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arrepentimiento que pone en juego las guiente; que en el mismo acto que re-
principales herramientas conceptuales chaza dolorosamente se nos da plena-
de la fenomenología. mente también la maldad de nuestro yo
y de nuestra acción; y que en el mismo
Scheler arranca su exposición de las
acto que parece comprensible sólo des-
posturas de autores modernos, como
de la libre posición del nivel de la nue-
Spinoza o Kant, que conciben el arre-
pentimiento como una especie de auto- va vida, se alcanza esa posición libre
salvación del alma, ya sea como un misma» (p. 30). En definitiva «es uno y
modo de aprendizaje de experiencias el mismo acto donde acontece tanto la
negativas («teoría de la resaca»), ya sea ascensión del yo, como el creciente ver
como una voluntad de expiación inte- bajo sí, la expulsión y el rechazo del an-
riorizada («teoría del autocastigo»). Pa- tiguo yo» (p. 31). Se comprende así la
ra Scheler estas teorías tienen en común segunda parte del título de este opúscu-
que prescinden del juicio divino, que es lo: el arrepentimiento supone un nuevo
sustituido más bien por «la antigua po- nacimiento, un despojamiento del anti-
licía interiorizada» (p. 14). guo yo, y una ascensión del nuevo yo
desde el cual se divisa retrospectiva-
En primera instancia el arrepenti- mente el yo que hemos sido capaces de
miento se encuadra en el marco global ser. Esta autorregeneración constituye
de la vida moral de la persona. No es la verdadera fuerza moral capaz de
posible cambiar el mal moral realizado, transformar a la persona y a la sociedad:
pero sí es posible dotarlo de un sentido como concluye brillantemente Scheler
nuevo: «arrepentirse significa imprimir «la fuerza más revolucionaria del mun-
un nuevo sentido a un fragmento de vi- do moral no es la utopía, sino el arre-
da pasada» (p. 20). En realidad, no es el pentimiento» (p. 44).
acto aislado el que es valorado negativa-
mente, sino el carácter moral de la per- Todo este desarrollo nos lleva de la
sona en su globalidad lo que viene a ser mano a la pregunta decisiva: ¿ante
rechazado. Con agudeza señala Scheler quién nos acusamos en el arrepenti-
que la forma más profunda de arrepen- miento? Sin duda, el reconocimiento
timiento no viene expresada por la ex- de nuestra falta encamina nuestros pa-
clamación «¡Qué he hecho!», sino por sos hacia el autor de la ley que hemos
«¡Qué clase de persona debo ser para transgredido: autor de la ley que es a su
haber hecho tal cosa!» (p. 27). vez un juez infinitamente misericor-
dioso. Por esta vía Scheler acabará afir-
Sin embargo, la mera constatación mando «la realidad de Dios sin dedu-
de la catadura moral de la persona no cirla del mundo» (p. 55). Al final de su
basta para el arrepentimiento. Se preci- exposición, Scheler declara que delibe-
sa una transformación real de la dispo- radamente se ha querido mover en un
sición de ánimo, lo cual comporta un plano estrictamente filosófico, pero
acto libre de nuestra persona entera, evidentemente su discurso quiere desa-
puesto que aparece a nuestra mirada rrollarse en plena sintonía con la doc-
que pudimos haber sido de otra mane- trina católica propuesta por la tradi-
ra (p. 29). En la argumentación schele-
ción cristiana.
riana se encuentran párrafos brillantes y
expresivos al alcanzar el núcleo del acto Es de agradecer la cuidadosa traduc-
del arrepentimiento: «Lo peculiar del ción —nada fácil— de este breve pero
acto de arrepentimiento es (...) lo si- significativo escrito de Max Scheler que
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