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Las jornadas de protesta realizadas durante Octubre del 2019 en varias latitudes
del Ecuador, pero principalmente y con mayor fuerza en la ciudad de Quito, fueron un
episodio que marcó el accionar político y social de la última década en el país. Siendo
catalogadas como las protestas más amplias y violentas que se han vivido en largo
tiempo, Octubre del 2019 quedó grabado en la memoria histórica de nuestro país, como
un símbolo de resistencia a medidas que afectaron directamente la economía del pueblo
ecuatoriano.
Por esa razón, la convocatoria realizada por el movimiento indígena tuvo una
masiva acogida en otros sectores y grupos organizados, universitarios, trabajadores,
sindicatos y también en la sociedad civil no perteneciente a ninguna organización. Esto
debido a que en palabras del sociólogo Sidney Torrow (1997, 183) “el poder de la
acción colectiva procede de tres características potenciales: desafío, incertidumbre y
solidaridad”.
Si bien es cierto, existían facciones dentro del Movimiento Indígena con sus
propias tendencias políticas e intereses particulares, la derogatoria del decreto 883 era el
interés primordial. Sin embargo, resulta importante destacar la existencia de intereses
particulares internos dentro del movimiento, pues estos son determinantes para entender
sus acciones, sus estrategias, sus motivaciones y los resultados que esperaban obtener.
La trayectoria política de Iza ha sido marcada por una constante defensa de los
territorios ancestrales frente a la dependencia económica extractiva, la educación
intercultural bilingüe y la comercialización justa de la producción de los territorios
campesinos y por una marcado asenso en el reconocimiento político y simbólico a nivel
nacional.
Aprovechando todo este capital político dentro del Movimiento Indígena y con
el apoyo sustancial del presidente de la Confederación de Nacionalidades
Indígenas (CONAIE), Jaime Vargas, realizó el llamamiento a la movilización nacional
y a la unidad estratégica de los sectores sociales que más resentían las medidas
neoliberales del gobierno de Moreno.
Así, durante estos diez días de ciclos de acción política contenciosa, Iza encontró
una suerte de conexión emocional que le permitió capitalizar esa molestia a su favor
transformándola en confianza, pues los ciclos de protesta “comprenden más que un
efecto de contagio, pues dentro de la difusión de un movimiento social no sólo las
protestas se esparcen, sino que sus marcos interpretativos se expanden también” (Inclán
2017, 197-98)
La extensa difusión de los ciclos de protestas en varios puntos del país, pero
sobre todo los diez días en Quito, da cuenta de que la solidaridad no se expresaba
solamente en la participación de la sociedad civil en la política contenciosa.
Además, como no podía ser de otra manera, para lograr la empatía y el apoyo
popular, Iza tuvo la acertada estrategia de alejarse completamente del correísmo y del
mismo Rafael Correa, denunciado que intentaba, desde Bélgica y a través de Twitter,
pescar a río revuelto y capitalizar la revuelta popular para conseguir una eventual caída
de Lenín Moreno y lograr más que una revancha política, la consecución del poder
nuevamente.
Al mismo tiempo, se separaba y marcaba su rechazo a las figuras políticas más
relevantes de la derecha ecuatoriana como Guillermo Lasso y Jaime Nebot, logrando
incluso hacerlos ver como enemigos del pueblo y de la clase trabajadora, haciendo
hincapié sobre sus declaraciones, que desacreditaban los motivos de la movilización
indígena en todo el territorio nacional.
Iza supo aprovechar el contexto caótico y de profunda división social por el que
atravesaba el país, para que el Movimiento Indígena quedara bien posicionado de cara a
una futura contienda política, como efectivamente sucedió en las elecciones generales
del 2021, donde lograron una votación histórica y se convirtieron en la segunda fuerza
política ecuatoriana dentro de la Asamblea Nacional.
Hay que decir también que la dirigencia de varios sectores del Movimiento
Indígena supo separar acertadamente la figura más intelectual, conciliadora, fuerte y
popular que tenía Leónidas Iza, de la percepción osca, anárquica y prepotente que los
ecuatorianos y ecuatorianas tenían de Jaime Vargas.
Por otra parte, Iza supo hacer confluir en él todas las formas de lucha social de aquel
octubre, con la finalidad de ser tomado seriamente en cuenta como una posibilidad de
cambio político en el país. Si bien es cierto, no tuvo la posibilidad inmediata de lograrlo,
aún está por verse si logrará ascender su perfil político para aspirar a la Presidencia de la
República, o será uno más de los casos de esos perfiles políticos que despuntan en
determinado momento crítico y después solo quedan para la historia.
Bibliografía