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Un paralitico corriendo por el pueblo.

Y ahí estaba yo, paralizado. No solo de mis brazos y piernas, también de mis sueños y mi vida. No encontraba
sentido a mis días…

Pero llegó ese momento, ese bendito momento…

Mis amigos y yo escuchamos acerca de un hombre que estaba en el pueblo haciendo grandes milagros y sanaba
enfermos. Ellos me dijeron que fuéramos hasta dónde estaba él. Yo les dije que no pensaba moverme para ningún
lado, si, lo sé, era absurdo porque tampoco podía moverme así quisiera. Ellos mirándose entre sí, extrañados por mi
frase, sin importarles mi comentario me sacaron de la casa.

De camino al lugar donde se encontraba aquel hombre, pensaba en lo que estaba pasando, mientras todo el pueblo
nos miraba, finalmente llevaba mucho tiempo sin salir de casa, y ahora estaba dirigiéndome a toda velocidad,
conducido por mis amigos, a buscar un “milagro” que pudiera cambiar el rumbo de mi vida.

A medida que nos acercábamos mi corazón se aceleraba, latía tan rápido y fuerte que podía sentir cómo se movía
en mi pecho y casi que podía escucharlo. Empecé a respirar más fuerte, sudaba, me sentía nervioso, estaban
pasando muchas cosas en mi vida en ese momento y mientras más me acercaba más ansioso me sentía.

Finalmente llegamos, pero… la casa estaba llena. Al parecer ya no había oportunidad de hablar con ese hombre…

De repente, mis amigos, motivados por lo que habían escuchado de él y por todo lo que ya habíamos avanzado
decidieron hacer algo arriesgado. Subir a la azotea. Yo pensaba “qué más me puede pasar, ya estoy paralizado” con
mucho esfuerzo e ingenio lograron subirme a la parte más alta de la casa. Empezaron a abrir un hueco en el techo
de la casa de aquel hombre., yo me sentía muy avergonzado, pues pensaba que si llovía ese hombre después se iba
a mojar. El hueco en su techo era tan grande que un hombre en una camilla podía entrar perfectamente, bueno ese
hombre era yo, así me encontraba hace muchos años, postrado en una camilla.

Recuerdo que ese día experimenté tantas sensaciones que volví a sentirme vivo después de mucho tiempo. Ahora
que reflexiono, ese hombre tiene mucho poder, pues aún no me había cruzado con él y ya estaba experimentando
una sensación de vida en mi cuerpo, en mis emociones, en mi alma, en mi espíritu. Tan solo con acercarme a
metros de su presencia.

Continuando con la historia, mis amigos iniciaron la labor, la difícil labor de bajarme hasta el primer piso, justo
frente al lugar donde aquel hombre estaba enseñando a los demás, todos los que estaban en el interior de la casa e
incluso él se quedaron en silencio, pues lo que estaba sucediendo no era para menos, un paralítico estaba bajando
en una camilla a una sala en medio de una reunión; mientras el interior de la casa quedó en silencio yo iba bajando
en mi camilla, sentía que el tiempo se hacía lento, quería que terminará ya; en medio del penetrante silencio, llegué
al suelo, a “salvo” en mi camilla.

En ese momento vi cara a cara a quien llaman Jesús, debo confesar que nunca había sentido que alguien me mirara
con tanto amor, como si me hubiese amado toda la vida, como si me estuviese esperando de siempre; el
sentimiento de vida que había sentido previamente por toda la travesía que había realizado no se podía comprar con
las sensaciones que recorrían por todo mi cuerpo al verlo frente a mí, sentí que una corriente de pies a cabeza corría
por mi cuerpo, sentía una mirada calidad. Él, sorprendido turnaba su mirada entre mi persona y mis amigos, que
aún seguían arriba, lo hizo unas 2 veces, luego se acercó a mí y dijo, levanta tu camilla y anda. Eres sano.

Ese día volví a caminar, me fui corriendo a mi casa, no por miedo o afán, me fui corriendo porque quería usar mi
máximo potencial para vivir mi nueva vida. Para usar mis piernas y mis manos en lo que siempre había imaginado.
Él me dio la capacidad de perseguir mis sueños, y si, también de alcanzarlos.
Y aquí me tienen ahora, parado frente a todos ustedes, contando mi historia. Él cambió mi vida por completo, no
solo me devolvió la capacidad de mover mis extremidades, con ello también me devolvió las ganas de vivir, las
ganas de soñar. Pues cuando te acercas a Él recibes vida, vida abundante.

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