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Universidad Central de Venezuela

Facultad de Humanidades y Educación


Escuela de Comunicación Social

El bolero: la expresión musical de la lírica del amor y el despecho en Latinoamérica.

Alumna: Estefany Pérez


C.I. 25.607.019
Materia: Canción Popular

24 de Enero de 2019
Desde que los antiguos griegos establecieron la división del arte dramático en dos géneros,
la comedia y el drama, la música, tributaria también de las bellas artes, asumió también esa
división forjada por la misma existencia humana y los poetas cantaron con diversos
instrumentos o a las alegrías o las tragedias del devenir de los hombres, marcando un
compás que se sigue hasta hoy en todo el mundo occidental.
Precisamente en Hispanoamérica, tierra de profundos mestizajes, donde la implantación
europea se fundió con la herencia indígena y la aportación africana, dicha división secular
de la música encuentra en el Caribe una expresión muy rica: de la Isla de Cuba, Puerto
Rico, República Dominicana o Jamaica saldrán grandes géneros musicales que cantarán la
alegría de la vida: son, guaracha, danzón, cha-cha-chá, merengue, bomba, plena, reggae,
etc. Pero justamente también del allí, concretamente en la isla de Cuba brotará un género
musical que aunque pueda combinar ritmos festivos se dedicará fundamental a cantar al
amor, sentimiento grato y complejo de la vida humana, que puede darnos tanto grandes
felicidades como inmensas amarguras. Hablamos pues, del bolero, el himno
latinoamericano por excelencia que canta al amor en todas sus formas: el romance y el
despecho.
Por supuesto, que cuando denominamos al bolero como género “por excelencia” no lo
hacemos en un tono excluyente, pues ya antes otros géneros (como el vals o los pasajes)
habían ocupado sus temáticas y su lírica a cantar las venturas o desventuras amorosas de los
seres humanos, pero en lo que se refiere al siglo XX y con el avance de los medios
comunicacionales como la radio, el cine y la grabación de los discos de vinyl y acetato,
tenemos un poderoso instrumento que se proyecta masivamente y capta la imaginación de
un público mucho más vasto que el que pudo estar en las áreas rurales donde se recitaban y
se aprendían de forma oral coplas o los libros de partituras donde se podían copiar y
distribuir los románticos valses en las ciudades hispanas. Gracias al auge de la tecnología
que fue tan propia en el siglo XX, el Bolero se enseñoreó como rey y captó no sólo los
sentidos sino la imaginación de millones de escuchas en nuestra región.
En este sentido, lo que comenzó como una fusión de los ritmos andaluces de cante hondo
(hay unas danzas llamadas “volero” por sus giros parecen como “vuelos”) con el son
caribeño en Cuba a finales del siglo XIX se terminó volviendo una expresión lírica para el
amor y el despecho. Y no sería para menos pues el primero bolero que se conoce (de 1885)
del autor José “Pepe” Sánchez es bien elocuente con su título y su letra: “Tristezas”:
“Tristeza me dan tus penas mujer
profundo dolor, no dudes de mí
no hay pena de amor que entrever
cuanto sufro y padezco por ti.

La suerte es adversa conmigo


no deja ensanchar mi pasión
un beso me diste un día
lo guardo en el corazón.”
Y he aquí la estructura icónica de lo que sería el bolero y lo que quizás lo diferenciaría de
sus dos parientes musicales y rivales en la canción popular latinoamericana del despecho:
el tango y la ranchera. Mientras que éstas hacen énfasis en el dolor y la tragedia amorosa no
resuelta, el bolero parece ser “más dulce” en su estoicismo y no parece renunciar a la
esperanza del triunfo del amor, pues a pesar que la pareja sea el objeto y causa del dolor de
aquél que compone y canta, el cariño subyace a pesar de la pena, dando a entender que aún
con el dolor en corazón, ése mismo corazón sigue sintiendo afecto por quién sólo lo hiere,
lo traiciona, lo abandona o lo desprecia.
Es así que cuanto los autores cubanos Nilo Meléndez, Adolfo Utrera y el músico Ernesto
Lecuona en 1929 componen y graban el tema “Aquellos ojos verdes” en Nueva York,
lanzan lo que se conocerá como el bolero-canción, expresión más elaborada de esa sutil
lírica que canta un drama amoroso pero que no se limita a denostar al causante del mismo,
sino que sigue considerando inolvidable e imborrable la pasión que es la causa del dolor y
despecho:
“Aquellos ojos verdes, de mirada serena
Dejaron en mi alma, eterna sed de amar
Anhelos y caricias, de besos y ternuras
De todas las dulzuras, que sabían brindar.

Aquellos ojos verdes, serenos como un lago


En cuyas quietas aguas, un día miraré
No saben las tristezas, que en mi alma han dejado
Aquellos ojos verdes, que yo nunca olvidaré”

El bolero no se quedaría exclusivamente en Cuba, saltaría a los demás países que bañan sus
costas con el agua del Caribe, siendo México el primero que acusa recibo, cuando las letras
cubanas se funden con la trova yucateca y veracruzana, y de ese mestizaje surgirá con
fuerza la gran cantera del bolero mexicano, que tuvo precisamente en un natural de
Veracruz, Agustín Lara, al que es considera su máximo exponente. Llamado a la sazón “el
músico poeta” y sin importar si su voz no era la más adecuada, Lara sería uno de los
cantautores más famosos, queridos y prolíficos de la Historia de la música popular
latinoamericana, conocido por temas como “Granada” o “María Bonita”.
De Agustín Lara es la lírica que canta al amor prohibido o socialmente desdichado,
especialmente ubicado en las mujeres desafortunadas -las mujeres de la mala vida- pero sin
nunca ofenderlas o condenarlas por su azarosa condición, más bien exaltando una vez más
ése leimotiv del bolero: amar a la persona a pesar de ser quien es, razón incluso que le
acarreó graves polémicas (el famoso compositor de música clásica mexicano Carlos
Chávez, lo considero un “pianista de cabaret” que “sólo cantaba a prostitutas”) Y uno de los
temas donde se expresa la lírica de Lara es justamente en el bolero, “Pervertida”:
“He sentido la espina, de tus rencores
Pagando así la deuda, de mis amores
He sentido la espina, de verte ajena
A ti, que me juraste, ser siempre buena
A ti, mujer ingrata,
Pervertida mujer, a quien adoro
A ti, prenda del alma,
Por quien tanto he sufrido y tanto lloro
A ti, consagro toda mi existencia,
La flor de la maldad y la inocencia
Es para ti mujer, toda mi vida
Te quiero, aunque te llamen, pervertida”

Tal como México, Puerto Rico también recibirá la luminosa influencia caribeña del bolero
y producirá sus propios bardos, siendo el afamado Rafael Hernández el compositor más
famoso de la “Isla del Encanto” en cuanto a boleros se trata. Menos polémico y menos
mundado que Lara, Hernández fue autor de temas famosos y festivos como “Cachita” y “El
cumbanchero” y es también el primero que le da también un giro particular al bolero
cuando crea lo que podríamos llamar el “Bolero-social”, pues la temática exclusivamente
centrada en el amor romántico de una pareja, puede llevarse hasta el amor hacía la patria,
tal cual como se ve en dos famosas y sentidas piezas de su autoría sobre su tierra
puertorriqueña: El “Lamento borincano” (1929) y “Preciosa” (1937).
La primera, es considerada prácticamente un segundo himno nacional en Puerto Rico y su
estribillo final exhibe su doloroso despecho así:
“¡Borinquen! La tierra del Edén
la que al cantar, el gran Gautier
llamó la perla de los mares
ahora que tú te mueres con tus pesares
déjame que te cante yo también”
Por su parte, la segunda pieza es en la actualidad un canto ferviente nacionalista en ritmo de
romántico bolero, que antecedió en casi tres décadas a la música protesta de “la canción
necesaria” o “la nueva trova revolucionaria” que en los años 60 del siglo XX se harían
famosas en casi toda Latinoamérica con su retórica anti-imperialista. Dice así el bolero de
Hernández:
“Preciosa te llamen los olas
del mar que te bañan,
Preciosa, por ser un encanto,
por ser un Edén.

Y tienes la noble hidalguía


de la madre España
y el fiero cantillo del indio bravío
lo tienes también.

Preciosa te llamen los bardos


que cantan tu historia
no importa el tirano te trate
con negra maldad.
Preciosa, serás sin bandera
sin lauros ni gloria.
Preciosa, preciosa te llaman
los hijos del la libertad.”
Finalmente, nuestro querido país, Venezuela, no se podría tampoco resistir al influjo del
bolero y sus caribeñas aguas también recibieron la irradiación de este género, que en los
tempranos años 30 y 40 del siglo XX vieron con beneplácito el avance y la consolidación
de estas melodías en el gusto de los venezolanos, que rápidamente cambiaron su gusto por
el tango tras la trágica muerte de Carlos Gardel, por las románticas armonías del Caribe.
Diversos solistas y especialmente algunas orquestas tropicales popularizaron el bolero en
Venezuela, replicando lo que se oía en Cuba, México y Puerto Rico, y poco a poco se fue
creando el espacio para la formación de artistas venezolanos especializados en ese género:
Rafa Galindo como vocalista de la orquesta Billo’s Caracas Boys sería una de las figuras
pioneras.
Y fue tanta la popularidad alcanzada por el bolero, que María Luisa Escobar, una refinada
compositora de Valencia, Estado Carabobo, autora de valses, canciones y piezas de música
clásicas, también incursionaría en la autoría del género bolerístico, siendo su tema
“Desesperanza” (1949) su pieza más famosa, y que contribuiría a catapultar a la fama a su
interprete, el tenor Alfredo Sadel, quién se considera es el que ha cantado magistral e
insuperablemente dicho tema. Este icónico himno al amor y al despecho venezolano, refleja
claramente en su letra la quintaescencia de la lírica del bolero: aún con el dolor el amor
siempre permanecerá imborrable.
“Nunca me iré de tu vida
ni tú de mi corazón,
aunque por otros caminos
nos lleve el destino
¿qué importa a los dos?.

Te llevo dentro del alma


como un tatuaje de sol y
entre mis venas palpita
la llama encendida de tu corazón.

En una noche callada


te fuiste y no has vuelto,
mi vida entera te llama
y anhela tus besos... míos.

¿Es que tú acaso no escuchas


mi grito doliente
la voz de mi alma
que llora tu amor?.

Y te pide que vuelvas


con tus labios ardientes
y tu alma encendida
a volverme la vida
que un día te llevaste
con mi corazón.”
También de un autor de Valencia, Aldemaro Romero, y causalmente de igual forma
interpretado por el tenor Alfredo Sadel es el bolero “Me queda el Consuelo”, que según su
compositor fue el “primer bolero de exportación y proyección internacional” que tuvo
Venezuela y que igualmente se volvería un clamoroso éxito. Dicha pieza con una lírica
sencilla pero sentida, reafirma nuevamente, con invocaciones a Dios de por medio, la
temática central bolerística: se ama a quien nos destrozó el corazón:

“Señor...
Yo vengo a pedirte
que no me castigues
por haber querido
con toda mi alma,

Piedad...
yo quiero que tengas
hasta de la ingrata
que con un pecado
mi alma destrozó;

Sufrir...
Será mi destino
ahora que comprendo
que hasta en sus caricias
me estaba mintiendo.

¡Señor!
Me queda el consuelo
de saber que nunca
la querrán lo mucho
que la quise yo.”

Con los años 60 del siglo XX, la llegada del Rock n’ roll, la balada pop y luego la música
disco, el bolero fue relegándose poco a poco como género musical de masas y el público
hispano y latinoamericano se decantó por otros gustos románticos, incluso en otros idiomas
(inglés, francés e italiano) dejando en la percepción pública al bolero como “música de
rockolas” y justamente el género para despechados de cantinas y afines, a pesar que en ésa
misma década ya el bolero había trascendido fronteras y había llegado a ser interpretado
con éxito en Brasil (con cantantes como Miltinho o Altermar Dutra) y en Estados Unidos,
donde artistas muy populares como Frank Sinatra, Andy Rusell, Perry Como y Elvis
Presley interpretaron en inglés versiones de boleros: “Bésame mucho” sería la más
recurrente (y en Inglaterra, la famosa banda de rock The Beatles, también interpretaron
dicho tema)
No sería hasta finales de la década de los años 90 cuando el cantante mexicano Luis Miguel
“resucita” ante los públicos más jóvenes las líricas de autores como César Portillo de la
Luz, (“Contigo en la distancia”) Roberto Cantoral (“La barca”), Álvaro Carrillo (“Se te
olvida”) María Grever (“Cuando vuelva a tu lado”) y Armando Manzanero (“No sé tú”) y
el bolero recupera su antigua prestancia como la expresión musical por excelencia que
describe el amor y el despecho.

Fuentes consultadas:
 Balza, José, Bolero, canto de cuna y cama, (crónica y ejercicios), Colección Letras
nº 13, Universidad Central de Venezuela, 2002.
 Bendahan Daniel, Hispanoamérica en la música del siglo xx, Monte Ávila Editores
Latinoamericana, Caracas, Colección Documentos, 1998.
 Castillo Zapata, Rafael, Fenomenología del bolero, Monte Ávila Editores, Caracas
1990.
 Moreno Rivas, Yolanda, Historia de la música popular mexicana, Editorial Alianza,
México, 1989.
 Nazoa, Aníbal, Caracas y la música en el siglo XX, en: Caracas 400 años, serie
especial del Circulo Musical de Caracas, 1967.
 Pérez Pelazo, Alberto, ritmo afro hispano antillano, Editorial Sucre, Caracas, 1988.
 Ramón y Rivera, Luis Felipe, La música popular en Venezuela, Editorial Armitano,
Caracas, 1976.
 Rico Salazar, Jaime, Cien años de boleros, Bogotá, JRS Publicaciones, 2000.
 Rondón, César Miguel, El libro de la salsa: Crónica de la música del Caribe urbano,
Ediciones B, 2007.
 Varios Autores, 1930-1980 de la Broadcasting Caracas a Radio Caracas Radio,
Editorial Ette. Caracas, 1980.

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