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Querido Abuelito Taita:

Siempre recuerdo lo mucho que te gustaba hablar y dar discursos, me gusta pensar que al estar
aquí parada hablando estoy honrando tu presencia y tu impacto en nuestras vidas. Me acuerdo
del discurso tan hermoso que diste cuando cumplí 15 años, siempre me hiciste sentir lo
orgulloso que estabas de mí. También recuerdo tus lágrimas de emoción en un pequeño
concierto de piano que tuve hace años, creo que es de los momentos más hermosos que tengo
guardados en mi corazón

Es realmente muy triste cómo transcurre la vida a veces. No sabemos cuál será la última
navidad, el último cumpleaños, el último abrazo, la última llamada. Las cosas pasan tan de
repente; un día te llamé por teléfono y nos quedamos hablando de mis planes en el futuro, y a
las tres semanas estaba recibiendo la llamada que me anunció que nos habías dejado. A veces
no logro asimilar cómo puedo sentirte tan cerca y tan lejos a la vez, pero me alegra mucho
haber tenido la extraordinaria oportunidad de compartir estos 22 años contigo.

En estos días nos hemos tomado el tiempo de recordarte; ver tus cartas, tus fotos, visitar las
memorias que tenemos contigo. Es lindo verte sonreír otra vez, recordar tus consejos, los
pequeños chistes que contábamos, las anécdotas de mi infancia que nunca dejaron de divertirte.
Recordé hace poco la imagen que me mandaste por whatsapp en agosto del año pasado. Una
caricatura de un viejito tomado de la mano de una niña con notas musicales a todos lados, me
la mandaste diciéndome que te recordaba mucho a nosotros porque siempre fuimos “muy
buenos amigos y grandes compañeros de juego y aventuras” también me dijiste “siempre nos
hemos sentido felices con tu existencia”. Recuerdo bailar y jugar feliz por la casa contigo,
saltar, correr, reírme, sentirme feliz y amada. Cómo extraño hoy en día la belleza de tus
palabras. Realmente creo que debo devolverte esas hermosas palabras, Taita, nosotros
SIEMPRE nos sentimos felices de tu existencia.

Hay muchas cosas que podría decir para describir el amor tan grande que te tengo y lo mucho
que te admiro, pero sé que podría quedarme aquí todo el día hablando y aún así, no le haría
justicia a todas las cosas extraordinarias que aprendí de ti. Sin embargo, intentaré resumirlo
brevemente en agradecimientos. Gracias por enseñarme la virtud de la paciencia y el trabajo
duro. Gracias por enseñarme a ser sana y activa. Gracias por enseñarme a ser valiente y
precavida a la vez. Gracias por amarme tan profundamente y por estar tan pendiente de mí
siempre. Gracias por siempre recordarme lo bienvenida que era en la casa y por ayudarme
todas las veces que lo necesité.
Estos días estaremos todos caminando por la casa como si fuera un museo: viendo tus fotos
con tal admiración como si fueran obras de arte. Recorriendo lentamente y a veces rápidamente
los recuerdos que tenemos contigo. Guardando amuletos que nos hacen sentir cerca de ti,
maravillándonos de habitar el mismo espacio que habitábamos contigo pero esta vez hay algo
que nos hace falta. A los lejos se escucha tu voz cantando “estaba la pájara pinta, sentada en
un verde limón” y en el aire se siente tu presencia, tu vida, tus enseñanzas: somos tu legado de
carne y hueso y en nuestros corazones siempre brillará tu luz perpetua.

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