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UNIVERSIDAD DEL ATLANTICO

Facultad de Arquitectura
Material de lectura

EL ROSTRO DEL DESORDEN URBANO.


Cuando nos acercamos a un plano de la ciudad con las cifras anotadas arriba y
los intereses políticos ya conocidos, encontramos que ellas como imaginación,
no danzan en el mundo de lo virtual, todo lo contrario, ellas se expresan con
todo su realismo mágico o no, en el trazado de sus calles, de sus barrios, de sus
cárceles, de sus manicomios, de sus gentes, de sus comportamientos, de su
seguridad.
La ciudad actúa como una canasta familiar a la cual se accede a través de un
salario y cuando éste no existe, la ciudad no le retribuye sino las fuerzas de una
subsistencia limitada. De la misma manera que la sociedad no es ensamblaje de
individuos, la ciudad no es ensamblaje de edificios. Unas y otras son relaciones
sociales. Así como en la sociedad hay diferentes niveles de vida y de estratos,
en un plano de la ciudad se encuentra el sentido de su integración, la forma
como los ciudadanos y ciudadanas concurren al mercado de tierras para obtener
su vivienda, para recrear su espíritu, para llegar al trabajo, para producir su
riqueza. En este sentido, el plano de Barranquilla dibuja en su territorio
trabalenguas del político, de la empresa constructora, de la Universidad, del
Concejal, del Diputado, del Representante, del Senador, del Funcionario, del
Alcalde y del Presidente. El plano de la ciudad de Barraquilla es entonces una
Torre de Babel.
En esa conjunción de intereses, las fuerzas del mercado generan el caos cuando
convierte a la ciudad en un hipermercado –léase Macro, Vivero, Sao,
Buenavista, Exíto, Mall…–, que en cadena eslabonan la negación del espacio
público, deterioran el medio ambiente, congestionan el tráfico vehicular, actúan
como fuerzas negativas en las transformaciones de sus contextos y fomentan el
vendedor estacionario.
Pero las fuerzas inmobiliarias también actúan en su producción cuando
construyen debajo de torres de energía que transportan 33.5 Kw. Las
urbanizaciones de Villa Carolina o Balcones de Andalucía.
Existe, igualmente, el caos cuando las fuerzas políticas generan la construcción
de los barrios. E, inclusive, Bernardo IV, al frente de la Central de Abastos,
conformando enjambre de colmenas mal orientadas y peor ventiladas, donde la
cotidianidad transcurre en medio del hacinamiento y promiscuidad, sin acceso al
alcantarillado y al agua potable y mucho menos a la existencia de un
equipamento colectivo: educación, recreación o salud.
El caos urbano se edifica cuando el Área Metropolitana cede a las fuerzas
políticas la construcción de más de dos mil viviendas en Galapa, todas sin agua,
sin alcantarillado, sin equipamento colectivo, y cientos de sin, por cada una de
ellas.
Pero el caos urbano también se planifica cuando el crecimiento de la ciudad
impulsa el poder del lápiz hacia el interés privado de los lotes de Juan Mina,
muy a pesar de lo deficiente de su calidad portante, característica topográfica,
su acceso a los servicios públicos y el paso de un arroyo inundable por su área.
E igualmente se planifica cuando los POT acentúan su morfología caracterizada
por la segregación espacial y social al ser eminentemente tendencionalistas.
El caos urbano ocurre cuando se expide un código de urbanismo que convierte
a la ciudad en un auténtico “sitio de libres”, al calificar como uso mixto el 90%
del área de la ciudad.
El caos urbano ocurre cuando el POT como carta de navegación
independientemente de sus aciertos o no, aún es incierto más por
consideraciones de orden político que jurídico.
El caos urbano ocurre en la ciudad de Barranquilla, cuando el INURBE es
devorado por los intereses de los políticos de la ciudad.

El caos se genera cuando FONVISOCIAL entra a formar parte de la utilización


política, desarrollando proyectos que difieren de sus objetivos.
El caos urbano se expresa cuando El Edén y Calamarí, independientemente de
los estratos a que pertenezcan, se entrelazan con una pobreza y precariedad
ambiental que cortan toda posibilidad de una calidad social y ambiental que bien
se hubiera podido potenciar hacia el sector de Colinas Campestres.
El caos se presenta cuando la población de Suroccidente, en estado de riesgo,
sigue a la espera de un nuevo “ojalá” para su atención efectiva.
El caos está presente en la eterna corriente de los arroyos.
El caos se organiza en el espacio físico de la ciudad, cuando más de cinco mil
desplazados de la violencia se ubican sin servicios públicos en Maratea, la
Cangrejera o El Golf.
El caos urbano se agudiza cuando la globalización lanza su oleada sobre los
últimos estertores del campo, expulsando su población, pauperiza las masas
deteriorando su nivel adquisitivo, desmejorando su prestación social e impide el
acceso al transporte, a la salud, al trabajo e incrementa la inconformidad que
ocupa cada vez más el espacio central y los corredores comerciales de la ciudad.
El caos urbano ocurre cuando en una misma cuadra hay diversidad de estratos
sociales construidos.
El caos ocurre cuando la injerencia política hace que Mesolandia,
geográficamente vinculada a Soledad, sin límite alguno con Malambo, salte
sobre otros territorios de este municipio y se incorpore a él, e igualmente
cuando el barrio El Esfuerzo de Malambo, salta sobre otros barrios de este
municipio y se vincula a Soledad.
El caos ocurre cuando los lotes del municipio son cedidos a particulares: parque
de la Torcoroma, canjeado junto con el del Tayrona y San José, el Once de
Noviembre a la CUC y al Batallón. ¿Y de quién serían los terrenos de la
Universidad Autónoma?
El caos se origina cuando universidades como la CUC, Libre, Simón Bolívar,
Metropolitana y Politécnicos, contribuyen a la ocupación del espacio público con

el perro caliente, el vendedor de mango, la fritanga, el estadero de la cerveza,


la fotocopia callejera, el agua en las calles, las basuras y la suciedad, el cambio
de uso del suelo y la calle como parqueadero.
El caos se manifiesta cuando la ciudad se nos está convirtiendo en una refinería.
El caos urbano ocurre cuando las canteras talan los alrededores de la ciudad.
El caos ocurre cuando en el barrio San Salvador el polvillo de Cementos Caribe
les invade los pulmones a sus habitantes.
El caos se presenta cuando el CEB Nº y otro más, carecen de baños, de pupitres
y de profesores.

LA ÉTICA DE LA PLANEACIÓN URBANA.


¿Todo este conjunto de hechos materiales, que en alguna medida configuran la
fenomenología del “des-orden”, serán acaso obras directas de perversos
funcionarios o de funcionarios ignorantes ante un Código de Urbanismo?
En este contexto vale la pena preguntarnos ¿para qué queremos el orden en la
ciudad, para que sus edificios estén en orden o para que sus habitantes estén
en orden? ¿Pueden los ciudadanos ordenarse? ¿Pueden los edificios ordenarse?
¿Será que unos y otros hacen suyo aquella voz del sargento que ordena a los
reclutas hacer los movimientos tan milimétricamente con “un solo hombre”,
“que se oiga un solo golpe de talones…”. ¿Será acaso que los POT que tiene
esta ciudad persiguen el sonar uniforme de tacones a la orden de ¡firmes!?
¿Cómo hacer un hombre igual a un batallón de 300 hombres? ¿Cómo hacer
diferentes culturas, percepciones, comportamientos, en fin, formas de vida en
que la justicia, la solidaridad, la ética, puedan tener otros espacios menos
universales en la ciudad, si es que los tiene? ¿Qué hacer con este “orden-des-
orden”?
Tendremos claro, la ciudadanía y los políticos y los profesionales… El sentido y
significado de ciudad… la ciudad para qué… para trabajar… para jugar… para
tomar el bus… para comprar… para qué queremos ciudad… para qué la
queremos toda bien ordenadita… los atenienses sabían exactamente para qué

querían la ciudad, la ciudad que construyeron como imaginario, no imaginación,


de la justicia, la reciprocidad y la ética. La ciudad la construyeron para el “obrar
bien” y “vivir bien”, si la política se nos ha transformado en instrumentalización
de reciprocidades efectivas diferentes a la redistribución no material del “bien”
de la ciudad, no será acaso que hemos construido una sociedad que en lo
fundamental expresa que los acuerdos, las alianzas, los proyectos y las
decisiones de sus funcionarios y sus políticos se hacen en nombre de la
comunidad para el beneficio propio, del partido o el político “tutor”. Desde este
sentido ético la ciudad se convierte en negación de su condición humana. La
vivienda es la materialidad de un buen ejemplo al respecto.
En el desorden urbano de la ciudad de Barranquilla, estamos frente a un
problema ético. La ciudad ha sido construida en medio de la politiquería, el
clientelismo y la corrupción de sus funcionarios. Cuando hablamos de la ética,
no hablamos de la ética en general, estamos hablando del espacio concreto de
la ética del funcionario y sus funciones. Lo que los filósofos llaman la
deontología. Este espacio al que nos referimos, es el lugar donde tienen que ver
las decisiones del caos de Barranquilla con respeto a la violación de los
principios deontológicos que debe tener el funcionario para el desenvolvimiento
eficaz y eficiente de su trabajo, son principios que tocan lo personal y lo público
y que hacen referencia a la transparencia y el manejo de los recursos
económicos, de allí que su gestión no debe ser un “conjunto de secretos
hurtados a la mirada de los ciudadanos”.
¿Hasta dónde el acceso a la actual Alcaldía, su rampa, sus gradas construidas
en pleno espacio público, que obstaculizan el tránsito peatonal es posible por la
existencia de un “secreto hurtado a la mirada de los ciudadanos”?
¿Hasta dónde la gasolinera, la permuta de los parques, la violación de la línea
de construcción de Bellas Artes, hasta dónde la construcción en la parte
posterior de Bellas Artes sin permiso de la oficina de Monumentos, hasta dónde
la utilización de materiales de baja calidad que agravan las condiciones de
habitabilidad de los sectores más vulnerables de la ciudad, en fin, hasta dónde
el conjunto de estas consideraciones “concretas” se han hecho hurtando la
mirada de los ciudadanos?
Pero más allá de estas consideraciones que son claves para entender la ética de
la ciudad, ¿puede existir una ética que fundada en el orden a través de un

Código de Urbanismo pueda uniformar nuestro “vivir bien” y “obrar bien”? ¿En
qué términos se habrán planeado los que participan en el debate el problema de
la ética de la planeación urbana. Porque la ciudad es el lugar de la justicia.
También es el lugar de la solidaridad. Y ¿si estaremos en capacidad de
entenderla como el lugar de la amistad? La ciudad es eso. La ciudad no son sus
edificios, por ello estamos frente a un problema ético que se expresa también
en los edificios, en su arquitectura, porque la ciudad es relación humana, la
ciudad no son POT, ni planes de desarrollo.
Una planeación urbana precedida de la ética, no como aditamento que se le
agrega desde el exterior a un determinado ordenamiento, sino como
consustancial a las disciplinas del territorio en términos que ella misma,
metodológicamente, no puede formularse sino hace suyo el percibir, sentir, vivir
las ciudades de sus ciudadanos y la forma física necesarias para vivir y actuar
bien. ¿Consultan los POT y los funcionarios estas percepciones que son
culturales?
Afirmamos que la crisis urbana de la ciudad, expresada en su espacio público,
su déficit de vivienda, su acceso a la salud, a la recreación, y demás estructuras
espaciales, así como el dramático espacio de sus servicios públicos y la vialidad
de su transporte, está ligada al ascenso cuantitativo y cualitativo de su inserción
en los procesos económicos a los que el país se ha liderado y que le han
marcado su especificidad. Pues como hemos señalado, la crisis de vivienda y
servicios públicos tienen manifestación diversa desde la década del veinte y la
recorre en paralelo con sus años de esplendor económico. Pero también es
necesario señalar que en correlato con ese esplendor, la politiquería y el
clientelismo han tejido el tapete caótico de su espacialidad. Fenómeno que hoy
se agudiza.
Responde
1 ¿De que manera se ve afectado el crecimiento de una ciudad por el desorden urbano?
2 ¿Cómo se presenta el desorden urbano en Barranquilla? Argumenta tu respuesta.
3 ¿Como afecta el caos urbano al espacio público?

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