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UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO | FACULTAD DE ARQUITECTURA| PROGRAMA DE ARQUITECTURA |

ELE. DE URBANISMO IV | CÓD. 17180| GRUPO 2| PROF: LUIS SÁNCHEZ BONETT| SUGEY HERNANDEZ

LA NEGACION DE LA CIUDAD

En Barranquilla se están creando poco a poco estas catedrales del consumo con bodegones
que dejan de lado la visión de cualquier enfoque artístico o estético que debe tener la
ciudad.
Edificios que ignoran cualquier espacio para la supuesta masa de peatones compradores que
deben visitar estos espacios. Se trata de almacenes que, lejos de convertirse en
rehabilitadores ecológicos de este pobre suburbio, ven reducida su estética al cromatismo
de los carteles que ofrecen mercancías y cubren sus fóbicas paredes. El objetivo de estas
zonas comerciales es sobre fijar la mercancía para que se sienta segura en un entorno falso,
mientras que esta sensación de no pertenecer a una ciudad peligrosa se sustituye por el
decorado de túnicas o cortinas que anuncian descuentos y decoran las paredes exteriores.
Hay más de 70.000 soluciones sin ninguna articulación entre ellas, sin ninguna respuesta al
uso del suelo de la ciudad o de sus municipios, sin ninguna respuesta a la superficie por
habitante para su parque, guardería o escuela primaria, centro de salud, "su viabilidad
peatonal y vehicular, e incluso sus respuestas medioambientales". En definitiva, no hay
respuesta a la pregunta de qué tipo de ciudad o municipio se necesita, o más bien qué tipo
de característica debe crear el país en un momento en que la nueva situación ha puesto en
primer plano la cuestión urbana como lugar estratégico para su desarrollo. Esta confluencia
de circunstancias fue sólo el inicio o la acción preliminar de un proceso de apropiación
mercantil del territorio de la consolidación de prácticas políticas que desconectaron de las
estructuras mentales de los ciudadanos de Barranquilla, quienes perciben el significado de
las relaciones de poder, cuyas consecuencias se dramatizarán en su dimensión real sólo 16
años después en la ciudad, atrayendo a sus estructuras espacio-ecológicas formas
depredadoras de este comportamiento.
Si esta situación se desarrolló entre los años sesenta y ochenta, a principios de los ochenta,
es decir, en un momento en que sus sectores sindicales seguían el camino del mero
pragmatismo y de los intereses concretos, siguieron viendo los siguientes puntos como los
principales problemas de la ciudad: 1. resolver el problema del puerto; 2. ampliar el
aeropuerto; 3. desarrollar un plan para los mercados de consumo regionales y sus
exportaciones; 4. aumentar la capacidad eléctrica; 5. aumentar la disponibilidad de crédito.
Demuestran lo lejos que está el interés por los temas candentes de la ciudad de la
importancia de estas 1.383 hectáreas de embalse, lo que sin duda representaban en términos
de educación, servicios sanitarios, vivienda y otros componentes urbanos para una
población que crecía debido a la migración provocada por el cambio estructural.
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En medio de estas "aguas turbulentas", el área metropolitana de Barranquilla, con una


población de más de 1.000.000 de habitantes, que incluye los municipios de Soledad,
Puerto Colombia y Malambo, se constituyó legalmente en la década de los ochenta,
exacerbando el hacinamiento de Barranquilla y su peculiar comportamiento social,
económico y espacial. Esta falta de normas en la organización espacial de la ciudad, y sobre
todo en los sectores espaciales y sociales más desfavorecidos, no es sorprendente para una
ciudad que antes del 57 estaba desprovista de normas, salvo las que beneficiaban a un
determinado propietario, y que después del 57 experimentó más de 25 años de letargo sin
normas sistemáticas, desarrollándose de acuerdo con las dinámicas que encontraba. En este
sentido, sólo son objeto de regulación aquellas franjas urbanas que generan excedentes de
ingresos por su ubicación en relación con actividades significativas, de ahí la diferencia
entre la falta de regulación en el sur de la ciudad, los corredores viales del norte y los
contextos de sus centros comerciales.
Esta polarización o desarrollo desigual del espacio no es más que una expresión de la ley de
la localización y la inversión, la ley del superbeneficio, que no es más que la base de la
apropiación privada del espacio urbano, su división en lotes, y a la inversa, la falta de
control social sobre su uso y distribución equitativa, lo que conlleva altos costes sociales,
atrasos en educación, sanidad, ocio, transporte, que, para cualquier administración,
seguramente cambiará nuestro contexto.
Así, asistimos a una ciudad cada vez más agorafóbica, aunque hemos construido gran parte
de la arquitectura del carácter urbano, la hemos devaluado al ir por el camino de la
comercialización del espacio en la lógica de la respuesta del capital, una ciudad cuya
situación actual se agrava cuando a estos centros comerciales se unen cientos de pisos en
edificios de gran altura, que no están sujetos a la organización colectiva de la ciudad, sino a
los planes de las empresas constructoras y promotoras inmobiliarias. Es evidente que este
cambio de lo público a lo privado se ha invertido. La seguridad ante el otro desconocido es
ahora rastreable en la comunicación muda con la ciudad, porque ha desaparecido la
visibilidad de sus estructuras físicas y humanas, el sentido de la tolerancia, la solidaridad y
la construcción colectiva del pensamiento.
Pero si este desconocimiento de la dinámica morfológica y tipológica de la calle, de lo que
en ella se juega, más allá de su coherencia, de sus significados y del sentido del tejido
social, lo que se refiere a los centros comerciales, sus significados con el espacio abierto y
cerrado que es la calle en esta ciudad, ahondan en el sentido agorafóbico de la ciudad,
porque ya no es sólo vivienda, como veremos más adelante, o calle, sino que ahora es un
centro de consumo. Los nuevos centros comerciales no sólo destruyen el espacio público
desde el punto de vista físico, sino que actúan en sentido contrario a la construcción de la
intersubjetividad, contrarrestando la creación del individuo con un comportamiento
diferente al del consumo.
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