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DE HUGO CORREA
ISSN: 2014-1130
Recibido: 31/08/2020
vol. 22 | diciembre 2020 | 141-159
Aprobado: 06/10/2020
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.716
Pedro Pablo Salas Camus
1 La primera edición data de 1951; no obstante, fue corregida y ampliada para su segunda edición
en 1959.
2
Si bien, cabe destacar, no es el primero en escribir ciencia-ficción en nuestro país. De acuerdo a
Macarena Areco, este sería Benjamin Tallman con su obra ¡Una visión del porvenir! O el espejo del
mundo en el año 1975 (1875) (Areco, 2009: 38).
Un hogar católico
La sociedad cronniana
Los Altísimos pasa por tres fases de distinta duración. La primera es el despertar
del protagonista, quien se ve envuelto brevemente en una atmósfera kafkiana en
donde nada tiene sentido, o bien todo lo tiene para el resto. Hernán Videla, o
“X.”, como se le empezará a llamar desde temprano, despierta en un hospital en
Polonia sin memoria alguna de por qué se encuentra ahí. Tendrá breves
conversaciones con “L.” y “D.”, hombres fríos y mecánicos que le explicarán —
a pesar de posteriores revelaciones que contradecirán sus aseveraciones
originales— el porqué de su estadía en el hospital: Hernán Videla ha sido
reemplazado en Chile forzosamente por “X.” (el verdadero) quien se acercó al
protagonista por su extraordinario parecido físico con él. Debido a esto —y por
motivos nunca lo suficientemente claros sino hasta el final de la novela—,
Hernán Videla debe asumir, a su vez, la identidad de X. en la sociedad polaca sin
que nadie se entere del cambio.3 Por supuesto, nada es tan sencillo como parece:
lo que a primera vista se describe como Polonia termina siendo una sociedad
futurista situada en la superficie interna del planeta llamado Cronn. La segunda
fase de la novela —la de mayor longitud— consiste en la detallada exposición de
sus habitantes, sus ciudades, su tecnología y su cultura. La tercera fase, de más
breve extensión pero de un simbolismo más cargado, es aquella en la cual se
devela la existencia de Los Altísimos, una raza —literalmente— gigante que
ejerce un dominio directo sobre los habitantes de Cronn. El raciocinio de los
primeros, así como su estructura social o campo cultural, se nos presenta como
completamente ininteligible: su diferencia ante los parámetros del pensamiento
humano (o cronniano) es tan radical que su mera concepción desafía toda lógica.
Lo que tenemos aquí es la presencia del Otro en su expresión más drástica: todo
intento de comunicación es imposible, y solo podemos intuir la existencia de Los
Altísimos por medio de intermediarios, ruinas y cadáveres. Volveré a este punto
posteriormente.
La distopía comunista
3
Para simplificar mi análisis, llamaré al protagonista (Hernán Videla) como “X.” de manera
exclusiva de aquí en adelante.
4
Escepticismo, dicho sea de paso, compartido de forma manifiesta por Hugo Correa. El escritor,
al momento de publicación de Los Altísimos, declaró tener explícitas reservas con respecto al
proyecto socialista. En sus propias palabras: “Todo escritor de ciencia-ficción tiene un conflicto
grave dentro de sí … creemos que el futuro pertenece al socialismo y, sin embargo, nos caben
serias dudas de que ello sea lo mejor para la felicidad del hombre” (1973: 39).
5
José Promis, a lo largo de su análisis presente en La novela chilena del último siglo (1993), comete
un error al confundir “X.”, el protagonista, con “L.”, personaje secundario. Este error superficial,
no obstante, no afecta su examen analítico.
6
En un diálogo con A., fémina cronnia con la cual X establece una fugaz relación, la primera
explica el “raro atractivo” que el protagonista ejerce en las mujeres, y no obstante la imposibilidad
de amarlo debido al miedo al Colectivo: “Las imposiciones de la Colectividad son más fuertes
que el deseo de amar. Han llegado a integrar nuestro subconsciente colectivo. Como el miedo al
Diablo entre ustedes” (1959: 172).
La mujer cronniana
Según Gabriel Salazar y Julio Pinto, el discurso eclesiástico chileno, por lo menos
en lo respecta el comienzo del siglo XX y hasta mediados del mismo, promovió
una imagen de la mujer ligada a su rol de esposa, madre y ama de casa, por tanto,
se delegaban las labores productivas a su contraparte masculina. Lo último, en
parte, se reforzó ante la arremetida de la perspectiva de una mujer “camarada”,
igualmente responsable en labores productivas, que emergía de los movimientos
populares —muchos de ellos asociados al socialismo— de la época (Salazar y
Pinto, 2002: 59-79). Si a esto le sumamos la progresiva profesionalización de la
mujer, y cómo esta, en los años cincuenta, había institucionalizado su inserción
en el campo profesional y laboral, la concepción de la fémina en la sociedad
chilena tuvo que, en palabras de Salazar, “ajustar sus roles tradicionales de madre
y esposa en un sentido opuesto al que, por siglos, habían exigido la Iglesia
Católica y los sectores conservadores de la oligarquía” (2002: 191; cursivas en el
original). Es en este contexto sociohistórico en el cual Correa escribe Los
Altísimos: uno en donde los roles tradicionales de género se empiezan a
resquebrajar, la liberación sexual de la mujer progresivamente gana terreno y la
concepción patriarcal del discurso eclesiástico pierde fuerza. Como espero
demostrar, es en las relaciones del protagonista con las cronnianas donde esta
crisis del discurso católico se expresa en Los Altísimos: el primero, como ya
adelantaba, al ser un defensor de los roles genéricos tradicionales, y advertir al
lector sobre las consecuencias de una posible emancipación total de la mujer en
la sociedad moderna, si es que esta prosigue su curso actual. No obstante, la
defensa del patriarcado no está exenta de tensiones internas, por ende, muchas veces
subvierte, por medio de su misma defensa, sus motivos supuestamente altruistas.
En la novela, X. entabla relaciones principalmente con dos féminas: A.,
con quien inmediatamente se establece un interés romántico; e I., mujer con la
cual la posibilidad de una relación sexual se abre, pero no se concreta. Con
respecto a la primera, esta le servirá de guía a X por medio de múltiples
explicaciones y variados tours por las ciudades cronnianas. Será también ella, en
consecuencia, quien le devele al protagonista el funcionamiento social y
económico de Cronn, a la vez que sus penurias.
Antes que nada, lo primero que debe decirse sobre la sociedad cronniana
es que en ella las relaciones amorosas monogámicas están prohibidas. Siguiendo
una línea muy similar a Un Mundo Feliz de Aldous Huxley, establecer una
—Tú no te das.
—Las cronnias nunca se dan.
—¿Y tu amigo?
[…]
—Dale con lo mismo. No tengo amigos.
—¿Y por qué te fuiste con él entonces? —A duras penas contengo mi furia.
(1959: 145-146)
Ninguno es llevado en brazos por una madre. No se oyen sus risas. Ni sus
llantos. Ni de sus juegos. Y comprendo que la ciudad necesita de ellos.
(1959: 96)7
7
Si bien he elegido en mi criterio la queja más explícita al respecto, el reclamo por la ausencia de
niños es una constante en gran parte de la novela. A modo de ejemplo, véanse páginas 128, 141,
148 y 149.
protagonista. En otras palabras: no es sino solo después que X. tenga sus primeras
experiencias románticas y/o sexuales con las féminas de Cronn que el desajuste
social tiene lugar. El narrador vive la frustración de no poder poseer
exclusivamente a su par femenino, y contempla con escándalo —no carente de
cierto deseo— la promiscuidad de los cronnianos. De aquella frustración,
consecuentemente, surgen las ansias de la reinstauración de instituciones sociales
como el matrimonio y la familia —como herramientas, en definitiva— para
“domar” a su contraparte femenina y ser propietario exclusivo de su atractivo sexual.
Significativo en relación a esto último es que las quejas de la falta de
maternidad usualmente estén próximas a la descripción física de las mujeres
cronnianas, quienes poseen un atractivo que el narrador describe reiteradamente.
Ejemplos sobran: “Nuestras mujeres … son cada vez más hermosas y femeninas”
(1959: 74); “Mujeres ligeras de ropa” (96); “Frunce el ceño. Viste tenues ropas
ajustadas. Mueve la cabeza” (99; las cursivas son mías),8 etc. En este sentido, se
detecta cierta fascinación con respecto a la sexualidad femenina cronniana que
muchas veces supera a la repulsión característica de X. La invitación para unirse
a la libertad sexual que se vive en Cronn, a su vez, aparece de forma reiterada, y
si bien X. la rechaza de forma constante, su frustración con respecto a la represión
de sus instintos sexuales es tangible. Dos pasajes, notablemente similares, por
ejemplo, describen a X. observando a distintas cronnias tomándose una ducha,
en donde la atracción hacia las mujeres se mezcla con el temor y la vergüenza:
[1] Una mujer entra por la derecha. Me lanza una lánguida mirada, y por
un instante estoy seguro que se ha dirigido a mí. Es hermosa: alta y de pelo
rojo. Da la sensación de que de llamarla, me contestaría. Y que podría cruzar
el vano y llegar donde ella. Tan real es la escena. La mujer vuelve a mirarme
y sonríe. Luego comienza a desnudarse.
—¿Qué es esto?
—La señorita del departamento ocho, señor […]
La cronnia ha terminado de desvestirse. […]
—¡Basta! —grito— ¡Terminemos con esto…! (121; las cursivas son mías)
[2] La pared que separa el baño del dormitorio —un cristal polarizado—
se ilumina. Detrás del invisible panel la muchacha se apresta a entrar en la
ducha. Sonríe, entre ingenua y picaresca. Algo hay en aquel desenfado que
inspira temor. […]
—¿Qué le parece la rubia, señor?
—Está bien —contesto irritado. […]
I. continúa bañándose, alegre. No parece que una pared nos separase. El
agua limpia su cuerpo de espuma. (1959: 125; las cursivas son mías)
8
Este atractivo físico, dicho sea de paso, es un rasgo compartido por toda la sociedad cronniana,
si bien descrito con mucho mayor énfasis cuando del sexo femenino se trata.
quisiese, X. podría entablar una relación sexual sin consecuencias con cualquier
miembro del sexo femenino en Cronn, en tanto ya conoce la política poligámica
y sin ataduras que rige en dicha sociedad. No obstante, decide no hacerlo. Y no
es solamente por una pretendida fidelidad hacia A., fémina con la cual no ha
existido (aún) ningún acercamiento amoroso o sexual concreto; más bien, porque
su entrada al “amor libre” de Cronn connotaría, en última instancia, validar las
relaciones poligámicas cronnianas; y junto con ello, rechazar los roles genéricos
tradicionales así como los entiende el protagonista. Dicho de otro modo: el deseo
existe, pero X. solo se sentirá cómodo dando rienda suelta a su placer en un
contexto que reposicione a la mujer de manera inteligible en un sistema
patriarcal.
Esto último, coincidentemente, termina siendo la victoria simbólica más
importante de X. en su periplo por Cronn. Después de haberle servido como
guía de la sociedad cronniana, A. finalmente sucumbe ante los cortejos de X., no
sin antes oponer cierta resistencia. Vale la pena citar el pasaje en extenso:
9
Nancy C.M. Hartsock, en su libro Money, Sex and Power: Toward a Feminist Historical
Materialism (1985) sostiene que el deseo masculino, estructurado como lo está en nuestra
presente sociedad patriarcal, tiene como raíz un íntimo miedo de fusionarse con la figura
maternal —y por extensión, con el Otro femenino en general. Una de las maneras en que este
pánico a la fusión se expresaría sería a través del establecimiento de relaciones basadas en la
conquista y la sumisión. En sus propias palabras: “The opposition of men to women and perhaps
even to other men is not simply a transitory opposition of arbitrary interests, where the first
choice of each is the second last of the other, the participants in the agonal community structured
by a masculine eros have no common choices. The community emerges only through conquest,
struggle, and even the potential death of its members. These dynamics of conquest and
domination mean that the gain of one participant can come only at the expense of the other’s
submission, humiliation, or even death” (Hartsock, 1985: 177).
Los Altísimos
Los Altísimos, tal como se adelantaba al inicio de este ensayo, son una raza
alienígena avanzada (incluso para los estándares cronnianos) cuya omnipotencia
les hace ininteligibles. La diferencia en su conformación es tal que es imposible
conceptualizarlos tomando como parámetro el cuerpo y la psiquis humana (y por
extensión, la cronniana, considerando que su figura corporal y mental es idéntica
a la nuestra). En lo relativo a su relación con los cronnios, los Altísimos toman
consciencia de estos al avanzar la sociedad cronniana en su desarrollo tecnológico
y su búsqueda por el conocimiento; y después de la destrucción del planeta
original de estos últimos, le construyen a la sociedad cronniana un nuevo mundo
que les servirá a estos últimos paralelamente como hogar y gigantesca nave
espacial para la exploración galáctica. El regalo, no obstante, tiene su costo: los
cronnios quedan sujetos al dominio de Los Altísimos, los cuales, mediante
diferentes dispositivos de control (representantes en los cronnios, dispositivos
bioquímicos y tecnológicos de monitoreo y represión, y hasta la represión bélica)
subyugan al pueblo cronniano. Cabe destacar que, aparte del deseo de los
Altísimos de usar a los cronnios para la exploración galáctica, sus designios
permanecen inexpugnables: tal como especifica L., cualquier intento de
comunicación, comprensión o rebelión es fútil ante la gigantesca diferencia de
escala: “¿Qué forma tienen? Nadie lo sabe … Se supone que su magnitud es tal
que nos sería imposible percibirla con nuestros sentidos. ¡Ni siquiera los
instrumentos más perfectos estarían en condiciones de darnos una idea inteligible
de Ellos! Fueron creados para habitar el macrocosmos, para cuya sola concepción
carecemos de la inteligencia necesaria” (1959: 246). Ya hacia el final de la novela,
el dominio y arbitrario control de los Altísimos se hace patente: “reciclando”
cadáveres de anteriores rebeliones cronnianas y usándolos como proyectiles,
exterminan a gran parte de la población de Cronn en cuestión de minutos. Esta
no es la primera vez que se efectúa dicha operación de exterminio masivo, si bien
el porqué de dicha acción siempre queda en el terreno de la especulación.
Establecida la naturaleza ininteligible, arbitraria y omnipotente de los
Altísimos, queda la pregunta sobre su valor simbólico dentro del relato y su
relación con el discurso eclesiástico antes referido. La primera arista a considerar
es que su descubrimiento por parte de la sociedad cronniana está ligada al avance
científico de estos últimos. La culpa de la explotación de Cronn, en este sentido,
no recae tanto en los Altísimos per se, sino en la pretendida “arrogancia” de la
sociedad cronniana por haber querido conocer y evolucionar más allá de un
grado del que supuestamente les correspondía.
El tema sobre el conocimiento (i)limitado ya es posible de intuir desde el
epígrafe de la novela, el cual cita las siguientes palabras de Platón:
Conclusiones
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Si bien Kurlat se refiere específicamente a la producción argentina de ciencia-ficción de
mediados de siglo, creo que las mismas palabras pueden aplicarse a la (escasa) escritura del género
tanto que ver con el deseo de cambio social, sino más bien con lo contrario: se
configura como un relato que promueve la preservación del statu quo. Esto toma
particular relevancia si ponderamos el escenario histórico y social del Chile de
mediados de siglo. En relación a este último, Raquel Olea postula:
Los vaivenes políticos señalan una época; por una parte, dan cuenta de una
amenaza para la permanencia de las tradiciones y sus formas de
organización de la vida y las relaciones sociales, bajo el signo de las
jerarquías de clase y género; y por otra, enseña que estas deberían, ahora,
aprender a existir con algunas resistencias, rechazos y deseos de
modificación de ese paradigma, lo que significa una pérdida de hegemonía
de la oligarquía terrateniente. La hacienda seguía siendo la organización
organizadora del régimen de vida de los sectores agrarios y rurales, pero
ahora debe coexistir con las modificaciones que trae la modernización, lo
que significa una pérdida de hegemonía por cuanto la visión feudal y
católica del mundo que se construía desde ese reducto de poder comienza
a ser lenta, pero efectivamente intervenida, por efectos de la
industrialización del país. (Olea, 2010: 106)
en territorio chileno: “La escritura [de ciencia-ficción en los años cincuenta] se constituye como
reflexión ideológica. Sería un error hablar de una ciencia ficción que carece de ciencia, en parte
porque ésta aparece aunque más no sea en un discreto segundo o tercer plano. Más bien, lo que
aparece en el centro de la reflexión son los debates políticos locales. Ésta es una narrativa que se
sirve de la ciencia cuando lo necesita, y oficia desde sus mecanismos lógicos, pero el centro de sus
problemáticas estará siempre en el reciclaje y reorganización de los materiales ideológicos que
permiten registrar el hecho social como parte del entramado histórico” (Kurlat Ares, 2018: 247).
desarrollista —una donde, dicho sea de paso, el patriarca ha perdido todos sus
privilegios sociales, o bien la evolución tecnológica lleva a la comunidad a
cometer un “pecado de orgullo”. Y si bien puede leerse esta novela como un
relato nacido por una genuina preocupación de su autor ante una pretendida
decadencia moral de su época, no hay que olvidar que Hugo Correa, en tiempos
de dictadura, será director de la Fundación Nacional de la Cultura, una entidad,
según sus propias palabras, “privada… que dirige la Sra. Lucía Pinochet Hiriart,
y se dedica a difundir los valores nacionales” (1985: 6; las cursivas son mías). En
este sentido, el pensamiento conservador de Correa aquí analizado puede ser
interpretado como un precursor del discurso salvacionista militar: uno cuya
eventual propagación hará que los valores promovidos por Los Altísimos vuelvan
a posicionarse en el discurso nacional, aunque esta vez amparados por la
violencia. A fin de cuentas, de los deshumanizados cronnianos a los humanoides
del almirante Merino solo hay un paso.
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