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La red urbana española.

Características del proceso de crecimiento


espacial de las ciudades.

Red urbana española.

Las ciudades españolas constituyen un sistema integrado por el conjunto de las


ciudades y las relaciones que establecen entre sí, constituyendo un “conjunto de
asentamientos de un territorio que se encuentran interrelacionados”, es el sistema
urbano. En el espacio el sistema urbano dibuja redes compuestas por nodos (las
ciudades) y líneas (los flujos que las relacionan).
Las distintas ciudades que componen el sistema se organizan jerárquicamente y
conforman ejes urbanos con diferente dinamismo y de integración. Desde la década de
1980 y relacionado con la implantación del Estado Autonómico y la integración de
España en el contexto internacional esta red se ha hecho más densa y equilibrada. Si se
realiza un análisis de las ciudades españolas según su tamaño y localización se observa
que la distribución de las ciudades españolas contrapone una regularidad grande en
cuanto al tamaño y una gran irregularidad en cuanto a su distribución espacial.
La red española está constituida por dos ciudades millonarias con proyección
internacional (Madrid y Barcelona), que constituyen las metrópolis nacionales. Cuentan
con las funciones más diversificadas y concentran las sedes de las grandes empresas
nacionales y multinacionales y los centros de decisión empresarial. En ellas se
concentran las industrias de alta tecnología y las de servicios especializados. Su área de
influencia en nacional, pero con conexiones con otras metrópolis internacionales,
enlazando el sistema nacional con el europeo y mundial.
Hay que destacar, en especial, el brusco salto que se produce entre el tamaño de
las ciudades millonarias a las metrópolis regionales, con una población que se sitúa entre
el millón y el medio millón. Son las ciudades de Valencia, Sevilla, Zaragoza, … Se trata
de ciudades de tamaño medio, relacionadas con las metrópolis nacionales gracias a una
densa red de transportes y con influencia a nivel regional o autonómico.
Cuenta la red urbana española con una amplia red y subred de ciudades medias
y pequeñas de gran proyección regional y provincial como Palma de Mallorca, Bilbao,
La Coruña, Valladolid, … Éstas cuentan con funciones diversificadas y algunos servicios
especializados como Universidades, Hospitales, empresas de alta tecnología, etc. Su
influencia puede ser regional y subregional.
Esta amplia y densa red urbana, contrasta con la red de centros de servicios
rurales, aquellas ciudades con menos de 20.000 habitantes, con funciones reducidas y
poco especializadas. Suelen ser nodos de transporte para su área de influencia: la
comarca.
Podemos concluir que la distribución espacial de las aglomeraciones urbanas
españolas no cubre de forma adecuada todo el territorio, presentando unos contrastes
marcados entre centro y periferia.

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Características del proceso de crecimiento espacial de las ciudades.

El crecimiento de las ciudades españoles comparte un proceso bastante similar,


pues no dejan de ser herederas de un pasado común.
Así, todas ellas parten de un centro histórico con rasgos comunes de una
herencia preindustrial en el que se superponen etapas históricas muy amplias. En
algunas ciudades se puede distinguir su pasado romano por su plano regular. Son
ciudades como Tarragona, Zaragoza o León. Sobre ese substrato se superpone la ciudad
medieval, la musulmana, caracterizadas por un plano muy irregular, con calles estrechas
y tortuosas; y la cristiana con planos más variados: irregulares, radioconcéntricos
(Vitoria), lineales o en damero. En todas ellas estaban presentes los recintos
amurallados. En la Edad Moderna fue frecuente la creación de nuevos barrios urbanos
y el diseño de plazas mayores, con mercado y ayuntamiento; desde ellas se abrieron
nuevas calles (calles mayores). Durante el siglo XVIII las ciudades se embellecieron con
calles más amplias y rectas, jardines, paseos arbolados y fuentes.
Las ciudades más populosas a finales del siglo XIX y principios del XX inician la
construcción de unos barrios de expansión en los llamados ensanches burgueses. Se
trataba de un espacio nuevo que responde a los deseos burgueses: idea de orden, plano
regular en cuadrícula, dotación de servicios (alcantarillado, abastecimiento de agua y
espacios verdes) y de beneficio económico, obtenido d la construcción de viviendas,
comercios y transportes. El primer ensanche fue proyectado en 1859 en Barcelona por
I. Cerdá, mientras que J. de Castro hace lo propio en Madrid en 1860. Estos proyectos se
difundieron por otras ciudades como Pamplona, Bilbao o La Coruña.
En la segunda mitad del siglo XX, como consecuencia del éxodo rural surgirán en
nuestras ciudades las barriadas obreras y los polígonos industriales; éstas lo harán en
la periferia junto a las principales vías de acceso. Aparecen así los barrios marginales
surgidos alrededor del ensanche, a lo largo de las carreteras y caminos que partían de la
ciudad o junto a industrias o estaciones de ferrocarril (La Rondilla y Pajarillos en
Valladolid). Son los barrios de viviendas de promoción oficial (trama abierta y viviendas
unifamiliares baratas, siempre con escasos servicios) y los de promoción privada (con
bloques en forma de H, de atura y densidad excesiva, adoptando el estilo internacional).
A finales del siglo XX y principios del XXI surgen los polígonos residenciales y las
áreas de equipamientos comerciales, en el área periurbana, (Valdespartera y Puerto
Venecia en Zaragoza, Rio Shoping en Valladolid, etc.). La ciudad adopta un modelo
disperso, es la “ciudad dispersa o difusa”. Se caracterizan por una baja densidad de la
urbanización y la zonificación de áreas, separadas por vacíos urbanos, pero bien
conectadas entre sí, y con el centro urbano, por una buena red viaria, aunque orientada
al trasporte en automóvil privado.
Por último, simultáneamente al crecimiento disperso en las periferias, se está
apostando por la nueva sostenibilidad urbana, con una profunda rehabilitación de
edificios, renovación y regeneración de barrios frente al crecimiento sin fin de las
ciudades de finales de siglo XX y principios del XXI (2007). Además, se vuelve a la ciudad
compacta, sin excesivo apelmazamiento ni verticalización. Se promueven barrios con
manzanas cerradas o semiabiertas con menor densidad y patio de uso público o privado.

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