones que usamos al jugar un juego.
En el Tractatus: mostrar que a ciertos signos de las proposicio,
nes no corresponden significados y, en consecuencia, “curar” d
lenguaje, mostrando los límites de la expresión de los pensa­
mientos. Su sentido se encuentra, como quiera que sea, en k
relación de imagen-modelo que establece. La “filosofía” se coa-
vierte en “capacidad”, una cuestión de habilidad en el ordenar.
Se trata, en efecto, de una disciplina nueva. Pero los diverso»
juegos de las Investigaciones son completamente análogos a las
proposiciones de la ciencia natural, que es todo lo que se puede
decir al final del Tractatus. La nueva disciplina explica, en efec­
to, la constitución formal-lógica de otras disciplinas. En este puntó
es inevitable arrojar la escalera luego de haber subido. Para vei
correctamente el mundo, estas proposiciones son superadas. Son
solamente introductorias. ;>
Pero arrojar la escalera —superar estas proposiciones— es, por
consiguiente, “no decir nada sino aquello que se puede decir; es
decir, las proposiciones de la ciencia natural” (6.53); este que
“sería” el único método correcto de la filosofía y representa, d
efecto, su Vemichtung, sólo es pensable en base de lo “místico”
La tendencia radicalmente formalista del Tractatus no sería pen­
sable si en el mundo quedaran “valores”. De ello resultarían
imágenes infectadas de psicologismo, deber-ser, sentimientos ine­
fables. Pero que en el mundo no exista “valor” : esto es preci­
samente lo “místico”. Y, por consiguiente, el mundo es todo
(en el sentido de todo lo que puede decirse). El límite que lo
“místico” encuentra es precisamente la condición del formalismo
del Tractatus, que de esta manera vuelve a enlazarse a los desarro­
llos sucesivos del pensamiento wittgensteiniano.
Pero lo “místico” tiene otra función, complementaria y, opucs-
;; wriTG EN STEIN : PENSAMIENTO NEGATIVO Y "jU E G O ” 105
ta. Así como excluye de la expresión lingüística toda remisión
a un “inefable” y funda, por ello, la posibilidad de proposiciones
dotadas de sentido, así muestra también lo inefable. L o mués-
tía; sabe que no puede decirlo. Este aspecto es de im portancia
fundamental. Sin lo “místico”, el formalismo tendería siempre
a convertirse en “todo”, a presentarse como “verdad”, a elimi­
nar de sí todo límite. Y, por consiguiente, a traicionar inclusive
sus propios fundamentos. Si no fuese reasumido desde e l pun­
to de vista de lo “místico”, la relación lógica tendería siempre
- a plantearse como ley de la naturaleza. Es lo “místico” lo que
reconoce en la lógica proposiciones solamente tautológicas, reglas
p e los signos, y por eso encuentra sus límites, y éstos coinciden
entonces con los del mundo, así como éstos se dan en la pro­
posición dotada de sentido. Es lo “místico”, por lo tan to , el pri­
mer paso hacia el punto de vista del juego .79
Reconocer aquello que es necesario callar es por eso esencial
.para definir los límites entre los cuales es posible describir. “ Exor­
cizar” lo "místico” es creer que no existe nada que callar. Es
no comprender su función: de fundación correcta d e la “ esfera”
del formalismo. Para realizarla es necesario reducir to d a la se-
78 “Místico” no consiste por eso en arrojarse contra los Emites del len­
guaje. Sin embargo, en el momento mismo en que le “místico” pone los
Imites que la lógica ha formalizado, existe también el no-sentido de arrojar­
se contra tales limites. Sería absurdo pensar en “quitar” o "curar” este en­
cuentro que está intrínsecamente vinculado a los desarrollos efectúales de la
lógica contemporánea. Asi Wittgenstein habla de Kierkegaaid y de Heideg-
ger (F. Waismann, op. cit., pp. 61 y ss.) — y se trata de una interpreta­
ción definitiva, opuesta a las camapiana y neopositivista, que ven (no diferen­
temente, en sustancia, que Lukács en El asalto a la razón) en las corrientes
mstencialistas del pensamiento contemporáneo “espíritus reaccionarios” a
convertir o suprimir, o sea como fuere el Otro con respecto a la Vergeisti-
gung contemporánea. En realidad, en este inescindible complejo de relacio­
nes —forma lógica, reconocimiento “místico” del mundo como todo-limita­
do, “asalto ¿tico” a los limites del lenguaje concebido como dato insuprimi-
ble precisamente en la absoluta inefectualidad de su no-sentido— consiste el
fundamento del rechazo wittgensteiniano de toda nueva filosofía trascenden­
tal, de toda Philosophia como sistema de los juicios sintéticos apiiori (cf. las
criticas a Husserl en F. Waismann, op. cit., pp. 60-61). Ninguna deduc­
ción es posible de aquel asalto a los limites del lenguaje. Este es sola­
mente. Este es solamente mostrable. Y alrededor de la diferencia entre decir
y mostrar gira el Tractatus entero: “Su punto esencial está en la teoría de
aquello que puede ser expresado [gesagt] a través de proposiciones — es decir,
a través del lenguaje— (y, lo que es lo mismo, pensado) y aquello que no
puede ser expresado a través de proposiciones sino solamente mostrado [ge-
reigt]. Considero que éste es el problema cardinal de la filosofía” (Carta
i.Russell del 19 de septiembre de 1919 tomada de Cassino, op. cit., p. 71).
106 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL " t RAC í 'ATUS.”

ríe de los “valores” a mostrarse simplemente — y nosotros a ca-;


llar absolutamente sobre ellos. “Exorcizar” lo “místico” es anulan
el límite que el libro encuentra en el lenguaje para la expresión;
de los pensamientos. Si esto no se plantea, si su problema nó
subsiste, entonces el formalismo lógico se verifica inmediatameK
te en d dato, su estructura expresa la fundamental de las cien?
cias de la realidad. Se llega así a refundar un sistem a filosófico:
como análisis, precisamente, de la estructura fundamental unitaria;
de toda ciencia. Las conclusiones del Tractatus aparecen radicad
m ente distintas. E n él la lógica no aparece ya como meta-leo;
guaje de toda investigación científica, mucho menos como so
justificación. La lógica es operación-cálculo sígnico; no enuncia
nada. No funda la verdad de ninguna proposición; d significa­
do de la proposidón no la considera. Por esta razón, al plan­
tear el problema de las ciendas, en cuanto tales, se cierra. Hemos
solamente establecido cómo se llega a él —y el carácter general
de la proposición. Pero ningún “esquema” ha sido phüosophisch
encontrado entre formalismo lógico y proposidón científica, y
“verdad” de la ciencia. E l aspecto conclusivo-radical del Trae-
ta tu s deriva precisamente de esto: que aquí un método de in­
vestigación “cede la palabra” para siempre a otro. Lo “místico”
wittgensteiniano es este conservar-nada, contra la refundadón neo-
positivista (análogo preciso de la m achiana). Aquí, a pesar de
todo, la estructura fija del m undo y de la doctrina del signifi­
cado asume el rol de teatro de un acto radical de negación, que
es transformación de toda relación. Lo “místico” hace que una
“apología” de la relación entre lógica, proposición y mundo sea
imposible. Advierte y muestra la “ miseria” de dicha “apología”
— que las ciencias no podrán superar jamás—, más aún, no de­
berán hacerlo, para ser verdaderamente tales (y no plantearse
como falsas totalidades).
El momento de máxima crisis (y, a saber, de liquidación de
la perspectiva trascendental, de la fundación en la Lógica del
concepto de “verdadero” , de la función, en general, de la inves­
tigación filosófica en cuanto tal) se expresa aquí “clásicamente".
La “perfección sistemática” es necesaria no formalmente para
expresar esta crisis. Ésta es funcional a sus contenidos mismos.
Esta crisis afirma precisamente la esfera de aquello que puede
ser dicho, y donde todo es decible, el interrogante subsiste sola­
m ente donde subsiste también la respuesta. Todo es respuesta.
Pero los límites de este “todo” han sido despiadadamente encon­
trados en nuestro lenguaje. Para dar una respuesta (y no poi
WITTGENSTEIN: PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ jU E G O ” 107
cierto por una especie de nihilismo extremo) es por consiguien­
te necesario saber “qué poco se ha conseguido cuando estos pro­
blemas son resueltos”.80 La intuición del m undo sub specie eeter-
nitatis funda él conocimiento de la “miseria” de esta totalidad.
Y sólo entonces ésta se vuelve formalizable-formulable-factible.
Se vuelve espacio de las proposiciones científicas y d e la variedad
de los juegos.

80 Es decir que las últimas proposiciones del Tractatus no son leídas como
pesimismo schopenhaueriano, sino como afinidad radical a sus instancias y
junto con su radical superación. La “escalera” no es arrojada hacia el “si­
lencio de Buda” o para alcanzar el Nirvana, sino para producir el máximo
de claridad en las preguntas-respuestas de las proposiciones científicas, y por
eso, necesariamente en su miseria constitutiva. En este sentido, la última
voz del Tractatus no es una cita del vigesimosegundo Discurso de Buda, so­
bre el cual ha llamado la atención C. Fano (Neopositivismo, analisi del
Unguaggio e cibernética, Turín, 1968, pp. 32-33): “Como una balsa, oh
monjes, quiero que sea escuchada mi enseñanza, como una balsa: hecha
para salvarse, y no para guardársela y llevársela”. Sería insensato decir: “que­
ridísima, en verdad, es para mi esta balsa y óptima para superar pasos di­
fíciles. Entonces, para proseguir más velozmente mi camino, la cargaré a la
espalda por prados y montes sin despegarme de ella jamás”.
III. D E N IE T Z S C H E A W IT T G E N S T E IN .
E L P R O B L E M A D E L L E N G U A JE E N LA FILO SO FIA
D E LA N U E V A M U S IC A

1 . E L ANTI-W AGNER

La crítica de la Lógica y la crítica de la música wagneriana sé


presentan indisolublemente entrelazadas en los últimos años de;
Nietzsche. Destruir las bases mecánicas de la visión científica!
del mundo, liquidar los fúndamentos esencialistas de la lógica;
tradicional, plantear el lenguaje como convención, liberarlo de;
toda “necesidad” semántica y, precisamente gracias a esta ope­
ración, establecer su efectualidad en el proceso de formalización-
logicización del mundo: este proyecto chocaba del modo más
violento con la dialéctica wagneriana forma-realidad. El “drama”;
es el lugar de esta dialéctica. Y esta dialéctica aparece, según
Nietzsche, totalmente coherente con el proceso sintético hege-
liano. (El problema de cómo Nietzsche intenta siempre con He-
gd ciertos desarrollos del hegelianismo no puede ser encarado
aquí.) E n el “drama” solamente la música tiene un sentido:
cuando ésta finalmente conquista una dimensión tem portd efec­
tiva, se convierte en historia, sus palabras designan. En este pun­
to revela, mostrándolo, un mundo con el cual es perfectamente
coherente. Entre el lenguaje de la música y ese mundo no exis­
te diferencia. Por eso no es del todo exacto afirmar la existen­
cia de una prioridad ontológica de la palabra en W agner .1 Exis­
te, en cambio, perfectamente síntesis entre palabra y realidad. La
música es imagen especular de un mundo: la música vive de esa
rdación semántica; al mundo compete la efectiva prioridad dn-
tológica en la composición wagneriana. Y d drama define jus­
tamente el proceso finito, temporalmente definible, a través del
cual adviene la síntesis entre la música y su realidad, más en ge­
neral: entre realidad y lenguaje. En el drama, la palabra consi­
gue siempre designar.
Es desarrollando lógicamente los presupuestos, la razón profun­
da de su propia veneración originaria por W agner, como Nietz-

1 U. Duse, La música nd pensiero di Nietzsche e Wagner, en A. Cane­


ciólo (comp.), Música e filosofía, Bolonia, 1973.
[108]
el a n t i -w a g n e r 109

sebe llega a concebir este drama como opuesto a la tragedia. La


tragedia ilumina un destino, no un “estado de hecho”. Y este
destino expresa, precisamente en la convencionalidad del signo,
d derrumbe de toda metafísica mecanicista. Sobre la base de tal
juego, se refunda una efectualidad absolutamente distinta de la
efectualidad dialéctica: la efectualidad del formalismo lógico en
d proceso de racionalización, la efectualidad del W ille zur M acht.
Desde este punto de vista, la efectualidad de la síntesis prece­
dente aparece como el colmo del O hnm acht; n o tan to porque
aquélla sea simplemente especulativo-reflectante, sino porque las
formas mismas a través de las cuales debiera realizarse resultan
utópicas, ilusorias. Nada, en efecto, garantiza lógicamente aque­
lla identidad de estructura entre realidad y lenguaje en base a
Ja cual solamente esta pretendida síntesis sería pensable. £1
continuo Streben de la palabra de plantearse como realidad se
revierte en mal infinito, en deber-ser vacío. E l dram a no se con­
vierte más que en estilo, y m al estilo. E l estilo dramático wag-
; periano no es más “que una especie de mal estilo, o mejor, de
no estilo en la música”.* Precisamente porque el dram a es el lu­
gar por excelencia de aquel proceso sintético (de aquel “progre­
so”, justamente) que hemos mencionado, él no podra ser música
sino símbolo metafísico, alusión a otro distinto de sí. O nce años
antes de la carta a Gast que acabamos de citar, ya N ietzsche ha­
bía explicado esta crítica suya a C. Fuchs en térm inos definitivos.
W agner es tratado con despiadada sim plicidad. D ecir sus emo­
ciones, expresar sus “historias”, demostrar ser “dilecto” suyo, es
hacerle d juego. Es necesario en cambio analizar sus métodos
con “sequedad histórica”. Se descubrirá entonces que W agner
realiza una manipulación característica del lenguaje musical, di­
rigida a “querer reavivar a cualquier precio” . Pero este su ser
reacio “a lo que es matemático ”8 es completamente funcional
a su “filosofía”. “Reavivar” es esencial para expresar todo mo­
tivo, toda proposición del lenguaje musical, como u n sím bolo. La
forma lingüística debe constantemente aludir, proyectarse más
allá, pro-yectar la síntesis entre sí misma y el mundo, y. p o r eso
traicionarse. Esta música es “falsa” 4por dos motivos fundamen­
tales: porque quiere expresar más de lo que los lím ites de su
lenguaje permiten, y porque precisamente su “expresividad” mis-
* F. Nietzsche, Carta a P. Gast del 26 de febrero de 1888, en Carteg-
po Nietzsche-'Wagner, Turín, 1959, p. 173.
* Carta a Cari Fuchs, de julio de 1877, íbid., p. 156.
4 Ibid., p. 157.
110 LENGUAJE V NUEVA MUSICA

tífica la miseria del deber-ser indecible que la agita. Desde este


punto de vista la metafísica wagneriana tiene poco que ver con
la de Schopenhauer. Nietzsche lo advierte cuando, sobre todé
en sus últimas obras, aproxima W agner a Hegel, el enemigo
mortal de Schopenhauer. El lenguaje musical es en Schoper¿
hauer el primer agente del proceso de Vernichtung de la reta
ción de representación. La música ‘'humilla” al reino de la rea­
lidad. Y por razones opuestas a las de la Sehnsucht romántica;
N o como símbolo de una búsqueda in-finita distinta de los fe­
nómenos, sino como forma perfecta, signo completo en sí, ab­
solutamente no relaciónatee con un significado, la música es, en
Schopenhauer, negación de la voluntad-de-la-vida, o comienzo dé
su subversión. La lectura wagneriana de Schopenhauer es, porj
el contrario, totalmente romántico-dialéctica. N i el propio N ieta’
sche advierte con claridad todo lo schopenhaueriana que puede
aparecer su crítica a Wagner. •'
W agner es analizado, debemos decirlo, con inexorabilidad lógi­
ca. ¿Reconoce los límites de su lenguaje? ¿Reconoce los limites
de su juego? ¿La convencionalidad de los elementos que lo cota
ponen? ¿O, en cambio, concibe todavía la palabra como domi­
nio del Logos, el lenguaje como representación de una GeisteSr
geschíchie? El drama no puede adueñarse de la tragedia de la
forma pura. Esta tragedia es perfectamente coherente con la “se­
quedad histórica”, la “simplicidad concreta”, la “matemática*
que resultan, en cambio, inaplicables al “genio” wagneriano. Sin
embargo, allí donde este “ genio” está constreñido a revelar su
simbolismo “vacío” la ascesis consciente del formalismo puro re­
conoce la propia efectualidad en el poder-hacer fóimulable un
mundo. Su lógica refleja el proceso mismo de racionalización.
Las páginas weberianas sobre el desarrollo de la música occidental
son glosas a la crítica nietzscheana de Wagner.*
El “peligro” de W agner reside, por lo tanto, lógicamente ha­
blando, en su expresividad. Acerca de este p u nto la insistencia
de Nietzsche es obsesiva. La melodía debe hacerse in-finita si
quiere verdaderamente representar el propio Fin, debe por tanto
expresar más de cuanto no esté dado en los límites de su len­
guaje. Debe reavivar el propio lenguaje: su vida específica no5

5 M. W e b e r , “Los fundamentos racionales y sociológicos de la músi­


ca” (1921), e n Economía y sociedad, vol. n , México, f c e , 1964. Esto es
válido, naturalmente, como pura indicación metodológica, puesto que Weber
no se ocupa de los desarrollos de la música contemporánea.
£L ANTI-WAGNER 111

puede bastarle. Por eso la música "se libra *’.3 Pero la encontra-
, mos en aquel “terreno escabroso” del juego, que W ittgenstein
nos ha indicado. Expresiva, reavivante, sublim ante: pero nunca
camino, nunca danza. Esta música no puede caminar. Su “ po­
der" no tiene siquiera un limbo de tierra bajo los pies. N o dé­
banos engañamos con los ejemplos de Nietzsche: el problem a
no es el abandono de las buenas reglas antiguas, del ritm o, de la
ametría, etc. El problema es que esta música no sabe respon­
der a la pregunta decisiva: ¿qué orden se h a introducido en el
espacio de este juego? ¿Cuál es el orden de este lugar (u n o de
los tantos posibles)? Si falta una respuesta a este interrogante,
falta todo sentido a nuestra proposición, y en consecuencia toda
posible efectualidad suya. N ada se vuelve formidable. Y esta
miseria se mistifica dentro de la riqueza del efecto, de lo expre­
sivo, de lo sublime.
i»En W agner la música sigue siendo esclava de; esta actitud. Es­
clava de este significado. Éste es su fin . E n ella “ el dram a es
d objetivo, la música es siempre y solamente el medio” .* La
ínúsica como medio para aclarar, ejemplificar, describir y, sobre
todo, para ex-presar, nacer sentir, el mundo de la representación.
La música “mima” este mundo. Estamos aquí en las antípodas
de Schopenhauer. Sin embargo, a partir de esta actitu d s e ori­
gina precisamente, según Nietzsche, el odio de Parsifal contra la
vida. La búsqueda fatigosa de la música como significado im­
plica, por el constante repetirse de su fracaso, la predicación
''perversa” de la ascesis. La incognoscibilidad del fenóm eno se
revierte en concepto del noúmeno. Esta tendencia estaba presen­
te también en Schopenhauer, pero con algunas diferencias de
fondo. A nte todo, el “camino interior” de la Entsagung com en­
zaba precisamente en la conciencia de la alteridad del dato, de
la cosa com o siempre en-sí. En segundo lugar, la representación
se planteaba, consecuentemente, como siempre nadificante en su
dirección sistemática. La búsqueda de las formas nadificantes
(más nadificantes) de representación preparada-introducía el tema
conclusivo de la negación de la voluntad-de-la-vida. Para W agner
el problema es siempre, por el contrario, el de las formas más
representativo-expresivas, y éstas deberían realizarse tam bién res­
pecto de la idea de la obra —que no es otra cosa sino la perfec­
ta coherencia de música y significado: la creación del drama. E n
• F. Nietzsche, Nietzsche contra Wagner, en Opere, cit., vol. vi, tomo
3, Milán, 1970, p. 395.
i l b i d ., p. 392.
112 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

consecuencia, está implícito en la búsqueda de la síntesis que e|


significado se convierte en idea, y que la representación de esa
idea se cargue de los acentos del deber-ser, deje de vivir. i
La “profundidad” de esta música es su constante sobrepasar
los límites de sentido d d propio lenguaje. En el lugar del Ó lm
po de la apariencia 8el “moderno” W agner erige d templo de
la profundidad, de la expresividad, de lo sublime. Pero este te®
pío se funda sobre d fracaso de la relación de representación,
Naturalmente, oponer Bizet a W agner es una broma. N o es k
ingenua “simplicidad” lo que puede oponerse a la “profundidad^
wagneriana, sino, justamente, el Olimpo de la apariencia, la “su
perficialidad” dásica: el máximo de profundidad, d demente
clásico de las páginas del Tractatus: las tres palabras d d “tema*
del Tractatus,9 que expresan todo lo que podemos decir, no tres
sonidos cualesquiera. La forma, construida con lógica inexorable
dentro de sus propios límites, originada por el desencanto scho-
penhaueriano sobre la efectualidad d d esquematismo, esta for­
ma, que rehuye todo infinito y toda nostalgia por lo indecible;
despiadadamente anti-simbólica, es la verdadera antípoda de k
música wagneriana.
Aquí la crítica nietzscheana asume todo su peso y cae toda
posibilidad de malentenderla “estéticamente”. La música wagne-
riana simboliza el concepto entero de “modernidad”. E n particu­
lar, es la música del idealismo que ha llegado a su fase extrema.
La estructura logocéntrica de la filosofía occidental se verifica
aquí radicalmente y estalla. He aquí d sentido de lo nietzscheano:
no soportar otro dios después de W agner .10 En W agner el “va­
lor” del drama-teatro es el mismo de la representación. Los “sig­
nos” dependen de la verdad que se presenta. Sirven para descri­
bir el espíritu, el Logos —que en el espacio teatral es así “evo­
cado”. La escritura musical puede ser solamente representativa.
La síntesis entre signo y Logos es idealismo sumo .11 La dialéc­
tica representa esta síntesis como un proceso que se realiza en
varias fases y en varias estructuras; pero que sea la posibilidad
« Ibid., p. 414.
® Es la cita de Kürnberger “und alies, was man weist, nicht bloss rauschea
und brausen gehort hat, lasst sich in drei Worten sagen” ["y todo lo que
se sabe, lo escuchado que no es mero murmullo y zumbido, se deja decir
en tres palabras”]. Las Investigaciones filosóficas llevarán un lema de Nestroy.
10 F. Nietzsche, II caso "Wagner, en Opere, cit., p. 6.
11 Acerca de la posición nietzscheana respecto de estas relaciones, c£. el
fundamental ensayo de Derrida, "Le théátre de la cruauté et la clóture de la
représentation”, en Critique, julio de 1966.
EL ANTI-WAGNER 113
de una relación “originaria” (es decir, una condición trascenden­
tal de síntesis) entre el juego sígnico (concebido como quiera
que sea “ideológicamente” ) y el significado (tam bién concebido
como quiera que sea), no sólo no es así desm entido sino que
resulta antes bien confirmado con mayor fuerza. E ste idealis­
mo es lo “moderno7’: la obra es símbolo, su apariencia alude
a significados ocultos, su “valor” está más allá de su form a, o
bien en una síntesis que está más allá de ambos. L a obra rehuye
y traiciona d destino. N o analiza, no teoriza, lanza puentes en
lugar de trazar límites. Pero el amor fa ti que la rechaza es rup-
i tura y salto: la crisis definitiva de la tradición filosófica que se
agota en la música wagneriana. Esto es también el anuncio de
k nueva efectualidad de Zaratustra. En el espacio d e la diferen­
cia radical, y en consecuencia del puro formalismo del signo, se
construye u n orden del lenguaje que puede “sistemar” u n proce­
so de logicización del mundo, impensable en la relación de re­
presentación. Allí donde la “escritura” es representación de sig­
nificados esenciales —donde el “valor” de la proposición reside
en su capacidad de describir— nunca podrá darse teoría d e la
convencionalidad del signo. Jamás, por lo tanto, podrá ser defi­
nida la tragedia del puro formalismo, que es el am or fa ti e n cuan­
to Wille zur Macht.
Lo “moderno” es el presente —aquello que representa e l pre­
sente—, es decir, aquello que es sin futuro.12 El anti-wagneriano
descubre, en la tragedia del amor fa ti versus el in-finito deber de
la representación teatral, la crisis radical que la obra del moder­
no por excelencia, W agner, ya vive, y a la cual está condenar
da. Es una de las raras profecías tem pestivas (actuales) de Nietz-
sche. Si W agner ha repetido efectivamente una sola frase toda
la vida: “ ¡que su música no significa solamente música! ¡Sino
más que música! ¡Infinitamente mucho más!” 13y “debía p o r eso,
por principio, llevar al primer plano el 'esto que significa’ ” 14*(y
significa infinitas cosas), precisamente por su ubicación históri­
ca absolutamente crítica, esta pretendida síntesis d e m úsica e
idea no se logra, no puede lograrse. Escapa constantem ente de
la estructura y de la apariencia concreta de la obra. L a música
wagneriana no es solamente “la heredera de Hegel”, Cfuiere ser­
lo, debe (infinitamente debe) representar “d inconsciente espí-
12 F. Nietzsche, Nietzsche contra Wagner, en Opere, c it, pp. 396 y ss.
13 F. Nietzsche, II caso Wagner, en Opere, cit., p. 31.
14 Ibid., p. 32. Y en otra parte de la misma obra: la música wagneriana
B “lenguaje, instrumento, sierva dramatúrgica”.
H4 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

ritu del pueblo”.18 Pero está constreñida a hacer una directa y


desesperada experiencia del fracaso de esta síntesis. El repetirse
del hecho musical és el repetirse de este mismo fracaso. Aquí
Wagner deja de redimir o tic* sublimar. Aquí su obra reencuen­
tra una “verdad”, a la cual Nietzsche no puede sustraerse. La
música que debe representar la idea, al fracasar, vuelve a ser sig­
no. El drama, agotándose en el imperativo, reconstruye en sos
temas puros órdenes lingüísticos. Hay momentos en que la ente­
ra teatralidad waeneriana se "des-construye” y aparecen aquellos
anuncios de la música "absoluta” futura que Nietzsche recono­
ce. Saber escuchar a este Wagner será característico de Mahler
y de Schonberg un Wagner que deja a un lado “pequeñas,
preciosas cosas”, “un léxico de las palabras más intimas [ ...] so­
lamente cosas breves de cinco a quince compases, toda música.
que nadie conoce”.16 Pero este léxico, esta escritura, aparecen
porque la posibilidad de aquella síntesis ha sido verificada en
sus límites extremos. Solamente a esta altura pueden estallar sos
contradicciones. Las “pequeñas, preciosas cosas” son el fruto de
esta tragedia. Lo opuesto de toda naturaleza o simplicidad: so­
flámente podrían encontrarse en la ob a de Wagner, concebid]
finalmente en todo su espesor “filosófico”. Aferrarías significad, -
para el que después comprenda la lección de Nietzsche, haccnt;
cargo de toda la tragedia que lia llevado a días: no existe esco­
cia oculta en el significar, no existe relación originaria entre sig­
no y Logos, no existe lenguaje como representación perfecta dd
mundo. La simplicidad de la “cosa breve”, la apariencia “felá*
de los pocos compases, deberán ser la perfección d d juego, cum­
plidamente reconocido y ordenado —única verdad y única esco­
cia—, máxima profundidad.
Pero los temas wagnerianos son repliegues pesimistas, “dees
dencia”, momentos breves en los cuales la dilatación in finita dd
lenguaje musical descubre su propia "miseria” y se vuelve en i
misma, $c convierte en melancolía, quiere consolarse. El partía,
se contiene durante un instante, la confesión es inmediatam®
te encubierta. Más aun, también ella tiene una súbita necoi
dad de ser “redimida”- en la totalidad de la ópera, del drama. ES
16 Ibid., p. 32. Este “significado" determina la "abundancia, arbitra»
dad, indeterminación de Wagner”. jNo Bizet contra Wagner, por lo tinti
sino el “fuego” de la “gran lógica”, el “cielo esplendente” de la campa
ción pura, no lo “mediterráneo” de Carmen. Cf. “N o ta f 3 Nictocfc
Opere, cit., pp. 483-484.
10 F. Nietzsche, II caso 'Wagner, en Opere, cit., pp. 23-24.
EL ANTT'WAGNER 115

resistir a la apariencia, o mejor, el hacerla perfecta, o el reconocer


y el teorizar que se da sustancia y, en consecuencia, n i siquiera
apariencia: esta “ciencia” es todo lo que W agner “ redime” . E sta
fdsa pretensión es perfectamente complementaria de la interpre­
tación contemporánea por parte del historicismo de la cultura
clásica alemana. Goethe aparece como todo-respuesta, perfecta
integración de sensible e inteligible, coronación de la idea. Su
figura es insertada, sin traumas, en la continuidad ideal del do-
ciinio del Logos, el cual, finalmente, se “apaisa” sin residuos
en su obra. Holderlin canta sus himnos, Schiller lo predica. La
oración por la “síntesis” salva a Goethe, así como la sacra re­
presentación wagneriana redime las “pequeñas cosas” que apare­
cen y reflejan la obra revertida. A la vez que, en cambio, la
apariencia” de los Epigramas venecianos revela un poder sobre
id lenguaje, un orden impuesto a las palabras, irreductible a no
importa qué “utopía” . Aquí todo lo decible puede finalm ente ser
dicho, y toda relación, toda función, pueden ser expresadas. A quí
la claridad ya no “cae”, como en el discurso wagneriano, sino
que representa su “verdad” misma. No alude, no simboliza: está
para abatir lo sublime. Camina como señora de la tierra. Ex-
Jjdicar la carga trágica que conduce a este resultado es la obra
misma de Nietzsche, del mismo modo que ese resultado n o es
comprensible sino captando en Goethe los momentos de contra­
dicción y de crisis: el concepto de tragedia, la forma de la Entsa-
gung. “Sólo un arte ha llegado cerca de la perfección: el escri­
bir alemán”;17 esta capacidad se funda sobre la tragedia del
amor fatir y su radical acto de renuncia. Pero asumir desespera­
damente estos límites es caminar de nuevo, es poder dar respues­
ta a todos los interrogantes que ésos son, porque el misterio
inefable ya no es tal, es nada. Detrás de los Epigramas nada
kiste —en los Epigramas está el mundo: porque el mundo tie-
¿e las fronteras de nuestro lenguaje—, y éste es el tema de los
epigramas. W ittgenstein pedía a Engelmann este G oethe como
antídoto de la poesía de Albert Ehrenstein, D er M ensch Schreit:
“Cosa de perros, si no me equivoco. ¡Y estas cosas son las que
me han enviado aquí! Le ruego que me envíe, como antídoto, las
poesías de Goethe, el segundo volumen, donde están los E p i­
tomas venecianos, las Elegías y las Epístolas.” 18 ¿Cómo podría
‘ 17 Goethe, Epigrammi veneziani, Florencia, Sansoni, 1952.
18 L, Wittgenstein, Lettere, en P. Engelmann, op. cit., p. 6 . Véase infor­
mación sobre A. Ehrenstein y el texto de la poesía citada en M. T. Man­
dilan, Poeti espressionisti tedeschi, Milán, 1970. Wittgenstein habla de
116 LENGUAJE V NUEVA MÚSICA

gritar el que sabe decirme todo lo decible hasta el silencio? ¿Quiéay


no puede ya confiar en ampliar o reavivar lo decible? ¿Quién ha»
reconocido trágicamente sus límites? Tragedia es decir todoT
saber callar apenas se siente que este todo no importa, no trate,
forma la vida. Así en Wittgenstein. Pero cuando todo lo decif
ble ha sido verdaderamente dicho, entonces están claros tanM
bién sus límites, entonces también aquel sentido de miseria
muestra. Hemos visto ya de qué manera la perspectiva niefc£
scheana está todavía muy lejos del Tractatus. Sin embargo, ^
pesimismo schopenhaueriano parece aquí superado. No existe tm
proceso que lleva a la afirmación positiva del Nirvana, no exisfe
“redención” de los límites de la relación entre lenguaje y mtufc
do. Todo sentido está deseperadamente constreñido en esta •■0
ladón. D e aquí partía también Nietzsche. A esta altura scfc
mente pueden comparecer los Epigramas goethianos.
N o se trata por eso de cuestiones de “gusto”, sino de la ubic^
ción ideológica de W ittgenstein, de comprender de qué modo el
Tractatus expresa la misma, radical crítica nietzscheana de
“moderno” que hemos analizado hasta aquí. La obra que “des?
construye” todo valor utópico, que se desencanta y desencanta
en el lenguaje, inclusive poniendo en funcionamiento cada me-
canismo más oculto, es la obra que W ittgenstein siente suya;
Esa obra aparece simple. Pero, en efecto, es comprensible: y
esto constituye ni más ni menos que la suma profundidad. S i
comprensible significa poder decir, haber recorrido hasta el fon­
do el fracaso de toda palabra que vaya más allá de los límites de.
su contexto aunque sea con una vibración. El “realismo” de una
obra semejante es en realidad su opuesto, y viceversa. La pe^
fecta conciencia del límite, que se funda en la tragedia de «■
Entsagung, constriñe, sí, en el límite del lenguaje real (y único
posible), pero este lenguaje, precisamente por la pureza que tó
distingue, aparece en su forma abstracta, ya en el límite del
Goethe y Morike a Russell en una carta de enero de 1914. WittgensteiD
acaba de superar una crisis de Angst (y Angst es el efecto del impacto ético
contra los límites del lenguaje). Los nombres de Goethe y Mdiilce apare­
cen inmediatamente después de la descripción de esta crisis en labios dek>
"sobrevivido”. “Sí, Morike es verdaderamente un gran poeta. [ . . . ] Pea
tengo curiosidad de saber si te gustará realmente, porque a ti no te gusta
Goethe y la belleza de Mfirike es estrechamente afín a la de Goethe. Pero
si Morike te gusta verdaderamente, entonces prueba la Ifigenia de Goethe:
“vielleicht geht Dir dann ein Licht auf” ["tal vez entonces veas claro”] (Let-
tere, en o p. cit., p. 4 6) . Veintiséis años antes de este Morike, Hugo Wdf
había erigido un extraordinario “monumento musical”.
EL ANT1-WAGNER 117
ego. Nadie, como lo hace Wittgenstein indirectam ente, ayuda
a comprender este aspecto del “gran realismo”. L a figura de
}15dler es emblemática a este respecto. Todavía en 1942 W ittgen­
stein le enviaba a Malcolm un ejemplar de H adlaub, “u n a be­
llísima novela alemana” .19 Pero la misma “verdad — en tonos
menores— debía encontrarla W ittgenstein en autores como M o­
ldee, en la medida de los compases de M ozart auf d er R eise nach
fttfg.20 Estas “preferencias” arrojan una luz particular también
sobre el Tractatus: evidencian d carácter crítico d e la misma
teoría del significado que en éste aparecería, en cam bio, perfec­
tamente resuelta. Esas obras describen, en realidad, pero su “ver­
dad” no reside en el ser-descriptivas sino en el reconocimiento
pleno de la forma del lenguaje. El dem ento semántico está to­
davía presente, pero cada vez más entrdazado con la “escritura”
goethiana. El informar es aquí, ante todo, inform ar sobre la

mente porque soportan esos límites, m uestran aquello que deben


callar. No aluden a él, no lo simbolizan, puesto q u e esto sería
pretender todavía hablar de él. Es su propio lenguaje, en cuan­
to está ya del todo desencantado, en cuanto es radicalm ente utó­
pico, trágico en la acepción nietzscheana, es su misma estructura
tal como se da la que muestra el silencio que necesariamente en­
vuelve toda palabra. La descripción más “realista”, la informa­
ción más sucinta m uestran su propia im potenda para superar los
límites que se plantean, que dicen. Sobre esta alteridad se cons­
truye toda proposición. Ninguna palabra puede abarcar en sí dos
momentos, hablar de ambos, y mucho menos conciliarios dialéc­
ticamente. La proposición tiene sentido en cuanto descripdón-
-información. Pero este “todo” es abrazado por el silencio, d d
mismo modo —para parafrasear a W ittgenstein— en q u e la vida
lo es por la muerte y el pensamiento por la locura.*1 C u an to más
nítida y comprensiblemente se aprehende y comunica la vida,
tanto más desesperadamente se advierte que debe callarse la muer­
te; y por lo tanto más desesperadamente la m uerte se m uestra.
Cuanto más perfecto es el formalismo de nuestro lenguaje, cuanto
más refinado es este instrum ento, cuanto m ás hayam os penetra­
ndo en su estructura y trágicamente conocidos nos sean sus mis-
: » N . Malcolm, Ludwig Wittgenstein, tr. it., Milán, 1964, p. 57.
P. Engehnann, op. á t., p. 58.
» L. Wittgenstein, Observaciones sobre los fundamentos de la matemáti­
ca, en op. cit., p. 206.
118 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA:

mos límites, tanto más inexorablemente se abraza la locura. Y


por cierto ninguna obra podría iluminar estas relaciones secretas
del discurso wittgensteiniano, ya del Tractatus, mejor que una
“historia” de Keller, mejor que, por ejemplo, Rom eo y Jultefy
en la aldea. vil
Son análogas las relaciones mediante las cuales WittgensteSs
pudo “comprender” en sí la Aufklárung de Lichtenberg,22 uncj
de los autores de Nietzsche, y la corriente “mística” del pensáf
miento negativo: la “tradición” San Agustín-Pascal reconstruid!
por Kierkegaard.23 Los Epigramas goethianos, por una parte y por
otra, nada. Pero estos mismos Epigramas no aparecen más qu?
por esta diferencia. Sin el demostrarse de este descarte fúndamete
tal y originario, los Epigramas habrían sido “ingenuidad” —np
simplicidad, no comprensibilidad— , Bizet, no Nietzsche. Entoné
ces, el “escribir perfecto” de Lichtenberg y Goethe es también
Vernichtung, nadificaeión efectiva de toda utopía simbólica. En
la aparente plenitud realista de su forma, la nada se muestra. Está
“escritura” es lo opuesto de cualquier síntesis, de cualquier con­
solación o conciliación. Muestra el acto de renuncia que se hace
efectual naaificando todo mínimo tono que oscurezca por un
instante la norma. La Aufklárung se revierte en le negativo, pero,
a su vez, este último no vale sino como demostración de tos
límites o de la nada que componen la efectiva estructura del
lenguaje plenamente desencantado. No se da más lenguaje que
éste —pero este lenguaje no sólo tiene límites determinados y
despiadados, no sólo debe callar, no sólo puede nada respecto de
los problemas “vitales”, sino que se desenvuelve él mismo, en
sus estructuras, a través de operaciones inexorables de reducción-
nadificaeión. La “luz” que resulta de ello —la descripción, la
información, el “realismo” perfecto— es, en realidad, absoluta.
Y esta conclusión, precisamente, abre la perspectiva de la con-
vencionalidad y del juego: allí donde el pensamiento negativo se
resuelve y se realiza en Nietzsche.
Esta conclusión, junto con todas las alternativas que la han
22 G. H. von "Wriglit, “Georg Lichtenberg ais Philosoph”, en Theoria,
8, 1942.
23 Sin embargo, en 1948 Wittgenstein le escribía a Malcolm que Kier-
kegaard le resultaba “demasiado profundo” (op. cit., p. 103). Las relaciones
con estos autores, especialmente con Nietzsche, han sido a menudo cuidado­
samente “ocultadas” por Wittgenstein. Así se explica también la escasez de
la bibliografía sobre dichas relaciones, a diferencia de la relativa abundan­
cia de escritos sobre las influencias kantianas y schopenhauerianas en Wit­
tgenstein.
FX ANTI-'WAGNER 119

'‘soportado”, encuentra, como para Nietzsche, su verificación cru­


cial en la música. W agner ha “desaparecido” en el discurso wit-
tgensteiniano. Su verdadero opuesto no es ni ordo tradicional
melódico, ni “ingenuidad”, sino el Beethoven de los últim os Cuar­
tetos?* En éstos toda evidencia es “humillada”, com o decía
Schopenhauer, pero no para ser, como en Schopenhauer, redimi­
da en la ascesis del Nirvana. La consolación metafísica schopen-
fcaueriana no tiene lugar en estas obras. La pérdida d e todo va­
lor semántico, y por lo tanto de toda evidencia intuitiva, coloca
al lenguaje, en sus relaciones, como absoluto, y no como “redi­
mible”, “reavivable” fuera de sí mismo. El lenguaje es analiza­
do, decantado, desencarnado en sus mecanismos infinitesimales.
Este trabajo traza límites en todas partes: toda frase se detiene
¿y vuelve sobre sí misma, hasta plantearse como u n h ech o , como
un destino, inexorable e intraspasable. Todo indicio d e expresar
más que sí misma, toda posible connotación meta-lingüística, toda
tentativa de decir los propios “fundamentos" o las propias uto­
pías, es rechazado. Pero advertido y rechazado. Llega aquí a
mostrarse perfectamente el entrelazamiento de A ufklarung y n e ­
gativo. La miseria de la forma absoluta form a aquí u n a unidad
con la plenitud de sus articulaciones y relaciones efectivas, con
la in-finidad de sus combinaciones y con la com prensibilidad
de la obra. Pero esta comprensibilidad es tal precisamente por­
que en ella se muestra todo aquello que no es decible, porque
la “escritura" no se transforma en nueva totalidad, nuevo ori­
gen, nueva síntesis, eje de una nueva Philosophia perennis, sino
que es teoría trágica de la diferencia entre signo y realidad, la
misma sobre la cual Nietzsche construirá su crítica de la lógica.
Por cierto, el Tractatus no “agota” el sentido de los últimos
Cuartetos. El límite que estos últimos trazan al lenguaje va mu­
cho más allá de la definición de su estructura descriptivo-infor-
mativa. La imagen especular es aquí solamente la d e la misma
forma lógica de la proposición. Pero también en W ittgenstein la *
** La familia de Wittgenstein era “musical” en el sentido más “vienés”
del término, Paul, hermano de Ludwig, era un célebre pianista; Ravel escri­
bió para él el Concierto para la mano izquierda; Rudi era un apasionado
del teatro y la ópera; Hans un auténtico virtuoso en más de un instrumento;
Kurt, finalmente, era un notable violoncelista. Las dos hermanas de W it­
tgenstein, Hermine y Margarethe, formaban parte del Secession-Kreis y eran
lectoras apasionadas de Schopenhauer, Kierkegaard, Weininger: los “dema­
siado profundos” de Ludwig. Rudi, Hans y Kurt se suicidaron. País estas
informaciones y sobre el ambiente familiar wittgensteiniano, cf. A. Janik y
S. Toulmin, La Vierta de Wittgenstein, dt.
120 L EN G U A JE Y NUEVA MUSICA

lógica no producirá nunca proposiciones dotadas de sentido. Tam­


bién para W ittgenstein, en el análisis de la forma lógica, la rela­
ción de significado deja de ser válida. Y tampoco el “valor" dj|
la lógica reside en algún aludir suyo al sentido de las propcÑ
siciones —porque aquélla debe autojustificarse, prescindiendo da
cualquier consideración de contenido. Las reglas de la lógica se
construyen tautológicamente. Dentro de ella no puede ser des­
cubierta una proposición sintética. Tampoco se dan “inferencias”
de manera de pasar de las tautologías de la lógica a establecer la
verdad de una proposición. La lógica se muestra a á misma. De-'
fine las normas fundamentales de construcción del discurso, pie*
cindiendo completamente de toda consideración semántica.
Sin embargo, en la medida en que tales normas, esta “lej^li-
dad”, están todavía en una relación problemática, de tensión,
respecto de la refiguración y del significado, se re-presenta irre­
suelto el conflicto entre lógica perfectamente “desencantada” y
realidad, entre los signos en su lógica, entre la construcción de
esta lógica, y las tensiones representativas del lenguaje. Este con­
flicto, que impregna todavía el Traetatus y que proviene histórica­
mente de la interpretación radical-nihilista de Schopenhauer era
dominante en Brahms, constituía en él la constante Schicksalslied.
Brahms es, respecto de W agner, la otra cara de la “música”
schopenhaueriana. El que "vendrá después” , Schónberg, podrá
comprender a ambos precisamente en la medida en que esta
matriz es común de ambas obras. E n W agner: la superación
dramática dél ser-nóumeno de la realidad, la exaltación positiva
de la ascesis. En Brahms: la fidelidad absoluta a la “cuádruple
raíz” de la sustancia inafenable del Gegebene —la consiguiente
teoría de la miseria semántica del lenguaje—, la noumeniddad
de lo real. E ntre W agner y Brahms se enfrentan la solución
ascético-positiva y la solución pesimista, en el sentido nietzs-
cheano, al problema de la crisis del esquematismo. D e la mis­
ma manera en que se enfrentarán en uno d e los periodos más
atormentados de la vida de Schónberg, y es indudable que aquí
el elemento emergente estará constituido por el Brahms “grosser
Erfinder” en el campo del lenguaje musical, por el Brahms que
“envuelve” el Bildungsroman sinfónico en la atmósfera de esta
“miseria” semántica del lenguaje y lo transforma por eso en
desesperada búsqueda en el campo de la organización pura del
material, por el Brahms del “material” irredento, solam ente ot-
ganizable:*• el Brahms del Cuarteto para arcos en re mayor de
15 H. H. Studcensdunidt, Schónberg, Zimch, 1974, p. 324.
£L ANTI-WAGNER 121

' 1897 “freí von Chromatik und Pathos”.26 La unidad fundam en­
tal de la Weltanschauung idealista es aquí, punto por punto,
desganada: es la separación, la Abgrund, que divide las dos par-
"tes del Schicksdslied, la definitiva imposibilidad de la síntesis,
¿sa precipita hasta el problema de la identidad del yo, como
en la pregunta angustiosa que acosa en los Nove L ieaer op. 32
("und jener Mensch, der ich gewesen, und den ich Iangst m it
einen andern Ich vertauschte, wo ist er nun?” [“y aquel hombre
que fui, y que hace mucho troqué por otro Yo, ¿dónde está aho-
ia?”] dice una poesía de Platen a la que en ellos se pone músi­
ca), y hasta el de la muerte, inclusive: del ser para la muerte,
como en el Réquiem y en los V ier em ste Gesdnge.
Pero esto es todavía pesimismo. Su radicalidad im pide, sin
duda, el “drama” wagneriano, la “redención” del material, la
definición de un nuevo ordo que define la efectualidad de una
fonna sintética absoluta de la proposición. Sin embargo, el re­
conocimiento pesimista de los límites del lenguaje, de su “ mise­
ria” formal, continúa apareciendo como un juicio de valor. Al
negar todo valor al dato insuperable que la propia teoría reco­
noce, el pesimismo habla todavía exactamente en los térm inos
en que él mismo ha reconocido no poder. Para negar u n “valor”
es necesario, de hecho, haberlo conocido y verificado. Para negar
todo “valor” a los límites de las proposiciones lógicas y de sen­
tido, es preciso contradecir ipso jacto la existencia de tales lími­
tes. Desde este punto de vista, W ittgenstein es radicalm ente
opuesto a todo pesimismo. Por una parte, el m undo; p o r otra,
nada. No existe lugar desde el cual se pueda juzgar el “valor”
del mundo; lo “místico” es precisamente saber que no pueden
darse sino proposiciones de sentido, enunciar según formas lógi­
cas. Otra cosa no es posible decir. Mostrar los límites del for­
malismo no es de ningún modo juzgar sobre el valor o él no-
valor del mundo y de nuestras representaciones, sino solamente
medir-calcular su poder efectivo, y reconocer su característica rela­
ción con la nada, de la cual hemos hablado. Brahms es “dema­
siado profundo” para el Tractatus; en el lenguaje de esta obra
él se plantea todavía problemas insolubles y habla de eüos. La
música pesimista desgarra, en él, los principios del idealismo,27
*« Ibid., p. 32.
17 La verificación radical de esta actitud se encuentra en la liederística
biabmsiana: lejos de ser una síntesis de Kultur y Volksgeist, el Lied con­
duce su ‘‘materia’’ al aniquilamiento: todo elemento es “simbolizado”, toda
descriptividad abstraída. U. Duse (Giatav Mahler, Turin, 1973, p. 9 0 ) tie-
122 L EN G U A JE Y NUEVA MÚSICA

pero no expresa todavía lo “'místico'’, y mucho menos su efectúa-;


lidad nietzseheana. ’
"Profundidad” y “misticismo” serán conceptos contrapuesto^
desde este punto de vista, también en Schonberg. "Profundo^
es lo incomprensible y lo indecible que se busca decir, "profua|
do” es el equivoco entre representatividad de la proposición !
noúmeno. "Místico”, en cambio, es la claridad con la cual
advierte lo no-decible que abraza el. lenguaje. La existencia d&
estas relaciones en Seraphita de Balzac fascinaba a SchSnbeigs
lo máximo del realismo representativo aparece como “místico” . Lis
“místico” no se dice. Por eso lo místico está "desencantado” . Y
precisamente de ese desencanto nace el acto de fe: éste se mues­
tra en la plena comprensibilidad, en la medida en que ésta sólo
puede obtenerse reconociendo lo no-decible: “der Glaube des
'De sill usionierten’ ” : la unción de la conciencia de lo real, sobri^
fría, crítica, con la fe. “Im Einfachen steckt das Mystische.” "
Con las mismas palabras W ittgenstein comentará la poesía de
Uhland. ::
Al responder en 1917, mientras estaba terminando el Tractatus,
a una carta de Engelmann que le presentaba la “demasiado cla­
ra” poesía de Uhland, G raf Eberkards "Weissdom, Wittgenstein
nos proporciona una clave decisiva para entender el sentido “ideo­
lógico” de su misma obra. “La poesía de U hland es verdadera­
mente magnífica. Y es así: cuando no se procura expresar lo
inexpresable, entonces nada está perdido. Pero lo inexpresable
está —inefablemente— contenido en lo que se ha expresado." *
Así resuena la esencia de la posición de lo "místico”. La sim­
ple descripción, que ha logrado interiorizar hasta el fondo sus lí:
mites, contiene y muestra, sin decir de ella un indicio, la nada
que la abraza. Lo que W ittgenstein no puede todavía aclarar
es que esta descripción excluye la posesión de un contenido, que
la razón de la poesía no reside en los límites “informativos” de
su lenguaje, sino en su ser absoluto. Como en el caso del verso
ne perfectamente razón al subrayar este aspecto, pero sus conclusiones son
bastante simplistas: aquí no está en juego un “filisteísmo pequefioburgués”
genérico sino la crisis de la Kultnr idealista, crisis que se da también en la
negación inmediata (y precisamente en cuanto inmediata, obligada a cita
y volver a recorrer continuamente la “tradición”, obligada a reflejarla es­
peculativamente) .
23 H. H. Stuckenschmidt, op. cit-, p . 217. Se trata de una cita tomada
de notas explicativo-introductorias a un proyecto de Oratorio en el que
Schonberg estaba trabajando en 1911.
** P. Engelmann, op. cit., p. 7; pp. 56-57.
£L ANTT-WAvJSER 123

:de Móríke que Engelmann cita (“Gelassen stieg die N ach t an ’s


Land” [“La noche sosegada descendió a la tierra”] ) , son ya las
ilaciones entre los signos, la medida de su convencionalidad, y
h perfección con q u e . la soportan y realizan, las que constitu­
yen lo expresable, el “sentido” de la proposición. Pero es indu­
dable que ésta es la perspectiva del propio W ittgenstein —la di­
rección obligada de su discurso— y que esto es lo que él amó en
rin autor como Schubert.30
? La expresividad del Lied se decanta en la claridad y compren­
sibilidad de los “cinco compases” nietzscheanos. L a relación se­
mántica se extingue lentamente en una estructura tautológica, per­
fectamente formal. La ingenuidad es concisión informativa, la
simplicidad y comprensibilidad de la estructura formal que se crea
y pro-duce. Cualquier “melancolía”, lo mismo que cualquier
-“idea”, ya no son aquí dichas. N ada es “más que música”. Sin
embargo, esta forma recoge en sí y m u e stra —inefablem ente—
.todas las alternativas, las contradicciones, los problemas, la trage-
'día que hasta aquí I1C111OS seguido. E n esa “gran forma” nada
está perdido porque aquí se toca el destino de las desesperadas
nostalgias por la síntesis sinfónica, así como del pesimismo que
las sigue, así como de la simple relación de representación.31 Pero
este Lied, compás trágico como el aforismo nietzscheano — pero
de la tragedia propia de la “gaya ciencia”—, radicalm ente anti­
expresivo, anti-straussiano,82 es Mahler. M ahler es él contemporá-801
80 “Gran forma” es un concepto opuesto al de “gran estilo”, del que ha­
bla Nietzsche en II caso Wagner, op. cit., p. 45. También el pesimismo
brahmsiano quiere superar-negar todo “estilo”, resolviendo en la forma clási­
ca sus contradicciones. Puesto que esa fonna se convierte así en perfecta
utopía (no puede ser forma clásica como objeto de nostalgia), Brahms plan­
tea el. problema del nuevo orden, su pregunta. La forma clásica dd Tracta-
tus consistirá en la eliminación del enigma, en la respuesta a aquel proble­
ma en los límites del lenguaje. En esta dirección se moverá la escuela mu­
sical vienesa. Pero también Loos, su arquitectura más conscientemente “an-
ti-modema” : Cf. M. Cacciari, F. Amendolagine, Oikos. D a Loos a Wif-
tgensteín, Roma, 1975, 3' M. Tafuri, La montagna disicantata. II grattacielo
e la City, en Varios autores, La citta americana, Barí, 1973.
81 Cf. G. H. von Wright, “L. W . Schizzo biográfico”, en N . Malcolm,
'Op. cit., p. 33; P. Engelmann, op. cit., p. 62. ;i
r.8* “Expressive statt fórmale Musik zu schreiben” fue siempre el lema de
R. Strauss. La originalidad compositiva en sí no está aquí en discusión, sino
su theatralische Sendung respecto del material, de los medios técnicos, de
las relaciones comunicativas. La misma “cita” es siempre zitualización en
Strauss. Sin embargo, en 1922, en el Walzer op. 70, ¡hay tiempo perdidol
Resulta así en-gran parte empobrecida también la problemática lingüística
hofmannsthaliana del Rosenkavalier. U. Duse ha puesto bien en evidencia
124 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

neo verdadero de Wittgenstein. La música del Tractatus apai¡


ce solamente con los Kindertotenlieder. La simplicidad-compre^
sibüidad wittgensteiniana (el “no hay enigma” ) no podía
contrar su auténtico exem plvm en Uhland. Fue por primera vis
descubierta y dicha en los Lieder de Des Knáben W underhoM

2. MAHLEKISCHE KUNST

“Desde que he comprendido a Mahler, he rechazado íntimamtó,


te a Strauss.” 83 Brahms define aquella “disciplina del material?-
que Schónberg nunca abandonará. Pero es Mahler quien ilumina,
su significado. Strauss es completamente extraño a dicha crisis:
es demasiado “dramaturgo nato”, demasiado “compositor drairiá*;
tico” 34 para comprender efectivamente el “gesto” de M a n ||
cuando, antes de la publicación, suprime los títulos de las parte
de la Tercera Sinfonía. En Strauss todos los medios técnico*
adoptados sirven para la “construcción de un mundo” : para la
definición de un lenguaje plenamente representativo-exhaustivo
de un mundo. Nada es compás trágico, nada es aforismo. N i#
guna decisión es tomada aquí, porque no hay crisis. La “riquó-
za” de las formas compositivas, su exuberante crecimiento, su
“programa”, se disponen paratácticamente, son cada vez sintetiza,
dos. La forma es omnicomprensiva: nueva totalidad. Y esta pre­
tendida totalidad es signo de continuidad, de tradición —se rfr
vierte cada vez, o está cada vez a punto de revertirse, en “ba­
nalidad”.
Cuando se comprende a M ahler es necesario refutar a Strauss,

de qué manera Mahler, por el contrario, inclusive en sus primeras obras más
aparentemente saturadas de “expresividad”, desarrolla una minuciosa inves­
tigación filológica sobre los elementos que componen el lenguaje “ya-visto”
(U. Duse, op. cit., p. 138).
** Así se expresaba Schónberg en 1914 negándose a participar en las “ce­
lebraciones” del compositor alemán (cf. H. H. Stuckenschmidt, op. á t ., p. 68).
La ruptura definitiva con Strauss se produce después de la publicación de la
Harmonielehre dedicada a Mahler. Acerca de las relaciones Schdnbeig-Strauss
véase H. H. Stuckenschmidt, op. á t., pp. 65-66; pp. 69-71; A. Mahler, Gus­
tar Mahler. Recuerdos y cartas, Madrid, Taurus, 1979, confirma la afinidad
entre la opinión que Schónberg madura respecto de Strauss y el de Mahler
que era efectivamente entusiasta solamente de Salomé.
** G. Abraham, Apogeo e declino del romanticismo 1890-1914, en M.
Cooper (comp.), La música moderna 1890-1960, Milán, 1974, p. 8.
JÍAHLERISCIIE KU NST 125
jorque Mahler ensena precisamente la entweder-oder. N o la sín­
tesis, no la posibilidad o la utopía del lenguaje omnicompren-
¡íjvo, sino la decisión fundamental y por eso la imagen de la
drisis. Decidirse radicalmente es posible solam ente allí donde
ia continuidad del lenguaje haya sido iota (haya sido resuelta).
Análogo en ciertos aspectos, acaso tal vez inconsciente, es el
trayecto poético schónbergiano de aquellos años: de Strauss a
de Dehmel a George.
jmi diciembre de 1904 tuvo lugar en V iena la primera ejecu­
ción de la Tercera Sinfonía. Inmediatamente después, Schonberg
escribía a Mahler: no puedo hablarle de músico a músico sino
hombre a hombre; he visto su alma nackt —sp littem a ckt—,
be sentido él dolor des Desülusionierten (¡he aquí el origen del
Sexto que acabamos de citar a propósito de lo “místico” !). Esta
sinfonía es W ahrheit, rücksichtsloseste W ahrheit: frente a ella
3¡p pueden darse m ittlere E m pfindungen sino solam ente aut-aut,
.8S
■iqntweder-oder ,
Sin duda, éste es el M ahler de Schonberg por
algunos aspectos directamente de W eb em , pero el significado fun­
damental de la ruptura que él representa está atrapado. L a “gaya
ciencia” de la Tercera Sinfonía es inseparable de la “ tragedia” su­
cesiva: se trata de dos polos, absolutamente complementarios. La
dialéctica compositiva de la Tercera mira ya a la tragedia; es esta
tensión la que Schonberg atrapa en su “aut-aut”. Es en esta to r­
sión donde coloca (transformándolo, por lo ta n to ) en aquellos
¿nismos años lo “ya-dicho” . D e lo “ya-dicho” aferra las form as
en su esencialidad, en su nüchtemes Denken (porque el lenguaje
ño “se inventa”, “se transforma” ). La lectura de lo “ya-dicho” es
así decidida, así resuelta: no una lectura “progresiva”, totalizan­
te, no una recuperación del “significado” de lo ya-dicho, -ninguna
recuperación. Pero lectura dialéctico-desencantada, verificación, crí­
tica del material existente para la construcción de la composición
nueva. Esto se colocaba perfectamente en el “surco” roahleriano:
de los Gurre-lAeder (un ensayo sobre W agner, el pendant exac­
to para la formación del lenguaje schónbergiano del Klagendes
Lied) hasta los Orchesterlieder op. 8 (W olf, el Strauss de Mor-
gen, los “adioses” mahlerianos), hasta los primeros Cuartetos.
Pero por primera vez en Mahler, “seis mil pies” por encima
de todo “romanticismo tardío”, el fin de toda metafísica reduc-
fiva, la imposibilidad de componer una intuición sustancial, de
representar y decir la esencia “oculta” de las cosas — es decir,
precisamente, la “gaya ciencia”, la Aufklárung d e la “vida”—,
85 H. H. Stuckenschmidt, op. cit, pp. 95-96.
126 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

habían demostrado la propia homogeneidad estructural con la


concepción trágica de la forma del lenguaje, como eje y condi­
ción de cualquier proposición de sentido. La simplicidad es aquí
comprensibilidad formal, “gran forma” en esta acepción. Pero esa
comprensibilidad no es deducida de una especie de meta-lengua­
je que contempla leves-normas “sustanciales”. La gaya ciencia
enseña que esta reducción es imposible, que el mundo es todo. Lá
comprensibilidad es realizada en este nivel sobre la base de este
lenguaje. Pero también este Lenguaje, en realidad, no existe;
existen los muchos lenguajes concretos, sus historias, sus tradi­
ciones. Éste es el espacio que es hecho comprensible —en este
ámbito (¡Raum siempre!) es hecho el orden: el espacio del mun­
do-todo de la Aufklárung nietzscheana, pero también del mundo-
todo-limitado y del O tro que aquí se muestra dando lugar a la
experiencia trágica.36 Convertir en “gran forma” esta multiplid-
dad —construir “grandes formas” allí donde sólo el mundo es
todo, allí donde la idea de que el fin es representar una sustrae
cia del lenguaje o la esencia espiritual escondida del proceso his-
tórico-individual ha sido deshecha— esto no significa definir nue­
vas Leyes universales, bloquear el desplegarse múltiple de los
lenguajes en un nuevo Lenguaje que pretenda dominados eter­
namente. N o la “gran fa m a ” se dice. Lo que se dice son es­
tos lenguajes. La “gran forma” se muestra en ellos. N o se trata
de un apriori, de un principio ordenador-sistematizante que des
ciende hacia el material para “logicizarlo”. Esta forma se revela
en la exposición del material mismo, en la medida en que eso
resulta comprensible. Dicha forma está implícita en este siste-

36 Frente a la forma de la composición están los lenguajes, los materia­


les-. GegenstSnde. Esta materia no podrá nunca ser idealistamente auf-geho-
ben, sino solamente trabajada: durch-arbeiter, durch-komponiert (U. Duse,
op. cit., pp. 128 y ss.). En esta perspectiva, la pausa es fundamental; como
expresión global de separación, de Resignation (cf. el cap. 4 de este traba­
jo), y como indice del silencio que abraza a todo compás, “porque el si­
lencio no es sólo una de las formas del ritmo en la vida moderna, por el
cual tiende siempre a desmitificarse, sino que es la dimensión sobre la cual
se distribuye la caducidad del sonido, es medida de la música” (U. Duse,
op. cit., p. 142). La misma función desempefian en Trakl el silencio y la
pausa. Este nudo fundamental de la problemática mahleriana se explicará
radicalmente en el Adagio de la Décima inconclusa (ibid., pp. 305-106). Sobre
esta base, las relaciones entre Mahler y la cultura mitteleuropea contempo­
ránea no pueden por cierto ser resueltos con las escasas líneas de U. Duse;
sobre todo la relación objetiva Mahler-Freud asume gran importancia: sobit
este tema cf. D. Mitchell, G. Mahler. The ’W underhom Years, Londres
1975, pp. 70-78.
1 “> ^
MAIILERISCIIE KUNST 1 ¿./

nía. Reside no en esferas conceptuales “separadas” (y ya reve­


ladas como no esquematizables), sino en la apercepción misma
de este material. No puedo disponer de un meta-lenguaje que
. exponga-explique los diversos lenguajes concretos. Éstos son el
'mundo —todo. Son por eso mi mismo lenguaje, el lenguaje de la
composición. Pero la composición m uestra que, im plícito en el
ít¡so de la multiplicidad de los lenguajes —propiedad inalienable
de su ser-vividos— hay una forma de apercepción que los orde­
na de manera dinámica, procesual, y los hace comunicables-com-
, prensibles.
. Así como nó hay posibilidad de nombrar la esencia de las co­
sas, y por lo tanto no existe Lenguaje que nombre sustancias
“ocultas”, así tampoco existe posibilidad de un Lenguaje de los
lenguajes, de una meta-lengua que nombre las Leyes sustanciales-
íetemas de la relación lenguaje-realidad. “A los objetos sólo los
puedo nombrar. Los signos son sus representantes. Yo solamen­
te puedo hablar de ellos no puedo expresarlos. U na proposición
únicamente puede decir cómo es una cosa, no qué es una cosa”
fTractatus, 3.221); el lenguaje que es la totalidad de las propo­
siciones (ibid., 4.001) es por consiguiente los nombres de todos
íos objetos, habla de ellos. Objetos de la composición son los
múltiples lenguajes y las múltiples palabras que, vividas, se for­
man en la memoria-percepción del sujeto, cuya forma se m ues­
tra. Parafraseando nuevamente a W ittgenstein: la composición
no es una doctrina, sino una actividad. N o revela sustancias o
Leyes eternas (de armonía, simetría, etc.), porque no h ay posi­
ble reducción de los lenguajes a una F orm a de ellos, n i hay tam ­
poco apriori ordenador de su multiplicidad. La composición es
la forma que la memoria-percepción de los lenguajes dem uestra.
La denuncia por parte de la gaya ciencia de la im potencia de
toda síntesis absoluta no alcanza por eso de ningún m odo a lo
“ocasional” de los lenguajes inmediatamente vividos, sino a la Auf-
klárung de las formas implícitas en la actividad de la percepción
y de la memoria. La “gran forma” las muestra, las ilumina, acla­
ra su sentido, al mostrar y hacer hablar el m undo que las propo­
siciones nombran.
De todo se habla —de cada cosa hay un nombre—, para todo
lenguaje existe el espacio de la “gran forma” . Esto indica la es­
tructura mahleriana del Lied, la relación de estrecha afinidad en­
te ciclos liederísticos y sinfónicos en Mahler. N o: por u n a parte
‘lenguajes” (memoria-percepción-“individuo” ), por otra la músi­
ca “profunda”, la verdad oculta detrás del velo de Sais. N o: por
128 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

una parte lo “sensible”, lo “mundano”, donde la Forma puede a,


veces sólo traicionarse, por otra la reducción lógico-lingüística.
la pureza apriori de esta Forma, en sus estructuras necesarias, eif.
sus Leyes. Sólo vivido y Forma como ya indisociables: el lengua^,
je como únicamente este lenguaje, y la forma como su projáés
dad, que la composición debe revelar, demostrar y comunicaf
com prensiblem ente. Las normas de la composición n o son r$
glas de u n lenguaje sur generó, sino “cálculos” para que la íjjjg
ma de este lenguaje (en consecuencia, su multiplicidad histórica
e individual) se ilumine y comunique de la manera más compre*^
¿ble (es decir, también más “económica”, menos “expresiva”).
El lenguaje no se inventa. El problema no está en la románfc
ca “creatividad” del lenguaje poético —y tampoco en el decaden­
te pesimismo sobre el sentido del lenguaje. El lenguaje es este
todo-limitado. El problema compositivo consiste en su organiza­
ción. E sto excluye inmediatamente todo naturalismo. Cualquier
indicio en esta dirección es solamente aparente. Se trata de $s|j
lenguaje atrapado mientras demuestra la propia form a y es orga­
nizado en consecuencia (penque el principio de organización no
deriva de un Sujeto extemo a él, que lo pueda manipular “K
brem ente").
La tragedia tiene éxito en la gaya ciencia. Pero la gaya den)
cía se funda sobre la tragedia. N o existe superación dialéctica
entre los dos términos. La organización del material no repre­
senta otra cosa que el hacer-comprensible estas contradicciones;
la realidad concreta de los lenguajes en sus diferencias. Es el
espacio d e la diferencia. La tragedia se muestra, por eso, en esta
organización y no constituye de ningún modo su simple pasada
Y sin embargo, aquí, la tragedia de k pérdida de la Forma como
Lenguaje universal y del Sujeto de k composición como Ego tn *
cendental aparece ya saldada. E l Sujeto es ciertamente integrado
en k necesidad de los lenguajes —pero este destino aparece yat
como simple origen de su peder de organización en el sistema
ie ellos delinean, del cual definen los límites. La tragedk por
S deber-ser de k Forma, el in-finito tender a la conciliación en­
tre música-verdad y lenguajes, es característica del pesimismo de
Biahms, más acá de la “gaya ciencia”. E sta contradicción aparó
ce resuelta en Mahler. La tragedia se alimenta dentro del nuevb
concepto de composición.
La organización-composición es ahora propiedad de estos leo*
guajes, o, mejor, de k forma de apercepción de éstos (el ser-vi#
dos y sentidos forma parte de su estructura). Decir que aquefb-
JvtAHLERISCIlE k u n st 129
,no l o s puede “inventar” n o basta. Lo mismo que los objetos,
.estos lenguajes son dados por el sentido de la proposición. Pero
.esto significa que el “lugar” donde ellos se aprehenden es, por
' excelencia, la memoria. Lo dado equivale, en la raíz d e su con­
cepto, al objeto como se da en la memoria, a su im agen en la
-memoria. Dado es el lenguaje en la memoria, esto q u e hem os
oído. Y debido a que el principio de la organización compositiva
excluye todo poder transformador efectivamente al lenguaje, que
no sea auto-ilusión, mistificación, falsedad (porque el lenguaje
es esta multiplicidad como el m undo), este material oído no es
ireactualizable. M ás aún, querer reactualizarlo, como presente o
¡procurarlo como futuro (“esperarlo” ), sería “wagnerismo” , en la
acepción nietzscheana del término. E n consecuencia, la organiza­
ción compositiva es inseparable de la dimensión trágica de la
memoria de un “tiempo perdido”, no sólo no reactualizable, sino
del cual es profesada con absoluta desesperación la necesidad de
$o procurarlo.®7 Se hace comprensible efectivamente sólo cuando
jlumina de qué modo no hay palabras ni siquiera para la bús­
queda de esto perdido, y no solamente para los contenidos de esto
perdido mismo. Entonces es comprensible el adiós q u e cierra
Der Abschied, y los dolorosos acentos in ritardando q u e se con­
cierten en “armonías conductoras que paralizan la form a”,88 la
despedida, también aquí, de W o die schónen T rom peten blasen.
Pero también el Tractatus es memoria, también el T ractatus se
despide indicando su lenguaje como tiem po perdido: éste es la
escalera que es lanzada, ya no actual —comprenderla es com-
preider que ella ha sido usada y debe ser usada para term inar­
la. Los contenidos de la organización compositiva pertenecen
por eso al espacio de la memoria. Esta conclusión introduce el
jegundo orden de temas que coloca a la tragedia en la organi­
zación misma. Si el contenido es tiempo irrecuperable, que no
¡puede ser buscado (y por eso ni siquiera debe serlo), ¿í proble­
ma consiste en la estructura de la organización, en el medio en
d cual se expone y se ordena la forma que el proceso de aper­
cepción-memoria ha demostrado. La “gran forma” surge de este
encuentro desencantado e “irredimible” entre d Zeicnen de la
¿ganización compositiva y el tiempo perdido de la memoria; en-
jte el signo destituido de cualquier esperanza aunque sea sólo
sintética (“creativa” para el romanticismo wagneriano) y aqudla
*'
t « T. W . Adorno, Wagner. Mahler, Tarín, 1966, p. 266.
h» T. W . Adomo, “Per ana scelta immaginaria di Lieder di Gustav
Sahler”, en Impromptus, Milán, 1973, p. 33.
130 I.ENC.UA j e y NUEVA MUSICA

multiplicidad de los lenguajes-mundo que, debido a que es sola­


mente dada, se dispone en la memoria. Sobre la capacidad trági­
ca de mostrar el ser-signo de la composición y el ser-memoria
de los lenguajes que se desarrollan, nombran, y cuya forma a
concretamente percibida; sobre la fuerza de decir estos “objetos”
mismos, sin superar siquiera con una vibración los limites del
lenguaje, negándose siempre a hablar del “qué cosa” : así se cons­
truye la “gran forma” mahleriana. Ésta es el mundo-todo como
limitado, sus contenidos como datos de la memoria, su tiempo
como perdido e irrecuperable, su organización como signo. Es d
mostrar todo ello en la multiplicidad desplegada y formada de
los lenguajes, los nombres, en las diferencias que componen el mun­
do; aquello vivido, no aquello “inventado”. En esto consiste la anti-
simbolicidad y la “anti-expresividad” de la tragedia. Es ésta la tie­
rra del Das Lted vori der Erde, pero sobre esta tierra adviene b '
despedida decisiva de Der Abschied. El Canto de la desolación de
la tierra debía intitularse, en realidad, Das Lied voi: der Erde.
Esta tierra es la multiplicidad del Des Knaben Wunderhom, cuya
verdad está en W o die schonen ...M
La imposibilidad, la impío-
ponibilidad aunque sea utópica del sistema, esto define la "gran
forma" de Mahler. Esta se construye sobre las suspensiones y so­
bre las diferencias, sobre el mostrarse del leug aje en todas estas
dimensiones, deteniéndose en ellas, no permitiéndoles ninguna
“fuga”. Asi el lenguaje define su mundo como todo-limitado y
por lo tanto traza la tragedia de este mismo limite. Ante cada
tensión que parece romper este cerco, la palabra es suspendida
—se introduce por debajo un vacío, que reconduce a la “tierra'’
de la Aufklarung trágica. Pero esta tierra es absolutamente in­
comprensible si no se advierten estos vacios y estos silencios. Sin
éstos, el signo de la organización compositiva se traduciría en el
lenguaje de un nuevo Sistema, de una nueva Philosophia Perca-
nis. Lo Otro que se muestra, precisamente este lenguaje b mues­
tra. “El diablo lo danza conmigo." 40 En este punto se dama.*
** En W o die schonen Trompeten blasen el tema inicial del oboe '‘api-
te, integramente, el tema de una canción de Luigi Dcnza, escrita pata cele
brar la inauguración del funicular napolitano” (U. Duse, op. <dt., p. 13-1),
después "marcha fúnebre y bailable se encuentran y se integran” (iba., p.
142) para terminar "en una despedida en ln cual está la quintaesencia dd
lenguaje musical mahlcriatio" (Adorno, op. cit., p. 33).
«« "Der Teufel tanzt es mit mil" ("el diablo lo baila conmigo"] se 1er
en la portada del Scherzo de la Décima de Mahler. En este sentido, tstt
danza es "Todl Verklárung" ("muerte, transfiguración”], pero Mahler *
detiene en la primera silaba "Verle.. en una anotación del manuscrito di
MAIII.EKISCUE KIINST 131

Las palabras son las de la relación, y por lo tanto de lo s e m á n ­


tico, del sentido de la proposición. La música expresa una dan­
za: ella nombra. De ella se habla. Sin embargo esta relación
semántica se realiza con el principio opuesto, el principio de la
Scheidckunst. ¡Danzar con la Separación! La relación de signi­
ficado se revierte en tiempo perdido y memoria: la misma pro­
posición se muestra ya como memoria. La organización formal
de la “danza” se hace signo. El “valor" de la relación, el "va­
lor'1 semántico de la danza es asi constantemente interrumpido:
como en el tercer movimiento de la Q uinta o en el segundo de
la Novena. Son las suspensiones de los Kindertotenlieder, la
misma poesía "construida , sobre sus pausas”, donde "un par de
líneas signan el límite del infinito Indecible”, que Rilke vela en
Ceorg Trakl: "setos vivos en una tierra donde la parte delimita­
da se une continuamente con una llanura tan grande que no
pueden imaginarse sus limites”. Y Trakl fue el poeta de W ebcm ."
Dentro de los limites de este seto tiene lugar la danza. Pero en
esta danza la "nada” que la abraza se muestra, porque es ella
la que define el lugar. Asi, en la danza aparece lo Otro, para
hacer imposible, indecible, la utopía del sistema.
El proceso de des-naturalización de la forma musical se ubica
en este contexto. No se trata simplemente de despojar a su len­
guaje de toda "inocencia” naturalista residual. Des-constrnir la
relación semántica no tendría ningún sentido si no se des-cons-
huye, además, toda posible metafísica del Signo. Es verdad que,
en la medida en que la multiplicidad de los lenguajes se resuel­
ve en el tiempo per ido de la memoria, el principio formal de
organización se convierte en metro de la comprensibilidad y del
sentido mismo de la proposición. Pero este principio no se da
ya en sí, como forma pura apriori. Se muestra, precisamente,
en la forma concreta y vivida de aquellos lenguajes y de aquella
memoria. La prohibición de imágenes de esperanza, de la que
habla Adorno,4* es ante todo la prohibición de toda esperanza
b Décima (cf A. Mahler, op. cit., p. 387) .QLa Resurrección de la Segunda
Olí contraída, resulta ya inefable. Cierta, decible, es solamente esta danza
ora la separación.
o Cf., para Rilke-Trakl, el cap. 4 de este trabajo.. Los poetas de las
composiciones de Webem reflejan hasta en el detalle el proceso global des­
crito aquí: del George de las primeras obras, a Rilke, al nudo entre la Uri­
ca de Traltl y la "comprensibilidad” del Des Knnben Wunderhom, entre
ti wittgenstciniano Goethe de los Epigramas y la claridad de la poesía chi-
Sa, su "profundidad emergida”.
** T. W. Adomo, 'Wagner. Mahler, cit., p. 266.
132 L EN G U A JE Y NUEVA MÚSICA

de superación de esta diferencia radical: no se habla del prií¿


cipio formal de organización, los lenguajes-memoria no son re-
ductibles a eso. Ésta es la tierra del Das Lied mahleriano: %
multiplicidad de los lenguajes, el mostrarse de la form a de or­
ganización, la perfecta comprensibilidad que de ellos deriva
la diferencia radical que los separa, que impide entre ellos una
relación de superación o de negación. Esta tierra es el contó
dicterio devenir nietzscheano, que el proceso de logicización ía
supera ni niega, sino que solamente vuelve formulable. Existe
por lo tanto más Nietzsche que Proust en la danza de Von dej
Schónheit. La música es la misma que la de La canción dét
baile18 en Z aratustra. Irónicamente, la vida saca a flo te ‘lo s pe­
ces” que la llamaron “sin fondo”, se ríe de las virtudes de los
hombres, que la llaman “fiel”, “eterna”, “llena de misterio”. No:
esta multiplicidad es la tierra, su apariencia y su esencia, iá
\rida es solamente “mudable y salvaje” . El espíritu de gravedad
lleva al fondo, al “centro”, tiende a la “esencia”. Pero la “ver­
dad” es el claro del bosque, “circundado por d silencio de ár­
boles y matas” donde Zaratustra sorprende a las niñas que dan­
zan (la imagen de la verdad como claro d d bosque será típica
de Heidegger). Ésta es toda la vida, toda la “verdad”. Y pre­
cisamente en este punto Zaratustra advierte la presencia del Dia­
blo que danzará con Mahler en las páginas de la D écima incon­
clusa La vida misma que deviene hace de este lenguaje una
m em oria Esta danza ya na pasado. Y por lo tanto su expresión
es signo. En la despedida de las danzarinas (Der Abschied), la
Scheidékunst característica del signo se muestra perfecta y defi­
nitivamente. Terminada la danza, el espacio todo-limitado donde
ésta tenía lugar se muestra en su desnuda crudeza. En él, en su
lenguaje, se muestra por eso la nada que la abraza. “Algo des­
conocido está a mi alrededor y mira pensativamente. ¡Cómo!
¿Tú todavía vives, Zaratustra?” N ingún pesim ism o. Pesimismo
es creer insensata esta danza y sin valor esta vida. Aquí, en cam­
bio, ésta es todo. Las contradicciones, la diferencia y el límite
que aquí se muestran, que en la vivida multiplicidad de los len­
guajes aparecen, irreductibles e indecibles (precisamente porque
decirlos sería recomprenderlos en una Metafísica de la palabra),
determinan la indisociable complementariedad —opuesta a toda
conciliación sintética— entre la Aufldarang de la gaya rienda y
la experiencia trágica (hasta lo “místico” wittgensteiniano).
43 F. Nietzsche, “La canción del baile”, en Así habló Zaratustra, Madrid,:
Alianza Editorial, 1972, p. 164.
MAHLERISCHE KUNST 133

Éste es el Mahler que fue de los primeros en com prender y ha­


cer ejecutar a Schónbeig (el Primero y el Segundo C uarteto y
la Kammersymphonie), el M ahler entre los F ixstem e de W eb em
junto a Kraus, Altenberg, Rosegger y Schónberg, el M ahler al
que está dedicada la Harmonielehre. Schónberg mismo dedicó
-■$ Mahler un ensayo fundamental, en el que éste, precisamen­
te, es colocado en la “dialéctica” del pensamiento negativo y,
■sobre todo, bajo el signo de un Schopenhauer wittgensteiniano,
.decantado de todo wagnerismo/* ¿Mahler “sentimental”? M ahler
es lo opuesto de la “expresividad”: calificarlo de "sentim ental” es
entender mal el tema de la resignación como melancolía deca­
dente, “alta fatiga”. Resignación es, en cambio, teoría d e la dis­
tancia que nos separa del pasado de los lenguajes que compo­
nen la obra, teoría del ser-signo de la organización compositiva.
La resignación niega toda sentimentalidad: mientras ésta tiende
a confundirse con su objeto, a perderse en él o a sentir su fal­
ta como una ausencia que anula él significado o el valor de los
lenguajes, la Entsagung que aquí se manifiesta “m antente duro”
en las diferencias y en las contradicciones desesperadamente apa­
re idas en el desarrollo del lenguaje musical. “Sentim ental” es
inocencia. Des-construir esa inocencia es demostrar culpable: pro­
hibir imágenes de redención. El Ángel de la Seg¡und& no eleva
más que a la resignación: profetiza el Hiersein rükeano, la tierra
;4él Das Lied. Pero el rasgo de la resignación constituye, para
Schónberg, la autenticidad también de Schopenhauer. Com o ya
hemos visto, en realidad, es a partir de éste que se desarrolla el
camino de la Askese al descubrimiento de la efectualidad del
propio formalismo. N o se trata, como muchas veces parece en­
tender Nietzsche, de recursos éticos tradicionales, de superviven­
cias tardías de los "valores”. Pero esta resignación, al poner esta
distancia, plantea ante nosotros estos lenguajes. Y ellos dicen y
nombran. ¿Es la banalidad, entonces, la característica de Mahler?
A este interrogante han dado ya respuestas las páginas preceden­
tes. La composición muestra la forma de estos lenguajes. Su
reflejarse adviene junto con el mostrarse de esta forma, por pri­
mera vez vista en ellos, junto a la “nada” que los abraza, en la
tragedia de la relación memoria-signo que los funda. E l pro­
blema de la “gran forma”, como la hemos entendido primero, es
d de la simplicidad y comprensibilidad. Y estos elementos son
, 44 A. Schónberg, “Gustav Mahler” (1911), en Style and Idea, Nueva
York, 1950; tr. it., Milán, 1975. Acerca de las relaciones de Schónberg con
Mahler, cf. A. Mahler, op. cit
154 L E N G U A JE Y NUEVA MÚSICA

“banales” solamente para quien está perdido en el deber-ser i%


sensato de un lenguaje que pueda expresar el qué es, la “sus­
tancia” del mundo. Solamente para un planteamiento rígidameoj
te “logocéntrico” son banales los U eder eines fahrenden Gcséüm
o la Marcha fúnebre de la Primera Sinfonía. Pero la compra^
sibilidad mahleriana —que significa mostrar comprensiblemeütl
el desarrollo entero del pensamiento musical, de la idea, decíá
Schonberg, hasta aquí seguidos— dice las cosas más extraordina-*
rias con las palabras más usuales. Y éste es precisamente el Scho)'
penhauer de los Parerga, Acerca de los seguidores de Kraus;
W ebem afirmaba, casi como comentario directo de Mahler, quf
necesitaban “aprender a ver abismos allí donde hay lugares « §
muñes ”.45 Sobre este entrelazamiento de organización formal
“perfecta”, usual, simple, comprensible y de tragedia; sobre la,
multiplicidad de los lenguajes, la riqueza de la danza nietzsche-
ana y él ser-pasado propio de esa danza, o su disponerse en d
espacio de la memoria, la interpretación schonbergiana de Mahler
y las palabras de W ebern definen, en el signo de Schopenhauer y
Nietzsche, del Übergang entre ellos, el m undo com ún que se
articula y se extiende desde la Primera Sinfonía de M ahler y él
Tractatus. Es tam bién el proceso que conduce de las suspensión
nes de M ahler y Trakl a la identificación schonbergiana de for­
ma y lógica (“no existe en música forma sin lógica, ni lógica
sin unidad ”),45al proceso de racionalización del material lingüín-
tico como efectualidad de la forma, a la “verdad” de la conven­
ción; y, parafraseando a W ebem además, de la pérdida de la
tonalidad (y de la formalización de los límites mismos del len­
guaje así desencantado) a la nueva ratio, al nuevo ordo, rígida,
m ente inm anente y de la misma manera despiadadamente “mís­
tico”, en el “estilo” del Tractatus. ¿Qué W agner podía enseñar
Mahler al joven Schttnberg si no aquel léxico de cosas breves, de
“aforismos”, todavía desconocidos de cinco a quince compases;
si no el sentido lógico-formal del Leitmotiv?
“W agner nos ha dejado sustancialmente [ . . . ] tres cosas: ante
todo la riqueza armónica; luego la brevedad de los temas, y por
lo tanto su posibilidad de influir sobre el decurso musical con la
rapidez y la frecuencia requeridas por él mínimo detalle expresi-46*8
46 A. WebenuVerao la nuova música, Milán, 1963, p. 21. Se trata de
la primera de ocho conferencias dictadas por Webern privadamente en Vie­
ra en 1933. A este cicto está vinculado uno anterior sobre los principios de
la composición dodecafónica, dictado en 1932 y publicado en el libro citada
48 A Schonberg, “Composition with twelve tones”, en Style and Idea, rit
ÜR-PFLANZE GOETHIANA 135

vo; en tercer lugar, el arte de construir fragmentos de gran am ­


plitud [ . . . ] ” (cursivas nuestras), así se expresaba, en una entre­
vista con Paul W ilhdm , Schonberg en 1909. Lo opuesto, por
¡consiguiente, del W agner “a la Tristán”, del wagnerismo román­
tico-tardío, como vuelve a insistir Schonberg muchos años des­
pués, en una conversación radiofónica de Berlín (1931), hacien­
do escuchar un fragmento de Verklarte N acht y uno de los
Gvrre-Lieder: “esto en el estilo del Tristán no existe. [ . . . ] Aquí
íes necesario retroceder, con Brahms, hasta M ozart para encontrar
"algo parecido”. Sin duda, es tam bién W agner; porque “no exis­
te nada absolutamente nuevo” —y no en el sentido vulgar de
que todo está enraizado en la tradición, sino en aquel, que des­
de hace mucho hemos seguido hasta aquí, de que el lenguaje
¡no se inventa. También en este conocimiento está el W agner
que supera efectivamente el pesimismo de Biahms, la infinita
nostalgia y el infinito nadificar que distinguen su obra, n o el
Wagner "alemán” sino el W agner en Bayreuth.

3. UR-PFLANZE GOETHIANA

El Anti-Wagner nietzscheano había encontrado otra confirma­


ción, en los orígenes de la “nueva música”, en la A sth etik der
Tonkunst de Ferruccio Busoni.47 La música de lo absoluto, como
lenguaje que pueda expresar a través de la totalidad de sus me­
dios técnicos un m undo, se niega y transforma en el concepto de
"música absoluta”, en la definición de la efectiva extensión y de
los efectivos límites de aquellos medios técnicos cuando en ellos
se muestre lo “indecible”. A pesar de la exasperación romántica
de su lenguaje (que Schonberg subraya en el “comentario” ), Bu-
soni es heredero en la Asthetik del sentido g b b al de la crítica
nietzscheana. Es fundamental, a este propósito, la estrecha com-
47 F. Busoni, Asthetik der Tonkunst. M it Anmerkungen von A . Schonberg,
Francfort, 1974. La obra apareció en edición ampliada en 1916, y las anota­
ciones de Schünberg se encuentran manuscritas en una copia de esta segun­
da edición. El ensayo está dedicado a Rilke, dem Musiker in W orten . En
el Tagebuch que Schonberg lleva en Berlín en 1912 (en un periodo impor­
tantísimo de su actividad: el Diario documenta el “narimiento” del Pierrot
kmmre) hay numerosos indicios de la estima por -Busoni (“er íst zweifellos
dn genialiscber Mensch” [“es sin duda un hombre genial”] y por su obra
[sobre todo por la Berceuse élégiaque). El Tagebuch berlinés de SchSnberg
ha sido editado recientemente por Josef Rufer.
136 LEN G U A JE V N U EV A MÚSICA

plementariedad entre polémica anti-naturalista y polémica anti­


idealista. Lo mismo que a Simmel en los mismos años ,48lo que;
interesa a Busoni no es el carácter unilateral de la formulación
naturalista, sino, por el contrario, aquella dialéctica interna que
la transforma en “idealismo”. El que representa en el sonido
“los rumores del bosque” tiende necesariamente a representar la;
impresión suscitada en el ánim o por aquel hecho exterior. La rtj
presentación naturalista se supera constantemente en la psicológl
co-ideal. Y, reciprocamente, la tensión ideal de la representad^
está destinada a volver a buscar su Verkdrperung naturalista. La
“teatralidad” musical se compone de esta dialéctica. Y se expid
sa en los conceptos de “gusto" y de “estilo”, en la búsqueda dd
“efecto” : si el Tonkunst representa “almas”, debe comunicar al
alma. Pertenece intimamente al “idealismo naturalista” la fe en
la inefectualidad semántica d d lenguaje. La desesperada tensión
por representar la complejidad de estas aporías conduce a lo “pro­
fundo”. Estas se dan solamente como asociaciones de pensamien­
tos; el lenguaje musical es asi obligado a aludir a significados
ocultos, que “están dentro” y fundan sin embargo su organiza­
ción formal, es obligado a remitir a “programas” inexpresados, a
presentar el propio fundamento como distinto de sí mismo. "
Pero la critica de esta dialéctica, crítica que representa la ad­
quisición estética decisiva de aquellos años, no es realizada en
nombre del Klangtapetenmuster hanslickiano, de la pura forma
arquitectónico-simétrica, del reclamo de reglas formales de orga­
nización del material, sino en nombre del concepto de organiza­
ción compositiva, de composición. Y en el centro del concepto,,
de composición están, por una parte, la ampliación del uso del
material y de los materiales mismos, y, por otra, la comprensibi­
lidad que este constante proceso de ampliación debe presentar
en sus formas. Composición significa proceso-transformación y su
comprensibilidad formal. Pero para que la composición se dé en
realidad, en estos términos, la comprensibilidad debe fundarse
en la clarificación de los límites del lenguaje. N o sólo están in­
cluidos estos límites, sino que deben representar el sentido de
la composición. Ésta no es alusiva, no es “profunda”, no es “tea­
tral”, solamente en la medida en que muestra los límites del
propio lenguaje (y no alude a ellos, no los “significa” abstrac­
tam ente).
E n este sentido lo no-visible, lo no-audible, debe ser hecho
comprensible en la música-, “das Unsichtbare und Unhórbare,
48 Cf. G. Simmel, Saggi di estética, Padua, 1970.
UR-PFLANZE GOETEHANA 137

• ¿as solí (lie M usik versUiitdlich m achen”:1* Comprensible, no


perceptible: se ve y se oye la tempestad sin necesidad de la mú-
sea. N i tampoco esto que no es audible^ esto que no es visible,
es hecho audible y visible. Se expresaría entonces la tensión ro­
mántica in finita en los términos propios del “naturalismo del
alma”. La composición debe volver com prensible lo que en los
Imites de este lenguaje no puede ser “encamado”, das Unsicht-
hare und das Unhorbare en los límites de este lenguaje. A ntes
' bien, la comprensibilidad de la fonna misma compositiva se fun­
da en este hacer comprensible lo no-visible y lo no-audible^ por­
que solamente así nada se pierde, enteramente lo decible es dicho.
Verstandlich machen significa así construir el lenguaje: definir
sus formas, leyes, sintaxis en cuanto transformables. N o existiría
composición si éstas no lo fueran, sino solamente contem plación
de un “espíritu absoluto” del Lenguaje. Construirlo, extenderlo,
equivale a reconocer su relatividad. Pero precisamente esta rela­
tividad obliga al máximo de organización: n o seguir leyes, sino
ponerlas: “die Aufgabe des Schaffenden bestcht darin, G esetze
aufzustellen, und nicht, Gesetzen zu folgen” [“la misión del crea­
dor es establecer leyes, no atenerse a leyes”].60
‘ Poner estas “nuevas leyes” significaba analizar el material, des-
construir toda pretendida universalidad, representarlo transforma­
ble. A las grandes configuraciones temáticas sustituye, poco a
poco, una caleidoscópica disposición de líneas melódicas :61 líneas
melódicas “en prosa, flexibles, secas”.62 El nuevo concepto de
composición obliga a un máximo de atención p o r los particula­
res: éstos componen una estructura que rechaza toda “universa­
lidad”, tanto naturalista como emocional, tan to semántico-comu-
nicativa como psicológica. Así lo “libremente atonal”, el haber
salido para siempre de la “casa” de las relaciones funcionales
entre las tonalidades, de la fuerza y tensión de la armonía y de
la tonalidad, se concentra en nueva composición, se organiza —y
como composición, no como “ejercicio”— como unidad composi­
tiva fundada sobre los conflictos que hemos señalado antes (mul­
tiplicidad, transformabilidad, comprensibilidad de los signos jun­
to con lo invisible y lo inaudible que en ellos se m uestra), no 49*

49 F. Busoni, op. c it, p. 22. Las cursivas son nuestras.


80 I b i d . , p. 40.
81 M. Comer, “La música in Europa 1918-1939”, en M. Cooper (comp.),
op. cit., p. 390. Comer habla en estos términos a propósito de W ebem,
como conclusión del proceso que estamos siguiendo aquí.
82 G. Abrabam, op. c it ., p. 54.
138 LENGUAJE Y N U EV A MUSIC*

como sistema artificial, forma intelectual. Mucho menos contó


“esperanto”, como lenguaje “carente de una historia propia’4,*?
sino, por el contrario, como transformación y progresiva cSte
quista del W agner que Nietzsche “escuchaba”, del Mahledsché
Kunst, del W olf del llalienisches Liederbuch, hasta los Geoigfe
Lieder y a través de ellos al Pierrot Lunaire y a los V ier Uedef
op. 22, donde Schonberg sustrae toda “tonalidad” a la “línea*';
Jugendstil, donde el ritmo parece métrica perfecta y se desarií**
lia, signo a signo, hasta que “adviene” el silencio. E l puro GUSj;
tal de la línea compositiva, liberado de toda alusividad, de todq
naturalismo, permite que este silencio lógicamente trasparezca.
esta transparencia (y la relación que por ella se instaura) la qué,
Schonberg buscaba entonces en Rilke —y no podía ya encontrar
en George.
Composición, por lo tanto, es transformación de los materia­
les lingüísticos, pero en el sentido de los conflictos y del^Sp
contradicciones inmanentes a ellos, en el sentido de las pregtnfc
tas que han surgido concretamente de su historia. Composición
es unidad de estas vicisitudes, no síntesis. Es el locus donde los
elementos de este proceso devienen unitariamente comprensibles,
son hechos comprensibles, hablan — no el punto de vista ideal
en el cual niegan-superan la propia problematicidad “inventan­
do” otro lenguaje. El nuevo lenguaje compositivo comprende las
líneas de fuerza y de tensión, la multiplicidad de preguntas que
surge del material lingüístico, que su historia ha producido. Esta
historia está hecha de rupturas, de soluciones de continuidad; de­
terminadas preguntas no han hallado respuesta en su interior, es
decir, no han resultado formidables en su interior. La tensión
hacia ellas encuentra aquí finalmente un lenguaje: no una “uni­
dad sintética apriori” cuyas leyes son solamente contemplabas,
sino una unidad formal, comprensible, de los elementos y de lós-
conflictos de las precedentes alternativas, que reconocen en éstas
sus propias raíces, su propia dialéctica. Y tampoco una unidad
formal entendida como fin destinado de la “libre atonalidad”; no
la unidad, sino una unidad. Nunca se podría afirmar más o algo
distinto, sin universalizarla-idealizarla de nuevo, y por lo tanto
definirla todavía como síntesis omnicomprensiva —y por lo tanto
solamente contemplable, no transformable.
A este conjunto — o, mejor, al primer delinearse de este con-,53
53 M. Comer, op. cit., p. 361, se expresa en estos términos, exasperando
y vulgarizando al mismo tiempo, nos parece, la formulación crítica adomia-
na que veremos enseguida.
;UR-ri'LANZE GOETHIAKA 139
¿junto problemático— Busoni se refiere a través del símbolo de
jta planta:
£Todo tema, como una semilla, contiene en sí su propio desarrro-
po. La multiplicidad de las semillas produce la multiplicidad de
.las plantas, éstas se distinguen en la forma, en las hojas, en las
rjores, en los frutos, por su crecimiento y por sus colores. Si bien
>un mismo género de plantas se desarrolla y crece según su figü­
ira, según su fuerza, sin embargo cada ejemplar está hecho de un
¡ffiodo específico. D e la misma manera, cada tema tiene en sí su
;propia forma perfectamente madura, cada tem a se desarrolla y ar-
Écula en otros distintos; sin embargo cada uno sigue en esto la
necesidad de la eterna armonía. En cada desarrollo esta forma per­
manece indestructible, y sin embargo nunca igual a sí misma ."84
Es evidente que el verdadero problema está en la últim a fra­
se, no en el reclamo romántico-tardío de la ewige Harm onie.
pusoni tiende todavía a interpretar románticamente el nexo for­
ma-palabra, el conjunto problemático idea fundamental-lenguaje
que está en la base de la nueva composición. La composición
"no es idea solamente, sino desarrollo-transformación. N o es de­
sarrollo solamente, sino unidad-comprensibilidad. N o es unidad
solamente —como “síntesis”, como unidad ideal—, sino “semi­
lla” : no es más que para y en su desarrollo —es comprensible
solamente en él y solam ente en presencia de su silencio.
- El principio mahleriano de la “variación” contiene ya la “ se­
milla” de todo este proceso. “En mi escritura desde el princi­
pio no es posible encontrar repeticiones de estrofa a estrofa; la
música es gobernada por la ley de la evolución eterna, p o r el
eterno desarrollo”, decía Mahler, y, además, “toda repetición es
siempre una mentira”. La técnica de la variación alcanza en
Mahler su máximo alcance en la Cuarta Sinfonía, pero su idea
domina la obra mahleriana desde sus comienzos: el entrelaza­
miento entre Lied y sinfonía es precisamente una de las form as
que esa idea asume para organizarse com prensiblem ente .55 T o ­
davía durante los años treinta, en una serie de importantísimos
escritos y fragmentos aún inéditos, Schónberg volvía insistente­
mente a estos temas. La organización del material lingüístico
“hacerlo-comprensible”— no puede ser obtenida a través d e la
Repetición simple de tonos o intervalos iguales. El problem a de­
cisivo es la solución de la relación entre Grundgestalten y la •
•^ 84 F. Busoni, op . cit., p. 18.
- 85 D . Mitchell, op. cit., pp. 28-30. Mitchell insiste justamente sobre la
Importancia de estas ideas para el desarrollo de la escuela vienesa.
140 L EN G U A JE Y NU EV A MUSICA

multiplicidad de los nuevos elementos que nacen de las varia­


ciones: Entwicklung, Abwicklung. No se trata, por lo tanto, de
un problema esfótico de organización entre Idea y Formas, sino
del problema del desarrollo, del carácter dinámico que estas for­
mas asumen. Y las mismas Grundgestalten se transforman en
ellas, ya no pueden en adelante ser entendidas como estrellas
fijas, a las cuales retomar, por las cuales tranquilamente guiar--
se. Su “principio” es el mismo de la composición: es la com­
prensibilidad del desarrollo que ésta encama. Schónberg va aún
más allá en la clarificación de este concepto fundamental (no
simplemente gestaltista, por el decisivo tema dinámico que lo
constituye): si variación-articulación-desarrollo constituyen la com­
posición, entonces su “organismo” es intrínsecamente tam bién
división, tam bién contradicción. La idea de desarrollo es asu­
mida seriam ente. La composición será por lo tanto la forma
comprensible de la Grundgestalten, de la “idea” musical fundad
mental en su transformarse, articularse, desarrollarse, devenir con­
tradictoriamente. N o una idea que se articula casi apriori, sino
ideas que pueden decirse solamente en la múltiple concreción
del lenguaje, en las fuerzas contradictorias de los materiales, en
el m undo. Entonces, aquel “gegliederter Organismus” [“organis­
mo articulado”! de la composición musical se especifica y com­
prende como rortpflanzung duich Spaltung” [“multiplicación
por fisión”].
Es en W ebem donde el símbolo de la planta desarrollará to­
dos sus contenidos en términos radical y cumplidamente anti­
románticos, dirigiéndose al verdadero sentido de la Ur-pflanze
goethiana, reconectándose con ello profundamente a la “ética”
wittgensteiniana. Kraus representa, para W ebem , solamente el
primer momento de esta búsqueda, el representante de la des­
piadada disciplina de la palabra, no por cierto aquel, como vere­
mos, de la extrema philosophia del significado, de la “ignorancia”
por Klimt y Hofmannsthal, pero, sobre todo, por Freud y Schón-
beig. En W ebem , Kraus aparece como el Goethe de los Epigra­
mas, el justiciero de toda “profundidad” o “inefabilidad”. La
palabra posee reglas inexorables. Usarla correctamente es arte.
Su uso correcto, su conocimiento, es el verdadero abismo que se
abre allí donde los otros captan sólo lugares comunes, banalidad.
El Goethe de la necesidad dél lenguaje, de la búsqueda de sus
reglas, es el signo bajo el cual debe desarrollarse la progresiva
conquista del material lingüístico así como del material musical
El problema conclusivo de M ahler marca el inicio de la búsque­
UR-Pl'LAWZE GOETHIANA 141

da webermana: la organización compositiva no debe significar


“creación” de nuevos lenguajes, sino análisis, comprensión, articu­
lación del material: dominio del material. Y este dominio se ex­
presa en la forma que él asume, en la coherencia con que es
hecho aparecer. La composición procura la demostración d e este
dominio en las formas de la máxima concisión, precisión y rique­
za conjuntas. Toda potencialidad (análisis, articulación, etc., del
material) es formada unitariamente, en base a leyes-reglas deter­
minadas de organización. Su homogeneidad y com prensibilidad
—o, mejor, el grado de comprensibilidad que se alcanza al mos­
trarlas a través del desarrollo concreto de la obra, en las pala­
bras en el sentido del material de k obra— decide el “valor”,
la “verdad” de la proposición y de la composición.-
Esta aspiración a la más alta unitariedad, que desarrolla hasta
sus consecuencias radicales el principio de la organización for­
mal, es un proceso de Entsagung. Advertirlo y teorizarlo en
cuanto tal es necesario para reconocer sus límites e impedirse
toda nueva ' universalidad”. Sin embargo, el Signo es ya nietz-
scheanamente efectual, como forma concreta de organización-do­
minio del material, no como sustancia o “idea” ideológicam ente
jredeterminada del material mismo. E l dominio está siem pre “en
Ía contradicción” —la coherencia es siempre unitariedad con O tro
ante sí. El proceso es u n proceso, el orden u n orden. P ero sin
que esto permita concluir en formas individúales-relativistas. E ste
orden, que es uno de los posibles (y no podría ser de otra m a­
nera a no ser una forma apriori “inventada”), demuestra efectual-
mente su capacidad de usar el lenguaje con el máximo grado ac­
tual de unitariedad y comprensibilidad, de ampliar d dom inio
sobre el material, sin recurrir a ninguna “expresividad” o alusión,
permaneciendo inexorablemente in tema.56 Esta coherencia, esta
forma, son calculables.
La pérdida del orden tonal — sentida como solamente pérdida
para una larga fase del lenguaje musical— se expresa finalm ente
como proceso de racionalización, conquista de mayor coherencia
y comprensibilidad. El punto máximo de la escisión, el conoci­
miento de “haber salido” para siempre del orden tonal, la impo­
sibilidad de un “retomo a casa”, conduce, a través de la em anci­
pación de la disonancia (el tratamiento de las disonancias com o 8
88 A. Webem, op. cit., p. 63. Aquí Webem "dialoga” con el Arte de la
Faga de Bach. Pero los mismos conceptos vuelven en cada página de estas
conferencias suyas. Cf. este "estar en tema” de Webem con "el estar inmersos
sin salvación en el universo” de que habla un "nuevo físico” como Bridgman.
142 LEN G U A JE Y N U E V A MÚSICA

consonancias), a la nueva lógica compositiva que, al impedir la.


preponderancia de un único sonido a través de sus repeticiones
o su posición “estratégica”, presenta como elemento formativo, Ó
principio ordenador, el uso constante y exclusivo de un set de
doce sonidos diferentes.57 N o se trata, sin embargo, de una
mensión absoluta: “toda configuración musical, todo movimieri»
to, debe ser afirmado ante todo como relación reciprocó’.BS Lq
que importa no es la exposición de los doce sonidos según una
“figura” rígidamente concebida, sino las “cosas increíbles” que-
ocurren, siempre a partir desde su misma base.59 El sef de láse
no tiene ninguna existencia autónoma — lo que habla son la$;
configuraciones que ese set comprende y hace comprensibles, las
relaciones y combinaciones recíprocas, el extraordinario desamé
lio de la acción musical. Éste es el “modelo” de la Ur-pflanze"
goethiana, cuyo significado escapa completamente a la interpre­
tación de Adorno .50 La renuncia al “antiguo orden” (que es El

67 E. Stein, Nuevos principios formales (1925), tr. it. en H. H. Stucfees?;


schmidt, La música moderna, Tuiín, 1960, pp. 363 y ss.: ‘las tonalidades eran
un grandioso medio generador de forma. [. ..] De la tónica se partía, y a la
tónica se volvía. Una cierta organiddad de la forma era así garantizada apriori.
Sobre la base de un medio artístico tan completamente organizado, en un esta-
do tan ordenado, pudo nacer una forma grandiosa como la de la sinfonía” (cur­
sivas nuestras). También los principios de la composición dodecafónica deben
generar forma, pero verlas como simple sustitución de un apriori por otro, como
parece hacer E. Stein, es bastante escolástico. Es de interpretaciones como ésta
de Stein (“así como antes la base de un fragmento era la tonalidad, así lo es
ahora una deteminada serie” ) de donde deriva la “filosofía” de Adomo sobre
las apodas de la neue Musik.
58 A. Schdnberg, Composition, cit.
58 Ésta es la “unitariedad" que se desarrolla de Brahms a Mahler y a Schón-
berg: unidad en la variación: “Dado un tema, dicho tema es variado. [ . . . ] Un
ejemplo: el último tiempo de la Novena de Beethoven: hay un tema a una
voz y todo el resto está construido sobre él. Ocurren cosas increíbles, ty todas
provienen de la misma base!” A. Webem, op. cit., p. 97.
60 La interpretación adomiana se funda en la aplicación simple del pro­
ceso dialéctico: negación determinada-nueva síntesis. En términos más in­
genuos, este esquema, como hemos visto, se había presentado ya en algu­
nos discípulos de Schonberg, como Stein. En el ensayo ya citado, Stein
concluía, en efecto: “el constreñimiento de la forma es duro. Todo maes­
tro lo ha arrancado para crearse uno nuevo”. La “anarquía” producida a
la caída del principio tonal “exige un constreñimiento mucho más duro”:
“Los nuevos principios formales son leyes severas.” La “maestría”, el “do­
minio" del material —la Aufklarung dodecafónica— aparece todavía en
PhilosopHe der neuen Musik como Logos-Ratio: nuevo criterio de orden,
apriori del material. Basta esta cita para comprender lo extraño que es
Schdnberg (su “método”) a interpretaciones parecidas: “En estos últimos
::üR-FFLANZE GOETHI á NA 143
Adiós de Mahler, donde el orden perdido es sentido verdadera­
mente como forma de un mundo) se revertiría dialécticamente,
tn cuanto “negación determinada", en nuevo Sistema —la lógica
compositiva que emerge de ella en afirmación absoluta. L a in­
terpretación adomiana no hace aquí más que aplicar los postula­
dos de la Dialéctica del Ilum inism o. La racionalidad dodecafó-
nica “encadena la música al liberarla ”.61 La idea de la totalidad
de la pieza de que habla Schónberg debería ser concebida como
ínn nuevo “apriori” del trabajo temático, y la “escritura” relega­
da nuevamente a imagen sensible, registro o mero desarrollo nu-
Tmérico de aquella idea. Establecida la serie o figura fundam en­
tal, todo en ella resultaría rígidamente determinado, necesario,
mera “variación”.
i' Ya las alternativas históricas seguidas hasta aquí hacen altam en­
te problemática una interpretación semejante. ¿Puede tratarse so­
lamente de un “apriori” distinto? ¿Pero no era precisamente esta
lógica la que había sido criticada y abandonada en él largo tra­
yecto que va de Schopenhauer a Nietzsche, de Bralmis a M ahlei?
La forma como forma del material, la organización compositiva
como signo que la hace comunicable-comprensible en base a cier­
tas reglas, ¿no había este desarrollo, con M ahler, h ech o abso­
lutamente problemático el “retomo a casa”, al ordo tonal clásico?
¿Es quizá el proceso nietzscheano de logicización un proceso que
dice el qué del mundo?, ¿o no es, en cambio, un proceso q u e ha­
bla de ello para hacerlo formidable al máximo? E n el mismo
modo exactamente, la conquista del material musical es forma­
da y hecha coherente, pero esta forma no puede ni negar ni

años se me ha preguntado si ciertas composiciones mías son dodecafónicas


'puras', o, en general, si son dodecafónicas. El hecho es que yo no lo sé.
Soy siempre mas compositor que teórico. [ . . . ] Me parece importante poner
en guardia a mis amigos contra la ortodoxia.” La dodecafonía es ante todo
"un método” para introducir orden lógico y organizado. También la "eman­
cipación de las disonancias” entra en este proceso de organización, de nue­
va organización; no ha constituido ni un “picante condimento” de carácter
estético-romántico ni una ley apriori, ni una norma compositiva rigida. Tam­
bién las disonancias son "partes lógicas y naturales de un organismo. Y este
organismo vive, con la misma vitalidad que en el pasado, en sus frases, en
sus ritmos, en sus temas y en sus melodías” (A. Schonberg, M i evolución
[1949-1952], tr. it. en Analisi e pratica musicale, Turín, 1974). En conse­
cuencia, todavía “Fortpflanzung durch Spaltung” - ¡mahlerische Kunst! Cf.
U. Schreiber, “G. Mahler: une musique des contradictions sociales”, en
Critique, núm. 339-340, 1975.
' 61 T . W . Adomo, Philosophie der neuen Musik, tr. it., Turín, 1959,
p. 72. [Hay edic. en esp.]
144 L EN G U A JE Y NUEVA MÚSICA

superar la multiplicidad de relaciones-articulaciones-combinacio-


nes que es el lenguaje, cualquier lenguaje, en cuanto vivido.
Adorno entiende mal el discurso weberniano sobre la Ur-pflanze® 8
y el de Schonberg que acabamos de citar. La Ur-pflanze goe-
tliiana es lo opuesto de una forma apriori, de una idea ideoló­
gicamente determinada: expresa la multiplicidad de las forma?
vitales que se reconocen como proceso unitario, es el devenir;
finalmente comprendido. N o se trata de una idea que sería sin^
plemente aplicada y desarrollada (repetida-variada): ha sido con?
cebida precisamente en contraste con esta escisión entre esfera
inteligible y esfera sensible. La Ur-pflanze es unidad, en el de­
venir y en la multiplicidad-contradictoriedad de la vida, de “íop
ma y materia”. La forma es dada en esta planta. Esta planta
muestra la propia forma. Exactamente así es leído Schonberg
cuando niega la existencia de dimensiones absolutas en su mé­
todo de composición. La idea no es escindible del desarrollo t$
mático. N o existe una música de la idea. Música es esta confií
guración, este movimiento, esta relación. La idea no existe más
que aquí. Y este desenvolvimiento la muestra. El método com­
positivo enseña a hacer comprensible esta unidad —no a revelar
presuntos apriori. Esta comprensibilidad es función de esencia-
lidad y economicidad. Las piezas individuales son expuestas se­
gún la regla de la navaja wittgensteiniana.** La “gran forma" se
retrae en la radical inmanencia del signo. Pero aquí su necesidad
se revela efectual. La máxima comprensibilidad coincide con la má­
xima extensión del dominio formal sobre la materia lingüística. Pre­
cisamente esta conclusión es ignorada y mistificada por Adorno,
que se detiene en la necesidad como falta de libertad. P a o esta
pérdida del “aura” había sido ya indicada por Nietzsche como
fundamento de cualquier comprensión efectual. La “libertad”
como colmo de la impotencia; fuera de esta tragedia no hay
otra cosa que los refugios y las consolaciones del buen Faustus
manniano. Por lo tanto, la tragedia webemiana no consiste en
una fantasmática escisión entre libertad y sistema, donde por
sistema todavía se entiende la lógica del apriori o un formalis­
mo absoluto — y mucho menos en una imposible nostalgia por
la voz de la subjetividad que precede su integración y su ser-

02 A. Wébern, op. « t , p. 97; p. 102.


03 En las Conferenze de Webem ya citadas (p. 95) hay la misma refe­
rencia del Tractatus a la navaja de Occam: “había escrito en mi cuaderno
de apuntes la escala cromática por extenso, y eliminaba de ella las notas
usadas para no con-er el riesgo de repetirlas”.
UR-FFLANZE GOETKIANA 145
integrante en la forma del material. Tam bién el hecho d e que
toda universalidad sintética haya sido desmentida, que el lengua­
je musical no pueda ser totalidad de decible e indecible, signi­
ficado y sentimiento, material y simbólico, tam bién este hecho
aparece ya liquidado. Precisamente sobre esto se construía la
“gran forma” nueva —precisamente estas renuncias y estos lím i­
tes insuperables permitían la efectualidad de un ordo lingüístico
coherente, comprensible y, al mismo tiempo, increíblem ente ex­
tendido. Precisamente él rechazo de cualquier principio ordena­
dor había conducido a la formación de una lógica compositiva
en condiciones de abrazar todo el material lingüístico. Esta “gran
forma” era dominada por las normas de coherencia y concisión
que constituían la verdad inmanente del lenguaje krausiano. “La
piúsica no debe adornar, debe ser verdadera.” 6* Pero éste es
exactamente el estilo dél Tractatus, la gran form a “ latino-toma-
jfca” de que habla la arquitectura de Loos. E l elem ento trágico
Jes descubierto dentro de este resultado, n o puede derivar d e l sim ­
ple conflicto entre él y su pasado.
En la perfecta comprensibilidad y coherencia d e la organiza­
ción formal alcanzada, toda relación semántica h a sido im pedi­
da. La norma más severa es por esto también el m áxim o poder.
En el lenguaje así formado se da, en términos rígidam ente in­
manentes, la relación con su silencio. Aquél no es com prensible
sino en cuanto abrazado por tal silencio —como la vida p o r la
muerte, o, dice W ittgenstein, el pensamiento por la locura. E l
lenguaje es auténtico sólo por su silencio, cóm o la vida-para­
la-muerte de Heidegger. De otra manera, aquél vuelve a ser di­
mensión absoluta y la organización formal estructura metafísica,
discurso sobre el Ser. Auténtico es el lenguaje que reconoce y
teoriza los límites de su formalismo, y por lo ta n to calla to d o
‘‘m ás allá” de ellos. Pero calla, precisamente, m uestra efectiva­
mente que calla, no olvida o “salta” . E ste ser-para-d-silencio es
la máxima lu z sobre la estructura del lenguaje. N o se expresan
aquí las pérdidas, las ausencias y las renuncias ya consum adas:
d “aura” destruida está destruida. La nostalgia no funda trage­
dia, sino drama, “teatro”. Se expresa aquí en cambio la actual
jr presente estructura de la forma lingüística, donde la m áxim a
VerklMrung coincide con el mostrarse del silencio, entendido ah o ­
ra como propiedad del lenguaje mismo, signo de su autentici­
dad: “ ¡Tod! ¡Verldárung!”
El elemento trágico es por lo tanto este mismo proceso e n su
M Cit. de A. Schonbeig, en Adorno, Phütfsophie, d t., p. 48.
146 LENGUAJE Y MUHVA MÚSICA

resultado extremo. La tragedia no nace de relaciones de nostal­


gia o de esperanza —sino, antes bien, precisamente de su re­
chazo radical. Tragedia no es más que esta perfecta coherencia
y comprensibilidad, esta forma despiadadamente anti-expresiva y
anti-simbólica, este ser Signo de la organización lingüistica. Tra­
gedia es la unidad y necesidad del proceso y del desarrollo to
mático en sus infinitas variaciones y articulaciones. La simple
variación es drama. Pero su constante ser-comprendida en el
.“tema” de la unidad y del signo formal —éste su ser constan­
temente en la norma sin sin embargo poderse detener o repe­
tir nunca— es tragedia. Webern escribía a Wilhelm Reich en
1944 que un texto lo habia iluminado sobre la decisiva relación
,entre el desarrollo de sus teorías compositivas y la forma trágica:
el mismo texto que dominaba el pensamiento heidcggeriano en
aquellos años: los comentarios de Hólderlin al Edipo** La forma
trágica es modelo insuperable de coherencia y comprensibilidad,
pero precisamente porque muestra el lenguaje en su constante
sei-para-la-muerte. Esto no sólo impide todo “ornamento”, sino
que rechaza toda utopia semántica; hace retraer e) sentido de la
obra en el infinito poder de la organización formal, en la inma­
nencia del Signo que es proceso ae racionalización, no vacío y
absoluto apriori. La despiadada crítica de Hólderlin de la tra­
gedia romántica como búsqueda de la realización del Sollen, de
la tragedia como Símbolo, retorna aquí definitivamente, como
en Mahler los indicios suspendidos de danza de los últimos Cuar­
tetos de Beethoven; la danza con el diabolus, con el principio
de la separación. Como hablar con d silencio, mostrar que se
calla, ser auténticos para la muerte. Ésta era la conclusión misma
del Traciatus. La lectura weberniana de Hólderlin —del Hftldet-
lin radicalmente anti-romántico y anti-idealista, y por eso ignorado
por la “literatura” de todos los tiempos y países— interpreta, es
realidad, el problema decisivo de lo “místico” en Wittgenstein.
La "místico” denota la tragedia de la unidad y coherencia de!
lenguaje en y por su ser-silencio mismo. No se trata de una "ten­
dencia” . alusiva que la palabra expresaría, sino de la prcseticii
misma de la palabra. Esta alteridad es la palabra. La máximi
coherencia y comprensibilidad de la proposición, la más ampió
organización del material, no la superará jamás, pero será pifr.
cisamente organización-sistematización de esta alteridad. FJIa de­
fine los límites y el poder del formalismo lógico-lingüístico. ESt
es de él sujeto y propiedad al mismo tiempo, no una especie
»» A. Webern, op. cit., pp. 121-322.
J1TNERARIUM 147
meta-lenguaje o tic forma absoluta, sino el proceso de organiza­
ción del carácter formal-convéncional del lenguaje vivido, proceso
que nos vuelve formulable un mundo en el momento mismo
en que, precisamente, nos muestra un silencio, nos impone ca­
llar. La tragedia no es tragedia-de-nada, tragedia de conceptos o
figuras absolutas, “almas”, "espíritus”. Es la tragedia de este len­
guaje, así entendido: su plena teoría. Es lo “místico”, precisa­
mente, que no rompe ni por un momento los límites que ha fi­
jado y que reconoce basta el fondo. Lo “místico” demuestra el
silencio como agente fundamental de la organización global del
sistema del lenguaje, de la Gestaltung del material.
De nobis ipsis silemm. De re agitur. Para practicar este lengua­
je —para que el lenguaje diga, sea efectivamente jugado— ne­
cesita Callar sobre nosotros mismos. Tratar de decirse es silencio
—conduce a la Abgrund de la novela de Musil. La pregunta sus­
pendida al comienzo de la Rezón práctica se precipita: “El suje­
to que piensa, imagina, no existe” (Tractatus, 5.631); “El sujeto
no pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo” (IÑ d.,
5.632); u¿Dónde, en el mundo, puede observarse un sujeto me-
tafísico?” (Ibid., 5.633): el “ojo” no lo ve, d d campo visual nada
permite al ojo deducir un Yo. De este Yo debe callar cuando
habla. El Yo se ha contraído “como punto inextenso y queda
la realidad coordinada a él" (Tractatus, 5.64): de re agitur. Pero
jura que se diga de la cosa es necesario que se muestre aquel
silencio: toda palabra lo muestra, en toda palabra ello existe.

4. jlTNERARIUM

Si se trata de la cosa y si en el mundo no eraste sujeto meta-


físico, la "conversación” que adviene es simbolo de la convcn-
rionalidad misma del formalismo. Es en el mundo de la Kon-
vcrsation-Konvention, por lo tanto, doudé1el formalismo todavía
contradictorio del Tractatus descubre su propia inefectualidad.
£1 entero trayecto del Tractatus, hasta su conclusión —hasta el
problema de la relación entre lenguaje-mundo y “místico”— es
d tema de la obra de Musil. Pero ese tema es ya tratado desde
m punto de vista exterior al Tractatus: no la explicación, por lo
Unto, sino la critica del Tractatus desde un punto de vista que,
«miftáneamente, Wittgenstein mismo estaba alcanzando, eso es
148 L E N G U A JE Y NUEVA MUSICA

lo que constituye la estructura lógico-filosófica de El hombre


sin atributos.
Sus vicisitudes representan el hacerse Konvention de la Konvet-
sation. E l tema es la pérdida radical de “aura” del lenguaje —la
pérdida radical, y no de algunos valores o inclusive de la posibi­
lidad de connotarlos en proposiciones sensatas, sino la pérdida
de su vínculo semántico constitutivo, la pérdida del mundo corito
suyo. Esto es sentido por el “matemático”. E l “matemático” ^
vierte en él domino de la Konvention d destino del formalista#
de la organización de los signos que domina en su “juego”.
Comprende este “destino” —y aUí se com prende como inexo­
rablemente fijado. Acerca de los “héroes negativos” de la filoso­
fía de la vida y de los valores, de Klages a Maeterlinck, acerca
dé las utopías de la trascendencia del ser sin atributos, de la in­
tegración del sujeto en la despiadada norm a del signo, en su con-
vencionalidad, en su proceso de logicizadón d d mundo: sólo pue­
de haber desesperada ironía.
En las alternativas de la vida no hay “profundidad”, no hay
enigma. Antes bien hay tautología —infinitas variaciones tauto­
lógicas— y la desesperación, la Angst, de quien se abate contra
sus límites. Angst que sólo puede mostrarse, confinada en d
gesto o en palabras que la traicionan.
_ Solamente lo “místico” puede concluir estas alternativas. De
hecho, es en este punto donde se define el mundo y su límite
—y el no-atributo, la no-cualidad de las proposidones de senti­
do—, pero también la angustia por ello: no una angustia de la
cual se hable, sino la vibración misma de toda proposición, de
toda comunicación, de toda información o descripción. Final­
mente, la conclusión de la obra de M usil es leída en la historia
seguida hasta aquí, y que es la única que le pertenece: de Mach
a W ittgenstein. El tema entonces, por decirlo así, se desdobla:
trata de la imposibilidad de decir más allá del límite fijado por
la relación entre lenguaje y mundo, y de la infinita carga de si­
lencio que en esta misma relación se muestra. Toda proposición
es aprehendida en el punto en que deja de decir. Toda pala­
bra es interrogada a partir del silencio que la sigue. Así no pue­
de haber centro. No puede haber forma en absoluto. E n consé i
cuencia, las alternativas demuestran la convencionalidad de las.
proposiciones. Pero el reconocimiento de este carácter suyo, la
negación de toda “verdad” a quien intenta mistificarlo, estable­
ce un modo de hacer coherente y formulable la propia relación
con el mundo. Coherencia que es tal sólo si se logra trazar des­
ÍTINEEARXÜM 149
piadadamente sus límites. Estos límites no llegan al fin, “ates­
tiguan” toda proposición, el sentido de toda palabra. E n torno
¿ estos nexos se gira. Decirlos es imposible, de la misma manera
¿jue lo es decir el qué de los objetos.
Pero precisamente esta actitud deviene “verdad” en lo “místi­
co”. El decir es siempre decir-en tomo; la novela es ensayo, no
comprensión totalizante. La palabra es, por lo tanto, tam bién si­
lencio, porque trágicamente el mundo ha sido teorizado com o todo-
imitado, todo y límite. Sabemos ya que esto n o pone en libertad
f ninguna utopía y a ningún Sollen póstumo — ni a ningún pesi­
mismo—, pero es el fundamento (que en W ittgenstein y Musil,
lo mismo que en W ebem , es acogido con angustia) del poder de la
forma lógica en el proceso de racionalización. “M atemática y mis-
tica” no pueden darse separadas. Lo “matemático” intenciona a lo
“místico” y viceversa. De esta manera, el nihilismo de la pura re­
lación de signo es tam bién la actividad del proceso de logicizadón,
jj' este último se funda sobre aquella actitud nihilista. La verdad
de lo “místico” en estas relaciones — no una vía de escape sino la
verdad de todas las alternativas y de todos los objetos que en ellas
se han mostrado— concluye El hombre sin atributos.
Esta conclusión tiene una condición, de la cual no puede h a­
blar: el problema del solipsismo. La aparente casualidad de la pe­
ripecia ensayística es aquí finalmente interpretada. El m undo se
retrae a la totalidad de los hechos experimentados. “Yo soy mi
inundo” (Tractatus, 5.63). El aparente entrelazamiento accidental
de las “visiones” subjetivas descubre aquí su “verdad”. Pero de
este sujeto que “es un límite del mundo” (tbid. 5.632Y no puede
haber palabra. Si es un límite, no pertenece al mundo. D ebere­
mos poder inventar otro lenguaje para hablar de él, deberemos
instruir una metafísica de la subjetividad. El solipsismo n o pue-
ie ser dicho, porque esto implicaría hablar de un “fuera del
mundo”. La verdad del solipsismo coincide con su silencio, y
por lo tanto aquél conduce la simple relación de significado que
parecía dominar en el desarrollo de los “temas” particulares a
la claridad trágica de lo “místico”. Se muestra aquí la form a
de los diversos temas, como forma implícita a su estructura y
al modo en que se reconocen. El sujeto metafísico no es más
¡jue un límite, del cual no puede existir denotación. D efinir este
Imite excluye sin embargo toda utopía, y efectúa, al mismo tiem ­
po, el formalismo de la organización lingüística. Es nihilismo
factividad: u n ió mystica ,66 Por cierto que, como en W ittgen-
66 R. Musil, El hombre sin atributos, vol. m, tr. it., Tuiín, 1962, p. 102
150 LEN G U A JE Y NUEVA MtJSIGA

stein, el mundo de esta unión está bloqueado por el límite del


sujeto que no es. Sin embargo, es su lenguaje, y en éste se defi­
ne el límite auténtico, o mejor, aquel límite todavía metafísica
se realiza. El solipsismo concluye la alternativa nihilista, niete
scheanamente, liquidando el c o n c ito de sujeto: éste es la “nue­
va” dimensión solipsista de W ittgenstein y Musil.. Precisamente
la unió m ystica supera su unilateialidad: él límite del sujeto se
muestra como límite inm anente dél lenguaje —y este límite ano#
cia el poder de su forma, de su signo. Así como es imposible
comprender el solipsismo wittgensteiniano sin interpretar en esüt
dirección las proposiciones finales sobre lo “místico”, así también
la conclusión de la novela de Musil (porque de conclusión se
trata, otra es impensable) define el advenir a lo “místico” dd
simple nihilismo solipsista: de la impotencia para el decir el su­
jeto metafísico, a la teoría del silencio implícito en toda palabra,
en el sentido mismo de toda proposición.
El “Reino Milenario” es la unió mystica de proposición y si­
lencio, actividad y nihilismo :67 la perfecta comprensión del lími­
te que formaliza en signos el lenguaje, esto constituye la verdad
de todo tema desarrollado, todo tema es aquí finalmente com­
prendido. Esto es una condición, no un símbolo, no un Stre-
oen. Soledad e inmovilidad plena de continuos acontecimientos.
Máxima apertura al mundo y disolverse del intelecto. “Ocurren
cosas increíbles, y todas derivan siempre de la misma base”, dice
W ebem . Esta tase es condición de los acontecimientos, no una
“idea”. Asimismo, el máximo poder d é la proposición de sentido no
sólo coincide con la máxima radicalidad de la crítica nihilista al
“intelecto” sino también con la tragedia “mística” de la formalira-
ción de sus límites. Schopenhauer reaparece en este contexto:
“Es necesario quitarse el saber y el querer, liberarse de la rea­
lidad y dél deseo de volverse a ella. Concentrarse en sí, hasta
que mente, corazón y miembros estén totalmente en silencio. Si
se alcanza así la suprema abnegación, entonces finalmente el
afuera y el adentro se tocan, como si hubiera una cuña que di­
vidía él mundo.” 8 8
[hay edic. en esp.]. N o “realistas" podían ser Ulrich y Agathe: desde ha­
da mucho habían dejado d e creer en cualquier concepción "pictográfica”
del lenguaje, pero sí nihilistas y activistas, “y a veces una cosa y a veces
otra, según los casos”.
*T El Reino es anunciado por Ulrich a la hermana en el capítulo 15 de
la parte tercera: “debes imaginártelo como una soledad y una inmovilidad
plena de continuos acontecimientos de cristal puro”,
68 R. Musil, op. cit., vol m, pi 96.
ITINERARIUM 151

Aquí el pesimismo “se verifica” en solipsismo y E ntsagung —y


la conclusiva afirmación del silencio conquista la dim ensión de la
m ió mystica.
; Algo ocurre sin que nada ocurra.69 Las alternativas n o conquis­
tan nuevas dimensiones del_ ser, asi como la fonnalizadón del
lenguaje no es un nuevo lenguaje. Soledad e inmovilidad del Rei­
no Milenario muestran la vendad del solipsismo convertido en
silencio de toda proposición. Nada puede ocurrir’ m ás allá de
este silencio; sería traicionar su tragedia, perderse en la “selva”
de lo simbólico. Pero en esta tragedia ocurren cosas — es cierto
que todo podría ser también de otra manera— ; no existe orden
apriori. Pero en esta tragedia hay órdenes, existen y se form an
principios de organización de nuestras palabras y nuestros signos,
y sus combinaciones son in-finitas; definido es, en cam bio, su lí­
mite. Y esta verdad aparece en lo “místico”. La Entsagung sólo
tiene sentido en este punto, mientras que el principio del silen­
cio que ella plantea se entrelaza con todo el m undo y lo hace
formulable. Una vez que esto se ha comprendido, el lenguaje
puede ser traducido en los términos de esta visión. T odo su “acon­
tecimiento” puede ser traducido en los términos de esta visión.
La novela debe concluirse en la idea misma del ensayo. “Acon­
tecimiento” es el vagar del silencio en tom o a la palabra, es el
colocar este límite en su radical inmanencia en todo o b je to y en
todo nombre. E l sonido dominante que iniciaba y volvía a
llevar “a casa” está terminado para siempre. Pero, salidos, no
hemos encontrado aquel reino que el Bildungsroman n o s pro­
metiera. “E n otra parte” no podemos andar. V em ichtung y for-
malización se entrelazan sobre este mundo, según posibilidades y
órdenes in-finitos, como los objetos en el lim ite del lenguaje.
“Esta noche dormirás inquieta como antes de u n largo pa­
seo.” 70 Pero el viaje se ha transformado en el itinerarium . Ocu­
rren cosas sin que nada ocurra. E l desarrollo tem ático n o “des­
cubre” ni “inventa” nuevas realidades. E l itinerarium establece
precisamente el destino del fin del “viaje”, de la organización
sinfónica, del Bildungsroman. La Geschwisterliebe concluye re­
formulando él mundo de la novela, prohibiendo q u e de éste apa­
rezcan imágenes de esperanza. El ‘largo paseo” es el itinerarium
seguido para comprender y mostrar lo “místico". Si todavía fue­
ra necesario, una anotación de Musil de 1932 dem uestra la per­
fecta analogía entre la conclusión del Tractatus y el itinerarium
69 Ibid., p. 100.
ro Ibid.., p. 52.
152 L E N G U A JE V NUEVA MÚSICA

de la Geschwisterliebe: 'la historia de esta novela dice que la’


historia que en ella debía contarse no es contada ”/1 T o d o lq ?
que se h a podido decir — y por lo tanto es, Hiersein— n o “valé?.;
Querer decir lo que "vale” sería traducir el lenguaje, decir nada.
La historia que se debía contar —y no es posible hacerlo—, ef
el viaje de los "hermanos gemelos”. Lo que “valía” el relato)
era poder decir d qué del am or entre Ulrich y Agathe, revdajt
el enigma. Pero en el lenguaje de la novela no hay enigma*,
sus palabras están abrazadas por d silencio, pero no hablan d&
lo indedble. Lo que es dicho es d itinerarium que conduce,
a la teoría de que la "verdadera” historia, aquella por la cual,
hemos “salido”, no puede ser dicha. Esta historia es verdadera­
m ente utopía, en su significado lateral; se muestra solamente
com o silencio en la organización y en la forma de los signos ;4e
los cuales d entrelazamiento entre solipsismo y "místico” ha re:
velado la irredimible inmanenda. La alteridad de palabra y si-,
lencio deviene absoluta en d signo, es dedr, no distinguible. Por
esto, el signo mismo no podra jamás transformarse en sistema.
Soportarlo, es tragedia. --
N o es posible encontrar paralelos inmediatos entre la concepí
ción "filosófica” general de E l hom bre sin atributos y el MusO
del Tórless y del Beitrag sobre M ach .78 Hemos visto ya las apo­
das internas y el proceso de disgregadón d e la doctrina machias
na. Entre el Beitrag y la novda, tal como ahora se nos presea-^
ta, hay el mismo trayecto que lleva a W ittgenstdn del Tractatus
a las Observaciones sobre los fundam entos de la matemática. Es
el W ittgenstdn no sólo del solipsismo (que podría también de­
ducirse machianamente), sino de lo “místico”. Es también d
Übergang que va de las suspensiones y los vados de M ahler al
-problema schonbergiano de la nueva rdación entre forma y de­
sarrollo temático, entre sujeto y material. Es la superadón de
la crítica inmediata al mecanicismo, característica de la Nerven-
kunst y también presente en el Tórless, en la “gran forma” de
Loos y Alban Berg. Es d problema típicamente wébemiano
de la rdación proposición-silencio. E l hom bre sin atributos vive
e m y de este traspaso. Pero, precisamente, la obra es también
adiós de un mundo, nuevamente el mismo de Mach y del Tór­
less. Plantear paralelos solamente sobre la base de la inexistencia;
en Musü, del sujeto como “yo trascendental” —de la insubsisten­
cia, por lo tanto, de nexos causales; de la descripdón “científica”71
71 Ibid., p. 336.
74 R. Musí], Sobre las teorías de Mach (1908), tr. it., Milán, 1973.
it z n e r a r ix jm 153
de “estados” fundonalm ente relativos— es totalm ente exacto así
como totalm ente reductivo. El abandono de todo presupuesto
mecanicista es una pre-conditíón del discurso de M usil. Desde
jete punto de vista, parece que las críticas a M ach contenidas
-en el Beitrag son, entonces, asumidas más seriamente, y, por
^consiguiente, también la eventual influencia sobre e l joven M u-
pjfl, si no de Stum pf directamente, del contexto, d e la “atmós­
fera” filosófica creada en tomo de las Investigaciones lógicas bus-
medianas.*8
E n su crítica, Musil no considera ^el mérito de los resultados
.empíricos de las investigaciones de M ach, ni d e su im portancia
para los desarrollos sucesivos de la física. Pero sería u n error
p e e r por ello que su crítica sea reticente, o que to m e solamen­
te aspectos periféricos del madiismo, mientras se le escapan sus
elementos esenciales. E n realidad, la formulación que .M usil da
a su crítica toma precisamente el límite gnoseológico-epistemoló-
:|ico de fondo de M ach. Y éste es precisamente d terreno del
Beitrag, no el de la organización en concreto del discurso de la
física. Musil capta el límite dogmático de M ach, lím ite q u e vuel­
ve contradictoria la “refundación” de la mecánica clásica y que
determinará su posterior superación. Este lím ite reside en el h e ­
cho de que M ach no somete a crítica su propio lenguaje. Pero
no puede darse crítica efectiva del discurso m etafísico si n o
es sometido a crítica el lenguaje. Seguirá habiendo siem pre, en­
tonces, un “resto” dogmático, asumido como dato, sic e t sim -
pliciter. La formulación de la crítica de Mach es p o r eso inm a­
nente al lenguaje de Mach. Dicha crítica descubre todos sus
residuos metafísicos, los conceptos todavía “ideales” , las propo­
siciones sin sentido unívoco: y “si tú quitas a nuestra vida lo
unívoco, no queda más que una pecera sin peces ”.74 P u ed e afir­
marse que esta crítica es “introductoria”, pero no p o r eso puede
considerársela menos radical. En M ach “se habla d e u n a necesi­
dad 'sentida', de 'expectativas' intensas, dictadas p o r el hábito, de
las cuales no se podría 'prescindir' ”,75 se habla d e "sorpresas”,
etc. ¿Cuál es el sentido de estas afirmaciones? La “navaja wit-
tgenstdniana” aparece aquí, nuevamente^ profundam ente conta­
minada de psicologismo. Tampoco aquí hemos llegado a captar
el sentido de la demostración, que es el fundam ento del discurso
. n A diferencia de cnanto afirma M. Montinari en su “Nota introductiva”
a R. Musil, op. cit., pp. xi-xii.
; 7* R. Musil, E l hombre sin atributos, ed. cit., vol. n, p. 121.
78 R. Musil, Sobre las teorías de Mach, ed. dt., p. 76.
154 L E N G U A JE Y NU EV A M ÚSICA

mismo de la física: la demostración sobre ia forma, la coherencia


y la posibilidad de utilización del propio lenguaje. Repitámoslo;
esta crítica, capta una carencia de fondo. Sin esta demostración
epistemológicamente condicionante, el discurso resulta necesaria^
m ente equívoco y, a saber, a punto de revertirse siempre, a pesará
suyo, en relativismo. Estos límites y esta crítica del machisina
estaban profundamente presentes en las Investigaciones lógica^
Pero Musil aparece interesado en un desarrollo suyo original
(y en este punto se ubica la recíproca desconfianza entre é&íjr‘
Stumpf): no en el sentido de la forma lógica pura y de su ver?
dad, sino en él de la sintaxis lógica del lenguaje. Ya el Beitrag
expresa, en este aspecto, la misma dirección que el pensamiento
wittgensteiniano. M ientras esta sintaxis n o sea claramente defi­
nida, la contradicción entre reducción psicológica y procesos idea?
tizantes resultará inevitable. Mach plantea u n conflicto “de prñfc..
tipio” entre necesidad “ideal”, que deriva de las conexiones* e
interdependencia de los conceptos entre sí, y objeto dado. Está ;
diferencia “absoluta” hace insoluble el problema de la ielacióh
entre forma lógica y mundo.™ Solamente el análisis correcto-
de la sintaxis d d lenguaje que usamos puede definir el ámbk
to convencional de nuestras “representaciones”, no en términos
“ideales” sino auténticamente funcionales: como un proceso que
no se “sintetiza” con el mundo, que no capta en él necesidades
o leyes objetivas, sino que lo vuelve formulable y usable. Musft-
n o resuelve, por cierto, la contradicción de M ach, pero su crítica
pone en claro la insostenibilidad epistemológica de una doctrina
“ingenua” dél significado, como es precisamente la machiana. El
Beitrag es una verificación interna, un análisis sobre la coheren­
cia interna del lenguaje machiano. La falta de coherencia en los
fundamentos del sistema es vista específicamente: esta verifica­
ción concluye negativamente. Y sólo esta conclusión negativa
hace comprensible la futura novela. Todo lo que de Nietzsche
hay en esta crítica es algo inmediatamente evidente para cual­
quiera que lea los Tagebücher.
Nietzsche está en esta crítica a Mach, así como en la supera­
ción por parte de Musil de todo Nervenkunst. Es Rilke, en un
estupendo ensayo de 1927, la “figura” de esta superación,” quien
dice “adiós” a la “lírica” moderna: el poeta de los dos Heder
op. 8 de W ebem . Hiersein: pero su sentido es él d e nuestros78
78 IbitL, p . 8 4 .
77 R. Musil, “Rede zur Rilke-Feiei”, Berlín, 16 de enero de 1927, en Tage-
bücher, Aphorísmen, Essays und Reden, Hamburgo, 1955, pp. 885 y ss. ’yr
nTNERARKJM 155

signos. Los nombres de las cosas son “retratos”. Se m uestran en


el silencio-nada, en la autonom ía más perfecta de la forma-signo,
es decir, en el máximo de la anti-expiesividad, en la ausencia
más radical de toda utopía semántica. - Entonces, el Angel de
;las Duinesas anuncia lo “místico” : el mundo-todo-limitado, la
miseria de este lenguaje que ha formalizado sus mismos límites,
el silencio que lo abraza y en el cual se m uestran los nombres
,de las cosas. La muerte de la “lírica” significa q u e d enigma
está aclarado porque es indecible la pregunta: precisam ente este
tipo de Aufklárung es la tragedia que niega la a ctitu d lírica .78
Pero esta poesía tiene un motivo lírico. N unca presenta y dice,
por eso, una relación semántica inmediata, de síntesis o de Ein-
fiihlung: las cosas que aparecen son, en realidad, el “inconce­
bible” Dasein de sus representaciones, de sus relaciones, de su
devenir, de su forma. E n este sentido, sujeto y objeto desapa­
recen. El sujeto de la “lírica”, la última encamación im potente
del yo trascendental, desaparece. En el nombre, la form a d ^ las
relaciones objetivas es la forma de su representación. Pero esto
implica, asimismo, que la cosa en cuanto tal se retraiga para siem­
pre, que cualquier imagen de dominio sobre ella sea impedida.
.La expresividad formal, el Streben formal del N ervenkunst no
es más que la tentativa extrema por parte del Solí en ético de
superar esta condición. Pero el hecho de no poder realizar esta
tentativa salvo a través de un Sollen reducido a térm inos “esté­
ticos”, hace del Nervenkunst un Übergangskunst p o r excelencia.
Con este Rilke de Musil se ha completado la travesía.

- 78 Y Kafka: “¿Por qué es insensato preguntar? Lamentarse significa hacer


preguntas y esperar la respuesta. Las preguntas, sin embargo, que n o responden
a si mismas al nacer, no encuentran jamás respuesta. N o hay distancias a su­
perar. Es absurdo por consiguiente preguntar y esperar” (Diarios, 28 de sep­
tiembre de 1915). “De una respuesta que no se puede formular no puede
formularse ni siquiera la pregunta” (Tractatus, 6.5).
4. SPRACHLICHES. ASPECTO DEL “LENGUAJE V IEN ES”
E N LA ÉPOCA D E LA FINIS AUSTRIAE

1 . GEORGE, N O GEORGE-KREIS

El momento de la Übergangskunst está signado en Schonberg


por la presencia de George: sustraerla del mito tardío de su KreiSj
tratar de definir el Buch der hüngenden G ártm a partir del cig
cío schónbergiano, op. 15, es fundamental para comprender la
dirección del proceso que estamos reconstruyendo aquí.
La dimensión trágica de la poesía georgiana, está como dete­
nida, congelada. Una rigurosa disciplina formal impide que es­
talle el anterior orden compositivo. Todas las precedentes corig
figuraciones temáticas, todo átomo de fuerza y de tensión del
precedente orden poético —todo es aquilatado, afinado, recoftu
puesto. Este mismo desesperado trabajo sobre el material (durch-
arbeiten) termina por negar toda “naturalidad” al orden de la*
composición. La “recomposición” armónica final aleja o remueí
ve el resultado trágico, pero su fundamento aparece ya solamen­
te técnico-formal.
Es esta “recomposición” la que Schonberg impide en su Geor­
ge. D entro de la rigurosa medida de la métrica georgiana, se
suceden ritmos independientes del pensamiento temájáco funda­
mental, se produce un conflicto entre precisa disposición métrica
aparente y variación perm anente de las voces.
Es esta contradicción, finalmente aclarada, la que libera dd
ordo tonal y aproxima al concepto de composición: Organismus
y Spaltung, Ur-pflanze. Composición no puede ser, como en
George, recomposición: puede producirse solamente a través de
la tragedia de la contradicción, plenamente reconocida y plena­
mente asumida en el trabajo poético. Es esto lo que Strauss no
>odía entender. ¿Los George-Lieder? “Klang und Stimmung. So-
Í amente de esto se trata, exactamente lo opuesto de lo sinfóni*
co, ninguna arquitectura, ninguna estructura.” 1 Nada sinfónico¿
precisamente: ninguna posibilidad de síntesis, de universalidad, dé
s visión d d mundo” musical. ’ ...
George no podía recorrer hasta el fondo esta renuncia, y sin
embargo la indicaba claramente. Era a través de su estética qué
1 Cit. en H . H. Stuckenschmidt, o p . c it ., p. 110.
[1 5 6 ]
GEORGE, NO GEORGEKRE1S 157

Schónberg había roto con las dei pasado.2 George indica la ne­
cesidad de la ruptura de la organización compositiva “tonal”,
precisamente a través de las contradicciones y aporías ocultas de
su obra. El extraordinario afinamiento, la desesperada tensión con
que George conduce los instrumentos compositivos tradicionales,
son símbolo evidente de su crisis. Es esta crisis la q u e Schón-
berg hace explícita en su “musikalisches Denkmal” a George. Y
que tiene otro aspecto fundamental, profetizado p o r G eorge: la
?nueva relación música-texto (de la que nos ocuparemos en bre­
ve a propósito del ensayo schónbergiano de 1912). E l problema
y de la forma compositiva asume ya en George u n peso preponde­
rante respecto del valor semántico de las palabras. L o q u e Schón­
berg dice en 1912 respecto de su obra es válido tam bién para
la de George (para el “texto” georgiano): “el arte dice más que
las palabras” .3 Lo que todavía n o puede comprenderse es cómo
esta afirmación no nace del contexto de las poéticas d el a r t pour
l’art, sino, por el contrario, de la disolución intem a y d e fe crisis
de éstas. Según Schónberg, es decisiva en George la ¡legación
objetiva del art pour l’art, el pensam iento negativo q u e sobre
dicha negación se expresa.
La abstracción de la relación semántica que el “a r t p o u r l’art”
impone está caracterizada por una aporía epistem ológica de fon­
do, que no es tocada en absoluto por los elementos típicos de
la crítica historicista, llevada a cabo bajo el símbolo goethiano,
a la cual ni siquiera Simmel es inm une: la falta d e totalidad
en el concepto de la “autonomía” artística, la “miseria” de la
menguada síntesis entre forma y vida.4 El límite epistemológico
radical del concepto de “art pour l’art” está, en cambio, en el
hecho de que el proceso de abstracción de la relación objetiva
de representación se realiza en el m edio mismo de representación.
El medio de representación es abstraído de la relación de repre­
sentación. Se hace así necesaria la búsqueda de un “qué” interior
de la representación. El concepto de “art pour l’art” se entrelaza
inextricablemente con el problema de la representación de las
relaciones “sentimentales” inferiores: formas de naturalism o del
sentimiento constituyen su constante alter ego.8 El lenguaje es
' 2 Cf. A m o l d S c h ó n b e r g G e d e n k a u s s te ttv n g 1 9 7 4 , Catálogo de la muestra,
Viena, 1974, p. 201.
* Cit. en H. H. Stuckenschmidt, op . c i t . , p. 110.
: * G. Simmel, L ’a r t p o u r V a rt (1914), tr. it., en Saggi d i e s t é t i c a , cit.; para
la relación con Goethe, cf. mi I n tr o d u c c ió n .
* G. Simmel, S o b r e e l p r o b le m a d e l n a tu r a lis m o , tr. it., en S aggji d i e s t é t i c a ,
át, pp. 101 y ss.
158 ASPECTO DEL “ LENGUAJE VIENÉS”

constreñido en una relación de representación distinta, pero no


se trastorna la lógica de ningún modo. L a abstracción de la re­
lación inmediatamente semántica absolutiza los medios expresi­
vos de aquella relación misma. Pero, en cuanto tales, esos me­
dios reafirman su lógica. Imposibilitados para reproducir la pa­
sada relación de representación, aluden-simbolizan a un nuevo
“significado": la definición de la autonomía espiritual, d drama
de sus límites. Este resultado multiplica las aporías del “art pour
l’art”. El medio de representación no puede satisfacer a este-
resultado. Profundamente marcado por sus orígenes naturalistas,
no logran, ni siquiera en el máximo de la tensión, expresar este :,
nuevo “significado” suyo. Por otra parte, gravar el medio ex­
presivo con toda la carga alusiva y simbólica implícita en el Sollen.
que le ha sido asignado, implica abandonar radicalmente cual­
quier hipótesis de refundación de la relación de representación.
Aquel máximo de tensión está siempre a p u nto de resolverse y
disolverse en mero Nervenkunst —este Sollen en silencio o en
“demostración” de la propia inefabilidad. Por esto el concepto
nietzscheano de “decadencia” incluye el concepto de "ait pour
l’art” : este último desemboca necesariamente en una actitud pa­
siva de resignación. A l final del art pour Vart está el descubri­
miento de la imposibilidad de la relación semántica “ingenua"
y , asimismo, de la completa inefectualidad de la relación “inte­
rior” de representación. Esto determina el entrelazamiento re­
currente e insoluble entre nostalgias naturalistas, negaciones in­
mediatas de la relación naturalista, tensiones simbólico-alusivas
en el límite del silencio, actitudes desesperadas de resignación.
Más específicamente, esto explica el entrelazamiento entre la per­
sistencia d e un “uso” directamente semántico del medio de re
presentación, su laceración intema hasta las tensiones “jeroglífi­
cas" extremas del Nervenkunst y, de nuevo, el desleírse de estas
últimas en “ornato” : en simple m edio de representación, cuya for­
ma,' cuya sintaxis, deben todavía y siempre ser encontradas.® El
Nervenkunst se origina, precisamente, en el Streben, en el inten­
to in-finito, por parte del medio de representación “absolutiza-
do”, de reproducir una relación de significado y de valor. En
realidad, el fin supremo del “art pour l’art” consistiría precisa-

® Está claro que el concepto de “omato” no puede ser confundido con el


uso que de él hace Riegl en su Historia del “arte ornamental”, donde está
en el o rig en del Wollen artístico y su aspecto técnico-semperiano está totalmen­
te subsumido. No por casualidad S tü fr a g e n (1893) comienza con una polémi­
ca explícita contra Semper.
GEORGE, NO GEORGE-KREIS 159

mente en aquella representación de la totalidad d e form a y vida,


coya carencia le reprochaba el idealismo histoiicista. E l único
rasgo “efectual” del concepto de “art pour T art” n o es, por el
contrario, más que k demostración de k absoluta idealidad de
ese fin, n o reside sino en el constante prohibirse imágenes d e di­
cha síntesis. Pero esta, prohibición es lo “negativo inm ediato” de
la relación naturalista de representación. El. proceso m ediante
el cual este negativo se pone en la form a del lenguaje, defíne
los límites de éste, se hace técnica y signo y solam ente así (sola­
mente incluido en este silencio) transforma el m aterial de las
representaciones; este proceso es tan extraño al “a rt pour 1’art”
considerado en sí y para sí, cuanto que constituye s u resultado
■obligado.
Este pasaje; este proceso de disolución y efectuación conjunta
del concepto de “art pour 1’art”, es captado p o r Sim m el con ex­
trema claridad en su ensayo sobre George de comienzos de si­
glo.7 La idea de un m undo en sí del sentimiento, alcanzable de
cualquier modo por la representación —o, como quiera que sea,
que la forma artística debe alcanzar— queda d isu d ta .' D ecir el
sentimiento, construir de él un lenguaje objetivo, es u n no-sentido
lógicamente y, philosophish, deber in-finito. Tender-lacerar la
forma lingüística hacia un mundo del sentim iento en sí expíe-
sable, irrealiza esta forma —representa nada. N o existe ya pro­
blema de la relación entre materia y forma, entre u n m u n d o en
sí del sentimiento (o del objeto) y una forma de la represen­
tación. La materia del sentimiento ha dejado d e “ resistir” .8 Se
presenta ya enteramente penetrada y transformada e n k repre­
sentación. La representación es esta materia. La molesta búsque­
da de la forma conclusa no tiene ya ningún valor sintético: no
expresa más que el reducirse radical d e la “m ateria” del sen­
timiento, de toda tensión alusivo-simbolica, d e todo deber, a la
,dimensión form al de la representación. Ú nicam ente e n esta di­
mensión aquella “materia” puede mostrarse. Precisam ente la
perfección formal es el perfecto formalismo d e la representación,
!está fundada en la conciencia de la absoluta distancia en tre form a
y representación objetiva.
Si esta distancia no fuera afirmada casi com o apriori, entonces
la búsqueda del “significado” o del “valor” de la representa­
ción, la idea de la síntesis, serían inevitables. En resum en: la
- 7 G . Simmel, “Stefan Geoige. Eine kunstphilosophische StudieT (1 9 0 1 ), en
Zur P k ilo s o p h ie d e r K u n s t , Postdam, 1922.
» I b id ., pp. 32-33.
160 ASPECTO DEL “ LENGUAJE VIENES ’

materia del sentimiento se expresa solamente en cuanto trans­


formada. Propiamente, ella no es; lo que es, es sólo su forma.
El término representación está descaminado, puesto que envía
a un “qué”. Pero esta reducción al “en sí” es imposible, es in­
finita. Lo que verdaderamente ex-siste, y es por eso dicho, es
solamente en cuanto form a. Entonces, se da solamente el pro­
ceso de transformación: las relaciones, las combinaciones, los “to­
nos” del proceso de transformación. Aquí, en estos lim ites, se da
todo: este todo-limitado. La representación auténtica del sentir
miento —poderlo decir como un objeto— es perspectiva utópi-
ca, fuera de toda posibilidad del lenguaje. Todo el sentimiento
decible —tam bién él— no es más que esta forma-transfónná-
ción. O se muestra aquí, o es nada. La dialéctica de esta “com-
posición” será decisiva para todos los futuros desarrollos de la
Kultur contemporánea.
La pérdida de la relación semántica acompaña en todo instan­
te a esta relación de transformación. La “resignación” respecto
de toda posibilidad de decir “el ser viviente” 9 es el fundamen­
to de aquella distancia del material que permite su transforma­
ción. No se trata de la renuncia del nicht-haben o del nicht-
wollen. Decir “auténticamente” el material es utopía q u e extir­
pa toda forma del lenguaje, que haría no formulable al mundo.
El material no es más que su transformación en la representa­
ción. N o existen garantías esquemáticas en esta relación. No Sé
da más material que el transformado. El pasaje de la transfor­
mación a un “en sí” originario no es siquiera formulable. Se
trata solamente de ver si esta forma-transformación m uestra la
pérdida de la relación semántica, la mera utopicidad de un len­
guaje del “en sí”, su silencio. O si ella es, en cambio, solamen­
te “ornato” .10 . c"
9 “Alie Kunst hat gegenüber dem lebendigen Dasein ihres Gegenstande:
einen Zug von Resignation” r“Todo arte tiene frente a la existencia viva de su -
objeto un toque de resignación”] ( i b t d ., p. 32). Y pocos años después Lukács,
en La n u e v a s o le d a d y su lin c a . S te f a n G e o r g e , “figura” de D i e S e e le un die
F o r m e n , ponía en evidencia, exactamente sobre la huella de Siminel, la im­
pasibilidad, la soledad y la resignación de la lírica de George. Otra figura de
gran relieve en la cultura alemana de entonces media la relación entre Simmel.
y Lukács (mejor dicho, de Lukács con Simmel): Paul Emst, a quien está
dedicado, como es sabido, d ensayo con que conduye El a lm a y las fotm así
Erust estaba muy vinculado con Simmel. Puede decirse que descubrieron toft-i;
tos, entre otros, A b s tr a k tio n u n d E in fü h lu n g , de Worringer, que será editado;!
en 1908, gracias predsamente a la atención que Ernst le dedicó, en Munich,
por Piper, ¡editor del Blauer Reiter!
10 Es precisamente dentro de esta problemática de la transformación quí-
GEORGE, NO GEORGE-KREIS 161

: Al no haber ya representación del material, la forma se cons­


truye sobre una diferencia radical. La forma demuestra n o po­
der en absoluto valer como expresión-representación objetiva. So­
bre la base de esta distancia no integra en sí, no com prende el
mater al, pero, precisamente, lo hace formulable. L a fo rm a se
limita a demostrar que., solamente esto es decible, que la trans
formación ocurrida es todo. Ninguna ilusión semántica, ninguna
síntesis con el en sí, ninguna transformación en el sentido de
transformar una cosa de la cual se poseía el "centro” . T rans­
formación significa transponer en los límites de la form a lingüís­
tica toda "materia”, reducirla a su dem ento "decible”. La resig­
nación pasiva del "art pour l'art” es así superada, el proceso d e
transformación coloca un dominio efectúa! sobre la “m ateria”
del sentimiento: formulada, ella deviene elemento del "juego”
lingüístico, un elemento de la "iniciativa” de las palabras.11 Pero
este dominio no puede disociarse del proceso de E ntsagung que
plantea la distancia radical entre la representación y el "qué”, la
utopicidad de la relación semántica, la irrepresentabílidad d e la
|dea. El concepto de transformación de la “materia” del senti­
miento realiza lo “negativo” de la Entsagung.
Éste es, por lo tanto, el George que redescubrimos en los quin-
qe Lieder schonbergianos de 1908 y, después, en e l op. 3 y el
Síp. 4 de W ebern. Ubergangsdichter lo mismo que Sim m el es
pbergangsphilosoph.12 Una lectura de George absolutam ente ale­
jada de los parámetros historicista-goethianos, así com o d e los
"art pour l'art”; alejada del registro de la ^'decadencia” , así com o
de aquellos reaccionarios posteriores tipo “Nietzsche-Archiv” (y
la crítica al George “decadente” es cabalmente crítica a la ima-
Riegl traza la historia del “ornato”. P or eso, en esta historia s e analiza una
tradición global del quehacer artístico: la liquidación & las distinciones idea­
listas entre “menor” y “mayor” es a condición y explicación de este enfoque.
f|sto no impide en absoluto que en Riegl persistan todavía evidentes influen­
cias historicistas-teleológicas.)
11 D ejarla iniciativa a las palabras era el “programa” de M aüanné.
12 Es Lukács quien, en un ensayo d e 1918 sobre Simmel, ahora en Varios
altores, B u c h d e s D a n k e s a n G . S i m m e l , Berlín, 1958, lo define Übergangs-
^Sosoph. Diez años antes Lukács había compuesto su ensayo ya citado sobre
George, en el cual había una preciosa intuición acerca de la relación é n tr e la
Ijica de George y la "nueva música” . La nueva lírica "produce por sí la
wbpia música”, hace superfluo el “acompañamiento”, es decir: no tiende ya
I ser "completada’, a llegar a ser momentos de s ín te s is con otros lenguajes.
M como ya no hay más texto para Lied, así tampoco hay ya palabras para
«drama wagneriano. Cf. E l a lm a y la s f o r m a s , Barcelona, Grijalbo, 1975, pp.
|43-144.
162 ASPECTO DEL “ l e n g u a j e v t e n ís ”

gen “Nietzsche-Archiv” de George, imagen todavía generalmea-


te aceptada). Aquí la materia del sentimiento no tiene y a “efc;
pació utópico” propio, está congelado en la dimensión de la fo¡|
ma lingüística. C uanto más ésta es perfecta, tanto más didlif
espacio es congelante. Todo desarrollo, todo movimiento, t á p
articulación, son aquí despiadadamente comprendidos.- L a prótó
b id ó n de “imágenes sintéticas” es radical: la forma “perfecSp
absolutiza la distancia que la separa del “qué” de la represóte
tación. La a-temporalidad a que tiende la composición mue&m
esta relación. La norma más severa, que es también la libertad
suprema, de la cual George habla antes que Schonberg y como
Schonberg,18 concierne a este proceso de transformación del rasas,
terial. Ese proceso libera de la “ utopía” del en sí, al tiempo qué
constriñe en los límites insuperables del lenguaje, en las normas
que lo constituyen. Estas “normas” no son las tonales tradiciona­
les. La búsqueda ascética de la superación de toda sonoridad tra­
dicional domina en George lo mismo que en toda la primera fase;
de la obra schonbergiana. Tam bién allí donde el alejarse dé la
norma tradicional no conduce a una forma nueva, el alejamiejjP
to inalcanzable que subintra rechaza toda consolación semánti­
ca. La resignación es perfecta. Y solamente sobre la Entsagung
perfecta puede definirse la norma de aquella distancia, de aqué­
lla diferencia radical, que coloca toda “materia” como fonnu-
lable, permitiendo así su transformación. E fectu d es nuestra pan
labra, mientras sepa mostrar la infinita carga de silencio que la-
acompaña, y no el “aura” de sus valores, de sus tiempos perdí;
dos, o de sus utopías. ^
A sí trata George el material del Nervenkunst, por ejemplo en
D as Jahr der Seéle: el material es ya, justamente, sólo el material
del proceso de transformación, lo que dice es solamente la cómr,
posición. Las tensiones'cromático-naturalistas del Nervenkunst »
vuelven rígidas ya en Teppich des Lebens. Éste es el George
que Simmel interpreta. Las posteriores tentativas de dar estruc­
tura “clásica” a esta ascesis del Nervenkunst derivan por d o to
de la problemática de las obras citadas, pero no son directamen­
te reductibles a ella. E l conflicto con los principios del “art pour.
l’art” , así como con los del Nervenkunst, se presentaba objetiva?
m ente ambiguo. Lo “clásico” constituía su pasaje obligado.
lo andaba recorriendo, “peregrino” en París, para “vivir a Rodin*;'

18 Cit. en T . W . Adorno, “ A. Schonberg”, en Prismén, tr. it., Turín, 1972;


p. 159. fe
r.HORGF, NO GEORGE-KREIS 163

Y también Sinuncl Seguía, pililo,sopliisch, sus improntas.14 Pero


k forma en que terminaba ese itincrariuni no era lo "bello" de la
relación semántica felizmente resuelta; antes bien, estaba tan
lejana de ella como de las nostalgias y utopias del Ncrvenkimst.
Era la forma que comprende su inalcanzable lejanía, que por eso
determina y delimita su propia autonomía, que da forma a la pro­
pia separación y silencio. Esta dirección se advierte ya en el "pa­
saje” de Dds Jahr det Seele a Teppkh des Lebens, si bien sólo
se desarrolla plenamente en el Rilke después de Rodin —y por
eso también después del análisis sünmdiano de Gcorge.
En este mismo contexto histórico-cul tural se estaban agotando
rápidamente los ideales wagnerianos. Ya el “t atro" rígidamente
esotérico del George-Kreis representa lo opuesto de Bayreuth. El
vate no posee ningún Volkgeist que pueda afirmar. La ascesis
de las tonalidades tradicionales, la síntesis de hermetismo y cla­
sicismo que aquí se intenta, excluyen toda comprensibilidad
fundada en la relación semántica. La comprensibilidad de lo
“bello" en el George-Kreis reside en si misma: la forma no es
“medio" de nada. La idea del “art pour l’art” ya era en sí opues­
ta a la música wagneriana, pero todavía no había realizado a
fondo la "crítica” del propio lenguaje. Había detenido el proce­
so de ascesis en los medios de la representación. Esta "crítica"
es tarea y función del Nervenkunst, surge radicalmente de la
Kultur wagneriana, precisamente allí donde parece, en cambio,
afirmar su continuidad, hacerse su heredera. Sobre la Mathilden-
hóhe de Darmstadt, Bchrens y Olbrich se oponen conscientemen­
te al Gcsamt-kunstwcrk wagneriano. Ninguna nueva “totalidad"
puede producirse. La “colonia" es colonia de artistas separados.
Es un conjunto de artes, definidos sobre la liase de lenguajes
precisos. Todo arte es “autónomo” : debe expresarse puramente.
Sobre la Mathildenhohc pueden habitar sólo “artes” que se reco­
nozcan en su autonomía y pureza, inclusive allí donde producen
juntos una obra. Según estos criterios, Bchrens hizo representar,
en 1901, Lebensnwsse de Dehmel. ¡Ninguna “confusión” dramá­
tica bayreuthinna! Un Gcsamtkunsttferk es concebible solamente
como armonías de obras puras, liberadas de toda consonantia na­
turalista, de toda analogía sentimental exterior: música y drama,
drama y pintura y arquitectura, no música dramática o arquitectu­
ra musical. El “mito” de Darmstadt se opone al de Bayreuth, así
como el mito de la síntesis universal de los lenguajes se opone
l* G. Simmel, “EtiiuicTung an Rodin’1, en Briicke und Tur, Stuttgart,
1957.
164 ASPECTO DEL “ l.l.N GUA JE VJENfe"

al de la pureza y autonomía de los signos lingüísticos, Es enor


me la “carga ideológica” que esta aparición del Zetclicn celia
todavía sobre Darmstadt: aquél está lleno de significados y va­
lores. Pero el resultado “clásico” que esta ambigüedad hace po­
sible no puede separarse de la otra, y opuesta, conclusión: el
análisis de la forma en su movimiento, en sus medios puros de
expresión, en sus relaciones absolutamente a-semánticas. Desde
este punte de vista, existe una profunda continuidad entre el dis­
curso de Behrens de 1901 y el de Kandinsky en Uber Riihnan-
komposition, que aparece en 1912 en el Almanaque del Blaucr
Reiter junto a la “composición escénica” Der Gelbe Kfatig: sín­
tesis escénica.de relaciones cromáticas puras, danza absoluta de
líneas y colores; "trascendente” no hay: todo lo que con este
lenguaje era decible, ha sido dicho .15
La absoluta distancia respecto del “ser viviente”, filtrada a
través de la tensión de] Nervenkunst, la nostalgia semántica de
su puro signo, define así el propio lenguaje y formaliza sus lími­
tes. Aquí se realiza su poder, aquí esa distancia se hace efectúa!
Schopenhauer (el Schopenhauer anti-wagneriano que ya hemos
conocido) es todavía el signo bajo el cual ocurre este proceso.11
La música en él expresa esta liberación-asccsis respecto del con­
tenido. La liberación es ascesis: la norma más severa es la má­
xima libertad. En la música falta todo contenido inmediatamen­
te reconocible. La música no debe suscitar imágenes, efectos
materiales, pensamientos sobre objetos particulares. Su lenguaje
no es comprendido por la razón. La razón nombra, designa,
connota. El “significado” de la música es la composición mu­
sical misma, su forma puramente musical. Esta forma es un
organismo completo y perfecto: c o m o tal, es desenvuelta, articu­
lada, hecha coherente y comprensible, no dirigiéndose a signifi­
cados que le son extraños. La poesía de George es enrarecida
por el “sonido”; los contenidos de los Lieder de Schubert, su
contenido verdadero, es el lenguaje musical que los expresa. Este
lenguaje no “hace las veces”, no representa. El apriori de la re­
lación semántica de representación está anclado a la lógica del
sujeto y de la sustancia, así como, en lo opuesto, este lenguaje
18 Para el texto de Kandinsky, cf. W . Kandinsky, Tutti gii acriifi, v d , 2,
Milán, 1974. Las investigaciones a que estos experimentos dieron lugar fue­
ron proseguidas en la Baubaus, sobre todo por O. Schlemmer. Cf. H. M
Wingler, Bauhaus, Milán, 1972. Tambidn F. Busoni, o¡>. cít, había ha­
blado de los colores de los sonidos.
A. Sehdnberg, “Das YerhiiUnis zum Text”, en Der Blaue fíñlv,
Munich, 1912.
CRORCE, NO CEORCE-KHFIS 165

so funda sobre el “pensamiento negativo” que ha liquidado “la


fe en la omnipotencia del intelecto y de la conciencia”.17 Sin
embargo, este proceso es contrario a todo “irracionalismo”. Irra­
cional es la creencia en la relación de reflexión sujeto-objeto,
irracional es el tender in-finito a la utopía de la-síntesis. Este
lenguaje sin contenido exterior ha transformado y racionalizado,
en cambio, todo elemento de su material lingüístico (ha redu­
cido, radicalizando la propia Entsagung, todo decible a esta trans­
formación del material), y ha obtenido así pleno poder sobre el
mundo form idable, sobre el mundo todo-limitado. Este progra­
ma de una música absolutamente “anti-expresiva” se realizaba
en aquel mismo año en el Pierrot Lunaire. Ninguna "señal"
recorría ya la distancia insuperable entre forma musical pura y
“texto". Pero precisamente esta distancia, perfectamente restitui­
da, pennitía al signo alcanzar el máximo de su fuerza, de su ex­
pansión, de la riqueza de sus articulaciones y relaciones. El ma­
terial lingüístico devenía así cabalmente usable. El colmo de la
. ™ A. Sch&nberg, op. cit.¡ seguimos la traducción italiana en L. Rognoni,
Esprestfonismo e dodecafama, Tuiin, 1954, p. 241. ¿Y para qué entonces
el texto? ¿De qué dependía la necesidad de n palabra en las composiciones
de aquellos años? ¿Se trata de un residuo romántico? Schónberg responde­
rá retrospectivamente a estos interrogantes en la conversación ya citada en
la Radio de Berlin con Strobel y Preussner: “es tal vez por esto que nos
liemos sentido fuertemente impedidos hada la música con un tocto (para
superar la expresión aforística que él fragmento estaba asumiendo, al no te­
ner ya a nuestra disposición la cadenea), dado que el texto es muy ade­
mado para determinar la articulación formal de un fragmento. El carácter
según parece tan “expresivo” de estos fragmentos no depende por lo tanto
de ideas románticas sino, presuntamente, de la aspiración a articular una
furnia'' (al presente en A. Schónberg, Ánulisi e practica musicale, Turró,
'1974, p 135). En el citado Tagebuch berlinés de 1912 hay anotaciones
fundamentales para la comprensión de la "cuestión del texto”: ''la música
tí maravillosa porque puede decirse todo, de suerte que el que sabe lo
entiende todo y sin embargo no se divulgan los secretos que ni uno mis­
ino siquiera asume. Pero el título habla. Por lo demás, lo que había
que decir, la música lo ha dicho”. Es hasta demasiado evidente la afi­
nidad que vincula esta última proposición £ las “tres palabras” dél "lema”
del Tractatus, a la explicación wittgenstciniana de la poesía de Uhland, que
ya hemos analizado. En polémica con la Wintcrnitz a propósito de los
Gcorge-Liedcr, Schónberg insiste nuevamente en los mismos conceptos: la
Wiutemitz canta “viel zu dramatisch (etw3s oidinár), alies aus dem Wort
gestaltend, statt aus der Musík" (“demasiado dramáticamente (algo ordina­
ria), conformándolo todo desde la palabra, y no desde la música"]. Luigi
Nono ha dedicado un bcllisimo ensayo al problema, schonbergiano por ex­
cedencia, de la relación Música-Texto, “Text-Musik-Cesaug”, en 1. Stend
(tomp.), Luigi Nono. Texte, Studien zu sciner Musík, Zurich, 19/5.
166 ASPECTO D E L "L E N G U A JE VIENÉS”

Entsagung hace usable todo el material lingüístico, superando


todo procedimiento reductivo-intelectual. Dienstb'dr machen. Y
sólo en esté lenguaje comprendemos y decimos d mundo. Por
eso la lengua es “madre d d pensamiento ”:18 hacer usable todo
el material lingüístico significa hacer formulable un mundo:
,De esta manera las persistentes “profundidades evocativas*
georgianas se superaban en la comprensibilidad de la compqsi
ción. D e esta manera la “tonalidad suspensa” del Nervenkutist
es quitada en la perfección de la construcción formal. Su orga­
nism o corresponde a relaciones numérico-m atemáticas, a neceó-
dades determinadas. Toda Stimmung es transformada en estas
relaciones, en el sentido literal de que cambia de forma: no más
“significado”, aparte de aquel que en tales relaciones se mues­
tra. La palabra corresponde exclusivamente a la forma que esas
relaciones producen. La búsqueda “en la niebla” por parte de
las “almas” 19 que habían escuchado la superación del naturalis­
mo, anunciado desde 1891 por H. Bahr, llega aquí al mundo
escabroso, nietzscheano, del camino a través de las puras rela­
ciones formales, la inmanencia de la convención, la norma de la
relación numérico-matemática. El mundo supersensible-fantástí-
co al que parecía tender d Nervenkunst se revela como mundo
de la estructura formal del lenguaje y de la transformación en
sus límites de todo material. E ste proceso es peripecia trágica:
del Leitmotiv wagneriano (que Kandinsky interpreta exactamen­
te como Schonberg) a las aporías d d impresionismo, a la bús­
queda del Nervenkunst. Solamente con Schonberg la renuncia
al mundo tradicional de lo ‘bello’ es radical. Solamente con la
Harmonielehre se afirma que el contenido auténtico de la obra
es la expansión máxima de la comprensión y del uso del ma­
terial lingüístico —la forma que este poder asume, y que debe
asumir si de veras es tal. “Cualquier consonancia, cualquier
progresión es posible.”20 Pero siempre se trata solamente de
esta libertad y de este orden. No se trata de expresar lo “divi­
no”, de imaginar la lengua como “cuerpo” . Ésta era todavía la
mística de Dannstadt. Simple y comprensiblemente, en estas re­
laciones se da todo, porque el todo coincide con la posibilidad
de usar to d o el material lingüístico. Pero esto puede oam if
solamente a través de un orden, una medida, en una forma. {
*
IS K. Kraus, cit. (¡junto a George!) por Schonberg, ibid., p. 241. *•
19 W . Kandinsky, Lo espiritual en el arte (1912), tr. it., Barí, 1968,
p. 25, actualmente también en T u tti gli scritti, 2 vols. Milán, 1974.
90 Schonberg, Harmonielehre, cit. por Kandinsky, ibid., p. 28.
GEORGE, NO CEORGE-EREIS 167

La aniquilación de la materialidad y del contenido, la emanci­


pación de cualquier “significado”, espiritualizan la expresión ar­
tística en el mismo tiempo en que definen sus límites y logicizan
su lenguaje. E l concepto de composición pura concluye final­
mente el itinerario iniciado por el “art pour l’art” y continua­
do por el Nervenkunst.21 La composición pura no considera la
expresividad: la impresión espiritual que suscita es más b ien la
idea de Scbonberg. La composición pura no representa relacio­
nes objetivas, no ofrece el entrelazamiento de experiencias efec­
tivamente denotantes, y tampoco expresa la vibración nerviosa,
el “sobresalto psíquico”- Pero ni siquiera expresa la experiencia
espiritual decisiva de la ruptura entre representación y m undo, el
“ser sin patria” de la representación. Cualquier conexión exte­
rior éntre las partes de la composición pertenece a una “era
materialista”22 superada: y este concepto es válido tanto p ara el
arte naturalista como para la expresión, a través de puros orna­
tos, de la Stimmung inmediata. La composición pura n o es com ­
posición de elementos distintos, “acuerdo” . Es la idea musical
de Schonberg la que la determina, e l “cuadro” de Kandinsky
el que la expresa. La composición pura produce form a: irre­
ductible a los elementos que la componen. Expresa la posibili­
dad misma y las condiciones del “juego” de los elem entos: la
lengua y sintaxis del “juego” . Empresa la totalidad d e lo s e le ­
mentos lingüísticos en el espacio-tiempo de toda posible articu­
lación, progresión, movimiento suyos. Prioritaria es la forma, la
idea. N o es que éste sea un “nuevo m undo”. La idea, la form a,
son de estos elementos, pertenecen a este orden suyo, a este “ ju e ­
go”. Pero la composición pura no los tom a ya exteriormente; en
su “ocurrir”, en su sucederse contingente, sino en las posibiíida'
des y potencialidades del lenguaje que actúan. E ste orden y esta
sucesión deben mostrar el inconmensurable tesoro de posibilida­
des del cual constituyen la condición: la composición pura cons­
truye la forma de este indisoluble entrelazamiento.
La definición de esas relaciones sólo es posible sobre la base
de una teoría de las normas armónicas. Escribir u n a Htsrmo-
nielehre para la pintura era el objetivo explícito de Kandinsky.
Schdnberg había suscitado en Kandinsky, desde comienzos de

21 Ibid., p. 82. En la misma página Kandinsky analiza la relación en-


tre “composición para” y "ornato", redescubriendo, en mi opinión, los
temas esenciales de la concepción riegliana ( = ningún “naturalismo** del
omato).
2* Ibid., p. 86.
168 ASPECTO D E L "L E N G U A JE VIENES

1911, una "gran nostalgia” por la forma musical (en su juven­


tu d Kandinsky había compuesto algunos Lieder): desde aquél-,
"Novitaten Abend” de Mónaco en el que fueron dados los
vierstucke op. 11 y el Cuarteto para oreos op. 10. C on la pubfi-
cación de la Harmomélehre Kandinsky advierte de manera afri
más irresistible la “nostalgia” por el Schonberg teórico, por sa
música ais Theorie. ¿Cuánto deberá esperar la pintura una tecN.;
ría similar? ¿Cuánto deberá e n e ra r para que la infinita belleza?*,
que poseen sus medios técnicos en sí y para sí pueda ser comprenf
dida y definida? " Ya aquí se advierte la característica curvatura'
“form ar' que en Kandinsky asume el concepto schonbergianp
de composición: composición como solución formal, nuevá'-isín* •
tesis de los medios técnico-expresivos. Harmonielehre viene a*
significar aquí análisis de las diversas “palabras”, d e las diversas-
posibilidades de combinación, de la sintaxis del lenguaje usado,
vista a través de la historia de sus transformaciones y en base,
a sus actuales posibilidades. Todo elemento es sopesado y ven*;
ficádo en todas sus posibles eventualidades.
E l objetivo de la forma constituye el fin de la composición,
de los elementos lingüísticos según su necesidad interior: toda
composición muestra el espacio-tiempo en general de estos ele­
mentos, las condiciones de su sucederse: articularse y ser-puesto^
en obra.. Toda composición hace comprensible según sintaxis
precisas este proceso entero. Las relaciones que la composición
instaura se expresan de manera tanto más pura cuanto más se
aproximan a la forma numérico-matemática. El proceso de abs­
tracción-liberación respecto del “suceso” lingüístico inmediato no
tuede encontrar su fin más que en la norma “más severa” de
{ a expresión de tipo matemático. “Última expresión abstracta,
sigue siendo en todo arte el número .”84 El empleo de vario?
elementos lingüísticos o de los diversos acuerdos no puede ser
decidido en base a criterios naturalistas, sino precisamente en
base a las normas de la composición pura, de la expresión abs*
tracta. ¿Tiene un sentido en este lenguaje esta proposición? ¿Hace
comprensible su sintaxis, amplía él dominio sobre el material,
sobre sus potencialidades, o bien opera como elemento de mis­
tificación, introduce concesiones equívocas a lo “bello”, impre­
siona exteriormente?
Las conexiones filosófico-culturales del discurso de Kandinsky:
son evidentes y profundas. Por una parte, ese discurso se ubica
23 Cf. A. Schonberg Gedenksúusstellung, t ít , pp. 217-218.
24 W . Kandinsky. op. cit., p. 93.
GüORGE, NO GEORGE-KREIS 169

en el origen de la investigación gestaltista. Las relaciones entre


los elementos lingüísticos se fundan sobre modelos dinámicos
i "en tensión”, sobre la auto-distribución dinámica de las fuerzas
: en juego: la forma final del sistema se construye a través de este
proceso.8 6 Y el “cuadro” expresa precisamente este proceso, en
el que cada elemento, cada "palabra”, asume un valor funcional,
pierde todo carácter “sustancial” : cosa en sí, o relación sem ántica
§en sí, desaparecen. Este carácter funcional de los elementos y
modelo dinámico que instaura estructuras homogéneas, expli­
can la forma que la organización sensorial asume. E l elem ento
Iformal no aparece ya como un apriori de la sensación, sino que
|está implícito en los modos mismos del ponerse y organizarse de
esta última. En otras palabras, está implícito en el uso concreto
^dd lenguaje el mostrarse de las formas de su organización y trans­
formación, su “lógica”. La composición pura reconoce y expresa
Uas normas a través de las cuales esta presencia del “apnori”,
;de la forma, de la sintaxis lógica puede realizarse en la acción
lingüística concreta y en la apercepción de sus elementos. Aque­
llos elementos son sustraídos a toda accidentalidad — y esta for­
ma a todo “absoluto”. El problema del esquematismo se repre­
senta en términos del todo originales: esta recuperación, que
.constituye sin duda el contexto filosófico imprescindible de la
búsqueda de Kandinsky, estaba ya presente en la L ogísche Un-
tersuchungen, pero constituirá el verdadero centro de los desarro-
;líos del pensamiento husserliano precisamente alrededor d e los
años de la Harmonielekre y de Über das G eistige in dar K u n st.**

$ 2= Será útil recordar que la tendencia gestaltista de Kohler se va forman-


tío en Alemania alrededor de 1911 y que en 1922 Kohler mismo tuvo la
cátedra de psicología del Stumpf, dedicada a las Investigaciones lógicas hus-
serlianas. En lo que respecta a los conceptos básicos expuestos aquí, cf. W .
Kóhler, La psicología detta Gestalt, Milán, 1961, pp. 100-106 [hay edic. en
español]. El problema de las tendencias gestaltistas en la Kultur austro-hún­
gara a caballo del siglo está tratado con esmero en Johnston, op. cit., en par­
ticular la figura de Ehrenfels en sus relaciones con Mach (pp. 302 y as.) y
las conexiones entre tradición lógica “leibniziana”, de Bolzano a Brentano,
y la investigación de Stumpf (pp. 276-293).
|"a® Es al nivel de la conciencia pura donde la epoké produce, donde se
Í eencuentra la correlación entre trascendental y mundo de la experiencia. £n
J-intencionalidad de la conciencia pura se produce la inserción del sistema
lógico-formal en el Erlebnis [vivencia]. El movimiento “negativo” de este
proceso —la crítica del “equívoco naturalista”— es la condición de esta
fundación, de la fenomenología “como ciencia descriptiva de las esencias
de los puros Erlebnisse” (así como del concepto de “composición pura” ).
Cf. Ideen I, JJ 18-26; $$ 33-37; $ 135: “Así como todo Erlebnis intema-
170 ASPECTO DEL “ LEN G U A JE VIENÉs”

Las palabras conclusivas de esta última obra definen, justamen­


te, la composición pura como superación, par una parte, de íá
“alienac ón” de la forma en la inmediata resonancia psíquica
nerviosa y, por otra, de su abstracción en el silencio de las for­
mas kantianas- La composición pura es “consciente y racional'^
pero al mismo tiempo constructiva. Organiza y transforma
terides. Lo puede hacer mediante d descubrimiento de la;di¿
mensión auténtica de la organización sensorial, en la medida e&t
que esta organización misma es esquema. Proceso de transfor­
mación y organización es forma, forma grávida. “Buena” forma
es concepto dinámico. Ningún “qué”, ningún en sí ha sido aquí
dicho, y sin embargo esta obra aparece como necesaria. Los¿lfc
mites de su lenguaje son los limites del mundo. tí
Conciencia y racionalidad de la composición no constituyen
por eso el fundamento de formas trascendentales puras, no pro­
ducen un lenguaje que estructuralmente se “aliena” en sus sig­
nos. Aquéllas coinciden con las. dimensiones concretas de la or-
anización y de la experiencia de estos mismos signos. No existe
fIgo que se yerga por encima o dirija las operaciones de tran£
formación y organización, Sujeto que, en este sentido, compren
da y domine el “material”- Ego-Sujeto es el lenguaje mismo del
“material” , la forma de su experiencia, la necesidad que regola
su sintaxis, la lógica y comprensibilidad de su forma. La renun:
cia a la representación naturalista está inseparablemente conec­
tada a la renuncia del concepto neokantiano de apriori y de
subjetividad. Solamente allí donde puede existir una posición
en sí del Sujeto, una forma suya en sí de apercepción, existe
visión natural-objetiva. Donde no hay Cosa, no puede tampoco
haber Sujeto. Hay todavía Sujeto en las tensiones del Noven-
kunst: es aquí el Ego el que intenta en vano alcanzar y trans­
form ar el en sí del objeto. Eminentemente subjetiva es la dispo­
sición, en este sentido, del “art pour l'art” : su concepto tiende
a definir la autonomía de la actividad creadora como propiedad,
del Ego. Las aporras y las contradiciones de estas tendencias
abren la perspectiva d e la composición pura. Composición pura,
porque se abstrae de toda tendenc a naturalista así como de la
cional tiene un noema y en ¿1 un sentido mediante el cual se ieíiete al
objeto, así, a la inversa, todo lo que llamamos o b j e t o . .1 es un objeto dé la
conciencia Por ejemplo, está cada cosa real de la naturaleza reprfr
sentada por todos los sentidos y proposiciones variablemente llenas en las
cuales es el correlato [ - • •] de posibles intencionales Erlebnisse” (E. Husserlj
I d e e n I , México, f c e , 1962, p. 321).
*T W . KandinsVy, o p . c i t „ p. 104.
ÜJiORGE, NO GEORGE KREXS 171

formulación prospectiva del Ego. Y esto efectúa finalm ente el


objetivo de la forma: dominio-racionalización del material lin­
güístico, descubrimiento y definición de su sintaxis. M áxim o rea­
lismo, en cuanto abandono de toda utopía semántica. Máximo
esfuerzo de racionalización. Y máxima abstracción, al mismo
tiempo.
En esta dirección, la búsqueda emprendida por Kandinsky ve­
nía diferenciándose netamente aun d e los resultados d e l pensa­
miento fenomenológico “salido de la crisis”, a los cuales en cam­
bio parecían anunciar algunos “tonos” de la obra, en el caso de
que términos como “espiritualidad” o “interioridad” fueran leí­
dos según criterios filosóficos tradicionales. Pero, .en realidad, el
sentido global de Vber das Geistíge no es siquiera equivalente
a los desarrollos del pensamiento schdnbergiano q u e hem os tra­
tado de captar, junto a la raíz, en W ebem . En K andinsky el
concepto de composición pura tiende a representarse com o n u e­
va imagen de totalidad. En la forma final el proceso d e Entsa-
gung aparece cabalmente superado. Es decir, este proceso está
tdeológicamente dispuesto. La insistencia en térm inos de orga­
nismo y finalidad de la obra introduce un dóble o rd en d e mo­
tivos: la teoría de la relación numérico-matemática y el p u nto
de vista, literalmente ideológico, del juicio teleológico. L a es­
tructura compositiva es constantemente analizada ta m b ién según
la óptica de este último. La “buena” forma está siem pre a pun­
to de parecer u n “destino” del proceso de transform ación y or­
ganización. La figura “poética” del artista vuelve a ser necesaria
como medio de expresión-efectuación de este destino. L a forma
reaparece como totalidad de organización sígnica, juego y juicio
sintético-teleológico. Precisamente la contradicción e n tre los dos
niveles ubica históricamente el discurso de Kandinsky. E n cuan­
to totalidad, el proceso de abstracción no desm iente la síntesis
de interioridad y material. La interioridad, su misma Stím m ung,
se reencuentra siempre en la organización form al. L a compo­
sición pura debe “apaisada”. La organización sígnica-fbrmal es
reflejada finalísticamente. El material es, por cierto, resuelto en
esta organización; toda su acepción naturalista es superada. Sin
embargo, inclusive el material es construido según perspectivas sin­
téticas. Sin duda, su orden y su medida no le son im puestos por
un cogito exterior. Pero este orden y esta m edida se disponen
hacia la plena satisfacción de la Stímmung interior. Precisamen­
te esta disposición “subjetiva” del material aparece en la forma
artística. La estructura orgánica, la homogeneidad estructural y
172 ASPECTO D E L “ L E N G U A JE VIENÉS”

la continuidad compositiva del “cuadro” expresan, precisamente,


este fin. La gravidez formal que deriva de ello define el espacio
de úna metafísica del signo, un proceso de organización del ma-¡
ferial como nuevo lugar de la síntesis entre instancias-ideas dé
lá subjetividad y los lím ites del lenguaje. La forma que dichos 1&
mites saben expresar aparece estructuralmente homogénea a aqiiÉ
lias instancias e ideas. Por consiguiente, la búsqueda en tom ó
a ella, su expresión coherente y comprensible, resolvería el pro*'
blema sintético, vanamente perseguido por la “tonalidad suspen­
sa” del Nervenkunst .28
El criterio de la verificación del sentido dél lenguaje se vuejs
ve así equívoco. Al final, su sentido vuelve a ser una forma sin­
tética ideal. U n cuerno de la contradicción, el concerniente a
los límites del lenguaje, desaparece: estos límites, propiamente 1
hablando, ya no existen. La misma transformación-organización
del material parece haber satisfecho el problema del límite. Esté’:
considera la posibilidad d e resolver, a través del lenguaje, el pr»;
blema ideal de la síntesis entre su forma y los contenidos tele»
lógicos de la Stimmung espiritual. Una vez que estos contenidos
puedan decirse aparecidos, cualquier discurso sobre el límite se
vuelve no-sentido. Pero con esto desaparece, también, el criterio
que hacía racionalizable el contexto y el uso dél signo lingüís­
tico. El dominio sobre el signo se extendía en proporción directa
al definirse radical de sus límites. Cuanto más profundos eran
éstos, tanto más eran sentidos como insuperables, más amplio
aparecía el campo del material utilizable, más ricas aparecían sus
combinaciones y articulaciones. Nada es posible sino este análisis,
esta búsqueda, este desesperado componer: desunir y reunir y
dar forma a estos procesos. Su límite da sentido al uso dél leri^f
guaje. En W ebem , cualquier imagen de síntesis, de totalidad y^f
universalidad está absolutamente prohibida. Cualquier cosa que
se diga, esa imagen sólo tiene sentido si muestra todo lo que no
podrá nunca decir. La proposición perfectamente ‘lógica”, la sin- ■
taxis formal perfecta muestra en cada instante la infinita carga
de silencio que la acompaña. El silencio es intrínseco a todo
compás, como una nueva clave. Esta dialéctica permanece extra
ña el discurso de Kandinsky: aquí el contenido interior logia 1

28 Esta tendencia se profundiza también allí donde, como en los C u r so s:


dictados en la Bauhaus (tr. it., en T u t t i gK s a r itti, vol. 1, Milán, 1973), pa-'
recen prevalecer las instancias analftico-cientificas tendidas a la fenomenolo­
gía de las leyes puras de la construcción pictórica. De esta manera el arte
“abstracto” deviene “Época de la Gran Espiritualidad” .
r u jc e y l o s a m ig o s d e s c o n o c id o s 173

todavía expresarse, decirse, encontrarse con la organización del


material. Esta salvedad postuma del contenido subjetivo vuelve
a proponer un discurso sobre la finalidad-fundón d e la compo-
sición. Su forma es satisfacción p le n a La ascesis del m aterial, su
transfoimadón, da todavía la plenitud del Nirvana. Su “buena
forma” apaisa y conciba: ella no es resuelta en este orden, en
estos límites que dan medida y comprensibilidad a este espado:
en este orden que absolutiza la imposibilidad de la síntesis y, en
consecuenda, de toda concepción metafísica de la forma de la
composición. Se ha escrito que ni Schónberg ni W ébern habrían
podido nunca enseñar en la Bauhaus .28

2. RITJCE Y nos AMIGOS DESCONOCIDOS

Definir el orden de esta composidón y demostrar las renundas


radicales que constituyen su fundamento; d ar forma a estos nexos
y a este proceso, es decir, superar su “negativo inm ediato” (con­
cebir las normas en base a las cuales este proceso es form ulable:
el concepto weberniano de tragedia): esto constituye el auténtico
contexto de la Harmonielehre schónbergiana, e l rasgo p o r el cual
esta obra es tan afín a la filosofía del Tractatus y ta n alejada del
sentido de la utopía de Kandinsky.
“El trabajo es rígidamente filosófico y al mismo tiem po lite ­
rario; y como quiera que sea en él no se habla al azar ”:30 la
posibilidad de no “hablar al azar” consiste en el rígido lím ite
que el análisis filosófico impone a las formas del discurso. Pero
este límite se muestra. Aparece en la obra como lo otro d e la obra
misma, como su nodecible, su muerte. La obra es por su silen-
do. ÉSte era el tono de Trakl que “haría feliz” a W ittg e n std n .
Lo que W ittgenstdn no comprende en Trakl es lo q u e “ninguno

*» En un apunte de 1928 Schdnberg dice: “N o puedo quejarme: en esta


tierra no todo rae ha salido m al N o sólo he tenido siempre p o r amigos a
hombres como Adolf Loos, sino qne siempre he tenido por enemigos a hom ­
bres como W alter Gropius” ( Testi poetici e dramatici, comp. por L. Rog-
noni, Milán, 1967; p. 2 1 1 ). En este cuadro está comprendida tam bién la
ruptura de las relaciones con Kandinsky, agravada por las posiciones antise­
mitas asumidas por este último. Cf. A. Schonbeig, Lettere, Florencia, 1969,
pp. 89-95. Las cartas citadas se remontan a 1923.
*® L . Wittgenstein, Lettere a L. ron Fischerr Roma, 1974, carta de octu­
bre de 1919.
174 ASPECTO D E L “ L E N G U A JE VIENES”

comprenderá” en el T r a c t a t u s La “genialidad” de Trakl está


en el mostrar en la palabra misma y en el color mismo que ésta;
evoca, en el articularse de la forma mediante pausas, suspensión
nes, aforismos, lo infinito indecible más allá de esta palabra y-
estos colores: la relación que rige todo discurso entre palabra-
denotante, proposición de sentido, y las repetidas, infinitas ru p
turas de las síntesis compositivas, rupturas que introducen, en di
corazón mismo del verso, el silencio inextricablemente conectado;
con el poder de la voz. Así ocurre en Abendland, a la que puso
música W ebern ,32 y dedicada a Else Lasker-Schüler, donde el
adiós mahleriano al “m undo de ayer” es ya una visita espectral,
el reconocimiento de lo irremediablemente consumado: “so spracb-
los folgt / Der H eim atlose.. [“y así, sin habla, sigue el apá*
trida”]. Así en Sebastian im Traum , dedicada a Loos, donde en
la figura del “bebé silencioso” se advierte la muerte (O die
Náhe des Todes [oh, la cercanía de la muerte]) y, en el “se­
pulcro de la muerte” — justamente como en W ebern— se advier­
ten “die Silberstimmen der Steme” ['las voces argentinas de Jas
estrellas”].
A estos nexos está anclada la forma, en este complejo es abra­
zada la composición, si ésta no quiere “hablar al azar”. E n 1912,
en los mismos años de la búsqueda trakliana, Rillce inicia la
redacción de las D uineser E leven . A Trakl y a Rilke, casi sin
saberlo, se dirige W ittgenstein cuando quiere desembarazarse
de la herencia paterna, ae la herencia del mercader-Kunstfreund.
El mundo de la composición es éste. N o importa nada gritar:
“yo mismo estuviera acatado en otra parte antes que en esta
mierda de mundo ”.*3 A este mundo refiere constantemente el
lenguaje, a este m undo nos.reúne desesperadamente el Angel.
81 En el D ia r io de W ittgenstein: “Ficker me ha enviado hoy poesías del
pobre Trakl, que yo considero geniales, aunque no las entienda” (24 de no­
viembre de 1914). Y en una caita a Ficker: “yo no las entiendo a las poe­
sías de Trakl, pero su t o n o me hace felizT. D el T r a c ta tu s habla como de la
“obra de mi vida”, pero "nadie lo leerá y además nadie lo entenderá”.
También von Ficker rechazará la publicación del libro, aduciendo diversos
motivos de orden financiero, pero en realidad porque justamente no lo "en­
tendía” y porque lo desaconsejaban muchos ‘'lectores” de su casa editora.
*2 En S e c h s L ie d e r , op. 14, de 1917-1921.
88 L . Wittgenstein, L e t t e r e a L . v o n F ick e r , cit., carta núm. 24. La crias
que Wittgenstein atraviesa en el periodo en el cual intentará en. vano hacer:
publicar el T r a c ta tu s es violentísima. A pesar de que estaba preparado desde
el comienzo al hecho de que nadie lo entendería (cf. la carta a Russell des­
de Cassino del 13 de marzo de 1919), de hecho a r d e de deseos de publicarlo
(es el trabajo de su vida: “mehr ais je brenne ich j e t a darauf es gedrückt
RILKÜ Y lo s AMIGOS UüSCtíNOC’lDUS 175
'i "Afirmación de la vida y de la muerte son una sola cosa en las
Elegías. [ . . . ] La muerte es el lado de la vida que no da hacia
Nosotros, el lado que no nos está iluminado.” 34 La "verdadera
forma de la vida” 8 5no es un reino del más allá ni del más acá,
sino todo esto. N o existe más allá ni más acá, sino esta unidad.
Esta es la máxima “apertura” del m undo, la visión que verdade­
ramente abraza su ser efímero. Ella refiere al Hiersein el silencio
y la muerte: esta unidad es terrenal, profundamente terrenal,
^beatamente terrestre”. Todo el Hiersein, “lo que aquí se va y se
toca”, está comprendido en ella. La dimensión de la m uerte no
introduce ninguna trascendencia, sino que, antes bien, reafirma
Ja provisoriedad y caducidad de todo hecho. Describe el lím ite
gracias al cual toda cosa es Hiersein. Pero para "celebrar” esta
cosa es necesario el límite, es necesario que éste aparezca. Preci­
samente el límite nos permite poseer la cosa y su nom bre. P re­
cisamente esta impotencia para trascendemos hace que se deba
imprimir en nosotros “esta precaria y efímera tierra” , profunda
y dolorosamente.
, Esta tierra se imprime en el lenguaje, pero como unidad d e
Vida y de muerte, de palabra y silencio. La dialéctica analizada

zu sehen”). Las desilusiones se suceden hasta llevarlo a la desesperación que


:1a carta a Ficker manifiesta explícitamente. En el momento en que Reclam
iechaza el T ra c ta tu s , Wittgenstein escribe a Russell (de quien la b ia recha­
zado ya la In tro d u c ció n )-. “Cómo me irán las cosas, cómo soportaré la vida
[wie ích das Leben, e rtra g e n werde], sólo Dios lo sabe. T al vez lo mejor
ara mi sería acostarme una noche y no volver a despertarme” (carta del
? de julio de 1920). Cuatro años después, una carta a Keynes, profunda­
mente dramática, atestigua nuevamente la dureza de aquella crisis: “ m i
cerebro es totalmente incapaz de absorber nada que tenga un carácter cien­
tífico [. ..] ni siento ya ningún impulso interior hacia ese género de activi­
dad. Todo lo que realmente tenía que decir lo he dicho, de modo que la
fuente se ha secado” (carta a Keynes del 4 de julio de 1924 desde Puch-
berg, donde Wittgenstein trabajaba como maestro de escuela). Lo que sus
corresponsales ingleses, “Victorianos extremos”, pudieran entender de la tra­
gedia de este “vienés” es fácilmente imaginable. Y de hecho las cartas
que Wittgenstein les dirige atestiguan, desde el comienzo, esta sensación
constante por parte de Wittgenstein de no llegar a comunicar o de que la
Comunicación entre ellos pudiese ser solamente formal. De aquí la obsesión
iijue atormenta a Wittgenstein por la forma, el “tacto”, lo “ceremonial” en
;soS relaciones, dentro de lo cual ocultar esta inseguridad y equivocidad de
fondo.
** R. M. Rilke, Carta a l se ñ o r W i t o l d v o n H u l e w i c z a p r o p ó s i t o d e las
‘E leg ía s d e l D u i n o , 13 de noviembre de 1925, incluida en R M. Rilke, E le g ía s
i e l D u in o , Barcelona, Lumen, 1980, p. 19.
*5 J b id ., p. 20.
176 ASPECTO DEL “ LEN G U A JE V IEN É s’Í

antes se expresa cabalmente por primera vez en la lírica rillceana.


La “conciencia puramente terrenal”,36la inmanencia del lengua­
je, tiene en sí el lado de la vida dirigido a otra parte. Todo <«j8Sf
es esta unidad. Este todo aparece solamente si el lenguaje lognj;
mostrar lo invisible, sin abandonar un solo momento su íntua¿
conexión con el mundo todo-limitado. Retoma en este contexto
el concepto simmdiano de “ transformación”. E l Hiersein y - ^
lenguaje que b denota son incesantemente traspuestos en e$t|
relación suya con lo invisible. E n el lenguaje se expresa todo-íí
material de lo visible, d d “amado visible”, pero precisamente eq
el lenguaje éste vuelve a surgir invisible. E n e l lenguaje —en «até
lenguaje, que imprime tan profunda y dolorosamente en si los
nombres de las cosas, que en ellas advierte tan apasionada mente
lá caducidad— visible e invisible forman finalmente la “gran uni­
dad”, que el Angel anuncia .37Lo que era visible a través del len­
guaje es transformado en invisible y lo invisible se muestra e n ;
este lenguaje. Como ya hemos visto, la transformación n ocon-
siste un cambio en el sentido de las palabras, un apropiarse de|
“qué”, sino un trans-poner en la forma de lo invisible^ o, mejor,'
en la forma de la unidad, d d todo. Y solamente esta forma da
cabal sentido a nuestro lenguaje: por una parte, fijando su lími­
te, y, por otra, mostrando de que manera la máxima extensión
de su “poder”, el máximo desarrollo de su “conciencia” y de su
amor terrenal corresponde o coincide directamente con la resurrec­
ción de las cosas en lo invisible.
Es evidente que este proceso se aleja de todo Nervenkunst. El
mismo lenguaje que nombra, recoge en lo invisible a las cosas. La
transformación no concierne a los modos y a la estructura dd
lenguaje. Sus tensiones, sus “líneas”, devienen, por decirlo así,
objetivas. Es el lenguaje mismo el que transforma, el que pued^
36 I b id ., p. 21.
37 “Sind wir vielleicht h ie r , u n zu sagen: Haus, / Brácke, Brunnen, To£
Krug, Obstbaum, Fenster, — / hdchstens: Sáule, Turrn. . . abei zu sagen,
verstehs, / o zu sagen so, wie selber die Dinge niemals / innig meinten zu seín.”
[“Acaso estemos a q u í para decir: casa, puente, fuente, cántaro, puerta, frutal,
ventana — a lo más: columna, to r r e .. . pero d e c ir , entiéndelo, oh, decir ad¡
como las propias cosas nunca creyeron íntimamente ser".] “Pero los m o te ’
les son; y son en cuanto existe la palabra” (Heidegger, “Perché i pocti?” , en
" H o lz w e g e , tr. ¡t., Florencia, 1968, p. 252). Pero la palabra no da sdbte
lo Abierto, sobre el no-ser-oculto del Ente como tal, ano sobre d mundo,'
está “ ante el mundo” . "Retraer” las cosas en la palabra no es por éso
librarse en lo Abierto> no es superar la “pobreza” actual, anunciada por' ;
Holderlin. El carácter “sagrado” de la cosa no es en r e a lid a d recuperable^
En esto consiste la v e r d a d de la lírica rillceana.
WLKE Y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS 177

transformar (trans-poner en la forma de la unidad d e visible e


invisible) las cosas, en la medida en que las nombra, las form ula,
las abraza en su dimensión. U n lenguaje que carezca de esta
"conciencia terrenal”, que quiere trascenderse, no podra jamás
Imperar esa transformación. Tampoco lo podrá nunca u n lenguaje
i|ü e se encierre en la propia “autonomía”, y que excluya p o r lo
lanto apriori su relación de sentido coa d m undo, d problem a de
|ú s mismos límites. N i Nravenkunst, ni “ art pour l’a rt” : la lírica
lontemporánea había llegado ya con George a im poner d proble­
ma de su superación. C on Rilke, el pasaje concluye; la lírica es
¡teoría del proceso de transformación, trans-posición d e lo visible
en lo “invisible”, acto que es p r piedad de la dim ensión -lingüís-
‘tica y de sus mismas rdaciones de sentido. N om brar lo más des­
piadadamente posible es transformar, es hacer resurgir las cosas
¡en lo invisible. Pero esta dimensión de lo invisible n o tiene seri-
lido sino junto al lado de la vida dirigido a nosotros. Y vicever­
sa, también.
, - La tierra se retrae, las cosas se retraen, pero en el lenguaje. Pre­
cisamente decirlas hasta el fondo, decirlas en su totalidad, es
transformarlas en lo invisible. Decirlas y retraerlas e n el lengua­
je. Las cosas son nombradas: no existe posibilidad d e superación
."mística" de esta relación, ni tampoco in-finita tensión para su­
perarla. Pero precisamente en este trabajo de nom brar se descu­
bre la dimensión de lo invisible y, en consecuencia, la d el todo, de
la unidad de visible e invisible. Las cosas devienen nom bres. La
máxima extensión de las posibilidades de nombrar coincide con
el “retiro" más radical de las cosas. El máximo poder d d len­
guaje coincide coa la ausencia más pr funda de to d a relación
semántica. Las cosas animadas, vividas — el ser viviente al cual
ya George había renunciado— dedina, desaparece. “ Nosotros
somos quizá los últimos que han conocido todavía semejantes
cosas.”38 ¿ P a o dónde declinan, en qué forma desaparecen? La
cosa vivida desaparece precisamente en su ser-formulada. N om ­
brar es d acto de aqudla renuncia y de esta desaparición. E l
simple querer dejar de nombrar no significa, raí realidad, m ás
que seguir ilusionándose sobre la existencia d e “cosas” , sobre la
^naturaleza” de la Stimmung interior, puesto que la tensión d e
la Nervenkunst está ideológicamente dirigida a esta existencia,
y la “autonomía” d d “a rt pour l'art” deja que las cosas subsistan
Alera de nosotros. N o se trata por eso d e inventar nuevos len ­
guajes para definir esta pérdida de la relación semántica, d e su
* 38 R. M. Rilke, op. cít., p. 22.
178 ASPECTO D EL “ LEN G U A JE VIENES”

base objetiva. Esta pérdida es propiedad de este mismo lenguaje


nuestro que nom bra y denota. E n cada palabra lo visible se trans­
forma en lo invisible —la totalidad de las proposiciones posibles
sería su "gran unidad” . El lenguaje nombra cosas, al Angel se le
dicen las cosas, pero precisamente d decirlas, el n o poder sino
decirlas, significa transformarlas en d sentido y en el lím ite del
lenguaje, significa trans-ponerlas en la form a del lenguaje, hacer­
las invisibles. E n este lenguaje se da por eso la unidad insepax»
ble de palabra y silencio, de visible e invisible, de vida y muerS§
Si ningún acento supera los límites de este lenguaje, entonces
podemos estar seguros de que esta unidad ha sido mostrada en
su perfección. E l máximo realismo del "nombre de las cosa$j
descubre aquí su objetiva desesperadón: el no poder esperar po¿
seedas. E l proceso de transformadón afirma esta tragedia como
insuperable, y está frente a d ía como su única imagen. Y sola­
mente donde d "poder” d d nombre alcanza su perfección más
alta, esta tragedia aparece auténtica: en O rfeo.** . v.
Precisamente d hecho de que la ruptura de la relación semán­
tica ocurra en el interior d d sentido del lenguaje impide no sólo
cualquier imagen de esperanza, sino también cualquier tensión,
h ad a tales imágenes. El silencio no proviene de una temporada
impotencia d d lenguaje, sino que es este nombrar mismo. Este
ver y amar lo visible es por sí mismo un retraerlo en lo invisible:
Tampoco se trata de un proceso de simple interiorizadón; coin­
cide en cambio, con el proceso mismo de ex-presión: retirar las
cosas en lo invisible es decirlas, expresadas, comunicarlas. Tam­
poco este proceso, a su vez, significa aferrar y comprender d
“qué”, poseerlas, fundar d sentido de nuestro lenguaje sobre
el hecho de que ellas existen, sobre la certeza de la reladón sé*
mántica inmediata. En efecto, dedrlas, expresarlas, es asimismo
retirarlas en la dimensión "invisible” de la forma del lenguaje; en
consecuencia, de sus límites. E sta oscilación y transposidón con­
tinua, en un espado despiadadamente medido y ordenado, este
constante estrellarse contra los confines de ese espacio, es nueva
teoría d d lenguaje lírico. Esta teoría es, ahora, muy distinta dd
- simple ser "desarraigado y sin patria” del Diario florentino, la
raíz es esta tierra, la patria son estos nombres: sin embargo, toda
ausencia y toda pérdida se conservan en dios, en ellos se expre­
san. El ser arraigado, d haber medido un espacio propio, nos
hace poseer nada. Decir no es poseer las cosas. Es decible sol»!
** Además de Hddegger, o p . c it ., habla del Orfeo E. Heller, Lo sfñrito
Milán, 196?, sobre todo en reladón con Nietzsdie.
d ise re d a to ,
;JILEE Y LOS AM IGOS DESCONOCIDOS 179

¡lóente la cosa en el momento en que se retrae: es form ulable la


.tierra solamente en el momento en que desaparece. La Stim m ung
ríe los “sin patria” es ahora decadencia tardía, mistificación de la
idialéctica efectiva del lenguaje, expresionismo. Se grita para evo­
car; allí donde la desesperación es perfecta, también ¿am ar es
^imposible. Pero entonces solamente se dice. Bloquear cada lí-
|tóa, cada tensión in-finita; retirar en el lenguaje cada cosa; ieco-
Éocer del lenguaje la medida formal y su límite; reconocer como
¡propio lo que esta medida permita decir, formular, hacer compren-
jfble y, al mismo tiempo, mostrar qué renuncias la han produci­
do y qué silencios la abrazarían: esto es propio de la dim ensión
¡problemática del Tractatus, así como de la idea loosiana d e “ar­
quitectura”. Esto constituye la “arquitectura” de las Lhárteser.
¿ Por otro lado, lado decisivo, esta idea es afín tam bién a la pro­
blemática compositiva mahleriana. Decir las cosas es ya haber-
*]&s transformado en invisibles. N om brar la belleza es decir su
ser efímero. Hablar con el amigo es decrle adiós. U n a dim en­
sión específica de memoria abraza a todo nom bre. D ecir es como
recordar haber poseído: el nombre es lo que queda d e u n a re­
lación semántica perdida. El nombre refleja siempre u n a cosa pa­
sada: en el momento en que es dicha, ella también es cosa trans­
currida. El lenguaje es, o la forma que esta relación asum e para
•nosotros, o el principal agente de este “retiro” de las cosas. Pre­
cisamente la riqueza lingüístico-formal con que M ahler recom­
pone los fragmentos de la memoria expresa su actual invisibi-
tdad. Sólo porque están inmóviles en la dimensión lá n c a de la
pemoria, esos fragmentos pueden ser así perfectam ente expresa­
dos. De esta manera, el realismo concluso de Rüke e n el nom ­
brar sólo es posible porque las cosas se han abstraído-retraido
fin la forma del lenguaje. La Canción de la Tierra es esto. La
Tierra existe sólo como memoria, lo cual funda, por decirlo así,
¿otológicamente, su transformarse en invisible en el lenguaje. Q ue
& lenguaje conserve esta tierra es la extrema utopía, é s te es,
en cambio, la fuerza que la ha hecho retirar. Recordarla no sig­
nifica conservarla, sino afirmar constantemente su ser-transcuiri-
la, el reconocer continuamente su fin, repetir su ad ós. E l len­
guaje destruye toda efectiva presencia del “ser viviente” . E n sus
nombres, este ser no es, lo que existe es la dimensión d e la me­
moria, la forma del recuerdo. Ella no inventa lenguajes “autó-
|omos”, ni los “espera”; el suyo puede finalmente ser e ste len-
je porque es precisamente en este lenguaje donde la cosa se
r retr ido, ha sido transformada, ha mostrado su lado de süen-
180 ASFECTO DEL “ L EN G U A JE VIENES”

cío y de invisible, que es e l lado de la memoria, entendida. no


como forma de continuidad, duración, conservación, sino como
separación, consumo, repetición desesperada del adiós. En la ex­
trema, ya espectral utopía rilkeana responde el canto conclusrtó
de Das Lied von der Erde de Mahler. Lo mismo que d entre­
lazamiento lenguaje-memoria, el nudo inextricable y paradójico
entre d máximo realismo d d decir y la idea de la separación,
de la muerte, que domina la composidón mahleiiana, se explica
con la forma del lenguaje lírico teorizada por Rilke. ¡afc
Ser para decir, no poder sino decir; y d hecho de que este fftt-
bajo no sepa expresarse más que como pérdida y consumo, que
su dimensión pueda ser lárica solamente, que las cosas p a ra d lo
puedan ser solamente como transcurridas^ esta experiencia había
ya aparecido (y cuando Rilke todavía perseguía la forma “clási­
ca” ,en Rodin) en su aspecto absolutamente negativo con el Chan-
dosbrief de Hofmannsthal. Aquí se expresa en su inmediatez la
pérdida de la reladón semántica —pero, aún más, el abandono
de la utopía georgiana sobre el poder del lenguaje poético, su
posibilidad de ser síntesis de forma y materia—, que su decir
pueda ser "cuerpo” de la Stimmung “autónoma”, interior. S é
qué manera esta form a del lenguaje pueda estructurarse así para,
hacer formulable un mundo, de qué modo silencio e invisible no
constituyen su inmediata negación sino una dimensión interna,
necesaria y en el límite funcional para definir sus límites, y .q t
consecuencia los modos de su racionalización: todo esto no es
siquiera intuido en el texto de Hofmannsthal. Su extraordinaria
importancia reside en el hecho de ser documento crudo, sin ape­
lación, de la disolución de las razones mismas tanto de la lírica
del Nervenkunst como de la respuesta de George a ésta, y ep
el de constituir el necesario antecedente de la búsqueda rukeai-
na: la afirmación radical-negativa del silencio necesaria para él
ángel-anuncio de las D uineser Elegien. Es natural que esta di­
mensión de la obra de Hofmannsthal sea ignorada por quien no
ve la superación en las novelas y relatos posteriores y, sobre todo,
por quien lee en clave decadente-nostalgica obras como El caba­
llero de la rosa.40 ¿No es precisamente aquí, en cambio, donde
el máximo realismo del decir transforma en lo invisible? ¿Dan-

40 Nos referimos, por ejemplo, al ensayo de G. Bemporad sobre d . An­


dreas publicado en Varios autores, I I r o m a n z o te d e s c o d e l N o v e c e n to , Tú-
rín, 1973. Bastante importante, en cambio, es el ensayo documentadísühc
de P. Y. Petíllon sobre el “Chandosbrief, Hofmannsthal: le régne du sflen-
ce” en C r itiq u e , núm. 330-340, 1975.
.ULKE y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS 181
le la concreción vivida de este lenguaje expresa solam ente el pa­
jado, la pura dimensión de la memoria? ¿D onde la perfección
Id decir es precisamente lo que dem uestra cóm o las cosas h an
ido perfectamente consumadas? ¿Donde m enos nos pertenecen,
iquí-y-ahora?
¡ Lord Chandos habla a Bacon de su total renuncia. U n abis­
mo lo separa ya de las obras de su ingenua “creencia” en la poe­
sía, así como de toda imagen de esperanza. La Entsagung es
tadical; no concierne a esta palabra o este significado, sino a la
forma poética misma: “aquella profunda, verdadera, íntim a for­
ma que solamente se puede presentir más allá de la aglomera­
ción de los artificios retóricos”.41 Esta forma representaba la fuer­
za que penetra y realza la materia, esta forma poseía la verdad
del mundo, expresaba su medida, el Número. Transformación
como penetración en el “qué” del m undo, su representación en
[a forma poética. No se trata aquí d e otra cosa que d e la utopía
de George, de la ebriedad continua por la forma sintética, p o r el
juicio que advierte cada línea y cada forma ideológicam ente di-
jdgida a satisfacer nuestras preguntas. Aquí n o podían existir ni
contraste ni conflicto: “por doquiera yo estaba en el medio ”,42
por doquiera aparecían símbolos e imágenes para cada enigma,
llaves para cada puerta. No hay aquí un solo instante de silen­
cio, de invisible. La experiencia posterior de lord C handos es
la de un retirarse total ael sentido del lenguaje. E n prim er lu­
gar “las palabras abstractas [ . . . ] se m e deshacían en la boca como
hongos mohosos”48pero “poco a poco este malestar se extendía
como una herrumbre corrosiva”:44au n la palabra más com ún, en
su uso más cotidianos, se convierte en duda, parece indemostra­
ble^ inconsistente^ falsa. Si desaparece la posibilidad d e reducir
a la medida de los conceptos el sentido de las palabras, de sim­
plificar d devenir en la forma abstracta del juicio, igualmente se
desvanece la rdación semántica directa, d fundam ento d e toda
comprensión y comunicación, la creencia de estar para nom brar
cosas presentes. Poco a poco, lord Chandos se despierta entre
signos, de los cuales le es desconocido d lenguaje. Estos signos
50 pertenecen ya al Ego, no representan ya la “m ateria” . E l
■*1 H . Hofmannsthal, “La lettera di lord Chandos” , en Vúiggr e S a g g i,
Florencia, 1958, p. 41.
42 Ibid., p. 43. Esta centralidad es propia del Yo. Petillon analiza, jus­
tamente, las influencias machianas sobre la Ichlosiglceit de Hofmannsthal.
I-4» Ibid., p. 44.
i 44 Ibid., p. 45.
182 ASPECTO DEL “ L E N G U A JE VIENES"

signo de la lengua se ha sustraído al Yo. Este sustraerse es asi­


mismo un retraerse, un hacerse invisible. Pero el lenguaje d d
Ego se fundaba en el apriori de la concordancia entre palabra y
cosa. El retraerse d d lenguaje es d retraerse de las cosas. La cosa
se libera del Ego: ya no es aferrable ni, por lo tanto, formulable.
“Las palabras nadaban en tom o de mí; se coagulaban en ojos,
que me fijaban y en los cuales, a m i vez, estoy obligado a fijar­
me; vórtices son [ . . . ] y, a través de dios se alcanza d vacío.” *
Esta experiencia, precisamente; es toda una con el “liberarse”
de la materia: “estas criaturas mudas y á veces inanimadas sé
elevan a mi encuentro con una tal plenitud, con una tal presea
d a de amor, que mi ojo feliz no puede caer alrededor sobre al­
gún punto muerto ”.46 Pero esta plenitud, esta presenda no tiene
ya nombres, no puede ya disponerse, ser-dispuesta, en un len­
guaje conocido. Frente a d ía estalla la soledad d d Ego que
“creía” en el propio lenguaje. Y poder captar la lengua “en la
cual las cosas mudas me hablan ”47 es extrema utopía, que se
congela, al final, en la decisión signada de ya no decir, de ser
para no decir, en el conodm iento de que la palabra ha sido pata
su muerte.
Lo negativo inmediato de toda pretensión sintética, de la po-
sidón del Ego como centro ordenador de la forma lingüística,
signa no solamente la separación definitiva de Hofmannsfhal
respecto de la “figura” de Loris, sino también el proceso de
Entsagung sobre el cual se fundará toda su obra posterior. La
“iluminadón” en negativo de toda relación semántica define de
modo absoluto la no totalidad, la no universalidad del lenguaje
poético. Este límite se hace de carácter ético, pero está, en su
base, implícito en el análisis de las posibilidades del lenguaje,
es intrínseco al examen sobre las posibilidades de decir. El "yo
sin mundo” que esto describe es, por eso, experiencia opuesta al
“art pour l’art”, así como al Nervenlcunst. La no semantiddad
del “médium” en él “art pour l’art” y su exaltadón a “nueva
racionalidad cortante y precisa”,48representan todavía una forma
esencial, en condiciones de expresar la medida de las relaciones
interiores del Ego con el mundo, de decirlas. La “autonomía"

48 IbicL, p. 46: “und durch die hindurch man ins Leere kommt”. Ins
Leere gesprochen: Loos!
48 Ibid., p. 49
47 Itód., p. 53.
48 H. Broch, "Hofmannsfhal e 9 suo tempo”, en Poesía e Conoscenza,
vol. i, Milán, 1965, p. 80.
EILKE Y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS 183

del lenguaje artístico está colmado por la presencia significan­


te del Yo. Ahora bien, es precisamente la expresión de estas
relaciones, la pretensión de expresar este “profundo”, lo que lord
Chandos se prohíbe. Su lenguaje tampoco intenta repetir infini­
tamente el propio naufragio contra este negativo. E n efecto, la
“Viena capital de la decoración” es ya aquí un recuerdo. Y “de­
coración” no era más que el signo de la pretendida “santidad”
de la poesía: “decorado” estaba el templo dedicado p o r Olbrich
al arte que pretendía decir la propia época .49
Al rechazar la seudo-santidad de la poesía, H ofm annsthal está
más próximo a W ittgenstein que el propio Loos. N o se pueden
cometer contra el arte "pecados mortales” . E l arte n o posee pa­
labras para expresar “lo profundo”, para representar aquélla "sín­
tesis”, que lord Chandos advierte-para-callar, de las cosas ‘lib e­
radas” del Yo con el sujeto mismo. La poesía sólo puede m o­
verse en el espacio, ya reconocido como mundano-convencional,
del lenguaje. Su “seriedad” está en reconocer y e n profundizar
desesperadamente esta dimensión ritual. E sta redescubre, resien­
te, reexpresa todos los nombres, y solam ente en ellos las medi­
das, los órdenes, los m undos, los cuales existen solam ente en su
formulación. Pero esta formulación no expresa su “fe”, su “va­
lor”. Sería "indecente” querer decir el "alm a” en él m édium del
lenguaje poético .80 Los mundos reaparecen en la m em oria de sus
lenguajes. Como en Rillce, las cosas se retraen en el lenguaje. La
“misión” del poeta consiste en conservarlas en esta su transfor­
mación en lo invisible. Reaparece también aquí la utopía que
este retraerlas en los nombres signifique definir de ellas una di­
mensión a-temporal, cuando precisamente la perfección con que
“acontecen” en la forma del lenguaje poético atestigua de ellas
el completo consumo.
Toda “profundidad” se oculta en esta memoria d e los lengua­
jes. En ellos no se da totalidad ni síntesis. Ellos están , conscien­
temente, "en la superficie” . Deben ser visibles y comprensibles:
49 “Der Zeit ilire Kunst, der Kunst íhie Freiheit” está escrito sobre el
Palais-Secession proyectado por Olbrich.
60 Cf. H. Broch, op. cit, pp. 158-159. Vuelve a aparecer aquí la "figu­
ra” lulcacsiana de Georgp (El alma y las formas, cit., p. 151); su despedida
es “bella, fuerte, valiente, a la manera de las personas íntegras, sin llantos
y sin lamentos, con el corazón en pedazos pero con el comportamiento erec­
to, ‘compuesto’ ”. Este Hofmannsthal está ausente, en cambio, del ensayo
: de Adomo sobre la correspondencia con George, en Prismi, cit., pp. 189
y ss., donde se recalca exclusivamente el lado “sensacional”, “teatral”, del
; vienés.
184 ASPECTO DEL “ LEN G U A JE VIENÉS”

ésta es su norma misma, como la expresa la radical inmanencia


de la poesía en su misión mundana ( ¡di las cosas al Ángel!),
en el cumplimiento de su rito. E n este terreno se funda el con­
cepto d e “gran estilo ”:*1 plena posesión de la forma, del juego,
de los lenguajes, obtenido con “pitagórica disciplina”;52capacidad
de “esconder” en su apariencia toda “profundidad”, en su super­
ficie todo “símbolo”. Pero no puede haber “gran estilo” sin que
en todo esto se muestre la renuncia, lo ' ‘negativo inmediato” de
lord Chandos. N o puede haber comprensión y visión de tales^
lenguajes sin que éstos hayan sido renegados en toda su preten--
sión sintética: solamente entonces estamos en condiciones de ver.:
y amar la perfecta, desesperada mundanidad. Hofmannsthal se
aproxima al lenguaje con la actitud que él consideraba propia
de Dilthey en el estudio de las formas espirituales: la metamor­
fosis de los. lenguajes, como la metamorfosis de las formas espi;
rituales, como la goethiana metamorfosis de las plantas: este aná-.
lisis es abrazado por “die zarteste, Hügste, unsentím entdste Luft,
die es gibt” [“el aire más suave, más sutil y menos sentim en
tal que existe’’].88Pero la unidad 54de los procesos de formación
lingüística que aquí aparece, la unidad de sus formas heterogé­
neas, no supera la renuncia de lord Chandos. Esta forma uni­
taria es de la memoria: la aventura a través de las formas de
los lenguajes, a través de “los nombres”, n o concluye con nin­
guna síntesis, con ningún descubrimiento sobre la realidad de sos
símbolos y sus relaciones. La disociación de lord Chandos n o cura.
E l Andreas, al final, la reafirma plenamente. La aventura no
puede concluir. La disociación “alude”, sí, a una unidad origi­
naria. Pero ésta no puede ya ser dicha. La afinidad es, en rea­
lidad, Scheidekunst. Después de D ie Frau ohne Schatten, des­
pu és de la utopía de la memoria como duración en la lengua dé.;
E l caballero de la rosa, regresa, consciente, la “tonalidad suspen­
dida” del Chandosbrief: habías salido de casa en busca de reba­
ños, no has regresado, no has encontrado reinos.
Este era él “lado” de Hofmannsthal que a Benjamín le pare­
cía, con razón, que había sido puesto en segundo plano en d
ensayo de Adorno; d hilo que recorría su obra desde d Chan-
81 H. Broch, op. cft, pp. 180 y ss.
52 IbkL, p. 184.
** H. Hofmannsthal, Gesammelte Werke, Prosa, vol. n i, Francfort, 1952,
p. 53.
$4 La capacidad para unificar los “tote Elemente” era exaltada por Hof-
mannsihal también en el “director” Gustav Mahler: cf. Gesammelte Werke,
Prosa, vol. n , Francfort, 1951, p. 416.
RILKE Y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS 185
dosbrief hasta Der Turra, chama que a Benjamín le interesó pro­
fundamente cuando componía Ursprung des deutschen Trauer-
spiels.55 La Sprachlosigkeit de lord Chandos asume aquí la for­
ma pura y canónica del Tremerspiel. La máxima fónnalización
del lenguaje coincide con la afirmación plena de su destino de
no poder “redimir”, de no poder "resolver”. U n “ desolador pe­
simismo” 58se posesiona de la palabra que más perfectam ente ha
transformado él material. Esta transformación no da acceso siquie­
ra a imágenes místicas, y si éstas están, no son reconocidas. E l
Trauerspiei es la forma que asume el cruzarse de las perspectivas
del Chandosbrief y del Andreas, por una parte, con él descubri­
miento del “consumo” inexorablemente clavado en el interior de
la misma dimensión lárica del lenguaje por otra. E sta es la ver­
dad que tiene en el lenguaje su casa, su palacio hereditario: no
:una verdad a la que la palabra alude o que el dram a simboliza,
sino la verdad de la palabra y del lenguaje; no el objeto del que
hablan, sino lo que ellos son. La verdad se ha reducido a la to ­
tal inmanencia del lenguaje de la criatura.576

66 W. Benjamín, Briefe, vol. n, Francfort; 1966, pp. 850 y **. La carta


fue enviada a Adorno en fecha 7 de mayo de 1940 desde París y contiene,
entre otras cosas, un amplio análisis del ensayo de Adorno ya citado George
und Hofmannsthal. Zum BTiefwechsek 1891-1906. Acerca d e la historia de
Der Tvrm, del peso decenal para su composición que Hofmannsthal debió
soportar, acerca de su carácter todavía irresuelto (“una rendición de cuentas
que no cuadra”, como hubo de decir Hofmannsthal mismo), en fin, acerca
de su afinidad con el Andreas, cf. C. J. Burckardt, Ricordi di Hofmannsthal,
Milán, 1948. Lo que Hofmannsthal busca en vano en Der Turm son las
fuerzas saneadoras de la catarsis trágica. El Trauerspiei es, d e hecho, preci­
samente este “en vano”. Tal tema será desarrollado por M usil en su di­
mensión “épica”, nanativo-ensayística, y justamente a partir de los mismos
afios de la muerte de Hofmannsthal.
86 L. Mittner, Storia deUa letteratura tedesca. Da¡ realismo ¿Ha spenmen-
tazione, vol. ir, p. 1015. Y este “desesperado pesimismo” del Trauerspiei
se vuelve, naturalmente, irrepresentable; se retrae del "teatro” con el ocaso
de Hofmannsthal (R. Musil, “Der ‘Untergang’ des Theaters” [1924], en
Theater. Krítisches und Theoretisches, Reinbcck bei Hambuxg, 1965, pp.
181 y ss.).
87 Cf. W . Benjamín, Briefe, vol. i, Francfort, 1966, la carta a Hofman­
nsthal dd 13 de enero de 1924 y la posterior del 11 d e junio d e 1925. Acer­
ca de la relación Benjamin-Hofmannsthal, véase mi ensayo "Di alcuni moti-
vi in Walter Benjamín” en Nueva Córtente, núm. 67, 1975.
186 A SP E C T O DEL “ L EN G U A JE VIENES”

3. LOS ÚLTIMOS DÍAS DE KRAUS

La dimensión de este Trauerspiel hofmannsthaliano, que Ben­


jamín ha puesto definitivamente en evidencia, es reducida cari­
caturescamente por Kraus en el término de “barroco” . Kiaus pasa
cerca de los nexos que vinculan el decir, el sentido de la pala­
bra, a la dimensión de la memoria, a lo invisible, a lo negativo
del lord Chandos, y permanece absolutamente ciego a ellos: Hof*
mannsthal como ' nuevo ornamento”, hermetismo, consolación:
Aquel que demuestra el límite (inclusive el límite ético) de la
palabra, que procura des-construir la totalidad de la proposición
(la pretendida exhaustividad d e su sentido), es para Kraus un her­
mético, un fugitivo. El poder no iluminado de la poesía de Geor-
ge vuelve a ser encontrada en la fe de Kraus en la proposición
de sentido. Esta fe se funda entonces en las “sólidas rocas” de
un tiempo, más acá de toda crítica, de todo Scheidekunst.
La negativa crítica krausiana a Hofmannsthal deriva de la mis­
ma raíz que sus ataques a Klimt y que su completa ignorancia
de Schónberg. Cuando se hizo notorio que Mahler estaba por de­
jar el Hofoper, Schónberg se dirigió a Kraus para que Die Fackél
tomara posición sobre el hecho. Kraus se negó. El drama de
Mahler, el choque entre las tendencias estético-culturales que el
adiós de Mahler significaba, era para Kraus un “caso”, un “asun­
to” : jDie F ackd no podía reducirse a órgano de “información ”!® 8
Pero Kraus también había rechazado, algunos años antes, los
Aforism os schonbergianos, no dedicados precisamente a los “he­
chos” musicales. Y en diciembre de 1908, después del criticado
estreno del Segundo C uarteto op. 10, Kraus tom ó explícitamen­
te distancia respecto de la “nueva música”: “Ich stehe Ihrer
Kunst fe m e .. . ” [“estoy lejos de su música ”]89y se negó a pu­
blicar tJber M usikkritik, que aparece en Der M erker en octubre
de 1909.
En esta actitud de Kraus pesaba por cierto el terror a “perder­
se” en la Meinung, en el “opinar”, a pecar respecto del Denken,
del puro, consciente juicio fundado sobre la roca de los valores
auténticos. Estos valores, sin duda, son un “flujo”, representan
la vida en sus contradicciones, pero la vida observada-juzgada,
arquimédicamente captada por el pensamiento. La vida en el Len­
guaje, juzgada-sublimada en él. Y el Lenguaje es la potencia que
supera, negándola, a toda Phrase. La palabra debía ser Verkór-
88 Cf. A. Schónberg Qedenksavsstcllung, d t., p. 193.
59 Ibid., p. 197.
LOS ÚLTIM OS DÍAS DE KRAUS 187

perung, encarnación del Denken y no disfraz de la M einung, no


“despojo mortal” . Die Fackel tenía precisamente la m isión de
iluminar contra la corrupción de la Meinung, educando al autén­
tico Denken. Su luz proviene de incorruptibles apriori éticos. Es
el sujeto, readueñado de todos sus valores, el que se realiza en el
Denken, versus el espíritu de la época, la M einung “periodísti­
ca”. Esté sujeto es juez, y los lugares desde donde habla son
tribunales.
“Acusaciones totales eran expuestas en un idioma extrañam en­
te cementado, en alguna medida afín a los parágrafos jurídicos.
, . . ] La afinidad con la esfera del derecho se podía percibir tam-
Í ién en el hecho de que todo presuponía una ley establecida y
absolutamente inatacable, cierta. [ . . , ] Toda sentencia era ejecuta­
da al punto. Una vez pronunciada, era irrevocable. Todos nos­
otros observábamos la ejecución.” 6 0
El discurso era un interrogatorio porque los culpables se acu­
saban con sus propias palabras, se traicionaban. Era una caza
despiadada.
Sin embargo, esto es teatro: una desesperada nostalgia p o r la
forma clásica del teatro impotente para “regresar” m s allá de
la “sátira”, es decir, de la “moral”. El resurgir en Kraus, e n sus
dios, del Sujeto con toda su gravidez de valor — después del
Chandosbrief, después de Freud, después de M ahler, después de
Nietzsche— no puede ser sino representación. Una utopía regre­
siva solamente es “representable”. Y de hecho la palabra de
Kraus “ardía: irradiaba, flameaba y aniquilaba”; la atm ósfera del
“tribunal” es la de una “gran reunión política”, donde e l “ efec­
to” sobre las masas es el fin esencial que quiere alcanzarse. Y
este efecto es alcanzado con “énfasis apasionado ”.61
El iluminismo hace retroceder aquí al “barroco”, como barroca
era profundamente la lírica krausiana: lírica “de pensam iento”,
hasta en las estructuras fórmales, hasta en la forma de la rim a.
Así era, en el fondo, también en George: “barroco” formal, n o
Trauerspiél, no él Hofmannsthal d e Benjamín; un “barroco” que
tiene sólidos apriori éticos propios y sobre ellos edifica la form a
de la representación. La premisa anticientífica que persigue toda
la producción krausiana (“Die W ertu n g nie objektiv sein k an n ”
[“la valoración nunca puede ser objetiva”]) encuentra aquí el fun­
damento adecuado.
60 £ . Canetti, “KarI Kraus. señóla e resistenza”, en Potete e sopravivenza,
Milán, 1974, p. 40.
61 Ibtd., pp. 39-41.
188 ASPECTO DEL “ L E N G U A JE VIENES”

“El que añade palabras a los hechos perturba la palabra y él


hecho, y es doblemente despreciable”:82sin duda, este lema krau-
siano está verdaderamente en el origen. Pero la crítica del orna­
mento, la crítica a los fundamentos de la Kultur del “art poui
l’art” y del Nervenkunst, no es más que él com ienzo. Es el lema
dél Tractatus, y nada más. Y este lema ya había sido dicho: está
inclusive en él espíritu de Nestroy. El iluminismo de D ie Fackd,
su deber “sichtbar machen”, su deber desenmascarar, él análisis
mismo del lenguaje a través del cual se cumple esta misión: todo
eso es de Nestroy, y Kraus lo descubre muy pronto .8 8 Nada como
este dirigirse a Nestroy ilumina los rasgos de la utopía legresi- .
va krausiana. Nestroy no es solamente la Viena, todavía actual
para Kraus, de la superficialidad, de la Meinung, dél “Weiter-
wursteln” (mantenerse vivos), de la miseria de la palabra, sino
también de los artesanos miserables, de los burgueses desclasa-
dos, de los estratos sociales que estaban en crisis y ya en vías de
desaparición en la Viena “moderna”. Es la nostalgia del trabajo
individual, de la palabra auténticamente subjetiva —de su mun­
do perdido— lo que mueve a Kraus hacia Nestroy. Pero en Nés-
troy hay más, algo que comprenderá W ittgenstein, n o Kraus:
Nestroy no conoce solamente “la pasión de la palabra que por
virtud propia se hace realidad espiritual, pero —W ittgenstein ante
litteram— que conoce también la capciosa inadecuación de la
palabra ”.84 Esta inadecuación constituía él problema. Y de este
problema, de estos hombres, de este mundo, Kraus, en el fcaído,
no conocía nada: duende trágico, él conoce lo “contemporáneo”
solamente por haber oído decir (de lo contemporáneo juzga, de
hecho, solamente la Meinung) “und aus Kindergarten”.8*
KTaus afirma la primera verdad. E l hecho tiene finalmente la
palabra: ésta es la primera proposición dél Tractatus, su lema,
Nestroy. ¿Pero cómo habla el hecho? ¿Cuál es él m odo de su re­
lación con la palabra? Kraus divide a partir de un mundo, lo
juzga; signa un inicio que toda palabra debe ya citar. ¿Y des­
pués? Orden de las palabras, conocimiento de su sentido, con­
ciencia de sus límites: esto coincide todavía con expresión dél
“valor”. La forma gramatical y sintáctica dice aquí todavía el
63 Cit. en W . Benjamín, “K. Kraus", en Avanguardia e rivoluzione, Tu­
rto, 1973.
33 K. Kraus, Nestroy und die Nachwelt, Viena, 1912.
64 L. Mittner, Storia delta letteratura tedesca, dal Biedermeier tú. fine
secóla 1820-1890, Turto, 1971, p. 105.
65 Cit. en W . Obermaier, “DoTcumente aus Schonberg Wiener Zeit”, en
A. Schonberg Gedetiksausstellung, cit., p. 29.
LOS Ú LTIM O S DÍAS DE KRAUS 189

"qué”, lo que importa, que vale. Su carga semántica está más


allá de toda crítica y de toda duda. La palabra dice lo que es
justo. La forma de la proposición juzga de m anera inexorable,
y cualquier material.
La crítica feroz a las utopías decadentes sobre la “creatividad”
poética reafirma, al final, el dominio del sujeto ético sobre el
lenguaje de los otros. El pensamiento “que crece en el lengua­
je” •• vuelve a orientarse prospectivamente. Es lá “virtud burgue­
sa” del antiguo Aufklarer que se hace polemista, que quiere cam­
biar el propio mundo, hasta reconocer <4la vanidad de su empre­
sa”.667 Es precisamente la reasunción de los propios “privilegios”
3r parte del Ego la que reclama la instancia ontológica, que
S enjamin subraya. Donde se pone el sujeto, se p o n e la sustan­
cia: los dos términos, no por casualidad, son tautológicos. Y la
instancia ontológica —la “naturaleza” d e Kraus— reafirma e l ca­
rácter legal de aquella verdad que habita el lenguaje, el valor
de “juicio universal” que asume la gramática de la proposición.
Aquélla deviene parámetro de un juicio sobre la sustancia, for­
ma apriori universal y necesaria. El orden de la proposición deja
de ser este orden. Lo “desesperado” de la lengua, que coincide
con el reconocer su forma, la convencionalidad de la m edida, y
en el definir así sus límites y sentido, desaparece en una afir­
mación absoluta de sus Normas. Kiaiis venera en la lengua “la
imagen de la justicia divina”.*8 Y él es su profeta. P ero si ahora
colocamos en este contexto la expresión artística, ésta vuelve a
ganar precisamente aquella “santidad” que el Trauerspiel hofman-
nsthaliano (no por causalidad completamente m al comprendido
por Kraus) le había negado.69 El lenguaje del arte es expresión
suma de la forma lingüística en su pureza, en su justicia, y por
lo tanto de la relación perfectamente sintética entre palabra y
hecho. El arte se degrada en ornamento: cuando las palabras
superan a los hechos, o bien cuando su expresión formal pura
se mezcla con lenguajes no “verificados”, con simples "medios
de comunicación”. Ornamento e Imprenta son hijos del mismo
regazo; su complementariedad es precisamente captada por Kraus
en Heine. Pero este rechazo de todo híbrido entre G eist y Presse,
66 K. Kraus, Detti e contradetli, Milán, 1972, p. 280.
67 W . Benjamín, Kart Kraus, cit., p. 130.
68 IbúL, p. 114.
69 N o solamente: Wittgenstein negará al Loos “artista”. N o por casuali­
dad Loos comprende mal a Kraus, como Benjamín ve con claridad llamándo­
lo ángel de una nueva época.
190 ASPECTO D E L “ LEN G U A JE VIENES”

así como esta fe a-crítica en el valor semántico de la palabra,


en la capacidad de la palabra para expresar un contenido ético
preciso, está en la base de la seudosantidad georgiana de la poe­
sía —de la cual huirá precisamente Hofmannsthal.
Para aferrar esta dialéctica resulta decisivo saber que los auto­
res del George-Kreis plagian literalmente la crítica de Kraus a
Heine .70El polemista-juzgante es la otra cara dél “hierático” Geor-
ge. Todo juicio surge de la fe en un origen “divino” del sentidq
de la forma lingüistica, se apoya en una razón ontológica y se
expresa por eso con fuerza patriarcal. Esta fe se estaba laceran­
do en todos sus aspectos ante la inminencia del “serio apocalip­
sis”. Kraus es un epígono. Del apocalipsis no puede decir nada.
N o puede más que ordenar el espacio en el cual deberá produ­
cirse: aquí está su carácter de “destino”. Pero llenar este espa­
cio, construirlo, expresarlo, esperaba a otros —a los mismos “ami­
gos” de Kraus— inclusive a Altenberg entre éstos.

La fe Icrausiana en el propio “magisterio” es negada en Alleu-


berg en la memoria de la actitud blasé. Esta actitud, de hecho,
ya no es real. Es funcional solamente para expresar lo negativo
de la relación ética instaurada por Kraus entre hecho y palabra.
La comonantia hecho-palabra es constantemente problematízada
por la indiferencia del intelecto blasé, que revela la equivalen-
cia-equivocidad del hecho y cómo esta experiencia se refleja en
la proposición y en su sentido. Pero esta indiferencia es ya apa­
rente, no es ya vida, ideología actual; se h a transformado en for­
ma lingüística, en gramática, sintaxis, orden del texto. Alude al
problema irresuelto del discurso krausiano, anuncia la superación
de éste. La actitud blasé es una metáfora, para decir la imposi­
bilidad de realizar una reducción ontológica del “valor” del len­
guaje y de volver a confiar a la representación poética magiste­
rios “divinos” . La indiferencia blasé es ya desesperación por esta

70 Cf. M. Bornes, Ein Angriff auf H. Heine. Kritische Bemerkungen xu


K. Kraus, Stuttgart, 1971. ¡Y Heine es, en cambio, uno de los autores de
Nietzschel Por otra parte, la misma “dirección” del cenáculo (y de la for­
tuna literaria) de George tiene rasgos krausianos y viceversa. La manera en
que George se muestra “en la gran ciudad” tiene el tono patriarcal e in-
contaminable (lo opuesto a lo ascético, lo opuesto a lo verdaderamente “re­
servado”) de las “lecturas” krausianas. Se muestra “con la intangibilidad
hecha de reserva soberbia y gravedad majestuosa de los grandes dignatarios
en las grandes empresas, ante los cuales palabras y multitudes se retiran”
(R. Borchardt, “Die Gestalt Stefan George”, tr. it.f en Varios autores, Da
Lessmg a Brecht, V. Santoli [comp.], Milán, 1968).
los Úl t i m os o ía s d e kraus 191

impotencia. Lo blasé reconduce al terreno escabroso de las pala­


bras, de los signos y sus juegos. Pero la indiferencia es una más­
cara doble: respecto de la manifiesta utopicidad del discurso de
Kraus por una partea y respecto del orden y las norm as que re­
gulan despiadadamente el juego lingüístico por otra. Así la acti­
tu d blasé misma entra en crisis y se supera. A nte e l fracaso de
la utopía krausiana hay desesperación, no indiferencia. A nte el
“juego con las veinticuatro letras” de Rimbaud hay forma, regla
y medida, no indiferencia. La actitud blasé aparece solamente
como memoria, funcional a un trabajo de problematízación y de
“negación introductoria”. Su Nervenleben ha saldado ya total­
mente su propia integración en el Verstand d e las relaciones de
cambio, donde el principio de indiferencia se realiza .71 La actitud
blasé es superada y negada en la comprensión, en e l dominio y
el orden del lenguaje. Pero la actitud blasé es, asimismo, más­
cara de esta superación y de esta negación, a fin de q u e el lengua­
je no presente la pretensión de conferir a la propia form a u n valor
absoluto. La actitud blasé suena a ironía y separación en la deses­
peración de los límites del lenguaje —en lá desesperación porque
solamente en estos límites es superable el m ero Nervenleben, así
como la “santidad” georgiana.
El texto de Altenberg presenta esta extraordinaria riqueza de
temas, pero como en perfecto equilibrio en tre sí: actitud blasé
y memoria, la relación krausiana hecho-palabra, pero e n sus trans­
formaciones, “retraída” en una nueva dimensión de separación,
de ironía, de memoria precisamente, que, a su vez, se vincula a la
búsqueda despiadada del orden sintáctico, gramatical, y a la deses­
perada conciencia de sus límites. Estos nudos, este entrelaza­
miento, se expresan en compases rápidos, aforísticamente .72 E l
discurso aparece cenado con la exposición simple de sus tonos, de
sus nombres. Toda repetición, casi, parece ornam ento: Altenberg
se separa de ella inmediatamente, la capta con ironía, la dispone
en la memoria del Nervenleben y de la experiencia blasé y, asi­
mismo, se sirve de ella para demostrar el límite de aquel “todo”
que la simple exposición originaria podía hacer aparecer casi como
nuevo absoluto.

71 Cf. el cap. 1 de mi Metrópolis, Roma, 1973.


72 Estos compases representan Extracte der Seele. El “alma” ha dejado
de querer decirse “expresivamente” o de representarse dramáticamente-tea-
tralmente. Su dimensión se retrae en la escritura de dichos Extracte. Es un
retraerse de lo “sacro” del alma en la memoria, a través de la separación
y la resignación y, en este sentido, es también un “desacralizar”.
192 ASPECTO D E L “ L EN G U A JE VIENES”

El arte es Phantom, “fleischloses Gespenst".78Vivirlo no sig­


nifica ya lacerarlo en las líneas del Nervenkunst. Se compone, en
cambio, en la efectualidad y comprensibilidad de la lingüística
“purificada” por Kraus. Como Kraus, Altenberg es un “Sprache-
beherrschender Kámpfer”,74pero, a diferencia de Kraus, la verdad
del lenguaje se retrae para él en el orden, en la simplicidad y
comprensibilidad de esta form a suya. Su lenguaje no expresa ya
una verdad, un Logos intrínseco que le permita juzgar. La “vir­
tud” burguesa krausiana que plantea imperativos, reglas, formas,
contenidos éticos y estéticos juntos, se lanza constantemente
contra los límites del lenguaje.7* Allí donde Kraus busca razones,
sustancias, “qué” y “causas”, Altenberg describe combinaciones
y juegos. Su placer ante éstos es todo uno con la desesperada
conciencia de su ser-forma.
Lo mismo que para Rüke, es en esta forma donde se retiran
la tierra y las cosas. Pero la composición expresa ahora clarar
mente que esta transformación no es un conservar, y tampoco
un poseer. La memoria del blasé servía precisamente para supe­
rar esta consolación. Retirar cosas y palabras de la utopía de su
síntesis —de las tensiones lacerantes dirigidas a decir su esencia,
de la fachada del ornamento, del ornamento de las fachadas—
en el juego invisible, pero perfectamente formado del lengua­
je, en el placer-desesperación por su comprensibilidad. Esto
solamente es él kleines Leben de Altenberg, esta disciplina inte­
rior de lo decible.7* Es él mismo amor de W ittgenstein por los
73 P. Altenberg, AuswaH, K. Kraus (comp.), Víena, 1932, p. 50.
7* Ibid., p. 417.
78 Kraus todavía “representa” — quiere ser actor—, es necesariamente
ecléctico-diletante, y en esto todavía Jung-Wien. El tono de la voz de Air
tenberg, en cambio, no permite más que comunicaciones “internas”, “re­
presentaciones” que pueden desarrollarse solamente en el intérieur loosiano. La
linca de Altenberg está técnicamente dominada por esta preocupación poir
el “pianissimo” y por este impedir todo “ritmo” que pueda favorecer una
apercepción mecánica. Nadie mejor que Alban Berg comprenderá a este
Altenberg: las cinco Ansichtskarten a las que pone música en 1911-1912,
op. 4, colocan a Altenberg junto al Mahler de los Kindertotenlieder, sepa­
rándolo definitivamente de toda la tradición literaria blasé, de toda la de-
molierte Literatur.
76 Es imposible no pensar, al hablar del “Meines Leben” de Altenberg, en
el Lied que inicia la colección wolfiana de los “cantos italianos” : “Auch
Meine Dinge konnen uns entzücken / Auch kleine Dinge konnen tuer sein.”
Pero también estos ldeine Dinge son Extracte der Seele: el alma no puede
darse más que en estas cosas, que en estos fragmentos: no es decible una
Forma suya universal y necesaria. Y aquí se reafirma el sentido del “afo­
rismo”. Pero este Lied wolfiano, este Altenberg, es también el Saba de
LOS ÚLTIM OS DÍAS DE KRAUS 193

Lieder de Schubert. Reducirlo a la relación semántica es como


reducir el Tractatus a su primera proposición. Esta reducción
la realiza Kraus en su discurso en él funeral de su amigo; pero no
Loos en la tum ba que le dedica.77 El “Amó y V io” del epitafio
está envuelto en la -forma pura, simplísima del m aterial, en la
pura presencia del material que es pura m edida y pura forma .78
La complejidad de las “transformaciones” que su poesía recoge,
revela así su verdad; la riqueza de las relaciones y de las visiones
que el epígrafe recuerda, se transforman en el silencio y en lo
invisible de la pura forma, en el Nombre.
Lo "intérieur” de Altenbeig no tiene nada del culto “Jugend”.
Lo “intérieur” deviene dimensión del “retiro” de las cosas. N o
“naturalismo del alma” , no superación simbólica d e los hechos
—ni siquiera tensión a ésta—, sino “intérieur” com o espacio
purificado de la palabra, donde el orden de la palabra vive libre
del connubio de Geist y Presse apocalípticamente denunciado por
Kraus. Ningún “estilo” en el intérieur, ninguna “invención” del
lenguaje, sino el uso perfecto de este lenguaje y de su historia.
Éste es el significado del dicho: “Lo que está sobre m i escritorio
y cuelga de mis paredes me pertenece como mi cuerpo. Vive
conmigo, en mí, ae mí.” 79El intérieur de Altenberg es el mismo
de Loos. Retirar las cosas en la forma, en la claridad y compren­
sibilidad, en la medida del lenguaje. Pero este mism o retirarlas
es también decirlas o, mejor, decir de ellas. N o existe material
en sí que resista a la forma, al proceso de transform ación. Este
proceso es el decir: no “ sublimar”, no “redimir”, sino decir; ahon­
dar en lo terrestre. Decir: ampliar al máximo las posibilidades
del lenguaje, sin ilusionarse nunca en trascender sus lím ites. Ésta
“amé trituradas palabras que ninguno / osaba”, de “eres como una joven, /
como una blanca polla” .
En él bellísimo ensayo de Mittner, “Randglossen zur Kulturgescbicbte der
Donaumonarcliie”, en Deutsche Akademie für Sprache und Dicbtung, Jahr-
buch 1972, Darmstadt, 1973, falta este capítulo esencial (que, todavía, se
desarrolla bajo el signo de Nietzsche) sobre la relación entre finís Austriae
y lírica de Saba.
77 K. Kraus, “Rede am Grabe P. Altenbergs”, 11 de enero de 1919, en
P. Altenberg, Auswahl, cit. Estupendo es, en cambio, “Commiato” de Peter
Altenberg, de Loos, en Parole nel vuoto, Milán, 1972, pp. 293 y ss.
78 En el texto de una de sus famosas Ansichtíkarten ya citadas, se lee
este comentario sobre el rococó: “in dieser Seit lebten Mensehen, die vom
Leben nicht wussten, wie es wirklich und einfach ist” [“en este tiempo vi­
vían hombres que no sabían cómo es real y sencillamente la vida”]. Auswahl,
cit., p. 226. (Cf. también el aforismo “Werdet einfacbl”, pp. 326-327.)
79 Cit. por L. Mittner, Storia delta letteratura tadesca, c it, vol. n , p. 948.
194 ASPECTO DEL “ L EN G U A JE VIENES”

es la teoría que define lo intéiieui de Altenberg lo mismo que el


de Loos .8 0En él reaparece la historia que anuda George a Ril-
ke y a Hofmannsthal. La transformación es la única presencia del
material —el material es solamente su nombre—, tanto más per­
fecto es el lenguaje cuanto más sabe nombrar. Sin embargo, este
decir existe solamente como dimensión de la memoria —toda
palabra recuerda—, también aquel material transformado es una
memoria suya, es ya “tiempo perdido”. Y la perfección formal
del lenguaje es tal sólo por sus límites. Y estos límites son sen­
tidos; el silencio que abraza esta forma es mostrado: debe encon­
trarse un gesto de silencio. Esto es lo intérieur de Altenbeig, pero
hemos descrito, en realidad, el Kamtnerbar de Loos. La presen­
cia del material es transformada en lo invisible, es “retirada” y
dicha en su reflejo. La perfecta medida d e este espacio invita a
callar aquello para lo cual no hay palabras, pero su silencio mues­
tra hasta él fin la renuncia, la desesperación y la memoria que
han hecho posible su forma. E n este espacio, en este límite; en
estas palabras, Altenherg “amó y vio” . E l retrato del Karntner-
bar de frente a la entrada, que aparece en muchas fotos del inté­
rieur de Loos, no podía ser otro que el de Peter Altenberg .81 Él
es el “fleischloses Gespenst” que guía la lectura d e la obra loo-
siana.

La palabra de Altenberg se desarrolla paralela y complementaria­


mente a otra definición y conquista d d “Sprachliches” : es co­
mentario oculto, casi auto-explicación intema, de la obra de
Klimt —del Klimt que, en 1904, saldrá de la Secession. Cuando
en 1900 Kraus toma posición contra Klimt, por la Phüosophie
destinada a la Universidad y violentamente atacada por la mayo­
ría del cuerpo académico, Altenberg ya colabora con V er Saerum,
donde, en 1901, aparecerán también Rilke y Hofmannsthal.82 Al
dorso de un dibujo dedicará una poesía al amigo pintor donde
se leen las palabras: “Du warst ein Menschl” 83 en 1 9 1 8 , a la
80 Cf. L. Münz, G. Künstler, Adólf Loos, pioneer of modem architecture,
Londres, 1966. El libro es importante, m¿¡ que por el catálogo completo
de los proyectos y obras, por un ensayo de Kokoschka, “In Memory” de
Loos (“He was a civilized man” pero “the Era of Man hasn’t yet begun” ).
Acerca de la relación interno-externo de Loos, debo recomendar nuevamen­
te F. Amendolagine y M. Caerían, O«feos. Da Loos a Wittgenstein, cit.
81 El retrato de Altenberg era de Jágerspacher (cf. L. Münz, op. cit.).
82 Para todos los hechos de la Secession recordados aqui, cf. R. Waissen-
berg, Die Wiener Secession, Viena-Munich, 1971.
88 Cit. en F . Novotny, J. Dobai, Gustar Klimt, Salzburgo, 1967.
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE KRAUS 195

muerte de Klimt y poco antes de seguirlo, Altenberg introducirá


su obra junto con Bahr .84
Altenberg enseña a leer en Klimt el lado oculto de la Secession:
la lenta y difícil conquista de la separación respecto de los ele­
mentos del “Nervenkunst” y del pan-estetismo “George-Kreis”
que convivían en el “Jugend”. Los avatares de la Secession no
pueden reducirse al programa de 1897: los apóstoles del arte, abs­
traídos de toda cotidianidad, viven ya en la inminencia de la
condena del Chandosbriefi su obra la anuncia constantem ente.
En el crisol de la “Elite-Ausstellung” el naturalismo del alma se
desgana en las líneas del Nervenkunst —el Nervenkunst profun­
diza y radicaliza el propio estatuto de signo-, de jeroglífico— la
imposible nostalgia ^clásica” del Christus im O lym p d e Klinger
se muestra ya totalmente desesperada en la Philosophie d e Klim t
—las relaciones semánticas se quiebran y confunden en las con­
tinuaciones simbolistas e impresionistas— la utopía sobre la uni­
versalidad del lenguaje artístico hace que se entrevea la búsqueda
acerca de la medida y el orden de estos diversos lenguajes. D e la
expresión de la síntesis entre Stimmung y el “qué” de la natura­
leza, se abre, precisamente a través de estos diversos lenguajes,
la perspectiva que conducirá a la representación de la mera
apariencia efímera y desgarrada de Schiele :85a la representación del
hecho de que hacer formulable un m undo no es poseer-comprender
el devenir. El momento del pasaje se encama en la obra de Klimt.
La verificación radical de los medios expresivos del “Jugend” con­
cluye con la también radical renuncia a la utopía d e la representa­
ción simbólica de lo esencial, y con la búsqueda d d orden y el
sentido de este lenguaje, en su límite y, por ello, en su pureza.
Así como en Altenberg el “tipo blase”, tam bién e n K lim t los
elementos impresionistas retoman en una dimensión de perfecta
armonía. Ellos resultan, por decirlo así, “depurados” de to d a ac­
tualidad. N o hay aquí la presencia de la visión, esencial en el
impresionismo, así como no hay tampoco en Altenberg la equi-
vocidad lingüística esencial para la indiferencia d d spleen. Esta
84 H. Bahr había ya dedicado a Klimt un ensayo en 1913, actualmente
en H . Bahr, Essays, Viena, 1962.
85 Schiele estuvo en estrechas relaciones con Khmt hasta 1907, aun
cuando había una generación de diferencia entre ambos, y fundará la Neu-
kunstgmppe en 1911. C f. W ten um 1900, Catálogo de la muestra en Viena
5-6/30-8, 1964; y, sobre todo, E. Mitsch, Egon ScJúete 1890-1918, Salz-
burgo, 1974. Para informaciones, bastante someras por otra parte, sobre el
conjunto de las relaciones KUmt-Schiele-Kokoschka, di. el ensayo dedicado
a ellos de M. Latour en Critique, núm. 339-340, 1975.
196 ASPECTO DEL “ LEN G U A JE VIENES”

visión “se retrae”. El retrato de Sonja Knips de 1898 expresa ya


el “tiempo perdido” . Este retraerse-retratar de la mujer como
naturaleza, como color, como paisaje en una dimensión cada vez
más “pura” del lenguaje, cada vez menos “inmediata”, y por
consiguiente pada vez menos “representante”, es propia también
de Altenberg. Es la “pasante” congelada ya en el recuerdo. Eri
la Villa Sonja Knips de J. Hoffmann, sobre todo en algún “frag­
mento” del jardín, volveremos a encontrar, muchos años des­
pués, los mismos rasgos.
Es análogo e l proceso que aprehende y transforma d Nerven-
kunst. Los elementos de om ato se convierten en puro signo. El
jeroglífico deja de ser interpretado simbólicamente. Su función
es la de envolver, en el silencio, el desarrollo desgarrado de la lí­
nea que compone el Nervenkunst. Esta línea no alude a nada
más que a sí misma, no tiene significados trascendentes: describe
el hecho de una apariencia y una caducidad. Pero su espacio pue­
de ser entendido como limitado de tal manera, porque es definido
a partir del puro signo del jeroglífico. Es este signo el que apresa
las tensiones de la línea, el que las vuelve a abatir constantemen­
te. Y es así como esta línea descubre lentamente, en la deses­
peración de su espacio y comprendida en su silencio, la propia
forma, la propia estructura y el propio lenguaje. E n este espacio
la línea del pasado Nervenkunst se interroga, escucha sus propios
orígenes, define sus propios límites. Pero, sobre todo, coloca las
normas del propio lenguaje, verifica las posibilidades de relación,
de combinación y análisis q u e en él se dan y extiende constante­
m ente su dominio. La definición de sus nombres y proposiciones
hace que esta expresión se reúna con la unidad de palabra y m e­
moria que constituía, en Klimt, el significado de las mismas con­
tinuaciones impresionistas y simbolistas.
La Muestra del Arte Japonés coordinada por Moset en 1900
signa, en este proceso, un momento decisivo. La importancia de
la unidad y comprensibilidad de la composición se vuelve funda­
mental. El símbolo del Gesamtkunstwerk, la idea del “estilo”
universal, que estarán todavía presentes en la Beethoven-Ausstc
llung de dos años más tarde, aparecen ya como no-sentido después
de la Muestra que da comienzo al nuevo siglo. Aquí es perfecta
la síntesis entre sentimiento y palabra, aquí toda proposición es
forma concluida, nombra, denota y, conjuntamente, muestra como
toda cosa se retrae en el decir. Este movimiento es expresado sin
residuos: la estructura de la representación debe ser absoluta­
mente lógica.
ZUYDERSEE 197
La dimensión de la memoria no es ya un espectro inaprehen-
sible, sino que se hace implícita a la estructura mism a de la pa­
labra. El límite del lenguaje no debe ya ser representado como
algo que aprese del exterior los tonos, las voces, sino com o este
orden de la proposición misma. Todo debe poderse decir y mos­
trar en este orden. Esta es la manera en que M ahler advierte en
Das Lied von der Erde la poesía china, análogo al am or d e Klimt
y Altenberg por el arte oriental. En el polo opuesto, la extrema
lectura decadente, evocativa, expresiva de este a rte se mostraba
en el Frauenrosenhof de Olbrich en Colonia. E n esta especie de
claustro de planta irregular, invadido p o r rosas, la utopia de la
“misión” artística se retiraba al perfecto herm etism o del propio
fracaso. Era lo opuesto del intérieur de Altenberg y de Loos. E n
el Frauenrosenhof toda tonalidad estaba suspendida para siem ­
pre: faltaban las palabras. Todo era Stimmung y evocación inefa­
ble. Aquí se retiraba la utopía de Darmstadt. E n Loos, en cam­
bio, toda Stimmung se retira del lenguaje, en éste solamente
puede mostrarse. Toda fuerza evocativa es quitada d é l a compo­
sición, de la “gran forma” —de aquel hacer-formulable el todo-
limitado del mundo que es tam bién un retirar de lo invisible y un
mostrar el silencio—, de aquel proceso que racionaliza y logiciza
la proposición en el momento mismo en que define trágicam ente
sus posibilidades y limites. E n el Frauenrosenhof d e Olbrich
podía tal vez aparecer quizá, como “visita espectral”, George,
pero nunca irrumpir Zaratustra como en la danza d e M ahler en
V o n der Schonheit, en el Das Lied.

4. ZUYDERSEE

La muestra de Klimt en la Secession aparece en 1903; en 1904


expone por última vez. Las infinitas tensiones expresivas d e la
Salomé, de la Tragoedie, de otras otaras precedentes (donde Nietz-
sdie se mistificaba en el espejo de Richard Strauss: la Salom é de
Klimt se asemeja bastante más a Alma M ahler q u e a la Tierra
nietzscheana), reconocen el propio lenguaje, se reconocen como
lenguaje. La pintura rechaza ya el concepto de estilo, la seudo-
santidad que lo sustancia, su pretensión de decir el espíritu de la
época. Lo “profundo”, lo “oculto”, llega finalm ente para decir:
se ilumina lo decible, aquello que, con este lenguaje, es posible
decir. Lentamente el Nervenkunst se analiza, se explora, se trans­
198 ASPECTO DEL “ L EN G U A JE VIENES”

forma: deviene sintaxis, regla, Gestalt. Toda expresividad o alusi-


vidad es transformada en apariencia: la profundidad se oculta en
la superficie. Lo indecible, lo inconsciente del Nervenkunst es
otro respecto de los procesos que componen, en su multiplicidad,
la forma lingüística. Pero si ellos existen, deben hablar sobre la
apariencia, sobre la superficie, sobre el “terreno escabroso”, sobre
la inmanencia de dicha forma. Esta misma transformación es
explicada por Freud en 1907 en su lectura de la Gradiva de Jen-
sen. Pero ya durante los “ocho años” de la Secession86habían
aparecido L a interpretación de los sueños y Tres ensayos sobre la
teoría sexual. También en el pensamiento de la Secession el “in­
consciente” desempeña una función fundamental: pero como
dimensión de las “profundidades” abismales d d sujeto, como lu­
gar de la revelación de los grandes arquetipos, desplegamiento
del reino de las “ideas”. La composición deviene, a veces, efec­
tuación misteriosa, evocación de dichas profundidades. Por d
contrario, en Freud el inconsciente se revela en d sueño como
“pensamiento normal”. El sueño sigue siendo un pensamiento
normal: remoción y transformación actúan y se estructuran según
leyes determinadas, según mecanismos reconocibles. El incons­
ciente está estructurado, dirá Lacan, como un lenguaje, cuya sin­
taxis es posible iluminar y teorizar.” Este “transformarse” del
inconsciente en lenguaje tiene la m ism a historia que pasa de lo
“negativo” d d Chandosbrief a la comprensión-dominio del m ate­
rial por parte del nuevo orden de Loos y de Schónberg, en tom o
al Tractatus.
Este “dominio” no obra ninguna “sublimación” hacia el Ego.
El lenguaje no es “cuerpo” de ideas apriori, encamación d d
“reino de las madres”. Conocer sus leyes, hacer evidentes sus
palabras, es reconocer la transformación en él del sujeto mismo,
entendido todavía como Ego. La imagen de la planta goethiana
(jtodavíal) que domina los Tres ensayos (todo es uno) significa
la destrucción de todo formalismo, no el reaparecer de una forma
de juicio teleológico. Asume d mismo carácter que presentará en
W ebem. Precisamente el estatuto “autónomo” de la subjetividad
es el objetivo fundamental de la pars destruens, tanto de La inter­
pretación como de los Tres ensayos: d Ego es la puesta en juego

*® Acht Jahre Secession era el título del “balance” de L. Hevesi, publi­


cado en Viena en 1906. La primera “síntesis” de las ideas de la Secession
había en cambio aparecido en 1900, también esta vez redactada por H. Bahr,
®7 Cf. O. Mannoni, Freud, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1977,
p. 53.
ZuYDERSEE 199

entre los dos tipos de pulsiones: “en su trabajo de identificación


y sublimación apoya a las pulsiones de muerte, en el Ello, contra
la libido, pero al hacerlo corre el riesgo de convertirse él mismo
en objeto de las pulsiones de muerte y perecer. [ . . . ] Se convierte
así en el representante de Eros y por lo mismo, desea vivir y ser
amado ”.® 8El todo-uno cesa de expresar cualquier finalidad uní­
voca, sobre la cual domine la perspectiva apriori, ético-concep­
tual, del Ego. Así, la unidad es comprensible sólo en sus divisio­
nes: de aquí las Afinidades goethianas retornan, y precisamente
mediadas por el estudio sobre la disociación de la personalidad,
en el Andreas de Hofmannsthal.
El análisis del lenguaje del inconsciente es por eso determ ina­
ción de una dimensión lingüística y no descubrimiento de una
“verdad oculta”. Esta dimensión no puede ser deducible apriori
de las normas y estructuras que operan en el lenguaje del Ego, ni
es fruto tampoco de simples “distorsiones” de este lenguaje. Por
eso, lejos de producir síntesis entre la posición del Ego y un
“precedente” inconsciente suyo, la interpretación áel lenguaje
propio, auténtico e inalienable del sueño confirma la estructura
profundamente diferenciada, descompuesta, de la realidad psíqui­
ca. El análisis no reconduce el sueño a lenguaje “norm al”, sino
que lo interpreta en base a sus reglas de composición propias. E l
sueño es reconducido a los pensamientos oníricos latentes. Jamás
hay sublimación del sueño en Lenguaje. N o sólo porque este pro­
ceso no quedaría jamás sin residuos, no podría jam ás decirse
efectivamente concluido, sino, más radicalmente, porque n o existe
sublimación que pueda anular la continua tensión pulsional .8 89Es
de esta manera como aparece el sujeto, en su conjunto, como
“una procesualidad contradictoria y conflictiva” q u e determina
también el trabajo teórico, el trabajo de análisis como trabajo con­
tradictorio, conflictivo, plural.90

88 Freud, cit. en O. Mannoni, op. cit., p. 134.


88 Aquí se define la unitariedad d e la inspiración freudiana, d e L a inter­
pretación a Más allá del principio de placer. Cf. los ensayos de F . Relia,
Introducción a Varios autores, Per Freud, Verona, 1973; “Leggere Freud.
Intom o alia Vemeinung”, en N u o v a Corrente, núm. 61-62, 1973, que
constituyen, en mi opinión, las contribuciones más importantes aparecidas
recientemente sobre Freud.
90 F. Relia, “Una tomba per Edipo? Nota su Deleuze-Guattari”, en Auf-
Aut, núm. 1, 1975. Recordemos la ‘lectura nietzscheana” d e la primera
página de Kant: “Nos interrogábamos sobre la identidad del sujeto trascen­
dental. Y no habíamos encontrado respuesta alguna. Nadie respondía: nin­
guna subjetividad. [ . . . ] Silencio revelador. Silencio que finalm ente se nos
200 ASPECTO D EL “ LEN G U A JE VIENES”

En la Introducción de 1917 y, sobre todo, en las Nuevas con-


ferendas de introducción al psicoanálisis que aparece en 1932,
pero cuyos elementos de mayor originalidad se remontan a obras
de principios de los años veinte, Psicología d e las masas y Más
allá del principio de placer, Freud desarrolla este “ataque” al yo
con la máxima radicalidad: superyó y yo no están ya como cons­
ciente frente a inconsciente: las mismas operaciones fundamen­
tales que expresan (remoción, “observación”, resistencia) presen­
tan un fondo inconsciente: “grandes sectores del yo y del superyó
pueden permanecer inconscientes, son normalmente inconscien­
tes”.91 El desdoblamiento no concierne ya solamente al yo “puro”
respecto de fuerzas psíquicas inconscientes: esto está orgánica­
mente implícito en la estructura misma del yo. La relación
consciente-inconsciente resulta dinámica: “el descubrimiento, en
verdad incómodo, de que también sectores del yo y del superyó
son inconscientes” 82 no permite usar ya dichos términos en sen­
tido sistemático, como si se tratase de dos “provincias” de hechos
que se excluyen y no, en cambio, de cualidades dinámicas de la
psiquis. Aquí el todo-uno se realiza en y por la diferencia radi­
cal. Y esta diferencia es finalmente concebida no como extrema
“conceptualización” sino en sentido dinámico: diferencia que
adhiere orgánicamente a las transformaciones de la realidad psí­
quica. El yo puede asi representar él mundo extemo al ello, ha­
cerlo valer sobre la libido, pero precisamente para conservar de
la destrucción la libido misma, el ello, el principio del placer. El
yo sigue siendo por eso una parte del ello, la más “exterior”, la
que está colocada frente a la realidad. El yo atrae sobre sí las “car­
gas” del ello, de modo que éstas no naufragan “sobre los escollos
de lo real”, para permitir que el ello sobreviva. El yo está lleno de
ello, debe seguir sus intenciones, debe impedir que nazcan “en­
fermedades mortales” derivadas de conflictos insuperables. Su
papel es dinámico-funcional: media entre el ello y la realidad
—disfraza las imposiciones inconscientes del ello—, oculta los
conflictos del ello con la realidad y el superyó. Freud llama “in­
ha revelado como voluntad de silencio. [ . . . ] Silencio que concernía preci­
samente a aquello que buscábamos. Silencio sobre la identidad de aquel
sujeto que se nos escapaba. Que en efecto se nos escapaba desde el comien­
zo. [ . . . ] De nobis tpsis silemus” (E. Trías, “Nietzsche e le prime parole
della ‘Critica della ragion pura” ’, en II Verri, núm. 39-40, 1972).
91 S. Freud, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, en Obras
completas. Buenos Aires, Amonortu, 1979, vol. 22, p. 65. Se trata de la con­
ferencia 3 P , “La descomposición de la personalidad psíquica” ..
92 Ibid., p. 67.
ZUYDERSEE 201

sinceridad diplomática” 93a esta actitud del yo. P ero el superyó


mismo, en cuanto heredero del complejo edípico, es interior a
esta dialéctica, está lleno del ello.
N o existe una Lengua “otra” que ilumine una “verdad” sepa­
rada de si, que reduzca a una sustancia. La critica del concepto
de sustancia-objeto es todo-uno con el fin de toda posible defini­
ción logocéntrica de la estructura lingüística. E l trabajo de inter­
pretación no desemboca en ninguna “verdad” que sea “separable
de la distorsión a la que es sometida ”.94M ejor aún: existen sola­
m ente estos complejos dinámicos de distorsión-transformación: es
real solamente la transformación, para ella sólo existen “nom ­
bres”. El sistema complejo de alienación-transformación que re ­
gula las relaciones mencionadas entre ello, yo y superyó, signa
la crisis definitiva de todo mecanicismo com portamentístíco de
procedencia machiana: lo que resulta precisamente inaplicable a
este complejo funcional es el propio esquema lógico-reductivo
que está en la base del razonamiento mecanicista: la reducción
del sistema a combinación de algunas variables esenciales, a u n
Lenguaje suyo definido sub specie cetemitatis. M ediante este aná­
lisis del inconsciente no es posible liberar ninguna voz “festiva
de la subjetividad incondicionaria”, como ocune en Deleuze, y
tampoco es posible determinar el inconsciente (si es q n e éste es
verdaderamente comprensible sólo en el complejo d e sus trans­
formaciones) como Lenguaje en general, como ocurre en L acan ."
Tampoco es posible simplemente desplazar el objeto del análisis
freudiano, planteando otras preguntas, sin superar los escollos rea­
les que aquél hace visibles, como ocurre en G oldm ann y en las
críticas “dialécticas” en general.96 Lo “real” freudiano consiste
en la complejidad contradictoria de las transformaciones mencio­
nadas, no teleológicamente dispuestas. Su dimensión exacta es,
como al menos en parte lo ha entendido Derrida, la d e la escritu­
ra, que hemos visto obrar profundamente ya en Nietzsche.
“Si reparamos en que los medios figurativos del sueño son
principalmente imágenes visuales, y no palabras, nos parecerá m u­
cho más adecuado comparar el sueño con un sistema d e escritura

99 ÍWd, p. 72.
98 F. Relia, Introducción, cit., p. 11.
95 Nos parecen definitivas las criticas de F. Relia, tanto a la interpreta­
ción lacaniana como a la de Deleuze-Guattari, contenida sobre todo, en
“Una tomba per Edipo?”, c it
98 Cf. L. Goldmann, “II soggetto della creazione cultúrale”, en Varios
autores, La critica tra Marx e Freud, Milán, 1973.
202 A SPECTO DEL “ L E N G U A JE VIENES”

que con una lengua” f 7 £1 inconsciente, dice Freud, habla más


de un dialecto. A partir de la multiplicidad de los lenguajes, d
nuevo espacio de la escritura define y realiza d negatives Denken
cuyas diferencias había analizado y teorizado. A quí él pensamien­
to negativo se realiza y revierte. Éste es el espacio donde, pred-

S. Freud, E l in te ré s p o r e l p sic o a n á lis is (1913), en O b r a s c o m p le ta s,


cit., vol. 13, p 180. Para este aspecto también es decisiva la relación ccrn
Nietzsche (cf. J.-M. Rey, "II nome della scrittura", en H V em , núm, 3940,
1972). Pero aun más decisivo es al respecto el paralelo con W ittgenstein. Éste
no se demuestra tanto, en mi opinión, a través del análisis de las lecciones
sobre ética, estética, psicoanálisis y religión [en español, E s té tic a , p sic o a n á li­
s is y re lig ió n , Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1976] como generalizan­
do las conclusiones a las que llega W ittgenstein en su separación d e fin iti­
v a de L a ra m a d o ra d a de Frazer (L. W ittgenstein, N ote sul 'R a m o <fOr d d i
F ra g o r, comp. por R. Rhees, Milán, 1975). “Aquí se puede solamente des­
cribir y decir: así es la vida humana”; la pretensión de Frazer de “explicar”
y la pretensión logocéntrica europea de subsumir los múltiples materiales
lingüísticos en la Lengua, la pretensión de poseer la verdad, de ser sujeto-
sustancia. Desde un punto de vista simple, también los “dialectos” de la
psiquis devendrían errores o falsificaciones que deben curarse a la luz del
Logos. Si W ittgenstein critica a Freud es porque, a sus ojos, también Freud
sigue siendo víctima, en definitiva, de una concepción “progresista” análoga,
intelectualmente decimonónica (cf. E s té tic a , p s ic o a n á lis is y r e lig ió n , c it, p.
121): “Freud [ . . . ] quería encontrar una única explicación que mostrara
qué es el soñar. Quería encontrar la e se n c ia del soñar.” Creo que las pági­
nas anteriores han demostrado que es inconecta esta “reducción” de la pro­
blemática freudiana, aun cuando, precisamente en T ó te m y ta b ú , es evidente
con cuánta mayor “ingenuidad” que W ittgenstein usó Freud los materiales
etnológicos de Frazer. En mi opinión, la dirección efectiva de la problemá­
tica freudiana se encuentra verdaderamente con los temas sustanciales de la
wittgensteiniana en el nítido rechazo a fabricar Weltanschauungen, que de­
riva de la conciencia de la multiplicidad y contradictoriedad de los dialectos,
que ninguna “bonificación” podrá reducir a un esperanto único. ¿Es el yo
débil frente al ello, b racional frente a b demoniaco? ¿O puede el yo repri­
mir absolutamente el impulso instintivo? ¿Puede la psiquis ser reducida a su
elemento consciente? “Yo no soy en modo alguno partidario de fabricar cos-
movisiones. Dejémoslas pata los filósofos, quienes, según propia confesión,
hallan irrealizable el viaje de la vida sin un Baedeker así que dé razón de
todo [ . . .1 son intentos de sustituir el viejo catecismo, tan cómodo y tan
perfecto. Bien sabemos cuán poca luz ha podido arrojar hasta ahora la cien­
cia sobre los enigmas de este mundo; pero todo el barullo de los filósofos no
modificará un ápice ese estado de cosas. [ — ] Cuando el caminante canta
en la oscuridad, desmiente su estado de angustia, más no por ello ve más
claro” (S . Freud, In h ib ic ió n , s ín to m a y a n g u stia , en O b r a s c o m p le ta s , cit. vol.
20, pp. 91-92). Es él lenguaje de W ittgenstein.. . jy de Weberl Para una
lectura estimulante, según una óptica distinta, de la relación Freud-Wit-
tgenstein, véase también A. Lorenzer, “W ittgenstein Sprachspiel Konzept in
der ftychoanalyse”, en P sy c h e , xxvm, 1974.
ZUYDERSEE 203
sámente porque nunca podrá acontecer todavía el sujeto, acon­
tece continuamente aquel proceso de formulación-transforma­
ción que Nietzsche había por primera vez intuido com o todo
uno con el proceso de logicización del mundo. Real es la logi-
cización, la Rationalisierung, que rechaza toda metafísica del len­
guaje, la lógica de la reductio ad unum , la idea del sujeto-sustan­
cia —y asume por entero la carga de la contiadictoriedad de los
procesos, de la multiplicidad de los lenguajes, para formar su es­
pado, para hacer emerger su forma. Precisamente la interpreta­
ción más desencantada del lenguaje del inconsciente, la que atra­
viesa por entero la dimensión de las disociadones que componen
la estructura de la psiquis, es decir, la interpretación d e la escri­
tura del inconsciente, es aquella que con mayor fuerza reafirma
posibilidades y límites —las posibilidades reales— de aquel pro­
ceso de radonalizadón intrínseco, ya para Nietzsche, a la “lógi­
ca” del negatives Denlcen. En esta perspectiva es concebido el
proyecto freudiano de Zivilisation —el apropiarse por p arte del yo
de las “regiones” del ello —con que concluye el ensayo que pri­
mero hemos citado .98 *9
“W o Es war, sol Ich werden.” Nietzsche había dicho: “Alies
‘Es w ar' ist ein Bruchstüclc, d n Ráthsel, ein grauser Zufall —bis
der schaffende W ille dazu sagt: ‘Aber so wollte Ic h es.’ ” ” Así
como el Wille zur M acht que aquí se anuncia n o significa nin­
guna sublimación logocéntrica, sino dominio sobre la materia
implícita a los dos términos que lo componen (W ille y M ach t),
así también la Zivilisation freudiana, la “bonificación” del Zuy-
dersee, no niega sino que comprende en sí la m ateria insupera­
ble im plídta en el sujeto. E l sujeto, el Ego, no aparece en el
lugar del See, sino que deviene. Y lo mismo que el W ille nietz-
scheano, así también el sujeto se dirige aquí continuam ente al
Es war. En este nudo consiste la importancia del ensayo de
Freud sobre La negación:l0° así como “el juicio d e negación no
suprime la remoción y todas sus consecuencias”,101 así tam poco el
proceso a través del cual el Ich deviene no cancela el Es, el See,
sino que solamente lo puede trabajar.
Tampoco es suficiente detenerse en este punto. Todavía aquí

98 S. Freud, N u e v a s c o n fe re n c ia s, d t., p. 74.


99 F. Nietzsche, Así h a b ló Z a ra tu str a . “De la redención": “todo ‘así fue*
es un fragmento, un enigma, una casualidad horrible.. . hasta que la volun­
tad que crea no diga también: ‘pero asi quise que fuera’ ” .
r°° Tr. it., en él núm. único de Nuova Corrente dedicado a Freud, ya citado.
101 F. Relia, Leggere Freud, cit.
204 ASPECTO DEL “ L E N G U A JE VIENÉS”

podrían tener lugar recuperaciones ‘'dialécticas", tardo-hegelianas.


La relación Ich-Es podría ser comprendida en el concepto de
Aufhebung o, peor aún, podría representarse una lectura de Freud
en clave teleológico-kantiana. Es necesario precisar: el no adveni­
miento d e un nuevo sistema del sujeto no significa en absoluto
un equivoco, in-finita “apertura" del discurso. El no-advenimien­
to del Sujeto implica, en cambio, precisamente la posibilidad red
de aquel proceso de transformación de la materia del Es en dia­
lectos y escrituras, que coincide, finalmente, con el proceso mis­
mo de racionalización-logicización del mundo, en cuanto diferen­
cia, en cuanto conflicto irreductible, en cuanto desarrollo: W o
Es war, solí Id i urerden.
Solamente la imagen que Freud escoge para formular su propia
idea (el Zuydersee) está aquí, si acaso, para hacer aparentemen­
te plausible el discurso adomiano sobre el “iluminismo no ilumi­
nado” de Freud.1®* En realidad, el sentido del análisis es claro:
no se trata en absoluto de abolir “por la vía legal” las diferen­
cias orgánicas de la estructura de la psiquis, y mucho menos de
reducir otra vez al logocentrismo del Ego. La relación conflic­
tiva entre yo y ello no es “quitada”, no se formula una hipótesis
para resolverla con felicidad. Es dentro de este conflicto donde
procede la Zivilisation. Antes bien, es a través de él que el in­
consciente “se transforma” en lenguaje, que las relaciones diná­
micas de la psiquis son nombradas y que su estructura es reco­
nocida, y reconocida precisamente porque se advierte en ella la
imposibilidad de reducirla en términos sistemáticos. E l mismo
proceso "terapéutico” no es más que este reconocimiento, esta
transformación. En éste, si acaso, deben ser reforzados los ele­
mentos que permiten su máxima dinamicidad y funcionalidad,
donde había simplemente ello, o bien conflicto inm ediato, debe
ahora haber este proceso de transformación-reconocimiento: este
lenguaje, esta escritura. Zivilisation no indica una perspectiva
apriorísticamente fijada por la Ratio, el flatus vocis de un juicio
teleológico-formal. Zivilisation es la dinámica y el conflicto en­
tre las cualidades psíquicas, conflicto finalmente interpretado por
el nüchtemes Denken en sus términos auténticamente inmanen­
tes. Zivilisation no es negar esos conflictos, liquidarlos en la
idea, sino hacerlos formidables. Porque solamente haciéndolos
ice x , W . Adomo, Mínima mordía, Caracas, Monte Ávila, 1975, p. 66.
Pero Horkheimer, en un volumen de 1934 que en muchos aspectos es el
modelo de Mínima mordía, había ya desarrollado este tipo de critica, Dam-
merung. Notizen in Deutsckland, Zúrich, 1934, p. 256.
ZU Y D ER SEE 205
íormulables ellos pueden también ser usados. Sichtbar machen.
Dienstbar machen. [“Hacer visible. Hacer servicial”.]
El proceso de Entsagung mismo se reconoce en este resultado.
La ascesis schopenhaueriana revela aquí hasta el fondo la propia
“economicidad” : “bajo el influjo de las pulsiones de autoconser-
vación del yo [el principio del placer] es reservado por el princi­
pio de realidad, que, sin resignar el propósito de una ganancia
final de placer, exige y consigue posponer la satisfacción [ . . . ]
y tolerar provisionalmente el displacer”.103 La ascesis no es ne-
ación del placer, sino medio para alcanzar la máxima satisfacción,
f a Entsagung, por consiguiente, no “cura” los desgarramientos
propios de la estructura conflictiva de la psiquis, sino que los usa,
precisamente, para el Nirvana de la máxima satisfacción.
De la misma manera, el Nervenkunst no “cura” mediante una
restauración del ordo tonal clásico, cuya medida sea todavía ex­
presión de formas apriori, o, nuevamente, una mera tensión nos­
tálgica hacia la invención de nuevos sistemas. El camino está
marcado: va del sistema a Parerga y Pajalipomena y no a la in­
versa. Pero precisamente el hecho de que aquél no “cure” hace
que sus contradicciones y desgarramientos se m uestren transform a­
dos: existen, pero solamente en cuanto transformados: lenguaje,
signos de la memoria en Altenberg y Klimt; diferencias, suspensio­
nes, vacíos en Trald ;104el reconocido, perfecto orden lingüístico
que coincide con la demostración del propio límite^ es por lo tan ­
to del propio silencio. En el Zuydersee “bonificado”, él “juego”
entre realidad, ello, yo y superyó habla. Pero él poder-hablar
reafirma su efectuéidad. La palabra es palabra de aquel juego,
no del Logos que lo “supera”. De esta manera, el ordo del Kam-
tnerbar refleja las tonalidades suspendidas de Altenberg y K üm t,
la increíble riqueza y complejidad de la “memoria” lingüística
hofmannsthaliana, en él momento mismo en que teoriza los pro-
>ios límites y se niega, wittgensteinianamente, a lo indecible y a
f o “expresivo”.

108 S. Freud, Más allá del pñnápio de placer, en Obras completas, cit.,
vol. xvin, p. 10.
104 Cf. la estupenda página de RiDce sobre Trafcl en el volumen colectivo
Erinnenmg an George TrákL, Innsbiuck, 1926: "esta poesía está siempre
construida sobre sus pausas. Un par de líneas marcan el lím ite de lo infinito
indecible: así están hechos estos versos. Son setos vivos en una tierra en la
cual la parte delimitada se une continuamente a una llanura tan grande que
no se pueden imaginar sus confines”. Aquel infinito indecible tampoco toma
nunca la palabra, ni este seto vivo podrá jamás describirse.
ÍN D IC E D E N O M B R E S

Abraham, G., 124 n, 137 n Bohr, Niels, 42 n, 44 n, 45, 46 n


Adler, Friedrich, 51 Bolzano, Ludwig, 169 n
Adler, Max, 48-51 Bonomi, Alessandro, 88n
Adorno, Theodor W ., 129-131, Boole, George, 70 n
142-145 n, 162 n, 183 n, 184, Borchadt, R., 190 n
185 n, 204 n Born, Max, 44 n, 53 n
Agazzi, Emilio, 50 n Bornes, M., 190 n
Altenberg, Peter, 133, 190-192, Bortkiewicz, Ludwig von, 11,
194-197, 205 12, 15
Althusser, Louis, 53 n Brahms, Johannes W ., 120,121,
Amendolagine, Federico, 7, 81 124, 128, 135, 142 n, 143
n, 123 n, 193, 194 n Brentano, Franz, 169n
Avenarius, Richard, 52-54, 57, Bridgman, Paul, 44 n, 45 n,
62 141 n
Broch, Hennann, 182-n-184n
Babbage, Charles, 70 n Brouwer, 76
Bach, Johann S., 141 n Bujarin, Nikolái, 18 n
Bacon, Francis, 181 Burckhardt, Jacob, 185 n
Bagiotti, T., 18 ti Busoni, Ferruccio, 135-137 n,
Bahr, Hermann, 166, 195,198 n 139, 164n
Balzac, Honorato de, 122
Barone, Felice, 62 n Canetti, Elias, 187
Bartley, W . W., 81 n Camap, Rudolf, 34 n, 35 n, 41
Bazárov, Vladímir, 59 n, 42 n, 76, 96, 97
Bebel, August, 50 Caracciolo, Alberto, 108 n
Beethoven, Ludwig van, 119, Casari, E., 79 n, 81 n
142 n, 146 Cassino, 105 n
Behrens, 164 Cassirer, Emst, 33 n, 35 n, 41 n,
Bellone, E., 45 n 44 n, 46 n, 77 n
Bemporad, G., 180 n Clavelin, M., 98 n
Benjamín, Walter, 184-187, 188 Colé, George D. H„ 50 n
n, 189 Colletti, Lucio, 22 n, 25 n
Berkeley, George, 31-33, 40, 41 Cooper, M., 124 n, 137 n
Berg, Alban, 152, 192 n Comer, M., 137n, 138 n
Bemstein, Eduard, 25 n Couturat, 41 n
Bizet, Georges, 112, 114 n, 118
Blei, Franz, 54 Dalla Chiara Scabia, M., 80 n,
Bogdanov, Alexandr, 54, 56, 57 87 n
Bohm-Bawerk, Eugen, 11-25, Dehmel, 125
27, 28 n, 30, 31, 36, 38-40, Deleuze, Gilíes, 201 n
48, 54, 57 Denza, Luigi, 130
[2 0 7 ]
208 ÍNDICE D E NOMBRES

Derrida, Jacques, 112n Heisenberg, Werner, 39 n, 43 n,


Dilthey, Wilhelm, 184 45
Duhem, Pierre, 42 Heller, Erich, 178 n
Duse, Ugo, 108 n, 121 n, 123 n, Herbrand, J., 78 n
124 n, 126 n, 130 n Hertz, Heinrich, 34
Hevesi, L., 198 n
Ehrenfels, 169 n Hilbert, David, 79, 80
Ehrenstein, 115 Hilferding, Rudolf, 12-25, 27,
Einstein, Albert, 33 n, 40-42, 28, 48
95 Hintikka, J., 102 n
Engel, Morris S., 74 n Hoffmann, Josef, 196
Engelmann, Paul, 101 n, 115, Hofmannsthal, Hugo von, 140,
117 n, 122, 123 180-187, 190, 194, 199
Ernst, Paul, 160 n Holderlin, Friedrich, 115, 146,
176 n
Fano, G., 107 n Horkheimer, Max, 204 n
Favrholdt, D., 102 n Hume, David, 31, 41
Ficker, Ludwig von, 101, 174 n Husserl, Edmund, 105 n, 170 n
Fink, Eugen, 27 n, 31 n, 61 n
Frazer, James G., 202 n Tanik, Alian, 74 n, 80 n, 119 n
Frege, Gottlob, 70 n, 75, 76, Jensen, Otto, 198
80 n, 87, 91 Johnston, W ., 18 n, 81 n, 169 n
Freud, Sigmund, 126n, 140, Jorgensen, J , 96 n
187, 198-200, 202-205 n
Fuchs, Cari, 109 Kafka, Franz, 84, 155 n
Kandinsky, Warili, 116, 164,
Gast, P., 109 167-173
George, Stefan, 125, 131 n, 138, Kant, Innnanuel, 31-35, 48, 50,
156, 157, 159-166 n, 177, 62, 73 n, 199 n
180, 181, 183 n, 186, 187, Kautsky, Karl, 50
190, 194, 197 Keller, Hans, 117, 118
Geymonat, Ludovico, 75 n Keynes, John M., 29, 95n,
Giacomi i, 75 n
Gianquinto, Alberto, 34 n, 62 n 175 n
Godel, Kurt, 79-81, 88 Kierfcegaard, Soren, 105 n, 118,
Goethe, Johann W., 115, 116, 119n
118, 131 n, 140, 157 n Kimstler, G., 194 n
Goldmann, Luden, 201 Kirchhoff, Gustav, 34
Gropius, Walter, 173 n Klein, Félix, 77
Guattari, Félix, 201 n Klimt, Gustav, 140, 186, 194-
197, 205
Hannak, J., 51 n Kohler, W ., 169 n
Hegel, Georg Wilhelm, 33, Kokoschka, Oskar, 194 n, 195 n
108, 110, 113 Kneale, M., 76 n
Heidegger, Martin, 105n, 132, Kraus, Karl, 133, 134, 140, 166,
145, 176 n, 178 n 186-194
Heine, Heinrich, 189, 190 Kuhn, 'lTiomas, 39 n, 94 n
ÍNDICE DE NO M BRES 209

Küinberger, 112 n Moore, Geoige E., 90 n, 91 n,


95 n
Lacan, Jacques, 198, 201 Morike, 116 n, 117, 123
Ladriére, J., 81 n Moser, 196
Lasker-Schüler, Else, 174 Mozart, Wolfgang A., 135
Latour, M., 195 n Münz, Ludwig, 194 n
Leibniz, Gottfried W ., 41 Musil, Robert, 147-155, 185 n
Lenin, Vladímir I., 46, 51-56,
58 Nagd, Emst, 79 n, 80 n
Lichtenberg, Georg, 118 Napoleoni, Claudio, 22 n
Loos, Adolf, 123, 152, 173 n, Nestroy, Johann N., 112 n, 188
174, 182 n, 183, 189 n, 193, Nemath, Otto, 97, 98
194, 197, 198 Newman, J., 79 n , 80 n
Lorenzer, A., 202 n Newton, Isaac, 32, 34, 39, 41,
Loris, 182 42
Losano, M., 70 n Nietzsche, Friedrich, 8, 60-68,
Lukács, Gyorgy, 27 n, 105 n, 70 n, 72 n, 73, 74, 77, 78,83,
160 n, 161 n 85, 88, 103, 108-116, 118,
119,123 n, 132-134,138,143,
Mallarmé, Stephane, 161 n 144, 154, 178 n, 187, 190 n ,
Mach, Erast, 31-33, 35-42, 47, 193 n, 197, 201, 202 n , 203
51-54, 56, 57, 62, 65, 66, 71, Nono, Luigi, 165 n
74, 95, 148, 152-154, 169n Novotny, F., 194 n
Mahler, Alma, 124 n, 131 n,
197 Obermaier, W ., 188 n
Mahler, Gustav, 114, 123-126 n, Occam, 144
128, 130, 132-134, 139, 140, Odgen, 95 n
142 n, 143, 146, 152, 179, Olbrich, Joseph-Maria, 183, 197
180, 184 n, 186, 187, 192 n,
197 Pauli, W ., 42n-44n, 45
Malcolm, Norman, 117, 118 n, Paggi, Leonardo, 50 n
Pannekoek, Antón, 51, 58 n
123 n Pascal, Blaise, 118
Mandalari, M., 115 n Patzig, G., 88n
Mannoni, O,, 198 n, 199 n Peacock, 70 n
Marcuzzo, M. C., 14 n P etillon, Pierre-Yves, 180 n,
Marx, Karl, 11-13, 15-22, 24, 181 n
25 n, 26, 28 n, 29, 30, 47, Petzoldt, Josef, 56
48, 55, 100 Piaña, Giovanni, 80 n , 83 n
Mattick, Paul A., 15 n Pietranera, Giuliano, 25 n
Me Guiness, B. F., 101 n Pitcher, G., 102 n
Mitchell, Donald, 126 n, 139 n Platen, 121
Mitsch, E., 195 n Poincaré, Henri, 35, 42, 78
Mittner, Ladislao, 185 n, 188n, Popper, Karl, 32 n, 39 n, 97
193 n Preussner, 165 n
Montinari, Marcello, 153n Proust, Marcel, 132
210 ÍND ICE DE NOM BRES

Ravel, Maurice, 119 n Sinunel, Georg, 136, 157 n, 159-


Reich, Wilhehn, 146 163
Reichenbach, Hans, 40 n, 41 n, Somenzi, V., 44 n
43 n Staudinger, F., 51
Relia, Franco, 199 n, 201 n, Stein, E., 142 n
203 n Stenius, Erik, 102 n
Rey, 202 n Strauss, Richard, 123 n-125, 156,
Rhees, R., 202 n 157
Riegl, Alois, 158, 161 n Strawson, P., 88n
Rílke, Rainer M., 89 n, 131, Strobel, 165 n
135 n, 138, 154, 155, 162, Stuckenschmidt, H. H., 120 n,
163, 174, 175 n, 177, 179, 122 n, 124 n, 125 n, 142 n,
180, 183, 192, 194, 205 n 156, 157,
Rimbaud, Arthur, 191 Suvórov, S- A., 54, 57 n
Rivetti Barbo, F., 81 n
Robinson, Joan, 25 n, 29 n Tafuri, M., 123 n
Rodbertus, Johann K., 15, 25 Taiski, A., 81 n, 88
Rodin, Auguste, 162, 163, 180 Toulmin, Stephen, 80 n, 119n
Rognoni, Luigi, 165 n, 173 n Trald, Geoig, 126 n, 131, 134,
Rosegger, 133
173, 174, 205
Rufer, Josef, 135 n Trías, Eugenio, 200 n
Russell, Bertrand, 41 n, 80 n,
86n,95, 105 n, 116 n, 174 n, Tronti, Mario, 25 n
175n
UUand, 122, 165 n
San Agustín, 118
Sandkühler, Hans J., 50 n Veca, Salvatore, 21 n
Schiele, Egon, 195 von Neumann, J., 78 n
Schiller, F. C. S., 115 Vorlander, Karl, 49 n
Schlemmer, O., 164 n Vranicki, Prediag, 50 n
Schlick, Moiitz, 76
Scholz, 98 Wagner, Richard, 108-115, 119,
Schónberg, Amold, 114, 120, 120, 125, 134, 135, 138
122, 124, 125, 133-135, 138- Waissemberg, R., 194 n
140, 142 n-145 n, 156, 157, Waissmann, Friedrich, 77 n, 80
162, I64n, 165 n, 166-168, n, 83 n, 84 n, 95 n, 96 n,
173, 186, 198 105 n
Schopenhauer, Arthur, 8, 31-34, Weber, Max, 46-48, 110 n,
36, 37, 60, 61, 63, 74, 83, 202n
85, 110, 111, 119, 120, 133, Webem, Antón, 90, 125, 131,
134, 143, 150, 164 133, 134, 137 n, 140-142,
Schreiber, Ulrich, 143 n 144 n, 146, 149, 150, 154,
Schubert, Franz, 123, 164, 193 161, 171-174, 198
Schumpeter, Joseph, 28 n, 30, Weinberg, 98
46-48 Weininger, Otto, 119 n
Semper, I58n Wflhdm, Paul, 135
ÍND ICE DE NOMBRES 211

Wingler, H. M., 164 n 127, 145-150, 152, 173-175,


Wittgenstein, Hans, 119 n 183, 188, 189 n, 192, 202
Wittgenstein, Hermine, 119 n Wittgenstein, Maigarethe, 119 n
Wittgenstein, Kurt, 119 n Wittgenstein, Paul, 119 n
Wittgenstein, Ludwig, 8, 60, Wittgenstein, Rudi, 119 n
66 n, 72 n, 73-77, 80 n, 82- Worringer, W d h d m , 160 n
88 n, 90 n, 91-96, 98-101, Wolf, Hugo, 116 n, 125,138
103 n, 105 n, 111, 115-124, Wright, G. H . von, 118 n , 123 n
Es objetivo del libro mostrar la presencia determinante del pensamiento negativo en los
procesos de crisis y refundación, en el desarrollo general de las metodologías científicas
y de las ideologías contemporáneas. Lo que en él se afirma es la efectividad del pensamiento
negativo, cuya crisis misma se presenta como parte integrante de su “ tradición” , como
proceso de refundación históricamente determinado. Esta interpretación, naturalmente,
está en total discordancia con las criticas del pensamiento negativo como polémica regresiva
e irracionalista respecto de la problemática del desarrollo capitalista, y con las lecturas en
clave "existencial'' de sus tendencias más significativas.
Pero precisamente la efectividad del pensamiento negativo se funda sobre la plena
conciencia, fatigosamente conquistada, de la Insolubilidad dialéctica de las contradicciones
del sistema, del carácter estructural de la crisis en su Interior, de la problematicidad e
indeterminación constitutiva de las relaciones que lo forman.
Punto de observación absolutamente privilegiado para el análisis de la maduración de
una ' teoría'' similar es el desarrollo de las intuiciones lóglco-gnoseológlcas nietzscheanas
y de sus teorías estéticas en el operar critico y artístico de la Viena del Tractatus, y de las
problemáticas que. en torno a ella, se afirman entre el fin de siglo y finís Austriae, de
George a Rilke y a Trakl. SI volver a visitar la Viena de Mahler y Schónberg, de Wittgensteln
y Webern, de Hofmannsthal y Freud tiene un sentido, éste consiste en el redescubrlmiento
de la problemática nietzscheana en el momento de su máxima generalización, y también
de su crisis, de su máxima expansión y maduración, y también de su máxima tensión hacia
los "nuevos órdenes", que desde su mismo interior se estaban desarrollando.

Massimo Cacciar!. nacido en 1944, ha sido director de Angelus Novus y de Contropiano.


Colabora en varias revistas, entre las cuales se cuentan aut aut, Classe, Nuova Corrente.
Ha tenido a su cargo la edición italiana de obras de Hartmann. Simmel. Lukács. Fink.
Es coautor, Junto con Paolo Perulli. de Piano económico e composizione di classe(Feltrinelli.
1975).

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editores
MÉXICO
ESPAÑA
APGENDNA
C O IO M M A

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