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decidiré lo mejor
para mi vida¡
Si una persona quiere hacer lo que a Dios le gusta, debe rechazar las influencias negativas y hacer
cambios en su personalidad. Claro, Dios no obliga a nadie a cambiar. Quien decide hacerlo lo hace
por amor a Dios y porque se da cuenta de que sus normas nos benefician, son razonables y
demuestran que él nos ama (Isaías 48:17).
“Dejen de amoldarse a este sistema”. “Este sistema” —es decir, la sociedad que nos rodea, con su
estilo de vida, sus valores y sus costumbres— no refleja los valores ni la forma de pensar de Dios (1
Juan 2:15-17). Ejerce una presión constante en la gente para moldear su comportamiento y su
personalidad. Si alguien quiere adorar a Dios, tiene que resistir esa influencia. De lo contrario,
acabará desarrollando actitudes que lo perjudiquen y que no le gustan a Dios (Efesios 2:1-3; 4:17-
19).
“Transfórmense renovando su mente”. La persona también tiene que esforzarse por cambiar su
interior: sus inclinaciones y sentimientos más profundos. La palabra griega que se traduce
“transfórmense” describe un cambio tan radical como el que experimenta una oruga cuando se
convierte en mariposa. Para adorar a Dios, la Biblia dice que hay que vestirse con una nueva
personalidad (Efesios 4:23, 24; Colosenses 3:9, 10).
“Comprueben por ustedes mismos cuál es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios”. Dios
quiere que los que lo adoran estén totalmente convencidos de lo que creen. ¿Cómo pueden
convencerse? Estudiando la Biblia, poniendo en práctica lo que dice y viendo por ellos mismos las
ventajas de vivir de acuerdo con las normas de Dios. Así es como comprueban que hacer las cosas
a la manera de Dios es lo mejor (Salmo 34:8).
Filipenses 4:8
Considera lo que es un fallo común en muchas de nuestras vidas, pero que pocas veces
reconocemos. Es el problema de una actitud pesimista, de una imaginación negativa. Cuantas
veces encuentras que toda tu actitud está colocada en la dirección equivocada por tu imaginación
de lo que pudiera pasar o vaya a pasar en una situación, de tal manera que cuando de hecho te
encuentras en la situación estás tan frustrado y tan nervioso por lo que habías estado pensando
que eres incapaz de manejar el problema. Sé que éste es el tema en el cual están basados muchos
libros que se escriben sobre el poder de pensar de forma positiva. Hay un sitio apropiado para los
pensamientos positivos, pero sólo después de haber descubierto una vida positiva, la vida de
Cristo.
Me acuerdo de la historia de un hombre que se le había pinchado una rueda de camino a casa, y
resulta que no tenía un gato en su coche. Así que se puso en camino para ver si podía pedir
prestado uno, pero era ya muy entrada la noche, y comenzó a preocuparse de la reacción que le
recibiría cuando le pidiera prestado el gato al vecino, teniendo que despertarlo, sacarlo de la cama,
todo esto en medio de la noche. Empezó a pensar en cómo se sentiría el vecino, cómo de enfadado
y resentido estaría, y cómo no querría levantarse para darle el gato, que seguramente no podría
encontrarlo en el garaje de todas maneras y tendría que andar buscándolo, y quizás tener que
encontrar una linterna y tener que pasar por todas esas molestias. Cuanto más pensaba en ello,
más se enfadaba. Finalmente llegó a la casa del vecino, subió las escaleras y golpeó la puerta
vociferando, y cuando el hombre apareció, le dijo: “¡Bueno, pues, puedes quedarte tu maldito gato
si es así como te sientes!”.
El propósito del cristianismo es la vida. Estoy impresionado sobre el hecho de que cuando nuestro
Señor Jesús vino, no le habló a la gente sobre la religión. Les habló sobre la vida, sobre su trabajo
en la cocina o el taller, sobre cómo vivían y pensaban y actuaban, sobre lo que les decían a sus
niños y a sus compañeros, y de cómo se llevaban con sus vecinos. No vino para hablarles sobre
problemas teológicos, sobre relaciones existenciales y demandas interpersonales y confusiones
epistemológicas. Vino para hablarles sobre la manera en la que estaban viviendo y para mostrarles
qué es la vida. Les enseñó que el secreto es una Persona que mora en nuestro interior, cuya vida
puede manifestarse a través de nuestra personalidad, y que todo está diseñado para volvernos a
eso.
Puedo dejar que
los pajaros vuelen
sobre mi cabeza,
pero no que
hagan nido en
ella.