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1.

IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR

Las vidas paralelas de Juan José Nieto (futuro caudillo del


Estado Soberano de Bolívar) y Adolfo Mier (futuro músico,
curandero y minero de Mompox, El Carmen y Loba), vidas que
responden a unos mismos procesos históricos entre 1804 y 1840,
reflejan un periodo crítico en el nacimiento de la formación so-
cial nacional que suplantará la colonial: el de los primeros con-
flictos civiles internos. Esta violencia encubre, al mismo tiempo,
algunos experimentos democráticos e intentos de articulación
con el mercado europeo encabezado por Inglaterra y Francia.
Nieto y Mier eran, ambos, jóvenes de origen popular. No
pertenecían a clases señoriales, sino a familias pobres libres
establecidas en diferentes subregiones de la Costa atlántica.
Naturalmente, tomaron cursos distintos: Nieto, por circunstan-
cias locales y personales, subió de posición social, se politizó en
las corrientes liberales y se preocupó por problemas de Estado y
gobierno que constituyen porción importante de la superestruc-
tura de una sociedad. Mier, como miembro del "pueblo"
común, reaccionó con sencillez ante los acontecimientos diarios,
y se aferró a lo conocido, a la patria chica y la cultura popular,
para defenderse y defenderlas de peligros de destrucción, esca-
pándose a bolsones territoriales donde ellas pudieran preservar-
se o extenderse.
Estos son apenas dos ejemplos de un proceso ideológico muy
frecuente y observado, que entre nosotros tiene como punto de
partida la revolución contra España y se acelera al término de la
Gran Colombia: la divergencia entre las clases dirigentes politi-
zadas del nuevo experimento democrático, y el pueblo de base
33A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

goce, pues no habría muchacha parda o blanca, ni señorita


hidalga que no le dirigiera miradas furtivas en las mojigangas
de las fiestas.
Tanto la parentela de Nieto como la de Gil eran pobres. En
ninguna de las dos figuraban poderosos señores ni funcionarios
virreinales. Pero tampoco ninguno de sus miembros estaba
sujeto a esclavitud ni servidumbre. Eran mestizos, mulatos,
zambos, tercerones, cuarterones, quinterones, tentes-en-el-aire
y blancos libres que, como sus descendientes en el mismo vecin-
dario hoy —donde no existe el latifundio— vivían principalmen-
te de la agricultura. Habían hecho rozas y fincas pequeñas de
algodón, caña, millo, yuca y pastos en Cibarco y Sierra Honda,
no lejos de las Tierras de San Blas, propiedad antigua de des-
cendientes de don Andrés de Madariaga, conde d e Pestagua.
Sin embargo, en sus otros ratos los Nieto Gil —como todavía
hoy— se d e s e m p e ñ a b a n como curanderos, parteros y albañiles;
o se dedicaban a fabricar el ron " ñ e q u e " en burdos alambiques
tolerados a regañadientes por las lejanas autoridades de la go-
bernación de Cartagena.
Don Tomás Nicolás y doña Benedicta vivían con sus hijos
J u a n J o s é , J o s é Manuel, Bartola, Librada y Francisca (Pacha)
en una casita de techo de palma situada diagonalmente a la
iglesia, donde hoy está la Escuela Industrial de Baranoa. Ade-
más d e curandero, partero y albañil, don Tomás Nicolás fabri-
caba mechas de algodón en grandes bolas que salía a vender en
muía en los pueblos cercanos de T u b a r á , Saco y la Chorrera,
donde sus habitantes empleaban las mechas para fabricar a su
vez velas de sebo y colocarlas en veleros de latón. Cada varios
meses don Tomás y su esposa hacían también un viaje especial
a Cartagena con la misma mercancía (y con sombreros trenza-
dos por doña Benedicta), para lo cual tomaban el camino de
Cibarco y se embarcaban en bote o goleta en Puerto Caimán. A
raíz de este oficio, a don Tomás lo apodaron "el general Me-
c h a " : no se escapó de la respetable costumbre costeña del
sobrenombre.
En uno de esos viajes, con Benedicta encinta, al pasar por
la Loma del Muerto a un lado de Cibarco, en vía a Tubará, había
nacido de pronto J u a n J o s é , al pie de un árbol frondoso de mata-
rratón, el 24 de junio de 1804. No hubo peligro en el parto. Don
Tomás asistió a su esposa y él mismo cortó el ombligo con su
macoca. Tanto la madre como el recién nacido recibieron luego
cariñosos cuidados de los parientes tubareños de Benedicta que
Baranoa. A la derecha, al fondo, se encontraba la casa de la familia
Nieto Gil.

q u e no habla el mismo idioma político o que tiene otros tipos de


preocupación vital. Son corrientes ideológicas que van en dife-
rentes direcciones, a veces paralelas, a veces opuestas, muy
rara vez en convergencia, para crear un abismo en la comunica-
ción social entre las clases sociales y dos vivencias o mundos
culturales propios que tendrán poco qué ver el uno con el otro,
excepto para propiciar fórmulas compartidas de supervivencia
física; las que se basan en representaciones colectivas que las
clases dominantes imponen a las inferiores para legitimar la
explotación económica y la manipulación política, entre ellas las
del partidismo, el clericalismo y la tenencia hacendil.
Este proceso de divergencia ideológica interna en la forma-
ción social colombiana no ha pasado inadvertido en la política
activa. Algunos de los dirigentes más importantes han tomado
nota de las diferencias y las han utilizado para impulsar sus
respectivos movimientos. J o r g e Eliécer Gaitán, por ejemplo, se
refirió a ella cuando hablaba del abismo que separa al "país
nacional" del ' 'país político". Camilo Torres Restrepo demostró
diferencias profundas en el uso de los mismos conceptos claves
entre los grupos políticos dirigentes y las clases populares.
34A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

les esperaban en el poblado vecino. Mientras el marido seguía


al puerto para viajar a Cartagena, la esposa se repuso y regresó
a Baranoa, donde Juan José creció como cualquier otro mucha-
cho del pueblo.
Algo especial en el niño Juan José, que lo distinguía de los
rústicos alarbes de Tierradentro, era su fascinación por los li-
bros. Así como aprendió solo a hacer mechas, socolar bien el
monte y cortar pita sin picarse el talón, también aprendió solo a
leer y escribir. Para ello se sirvió de los repujados novenarios
pequeños de letras doradas que le prestaba Teodoro, el mayor-
domo del conde don Andrés. Y con el fin secreto de aprovechar
la corta biblioteca parroquial, aceptó servir de monaguillo al
cura del pueblo, don Antonio Roso, quien le había observado la
chispa del ingenio. Además, aceptó cuidar de la imagen de
madera de Santa Ana, la "vieja" milagrosa a quien se había
dedicado el pueblo por los blancos que acabaron con los indios
del lugar.
La situación general de Tierradentro no era fácil en esos
días. Cartagena se había declarado independiente de España en
1811, pero Santa Marta no y, en medio de estas dos ciudades,
Baranoa se debatía aún entre realistas y patriotas. El pasajero
triunfo de la Junta Suprema de Cartagena convenció a la mayo-
ría del pueblo por la revolución, incluyendo al párroco, quien
alcanzó a organizar una escuela primaria en la que entró Juan
José; pero había una espera tensa causada por las noticias que
llegaban de Venezuela de que venía tropa española suficiente
para reconquistar las colonias americanas.
En efecto, en abril de 1815 se presentó la tropa española
como una tromba al mando del general Pablo Morillo, quien
ocupó a Barranquilla y Soledad y procedió a controlar el río
Magdalena.
En julio llegó a Barranquilla la vanguardia venezolana del
Ejército Pacificador con el brigadier Francisco Tomás Morales
a la cabeza —el famoso "terror de los malvados americanos" —
con órdenes del general Morillo de seguir a Cartagena para
abatirla por tierra. Malambo, Baranoa y Sabanalarga quedaban
en la ruta de Morales. En Malambo se acababa de realizar un
fuerte encuentro, con muchos muertos.
Juan José nunca había visto al cura Antonio tan nervioso. De
detrás de la sacristía éste sacó algunos libros y folletos envuel-
tos en cáñamo y se los entregó al monaguillo para que los escon-
diera en la choza de Cibarco. Mal que bien, esto constituyó una
Cibarco. Tipo de casa campesina en la cual creció el general Nieto.

Mompox. El Colegio-Universidad de San Pedro Apóstol, hoy Colegio


Pinillos. usado como cuartel en 1840.
35A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

revelación para el joven, porque entre tales folletos iba uno que
serviría para fundamentar su futuro credo político, y tendría
tiempo más que suficiente para aprendérselo de memoria hasta
cuando se fueran los españoles: ese folleto era el Catecismo o
instrucción popular escrito por Juan Fernández de Sotomayor y
Picón, el cura rebelde de Mompox. [A]
Publicado en la imprenta gubernamental de Cartagena en
1814, el Catecismo hacía una fuerte justificación de la revuelta
patriota e incitaba a los párrocos a "llenar dignamente nuestro
ministerio declarándonos enemigos de la tiranía que nos ha
hecho gemir tres siglos, y hacer conocer a los pueblos la justicia
de nuestra revolución".
"Pregunta: ¿De quién dependía la América antes de la revo-
lución de España?
"Respuesta: De sus reyes.
"P. ¿Esta sumisión o dependencia tenía algún fundamento
en justicia?
1
'R. Ninguno tuvo en su principio.
"P. ¿Qué títulos se han alegado para mantener esta depen-
dencia?
"R. Tres: a saber, la donación de! papa, la conquista, y la
propagación de la religión cristiana''.
Y Juan José repetía a media voz las respuestas y recitaba los
alegatos de Sotomayor en contra de los tres falsos títulos adu-
cidos para mantener los vínculos con España, disimulando los
labios al paso de la tropa de Morales, escondiéndose entre los
algodoneros y cañas de don Tomás, y suspirando por un cambio
de fortuna.
Seis años habrá de esperar el futuro caudillo para ver por
fin la libertad completa de los nuevos cantones de Barlovento
(antes Tierradentro). Mientras tanto, Tomás Nicolás decidió
mudar a todos por un tiempo a Tubará, donde estaban más al
resguardo de tropas invasoras y más cerca del mar. En Tubará,
Juan José conoció a la familia de Francisco Mauri, catalán casa-
do con india tubareña, con la cual el joven descubrió las culturas
europeas distintas de la española.
Al cabo de un tiempo, los Nieto Gil salieron de Tubará por
Puerto Caimán en goleta para Cartagena, donde se establecie-
ron. Aquí Juan José tuvo por fin la oportunidad de redondear su
educación como mejor pudo, ver otros medios y hacer amistades
en círculos más amplios.
Por una parte, cultivó otras familias catalanas e italianas
IDEOLOGÍA POLÍTICAS CULTURA POPULAR 35B

El problema sigue vivo, porque la mayoría de los políticos


colombianos se aterran al pensar que esa distancia entre pueblo
y dirigentes pueda algún día llenarse, y esto condiciona y limita
la acción partidista en el país. Las explicaciones del fenómeno
son aún insatisfactorias. Una de las más imaginativas se debe a
la pluma del profesor Luis López de Mesa cuando escribió que,
por el hecho de que "el centro de gravedad cultural de la socie-
dad colombiana está muy alto y es, por lo mismo, inestable", la
sociedad zozobra con frecuencia, no es capaz de superar las
crisis que experimenta y lleva al caos en que las minorías iletra-
das rompen los baluartes éticos (Escrutinio sociológico de la
historia colombiana, Bogotá, 1955, 168, 244, 249).
La explicación de López de Mesa no satisface, puesto que
—para usar el mismo símil del profesor— el peso del lastre
producido por las clases inferiores iletradas (que no es lo mismo
que ignorantes o faltas de ética) debería ser factor suficiente de
estabilidad para toda la sociedad. El punto de apoyo externo y
superior de nuestra nacionalidad (que menciona también López
de Mesa) ha sido precisamente causa de confusión moral e
inseguridad en la determinación y manejo de lo propio, fuente

Juan Fernández de Sotomayor y Picón, el cura rebelde y masón de


Mompox, después obispo de Cartagena.
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establecidas de tiempo atrás en la ciudad. De ellas aprendió


más de Europa y su cultura, especialmente de Francia. Todo lo
francés fascinó a J u a n J o s é : trató de a p r e n d e r el idioma y se
puso a leer clásicos como C o m e d i e , Racine, Moliere, Boileau y
Fenelon que le facilitaban los catalanes. Esta admiración por lo
galo persistirá hasta su m u e r t e , y llegará al climax durante la
revolución socialista de 1848, que tantos efectos tuvo en la Nue-
va Granada y en la propia vida del joven.
Por otra parte, J u a n J o s é supo aprovechar la amplitud ra-
diante y fiestera de la ciudad de Cartagena que era, como hoy,
muy dada a los bailes. Medio entrón y medio " l i s o " , ayudado
por su buena presencia, el joven se hizo amigo de la distinguida
familia de los Madariaga y López Tagle. Esta familia estaba
vinculada al mayorazgo de Pestagua —el de Salamanca,Polo-
nuevo y Baranoa— pero tenía francas lealtades con la causa
patriota. Y a través de los López Tagle, el joven pudo también
conocer a otra familia patriota notable: la del doctor Ignacio
Caveto y Cárdenas, mexicano de nacimiento y funcionario
secundario del virreinato en Cartagena, cuyas siete hijas, exper-
tas en hacer tejidos finos y calzonarias (después, dos de ellas
fueron finas panaderas), eran primas de los López Tagle por el
lado de la m a d r e , María Teresa Leguina de Cavero, a su vez
pariente de los pudientes García del Fierro.
Los Caveros eran doblemente importantes: doña María
Teresa había heredado una regular fortuna del mayorazgo
paterno, y había invertido su capital en un almacén de géneros
de Castilla organizado en el primer piso d e su casa d e la calle d e
la Iglesia en Cartagena. El doctor Cavero había sido primero
administrador de carrera de la Real Aduana y luego presidente
de la J u n t a Suprema de Cartagena que había proclamado la
independencia en 1811.
Ambos, por supuesto, fueron perseguidos por el Pacificador
Morillo: con confiscación de la tienda y con destierro y pérdida
del empleo de la aduana. Cavero tuvo a d e m á s la desgracia de
perder mucho dinero cuando organizó y financió desde Kings-
ton, en 1819, una expedición fallida para retomar a Portobelo,
que confió a un general irlandés irresponsable y medio loco,
Gregory MacGregor. Pero las armas de la república empezaban
a ganar ya la iniciativa frente a los españoles, y los Caveros no
habían perdido la esperanza de retomar el hilo de sus existen-
cias en la semidestruida Ciudad Heroica.
El joven Nieto estableció así, con estas familias, relaciones
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de crisis políticas motivadas por la incongruencia de institucio-


nes europeas adoptadas en Colombia, y desastres económicos
que no es del caso documentar aquí. Por el contrario: la inesta-
bilidad social nuestra ha podido residir en el excesivo peso espe-
cífico que se han dado, irresponsablemente, las clases altas y
educadas.
Conviene, pues, registrar el hecho real de la divergencia
ideológica entre las élites educadas y explotadoras, dadas a
proyectos ideales o utópicos y esquemas políticos extranjeri-
zantes, por una parte; y el pueblo raso por otra, que ha venido
creando su propia cultura mediante el trabajo y la producción,
tratando de defenderla de intrusiones foráneas y elitistas. Esta
divergencia es un ingrediente actual o potencial de la violencia
general que nos afecta como pueblo.
Históricamente, las élites políticas tienden a ser utópicas;
las bases, realistas e inmediatistas. Siguiendo a Karl Mann-
heim, por utopia entendemos aquellas "orientaciones que tras-
cienden la realidad cuando, al pasar al plano de la práctica,
tienden a destruir [...] el orden de cosas existente en una
determinada época". (Ideología y utopía, México, 1941, 169).
En el caso colombiano y costeño, estas orientaciones utópicas no
han aparecido porque sí, sino porque en la formación social
existente surgen "ideas y valores que contienen [...] las tenden-
cias no realizadas que representan las necesidades de la épo-
ca". No obstante, se sabe que la utopía no ejerce un dominio
total sobre la formación en transición, ya que deja por fuera
grupos y clases sociales que no participan de la específica inter-
pretación de la utopía que eventualmente se imponga; ni tampo-
co la utopía se cumple en toda su extensión, sino que se ' 'decan-
ta", esto es, desarrolla sus esquemas sólo parcialmente dejando
residuos ideológicos que se asimilan en la formación social que
nace.
Veamos, pues, cómo se expresa esta dialéctica política entre
las clases altas y las bajas, en los casos de Nieto y Mier, que
tienen como teatro inicial de sus divergencias los conflictos de
la depresión momposina, la costa de Barlovento y la ciudad de
Cartagena.

La personalidad de dirigente político y caudillo de Juan


[Al J o s é Nieto llevará la impronta de sus primeros años. El
era, naturalmente, producto de su cultura y su región:
según testimonios de contemporáneos, era un joven alérgico al
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de amistad que se convertirían finalmente en eficaces vínculos


matrimoniales, políticos y de subsistencia. Aún de 17 años, pero
bien preparado por su esfuerzo, inteligencia y apostura, J u a n
J o s é estaba demostrando capacidades de asimilación a grupos
colocados por encima de su propia humilde familia. Aunque
también puede verse todo esto como otro ejemplo de apertura
social y debilidad del señorío estricto de castas entre las familias
hidalgas de Cartagena y Barlovento, como era ya aceptado en
las tierras momposinas.
Recobrada Cartagena por los patriotas Mariano Montilla y
J o s é Padilla en octubre de 1821, volvieron al fin a la ciudad
muchos de los desterrados, entre ellos el doctor Cavero y su
esposa. Para repararlo económicamente, el nuevo gobierno
nombró a Cavero contador de las Cajas Nacionales de Cartage-
na; poco d e s p u é s , éste asumió por unos m e s e s , en 1824, la
Intendencia del nuevo e inmenso departamento de Magdalena
e Istmo, y llegó, por último, a ser magistrado de la Corte de
Justicia del Magdalena. A la sombra de este procer rehabilitado
se mueve entonces el joven Nieto.
Parece que la primera recomendación para Nieto fue de la
señora fiaría Teresa Leguma dirigida a un colega suyo - el
comerciante canario J o s é Palacio Ponce de León. El señor Pala-
cio empleó a J u a n J o s é como escribiente y ayudante en su
tienda. Fue una adquisición positiva en todo sentido, porque
J u a n J o s é cayó también en gracia de una heredera de don J o s é
y su esposa: doña María Margarita del Carmen, con quien se
casará en la catedral el 13 de septiembre de 1827.
Nieto amplía entonces el círculo de sus amistades en la capi-
tal de la provincia. A los López Tagle y Caveros añade ahora a
los Núñez, que se emparentaban con los García del Fierro. El
niño Rafael, con sus padres, iría con frecuencia a visitar a la
nueva pareja. Así se inició la amistad que vinculó después las
carreras de Núñez y de Nieto, éste como primer protector y
padrino político de aquél.
Ya con un poco más de madurez y seguridad a raíz del con-
veniente matrimonio, Nieto empezó a interesarse en la suerte
de la nueva república. El elemento catalítico que le impulsó a
embarcarse en la política fue la intentona de presidencia vita-
licia y luego dictadura del Libertador Simón Bolívar en 1828.
Como en el resto de la Gran Colombia, en Cartagena también se
dividió la opinión pública entre bolivianos y antibolivianos, esto
es, entre los que querían modificar la Constitución de Cúcuta
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 37B

señorío almidonado de Cartagena, toletante, fiestero, mujerie-


go, franco y enemigo del autoritarismo. Como persona, armoni-
zaba con el ethos desarrollado en la Costa y con la apertura y
fluidez de su estructura social. ¿Cómo se forma, pues, la
ideología de Nieto como nuevo político liberal? ¿Cómo se desa-
rrolla la ética de su conducta pública? ¿Cómo ingresa a la élite
intelectual y se separa de la cultura de su pueblo de base ?
Para contestar estas preguntas contamos, por fortuna, con
folletos escritos por el propio Nieto, lo cual ya, de por sí, le hace
figura excepcional, además de los detalles pertinentes de su
propia vida que examinaremos aquí en sucesivos capítulos I I I .
Nacido el 24 de junio de 1804 en Baranoa —antiguo pueblo
de indios en Tierradentro (departamento del Atlántico) que per-
dió su condición de tal en 1745 al ser convertido en parroquia de
vecinos por el aflujo de españoles, mestizos y mulatos— Nieto
pertenecía a una familia triétnica de vecinos libres pobres que
alli vivían de la pequeña agricultura y oficios varios. Sin oportu-
nidades educativas, se formó a sí mismo y fue adquiriendo cono-
cimientos políticos y literarios a través de contactos locales y,
más tarde, en Cartagena, donde logró vincularse por matrimo-
nio a dos familias respetables: una comerciante (Palacio) y la
otra burocrática virreinal de rango secundario (Cavero), que se
declararon por la Independencia nacional. También tuvo dos
hijos " n a t u r a l e s " (que se sepa): Lope y Concepción (Concha)
III.

1. Nieto ha sido figura olvidada, y la presente recuperación histórica


ayudará a explicar por qué. Una relación cronológica muy útil se en-
cuentra en Donaldo Bossa Herazo, Cartagena independiente (Bogotá,
1967), 128-133, fuente básica para el tema; incluye la reproducción de
uno de los retratos de Nieto.

2. Los datos —muy escasos aún— sobre los primeros años, la familia
paterna, matrimonios e hijos "naturales" de Nieto se derivan gota a
gota de algunos de sus propios escritos, especialmente de la defensa
que preparó por sus actuaciones durante la revolución de Meló en
1854, documento fechado en Bogotá el 9 de julio de 1855 (FP. No. 8),
que aquí identificaremos en adelante como "Autodefensa". Otras
fuentes escritas: Manuel Ezequiel Corrales, ed.. Efemérides y anales
del Estado de Bolívar (Bogotá, 1892), IV, 544; Fernando de la Vega,
Cartagena, la de los claros varones (Cartagena, 1936), 76-79; Eduardo
Lemaitre, Breve historia de Cartagena (Bogotá, 1979), 171-172; Ma-
nuel Hernández A., "Contribución social de Baranoa en los destinos
del país", El Heraldo (Barranquilla). noviembre 29, 1940.
Vista de Cartagena como la conoció Nieto. (Dibujo de Therond).
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para hacerla autotitaria, y los llamados detensores de la legali-


dad y soberanía popular. Es el inicio de una de aquellas cons-
tantes históricas cuya solución ha distinguido a Colombia de
otros países americanos, en vista de que aquí, hasta ahora, han
triunfado casi siempre las fuerzas antidictatoriales y antimili-
taristas.
En Cartagena, la crisis había desembocado en una revuelta
de antibolivianos libertarios encabezada por el almirante rioha-
chero J o s é Padilla —de heroico historial durante la pasada
guerra—, contra el comandante Montilla. Debelada la revuelta
y enviado preso Padilla a Bogotá para su juzgamiento y m u e r t e ,
quedaron en la ciudad los ánimos todavía más exaltados.
A ojos de Nieto, Bolívar se iba conviniendo en tirano. Vol-
vieron a su m e n t e , reforzadas, las tesis del Catecismo de Soto-
mayor y Picón. Y al recibir noticia de la conspiración del 25 de
septiembre de 1828 contra Bolívar y de sus consecuencias,
Nieto no dudó un momento más y, hacia 1829, empezó a expre-
sar abiertamente sus inclinaciones democráticas: se hizo anti-
boliviano, y de allí pasó luego a identificarse sucesivamente
con los santanderistas (seguidores del general Francisco de
Paula Santander, el " H o m b r e de las Leyes") y con los obandis-
tas (los del general J o s é María Obando, uno de los primeros
grandes líderes populares del país).

EL TATARABUELO ADOLFO:

Me contaba mi mamá Tina —la " n i ñ a " Agustina de


Mier, pariente pobre, de "hojalata", de las nobles de
Mier de la albarrada de Mompox— que el Libertador
Bolívar, al llegar al pueblo el 18 de mayo de 1830, se
alojó en el edificio del Colegio-Universidad San Pedro
Apóstol.
¡Que llegó Bolívar, mira!, gritaba la gente mientras
se arremolinaba en el callejón. M a m á Tina me cargó,
pues yo apenas estaba de crianza, salió de la casa donde
vivía con el cura Arias, mi papá, en el callejón de Don
Blas, y se fue también para el Colegio por la calle de
atrás.
Los cien soldados que acompañaban a Bolívar en su
último viaje por el río Magdalena cerraron filas para
atajar la entrada del bochinche a las arcadas del patio
central. Pero mí mamá, sin desanimarse, se acercó a
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y t L LI L KA POPULAR ^'B

Nieto se inició en la política como antiboliviano (contra Bolí-


var y su dictadura) y obandista (seguidor del general J o s é María
Obando, caudillo payanes de la época), y fue nombrado guardal-
macén de la plaza de Cartagena por el presidente Francisco de
Paula Santander en 1833. Empezó a cultivar una cauda electoral
entre los artesanos del distrito de la Catedral de la ciudad
—donde vivía en casa arrendada—, quienes le llevaron a la
Cámara provincial en 1836. Fracasó en un primer intento de
¡legar a la Cámara de Representantes, en parte por oposición
de los ministeriales conservadores de Cartagena (sus enemigos

Juan José Nieto, maestro de obra de


Baranoa y descendiente del general
Nieto (1981).

Niñez y raza de Nieto: de la Vega, 76 ("de estirpe africana");


retrato restaurado, en el Palacio de la Inquisición (Cartagena); retrato
en piedra en el mausoleo del cementerio de Manga (Cartagena). Había
otro retrato en el salón del Concejo municipal de Baranoa, que ha desa-
parecido. Las informaciones centrales provienen de entrevistas con don
Juan José Nieto, sobrino biznieto del general Nieto, en Baranoa
(1980). quien sostiene el general era trigueño; Manuel Jacinto Palma,
Juan Ramón Guzmán, Gregorio Ramón Goenaga y Alvaro Gómez Soto
(Baranoa, 1981).
Lugar de nacimiento: Hubo polémica entre los historiadores Ismael
Solano Manotas y Manuel Hernández Araújo, en los periódicos barran-
quilleros El Heraldo y La Prensa, noviembre de 1940. Tubará se recla-
ma cuna, con base en vinculaciones locales de la familia Nieto-Gil y
por razón del sitio de nacimiento del general: la Loma del Muerto.
40A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

una de las ventanas y por las hendijas oyó a Bolívar


conversando en voz baja con don Francisco Martínez
Troncoso [gobernador de la provincia de Mompox, que
se había creado el 18 de abril de 1826 con los cantones
de Mompox, Magangué, Majagual, Ocaña y Simiti,
como parte del departamento del Magdalena].
Hablaba de la discordia que venía de la capital, de los
apetitos personales, de las ansias de mando de grupos
(que no de partidos), del desencanto por el fracaso de la
Gran Colombia, hasta de la incapacidad y errores de su
propia dictadura. El señor Troncoso le pedía que regre-
sara a Bogotá y tomara de nuevo el mando. Pero al Li-
bertador no le importó y siguió a los dos días para
Cartagena y Santa Marta.
Cuando se supo en Mompox la noticia de la muerte
de Bolívar, decía mamá Tina que las campanas dobla-
ron a muerte por nueve días. Eran campanas nuevas,
que el maestro herrero Socorro J a r a b a había recién
fundido allí, cosa verdaderamente maravillosa. La niña
Tina recordaba todo eso con lágrimas en los ojos, y nos
hizo aprender de memoria el Testamento de Bolívar en
San Pedro Alejandrino:
"No aspiro a otra gloria que a la consolidación de
Colombia. Todos deben trabajar por el bien inestimable
de la unión... los militares empleando sus espadas en
defensa de las garantías sociales
Mi papá, el cura Arias, pertenecía al batallón de Mili-
cias que comandaba otro presbítero suelto y masón
a d e m á s , el general J o s é Félix Blanco [el que se había
adueñado de la hacienda de Calenturas del mayorazgo
de Torre Hoyos antes de la vuelta de la m a r q u e s a
María Josefa Isabel de Hoyos a Mompox en 1825]. Eso
no era raro entonces, porque esos curas de verdad ver-
dad no buscaban distinguirse del pueblo y compartían
las costumbres y la suerte de nosotros. Vivían como
gente corriente con sus mujeres e hijos, con o sin
iglesia.
Mis padres supieron entonces que, en Riohacha, los
gamonales habían decidido [el 3 de octubre de 1830]
desconocer el gobierno del dictador Urdaneta en Bogo-
tá y unir su distrito al Estado de Zulia en Venezuela.
Del Zulia les habían llegado tropas de apoyo al mando
IDEOLOGÍA POIII IC\ Y< L'LH KA POPITAR 40B

políticos) y, en parte, por su raza y origen de clase. Luego se hi-


zo masón / 3 / .
La revolución de Obando en el sur del país en 1840 para pro-
clamar el federalismo como forma de gobierno nacional, suma-
da a las frustraciones políticas y sociales que venía experimen-
tando en Cartagena, llevó a Nieto a unirse al ejército rebelde
aliado del general Francisco Javier Carmona, jefe supremo del
recién proclamado Estado Soberano de Manzanares, en Santa
Marta. Era el comienzo escabroso de una carrera militar distin-
guida; pero llena de altibajos y muchas desilusiones 141.

Tubará ha venido considerando esta loma como suya desde hace tiem-
po; pero el sitio ha pertenecido al vecindario de Baranoa y está cerca
de Cibarco, caserío indiscutible de Baranoa. No debería haber discu-
sión, porque el mismo Nieto se consideraba baranoero y así también lo
identificaban en Cartagena, como puede leerse en diversos números de
El Porvenir en 1850.
Sobre Baranoa y Cibarco: José Agustín Blanco, "Santa Ana de Bara-
noa: de pueblo de indios a parroquia de vecinos libres (1745)", Divul-
gaciones etnológicas (Barranquilla), 2 a . Época, 1 (julio 1980), 49-70;
zambos allí, pág. 60.
Los Palacios y Caveros: Donaldo Bossa Herazo, Apuntes biográficos
del doctor Ignacio Cavero (Cartagena, 1980); Gabriel Jiménez Molina-
res, Linajes cartageneros-II (Cartagena, 1958), 153-169; José P. Urueta
y E. G. de Piñeres, Cartagena y sus cercanías (Cartagena, 1912),
414,421.
Alcibia: Entrevistas con Bossa Herazo (quien conoció y trató a doña
Anita Mogollón Cavero viuda de Trueco, ahijada y sobrina política del
general Nieto), Cartagena, 1980; Archivo de Simón Gómez de Lavalle,
fólder 74 (Cartagena).

3. Nombramiento de guarda-almacén en 1833: ANC, Despachos milita-


res, 15, fol. 9.
Cauda electoral: La Democracia (Cartagena), No. 24 (mayo 16,
1850), Remitidos; No. 53 (diciembre 5, 1850), Candidatos. (Colección
de la Biblioteca Nacional).
Los Calvos y rechazo de Nieto: Contestación a una carta escrita en
Bogotá por el señor José Joaquín Ortiz Rojas,1835 (FP, No. 109), nota
manuscrita al final del folleto.
Entrada a la masonería: Américo Carnicelli, Historia de la masonería
colombiana. 1833-1940 (Bogotá, 1975), I, 57, 71, 509 (véanse también
los capítulos 3A y 3B).

4. Primeros desarrollos de la guerra civil de 1840 (de los Supremos).


Sobre el Estado de Cibeles y el capitán Ramón Antigüedad; Contra-
loria General de la República, Geografía económica de Colombia:
Atlántico (Bogotá, 1936), 53-54; Instituto Geográfico Agustín Codazzi,
Monografía del departamento del Atlántico (Bogotá, 1973), 71; Joaquín
4! A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

de un comandante [del antiguo batallón Cazadores de


Orinoco, el mismo de la conspiración del 25 de septiem-
bre de 1828 contra Bolívar], llamado Pedro Garujo. Las
milicias recibieron orden de seguir por tierra hasta
Valledupar para sofocar la rebelión, mientras que por
mar mandaron otras tropas a Riohacha desde Carta-
gena. Así, mi papá se alistó para la nueva marcha.

Nieto ya no era desconocido en Cartagena: se le veía como


un autodidacto dedicado, en parte, al comercio; después pasará
a cargos administrativos oficiales. Los círculos de la " b u e n a
sociedad" se le habían franqueado por las vinculaciones matri-
moniales, aunque sólo parcialmente: no fue nunca bien recibido
por los bolivianos Calvos, Pombos y H e r r e r a s , por ejemplo,
luego afiliados al partido conservador, familias que siguieron
viendo a Nieto como un " p a r d o " advenedizo, que debía regre-
sarse a hacer mechas en Baranoa, como su p a d r e Tomás Nicolás.
Estos conflictos, por supuesto, se habrán de agudizar más
adelante a medida que el recién llegado suba la escala del
poder.
Pero Nieto tuvo el buen sentido de no negar ni disimular su
origen de clase. Desde este punto de vista, el futuro caudillo
parecía abrigar convicciones realmente democráticas. Así llegó
a afirmarlo más adelante en un folleto gratuito que publicó en
1834 (con la anuencia amistosa del doctor Sotomayor y Picón,
ya consagrado obispo de Cartagena por voluntad de las nuevas
autoridades de la República y el Vaticano), titulado Derechos y
d e b e r e s del hombre en sociedad. Allí sostenía: "Son reos de
alta traición y deben castigarse cuando traten de m u d a r en
monárquico absoluto el sistema de gobierno republicano que se
haya dado una nación; todo el que promueva el despotismo debe
perseguirse por los p u e b l o s " . En esto atacaba las tendencias
monarquistas que en Cartagena representaba la familia Castillo
y Rada, especialmente el doctor J o s é María.
Sobre el fundamental concepto de propiedad, añadía allí
mismo: " C a d a uno es dueño absoluto y legítimo propietario de
su cuerpo y de los productos de su trabajo [...] ninguno debe
ser privado de la menor porción de su propiedad, sin su consen-
timiento" (páginas 10 y 12), en lo que q u e d a b a claro su libera-
lismo económico.
Y Nieto remataba el mismo folleto destacando lo aprendido
sobre tiranía en el Catecismo de Sotomayor, que sería regla fija
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 4IB

Lo primero que resalta de este caso son los mecanismos de


cooptación y asimilación (por matrimonio) que ocurren en la
vida de Nieto, por los cuales asciende en la escala social, y el
papel protector e impulsor de las familias de comerciantes y
burócratas que le aceptaron en su seno. Estas familias —Palacio
y Cavero— formaban parte de la oligarquía cartagenera, pero
no de su aristocracia tradicional, que se había formado con
personas provenientes de la carrera militar y de más altas posi-
ciones administrativas virreinales. Al alinearse con la Indepen-
dencia, los Palacios y Caveros ingresaron al grupo de la nueva
burguesía comercial urbana —los nuevos ricos, la clase emer-
gente de la época— que se formaba con la república, y llenaba
los claros dejados por la aristocracia emigrante a otros lugares
más prometedores que la Cartagena de esos días. Parece que
las vicisitudes de la guerra de Independencia y la decadencia
económica de Cartagena (a partir del sitio de 1815) quebraron
parcialmente la estructura de castas heredada de la colonia, y
nuevos canales de movilidad social se abrieron entonces, como
ya ocurría en la noble villa de Mompox. Y Nieto, evidentemen-
te, por su preparación y apostura, fue capaz de aprovechar tanto
aquel quiebre de estructura como esta nueva fluidez en las cos-
tumbres de su tierra.
En otras circunstancias, este proceso de cooptación de un
elemento diferente, o potencialmente peligroso, habría produ-

Posada Gutiérrez, Memorias histórico-políticas (Bogotá, 1951), V, 207;


Memorial del capitán Ramón Antigüedad al jefe militar de la provincia
(Barranquilla, agosto 23, 1836), ANC, Hojas de servicio, II, fol. 634;
Carta a Ramón Vives (Barranquilla, octubre 6, 1836) y otros documen-
tos, ANC, Hojas de servicio, II, fols. 637-651.
Sobre el Estado de Manzanares y el general Francisco Javier Carmo-
na: José C. Alarcón, Compendio de historia del departamento del Mag-
dalena (Santa Marta, 1898), 131; Posada Gutiérrez, V, 197-202; Ascen-
sos y retiros hasta 1838, ANC, Despachos militares, II, 12-14; IV, 63;
VIH, 7; XVI, 66; XXIII, 301 (Oficio de enero 26, 1839 reincorporándolo
al ejército).
Parece que la costumbre de "pronunciarse" contra un gobierno —es
decir, explicar las razones de una rebelión— provino de la revolución
de Riego en España (1820). En Colombia esta costumbre guerrera llevó
a cierta codificación de procedimientos y expectativas sociales, políti-
cas y económicas que se respetaban por los contrincantes, por lo menos
en las primeras y más señoriales guerras civiles. Cf. Alvaro Tirado Me-
jía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia (Bogotá,
1976). 31-32.
42A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

de conducta política para él en el futuro: " C u a n d o el gobierno


viola los derechos del pueblo, la insurrección es para éste, y
para cada uno de sus individuos, el más sagrado e indispensable
de sus d e b e r e s . . . Todo individuo que usurpe la soberanía (que
reside en el pueblo entero), debe ser al instante muerto por los
hombres libres, porque es un tirano. La resistencia a la opresión
es consecuencia de los otros derechos del h o m b r e " (páginas 14
y 15). " E s un tirano el que pretende oprimir y poner restriccio-
nes a la conciencia de otro, de cuyo abuso nacen el ominoso
fanatismo y la torpe intolerancia que ha llenado de horrores el
universo y de descrédito la moral de la religión" (página 6).
Cómo definir las violaciones a estos derechos era, por
supuesto, tema de permanente debate y daba base para muchos
tipos de acción violenta. Pero Nieto no parecía tener en su per-
sonalidad la semilla autocrática de un doctor Francia, ni la
frialdad acerada de un Morales, ni la crueldad enfermiza de un
Sámano. Todo lo contrario: era expansivo y risueño, alegre y
chancero como buen costeño, mujeriego, franco, medio " d e -
j a o " , informal y s u m a m e n t e desprendido de las cosas, cualida-
des d e que hará gala hasta la m u e r t e , aun en los instantes d e
gloria y poderío.
Por estas razones de personalidad y cultura regional, así
como por origen social, Nieto no tuvo dificultades en fomentar
lealtades con grupos de diversos orígenes de clase y raza. Con-
servó el amor y apoyo de sus parientes pobres libres, albañiles,
curanderos y alambiqueros que vivían en la ciudad y en Bara-
noa. Se hizo compadre de los artesanos de la zapatería, carpin-
tería, herrería, sastrería, pabilo y almidón de su parroquia
cartagenera de la Catedral, a quienes ayudaba a corretear sus
gallos de riña, los que aquellos amarraban durante el día en los
pilares de la gobernación donde tenían sus talleres. Se propuso
departir directamente con la gente de la calle sobre temas cultos
e incultos, incluyendo esclavos a quienes aseguraba estar
opuesto a su indigna condición. Y no cerró para el pueblo los
portones de su casa de dos pisos —de los cuales ocupó el de
arriba con los balcones— casa que alquiló en la esquina de las
calles de la Inquisición y Santa Teresa, donde había la " p r e s a
de la visita" o pechuga lista para servir con sopa o arroz con
coco.
Estas eran las bases mínimas iniciales de una posible máqui-
na política centrada en intereses comerciales y artesanales de
Cartagena, ya q u e , si lo quería, iba a necesitar votos para llegar
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 42B

cido un dirigente político comprometido con la antigua oligar-


quía o con su sucesora y, para defender sus intereses, se habría
identificado plenamente con éstos y asumido actitudes tiráni-
cas, dictatoriales y guerreras. No resultó así con Nieto, en quien
no se observaron síntomas especiales de claudicación. Según las
informaciones obtenidas, Nieto, como masón convencido,
mantuvo en su vida privada y en su personalidad ideas y actitu-
des democráticas firmes que se reflejaron en su vida pública.
Aunque gozó la afluencia y comodidad de su nueva vida, no
renegó de su origen de clase ni su condición de raza ni se aver-
gonzó de ellas, y logró imponerse en la sociedad cartagenera a
pesar de estos obstáculos. Tampoco se enriqueció con la gestión
estatal, sino que fue muy desprendido, y mantuvo un extraordi-
nario equilibrio moral entre su vida como gobernante y su vida
de hogar.
Por todo ello contó con la adhesión de los artesanos, esclavos
y libertos de la ciudad, y las luchas y compromisos de Nieto se
dirigieron a defender ante todo los intereses de estos grupos
bajos, así en la Cámara provincial como en la Cámara de Repre-
sentantes después (y, como veremos, llegó a adherir a la revolu-
ción artesanal-militar de 1854). Tenía, pues, Nieto lo necesario
para convertirse en un dirigente popular. Sólo las clases campe-

Balcones de la casa de Nieto en Cartagena.


43A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

a las corporaciones públicas. La adhesión popular le iba a ser


indispensable. ¿Que pudiera eventualmente manipularse como
lo había hecho el propio Bolívar? Esta era otra cuestión para ver
y resolver en la práctica.

Miren ustedes: los pobres somos los que más sufri-


mos con estas guerras. Siempre vamos a pie, cargando
nuestras cosas y generalmente contra nuestra voluntad.
Casi nunca nos explican por qué peleamos, y cuando
nos vemos es amarrados y con el chopo al hombro. Nos
a r e n g a n , eso sí, sobre la patria y el honor; pero nos
quedamos dudosos porque también existe la patria
chica, que es la gente y la región de cada uno, donde se
levanta con los d e m á s muchachos aprendiendo del uno
y del otro lo bueno y lo malo, y donde por primera vez
una mujer se acuesta con uno y le enseña a ser hombre.
Por esa patria sí puede uno pelear con gusto y sacrifi-
cio. Pero estos sentimientos, de verdad, no parecían
importarle a los políticos y menos a los militares que
parecían tener otras preocupaciones y otros intereses.
[B]
Mamá Tina fue la primera en protestar por las órde-
nes de marcha a Valledupar y Riohacha contra Garujo:
tenía que prepararse ella también para acompañar al
cura, su marido, y juntarse a las otras mujeres —a
quienes les decían " j u a n a s " o " v i v a n d e r a s " — en la
retaguardia de la columna, con los avíos necesarios. Y
tenía que llevarme a mí también. No hubo manera de
evitarlo, y mi m a m á empezó por alistar marmitas, ollas,
ropas y petates, y a conseguir plátano verde, queso,
bolas de chocolate y cazabe.
Ella me decía después que en Mompox no hubo
muchas dificultades para levantar recursos y hombres
para la columna. Se trataba de defender al gobierno
civil de otra amenaza, esta vez provocada por un militar
ambicioso y rudo que ni los venezolanos a g u a n t a b a n .
Los Ribones, los Piñeres y el párroco hicieron contri-
bución voluntaria en dinero calculando los gastos
diarios del ejército, y emprestaron caballos de sus ha-
ciendas y algunos esclavos. Una parte de los soldados
eran trajinados en las guerras anteriores de la Indepen-
dencia y estaban a sueldo del Estado. El gobernador
Voluntarios ''. (Dibujo de Neuville).

s m a s quedaron desamparadas de su acción política, y Nieto no


demostró gran interés por los problemas sociales del campo, ni
por cambiar la estructura de la tenencia de la tierra, quizás con
razón: por herencia de su esposa, él mismo llegó a ser un peque-
ño hacendado, y no tuvo —como otros caudillos— un buen
número de arrendatarios y aparceros en sus tierras que le
acompañaran como soldados en las campañas bélicas. No obs-
tante, su simpatía caía naturalmente del lado de los pequeños
campesinos independientes de los cuales había salido, gentes
q u e , en la región momposina, seguían desafiando al latifundio.
Pero también, en su función política, Nieto logró que la
nueva burguesía comercial urbana lo respetara y apoyara en
una primera instancia, porque se había asimilado a ella por
familia y él llenaba un evidente vacío en la dirigencia regional.
Naturalmente, esta adhesión de la burguesía no fue constante ni
gratuita y, como veremos, en la lucha de facciones de esas
décadas ella se fue alineando con otros dirigentes propios que
resultaron más decididos defensores que Nieto de los intereses
de la clase emergente.
44A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

reclutó por bando en el propio Mompox y en los pueblos


vecinos de Menchiquejo y Rinconada, de donde algunos
llegaron amarrados. Eran jóvenes campesinos hijos de
agricultores y de antiguos esclavos. Otra parte eran
presos que salieron de la cárcel por dispensa especial.
Asi se completó la columna de 400 infantes y 100 jinetes.
¡Si pudieran ver el aspecto desastroso de ese ejérci-
to! Las armas no alcanzaban para todos y lo que más
había era chopos, escopetas de fisto, machetes y una
que otra lanza. Claro que a última hora se podía acudir
a las macanas y a los palos y guaduas de las cercas, y
hasta a las " m e p a s " o vastagos de plátano, que pegan
duro. Tampoco había suficiente pertrecho ni guarnie-
les; pero el general Blanco le arrebató dos barriles de
pólvora que tenía un particular, todo el plomo que se
pudiera encontrar —en esto quien más sufrió fue el
editor de folletos y proclamas que acababa de recibir
tipos de imprenta—, y sacó varias resmas de papel
usado del archivo notarial para envolver la pólvora de
los carruchos.
Casi todos ¡levaban sombreros de paja con una
leyenda que decía: "Defensores del gobierno legíti-
m o " . Descalzos en su mayoría o con cotizas, y vestidos
con camiseta de dril y calzón blanco; sólo el general, a
caballo, llevaba una blusa con bordes dorados, botas
altas de campaña, banda carmesí al cinto, pistolas y
espada.
Al fin salimos. La columna embalsó el río en canoas y
salió por San Sebastián hacia El Paso, por el camino del
contrabando. Marchábamos lentamente en considera-
ción a las " j u a n a s " , a u n q u e algunas pudieron conse-
guir burros en qué montar y viajar. El general Blanco
iba delante con el abanderado y un corneta aprendiz,
medio muérgano.
En algunas partes la gente tenía miedo y se nos
escondía en los montes y desocupaba los caseríos. Al
pasar por la hacienda Calenturas, el general ordenó
enlazar dos toretes para descuartizarlos y " n o perder
la c o s t u m b r e " , según dijo sonriendo.
Una noche, mientras algunos soldados hacían juego
de machete dentro de un cuadro en la tierra, después
que las mujeres hicieron comida y sirvieron al pie del
Ch o p o s y proyectiles de i 5« de los ejércitos costeños. (Museo
Histórico de Cartagena).
45A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

fogón que se acostumbraba para combatir el frío y la


mosquitera, el corneta me dejó jugar con las borlas
de la trompeta: era la primera vez en mi vida que mano-
seaba mi futuro instrumento de música; de seguro no
hice sino echarle babas.
El 27 de octubre se avistó el pueblo de San J u a n del
Cesar. Una comisión que salió a recibirnos informó que
Garujo se había retirado de nuevo para Riohacha. Sus-
piramos de alivio. Ahora sí, ¡a comer arepa fresca se
dijo! El general Blanco quitó todo el maíz del pueblo, y
se metió una borrachera de la que no volvió a salir por
varios días hasta cuando tuvieron que mandarlo en
hamaca a Valledupar. Tomó el mando su segundo, el
coronel J o s é de Lima,
El comandante Canijo era un bestia. Mi mamá
recordaba furiosa cómo este militar desconoció las re-
glas de la guerra que exigían avisar y buscar arreglo
pacífico antes de comenzar a pelear. Apareció de pronto
el 14 de noviembre con setecientos guajiros y riohache-
ros, y ocupó buena parte de las casas de San J u a n , Nos
preparamos para hacerle frente. El coronel de Lima
ordenó que una escuadra se metiera de noche con cui-
dado por el monte de atrás para quemar las casas ocu-
padas por Garujo. Como eran de palmas y soplaba el
viento, la candela se extendió rápidamente. ¡No joda,
cómo se veían correr esos guajiros, parecían gatos
atacados de perro! Pero afuera los esperaban los
momposinos como caimán en boca de caño, con los
chopos y los jinetes.
Garujo empezó a dar órdenes por toques. '' ¿Qué es lo
que t o c a n ? " , preguntó el coronel de Lima. "Tocan
corneta", respondió el bobo de la trompeta. "¡Bruto!
¿Qué significa ese t o q u e ? " . " E s el toque de retirada,
mi coronel". Así era. Respondiendo al fuego como
pudieron, los rebeldes se montaron en sus bestias y
abandonaron la pelea. No hubo muertos, pero sí
varios heridos y algunos quemados que fueron atendi-
dos allí mismo sin distingos entre amigos y enemigos.
El general Blanco decretó enseguida un perdón genero-
so para todos.
[Garujo regresó a su tierra para seguir s e m b r a n d o la
discordia. Seis años más tarde dio un golpe en Caracas
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 45B

La firmeza democrática de Nieto y su temple ético, parecen


derivarse del elemento utópico de la literatura política a la que
tuvo acceso desde joven. Notable en este sentido fue la influen-
cia del Catecismo o instrucción popular escrito por el cura
rebelde de Mompox, doctor J u a n Fernández de Sotomayor y
Picón (Cartagena, 1814), que se aprendieron de memoria mu-
chos jóvenes patriotas de la Costa.
El Catecismo de Sotomayor es de clara inspiración liberal:
se refiere a conceptos básicos como justicia, tiranía, ilustración,
libertad, los derechos del hombre y del ciudadano, el pacto
social. En esas pocas páginas corre viva la utopía de Jean-Jac-
ques Rousseau y la teoría del estado democrático, tal como se
fraguaron, decantadas, en la Revolución Francesa.
Como se sabe, la meta entonces era asegurar la llamada ' 'fe-
licidad del p u e b l o " , y esto se alcanzaba respetando la voluntad
de las mayorías; pero no unas mayorías manipuladas o deso-
rientadas, sino ilustradas suficientemente por dirigentes
altruistas y serviciales. El invento de la escuela era un comienzo
adecuado: "El establecimiento de escuelas, que la J u n t a [Su-
prema] del año 10 dispuso, debe realizarse ejecutivamente, si
es que deseamos ser libres", escribió allí Sotomayor.
El cura rebelde de Mompox sembró esta semilla de ideas
nuevas en la juventud costeña de su época con el apoyo del méto-
do socrático de preguntas y r e s p u e s t a s . A d e m á s , buscó justificar
la revolución desde el ángulo religioso ("la guerra que sostene-
mos es la más justa y santa que se ha visto en el mundo de
muchos siglos a c á " , página 16), y se dirigió concretamente a los
párrocos para convencerlos de sostener la lucha por la indepen-
dencia con el fin de "formar una sociedad n u e v a " (página 29).
El Catecismo es un claro ejemplo de subversión intelectual
positiva que ilustra aquella época creadora. Constituye litera-
tura clásica del liberalismo político del momento. Su eficacia
movilizadora no puede ponerse en duda. Demuestra una vez
más el efecto demoledor de las ideas y creencias sobre las es-
tructuras sociales, cómo son determinantes en la conducta
política, y cómo el frente ideológico cultural puede ser tan
importante para la acción como el económico y el social, sin
hablar del brazo armado.
Pero Sotomayor deja entrever, en una de sus respuestas,
q u e hay algo más que ideas políticas utópicas en el liberalismo.
En este sentido enseña que, si los españoles buscan reconquis-
tar las colonias a la fuerza, se podrá resistir con violencia; y no
46A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

y tumbó al presidente José María Vargas, un médico


bueno y civilizado. Cuentan que entonces le gritó Garu-
jo al presidente Vargas: "Doctor: el mundo es de los
valientes". Pero éste le replicó sereno: "No, coronel, el
mundo es del hombre justo y honrado". A los pocos
días hubo un contragolpe, Vargas fue de nuevo coloca-
do en la Silla y Garujo salió huyendo, para quedar en la
historia como un Caín montañero].
De regreso de Valledupar con el triunfo, aunque
enfermos de paludismo, hambrientos y sin plata, nos
llegaron noticias a Mompox de que había estallado otra
revuelta en Soledad, Sabanalarga y Barranquilla [el
12 de febrero de 1831]. Era también un levantamiento
contra la dictadura de Urdaneta y el gobernador Monti-
11a, de Cartagena, que la apoyaba. Como jefe militar
actuaba primero un capitán llamado Policarpo Jiménez.
La situación se puso color de hormiga. A mi padre lo
llamaron el 2 de abril a una reunión urgente en el cuar-
tel (que estaba en el antiguo edificio de la Compañía
de Jesús) para tomar determinaciones. Era un Viernes
Santo. La nrocesión del Santo Sepulcro estaba en la ca-
lle pero se ordenó parar la marcha, porque supimos que
se venían sobre la villa de Mompox para dominarla, y
con ella al río, dos ejércitos que se decían "Protectores
de los derechos del pueblo": uno que se había declara-
do a favor del levantamiento de Soledad, mandado
ahora por otro perfecto borrachín, el general Ignacio
Luque; y el que venía de Santa Marta, con el general
Trinidad Portocarrero a la cabeza.
Mamá Tina volvió a recorrer las tiendas del pueblo en
busca de avíos. Pero no era para tanto. Por fortuna, los
padres de familia de Mompox, sin tener en cuenta la
política —desde ño Atanasio Germán Ribón, yerno de
la exmarquesa de Torre Hoyos (casado con su hija Do-
minga Epalza) hasta ño José María Pino, el comercian-
te paisa— declararon que se oponían a todo empleo de
armas en esos momentos. Este buen consejo fue acep-
tado por los oficiales de la villa, y así quedó en un acta
firmada dos días después. Se acordó someterse a los
ejércitos "Protectores", unirse "al noble y heroico
pronunciamiento de la fuerza armada", y buscar una
receta de unión nacional que fuera por un gobierno fe-
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 46B

es ésta cualquier violencia: responde a una "ley natural que


faculta a todo hombre para oponer la fuerza a la fuerza, con el
interés de conservar la vida, la libertad y la propiedad indivi-
d u a l " (página 14).
Con este concepto de contraviolencia y defensa de la propie-
dad individual aparece una nueva dimensión en el frente ideo-
lógico utópico al que se acogió Nieto: la de las tesis del liberalis-
mo económico. Sotomayor no elabora estas tesis, pero Nieto
las recoge en su propio folleto, Derechos y deberes del hombre
en sociedad (Cartagena, 1834). Este folleto demuestra que Nie-
to tuvo acceso a las premisas básicas de la filosofía de J o h n
Locke, quizás a través de artículos de liberales españoles y
franceses. Habla así Nieto de las leyes naturales que rigen la
vida civil y la organización del Estado, que revolotean alrededor
del concepto de p r o p i e d a d visto como anterior a la sociedad y,
por lo tanto, como principio absoluto e ilimite.
Nuestro autor no llega tan lejos como los liberales ingleses
que construían sobre el principio de propiedad el derecho de
representación en el gobierno exclusivamente para los dueños
de bienes raíces. Algunas de las primeras constituciones colom-
bianas tienen este tipo de disposición acompañada de la condi-
ción de saber leer y escribir en los ciudadanos votantes (sólo
hombres). Evidentemente, en esta clase de gobierno se defen-
dían, ante todo, los intereses de los propietarios de fincas, los
de los latifundistas y oligarcas.
Nieto no parecía estar de acuerdo con esto y atemperó las
tesis del liberalismo económico con una fuerte dosis de liberta-
rismo. Propuso así una peculiar amalgama de programas liber-
tarios, a veces contradictorios, lo cual puede ayudar a explicar la
confusión ideológico-política que ha reinado entre clases letra-
das y dirigentes de Colombia en lo que respecta a la aplicación
práctica de la democracia. Es un eclecticismo que no ayuda a
determinar rumbos claros para el llamado "barco del E s t a d o "
ni para la sociedad en sus diversas clases y estamentos. Apare-
ce entre nosotros desde entonces una democracia nominal que
va de un ejercicio casi dimite de algunos derechos en épocas
p a s a d a s , a las restricciones policivas que se experimentan en
diversas etapas de nuestra historia reciente.
Primordial desde este punto de vista es el concepto de tira-
nía desarrollado por Nieto (páginas 6, 14 y 15 de sus Derechos) a
partir del principio de propiedad, concepto muy extendido que
aplica en la práctica por primera vez en la guerra de 1840-1842.
47A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

deral. [Empezaba, pues, a afectar el progreso regional


la controversia entre federalismo y centralismo, que no
sería resuelta sino en 1863 por los liberales federalistas].
En esta forma, dejados con los crespos hechos pero
sin un solo muerto a cuestas, los ' 'Ejércitos del P u e b l o "
volvieron grupas a Cartagena. La sitiaron por Alcibia y
ocuparon el 26 de abril, deponiendo a Montilla. El
general Luque [apoyado por su amigo el comerciante
norteamericano J o h n Glen, quien dominaba el mercado
de Barranquilla], anunció un encuentro departamental,
pero como el dictador Urdaneta ya estaba saliendo del
gobierno y la normalidad se reanudaba con la posesión
en Bogotá del vicepresidente Domingo Caicedo, todo
quedó como antes y la paz volvió a reinar. " P e r o esta
paz no va a d u r a r " , dijo mi papá. Y desgraciadamente
tuvo razón.

J u a n J o s é Nieto había estado de acuerdo con el pronuncia-


miento de la villa de la Soledad: habían participado gentes de su
tierra, amigos y parientes, indios y esclavos. Y siendo antiboli-
viano y, por lo mismo, colocado en oposición a la dictadura de
Urdaneta, colaboró por dentro con las fuerzas del Ejército Pro-
tector del general Luque y con los sucesivos gobernadores de
Cartagena impuestos por este general, hasta cuando el gobierno
central nombró en propiedad al coronel Vicente García del Real
a finales de 1831. Todavía J u a n J o s é no se animaba a lanzarse
abiertamente al ruedo político.
Pero ya había empezado a ampliar el círculo de sus contactos
con las bases populares. Alejándose de los distritos amurallados
de la ciudad, J u a n J o s é se vinculó a los de Ternera y el Pie de la
Popa, donde se realizaban las grandes fiestas de la Virgen
" m o c h o r o c a " de la Candelaria. Muchos " b l a n c o s " se escapa-
ban a esas fiestas, dejando medio vacíos los bailes de salón en
que quedaban las señoras, con sus arpas y flautas de aficiona-
dos. El mujeriego de J u a n J o s é también se escapaba: buscaba
el hijo que doña María Margarita ya no podía darie (el primero,
Ricardo María, murió niño). Ahora, al cielo descubierto de la
Popa, con un pañuelo de muselina de guardilla y tres velas,
aguardaba a que se m e n e a r a por la rueda del bunde una cuarte-
rona exquisita, lustroso el pelo, enflorada la cabeza y empapada
en agua de azahar, para salirle al paso danzando y con la diestra
en alto.
El Bosque

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Mieto-CavefO /

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Alcibia ,

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CARTAGENA Y SUS
Ternera /
CERCANÍAS
Hacia 1850
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1
48A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

"¡Upa! ¡Adentro, mijita!", y seguían juntos en cadencioso


baile hasta quemar velas y pañuelo, bañados en sudor y sebo.
"A ño J u a n como que le agrada la n e g r i t a " , le preguntaron
un día los padres de la muchacha. " P u e d e llevársela si ella tiene
gusto y nos da lo que c o r r e s p o n d e " . J u a n J o s é tomó la doncella,
le compró vestidos y le regaló los muebles, como es de rigor en
la Costa en estos casos de sucursales familiares. Ella le retornó
el amor dándole dos hijos (que se sepa): Lope, quien se conver-
tirá en fiel servidor y guardaespaldas de su p a d r e ; y Concepción
(Concha) quien vivirá y se casará en Tolú.
La muerte de su esposa María Margarita fue un primer corte
de cuentas para Nieto. Por un lado, al paso de Santander por
Cartagena en marzo de 1832 como presidente electo de la Repú-
blica de Nueva Granada —cuando se conocieron personalmen-
te—, Nieto le ofreció amistad y respaldo que Santander retribu-
yó luego con un cargo público: lo nombró guardalmacén de la
plaza de Cartagena el 2 de septiembre de 1833.
Y por el otro lado, J u a n J o s é hizo reverdecer los amores
formales que en su juventud alocada había tenido con Josefa
Teresa Plácida de los Dolores, la penúltima hija del doctor y
procer Ignacio Cavero y Cárdenas y de doña María Teresa Le-
guina y López Tagle. Teresa había esperado a su " n e g r o "
medio celosa y con fidelidad, junto a sus tres h e r m a n a s , que ya
podían considerarse solteronas, una de las cuales terminará en
un convento.
La nueva boda se realizó el 21 de abril de 1834. De este ma-
trimonio, Nieto no logró tampoco ninguna descendencia. Cuatro
meses después murió el doctor Cavero y la familia no volvió a
quitarse el luto.
En decadencia, esta familia tampoco logró completamente
quitarse del cuello el nudo corredizo de la pobreza, a u n q u e los
Caveros eran dueños de un fundo indiviso, con otras familias,
en Alcibia (y Preceptor) no lejos de la Popa (originariamente
una estancia concedida por el cabildo de Cartagena en el siglo
XVII a un funcionario del mismo apellido. Alcibia es hoy un
populoso barrio de clase media baja). Allí Teresa tenia "accio-
n e s " que pasó en administración a J u a n J o s é , como núcleo de
una pequeña hacienda. En Alcibia la pareja construyó una casa
pequeña de madera pintada de verde, con corredor al frente
sostenido el techo con columnas talladas, al cual daban dos
puertas de madera coronadas de bolillos torneados en abanico
y cuatro ventanas largas de hojas divididas. Esta casa, medio
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 48B

La tiranía concreta a la que se refería entonces era la represen-


tada por la explotación de los militares bolivianos, la que quedó
simbolizada por la dictadura de Urdaneta en 1830, contra la cual
habían reaccionado los s a n t a n d e n s t a s . Corría entonces por
todo el país una fuerte corriente civilista que llevaría más ade-
lante a reducir el pie de fuerza del ejército. Lo peculiar de este
momento era ver a jefes militares encabezando revueltas contra
la política militar, Pero ésta era precisamente la que se veía
en 1840 como fuente de tiranía, la cual había que eliminar
apelando a la fuerza, llegado el caso.

El tatarabuelo Adolfo Mier se fue por otra senda ideológi-


ÍJ3] ca: la de la cultura popular. No tomó ninguna decisión
estrictamente partidista —y con él su gente— sino que se
aferró a la praxis original que regula el intercambio material de
la especie humana con su medio natural. Más importante para
él eran los playones y el río, y su utilización para crear riqueza,
que el debate sobre centralismo y federalismo. Más importante
era educarse, aprender música y conocer los secretos de la
herbología —saber vivir y dejar vivir— que dominar el mosque-
te y el fusil.
Por cultura popular se entiende el conjunto de ideas sobre la
realidad y el mundo inmediato y su manejo que se basan en
conocimientos empíricos, prácticos y de sentido común. Es el
folclor, saber o sabiduría popular que ha sido posesión ancestral
de las gentes de las bases sociales, aquel que les ha permitido
crear, trabajar e interpretar predominantemente con los recur-
sos directos que la naturaleza ofrece al hombre. (O. Fals Borda,
"La ciencia y el p u e b l o " , Tercer Congreso Nacional de Sociolo-
gía, Bogotá, 1980).
Aunque no fuera partidista, este complejo ideológico popu-
lar había producido en la región momposina su propia estructura
política, representada en caciques, c h a m a n e s , guerreros y diri-
gentes diversos que iban condicionados por el contexto cultural
y que sabían, por esencia y conciencia, responder a sus exigen-
cias.
No quiere ello decir que el resultado de este proceso hubiera
sido siempre el mismo, es decir, que fuera de naturaleza reac-
cionaria o conservadora. Por el contrario: se sabe que los grupos
de base popular son dinámicos, cambian y se amoldan a las
circunstancias ambientales. Aún más: actualmente son los
únicos capaces de entender y controlar el ambiente y, quizás,
49A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

disimulada entre crotos de hojas multicolores y guayacanes con


perfumadas orquídeas costeñas, quedaba al pie del camino real
que venía de Turbaco y Ternera hacia el recinto amurallado de
la ciudad.
J u a n J o s é siguió el ritmo de su carrera y de la acomodada
vida social de que empezaba a gozar. Cuando no iba de parran-
da con sus amigos, podía distraerse con sus colegas de buenas
familias yendo a representaciones dramáticas —como las que
daba la compañía española de Eduardo Torres— y de vez en
cuando asistía a las ' 'jaranas de a r p a " o a las veladas musicales
de la señora Gallardo para escuchar arias de Ana Bolena de
Donizetti, o de Roberto el diablo de Meyerbeer. A Nieto le pare-
cían más accesibles las cadencias del segundo que los griticos
de la primera, además de que Meyerbeer podía considerarse
francés...

Después de nacer mi hermano Agustín —que tanto


se irá a destacar con el clarinete— al cura Arias, mi
papá, lo trasladaron a Simití y mamá Tina no quiso irse
de Mompox, Él se fue y le mandaba mercancías de vez
en cuando a mi m a m á para ayudarla. Pero d e s p u é s no
volvimos a saber más nada de él, sino que había salido
de Simití por no querer aceptar la comisaría del pueblo.
Mi mamá se defendió sola vendiendo bolitas de tama-
rindo cuando pepeaba el árbol del traspatio, y haciendo
cafongo [bollos dulces], bollos de maíz y de plátano y
cazabes de harina de yuca.
Mi mamá me puso en la escuela pública de Santa Bár-
bara [por el sistema lancasteriano] que dirigía el doctor
Julián Ponce; pero la escuela la cerraron poco después.
Ella acudía a su hermano Marcelino cada vez que esta-
ba apurada de dinero; casi nunca, por pena y orgullo,
ocupó a sus primas de Mier de la nobleza de la albarra-
da, como la niña Micaela Epalza, todavía soltera, que
era de su edad, o como la niña Dominga, esposa de don
Atanasio Germán Ribón. Aunque se visitaban de vez
en cuando. Y, por ser más favorable, mi m a m á consi-
guió un ranchito de palma amarga en el barrio abajo
para donde nos mudamos. Allí crecí, me formé y apren-
dí a tocar trompeta y bombardino [el barítono que los
Mier siguen usando en Loba todavía, al cabo de tres
generaciones]. Entré como ayudante a la banda de mú-
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 49B

El viejo bombardino de Adolfo Mier. todavía en manos de sus descen-


dientes en San Martín de Loba.

salvar al resto de la sociedad del desastre ecológico que nos


amenaza. Históricamente puede demostrarse que producen
líderes capaces y eficientes que, muchas veces, han logrado
victorias sobre los grupos dominantes.
Por lo mismo, las bases populares pueden responder al
reto de la democracia política moderna y a requerimientos utó-
picos como los presentados en aquellos días por Nieto y los
políticos liberales; sólo que el manejo de la cuestión —se sabe
mejor ahora, entre otros, por los trabajos de la escuela de inves-
tigación-acción participante— no puede hacerse en términos
importados, en lenguas exóticas o por clases explotadoras tradi-
cionales, sino en las condiciones propias de la cultura popular y
de sus elementos representativos.
Esta convicción radica en el hecho de que el saber popular,
aunque no esté codificado a la usanza de las clases llamadas
"cultas" o "ilustradas", tiene su propia racionalidad y su pro-
pia estructura de causalidad, es decir, puede tener mérito y
validez científica en sí mismo. Si no fuese así, no funcionaría
en la práctica, ni en la Costa ni en ninguna parte. El hecho de
que el saber popular se base en una praxis original y en una
ideología de lo cotidiano e inmediato no lo hace menos cierto o
ambicioso o de más corto vuelo intelectual, sino que obliga a los
50A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

sicos que el señor Troncoso había organizado para las


procesiones y fiestas de la ciudad.
Como pelaos, uno de nuestros principales berroches
era echarnos la leva de la escuela y bañarnos en el río,
claro que con ojo a los caimanes. Allí nos dijeron los
bogas de la amenaza que era para ellos la presencia de
vapores que venían haciendo viajes desde Santa Marta:
se iban a quedar sin trabajo por la barrida casi segura
de los champanes.
Un día (en 1839), así como les estoy contando, llegó
el vapor Unión a Mompox. Era su primer viaje [de
Glasgow, Escocia, desde donde pasó el mar sobre una
falsa quilla q u e se le quitó en Barranquilla d e s p u é s de
entrar por las Bocas de Ceniza para quedar como plan-
chón]. En la plaza del mercado lo esperaban con banda
de músicos y buen ron el gobernador y uno de los due-
ños del barco, un paisa que vivía en Mompox, don J o s é
María Pino. Pero los bogas y nosotros le teníamos pre-
parado un recibimiento diferente. Impedimos que el
Unión se acercara a la ribera de la Hoyo por la lluvia de
piedras y garrotes y unos cuantos disparos, " ¡ Muera el
vapor! ¡Que vivan los b o g a s ! " , gritábamos con el resto
del tropel de gente pobre que llegó de todas partes. Y
mandamos que en ningún caserío se le embarcara al
Unión la leña que necesitaba para la caldera.
Esa lucha fue en balde. Los ricos se las sabían todas,
y cuando no lo m a n d a b a n a uno a pelear, lo convencían
a punta de plata. El vapor Unión siguió haciendo viajes
por varios años, y su capitán [Mister J a m e s D. William-
son] resolvió el problema de la leña con un champán
lleno que llevaba a remolque. Lo malo para la compañía
fue el tamaño del barco, porque éste se varaba a cada
rato por lo grande que era.

Golpeado y al mismo tiempo confortado por la suerte, Nieto,


el mestizo autodidacto, decidió retornar a sus queridos y medio
olvidados libros, y enfocar, en especial, la historia y geografía
de su tierra. En esta tarea demostró originalidad y cierta desu-
sada intuición metodológica. [C] Emprendió una serie de cortos
viajes a la provincia con el fin de entrevistar a los hijos favoritos
de los pueblos que tuvieran documentos y noticias. Visitó archi-
vos, recogió manuscritos antiguos y diversas memorias sobre
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Mompox. Bogas descargando en el puerto. (Dibujo de Torres Méndez).

El empresario paisa José María Pino, enMompox. (Gra-


bado de Urdaneta).
51A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

los indios mocanás y calamares, la conquista y la colonia de la


región de Cartagena y sus 115 lugares poblados y cantones. De
allí salió en 1839 la Geografía histórica, estadística y local de la
provincia de Cartagena (publicada en la imprenta de Eduardo
Hernández), la primera en su género en todo el país, sumamen-
te útil para geógrafos e historiadores posteriores, con errores y
todo, y que dedicó "en obsequio de mi tierra natal, a los buenos
cartageneros".
Nieto también incursionó animoso por la crítica literaria y
se atrevió, en 1835, a hacerle algunas glosas a una carta publi-
cada en Bogotá por el poeta José Joaquín Ortiz dirigida al joven
tipógrafo Bartolomé Calvo, de Cartagena, en la que Ortiz se
quejaba de la indiferencia con que se habían recibido sus obras
en la capital. Era un ataque disimulado al presidente Santander.
Nieto, como buen santanderista y obandista (además, empleado
del gobierno), contestó con erudición, citando literatos france-
ses y asegurando que el gobierno "marcha con el siglo en que
vivimos, porque no es un gobierno tiránico ni ilegítimo contra
quien deba conspirarse [... j ni vengador de los agravios y desór-
denes pasados".
Bartolomé Calvo le aconsejó a! poeta Ortiz no contestar a
Nieto: "Este es un ignorante que quiere hacerse notar de cual-
quier modo", escribió en una esquela, "no debe hacérsele caso,
porque el desprecio es la contestación más dolorosa que él pue-
de recibir [... ] aquí se ríen de sus escritos". ¡Histórica esquela!
Nieto, a través del general Tomás Cipriano de Mosquera, se la
hará comer a Calvo, depuesto de la presidencia de la república
por ambos, 26 años más tarde.
No era totalmente cierta la frase de que el régimen del presi-
dente Santander ' 'no era vengador de los agravios y desórdenes
pasados". Impelido por Obando como ministro de guerra, el
presidente había desconocido el pacto de caballeros suscrito por
los exmandatarios Urdaneta y Caicedo en las Juntas de Apulo
sobre el respeto al escalafón militar existente. Los eliminados
del escalafón empezaron a conspirar. Las tensiones volvieron a
eruptar, las pasiones a exacerbarse. Además, la nueva Consti-
tución de 1832, aunque bien intencionada, había producido no-
table confusión en el manejo de la cosa pública, combinando
fórmulas centralistas con federativas de gobierno: por ejemplo,
los impuestos locales podían ser ordenados por las cámaras
provinciales pero no ejecutados sino hasta obtener la refrenda-
ción del Congreso Nacional. Santander mismo cayó enfermo y el
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 51B

letrados a investigar en otra sintaxis cultural, traducir ¡deas


abstrusas, decantar utopías y plantear lo concreto en la conduc-
ta social y política.
Por eso, a la familia de Adolfo Mier le tuvo sin cuidado la
polémica constitucional, aunque tendía a ser federalista, puesto
que tenía conciencia del valor de la patria chica y quería defen-
der sus riquezas y su pueblo: era la lucha por la tierra y el río,
por los caños, ciénagas y playones, por la caza, pesca y agricul-
tura. No vaciló así el jefe de ella, el cura Arias, en sumarse a la
expedición que se organizó en Mompox para debelar la rebelión
de Pedro Garujo en Riohacha y San J u a n del Cesar, en 1831 / 5 / .
Sus hijos se plegaron luego a las necesidades de los bogas
del rio Magdalena que resistían la intrusión del buque de vapor,
porque empezaba a desplazarlos económicamente. Eran los
días de la Compañía Anglo-Granadina de Navegación, cuyo úni-
co barco, el Unión, no duraría en servicio sino dos años, destrui-
do por la revolución de 1841. Mientras tanto, en las clases
populares momposinas se desarrollaron instituciones de ayuda
mutua y colaboración cívica que aumentaron la riqueza colectiva
y estimularon la vida en comunidad. Y se preocuparon, natural-
m e n t e , cuando las aguas del brazo de Mompox empezaron a
bajar por diversas causas naturales y h u m a n a s .

5. Entrevistas personales con don Adolfo Mier Serpa en San Martín de


Loba. 1979, 1980 y 1981. Otras fuentes para el relato momposino;
Rafael Soto, Decenios de Mompox en la Independencia (Barranquilla,
1960), II, 177 (Bolívar en Mompox en 1830); II, 208 (llegada del vapor
Unión): 202-204 (sequías del brazo de Mompox y primeras represas).
Cf. Salvador Camacho Roldan, Notas de viaje (París, 1898), 170, 180;
Robert L. Gilmore y John P. Harrison, "Juan Bernardo Elbers and the
Introduction of Steam Navigation on the Magdalena River", Hispanic
American HistoricalReview. XXVIII, No. 3 (agosto de 1948), 356.
Rebeliones de Carujo, Luque y Portocarrero en 1830 y 1831: Soto, 11,
178-187; Alarcón 111-122; Carta de Francisco M. Troncoso a Rafael
Urdaneta, Mompox, abril 28, 1831, ANC, Historia (Mompox), 1. fols.
185-188 (capitulación de Montilla a Luque); Comunicación de Santiago
Páez Mazenet y otros sobre convención departamental a Luque, Alci-
bia, abril 16, 1831, ANC, Historia (Mompox), I, fols. 180-183.
Pasquín contra Atanasio Germán Ribón: Papeles personales de don
Matías Ribón Cordero, Mompox; los Piñeres y el papel moneda:
Gabriel Jiménez Molinares, Linajes cartageneros -1 (Cartagena, 1951),
65-66.
Entrada de los hermanos Gómez y otros a las Tierras de Loba:
Ministerio de Industrias, Algunos documentos sobre las Tierras de
Loba (Bogotá, 1924), 67.
52A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

problema de su sucesión dividió la opinión pública en bandos


mordaces y belicosos.

Las varadas de los vapores y también de las canoas


en nuestro brazo del río empezaron a preocupar a los
momposinos y alegrar a los magangueleños del otro
brazo; el de Loba. En el barrio abajo, donde vivíamos,
se hicieron reuniones para protestar por el abandono
del gobierno. Mi tío Marcelino hablaba allí siempre y
decía: "Esto se va a acabar, ¡pendejos!". Hasta cuando
la cámara provincial nombró una Junta Patriótica para
hacer palizadas, una estacada rellena de piedras, y
represas en la boca de Loba al pie de El Banco y en los
brazos del Orejero y Lugo. Muchos de nosotros nos
fuimos para allá a trabajar como voluntarios, cargando
piedras y palos.
Se consiguió apoyo nacional a pesar de la oposición
disimulada de Magangué. Algunas obras se hicieron,
pero fueron insuficientes y el brazo de Mompox se fue
abonando poco a poco, sin poder hacer nada.
Yo no sé qué misterio afectó ese trabajo, o si tuvo
fucú. Pero las malas lenguas insistían no sólo en la opo-
sición de los de Magangué sino en el del mismo ño
Atanasio Germán Ribón como administrador, por he-
rencia de su mujer Dominga Epalza, de una parte de
las Tierras de Loba. Porque a él le interesaba tener más
agua frente a sus propiedades del Barranco y el Hatillo.
Incluso decían por ahí que empezó a hacer cañitos para
llevarse el agua y, como ustedes saben, esos cañitos
pueden convertirse en caños grandes con el paso del
tiempo. Hubo también un temblor de tierra —el que
hizo subir unas grandes piedras del fondo del río cerca
de Juana Sánchez y en el cerro de la Aguada, al frente
de Comemiel— que ayudó a desviar la corriente princi-
pal del río Magdalena desde el punto de la desemboca-
dura del Cesar, que antes estaba abajo de El Banco, en
El Salto. Y como la corriente de este río viene preciso
contra la del Magdalena, echó también fuerza para
torcer la dirección de las aguas hacia los caños del otro
lado que, al juntarse, formaron el brazo de Loba. ¡Po-
bre Mompox, comienza su ruina!
Estas preocupaciones no dejaban dormir a mucha
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULI URA POPULAR 52B

Al perfilarse el conflicto bélico causado por desavenencias


políticas entre las clases ilustradas superiores y en sus intereses
comerciales, el pueblo raso momposino, en parte, optó por solu-
ciones de escape: la emigración hacia el sur, hacia el otro brazo
del río que quedaba libre de militares y de políticos. (También
hubo otra corriente de desplazados hacia el norte, como vere-
mos más adelante). Asi, la familia Mier-Arias decidió preparar-
se para huir de la amenaza de los ejércitos del general Carmona
—con quien venía Juan José Nieto—, que asediaban a Mompox
en 1840, y sumarse a sus compadres Gómez quienes, desde
hacía muchos meses, habían planeado colonizar las desocupa-
das y fabulosas Tierras de Loba.
Se protocolizaba así en esta región la divergencia entre la
clase política letrada —la élite intelectual—, ahora armada y
con facciones propias, manifestando particulares metas de
dominio y explotación a través de instituciones generales; y
la clase popular —las mayorías desarmadas—, con miras y defi-
niciones propias de lo que era bienestar, seguridad y justicia,
todavía sin identificación con partidos. Se empezaba a abrir la
distancia entre el país político y el país nacional.
Buscaba la gente común soluciones factibles que pudiera
entender y controlar, y se alejaba de las disquisiciones utópicas
a las que no había tenido acceso y sobre las cuales los políticos
e intelectuales no se habían dignado darles ninguna explicación:
porque no los consideraban sino como carne de cañón y gleba
ignorante. Los políticos pensaban que el pueblo raso no podía
articular intelectualmente el bien supremo porque no sabía
inglés ni francés; pero que ello no era necesario porque podía
poner el hombro, los brazos, el sudor y la sangre para que los
poderosos se lo ganaran. Claro que a veces el pueblo podía esca-
par de esta ingrata tarea, en aras de la vida y del progreso
propios de las clases mayoritarias. Y así pasó con los Mier-Arias.

La estirada sociedad cartagenera no esperaba que un mes-


ial tizo sin educación formal como Nieto fuese capaz de pro-
ducir obras intelectuales de mérito. Los Calvos y otros
notables de la ciudad dijeron una vez que "éste es un ignorante
[...] aquí se ríen de sus escritos", aunque a la fecha (1835) éstos
incluían los Derechos y deberes del hombre en sociedad, ya
comentados, la Contestación a una carta de José Joaquín Ortiz,
y artículos diversos de alguna seriedad. La posteridad ha dicho
53A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

gente momposina, pues nos dimos cuenta del desastre


que representaba, que la pobreza podía extenderse a la
villa. Pero los recursos del gobierno para la obra no
llegaban o, más bien, se gastaban en cosas que no ser-
vían. Fue el culpable de que se nos perdiera el río. La
plata de los impuestos era para la gente poderosa, eso
se veía: para los viejos ricos y para los nuevos que se
aprovechaban de la política y de los partidos. La niña
Tina nos decía entre un soplo y otro sobre el anafe:
" ¡ J u á ! El que tiene más saliva, más harina t r a g a " ,

En esta atmósfera de inestabilidad amenazante, J u a n J o s é


Nieto se lanza por fin, en 1836, como candidato a diputado en la
Cámara provincial de Cartagena, por el distrito de la Catedral,
que dominaban sus amigos, los artesanos galleros. Es elegido
por dos años: ya cuenta con una cauda electoral propia, es un
gamonal de ciudad.
En la cámara provincial, Nieto promueve un debate sobre las
ventajas del federalismo y redacta un anteproyecto de Constitu-
ción federal para el país que pueda ser acogido y llevado al
Congreso en Bogotá. El anteproyecto es rechazado sin funda-
mentos de peso, casi con altanería por venir de un " p a r d o "
ignorante, lo cual, naturalmente, lo irrita; será razón para per-
sistir en la política y buscar la eliminación de las castas, la aboli-
ción de la esclavitud y la imposición de aquella iniciativa federa-
lista que contribuya realmente al bien común. Quizás se deba
llegar a emplear la fuerza, pensó: ' 'Toda bestia se lleva a pastar
a g o l p e s ' ' , como lo había leído en los clásicos.
Estos dilemas morales de la política pudo compartirlos con
algunos amigos masones que empezaron a tentarlo para que
entrara a la logia Hospitalidad Granadina No. 1, que tenía su
templo en la calle de San J u a n de Dios. (Esta logia, la primera
del país, había sido establecida por un grupo de militares y civi-
les santanderistas encabezados por el capitán Antonio Castañe-
da el 23 de junio de 1833, con la venia del Supremo Consejo del
oriente Neogranadino, fundado cuatro días antes). El abogado
Antonio Benedetti, entonces teniente de las milicias locales y
compañero de Nieto en la plaza, pertenecía al grupo de funda-
dores. No tuvo dificultades en p r e s e n t a r como aprendiz o luba-
tón a J u a n J o s é en una " t e n i d a " solemne en 1839, presidida por
el notario Dionisio Bautista como Soberano Gran Comendador
del Supremo Consejo.
E s c u d o s de la logia masónica Hospitalidad Granadina y del S u p r e m o
Consejo Neogranadino, en Cartagena. (Tomados de Carnicelli).
54A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

Un poco antes, el masón José María Obando había sido de-


rrotado en su candidatura a la presidencia de la república, y
resultó elegido el doctor José Ignacio de Márquez para el perio-
do de 1837 a 1841. Márquez era antiboliviano y masón también,
aunque Juan José y los obandistas ya no lo consideraban así. Se
había alejado del redil de las logias.
Lo peor era que Márquez había llegado a la presidencia con
amplio apoyo de los bolivianos. Este contubernio parecía ina-
ceptable. Había necesidad de delimitar de nuevo las fronteras
entre los nacientes grupos políticos, y ello lo ofreció el problema
del centralismo gubernamental en un país tan grande y desco-
yuntado como era la Nueva Granada. Comenzaron por los nom-
bres: los exsantanderistas y obandistas favorables al federalis-
mo se autotitularon "progresistas"; los exbolivianos y gobier-
nistas favorables al centralismo se bautizaron como "ministe-
riales". Claro que cada grupo representaba intereses aún más
amplios y profundos: los artesanos, los anticlericales, los anties-
clavistas tendían al primero; los ricos, los clericales, los hacen-
dados, y los señores al segundo.
Los ministeriales, naturalmente, buscaron afianzarse en el
poder y monopolizar las posiciones gubernamentales. En Carta-
gena ello se dio asi en los cargos públicos como en la cámara
provincial. Cuando Juan José Nieto aspiró a dar un paso más y
llegar como diputado a la Cámara Nacional de Representantes,
obtuvo mayoría entre los electores; pero los escrutadores, que
eran ministeriales, le "embolataron" la elección y proclamaron
elegido a un tercero de su preferencia. Era otra lección que
recibía Nieto sobre manipulación democratera. No habría de
olvidar esta lección práctica, como la anterior de la cámara
provincial, ya que tendría que aprovecharlas haciéndose a la
idea de que el fin justifica los medios.

¡Tantos politiqueros preocupados por sus puestos y


ventajas, y aquí en Mompox quedándonos sin río, sin
comercio y sin comida! ¿Por qué, en vez de meternos en
partidos políticos, los jefes no nos organizan para tomar
la tierra y el agua, y aprender a explotarlas mejor?
Así defenderíamos bien el río y sus riquezas, los peces
y el transporte que nos da la vida.
La cosa iba en serio. Al ver cómo se secaba el rio,
mucha gente pobre empezó a pensar en otras cosas: pot
ejemplo, en pasarse al otro brazo del río, el de Loba,
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 54B

más, y el balance final añade nuevas aristas a la teoría corriente


del caudillismo.
El propio Nieto contestó a los incrédulos criticones de su
tierra y de su época con una Geografía histórica, estadística y
local de la provincia de Cartagena (Cartagena, 1839) que no sólo
es la primera geografía regional que se escribió en el país, sino
que contiene descripciones generales de costumbres, datos polí-
ticos y económicos que anticipan el tratamiento sociológico
posterior.
Hasta entonces, la Costa atlántica no había tenido, desde el
punto de vista geográfico, sino las especiales relaciones (sin
publicar) de comisionados reales como Antonio de la Torre y
Miranda (1794), las cortas descripciones de don Francisco Sil-
vestre (1789), los escritos parciales (en alemán) del barón de
Humboldt (1805), y el Derrotero de Las Islas Antillas y de las
costas de Tierra Firme (Madrid, 1820), que contiene datos loca-
les importantes. La síntesis geográfica de Nieto habrá de ser la
única fuente utilizable sobre la provincia de Cartagena y el Esta-
do de Bolívar hasta bien entrado el siglo XX, porque la Comisión
Corográfica nacional de 1849 no llegó a la Costa, y los subsi-
guientes trabajos de geógrafos no fueron regionales sino nacio-
nales, como los textos de Tomás Cipriano de Mosquera (1852),
Antonio Cuervo (1855), Joaquín Esguerra (1879), Felipe Pérez
(1883) y Francisco José Vergara y Velasco (1892), quienes casi
todos citan, con respeto, a Nieto. La siguiente importante geo-
grafía regional, la de Manuel Uribe Ángel sobre Antioquia, no
fue publicada hasta 1885, en París.
Aunque ahora advirtamos sus errores, de esta Geografía
histórica de Cartagena parten las versiones hasta hace poco ofi-
ciales sobre las fundaciones de Barranquilla, Sabanalarga y
otros sitios. Ofrece uno de los primeros relatos ordenados sobre
la revolución de Cartagena contra España así como un esbozo
de la Conquista. Sobre cada cantón tiene datos específicos, a
veces ingenuos ("les gusta el baile", "son indolentes", "traba-
jan bien el algodón", etc.).
Para obtener estos datos, el mismo Nieto informa en el pró-
logo que durante cinco años acudió a "memorias y manuscritos
de una remota y respetable antigüedad", consultó archivos
municipales ("salvados por casualidad de las injurias del tiem-
po"), visitó pueblos de provincia y entrevistó ciudadanos de
crédito "que saben el lugar que habitan". Utilizó así, de mane-
ra rudimentaria, técnicas de investigación que hoy han vindi-
55A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

que iba cogiendo fuerza y agua, gente y dinero que ve-


nía de la venta de tagua, y luchar por tener allí su peda-
zo de ladera. Allí había otra ventaja: no cruzaban los
barcos de guerra. Éstos se aguantaban en M a g a n g u é y
regresaban por la boca d e Tacaloa a Mompox, q u e era
la presa deseada por las tropas.
El señor Faustino Gómez, compadre de mi mamá y
gran agricultor, cazador y pescador, fue de los primeros
en hablar de irse de Mompox cogiendo por el caño de
Guataca para llegar al antiguo pueblo de Cañonegro y,
quizás, todavía más al sur tomar por los grandes playo-
nes de la isla en dirección del río Tiquizio. Sabía que
otro momposino viejo, el señor J u a n Francisco Palomi-
no, se había metido por allí y pudo hacer un corral de
ganado en una ribera del río Chicagua, hacía unos vein-
te años.
Allí el problema eran los capataces de ño Atanasio
Germán Ribón, quienes tenían órdenes de echar a los
que entraran a esos playones sin su permiso, pues se
consideraban como parte de las Tierras de Loba. Pero la
verdad era que no habían podido sacar ni a los de Caño-
negro ni al señor Palomino, en todos esos años. Era tie-
rra desocupada, de monte virgen lleno de tagua, caucho
y cacao, fértil, con ciénagas e islas muy bonitas, donde
podíamos sembrar de todo para alimentarnos y progre-
sar. El señor Gómez se fue metiendo contra viento y
marea con su hermano Manuel y con otras familias: los
Benavides y los Beleños. Yo, que tenía once años y
estaba ya grande, también me fui interesando en la
idea de vivir en las Tierras de Loba.
El miedo que sentíamos por ño Atanasio se nos fue
acabando por el apoyo que teníamos contra él en mucha
gente momposina, de arriba y de abajo. La exmarque-
sa, suegra de Atanasio, estaba cegatona y enferma, y
políticamente no valía nada. Los Ribones, hermanos de
Atanasio, fueron adquiriendo poder, y el presidente
Márquez alcanzó a nombrar algunos en puestos públi-
cos; pero en ese momento no podían actuar legalmente
contra nosotros ni contra los que se habían metido en
sus propiedades. Porque las Tierras de Loba se consi-
deraban baldíos, de acuerdo con nuevas leyes de la
República.
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 55B

cado y asimilado las ciencias sociales, como las que se han


empleado para realizar esta misma Historia doble d e la Costa.

Metodología. El presente trabajo sobre el caudillismo cos-


[D] teño a mediados del siglo XIX es resultado de combinar
diversas técnicas de investigación que, como en el tomo I,
h e denominado reconstrucción o ilación histórica. Para esta
reconstrucción trato de hacer una presentación de sucesos del
pasado que no sólo sea objetiva —de acuerdo con los hechos
reales registrados por la observación o con datos documenta-
les— sino útil para los fines de educación política y cultural que
exigen los movimientos populares contemporáneos.
Esta historia tiene y lleva un propósito y, por lo mismo,
reconoce la dimensión ideológica en las disciplinas sociales.
Busco contar la historia en lo que ella no ha dicho por ocultar
u olvidar aspectos no convenientes para las clases dominantes
y opresoras —en lo que aplico la recuperación crítica—; y rela-
tarla ordenadamente en tal forma que quienes suministraron
los datos de las clases trabajadoras la reconozcan como propia
—en lo que sigo las reglas de la devolución sistemática del
conocimiento—. Este informe es, p u e s , un desarrollo del méto-
do de investigación-acción (de participantes o participativa) que
va explicado en otras fuentes 161.

6. Además de los materiales sobre investigación-acción (participativa)


presentados en el Simposio Internacional de Cartagena en 1977 (cita-
dos en el Tomo I) pueden verse algunos de los últimamente produ-
cidos:
G. V. S. de Silva, Niranjan Mehta, M. Anisur Rahman y Ponna Wig-
naraja, "Bhoomi Sena: A Struggle for People's Power", Development
Dialogue (Upsala), No. 2 (1979), 3-70; Trabajos del Primer Seminario
Latinoamericano sobre Investigación Participativa en el Medio Rural,
Ayacucho, Perú, 9-14 de marzo, 1980; Papers of the International
Forum on Participatory Research, Ljubljana, Yugoslavia, 13-22 de
abril, 1980; Antón de Schutter, Sobre el método de investigación parti-
cipativa (Pátzcuaro, CREFAL, 1980); Paul Oquist, "The Epistemology
of Action Research", Development Dialogue (Upsala). No. 1 (1978);
Guillermo Hoyos V., "Significado de la reflexión epistemológica para
la investigación-acción, Ciencia, tecnología y desarrollo (Bogotá,
Colciencias), Vol. 4, No. 3 (1980), 277-292.
Número especial de SID (Journal of the Society for International De-
velopment), abril 1981; Byram Martin y otros, Emerging Rural Appli-
cations of Participatory Research (París, Unesco, 1978); Unicef, Les
carnets de Tenfance. No. 42 (octubre de 1979); Unesco, Papers of the
Seminar on Participation Research and Development, Dakar, Senegal,
56A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

La suerte y la politiquetía nos favorecieron esta vez.


Un día apareció pegado a la puerta de la casona de ño
Atanasio el siguiente pasquín, que fue un directo a la
quijada de ese poderoso ricachón;
"Señores de ambos partidos: miren ustedes los méri-
tos y servicios del niño Atanasio Ribón, de Mompós.
Los servicios de don Pantaleón , su padre, que perdió a
Mompós en unión de los Piñeres d e s p u é s que robaron a
su gusto con sus monopolios de billetes [papel moneda
expedido en Cartagena en 1814 para pagar gastos del
ejército patriota —véase el capítulo 2 B] se fueron
huyendo, pero la pagaron bien, como merecían, Dios se
lo pague a Morillo.
"El dicho niño Atanasio, bonachón de profesión, no
sale de las tiendas de taberna, es un consumado petar-
dista por mayor y por menor, y si no dígalo mi familia
y mi cuñado y los demás armacenistas de esta ciudad y
extranjeros de fuera.
" E s un jugador de lo que no es suyo, y vendía hasta
los platos del servicio de su casa y los camisones de su
mujer por menos precio, y compraba los diezmos y los
embrollaba hasta que se presentó la ocasión de adular
para merecer destinos, y entonces vendió los esclavos
de la marquesa para ser ciudadano; y a u n q u e tuvo la
desfachatez este vago (pues no es otra cosa) y el Don
Quijote del bestia de su hermano, de decir por la im-
prenta que no aceptarían ningún destino que e m a n a s e
de la aprobación del presidente Márquez, fueron ense-
guida el borrachín, interventor de tesorería; y el otro
frenético animal con borlas (no sabiendo hablar a las
derechas) fue secretario de la gobernación. Pero ya se
ve qué habían de hacer si la hambre se los comía:
perder el pudor y meterse a alzafuelles de ineptos
mandarines sinvergüenzas.
" E s t o s son los méritos y servicios de los dioses omni-
potentes de Mompós. Así iremos anotando los de cada
uno que quiere pender de este suelo hasta los cuernos
de la luna. Firma: Un monarquista que desea un rey en
Nueva G r a n a d a " .
¿Cómo les parece? ¡Fue el despiporre! Porque este
monarquista era un conservador de los ministeriales
que vivía en el barrio abajo, del mismo partido de los
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 56B

De acuerdo con estas orientaciones metodológicas, en la


reconstrucción histórica se enfatizan determinados hechos y
procesos: los que son congruentes con metas de cambio radical
propuestas por clases sociales victimizadas por la explotación
capitalista actual. Por eso esta técnica no produce una historia
final o absoluta. Pero tampoco es final o absoluta la historia
oficial, o la que producen los historiadores de las clases domi-
nantes. Cada generación de investigadores va fabricando su
propia interpretación de unos mismos hechos, según su respec-
tiva experiencia directa, esto es, según la orientación de la clase
social o grupos a los cuales pertenecen. Por ello, la critica histó-
rica es una tarea sin fin y sin fronteras, y no me sorprenderá que
futuros científicos sociales revisen, corrijan y complementen
este informe sobre el caudillismo costeño. Aún m á s : así lo espe-
ro. De esta manera se construye la ciencia, que es un proceso
p e r m a n e n t e , abierto y totalizante de acumulación y revisión de
conocimientos válidos adquiridos.
En armonía con estas tesis, la reconstrucción histórica que
propongo y practico en este tomo d e p e n d e mucho de técnicas de
imputación y de un uso parsimonioso y conveniente de imagina-
ción: puede ser noventa por ciento hechos y diez por ciento
imaginación. ¡No se asusten! En cantidades dosificadas, no es
malo usar de la imaginación en la tarea científica. Hasta los más
eminentes naturalistas lo hacen cuando se ven en la necesidad
de completar sus esquemas de explicación: por ejemplo, los
astrónomos al describir los " q u a s a r s " o la explosión cósmica
primigenia; los arqueólogos cuando reconstruyen a Nínive o
Persépolis con base en restos pétreos y basureros; los paleon-
tólogos al proponer homínidos según tendencias marcadas por
simples quijadas o restos craneales. ¿Y qué decir del uso de la
imaginación científica que hizo Arthur Kornberg para determi-
nar la estructura interna del DNA polimerasa (la partícula que
puede contener el secreto de la vida)? ¿Y el de Richard Feyn-
man sobre campos magnéticos?

10-14 de diciembre, 1979; Heinz Moser y Helmut Ornauer, eds.,


Internationale Aspekte der Aktionsforschung (Munich, 1978); O. Fals
Borda, "The Problem of Investigating Reality in Order to Transform
it", Dialectical Anthropology, 4 (1979), 33-55; O. Fals Borda, "Mea-
nings in Social Science and the Practical Production of Knowledge",
Oesterreichische Zeitschrift für Politikwissenschaft (Viena), mayo de
1981: Fals Borda, "La ciencia y el pueblo", 1980, citado.
5 7A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

Ribón. Muy pocos en verdad querían que hubiera rey


en vez de presidente, aunque la preocupación existía
[y seguiría empeorándose con el poder que obtuvo en el
país la familia Mosquera, de Popayán, y sus coqueteos
con los ecuatorianos que pensaban colocar de rey en
Quito a un duque español, con el caudillo Juan José
Flores, en 1846]. Pero así era el desorden del momento,
que unos tiraban para un lado y otros para otro. Y de
paso se vio que esos ricos estaban comerciando en la
venta de armas a las fuerzas rebeldes y a las guerrillas.
Luego de este tiroteo que dejó con un ala rota a ño
Atanasio y a los Ribón, se nos fueron los temores que
aún teníamos de meternos en las Tierras de Loba. Nos
decidimos cuando supimos que se había armado otra
revuelta [en octubre de 1840] y que los ejércitos rebel-
des venían a ocupar a Mompox otra vez y rcclutarnos a
todos. Eran los bravos del general Carmona, liberales
progresistas que, decían, querían cambiar la Constitu-
ción y hacernos federales a la fuerza.
Nos alistamos, pues, para volamos en esos días de
Mompox con los Gómez, los Benavides, los Beleños y
las otras familias comprometidas. Fue una idea correc-
ta, porque la villa de Mompox estaba a punto de levan-
tarse por Carmona y convertirse en un infierno. Noso-
tros no queríamos sino trabajar, sembrar, tocar música,
aprender y progresar, es decir, salimos de la mala
situación en que vivíamos. ¿Para qué eran todas esas
guerras y discusiones de los partidos sobre una Consti-
tución que casi nadie del pueblo conocía? ¿Era que así
nos iban a quitar el hambre? ¡Ni de vainas!

Los conflictos sociales y políticos subían de tensión a varios


niveles, y los progresistas de Cartagena sólo esperaban la con-
signa de lucha que diera su jefe nacional y caudillo, el general
José María Obando. Acababa de sofocarse una revuelta en Pas-
to, en el sur del país, motivada por la clausura de unos conven-
tos, cuando Obando decide por fin sublevarse, en julio de 1840.
En su proclama declara que se lanza a la lucha por estar ' 'perse-
guido cruelmente por un gobierno de origen impopular" (que
quería revivir las acusaciones contra Obando por el asesinato
del mariscal Antonio José de Sucre, del ejército libertador, en
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 57B

Pero asi como lo hacen los científicos naturales, también


nosotros en las ciencias sociales podemos emplear la imagina-
ción dentro de los parámetros lógicos que el previo conocimien-
to adquirido va delimitando. La proporción imaginativa que
propongo no es contaminante porque debe jugar dentro de los
márgenes de la probabilidad cultural y de la estructura básica
que dejan los datos-columnas que sostienen el edificio así del
relato como de la interpretación. Los datos-columnas son aque-
llos derivados rigurosamente de las fuentes y autoridades cita-
das (canal B), que quedan para seguirse consultando y usando
por científicos y curiosos. Al recordar esta regla, la imaginación
puede emplearse especialmente para completar vacíos lógicos
creados por pérdidas irreparables de documentos (el comején,
la polilla, el fuego, la humedad que tanto afectan nuestro traba-
jo en la Costa), y para redondear situaciones. Por supuesto, no
deben imaginarse ni comunicarse incongruencias, imposibili-
dades o contradicciones absolutas, sino aquellos aspectos lógi-
cos probables que el observador esperaría en el desarrollo de la
vida real, dentro de los límites de la cultura del grupo estudiado
y para pulir el cuadro que se desea presentar, aun desde el
punto de vista estilístico. (El estilo es importante. Tratándose
de la vida colectiva, que es tan interesante, no hay razón para
que al pasar por las manos de los sociólogos ella se convierta en
un ladrillo pesado. Para la comunicación de las ideas, es mejor
escribir con la simple pluma de ganso que con un estilete marca
IBM).
He tratado de aplicar estas técnicas en el presente tomo,
como lo hice en el primero, aunque no tengo ninguna aspiración
a que se las juzgue desde el punto de vista literario, sino desde
el de la comprensión. En el tomo anterior, estas técnicas resul-
tan evidentes cuando se lee la descripción de la enfermedad y
muerte del primer marqués de Santacoa, por ejemplo: es imagi-
nación con elementos culturales ciertos y existentes dentro de
los parámetros de la sociedad colonial estudiada. En el presente
capítulo se distingue lo mismo en los siguientes apartes: la
vuelta de J u a n J o s é en burra por el camino de Cibarco; el baile
del bunde al Pie de la Popa; el sabotaje a la llegada del vapor
Unión a Mompox. Y así en todos los capítulos.
Ningún lector podrá negar que estas descripciones caen den-
tro de lo probable cultural y completan lógicamente el cuadro
histórico que pinto, dentro del espacio que dejan los datos-
columnas. Supongo que serán versión autorizada hasta cuando
58A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

1830), y que buscaría "el renacimiento de Colombia bajo un


sistema federal, que es el grito nacional".
Había otras razones para este alzamiento en la Costa,
además de la ideología federalista: la inseguridad económica
general producida por la especulación (como la del banquero
Judas Tadeo Landínez en Bogotá, que luego se declaró en ban-
carrota); el afán de controlar aduanas y rutas comerciales loca-
les por la burguesía mercantil samaria y momposina y por
gamonales de provincia; el personalismo desatado por la muerte
de Santander y la elección de Márquez, entre políticos naciona-
les, y la incipiente aunque fuerte competencia de la importación
de artículos europeos que resultaban más baratos que los pro-
ducidos por los fabricantes nacionales, a pesar de las tarifas
proteccionistas vigentes, lo cual llevaba a la protesta de los arte-
sanos costeños.
Nieto no lo duda: debe atender a la proclama del jefe y apro-
vechar para poner las cosas en su sitio en Cartagena. Irritado
por el desconocimiento de su elección como representante,
rechazado despreciativamente su proyecto federativo por cole-
gas altaneros y racistas, humillado por los Calvos e ignorado por
el poeta Ortiz, frustrado en sus iniciativas de progreso loca! y
defensa de los artesanos que no podían resolverse sino a las
malas en Bogotá, el futuro caudillo costeño decide que hay que
apelar a la última razón, al llamado de las armas.
Nieto ha sido un civilista hasta ahora y no tiene otros segui-
dores que sus electores de la Catedral y sus amigos y parientes
de la Popa, Alcibia, Ternera y Baranoa. No puede levantar ejér-
citos propios, como otros gamonales hacendados de provincia.
Pero debe arriesgar su carrera en la búsqueda de la felicidad
colectiva, los intereses superiores de la dignidad humana y la
prosperidad de su gente. Siente que hay nuevas amenazas al
derecho de los pueblos a disponer de su destino y que se yergue
otra vez el fantasma de la tiranía que aprendió a distinguir
desde su niñez cuando leía el Catecismo del doctor Sotomayor y
Picón. Cree, por eso, que cuenta también con el apoyo de sus
hermanos masones, en cuyas "tenidas" había aprendido a jurar
contra los tiranos.
El manejo del fusil y la escopeta, la espada y la lanza en pro
de los intereses del partido y de los trabajadores, se vuelve
marca del honor personal y prueba del patriotismo. Ya lo había
escrito Nieto en su propio folleto sobre Derechos y deberes del
hombre en sociedad, para casos críticos como el que estaba
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 58B

vengan otros historiadores que consigan nuevos datos, obten-


gan los documentos que faltan y me corrijan o complementen.
Es fácil distinguir en el texto del canal A estas secciones
descriptivas especiales, aunque a veces los hechos reales del
relato sobrepasen el uso que hubiera hecho de la imaginación.
Porque en la sociedad costeña del Caribe la línea que separa lo
fantástico de lo real muchas veces es tenue. Esta ha sido impor-
tante lección de vivencia dictada a los científicos sociales y al
resto del mundo por el extraordinario grupo de novelistas y
cuentistas costeños contemporáneos, encabezados por Gabriel
García Márquez,
Algo semejante puedo explicar respecto de la técnica de
imputación, aunque ésta sea más rigurosa. Aquí, como en el
caso anterior, lo que traté de hacer fue: llenar con carnes y
músculos la osamenta que me describieron don Adolfo Mier
Serpa respecto de su padre y su abuelo, y otros ancianos de
buena memoria sobre el pasado de los pueblos de la depresión
momposina, y sumar, combinar y componer la información para
darle coherencia y eficacia comunicativa.
Tuve suerte al constatar documentalmente algunos datos-co-

Vista de Barranquilla hacia 1840. (Acuarela deMark).


59A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

viviendo: había que invocar el ' 'sagrado e i n d i s p e n s a b l e " deber


de la insurrección. ¡Había que pelear!
Se acerca así la explosión de la guerra civil de 1840-1842, la
primera grande en la Costa, que hará volar mantis mariapalitos
en todas direcciones. Nieto deja listo, junto con otros progresis-
tas encabezados por el doctor Antonio del Real, el pronuncia-
miento rebelde de la guarnición de Cartagena (para el 18 de
octubre), y vuela a Barlovento para propiciar el que allí se hará.
Los vientos son propicios: esta revuelta aprovechará del des-
contento de la población (especialmente los comerciantes de
Barranquilla) por no haber querido el gobierno de Márquez
declarar habilitado a Sabanilla como puerto para el comercio
exterior.
Las chispas comienzan a saltar en Ciénaga (Magdalena),
donde el general Francisco Javier Carmona —héroe venezolano
de nuestra independencia, que se había establecido allí, en una
hacienda que recibió como recompensa por sus servicios— se
pronuncia contra el gobierno central y por el federalismo, el 11
de octubre de 1840, a la cabeza de 300 jinetes. Muchos de estos
soldados procedían de las antiguas tierras de Carmona donde
eran arrendatarios, concertados o esclavos, otros eran campesi-
nos y pescadores "reclutados a planazos y a p a l o s " , como algu-
nos dijeron.
Santa Marta secunda el movimiento el 14 siguiente, destitu-
ye al gobernador Pedro Díaz Granados y, sin importarle que
fuera venezolano, porque todavía se sentía nuestra hermandad
con ese pueblo heroico, elige a Carmona como nuevo Jefe
Superior, Civil y Militar de un estado soberano naciente: el de
Manzanares, bautizado así por el río que atraviesa la ciudad.
Luego de asegurarse la lealtad de los indios cercanos de Mama-
toco y Bonda (que le habían acompañado en combates previos),
Carmona organiza su despacho. Le da la secretaría a Manuel
Murillo Toro (hijo de un sacristán de Chaparral, Tolima, en
Santa Marta en busca de trabajo, quien llegará después a ser
presidente de la república), y hace contacto con los desconten-
tos de Barlovento, entre los cuales se encontraban Nieto y sus
amigos y parientes.
No tardan en pronunciarse Soledad, Barranquilla y Sabana-
larga, cuyos dirigentes convocan a su vez a una " a s a m b l e a de
diputados del p u e b l o " el 16 de octubre, en Polonuevo, cerca de
Baranoa. En esta asamblea se decide también, a tambor batien-
te y entre vítores, la creación de otro estado soberano. La
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 59B

lumnas suministrados por don Adolfo —como el paso de su


abuelo y de su tío por El Carmen de Bolívar y sus contactos con
el general Nieto a través de la masonería, el descubrimiento de
las minas de oro de Amagamiento Rico, etc. —; pero sólo por
imputación me pude explicar la salida de la familia Mier-Arias
de Mompox hacia el sur de la isla, hecho importante para el
relato y la historia en general. Aquí tuve que acudir a otras
fuentes, como la invaluable obra de Rafael Soto, Decenios de
Mompox en la Independencia, tomo II (Barranquilla, 1960) que
tiene una riqueza documental de detalle bastante apreciable.
Lo mismo hice en relación con otros pueblos y personajes.
Combiné así la imputación personal con el empleo de fuentes
primarias y secundarias pertinentes. (Esta técnica es necesaria
en condiciones difíciles de investigación, como lo acaban de de-
mostrar Alfredo Molano y Alejandro Reyes Posada en el libro,
Los bombardeos en e l Pato, Bogotá, CINEP, 1980, al imputar a
una campesina imaginaria datos recogidos en diferentes circuns-
tancias y con diversas personas). Las inserciones de datos com-
plementarios o aclaratorios, como fechas, sitios, citas, en los re-
latos o copias de documentos, van colocadas entre corchetes. [ ]
He usado también de otras técnicas para preparar el presen-
te tomo: el archivo de b a ú l suministró datos interesantes, como
algunos decretos militares firmados por Nieto, diarios íntimos
personales y retratos antiguos; entrevistas con ancianos infor-
mantes y con intelectuales de la región; consultas de archivos,
especialmente en el Fondo Anselmo Pineda de la Biblioteca
Nacional en Bogotá; fuentes p r i m a r i a s como la colección de
documentos de Manuel Ezequiel Corrales; observación dirigida
con visitas a los sitios involucrados en la reconstrucción; y foto-
grafía de aspectos adecuados para la devolución sistemática y
la publicación del informe.
Sobre devolución sistemática: los dos tomos publicados en
esta serie hasta ahora tratan de demostrar el empleo de las
reglas sobre comunicación de ideas propuestas en la investiga-
ción-acción (participativa), a saber: el nivel 2 para el público en
general y cuadros en formación (canal A) y el nivel 3 para cua-
dros dirigentes y técnicos varios (canal B). Manifiesto que si
tuviera el talento y recursos necesarios habría producido tam-
bién materiales de nivel 1 para las bases populares (folletos
ilustrados, cortos cinematográficos, transparencias, casetes,
libretos, títeres, versos y canciones de protesta). Para todo ello
se presta la información de esta serie, como lo señaló en Francia
60A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

emoción vibrante del momento conduce a una escultural mama-


da de gallo. En efecto, uno de los asistentes a la asamblea (no
se recuerda el nombre de este genio) de manera elocuente
invoca las musas y dioses griegos del Olimpo: había que colocar
la revolución bajo la protección de nadie menos que la madre de
J ú p i t e r . Así, con aureola de héroes clásicos, ¡nace el Estado
Soberano de Cibeles, capital Barranquilla!
La sombra cibelina perdurará hasta 1842, cuando por fin se
habilita Sabanilla como puerto marítimo. Pero Carmona, sin-
tiendo el reto, y poco dado a esas cosas literarias y mitológicas,
no simpatizó para nada con la creación del nuevo estado y
menos con el curioso nombre que le dieron. Y el recién escogido
Jefe Superior de Cibeles, el capitán cartagenero Ramón Anti-
güedad —buen soldado de la batalla del Santuario, donde fue
herido en una pierna— se atrevió a disputarle su autoridad.
¡Quién dijo miedo! Al llegar Carmona a Barranquilla en esos
días, buscó a Antigüedad y lo desafió en la calle.
" M i r a , cojo del carajo, no m e vengas a zangulutear con esa
vaina de Cibeles ni nada. ¡Corre, que te voy a agujerear la otra
pata para que r e s p e t e s ! " .
A pesar de la roña de la herida que no se la había querido
cerrar ni sanar desde El Santuario, Antigüedad echó a correr
levantando una buena polvareda a su paso. Francamente ya no
se le notaba la cojera. Allí mismo, en las arenas de Barranquilla,
empezó a morir el Estado Soberano de Cibeles.
No comenzaba bien el conflicto p a r a los barranquilleros,
pero habían dado con un veterano verraco, capaz de conducirlos
en guerra y tumbar al presidente Márquez, pensaron Nieto y los
más sobrios gamonales cibelinos. Y se sumaron así a los manza-
nareños de Carmona, cuya estatura de jefe siguió creciendo con
la pronta adhesión de Riohacha, Cartagena y Mompox. Nieto
fue recibido, con amigos y parientes baranoeros y tubareños,
como capitán de estado mayor del ejército, por su edad y mejor
preparación. El joven amigo Rafael Núñez (otro futuro presiden-
te de la república) le seguirá poco después.
Ya con una considerable fuerza conjunta, bautizada como
"Ejército Unido de los Estados Federales de la C o s t a " , se
nombra a Carmona como jefe supremo. Según algunos, éste
tenía el secreto designio de separar la Costa de las provincias
del interior del país y organizar una república independiente.
Partieron luego todos a M a g a n g u é y Mompox en bongos
Nieto joven, según cuadro restaurado. (Palacio de la Inquisición. Carta-
gena).
61A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

armados con la misión inmediata de derrotar al general gobier-


nista Tomás Cipriano de Mosquera, jefe payanes, quien venía
amenazante por Bucaramanga, con su propia división. Había
que frenar a Mosquera, franquear el avance de la revolución
obandista desde el sur hacia Bogotá, y retomar triunfantes a la
incitante y medio homérica República Federal de la Costa.
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 61B

el crítico J a c q u e s Gilard al reseñar Mompox y Loba en la revista


Caravelle(1981).
Esto no me preocupa mucho. Estoy seguro de que los hechos
centrales de esta historia seguirán reproduciéndose en diferen-
tes formas por el propio contingente de base y otras personas
comprometidas con el pueblo trabajador. Sólo aspiro, como mí-
nimo, a que la lectura conjunta de ambos canales A y B en estos
dos tomos, de verdad contribuya a formar mejores cuadros
dirigentes decididos a trabajar por el cambio radical que el país
necesita, tarea que cada día se ve con mayor claridad y urgencia.
2. CON EL SUPREMO CARMONA:
EL DESASTRE DE TESCUA

El cojo Antigüedad tenía razón al echar a correr ante la furia


desatada del general Carmona: éste era de los Bravos de Páez,
uno de los héroes de las Queseras del Medio (1819), un echado
pa' lante cuyo generalato en disponibilidad acababa de recono-
cer el gobierno de la Nueva Granada (enero de 1839), Su denue-
do lo demostró toda la vida hasta en la hora de la muerte en
1853, cuando le hizo frente solo, con un palo de cerca, a la gavi-
lla de matones que lo asesinó en su casa de Ciénaga. Pero
también era medio corroncho y sus proclamas no eran ningún
dechado de ortografía o de buen gusto. Aún se le recuerda por
la que terminaba así:
"Havitantes: al frente de vosotros como lo habéis deceado
me hallo con la espada desnuda, porque he jurado no embainar-
la hasta no conseguir vuestra presiosa libertad... Seguid los
pasos de nuestros ermanos de la provincia de Cartagena y no
desamparéis por un momento al que tampoco lo haría con voso-
tros sino en un campo de laureles''.
Ahora, al borde de un bongo de guerra con su estado mayor
y con una botella de ron en la mano, Carmona explica al oficial
Juan José Nieto lo que espera de él al llegar a los principales
pueblos del rio Magdalena: que les anime a pronunciarse contra
el gobierno, ayude a redactar las actas respectivas, reclute
personal promoviendo reuniones y abriendo cárceles, y levante
contribuciones "voluntarias" de guerra.
En los principales pueblos riberanos —Sitionuevo, Calamar,
Tenerife, Plato y Magangué— se organizan recepciones y fies-
tas entusiastas, pues no es frecuente que lleguen por allí perso-
2. FACCIONES Y PARTIDOS

La guerra civil de 1840-1842, llamada de los Supremos, tuvo


en la Costa un desarrollo interesante: cinco estados proclama-
ron su soberanía (Manzanares, Cibeles, Riohacha, Cartagena y
Mompox) y decidieron federarse de manera independiente del
resto del país.
Pero la idea política no logró respaldarse con las armas.
Luego de levantar un ejército de costeños, el jefe supremo
Francisco Javier Carmona —a quien se le sumaron Nieto y
otros personajes de importante figuración posterior, como Ma-
nuel Murillo Toro en Santa Marta y Rafael Núñez en Cartage-
na— lo llevó hasta las montañas de Santander. Allí, el lo. de
abril de 1841, en la batalla de Tescua, sucumbió ante la división
de cachacos encabezada por nadie menos que el general Tomás
Cipriano de Mosquera, defensor del gobierno constitucional.
Nieto cayó prisionero en esa batalla / ! / .

1. Detalles de la batalla de Tescua: Gaceta de la Nueva Granada, 499-


500 (abril 11, 1841), 501 (abril 18 de 1841), 502-Suplemento (abril 25,
1841). Quiero aclarar que, con el fin de agilizar el relato sin afectar lo
esencial de los hechos históricos, decidí fundir en una sola acción la
escaramuza de la noche anterior y la batalla misma de Tescua.
Las comunicaciones, proclamas y partes en manuscrito de Mosquera
y sus ayudantes se encuentran en ANC, Secretaría de Guerra y Marina,
Vol. 259. fols. 718-755. La otra versión, extraoficial y personal de Mos-
quera en esta campaña, se puede ver en su correspondencia con He-
rrán, Archivo epistolar del general Mosquera. 11 (1840-1842), ed. por
J. L. Helguera y R. H. Davis (Bogotá, 1972), 167, 196-197, 201 (visita
de José Eusebio Caro a Carmona); 260 (caída del caballo en Ocaña);
261 (homenaje femenino a Mosquera en Bucaramanga); 280-281 (apu-
63A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

nalidades como las que integran el ejército de Carmona. Ade-


m á s , éste tiene gran prestigio personal. Aunque hay familias
asustadizas que abandonan las casas y huyen al monte y a las
laderas de los caños de dentro, Nieto en general no experimenta
problemas en conseguir los pronunciamientos de los pueblos.
Aún m á s : éstos se firman como un rito de paso, por amistad o
compadrazgo, sin discutir nada ni p e n s a r en las consecuencias
políticas y militares: por dejar a ver qué pasa...
(La falta de trascendencia de estos actos en la vida local y
la superficialidad que les acompañaban —todo dentro de la
tendencia antibélica y el dejamiento de los costeños— p u d o pal-
parse al cabo de seis meses, cuando llegaron noticias de la pri-
mera derrota del Ejército Unido de la Costa en tierras santande-
reanas. Entonces, los mismos que le habían festejado, uno tras
otro, proceden a contrapronunciarse y a denunciar a Carmona
como " h o m b r e atrevido y a t o l o n d r a d o " . Así también los gene-
rales Herrán y Mosquera no les castigarán cuando prosigan por
el río en su campaña del norte para reconquistar a la rebelde
Cartagena).
En Mompox fue distinto: allí hubo mayor discusión y convic-
ción. El 22 de octubre de 1840 se reunieron ios padres de familia
en la iglesia de Santo Domingo " p a r a desconocer la actual
administración de la Nueva Granada y declarar la provincia en
Estado S o b e r a n o " . Concurrieron a ella tanto los ministeriales
(del gobierno) como los oposicionistas (federalistas) quienes, de
acuerdo con la tradición componedora de Mompox, se declara-
ron conjuntamente por la necesidad de ' 'establecer un gobierno
provisorio que provea a la propia conservación [de la provin-
cia] y les asegure todas las garantías individuales". Prudente-
m e n t e , no se habló allí de federalismo, sino que se invitó a una
convención general " q u e sancione la mejorforma de g o b i e r n o " .
Se nombró a Tomás Germán Ribón jefe superior del Estado
Soberano de Mompox, a cuyas órdenes quedó el jefe militar
residente, teniente coronel Pedro Peña. Como cuerpo consultivo
se estableció un Consejo provincial compuesto de cuatro
personas allí mismo nombradas. La única disposición no políti-
ca, que reflejaba uno de los problemas económicos urgentes que
se estaban experimentando entonces, era la orden de que "el
derecho nacional impuesto sobre la sal [...] se cobrará sólo
sobre la que se introduzca de San Pablo a Nechí para arriba [al
sur de M o m p o x ] " . [A]
MAR CARIBE

OCÉANO
PACÍFICO

C A M P A Ñ A S DEL
SUPREMO C A R M O N A

Guerra civil de
1840-1841

Marcha

Retorno
64A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

^ ( $

Mompox. Iglesia de Santo Domingo, sitio del cabildo abierto de 1840.

Comunicado a Carmona y a Nieto, quienes venían río arriba,


este pronunciamiento no fue aceptado. De vuelta en el vapor
Unión, que llevaba nuevas tropas a Mompox con el comandante
J o s é Padrón, la nueva discusión del documento llevó a la radica-
lización de las posiciones de los grupos locales momposinos. La
guarnición, reunida el 13 de noviembre por la m a ñ a n a , exigió
que el nuevo estado se pronunciara claramente por el sistema
federal.
En la tarde del mismo día, los padres de familia volvieron a
reunirse en la iglesia. Hubo larga y agitada discusión, que re-
sultó en el retiro de los ministeriales, encabezados por el
terrateniente Atanasio Germán Ribón. Su hermano Tomás
renunció a la jefatura superior. Ya homogénea, la asamblea
completó el pronunciamiento por el federalismo como "áncora
r e d e n t o r a " y por las " h a l a g ü e ñ a s esperanzas que i n s p i r a " ;
aumentó las facultades al Jefe Superior y amplió a 15 el número
FACCIONES Y PARTIDOS MB

Mientras tanto, de Mompox y sus cercanías salieron huyen-


do de los ejércitos de Carmona y Mosquera un buen número de
familias pobres que buscaron refugio en los inmensos playones
desocupados de las Tierras de Loba, entre ellas los Mier-Arias,
familias que abrirán un nuevo frente de colonización agrícola
y pecuaria en la región.
Dos aspectos teóricos merecen destacarse del periodo des-
crito, el cual es s u m a m e n t e importante por las definiciones que
produjo: 1. el trasfondo económico de la guerra; y 2. la radica-
lización política producida por diversas facciones locales.

En los textos de historia de Colombia aparece la guerra


[A] civil de 1840 como un conflicto eminentemente político c
ideológico entre tendencias centralistas y federalistas ori-
ginado por el cierre de unos conventos en Pasto, y también
como resultado del resentimiento personal del general J o s é
María Obando, el gran caudillo payanes, contra el presidente
J o s é Ignacio de Márquez. Estas razones son justas, pero resul-
tan incompletas para explicar el conflicto. Hubo también
causas económicas de fondo por las cuales se enfrentaron entre
sí diversos sectores dominantes.
Además este conflicto hizo ver claramente que las oligarquías
no son monolíticas, sino que constituyen coaliciones inestables
o son sectores que compiten entre sí, pero que se alian periódi-
camente para defender sus intereses generales de clase. Estas
facetas del faccionalismo las estudiaremos nuevamente al ver lo
ocurrido en la revolución del medio siglo con la antiélite (capítu-
lo 4B) y los artesanos (capítulo 5B).
En efecto, durante y mediante esta guerra de 1840 —distinto
de lo ocurrido en el sur del país—, la burguesía comercial coste-

ros de Mosquera en Tescua y opinión sobre Carmona); 290 (presos e


indultos).
Prisión de Nieto en Tescua y Bocachica: Autodefensa, 19, 22, 43, 65.
Durante el exilio y su vuelta en 1847 ya se le conocía como "coronel
Nieto".
Pronunciamientos y contrapronunciamientos de Mompox y otros
sitios: Soto, II, 218-222, 224-228, 235-237.
Desarrollos de la guerra de 1840 en el norte: Posada Gutiérrez, V.
cap. 50; VI, caps. 53-55.
Sobre la provincia de Pamplona y los indios chitareros: Manuel
Ancízar, Peregrinación de Alpha (Bogotá, 1942), 555-556.
Los murciélagos del Colegio Pinillos: Soto, II, 230, 258.
65A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

de miembros de la J u n t a Provincial; nombró al comerciante


Francisco Martínez Troncoso (el que recibió a Bolívar en el
Colegio-Universidad) en reemplazo de Germán Ribón; concedió
el mando militar al coronel J o s é María Gutiérrez de Piñeres
(hermano del Jefe Superior rebelde de Cartagena, J u a n Anto-
nio, "el perra flaca"); y ordenó que el Jefe Superior dispusiera
de los nombramientos y cargos de la provincia: ' 'Todo empleado
público o individuo que goce de algún sueldo, que rehuse some-
terse a este pronunciamiento, que debe firmar, perderá su des-
tino y el goce de que disfruta''.
Ese mismo día huyó de la villa, hacia Ocaña, el teniente
coronel Peña, en oposición; y poco después se mandó encarcelar
a Germán Ribón y otros terratenientes gobiernistas enemigos
de la revolución. La cosa ya era más seria que con Garujo y
Luque en 1831. [B]

Mi tío Marcelino Mier era revolucionario: firmó el


acta de Mompox por el federalismo. Pero ni m a m á
Tina ni los Gómez, los Benavides y otros compañeros
agricultores cambiaron los planes que teníamos de me-
1 T1' _1 T t~ A L_ l_ ~

t e m o s a xas ± ierras uc LOUS. n u o r a estaca preso no


Atanasio, el mismo enemigo principal de los trabajado-
res del campo. ¿Qué más esperar? Los bongos de Car-
mona ya volteaban por la boca de Tacaloa hacia Pinto.
¡Se nos venían encima!
Por fortuna llovía todos los días y los caños iban hasta
el borde de agua. Podíamos así entrar por el caño de
Guataca y llegar hasta el de Violo, en Cañonegro, para
de allí pegar el salto al corral de Palomino en el río
Chicagua. Unidos todos sin reparos de política, como en
el primer levantamiento de la villa, podíamos tumbar el
monte, criar ganado, sacar madera, tagua y cacao, y
fundar pueblos donde crecieran nuestros hijos libres
del mal de las guerras.
De nuevo a ajuntar queso, bolas de chocolate, pláta-
no verde y machetes, como en la expedición contra
Canijo, sólo que ahora era para algo de nosotros mis-
mos. María del Rosario Arenilla, la mujer de Faustino
Gómez, y Felicia Galindo, la de Manuel, ayudaron a mi
m a m á a hacer las compras. Los Benavides (amigos de
los Gómez) tenían un chopo con el que iríamos a cazar
animales de monte; y mi h e r m a n o Agustín y yo, con
FACCIONES Y PARTIDOS 65B

ña trató de afianzar las posiciones de poder que había alcanzado


durante y después de la guerra de Independencia y quiso poner
mano en los recursos aduaneros, de transporte y de intercambio
en la Costa y fuera de ella, desafiando a los grupos de poder de
Bogotá y del interior del país que perseguían los mismos objeti-
vos a nivel nacional. Eran, p u e s , como dos facciones de la
misma clase social que luchaban dentro de un mismo marco
económico, a u n q u e diferenciadas por regiones.
No había muchas divergencias entre estas facciones, en
cuanto a la política económica general del país. Ambas estaban
de acuerdo en fomentar prudentemente los negocios de exporta-
ción e importación, sentar las bases de un mercado interno, y
apoyar todavía artesanías y fábricas nacionales de productos
propios. El conflicto de 1840 más bien encubrió una rapiña en
la clase social dominante por el control de los mecanismos eco-
nómicos concretos del intercambio comercial a nivel regional,
que era donde contaban, sin interferir los modos básicos de
producción señorial que venían de la colonia. De allí la formal
traducción del conflicto, en simples términos políticos, a fede-
ralismo contra centralismo, como es su interpretación más
extendida.
Es cierto que la camarilla centralista cundiboyacense inter-
fería bastante el manejo de la cosa pública local, pues la Consti-
tución de 1832 exigía referir muchas decisiones al gobierno
nacional o al Congreso. Pero no llegaba por eso a dominar la
situación y, por el contrario, produjo desazón general con para-
dójicas medidas, entre ellas las dirigidas a proteger las especu-
laciones del atrevido financista boyacense J u d a s Tadeo Landí-
nez quien, poco después, entraría en bancarrota y, con él,
centenares de familias. (Frank Safford, Aspectos d e l siglo XIX
en Colombia, Medellín, 1977, 50-60; Luis Ospina Vásquez,
Industria y protección en Colombia, 1810-1930, Medellín,
1955, 181-184).
En la Costa se percibía con mayor intensidad que en otras
partes la urgencia de definir los controles económicos genera-
les, por dos razones por lo menos:
1. La creciente capacidad de la nueva burguesía comercial
(y contrabandista) de la Costa de articular sus intereses política
y militarmente, con el consiguiente desarrollo intelectual en sus
hombres que sobrepasó el de otras provincias del país.
2. La presencia catalítica (a veces armada) en los puertos de
Santa Marta, Barranquilla, Cartagena y Mompox de comercian-
66A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

hondas de majagua, un arpón pequeño y un anzuelo de


cobre para anzueliar. Hambre no íbamos a pasar...
¡Carajo! con tantas idas y venidas y con el pegapega
de Mompox, uno de puro dejao se descuida. De pronto
nos llegó el terrible anuncio: Carmona viene por San
Zenón. ¡A correr, muchachos! Volamos con el avío a las
dos canoas que teníamos arrimadas en el barranco al
pie del suán de los ahorcados, en el barrio abajo.
Pero ya se alcanzaban a ver los primeros bongos
a r m a d o s ; se acercaban con rapidez. Nos hubieran
alcanzado si hubiéramos salido en ese momento.
Escondimos las canoas bajo las ramas del suán y espe-
ramos a que pasaran. ¡Qué susto ver tanta gente en
a r m a s , tanto hierro! Y atrás, en balsas, tanto ganado y
caballos, con muchas " j u a n a s " y vivanderas. Aunque
no vimos sino dos cañones de batalla con sus montajes.
Arrimaron frente al mercado público e hicieron varias
salvas de fusilería en saludo al Jefe Superior Troncoso,
quien salió para darle un abrazo de bienvenida a Car-
mona. Empezaron a descargar los equipos y materiales
con el fin de llevarlos al Colegio, donde los soldados se
iban a quedar.
Aprovechando la bulla de la llegada, al fin nos atrevi-
mos a sacar las canoas. Ya estaba atardeciendo, pero
teníamos que irnos, ahora o nunca. Nos empujamos con
las latas [palos largos] río arriba a la sombra del barran-
co para ver si podíamos pasar con las canoas frente al
puerto del mercado. Tenia que ser por la orilla de la isla
de Quimbay lo más alejados posible de los bongos. Por
fortuna todos estaban ocupados en el descargue y el
recibimiento, mirando hacia el callejón del Colegio y la
iglesia de la Concepción. No se oían sino órdenes
despóticas de los oficiales: ¡Echen para allá! ¡Levanten
aquí! ¡No sean flojos! ¡Capitán Nieto, reúna la compa-
ñía!
De lejos veíamos a algunos oficiales maltratando a los
pobres reclutas. Allí estaba, en efecto, J u a n J o s é Nieto,
joven y buen mozo, con una barbucha y negros bigotes
retorcidos. Lo reconocería d e s p u é s cuando, al encon-
trarnos en Cartagena durante una celebración, recorda-
mos aquellos momentos en Mompox. ¡Cómo se reía al
FACCIONES Y PARTIDOS 66B

tes y cónsules ingleses, franceses y norteamericanos (John


Glen, Campbell, Adolphe Barrot, Robert Stuart, John Lynch,
Santiago y Patricio Wilson), como eficaces agentes de la ideolo-
gía europea en boga del libre cambio, interesados en crear
mercados para artículos extranjeros y en monopolizar nuestros
primeros productos nacionales de exportación (mangle, cueros,
palo brasil, quina, oro y después tabaco). Glen, en especial, se
había convertido en el principal mandarín de Barranquilla en la
década de 1830 (Safford, 39). Y el trabajo del conjunto se había
facilitado por la presencia de fragatas de guerra francesas e
inglesas que a veces asediaban nuestras costas y puertos o
intervenían en algunos de nuestros combates navales internos
(comoenCispata, 1841).
Entre los primeros campeones nacionales de esta tendencia
extranjerizante se encontraban, naturalmente, los comerciantes
costeños con quienes aquellos agentes entraron en contacto: los
Piñeres y Herreras de Mompox, los Amadores, Espriellas y
Torres de Cartagena, los Mier y Díaz Granados de Santa Marta,
los generales Ignacio Luque (muy apegado a Glen) y Mariano
Montilla, entre otros.
Algunas de estas familias combinaban el comercio con la
explotación hacendil: Mier era también señor de Papares; su
pariente Imbrecht era señor de Calenturas; los Paniza, parien-
tes de los Herreras, tenían inmensas propiedades en el San
Jorge. Estas familias no eran claramente aristocráticas —espe-
cialmente si la referencia es Cartagena— porque ni ellos ni sus
antepasados inmediatos se habían vinculado a la carrera militar
o administrativa virreinal de donde los ' 'verdaderos aristócra-
tas" cartageneros derivaban su posición y prestigio, muchos de
ellos sin haberse convertido en latifundistas. De los menciona-
dos, sólo los Mier y los Herreras (por matrimonio) tenían víncu-
los con la nobleza momposina que había sido, ella sí, latifundista
aunque su fuerza decayera con el advenimiento de la República
y la persecución a los realistas. Pero el poder del nuevo grupo
radicaba claramente en su control sobre los medios de intercam-
bio, no sólo en el de la tierra. (Cf. Guillen Martínez, 241-248).
Estas personas se habían beneficiado igualmente del proceso
inflacionario desatado por la guerra liberadora. La familia
Piñeres, por ejemplo, había controlado buena parte de la emi-
sión de billetes de esa época y, con ellos, había logrado adquirir
bienes a menos precio real o moneda contante (véase el pasquín
67A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

saber que nos les habíamos escapado en sus mismas


barbas!
Poco a poco nos fuimos escurriendo en la oscuridad
del río, hasta cuando pasamos, ya a canalete, por el
puerto de las canoas con sus inmensos campanos y
guacamayos, y volteamos, al fin, por la boca del caño de
Guataca. ¡Adiós, Mompox! ¡Adiós, guerra!

"Capitán Nieto, ¡reúna la compañía y llévela al colegio!",


bramó el Supremo Carmona después de darle un abrazo y un
trago de ron en la plaza de mercado a don Francisco Martínez
Troncoso, Jefe Superior del Estado Soberano de Mompox. El
alojamiento en el Colegio-Universidad era conveniente, a u n q u e
los soldados amanecían cagados por los millares de murciélagos
que se habían apoderado de los techos. ¡Caramba! Como toda-
vía hoy...
Cosa curiosa: ningún soldado fue mordido por esos vampi-
ros; pero el general Carmona, desde su llegada a Mompox, se
vio asediado por manapalitos hasta cuando una de éstas lo
aprovechó mientras dormía y lo picó en la frente. Despertó el

Saliendo a canalete por la isla de Quimbay hacia el caño de Guataca.


Mompox alfondo. (Fotografía de Rodrigo Moneada).
FACCIONES Y PARTIDOS 67B

de 1839 en el capítulo anterior). Otros harán emisiones de mo-


neda propia ( " s e ñ a s " ) , independiente del gobierno, con el
pretexto de facilitar las vueltas en las transacciones realizadas
en sus tiendas, como Landínez en Bogotá, los Maciá, Benedetti,
León, Araújo y Plá en Cartagena y, más tarde, los hermanos
Ribón en Mompox y J u a n Mainero Trueco en el Banco de Carta-
gena. Estas emisiones eran inflacionarias, pero produjeron el
enriquecimiento de las familias que lo hicieron, lo cual vendría a
señalar este mecanismo como uno de los elementos empleados
por la burguesía mercantil colombiana para realizar acumula-
ción originaria de capital durante el siglo XIX, a través de me-
dios de intercambio y no sólo de formas de producción directa.
Tales procedimientos monetarios terminaron al fundarse el
Banco Nacional durante la segunda presidencia de Rafael
Núñez, avance importante que Núñez impuso sin importarle la
frontal oposición de quienes se beneficiaban del sistema de las
" s e ñ a s " privadas.
Otra manera temprana de enriquecimiento en la burguesía
comercial costeña fue el agio, especialmente a raíz de la escasez
y ruina producidas por el asedio que los españoles hicieron a
Cartagena en 1815. La especulación empezó con la venta de
comida seca que había quedado en manos de comerciantes
extranjeros (algunos italianos como los Bonolis, Capurros,
Capellas y Bernines, y el norteamericano Glen), puesta a pre-
cios exorbitantes. Estos agiotistas se sumaron como nuevos ri-
cos a la burguesía regional y siguieron en posiciones dominantes
durante el siglo XIX. Reforzaron con sus recursos las posiciones
de la facción costeña durante la guerra de 1840. (Donaldo Bossa
Herazo, Cartagena independiente, Bogotá, 1967, 95, 139-141;
véase también el capítulo 7B, nota 4).
No sorprende, por lo mismo, que en los pronunciamientos
federalistas de Mompox y Barlovento aparecieran exigencias
como las limitaciones a la venta de la sal del interior, la apertura
del puerto de Sabanilla al comercio internacional, la supervisión
directa de las aduanas marítimas (segundo factor de recursos
estatales), y la exigencia de libre navegación (nacional e inter-
nacional) en el Magdalena y otros ríos.
Precisamente, durante esta época el negocio de la navega-
ción fluvial estaba pasando del monopolio del alemán J u a n
Bernardo Elbers a las manos de la Compañía Anglo-Granadina
de Navegación, con empresarios ingleses y samarios, uno de
68A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

general con un grito y logró agarrar al perezoso insecto. "Mal-


dita mariapalito", dijo, ' 'te voy a fregar la vida''. Con unas tije-
ras le cortó la cabeza; pero ella siguió caminando aún sin
cabeza. "Traigan un c u r a n d e r o " , le ordenó Carmona al capitán
Nieto, ' 'mientras le rezo un conjuro a esta fiera:

Mariapalito p a s a una lucha


con un palito metió en La chucha.

Mariapalito p a s a un sofoco
con un palito metió en e l j o p o '

Y procedió a enterrar el insecto decapitado, que todavía


avanzaba vivo juntando sus patas suplicantes,
Carmona quedó muy irritable con esa mordedura. No pudo
seguir durmiendo, y aprovechó el insomnio para dictarle a Nieto
una proclama dirigida al Ejército Unido que —quizás por fortu-
na— nadie recuerda. No ha aparecido todavía en ningún baúl
familiar.
Las tropas del Ejército Unido de la Costa se reorganizaron en
Mompox y se fueron el 11 de enero de 1841, hacia Puerto Nacio-
nal en una gran flotilla de champanes y balsas, para subir luego
a Ocaña. Iban tres batallones: el Restauradores, al mando del
coronel cienaguero, Agapito Labarcés; el Tercero de Cartagena,
con el Escuadrón Glorioso, al m a n d o del coronel Ramón Aceve-
do; y el Mompox al mando del coronel momposino Francisco de
Paula Buitrago (con quien se hallaba Germán Piñeres, el futuro
poeta y periodista). Con la llegada de las milicias de los cantones
de Barlovento, los artilleros de Cartagena, los 200 hombres de
caballería de las sabanas de Corozal (que llegaron sin armas) y
los 285 reclutas "voluntarios" de Mompox, el Ejército Unido
quedó bien apersonado y se acercó a los dos mil hombres. Y en
cuanto a a r m a s : a dos cañones traídos se añadieron otros dos de
la plaza local, y había ya 800 fusiles, 60.000 cartuchos, 15 baúles
de pólvora, 14 cargas de municiones de artillería, carabinas,
lanzas y herramientas de zapadores. Aunque no todas las
" j u a n a s " de Mompox se añadieron a esta expedición, por resul-
tar bien larga y azarosa, siempre se fueron muchas por lealtad
a sus maridos y amantes.
La revolución no iba bien en el país. El 28 de octubre de 1840
las tropas del gobierno, al m a n d o del general J u a n J o s é Neira y
Soldados de Mosquera. (Dibujo de Neuville).

cuyos accionistas era un paisa (antioqueño) residente en Mom-


pox, don José María Pino. Aparte de los peligros de soberanía
de que se hablaba entonces para perjudicar a Elbers y la urgen-
cia de tomar el transporte por los nacionales, este negocio
tenían que asegurarlo los costeños para evitar los requisitos
absurdos que quería imponer el gobierno central de Bogotá
(Robert L. Gilmore y John P. Harrison, "Juan Bernardo Elbers
and the Introduction of Steam Navigation on the Magdalena
River", Hispanic American Historical Review, XXVIII [1948],
335-359).
Los intereses en conflicto de los comerciantes costeños y
los del interior estaban, pues, claramente definidos respecto a
la guerra de 1840. Los artesanos, en cambio, demostraron cierta
ambivalencia. La política oficial no les era totalmente contraria,
pues había aún proteccionismo. Pero debido a la eficaz interfe-
rencia de los cónsules y agentes que habían conseguido incre-
mentar la importación de artículos manufacturados europeos
más baratos, los artesanos empezaban a entender que sus inte-
69A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

al precio de la vida de éste, habían batido en Buenavista (no


lejos de Bogotá) a las del coronel santandereano Reyes Patria.
Obando había caído derrotado en Huilquipamba (30 de septiem-
bre) y, luego de una resistencia heroica durante varios meses en
1841, saldrá al Perú. Sus coroneles (Supremos) J o s é María
Vezga en Honda y Salvador Córdoba en Antioquia, estaban a la
defensiva y serían pronto fusilados.
El general Tomás Cipriano de Mosquera, junto con el futuro
presidente constitucional electo y yerno suyo, el general Pedro
Alcántara Herrán, persiguieron a otro rebelde, el coronel
Manuel González, Jefe Superior y Supremo de El Socorro
(Santander), lo derrotaron en Aratoca (9 de enero de 1841) y
continuaron su campaña hacia el norte hasta lograr aniquilarlo
en marzo. Los Supremos iban así desapareciendo uno tras otro,
sin haber logrado tumbar al presidente Márquez, cuyo periodo
terminaba el 31 de marzo de 1841. Sólo Carmona quedaba firme
en Ocaña con el Ejército Unido de la Costa, listo a vérselas con
Mosquera y H e r r á n , quienes entraban por Bucaramanga y
Pamplona al frente de la Primera División, con unos mil sete-
cientos hombres, armados y apertrechados con 1.200 bocas de
fuego, 140 tiros de cañón y 45.000 municiones.
Por la correspondencia que se cruzaron los generales Herrán
y Mosquera en esos días (publicada en sus epistolarios como de
Perucho a Tomás y vuelta) se puede ver que Carmona los tenía
asustados a partir del momento en que éste logró llegar a
Ocaña. Una carta fue enviada por Carmona a Herrán, entonces
en Bucaramanga, el 7 de enero de 1841, en la que le informaba
de la constitución de las provincias costeñas en Estado federal,
y pedía su reconocimiento; en caso contrario, "la cuestión se
decidiría en el campo de batalla''.
Herrán contestó ocho días más tarde proponiendo una entre-
vista secreta. El oficial ayudante comisionado por Herrán para
llevar esta carta, el poeta J o s é Eusebio Caro (el mismo futuro
político conservador), llegó a Ocaña y encontró, en cambio, que
el ejército costeño empezaba a diezmarse por una racha de vi-
ruelas y disentería, y por las deserciones. Y a Carmona lo halló
con ojeras de " g u a y a b o " y cavilando sobre su familia y lo que le
pasaría a ella si lo expulsaran del país. La entrevista secreta fue
cancelada y Herrán salió de Bucaramanga de vuelta a Bogotá,
para preparar su elección de presidente en el Congreso que
pronto se reuniría. Creía ya que Carmona podía ser vencido.
FACCIONES Y PARTIDOS 69B

reses podían verse amenazados (William P. McGreevey, Histo-


ria Económica d e Colombia 1845-1930, Bogotá, 1975, 39). Los
artesanos oían " p a s o de animal g r a n d e " y éstos lo advertían
como emanando de los poderes centrales. Por lo mismo, expre-
saron inicial desafecto a la camarilla dominante del interior al
entrar a combatir, en buen número, en el ejército de Carmona,
en lo cual siguieron el ejemplo de Nieto, su diputado en la Cá-
mara provincial. Este esbozo de protesta y resistencia popular
a la primera invasión del libre cambio en el país habrá de ir en
aumento en la década siguiente, para estallar en 1854 con la
revolución de Meló,
Como la estructura tradicional del señorío en la explotación
de la tierra no se ponía en entredicho por la guerra de 1840, los
ganaderos y latifundistas costeños no expresaron mayores rece-
los y simplemente se aprestaron a hacer sus contribuciones de
siempre en dinero, ganado, caballería y esclavos. También
ofrecieron sus capataces. Carmona lo hizo, junto con algunos de
sus compañeros de aventura que eran hacendados como él: los
Tabarees, los Ríaseos, los Falquez, los Sojos (Alarcón, 132).
J u z g a n d o según los vaivenes en los pronunciamientos revo-
lucionarios de los pueblos riberanos del Magdalena, no había
ninguna convicción ideológica o partidista en los grupos campe-
sinos y terratenientes, que se inclinaban al cambiante soplo de
los vientos. Algunos grandes propietarios, como Atanasio Ger-
mán Ribón y sus amigos de Mompox (vinculados a la antigua
nobleza), se resistieron a colaborar, fueron identificados como
ministeriales y detenidos. De ellos provendrá el impulso de
articular localmente el futuro partido conservador nacional,
como reacción ante los actos de esta guerra. Parece que la de los
terratenientes opuestos a la guerra no era una facción muy
grande, y por eso la contribución levantada en la región por
Carmona pudo haber sido respetable, según los rumores que
le llegaron a su opositor, el general Mosquera, consignados en
una de las comunicaciones de éste al gobierno central (Carta
en la Matanza, marzo 15 de 1841, ANC, Secretaría de Guerra y
Marina, vol. 259, fol. 718).
Pero el resultante Ejército Unido de los Estados Federales
de la Costa no parecía d e p e n d e r exclusivamente de ningún
grupo: era bastante heterogéneo desde el punto de vista de las
clases sociales. Además de terratenientes y comerciantes, se
componía también de vecinos libres pobres de Barlovento,
70A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

Después de reunirse en junta con otros jetes costeños para


coordinar las campañas, el Supremo se mueve entonces de Oca-
ña a Cúcuta. Desgraciadamente, al salir por el camino se cayó
del caballo y se le rompió la espada. Seguro estaba borracho,
pues no dejaba nunca el ron. Esto se interpretó por la tropa
como de mal agüero; pero todos siguieron marchando con buen
ánimo, a veces tocando gaitas y con el respaldo de los tambores
de la banda. A Cúcuta llegaron el 18 de marzo. Allí, con la apro-
bación del resto de oficiales, Carmona premió a Nieto por sus
servicios con el ascenso a coronel.
Los gobiernistas marcharon a su vez a Pamplona. Aunque
las muchachas de Bucaramanga le habían despedido midiéndo-
le la cabeza para hacerle coronas a su vuelta ("voy a merecer-
las, soy romano en e s t o " ) , Mosquera también tenía dificultades:
no le llegaban los pertrechos a tiempo, sufría deserciones, tuvo
que aumentar la escolta que vigilaba a sus propios "volunta-
r i o s " para que éstos no huyeran, y el plan de reclutamiento
local no se cumpiía a cabalidad. Además, Mosquera se embarcó
en una agria discusión epistolar de recriminaciones con el pre-
sidente Márquez, ya saliente. Aun así, quiso disimular su situa-
ción y, para ganar tiempo, efectuó otro intento de convencer a
Carmona: le escribió a Cúcuta con una invitación a suspender
las hostilidades en vista de que el general H e r r á n asumiría la
presidencia de la república el lo. de abril, según decía, animado
de las mejores intenciones, y para evitar la destrucción del país.
Carmona no contestó sino que avanzó hacia el sur, hasta
Chinácota, el 30 de marzo, q u e d a n d o a sólo dos leguas de dis-
tancia de las fuerzas gubernamentales. Ya no había otra salida
que jugárselas todas. Si no, ¿para qué habían marchado desde
Mompox? Así acamparon al pie del cerro de Santa Maria y a la
sombra del páramo de la Colonia, cerca de Pamplonita (Chopo),
sobre el quebrado terreno marmóreo de una hacienda señorial
llamada Tescua. Allí se decidiría la suerte del Ejército y de la
República Federal de la Costa.
Los costeños ya llegaron mal a este punto: la pelea iba a ser
de tigre con burro amarrado. La marcha de doce leguas (60
kilómetros) desde Cúcuta hasta Chinácota por cerros escarpa-
dos y riscos que nunca habían visto, en alturas que en su vida
habían remontado, sólo con unas pocas bayetas conseguidas a
última hora como mantas contra el frío de la noche, les había
dejado maltrechos y maldiciendo. Guardaron las timbas, se
FACCIONES Y PARTIDOS 70B

aparceros de Corozal, artesanos de Cartagena y Mompox,


pescadores de Puebloviejo, indios de Bonda y Mamatoco y, en
mayor medida, soldados profesionales de los regimientos
nacionales de la Costa y de Ocaña (Soto, II, 230-231). Si estas
gentes disímiles mantuvieron su lealtad partidista por la causa
que defendieron en 1841, fácil sería explicar la tendencia multi-
clasista que pronto distinguió al partido liberal. Y, de rebote, al
partido conservador.
Obviamente, la producción regional tuvo que disminuir,
junto con la nacional, durante la guerra de 1840-1842, y la
exportación de productos casi se detuvo, como p u e d e observar-
se en estadísticas publicadas (McGreevey, 36-37). El país sufrió
d u r a m e n t e en su desarrollo económico por esta guerra que
parecía ser sólo ideológica y política. Como p u e d e verse, tuvo
también aspectos económicos latentes o manifiestos que afecta-
ron profundamente el desarrollo del conflicto y condicionaron
sus efectos.

Desde otro punto de vista, todo intento de explicación


[B] teórica sobre el nacimiento de los partidos políticos en
Colombia deberá incluir la formación previa de facciones
que expresan conflictos a nivel comunitario, más de naturaleza
personal que política. En esta etapa formativa no hay una rela-
ción totalmente definida entre clase económica y partidismo
aunque ella se trasluzca. Pero mucho más entre dirigentes y
facciones. La articulación local de los dirigentes con sus faccio-
nes lleva a otra articulación extrarregional o nacional, en el
momento en que se realiza una identificación con jefes carismá-
ticos extraordinarios: los caudillos. Estos ayudan a concretar las
tendencias políticas generales del país y a integrar las comarcas
con el todo nacional (véase el capítulo 6B). Tales son las conclu-
siones generales que se derivan del análisis regional de la gue-
rra de 1840.
El apresamiento de la facción terrateniente de los Germán
Ribón y sus amigos de Mompox a raíz de su desafecto con el
pronunciamiento federalista de Martínez Troncoso, los Piñeres
y su respectivo grupo comerciante, fue lo más inusitado en la
historia local desde la sangrienta persecución del realista War-
letta en 1816. Ni en el alzamiento de Garujo en 1830 ni en el de
Luque y Portocarrero en 1831 había habido ninguna fuerte di-
sensión en la gente momposina. Personas de tendencias políti-
71A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

olvidaron de los pitos y hasta ni más cuentos verdes echaron. La


comida resultó distinta, pues se hacía a base de un repollo horri-
ble que por allí abundaba, y ni las " j u a n a s " pudieron compo-
nerla con arroces. Los campesinos y vivientes (arrendatarios) de
las haciendas resultaron ser indios recelosos, descendientes de
los misteriosos chitareros, que se encerraban en sus casas paji-
zas y ni hablaban con los costeños porque los veían como inva-
sores de sus tierras, o salían a esconderse entre los matorrales
paramunos, donde los negros de Carmona no podían perseguir-
los porque se quedaban sin respiración.
"Marica, ¡yo p a ' q u é m e vine, me vuelvo pa'la t i e r r a ! " , oían
el coronel Nieto y los otros oficiales el preocupante susurreo. Y
ocurrieron nuevas deserciones importantes, a pesar de los cua-
tro fusilamientos que había hecho el Supremo en Ocaña para
prevenirlas por escarmiento.
Mosquera supo, por las avanzadas, que Carmona bajaba con
todas sus fuerzas por la llamada Cuesta del Fiscal, y se alistó
para el combate. Antes de iniciar las acciones, como era acos-
tumbrado, Mosquera leyó una "vibrante p r o c l a m a " a sus tro-
p a s : "Compañeros y amigos: los rebeldes acaudillados por el
exgeneral Carmona... se encontrarán aquí con los vencedores
de J u a n a m b ú , Buesaco, C h a g u a r b a m b a , Malpachico, Huilqui-
p a m b a y Aratoca... Ahora Venezuela os observa, el alma de
Neira os contempla desde el cielo: intrépidos como en Aratoca,
nada más exijo de vosotros. ¡Camaradas! Ofreced conmigo
desde este día un nuevo triunfo a la patria. Saludad al nuevo
presidente con un hecho espléndido de a r m a s : invocad el nom-
bre de Herrán, y venceréis. ¡Viva la Constitución! ¡Viva la
l e y ! " . No se conoce la respectiva proclama de Carmona.
El primer encuentro de armas se realizó el 30 de marzo en el
punto de San Lorenzo con intercambio de artillería, a u n q u e sin
producir bajas. Ambos ejércitos querían ocupar sitios altos y en
ello tuvieron éxito: Carmona sobre unos riscos detrás del río
Pamplonita, donde se dividían los caminos de Chinácota y
Bochalema, incluyendo la magnífica casa de teja, de dos pisos,
corredores y patio tapiado con rosales blancos y guayabos, de
la hacienda de Tescua; Mosquera sobre un cerro largo que, a su
vez, se perdía en un denso bosque de guacimos y monterreyes.
La acomodación y mutua observación de los ejércitos prosi-
guió el 31. Parece que Mosquera se preparó para la acción
mejor que su enemigo. Aunque siempre tuvo dificultades.
cas opuestas se hablan unido para rechazar la violencia como
fórmula de resolver las cuestiones pendientes, y habían abierto
vías racionales de entendimiento. Paradójicamente, hasta en el
ejército de Carmona todavía llegaron a alistarse juntos federa-
listas y centralistas, sólo para acompañarse por razones de
amistad, compadrazgo o familia. La política no dividía tanto
entonces como después y ahora, y se excusaba como un juego a
veces serio y confuso, pero no definitivo para la vida. Y en todo
caso, como diversión de los letrados de la élite, no del pueblo
raso.
En 1840, la situación se endurece y radicaliza, y los antiguos
compañeros y amigos se apartan entre sí con fuertes resenti-
mientos personales que llevan a convocar lealtades familiares.
Cristalizan facciones políticas a nivel de comunidad en la región
costeña, identificadas no tanto con las ideologías partidistas
(que se definirían después por la burguesía educada) ni con
determinada clase social, cuanto con el interés económico afec-
tado y la naturaleza personal de los enfrentamientos locales
resultantes. A los elementos directivos de estas facciones se les
llamó comúnmente gamonales (caciques). De la forma como
irán a coligarse los gamonales, con sus facciones, dependerá
la articulación local y regional de los futuros partidos políticos,
así como también su estructura policlasista, ya que bajo el
gamonal se reunían gentes de todas las condiciones económicas
y sociales.
En Mompox, en 1840, el gamonal ministerial era Ribón;
el oposicionista liberal era Martínez Troncoso. La acción de
estos gamonales sólo trascendía de lo local cuando se articulaba
con otro grupo o facciones de iguales tendencias políticas. Esta
articulación se realizaba invocando el nombre de un caudillo co-
nocido de dimensión regional o nacional: Mosquera y Herrán
para los ministeriales; Carmona y Obando para los oposicio-
nistas.
Naturalmente, no podían existir aún partidos nacionales
organizados formalmente, porque quedaban relegados por el
mal menor de depender de los Supremos, esto es, de los caudi-
llos regionales. Sin embargo, se identificaban ya dos grandes
tendencias políticas generales: la de los ministeriales centralis-
tas (antiguos bolivianos, amigos de Bolívar) y la de los oposicio-
nistas federales (antiguos santanderistas, amigos de Santan-
der). Estos empezaban a llamarse a sí mismos " l i b e r a l e s " . No
72A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

M:M¿íi:i- :i i::J^

Casona de la hacienda de Tescua cerca de Pamplonita, abrigo del Su-


premo Carmona y su estado mayor en 1841.

Aprovechando la luna y una niebla ligera, el jefe gobiernista


colocó una división y una batería de artillería tras de unas coli-
nas a distancia de tiro de fusil de las tropas de Carmona, y con
los zapadores abrió trocha para la caballería. A las 6 de la maña-
na del lo. de abril rompieron fuegos. El batallón Restauradores
(del ejército costeño) avanzó por la cuesta de la colina con 130
hombres, de los cuales 20 de la columna de Mompox se desple-
garon trastabillando en guerrilla, mientras 80 artilleros servían
tres piezas de cañón desde otra colina, a bala rasa. El resto de
la columna de Mompox, dos compañías del Restauradores con
450 hombres, con el estado mayor y el Jefe Supremo, se hicie-
ron fuertes en la casa de la hacienda (el sito menos malo y mejor
resguardado). Al coronel Nieto, junto con los otros miembros
del estado mayor, se le confió la comunicación de órdenes a
distintos puntos del combate.
Los ministeriales atacaron la casa de la hacienda con tres
compañías al mando del coronel José Accvedo. Por otro flanco,
el coronel Manuel Mutis se vino con dos compañías. Inhabilita-
dos los cañones por la cambiante acción, y con el fin de ir aho-
rrando la escasa munición, se dio la orden a los húsares para
atacar pie a tierra y lanza en mano. La lucha se fue transforman-
do en un combate a bayoneta.
FACCIONES Y PARTIDOS 72B

se hablaba aún ni de conservadores (quienes al principio quisie-


ron denominarse también liberales), ni de " g o d o s " , aunque
esto ocurrirá pronto. Las tensiones regionales, familiares y
personales de 1840 a través de los gamonales y sus fluctuantes
facciones y de los caudillos superiores —tan lejanos de la ideo-
logía política como libres de la estructura de clases—, ayudarían
a hacer cuajar por primera vez nuestro actual bipartidismo
abierto, hereditario y multiclasista, sin convicciones profundas.
(Cf. Safford, 153-199).
La radicalización de las facciones a nivel local se agudizó con
los muertos de cada bando y la consiguiente solidaridad de las
familias de éstos al terminar la guerra de 1840. Otros factores
fueron la represión violenta del gobierno y la muerte o fusila-
miento de los jefes de oposición: Manuel González, Salvador
Córdoba y J o s é Maria Vezga, una vez asegurado el triunfo de
los ministeriales. No habían sido éstas las prácticas del país en
los conflictos civiles anteriores, sino que, por el contrario, había
habido una marcada inclinación a amnistiar e indultar a los
enemigos políticos. En el endurecimiento subsiguiente tuvo
mucho que ver la actitud sanguinaria del general Tomás Cipria-
no de Mosquera, como lo observaron contemporáneos (Miguel
Antonio Caro, el eminente latinista conservador, lo llamó
"colérico, arbitrario, cruel") y así lo seguiremos advirtiendo
en este tomo. Dice su último y autorizado biógrafo, don Diego
Castrillón: " M o s q u e r a [buscaba] darle seguridad a su imagen

Campo de la batalla de Tescua (1841).


73A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

Se habían cumplido casi dos horas y la fatiga cundía por lado


y lado. El mismo Mosquera, junto con el coronel Joaquín Barri-
ga, tuvo que ponerse " d e t r á s de la gente más comprometida en
el fuego" para que no huyeran como otros 50 que habían deser-
tado al principio del combate. Asi se lo confesó a Herrán en una
carta personal (San J o s é , abril 11 de 1841). "El primer batallón
se desorganizó un poco y me veía apurado durante una hora de
f u e g o " , añadió el general. "Si yo me meto a la vanguardia y no
conservo sangre fría y mi puesto, se lleva el diablo t o d o " ,
Y por el lado de Carmona, igualmente, los oficiales tenían
que arriar al combate con sablazos a muchos soldados, y en las
arremetidas éstos se iban q u e d a n d o rezagados, en tal forma que
sólo un puñado de valientes llegaban a luchar realmente con el
enemigo. De nada habían valido los tragos de aguardiente
mezclado con pólvora que los soldados —con su jefe— habían
tomado en la madrugada de la batalla.
Los muertos y heridos empezaron a apilarse, y más del lado
del Ejército Unido. Falló su inicial resolución medio alcohólica.
Los costeños retrocedían en desorden hacia las tapias de la
resguardada casa de la hacienda: ya la victoria no era cierta.
Carmona ordena un cese el fuego y proceder a retirarse.
Nieto se dirige entonces con estas nuevas órdenes al flanco
donde su gente se estaba enfrentando a los húsares del coronel
Mutis,
" ¡ P a r e n el fuego!", ordena, y la patrulla retrocede. Mutis,
impetuoso, se separa de sus soldados y avanza solo. Cuando
observa que no hay disparos, abre los brazos en señal de paz.
Desgraciadamente, un soldado de la Costa le dispara ahí mismo
un balazo a la cabeza.
Al caer Mutis mortalmente herido, Nieto desenvaina la espa-
da y se abalanza sobre el soldado. "¡Maldito sea, traidor! ¡Or-
dené no disparar! " , y procede a golpearlo con fuertes planazos.
" S e me salió el tiro, mi coronel", gime el infeliz. El enemigo,
reaccionando furioso, dispara otra vez. Cuatro costeños caen
heridos, Nieto superficialmente en el brazo. Les rodean e inti-
man rendición. Nieto entrega la espada, y queda prisionero de
Mosquera.
Mientras tanto, sin poder resistir en el patio tapiado, Carmo-
na ha salido de la casa de la hacienda herido en la frente, por el
portón que mira al cerro de Santa María. Con él se retiran del
combate, en tumulto, cerca de 800 hombres. Se van trotando a
FACCIONES Y PARTIDOS 73B

de guerrero implacable que iba en pos de Obando (y de la presi-


dencia de la República para el siguiente periodo) a quien espe-
raba el mismo destino aplicado al coronel Córdoba como castigo
a su insolente rebeldía [...] a Mosquera lo dominaba el delirio
del guerrero aún excitado por los triunfos de Tescua y Caracoa y
por los fusilamientos que debió ordenar con frecuencia, remon-
tados en su corazón a los tiempos heroicos de la Independencia,
cuando aprendió a hacerlo" (Diego Castrillón, Tomás Cipriano
d e Mosquera, Bogotá, 1979, 112).
Aunque Mosquera respetó la establecida tradición marcial
del caballero y dejó huir a los contrarios después de Tescua, ya
la suerte estaba echada. Pondría el peso de su prestigio militar
en el bando que le fuera más útil, por ahora con los ministeria-
les, después con los liberales, y estimularía la violencia autori-
taria. Su convencimiento ideológico parecía ser tan superficial
como el de sus soldados, aunque algunos historiadores sosten-
gan que ello era realismo político. Mosquera, a u n q u e caudillo
a nivel nacional, no actuaba en la práctica sino como miembro
de una facción —la suya propia— de manera muy personal y
directa, y no como miembro convencido de ningún partido. En
este campo de la moralidad política, definitivamente, Mosquera
se diferenció de su homólogo de luchas posteriores —ahora su
prisionero de 1841— el general J u a n J o s é Nieto 111.
El faccionalismo violento de base comunal, familiar y perso-
nal sin apoyo ideológico firme, tendió a cristalizarse emocional-
mente y se fue irradiando desde los centros del poder urbano
hasta saturar poco a poco la campiña, la sabana y el playón. De
manera muchas veces irracional, los facciosos quisieron abrir
aún más la distancia entre el país político y el país nacional, y
hacer pagar a justos por pecadores —el campesinado inerme—
en la refriega bipartidista. Esto lo veremos claramente en el
caso de los pueblos hermanos riberanos de Palomino y Pinillos,
que empezaremos a estudiar.
En resumen: nuestra orientación bipartidista a base de reba-
ños políticos sin convicciones y como carne de cañón para las
contiendas civiles, se manruvo en Colombia desde su iniciación

2. Las veleidades ideológicas y el autoritarismo personalista de Mos-


quera fueron observadas por amigos y enemigos de éste. Entre otras
opiniones de contemporáneos, véanse las de José María Samper,
Historia de un alma (Medellín, 1971), 185, y Salvador Camacho Roldan.
Memorias (Bogotá, 1923), 5, 287, 290.
74A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

caballo hacia la línea del Táchira y Maracaibo buscando embar-


carse de vuelta a la Costa; otros aprovechan la confusión para
regresar a la isla de Mompox por los caminos perdidos de Oca-
ña, Puerto Nacional y Papayal, con el abanderado Gil Hernán-
dez (momposino) y el antiguo comandante de la plaza, J o s é
Padrón. Quedan muertos, de Mompox, el coronel Buitrago y el
teniente Rafael del Villar (comisario de guerra del Ejército
Unido), además de otros 6 oficiales y 108 soldados; heridos: 4
oficiales y 60 soldados; prisioneros: 15 oficiales y alrededor de
500 soldados, entre ellos Germán Piñeres.
Y Mosquera, con pérdida de 37 muertos y 58 heridos,
aumentó su parque con 500 fusiles y carabinas, los cuatro
cañones, 12 barriles de pólvora, millares de cartuchos, lanzas,
herramientas, monturas y como 150 caballerías de los rebeldes.
Fue el desastre más completo para el Ejército Unido de los Esta-
dos Federales de la Costa.
" D e s p u é s de obtenido el triunfo, brilló la clemencia de la
Primera División", escribió Mosquera en su parte de victoria,
aunque negó 50 indultos y procedió a enviar presos a Pamplona
y Bogotá a Nieto y los otros prisioneros importantes. "No se
derramó más sangre y a la n a r q u e el valor se ostentó la gene-
rosidad de los defensores de la l e y " , añadió. En efecto, no hubo
sino un simulacro de persecución y los cuatro médicos cirujanos
de la División cuidaron a todos los heridos, incluyendo a Nieto,
sin reparar bando. Decía Mosquera, grandilocuente, en carta al
secretario (ministro) de guerra: ' 'Se salvó la patria, no podía ser
menos: era el lo. de abril y yo empuñé en el combate la misma
espada con que el Libertador venció en J u n í n " . Y mandó bordar
pañuelos alusivos a su triunfo en los cuales se le mostraba
salvando a la República.
Por su parte, ya de vuelta el 14 de mayo en Santa Marta
—donde llegó con el resto de sus desbaratadas fuerzas en tres
goletas procedentes de Maracaibo—, el " e n g u a y a b a d o " gene-
ral Carmona dio esta explicación: "El Ejército Unido de la Costa
sufrió una dispersión debido a la indisciplina más bien que al
valor". Aunque Nieto juzgó a Carmona de la siguiente manera:
" E r a valiente y denodado, pero no sabía m a n d a r " (Autodefen-
sa, 22), lo cual confirma el mismo Mosquera en una carta perso-
nal a Herrán: " M i ventaja principal consistió en que Carmona
no supo cómo mandar maniobrar y empachó sus posiciones con
más tropa que la que cabía en el terreno, y mi línea aparecía
doble en sus fuerzas".
FACCIONES Y PARTIDOS 74B

en 1840 para llegar casi sin modificarse hasta años recientes. No


es difícil explicar esta continuidad por dos razones, por lo me-
nos: 1) toda acción provoca reacción, y en las guerras civiles los
opositores se demarcaron furiosamente a nivel de facción, así
las diferencias ideológicas no hubieran sido importantes, a
nivel nacional, sobre las grandes cuestiones económicas y socia-
les; y 2) los gamonales (caciques) regionales desempeñaron
bien su papel de pegante de la estructura política, para lo cual
mantuvieron al pueblo trabajador en la ignorancia de lo que
realmente es una democracia (Guillen Martínez, 364-365 y
cita de Mariano Ospina Rodríguez).
Por fortuna hoy ya no existe aquel monopolio ideológico ni
el control de los jefecillos de provincia. Por primera vez se regis-
tra una verdadera crisis en el gamonalismo, lo cual puede ser
peligroso para el sistema tradicional: en efecto, actualmente los
gamonales no pueden movilizar sus caudas como antes (sólo
por la coacción burocrática gubernamental o "clientelismo") y
han tenido que dejar por fuera de su influencia las dos terceras
partes de la población colombiana (especialmente la juventud,
que constituye la mayoría de esa proporción abstencionista).
Todos pueden votar, pero prefieren abstenerse de hacerlo, en lo
cual invitan a articular alternativas políticas y de acción directa
sobre el sistema.
Así, nuevas fuerzas políticas, sociales y económicas se han
hecho presentes en el juego nacional, con tácticas y propósitos
que las distinguen de las tradicionales. El pueblo maduro y los
jóvenes han adquirido una nueva conciencia de clase. No podía
ser de otro modo, porque, ¿a qué entonces todas las luchas y
esfuerzos nacionales del pasado? Siempre llega, tarde o tempra-
no, el momento cíclico de la decantación política. Y nadie más
maduro para ello que aquel gran conjunto del pueblo colombiano
que ha luchado para el cambio y por el cambio: el de los colonos
y guerrilleros, el de los obreros y sindicatos radicales, el de los
estudiantes e intelectuales críticos, el de republicanos como
Nieto, el de Galán, Gaitán, Uribe y Camilo Torres Restrepo.
Por eso las facciones se rehacen hoy con un liderazgo dife-
rente, con otros propósitos, y ojalá con una más amable visión
de la patria y de su gente. Estamos viviendo hoy plenamente en
Colombia este nuevo parto social, así resulte tan lento y doloroso
como la subversión libertadora de 1780 a 1850.
El final de la guerra civil de 1840-1842 merece recordarse
[C] con algún detalle, por las razones que se acaban de pre-
sentar.
75A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

Pañuelo conmemorativo de la batalla de Tescua. (Tomado de Castri-


llón).

¡Ah, costeños tan sin espíritu militar! Pero, ¿a quién se le


ocurre enfrentar un ejército de fiesteros no muy convencidos, a
otro que, así peleara a planazos, era de torvos chulavitas y san-
tandercanos quisquillosos comandados por un payanes sober-
bio? ¿Y cómo se provoca el combate por los cerros desconocidos
del helado río Pamplonita y no en los propios tibios caños,
ardientes playones y sofocantes selvas de la depresión mompo-
sina? De seguro que allí aquellos cachacos, tan temerosos del
agua y del calor, no habrían podido resistir tanto como los
hombres nativos, los de la cultura anfibia. Con razón, poco
FACCIONES Y PARTIDOS 75B

Mientras se contrapronunciaban Ocaña y los pueblos del río


Magdalena, la fiebre derrotista llegó hasta Sotavento, donde el
jefe superior del Estado Soberano de Cartagena, el general
Juan Antonio Gutiérrez de Piñeres, proclamó de nuevo al go-
bierno legítimo y restableció en su puesto al gobernador consti-
tucional. Mosquera pudo así enviarle sus prisioneros de Tescua,
entre ellos Juan José Nieto, con destino al castillo de Bocachica,
en la primera semana de julio de 1841.
A finales de este mismo mes, Carmona sitió por cuatro
meses a Cartagena con una fuerza reconstruida de 1.500 hom-
bres; entre éstos se encontraba Rafael Núñez, quien combatió
contra su padre Francisco, el coronel gobiernista. El vapor
Unión, decomisado por los ministeriales, fue destruido entre el
19 y el 20 de noviembre de 1841 por los bongos de guerra de los
federales, en el brazo de Ocaña. Mompox resistía aún, bajo la
jefatura de Martínez Troncoso y el mando del coronel Lorenzo
Hernández. Este obtuvo el 9 de junio una última victoria oposi-
cionista en su propio ambiente —el brazuelo de Papayal— con-
tra un batallón de ministeriales, lo cual permitió volver a ganar
a Ocaña. Pero Hernández se dedicó allí a bailes y paseos con las
cachacas del pueblo, cuando lo sorprendió el general Herrán
para reducirlo como a un Sansón trasquilado.
Aprovechando la embriaguez y parranda de la tropa de
Cartagena que festejaba una victoria naval del gobierno en
Cispata, las tropas de Carmona casi se tomaron la ciudad por el
costado de Getsemaní en diciembre de 1841. Pero al saber que
contra él venían por el lado de Ayapel y San Juan Nepomuceno
nuevas fuerzas gubernamentales, Carmona levantó el sitio y se
redujo a Barranquilla, donde convocó a la Dieta General de los
Estados de la Costa, para el 15 de enero de 1842. La Dieta no
alcanzó a reunirse.
Mientras Nieto y los otros prisioneros se pudrían en los cuar-
teles mosqueristas y en Bocachica, el remolino de la guerra se
fue aquietando y las aguas tendieron a buscar su nivel normal.
Así, se contrapronunció al fin Mompox (el 8 de febrero), huyó
Martínez Troncoso, le reemplazó Pedro Peña y se desarmaron
los 14 bongos de guerra que comandaba allí el italiano José
Rafetti. Surgió una exitosa mediación pacificadora ofrecida por
el cónsul británico en Santa Marta, Mr. Stuart, a través de Mu-
rillo Toro, el secretario de Carmona. Luego de algunas peripe-
cias, el nuevo presidente de la república, Pedro Alcántara
Herrán, firmó en Sitionuevo una amnistía general el 19 de fe-
76A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

d e s p u é s , batiría el coronel momposino Lorenzo Hernández en el


brazo de Papayal, a las fuerzas de Herrán.
A pesar de todo, el bravo Carmona prometió seguir luchan-
do, asumió de nuevo la jefatura superior del Estado Soberano de
Manzanares, y convocó en Barranquilla, sin efecto, a la Dieta
General de los Estados Federales de la Costa,
Después de varios altibajos —incluyendo un sitio a Carta-
gena y la mediación pacificadora de un cónsul británico—, el
Supremo aguantará hasta febrero de 1842. Entonces, sin fuer-
zas materiales ni apoyo político, es amnistiado y desterrado a
J a m a i c a por un tiempo junto con muchos de sus compañeros de
revolución, por el gobierno centralista, ya consolidado y presti-
gioso, del general Pedro Alcántara Herrán. [C]
FACCIONES Y PARTIDOS 76B

brero de 1842, retornó a Bogotá y declaró: " H a g a m o s olvido


para lo pasado y tengamos severidad para el futuro. No consi-
dero a los que se han pronunciado como enemigos, sino como
miembros de una misma familia... Hemos sufrido un aguacero
en que nos hemos mojado todos " / 3 /.
Sabias palabras que corrieron como un bálsamo sobre las
heridas del país y estimularon el confiado trabajo del pueblo.

3. Soto, II, 244 (destrucción del vapor Unión): 250, 252 (papel concilia-
dor del general Herrán). Posada Gutiérrez, VI, 78-79, 85 (Lorenzo
Hernández). Archivo epistolar de Mosquera. II, 249, 284 (José Rafetti),
289 (Germán Piñeres). ¡Qué contraste con nuestros tiempos!
Proclamas y muerte de Carmona: Alarcón, 128, 133; Soto, 11, 241;
Marco Tulio Vargas, Anotaciones históricas del Magdalena (Bogotá,
1951), 197-198.
3. FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

¡Quién puede creer, pero por el caño de Chicagua y


por el río Tiquizio, llevados por el agua, oímos los caño-
nazos del encuentro que tuvo el coronel momposino
Lorenzo Hernández en Papayal con las tropas del go-
bierno! [El 9 de junio de 1841],

La política, en verdad, no se había aquietado del todo. Por


la boca del Chicagua, arriba del caserío de Palomino, rumbo a
M a g a n g u é y Cartagena, pasaron los prisioneros que el general
Mosquera había hecho en Tescua. Entre ellos iba J u a n J o s é
Nieto, quien había recibido allí su bautizo de fuego luchando por
los federalistas, por las ideas liberales y por los intereses econó-
micos de sus amigos y seguidores, los artesanos cartageneros.

Hacía poco tiempo habíamos recibido a los derrota-


dos en Tescua que se vinieron por el río desde aquellas
cordilleras. ¡Pobre gente! Estaban felices de h a b e r
salido con vida de esa aventura, y juraron no volver a
arriesgar el pellejo en cosas que no entendieran.
Estábamos en el corral de Palomino. Era muy grande
y muy bonito. Muchos soldados —más los que ya traían
a su " j u a n a " — decidieron quedarse con nosotros. Los
que eran de otros pueblos dispusieron traer sus fami-
lias. A los esclavos se les dijo que no se les daría ningún
castigo y que se creyeran libres; a los arrendatarios y
aparceros, que allí podían comenzar de nuevo su vida; a
los indios, que podían q u e d a r s e con los malibúes del
resguardo de Guazo en Sangacoa (Santa Coa) río abajo
por el Tiquizio.
3. HACIA LA FORMACIÓN SOCIAL NACIONAL:
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO
Mientras se desterraba a Jamaica a los vencidos en Tescua,
entre ellos Juan José Nieto, y la nueva burguesía comercial
costeña seguía enriqueciéndose —a pesar de la destrucción de
recursos que sus facciones realizaron o promovieron durante la
guerra de 1840-1842—, se producía una reacción popular a nivel
regional que era síntoma de que una nueva formación social, la
nacional, estaba naciendo: el reto del campesinado al latifundio.
Seguía así la marcha del proceso histórico-natural, cuya primera
etapa había culminado en el ocaso de los mayorazgos y la termi-
nación formal de la nobleza en la nueva república.

Se ha dicho que en Colombia no se hizo la revolución social


[A] y económica durante las guerras de Independencia, sino
con las reformas liberales de mediados del siglo XIX. Sin
duda se dio entonces un gran salto en la concepción de la cosa
política: con partidos ya mejor articulados, y con nuevas leyes
que desafiaban la estructura tradicional en cuanto a la educa-
ción, la religión, la esclavitud, la tenencia de los resguardos
indígenas, y otros aspectos.
Pero el modo señorial de producción dominante recibió, con
esas leyes y partidos, sólo un sacudón parcial. La gran propie-
dad con todas sus ventosas internas sobre la fuerza de trabajo
—aparceros, arrendatarios, vivientes, concertados, mozos,
terrajeros— seguía imperturbable. Hasta la esclavitud pudo
continuar por un tiempo bajo otros nombres y fórmulas legales
de concierto personal que disfrazaban la realidad. Las nuevas
leyes radicales irían a reforzar la gran propiedad y la señoriali-
dad en muchas partes, especialmente en el interior del país
donde los terratenientes absorbieron la tierra comunal indígena
78A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Nos dimos cuenta pronto de la necesidad de organi-


zamos como pueblo. En las cercanías había suficientes
tierras baldías, islas y playones para todos con el fin de
ocuparlas libremente cada uno en su finca. Esto lo
hicimos bajo el mando de los Gómez, quienes eran
como nuestros jefes. A ellos los queríamos y respetá-
bamos mucho. [A]

Apenas tuvo tiempo de recibir el saludo de su mujer Teresa


Cavero y de sus adolescentes hijos, Lope y Concha, cuando a
Juan José Nieto lo encerraron en el castillo-prisión de Bocachi-
ca. Mosquera estaba implacable, e hizo varios fusilamientos
entre mayo y julio de 1842, cuando volvió a Cartagena para se-
guir la persecución, como comandante en jefe del Ejército del
Norte. Se ensañó entonces contra Nieto porque éste le acusó de
"embustero" en una publicación que salió firmada por Juan
José.
El gobierno, con nuevos "estatutos de seguridad" aproba-
dos para el efecto, había ordenado el destierro a Jamaica de los
sublevados de 1841 y Nieto se aprestaba a salir para Kingston,
su capital, en esos mismos días, en un buque surto en la bahía
de Cartagena. Pero Mosquera no lo dejó ir, sino que lo sacó del
buque y lo puso en fila para fusilarlo también. "Lo haré después
de almorzar, porque me faltó el respeto al decirme embustero'',
declaró Mosquera a sus ayudantes, mientras Teresa y los hijos
corrían a hablar con los hermanos masones y con la querida del
general, la mulata Susana Llamas, para que intercedieran por
Juan José.
Fue un milagro de Susana tanto como de los masones: Mos-
quera cambió de opinión "después de comer" y, en cambio,
volvió a embarcar a Nieto, sólo que ahora disponía, abusiva-
mente, que fuera preso al terrible castillo de Chagres en Pana-
má y no a Kingston, al más tolerable destierro. Recordaba Nieto
después al escribir su Autodefensa (páginas 37 y 65): "Enton-
ces, cuando escoltado entre una fila de soldados caminaba yo
por medio de la población para aquel lugar mortífero, vi a Mos-
quera en la casa de su alojamiento, y se me hizo tan pequeño
cuanto grande era yo, marchando sereno y resignado ante aquel
hombre que sólo en poder es altanero y vengativo; y que, para
satisfacer su insaciable vanidad, se acababan de sacrificar dos
granadinos haciéndole salvas en las cureñas viejas del castillo".
79A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

En verdad, a u n q u e lo llamáramos ' ' C o r r a l " , el punto


de Palomino ya tenía varias casas de palma cuando
llegamos allí huyendo de Mompox. El señor Palomino,
quien (aparte de los de Cañonegro) fue el primero en
radicarse en las Tierras de Loba por este lado, había
dejado unas chozas construidas en 1811, cuando se
metió por allí desafiando a su dueña, la m a r q u e s a de
Torre Hoyos. Había aprovechado que las autoridades
de Mompox estuvieran ocupadas con la guerra. Y no
lo molestaron en su posesión, como fue también el caso
de San Martín de Loba, otro pueblo rebelde contra los
nobles.
Pero de Palomino no quedó sino el nombre. Los ver-
daderos fundadores del pueblo que hoy conocemos
fueron Faustino y Manuel Gómez y el viejo Candelario
Benavides, los mismos que nos ayudaron a salir de
Mompox cuando pasaba el Supremo Carmona con su
ejército. [A]
Se entusiasmaron con la llegada de los compañeros
derrotados en Tescua y con otros que venían de los
pueblos del brazo de Mompox en decadencia. Al cabo
de unas reuniones con ellos, se eligió por voto una junta
de vecinos, y hacia junio de 1841 se cuadraron solares
para las familias y una casa de escuela, se trazaron dos
calles largas y el p a r q u e , y se separó el lote de la iglesia.
Con mano vuelta hicimos las casas en fila siguiendo la
ribera del río Chicagua, dejándolas primero en canilla
[con los postes]. Calafateamos algunas canoas para
salir a pescar y cazar, y ayudar en la alimentación de la
gente del caserío. María del Rosario (la mujer de don
Faustino), Felicia (la de don Manuel) y mi m a m á Tina
se encargaron de la cocina del común. Había mucha
organización y unidad entre todos, y eso marchaba
bien. De partidos políticos no se hablaba nada, y ni nos
interesaba, menos al saber el desastre de lo ocurrido en
Tescua, así como por el secamiento del brazo del río
de Mompox por sus continuas sequías, que ningún
partido era capaz de resolver. Pero nosotros sí fuimos
capaces de organizamos y trabajar por nuestra cuenta
en lo que queríamos, y producir nuestras mejoras.
W V&iiW

Colonos del M a g d a l e n a en la época de fundación de Palomino y Pini-


llos. (Dibujo de Neuville).

y convirtieron a sus antiguos titulares en trabajadores proleta-


rios, o extendieron su dominio a la vertiente para fundar gran-
des fincas cafeteras y g a n a d e r a s .
No obstante, existía el m a g m a en ebullición de los vecinos
pobres libres y otras clases sociales que perforaban el latifundio
colonial y extendían la frontera agrícola con el fin de fundar
pueblos y hacer explotaciones y fincas medianas y pequeñas de
manera independiente. (O. Fals Borda, "Influencia del vecinda-
rio pobre colonial en las relaciones de producción de la Costa
atlántica colombiana", en Francisco Leal y otros, E l agro en el
desarrollo histórico colombiano, Bogotá, 1977, 156-160).
Esta explosión antimonopólica de la tierra fue de carácter
nacional. La ofensiva contra el latifundio colonial venía, por
supuesto (por razones dialécticas), de siglos anteriores. El caso
de San Martín de Loba en el inmenso territorio del Hato de Loba
(quizás la mayor propiedad rural de la colonia) ya fue tratado en
esta obra (tomo I). Sin embargo, la ofensiva se acelera en mu-
chos frentes en la década de 1840 con grandes efectos económi-
cos, sociales y políticos. Los estudios realizados (por Parsons,
80A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Las impresiones de Nieto en el castillo de Chagres quedaron


consignadas en su primera novela histórica: Rosina, escrita en
esa prisión, aunque no fuera publicada sino mucho d e s p u é s , en
forma de serie, en el periódico La Democracia, de Cartagena, en
1850. Nieto logró por fin salir de Chagres un año m á s tarde,
gracias a la insistencia de sus amigos y parientes para que se le
tratara igual que a los otros desterrados, y pasó a establecerse
en Kingston. No se sabe si llevó consigo a su esposa, pero sí que
vivió muy pobremente.
Allí se dedicó a releer autores franceses románticos de su
gusto y otros de moda que le introdujeron al socialismo (Hugo,
Dumas, Sué). Aprendió el inglés tan bien que alcanzó a prepa-
rar un Diccionario mercantil español-inglés e inglés-español,
con un bosquejo geográfico sobre la Nueva Granada, los térmi-
nos más usados en el comercio y la equivalencia de pesos, medi-
das y monedas (no se pudo publicar). Además, escribió otras
dos novelas históricas: Ingermina, o la hija de Calamar, y Los
moriscos. Publicadas en Kingston con la ayuda económica de
sus amigos, en 1844 y 1845, respectivamente, éstas son las
primeras novelas que se conocen escritas por colombiano. [B]
Nieto se convirtió entonces en un masón activo y convencido.
Había llegado al grado 3° (Maestro) en la logia Hospitalidad
Granadina No. 1 de Cartagena antes de salir a la revolución de
1840. Por ello fue recibido calurosamente por los hermanos
ingleses y jamaicanos que conformaban en Kingston una de las
logias madres del movimiento masón en el hemisferio occiden-
tal: la Sussex 691, cuyos miembros no sólo habían apoyado
material y moralmente la revolución de los granadinos y venezo-
lanos contra España, sino que habían auspiciado la fundación
de las primeras logias y del Supremo Consejo en Cartagena
en 1833.
Ahora, estimulado por los ingleses y con el apoyo de otros
masones costeños exiliados en Kingston junto con él (Martínez
Troncoso de Mompox, Díaz Granados y de Mier, de Santa
Marta) e inspirado en el recuerdo de otros liberales admirados
que habían sido masones o lo eran todavía (Santander, Vezga,
Obando, Blanco, Sotomayor y Picón el obispo), Nieto funda otra
logia en Kingston, en 1844: "La Concordia". Esta logia obtiene
carta patente del Consejo de Cartagena. Allí Nieto sube a nue-
vos grados dentro del sistema masónico hasta llegar al 32°
(Sublime Valiente Príncipe del Real Secreto).
La vinculación con la masonería será cada vez más importan-
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 80B

López Toro, Rivas, Ospina Vásquez y otros) han destacado, muy


justamente, los esfuerzos de los antioqueños, boyacenses y
bogotanos para ampliar la ocupación económica y desbaratar
latifundios en las zonas de Caldas (del Arma a Salamina y Mam-
zales) y el alto Magdalena (La Mesa, Anolaima, Guaduas). Lo
que sobresale ahora es la simultaneidad de estos esfuerzos colo-
nizadores en todas direcciones y en otras regiones importantes
del país: el medio Sinú y San J o r g e , Río Palo y Santander de
Quilichao, el Territorio Vásquez, el piedemonte de Sumapaz y,
como lo vemos ahora en este capítulo, la depresión momposina.
Fue un hecho sin precedentes en la historia de América, p u e s ,
que sepamos, en ningún otro país del hemisferio ocurrió un
desplazamiento humano semejante. Sólo la expansión paulista
en el Brasil y la " m a r c h a al O e s t e " de los Estados Unidos pue-
den comparárseles.
Aquí se encuentra, concentrado, un importante factor de la
revolución económico-social de 1850 como parte del proceso
histórico-natural, factor que amplía y recoge a nivel de base el
impacto producido políticamente por la decadencia de la
esclavitud, los problemas del estanco del tabaco y las posibi-
lidades del nuevo régimen del libre cambio y comercio. En este
caso se trataba de reproducir y defender la vida y la cultura
popular, no de destruirla. Hubo una movilización campesina
bastante amplia, de escape de las guerras y de protesta social,
que produjo su propio liderazgo y formas de organización social,
que llevó a retar las bases de la tenencia señorial de la tierra, y
que formó finqueros y pequeños propietarios independientes en
zonas de colonización antes inhóspitas y aisladas, así fueran
éstas tituladas o amparadas por mercedes reales y concesiones
republicanas o fueran realmente baldías. Con este reto popular
se rompió la continuidad de la formación social colonial basada
en el régimen señorial como modo de producción dominante
(tomo I), para dar paso a otra formación social: la nacional.
La formación social nacional, en esta primera etapa de su
nacimiento, puede caracterizarse esencialmente así:
1. Por el surgimiento del modo de producción campesino en
pequeñas o medianas explotaciones rurales, que se añade de
manera importante a las formas y modos de producción anterio-
res (señorial, esclavista, trabajo asalariado, aparcería y colo-
niaje simple).
2. Por la articulación de esta producción campesina a canales
nacionales e internacionales intensificados de distribución,
81A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

te en el proceso de recuperación política y social de Nieto al


volver al país tres años más tarde. Será necesario todo este
apoyo, porque asi logrará neutralizar la inquina que le tenían
desde la guerra de 1840 influyentes contrincantes y represores:
entre otros, el general Mosquera, quien logró por fin ser presi-
dente de la República en el periodo de 1845 a 1849, para suceder
a su yerno, el general Herrán. Porque tanto H e r r á n como
Mosquera eran también masones y tendrían que acogerlo, en
principio, como hermano y sujetarse a las reglas mínimas de
comprensión y tolerancia que impone la masonería a sus
adeptos.

A nosotros, los más jóvenes, la junta del pueblo nos


encargó de conseguir los palos para la armazón de las
casas del nuevo pueblo de Palomino: estantillos de
roble, bálsamo, balaustre o de coquillo para los esqui-
neros y asentaderas, varas de guadua y palma amarga
para los techos y de vino para los caballetes, y mil rue-
das de bejuco malibú, cadena o morrocoy para amarrar
toda la armazón.
Dormíamos entonces arriba en los zarzos de las cho-
zas o en trojas hechas con horquetas de pmtacanillo y
totumo y pencas medio colgadas de palma o de guadua
rajadas a lo largo. Las fundas de almohadas las relle-
nábamos con lana de balso, o sea las motas suaves
carmelitas que caen de la fruta de este palo. Cociná-
bamos afuera, a la sombra de campanos coposos,
haciendo los fogones en la tierra y cavándolos en forma
de cruz para colocar la leña, o en tacanes [colmenas] de
comején. La candela se prendía con yesqueros a base
de una piedra de chispa y una mechita, y había familias
que guardaban brasas de un día para otro para compar-
tirlas entre todos. Había bastantes mosquitos, que
espantábamos con el humo o a golpes de musengue y
de colas de caballo.
No pasábamos h a m b r e : la caza de presa abundaba.
Patos reales, pisingos, barraquetes, ponches, armadi-
llos, fleques, galápagos, guartinajas, venados, dantas,
saínos, conejos, había de todo. Una vez que empezaron
a parir los cocos, fue fácil hacer pebre con leche de
coco y condimentos del monte. Y ni qué hablar de la
pesca. Tomábamos agua de los caños —no muy lim-
La diadema de cocuyos que llevaba
Agustina M i e r en Palomino. (Dibujo de
Ncuville).

Campesinas de la región de Palomino y Pinillos en la época de la fundación. (Acua-


rela de Mark).
82A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

pia— pero algunos empezaron a traer, desde el cercano


pueblo de Cañonegro, alumbre o filtros de piedra pó-
mez para limpiarla.
De vez en cuando hacíamos fiestas y bailes en las
casas o en el parque, con música de los pocos instru-
mentos que teníamos y a base de tambores, cantos y
palmas. En esas ocasiones las mujeres se vestían bien
y usaban flores y otros adornos del monte. A mamá
Tina le gustaba colocarse en el cabello, sobre la frente,
una diadema hecha de cocuyos vivos amarrados que le
iluminaban el rostro en la oscuridad cada vez que se
inflamaban.
Había tigres, pero no nos asustaban tanto como las
culebras por ser tan traicioneras: la boquidorá, la
patoco, la coral, la taya, la toche, la trompaeternero, la
víbora de sangre, la mapaná raboblanco, raboseco y
bocaesapo. Porque todas éstas se nos metían en las
chozas, se enredaban en el bejuco, bajaban por los
estantillos, se escondían debajo de las piedras de la
cocina y en las mucuras.
Figúrense lo que pasó con una trompaeternero,
según me lo contó mamá Tina. Resulta que una señora
recién parida empezó a sufrir del seno, y al mismo tiem-
po su hijito enflaquecía y se ponía amarillo como si le
estuviera saliendo un muerto. El viejo Candelario Bena-
vides, quien era curandero, le dijo al marido de la seño-
ra que se pusiera en cuidado porque podía ser que una
culebra le estuviera haciendo el favor.
Así fue: una noche el marido hizo guardia al pie de la
troja de la mujer, cuando vio bajar una trompaeternero
de la palma del techo por uno de los esquineros. La
culebra se rodó por debajo de la cama, se paró y le echó
un vaho fétido a la mujer con lo que ella se rindió más.
Luego la culebra se subió a la troja y se colocó entre el
niño y la mamá y empezó a chuparle la teta, al mismo
tiempo que la maldita le metía la punta del rabo en la
boca del niño para que lo m a m a r a también. ¡Eso lo
venía haciendo todas las noches!
Yo salía con el viejo Candelario al monte para recoger
hierbas medicinales. Así aprendí con él algunos secre-
tos del arte de la curandería, el uso de las plantas,
conjuros y varios rezos contra enfermedades. De esto
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 82B

controlados por una burguesía comercial dominante, conectada


con intereses mercantiles europeos. Y
3. Por la expresión, en la superestructura, de prácticas
sociales y económicas, ideas políticas y un Estado inspirados en
modelos democráticos europeos.
Ahora estudiaremos los dos primeros componentes implica-
dos en el modo de producción campesino; en el próximo capítulo
examinaremos la expresión superestructura! de la nueva
formación.
El modo de producción campesino (también llamado mer-
cantil simple o parcelario) que se intensifica en el siglo XIX en
Colombia, no ha dejado de tener vigencia entre nosotros: sigue
vivo, en combinación con el modo de producción capitalista
dominante hoy, aunque es una forma precapitalista de trabajo y
de vida inspirada en el primitivismo indígena y en el señorío, de
donde partió. Sus unidades elementales eran y siguen siendo
las familias de campesinos independientes que reclaman el
usufructo del suelo con fines de autosubsistencia y comercia-
lización. Conforman comunidades eficaces de reproducción
expresadas en caseríos, veredas y laderas dentro de subregio-
nes determinadas (tomo I, 19-20), organizadas autónomamente
con líderes naturales propios que responden a situaciones con-
cretas y a necesidades colectivas, sociales, económicas, políti-
cas y religiosas. Estas comunidades tienden a ser simultánea-
mente unidades de trabajo y de consumo, dejando para la venta
cantidades marginales de la producción excepto en el caso de
artículos no comestibles de gran demanda (como los selváticos
en la región que nos ocupa).
El campesino parcelario de esta clase es, por lo general,
dueño de los medios de producción (la tierra y las herramientas)
e intercambia libremente sus productos con sus ¡guales, con la
burguesía mercantil y con los artesanos: se conecta directa o
indirectamente con los mercados y medios urbanos. Por su
mentalidad precapitalista es capaz de trabajar a tasas increíble-
mente bajas, es decir, de autoexplotarse.
Esta autoexplotación explica cómo los excedentes que pro-
duce la economía campesina se asimilan por los intermediarios
no sólo como ganancia derivada de la renta de la tierra (que
correspondería en justicia al campesino) sino como sobretra-
bajo; y cómo, poco a poco, el campesino parcelario se ha ido
reduciendo, por el capital comercial, a la situación de un tra-
bajador a domicilio. En cambio, la burguesía mercantil ha
83A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

iré a vivir cuando me m u d e para otras partes. Los rezos


que usábamos bastante eran el de parar la sangre y el
d e curar la gusanera de los animales, que un pedacito
dice así:

Yo los conjuro, animales perjuros,


p a r a que vayan saliendo d e uno en uno
y no q u e d e ninguno.

Así rezaba tres veces echando una manotada de tierra


hacia adelante, siempre a la dirección del animal enfer-
mo, haciendo la señal de la cruz.

Para si cagare no cuajare,


San J u a n los cure.

Y echaba otra manotada de tierra para atrás. Este es


uno de los secretos que más caminan. Aprendí otros
rezos buenos para esconderse y librarse de enemigos.
Con Agustín, mi hermano menor, fuimos también
aprendiendo los trucos del monte: cómo curarnos mor-
deduras de culebra con tizones de candela; cómo evitar
el mortal abrazo de la boa y del oso pundungo que le
mete a uno la lengua por la nariz para ahogarlo; la nece-
sidad de soltar al pájaro corcovado (chauchao) antes de
que se ponga bravo y chille para atraer al tigre; la forma
de cazar el caimán con cuña de clavos para colocar en
sus fauces abiertas; la costumbre del pez mayupa de
cagar por la cabeza y tener todo al revés (por eso a los
maricas les decíamos mayupas); cómo usar la candela y
el punzón de palo para coger galápagos e hicoteas en
los playones y agarrarlas antes de que lleguen los hal-
cones, gueregueres y tragahumos a quitárnoslas; cómo
llamar a la babilla pujándole; cómo meter la cabeza en
una olla y roncar para que el tigre venga y matarlo.
Dirigidos por la junta del pueblo que habíamos ele-
gido por voto, los mayores se organizaron de muchas
maneras. Además del trabajo de mano vuelta para
construir nuestras casas, y el de todos para hacer la
iglesia, se hicieron compañías al partir. Por ejemplo,
para criar puercos el dueño de la marrana dejaba que la
cría se dividiera mitad por mitad entre él y quien la
|g -w*^

Palomino. Iglesia, p a r q u e y vista g e n e r a l con el río Chicagua.

3
i J l f M%
84A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

cuidaba; en cuanto a gallinas, se aceptaba que los hue-


vos fueran de quienes las alimentaban en su patio; la
cría del ganado en compañía al tercio quedaba dividido
asi: dos partes (dos terneros) para el dueño del animal y
otra parte (un ternero) para el que le dio el pasto. Y así
en muchas otras cosas. Al principio no éramos egoístas
y nos ayudábamos el uno al otro en todo lo que podía-
mos. Después, cuando vinieron los más ricos y los poli-
tiqueros fue que se dañó todo esto. Porque ellos eran
malos y no podían hacer sino lo malo.
Como no había cercas ni alambre de púas (los hacen-
dados no lo trajeron sino a finales de siglo) cada uno
escogió libremente la ladera, isla o playón que quiso,
para sembrarle arroz y caña. En caso de discusión, las
discordias se sometían a la junta y a veces en cabildo
abierto con todos. Agustín y yo hicimos una casita en el
pueblo e íbamos en canoa a sembrar en un playón cer-
cano. Arriba, en lo seco, abríamos trochas entre todos y
tumbábamos el monte para quemarlo y s e m b r a r más
comida: maíz pira (chiquito), cacao, ñame, calabaza,
auyama, batata, berenjena, plátano, fríjol, yuca y arroz
de secano.
Siempre sobraba la producción y por eso nunca hubo
problema en el reparto de las cosechas. Al cabo de uno
o dos años si uno quería, dejaba el primer cuarterón
como rastrojo o potrero para el ganado, con pastos
naturales, se abría nueva trocha al lado o por allí cerca
y se m u d a b a la siembra a esta tierra nueva, de modo
que las cosechas eran siempre muy b u e n a s , comíamos
bien, y el ganado prosperaba. No necesitábamos de
abonos ni de otras herramientas que la macana o palan-
ca de palo, el machete y el cuchillo de cortar arroz;
tampoco de dinero contante, pues hacíamos cambios
con las cosas. Pero siempre teníamos que vender afuera
algunos productos, y de éstos los que más nos rindieron
fueron los que el mismo monte nos daba. Sólo hubo una
diferencia al principio, con el tabaco.
A poco tiempo de fundarse Palomino le habían llega-
do noticias a la junta del pueblo de que la cosecha
grande de tabaco se había perdido en Cuba por venda-
vales [en 1839 y 1840] y que el tabaco granadino tenía
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 84B

seguido y sigue acumulando riqueza de esta manera explota-


dora, transformando dinero en capital (acumulación originaria).
(Cf. A. V. Chayanov, The Theory o f P e a s a n t Economy, Chicago,
1966; Samir Amin y Kostas Vergopoulos, La cuestión campesina
y e l capitalismo, México, 1975, 34-42; Paulo Sandroni, Questáo
a g r á n a e campesinato, Sao Paulo, 1980, 46-56).
En la depresión momposina se registran en esa época de
explosión colonizadora campesina dos grandes movimientos de
población: uno hacia el norte y otro hacia el sur, iniciados por la
gente de Mompox y de los pueblos riberanos del brazo principal
del río, entre ellos los fundados por don J o s é Fernando de Mier
y Guerra en el siglo XVIII (tomo I).
La colonización norteña se dirigió por dos flancos que inva-
dieron el antiguo territorio chimila. Uno corría por Pijiño para
transformar el antiguo hato de Mier y Guerra en el pueblo
actual, y llegar a las regiones de la Mocha y Calderina. Otro iba
por San Felipe y Astrea (antes El Doce) hasta Arjona.
La colonización sureña siguió por el caño de Guataca hacia
las Tierras de Loba, promoviendo la formación de pueblos como
Santa Rosa y Guasimal en la isla de Mompox, para llegar a Palo-
mino (1841) en el río o caño de Chicagua / 1 / . De Palomino la co-
rriente campesina colonizadora tomó tres direcciones: una hacia
el occidente (Santa Cruz), de donde resultó Pinillos (1842); otra
hacia el oriente, donde se desarrollaron Armenia y Las Conchi-

1. La dificultad de determinar fundaciones y fundadores concretos de


estos pueblos de campesinos y colonos se evidencia en los casos de
Palomino y Pinillos. Por una parte, existe la tradición oral, aunque ésta
ya es bastante defectuosa en lo que concierne a hechos de mediados del
siglo pasado. Por otra, se encuentran indicios en documentos primarios
y publicaciones raras a las cuales no queda otro camino que apelar para
llegar a conclusiones prácticas.
Para el caso de Palomino, además de entrevistas realizadas local-
mente con informantes de autoridad (Eduardo Polo, Jesús María Ba-
randica, Napoleón Gutiérrez), los indicios se encuentran en el memo-
rial de María del Rosario de Gómez y Felicia de Gómez fechado en
Mompox en 1888, que se publica en Ministerio de Industrias, Algunos
documentos sobre las Tierras de Loba, citado, 66-67. Hay personas en
Palomino que recuerdan todavía la presencia de los Gómez y Benavides
como elementos importantes en la vida anterior del pueblo. La tradi-
ción oral sobre el español Palomino sigue viva, pero sin ningún detalle
útil para la historiografía.
Sobre el traslado de los Gómez a las islas Caribe y Tamacos y muerte
de Faustino Gómez: Ministerio de Industrias, 71.
85A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

buen comercio. El estanco del gobierno puso una agen-


cia en Mompox y el precio resultó bueno para los culti-
vadores, aunque mejor para los comerciantes compra-
dores que se llevaban la hoja planchada.
Nos decidimos, pues, a ensayar la siembra del taba-
co. Daba bien, pero resultó molestoso. Lo secábamos y
empacábamos mal y se partía mucho. No nos duró el
entusiasmo, aunque aprovechamos este adelanto para
hacernos a algún dinero en efectivo. Porque las necesi-
dades de las familias aumentaban, el pueblo crecía y
no podíamos quedarnos con los brazos cruzados
metidos en el monte.
Cuando se acabó lo del tabaco, nos fuimos otra vez a
escarbar la selva en busca de maderas (palo brasil, tolú,
cedro, caoba, palo mora), cacao, ipecacuana, tagua y
zarzaparrilla, que nos los compraban en Magangué
para mandar a Barranquilla, todo en balsas. Estos pro-
ductos fueron más duraderos y, aunque en poca canti-
dad, nos ayudaron a obtener los artículos que queríamos
en el comercio. Esto, si no volvía a haber guerra y los
políticos nos dejaran tranquilos. Ya algunos gamonales
de Mompox se habían acercado dizque a ayudar nuestra
fundación. Pero de ellos sólo queríamos que nos de-
clararan corregimiento o distrito. Ni una cosa ni otra
logramos por mucho tiempo.

El Congreso Nacional en Bogotá, siguiendo la tradición civi-


lista del país, discutió y aprobó en 1847 dos generosas leyes de
amnistía y reinscripción de militares en el escalafón que el
presidente Mosquera no pudo negarse a sancionar y firmar.
Una de ellas permitía el regreso de Juan José Nieto al país (ya
pronto sería coronel de artillería de la Guardia Nacional), junto
con Reyes Patria (de Santander) y Elias González (posiblemente
el de Salamina, Caldas). Debidamente promulgadas, con estas
leyes como amparo, fueron regresando de Jamaica los "suble-
vados de 1841".
Nieto volvió con su mujer a la casa alquilada de balcones de
la calle de Santa Teresa. Les alegró ver de nuevo los frondosos
cocoteros de la ciudadela y las torres gemelas de los Jesuitas;
pero se encontraron con una Cartagena fantasmal. Parte de la
muralla amenazaba derrumbarse, y de sus fortines se habían
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 85B

tas; y otra, más hacia el sur para llegar a El Sudán l l l . Esta


corriente sureña vino a encontrarse con la colonización anterior
por el bajo Cauca que adelantaban los negros cimarrones desde
Antioquia, afínales del sigloXVIII (O. Fals Borda, Capitalismo,
hacienda y poblamiento en la Costa Atlántica, Bogotá, 1976,
25, 28).
El latifundio del Hato de Loba quedó así perforado por mu-
chas partes, en poder de pequeños y medianos campesinos
aislados en bolsones geográficos, pero con cierta cohesión orga-
nizativa y dirigentes propios hasta cuando fueron reconocidos
administrativamente por los gobiernos seccionales. La posesión
de estos colonos no se les discutirá sino mucho más tarde, a
partir de la reacción latifundista de la década de 1870, como se
verá más adelante en esta serie.
Los colonos momposinos recrearon y extendieron, en los
nuevos frentes de trabajo, la cultura anfibia que les era propia.
Por eso establecieron no sólo las juntas comunales estilo cabildo
democrático y abierto que ya conocían, sino las mismas técnicas
milperas de explotación agrícola para producir alimentos (con el
ritmo de trabajo: desmonte-fuego-cosecha-pastos). La base
comunitaria era, como antes, aldeas nucleadas de tipo lineal,
especialmente en laderas siguiendo cursos de agua o bordeando
ciénagas.
Como queda dicho, los colonos vivían internamente del true-
q u e , pero al llevar sus productos a los centros principales de
Mompox, El Banco y M a g a n g u é q u e d a b a n articulados a las
formas dominantes de intercambio comercial. En las décadas de

2. Fundación de Pinillos y llegada del obispo Sotomayor y Picón en


1846: Entrevistas con el doctor Manuel Pérez y el señor Juan Obregón,
Pinillos, 1978; Ministerio de Industrias, 76.
La información documental principal proviene de un compromiso
notariado que firmaron en Mompox el 5 de noviembre de 1849 los prin-
cipales personaros de Pinillos para asegurarle la subsistencia al cura
que dejó el obispo Sotomayor. Los señores Porto, Rangel, Alfaro y Gil
fueron escogidos por la comunidad para representarla y comprome-
terla, de donde se deduce la activa participación directiva y orientadora
de estos señores en la formación del pueblo. El documento se encuen-
tra en NM, Volumen 1849 Piezas sueltas, fols. 151-153.
Pinillos fue erigido en distrito (incluyendo a Palomino) el 23 de octu-
bre de 1848 por ordenanza de la Asamblea provincial de Mompox, lo
cual demuestra su muy rápido crecimiento desde su fundación en 1842;
la ordenanza se encuentra en ANC, Miscelánea (República), Tomo I,
fol. 128.
86A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

sacado los cañones para venderlos a los gringos. Había casonas


en ruinas con tejados hundidos, y callejuelas medio vacías.
Porque muchas de las familias pudientes y activas se estaban
yendo o se habían ido a otros sitios de mayor movimiento (Santa
Marta, Panamá y Barranquilla) y a los pueblos de las s a b a n a s
de Bolívar, especialmente El Carmen y Corozal donde empeza-
ba a intensificarse la antigua siembra de tabaco para exporta-
ción. La crisis se palpaba en la pobreza y miseria de la gente del
pueblo, en los muchos "cojos, tuertos, leprosos y enfermos de
todas c l a s e s " que observaron algunos viajeros extranjeros. Esta
horrible situación se empeorará con nuevas pestes y desercio-
nes hasta mediados de siglo, cuando la población de Cartagena
bajó a 10.000 personas (contra 18.000 en 1809).
No obstante, Nieto y su familia determinaron seguir allí y
trabajar por Cartagena. Así fueron llenando política y social-
mente el vacío que dejaba la anterior clase dirigente, ahora
medio desertora. La residencia de los Nieto se convirtió en un
segundo hogar, no sólo para sus hijos naturales Lope y Concha,
que ya estaban g r a n d e s , sino también para muchos amigos y
parientes de Alcibia y Tierradentro —como es costumbre en la
Costa, de compartir techo y comida— que conocían el despren-
dimiento y generosidad de J u a n J o s é . A la casa también conver-
gían personas distinguidas, entre ellas Rafael Núñez, quien
acababa de recibir el título de abogado en la Universidad de
Magdalena e Istmo (Cartagena), y los López Tagle, parientes de
Teresa descendientes del conde de Pestagua, quienes también
resolvieron quedarse en Cartagena.
La hermosa Soledad Román alegraba con frecuencia las
veladas en la casa, cuando no salía a acompañar a los Nietos a
las desordenadas y bulliciosas representaciones que la Compa-
ñía Dramática Española hacía de las obras de Larra, bajo la
dirección del señor Pizarroso; o a las de Mr. Abdalá, ' 'rey de los
a t l e t a s " con su mujer "la primera elástica del m u n d o " . Las
representaciones de la Compañía Española entusiasmaron tanto
a J u a n J o s é que éste decidió escribir un drama sobre sus expe-
riencias en la vida, que tituló E l hijo d e s í propio. Resultó tan
bueno, en opinión del autor, que el mismo J u a n J o s é organizó
la producción. Colocó a Soledad en uno de los papeles principa-
les, y él mismo tomó el de galán. El escenario se construyó en
una esquina del patio de la casa. Hubo grandes recitaciones, cor-
diales aplausos y una b u e n a borrachera para festejar el suceso
literario; pero la obra no pasó de la primera representación.
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 86B

1830 y 1840 el comercio nacional se estaba incrementando a ojos


vista a todo nivel, con buenos rendimientos relativos, a u n q u e
parece que había más artículos de importación que de exporta-
ción (L. E. Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia d e
Colombia, Bogotá, 1962, 331; J o s é Antonio Ocampo, " L a s ex-
portaciones colombianas en el siglo XIX'', Desarrollo y sociedad,
No. 4 (julio 1980), 174-175). Se hacían esfuerzos para fomentar
el mercado interno entre las diversas regiones y experimentos
locales para lograr nuevos productos exportables: algodón,
cacao, tagua, zarzaparrilla, añil, vainilla, tabaco y diversas
maderas.
La fértil región de Mompox se veia como un verdadero em-
porio para cultivar y exportar todos esos artículos, según el
periódico local El Liberal (No. 12, septiembre 20, 1846), y en
ello desempeñaron papel importante los colonos. El algodón
venía ensayándose desde la época colonial (hubo siembras
experimentales en la hacienda de Portaca, frente a Mompox, en
1784) y su empaque y comercialización habían sido fuentes del
enriquecimiento de don Pedro Martínez de Pinillos, el principal
comerciante de la región (tomo I, 126A). Logró exportarse por
extranjeros desde Barranquilla a Nueva Orleáns, por unos años
(Safford, 39), y desde Cartagena al mismo puerto por J u a n
Trueco Lanfranco, de lo que cosechaba en su finca de Ballestas.
Se mantuvo así el algodón en menor escala durante todo el siglo
XIX, más como producto de hacienda, como era el caso también
con las pieles de vacunos.
Con un pequeño periodo entre 1841 y 1846 dedicado al taba-
co / 3 / , los colonos y pequeños campesinos de la depresión
momposina se dedicaron a suministrar maderas y productos
selváticos a la burguesía comercial regional. El palo brasil se
sacaba de la hacienda Calenturas ya desde la guerra de Inde-
pendencia (tomo I, 141A). Los colonos le añadieron el palo mora
y el dividivi, luego el cacao y la tagua y, a mediados de siglo, el
caucho. Hubo productos selváticos menores, como la ipecacua-

3. Safford (pág. 212) trae noticia sobre las pérdidas del tabaco cubano
en 1839 y 1840 y su repercusión local, así como el establecimiento de
una agencia compradora del tabaco en Mompox, poco después. El
tabaco no se arraigará en la depresión momposina sino en parcelas
propias y arrendadas en las sabanas de Bolívar (El Carmen) de donde,
como veremos, se exportará en grande a partir de 1850 por muchos
años. Cf. L. F. Sierra, El tabaco en la economía colombiana del siglo
XIX (Bogotá, 1971).
87A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Teresa y Soledad lograron también llevar a Juan José —con


bigote peinado y tersa barba— a los conciertos de la nueva
Sociedad Filarmónica de Cartagena (como el memorable del 10
de noviembre de 1848 con oberturas, solos y duetos de óperas
de Donizetti, Bellini, Mercadante y Marliani: ningún músico
granadino, ni un solo aire de la tierra...) no tanto por la música
como por apoyar y estimular a sus amigas, las sopranos carta-
generas Teresa de la Espriella y María de la O León que allí
cantaban.
Y con una que otra reunión con los cofrades de la Herman-
dad de la Buena Muerte (para festejar el Viernes Santo en el
barrio popular de Getsemaní), con los masones de la logia de la
calle de San Juan de Dios, en las galleras con los artesanos de la
Gobernación, y en los hundes y corridas de toros de los mozos y
esclavos de Ternera, Nieto buscó recuperarse socialmente y
preparar su retorno político. Los partidos estaban madurando.

Y los del pueblo seguíamos trabajando y producien-


do. La búsqueda de maderas y productos del monte fue
llevando a otras familias de Palomino río abajo por los
caños de Tiquizio, Hacha y Lata. Allí descubrieron los
bonitos Cerros del Rosario, la Caimanera y el Guayabal
que hoy están ocupados con muchas fincas de comida y
con ganados, donde se encuentra también una piedra
dura y lisa especial para afilar hojas de machete.
Fue tanta la dedicación de esta gente a la explotación
de esos productos, que se resolvieron a hacer casas por
allá y quedarse. En una ribera del Tiquizio, sobre una
aguada que después se convirtió en el brazo de Loba
con las crecientes del río Magdalena que le quitaron
agua al brazo de Mompox [hacia 1842], los agricultores
José María Porto, Baltasar Rangel, Francisco Alfaro y
Tomás Gil decidieron fundarse como en Palomino, e
hicieron un caserío que bautizaron como Pueblonuevo.
Les ayudó a trazar las calles un topógrafo barranqui-
llero de apellido Ruiz.
A ellos se les añadieron pronto muchas otras fami-
lias de pescadores y labriegos que venían de los pueblos
del brazo de Mompox, y el caserío creció rápidamente,
tanto que a los cuatro años lograron hacer parroquia
con la presencia del obispo de Cartagena, el doctor
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 87B

na y la zarzaparrilla. Ni el añil ni la vainilla ni la quina prospe-


raron en la depresión momposina (que se sepa) quizá por falta
de conocimientos técnicos suficientes sobre su procesamiento
para el transporte y la exportación. (Cf. Ocampo, 175, 176,
cuadro No. 7).
La ganadería en p e q u e ñ a escala también tomó impulso en
estas zonas de temprana colonización (vacunos, de cerda y
caballar), donde empezó a florecer el modo de producción
campesino a nivel regional.

Durante el exilio en Chagres y Jamaica —al que le llevó


[B] la derrota militar de 1841, y donde progresó en la masone-
ría—, Nieto escribió un Diccionario mercantil bilingüe y
tres novelas romántico-históricas. Una de ellas: Ingermtna o la
hija de Calamar, por haberse publicado " a expensas de unos
amigos del a u t o r " en Kingston en 1844, se considera como la
primera del país en el orden cronológico y señala las tendencias
formativas de nuestros primeros literatos (Antonio Curcio Alta-
mar, Evolución de la novela en Colombia, Bogotá, 1975, 71-74).
Las otras dos novelas son: Los Moriscos (Kingston, 1845, F P ,
No. 1075) sobre una familia mora andaluza, escrita en simpatía
con los que, como Nieto, eran "expulsados de la p a t r i a " ; y
Rosina o la prisión d e l castillo de Chagres, en forma de cartas
publicadas en el periódico semanal La Democracia (Cartagena),
del 11 de julio al 10 de octubre de 1850, que describen indirec-
tamente las experiencias de Nieto como prisionero. (Cf. Curcio
Altamar, Bibliografía colombiana, sf, 226).
El estilo de estas piezas —medio afrancesado— es suelto y
agradable, aunque exageradamente declamatorio a imitación de

Pinillos. Calles e iglesia.

¿*~\' r l¿.¿>.
88A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Sotomayor y Picón, quien llegó pot tierra y agua desde


Mompox, tres años antes de morir en los brazos de su
mujer, la negra Tilbe, de Turbana. El obispo Sotomayor
cantó allí misa el lo. de enero de 1846, y fue quien
aconsejó a los habitantes cambial el nombre del pueblo
y ponerle ' 'Pinillos" en honor del generoso comerciante
don Pedro Martínez de Pinillos a quien el obispo había
conocido poco antes de empezar la revolución de la
Independencia, el fundador del colegio de San Pedro
Apóstol en Mompox. [A]
La fundación de Pinillos, allí tan cerca de nosotros,
con todo y obispo, no gustó mucho en Palomino, aun-
que todos nos conocíamos y éramos amigos, parientes
o compadres. La envidia nos fue minando. Palomino no
crecía tan rápido como Pinillos porque estaba metido
río abajo por el caño de Chicagua, no sobre la corriente
principal del Magdalena, como era el caso del nuevo
pueblo, y por lo mismo su comercio era menor. Algunas
discusiones personales (no políticas) comenzaron a
sembrar la discordia entre los pobladores principales,
especialmente entre los Gómez y el viejo Candelario
Benavides, quien resultó ser bastante ambicioso de
tierras.
La d e s b a n d a d a de los fundadores de Palomino no
tardó. Buscando la tranquilidad [en 1844], los Gómez
decidieron irse y hacer casa p e r m a n e n t e en unas islas
que habían descubierto y empezado a trabajar, llama-
das Caribe (con el Quiquizal) y Tamacos, situadas a
unas cinco leguas del pueblo hacia el oriente, por los
lados de Armenia. Allí se convirtieron en grandes
ganaderos y se quedaron hasta la muerte de Faustino
en 1887, y de Manuel un poco más tarde; la m u e r t e de
éste fue muy triste porque quedó ensartado en un palo
al caer del caballo. Estos dos hermanos tuvieron que
pelear por la posesión de las islas, primero contra el
mismo Candelario y después contra la señora Dominga
Epalza Hoyos y su hijo el doctor Pantaleón Germán
Ribón. Porque aunque habían prescrito a favor de los
Gómez esas tierras por su posesión fija, no se habían
titulado legalmente, y de allí se prendían los abogados
para hacer pleitos que no tenían fin, aprovechando las
influencias y palancas con los jueces y el gobierno.
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 88B

Martínez de la Rosa. Abundan citas de Byron, Lamartine y


Chateaubriand. El autor no sólo emplea la imaginación sino
que incluye datos históricos e investigativos —su principal
mérito, según los críticos—, como ocurre especialmente en In-
germina. Esta novela en dos tomos —cuya acción Nieto localiza
entre 1533 y 1537 y trata de los amores de una princesa india
con el conquistador Alonso de Heredia— presenta una noticia
sobre "los usos, costumbres y religión del pueblo de C a l a m a r "
(la zona indígena del norte del departamento de Bolívar). Asi
equilibra la conocida tendencia de los románticos a emplear k>
d e s p a m p a n a n t e en sus relatos: cadáveres entre las flores, tinie-
blas en torno al candil del amor, las nostalgias de Werther y las
tentaciones de Fausto, etc. También se sabe que Nieto escribió
un drama, E l hijo d e s i propio, que se representó en Cartagena
(Curcio Altamar, Bibliografía, 218).
Recordemos que Nieto fue igualmente autor de la primera
geografía regional del país. Esta curiosa e intensa preparación
literaria, geográfica, histórica y mercantil de un futuro caudillo
militar tiende a desvirtuar muchos clisés corrientes sobre dicta-
dores tropicales. A d e m á s , la actitud general de Nieto sobre este
particular resulta increíblemente modesta y sencilla. Escribe en
el prólogo de Los Moriscos: "Si no hay perfección en lo produci-
do, hay pureza e ingenuidad en los sentimientos y compasión
hacia los que sufran la misma suerte que a mí me ha cabido; sin
haber sometido mis ideas a otra clase de influencia, que a la que
proviene del convencimiento íntimo del corazón".
Y así cierra el prólogo de su Geografía: ' 'No tengo la necia
presunción de creer que ésta sea una obra maestra; pero sí
pienso que será una base muy segura para que otra pluma
verdaderamente ilustrada se ocupe en formar la historia com-
pleta de la benemérita Cartagena [...] Entonces, sin ruborizar-
m e veré mi obra descender al abismo de la nada [...] pues [la
obra] no tendrá ciertamente otro objeto que el mayor engrande-
cimiento de la patria: y para mí, ¿qué más dulce r e c o m p e n s a ? " .
Desgraciadamente, nosotros los " d e j a o s " costeños todavía
no hemos respondido totalmente a las justificadas esperanzas
del autodidacto de Baranoa 141.

4. Otros datos sobre Nieto en esta época de su vida:


Destierro de Nieto: Aparece en la lista oficial de desterrados, como
por "tiempo indefinido", publicada en la Gaceta de la Nueva Granada,
No. 560 (junio 5, 1842).
89A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Mamá Tina estaba contenta, y en Palomino nos que-


damos otro tiempo, hasta después de la epidemia del
tablón (el cólera asiático] en 1849. Ya yo tenia veinte
años y Agustín dieciocho y, como resultamos buenos
músicos, no había fiesta de la que nos perdiéramos. De
Pinillos nos llamaban a tocar, de Cañonegro, de la Cai-
m a n e r a , hasta a San Martin de Loba fuimos a parar
una vez.
Claro que el ron ñeque, o sea el tapetusa, corría en
todas partes, porque el músico sin trago no es nada.
Tiene que meterse sus petacazos para tocar bien. Pero
mi hermano y yo también queríamos aprender a leer y
escribir aceptablemente, no sólo lo poco que nos enseñó
el doctor Ponce en la escuela de Mompox y por último el
viejo Candelario. Deseábamos trabajar en otras cosas,
ver nuevos mundos, dejar de ser montunos. Asi, se nos
metió la piquiña de los viajes y el deseo de salir de los
caños por un tiempo.
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 89B

Nieto y la masonería (cont.): En Jamaica, Carnicelli, 1, 510; ceremo-


nias en Cartagena y vinculaciones entre las logias de Cartagena y
Kingston. Carnicelli, I, 55-74, 113-117; Julio Hoenigsberg, Influencia
revolucionaria de la masonería en Europa y América (Bogotá, 1944),
25-33, 180-181.
"Diccionario mercantil": Gustavo Arboleda, Historia contemporá-
nea de Colombia (Bogotá, 1919), II, 289.
Vuelta de Nieto a Cartagena en 1847: Arboleda, II, 319; nombra-
miento como coronel de la Guardia Nacional en 1850, según declara-
ción del propio Nieto en su Bosquejo histórico de la revolución que
regeneró al Estado de Bolívar (Cartagena, 1862, 22; FP. No. 2). La
trágica situación de la ciudad en esta época fue dibujada por el geógra-
fo francés Eliseo Réclus, Mis exploraciones en América (Valencia, sf),
31-38.
Relaciones entre Núñez y Nieto y con Soledad Román: Indalecio Lié-
vano Aguirre. Rafael Núñez (Bogotá, 1945), 33. 35-38, 46, 49.
Sociedad Filarmónica de Cartagena: Manuel Ezequiel Corrales, ed.,
Efemérides y anales del E s t a d o de Bolívar (Bogotá, 1892), IV, 20-21.

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