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¡Que locura pero

decidiré lo mejor
para mi vida¡

La vida es para que


la vivas a plenitud,
¡aprovecha¡
CUIDAR LA MANERA DE PENSAR.
Tenemos la tendencia a culpar a lo que ocurre en el entorno por nuestro malestar emocional. Pero
no es el entorno lo que genera ese malestar, sino nuestra manera de verlo y analizarlo.
Es la forma de pensar, derivada de las convicciones, lo que más influye en nuestras emociones y
conductas.
Podemos decir que somos responsables de lo que sentimos, debido a lo que pensamos sobre lo
que nos ocurre.
Es decir, no es el entorno lo que nos genera ansiedad, sino la interpretación que hacemos del
entorno en un momento dado.
Sim darnos cuenta, al culpando al entorno nos auto limitamos, nos saboteamos y desperdiciamos
la inteligencia que poseemos.
En cambio, si aprendemos a tener pensamientos más abiertos y flexibles, tendremos emociones y
conductas que nos generan más salud, bienestar y oportunidades de progresar.

Lineamientos claves para ese ese aprendizaje:

1. Olvidar la idea de convertirnos en súper positivos.


No necesitamos pasar del ultra negativismo al súper optimismo ciego. Los extremos se tocan.
Lo que necesitamos es aprender a ver que los pensamientos y las emociones son útiles cuando nos
permiten resolver las preocupaciones. Pero son inútiles si no nos ayudan a hacer nada por
aliviarnos.
En otras palabras, necesitamos ver el pensamiento con más sentido de utilidad práctica a favor de
nuestro bienestar.

2. Ejercitar escribir sobre lo que nos conviene pensar.


Para facilitar el aprendizaje de un nuevo pensamiento, resulta de mucha utilidad desarrollar el
hábito de escribir aquello que deseamos.
Desarrollar este hábito es ejercitar una conducta organizada y con disciplina, lo cual estimula los
pensamientos con un sentido constructivo y propicia el aprendizaje eficaz.
Escribir nuestros objetivos fortalece nuestros pensamientos más productivos y nos ayuda a
mantenernos encarrilados en un plan de trabajo específico.

3. Dejar de “rumiar” el malestar emocional.


“Rumiar” es quedarse enganchado en algo negativo que nos ocurrió, o en nuestros miedos y
prejuicios. Además. es algo que se convierte en un círculo vicioso.
No podemos cambiar el pasado, razón por la cual necesitamos aprender a dejar de rumiarlo.
Nuestro cerebro no se calma dándole vueltas a los aspectos que no controlamos. Todo lo contrario.
Rumiar lo que nos aqueja tiene un efecto hipnotizador, frustrante y paralizante.

4. Dejar de intentar racionalizarlo todo.


Necesitamos aceptar que la incertidumbre y las adversidades son parte de la vida y no un castigo
del destino.
Por otro lado, queriendo encontrar una explicación lógica de todo lo que nos ocurre, muchas veces
terminamos saliéndonos de la ruta hacia nuestras metas.
Tampoco hay que generarse estrés adicional con la búsqueda de la perfección. El error es parte del
proceso. Saber que podemos fallar y que también podemos intentarlo de nuevo es una importante
fuente de tranquilidad y salud mental.
5. Aceptar lo que no depende de uno.
Repetirnos permanentemente que la vida es injusta con nosotros nos sumerge en un estado
mental de “desgracia sin salida”.
La vida siempre tiene enormes dificultades, pero también momentos maravillosos. Pero
encerrarnos en el rol de víctimas nos hace pensar más en lo que no tenemos que en lo sí podemos
hacer con lo que tenemos.
Necesitamos cambiar el pensamiento de autocompasión y dejar de meter el dedo en la llaga de lo
que no depende de uno.
Recuerda: aceptar no significa resignarse.
Desocuparnos de lo que no está a nuestro alcance nos permite ocupar nuestros pensamientos y
conductas en lo que sí podemos cambiar.

6. Dejar de anticiparse a lo malo que puede ocurrir.


Podemos aprender a dejar de profetizar errores o fracasos.
Esa forma de pensar nos encierra en el camino de lo que no está a nuestro alcance y nos aleja de lo
que sí podemos controlar.
Pasar más tiempo anticipando desgracias que oportunidades, estimula la ansiedad, el estrés y las
preocupaciones. También nos paraliza y nos desenfoca de nuestras metas.
¿Qué sentido tiene compadecernos por la lluvia cuando el cielo está nublado? Es mejor ser
proactivos y buscar un paraguas o un lugar donde esperar a que pase el aguacero.

7. Aprender a reírnos de nuestros pensamientos.


Es interesante hacer el ejercicio de ver la parte cómica de los pensamientos negativos.
Es una manera práctica de cambiar de perspectiva con rapidez y menos resistencia.
Reírnos de nosotros mismos nos hace experimentar el control sobre nuestros pensamientos y
emociones.
De esta manera, aprendemos a fortalecer nuestra capacidad de enfrentar los obstáculos con una
mentalidad más abierta.

8. Dejar de preocuparse por lo que no tiene valor.


No todo es realmente importante para nuestro bienestar y salud.
Unas cosas tienen más valor que otras, y muchas de nuestras preocupaciones diarias son sobre
asuntos superficiales.
Si cada detalle que enfrentamos en la vida es una batalla, no descansaremos nunca.
Aprender a valorar más lo que ya tenemos no es conformismo, sino una forma de ejercitar el
agradecimiento y el pensamiento que nos ayuda a construir nuestro futuro.

9. Evitar debates con los pensamientos negativos.


Luchar contra los pensamientos negativos es una manera de enredarnos más en ellos.
Mientras más atención le damos, más presencia e importancia cobran en nuestras emociones y
conductas.
Podemos aprender a dejarlos estar como si fueran una peca en la piel, a la cual no le dedicamos
tiempo casi nunca. Están ahí, pero nosotros los dominamos.

10. Recordar que no se puede “no tener pensamientos”.


No podemos evitar tener un pensamiento negativo, pero sí podemos decidir qué hacer con él.
Entrenar nuestra manera de pensar es fortalecer nuestra capacidad de decidir cómo pensar en
función de cuidar activamente nuestro bienestar y favorecer el logro de nuestras metas.
Romanos 12:2

Si una persona quiere hacer lo que a Dios le gusta, debe rechazar las influencias negativas y hacer
cambios en su personalidad. Claro, Dios no obliga a nadie a cambiar. Quien decide hacerlo lo hace
por amor a Dios y porque se da cuenta de que sus normas nos benefician, son razonables y
demuestran que él nos ama (Isaías 48:17).

“Dejen de amoldarse a este sistema”. “Este sistema” —es decir, la sociedad que nos rodea, con su
estilo de vida, sus valores y sus costumbres— no refleja los valores ni la forma de pensar de Dios (1
Juan 2:15-17). Ejerce una presión constante en la gente para moldear su comportamiento y su
personalidad. Si alguien quiere adorar a Dios, tiene que resistir esa influencia. De lo contrario,
acabará desarrollando actitudes que lo perjudiquen y que no le gustan a Dios (Efesios 2:1-3; 4:17-
19).

“Transfórmense renovando su mente”. La persona también tiene que esforzarse por cambiar su
interior: sus inclinaciones y sentimientos más profundos. La palabra griega que se traduce
“transfórmense” describe un cambio tan radical como el que experimenta una oruga cuando se
convierte en mariposa. Para adorar a Dios, la Biblia dice que hay que vestirse con una nueva
personalidad (Efesios 4:23, 24; Colosenses 3:9, 10).

“Comprueben por ustedes mismos cuál es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios”. Dios
quiere que los que lo adoran estén totalmente convencidos de lo que creen. ¿Cómo pueden
convencerse? Estudiando la Biblia, poniendo en práctica lo que dice y viendo por ellos mismos las
ventajas de vivir de acuerdo con las normas de Dios. Así es como comprueban que hacer las cosas
a la manera de Dios es lo mejor (Salmo 34:8).

Filipenses 4:8
Considera lo que es un fallo común en muchas de nuestras vidas, pero que pocas veces
reconocemos. Es el problema de una actitud pesimista, de una imaginación negativa. Cuantas
veces encuentras que toda tu actitud está colocada en la dirección equivocada por tu imaginación
de lo que pudiera pasar o vaya a pasar en una situación, de tal manera que cuando de hecho te
encuentras en la situación estás tan frustrado y tan nervioso por lo que habías estado pensando
que eres incapaz de manejar el problema. Sé que éste es el tema en el cual están basados muchos
libros que se escriben sobre el poder de pensar de forma positiva. Hay un sitio apropiado para los
pensamientos positivos, pero sólo después de haber descubierto una vida positiva, la vida de
Cristo.

Me acuerdo de la historia de un hombre que se le había pinchado una rueda de camino a casa, y
resulta que no tenía un gato en su coche. Así que se puso en camino para ver si podía pedir
prestado uno, pero era ya muy entrada la noche, y comenzó a preocuparse de la reacción que le
recibiría cuando le pidiera prestado el gato al vecino, teniendo que despertarlo, sacarlo de la cama,
todo esto en medio de la noche. Empezó a pensar en cómo se sentiría el vecino, cómo de enfadado
y resentido estaría, y cómo no querría levantarse para darle el gato, que seguramente no podría
encontrarlo en el garaje de todas maneras y tendría que andar buscándolo, y quizás tener que
encontrar una linterna y tener que pasar por todas esas molestias. Cuanto más pensaba en ello,
más se enfadaba. Finalmente llegó a la casa del vecino, subió las escaleras y golpeó la puerta
vociferando, y cuando el hombre apareció, le dijo: “¡Bueno, pues, puedes quedarte tu maldito gato
si es así como te sientes!”.

Eso desafortunadamente ilustra el problema que demasiado frecuentemente ocurre en nuestras


vidas. Es porque no hacemos caso de la exhortación del apóstol: “todo lo que es verdadero”. Ésa es
la primera realidad: las cosas como son, no como pudieran ser. “Todo lo honesto, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de
alabanza, en esto pensad.” Ésta es una elección deliberada de la voluntad a negarnos a pensar en
lo negativo, sino a pensar en lo positivo de cada situación, o sobre cualquier persona. Entonces el
Dios de paz estará contigo. Si pones tu mente en eso, el Dios que mora en ti se expresará en
términos de paz en vez de contienda y confusión.

El propósito del cristianismo es la vida. Estoy impresionado sobre el hecho de que cuando nuestro
Señor Jesús vino, no le habló a la gente sobre la religión. Les habló sobre la vida, sobre su trabajo
en la cocina o el taller, sobre cómo vivían y pensaban y actuaban, sobre lo que les decían a sus
niños y a sus compañeros, y de cómo se llevaban con sus vecinos. No vino para hablarles sobre
problemas teológicos, sobre relaciones existenciales y demandas interpersonales y confusiones
epistemológicas. Vino para hablarles sobre la manera en la que estaban viviendo y para mostrarles
qué es la vida. Les enseñó que el secreto es una Persona que mora en nuestro interior, cuya vida
puede manifestarse a través de nuestra personalidad, y que todo está diseñado para volvernos a
eso.
Puedo dejar que
los pajaros vuelen
sobre mi cabeza,
pero no que
hagan nido en
ella.

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