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Realismo fenomenológico

El realismo fenomenológico es la corriente filosófica que, sobre la base de las Investigaciones Lógicas de
Edmund Husserl (tomo I) y bajo la decisiva influencia inicial de su discípulo Adolf Reinach (1883-1917),
inaugura una nueva forma de pensamiento y de investigación filosófica caracterizada por la atenta y
escrupulosa mirada a lo real, esto es, por el atenimiento “a las cosas mismas”, según el lema
husserliano; y ello como reacción al escepticismo, subjetivismo y relativismo de toda especie,
imperantes en la filosofía a comienzos del siglo XX.

Para el realismo fenomenológico, la filosofía ha de estudiar ante todo las esencias objetivamente
necesarias (notwendige Wesenheiten) y las conexiones aprióricas que se dan entre ellas. Según esto, su
objeto propio y genuino ha de ser el descubrimiento, descripción y sistematización de hechos
objetivamente necesarios radicados en esencias de idéntica índole, presentes en aquellos campos y
ámbitos tradicionalmente investigados por la filosofía (la lógica, la metafísica, la ontología, la
gnoseología, la ética, la estética, la teodicea, etcétera).

La filosofía deviene así para el Realismo fenomenológico en “ciencia estricta”, en saber apriórico, como
lo son, por ejemplo, la Aritmética y la Geometría, teniendo en su base, como pilar fundamental, el
concepto de a priori material. Esto hace que el Realismo fenomenológico se presente en gran medida
como perspectiva filosófica contrapuesta y alternativa al idealismo trascendental kantiano.

El Realismo fenomenológico no es tanto una doctrina o un sistema cerrado y acabado de filosofía, como
un método de pensamiento e investigación filosóficos que pretende establecer las correspondientes
tesis filosóficas con absoluta fidelidad a lo real dado, en cuanto que esto hállase integrado también por
objetos y entidades ideales no reductibles a meros fenómenos empíricos espaciotemporales. En este
sentido, el objetivismo y el racionalismo son también notas esenciales del Realismo fenomenológico.

Índice

1 Reinach y el Círculo de Gotinga

2 Realismo fenomenológico y a priori material

2.1 Esencias empíricas y esencias objetivamente necesarias

2.2 Intuición intelectual y esencias objetivamente necesarias

2.3 Intuición empírica, base psicológica de la intuición intelectual

2.4 La filosofía como ciencia estricta y apriórica

2.5 Criterio de identificación de las esencias objetivamente necesarias

3 El Realismo fenomenológico hoy

3.1 Josef Seifert y la Academia Internacional de Filosofía

3.2 Otros representantes

4 Véase también
5 Referencias

6 Bibliografía

7 Enlaces externos

Reinach y el Círculo de Gotinga

Más que a Husserl (1859-1938), el Realismo fenomenológico tiene a Adolf Reinach como a su verdadero
fundador. En efecto, a principios del siglo XX el filósofo Alexander Pfänder (1870-1941) dirigió la
atención de Reinach y de otros discípulos de Theodor Lipps (1851-1914), filósofo y psicólogo, hacia las
recientes Investigaciones Lógicas de Husserl. El estudio de esta obra les causó profunda huella, hasta el
punto de que decidieron romper con el psicologismo representado por Lipps, trasladándose todos ellos
a Gotinga, ciudad en cuya universidad enseñaba Husserl, por aquel entonces casi desconocido profesor
universitario. Pronto se convencieron de que el método fenomenológico inaugurado por Husserl, con su
imperativo de fidelidad a lo real, proporcionaba nuevas bases para la investigación filosófica,
salvaguardándola del relativismo y del subjetivismo, que por aquel entonces imperaban en las
investigaciones filosóficas.

Destacados miembros del Círculo de Gotinga fueron: Edith Stein (1891-1942), Theodor Conrad (1861-
1969), Hans Lipps (1889-1941), Alexandre Koyré (1892-1964), Jean Hering (1860-1966), Dietrich von
Hildebrand (1889-1977), Hedwig Martius (1888-1966), Roman Ingarden (1893-1970), Moritz Geiger
(1880-1937) y el propio Max Scheler (1874-1928), los cuales tuvieron propiamente a Reinach y no a
Husserl como su único verdadero maestro de filosofía fenomenológica. La razón principal de ello no ha
de verse tan solo en la excelencia del magisterio de Reinach (muy querido y respetado por Husserl y de
una claridad y profundidad de pensamiento realmente admirables), sino también en el hecho de que él
no siguiera a Husserl en su tránsito intelectual hacia el idealismo, que éste hizo expreso en 1913 con la
publicación de sus Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica; y es que, en
verdad, ese tránsito causó una profunda decepción entre los estudiantes que se habían reunido en
Gotinga, seducidos por la crítica radical y definitiva del psicologismo, del escepticismo y del relativismo
de toda índole que habían hallado en las Investigaciones lógicas.

Realismo fenomenológico y a priori material

La aportación más singular y significativa del Realismo fenomenológico al pensamiento filosófico es, tal
vez, el descubrimiento del a priori material. Para Kant, como es sabido, el a priori, radicado en el sujeto
trascendental, presenta un carácter formal y funcional, cuyo papel en el dinamismo cognoscitivo es
ordenar y conformar el material bruto aportado por la sensación. Para Husserl y sus discípulos, en
cambio, hablar de a priori es hacer referencia a una manera de ser, a un tipo de esencia inherente en las
cosas mismas. El a priori deviene así, ante todo, en entidad objetiva, que el sujeto no pone ni saca de sí,
sino que descubre en una clase especial de esencias, manifestadas a la conciencia con total autonomía e
independencia.
Esencias empíricas y esencias objetivamente necesarias

Las verdades a priori son, pues, verdades que se patentizan, que se descubren en las cosas mismas; no
son, para el Realismo fenomenológico, verdades elaboradas, construidas por un sujeto trascendental.
Ahora bien, no toda cosa, no toda esencia es susceptible de conocimiento sintético a priori; sólo un tipo
especial de esencias, esencias autónomas, autoconsistentes, puede proporcionarlo, el resto sólo es
susceptible de conocimiento empírico. El criterio de demarcación entre lo empírico y lo apriórico viene
determinado así por la clase de esencia de que en cada caso se trate, por el ser-así (sic-esse) que cada
una exhiba, y no por la aplicación de estructuras trascendentales a datos de la sensación. Esencias tales
como las de agua, mesa, metal, calor, oro, cuervo, etcétera, son base exclusivamente para un
conocimiento empírico, por tanto, para un conocimiento fáctico, contingente, espaciotemporal, más o
menos particular y meramente probable. Al conocimiento de estas esencias y al establecimiento de las
verdades correspondientes llegamos por observación de casos individuales y por inducción a partir de
ellos de verdades más o menos generales, que en ningún caso son necesarias ni inteligibles en sentido
estricto. Estas esencias (denominadas por Hildebrand tipos genuinos o esencias morfológicas)
mantienen una relación contingente y de absoluta dependencia con respecto a las correspondientes
existencias. Tales esencias, en efecto, carecerían de sentido, de entidad, si no se diesen efectivamente
en la realidad fáctica ejemplares existentes que las realizasen. ¿Qué sentido tendría hablar de la esencia
agua, de la esencia león, de la esencia árbol o de la esencia mesa si no hubiera en la realidad
espaciotemporal, respectivamente, casos concretos de agua, de león, de árbol y de mesa? Son así éstas
esencias meramente contingentes, soportadas y mantenidas en el ser por las respectivas existencias
fácticas.

Aparte de estas esencias (fuente del conocimiento empírico), hemos de contar con otra clase especial de
ellas donde hacer arraigar las verdades sintéticas a priori. Han de ser esencias necesarias, plenamente
inteligibles y que provean al sujeto cognoscente de certeza absoluta. Estas esencias se hallan, ante todo,
en el campo de la Aritmética y de la Geometría. Ejemplos de ellas (aludidas muy frecuentemente por los
filósofos) son la esencia de triángulo, de línea recta, de unidad, entre otras. Se hallan también en el
dominio de la Física teórica, en el que hablamos, por ejemplo, de la esencia cambio, de la esencia
movimiento, de la esencia fuerza, etcétera. Pero también se hallan, a juicio de los fenomenólogos, en
campos tradicionalmente estudiados por la filosofía, como, por ejemplo, la Metafísica, la Ética, la Teoría
del conocimiento, la Lógica, la Estética, la Teología, etcétera. En esos campos hablamos, en efecto, de
esencias tales como la de ser, de verdad, de conocimiento, de proposición, de clase, de valor moral, de
persona, de voluntad, de moralidad, de libertad, de amor, de belleza, de Dios, entre otras. Y en esas
esencias se dan estados de cosas que son base de respectivas verdades sintéticas a priori, como, por
ejemplo, “el ser y el no-ser se excluyen mutuamente”, “la verdad es intemporal”, “la certeza es
propiedad esencial del conocimiento”, “el valor moral presupone libertad”, “los valores morales sólo
pueden darse en seres personales”, “el querer implica cierto conocimiento de lo querido”, “el amor
implica deseo de unión con lo amado”, “Dios existe necesariamente”, etcétera. La tarea principal de la
filosofía ha de consistir, precisamente, a juicio de los fenomenólogos, en descubrir, describir y
sistematizar estados de cosas radicados en este tipo de esencias, cuya peculiaridad más relevante es la
de ser esencias objetivamente necesarias, esencias que se imponen al conocimiento de forma
autónoma, con total independencia tanto del sujeto cognoscente como de la dimensión fáctica
existencial en la que de hecho pueden estar realizadas.
Intuición intelectual y esencias objetivamente necesarias

Estas esencias son, pues, necesarias (notwendige Wesenheiten, las llaman los fenomenólogos del
Círculo de Gotinga), plenamente inteligibles y de cuyo conocimiento podemos alcanzar una certeza
absoluta. Son esencias trascendentes, que no resultan, por tanto, de la actividad constituyente del
sujeto cognoscente. El acceso cognoscitivo a ellas y a los respectivos estados de cosas (igualmente
necesarios) no es a través de observación e inducción, sino mediante un especial acto de conocimiento,
denominado intuición intelectual o eidética, un tipo de intuición esencialmente diferente de la intuición
empírica. Si ésta recae sobre el hecho individual sensible, externo o interno, contingente y
espaciotemporalmente determinado, aquella tiene por objeto la esencia necesaria, aespaciotemporal y
estrictamente universal. Conocer algo de estas esencias sólo es posible con el auxilio de esta intuición,
que nos permite acceder a ellas en su mismidad y plenitud. Mediante intuición eidética o intelectual
conocemos, por ejemplo, que el ser nunca puede darse en conjunción con el no-ser, que la moralidad,
por ser lo que es, implica siempre libertad y un ser personal, que en la esencia, en el eidos mismo del
querer se halla involucrado siempre un cierto conocimiento de lo querido, etcétera. Estas verdades son
objetivamente necesarias como lo son las esencias respectivas. La facticidad, la contingencia y la
variabilidad del mundo espaciotemporal en nada les afectan. Este mundo real de existentes concretos
podría ser muy diferente del que es; empero, esas esencias y los hechos en ellas radicados seguirían
siendo exactamente lo que ahora son desde nuestra perspectiva empírica, espaciotemporal. En este tipo
de entidades, pues, la esencia prima sobre la existencia, justo lo contrario que acontecía con las esencias
anteriores, esencias genuinamente empíricas.

Intuición empírica, base psicológica de la intuición intelectual

No obstante, la intuición empírica es necesaria, requisito imprescindible para la intuición eidética. Sin
aquella, ésta no podría hacernos conocer esencias y estados de cosas objetivamente necesarios. En
efecto, sin la aprehensión empírica (sea sensible o imaginativa) de un cierto triángulo rectángulo, por
ejemplo, yo no podría acceder a lo que es en sí el triángulo rectángulo, a su esencia necesaria, ni a los
hechos igualmente necesarios radicados en ella de que la suma de sus tres ángulos vale dos rectos, de
que su lado mayor se opone siempre al ángulo mayor o de que el tamaño no es una de sus propiedades
esenciales. No es que yo necesite de la observación reiterada de muchos triángulos rectángulos
concretos para generalizar o inducir a partir de ellos el triángulo rectángulo general y sus
correspondientes hechos o estados de cosas. Sólo necesito examinar un caso concreto, sólo uno, para
ver, intuir encarnado en él la especie, la esencia triángulo rectángulo, visión, intuición, que ahora
presenta una índole no empírica, no sensible, sino intelectual, eidética. Así, cuando tengo ante mí un
triángulo rectángulo individual, concreto, espaciotemporalmente determinado, tengo también al mismo
tiempo un triángulo por completo diferente, que capto también de forma muy distinta,
intelectualmente, racionalmente y no sensiblemente, como el anterior. Y lo que sé de este nuevo
triángulo, lo sé de forma muy diferente a lo que sé del anterior: lo sé necesariamente, con plena
inteligibilidad, con absoluta certeza, lo sé de una vez para siempre, con total seguridad de que en lo
sabido nunca nadie podrá rebatirme. La intuición empírica es, pues, requisito psicológico de la intuición
intelectual y del conocimiento de las verdades eidéticas, pero éstas no hallan su fundamento de validez
lógica en aquella, sino en las correspondientes esencias objetivamente necesarias.
La filosofía como ciencia estricta y apriórica

La base, la condición de posibilidad de las verdades sintéticas a priori la constituyen, pues, para Husserl y
sus discípulos las esencias objetivamente necesarias, esencias de las que se ocupan en sus respectivas
investigaciones, por ejemplo, tanto el geómetra y el aritmético como el metafísico, el lógico o el
axiólogo. Unos y otros hacen progresar sus respectivas disciplinas descubriendo y describiendo nuevos
hechos o estados de cosas objetivamente necesarios, radicados en ellas. Las ciencias que versan acerca
de estas esencias son ciencias aprióricas, cuyo estatuto epistemológico es radicalmente diferente del de
las ciencias empíricas. La filosofía, con sus diversas disciplinas, puede así convertirse en ciencia estricta a
condición de que se oriente a la investigación y sistematización de un tipo especial de esencias
objetivamente necesarias, las esencias filosóficas, de las que se han ocupado tradicionalmente los
filósofos más insignes del pasado y del presente. La filosofía, pues, ha de devenir resueltamente en un
saber a priori, asentado en el sólido, en el consistente suelo de esencias necesarias de índole metafísica,
epistemológica, lógica, ética, estética, ontológica, teológica, etcétera.

Con este planteamiento, como vemos, el ámbito del conocimiento sintético a priori se ensancha
considerablemente. Ya no es posible sólo en la Geometría, en la Aritmética y en la Lógica, sino también
en amplios dominios de la filosofía y en investigaciones teóricas sobre aspectos concretos de la realidad
como, por ejemplo, la Acústica y la Cromática [↓A].

Criterio de identificación de las esencias objetivamente necesarias

Por último, es preciso subrayar que no existe un criterio externo de identificación de las esencias
objetivamente necesarias, esencias susceptibles de conocimiento sintético a priori. En efecto, el criterio
en cuestión viene dado inmanentemente con la esencia misma. Sólo la atenta y minuciosa consideración
de los objetos basta para saber si poseen o no una esencia de este tipo. La evidencia, la claridad y
distinción con que estas esencias han de presentarse a la intuición intelectual es aval suficiente para
reconocerlas como tales. Desde luego, en esta tarea identificativa cabe el error, pero para evitarlo, no es
necesario aplicar pauta o regla alguna extrínseca y anterior a la dación misma de la esencia; si ésta es
objetivamente necesaria, tal carácter ha de hacerse presente por sí mismo a la atenta mirada intelectual
del cognoscente.

El Realismo fenomenológico hoy

Josef Seifert y la Academia Internacional de Filosofía

Los desarrollos actuales de esta corriente filosófica siguen estrechamente las aportaciones llevadas a
cabo por los miembros del Círculo de Gotinga. Merece destacar ante todo la figura de Josef Seifert
(Austria, 1945), quien considera al Realismo fenomenológico como la corriente de Fenomenología más
genuina y representativa de este movimiento filosófico. Las palabras del propio Seifert a este respecto
son categóricas:
«Los partidarios de la “fenomenología realista” no son sólo una interesante “sub-especie” en el más
amplio movimiento fenomenológico. Antes bien, espero mostrar que constituyen con mucho la parte
más importante de este movimiento, a la que debemos el redescubrimiento, que hace época, de la
metafísica clásica en nuestro siglo y el primer intento filosófico realmente satisfactorio de aceptar los
retos de la filosofía moderna y, con ayuda de un riguroso método filosófico, superar radicalmente
algunos errores de los filósofos modernos más influyentes: sobre todo el subjetivismo y el
antropocentrismo modernos » [↓B]

Fundador y rector de la International Academy of Philosophy, con sede primero en Irving, Texas (1980),
posteriormente en Liechtenstein (1986), ubicándose en la actualidad en un nuevo campus en la
Pontificia Universidad Católica de Chile [↓C], Josef Seifert ha promovido desde ella interesantísimas
investigaciones en los campos de la Metafísica, la Epistemología, la Antropología filosófica y la Ontología
de la persona. Es también fundador y editor de la Revista Internacional Aletheia y de diversas series de
publicaciones filosóficas, entre las que destaca Studies in Phenomenological and Classical Realism junto
a Giovanni Reale.

Seifert se ha impuesto como tarea prioritaria proseguir y ampliar la obra de los fenomenólogos realistas
de la primera hora. Sus contribuciones al Realismo fenomenológico se mueven principalmente en el
ámbito de la Ontología y la Teología filosófica. Su empeño se ha visto ya realizado en un libro de carácter
global y sistemático, que muy bien puede considerarse como su summa primae philosophiae de esta
escuela de pensamiento. Se trata, en efecto, de su obra en lengua italiana Essere e persona (1989). Si a
este libro sumamos los de Sein und Wesen (1996) y Gott als Gottesbeweis (1996/2000), nos hallamos sin
duda ante el intento más completo llevado a cabo hasta ahora de integrar bajo la guía del Realismo
fenomenológico los descubrimientos básicos de la Ontología platónico-agustiniana con los logros de la
Metafísica de orientación aristotélico-tomista.

Essere e persona: verso una fondazione fenomenologica di una metafisica classica e personalistica
pretende, reinterpretando en sentido auténticamente realista y objetivista el principio husserliano de “a
las cosas mismas”, hacer de la metafísica clásica una ciencia del ser en cuanto persona, abierto
radicalmente a la trascendencia y a la infinitud, esto es, a la divinidad, cuya existencia se hace patente
para el humano entendimiento a partir de la constatación del carácter ininventable de su esencia
(referencia clara y directa al argumento ontológico, que vertebra de principio a fin la obra toda de
Seifert).

Por su parte, Sein und Wesen ofrece un análisis extraordinariamente iluminador de los diversos sentidos
de esencia y existencia, así como de las distintas relaciones que cabe concebir entre estos dos principios
constitutivos del ente. Este esclarecimiento tiene como finalidad llevar a una síntesis orgánica las
adquisiciones filosóficas básicas del aristotelismo y las del platonismo.

A su vez, Gott als Gottesbeweis, que en cierto sentido representa una continuación del anterior, es una
defensa de la prueba ontológica de la existencia de Dios, defensa cuyo sentido y alcance se constata
claramente en el siguiente texto de la obra:

«La existencia real no se funda objetivamente en ninguna otra esencia: en ninguna isla perfecta, en
ningún cuerpo perfecto, en ningún espíritu finito sumamente perfecto, sino exclusivamente en Dios. Así,
en la medida en que captamos, aun cuando sólo sea en una comprensión imperfecta (en una
apprehensio), lo que Dios es, conocemos que Dios es: “Si Dios es Dios”, según lo expresa Buenaventura,
entonces “Dios existe” (Si Deus Deus est, Deus est). Esta frase podemos traducirla ahora, al término de
nuestra investigación, de este modo: “Puesto que Dios es Dios, Dios existe”.

Y precisamente esto es así única y exclusivamente en el caso de Dios, y por ello sólo en este único caso
es posible conocer la existencia real mediante una intuición de la esencia: no mediante un truco de
prestidigitación lógicamente insostenible que hiciera nacer como por ensalmo la existencia real de Dios
a partir de la creación de un concepto o de una idea subjetiva, sino mediante una necesidad esencial
objetiva y que sólo se halla presente en la única esencia divina, que se presenta con evidencia a nuestro
espíritu en su verdad no inventable, suprema y fundada en las cosas mismas.

De esta manera, el argumento ontológico puede reducirse a su fórmula más breve, empleada también
en el título de este libro: Gott als Gottesbeweis! (Dios como prueba de Dios) » [↓D]

Otros representantes

La obra de Seifert y de la Academia Internacional de Filosofía ha ejercido una notable influencia sobre
numerosos pensadores europeos y americanos en los últimos años. Entre estos pensadores podemos
mencionar a Fritz Wenisch (Austria, 1944), quien, seguidor estrecho no sólo de Seifert sino también de
Hildebrand y del discípulo y amigo de éste Balduin Schwarz (1902-1993), lleva a cabo sus aportaciones
más originales en los campos de la epistemología, la ética y la filosofía de la religión. Merecen
destacarse a este respecto dos interesantes publicaciones: Die Objektivität der Werte (1971) y Die
Philosophie und ihre Methode (1976) [↓E].

Ismael Martínez-Liébana (Zamora, 1958). Destacado representante actual del Realismo fenomenológico,
ha hecho interesantes aportaciones en el campo de la fenomenología de la percepción táctil y en el de la
teología filosófica.
A su vez, John Crosby (Washington, 1944), asiduo colaborador de la revista Aletheia y de la International
Academy of Philosophy, ha estudiado con profusión el pensamiento y la obra de Reinach, y de
Hildebrand, traduciendo al inglés numerosas publicaciones de Hildebrand, Reinach, Conrad-Martius y
Edith Stein. Sus investigaciones fenomenológicas más relevantes se mueven principalmente en los
ámbitos de la Ética, la Axiología, la Epistemología y la Ontología de la persona.

Representantes actuales del Realismo fenomenológico en España son, entre otros, Miguel García Baró
(Madrid, 1953) quien, estudioso del pensamiento de Husserl, Reinach y Edith Stein, ha hecho valiosas
contribuciones fenomenológicas en los dominios de la epistemología, la metafísica, la filosofía de la
lógica y la filosofía de la religión. A su vez, Rogelio Rovira Madrid, estrecho colaborador de Josef Seifert y
de la International Academy of Philosophy, ha reflexionado brillantemente sobre la relación existente
entre Metafísica y Argumento Ontológico de la existencia de Dios, al igual que Ismael Martínez-Liébana
(Zamora, 1958), que ha puesto de relieve algunos supuestos metafísicos esenciales subyacentes en la
célebre prueba anselmiana.

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