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Pierre Bordieu (1930 – 2002, Francia) escribió en su libro “La dominación masculina” la
definición de violencia simbólica y su relación con la supremacía masculina:
“El orden social funciona como una inmensa máquina simbólica que
tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya: es la
división sexual del trabajo, distribución muy estricta de las actividades
asignadas a cada uno de los dos sexos, de su espacio, su momento, sus
instrumentos; es la estructura del espacio, con la oposición entre el lugar
de reunión o el mercado, reservados a los hombres, y la casa, reservada
a las mujeres, o, en el interior de ésta, entre la parte masculina, como del
hogar, y la parte femenina, como el establo, el agua y los vegetales; es la
estructura del tiempo, jornada, año agrario, o ciclo de vida, con los
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momentos de ruptura, masculinos, y los largos períodos de gestación,
femeninos”2.
En este ejemplo queda muy claro el papel de la publicidad y los medios de comunicación
para aumentar el consumo de cierta sustancia. No sólo construyen estrategias en
relación al consumo, también a preservar la desigualdad social tanto por clase social,
raza, género, etc. Lo que se muestra en los medios de comunicación y en redes sociales,
al igual que los mensajes que hemos recibido por medio de la socialización tiene
impregnada la ideología dominante, la que, en relación a la construcción social del
género y a la supremacía masculina, engloba mensajes como: lo considerado femenino
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es inferior, las mujeres son objetos, la mujer debe de cumplir con los roles domésticos
y reservarse a estar en ese espacio ya que si sale es peligroso para ella, que las mujeres
valemos según cuan bellas somos o no, que nuestro valor está dado por los hombres,
que debemos de desear ser madres y que antes que personas somos y seremos
siempre madres, viviendo por y para los demás. Toda mi vida, toda nuestra vida en casi
todos los momentos estamos rodeadas por estos mensajes que naturalizan y fomentan
ejercicios de poder que sostienen el estatus quo.
4 Rita Laura Segato, Las estructuras elementales de la violencia. (Buenos Aires: Universidad Nacional de
Quilmes, 2003) P.13
5 Rita Laura Segato, Las estructuras elementales de la violencia. P.14
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prioridad del patriarcado como apropiador del cuerpo de las mujeres y de éste como
primera colonia”6.
En el texto “La guerra contra las mujeres” Rita Segato escribe sobre la narrativa que
forma parte de los mitos originarios de distintos pueblos y culturas. Ésta forma narrativa
muestra a la mujer como alguien que es dominada, vencida y disciplinada, siendo
colocada en una posición de obediencia y subordinación. “No solo el relato bíblico del
Génesis, sino una cantidad inmensa de mitos origen de distintos pueblos cuentan
también la misma y reconocible historia”7. Éstas narrativas se han repetido una y otra
vez generando la naturalización de las relaciones de poder y dominación. El uso de lo
simbólico es la base de esta naturalización ya que “el orden «de lo simbólico»… es el
orden de la estructura que organiza los significantes en la vida social, es de “naturaleza
patriarcal”, y el orden patriarcal es, por definición, jerárquico y controlado por la
presencia del poder simbólicamente encarnado en la figura del padre” 8.
Segato plantea que al entender desde donde vienen las narrativas que obedecen a las
ficciones de supremacía masculina es que se puede transformar la manera en la que
6 Rita Laura Segato, La guerra contra las mujeres.(Madrid: Traficantes de sueños, 2016) P.19
7 Rita Laura Segato, La guerra contra las mujeres. P.19
8 Brennan Teresa citada en: Segato, Las estructuras elementales de la violencia. P.14
9 Rita Laura Segato, Las estructuras elementales de la violencia. P. 57
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hemos aprendido que significa ser hombre y ser mujer. Teniendo siempre presente que
las narrativas y estereotipos hegemónicos forman parte de una ideología (la cual ha
naturalizado las características que conforman al hombre y a la mujer) que, al seguir
siendo distribuida, fortalece la estructura de las relaciones de dominación y poder de lo
masculino sobre lo femenino. La violencia simbólica, por medio de las narrativas
mencionadas previamente, ha moldeado y transformado mi vida y mi cuerpo. Cuando
era niña, lo primero que quise ser de grande era ser modelo ya que a mi alrededor veía
tanto imágenes fijas como en movimiento de mujeres que cumplían con las
características de lo socialmente entendido como bello, y percibía que ser bella era el
primer paso para poder acceder a todo lo demás que se veía en éstas imágenes. Las
modelos tenían dinero y objetos de lujo, también eran presentadas como exitosas,
tenían pareja hombre, y este hombre también contaba con las características que
entraban dentro del estereotipo de alguien guapo, tenía dinero y éxito, y este hombre
amaba a la modelo porque, gracias a su belleza era digna de ser amada, y juntos eran
felices para siempre, como en los cuentos de hadas. Durante muchos años de mi vida
crecí deseando ser como esas mujeres para poder acceder a la felicidad.
Durante toda mi infancia fue muy importante para mí cumplir con las características para
ser bella y pensaba que ese era el camino que debía de seguir hasta ser de esa forma
cuando fuera adulta, hasta la pubertad comencé a detectar que había algo de toda esa
construcción narrativa que me incomodaba. Aprendí a negar y hasta odiar
características de mi cuerpo que no correspondían con las de las modelos, por ejemplo,
el color de mis ojos, cabello y piel. Conforme iba creciendo mi cuerpo iba
correspondiendo menos a esas formas de cuerpos perfectos y valiosos, mientras en
todo mi entorno se repetía el mensaje de que debía de ser bella para ser valiosa, y poder
llegar a cumplir todo lo que una mujer debería de ser: bella, heterosexual, tener dinero
y, llegar a ser madre. El no cumplir con las características físicas consideradas como
bellas ponía en riesgo el poder llegar a ser una mujer como las que miraba en la
publicidad, una mujer feliz, amada y plena.
La construcción cultural del género tiene su punto de partida en la idea de que el hombre
y la mujer son entidades distintas, las cuales se asocian con distintas características a
través de las sociedades. “… en las más diversas sociedades, la ideología de género,
aun presentando diferencias, tiende a representar el lugar de la mujer como un lugar
subordinado”10.
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Uno de los pilares fundamentales que considero sostiene a la violencia simbólica es la
cosificación de la mujer, esto es considerarla un objeto. Al ser cosificada y sexualizada
una es percibida por los hombres e incluso por otras mujeres como algo que existe para
estar en función de los demás. Al volverse un objeto se elimina una de las características
que más me ha interesado durante toda mi vida, esto es la posibilidad de accionar, tomar
decisiones, moverse como una desea… esto para mí son gestos que engloban la
autonomía y expresan la identidad de una persona. Es por esto que estoy convencida
de que cuando se elije la manera en la cual accionar el propio cuerpo, se resiste ante la
constante cosificación a causa de ser mujer.
Dentro del campo de las artes visuales y la historia del arte, Griselda Pollock (1949,
Sudáfrica), teórica especializada en artes visuales, analista cultural e historiadora del
arte británico especialista en estudios feministas poscoloniales escribe analiza esta
problemática en su libro “Vision and Difference”. La autora comienza problematizando
la manera en que algunos críticos, teóricos y especialistas del arte definen y determinan
la historia del arte y cómo no es fortuito que se investigue sobre arte como se investiga.
Pollock reflexiona sobre como “el sexismo estructural de la mayoría de las disciplinas
académicas contribuye de manera activa a la producción y perpetuación de una
jerarquización de género. Lo que aprendemos del mundo y sus pueblos obedece a un
patrón ideológico que se condice con el orden social dentro del cual ese conocimiento
es producido”11. En este caso, la autora menciona que dentro de la historia del arte no
sólo se ha invisibilizado a las mujeres artistas, si no que también, las que son
mencionadas se les concibe como inferiores a los hombres artistas, esto sumado a las
representaciones de la mujer en el arte donde se puede apreciar a las mujeres
cosificadas, pasivas y representadas para satisfacer a la mirada masculina. Todo esto
contribuye a la internalización de la supremacía masculina.
Sobre la representación, Pollock desarrolla que puede entenderse “como algo que
«articula» de manera visible o socialmente palpable procesos sociales que determinan
la representación, pero que luego se ven, de hecho, afectados y alterados por las
formas, prácticas y efectos de la representación. Por último, la representación… significa
algo representado para, dirigido a un lector/espectador/consumidor” 12. Entonces se
puede decir que las representaciones construyen y moldean nuestra forma de pensar,
de relacionarnos con el mundo y, a su vez, sostienen la hegemonía dominante en la que
11 Griselda Pollock, Visión y diferencia: feminismo, feminidad e historias del arte. (Buenos Aires: Fiordo,
2013). P.19
12 Griselda Pollock, Visión y diferencia: feminismo, feminidad e historias del arte. P.29
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estamos inmersas para que las relaciones de jerarquización, tanto simbólicas como
sociales, sigan favoreciendo al sistema actual. Las representaciones están ligadas con
la ideología, para Pollock
Pollock menciona que “las prácticas culturales tienen una función de gran significación
social en la articulación de sentidos para comprender el mundo, en la negociación de
conflictos sociales, en la producción de sujetos sociales”14. Al reconocer cómo operan
las prácticas culturales (es decir entender qué significado producen, de qué manera lo
realizan y para quiénes lo construyen) es que se pueden desentrañar las características
13 Griselda Pollock, Visión y diferencia: feminismo, feminidad e historias del arte. P.30
14 Griselda Pollock, Visión y diferencia: feminismo, feminidad e historias del arte. P.31
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que el sistema hegémonico considera necesarias para perpetuar las dinámicas de poder
y que este siga funcionando.
“La historia del arte debe ser entendida en sí misma como una serie de prácticas
de representación que producen de manera activa definiciones de la diferencia
sexual y contribuyen a la configuración actual de las políticas sexuales y de las
relaciones de poder. La historia del arte no es meramente indiferente a las
mujeres, es un discurso centrado en lo masculino que colabora en la
construcción social de la diferencia sexual. Como discurso ideológico, se
compone de procedimientos y técnicas mediante las cuales se fabrica una
representación específica de lo que es el arte. Esa representación se sostiene
en torno a la figura principal del artista como individuo creador” 16.
Por esta razón es que me interesa escribir sobre el trabajo que realizo y que realizan
colegas, para seguir en el camino de la visibilización de procesos y proyectos artísticos
que cuestionan, reconocen y critican a la ideología patriarcal distribuída y fortalecida por
discursos artísticos.
15 Griselda Pollock, Visión y diferencia: feminismo, feminidad e historias del arte. P.33
16 Griselda Pollock, Visión y diferencia: feminismo, feminidad e historias del arte. P.38
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lecturas y charlas es que he trabajado y abierto el diálogo con problemáticas que tengo
en común con otras mujeres. En mi producción artística planteo a la escultura y a la
performance como una estrategia para cuestionar y dialogar sobre la violencia simbólica
para encontrar nuevas formas de respuesta cuando esa violencia es ejercida. A partir
de mi práctica artística es que realizo cuestionamientos y planteo reconocer el impacto
de esta violencia a través de prácticas y procesos escultóricos y performáticos.
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cuestionamientos al cuerpo que las utiliza. Al portar las prendas escultóricas, quien las
usa pasa por un proceso performático, este proceso es detonado por las prendas
escultóricas, ya que no son prendas comunes, cambian el accionar del cuerpo. En esta
investigación - producción planteo que lo performático puede resquebrajar al habitus.
18Escribo corporal en relación a todo el cuerpo, incluyendo la mente. Escribo así para no realizar la
clásica separación entre mente y cuerpo.
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(un ejemplo de esto son las fajas, al usarlas cotidianamente van transformando el área
donde se encuentran).
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Fuentes de consulta.
Bibliografía.
Bordieu, Pierre. “La dominación masculina”. Barcelona, Anagrama. 2000.
Segato,Rita. “La guerra contra las mujeres.” Madrid: Traficantes de sueños, 2016.
Video.
Curtis, Adam. “El siglo del yo”. BBC, 17 de marzo de 2002. Video, 58m26s.
https://vimeo.com/17879192
Consultado el 7 de abril de 2022.
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