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la trascendencia
Identidad: esta palabra proviene del latín “idem” que alude a “lo mismo”, “el mismo”.
Identidad es tomada del latín tardío identitas formado por ens “ser” (principio
ontológico) y entitas “entidad” (principio lógico). Según Ferrater Mora “dos entes son
idénticos cuando no hay entre ellos ninguna diferencia”. Por lo tanto, identidad y
diferencia se hallan en función mutua y ambas participan de la noción de identidad. Este
concepto ha tenido múltiples interpretaciones desde Aristóteles pasando por Leibniz,
Kant, Mayerson (Ferrater Mora, 1983). A nuestros fines pensamos la identidad, como
proceso por ende dinámico, que se produce en contextos donde la multiplicidad de
intercambios exige el trabajo de elaboración respecto de lo igual y lo diferente.
Freud al referirse a los modos de constitución psíquica no hace
referencia a la identidad, sino a los procesos identificatorios; dejando el término
identidad para referirse a los mecanismos de inscripción propios del proceso primario y
secundario; en relación con el principio económico, pero cuando lo refiere al proceso
secundario aporta una diferencia ya que hace intervenir la singularidad del sujeto y su
deseo en tanto, la identidad de pensamiento se trata de equivalencias que se establecen
entre representaciones.
Al interior del psicoanálisis el concepto de identidad no tiene
cabida más que críticamente. Freud plantea un desplazamiento del sujeto cognocente en
tanto el yo se encuentra sometido a los “vasallajes del yo” y en lucha permanente con
amos que le impiden sostener de manera inequívoca y monolítica ningún tipo de
identidad. Para Lacan desde su definición “falta en ser” y “spaltung”, modo de
separación fundamental, también lo excluye, pensando al sujeto desde la imagen y
desde la relación consigo mismo, donde lo que surge es la no coincidencia y captura por
el deseo del otro. Así, entonces “el otro” aparece como la condición de afirmación de
una identidad así como su descentramiento. Por ello es que pensamos en el eje de las
identificaciones como mecanismos constitutivos, “yo es otro” y construcción dinámica
del sujeto a través del proceso de historización, proceso identificatorio en el que el yo,
no es más que el saber del yo por el yo” (Aulagnier, P.-1984), en su doble actividad
como identificado y como identificante, es decir autor de sus significaciones en tanto
buscador de respuestas para la satisfacción de sus demandas (provenientes de si como
del mundo). Diría Aulagnier P (1986) refiriéndose a la función de constructor dinámica
del Yo, “no esté en el poder de ningún yo abolir por completo ese trabajo de
transformación, de elaboración, de modificación, coextensivo a su vida, por el hecho
mismo de haberse conservado vivo”. He aquí el desafío del envejecente frente a las
novedades que le plantea su devenir, su “tiempo” y su “historia”, vida que se abre a
nuevos interrogantes.
Identidad narrativa: para Ricoeur, P., tal como lo desarrolla Presas, M. (2000), el
problema de la identidad como categoría es aquella en la que la cohesión de una vida
implica su mutabilidad, la de quien en tanto lector como escritor de su propia vida, la de
aquel que no cesa de ser re-inscripto, reformulado en todas y por todas las historias que
cuenta sobre si; es decir, por las múltiples interpretaciones que puede aportar. Por ello la
referencia a la narrativa; “es habilidad del hombre”; para orientarse en la realidad,
moviliza su fantasía, imaginando, inventa el mundo, (lo interpreta) del mismo modo que
el autor de ficción inventa los caracteres imaginarios de sus novelas. Con las ideas y las
creencias, el sujeto prosigue la construcción del mundo y la inevitable tarea de llegar a
ser el mismo en virtud de su construcción. La historia de cada uno cobra coherencia en
razón del trabajo de historización que reordena y reinterpreta los hechos insertándolos
en una trama.
Volvemos a tomar a Castoriadis (1994) cuando señala que “institución”
significa normas, valores, lenguaje, herramientas y modos de hacer frente a las cosas y
de hacer cosas y, desde luego, individuo mismo, tanto en general como en el tipo y la
forma particulares que le da una sociedad determinada”.
La unidad que existe en la institución total y primera de la sociedad, es la unidad
y cohesión del entramado de significaciones imaginarias colectivas que orientan,
dirigen y dan sentido a la vida de la sociedad y a la de los individuos que la constituyen.
Dios, ciudadano, estado, nación, dinero, pecado, virtud y también el lenguaje, la
religión, el poder. Las significaciones acerca de ser hombre, mujer, niño, padre-madre;
abuelo-abuela, viejo.
Estas significaciones marcan la constitución de lo humano, en el proceso de
socialización que consiste en los mecanismos que imprimen en la psique del niño las
significaciones, valores e ideales de su medio. Freud en Psicología de las masas (1921 )
nos dirá “cada individuo forma parte de varias masas; se halla ligado por identificación
en muy diversos sentidos y ha construido su ideal del yo conforme a los más diversos
modelos. Participa así de muchas almas colectivas: las de su raza, su clase social, su
comunidad confesional, su estado, etc. Y puede además elevarse hasta cierto grado de
originalidad e independencia”.
“Sin lograrlo nunca por completo, el sujeto podrá establecer entonces una
identidad entre la posibilidad de perennidad del conjunto y el deseo de perennidad del
individuo, medido en relación con el tiempo del hombre, ambos se presentan como
realizables en lo que es la aspiración a la trascendencia como elaboración de la finitud y
en la función de transmisión a través del ejercicio de la abuelidad”.- Petriz (2005)