Está en la página 1de 5

La empresa red

Manuel Castells

Nuestra exploración de las estructuras sociales emergentes por distintos ámbitos de


la actividad y experiencia humanas, conduce a una conclusión general: como tendencia
histórica, las funciones y los procesos dominantes en la era de la información cada vez
se organizan más en torno a redes. Éstas constituyen la nueva morfología social de
nuestras sociedades y la difusión de su lógica de enlace modifica de forma sustancial la
operación y los resultados de los procesos de producción, la experiencia, el poder y la
cultura. Aunque la forma en red de la organización social ha existido en otros tiempos y
espacios, el nuevo paradigma de la tecnología de la información proporciona la base
material para que su expansión cale toda la estructura social.

Lo que es nuevo en la sociedad emergente es que las redes de tecnologías electrónicas


y digitales le dan nuevas capacidades a una vieja forma de organización social: las redes
sociales. Además, sostendría que esta lógica de enlaces provoca una determinación
social de un nivel superior que la de los intereses sociales específicos expresados
mediante las redes: el poder de los flujos tiene prioridad sobre los flujos de poder. La
presencia o ausencia en la red y la dinámica de cada una frente al resto, son fuentes
cruciales de dominio y cambio en nuestra sociedad: una sociedad que, por lo tanto,
puede llamarse con propiedad la sociedad red, caracterizada por la preeminencia de la
morfología social sobre la acción social.

Así, estamos ante una nueva dinámica de actividad económica que se generaliza en
todos los ámbitos de la economía global: la empresa red. La empresa red no es una red de
empresas, sino una forma de organización en red de las actividades de todo tipo de
empresas. Así, cada vez más empresas han respondido al desafío de la adaptación a
mercados y a tecnologías en un ámbito global mediante su descentralización interna. No
sólo sus filiales cuentan con gran autonomía, sino sus departamentos y divisiones, por
tareas y líneas de producto, tienen iniciativa propia, llegando incluso a competir entre
ellas. El caso más típico es IBM, que, enfrentada con una grave crisis hace 10 años,
efectuó una radical reorganización que ha llevado a la existencia de numerosas mini-IBM,
reactivando su capacidad de innovación. Por su parte, las pequeñas y medias empresas
tienden cada vez más a formar redes de colaboración entre ellas, ganando en flexibilidad
a las grandes, pero al mismo tiempo concentrando recursos en común. Los dos sistemas
de redes conectan, es decir, redes de pequeñas empresas trabajan para las grandes, pero
cada vez más no de forma exclusiva para una de ellas, por lo que las redes se cruzan.
El sistema se complica aún más mediante las alianzas estratégicas entre grandes
empresas. Dichas alianzas ponen en común recursos e ideas de varias empresas en una
tarea determinada, para un producto, en un mercado y en un momento. Por ejemplo,
cuando Toshiba, Siemens e IBM hicieron un esfuerzo conjunto para diseñar el prototipo
de un chip avanzado destinado al mercado europeo de telecomunicaciones. O cuando
Telefónica, Televisión Española y Televisa organizan una operación para el control del
mercado de la televisión digital en España. Pero los aliados de hoy son competidores de
mañana. O incluso, en un mismo momento, en otros mercados o en otros productos,
participan en distintas alianzas. Las mismas empresas practican a la vez la cooperación y la
competencia, en una geometría variable de proyectos empresariales. En tomo a estos
proyectos se organizan redes igualmente cambiantes de pequeñas y medias empresas. De
modo que, en último término, la unidad de actuación económica no es la empresa, sino el
proyecto. En tomo a un proyecto dado se reúnen tecnología, capital y trabajo, y las
ganancias se reparen entre los distintos participantes en el proyecto. Por tanto, la empresa
- y sus accionistas- sigue siendo la unidad jurídica y financiera, pero ya no la unidad operativa
en la producción y la gestión.

Esta nueva forma empresarial tiene importantísimas consecuencias para la


organización del trabajo y, por tanto, para los trabajadores. Al ser el proyecto la unidad,
la contratación de trabajadores más conveniente es por servicios, para una actividad
dada y sólo por el tiempo de esa actividad. Las empresas prefieren pagar más por
consultorías (a nivel alto) o por contratos por tarea o temporales (a nivel bajo) a cambio
de no tener que asumir al trabajador de forma estable, eliminando así las cargas sociales
y adaptando su plantilla a las necesidades de cada momento. Aunque esta forma de
organización productiva es en realidad muy antigua, casi de los primeros tiempos de la
industrialización, ha cobrado un nuevo sentido con las tecnologías de información. En
efecto, las nuevas tecnologías permiten un funcionamiento flexible en red, con fuerza
de trabajo dispersa en distintas empresas y localidades, al tiempo que se coordinan las
tareas mediante intercambios telecomunicados. El trabajo pierde su identidad colectiva,
individualiza cada vez más sus capacidades, sus condiciones laborales, y sus intereses y
proyectos. Quiénes son los propietarios, quiénes los productores, quiénes los gestores y
quiénes los servidores, se vuelve cada vez más difuso en un sistema de producción de
geografía variable, de trabajo en equipo, de interconexión, de outsourcing y de
subcontratación.

La nueva economía global tiene una arquitectura de red en la que los ingenieros de
Bombay (con salarios más bajos) trabajan en línea con los de Silicon Valley y los de
Múnich en la creación de un programa de software. Y en la que Benetton coordina desde
Venecia las redes de producción de empresas de confección proveedoras de Turquía y el
sur de Italia adaptando el producto a las peticiones de los 5,000 concesionarios
independientes en todo el mundo que remiten constante información a los ordenadores
de gestión sobre los colores y formas demandados en cada mercado. Información a la
que Benetton responde cada tres meses. La empresa competidora Gap ha creado una
red aún más dinámica, que responde en menos de dos meses, y está desplazando a

2
Benetton entre los clientes más jóvenes. O tome por ejemplo el caso de Cisco, la
empresa californiana de moda que, creada en 1984, ha alcanzado en 1997 un valor de
capitalización de 50,000 millones de dólares, superior al de General Motors. Cisco
produce el 80% de los conmutadores electrónicos para las rutas de Internet. Pero apenas
produce nada materialmente. Tiene tecnología, que actualiza constantemente. Y
colabora con distintas empresas en la producción de los chips, ordenadores y
componentes necesarios para sus equipos. Y luego contrata a otras empresas para su
ensamblaje y a otras para su distribución y venta. Y otras para su gestión financiera. Y a
otras para proporcionarle los ingenieros adecuados en el momento preciso. Incluso lo
suyo específico, a saber, la tecnología, también lo desarrolla, en parte, mediante
consultorías de diseñadores especializados en cada tarea. Cisco es una empresa, pero
sus trabajadores, con excepción de un núcleo altamente cualificado, se distribuyen en
red y cambian constantemente, puesto que son en realidad trabajadores de otras
empresas o por cuenta propia.

La empresa que emplea a más gente en Estados Unidos es Manpower (900, 000
empleados), que es precisamente la empresa de servicios de trabajo temporal: la
mayoría de esos 900, 000 empleados son trabajadores de una red. ¿Es precario este
trabajo? Depende cómo se mire. Lo es en el sentido gramatical del término, a saber:
puede empezar y acabar en cada momento. Pero no lo es, al menos no de entrada, en
dos sentidos importantes. El nuevo tipo de trabajador autónomo (porque eso es, en
último término) caracteriza muchas de las actividades de alto nivel mejor pagadas. Por
ejemplo, los estudios que, con Martin Camoy, de la Universidad de Stanford, hemos
realizado sobre el mercado de trabajo en la región más dinámica y rica del mundo, Silicon
Valley, muestran que al menos el 50% de los nuevos empleos creados en los últimos 10
años (años de gran crecimiento del empleo) son de carácter temporal o de consultoría,
pero el salarlo medio de estos empleos es el doble del salario medio norteamericano. Y
tampoco la precariedad está asociada al paro, sino más bien al revés. Como se sabe,
Estados Unidos, en plena difusión de nuevas tecnologías en fábricas y oficinas, acaba de
registrar el nivel de paro más bajo de los últimos 24 años: 4,9%, demostrando de nuevo
que el problema del paro europeo no es tecnológico, sino derivado de las políticas
macroeconómicas restrictivas y de la rigidez de las instituciones laborales.

Así pues, en una economía de demanda global, por tanto en cambio constante y de
rápida transformación tecnológica en procesos y productos, la empresa red es el
instrumento necesario para asegurar la flexibilidad, que es la madre de la competitividad.
Pero la Empresa Red también tiene efectos nocivos. Dos, esencialmente. Para los
trabajadores, individualiza su relación con su empleador, haciéndolos mucho más
vulnerables. Y su capacidad de negociación disminuye más en los bajos niveles de
cualificación, por lo que se acentúa la desigualdad salarial y de condiciones de trabajo.
Hoy por hoy, los sindicatos no funcionan en red, por lo que la generalización de esta
forma productiva en último término acaba con los actuales sindicatos como forma de
organización de los trabajadores, aunque no necesariamente con su papel político. Y ello
representaría una quiebra esencial de nuestro sistema de convivencia. Para las

3
empresas, también se plantea una contradicción fundamental entre la flexibilidad
necesaria para la competitividad y la permanencia del trabajo cómo elemento esencial
de productividad. En efecto, sólo el conocimiento acumulado del funcionamiento de la
empresa por parte del trabajador y su implicación en los resultados de la misma asegura
una plena movilización de los recursos mentales del trabajador, tal y como ha
demostrado Nonaka, el especialista de la gestión japonesa. Y en la economía informacio-
nal, la calidad y motivación del trabajador son fuente esencial de productividad. Pero en
condiciones de precariedad, ¿por qué va el trabajador a preocuparse de lo que hace en
una empresa que nunca es la suya? Más bien, al contrario, procede a acumular
conocimiento en él, no en la empresa, para aumentar su capacidad individual de
negociación. Las dos contradicciones de la Empresa Red, a saber, entre dinamismo
económico y desprotección social, y entre flexibilidad competitiva y estabilidad
productiva, constituyen la trama del verdadero debate para empresas y trabajadores en
la nueva economía global. Un debate en el que tendrán que avanzar nuestros
empresarios y sindicatos para encontrar soluciones antes de que se consume la
integración total de las economías nacionales en el nuevo ámbito global. Porque la
globalidad funciona mediante redes y las redes son, hoy por hoy, socialmente
incontrolables.

En suma, la característica principal del nuevo régimen del capitalismo es que “las
fuentes de productividad, competitividad y riqueza de la nueva economía global
dependen fundamentalmente de la capacidad de generación de conocimiento y
procesamiento eficaz de la información. La cual depende, a su vez, de dos factores:
primero, la capacidad para configurar formas de organización en red, toda vez que las
tramas reticulares permiten sacarle provecho a las nuevas tecnologías, reducir distancias
y eliminar las represas de conocimiento levantadas durante la era industrial
estableciendo las conexiones entre empresas, instituciones y mercados1. Y segundo de
la capacidad cultural y tecnológica de las personas, empresas y territorios. En la
economía informacional, la educación y la innovación se constituyen en fuerzas
productivas directas”.

Por lo tanto, si ocurre un divorcio entre el desarrollo informacional y el desarrollo


humano e institucional, se puede desencadenar un proceso sin construcción de
identidades colectivas ni proyectos de bienes públicos para el bienestar comunitario,
donde sólo se alimentan los logros y el espíritu de los innovadores, tal como ha ocurrido
en la meca de la innovación: Silicon Valley, en California. Ambos extremos tienen sus
patologías. Cuando la identidad colectiva (identidad nacional) se vuelve hegemónica,

1
La morfología de red, al no depender de un único centro director, estructura lo no estructurado mientras se preserva la
flexibilidad. Lo no estructurado es la fuerza impulsora de la innovación en la actividad humana. Lo que da valor y fuerza a
las redes es la interconexión a escala global de quienes usan los recursos (financieros, insumos, humanos, tecnológicos,
etc). Si un componente no aporta recursos se impone la desconexión y la reconfiguración. La flexibilidad de los procesos,
las organizaciones y las instituciones, la reversibilidad de los procesos y la reordenación de los componentes es condición
del funcionamiento de las redes. Las nuevas organizaciones son aquellas capaces de estar cambiando todo el tiempo sin
destruir la organización.

4
una crisis económica puede traer el crecimiento de la xenofobia y la discriminación.
Cuando prima la identidad individual, la crisis lleva a la profundización de las políticas
neoliberales de apertura vs. las políticas sociales, el desarme de los servicios públicos, la
fragmentación social y la creación de islas de prosperidad (Castells y Himanen 2014:20;
Himanen y Castells 2004; Saxenian 2001:371, 2014:45).

Síntesis elaborada por Manrrubio Muñoz

Para profundizar en el tema


Castells, M., M. Fernández-Ardèvol, J. L. Qiu, y A. Sey. 2009. Mobile Communication and Society: A Global
Perspective . Cambridge: MIT Press.
Castells, Manuel. 1996. La era de la información. Economía, Sociedad, y cultura. Madrid: Alianza Editorial.
Castells, Manuel. 2003. «Panorama de la Era de la Información en América Latina ¿es sostenible la
globalización?» en ¿Es sostenible la globalización en América latina?, editado por F. Calderón.
Santiago de Chile: FCE.
Castells, Manuel. 2011. «Introduction to the Workshop : The Promise of Network Theory.» Journal of
Communication 5:794-95.
Castells, Manuel, J. Caraça, y G. Cardoso. 2014. Aftermath: The Cultures of the Economic Crisis . Oxford:
OUP
Castells, Manuel y G. Cardoso. 2006. The Network Society: From Knowledge to Policy. Center for
Transatlantic Relations, Paul H. Nitze School of Advanced International Studies, Johns Hopkins
University.
Castells, Manuel y Peter Hall. 1994. Tecnópolis del mundo: la formación de los complejos industriales del
siglo XXI . Madrid: Alianza Editorial.
Castells, Manuel y Pekka Himanen. 2002. The Information Society and the Welfare State: The Finnish
Model. NY: Oxford University Press, USA.
Castells, Manuel y Pekka Himanen. 2014. Reconceptualizing Development in the Global Information Age .
Oxford: Oxford University Press.
Himanen, Pekka, y Manuel Castells. 2004. «Institutional models of the network society: Silicon Valley and
Finland.» P. 5 en The Network Society. A Cross-cultural Perspective, vol. 59, editado por Manuel
Castells. Cheltenham, UK: Edward Elgar.
Saxenian, Annalee. 2001. «Inside-out: regional networks and industrial adaptation in Silicon Valley and
Route 128.» Pp. 357–375 en The sociology of economic life editado por Mark Granovetter y Richard
Swedberg. Boulder, Colorado: Westview Press.

También podría gustarte