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SEMINARIO TALLER MEMORIA HISTORICA INSTITUCIONAL

UNIDAD 3

S.I JESÚS MARÍA DE LA HOZ RACEDO

SEPTIEMBRE DE 2020
BARRANQUILLA - COLOMBIA
SEMINARIO TALLER MEMORIA HISTORICA INSTITUCIONAL

UNIDAD 3

El objetivo de la presente investigación fue realizar la reconstrucción de la memoria histórica y


la sistematización de experiencias diferentes miembros de la institución, que han sido víctimas
del conflicto armado de nuestro país, sus vida antes y después de los acontecimientos, el cual
está conformado principalmente por hombre pertenecientes en servicio activo y quienes han
sido víctimas de diferentes hechos ocurridos en el marco del conflicto armado colombiano. Así,
partiendo de un enfoque cualitativo de carácter interpretativo se realizaron observaciones a
los participantes, entrevistas fenomenológicas y análisis visuales de la información recopilada
con la finalidad conocer las experiencias tanto individuales como colectivas de sus integrantes y
los procesos que en el espacio se habían desarrollado. El análisis de los datos permitió la
identificación de categorías relevantes para la investigación, tales como: pedagogía social de la
memoria, lugares y territorios de memoria, recuperación de saberes y datos periodísticos
populares, memoria individual, duelos colectivos, memoria colectiva, postura frente a políticas
de la memoria histórica, organización de las experiencias significativas, dificultades y
limitaciones.

En coherencia con lo anteriormente expuesto, mirar las experiencias como procesos históricos
implica aprender y adoptar actitudes orientadas hacia el conocimiento, la interpretación, la
comprensión y el seguimiento lo cual permite ampliar los marcos de acción y actuar con
decisión en las dimensiones anteriormente referidas.
Por lo que a la experiencia reproducida a continuación se le otorgan sentidos y significaciones
que contribuyen a transformar los procesos que generen aprendizajes para construir el futuro
deseado.

A continuación, comparto la historia de nuestro héroe verde oliva, el patrullero José Fernando
Carvajal Rueda, quien perdió sus extremidades inferiores, mientras exploraba una zona
boscosa de Tarazá, en Antioquia, en el Noroeste de Colombia, en donde guerrilleros
izquierdistas del Ejército de Liberación Nacional ELN, habían sembrado mortíferas minas
antipersona. Su función consistía en inspeccionar junto con una perra labradora los caminos
recorridos por campesinos y erradicadores manuales de coca para evitar que unos y otros
pisaran los artefactos. Y de esta manera comienza su historia
HÉROES CON CAPA VERDE OLIVA…. LA HISTORIA DETRÁS DEL PATRULLERO CARVAJAL

S.I Jesús María De la hoz Racedo

José Fernando Carvajal Rueda, un hijo santandereano que hoy cuenta con 25 años y quien hace
más de un año perdió ambas piernas al ser víctima de una mina antipersonal.
Su historia se convirtió en un ejemplo de superación tan importante para otros uniformados de
la institución y para el país, a quien, en pleno desfile de la independencia el año anterior (2019),
el presidente Iván Duque rompió el protocolo y se bajó de su tarima para darle un abrazo. Ese
abrazo, largo y fuerte, despertó aplausos y lágrimas entre quienes presenciaron la escena.
José Fernando o ‘Chefor’, como le dicen cariñosamente sus familiares y amigos, es uno de los
38 policías de la dirección Antinarcóticos que el 10 de noviembre de 2018, resultaron heridos y
otros cuatro fallecieron al activar explosivos en medio de la erradicación de una plantación de
coca.
El patrullero Carvajal Rueda estuvo cuatro días en coma y 15 más en cuidados intensivos. Su
situación se agravó porque la mina que activó había sido contaminada con material fecal –de
humano y animales–, lo que desencadenó una grave infección que lo tuvo entre la vida y la
muerte, además de obligar a los médicos a amputar sus piernas por encima de las rodillas para
salvarlo.
El patrullero Carvajal, se ha caracterizado siempre por su amabilidad y por tener una amplia
sonrisa que se hace más visible cuando habla de su familia, un hombre lleno de valores
humanos, sociales y espirituales, heredados de sus padres, quien define a su familia con estas
palabras “Nosotros somos muy unidos y nos queremos mucho”. Es la mejor forma describe el
hogar conformado por Lucía Rueda su madre y Luis Carvajal su padre, quienes llevan más 30
años de casados y que de esa unión nacieron sus cuatro hijos: Diana, Luis Carlos, José Fernando
y Juan Diego. Son tan unidos que Juan Diego, el menor de los Carvajal, es el mejor amigo de
‘Chefor’ a quien llaman así cariñosamente sus familiares y quien lo ha estado acompañando en
Bogotá estos últimos meses en su rehabilitación.
José Fernando nació en la ciudad de Bucaramanga, un 23 de agosto de 1995. Según cuentan sus
padres, desde niño fue muy juicioso y aplicado con sus responsabilidades escolares, donde
llegó a ser el personero (el representante de los estudiantes) de su Colegio Luis Carlos Galán,
en Girón. “Siempre me ha gustado el servicio por la comunidad, y como personero estaba en
contacto con todos mis compañeros, podía escuchar sus necesidades y dificultades, siempre
trataba de colaborarles”, dice Carvajal.
Seguidor del Atlético Bucaramanga, aunque reconoce que no es el mejor hincha. Y aunque le
gusta el fútbol, no lo practicaba en su juventud, porque era más dado a la práctica del
atletismo, le encanta disfrutar bailando sus géneros musicales preferido la salsa y merengue,
actividades que confía con fe en Dios pronto volver a realizar con la ayuda del equipo de
profesionales que lo rodea para que se adapte a sus prótesis y a su nueva vida. Como el mismo
lo dice “Yo era un trompo bailando”.
Al terminar el bachillerato, prestó su servicio militar como auxiliar de policía (2014). “Fue una
experiencia muy bonita. De niños, mi papá siempre nos repetía una frase: “El que no vive para
servir no sirve para vivir’, y prestando mi servicio estuve muy cercano a la comunidad, y eso me
ayudó a decidir que quería ser policía”.
En el 2015 cumplió con el proceso de incorporación y en el 2017 se graduó como patrullero. De
allí fue enviado a la Dirección Antinarcóticos, donde fue escogido para el curso de guía canino.
“El entrenamiento dura tres meses. Lo más importante es interactuar con el animal, aprender a
conocerlo y a que se comprendan las señales de cambio: si se echa, si raspa, si se sienta. A ellos
se les entrena con juego, pero su trabajo es muy serio. En nuestro caso: salvar vidas”.
Su primera labor como erradicador fue en Sardinata, Norte de Santander. Allí le fue entregado
su primer canino, una labrador dorada que entrenó, llamada Susy. “Era una perrita muy activa,
y nosotros siempre íbamos al frente del grupo de erradicadores. Nuestra misión era verificar
que no hubiera explosivos en los cultivos que iban a ser intervenidos, o en las vías por donde
transita la población civil. En un día hacíamos unas 10 hectáreas. El barrido tiene que ser
milimétrico”, resaltó.
Por razones del servicio fue separado de Susy y fue enviado al Guaviare. De allí fue trasladado a
Antioquia, donde recibió un nuevo compañero de trabajo: Hulk, un curtido perro Policía que
para esa época ya estaba sobre los 9 años, a un paso de ser jubilado. Con Hulk, afirma, hubo
química de inmediato y se convirtieron en mejores amigos. Juntos recorrieron varios municipios
del bajo Cauca antioqueño y vivieron con el grupo de erradicadores los embates del conflicto y
el compañerismo que se despierta ante los hechos de violencia.
El 23 de agosto de 2017, justo el día de su cumpleaños, fueron hostigados dos veces.
“Estábamos por Cáceres cuando nos empezaron a disparar. Yo pensaba que iba a morir el
mismo día en que nací. Yo iba al frente y me agaché y empecé a disparar. Aunque Hulk se
asustó, estuvo a mi lado. Ese día fue terrible porque nos mataron un compañero. No se imagina
el dolor y la impotencia que se siente”.
Carvajal afirma que en otra ocasión vio morir a otro compañero que pisó una mina antipersonal:
“Uno queda muy golpeado, y cada ataque hace mella en la parte emocional y mental del grupo.
Erradicar es el trabajo más duro de la Policía y a veces, el menos reconocido. Es un esfuerzo
inmenso”.

“Cada día que me despertaba le colocaba la mano a mi perrito en el hocico y cerraba los ojos y
le agradecía a Dios por la vida, y le pedía que agudizara el olfato y la vista de Hulk y que le diera
más energía”, dijo Carvajal, quien a sus 22 años empezaba a cuestionarse si tanto peligro valía
pena. En tan solo tres meses vio morir a tres hombres víctimas de una mina antipersonal y a
otros quedar con amputaciones indescriptibles.

Y como si la vida empezara a correr en su contra, Hulk pasó al retiro y se tuvieron que separar el
25 de octubre del 2018. Carvajal lamentó mucho la separación por el cariño que le tenía y
porque confiaba mucho en sus habilidades: “En este trabajo, eso es muy importante. Yo ya
conocía todas sus señales de advertencia”, puntualizó. Casi de inmediato le entregaron a Tara.

La mañana del 10 de noviembre del año pasado, el patrullero Carvajal empezó su rutina, lejos de
imaginarse que su vida cambiaría radicalmente. Estaban erradicando en zona rural de Tarazá.
Sobre las 6 y 20 de la mañana íbamos delante del grupo. Tara iba unos 20 metros más adelante.
Yo iba revisando el camino y, de repente, ella se quedó mirando algo. Yo sentí una fuerte
explosión y volé como tres metros. Caí duro al piso. En ese momento no tenía claro si había
pisado una mina”.
En un primer impulso quise moverme y no pude. Cuando baje la mirada vi, “las imágenes más
desgarradoras. Empecé a sentir los dolores más fuertes. No tenía la pierna derecha, y la
izquierda estaba destrozada. Pero más que el dolor físico, en ese momento pensé en el dolor
que le iba a causar a mi familia, sobre todo a mi mamá cuando se enterara de la noticia y lloré”.

En ese momento de manera inmediata lo trasladaron en helicóptero a una clínica en Montería,


Córdoba. “Les suplicaba a los médicos que me salvaran la pierna izquierda”, señala el patrullero
al contar que en cuanto recuperó la conciencia tomó la decisión más importante en su vida: EL
PERDÓN. En cuanto entendió lo que me había pasado, al volver del coma, en oración a Dios,
dijo: Dios mío, yo perdono a los que hicieron esto porque yo no lo merecía. Y te pido, Dios, que los
perdones y que me perdones a mí, porque yo te necesito”. En ese momento el Patrullero Carvajal
entendió que ahora no tenía sus piernas, pero que Dios le había regalado un par de alas que le
iban a permitir volar en cada uno de sus sueños y seguir trabajando en pro de su comunidad.
Carvajal dice que mientras reflexionaba, sintió que a su lado estaba su familia, y que era él quien
tenía que animarlos. En un mes, sus heridas estaban muy cicatrizadas, situación que los
médicos calificaron casi como un milagro, por lo que le dieron de alta y le permitieron regresar
a su casa en Bucaramanga.
“Debo reconocer que hay días difíciles, de mucha tristeza. Esto no se supera de la noche a la
mañana. Recuerdo que yo les decía a mis compañeros que para esa Navidad estaba ahorrando
para comprarme unos tenis negros”, dice Carvajal, quien el 12 de diciembre recibió una grata
sorpresa.
Ese día tuvo una gran felicidad cuando la Policía le entregó en adopción a Hulk, su amigo
incondicional, quien desde ese día es su sombra. Inicialmente estuvieron en una serie de
reconocimientos por su coraje y valor que Carvajal recibió por parte de la institución Policía
Nacional a la cual sirve con amor y mucho orgullo. “Allí empecé a hablar sobre superación y el
valor de la vida. Fue cuando pensé que tengo que aprovechar esta circunstancia a mi favor y de
los demás”.

Carvajal recuerda que cuando era solo un adolescente, e iba de visita a otros colegios como
personero de su institución, les contaba a los estudiantes el ejemplo de superación de Nick
Vujicic, que no tiene brazos ni piernas. “Ya no tengo que hablar con ese ejemplo. Ahora yo voy
desde mi ejemplo”.
Por eso, a los tres meses de haber perdido sus piernas, volvió a su colegio a hablarles a los
jóvenes de la importancia de la vida y por qué, pese a las duras circunstancias, hay que
afrontarlas y no pensar en escapes como el suicidio. Esas mismas charlas las ha brindado en
seminarios de paz en ciudad natal Bucaramanga.

Hace un año para estas fechas, el patrullero de la policía, Carvajal se encontraba en la capital
del país, Bogotá, en el proceso de rehabilitación con sus prótesis con el fin de volver a caminar,
a partir de ese momento fue invitado a las diferentes sedes escuelas de la Policía Nacional,
para que contara su historia: “Mientras haya vida, viven los sueños y vive el soñador”, asegura
José Fernando Carvajal. El patrullero que gano una gran batalla en su vida y ahora sueña con
estudiar Derecho, para ser algún día presidente de la república, como siempre soñando con
metas grandes.
De usted depende que lo vean como el pobre muchacho que no tiene piernas, o que digan ‘mire cómo sonríe ese
muchacho aunque no tenga piernas’. Yo nunca he querido que me vean con lástima”.

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