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Fuente: Brescó de Luna, I. (2017).

The end into the beginning: Prolepsis and the reconstruction of the collective
past. Culture & Psychology, 23(2), 280–294. https://doi.org/10.1177/1354067X17695761 [Traducción: Julio del
Cueto y Cristian Parellada]i

El fin en el principio: prolepsis y


la reconstrucción del pasado colectivo
Ignacio Brescó de Luna

Introducción
“Se piensa que el pasado está 'ahí', fijo, inalterable, indeleblemente registrado en los anales del
tiempo, seamos o no capaces de descifrarlos. Por otro lado, el futuro es considerado no sólo
como algo en gran parte desconocido, sino también en gran medida indeterminado… Así, se
piensa que el futuro está abierto, mientras que el pasado está cerrado”.
(Ayer, 1958, pág. 188)

Según Halbwachs (1950/1980), la memoria colectiva constituye la relación orgánica y


afectiva que una determinada comunidad tiene con su pasado. En contraposición con
la historia, considerada como memoria muerta (ver, por ejemplo, Olick y Robbins, 1998
para una discusión sobre este tema), la memoria colectiva se refiere al pasado activo
indisolublemente ligado a la identidad presente de un grupo. Considerada inicialmente
para comunidades sociales de pequeña escala como la familia, la clase y los grupos
religiosos, la noción de memoria colectiva de Halbwachs también ha sido ampliamente
discutida en relación con las naciones (Rosa, Bellelli y Bakhurst, 2000), entendidas
como comunidades imaginadas (Anderson, 1983) sobre la base de un pasado
compartido. Utilizando la terminología de Halbwachs, las naciones proporcionarían los
marcos sociales (a través de las escuelas, los medios de comunicación, los museos,
etc.) para que el pasado sea interpretado en términos nacionales (Brescó, 2008) y
adoptado en primera persona del plural. En consecuencia, el pasado transmitido a
través del recuerdo colectivo -por remoto o incluso mítico que sea- nunca es, por

i Queremos agradecer al autor del artículo las revisiones y comentarios realizados sobre esta
traducción.
definición, algo ajenoii (Lowenthal, 1985), sino algo familiar y emocionalmente ligado
a las preocupaciones actuales y los desafíos futuros del grupo.
El fenómeno del recuerdo colectivo ha sido abordado a través de la teoría de las
representaciones sociales (Moscovici, 1984), considerando así a la memoria como
algo ''activamente empleado, social y materialmente situado, reconstructivo y
orientado al futuro'' (Wagoner, 2015, p. 143). Según Wagoner (2015), las
representaciones sociales pueden considerarse marcos sociales dinámicos dentro de
los cuales se transmiten, negocian y reconstruyen imágenes vívidas y condensadas
del pasado, lo cual hace que el pasado sea familiar para el grupo. Esta dinámica
implica, por un lado, un proceso de objetivación, mediante el que se transmite la
historia del grupo a través de una serie de imágenes, relatos, rituales, monumentos,
etc., y, por otro lado, un proceso de anclaje, mediante el cual la representación que
hace el grupo de su pasado actúa como un marco en el que interpretar el presente e
imaginar el futuro. En este sentido, el trabajo de Liu y Hilton (2005) sobre las
representaciones sociales ilustra el papel clave de las narrativas sobre el pasado no
solo para forjar la identidad colectiva, sino también para prescribir cómo se deben
interpretar ciertos conflictos en el presente y, en consecuencia, qué curso de acción
debe tomarse en el futuro, un fenómeno al que estos autores denominan historical
chartersiii. Las narrativas transmitidas por representaciones sociales del pasado
poseen, por tanto, un poder de movilización social en la medida en que trazan una
trayectoria que nos dice “quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde
deberíamos ir” (Liu y Hilton, 2005, p. 537). Visto así, se podría argumentar que el
pasado pesa sobre el presente, constriñendo, de este modo, el futuro.

ii N. de T: En inglés, el autor usó la expresión foreing country para referir al célebre libro de David
Lowhental The Past is a Foreing Country. En la traducción, con el fin de lograr una mejor claridad se
decidió la expresión algo ajeno.
iii N. de T: A los fines de lograr una mejor comprensión de la teoría de Liu y Hilton (2005) se decidió no
traducir el concepto de charters. Al respecto, historical charters ha sido empleado originalmente por
estos autores como uno de los elementos centrales de la representación social de la historia de un
grupo y con él refieren al mito fundacional de una determinada comunidad desde el cual sus miembros
entenderían tanto el presente como, sobre todo, los posibles cursos de acción futuros del grupo sobre
la base de sus supuestos derechos y obligaciones. Un ejemplo típico sería el caso de una comunidad
nacional entendida bajo el mito fundacional de la libertad y la democracia desde el cual muchas
personas proyectarían acciones basadas en el derecho (e incluso la obligación) de “liberar” a otros
países o grupos considerados por ellos como “no democráticos”, justificando así su intervención militar
en los mismos.
El objetivo de este artículo es complementar este enfoque lineal de la memoria
colectiva con una aproximación más circular o no lineal –ya utilizado en la memoria
autobiográfica1 o en la teoría de la historia2 – trasladando el foco del pasado al futuro.
A partir del concepto de prolepsis –una noción prestada de la teoría literaria–, este
artículo se propone examinar cómo, en ocasiones, el pasado colectivo se reconstruye
según diferentes futuros imaginados para promover acciones en el presente,
orientando así a este último hacia ciertas metas. Esta relación dinámica entre pasado,
presente y futuro puede encontrarse en ciertas utopías –por ejemplo, la explicación
marxista del pasado se presentó como la base de un programa político para el futuro
(Southgate, 1996)–, en la mayoría de los procesos de construcción nacional3, en
proyectos de formación de identidades supranacionales4, así como en movimientos
nacionalistas en busca de la independencia o de una renovación nostálgica del
pasado5. En todos estos casos, el pasado se interpreta de tal manera que aparece
como un camino hacia un futuro ya imaginado. Esto, a su vez, plantea algunos
problemas con respecto al concepto lineal tradicional de tiempo, basado en la
causalidad eficiente, en el que los eventos son inevitablemente empujados desde el
pasado hacia el futuro (Morselli, 2013). En cambio, en los ejemplos anteriormente
mencionados se trata de un escenario imaginado que tira del presente hacia el futuro
a través de una cierta forma de reconstruir el pasado colectivo.
Los humanos no reaccionamos pasivamente a los estímulos, sino que
constantemente estamos construyendo otros mundos posibles (Bruner, 1986) e
imaginando nuevos futuros que pueden alterar nuestro propio presente (Zittoun y de
Saint-Laurent, 2015). Este enfoque está en línea con uno de los supuestos clave de
la psicología cultural, a saber, que somos seres orientados a metas y, como tales,
utilizamos diferentes herramientas culturales (Wertsch, 2002) para interpretar el
mundo y crear puentes hacia lo que aún no está dado (Abbey y Bastos, 2014). Al
hacerlo, orientamos nuestras acciones hacia el futuro, reduciendo así su inherente
incertidumbre (Valsiner, 2007). En este sentido, las narrativas son herramientas clave
para la creación de significado, en la medida en que, a través de ellas el pasado, el
presente y el futuro pueden relacionarse significativamente (Wertsch, 1997). Pero
¿cómo se articula narrativamente la memoria colectiva? ¿Qué influencia puede tener
el futuro en la reconstrucción del pasado? ¿Y en qué medida pueden las narrativas
sobre el pasado afectar los posicionamientos y las acciones de los individuos, y la
forma en que ambos llegan a ser moralmente justificados? En las páginas que siguen,
estas preguntas serán abordadas poniendo el foco en las dimensiones narrativa,
pragmática y normativa de la memoria colectiva. Esto sentará las bases para examinar
cómo la prolepsis entra en juego con ciertas representaciones sociales del pasado o,
en otras palabras, cómo el futuro es traído al presente a través de ciertas formas de
reconstruir el pasado.
Pero ¿qué se entiende exactamente por prolepsis? ¿Y cómo podría contribuir al
estudio de la memoria colectiva?

Introducción al concepto de prolepsis


Según el diccionario Merriam-Webster, prolepsis es una palabra de origen griego que
significa "la representación o suposición de un acto o desarrollo futuro como si
existiera o se cumpliera en el presente"6. Prolepsis es un concepto utilizado
principalmente en narratología7. Desde este campo, Genette (1980) define la prolepsis
como “el recurso narrativo que consiste en narrar o evocar por adelantado un
acontecimiento que tendrá lugar en el futuro” (p. 40). Así, contrariamente a la analepsis
o flashback -que consiste en traer el pasado al presente en la trama-, la prolepsis o
flash-forward es un “movimiento hacia adelante en el tiempo, de modo que un evento
futuro se relata textualmente antes de su tiempo, antes de la presentación de eventos
cronológicamente intermedios (que terminan siendo narrados más adelante en el
texto)'' (Toolan, 1988, p. 43). Un ejemplo clásico de prolepsis se encuentra en las
famosas primeras líneas del libro de García Márquez Cien años de soledad:
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano
Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo.'' (1967/1970, p. 1). Traer el futuro al presente –en este caso, llevar el final trágico
de uno de los personajes principales al comienzo mismo de la historia– es un
mecanismo narrativo para guiar al lector, ya que los acontecimientos posteriores en la
trama adquieren significado y direccionalidad frente a un escenario futuro ya
presentado (para un enfoque cognitivo de la prolepsis en el procesamiento de textos,
ver Bridgeman, 2005).
En psicología, Michael Cole (1996) aplicó el concepto de prolepsis al estudio de la
crianza. Según Cole, los adultos interpretan la crianza en términos de lo que imaginan
o esperan que sea el futuro de sus hijos. Aquí también vemos cómo el futuro es traído
al presente; el resultado es que las expectativas de los padres median sus acciones
durante la crianza, canalizando así el presente del niño hacia el futuro imaginado por
sus progenitores8. En palabras de Cole, "los padres estructuran la experiencia del niño
para que sea consistente con lo que imaginan que será su identidad futura" (p. 185).
Este futuro imaginado está, a su vez, mediado culturalmente, ya que se basa
fuertemente en la experiencia pasada de los padres, incluida la forma en la que fueron
criados. Como puede observarse, se trata de un proceso más bien no lineal mediante
el cual el futuro cultural imaginado del niño, basado en las experiencias pasadas de
los padres, se incorpora al modo en que el adulto trata al bebé en el presente (p. 184).
Como resultado, "la imaginación de los padres sobre el futuro de su hijo se convierte
en una restricción materializada clave respecto las experiencias vitales del niño en el
presente" (p. 184). En resumen, la prolepsis en contextos de crianza sería una
ilustración del “mecanismo cultural que introduce el final en el principio” (p. 183).

La prolepsis y el estudio de la memoria colectiva


Esta forma de estudiar la crianza a través del concepto de prolepsis muestra cómo la
cultura proporciona diferentes guiones [scripts] sociales a través de los cuales las
personas pueden orientarse a sí mismas y a los demás de acuerdo con ciertas metas
y expectativas de futuro. En otras palabras, podría decirse que en tales casos un
escenario futuro imaginado adquiere fuerza pragmática para las acciones actuales.
Sobre la base de este supuesto, las siguientes secciones extenderán la noción de
prolepsis a la memoria colectiva centrándose en cómo se reconstruye el pasado de
acuerdo con diferentes metas futuras para alentar y justificar ciertas acciones. Para
ello, se examinará en primer lugar la dimensión narrativa de la memoria, observando
cómo los hechos pasados adquieren sentido y trascendencia a través de un hilo
argumental que vincula el pasado con el presente. Esto conducirá a la dimensión
pragmática, según la cual la memoria colectiva se entiende como una actividad
socioculturalmente situada que tiene como objetivo dar sentido al pasado para
satisfacer las demandas del presente y alcanzar diferentes objetivos de futuro.
Finalmente, se abordará la dimensión normativa de la memoria colectiva, observando
cómo el pasado prescribe diferentes acciones y objetivos a alcanzar en el presente;
algo que llevará a la noción de guion que une las tres dimensiones.

La dimensión narrativa de la memoria colectiva


La memoria colectiva se articula y transmite a través de diferentes prácticas sociales
y herramientas culturales (desde rituales hasta museos y libros de texto de historia)
mediante las cuales el pasado es traído al presente. Entre estas herramientas, las
narrativas juegan un papel clave. Como se señaló anteriormente, las narrativas son
cruciales para reconstruir el pasado y dotarlo de significado, así como para vincularlo
afectivamente con la situación actual del grupo. Por lo tanto, la reconstrucción
colectiva de ciertos episodios históricos (recientes o remotos) puede generar
fácilmente una amplia gama de sentimientos dentro de un determinado grupo social,
como orgullo, agravio, resentimiento, odio, culpa, sentido de venganza, etc. (Wagoner
y Brescó, 2016). Sin embargo, los grupos (incluidas las naciones) suelen respaldar
múltiples relatos del pasado, dotando así a los mismos acontecimientos históricos de
diferentes significados, a veces en desacuerdo entre sí. Esta inevitable existencia de
diferentes relatos sobre el pasado, o historias sobre la historia9, plantea algunas
cuestiones teóricas sobre el papel de las narraciones en relación con los relatos
históricos.
Las narrativas pueden ser concebidas como formas de representar el pasado. Según
este punto de vista, los hechos pasados serían entidades reales que existen allí
afuera, cargadas de su propio significado y propiedades, esperando ser recordadas
con precisión y representadas por medio del lenguaje. Brockmeier y Harré (2001) se
refieren a este enfoque como falacia de la representación, la cual consiste en “suponer
que existe una y sólo una realidad humana a la que todas las narrativas deben
ajustarse al final” (p. 48). En la historia, esta noción realista está asociada con la
afirmación clásica de Leopold von Ranke según la cual los relatos históricos
simplemente deberían mostrar el pasado tal y cómo realmente fue. En Psicología, este
enfoque también ha prevalecido dentro de los estudios de la memoria, donde los
eventos suelen ser considerados como entidades reales que pueden almacenarse y
reproducirse con mayor o menor precisión a través de los relatos de los individuos.
Sin embargo, este punto de vista plantea un problema, el del significado. En la medida
en que resulta imposible reproducir toda la realidad del pasado, se requiere un criterio
basado en la significación. Según el filósofo Arthur Danto (1985), el significado
histórico de un evento tiene que ver principalmente con sus consecuencias futuras,
trascendiendo así cualquier significado que pudiéramos atribuirle a ese evento
considerado en sí mismo. Por lo tanto, la significación de un evento particular no se
deriva tanto de sus supuestas cualidades intrínsecas, sino de la forma en que
relacionamos ese evento con los eventos posteriores; algo que solemos hacer
recurriendo a tramas narrativas10. Pero ¿aparece la realidad (incluida la del pasado)
en forma de tramas ya elaboradas? Brockmeier y Harré (2001) se refieren a este punto
de vista como una falacia ontológica, según la cual “habría realmente un relato 'ahí
afuera', esperando ser descubierto” (p. 48). Contrariamente a esta postura, filósofos
como Hayden White enfatizan el papel creativo o poético de los historiadores quienes,
en lugar de identificar un drama histórico prefabricado, imponen una forma narrativa
(o trama) sobre el pasado, una forma que necesariamente transmite un contenido
moral –el contenido de la forma (White, 1986).
Los relatos históricos, a diferencia de los ficticios, aspiran a dar cuenta de los hechos
ocurridos en el pasado, aunque ambos tipos de escritura se manifiestan en forma de
narraciones que cuentan una historia. Así, por un lado, se supone que los relatos
históricos se basan en lo que el pasado ha dejado en el presente, como documentos,
restos arqueológicos, testigos, etc. Por otro lado, sin embargo, la dimensión narrativa
impuesta al pasado (como la trama, el tema, el género, etc.) se convierte en el criterio
por el cual los acontecimientos son seleccionados, interpretados, valorados e incluso
inferidos para que puedan encajar en un determinado argumento. Esto implica una
relación abductiva –à la Peirce– entre hechos y narraciones, o utilizando los términos
de Wertsch (2017), entre la verdad proposicional –esto es, la ciudad vasca de
Guernica fue bombardeada el 26 de abril de 1937– y la verdad narrativa, es decir, el
significado otorgado al pasado a través de diferentes narrativas. El resultado es un
relato argumental que pretende hacer del pasado algo significante y significativo, pero
¿en relación con qué? Esto conduce a la dimensión pragmática de la memoria.

La dimensión pragmática de la memoria colectiva


Como se dijo al principio, somos seres orientados a metas. No solo reaccionamos
ante lo que sucede, sino que también nos esforzamos por simultáneamente imaginar
y anticiparnos a lo que está por venir, orientando así nuestras acciones hacia el
futuro. Del mismo modo, cuando recordamos, no simplemente almacenamos y
reproducimos los eventos del pasado, como si fueran objetos antiguos. Como señaló
Bartlett (1932) a comienzos del último siglo, recordar es más bien una actividad
constructiva orientada a satisfacer diferentes demandas y objetivos en la situación
actual. Bartlett desarrolló este enfoque funcionalista de la memoria en torno a la
noción de esquema [schema], al que definió como “una organización activa de
reacciones pasadas, o de experiencias pasadas, que debe suponerse que funciona
siempre en toda respuesta orgánica bien adaptada” (p. 201). A la luz de este enfoque,
la precisión en la memoria está subordinada a la capacidad de los sujetos para
reconstruir y dar sentido al pasado de acuerdo con las demandas derivadas de
un presente en continua evolución y de un futuro incierto (ver Wagoner 2013; 2017,
para una revisión exhaustiva e histórica del concepto de esquema [schema]). Este
proceso constructivo adaptativo ha sido examinado en varios estudios recientes que
muestran similitudes cognitivas y neurológicas entre recordar el pasado e imaginar el
futuro (ver Schacter, 2012).
La visión funcional de Bartlett sobre la memoria se ha desarrollado en el marco de la
psicología cultural durante las últimas dos décadas (ver Kashima, 2000; Saito,
2000), entendiendo así el recordar como una actividad mediada
socioculturalmente. Este enfoque se remonta al planteamiento de Vygotsky (1987)
sobre la capacidad de los humanos de manipular deliberadamente su entorno con
signos para regular prospectivamente su recuerdo y, por lo tanto, sus
acciones. Vygotsky proporciona un ejemplo de cómo la creación de un signo en el
entorno, como hacer un nudo en una cuerda, puede actuar como un dispositivo
mnemónico que, a su vez, actúa sobre su creador en el futuro (ver Wagoner, 2015,
para una discusión). En este sentido, el recordar siempre se da en un contexto
dinámico (Brescó y Wagoner, 2016), un contexto que trasciende un entorno
puramente físico ya que está conformado por un conjunto de prácticas
sociales, artefactos y signos desarrollados a lo largo de la historia. Desde hacer nudos
con cuerdas hasta conmemoraciones y la construcción de monumentos (Brescó y
Wagoner, 2019)iv, desde estatuas ecuestres de reyes hasta murales de grafiti (ver
Awad, 2017), desde la transmisión de poemas épicos en culturas orales hasta la
transmisión de la historia nacional en las escuelas, a lo largo del tiempo
diferentes herramientas culturales han mediado en la forma en que las personas
reconstruyen el pasado de acuerdo con las diferentes demandas de cada contexto
sociohistórico.
Y así como atar un nudo en una cuerda actúa como un dispositivo mnémico destinado
a regular prospectivamente el recuerdo y las acciones de los individuos en el futuro,
el conjunto de prácticas y herramientas mnemotécnicas desarrolladas por los grupos
sociales también tienen como objetivo llevar el pasado a las generaciones futuras,
permitiendo así que los individuos asuman las demandas y aspiraciones históricas del
colectivo. Esto nos lleva de regreso a la noción de charters de Liu y Hilton, "una parte
central de la representación que un grupo hace de su historia", consistente en "un
relato de su origen y su misión histórica, que [es] enmendado y renegociado a lo largo
del tiempo en función de unas circunstancias cambiantes'' (Liu y Hilton, 2005, p. 538).
Por lo tanto, los charters cumplen una función pragmática al relacionar el mito
fundacional del grupo con un conjunto de objetivos a alcanzar en el futuro. Al respecto,
los autores señalan el asedio de Masada por los ocupantes romanos de Israel en el
72-73 d.C. como un ejemplo de cómo un evento pasado es traído al presente para
justificar ciertos fines pragmáticos relacionados con el estado moderno de Israel11.

iv N. del T: Esta referencia no se encuentra en el manuscrito original, sin embargo, el autor ha sugerido
incluirla en esta versión traducida porque se relaciona con las temáticas que está trabajando en la
actualidad.
Así, de manera similar al enfoque pragmático de Bartlett sobre la memoria, la
dimensión orientada hacia el futuro del recuerdo colectivo hace que los grupos
reconstruyan constantemente su pasado para que pueda vincularse
significativamente con la situación actual y las metas futuras mediante una trama
narrativa, proporcionando así una guía para la acción.
Como señalan Gergen y Gergen (1984), “quizás el aspecto más esencial de las
narrativas es su capacidad de generar direccionalidad” (p. 174). Sin embargo, tal
direccionalidad no siempre es lineal, yendo del pasado al presente y al futuro. Como
se verá en la siguiente sección, el pasado no siempre sirve como guía para el
futuro; en ocasiones, es el futuro el que sirve prolépticamente para orientar la
construcción del pasado.

Prolepsis y la dimensión normativa de la memoria colectiva:


Movilizando el pasado hacia el futuro
“Sobre la base de [sus] propósitos y expectativas, una determinada mentalidad ordena no
sólo los acontecimientos futuros, sino también el pasado. Acontecimientos que a primera vista
se presentan como una mera acumulación cronológica, desde esta perspectiva adquieren el
carácter de destino” (Karl Mannheim, 1936/1979, p. 188)

La memoria colectiva transmite diferentes relatos del pasado relevantes para la


identidad de los grupos a través de una amplia gama de artefactos y prácticas
culturales. Las narrativas juegan un papel central en la medida en que dan forma y
sentido al pasado, haciéndolo así significativo para la situación actual y los desafíos
futuros de los grupos. Esto implica un proceso de creación de significado que debe
actualizarse periódicamente. A medida que se producen cambios, los individuos
tienen que enfrentarse a nuevos presentes, abiertos a diferentes futuros posibles que,
a su vez, demandan nuevas formas de reconstruir y narrar el pasado. Polkinghorne
(2005) destaca este papel crucial de las narrativas, como recurso para la identidad
colectiva y como guía para la acción:
“La narrativización funciona no solo para construir una identidad de quién he
sido, sino también de quién planeo ser. Las personas construyen historias
hipotéticas imaginadas como un medio para planificar sus acciones futuras o
para anticipar las posibles acciones futuras de otros. Pueden representar varias
historias en su imaginación para producir escenarios hipotéticos” (p. 15)
La importancia de la imaginación en lo que respecta a la memoria colectiva pone en
primer plano la idea de prolepsis, destacando así el papel del futuro en la
reconstrucción y movilización del pasado. En esta línea, Levinger y Lytle (2001)
proponen un modelo, la llamada tríada retórica nacionalista, que puede ser útil
para profundizar y examinar este enfoque. Este modelo, concebido inicialmente
para analizar la retórica de la movilización nacionalista, presenta una estructura
narrativa triádica en la que (1) una remota edad de oro (que representa a la nación en
su esplendor histórico) es seguida por (2) un período de decadencia y pérdida (pérdida
de integridad cultural, territorio, pureza racial, etc.) que reclama (3) un futuro
imaginado donde la nación recuperaría su gloria pasada. Esta estructura -similar al
patron [template] de caída y renacimiento, empleado tradicionalmente en la literatura
occidental- constituye una narrativa maestra [master narrative] (Wertsch , 2002), que
puede ser utilizada en diferentes contextos para la movilización de colectivos -por
ejemplo, para la recuperación de la independencia perdida en el pasado, la
recuperación de un territorio perdido y reclamado por un determinado grupo, la
restauración de viejos valores morales y costumbres nacionales en un contexto de
flujos migratorios, etc.
Llevar la noción de prolepsis al modelo de la tríada retórica nacionalista implica romper
su lógica aparentemente lineal y, por lo tanto, cambiar la lógica de la movilización del
pasado al futuro. La Figura 1 ilustra esta lógica más circular o en espiral resultante de
adoptar este cambio.

Figura 1. Prolepsis o traer el futuro al presente a través de la reconstrucción del pasado. Ejemplo basado
en la tríada retórica nacionalista (Levinger y Lytle, 2001).

Como vemos en la figura, es precisamente el futuro imaginado (flecha A en la imagen)


el que configura la forma en que se reconstruye el pasado (flecha B); un pasado que
se puede utilizar, no solo para interpretar la situación actual, sino también
como argumento moral para la movilización para alcanzar determinadas metas
políticas (flecha C). Los procesos de construcción nacional, así como la mayoría de
los movimientos independentistas, serían casos paradigmáticos de esto. Porque es el
futuro estado independiente lo que hace que el pasado sea reconstruido en términos
nacionales y utilizado retóricamente para justificar tal objetivo político. De esta
manera, el futuro imaginado se presenta como una consecuencia natural del pasado,
cuando en realidad el primero ha sido traído al presente por una cierta forma de
reconstruir el segundo. Aquí, al igual que en el ejemplo de Cole sobre la crianza de
los niños, citado anteriormente, una causa final -los escenarios futuros imaginados, ya
sea del niño o de la nación- se torna en causa eficiente a medida que adquiere fuerza
pragmática para la movilización, restringiendo y guiando las acciones en el presente.
Estos escenarios futuros actúan como puntos finales valorativos (Gergen, 2001),
convirtiéndose así en el criterio a partir del cual dotar de sentido y direccionalidad al
pasado, así como para evaluar el desarrollo de los acontecimientos en el presente, de
acuerdo con su proximidad o lejanía respecto [vis-a`-vis] de las metas imaginadas.
Aquí es donde confluyen la dimensión narrativa y pragmática de la memoria
colectiva. Porque la imposición de una determinada trama o género narrativo no sólo
permite valorar y dotar de significado al pasado, sino que también lo hace relevante
para los propósitos presentes de los grupos. Como puede verse en el ejemplo de la
tríada retórica nacionalista, la trama del pasado a través de una determinada forma
narrativa (en este caso, una tragedia producto de una pérdida) transmite un contenido
moral al presente, lo que permite que el personaje principal del relato adopte el papel
de víctima, haciendo así más legítimos sus reclamos y acciones.
Esto lleva a la dimensión normativa de la memoria colectiva. Como señalan
Nienass y Poole (2011), la memoria colectiva es normativa en la medida en
que nos indica, ya sea individual o colectivamente, aquellos episodios del pasado que
debemos tener en cuenta a la hora de decidir qué hacer en el presente (p. 89). Sobre
la base del modelo de Schank y Abelson (1977), se puede argumentar que la memoria
colectiva transmite una especie de guion [script] que, como los charters, prescribe una
serie de orientaciones para la acción. En este sentido, cuando las personas
internalizan y hacen suyos estos guiones, tienden a asumir, en primera persona del
plural, las afrentas y agravios pasados, así como los reclamos colectivos y los
escenarios futuros transmitidos a través de dichos relatos. Al hacerlo, los individuos
se convierten en actores de un drama histórico prefabricado, en el que no solo es
aceptable, sino a veces incluso imperativo, emprender determinadas acciones para
lograr ciertos fines políticos. Los guiones [scripts] resultantes de las representaciones
sociales del pasado dan como resultado la asignación de diferentes derechos y
deberes (Harre y van Langenhove, 1991)12. De esta manera, constituyen
herramientas simbólicas para que las personas se posicionen y asuman su papel
frente a escenarios previamente definidos, dando lugar a expresiones como:
“conocemos esta historia, y conocemos su horrible desenlace, y también sabemos
qué se debe hacer en respuesta a ello” (Tölölyan, 1989, p. 112).
Sin embargo, la dimensión normativa de la memoria colectiva, y los guiones
resultantes de ella, no provienen directamente del pasado en sí mismo -a menos que
asumamos que el pasado se nos presenta en forma de tramas prefabricadas- sino de
los fines a alcanzar en el futuro, de ahí la existencia de los denominados conflictos
prolongados (ver Nicholson, 2017) en los que las partes en litigio parecen permanecer
encerradas en sus propias posiciones. En tales casos, las facciones enfrentadas, por
decirlo así, están atrapadas en diferentes bucles narrativos cerrados donde, por un
lado, los futuros imaginados en disputa son legitimados retóricamente por diferentes
formas de reconstruir el pasado, las cuales proporcionan, a su vez, los marcos para
interpretar el conflicto y justificar las acciones a realizar en el futuro. En este contexto,
es necesario fomentar la autorreflexión critica en relación con las representaciones
sociales de la historia para que los actores puedan convertirse en autores, dotados de
más agencia para romper con los guiones prefabricados e imaginar así nuevos futuros
posibles junto a pasados más abiertos. Esto implica avanzar hacia la política de la
imaginación (ver Bottici y Challand, 2011; Glaveanu y de Saint Laurent, 2015).

Observaciones finales: Hacia la política de la imaginación


El objetivo principal de este trabajo es considerar la importancia del futuro a la hora
de recordar y reconstruir el pasado. Para ello se ha resaltado las dimensiones
narrativa, pragmática y normativa de la memoria colectiva.
En esta línea, la prolepsis ha sido llevada a la esfera de la memoria colectiva con el
fin de examinar la forma en que los grupos utilizan diferentes narrativas sobre el
pasado como herramientas simbólicas para guiar (y en ocasiones movilizar) sus
acciones en relación con diferentes metas de futuro. Sin embargo, esto no supone
asumir que los grupos recuerdan y actúan de modo uniforme. No hace falta decir que
las sociedades modernas comprenden una amplia gama de posiciones sociales
(véase de Saint-Laurent, 2017) y las representaciones sociales del pasado -ya sean
hegemónicas, emancipadas o polémicas (Moscovici, 1988)- se conectan de manera
diferente a múltiples futuros imaginados, ya sean acordes o disruptivos respecto al
presente (Larocco, inédito).
En este contexto, la prolepsis es una de las diversas formas posibles de imaginar y
articular el pasado, el presente y el futuro frente a diferentes proyectos políticos 13. El
futuro puede imaginarse como una plácida continuación del presente, o incluso como
una mejora progresiva de este último. También puede imaginarse como
una amenaza inminente que se acerca cada vez más al presente, como advierten los
ambientalistas, o como algo que se debe ganar y por lo que es necesario luchar para
dejar atrás un pasado de inequidad, por ejemplo, en el caso de los movimientos
feministas y LGBT. Por el contrario, el pasado puede volverse 'imprescriptible' para
que los crímenes de lesa humanidad puedan ser juzgados en el futuro
(Mudrovcic, 2014). También puede ser algo para no repetir en el futuro -como en el
caso del Holocausto- o, por el contrario, algo para recuperar, donde el futuro
se imagina como una renovación nostálgica del pasado. Sin embargo, la nostalgia
también puede implicar mirar hacia el pasado en busca de ese futuro que nunca llegó
a suceder (ver Bradbury, 2012; Brockmeier, 2009). Utilizando la terminología de la
teoría de los sistemas dinámicos, se podría decir que tanto el pasado como el futuro
actúan potencialmente como atractores y/o repulsores (Valsiner, 2005) dentro de
diferentes representaciones sociales de la historia, revelando y cerrando opciones
para distintos escenarios imaginables e interpelándonos, al mismo tiempo, con la
posibilidad o, incluso, necesidad de actuar (Straub, 2005). En este sentido, las
políticas de la imaginación adoptan diferentes tiempos verbales (imperativo,
subjuntivo, indicativo, futuro perfecto) y verbos modales (deber, poder), mostrando así
diferentes grados de agencia y formas de orientar la acción (ver De Luca Picione y
Freda, 2016; Hedetoft, 1995).
¡Sí se puede! Ojalá pudiéramos volver a los viejos tiempos, debemos luchar por
nuestros derechos, ¡somos el pueblo! Deberíamos salir de la UE,
venceremos… como señalan Levinger y Lytle (2001), “la acción está prefigurada en
el ámbito de la imaginación y, por tanto, es en el ámbito de la imaginación política
donde debe comenzar un análisis de la acción nacionalista” (p. 190). Aunque la
imaginación política, en forma de utopías y tierras prometidas, a menudo ha llevado a
finales trágicos, Glăveanu y de Saint Laurent (2015) nos recuerdan que “sin
imaginación y, concretamente sin imaginación política, la agencia humana sería
imposible, ya que la afirmación de la propia agencia es, en sí misma, un proyecto
político, al igual que nuestra experiencia social y vida comunitaria” (p. 562).
Como señalan estos autores, junto a un lado 'oscuro', hay un lado 'luminoso' de
la imaginación política que nos permite pensar en otros mundos posibles, algo
tanto más necesario en tiempos en los que, frente a la creciente complejidad
e imprevisibilidad del mundo, parece que avanzamos hacia un pensamiento único
[pensée unique], considerando el sistema actual como la mejor y única forma posible
de estructurar la sociedad. Quizás sea el momento de reivindicar la imaginación como
herramienta, no solo para pensar el futuro sino también para repensar el pasado,
haciendo de la historia un drama con final abierto en el que podamos ser autores en
lugar de meros actores sometidos a guiones prefabricados. Depende de nosotros
asumir la responsabilidad de nuestro futuro y no dejar que otros lo imaginen por
nosotros.

Notas

1. Dentro de este campo, Brockmeier (2001) ha desarrollado la noción de teleología retrospectiva,


según la cual ''el pasado de una vida se ordena a la luz del presente'' (p. 276)).
2. Asumiendo una concepción no lineal del tiempo histórico, Chris Lorenz (2014) ha escrito
recientemente: ''La concepción del tiempo dominante ha pasado de una concepción del tiempo lineal,
irreversible y basada en la idea de progreso a una no lineal, reversible y alejada de la idea de progreso''
(p. 46). Estoy en deuda con los revisores de la revista por esta cita.
3. Tanto el argumento principal de Gellner (1983) según el cual el nacionalismo precede a las naciones,
como la idea de Hobsbawm y Ranger (1983) relativa a la invención de la tradición apuntan a los usos
del pasado frente a un proyecto de futuro como es el proceso de construcción nacional.
4. 4. Rigney (2012) destaca el importante papel que siempre ha tenido el pasado en la imaginación de
los futuros de Europa, en contraste con otros proyectos confederales, como el de Estados Unidos.
5. La nostalgia puede desempeñar un papel destacado en la movilización de los individuos hacia la
recuperación de un pasado idealizado. Véase Muro (2005) para un estudio sobre el movimiento
nacionalista en el País Vasco.
6. Merriam-Webster online Dictionary: http://www.m-w.com/cgi-bin/dictionary
7. La prolepsis también se utiliza en otros ámbitos que no se abordarán aquí, como en la teoría de la
argumentación, donde la prolepsis representa una figura retórica en la que el orador se anticipa a las
objeciones que el público puede plantear contra su propio argumento (véase Walton, 2007).
8. En una línea similar, Smagorinsky (2001) aplica el concepto de prolepsis para examinar los objetivos
y las prácticas culturales en contextos educativos.
9. La distinción entre history y story que existe en inglés no se recoge ni en las lenguas latinas ni en
alemán, en donde los términos Geschichte, al igual que historia, storia o histoire combinan ambos
significados.
10. Utilizando la metáfora de lo que llamó el Cronista Ideal, Danto (1985) demostró las severas
limitaciones de hacer relatos históricos sin tener en cuenta los resultados futuros de los
acontecimientos, señalando así el papel clave de las narraciones para dotar al pasado de sentido y
significado con respecto al futuro.
11. En esta línea, el análisis de Shenhav (2004) sobre diferentes discursos políticos en Israel revela
''una construcción de una narrativa circular, en la que los objetivos futuros se funden con las fuentes
históricas'' (p. 97).
12. En Brescó (2016), se utiliza la teoría del posicionamiento para examinar cómo los sujetos,
identificados con diferentes posiciones en relación con el conflicto vasco, atribuyen diferentes derechos
y deberes a los actores políticos implicados, justificando o deslegitimando así sus acciones.
13. A su vez, hay que tener en cuenta que la propia noción de pasado, presente y futuro, así como la
forma de imaginar su articulación, ha cambiado a lo largo de la historia, especialmente con el
advenimiento de la modernidad (véase Koselleck, 1979/2004). Agradezco a los revisores de la revista
que hayan planteado este importante aspecto.

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Biografía del autor


Ignacio Brescó de Luna es ayudante doctor en la Universidad Autónoma de Madrid (España) e
investigador externo en el Centre for Cultural Psychology en la Universidad de Aalborg (Dinamarca).
Sus temas de investigación giran en torno a la memoria colectiva, la identidad nacional, la enseñanza
de la historia y los memoriales. Ha coeditado un número especial sobre memoria colectiva en la revista
Culture & Psychology (2017) y otro sobre memoria y conflicto en Peace & Conflict (2016). Entre sus
libros recientes figuran: The Road to Actualized Democracy: A Psychological Exploration, con B.
Wagoner y V. Glăveanu (Info Age, 2018), Memory in the Wild, con B. Wagoner y S. Zadeh (info Age,
2020) y Remembering as a Cultural Process, con B. Wagoner y S. H. Awad (Springer, 2019). En 2020
recibió la beca JSPS en el programa Invitational Fellowship for Research para estancias de
investigación en Japón y la beca en bioética de la Fundación Víctor Grífols i Lucas.

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