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TESTIMONIO DE
TESTIGOS PRESENCIALES
Richard Bauckham
Profesor Emérito, University of St Andrews
1. Introducción
Notas
1
Introducción
La tradición oral
La continua disponibilidad de los testigos presenciales durante todo el
período del Nuevo Testamento no significa, por supuesto, que no hubiera
transmisión de las tradiciones evangélicas en la iglesia primitiva, sólo que
dicha transmisión estuvo explícitamente conectada con los testigos
presenciales. Cuando Pablo fundaba una comunidad, le enseñaba
formalmente las tradiciones relacionadas con Jesús que él mismo había
recibido de testigos presenciales como Pedro y Bernabé.[18] Pero
lamentablemente los críticos de las formas, los primeros eruditos en intentar
investigar seriamente la transmisión de las tradiciones orales evangélicas,
estaban muy equivocados en cuanto a la naturaleza de esas tradiciones,
como ya nos damos cuenta gracias a la gran cantidad de estudios sobre las
tradiciones orales realizados por antropólogos y etnógrafos. Los críticos de
las formas compararon los evangelios con el tipo de literatura popular que se
había transmitido durante muchos siglos, y concluyeron que podían aplicar
las leyes materiales de la tradición oral de ese tipo a las tradiciones
evangélicas. De esta forma plantearon tradiciones comunitarias anónimas, la
creatividad descontrolada de las comunidades, y un total desprecio por la
historia por parte de dichas comunidades. No podemos culpar a los críticos
de las formas por atenerse a la mejor comprensión de la tradición oral que
estaba disponible en su época. Pero ahora tenemos más conocimiento y es
hora de que los eruditos del Nuevo Testamento dejen de repetir los puntos
de vista de los críticos de las formas.[19]
Las siguientes son algunas de las cosas que sabemos acerca de la tradición
oral. Primero, en el sentido más estricto, de lo que se trata en el caso de los
evangelios es historia oral, no tradición oral. La diferencia entre las dos es
que la historia oral se trasmite por personas que presenciaron los hechos y
todavía viven. Esta es la clase de historia que practican los historiadores
orales modernos y, como ya he mencionado, es el tipo de historia oral que
se consideraba la mejor práctica para los historiadores del mundo
antiguo. Debemos evitar aplicar a este fenómeno de una sola generación
generalizaciones extraídas de la transmisión de tradiciones a lo largo de
muchas generaciones.
Segundo, las sociedades predominantemente orales tratan diferentes tipos
de tradiciones de maneras distintas. Por ejemplo, es posible que distingan
entre cuentos, que se prestan para infinitas variaciones creativas (y, de
hecho, para eso son) y tradiciones históricas que reciben un trato mucho
más conservador. No es que las sociedades orales no posean un sentido de
la historia o no busquen contar su historia con cuidado. Las sociedades
orales varían a este respecto. A la luz del estudio de sociedades orales en
todo el mundo, no resulta difícil suponer que las primeras comunidades
cristianas, aunque pertenecían predominantemente (pero no
exclusivamente) a una sociedad oral, valoraron el carácter verdaderamente
histórico de las tradiciones acerca de Jesús y, por lo tanto, se preocuparon
por preservar esas tradiciones fielmente.
Tercero, cuando las sociedades orales se empeñan en asegurar la relativa
estabilidad de aquellas tradiciones que desean preservar de distorsiones
importantes, son capaces de ejercer diversas formas de control sobre
ellas. Dichos controles a menudo involucran a individuos designados a
quienes se les confía la cuidadosa preservación de las tradiciones. Las
tradiciones no tienen que estar a merced de los recuerdos de la comunidad
en general. Es bastante obvio que en las primeras comunidades cristianas
los testigos presenciales habrían sido aceptados como los guardianes más
importantes de las tradiciones relacionadas con Jesús. Esa era la función
principal de los testigos presenciales a lo largo de sus vidas, hasta el
momento en que la historia oral ya no era posible. En ese punto, los autores
de los evangelios se encargaron de preservar el testimonio de los testigos
presenciales por escrito, para que su papel como fuente reconocida y
guardianes de las tradiciones pudiera continuar en la forma de los
evangelios escritos.[20]
[1]
J. Ratzinger (Papa Benedicto XVI), Jesús de Nazaret (Ediciones Encuentro, 2011).
[2]
R. Bauckham, Jesus and the Eyewitnesses: The Gospels as Eyewitness Testimony
(Grand Rapids: Eerdmans, 2006).
[3]
V. Taylor, The Formation of the Gospel Tradition (Londres: Macmillan, 1935, 2a edición)
pág. 41.
[4]
R. A. Burridge, What are the Gospels? (SNTSMS 70; Cambridge: Cambridge University
Press, 1992; edición ampliada: Grand Rapids: Eerdmans, 2004) ha sido el estudio más
influyente en este sentido.
[5]
S. Byrskog, Story as History — History as Story: The Gospel Tradition in the Context of
Ancient Oral History (Tübingen: Mohr Siebeck, 2000; Leiden: Brill, 2002) pp. 48–65, 146–
176, 200–223.
[6]
Los datos son recopilados por Tal Ilan, Lexicon of Jewish Names in Late Antiquity: Part I:
Palestine 330 a. C. - 200 d. C. (TSAJ 91; Tübingen: Mohr Siebeck, 2002).
[7]
Bauckham, Jesus, págs. 71-74.
[8]
Ver Bauckham, Jesus, cáp 3.
[9]
Mt. 10:2-4; Mr. 3:16-19; Lc. 6,13-16; cfr. también Hechos 1:13. A veces se ha sostenido
que las diferencias entre las listas indican que la membresía de los Doce no fue recordada
cuidadosamente. Para un análisis de la cuestión, ver Bauckham, Jesus, págs. 97-101.
[10]
Ver Bauckham, Jesus, cáp. 5.
[11]
Bauckham, Jesus, págs. 124-147.
[12]
Muchas traducciones inglesas modernas traducen esto como, ‘Simón y su hermano
Andrés’ (NRSV). La repetición de Simón es tan innecesaria en griego como lo es en inglés.
[13]
Esto se conserva en Eusebio, Hist Eccl 3.39.14-16.
[14]
He argumentado esto en Bauckham, Jesus, págs. 12-21.
[15]
J. Marcus, Mark 1-8, Anchor Bible 27 (Nueva York: Doubleday, 1999) p 24.
[16]
Bauckham, Jesus, cáp.7.
[17]
Bauckham, Jesus, págs. 358-362.
[18]
Bauckham, Jesus, págs. 264–271.
[19]
Para un estudio actualizado de la tradición oral en la iglesia primitiva que crítica la
historia de las formas, con el cual estoy en deuda, ver J. D. G. Dunn, Jesus Remembered
(Grand Rapids: Eerdmans, 2003) págs. 192-210, 238-249, especialmente págs. 248-249.
[20]
Bauckham, Jesus, cáp. 10-12.
[21]
Bauckham, Jesus, cáp. 13.
[22]
Ver Bauckham, Jesus, cáp. 18.
[23]
K. J. Vanhoozer, First Theology: God, Scripture and Hermeneutics (Downers Grove:
InterVarsity Press, 2002) p. 269.
[24]
Ver especialmente C. A. J. Coady, Testimony (Oxford: Clarendon Press, 1992).
[25]
P. Ricoeur, ‘The Hermeneutics of Testimony’, en Essays on Biblical Interpretation, ed. L.
S. Mudge (Londres: SPCK, 1981) págs. 123-130.