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UNIVERSIDAD DE CUENCA

CINE Y AUDIOVISUALES
CINE ECUATORIANO
NOMBRE: Paulo Castro Santander FECHA: martes 1 de diciembre del 2020

Reseña: Christian León (Reinventando al otro) Breve historia del cine ecuatoriano (2010)

“En el Ecuador, los estudios sobre el fenómeno cinematográfico han sido subvalorados y
precarios. Organismos estatales, instituciones culturales y universidades han destinado
poquísimos tiempo, esfuerzos y recursos para la investigación de las tecnologías, prácticas y
discursos cinematográficos.” (p. 65), la historia del cine en el Ecuador no ha sido muy
favorecedora y a pesar de que en los últimos 12 años (partiendo desde la fecha de publicación
de este libro) se han realizado tesis respecto al cine ecuatoriano, continúan habiendo huecos
en la propia historia, ni mucho menos una ardua investigación del cine ecuatoriano en el siglo
XX. Este capítulo intenta hacer un corto resumen sobre los hitos más relevantes del cine en
nuestro país.

Luego de la aparición del cinematógrafo, y la llegada de exhibiciones por parte de


extranjeros, en 1906 se registran los primeros films en el Ecuador, para ser más precisos en
Guayaquil y su puerto principal, cabe recalcar que no nos referimos a la primera película de
ficción sino más bien a retazos sueltos de situaciones como el Corpus de Guayaquil. Luego,
en 1908, 1909 y 1910, sucesivamente se abren empresas dedicadas a la proyección y demás
de cine. Compañía de Cines de Quito abre sus puertas en 1914. Luego en la década de los 20
se estrenan alrededor de más de 50 filmes, películas extranjeras, pero Ecuador iba adoptando
una cultura de difusión cinematográfica.

Se utiliza los films como propaganda para el país con objetivos claros: “En un contexto
caracterizado por la visita de misiones comerciales y militares, estos filmes son pensados
como medios de propaganda para vender la imagen de un país moderno y atraer inversión
extranjera” (p.68), todo esto auspiciado por la Presidencia de la república, seguido de esto se
estrenan una serie de películas: “cuya línea argumental exalta el proceso de modernización y
defiende la política monetaria del Gobierno y la creación del Banco Central.” (p.68). el poeta
y dramaturgo Augusto San Miguel realiza tres películas que en su tiempo fueron elogiadas,
“El tesoro de Atahualpa” (1924), “Se necesita una guagua” (1924) y “Un abismo y dos
almas” (1925). Paralelamente nace un orgullo por “lo nuestro”.

En la década de los 70 y 80 el género más destacado se trata del documental y con ello un
movimiento indigenista que ya desde antes viene clasificado por tres tipos: el cine de los
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pioneros, la producción extranjera y el cine social nacionalista. Terminados los 80, en los 90
se exploran nuevos temas como la marginalidad social, como el caso de Sebastián Cordero,
“Ratas ratones y rateros” (1999), además de racismo, transgresión de roles sociales filmes
como “Rojo” o “el hombre de los calzoncillos boxer” (1998), de David Pazos; “Trailer 2”
(1999), de Adolfo Macías y Tito Malina, y “Choclotanda” (2000), de León Felipe Troya,
recurren a la ironía, la cita y el pastiche posmodernos.

COMENTARIO

Wilma Granda: “en el carácter intermitente de nuestra cinematografía en sus destellos


cuantitativos y cualitativos, y en sus largos silencios” 2007: 16

Si hace unas semanas analizamos el film de Fernando Mieles, “Descartes” (2009), donde
muy a pesar de que se habla del cine ecuatoriano y se busca un artista que prácticamente se
perdió en la sociedad guayaquileña, no dejamos de escuchar frases despectivas, evasión y
odio contra el cine ecuatoriano, la poca fe de ellos. A lo mejor soy yo predisponiéndome a
pensar que todo comentario es una visión negativa de el mundo fílmico en Ecuador, pero no
puedo evitar hacer hincapié en frases como “los estudios sobre el fenómeno cinematográfico
han sido subvalorados y precarios.” (p. 65), es imposible no darse cuenta que repetidas veces
en la historia de nuestro país, la iniciativa en el séptimo arte se la ha tomado por cuestiones
monetarias, como la introducción tardía de las salas de cine o las campañas publicitarias a
presidentes, incluso los intentos de indigenismo que no podemos comparar con las obras
bolivianas y peruanas, poco he leído que se haya logrado algo “por amor al arte”.

¿Qué queda de todo esto?, qué egoístas nuestros precursores en dejarnos este gran peso que
debemos cargar en nuestros hombros, el de arrastrar una cultura nefasta de mal cine o de
obras fallidas, sin embargo, por mucho que acabemos odiando o perdiendo la paciencia con el
cine, quizá algún día, los que guardamos la esperanza por el cine de nuestro país, o los que
conquistemos con nuestros ideales en el extranjero, dejando el nombre del país en alto, en ese
momento todo, incluso los esfuerzos de los buenos y los desaciertos de los malos habrán
tomado sentido.

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