Está en la página 1de 39

Diplomatura Superior en Educación Sexual

Integral

Módulo 3: Perspectiva sociohistórica, feminismos


en Argentina y América Latina

Clase 4: Aportes para la ESI desde la historia de


las mujeres y la perspectiva de género
Clase 4: Aportes para la ESI desde la historia de las
mujeres y la perspectiva de género
1. Introducción
2. Los roles de género y la construcción sexogenérica a lo largo
de la historia
3. Allí donde todo comenzó… Mesopotamia, Grecia y Roma
4. La mirada desde la herencia judeocristiana
5. Edad Media, transición al capitalismo y caza de brujas
6. Sexualidad colonizada, ¿a qué nos referimos?
7. Actividad
8. Referencias

2
1. Introducción

Les damos la bienvenida a la cuarta clase del módulo. En este


encuentro las y los invitamos a volver a mirar parte de la historia de
Occidente a partir de las relecturas que proponen la perspectiva de
género y feminista.

Nos proponemos revisitar, con una mirada crítica, los períodos más
importantes de la historia que hemos estudiado en la escuela y la
formación docente. Veremos que la historia hegemónica ha
realizado un recorte, una selección de acontecimientos y hechos y,
de alguna manera, impuso una perspectiva de la historia europea
como un relato universal y unívoco, que rechazó y silenció la historia
de nuestro continente. En la próxima clase veremos cómo la crítica
a la colonialidad del saber puso en discusión este discurso
totalizador.

El recorrido de este módulo se inicia con una mirada de la historia


que, desde una propuesta metodológica y una práctica feminista,
señala la omisión sistemática de las mujeres y diversidades en el
relato histórico y propone entenderlas como verdaderas partícipes y
parte fundamental de la historia. Intentaremos dar cuenta de la
construcción de los roles de género a lo largo de la historia y de su
trasmisión a través de las diferentes matrices socioculturales que
organizaron a Occidente. Pondremos especial interés en el relato de
la conquista y colonización de América, en tanto hechos que
definen, finalmente, nuestra sexualidad cruzada por la herencia
indígena, obturada en el brutal choque de la colonización, los
procesos de mestizaje y la herencia europea.

Como afirmamos a lo largo de las clases, la sexualidad es una


construcción histórica. Simone de Beauvoir afirma que “la mujer es
una invención histórica” (De Beauvoir, 1949). Para comprender el

3
sentido de esa idea es preciso revisar el relato histórico que hemos
asumido como verdad casi incuestionable. Esta mirada también nos
permitirá encontrar las bases sobre las que ha sido construido el
sistema de dominación que llamamos patriarcado, que, como han
demostrado las historiadoras feministas, tuvo un origen y por lo
tanto puede tener un final (Lerner, 1990).

Las y los invitamos a ver el siguiente video para seguir reflexionando


respecto de la mirada que la historia ha tenido sobre las mujeres.
Disponible aquí.

4
2. Los roles de género y la construcción sexogenérica a
lo largo de la historia

Para comenzar este recorrido podemos remitirnos a la Edad Antigua


en Oriente Próximo, alrededor del 3500 ANE (antes de nuestra era)1,
momento en que se conformaron los primeros Estados y se
registraron las primeras leyes que regularon las conductas sexuales
y especialmente la sexualidad femenina. Gerda Lerner afirma que:
“De ahí en adelante, el control de la conducta sexual de los
ciudadanos ha sido una de las grandes medidas de control social en
cualquier sociedad estatal” (Lerner, 1990).

¿Qué formas adopta esa regulación a lo largo del tiempo, en cada


sociedad? En clases anteriores mencionamos a Foucault y la
biopolítica, en esta clase vamos a ver en ejemplos cómo actúa ese
poder sobre los cuerpos y específicamente cómo lo hace de forma
desigual sobre mujeres y otras identidades de género.

Muchos de los contenidos que desarrollaremos a continuación nos


abren el juego a revisitar los mitos y metáforas que sostienen la
organización social, que definen sus sistemas de pensamiento, sus
creaciones científicas y religiosas y su entramado legal. Observar
estos elementos nos permite analizar las bases que han
estructurado, que han “marcado” –casi siempre con violencia
simbólica y/o física– esas matrices socioculturales de la sexualidad,
que atraviesan aún hoy las relaciones sexogenéricas en la sociedad
occidental.

Detengámonos brevemente en el concepto de violencia simbólica. El


término fue acuñado por Pierre Bourdieu en los años setenta para

1
ANE (antes de nuestra era) es una denominación alternativa a a. C. Hace
referencia a una manera de señalar el tiempo histórico sin la impronta del
cristianismo que implica la denominación a. C. (antes de Cristo).

5
hacer visibles las violencias que se ejercen de forma indirecta, que
no son físicas (aunque impactan en los cuerpos de diferentes
maneras) y que solemos tener naturalizadas, de tal manera que
muchas veces asumimos con “errores” propios, o de nuestra
“naturaleza”, omitiendo el enorme ejercicio de poder que implican
estas violencias. Ejemplos de esta violencia se pueden observar en
publicidades en medios de comunicación que refuerzan
estereotipos de belleza o de género, bromas racistas, sexistas o
contra las diversidades sexuales, pero también todo tipo de
comunicación social que reproduzca mitos, prejuicios, dominación,
desigualdad y discriminación en las relaciones sociales,
naturalizando la subordinación histórica de la mujer en la sociedad.

Las y los invitamos a ver este cortometraje de 1972, de María Luisa


Bemberg, que documenta la exposición Femimundo y resulta una
aguda crítica a la industria y a la publicidad en relación con el rol de la
mujer. Disponible aquí.

6
Las distintas formas de violencia simbólica se encarnan en nuestras
subjetividades, en el “sentido común”, puebla aquellos lugares de
encuentro social en los que menos esperamos un maltrato: los
chistes, los dichos, las tradiciones. Es tarea fundamental de una
mirada desde la ESI proponer nuevas formas de elaborar esos
espacios sociales.

3. Allí donde todo comenzó… Mesopotamia, Grecia y


Roma

El patriarcado es una creación histórica elaborada por hombres y


mujeres en un proceso que tardó casi 2.500 años en completarse
(Lerner, 1990).

Podemos rastrear, en la historia de la Antigua Mesopotamia


(2000-1600 ANE), algunos procesos que confirman que el
patriarcado comenzó a instaurarse. En este desarrollo, el
matrimonio y su construcción histórica como nexo entre grupos
actúa como una institución social productora de vínculos y como
una prerrogativa masculina, ya que se lleva a cabo a partir de
arreglos que realiza el jefe de familia, que primero domina a su
mujer e hijos y luego va ampliando ese poder al resto de las mujeres
de la sociedad por medio de estos pactos. La institución del
parentesco, que varía a través del tiempo y no se reduce a los lazos
sanguíneos, para este momento supone alianzas, que la mayoría de
las veces están forjadas sobre los cuerpos femeninos.

El mito mesopotámico de creación del Universo relata el acto de


arar la tierra y el arado penetrándola y lo señala como mito de
creación. Remite a la agricultura asociada a la fertilidad: es la
fertilidad de la tierra y de los seres humanos la que asegura el

7
orden, la supervivencia y reproducción de lo creado. Esta metáfora
demuestra la importancia del control de la fertilidad femenina en las
sociedades agrarias.

Avanzando un poco en el tiempo y mudando de geografía, nos


situamos en la Antigua Grecia (siglos V-IV ANE), que se organizaba
en torno a la polis, una ciudad-Estado que concentraba la vida
política. Era un territorio insular, con agricultura y pequeña
ganadería como sustento económico de la comunidad. Sobre estas
condiciones materiales de existencia se desarrolló el pensamiento
político y filosófico de la llamada Grecia clásica, conocido en las
obras de Platón y Aristóteles como principales exponentes. El centro
de la vida social era el oikos (casa grande), unidad económica y
social autárquica, que conjugaba el conjunto de los bienes de la
casa y las personas que habitaban en ella, es decir, la familia más
los esclavos.

Atenas, una de las polis griegas, que tomaremos como paradigma


de la ciudad-Estado, se organizaba políticamente como una
democracia, donde quienes tenían posibilidad de participar y decidir
sobre la vida política eran los ciudadanos. Aquí vemos un primer
ordenamiento político que nos lleva a cuestionar, desde su
etimología, la idea de democracia que manejamos en la actualidad.
Si la pensamos como el “gobierno del pueblo” vemos que en este
caso es restringida la idea de “pueblo”, constituido por un conjunto
de varones, propietarios, mayores de edad, descendientes de padre
y/o madre ateniense. Solo ellos son ciudadanos con pleno derecho,
mientras que a las mujeres se las considera ciudadanas
exclusivamente para asegurar la filiación, sin derecho a la
participación política. Por lo tanto, es preciso analizar la categoría de
ciudadano y pensar cómo fue extendida muy tardíamente a las
mujeres.

8
Se trataba de un espacio donde no abundaba la tierra como recurso
ni sus productos, y tampoco la población. El delicado equilibrio
entre recursos y población hizo también que los controles y las
normativas en torno a la sexualidad y la reproducción fueran tareas
fundamentales del Estado para asegurar el “equilibrio social”. Para
pensar en esos controles no debemos perder de vista las diferentes
maneras en que se llevan a cabo, como lo explicaba Foucault, de
formas sutiles, microfísicas, por medio de diversos dispositivos
como la literatura, los mitos y otros elementos que operan el marco
de lo simbólico con una fuerza que atraviesa las culturas y los
tiempos. En este caso, la mitología griega que ha llegado hasta
nuestros días comprende un conjunto de relatos que nos permiten
reflexionar sobre la función de control, ejemplificadora y
pedagógica que cumplen los mitos. Uno de los conocidos mitos
griegos muestra a Zeus como un dios creador, de cuya frente “nace”
una de sus hijas predilectas, Atenea, portando los símbolos de la
guerra y el estoicismo. Obras como Los trabajos y los días de
Hesíodo relatan mitos como el de Pandora, la protagonista mujer,
creada como castigo para la raza humana. Sus atributos femeninos
se describen de forma odiosa y se señala su curiosidad como su
perdición, o mejor dicho, la perdición de los hombres. Esa
curiosidad (que luego es resaltada como defecto femenino) es lo
que la lleva a desobedecer y abrir la caja con los males del mundo.
Este mito será retomado en la versión cristiana, con Eva como
protagonista y culpable, mujeres desobedientes y que ocasionan la
pérdida de mundos perfectos…

Un mito menos conocido quizá sea el de Tácita Muta, otro ejemplo


aleccionador que nos llega desde el mundo romano. Lo conocemos
en palabras del poeta Ovidio (43-17 ANE) y tiene como tema central

9
el silencio femenino, empleado como castigo, intentando imponer
una actitud sumisa. Aquí el relato:

Ahora querrás saber por mí quién es la diosa Muta. Aprende lo que


me es conocido por los viejos de antaño. Júpiter, vencido por el amor
desmesurado de Yuturna, aguantó mucho, lo suficiente para un dios
de su categoría. Ella, ora se ocultaba entre los avellanares de la selva,
ora saltaba a las aguas, con ella emparentadas. Júpiter reunió a las
ninfas, cualesquiera que habitaban en el Lacio, y les espetó las
siguientes palabras en medio del corro: “Vuestra hermana tiene
celos de sí misma y evita acostarse con el dios supremo, cosa que le
sería provechosa. Ocuparos de los dos, pues si mi placer ha de ser
grande, grande será el beneficio de vuestra hermana. Cuando eche a
huir, poneos delante de ella al borde de la orilla para que no
zambulla el cuerpo en el agua del río”. Esto dijo. Todas las ninfas del
Tíber asintieron y también las que agasajan tu tálamo, divina Ilia.
Casualmente había una náyade, de nombre Lara, aunque su nombre
antiguo tenía la primera sílaba duplicada por error. Almón le había
dicho muchas veces: “Hija, contén la lengua”, pero ella no la
contenía. Así que dio con el lago de su hermana Yuturna, le dijo:
“Aléjate de las orillas”, y le refirió las palabras de Júpiter. También
visitó a Juno y le dijo, compadeciéndose de las casadas: “Tu marido
está enamorado de la náyade Yuturna”. Júpiter se encolerizó y
arrancó a la náyade la lengua de que se había servido
imprudentemente, y llama a Mercurio: “Llévatela donde los Manes;
ese es el lugar apropiado para los silenciosos. Será ninfa, pero ninfa
de la laguna soterrada”. Se cumplen las órdenes de Júpiter. El bosque
acogió a los que llegaban; se cuenta que ella entonces resultó del
agrado del dios que la conducía. Este se aprestaba a la violencia, ella
suplicaba con el rostro sustituyendo las palabras, esforzándose en
vano por hablar con su boca muda. Quedó embarazada y parió dos
gemelos: los Lares, que guardan y vigilan siempre las encrucijadas de
nuestra ciudad. (Ovidio, citado en Casamayor Mancisidor, 2015, pp.
27-41)

10
La lectura y análisis del texto permiten comprender que la libre
disposición del cuerpo femenino por parte del varón era un hecho
que parecía irremediable. Para el mundo romano, el peligro de la
expresión femenina radicaba en que si las mujeres usaban la
palabra con demasiada frecuencia podían convertirla en un mero
mecanismo de transmitir banalidades y chismes. Dice Eva Cantarella
(1997) sobre el mito de Tácita: “la historia de una mujer ligera,
incauta, irreflexiva, que había hecho mal uso de una cualidad de la
que, usada del modo correcto, los romanos se sentían muy
orgullosos: la palabra. (…)”. Además esto no había ocurrido
casualmente. Lara (Tácita) usó la palabra a destiempo, de modo
inoportuno, “porque era una mujer”. Pero también podemos pensar
que hacía uso de la palabra para alertar a otra mujer de la situación
a la que era sometida (Cantarella, 1997, pp. 20-21). No tenemos
muchos mitos que resalten la solidaridad entre mujeres, más bien
se nos suele presentar en competencia con otras pares, con quienes
se “disputa” un varón para cumplir el destino manifiesto con el que
se nos educa. Quizá una de las propuestas más disruptivas de los
feminismos tenga que ver con encontrar en cada mujer una igual,
una compañera y no una competencia.

11
Este ejemplo es interesante porque se sitúa en la sociedad romana,
en la cual los oradores públicos más contundentes (siempre
varones) hacían sus gracias en el espacio político y donde todos los
usos legítimos de la palabra se les atribuyen a ellos, adultos y
ciudadanos de Roma. En contrapartida emerge la figura de la
matrona, portadora del recato, el silencio y la pasividad femenina.

Las y los invitamos a reflexionar:

● ¿Podemos encontrar rastros en la actualidad de estos roles de


género en el espacio escolar?

● ¿Cómo se reparte el uso de la palabra en nuestras aulas?

● ¿En las reuniones de equipo?

● ¿En las situaciones de la vida cotidiana?

● ¿En los ámbitos de participación política?

Si regresamos a Atenas, tras la Guerra del Peloponeso (441-404


ANE), que implicó un marcado descenso demográfico, la
preocupación de los legisladores que ejercían el control estatal
sobre la población y en particular sobre la sexualidad se profundiza.

Desde un abordaje crítico de la producción filosófica de la época, en


particular la filosofía de Aristóteles, podemos tomar algunos
supuestos que han atravesado las épocas y que siguen organizando
nuestras relaciones sociales. Cuando Aristóteles dice “los hombres”

12
no se refiere a “todos los seres humanos”, puesto que una de las
explicaciones que ofrece para la existencia de las mujeres se limita a
definirlas como una monstruosidad. Recordemos la idea que
desarrollamos en la clase anterior en torno a los cuerpos de las
mujeres, la supuesta falta de calor vital que hacía que los genitales
no descendieran ni salieran del cuerpo, y la definición de las
mujeres como un varón imperfecto e incompleto. La filósofa
argentina María Luisa Femenías afirma en Ética Nicomáquea (siglo IV
ANE), que Aristóteles define a la relación entre marido y esposa:

… como de amistad entre desiguales, en efecto, la armonía del hogar


depende de que ambos tengan virtudes complementarias que
permitan hacer mejor las tareas vinculadas al hogar poniendo de
manifiesto el aspecto utilitario de la relación. (…) Como se trata de
una amistad imperfecta que se funda en una relación de superioridad,
como la del padre respecto del hijo y, en general, la del adulto
respecto del joven, la del varón respecto de la mujer y la del
gobernante respecto del gobernador [las cursivas son de las
autoras]. (Femenías, 1996, p. 50)

En ese sentido, el texto Exclusión e inferioridad resulta iluminador en


tanto señala el carácter androcéntrico tanto del pensamiento
aristotélico como de la organización sociopolítica de la polis. Así, se
evidencia que las discusiones sobre el lenguaje y el carácter de la
ciudadanía (que es restringido) tienen implicancias poderosas en las
maneras de ver, de cuestionar y de transformar nuestras
concepciones.

13
La mujer es solo ciudadana en sentido amplio y no propio, su
participación isomórfica en la esfera política le está vedada. Solo
puede ser gobernada, nunca gobernar salvo a los que son inferiores
a ella: los esclavos domésticos y los niños pequeños. Estas funciones,
sin embargo, la obligan a apartarse del ámbito público y recluirse en
el ámbito privado. (Femenías, 1996, p. 44)

Si nos trasladamos a la época del Imperio Romano, podemos leer


en el texto de Eva Cantarella, “La sexualidad de la mujer romana”,
algunas costumbres que implicaban la sujeción femenina que aún
hoy operan sobre nuestras formas de relacionarnos o en los
supuestos acerca de qué pueden hacer las mujeres en nuestra

14
sociedad. En Roma, por ejemplo, el aborto no estaba penado si era
el varón quien decidía sobre él. En cambio, si la mujer romana
tomaba esa decisión, sin el consentimiento de su marido, era
considerado un crimen y debía ser castigado. Las fuentes del
momento lo describen como “un atentado sobre la propiedad de
ese varón” (Cantarella, 1996). Insistimos en la importancia de
reflexionar sobre lo impregnado que está este pensamiento en
nuestras matrices, pues muchos de estos argumentos fueron claves
en el debate sobre la interrupción legal del embarazo en nuestro
país durante 2018. Las fuentes judiciales a las que se refiere el texto
mencionan también ciertas “tradiciones”:

Los matrimonios romanos eran una convivencia civil dentro de la


cual el amor no encontraba prácticamente ningún espacio. Amor y
matrimonio, en Roma, eran dos cosas diferentes. [Entre las clases
gobernantes] no se casaban porque estuvieran enamorados, sino
que lo hacían por conveniencia social, económica o política; se
casaban, porque el matrimonio era un deber civil (…) era una forma
de alianza política entre familias y con el cambio de alianzas, incluso
podían cambiar las esposas. Seguido a esto se añadía el problema de
la fecundidad. A partir de los últimos siglos de la república se
produjo en Roma un descenso de la natalidad preocupante. Para la
clase que dominaba, tener hijos era una verdadera cuestión de
supervivencia. Aunque en Roma existía y con frecuencia se
practicaba la adopción, los romanos como para tener un hijo,
recurrían a un sistema muy particular, no poco significativo de la
relación sentimental y sexual con las esposas: se intercambiaban casi
prestándose las esposas fértiles. (Cantarella, 1996, p. 21)

Al llegar a este punto, nos parece oportuno plantear y analizar la


mirada que se tenía sobre la homosexualidad como temática de
Estado. En la obra de Platón encontramos repetidas referencias al
tema. Para el filósofo, la homosexualidad era la forma más elevada

15
de unión sexual, relacionada, ante todo, con el placer y no con la
reproducción. Como los varones eran las creaciones más cercanas a
la virtud, la unión entre ellos era la más perfecta. Solo en sus
últimos años, Platón matizó un poco su mirada sobre el asunto,
pues el contexto social de guerra en el que vivían los atenienses
preocupaba y era necesario garantizar la reproducción social de la
polis. En sus escritos más políticos, como Las Leyes, promueve el
casamiento heterosexual, como una obligación civil para cada
ciudadano ateniense, descripta como una

simple yuxtaposición de individuos que inmediatamente recuperan


su autonomía. Zeus se ocupó de que también entre los varones
hubiera atracción sexual de forma que surgiera al menos la saciedad
de esa unión, descansaran, atendieran a sus tareas, y se ocuparan de
las demás cosas de la vida (…) la unión homosexual es, por el
contrario, una unión sustancial, una unión de esencias que otorga
satisfacción sin consecuencias, de forma que podamos luego
atender a los otros (…) en aquello que exige la vida. (Capriglione,
1996, p. 52)

Por su parte, para Aristóteles, la unión heterosexual era por


“naturaleza” necesaria, pues varón y mujer solos resultaban
“ineficaces” porque no pueden procrear. Los comparaba con el par
gobernado/gobernante, en que uno necesita del otro, pero donde
queda explicitado el par jerárquico, en una relación de necesidad.
La heterosexualidad obligatoria aparece, de ese modo, como una
categoría mental que se justifica en la biología (Figari, 2009).

La mirada benévola que la homosexualidad tuvo en Grecia durante


muchos períodos históricos no estuvo libre de ciertas reglas y
“permisos”. La homosexualidad proclamada y permitida era siempre
entre varones; obedecía a determinadas reglas, por ejemplo, debía
mantenerse siempre entre un varón adulto y uno joven, en la que el

16
adulto ocupaba un rol dominante, casi “pedagógico” del efebo. Si se
invertían esos roles, quedaban expuestos a la burla pública y la
deshonra. La homosexualidad entre mujeres no merecía para los
legisladores ni mención. Solo sabemos de su secreta existencia en la
voz de una poeta de la época llamada Safo, quien en el siglo VI
escribió alabanzas al amor entre mujeres.

Finalmente, para la mirada clásica, la sexualidad no comportaba


peligros ni cargaba significaciones ligadas al pecado, la culpa o el
error, pues no existía como tal. Tenía un aspecto preocupante,
relacionado con el exceso y descontrol que podía provocar en los
varones y que ponía en riesgo el equilibrio casi perfecto de las polis.
Las mujeres, sobre todo las de clase alta, llevaban una vida de muy
poca libertad y decisión. Una vez entregadas en matrimonio eran
recluidas en una parte especial de las casas familiares denominada
gineceo, donde llevaban adelante el gobierno del oikos, bajo
expreso control marital, rodeadas de otras mujeres.

Estos pasajes nos permiten reflexionar acerca de las tradiciones y


costumbres, las herencias y repercusiones de estas y las
resignificaciones de muchas instituciones que organizan nuestras
vidas en la actualidad. Del matrimonio entre desiguales como deber
civil en Grecia, pasando al matrimonio por convivencia en Roma, la
invención cristiana del amor entre iguales hasta el matrimonio civil y
el matrimonio igualitario de nuestros días, tenemos mucho para
reflexionar en torno a las maneras en que las personas deciden unir
o (no) sus destinos y cómo legislan sobre ello los Estados y las
religiones.

¿Cuánto del discurso sobre la homosexualidad se ha transformado


hasta nuestros días?

17
¿Qué elementos operaron para transformarlo de “unión entre
iguales cercana a la perfección” a la patologización que la psiquiatría
sostuvo hasta la década de los 90?

Desde la ESI podemos acompañar estas reflexiones e incluirlas en


nuestros trabajos cotidianos a partir de una mirada histórica de los
fenómenos culturales e históricos que nos permitan desnaturalizar
las organizaciones sociales en las que vivimos.

4. La mirada desde la herencia judeocristiana

La historiadora feminista argentina Graciela Tejero Coni ha


reflexionado muy tempranamente sobre las matrices históricas de
pensamiento. En un importante trabajo que produjo hace unos
años, Tejero Coni (2015) elaboró un recorrido similar a este,
atravesando los distintos períodos históricos y sus legados, miradas
y prejuicios sobre las mujeres, las diversidades sexuales y el control
sobre su sexualidad. La autora ha recalado de forma muy minuciosa
en el pensamiento judeocristiano, cuya implicancia y extensión
resuena hoy entre nosotras y nosotros:

Es importante no perder de vista que las grandes religiones


monoteístas, judaísmo, cristianismo e Islamismo surgen como
contestación a un poder imperial que se impone sobre ellas (Egipto,
Bizancio, Roma), son una respuesta a esas estructuras opresivas,
pero que rápidamente perderán su carácter contestatario
transformándose en religiones verticalistas y en el caso del
cristianismo muy involucrado en el sostenimiento del Imperio, es
decir en estrecha alianza con el Estado. (Tejero Coni, 2015, p. 124)

18
Nos queda como tarea indagar en el impacto que estas religiones
tienen sobre la comprensión de la sexualidad y las relaciones
sexogenéricas.

19
El cristianismo tuvo sus orígenes entre sectores pobres y excluidos;
este primer momento es denominado como cristianismo primitivo.
Su carácter horizontal y “popular” le fue abriendo caminos, sobre
todo entre las mujeres que se sumaron a su práctica, transformaron
sus hogares en iglesias domésticas, pactaron al interior de sus
matrimonios “celibatos” y se dedicaron de manera profusa a su
expansión. San Pablo, uno de los “padres fundadores” de esta
religión, tuvo entre ellas sus más firmes aliadas. Debemos agregar
aquí que la postura de este padre de la Iglesia respecto de la
participación de las mujeres fue transformándose hasta condenar
expresamente su acción.

Un elemento novedoso en este período estará relacionado con la


idea de pecado que en la nueva moral cristiana comienza a
expandirse por Occidente y mantiene la asociación entre placer y
culpa. La afirmación de que si el sexo tenía como propósito el
disfrute era pecado, también sostiene a la castidad y a la virginidad
(no solo de María, también de Jesús) como los caminos que
conducen a la salvación eterna. Por otro lado, la castidad será
defendida como un medio de consolidación de la estructura
eclesiástica cristiana mediante la renuncia sexual y el ascetismo,
cuya práctica otorgaba prestigio y poder en las altas esferas.

20
Eva y Adán, Tiziano, hacia 1550. La pintura muestra a Adán intentando impedir
que Eva tome la manzana que le ofrece un niño con cuernos demoníacos y cola
de serpiente, desde la copa de un árbol.

Dentro de estos “padres fundadores” del dogma cristiano tenemos


que mencionar a quien otorgó la solución respecto del pecado del
sexo que suponía una contradicción entre la doctrina de los padres
de la Iglesia y la reproducción de sus fieles. San Agustín definirá, en
sintonía con el resto de los pensadores cristianos, que el sexo era el
pecado más grave; pero si se practicaba dentro del sagrado
matrimonio y con fines reproductivos era considerado un pecado
venial, justificable, porque además alejaba a los fieles de la
concupiscencia.

21
Esta idea del pecado que se instala en torno al sexo influye
fuertemente en la construcción de la subjetividad femenina. Cabe
recordar que gran parte del relato religioso incluye a alguna mujer
pecadora o culpable de la desobediencia y la expulsión del paraíso.
La asociación de las “buenas” mujeres a María, la madre de Dios,
que además era virgen, y de las “malas” a Eva, la “pecadora” se
inscribe como modelos a imitar y evitar; esto trasciende, incluso, la
práctica de determinada religión.

La prescripción de conductas que aún hoy se creen parte del


comportamiento “natural” femenino han pasado por el tamiz de la
mirada religiosa. En su texto “Cuando las mujeres eran sacerdotes”
Karen Jotorjensen lo explica de este modo:

22
Si bien es cierto que tanto los varones como las mujeres se
esforzaban por consolidar su honor y preservar su buena fama, lo
hacían por los medios prescriptos específicamente para cada
género. La masculinidad funcionaba de por sí como un símbolo del
honor. El honor masculino se caracterizaba por la virilidad, el valor,
la autoridad sobre la familia, la voluntad de defender la propia
reputación y la negativa a someterse a las humillaciones. Un varón
ganaba en honor al desafiar con éxito el honor de otro varón o
vengando cualquier merma del honor propio. Una mujer, en cambio,
demostraba su honorabilidad mediante el pudor demostrado en su
conducta, con lo que significaba que entendía perfectamente su
vulnerabilidad sexual, y evitando cualquier apariencia de
indiscreción. La feminidad funcionaba como un símbolo cultural del
pudor, y el himen, la barrera impenetrable de la sexualidad física
femenina, tipificaba la exclusividad sexual propia de las mujeres. El
valor cultural del pudor imponía unos rasgos propios a la
personalidad femenina como que tenía que ser discreta, recatada,
retraída y tímida, pues tales eran las cualidades que se juzgaban
necesarias para proteger la sexualidad femenina. En esta división
por sexos del esfuerzo moral, el honor se consideraba un aspecto de
la naturaleza masculina, expresado en un deseo natural de
excelencia y en una sexualidad agresiva. El pudor como cualidad
definitoria de la feminidad, se caracterizaba por la pasividad, la
subordinación y el retiro al espacio doméstico. (Jotorjensen, 1996, p.
134)

23
5. Edad Media, transición al capitalismo y caza de
brujas

La Edad Media (siglos V-XV) será un período revelador para


comprender las constricciones sobre los cuerpos y las
subjetividades. El camino hacia la Modernidad estuvo atravesado
por la violencia y el adoctrinamiento sobre determinados cuerpos,
en especial sobre las subjetividades femeninas.

La caza de brujas, por ejemplo, nos permitirá adentrarnos en una


novedosa explicación de lo que el despegue del capitalismo significó
para las mujeres en particular. Aunque nos parezca raro o inconexo,
mucho de lo que en la actualidad podemos pensar sobre la
invisibilización del trabajo doméstico, la estrecha relación que tiene
con las mujeres, los estereotipos y roles de género, están
relacionados con esta etapa histórica en la que la Modernidad,
impuesta por los inicios del capitalismo, se expandió por todo el
planeta.

La historiadora feminista italiana Silvia Federici sostiene en su libro


Calibán y la Bruja (2004) que existe una correlación entre la caza de
brujas del siglo XV y la instauración de un nuevo modelo económico.
Su investigación afirma que la trivialización y la ausencia de estudios
serios sobre las terribles matanzas que se cometieron sobre las
mujeres a lo largo del tiempo, solo colabora con la invisibilización
femenina. La autora sostiene que la expansión del capitalismo como
nueva forma de organización social, la caza de brujas y la conquista
de América son parte del mismo proceso y que los términos en que
son narrados merecen una revisión.

24
Federici examina quiénes eran las mujeres perseguidas y qué roles
tenían en sus comunidades y aldeas. Encuentra la explicación en el
contexto social: un paso fundamental en el origen del capitalismo
fueron los cercamientos de tierras, aquellos sectores de propiedad
comunal que la nobleza empieza a apropiarse, acorralando así al
campesinado europeo. Estas mujeres eran parte de las revueltas
campesinas que se oponen a estos cercamientos, se organizaron,
participaron activamente, se reunieron con otras, habitaron la
noche subversiva. Muchas conocieron las artes de la vida y de la
muerte, las plantas que curan o enferman, asistieron a sus
comunidades. Esta persecución también impactó en los lazos
comunitarios de solidaridad campesina, pues se apelaba a la
delación, y a la desconfianza sobre algunas de las mujeres de las
aldeas. Esto permitió el inicio del resquebrajamiento social que
destruyó en pocos siglos las relaciones comunales y provocó el
éxodo a las ciudades, cuando las comunidades campesinas ya no
tenían tierras comunales donde reproducir su existencia.

A diferencia de lo que se suele mostrar en películas y libros, las


persecuciones y juicios a estas mujeres estuvieron, en un inicio, en
manos de los Estados, es decir, fue una empresa secular y no
religiosa. Luego, la “Santa Inquisición” se haría famosa por sus
persecuciones y quema de “brujas”, además de las torturas
administradas en los procesos persecutorios.

Federici sostiene como hipótesis que, para transformar las


relaciones sociales de producción feudales en la Edad Media, fue
preciso apoderarse del control de la sexualidad, es decir, de la
capacidad reproductiva de las mujeres, así como de sus
conocimientos y capacidad de curar y transferirlo a manos de estos
Estados que entraban en acción.

25
“Eran las mujeres las que llevaban adelante la magia, eran
hechiceras, curanderas, encantadoras y adivinadoras. La
reivindicación de este poder pone en cuestión el poder del Estado.
Finalmente, el mundo debía ser ‘desencantado’ para poder ser
dominado” [las cursivas son de las autoras]. (Federici, 2004, pp.
239-240)

Todo esto se producía en un contexto de profunda crisis y lucha


social. Muchas veces, durante los levantamientos campesinos, eran
las mujeres quienes llevaban adelante la revuelta y la acción.

La caza de brujas condenó la sexualidad femenina como la fuente de


todo mal, pero también fue el principal vehículo para llevar a cabo
una amplia reestructuración de la vida sexual que, ajustada a la
nueva disciplina capitalista del trabajo, criminalizaba cualquier
actividad sexual que amenazara la procreación, la transmisión de la
propiedad dentro de las familias o restara tiempo y energías al
trabajo. (Federici, 2004, p. 267)

Este párrafo nos permite indagar acerca del control sobre la


sexualidad femenina, ¿por qué es la única necesaria de ser vigilada?

26
En paralelo a estas brutales persecuciones y asesinatos, en América
se produjo un proceso similar sobre los cuerpos de quienes
habitaban originariamente nuestro continente y sobre las
poblaciones africanas esclavizadas. Fue la explotación de esta parte
de la población la que permitió el proceso de extracción brutal de la
materia prima que hizo posible el despegue definitivo del
capitalismo. Finalmente, Federici arriesga una interpretación
escalofriante y necesaria: la sexualización exagerada de las mujeres
y los hombres negros vistos como brujas y demonios, la definición
de negritud y de feminidad como marcas de bestialidad e
irracionalidad, permitieron avanzar con la nueva división
(internacional) sexual del trabajo al naturalizar su explotación.

Si extendemos esta reflexión hasta nuestros días nos encontramos


con una pregunta ineludible: ¿cómo impactan estas marcas en la
actualidad, y cómo llegan, incluso, a nuestra cotidianidad de las
aulas?

La mirada desde la interseccionalidad nos señala el cruce violento


donde se encuentran y potencian género, etnia, clase. Es preciso
desanudar la construcción histórica de estas sexualidades para
rastrear las maneras que adopta en la actualidad bajo nuevas
violencias: discriminación, trata, hipersexualización, entre otras.

27
6. Sexualidad colonizada, ¿a qué nos referimos?

Para lograr comprender el devenir de la sexualidad y roles de


género en nuestro continente es preciso detenernos en el proceso
de conquista y colonización de América (siglos XV-XVI). A partir del
siglo XV irrumpe con fuerza en el territorio americano la
intervención de la cultura europea, de manera que las tradiciones
propias de estas tierras se vieron violentadas por las tradiciones de
la cultura invasora. Aquello que fuimos recorriendo desde la
Antigüedad clásica de Grecia y Roma, luego tamizada por la matriz
judeocristiana, desembarca en América para producir una nueva
visión sobre la sexualidad y sus controles.

Cabe señalar que América no era una tierra libre de jerarquías y en


palabras de muchas autoras feministas ya existía un Patriarcado de
baja intensidad (Segato, 2013). ¿Cuál hubiera sido su devenir? No
podemos hacer historia más allá de los hechos históricos, pero
podemos saber de qué manera esas herencias patriarcales
europeas penetraron nuestro continente creando una nueva “moral
sexual” y una tipología femenina: la blanca, la india, la esclava
africana. Cada una de ellas, atravesadas por las múltiples
dimensiones de las violencias contra las mujeres que van
componiendo las nuevas experiencias femeninas: allí donde
vectores de opresión como el género, la raza, la etnia, la clase social
(aunque no solo estas variantes) se entrecruzaron y potenciaron, se
reforzó definitivamente el patriarcado en América.

28
Aquellas mujeres europeas que eran “mandadas” a casarse con
desconocidos, que atravesaron el Atlántico en travesías
interminables y extremadamente peligrosas, traían en sus ajuares la
tradición de la civilización europea –en sus olores, sabores– venían a
reproducir la cultura de las clases dominantes, portando en sus
subjetividades la marca de la opresión de género. Resulta
interesante rastrear a estas viajeras, pues no todas obedecieron al
destino que se les imponía. Las resistencias femeninas fueron
adquiriendo diferentes matices: escapar a esos matrimonios
arreglados, arrojarse a la prostitución como única escapatoria a la
brutalidad de los encomenderos, otras ya casadas y pronto viudas
se hicieron cargo de las tierras de sus esposos. Algunas llevaron
adelante reclamos y pleitos legales en los que reclamaron la
posesión de las encomiendas entregadas a sus maridos, y lo
hicieron en carácter de su participación en la conquista y defensa de
las mismas, como el caso de Isabel de Guevara, que en 1556 envió
una carta desde la ciudad de Asunción del Paraguay dirigida a la
“muy alta y muy poderosa Señora” Doña Princesa Gobernadora de
los Reinos de España. Su objeto era pedir justicia, que le fuera dado
un “repartimiento perpetuo” en gratificación de sus servicios.
También pedía para su marido “algún cargo conforme a la calidad
de su persona pues él, por sus servicios, lo merece”. (Ilarregi, 2000,
p. 53).

29
En el caso de las mujeres indígenas, a partir de la conquista vieron
empeorar su destino porque, como los varones, se les impuso el
pago de tributo a los conquistadores en trabajo forzoso, que en el
caso de las mujeres era doble, pues pesaba un gravamen adicional:
el tributo sexual con el que se irá poblando la América mestiza. La
sexualidad puesta al servicio de la conquista tuvo como corolario la
escisión del placer de aquella. Las violaciones, la filiación ilegítima,
las brutalidades como armas de guerra y de dominación, hicieron
de los cuerpos de las mujeres indígenas verdaderos territorios de
conquista.

Finalmente, en esta tipología de mujeres, tenemos a las esclavas


africanas, que pagaron también tributo con su trabajo y su
sexualidad, pero que ni siquiera eran consideradas seres humanos.
Para este momento esas personas eran consideradas un
“instrumento más de trabajo”; su reproducción importaba, pero solo
a los fines de incrementar el capital del amo. Estas mujeres esclavas,
viajeras ellas también, solo que presas entre grilletes, amontonadas
en las bodegas de los barcos negreros, eran sometidas a todo tipo
de vejaciones, violencias y torturas. Producto de esta época son los
prejuicios y estigmas sobre la sexualidad de las personas
afrodescendientes, su “fogosidad”, insaciabilidad, promiscuidad que
operaron como instrumentos de la operación racista,
asemejándolos a la naturaleza casi como parte del paisaje, como un
“recurso natural” más a explotar en múltiples sentidos y así justificar
su utilización hasta la muerte sin ningún recato de piedad religiosa.

30
La experiencia de estas mujeres está retratada en algunos textos de
nuestra literatura, como en El espejo africano, de Liliana Bodoc, en el
alque se narra la vida de una niña africana recién llegada a nuestras
tierras como esclava, su lucha por sostener sus tradiciones y el cruce
con el proceso de independencia de nuestro país.

En esta línea, compartimos una propuesta didáctica pensada para 4to. y


5to. año de la escuela primeria cuyo propósito consiste en visibilizar la
presencia afrodescendiente en Argentina: ¿Argentina también es afro?

31
El período colonial (siglos XVI-XVIII) proyectó hacia el conjunto de las
mujeres de aquella época la moral conservadora que había sido
importada desde Europa en la conquista. Los roles de género
pronto se vieron interpelados por una sociedad organizada en
castas donde los comportamientos permitidos estaban
profundamente dirigidos por la conservación de la estratificación
social que buscaba preservar los privilegios. Es cierto que el
mestizaje se extendía al conjunto de la sociedad, pero las sospechas
y la vigilancia pesaban sobre los cuerpos femeninos. La
demostración de la “pureza” de sangre se convirtió en una prueba
que unía matrimonios o los separaba: las dudas recaían sobre los
consortes y la “demostración” se hacía imperiosa. En estos casos, la
palabra del virrey decidía dando su acuerdo o no. Estas prácticas
estaban respaldadas por una serie de decisiones administrativas
que los reyes Borbones habían tomado para sus colonias en busca
de reorganizar y afirmar su poder sobre sus dominios. Se hace
evidente que el control de la sexualidad fue una de las dimensiones
sobre las que se legisló.

Resulta muy interesante rescatar algunos párrafos de los aportes de


Carlos Figari (2009) acerca de la sociabilidad femenina de la época
colonial. Si el encierro y la vigilancia era la regla para las clases
dominantes, para el resto del universo femenino existían otras
realidades:

32
El grueso de la población femenina estaba formado por las mujeres
indias, negras, mulatas, que comprendían el universo de las siervas y
esclavas, e incluso, las blancas pobres y forras (libertas) sin maridos y
que vivían de sus “agencias”. En este caso, el cuadro no variaba
demasiado de sus pares masculinos, siendo en su gran mayoría
explotadas no solo por los señores, sino por las señoras. Y así como
el encierro y enclaustramiento parece haber sido una práctica
común para las blancas, sobre todo en los modelos familiares de las
elites agrarias, la rua (calle) era un espacio privilegiado para las
mujeres trabajadoras. Pretas, mulatas y forras: vendedoras de todo
tipo de comestibles; unas eran hasta propietarias de tiendas y
tabernas, otras, objetos eróticos privilegiados de prostitución. Frente
al severo y púdico recato que imponían las convenciones sociales a
las señoras y sinhazinhas, las “otras” mujeres andaban muchas veces
con los pechos desnudos, danzaban frenéticamente los tan lascivos
lundus y fumaban tabaco en inmensas pipas, costumbres que tanto
asombraban a los visitantes extranjeros de la época. (Figari, 2009, p.
43)

Quizás este pasaje nos abre al interrogante acerca de la mirada de


clase sobre la sexualidad, que junto al género y la etnia marcan una
clara diferenciación sobre los controles y la vigilancia que parece
pesar sobre los cuerpos. Con esto no queremos afirmar que la
aparente libertad de las mujeres de las clases subalternas, según lo
descrito, fuera una ventaja fácilmente asimilable para ellas, pero sí,
que en esos intersticios pueden haberse jugado algunas de las
resistencias que a lo largo de los siglos nos hemos dado.

● ¿Pesa la misma mirada sobre los cuidados y las sexualidades en


los colegios de barrios populares que en los colegios privados de
barrios con mayores ingresos de nuestra provincia?

33
● ¿Nos preocupan algunas sexualidades más que otras?

● ¿Cómo atraviesa hoy en día la clase social a la sexualidad?

Esta moral que se extendió en la colonia alcanzó a todas aquellas


personas que no se “ajustaban” a la norma. En los archivos
judiciales de San Sebastián (actual Río de Janeiro) es posible
encontrar relatos sobre prácticas de travestismo, aun cuando era
terriblemente penado y perseguido por las leyes civiles y religiosas
como un delito específico y era de hecho asimilado también a la
sodomía cuando se comprobaban comportamientos eróticos
disidentes.

Reconocer a lo largo de los siglos las vivencias y padecimientos de


las personas que no reproducían la heteronorma, no seguían
obedientemente el mandato del sexo solo para la reproducción o
sostenían encuentros con otras y otros con el solo fin del placer y el
erotismo, nos permite comprender que la sexualidad no puede ser
encasillada bajo una norma rígida, binaria y heterosexual, y legitima
otras formas de vivir la sexualidad para todas las personas que
habitamos las escuelas. También propone una lectura diferente de
la historia con la que establecer nuevas genealogías. Los
antecedentes de las resistencias y de las opresiones permiten
planificar las luchas actuales.

En el plano histórico, nos encontramos también con las mujeres que


sobresalieron en las guerras de independencia americana. Al
conocer las historias y existencias de muchas mujeres advertimos

34
que fueron parte esencial de este proceso que la historia oficial
adjudicó de manera exclusiva a los padres de la Patria.

La historia de las mujeres ha devuelto parte de la presencia de


algunas de ellas que se destacaron en nuestra historia nacional,
como es el caso de María Remedios del Valle quien actuó en tres
importantes batallas que libró el ejército del Norte: Salta, Vilcapugio
y Ayohuma. Los partes de guerra cuentan que hasta logró escapar
de los españoles luego de haber sido herida de bala y tomada como
prisionera. Y volvió, así, al campo de batalla a curar más heridos por
la guerra. Manuel Belgrano la premió, le dio el grado de Capitana
por su valentía en batalla y la llamó entonces la Madre de la Patria.

Les compartimos un video para conocer más acerca de la Madre de la


Patria, María Remedios del Valle.

35
Asimismo, les recomendamos la lectura del material “El género de la
Patria” con propuestas que nos invitan a repensar las efemérides
escolares desde la perspectiva de género.

7. Actividad

Luego del recorrido histórico en el que hemos intentado poner de


manifiesto que el patriarcado como sistema de dominación cuenta
con un enorme conjunto de elementos en los que se configura el
control y la vigilancia, les proponemos buscar en alguna canción,
publicidad, refrán o diálogo de película o serie algún mandato en
torno a las relaciones sexo genéricas, los roles de género o alguna
de las temáticas de las clases que les haya resultado significativa.

Las y los invitamos compartir sus análisis teniendo en cuenta:

● Que el fragmento sea escrito y breve. Por ejemplo: si eligen


trabajar con una canción, deben transcribir solo una estrofa
que sintetice la idea sobre la que desean hacer su reflexión.
Pueden acompañar el recurso elegido con un enlace que
permita visualizarlo, pero, para facilitar la comprensión y
lectura de los análisis que realizan, nos centraremos en el
texto escrito.
● Valiéndose de los conceptos trabajados en las clases 3 y 4
argumenten los motivos de su selección. En sus
elaboraciones debe aparecer de manera explícita la mención
y análisis sobre al menos un contenido de las clases.

¡Las y los esperamos!

36
Bibliográficas

Cantarella, E. (1996). La sexualidad de la mujer romana. En G. C.


Andreoti y A. P. Jiménez (eds.), Hijas de Afrodita: la sexualidad
femenina en los pueblos mediterráneos, Madrid: Ediciones
Clásicas.

Cantarella, E. (1997). Pasado próximo. Mujeres romanas de Tácita a


Sulpicia. Madrid: Cátedra.

Capriglione, J. (1996). La sexualidad en Platón y Aristóteles. En G. C.


Andreoti, y A. P. Jiménez (eds.), Hijas de Afrodita: la sexualidad
femenina en los pueblos mediterráneos, Madrid: Ediciones
Clásicas.

Casamayor Mancisidor, S. (2015), Tacita Muta y el silencio femenino


como arma del patriarcado romano. Panta Rei. Revista Digital de
Ciencia y Didáctica de la Historia, 5, pp. 27-41.

De Beauvoir, S. (1981 [1949]). El segundo sexo. Buenos Aires: Siglo XX.

Federici, S. (2004). Caliban y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación


primitiva. Madrid: Traficantes de Sueños.

Femenias, M. L., (1996). Inferioridad y exclusión. Un modelo para


desarmar. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano.

Figari, C. (2009). Eróticas de la disidencia en América Latina: Brasil,


siglos XVII al XX. Buenos Aires: Clacso.

37
Ilarregui, G. (2000). Nuevo Mundo: la locura, la enfermedad, el cuerpo
en las viajeras españolas del siglo XVI. En G. Ilarregui (ed.),
Feminismo Plural: la locura, la enfermedad, el cuerpo en las
escritoras hispanoamericanas. Alexandria: Los Signos del
Tiempo Editores.

Jotorjensen, K. (1996). Cuando las mujeres eran sacerdotes. Córdoba:


Ediciones El Almendro.

Lerner, G. (1990). La creación del patriarcado. Barcelona: Crítica.

Segato, R. (2013). Género y colonialidad: del patriarcado comunitario de


baja intensidad al patriarcado colonial moderno de alta
intensidad. La crítica de la colonialidad en ocho ensayos y una
antropología por demanda. Buenos Aires: Prometeo.

Aristóteles. (2007). Ética Nicomáquea. Traducción, edición y notas de E.


Sinnott. Buenos Aires: Ediciones Colihue.

Tejero Coni, G. (2015). Aspectos histórico-antropológicos de la


sexualidad. Cap. 3. En A. M. Bach (Ed.), Para una didáctica con
perspectiva de género (Vol. 6). Buenos Aires: Miño y
Dávila/UNSAM.

Video

Ministerio de Educación. (2020, 21 de mayo). María Remedios del Valle.


Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=xS1ZwCSnR3U

38
UGRmedia. (2016, 24 de febrero). #aCienciaCerca - 01. Las mujeres y la
Prehistoria: desmontando mitos, por Margarita Sánchez.
Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=0y8RRREPGBo&t=4s

Bemberg, M. L. (1972). El mundo de la mujer. Disponible en:


http://www.marialuisabemberg.com/elmundodelamujer.html

Licencia Creative Commons

Autoras: Del Bono, Cecilia; Israeloff, Natalia; Sarlinga, Mariela y equipo


de la Diplomatura Superior en Educación Sexual Integral. DGCyE.
Provincia de Buenos Aires (2023).

Esta obra está bajo una licencia Creative Commons


Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0

39

También podría gustarte