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José Pardo y Barreda nació en Lima el 24 de febrero de 1864. Hijo del ex - presi-
dente y fundador del civilismo, Manuel Pardo y Lavalle, y de Mariana Barreda de
Osma. De profesión abogado, fue doctor en ciencias políticas y ejerció también la
docencia desempeñándose como profesor y rector en la Universidad de San Marcos.
Fue heredero del Parido Civil que fundara su padre, al cual perteneció y, a través del
cual, alcanzara la presidencia en dos periodos (1904-1908 y 1916-1919). Antes de
llegar a la primera magistratura del país ejerció funciones políticas como Ministro de
Relaciones Exteriores.
A fines del siglo XIX, la educación atravesaba una profunda crisis que hacia nece-
sario una reforma. Es por ello que, durante su primer mandato, el presidente Pardo
abordó el problema educacional en su base fundamental: la educación primaria.
Así, mediante la promulgación de la Ley Nº 162 (5 de diciembre de 1905), se
impulsó notablemente el desarrollo de la educación primaria, tornándose obligatoria
y totalmente gratuita, tal y como lo exigía la Constitución.
La norma aludida prescribía lo siguiente:
“En las escuelas oficiales se suministrará gratuitamente a los varones de seis a
catorce años y a las mujeres de seis a doce, tanto la instrucción como los útiles esco-
lares (…)”
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Pese a ello, Pardo llevó a cabo importantes avances en continuidad con la política
que emprendiese durante su primer gobierno. Así, mantuvo especial interés en el
desarrollo de la instrucción pública, se construyeron los ferrocarriles de Cuzco a Santa
Ana y de Lima a Turín y se reorganizó la Compañía Peruana de Vapores.
Otros importantes acontecimientos fueron la implantación de la tolerancia de
cultos, mediante Ley Nº 2193 de 11 de noviembre de 1915, la imposición de dere-
chos a la explotación agrícola y minera y el establecimiento del Plan de Salubridad a
fin de dotar de los servicios de agua y desague a distintos pueblos del país.
Sin embargo, fue en el campo social donde se presentaron los acontecimientos
más relevantes de su segunda gestión. Sobre el particular, cabe recordar que el Perú
ha sido uno de los primeros países en Latinoamérica en incorporar a su legislación
leyes de carácter social favorables a empleados y/o obreros, sea por el interés que, sobre
el particular, mostraron los distintos gobiernos, sea también por la presión ejercida por
los distintos gremios de trabajadores.
Por ello, tanto en el primero como en el segundo gobierno del presidente Prado,
la masa trabajadora exigió constantemente distintas reivindicaciones sociales, entre
las que destacan las solicitudes de aumentos salariales, mejoras en las condiciones de
vida y, en especial, la limitación de la jornada laboral a ocho horas diarias.
Las repercusiones de tales acontecimientos no se hicieron esperar y el gobierno
de Pardo motivado por tales hechos, debió conceder varias prerrogativas sociolaborales,
entre ellas, la regulación del trabajo de mujeres y niños y la dación del calendario
laboral que fijó los domingos y fechas cívicas como fechas destinadas al descanso.
Sin embargo, el mayor logró social se obtuvo cuando el gobierno de Prado pro-
mulgó el Decreto Supremo de 15 de enero de 1919, mediante el cual se estableció,
con carácter general, la jornada laboral en ocho horas diarias.
Finalmente, mientras el civilismo se iba desgastando en el ejercicio del poder, la
figura de Augusto B. Leguía adquiría cada vez más fuerza. El 4 de julio de 1919 se
produce la revolución de Leguía. Pardo es desterrado y viaja a Estados Unidos y
posteriormente a Francia. Retorna al Perú en 1944, falleciendo en Lima el 3 de agos-
to de 1947. Fue casado con Carmen Heeren Barreda.
En primer lugar, la Ley 2851 hacia referencia al trabajo de mujeres y niños. Dicha
norma comprendió todas las ocupaciones que se realizaban por cuenta ajena, seña-
lando sin embargo las siguientes excepciones:
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- Ley que declara inembargables a los beneficios otorgados por las sociedades
de carácter mutualista (Ley 2244).
- Ley sobre el salario mínimo que deben recibir los trabajadores indígenas en la
sierra, en la cual se prescribía que los salarios debían ser otorgados en dinero
en efectivo, y se prohibía a los empleadores obligar a sus obreros a residir en
determinado lugar contra su voluntad. En la misma ley, se fijó el jornal mínimo
(Ley 2285)
- Ley de organización de profilaxia para evitar el paludismo en los centros de
trabajo (Ley 2364)
- Ley referente al descanso semanal obligatorio en Catacaos (Ley 6552).
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