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El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de


la Edad Moderna 1

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José Julio García Arranz


Universidad de Extremadura (España)
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JANUS 3 (2014) 73-114
ISSN 2254-7290

El Physiologus como fuente gráfico-textual de la


emblemática animalística de la Edad Moderna1
José Julio García Arranz
Universidad de Extremadura

JANUS 3 (2014)
Fecha recepción: 23/03/14, Fecha de publicación: 15/05/14
<URL: http://www.janusdigital.es/articulo.htm?id=39>

Resumen
El Physiologus, recopilación de alegorizaciones cristianas extraídas de las
propiedades naturales atribuidas a ciertos animales y plantas, reales o fantásticos,
compuesta en lengua griega en algún lugar del Mediterráneo oriental -Alejandría o
Siria- entre los siglos II y IV de nuestra era, ha generado una vasta bibliografía desde
finales del siglo XIX en torno a su origen, autoría y versiones en diversos idiomas.
Sin embargo, si exceptuamos alguna honrosa excepción, aún no se había abordado
en profundidad la influencia que este opúsculo pudo llegar a ejercer en el género
literario-visual de los libros de emblemas a partir del siglo XVI. Considerado
habitualmente por la crítica como una fuente esencial de la vertiente animalística de
la Emblemática libresca, en el presente trabajo nos proponemos un examen detallado
de la verdadera incidencia que el Physiologus alcanzó tanto en las imágenes como en
las interpretaciones alegóricas de los emblemas que, a priori, parecen guardar algún
tipo de relación temática con aquel primitivo texto cristiano.

Abstract
The Physiologus, a collection of Christian allegories drawn from the natural

1 El presente trabajo se inscribe en el proyecto de investigación Biblioteca digital Siglo de


Oro IV (código FFI2012-3436), dirigido por la profesora Nieves Pena Sueiro y financiado por
el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España, en el marco del VI Plan
Nacional de I+D+i 2008-2011. De igual modo, su realización y presentación han contado con
ayudas procedentes del Gobierno de Extremadura y los Fondos FEDER a través del Grupo de
Investigación “Patrimonio&ARTE. Unidad de Conservación del Patrimonio Artístico”,
dirigido por la Dra. Pilar Mogollón Cano-Cortés, del que formo parte.
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properties attributed to certain animals and plants, real or fantastic, composed in


Greek language somewhere in the Eastern Mediterranean -Alexandria or Syria-
between the second and fourth centuries of our era, has generated a vast literature
since the late 19th century around its origin, authorship and versions in different
languages. However, except for a few honorable exceptions, had not yet been
addressed in depth the influence that this booklet was able to exert on the literary-
visual genre of books of emblems from the 16th century on. Usually considered by
critics as major source of the bookish Emblematics animalistic side, in this paper we
aim to address in detail the true impact of the Physiologus reached both in pictures
and allegorical interpretations of the emblems which, a priori, seem to keep some
kind of thematic relationship with the primitive Christian text.

Palabras clave: Physiologus, zoología clásica, naturalismo moralizante, simbolismo


animal, emblemática

Keywords: Physiologus, Classic zoology, moralizing naturalism, animal symbolism,


Emblematics

A Sofía, Sol oriens mundo

Cuando nos enfrentamos al análisis de alguno de los múltiples y


complejos aspectos del opúsculo anónimo conocido con el nombre de
Physiologus2, sorprende, en principio, la desbordante cantidad de
bibliografía generada en torno a su naturaleza y contenidos. Como ya
indicamos en otro lugar (2010: 67-71), mucho es lo que se ha escrito y
especulado acerca de su origen y autoría 3, fuentes textuales4 o

2 Tal y como han indicado diversos estudiosos, el término “Fisiólogo” no debe entenderse
sencillamente en su acepción de “naturalista” dentro del contexto del Cristianismo primitivo en
el que tuvo su origen la obra; hace referencia, con más precisión, a aquella persona que trata de
someter el mundo natural a una interpretación trascendente, moral y/o doctrinal, con el fin de
ilustrar y hacer fácilmente comprensibles determinados preceptos y dogmas de la religión. Se
trata, en palabras de Francesco Sbordone (1936: 174) de un “exégeta de la naturaleza según
los cánones de la fe cristiana”. Sobre la etimología de “Fisiólogo” vid. el pormenorizado
itinerario que nos propone Michael J. Curley (1979: X-XVI).
3 Los distintos investigadores coinciden en considerar que el texto original, en lengua griega,

fue escrito en algún lugar del Mediterráneo oriental -Alejandría o Siria- entre los siglos II y IV
de nuestra era. Parece que existe bastante unanimidad en cuanto al origen alejandrino de la
obra a causa del método alegórico que emplea y su particular orientación teológica (Wellmann,

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difusión manuscrita5. No es objeto del presente trabajo pretender


sumarnos al debate sobre tales cuestiones, tarea que permanece muy
lejos del alcance de nuestra preparación como historiador del Arte. El
propósito de las siguientes líneas se dirige, sin embargo, a calibrar el
verdadero alcance de una vertiente de la fortuna del viejo texto que,
con la excepción de algunos trabajos publicados hace ya casi dos
décadas6, entendemos no suficientemente contrastada hasta el

1930: 11-13; 112-113; Perry, 1941: 1074-1129; 1101-1104). Friedrich Lauchert, autor del
más completo estudio sobre el texto (1889: 65), considera que éste ya se encontraba en
circulación durante la primera mitad del siglo II, en tanto otros investigadores como Karl
Ahrens (1892: 17) entienden que fue originalmente escrito en algún momento del siglo IV. Si
atendemos a consideraciones de orden histórico y doctrinal, se ha propuesto como hipótesis
más plausible que el opúsculo fuera compuesto a fines del siglo II o primeros decenios del
siguiente, época en la que Orígenes se encuentra ya en activo, y se están consolidando y
difundiendo los principales movimientos gnósticos. Estamos hablando, por tanto, del mismo
ambiente cultural del que surgieron los Hieroglyphica de Horapolo -obra sobre la que después
volveremos-, y en el que se dan cita la tradición zoológica greco-latina, muy desvirtuada y
contaminada por la literatura de “maravillas”, y diversas corrientes religiosas de procedencia
oriental, en este caso cristianas, que incorporan un envoltorio alegórico a los textos paganos
con una finalidad didáctico-doctrinal.
4 De la nota anterior podemos deducir que, entre las fuentes literarias del texto, se encuentran

distintas informaciones sobre el mundo natural extraídas de los tratados históricos, zoológicos
o repertorios de maravillas precedentes -podemos reseñar aquí los escritos de Heródoto,
Aristóteles, Bolos de Mendes, Plinio, Plutarco, los dos Opianos o Eliano-, considerándose la
Physica del pseudo-Salomón y las Cyranides, siempre y cuando ambas obras sean anteriores
al Physiologus, como los referentes más inmediatos de nuestro anónimo autor.
5 Nos referimos al artículo ya clásico de Dietmar Peil (1994), y, sobre todo, a su versión inglesa

(1996), que es la que nos servirá de referencia para las sucesivas citas a este trabajo
fundamental. Como veremos más adelante, este ensayo supuso la primera respuesta crítica a la
opinión, ampliamente extendida, acerca del importante papel que la literatura hermenéutica
medieval, fundamentalmente los bestiarios y el Physiologus, desempeñó como fuente directa
de los libros de emblemas.
6 El Physiologus adquirió muy pronto un notable éxito y difusión, como demuestran las

versiones manuscritas que han llegado a nosotros en diversos idiomas: árabe, siríaco, armenio,
etíope... En el Occidente europeo se conocerá por medio de sus traducciones latinas,
probablemente iniciadas en el siglo IV o V, aunque pertenecen al VIII las más antiguas con que
hoy contamos. Estas versiones se fueron diversificando y engrosando con nuevos contenidos y
capítulos en un largo proceso de transmisión a lo largo de los siglos medievales, dando lugar a
diferencias en ocasiones importantes entre las distintas familias de manuscritos. Adiciones
procedentes de algún texto pagano -la Collectanea de Julio Solino-, o sobre todo de fuentes
cristianas -el Hexaemeron de Ambrosio de Milán, las Etimologías de Isidoro de Sevilla o el De
universo de Rabano Mauro, entre otras autoridades-, llegarán a duplicar con creces la
extensión de la obra original. Este fenómeno de evolución y “crecimiento” dará lugar, a partir
del siglo XII, a un tipo de texto diferente, de mayor complejidad, denominado de forma
genérica “bestiario”. En cuanto a las versiones ilustradas del Physiologus, la más antigua
conocida corresponde al siglo IX -Ms lat. 318 de la Burgerbibliothek de Berna, fols. 7r a 22v-,
clasificada como versio C por Florence McCulloch (1960: 24); existe edición facsimilar de

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momento: la incidencia directa o indirecta que este documento ejerció


en la literatura retórica ilustrada de la Edad Moderna, concretamente
en los libros de emblemas y empresas, para los que se ha venido
considerando como fuente de primer orden en el ámbito de la
temática animalística (González, 1987: 20-21).

1. EL PHYSIOLOGUS Y LA CULTURA ALEGÓRICA DE LA EDAD


MODERNA.

Al margen de otras consideraciones, el Physiologus es, desde el


punto de vista formal, un breve tratado organizado conforme a una
estructura que será posteriormente popularizada por los bestiarios
bajomedievales: una sucesión de pequeños apartados o capítulos, de
número variable según las versiones -las más primitivas cuentan con
cerca de cincuenta-, que exponen, a partir de una cita del Antiguo
Testamento que sirve frecuentemente de introducción7, determinados
aspectos de la “actividad natural”8 de una serie de animales o, en
menor medida, piedras o plantas, ya sean reales o imaginarios 9. A
continuación se añade una alegorización de tono didáctico-moral-
doctrinal cristiano inspirada, más o menos estrictamente, en las
observaciones naturales previas10. De este modo, los animales se
identifican con Cristo o con el Diablo, con el pecador o con el
hombre justo11. Cada capítulo se suele cerrar con una nueva sentencia
bíblica, en este caso extraída del Nuevo Testamento con el fin de

esta obra (Von Steiger y Homburger, 1964). Sobre los restantes códices miniados del tratado,
vid. Massimo Bernabó (1998: 13-14).
7 En estas anotaciones siempre se menciona al animal o ente que protagoniza el capítulo

correspondiente.
8 Con este término, reiterado en el texto, se hace referencia a las descripciones de los rasgos

físicos más llamativos, o a los relatos breves de los hábitos que caracterizan a las sucesivas
criaturas que pueblan sus páginas.
9 Como ha indicado Pilar Docampo (Docampo et al., 2000: 30), este apartado se abre

habitualmente con la fórmula convencional “El Fisiólogo dice...”, al tiempo que, al final del
capítulo, se recurre del mismo modo a la coletilla “Bien ha hablado el Fisiólogo”.
10 En el caso de algunos animales, como el león o la serpiente, el texto alegoriza hasta tres y

cuatro propiedades o “naturalezas” respectivamente, atribuidas a ambos por el autor.


11 Patricia Cox (1983: 434) ha indicado que los animales y entes naturales incluidos en el texto

representan, por medio de sus alegorizaciones, prototipos de realidades al mismo tiempo


teológicas y éticas, pero no carentes de evidentes connotaciones psicológicas, ya que a través
de las propiedades e historias que se les atribuyen, estos seres desarrollan actividades tales
como la burla o el engaño, la inversión o el disimulo, la metamorfosis, o la inclinación a matar
o devorar a otras criaturas.

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cerrar virtualmente el ciclo o tránsito de la Vieja a la Nueva Ley, que


puede aludir una vez más a la bestia en cuestión, si bien incide con
mayor frecuencia en el significado espiritual que se desprende del
relato. La disposición de los capítulos parece casi enteramente
aleatoria al alternarse diversos tipos de animales sin responder a un
agrupamiento u orden preciso, a modo de una sucesión de exempla
autónomos entre sí.
La finalidad esencial del texto aparenta ser, en consecuencia, la
de ilustrar al lector sobre determinados aspectos éticos y/o
dogmáticos de la doctrina cristiana por medio de ejemplos de
fisiología o etología animal sencillos y fácilmente comprensibles,
alejados de toda complejidad teológica; la veracidad de estos últimos
se atribuye a la autoridad de un anónimo “fisiólogo”, y se corrobora
mediante los mencionados extractos de las Sagradas Escrituras.
Maravillas y prodigios del reino animal se proponen así a los
incrédulos como prueba de las paradojas de la revelación cristiana:
Agustín de Hipona, por ejemplo, recordaba en su De Civitate Dei las
propiedades fabulosas del ave fénix o la salamandra como
demostraciones vivientes de la resurrección de la carne y de la
supervivencia de los cuerpos en el fuego infernal (Zambon, 1993: 23).
Ya hemos indicado que el largo camino de evolución y
crecimiento del primitivo texto12 desembocó, a partir del siglo XII, en
el fenómeno del bestiario literario en el Occidente europeo, si bien su
incidencia parece haberse proyectado más allá de aquel género
concreto: resulta frecuente la presencia de algunos de sus tópicos en
las enciclopedias zoológicas tardomedievales -en especial el
Speculum Maius de Vincent de Beauvais o el De propietatibus rerum
de Bartolomé el Inglés (Peil, 1996: 104 y 121)-, en la sermonística13 y
la patrística -no olvidemos que las sucesivas versiones del
Physiologus han sido atribuidas a destacadas personalidades del
pensamiento cristiano (Treu, 1993: 197-200)-, en las colecciones de
exempla, en detalles marginales de la iluminación de manuscritos o

12 Este proceso no estuvo exento de algunas dificultades. Sabemos que, a comienzos del siglo
VI, el Physiologus fue incluido entre los libros proscritos del Decretum gelasianum,
circunstancia que no parece haber impedido su difusión posterior (Treu, 1993: 200).
13 Zambon, en su introducción a la traducción italiana citada del Fisiólogo griego (1993: 18),

califica a la obra de “prontuario” general de símbolos extraídos de la Naturaleza, con el fin de


ser utilizados probablemente en sermones o escritos teológicos.

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en ciertos programas icónicos de ornamentación arquitectónica14.


Todo ello ha permitido afirmar -quizás con excesivo entusiasmo- que
nos encontramos ante uno de los textos más conocidos en la Europa
de los últimos siglos medievales15. Este proceso de difusión y su alto
grado de implantación en la cultura popular -si no del propio
Physiologus, sí de sus derivaciones tardías ya enumeradas- permitirá
que narraciones animales del mundo antiguo lleguen al Renacimiento
cargadas de un profundo y rico simbolismo de raíz cristiana 16.
Pero la pervivencia de una obra de estas características en la
Edad Moderna no fue posible gracias tan sólo a su amplia
popularidad: respondió, de forma más precisa, a la concreción de
determinados factores culturales e ideológicos favorables a su
recepción, estrechamente interrelacionados, que se generalizan
durante los siglos XVI y XVII.
En primer lugar, hemos de reseñar el gusto por la tradición
hermética que se detecta, desde los años finales del siglo XV, en
ciertos contextos humanistas neoplatónicos, y que resulta propiciado
por el “descubrimiento” y difusión de los Hieroglyphica de Horapolo,
único manual de la Antigüedad destinado a la descripción e
interpretación de jeroglíficos egipcios que ha llegado completo hasta
nuestros días. Las ediciones impresas de este libro a partir de 1505
(Venecia, Aldo Manuzio) fue punto de partida para la aparición de
una variopinta serie de tratados de naturaleza simbólica -entre los que
pueden mencionarse nuevas recopilaciones comentadas de supuestos
ideogramas egipcios, repertorios de símbolos o alegorías y libros de
emblemas y empresas-, moda que se difunde por toda Europa y
pervive con cierta vitalidad hasta el siglo XVIII. Interpretados los

14 Este hecho resulta bien conocido desde hace tiempo (Schultze, 1897: 49-55).
15 F. N. M. Diekstra (1985: 142), por ejemplo, indica que, pese a su escasa extensión, se trata
del gran libro de referencia del simbolismo natural cristiano, así como el responsable de
algunos de los motivos más perdurables de la iconografía cristiana. En esta misma línea
Francesco Sbordone (1949: 246) señala que, probablemente durante toda la Edad Media, el
Fisiólogo latino fue el manual zoológico-alegórico por excelencia en la Europa occidental,
obteniendo una acogida incluso superior a la que el Fisiólogo griego alcanzó por las mismas
fechas en el mundo oriental y bizantino.
16 Sobre el papel del Physiologus como fuente del simbolismo animal del Renacimiento, vid. la

monografía de Simona Cohen (2008: 3-8); esta autora alude igualmente al carácter del texto
como inspirador de la literatura de emblemas, singularmente en los repertorios de Joachim
Camerarius (2008: 39 y 42-43), sustentándose para ello en las conclusiones de los trabajos ya
mencionados de Dietmar Peil.

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jeroglíficos como un testimonio de exégesis simbólica de la


Naturaleza anterior al advenimiento del Cristianismo 17, no debe
extrañar que toda la producción literaria derivada de aquellos viejos
ideogramas sea muy pronto sometida a una intención de conciliar la
tradición hermética antigua con la alegorización cristiana medieval 18.
Tal confluencia permitió que estos “pseudojeroglíficos humanistas” -
en los que el mundo natural alcanza un considerable protagonismo- se
revistieran muy pronto de un tinte didáctico-moral, y dejaran de ser
oscuros juegos eruditos de ingenio para convertirse en un recurso más
al servicio de la propaganda doctrinal eclesiástica o política del
Estado Moderno.
Este proceso de instrumentalización ideológica debe entenderse
en el contexto de un segundo factor que acaba por impregnar a toda la
cultura simbólica moderna: la recuperación del naturalismo
trascendente y moralizante, entendido éste como la dimensión
simbólica y alegórica que Dios concedió a todas las criaturas de la
Creación con el fin de revelar, a través del profundo conocimiento y
correcta interpretación de sus costumbres y propiedades, ejemplos
morales de conducta al tiempo que vías de aproximación cognoscitiva
a Sus divinos propósitos. Este enfoque perceptivo de la realidad
circundante, muy extendido en el pensamiento cristiano medieval,
vuelve a cobrar vigencia en los últimos decenios del siglo XVI gracias
al impulso generado por los preceptos emanados del Concilio de
Trento, y arraiga con especial vitalidad en el contexto de la
tratadística sacra. Los planteamientos del Physiologus o los bestiarios

17 Los humanistas del siglo XVI, fundamentándose en diversos testimonios de la Antigüedad


tardía, concebían los antiguos jeroglíficos egipcios como ideogramas dotados de arcanos y
recónditos significados morales y religiosos, usados por los viejos sacerdotes como un código
secreto para cifrar de forma hermética la sabiduría divina que les había sido revelada.
18 El Physiologus es, en realidad, un ilustre precedente de esta peculiar intersección. Algunos

autores, como Francesco Zambon (1993: 24-27), entienden que el Physiologus debe valorarse
como un “raro y precioso” testimonio literario del proceso de conjunción de la doctrina
cristiana y la tradición mistérica de griegos y egipcios. Desde esta óptica, el anónimo autor de
la obra sería el “equivalente cristiano” de los especuladores coetáneos sobre simbolismo
iniciático helenístico, cuyas principales aportaciones, una serie de tratados relativos a las
propiedades terapéuticas de piedras, plantas y animales, serían posteriormente agrupadas y
atribuidas a la autoridad del mítico Hermes Trismegisto. El más célebre superviviente de este
corpus son las Cyranides, pintoresca mezcla de doctrina tradicional y recetarios de magia
vulgar, posible inspiradora del Physiologus gracias a su presentación de las propiedades,
poderes y virtudes de las criaturas, de sus atracciones y propiedades, como una revelación
divina destinada al provecho del hombre, a la vez que una muestra de Su infinita sabiduría.

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se presentan a los ojos de la Iglesia católica moderna como un recurso


didáctico de gran eficacia a la hora de ejemplificar, fundamentar y
difundir entre una feligresía iletrada aquellos dogmas de fe puestos en
tela de juicio por las diatribas protestantes. Ello explica que, al
tiempo que se edita buena parte de la literatura alegórica medieval,
proliferen los tratados compuestos por eclesiásticos acerca de la
naturaleza moralizada de los seres irracionales, algunos de ellos
catalogables como auténticos “bestiarios modernos” (García, 2002:
269-286), para su empleo preferente como repertorios de sermones o
exempla.
A esta visión alegorizada y edificante de la Naturaleza,
reactivada gracias a la confluencia de ambos factores -renacimiento
de un pseudo-hermetismo ancestral y pervivencia de la concepción
trascendente de la Naturaleza- acabó por rendirse también, junto con
el resto de subgéneros afines, la literatura emblemática. Es por ello
por lo que jeroglíficos, emblemas y divisas dejan muy pronto de ser
patrimonio exclusivo de eruditos, académicos y humanistas para
revestirse de un carácter edificante predominante: puede afirmarse
que ya en el Emblematum liber de Andrea Alciato -su editio princeps
data de 1531- la tradición literaria antigua se encuentra salpicada de
ciertas dosis de didactismo medieval. La finalidad formativa que
envuelve progresivamente a aquella literatura retórico-alegórica será
pronto aprovechada por las distintas esferas de poder, en especial las
instituciones eclesiásticas, que descubren en estas obras ilustradas un
medio tremendamente efectivo para la propagación de sus ideas 19.
Los animales, portadores desde los inicios del Cristianismo de ricas
connotaciones simbólicas y morales, descuellan de igual modo -y ello
es síntoma de las afinidades del emblema con el ars oratoria
eclesiástica- como uno de los tópicos preferentes de la cultura
emblemática, hasta llegar a erigirse en protagonista exclusivo de
algunos de sus tratados.
Todo este clima justifica la aparición de ediciones impresas del
Physiologus ya desde finales del siglo XV: recordemos la de Colonia,
Heinrich Quentell, 1492, correspondiente a la traducción latina

19Mario Praz (1989: 195-232) trata con amplitud del empleo de los emblemas como arma de
propaganda de la Compañía de Jesús y de otras órdenes religiosas al servicio de los ideales
contrarreformistas.

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atribuida al obispo Teobaldo, abad de Montecasino en el siglo XI20.


El teólogo y humanista español Gonzalo Ponce de León tradujo al
latín la versión griega atribuida a Epifanio de Salamis -obispo de
Constancia en el siglo IV-, trabajo que vio la luz en Roma, como
edición bilingüe con comentarios y grabados, en el año 1587 [Figura
1]21. Gozaría de tal éxito que vuelve a publicarse en Amberes
(Plantino), con ilustraciones de mejor calidad realizadas por Van der
Borcht [Figura 2], al año siguiente, y, de nuevo en Roma, en 1601 22.
Por su parte, el jesuita francés Nicolas Caussin incluye en sus
Electorum Symbolorum et Parabolarum historicarum syntagmata otra
traducción latina comentada del Physiologus Epiphanii, que aparece,
no por casualidad, junto a los Hieroglyphica de Horapolo y Clemente
de Alejandría. Ello evidencia, por un lado, la implícita afinidad de
unos escritos tan diversos en su naturaleza y propósito, pero
procedentes de un mismo ambiente cultural; por otro, constatan la
amalgama de textos diversos que, de forma indiscriminada y sin una
metodología crítica, cobraron protagonismo y contribuyeron a
configurar la particular cultura retórica visual de la Edad Moderna. A
la primera edición de París, Roman de Beauvais, 1618, siguieron
otras, con el título De symbolica Aegyptiorum Sapientia en Colonia,
Ioannes Kinchius, 1622, en París (1634 y 1647), o una traducción
española parcial de Francisco de la Torre, impresa en Madrid ya en el
año 1677 (Praz, 1964: 301-302).

20 Sobre el texto del obispo Teobaldo puede consultarse la siguiente bibliografía: Phisiologus
Theobaldi de naturis duodecim animalium. (COLOFON:) Impressus per Henricum Quentell
in sancta civitate Coloniensi (1492); o las monografías de Alan Wood Rendell (1928) o P. T.
Eden (1972).
21 Sancti patris nostri Epiphanii Episcopi Constantiae Cypri ad Physiologum, Romae, apud

Zannettum & Rustinellum, 1587. El profesor Santiago Sebastián López llevó a cabo una
edición crítica de la traducción castellana de los textos latinos realizada por Francisco Tejada
Vizuete (1986).
22 Al mismo tiempo que aparecen estas ediciones, en la Italia de los siglos XV y XVI, como ha

puesto de manifiesto la investigadora Xenia Muratova (1982: 327-340), se mantiene aún una
arraigada tradición de transmisión manuscrita de las versiones griegas del texto.

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Fig. 1. Epifanio de Salamis (atribuido), Ad Physiologum. Romae, 1587. Portada.

Fig. 2. Epifanio de Salamis (atribuido), Ad Physiologum. Antuerpiae, 1588. Retrato de


San Epifanio.

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2. EL PHYSIOLOGUS Y LOS EMBLEMAS.

La incidencia del primitivo texto cristiano en la concepción de


emblemas y empresas impresos parece, a primera vista, amplia: son
frecuentes los motivos o episodios animalísticos recogidos en la
tratadística ilustrada moderna coincidentes con los descritos en los
capítulos de aquel opúsculo. Como apuntara Dietmar Peil (1996:
103), ya Arthur Henkel y Albrecht Schöne pusieron de manifiesto en
su monumental manual Emblemata (1976: xv) el importante papel
que, en opinión de ambos, desempeñaron los bestiarios y herbarios, y
concretamente el Physiologus a través de su traducción latina, en la
conexión entre la tradición emblemática moderna y el pensamiento
simbólico de la Edad Media. De este modo, concluían aquellos
autores que “Muchas res pictae de los libros de emblemas pueden ya
ser encontradas en el Physiologus”, sugiriendo que este tratado
constituyó una fuente de inspiración similar en importancia a los
Hieroglyphica de Horapolo. Bien es cierto que, algo más adelante,
Henkel y Schöne matizaron un tanto estas afirmaciones al añadir que
no en todos los casos puede considerarse al primitivo opúsculo como
la fuente directa de un emblema pues, en algunas ocasiones, las
picturae emblemáticas pueden fundamentarse, no en las
descripciones de aquél, sino en alguna referencia procedente de la
Biblia o de la Antigüedad clásica cuyos contenidos puedan resultar
coincidentes. Sin embargo -seguimos con Peil- la crítica posterior
ignoró tales reservas, insistiendo una y otra vez en la notable huella
que los textos ilustrados medievales con un talante más o menos
“científico”, entre los que se incluye el Physiologus, imprimieron
aparentemente en el género emblemático (Heckscher y Wirth, 1967:
125; Sulzer, 1987: 1386).
Sin embargo, si examinamos en detalle los epigramas o
comentarios en prosa de los emblemas, puede comprobarse que las
alusiones explícitas al Physiologus como fuente son casi
excepcionales23. Los emblematistas recurrirán con más frecuencia y
de forma directa a las narraciones zoológicas de la Antigüedad
23 Peil (1986: 105), por ejemplo, tan sólo ha localizado alusiones directas a la versión de
Epifanio en los Symbola et emblemata de Joachim Camerarius -tres citas, todas ellas a partir
de la tercera centuria dedicada a las aves-, en el Mundus Symbolicus de Filippo Picinelli -otras
tres citas, detectadas en la ed. de Colonia, 1687-, y una más en los emblemas ético-políticos de
Julius Wilhelm Zincgref.

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grecolatina -en especial a las noticias de Aristóteles, Plinio, Eliano o


Plutarco- que, a su vez, pudieron inspirar al anónimo autor o autores
del Physiologus. Por su parte, los escritos patrísticos que asimilaron
las alegorías doctrinales propuestas por aquel viejo tratado, también
muy difundidos gracias a la imprenta en los siglos XVI y XVII,
aportarán la dimensión moralizante y teológica que falta en los relatos
paganos. No debemos olvidar, por último, la frecuente recuperación
por parte de los emblematistas de tópicos y temas ya empleados en
emblemas precedentes, proceso que propicia la actualización de las
interpretaciones alegóricas, ya divergentes de las medievales, y el
olvido progresivo de sus fuentes originales. Por todo ello las vías de
recepción del Physiologus en la emblemática serán, por regla general,
indirectas y sometidas a filtros y manipulaciones de diversa índole.
En este sentido, coincidimos plenamente con las conclusiones del
profesor Peil (1986: 121), quien, partiendo esencialmente de un
pormenorizado análisis del viejo tópico de la renovación del águila
anciana en varios repertorios selectos de emblemas -aquellos de
Camerarius, Junius, Schoonhovius o Picinelli-, demuestra que los
motivos conocidos únicamente a través de la tradición del
Physiologus resultan verdaderamente escasos en el género
emblemático, y que ciertos motivos presentes en aquel opúsculo han
pasado a los emblemas a través de una vía secundaria, como las
enciclopedias medievales, los “respetables” textos patrísticos o
directamente de la literatura naturalista de la Antigüedad clásica,
siempre en el caso de aquellos episodios coincidentes temáticamente
con los contenidos del texto alegórico cristiano.
Recogiendo el guante arrojado por Peil24, vamos a extender el
estudio de esta problemática a un mayor número de libros de
emblemas, y a asumir al mismo tiempo el análisis de las distintas
posibilidades atendiendo por separado a dos aspectos fundamentales
coincidentes con sendos componentes básicos del emblema. En
primer lugar, indagaremos en la posible incidencia de los relatos del
Physiologus en la concepción de las imágenes o picturae de la
emblemática ilustrada. A continuación, abordaremos la pervivencia
del viejo texto animalístico en las interpretaciones morales o

24 El investigador alemán finalizaba su excelente ensayo (1986: 121) proponiendo que la


investigación se extendiera a un mayor número de tratados emblemáticos, esencialmente los
repertorios italianos de imprese, con el fin de confirmar -o refutar- sus conclusiones.

JANUS 3 (2014)
El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de la Edad Moderna. 85

doctrinales desarrolladas en epigramas y comentarios o


“declaraciones” de los libros de emblemas, con las que, igual que
sucede en el propio Physiologus o en los bestiarios, se precisa, aclara
o justifica el significado otorgado a los motivos o escenas
representados en las ilustraciones25. Como texto de referencia
utilizaremos el Physiologus latinus versio Y, que, pese a no ser la
variante más difundida en el Occidente medieval, o la de mayor
trascendencia en la evolución posterior del opúsculo26, sí constituye la
traducción latina más extensa en cuanto al número de capítulos -49-,
así como una de las más primitivas y próximas al original griego 27.

2.1. Incidencia del Physiologus en las picturae emblemáticas.

En nuestra opinión, y de forma necesariamente muy


panorámica, se pueden trazar dos posibles itinerarios:
a. Algunos de los relatos contenidos en el Physiologus
resultaron traducidos en imágenes en las distintas versiones
iluminadas del texto que se fueron componiendo, al menos, desde el
siglo IX. Tales representaciones, y otras que se incorporan con
posterioridad, alcanzaron un cierto grado de concreción iconográfica
y difusión gracias a los bestiarios y las enciclopedias ilustradas que
proliferan a partir del siglo XII, obras que en algunos casos serán
también impresas a fines del siglo XV o inicios del siguiente. Se
generan de este modo motivos o composiciones de tema animalístico,
en ocasiones de profundo arraigo en el imaginario cristiano, cuya
presencia resulta también frecuente en otras manifestaciones
iconográficas y plásticas -escultura monumental, pintura, artes

25 Hemos de señalar aquí que una diferencia básica existente entre el Physiologus o los
bestiarios medievales y los libros de emblemas y empresas radica en que los primeros se
limitan a alegorizar los rasgos físicos o el comportamiento del animal o animales reproducidos
en la ilustración, en tanto que, en la literatura emblemática, el objetivo consiste en clarificar
mediante los epigramas y/o comentarios en prosa -las “declaraciones”- la tensión significativa
establecida entre la imagen o pictura y el correspondiente lema o mote -breve sentencia
conceptuosa escrita habitualmente en latín-, por ser ambos componentes, gráfico y textual,
imprescindibles para la correcta interpretación del símbolo; tal circunstancia no se da en los
libros de bestias medievales, pues las citas bíblicas que se insertan en estos últimos no
desempeñan la misma función que el mote del emblema.
26 Tal honor corresponde a la versión B del Fisiólogo latino, como indica Pilar Docampo

(Docampo et al., 2000: 31-32).


27 De esta versión, además de las ediciones ya clásicas de Francis J. Carmody (1941: 95-134;

1953), contamos con traducción española ampliamente conocida (Guglielmi y Redin, 1971).

JANUS 3 (2014)
86 José Julio García Arranz

industriales y decorativas...-, hasta alcanzar una notable divulgación


con la explosión ornamental que experimentaron las artes en el
Gótico final y los albores del Renacimiento. Muchas de estas
imágenes bajomedievales serán también recuperadas para ilustrar el
amplio aparato gráfico de los libros de emblemas, si bien fueron
diversas las vías por las que se encauzó el proceso de recepción, y
diversos por tanto los resultados a que dieron lugar. Sin ánimo de ser
exhaustivos, vamos a analizar a continuación algunas de estas
variables.
a.1. En diversos emblemas se reproducen con bastante fidelidad
ilustraciones medievales inspiradas de forma más o menos estricta en
las descripciones del Physiologus. La literatura retórica ilustrada de la
época moderna sigue representando al pelícano con el aspecto
convencional de gran ave de anatomía indeterminada, más próxima a
un gran águila que a un onocrótalo (García, 2010: 655ss), y la ígnea
salamandra conserva el carácter multiforme medieval (García, 1990:
53-68) -si bien en ambos casos parece establecerse una línea divisoria
consciente entre sus versiones “literarias” tradicionales y las
representaciones “realistas” del animal-. Algunas composiciones o
escenas emblemáticas son también muy similares a las que
reproducen los bestiarios. Las imágenes del castor que se emascula
ante la amenazante presencia de cazadores y perros para desprenderse
de sus testículos de gran valor medicinal (McCulloch, 1960: 95;
Payne, 1990: 32; George y Yapp, 1991: 59-60)28, las del erizo que
transporta hacia su madriguera frutos clavados sobre sus púas en tanto
otros congéneres se revuelcan para ensartarlos (McCulloch, 1960:
124-125; Payne, 1990: 59; George y Yapp, 1991: 62-63)29 [Figuras 3 y

28 Emblemas con este motivo pueden encontrarse en Andrea Alciato (1536: 91v, Aere
quandoque salutem redimendam); Geffrey Whitney (1586: 35, Aere quandoque salutem
redimendam); Paolo Giovio (1574: 156, Anatki); Sebastián de Covarrubias Orozco (1610: III,
emb. 17, 217r, Quod superest tutum); Giovanni Ferro (1623: II, 194, Vitam potius); Albert
Flamen (1658: 89, Tu quoque si qua nocent abiice); o Joachim Camerarius (1595: emb. 93,
101r, Ulcisci haud melius). Sobre las fuentes clásicas de éste y de los restantes tópicos
emblemáticos del castor, resulta muy ilustrativa la aproximación de Gema Senés Rodríguez
(2011).
29 En cuanto a las picturae emblemáticas con el motivo del erizo, vid. Claude Paradin (1567:

140, Magnum vectigal); Sebastián de Covarrubias Orozco (1610: I, emb. 39, 39r, Comer y
llevar); Zacharias Heyns (1625: 45r, Ignavis nulla corona datur); Nicolaus Taurellus (1617:
emb. 7, Bello haec & pace juvabunt); o Joachim Camerarius (1595: emb. 85, 93r, Non solum
nobis).

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El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de la Edad Moderna. 87

4], o las del zorro que finge estar muerto para atraer hasta sí a las aves
carroñeras que pretende capturar por sorpresa (McCulloch, 1960: 119-
120; Payne, 1990: 45; George y Yapp, 1991: 70-71)30, presentan un
tratamiento icónico con evidentes similitudes entre las obras
ilustradas medievales y las modernas31.

Fig. 3. Erizos recogiendo frutos con las púas. Bestiario latino c. 1230,
ms Royal 12 F xiii, fol. 45r, British Library (Londres).

30 Emblemas con el motivo visual del zorro se encuentran en Giovanni Ferro (1623: II, 724,
Rapit et devorat astu); o Andrea Maximiliano Fredro (1660: emb. XII, 347, Non auceps nisi
dormiat).
31 Somos conscientes, no obstante, de que en algunos casos estas coincidencias pueden

responder sencillamente a la casualidad -no resulta extraño que existan similitudes entre dos
ilustraciones ajenas entre sí que reproduzcan un mismo episodio o pasaje literario, en especial
si se trata de acontecimientos tan simplistas como los relatados en el Physiologus-, y no a un
proceso de derivación o incidencia.

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88 José Julio García Arranz

Fig. 4. Erizos recogiendo frutos con las púas. Nicolaus Taurellus,


Emblemata physico-ethica, Noribergae, 1617, emblema 7.

Atención particular merece el hecho de que ciertas ilustraciones


de los bestiarios muestren una disposición narrativa de concepción
típicamente medieval al reunir dentro de una sola viñeta dos o más
momentos de una misma historia mediante la simple yuxtaposición de
las distintas imágenes. En algún caso este modo de representación
será imitado en la emblemática: un buen ejemplo lo constituye el
doble pasaje formado por el violento coito oral de las víboras, en el
que el macho resulta decapitado -castrado según el Physiologus latino
(Guglielmi y Redin, 1971: cap. 12, 48)-, y el posterior parto de la
hembra, momento en que los viboreznos rasgan abruptamente el
costado o el vientre de su madre para poder salir al exterior 32. Un
emblema de Jean Mercier (1592: 31v, Quod fecit, patitur/ Quod tibi

32 En algunas ilustraciones de los bestiarios ambos actos -cópula y parto- se producen de forma
simultánea. Beatriz Antón (2009) nos brinda un completísimo repaso de las fuentes literarias y
gráficas del tópico del “apareamiento oral” de las víboras desde la Antigüedad hasta el
Renacimiento -incluyendo la correspondiente mención al Physiologus-, y un pormenorizado
tratamiento del mismo en los repertorios emblemáticos neolatinos de Sambucus, Junius,
Camerarius y Schoonhovius.

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El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de la Edad Moderna. 89

non optes fieri, ne feceris ulli) recoge, a imitación de los bestiarios


(McCulloch, 1960: 183-184; Payne, 1990: 85; George y Yapp, 1991:
198), ambas escenas, que se desarrollan de forma simultánea en un
mismo grabado [Figura 5].

Fig. 5. Jean Mercier, Emblemata [Bourges, 1592], fol. 31v.

Pero resulta más habitual el hecho de que los emblematistas, en


busca de una simplicidad visual que se da especialmente en las
picturae de empresas y divisas, descompongan aquellas iluminaciones
medievales y seleccionen el episodio que pueda considerarse más
representativo de la narración animalística en cuestión, o que mejor se
adapte a su propósito didáctico o moralizante. De esta manera, en
unos tratados se representa tan sólo de forma visual el coito33 y, en

33Encontramos ejemplos en Hadrianus Junius (1569: emb. 38, 44, Femina improba);
Emblemata Anniversaria Academiae Altorfinae (1597: 28v, Mentis venus improba clades); o
Paolo Maccio (1628: emb. 29, 121, In dissidium maritale).

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otros, el violento parto de la víbora34 como momentos culminantes


del mencionado relato, aunque algunos autores35 terminen incluyendo
ambas escenas por separado en sendos emblemas independientes a lo
largo de sus obras, explotando así las distintas posibilidades
significativas que ambas acciones nos ofrecen. Este mismo fenómeno
puede advertirse, entre otros ejemplos, en el proceso ritual de
renovación física a que se someten las águilas cuando éstas empiezan
a experimentar ciertos síntomas de envejecimiento. En tanto
numerosas ilustraciones medievales reúnen en una sola viñeta varias
de sus fases (McCulloch, 1960: 113-115; Payne, 1990: 62; George y
Yapp, 1991: 142-143) [Figura 6], los emblematistas centran nuestra
atención, bien en el vuelo ascendente que el ave emprende hacia el
sol para quemar sus viejas plumas [Figura 7], bien en su
reconstituyente inmersión en un manantial de agua pura, bien en el
modo en que la rapaz golpea su curvado e inservible pico contra una
roca para desprenderse de él y poder volver a alimentarse sin
dificultad36 [Figura 8].

34 Por ejemplo, en Théodore de Beze (1580: emb. XXXII); Guillaume de La Perrière (1553:
65); Gabriele Simeoni (1574: 214, Ingratis servire nefas); Juan Francisco de Villava (1613:
emp. 25, 49r, Sit haec tibi gratia partus); Hernando de Soto (1599: 5v, Patris offensio,
filiorum ultio); Jacobus Typotius (1602: 64, Ingratis servire nefas; divisa del cardenal
Francisco de Mendoza); 110, Hac natam me ratio necat; divisa de Margarita, esposa de Felipe
el Audaz, Duque de Burgundia y Brabante).
35 Joachim Camerarius (1604: emb. 90, 91r y v, Venus improba; emb. 91, 92r y v, Suo

premitur exemplo); Florentius Schoonhovius (1618: emb. 47, 142, Voluptatis praemium;
emb. 51, 153, Iusta ultio); o Giulio Cesare Capaccio (1592: I, 9r, sin lema; II, 59r, Ante paris
quam concipis).
36 La versión Y del Physiologus latino (Guglielmi y Redín, 1971: cap. 8, 46) describe tan sólo

el modo en que el ave se desprende de su viejo plumaje ante el calor del sol y se baña a
continuación tres veces en un manantial, alusiones a la renovación espiritual que se obtiene por
medio del sacramento del bautismo. El detalle de cómo el águila golpea su viejo y curvado pico
con una roca para desprenderse de él fue difundido a partir del Physiologus griego atribuido a
Epifanio -cap. 6, p. 39 de la ed. cit. de Santiago Sebastián López (1986)-. En cuanto a los
emblemas cuyas picturae reproducen alguno de estos episodios, han sido reunidos y analizados
en nuestra monografía sobre ornitología emblemática (García: 2010, 148-154). Ya hemos
mencionado el documentado repaso que Dietmar Peil (1996: 105-110) nos ofrece igualmente
de las fuentes y emblemas de este asunto en relación con la tradición textual y visual del
Physiologus.

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Fig. 6. Diversos momentos de la renovación del águila. Bestiario latino c. 1255,


ms Harley 4751, fol. 35v, British Library (Londres).

Fig. 7. Águila volando hacia el sol para despojarse de sus plumas viejas. Juan de Borja,
Empresas morales, Brusselas, Francisco Foppens, 1680, I parte, p. 13.

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Fig. 8. Águila golpeando su viejo pico contra una roca. Joachim Camerarius, Symbolorum et
Emblematum ex volatilibus et insectis, Noribergae, 1596, emblema 16.

a.2. En otras ocasiones, pueden producirse variaciones en


ciertos detalles de los grabados emblemáticos respecto a las imágenes
medievales que les sirven de inspiración, manteniéndose al mismo
tiempo otros rasgos propios de aquéllas; ello suele ser consecuencia
de las frecuentes alternativas que los emblematistas introducen en las
alegorizaciones y enseñanzas originales del Physiologus o de su
tradición medieval. Buena muestra de ello es el fabuloso
comportamiento atribuido a la pantera: según la versión latina Y, tras
comer copiosamente y hacer la digestión con un reparador sueño de
tres días, el feroz animal procede a difundir su aliento perfumado
entre las demás criaturas37. En las iluminaciones de los bestiarios el
felino aparece representado como cuadrúpedo de anatomía poco
definida y piel moteada multicolor, ante cuya presencia acude todo
tipo de animales (McCulloch, 1960: 148-149; Payne, 1990: 43;
George y Yapp, 1991: 53-54) [Figura 9]. Simboliza de este modo el

37 Physiologus latinus versio Y (Guglielmi y Redín, 1971: cap. 29, 68-69).

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felino a Cristo -Physiologus38- o al buen predicador que, con la


dulzura de sus palabras, consigue convocar a su alrededor a gran
cantidad de fieles (Panunzio, 1963: I, 90-92, manuscrito A). En
algunas ocasiones la escena se acompaña de una serpiente o dragón,
imagen del demonio, única criatura que no puede soportar las buenas
nuevas del Salvador y huye a las tenebrosas profundidades de la tierra
(Malaxecheverría, 1986: 28-34). Sin embargo, al trasladarse a algunos
libros de emblemas, esta historia altera su significado y se convierte
en alegoría de la mujer lasciva que atrae a los jóvenes inadvertidos
mediante sus fraudulentos encantos39, o de la necesidad de conservar
la buena fama40. En los correspondientes grabados se representa a la
pantera -que adquiere al mismo tiempo un aspecto más realista-
ocultando la cabeza entre unos matorrales para disimular así su
verdadera naturaleza en tanto se aproximan los diversos animalillos,
cautivados por su aroma e ignorantes del engaño [Figura 10].

Fig. 9. Pantera atrayendo a los demás animales con su aliento. Bestiario latino c. 1255,
ms Harley 3244, fol. 37r, British Library (Londres).

38 Al resucitar de entre los muertos tras tres días en el sepulcro -situación alegorizada mediante
el largo descanso de la pantera saciada-, Cristo difundió la sabiduría de su palabra y su
mensaje de paz entre todos los hombres como si se tratara de un suave y agradable aroma.
39 Joachim Camerarius, (1595: emb. 37, 45r y v, Allicit ut perimat); Giovanni Ferro (1623: II,

540, Allicit et devorat); Augustin Chesneau (1657: emb. 48, 351, Latet quam pellit, patet
quam pellicit); o Emblemata Anniversaria Academiae Altorfinae..., (1597: 112v, Allicit ut
perimat).
40 Carlo Labia (1692: símbolo 35, 392, Impleta est ex odore); o Pierre Le Moyne (1666: 379,

Allicit et conficit).

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Fig. 10. Pantera ocultando su cabeza a los animales que atrae. Joachim Camerarius,
Symbolorum et Emblematum ex animalibus quadrupedibus, Noribergae, 1595, emblema 37.

Algo semejante sucede con la historia del monoceros o


unicornio. Los bestiarios medievales se limitan a reproducir, en líneas
generales, las observaciones del Physiologus: el fabuloso animal,
astuto y huidizo, tan sólo puede ser capturado con la inestimable
colaboración de una joven doncella, en cuyos brazos se recuesta y
adormece41. El unicornio se representa, pues, apoyado en el regazo de
la dama mientras los cazadores -esto es ya añadido de los bestiarios-
lo lancean y le dan muerte (McCulloch, 1960: 179-183; Payne, 1990:
26-27; George y Yapp, 1991: 87-88) [Figura 11]. La interpretación
cristológica con que el Physiologus reviste a la bestia -la imagen
representa la encarnación del Salvador en el seno de la Virgen María
y su ulterior sacrificio por el género humano- se transforma una vez
más al trasladarse al ámbito emblemático. Será ahora símbolo de la
vida casta y pura y, por consiguiente, su tratamiento iconográfico
experimenta sensibles cambios: continúa el animal recostado en el
seno de la doncella aunque los cazadores desaparecen, sustituidos
aquí por unas serpientes y otros animales ponzoñosos, imagen de
vicios y tentaciones, que huyen reptando incapaces de enfrentarse a

41 Physiologus latinus versio Y (Guglielmi y Redín, 1971: cap. 35, 74-75).

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tan deslumbrante icono de amor casto y honesta virtud 42 [Figura 12];


en otra versión del emblema43, la candorosa virgen procede a cubrir al
unicornio con el velo de la pureza.

Fig. 11. Cazador clavando su lanza en el unicornio que duerme en el regazo de una doncella
desnuda. Bestiario latino c. 1230, ms Royal 12 F xiii, fol. 10v, British Library (Londres).

Fig. 12. Animales ponzoñosos huyendo del unicornio y la doncella. Joachim Camerarius,
Symbolorum et Emblematum ex animalibus quadrupedibus, Noribergae, 1595, emblema 13.

42 Joachim Camerarius (1595: emb. 13, 21r y v, Hoc virtutis amor).


43 Augustin Chesneau (1657: emb. 55, 393, Feritas cadit obruta velo).

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a.3. Una tercera posibilidad radica en la circunstancia de que las


especies animales reproducidas en las ilustraciones medievales
pueden adquirir un aspecto más naturalista al saltar a la literatura de
emblemas, aunque se inserten en esquemas compositivos o narrativos
que aún evidencian ciertas persistencias tradicionales. Ello será
consecuencia de un más exacto conocimiento del entorno natural,
propiciado tanto por las investigaciones y exploraciones que tienen
lugar a lo largo del siglo XVI, como por la progresiva implantación de
una metodología experimental en los procesos de investigación
naturalista, que fueron relegando la tiranía de la auctoritas o la
tradición libresca a ciertos reductos de la literatura doctrinal y
edificante. Se publican voluminosas enciclopedias zoológicas -
recordemos la del francés Pierre Belon, la del suizo Conrad Gesner o
la del boloñés Ulysses Aldrovandi- cuyas abundantes ilustraciones, en
ocasiones diseñadas y grabadas por afamados artistas, reproducen por
regla general modelos tomados del natural, y contribuyen a difundir
una imagen más fideligna y verosímil de la fisonomía de las distintas
especies, incluidas las más exóticas. La literatura retórica ilustrada no
será insensible a esta naciente revolución científica: la víbora, el áspid
o la serpiente dejan de ser reptiles bípedos o criaturas aladas (Payne,
1990: 85-91) [Figura 13] para recuperar en los emblemas su condición
de ofidios reptantes44; y el cocodrilo y el ichneumon -o ydrus según
los bestiarios-, animales siempre enfrentados, si atendemos a los
relatos de la zoología clásica, a causa de su eterna enemistad, ya no se
conciben como extraños híbridos (McCulloch, 1960: 106-108; Payne,
1990: 22-23; George y Yapp, 1991: 98-99), y adquieren una
morfología mucho más ajustada a sus modelos naturales [Figura
14]45.

44 Son muy abundantes los emblemas dedicados a estos reptiles; pueden verse numerosos
ejemplos en repertorios como los de Arthur Henkel y Albrecht Schöne (1976: 629-662) o
Antonio Bernat Vistarini y John T. Cull (1999: 112, 720-722 o 811-812).
45 Joachim Camerarius (1595: emb. 99, 107r, Nusquam tuta tyrannis); Giovanni Ferro (1623:

II, 410, Dormiens excipit hoste); Antonius à Burgundia (1631: emb. XXI, 140, Mordentque,
necantque blanditiae).

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Fig. 13. Áspid tapando sus oídos para no escuchar las palabras del predicador. Bestiario latino
c. 1255, ms Harley 3244, fol. 61v, British Library (Londres).

Fig. 14. Cocodrilo enfrentado al ichneumon. Joachim Camerarius, Symbolorum et


Emblematum ex animalibus quadrupedibus, Noribergae, 1595, emblema 99.

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98 José Julio García Arranz

b. Sin embargo, en contraste con los ejemplos que acabamos de


enumerar, existen también pasajes del Physiologus -no demasiados-
que no gozaron de concreción iconográfica durante los siglos
medievales, pero que serán, sin embargo, recuperados para el diseño
de ciertas imágenes emblemáticas. La no existencia de modelos
anteriores de referencia obligará a los grabadores a improvisar tales
motivos, que serán después "prestados" de unos emblematistas a
otros. Ello puede observarse, por ejemplo, en la imagen del elefante
que, para poder dormir -de acuerdo con la creencia tradicional de que
el gran mamífero carece de articulaciones en las rodillas-, se ve
obligado a recostarse sobre un árbol que, con anterioridad, han
aserrado los cazadores para propiciar su derribo y fácil captura46
[Figura 15] -en algún emblema47, el paquidermo aparece ya derrocado
en el suelo [Figura 16]-. Algo similar sucede con la representación de
la tórtola que, tras la muerte de su compañero, llora su desaparición
en soledad sobre la rama de un árbol seco, transformándose en un
recurrente ejemplo de la fidelidad marital después de la muerte48, o

46 El episodio aparece referido en el Physiologus latinus versio Y (Guglielmi y Redín, 1971:


cap. 20, 62-64). En este relato, el paquidermo derribado es auxiliado por otros congéneres, que
acuden al reclamo de su lamento e intentan en vano librarlo de las armas del cazador; pero será
finalmente un pequeño elefante el que, introduciendo suavemente su trompa por debajo del
caído, logre incorporarlo y salvarlo de una muerte segura. El elefante derrocado simboliza a
Adán y Eva, que perdieron su virtud al comer del fruto del árbol prohibido, y el pequeño
elefante salvador representa a Jesucristo, quien, a pesar de su pequeñez -humildad-, cargó
sobre sí las enfermedades y miserias del género humano para alcanzar su redención. En cuanto
a los emblemas que tratan este tema, vid. Geffrey Whitney (1586: 150, Nusquam tuta fides);
Gabriel Rollenhagen (1611: II, 49, Nusquam tuta fides); George Wither (1635: III, emb. 49,
183, Nusquam tuta fides); o Giulio Cesare Capaccio (1592: II, 20v, Fucato causa colore).
47 Así en obras de Juan Solórzano Pereyra (1653: emb. 59, 487, Nolite considere in

Principibus); vid. la ed. crítica de José Mª González de Zárate (1987: 178); o Camillo Camilli
(1586: II, 57, Dum stetit; divisa de Gio. Battista Giustiniano).
48 En la versión Y del Fisiólogo latino (Guglielmi y Redín, 1971: cap. 41, 79) la tórtola habita

en los desiertos, no por la tristeza que le ocasiona la pérdida de su compañero, sino a causa de
su aversión a las multitudes; es símbolo de los cristianos que, a imitación del Salvador, eligen
vivir en lugares apartados. Emblemas que recogen este motivo aparecen en Girolamo Ruscelli
(1584: II, 170, Ille meos, divisa de Felice Sanseverina, duquesa de Gravina); Jacobus Typotius
(1603: 149-150, Ille meos); Giovanni Ferro (1623: II, 696, E solitaria, e sola); Pierre Le
Moyne (1649: 38, Sola domo moeret vacua; 1666: I, 266, Sola domo moeret vacua, divisa de
la duquesa de Montmorency); Scipione Bargagli (1594: III, 372, Idem cantus, et gemitus);
Joachim Camerarius (1596: emb. 64, 64r, Idem cantus gemitusque); Sebastián de Covarrubias
Orozco (1610: cent. I, emb. 62, 62r, Cantando lloro); o Henry Peacham (1612: I, 92, Amor
coniugalis aeternus).

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El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de la Edad Moderna. 99

con el modo en que la serpiente protege su cabeza del ataque del


cazador, exponiendo así el cuerpo a los golpes, tal y como podemos
contemplar el alguna pictura emblemática49. En algún caso, como el
emblema que Hadrianus Junius (1569: emb. 18, 24, Audito multa,
loquitor pauca) dedica a la comadreja y su supuesta capacidad de
concebir por las orejas y parir por la boca 50 [Figura 17], se observa
que el animal adopta un aspecto marcadamente realista al carecer de
precedentes gráficos medievales, e inspirarse necesariamente en las
ilustraciones de los tratados zoológicos coetáneos -o tal vez en la
propia realidad- como únicos referentes disponibles.

Fig. 15. Cazadores aserrando el tronco de un árbol para derribar al elefante que descansa en él.
George Wither, A collection of emblemes, ancient and moderne,
London, 1635, III, emblema 49.

49 Se trata, según la versión latina Y (Guglielmi y Redín, 1971: cap. 13, 51), de la cuarta
peculiaridad de la serpiente; tal comportamiento nos enseña que, en tiempos de tentación,
debemos abandonar el cuerpo y defender la cabeza, es decir, imitar el ejemplo de Cristo y los
mártires. El motivo aparece en un emblema de Georgette de Montenay (1571: 40r, Estote
prudentes).
50 En el Physiologus latinus versio Y (Guglielmi y Redín, 1971: cap. 34, 73), la comadreja,

que según este texto recibe el semen por la boca y pare por las orejas, es imagen de los que
comulgan con la doctrina de la Iglesia -reciben por la boca su pan espiritual-, pero acto seguido
reniegan de todo ello, y arrojan de sus oídos la palabra recibida. Sobre este asunto en Junius,
vid. las anotaciones de Beatriz Antón y Antonio Espigares (2013: 192-194) en la edición de
sus Emblemata.

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Fig. 16. Elefante derribado al partirse el árbol en el que descansaba. Juan de Solórzano
Pereyra, Emblemata Regi, Matriti, 1653, emblema 59.

Fig. 17. Comadreja pariendo por su boca. Hadrianus Junius, Emblemata,


Antuerpiae, 1569, emblema 18.

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El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de la Edad Moderna. 101

Un capítulo especial dentro de este apartado viene determinado


por la influencia que las ilustraciones de las ediciones ya comentadas
del Physiologus Epiphanii, realizadas por Ponce de León a fines del
siglo XVI, pudieron ejercer en la imaginería emblemática. Hemos
detectado tal circunstancia en dos grabados del tratado de
Camerarius: el dedicado a la renovación del águila, en el que el ave
golpea su deformado pico contra una roca cerca de un manantial
(Camerarius, 1596: emb. 16, 16r, Vetustate relicta) [Figuras 18 y 8]
(Cf. Peil, 1996: 106-108), o el que ilustra el modo en que la perdiz
roba los huevos de un nido ajeno (Camerarius, 1596: emb. 68, 68r,
Fovet quae non peperit) [Figuras 19 y 20]. Tanto estos dos emblemas
del médico alemán, como la empresa inicial de la Idea politica veri
christiani de Luzón de Millares, protagonizada por un león que revive
a sus cachorros muertos con el poder de su aliento (Luzón, 1665: VII-
VIII, Spiritus intus agit), recibieron directa inspiración visual de la
edición de Amberes, 1588, de la versión del Physiologus atribuida al
obispo de Constancia (Ponce, 1588)51.

Fig. 18. Águila golpeando su viejo pico contra una roca. Epifanio de Salamis (atribuido), Ad
Physiologum. Antuerpiae, 1588, cap. VI, De Aquila.

51Las páginas correspondientes a los animales citados son: león: p. 5; águila: p. 22; perdiz: p.
35. Ya Mario Praz (1964: 328) puso de manifiesto la influencia que los grabados de esta
edición, realizados por Van der Borcht, tuvieron en la literatura de emblemas.

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Fig. 19. Perdiz robando huevos de un nido ajeno. Epifanio de Salamis (atribuido), Ad
Physiologum. Antuerpiae, 1588, cap. IX, De perdice.

Fig. 20. Perdiz robando huevos de un nido ajeno. Joachim Camerarius, Symbolorum et
Emblematum ex volatilibus et insectis, Noribergae, 1596, emblema 68.

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El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de la Edad Moderna. 103

2.2. Incidencia del Physiologus en la interpretación didáctico-moral de


los emblemas.

La influencia generalmente indirecta que el Physiologus ejerció


sobre los emblemas propició que las descripciones de hábitos y las
consiguientes alegorías morales llegaran a veces notablemente
alteradas a la tratadística simbólica moderna, bien desvirtuadas a lo
largo de la transmisión oral o manuscrita de los siglos medievales,
bien libremente interpretadas por los autores de los corpus de retórica
visual de los siglos XVI y XVII. Al igual que hemos hecho con las
imágenes, examinemos ahora las posibles formas de incidencia en el
componente textual –y, más concretamente, en la interpretación
alegórica o simbólica del correspondiente tópico- de la literatura de
emblemas.
a. En algunos casos, emblemas y empresas mantuvieron algunos
de los motivos animalísticos propuestos por el Physiologus con unos
contenidos morales idénticos o muy semejantes. Debe, sin embargo,
establecerse una diferencia entre dos tipos de recepción:
a.1. Unas veces la coincidencia puede responder a que la
patrística, los bestiarios o la literatura moralizante medieval en
general respetaron el significado didáctico-doctrinal que se propuso
para algunos hábitos animales desde los primeros siglos cristianos.
Gracias a esta tradición mantenida, diversos emblematistas continúan
viendo en el pelícano un claro símbolo cristológico 52, en el fénix, si
no imagen de Cristo resucitado -tan sólo aparece así en los
Emblemata de Nicolas Reusner (1581: II, emb. 14, 73-74, Pro lege, &
grege)-, sí de la idea global de la resurrección de los muertos 53, en la
autocastración del castor una alegoría de aquéllos que logran
desprenderse de sus pasiones para así salvarse y conseguir la vida
eterna54, en la incombustibilidad de la salamandra un recordatorio del

52 Hemos recogido numerosos ejemplos en nuestra monografía (García 2010: 655-665).


53 Pueden consultarse diversos ejemplos en nuestra monografía (García, 2010: 370-371).
54 Es el caso de Sebastián de Covarrubias Orozco (1610, cent. III, emb. 17, 217r y v, Quod

superest tutum); o Albert Flamen (1658: 88-89, Tu quoque si qua nocent abiice).

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hombre constante que busca la virtud a través de la dificultad 55, o, en


la perdiz que roba los huevos ajenos, una visión del demonio que trata
de apresar a los hombres incautos que, sin embargo, regresarán a la
verdadera doctrina una vez que adquieran madurez56. Dada la
popularidad de esta serie de tópicos teriomórficos, resulta poco
probable que su mantenimiento durante los siglos XVI y XVII se deba
a la influencia de un solo texto, sino a la inercia de una arraigada
tradición cultural.
a.2. Sin embargo, la mención que algunos emblematistas
hacen del Physiologus -gracias, principalmente, a las citadas
ediciones modernas de la versión atribuida a Epifanio- convierten a
éste en una fuente directa que pudo aportar la idea básica para la
concepción del emblema. Ya comprobamos cómo algunos de sus
grabados fueron reproducidos en algunas picturae emblemáticas.
Ciertos autores han dejado también testimonio de su consulta en los
epigramas o declaraciones, respetando en ocasiones la alegoría moral
inicialmente propuesta. Así sucede con Carlo Labia (1692: símbolo
27, 303-314, Resurget) o Joachim Camerarius (1596: emb. 100, 101v,
Ut vivat) al insistir en el ave fénix como ejemplificación de la
resurrección; otra vez Camerarius (1596: emb. 16, 16v, Vetustate
relicta) al interpretar la renovación del águila como símbolo de la
penitencia cristiana, o al considerar al pelícano como ejemplo
viviente del sacrificio de Cristo por todos nosotros mediante la Pasión
(Camerarius, 1596: emb. 37, 37r y v, Pro lege et grege); o,
finalmente, Luzón de Millares (1665: VII-VIII, Spiritus intus agit),
quien considera que el aliento que el león arroja para reanimar a sus
cachorros muertos es imagen del Espíritu Santo vivificador que la
Iglesia católica -y no Cristo, como pretende el Physiologus-57 infunde
sobre todos sus fieles.
b. En otras ocasiones, las alegorizaciones morales y/o
doctrinales del Physiologus, demasiado ingenuas y simplistas, no son
respetadas en su integridad por los autores posteriores que se hacen

55 Así en George Wither (1635: I, 30, Nudrisco il buono et spengo il reo); Joachim
Camerarius (1604: emb. 59, 70r, Candide et syncere); o Juan de Borja (1680: II, 276-277,
Aspera in vias planas).
56 Es una de las interpretaciones alegóricas que proporciona Joachim Camerarius (1596: emb.

68, 68r, Fovet quae non peperit), siguiendo el testimonio de Pierio Valeriano (1625: XXV,
311-312); vid. también Filippo Picinelli (1680: IV, cap. 55, 200-201, 466).
57 Physiologus latinus versio Y (Guglielmi y Redín, 1971: cap. 1, 39-41).

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El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de la Edad Moderna. 105

eco de ellas en la patrística, las enciclopedias o los bestiarios,


sufriendo manipulaciones y alteraciones a lo largo de la Edad Media.
Muchas veces estas relecturas de la naturaleza trascendente, más
matizadas o totalmente renovadas -y, por lo general, acompañadas de
pequeños cambios en las descripciones o propiedades del animal en
cuestión con objeto de proporcionar coherencia a las nuevas
interpretaciones-, adquirirán mayor popularidad y difusión que las
establecidas por el texto primitivo. Por ello, cuando son utilizadas por
los emblematistas para sus obras, poseen ya un sentido alegórico en
ocasiones muy diferente del que se les infundió en origen. Parece que
la versión griega del Physiologus atribuida a Epifanio, especialmente
a través de sus ediciones modernas, contribuyó de forma importante a
este fenómeno: sus textos presentan unas modificaciones de
contenido e interpretación respecto a las versiones latinas más
primitivas que acabarán por imponerse a la hora de incidir en la
concepción de determinados emblemas. Un claro ejemplo nos lo
proporciona el relato de la naturaleza del ciervo.
Según la versión Y del Physiologus latino (Guglielmi y Redín,
1971: cap. 43, 79-81), el ciervo, eterno enemigo del dragón, obliga a
éste a salir de las hendiduras de la tierra en las que se oculta
descargando en su interior por la nariz el agua de una fuente que ha
ingerido previamente; una vez fuera de su escondrijo, el fabuloso
reptil es atrapado y destruido por su enconado perseguidor. El ciervo
matador de dragones se convierte de este modo en imagen de Cristo,
que se sirve de las palabras de los Evangelios -representadas mediante
las limpias aguas de manantial- para vencer y destruir al Maligno. En
contraste con esta propuesta, la versión griega atribuida a Epifanio de
Salamis, acorde con la de otros influyentes autores cristianos
medievales58, o con la de diversos bestiarios y textos
enciclopédicos59, nos enseña que el ciervo siente la acuciante
necesidad de beber agua pura, no antes, sino después de devorar a las
ponzoñosas serpientes -en lugar de dragones-, que extrae de sus
madrigueras con la fuerza de su aliento; si acierta a encontrar un
manantial antes de tres horas, no solo salvará su vida, sino que logrará

58 Ambrosio de Milán, Hexaemeron, III, 9, 40; Rabano Mauro, De Universo, VII, 8.


59Mencionemos los bestiarios de Oxford, de Guillaume de Clerc -Le bestiaire divin- o de
Gervaise, y las enciclopedias de Brunetto Latini -Livre du Trésor- o Tomás de Cantimpré -De
natura rerum-. Véase al respecto Xosé Ramón Mariño Ferro (1996: 94-95).

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prolongarla durante otros cincuenta años. Tal comportamiento pasa a


interpretarse como una clara alusión a la penitencia entendida como
ineludible medio de salvación y renovación del espíritu60, conclusión
que será recogida por emblematistas como Joachim Camerarius
(1595: emb. 42, 50r y v, Una salus), Augustin Chesneau (1657: emb.
56, 399-405, Bibendo perirem, ni prius illachrymer), Girolamo
Ruscelli (Ruscelli, 1584: II, 90-97, Una salus, divisa del cardenal
Carlos Borromeo), Carlo Labia (1692: símbolo 29, 326-336, Veniat
ad me et bibat) o Jacobus Typotius (1601: nº 39, 41, Nulla fraus tuta
latebris, divisa de Carlos IX, rey de Francia; 1602: 49, Una salus,
divisa del cardenal Carlos Borromeo).
c. Pero lo más habitual será que, independientemente del
contenido moral que el Physiologus o la tradición medieval apliquen
a un determinado comportamiento animal heredado de la Antigüedad,
los emblematistas inventen sus propios significados o los adapten al
propósito didáctico-moral que condiciona sus obras. De este modo, no
resulta extraño que la orientación religiosa o doctrinal de
determinados símbolos animalísticos de la Edad Media adquiera
inesperadamente una dimensión secular, cuando no específicamente
política: ya indicamos el modo en que la pantera o el unicornio del
Physiologus abandonan sus connotaciones cristológicas para ser ahora
anuncio de prevención ante las mujeres lascivas que corrompen a los
jóvenes o ejemplificación de la vida casta respectivamente; el
pelícano que sangra para alimentar a sus polluelos se convertirá,
siguiendo la estela de la impresa del rey Alfonso de Aragón (Peil,
1996: 111), en imagen de los sacrificios a que debe someterse el
príncipe o el gobernante por el bien de sus súbditos61; el fénix sobre
las llamas deviene divisa de la fama inmortal 62; la lucha entre el

60 Consúltese la ed. cit. de Santiago Sebastián López (1986: 34). Aquí el Physiologus
Epiphanii parece hacerse eco de versiones anteriores del Physiologus griego -vid. Ignacio
Malaxecheverría (1986: 42)-, en las que, en una de sus acepciones, el ciervo se asimila a los
eremitas que, cuando tienen sed -esto es, cuando sienten la tentación del Maligno-, impulsados
por el arrepentimiento, acuden al manantial de la salvación para poder derrotar y destruir al
eterno enemigo con la virtud de sus lágrimas.
61 Podemos citar varios ejemplos en Nicolas Reusner (1581: II, emb. 14, 73-74, Pro lege, et

grege); Jacobus Typotius (1601: 27, Pro lege et pro grege; divisa del rey hispano Alfonso X
El Sabio); Salomon Neugebauer (1619: 101-102, Pro lege et pro grege; divisa del rey hispano
Alfonso X El Sabio); Joachim Camerarius (1596, emb. 37, 37r y v, Pro lege et grege); o
Gabriel Rollenhagen (1611: II, emb. 20, Pro lege et pro grege).
62 Así sucede en diversas divisas protagonizadas por el ave fabulosa (García, 2010: 375).

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El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de la Edad Moderna. 107

cocodrilo y el ichneumon deja de interpretarse como enfrentamiento


entre el demonio y Cristo para simbolizar a los ciudadanos que logran
derribar con su valentía el régimen de tiranos poderosos (Camerarius:
1596: emb. 99, 107r y v, Nusquam tuta tyrannis)63; incluso un autor
como Zincgreff (1698: emb. I, 1, Parte tamen vigilat), que cita al
Physiologus como fuente directa, dedica un emblema al león vigilante
en la noche para significar, no a Cristo, sino al príncipe que debe huir
del ocio y permanecer atento día y noche a todos los asuntos de su
reino, lectura muy acorde con el sesgo político-moral de su tratado.

De este rápido repaso se concluye que, si bien se puede hablar


de una presencia amplia de los contenidos del Physiologus en la
literatura de emblemas, su influencia como fuente directa apenas
resulta palpable, confirmándose, en consecuencia, la hipótesis que ya
planteaba Dietmar Peil a partir de un análisis selectivo de tratados y
temas.
Este hecho puede entenderse como prolongación de un
fenómeno que se vino produciendo durante toda la Edad Media
europea. Ya hemos insistido suficientemente en la enorme incidencia
del Physiologus en la literatura didáctico-moralizante tardomedieval.
Sus narraciones se proyectan en textos patrísticos, repertorios de
sermones, bestiarios, enciclopedias y otras manifestaciones literarias
y plásticas. Pero, aunque la difusión y trascendencia de sus tópicos e
iconos animalísticos resulta progresivamente creciente, los autores
citan cada vez con menos frecuencia el primitivo opúsculo, que irá
siendo desplazado en favor de la glosa de otras autoridades que
también se hicieron eco en su momento de los mismos asuntos. Estos
relatos de naturalismo moralizante se fueron integrando poco a poco
en la tradición cultural medieval, que acabó por olvidar el
protagonismo del anónimo texto que les sirvió de punto de partida.
El emblematista tampoco será consciente de la importancia del
viejo tratado. A la hora de enfrentarse a la “emblematización” de un
63 Ana Mª Aldama Roy y Beatriz Antón Martínez (2009: 194-197) nos ofrecen un completo
repaso de las fuentes griegas y latinas, así como de algunas concreciones emblemáticas -como
la del propio Camerarius-, del tópico de la lucha del cocodrilo y el ichneumon, a partir del
comentario que Juan de Solórzano lleva a cabo del mote Munimentum ex monumento en el
emblema C de los Emblemata centum regio política (Madrid, 1653).

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motivo animalístico tradicional, dispondrá de abundante información


en numerosos escritos didácticos y edificantes medievales que no
dudará en validar con el refrendo de las autoridades zoológicas de la
Antigüedad, que a su vez supusieron el marco de referencia
permanente para la creación de la iconografía animalística medieval.
En todo este entramado el Physiologus, pese a sus ediciones impresas,
será tan sólo una fuente más entre otras muchas -así resulta valorado
en los emblemas citados de Camerarius o Labia-, que puede ser o no
consultada, y que, por tanto, resulta prescindible. La influencia, pues,
del Physiologus en la emblemática, desdibujada y manipulada por una
prolongada tradición que usa y abusa de sus temas, fue considerable
pero por regla general indirecta y anónima, y perduró en tanto la
literatura alegorizada medieval mantuvo su vigencia como eficaz
instrumento de formación cívica y orientación ideológica.

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Bargagli, Scipione, Dell'imprese, Venetia, appresso Francesco de Franceschi Senese,
1594.
Beze, Théodore, Icones, id est verae imagines virorum doctrina simul et pietate
illustrium, Genevae, Ioannes Laon, 1580.
Borja, Juan de, Empresas morales, Brusselas, Francisco Foppens, 1680.
Burgundia, Antonius à, Linguae vitia & remedia emblematice expressa, Antuerpiae,
apud Vidua Cnobbaert, 1631.
Camerarius, Joachim, Symbolorum et Emblematum ex animalibus quadrupedibus
desumtorum Centuria Altera Collecta, Noribergae, Paulus Kaufmann,
1595.
Camerarius, Joachim, Symbolorum et Emblematum ex volatilibus et insectis
desumtorum Centuria Tertia Collecta, Noribergae, Paulus Kaufmann, 1596.
Camerarius, Joachim, Symbolorum et Emblematum ex aquatilibus et reptilibus
desumptorum centuria quarta Noribergae, Paulus Kaufmann, 1604.
Camilli, Camillo, Imprese illustri di diversi, Venetia, Francesco Ziletti, 1586.
Capaccio, Giulio Cesare, Delle imprese, Napoli, Gio. Giacomo Carlino, & Antonio
Pace, 1592.
Chesneau, Augustin, Orpheus Eucharisticus, Parisiis, Apud Florentinum Lambert,
1657.
Covarrubias Orozco, Sebastián de, Emblemas morales, Madrid, Luis Sánchez, 1610.
Emblemata anniversaria Academiae Altorfinae studiorum iuventutis
exercitandorum causa proposita et variorum orationibus exposita,
Norimbergae, Christophorus Lochnerus, 1597, fol. 112 v.
Giovio, Paolo, Dialogo dell'imprese militari et amorose, Lyone, Guglielmo Rovillo,
1574.
Ferro, Giovanni, Teatro d'imprese, Venetia, Giacomo Sarzina, 1623.
Flamen, Albert (atrib.), Devises et emblesmes d'amour moralisez, Paris, Olivier de
Varennes, 1658.
Fredro, Andrea Maximiliano, Andreae Maximiliani Fredro Castellani Leopoliensis
scriptorum seu Togae et Belli Notationum Fragmenta. Accesserunt
Peristromata Regum Symbolis expressa Dantisci, Bibliopolae, sumptibus
Georgii Forsteri, 1660.
Heyns, Zacharias, Emblemata, Emblemes Chrestienes et Morales, Rotterdam, Pieter
van Waesberge, 1625.

JANUS 3 (2014)
El Physiologus como fuente gráfico-textual de la emblemática animalística de la Edad Moderna. 113

Junius, Hadrianus, Emblemata eiusdem aenigmatum libellus, Antuerpiae, ex officina


Christophori Plantini, 1569.
Labia, Carlo, Simboli predicabili estratti da Sacri Evangeli, Ferrara, Bernardin
Barbieri, 1692.
La Perrière, Guillaume de, La Morosophie, Lyon, Macé Bonhomme/ Tolose, Iean
Mounier, 1553.
Le Moyne, Pierre, Devises Heroiques et Morales, Paris, Augustin Courbe, 1649.
Le Moyne, Pierre, De l'art des devises, Paris, Sebastien Cramoisy & Sebastien
Mabre Cramoisy, 1666.
Luzón de Millares, Alejandro, Idea politica veri christiani, sive ars oblivionis,
isagogica ad artem Memoriae, Bruxellis, Typis Francisci Foppens, 1665.
Maccio, Paolo, Emblemata Cum Privilegiis, Bononiae, 1628.
Mercier, Jean, Emblemata [Bourges, 1592].
Neugebauer, Salomon, Selectorum Symbolorum Heroicorum Centuria Gemina,
Francofurti, Lucas Iennis, 1619.
Paradin, Claude, Devises Heroïques, Lion, Ian de Tournes y Guil. Gazeau, 1567.
Peacham, Henry, Minerva Britanna or a garden of heroical Devises, London, Wa.
Dight (1612).
Picinelli, Filippo, Mondo simbolico, Milano, Stampa di Francesco Vigone, 1680.
Reusner, Nicolas, Emblemata, Francoforti, 1581.
Rollenhagen, Gabriel, Nucleus emblematum selectissimorum, Coloniae, Apud
Ioannem Iansonium Bibliopolam Arnhemiensem, 1611.
Ruscelli, Girolamo, Le imprese illustri, Venetia, Francesco de Fráncesci Senesi,
1584.
Schoonhovius, Florentius, Emblemata Florentii Schoonhovii I. C. Goudani, partim
Moralia partim etiam Civilia, Goudae, Apud Andream Burier, 1618.
Simeoni, Gabriele, Le imprese heroiche et morali (añadido al Dialogo dell’imprese
militari et amorose de Paolo Giovio, Lyon, 1574, continuando su
paginación).
Solórzano Pereyra, Juan, Emblemata Regio Politica in centuriam unam redacta et
laboriosis atque utilibus commentarijs illustrata, Matriti, in Typographia
Domin. Garciae Morras, 1653.
Soto, Hernando de, Emblemas moralizadas, Madrid, Licenciado Várez de Castro,
1599.
Taurellus, Nicolaus, Emblemata physico-ethica, Noribergae, in Blibiopolio Simonis
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Typotius, Jacobus, Symbola divina & Humana Pontificum Imperatorum regum...
Tomus Primus, Pragae, ex musaeo Octavii de Strada Civis Romani, 1601.
Typotius, Jacobus, Symbola varia Diversorum Principum Sacrosanc. Ecclesiae &
Sacri Imperij Romani... Tomus Secundus, Pragae, ex museo Octavij de
Stradi civis Romani, 1602.
Typotius, Jacobus, Symbola varia diversorum principum... Tomus tertius, Pragae,
Aegidius Sadeler excudit, 1603.
Valeriano Bolzani, Pierio, I Ieroglifici overo Commentarii delle occulte
significationi de gl’Egittij. & altre Nationi, Venetia, Gio. Battista Combi,
1625.

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Villava, Juan Francisco de, Empresas espirituales y morales, Baeça, Fernando Díaz
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Politicorum centuria, Hamburg/ Franctfurt am Mäyn, Thomas Michael
Goez, 1698.

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