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EN EL AULA
MÓDULO 07
MÓDULO 07. TÉCNICAS DE AUTOCONTROL EMOCIONAL
07
MÓDULO
MÓDULO
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TÉCNICAS DE AUTOCONTROL
EMOCIONAL
ÍNDICE DE CONTENIDOS.
1. Introducción
2. Tus pensamientos y tus sentimientos
3. Definición de las distorsiones cognitivas
4.Cómo combatir la crítica externa y la crítica interna
1. INTRODUCCIÓN
otras reaccionarían con rabia y fastidio. ¿Qué explica estas reacciones tan
diversas? El motivo radica en nuestras diferentes maneras de pensar acerca
del halago. Si te sientes triste es posible que pienses: “Ah, sólo me dice esto
para que me sienta bien. Sólo intenta ser agradable conmigo pero, realmente,
no lo cree así”. Si estás enojado, quizá pienses: “Me está halagando.
Probablemente quiera algo de mí. ¿Por qué no se muestra más sincero?”. Si te
sientes a gusto con el cumplido, es probable que pienses: “!Vaya! Le caigo
bien, ¡estupendo!”.
En todos los casos el acontecimiento externo es el mismo. La manera de
sentirse surge, directamente, de la forma de pensar acerca del hecho. Es a
esto a lo que se refiere el hecho de que los pensamientos son los que dan
pide a los sentimientos.
Esto también es cierto cuando ocurre algo negativo. Imagínate que un/a
compañero/a que te merece todo el respeto te critica. ¿Cómo te sentirías?
Es posible que te sientas culpable e incompetente si te convences a ti
mismo de que no vale nada y de que tu eres el único responsable del
problema. Te sentirás ansioso y preocupado si te dices a ti mismo que la otra
persona te menosprecia y te va a dar la espalda. Te sentirás furioso si
entiendes que la otra persona es la culpable, que no hay derecho a que te
acuse de modo tan injusto. Si tu autoestima permanece intacta sentirás
curiosidad e intentarás comprender lo que piensa y siente la otra persona. Los
mensajes que te diriges a tí mismo tienen un efecto considerable sobre tus
emociones. Y lo que es todavía más importante: al aprender a cambiar tus
pensamientos tu puedes cambiar tu modo de sentir.
Los pensamientos automáticos se descubren, ya que la emoción del
observador es una consecuencia de sus pensamientos. El suceso es
interpretado, juzgado y etiquetado del tal forma que inevitablemente la
respuesta emocional es particular.
SOLEDAD
Te dices a ti mismo que estás destinado a
sentirte infeliz porque estás solo y no tienes
suficiente amor y atención por parte de los
demás.
Una de ellas dijo en voz alta: “No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta
materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento. No
entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril”.
Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el
espeso líquido blanco.
La otra rana, más persistente o quizá más tozuda se dijo: “ !No hay manera! Nada se
puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero
luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora”.
Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en
mantequilla.
Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente.
Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.
VISIÓN TUNEL
GENERALIZACIÓN EXCESIVA.
Usted considera un solo hecho negativo como si fuese un completo
modelo de derrota. A través de este pensamiento se llega a la conclusión de
que algo que le ha ocurrido una vez volverá a sucederle una y otra vez. Nos
pasa cuando afirmamos categóricamente: “nadie me quiere...”; “nunca podré
volver a confiar en nadie ...”; “siempre estaré triste ...”; o cuando sentenciamos
simplemente: “todos los melenudos son unos indeseables”; “ningún político es
honrado”; y cosas por el estilo.
El dolor del rechazo es consecuencia casi totalmente de una
generalización excesiva. Si no existe ésta, una afrenta personal podrá se
temporalmente decepcionante pero nunca demasiado perturbadora. Ejemplo:
un profesor prepara con mucho entusiasmo una excusión con los alumnos y en
un escrito en el tablón propone a los chicos/as que lo deseen se apunten.
EL ELEFANTE ENCADENADO
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los
circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más
tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme
bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su
actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a
una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado
unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio
que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza podría liberarse con facilidad
de la estaca y huir.
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores.
Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos
me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: “si está amaestrado. ¿por qué lo encadenan?”
Hace algunos años, descubría que, por suerte para mí, alguien había sido lo
suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde
que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy
seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a
pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día,
y al otro...Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se
resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree
que no puede.
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos
de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que “no podemos” hacer montones de
cosas, simplemente porque una vez hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y
no lo conseguimos.
FILTRO MENTAL.
Usted escoge un solo detalle negativo y se fija exclusivamente en él, de
modo que toda su visión de la realidad se oscurece, como la gota de tinta que
tiñe todo el jarro de agua. Por ejemplo: una estudiante universitaria oye que
otros estudiantes estaban ridiculizando a una compañera. Se pone furiosa al
pensar: “ !Así es básicamente toda la raza humana, cruel e insensible!” Esta
chica estaba pasando por alto el hecho de que en los meses anteriores pocas
personas, o ninguna había sido cruel o insensible con ninguna compañera.
En muchas ocasiones esta forma de pensamiento aparece ante las
críticas. Por ejemplo: Una profesora hace una proposición de mejora para el
centro. La mayoría de sus compañeros se acercan tras la exposición para
comentarle lo bien que les parece la idea y lo interesante que resulta. Sin
embargo, uno de los compañeros le comenta que su exposición no ha sido
adecuada y que no lo ha expuesto nada bien. Esta profesora comienza a
pensar: “El resto de los compañeros sólo han sido amables, en realidad todos
piensan que no es una buena idea. No debería haber hecho ningún comentario
hasta haberlo tenido más preparado” Es como si nos pusiésemos unas gafas
con cristales especiales que no dejan pasar nada que sea positivo, llegando a
la conclusión de que todo es negativo. El nombre técnico de este proceso es
“abstracción selectiva”. Es un mal hábito que puede provocar mucha angustia
innecesaria.
DESCALIFICACION DE LO POSITIVO.
Usted rechaza las experiencias positivas insistiendo en que “no
cuentan”, por una y otra razón. De este modo, puede mantener una creencia
negativa que se contradice con las experiencias cotidianas. No se trata sólo de
ignorar las experiencias positivas, sino en transformarlas en negativas.
CONCLUSIONES APRESURADAS.
Usted hace una interpretación negativa aunque no existan hechos
definidos que fundamenten convincentemente su conclusión. Dos ejemplos de
esta actitud son “la lectura del pensamiento” y “el error del adivino”.
posición del cuerpo) es tan ambigua y poco fiable que, a menudo, los
expertos en comunicación no se ponen de acuerdo respecto a sus
significación precisa. Nosotros, en cambio, tanto nos obcecamos a veces
con nuestro distorsionado estilo de pensamiento que llegamos a
defender nuestras propias explicaciones aun en contra de las evidencias
objetivas que podamos reunir. En realidad, detrás de este estilo de
pensamiento se oculta con frecuencia un mecanismo de defensa
denominado “proyección”, por el que cada uno imagina que la gente
siente y reacciona de la misma forma que uno mismo (el conocido
refrán: “Piensa el ladrón que todos son de su condición”). Es como si
continuamente estuviéramos colocándonos en el lugar de los demás y
les atribuyéramos los mismos pensamientos y conductas que nosotros
tendíamos si fuéramos ellos.
RAZONAMIENTO EMOCIONAL.
Usted supone que sus emociones negativas reflejan necesariamente lo
que son las cosas en realidad “lo siento, luego es verdad”. Se toman las
propias emociones como prueba de la verdad, a falta de datos objetivos. Este
tipo de razonamiento es equívoco porque sus sentimientos reflejan sus
pensamientos y creencias. Si éstos están distorsionados, sus emociones no
tendrán validez. Entre los ejemplos que pueden encontrarse están los
siguientes: “Me siento culpable, por consiguiente, he debido realizar algo mal”,
“Me siento abrumado y desesperanzado; por consiguiente, debe ser imposible
resolver mis problemas” “Estoy enfadado con mi alumno, lo cual prueba que ha
estado actuando muy mal y tratando de aprovecharse de mí”
El razonamiento emocional interviene en casi todos los sentimientos
negativos. Dado que las cosas le parecen tan negativas, supone que realmente
lo son. No se suele cuestionar la validez de las percepciones que crean esos
sentimientos.
ENUNCIACIÓN DEBERÍA.
Usted trata de motivarse con “deberías” y “no deberías”, como si tuvieran
que azotarlo y castigarlo antes de esperar que usted haga algo. Estas
enunciaciones le hacen sentirse presionado y resentido. Paradójicamente,
termina por sentirse apático y sin motivación alguna. La consecuencia
emocional es la culpa. Nos exigimos que el mundo “debería” estar organizado
de otra forma; que uno “no debería” tener que esforzarse por conseguir lo que
quiere; que los demás “deberían” tratarnos siempre con consideración y
respeto; en una palabra, utilizamos los “debería” para intentar alejarnos de la
realidad, para negar lo que ocurre, al tiempo que despertamos en nosotros
sentimientos de intensa frustración por no querer admitir esa realidad que
tenemos delante.
Cuando dirige este tipo de enunciados hacia los demás, siente irritación,
frustración y resentimiento. Ejemplo: “Este alumno ya debería saber cómo me
gusta a mí que realicen los ejercicios. No debería habérmelos traído tan mal
hechos”
Para acercarnos a la realidad hay que cambiar estas expectativas o de
lo contrario se siente humillación por la conducta humana.
PERSONALIZACIÓN.
Se ve a sí mismo o a su incapacidad como la causa de algún hecho
negativo externo del cual, en realidad, usted no ha sido básicamente el
responsable. Se utiliza esta forma de distorsión cuando se considera el centro
del universo y se cree que lo que la gente hace o dice es una forma de
reacción hacia nosotros. Por ejemplo, cuando un alumno/a no realice el
examen como podría haberlo hecho se puede decir a si mismo: “Debo ser un
profesor fatal. Es culpa mía que el alumno no esté dando todo de sí. Es
responsabilidad mía conseguir que este motivado”. Cuando una madre vió
que en el cuaderno de ejercicios de su hijo, había una nota de la maestra en la
que se indicaba que el niño no estaba trabajando bien. Inmediatamente ella
decidió “Debo ser una mala madre, esto demuestra que he fracasado”
4.1. AUTOCRÍTICA
4.2.-CRITICA EXTERNA
4.- Sugerir y pedir cambios con “MENSAJES YO”. La petición ha de ser clara y
orientada a pedir cambios.
5.- Elogiar y agradecer la aceptación de la crítica. Esto hace más fácil que
nuestro interlocutor, en un futuro, muestre una mayor disposición a aceptar las
críticas.
6.- Sería efectivo elogiar cuando hayamos visto que el cambio se ha producido.
en caso de ser objeto de alguna crítica, se pondrá furioso y una voz interna
proclamará: «¡Tengo razón y nadie me puede privar del derecho a
defenderme!». Si usted claudica ante esa voz -y la tentación de hacerlo será
casi siempre muy intensa- habrá dado el pistoletazo de salida a un combate
frustrante e inútil. Discutir con un detractor no funciona casi nunca. Concordar
con un detractor casi siempre establece un vínculo de comunicación.
Volvamos a intentarlo de nuevo. Supongamos que usted le dice a un
alumno: «Vienes siempre tarde y estamos hartos de esperarte siempre».
¿Cómo le desarmaría el alumno? Piénselo por un momento....
El alumno podría decir: «Sí, es cierto. Llego tarde y tenéis todo el dere-
cho a estar molestos». ¿Logra comprender las ventajas de esta respuesta? Si
admite llegar tarde, sus compañeros sentirán escuchados y respetados y no se
sentirán tan furiosos. Pero si adopta una postura defensiva y busca excusas
para justificar su conducta, sólo incrementará su rabia.
Veamos otro ejemplo. Un compañero le dice: «Esta propuesta es un
desastre. ¿Estaba soñando cuando la escribió?». Supongamos que usted
invirtió mucho esfuerzo en la elaboración de esa propuesta y se siente
orgulloso de ella. Usted sabe que no es un desastre y le entran ganas de
asesinarlo. En lugar de eso, ¿cómo podría desarmarle? Piénselo por un
momento
Respuesta: usted podría responder: «Parece que haya fallado real-
mente el tiro con esta propuesta, aunque le he dedicado mucho tiempo. ¿Me
podría decir qué le ha gustado y qué le ha disgustado de la misma?». Esto
calmará los ánimos de este compañero y probablemente, a partir de entonces,
transmitirá sus ideas con más tacto.
Cuando utilice la técnica del desarme, debe mostrarse sincero en lo
que dice o no le saldrá correctamente. Siempre es posible encontrar una
manera válida para concordar en algún aspecto, independientemente de lo
ilógicas que le parezcan las acusaciones de las que es objeto. Si concuerda
con la otra parte de forma sincera, habitualmente bajará la guardia y estará
más dispuesta a escucharle.
Supongamos que yo le digo: «Esta blusa verde no te favorece nada».
Imaginémonos que usted lleva una blusa alegre de color turquesa y que todo el
mundo le ha comentado lo bien que le queda. ¿Cómo me podría desarmar?.
Piénselo por un momento....
Usted podría decir: «Es posible que el verde no sea el color que mejor
me vaya. ¿Qué color te gustaría que llevara?». Observe que esta respuesta
evita una discusión y devuelve la pelota a mi terreno. La he invitado a entrar en
una discusión absurda sobre el color de la blusa y usted ha declinado,
elegantemente, esta invitación encontrando una pizca de verdad en lo que yo
dije. ¿Qué sentido tiene discutir conmigo sobre el color de su blusa?
Resumen
2. Técnica de la empatía
Empatía de pensamiento.
Repita a viva voz lo que la otra persona está diciendo para que sepa
que está atento. Puede efectuar una pregunta para ver si ha comprendido
bien. Supongamos que un alumno se ha mostrado desmotivado y dice:
«Siento que he perdido el curso. Tal y como imparte su asignatura es
imposible». Contéstele de forma tranquila: «¿Que has perdido el curso? Al
parecer sientes que no imparto la asignatura correctamente. ¿Me puedes
dar más detalles de cómo te sientes al respecto?». No lo diga de forma
sarcástica ni con un tono defensivo. Intente transmitir un espíritu de
auténtica curiosidad. Su objetivo consiste en saber qué se propone con ello
y no discutir o confirmar su propio punto de vista. En su lugar, refleje lo que
la otra persona dice de forma no crítica para captar en profundidad lo que
está sintiendo.
Esta estrategia le capacitará para desarrollar una comprensión mu-
cho más sutil de su modo de pensar. Intente captar el significado que se
esconde detrás de las palabras.
Empatía de sentimiento.
Una vez haya parafraseado lo que dijo la otra persona, reconozca
los sentimientos que él o ella puedan tener y realice alguna pregunta para
constatar que interpreta sus emociones correctamente. Imaginemos que su
alumna se enfurece, de repente, con usted y dice: «¿Por qué no escuchas
nunca? ¡Intento preguntar mis dudas pero es como darse con la cabeza
contra un muro de piedra!». Utilizando la empatía de sentimientos, podría
responder: «Parece que hayas actuado de forma obstinada. Me imagino que
posiblemente estés harta y te sientas frustrada conmigo. ¿Te sientes así?».
Cuando comience a airear cómo se siente, acepte sus sentimientos en lugar
de reaccionar de un modo crítico u hostil (respuesta agresiva) o
apartándose, interpretando el papel de una víctima herida (respuesta
pasiva). Si contesta: «¡Vaya si estoy molesta!», usted puede afirmar
entonces: «Te agradezco que me lo hayas dicho, aunque esto es muy
decepcionante para mí. Yo mismo me siento muy frustrado cuando las
personas no me escuchan, así que puedo comprender cómo te sientes». El
valor de esta respuesta radica en que evita el impulso tan genuinamente
humano de atacar y de defenderse. Con toda probabilidad, usted se siente
tan dolido y furioso como ella y, comprensiblemente, deseará demostrarle
Resumen
3. Plantee una pregunta para confirmar cómo se siente, por ejemplo: «Me
imagino que debes sentirte frustrado conmigo. ¿Es eso cierto?». Pregúntele si
ha comprendido realmente lo que está pensando y sintiendo.
4. Utilice una afirmación del tipo «me siento» para hacerle saber cómo se
sentiría usted si estuviera en su lugar. Usted podría decir: «Yo me sentiría igual
si me hubiera pasado a mí».
5. Acepte los sentimientos de la otra persona. No se muestre hostil, crítico o a
la defensiva. Hágale saber que está dispuesto a escuchar lo que tenga que
decir.
3. Técnica de la indagación
La indagación comprende el empleo de preguntas discretas, de sondeo, para
obtener más información de lo que la otra persona piensa y siente. Le puede
pedir que explicite sus sentimientos negativos, dado que suele ser esto lo que a
la mayoría de personas le cuesta más transmitir. También le puede incitar a
que le cuente más detalles sobre lo que usted ha hecho o dicho que le haya
molestado o que haya herido sus sentimientos.
Para la mayoría de personas resulta muy arduo expresar los senti-
mientos de rabia. No desean admitir que se sienten dolidos. Éste es el motivo
por el cual la técnica de la indagación es tan importante. Se invita a la otra
persona, directa y explícitamente, a que le critique y le diga lo enojado que se
siente. Si utiliza la técnica de la indagación y consigue que la otra persona
ponga las cartas sobre la mesa, usted puede afrontar el problema y sabrá
dónde está.
La mayoría de las personas teme utilizar la técnica de la indagación.
No quieren abrir la caja de Pandora y dejar que salgan todos los demonios.
Prefieren evitar los enfados y los conflictos. A menudo temen ser criticados.
Quizá piensen que las «buenas» personas no discuten ni se enfadan entre
ellas. ¿Usted se ha sentido alguna vez así? ¿Teme escuchar críticas
furibundas de una persona a la que quiere?
Todo el mundo se siente dolido y furioso de vez en cuando. La
mayoría de personas no se lo dirá: se sienten demasiado cohibidas. Si usted
asume la responsabilidad de animar a las personas a que se sinceren, usted
podrá manejar estos sentimientos negativos, que ya no le impedirán
experimentar alegría, proximidad y éxito.
Cuando utilice la indagación, su tono de voz tendrá una importancia
fundamental. Si efectúa una pregunta de forma sarcástica o defensiva, el
método no funcionará. Para poner un ejemplo extremo, imaginemos que
alguien le acusa de ser egoísta; usted podría contestar de forma sarcástica: «
¿Oh, estoy siendo egoísta, verdad?». Esto parece una pregunta, pero no lo es.
Resumen
1. Cuando exprese sus sentimientos, utilice afirmaciones del tipo «me siento»
como, por ejemplo, «Me siento decepcionado». Evite afirmaciones del tipo «tú»
como: «Tú me estás decepcionando». Estas afirmaciones parecen críticas y
sentenciosas y desencadenan siempre peleas y discusiones. He aquí algunos
ejemplos:
“ Tu siempre» o «Tú nunca...».
«Estás equivocado.»
«No deberías...»
«No tienes derecho.»
Resumen