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ESTRATEGIAS FRENTE A EVENTOS CLIMÁTICOS EXTREMOS EN

LA ÉPOCA COLONIAL HISPANOAMERICANA


El caso de las sequías en Santiago de Chile en la etapa borbónica

Tesis para optar al grado de Doctora en Historia, presentada al Programa de


Doctorado en Historia del Instituto de Estudios Sociales y Humanísticos de la Universidad
Autónoma de Chile y al Programa de Doctorado en Historia del Departamente de Historia
de América de de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla en
regimen de Cotutela de Tesis

Por
Andrea Natacha Noria Peña

Directoras de Tesis:
Dra. María Inmaculada Simón Ruiz
(Universidad Autónoma de Chile)
Dra. María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
(Universidad de Sevilla)

Santiago/Sevilla, diciembre de 2018


UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHILE

INSTITUTO DE ESTUDIOS HUMANÍSTICOS Y SOCIALES

DOCTORADO EN HISTORIA

UNIVERSIDAD DE SEVILLA

DEPARTAMENTO DE HISTORIA DE AMÉRICA

DOCTORADO EN HISTORIA

ESTRATEGIAS FRENTE A EVENTOS CLIMÁTICOS EXTREMOS EN LA ÉPOCA

COLONIAL HISPANOAMERICANA

El caso de las sequías en Santiago de Chile en la etapa


borbónica

Tesis para optar al grado de Doctora en Historia, presentada al Programa de


Doctorado en Historia del Instituto de Estudios Sociales y Humanísticos de la
Universidad Autónoma de Chile y al Programa de Doctorado en Historia del
Departamente de Historia de América de la Universidad de Sevilla en regimen
de Cotutela de Tesis

Por
Andrea Natacha Noria Peña
Directoras de Tesis:
Dra. María Inmaculada Simón Ruiz
(Universidad Autónoma de Chile)
Dra. María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
(Universidad de Sevilla)

2
Para Jean Carlos Noria (1983-
2015), el mundo es un lugar más
oscuro desde que no estás

…es posible saber, de hecho,


prácticamente todo lo que puede saberse de la
psicopatología de la esquizofrenia, o de la
esquizofrenia como enfermedad, sin ser capaz
de comprender a un solo esquizofrénico
Ronald David Laing, 1960

3
ÍNDICE

SIGLAS Y ABREVIATURAS……………………………………………………… 9
RECONOCIMIENTOS Y AGRADECIMIENTOS…………………………………….. 10
RESUMEN………………………………………………………………………. 13
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………… 16
CAPÍTULO 1. EXTREMISMO CLIMÁTICO E HISTORIOGRAFÍA
1.1. Espacios de debate en torno a los fenómenos naturales……….. 34
1.2. Conceptos y categorías en los estudios de las estrategias frente
a las sequías…………………………………………………………. 56
1.3. La lupa historiográfica en torno a las sequías en Chile…………. 64
CAPÍTULO 2. CLIMA, AGUA Y ESCASEZ EN SANTIAGO
2.1. Las condiciones geomorfológicas y climáticas de Santiago…….. 77
2.1.1. Condiciones medioambientales de Santiago……………… 77
2.1.2. Contexto global de fluctuaciones ambientales……………. 83
2.2. Ciclo agrícola, ganadería y abastecimiento de agua…………….. 94
2.2.1. Uso y distribución del agua en la ciudad y sus
alrededores…………………………………………………… 94
2.2.2. Tierras y espacios de trabajo agropecuario……………….. 106
2.3. Santiago, una región amenazada………………………………….. 114
2.3.1. Espacios de adaptación en el Santiago del siglo XVIII…... 114
2.3.2. Escenarios de riesgos y amenazas……………………….. 125
2.3.3. Las sequías en el siglo XVIII………………………………... 137
CAPÍTULO 3. ENFRENTAR LA CONTINGENCIA: DISPOSICIONES FRENTE A LAS
SEQUÍAS EN EL SIGLO XVIII
3.1. Regulaciones en torno al agua, la escasez y los productos
agropecuarios……………………………………………………….. 151
3.1.1. Jurisprudencia indiana en torno al recurso hídrico………. 151
3.1.2. Esterilidad de las tierras y escasez de agua en el
Derecho Indiano……………………………………………… 161
3.2. Medidas y prácticas extraordinarias frente a las sequías……….. 168
3.2.1. “Dueños del Agua”: confrontaciones, transgresiones y
puniciones en tiempos de escasez………………………… 168
3.2.2. El alza de los precios de productos básicos y
agropecuarios………………………………………………………… 187
CAPÍTULO 4. OBRAS HIDRÁULICAS Y DE ALMACENAMIENTO: FONDOS
PÚBLICOS, INGENIERÍA Y PLANIFICACIÓN
4.1. Infraestructura hidráulica y obras públicas……………………….. 211
4.1.1. El ramo de la Balanza y los Propios de la ciudad………… 211
4.1.2. Los ingenieros militares……………………………………… 221

4
4.2. Medidas técnicas y resolución de conflictos por escasez………. 229
4.2.1. Ingeniería hidráulica………………………………………… 229
4.2.2. Almacenamiento de productos agrícolas………………….. 158
CAPÍTULO 5. RELIGIOSIDAD Y MECANISMOS SIMBÓLICOS DE PROTECCIÓN
5.1. La religiosidad frente a los fenómenos naturales………………… 272
5.1.1. El orden divino y la idea del desastre……………………… 272
5.1.2. El patronato de los santos ………………………………….. 282
5.2. Rogativas, procesiones y otras manifestaciones devotas ……... 291
5.2.1. Las leyes indianas y eclesiásticas frente a las rogativas… 291
5.2.2. La demanda popular, la ciudad de Santiago y los
avatares de la celebración………………………………….. 297
5.2.3. Novenas, rogativas y procesiones pro-pluvia en el siglo
XVIII…………………………………………………………….. 303
CONCLUSIONES………………………………………………………………... 325
FUENTES DE INFORMACIÓN…………………………………………………… 341
BIBLIOGRAFÍA Y HEMEROGRAFÍA…………………………………………….. 347
ANEXOS……………………………………………………………………….. 384

5
ÍNDICE DE CUADROS

Cuadro No. 1. Eventos ENSO durante el siglo XVIII……………………. 86


Cuadro No. 2. Ciclo agrícola de algunos cultivos en el valle central
durante la época colonial…………………………………………………… 109
Cuadro No. 3. Sequías en el siglo XVIII………………………………….. 143
Cuadro No. 4. Ingenieros militares en Chile, 1700-1809………………. 224
Cuadro No. 5. Relación de rogativas, procesiones y manifestaciones
devotas por el agua en la ciudad de Santiago durante el siglo
XVIII…..................................................................................................... 314

6
ÍNDICE DE FIGURAS E IMÁGENES

Figura No. 1. Sistema jerárquico de la sequía………………………….. 57


Imagen No. 1. Vista satelital de la ciudad de Santiago (2002) ……….. 79
Imagen No. 2. Plano del curso y dirección de las aguas del río
Mapocho y de las acequías de La Dehesa y Apoquido
(1781)….......................................................................................... 102
Imagen No. 3. Acequias en Renca a orillas del río Mapocho (1779) … 105
Imagen No. 4. Plano general de la Hacienda de Vitacura (1785) ….. 112
Imagen No. 5. Acequia de Quilicura y terreno de la chácara del Dr.
Don José Ureta……………………………………………………………… 113
Imagen No. 6. Dibujo de la ciudad de Santiago de Chile, por Felipe
Huamán Poma de Ayala………………………………………………….. 118
Imagen No. 7. Planta de la ciudad de Santiago de Alonso de Ovalle… 120
Imagen No. 8. Plan de la ville de Santiago capitale du Royaume de
Chili scituée par 33d. 40'de lati.de australe a 28 lieues du port de
Valparaisso dans la Mer du Sud” del francés Amédée Frezier………… 121
Imagen No. 9. Reparto de agua en la acequia de Quilicura………….. 156
Imagen No. 10. Plano de la Hacienda Los Llanos en Colina (1795)… 165
Imagen No. 11. Tierras de María Mercedes Ureta en Colina (1797) 166
Imagen No. 12. Viña de Juan de Dios Herrera en la Cañada y 235
acequia de Chuchunco (1771)……………………………………………
Imagen No. 13. Regadío zona de Peñalolén, Macul y Ñuñoa………… 236
Imagen No. 14. Proyecto del canal del Maipo al Mapocho por el padre
Petri (1742)………………………………………………………………….. 238
Imagen No. 15. Segundo proyecto del canal del Maipo al Mapocho
por el padre Petri (1742)……………………………………………..…….. 239
Imagen No. 16. Plano del terreno comprendido entre la ciudad de
Santiago y el río Maipo (1742)……………………………………………. 240
Imagen No. 17. Trazado del canal San Carlos (1743)………………….. 242

7
ÍNDICE DE MAPAS

Mapa No. 1. Detalle de la cuenca del Río Maipo……………………….. 80


Mapa No. 2. Hoya hidrográfica del río Maipo……………………………. 100
Mapa No. 3. “Peruviae auriferae regionis typus”, 1574…………………. 130

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SIGLAS Y ABREVIATURAS

AAS Archivo del Arzobispado de Santiago


AASFG Archivo del Arzobispado de Santiago. Fondo de
Gobierno
ACS Actas del Cabildo de Santiago
AGI Archivo General de Indias
ANHCG Archivo Nacional Histórico. Fondo Capitanía General
(Chile)
AHCMLA Archivo Histórico de la Catedral Metropolitana. Libro de
Acuerdos
ANHFA Archivo Nacional Histórico. Fondo Antiguo (Chile)
ANHFV Archivo Nacional Histórico. Fondo Varios (Chile)
ANHRA Archivo Nacional Histórico. Fondo Real
Audiencia(Chile)
BNBMMss Biblioteca Nacional de Chile. Biblioteca Americana
José Toribio Medina. Manuscritos
BNE Biblioteca Nacional de España
CDAS Colección de documentos históricos recopilados del
Archivo del Arzobispado de Santiago
CHCh Colección de historiadores de Chile y documentos
relativos a la historia nacional
comp. compilador
coord. coordinador
f. Folio
ff. Folios
fj. Foja
fjs. Fojas
leg. Legajo
PGPRRD
RI Recopilación de las Leyes de Indias
t. tomo
vol. volumen

9
RECONOCIMIENTOS Y AGRADECIMIENTOS

Agradezco a la Universidad Autónoma de Chile por permitirme realizar


esta investigación, y a todo el equipo de la Vicerrectoría de Investigación y
Postgrado, en especial al Dr. Iván Suazo, la Dra. Ana Gutiérrez y a Paz
Ruggeroni. No podría dejar de nombrar aquellos que formaron parte del mismo
equipo cuando recién comencé, entre ellos, Fabiola Gálvez y Sebastián Bozzo,
quienes siempre estuvieron dispuestos a colaborar en todas y cada una de mis
inquietudes.
También quisiera agradecer profundamente a la Universidad de Sevilla y
al Departamento de Historia de América por acobijarme igualmente en este
proceso de investigación y por permitirme formar parte de un espacio con un
reconocido y merecido trayecto en la historia de la América hispana.
De ambas universidades me queda la solidaria colaboración de mis
directoras de tesis. Inmaculada Simón Ruiz (UA) y María Eugenia Petit-Breuilh
(US), sin duda, el apoyo académico que me han brindado ha sido esencial para
que pueda cerrar esta etapa y comenzar una nueva. Les estaré por siempre
agradecida por la paciencia, por las productivas discusiones y debates sobre el
tema. Sin duda, con ustedes dos la compleja tarea de contar con dos enfoques
distintos en la revisión del manuscrito fue muy dinámica y fluida.
En este mismo sentido, no podría tener el resultado que aquí
presentamos sin la minuciosa colaboración de Irania Malaver, antropóloga y
doctora en Lingüística Aplicada, directora del Instituto de Filología "Andrés
Bello", de la Universidad Central de Venezuela. Malaver tuvo la gentiliza y la
paciencia de revisar el manuscrito, su coherencia metodológica, su sintaxis y
redacción. Le agradezco sus diversos puntos de vista, sus largas discusiones
sobre metodología y sus certeros comentarios.
De mi estancia en Sevilla en el 2016 agradezco el apoyo económico que
me brindó la Asociación Universitaria Iberoamericana de Postgrado (AUIP) a
través de la beca del Programa de Movilidad Académica entre Universidades
Andaluzas e Iberoamericanas asociadas a dicha institución, lo que me permitió
trasladarme desde Chile por un período de tres meses. También agradezco la
colaboración durante mis días en Madrid al proyecto FONDECYT Regular Nº
1140292 bajo la dirección de inmaculada Simón Ruiz como investigadora
principal, en el cual participé en calidad de becaria durante el período 2015-16.
En el marco de esa misma estancia, no podría dejar de reconocer el
apoyo brindado por el Grupo de investigación Historia y Clima de la
Universidad de Alicante, dirigido por Armando Alberola, ya que me brindó la
posibilidad de participar en el XI Seminario Historia y Clima “Clima, riesgo y
desastres “naturales” en España e Hispanoamérica durante la Edad Moderna.
Respuestas políticas, técnicas y religiosas, presentar mis avances y recibir de
todos y cada uno de sus participantes excelentes aportes de investigadores
que cuenta con una consolidada trayectoria en estos temas. Me permitió,

10
igualmente, conocer no solo potentes investigadores, sino mejores personas.
Mi profunda admiración hacia Armando Alberola y Adrián García
especialmente, va de la mano del cariño y la amistad que desde entonces nos
une, y los espacios compartidos a ambos lados del Atlántico. También me
siento honrada por la invitación y el financiamiento de mis días en Jaén que
amablemente me extendió el profesor Juan Manuel Matos y la Universidad de
Jaén, otro espacio que hizo posible presentar avances y resultados parciales
de esta investigación en el marco del seminario Seminario Internacional “Agua,
Territorio y Medio Ambiente”.
De mis días en España me llevó, además, buenos colegas y amigos.
Estar en Sevilla siempre es una llamada para estar en el AGI, desde las 8:00 a
las 15:00 hrs. Justo allí entre documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII se
formó un pequeño grupo de jóvenes investigadores que tuvimos una afinidad
que traspasó el olor de aquellos legajos: Agnes, Fred, Masaki, Nelson, Lilyam,
Mauricio, Antonio, los almuerzos compartidos, las salidas y paseos, y las
comidas caseras internacionales de los domingos siempre formarán parte de lo
mejor que nos deja este tipo de encuentros.
Otro espacio que marcó desde entonces y para siempre mi formación en
la investigación sobre desastres fue la participación en la Segunda Escuela de
Historia Ambiental, que se celebró en Brasil en noviembre de 2015. Agradezco
la minuciosa revisión de una parte de esta tesis a las profesoras Dra. Regina H.
Duarte y Dra. Lise F. Sedrez, por los debates surgidos y las recomendaciones y
aportes que sin duda contribuyeron en el resultado que hoy tenemos.
Pero más allá de eso, esta instancia me permitió formar parte desde
entonces de SOLCHA y, con ello, de la historia ambiental. Sin duda, mil
gracias, ha sido un antes y un después en mi proyección como académica,
como profesional y como persona. Una gran familia de investigadores he
ganado, una familia a la que veo cada dos años y con los que comparto
maravillosas experiencias. Gracias a todos ellos estoy convencida que el
espíritu de la Academia y la vida universitaria es otro, uno donde el trabajo en
equipo vale más que las individualidades y donde la competencia es con uno
mismo y no con los demás.
Además de eso, SOLCHA también me ha dejado colegas y amigos muy
queridos, muy cercanos, siempre recordados. Gabriel Garnero, quien desde
entonces supimos que seríamos amigos para toda la vida; mi compañera de
habitación Rute Torres, una persona simplemente maravillosa; Darcio Rudvald
por sus largas conversaciones sobre la tesis, la academia, la vida en general; a
mis queridas Lorena Arias Solano y Natascha Otoya, y también a Bruno Araujo,
Alejandro Bonada, todos ellos compañeros de la Escuela SOLCHA.
No podría dejar por fuera a mis maestros, amigos, afectos en México. Mi
México lindo y querido no solo es un lugar maravilloso, también tiene personas
estupendas, y de los mejores académicos que he conocido por sus trabajos y
su calidad humana. Un especial agradecimiento a Virginia García Acosta, por
su amabilidad al leer la memoria de investigación de esta tesis y por los libros
que amablemente me obsequió. Mi admiración es enorme porque no solo es
una de mis maestras en los temas de desastres, también es una investigadora

11
intachable, y una persona maravillosa, bondadosa. A Raymundo Padilla
también quisiera extenderle mi profundo respeto por su dedicación y
compromiso ético y social con la difusión de las investigaciones sobre
desastres, y también por su sincera amistad.
Extiendo mi cariño, reconocimiento y profundo agradecimiento a mis
maestros y amigos de la academia venezolana. Quisiera reconocer el apoyo
que el geólogo Franco Urbani siempre me ha dado, por su lectura del
manuscrito final y sus recomendaciones y por enseñarme, una vez más, que lo
más importante de la vida universitaria es siempre dar lo mejor de uno mismo
por amor a la investigación, por su lucha y su constancia y por mantenerse
firme ante un sistema corrupto como el gobierno venezolano que aunque
pretenda doblegar la luz de la vida académica y de la UCV, siempre seremos la
casa que vence las sombras. Agradezco, así, a todos aquellos profesores que
luchan cada día por mantener la academia venezolana, a todos mi profundo
reconocimiento y admiración.
A Rogelio Altez quiero agradecerle la enorme paciencia, el cariño
interminable, mi maestro y quien me introdujo en los temas de desastres, quien
me mostró la comprensión de los procesos históricos desde la antropología.
Por sus consejos, las discusiones y debates, sus pertinentes lecturas y
recomendaciones. Muchas gracias por siempre estar allí, por tu enorme
solidaridad como investigador, como profesor y como amigo. Por estos 12 años
(y los que faltan) de amistad y de enseñanzas estaré, siempre, agradecida.
En esta investigación también conté con el apoyo y la colaboración de
amigos cercanos. A Benjamín Altez y Ligia Perozo por sus palabras de aliento
y su imprescindible apoyo. A Yailén, Gegorgina, Luciano y Alejandra por su
ayuda durante los primeros años en la transcripción de algunas de las fuentes.
A Sandra por la múltiples lecturas del manuscrito y sus atinadas observaciones.
A Lorena Perdomo por su colaboración en las digitalización de algunos
documentos localizados en los Manuscritos Medina ubicados en la Sala de
Microformato de la Biblioteca Nacional. A Froilán Ramos Rodríguez por su
compañía, sus lecturas y su paciencia en mis tiempos de crisis. Por último,
extiendo mi agradecimiento a Iván Jacksic, uno de los historiadores chilenos
más reconocido, con un sólida trayectoria y una solidaria sensibilidad por
Venezuela, también es uno de los amigos que Chile me regaló, los debates y
las conversaciones me acompañaron desde que llegué y por ellos estaré
siempre en deuda.
Por último, agradezco, sin duda, a mi familia, un apoyo constante en mi
vida. A mi padre Rafael porque siempre está allí, sin su apoyo afectivo y
monetario esta tesis no hubiese sido posible. A mi madre, mi abuela, mis tías,
mis primos, mis hermanos, porque ellos son el pilar de mi vida, me recuerdan
día a día que la ética y los valores se aprenden desde casa y que el tratar ser
una mejor persona siempre me hará una mejor investigadora. Como bien me
dicen, la universidad no cambia quien eres.

Santiago, 6 de diciembre de 2018

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHILE
INSTITUTO DE ESTUDIOS HUMANÍSTICOS Y SOCIALES
DOCTORADO EN HISTORIA

UNIVERSIDAD DE SEVILLA
DEPARTAMENTO DE HISTORIA DE AMÉRICA
DOCTORADO EN HISTORIA

ESTRATEGIAS FRENTE A EVENTOS CLIMÁTICOS EXTREMOS EN LA


ÉPOCA COLONIAL HISPANOAMERICANA.

El caso de las sequías en santiago de chile en la etapa


borbónica

Autora:
Andrea Natacha Noria Peña

Directoras de Tesis:
Dra. María Inmaculada Simón Ruiz
(Universidad Autónoma de Chile)
Dra. María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
(Universidad de Sevilla)

RESUMEN
Esta investigación analiza las estrategias de los actores sociales vinculados al
poder político-institucional (civil y religioso) y económico frente a las sequías,
que se manifestaron en la ciudad Santiago de Chile durante el siglo XVIII. Por
lo que, nos interesamos, en primer lugar, en determinar aquellos años en los
llovió muy poco durante las estaciones de otoño e invierno; así como explicar a
partir de ello las prácticas que se ejecutaron para atender el impacto de la
amenaza; y determinar los factores vulnerables de la población ante estos
eventos climáticos. Esta espacio temporal se enmarcó entre el auge del
sistema agroexportador en torno al trigo para finales del siglo XVII en Chile y la
gestión de los recursos hídricos durante la etapa de los borbones, haciéndole
seguimiento principalmente al canal San Carlos y su puesta en funcionamiento
para la década de 1820. Desde el punto de vista metodológico se realizó una
valoración interdisciplinar, favoreciendo el diálogo entre distintas tendencias
historiográficas y otras disciplinas científicas, pero especialmente desde la
perspectiva del estudio histórico y social de los desastres y la historia
ambiental. Las fuentes consultadas se localizaron en repositorios de Chile y

13
España, entre los más importantes se encuentran: Archivo Nacional de Chile
(Chile), Archivo Histórico de la Catedral Metropolitana (Chile) y Archivo General
de Indias (Sevilla). La documentación que se trabajó determinó la planificación
y ejecución de tres tipos de estrategias: político-normativa; tecnológica y
simbólica devenidas de las autoridades civiles y religiosas; al mismo tiempo, los
grupos económicos también participaron en el desarrollo de prácticas
transgresoras que terminaron por convertirse en estrategias frente a estos
escenarios.

Palabras clave: Estrategias, Sequías, Santiago de Chile, siglo XVIII.

14
Vi una pila que, inacuosa,
en una plaza desierta,
a secas y sin llover,
de no correr se averguenza:
tan mendiga o tan mezquina
que a la ambición más sedienta,
no le dará una sed de agua,
sino es que del cielo llueva.
Motivo porque tal vez,
usando de las acequias,
guisan con triacamagna
que de veneno preserva.
La del río, en siete meses
del año, es tan turbulenta,
que ni aun a rio revuelto
da ganancias en la pesca;
pues con confecciones varias
de antimonias, que le infestan,
de corrida muda tantas
colores que es una afrenta;
a veces parece clara
de huevo y a veces yema,
y otras al suero de leche,
con más forma de materia;
de suerte que en el verano
causa tales epidemias
tales fatigas y ahogos (…).
En el vano carambovis
de Cairo tan opulenta
para el alivio común
hay tan buenas providencias,
que, con haber dos muy ricos
manantiales de agua buena,
en Ramón y Vitacora,
que distarán legua y media,
todo el poderío y arte
de aquesta corte suprema,
nunca ha sido capaz de
conducirla y mantenerla.1


1
Descripción de las grandezas de la Ciudad de Santiago de Chile, dedicada por el desengaño
a los muy ilustres señores Gamonales de ella: escrita este año de 1740, Biblioteca Nacional de
España, Varios de Lima, Ms. 17667, ff. 157v-158r. La versión que utilizamos es la reproducida
en Luis Íñigo Madrigal, “Descripción de las grandezas de Santiago de Chile (un poema del
XVIII, deudor de Caviedes). Estudio, transcripción y notas,” Anales de Literatura
Hispanoamericana 23 (Madrid, 1994): 170-171. La autoría del poema es discutida.

15
INTRODUCCIÓN

16
INTRODUCCIÓN
Lo geográfico y lo histórico se amalgaman en todo tiempo
y lugar. Se puede afirmar que el ambiente físico y la
humanidad, a través de los tiempos, han permanecido
estrechamente relacionados. No es posible ver y entender
el ambiente geográfico a no ser a través de lo físico e
intelectual del hombre; ni al hombre y su comportamiento,
independientemente del ambiente geográfico.2

La historia contemporánea y reciente de Chile ha registrado episodios de


prolongadas y extensas sequías. Entre ellas han sido significativas la llamada
megasequía que afectó la zona central y sur del país entre el 2010 y el 2016,
así como los eventos de 1997-1998, 1968 y 1924. En estos escenarios, con
contextos sociales, económicos y políticos particulares, se pusieron en marcha
diversas estrategias institucionales y prácticas sociales que permitieron afrontar
las consecuencias del fenómeno. Estos procesos climáticos extremos, el
extenso debate sobre el cambio climático, la disminución del caudal de ríos y
de las precipitaciones, el retroceso de los glaciares y la escasez hídrica
asociada a estos escenarios están en el foco de las discusiones actuales.

La identificación instrumental de este tipo de fenomeno en Chile partió


en el siglo XIX. En 1849 se le encomendó al astrónomo James Melville Gillis,
agregado al Observatorio Naval de Washington, que localizara algún espacio
en el sur de América para la instalación de un observatorio. El cerro Santa
Lucía en la ciudad de Santiago de la joven república chilena fue el elegido. Este
evento marca el inicio de la data meteorológica instrumental del país, por lo que
la reconstrucción de la variabilidad climática anterior a esta etapa se basa en
registros indirectos, conocidos como proxy-data. La información que ofrecen
estos datos parte de la manera en que las comunidades se enfrentaron al
impacto de esa amenaza.


2
Marco Aurelio Vila, Conceptos sobre Geografía Histórica de Venezuela (Caracas: Monte Ávila
Editores, 1970), 7.

17
Para 1877 la imprenta de El Mercurio publicó el Ensayo histórico sobre
el clima de Chile escrito por Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886). Esta
obra se convertiría en un referente para los estudiosos del clima en estas
regiones del sur y es, sin duda, una de las fuentes principales para acercarse al
estudio de estas temáticas en el Chile republicano.

Bien hace en señalar Vicuña Mackenna que durante el período de


conquista que llevó a cabo la Corona española en estas regiones, las secas –
como él y las fuentes tienden a denominarlas– debieron ser tan recurrentes
como en los siglos XVII y XVIII, pero sin quedar registradas, porque no
provocaron daños significativos en la sociedad del siglo XVI.

Al no ser las lluvias cosa cotidiana en aquellos territorios de la zona


central y norte de Chile, sus habitantes desde antes de la llegada de los
españoles debieron acostumbrarse a vivir con poca agua. Para el caso de la
incipiente sociedad que se conformaría tras el proceso de conquista a
mediados del siglo XVI, la sequía se convertiría paulatinamente en una
amenaza para las nacientes comunidades a raíz de los cambios sociales,
políticos y económicos que supuso todo este proceso y el de colonización. Pero
no solamente una amenaza natural.

Al presentar unas condiciones estacionales marcadas, las


precipitaciones se concentran en invierno, permiten la acumulación nival, y con
ello garantizan para los largos períodos de sequía estival la disponibilidad de
agua a partir de los deshielos cordilleranos. Esta ciclo representaba para la
época colonial casi el único sistema de alivio a la gran sequedad, producida por
el caluroso verano. El problema se presentaba cuando se alteraba el régimen
nival estacional. En este contexto, la gestión del agua, su distribución, se
convirtió en un mecanismo básico de adaptación a las condiciones climáticas
de la región; y ese mismo mecanismo sería el que condicionaría a la sequía
como una amenaza igualmente antrópica.

En este sentido, las sequías también son una variable histórica. El ser
humano establece relaciones con los espacios geográficos donde se asienta;
estas relaciones, tanto materiales como simbólicas, se traducen en

18
mecanismos de convivencia con los diversos ecosistemas que lo conforman y
que se producen y reproducen históricamente, lo que implica, al mismo tiempo,
que esas relaciones están determinadas contextualmente, y que las
sociedades –a partir de los recursos disponibles– construyen formas
específicas de adaptabilidad.

Durante el período colonial, en las regiones hoy chilenas, dada la


implantación de un modelo nuevo de sociedad y la entrada en escena de otros
actores sociales, se desplegaron diversos recursos para convivir con este
fenómeno natural que paulatinamente se convirtió en una amenaza.

Durante los casi tres siglos de la sociedad colonial, las relaciones con los
ecosistemas no fueron idénticas, por lo que la atención a las sequías en el siglo
XVII no fue la misma que en el siglo XVIII, si bien pueden advertirse puntos de
coincidencias en la resolución material y simbólica ante aquellas condiciones;
tampoco fue uniforme en los distintos espacios geográficos, sociales y
económicos que conformaban la Gobernación y Capitanía General de Chile.
Esto significa que los fenómenos naturales no se corresponden con fronteras
locales, regionales o nacionales, 3 pero las diversas respuestas, prácticas y
estrategias que se desarrollan para convivir con la amenaza sí se ajustan a
regiones históricas que no siempre coinciden con las divisiones político-
administrativas. Es por esto que para esta investigación decidimos enfocarnos
en Santiago y todas aquellas áreas circundantes (lo que actualmente constituye
el Área Metropolitana). 4 En consecuencia, no es lo mismo estudiar las
estrategias frente a las sequías en el norte de Chile, que en la zona central o
en el sur del país. No es lo mismo hacerlo actualmente y tampoco para el
período colonial y pre-instrumental, especialmente para este último caso por los
las transformaciones en la estructura económica y urbana. Además de estos
factores antrópicos, el territorio chileno presenta distintos tipos de clima y estos


3
Cf. Rogelio Altez, “Nacionalización de las memorias colectivas y reproducción de riesgos en
regiones fronterizas latinoamericanas,” Anuario de Estudios Americanos 73, no. 1 (2016): 319-
350, DOI: 10.3989/aeamer.2016.1.11
4
Para el siglo XVIII, estos alrededores correspondían a zonas de cultivos, baldías, otras que
recién en ese siglo se fueron transformando y dieron paso a un incremento en los arrabales.
Para mayores detalles, véase el capítulo 2.

19
a su vez conducen a distintos tipos de sequías (diferencias entre norte, centro y
sur).

Teniendo esto en cuenta, para el siglo XVIII la ciudad de Santiago y sus


alrededores se registraron numerosos episodios de intensa escasez de agua
ocasionada por la falta de lluvias durante el otoño y el invierno. Las viñas y los
sembradíos veían interrumpidos el ciclo agrícola, el ganado moría a merced de
la esterilidad y la proliferación de enfermedades afectaba a los habitantes.

El Cabildo “único e intermitente pluviómetro de la colonia”, como lo


reconoció Benjamín Vicuña Mackenna, empleó recurrentemente las rogativas
públicas para que cayera del cielo el preciado recurso e insistió en obras
hidráulicas de conducción para evitar que los vecinos propietarios y los
habitantes en general se quedaran sin el recurso para sus tierras y huertas; en
sus sesiones quedó constancia de los daños que ocasionaban las sequías, las
soluciones que se planteaban y cómo se intentaban activar diversas medidas
para reducir su impacto.

De esta manera, el lapso temporal de la investigación corresponde al


siglo XVIII; en tiempos del ascenso de los Borbones a la Corona española, de
la ilustración y de cambios importantes en la dinámica social y económica de
Santiago. Esta elección se debe, por un lado, al contexto histórico advertido
con las transformaciones en las gestiones administrativas de aquel período, el
contexto sociopolítico y cultural, y los cambios que se experimentaron en
infraestructuras hidráulicas, expansión urbana y reformas económicas,
principalmente; por otro lado, al auge cerealista en la gobernación de Chile a
finales del siglo XVII que presionó significativamente las relaciones en torno a
las unidades productivas. Este contexto económico y social generó condiciones
que, paulatinamente, demandaron una mayor cantidad de agua debido al
cambio en la estructura productiva, al aumento de la población y la extensión
de las áreas periféricas o extramuros de la ciudad.

La razón de seleccionar la ciudad de Santiago y su jurisdicción más


cercana no se debe solamente a su carácter de capital de Chile, sino también
por su crecimiento demográfico y dinámica económica, que la convertían en un

20
referente del proceso de transformación urbana. En este sentido, el siglo XVIII
es significativo por el reformismo borbónico y su gestión en cuanto a
infraestructura hidráulica tanto en la metrópoli como en las colonias
hispanoamericanas. Además, a lo largo de este siglo en Chile se destacaron
dos puntos que marcan, igualmente, la fragmentación metodológica de la tesis:
el auge agroexportador del trigo a partir de la década de 1690 y los avatares en
torno a la construcción del Canal San Carlos en las primeras décadas del siglo
XIX, cuando finalmente se culminaría y entraría en pleno funcionamiento.
También encontraremos que en muchos casos nos remitimos a los siglos XVI y
XVII, lo que tiene que ver con el sistema jurídico que se mantuvo vigente, y
para identificar las prácticas recurrentes frentes a las sequías ya con
anterioridad al siglo de análisis.

La selección de una centuria completa resulta necesaria por el tipo de


estudios que se ha planteado, al igual que también ese ir y venir entre siglos.
Las estrategias adaptativas no surgen de manera aislada o esporádica; por el
contrario, son el resultado de procesos estructurales que se arraigan en la
relación histórica de los diversos grupos sociales con los ecosistemas, y se
conforman a partir del capital social político.

La creciente dependencia en el siglo XVII de un sistema agropecuario


centrado en el trigo y el progresivo aumento demográfico de la ciudad de
Santiago, con las políticas borbónicas y su extensión urbana en el siglo XVIII,
provocaron una mayor demanda del recurso hídrico para la satisfacción del
ciclo agrícola, y la provisión urbana para consumo y exportación. En estas
circunstancias, la eventual disminución de las aguas lluvias anuales por
extremismo climático se convirtió en una amenaza que trajo varias
consecuencias: en primer lugar, una disminución del forraje necesario para la
alimentación del ganado; en segundo lugar, la depreciación de la producción
agropecuaria que incidió en la alteración del flujo normal de las exportaciones y
del aprovisionamiento del grano básico para el mantenimiento de la población
asentada en la jurisdicción de la ciudad de Santiago y, por último, el déficit en
la oferta de las aguas para las plantaciones de regadío y, aunque en menor
medida, también para el consumo humano. Frente a estos escenarios, los

21
habitantes y las instituciones respondieron y generaron diversas maneras de
enfrentar aquellas situaciones.

En este sentido, el objetivo general que se planteó en la investigación


fue analizar las estrategias producidas por los actores institucionales (locales y
centrales; civiles y eclesiásticos) así como por los hacendados, comerciantes y
propietarios en general vinculados al sector agropecuario en la ciudad de
Santiago y sus alrededores durante la época de los Borbones y el papel que
desempeñaron dichas estrategias en la detonación de desastres, sin el interés
directo de esta investigación en estudiar el desastre por sí mismo.5

Para ello, el primer objetivo específico que nos trazamos fue identificar
los años señalados como secos o faltos de lluvias en la región de estudio a lo
largo del siglo XVIII. Este paso constituyó uno de los pilares de la tesis y una
contribución significativa para futuras investigaciones. La reconstrucción
requirió una minuciosa sistematización de fuentes primarias periódicas y el
apoyo de otras fuentes donde esta información se encuentra mucho más
dispersa y, en algunos casos, sutil. Además, si bien encontramos algunos
datos provenientes de la bibliografía especializada, los mismos se referían
solamente a algunas de las prolongadas sequías.

Las características geográficas y climáticas en esta zona, enmarcada en


un espectro más amplio que abarca el área central de Chile, condiciona que
durante gran parte del año, entre los meses de septiembre y marzo las lluvias
sean prácticamente inexistentes. Por lo que, como se indicó anteriormente,
para la época colonial la población dependía en esos meses de escasez de los
deshielos cordilleranos para aumentar el caudal de las fuentes hídricas
naturales. De esa manera, esos años de sequía (externas a la estación estival)
se advierten cuando disminuyen los valores pluviométricos regulares para la
zona. Como indicamos anteriormente, para el período de estudio no existen


5
Los desastres son procesos que dan cuenta de condiciones críticas que ya estaban presentes
y se detonan a raíz de la articulación en el tiempo y en el espacio de un contexto vulnerable,
una sociedad en riesgo y una amenaza, en este caso, natural. Es una categoría de análisis y
metodológica que permite comprender escenarios de crisis y conflictos ante la manifestación,
efectos e impacto de fenómenos naturales. Al respecto, el capítulo 1 se dedica al desarrollo
conceptual de las categorías de análisis de esta investigación.

22
registros instrumentales, por lo cual el cumplimiento del objetivo se alcanza a
partir de fuentes documentales periódicas, con un énfasis en aquellos meses
que se caracterizan por las lluvias (abril-agosto) e incluso la estación
primaveral. Este primer objetivo específico, entonces, se plantea para dar
cuenta de la manifestación de las sequías, sin mayor hincapié en los efectos de
las mismas, pero con el fin de observar de manera general el impacto de la
amenaza en aquella sociedad. Este primer paso nos permitió reconstruir
nuestro objeto de estudio: las estrategias desplegadas frente a las sequías.6

Un segundo objetivo específico fue determinar las prácticas desplegadas


para hacer frente a estos escenarios, lo que permitió, a su vez, identificar las
estrategias adaptativas (directas o indirectas) para afrontar los períodos de falta
de lluvias y de escasez de agua.7

Por último, a partir de la identificación de estos eventos a través de la


manera en que la sociedad del siglo XVIII los atendió, la investigación se
interesó por reconocer las variables que hicieron vulnerable a la sociedad
frente a la manifestación y efectos de este tipo de amenazas.

Por su parte, la hipótesis de investigación plantea que el aumento de la


demanda de agua en la ciudad de Santiago generó una articulación entre la
escasez hídrica -por falta de lluvias- y las estructuras social y económica que
condujo a cambios y solicitudes de mejoras estructurales y tecnológicas,
normativas y políticas. Esta articulación se observó en las estrategias que
estuvieron condicionadas, principalmente, por tres variables -hídrica,

6
En esta investigación se parte de la diferencia que existe entre manifestación, efectos e
impactos. La presencia del fenómeno natural en un tiempo y espacio determinado se
corresponde con su manifestación, los efectos con la magnitud del fenómeno (intensidad,
extensión, etc.) y los impactos son las consecuencias que conllevan los efectos del fenómeno
natural y las mismas condiciones de vulnerabilidad de la población. Véase: Jimena Cuevas
Portilla, “Aquí no pasa nada: estrategias y prácticas espaciales para hacer frente a fenómenos
hidrometeorológicos en la ciudad de San Francisco de Campeche,” (Tesis de Maestría,
CIESAS, 2010).
7
Las estrategias adaptativas son mecanismos permanentes que planifican y ejecutan los
actores sociales (políticos, institucionales, económicos) que forman parte de la estructura social
y de poder de una sociedad particular para contrarrestar el impacto de amenazas naturales.
Estas estrategias pueden estar vinculadas directamente a la amenaza o conformarse dentro de
un espectro mucho más amplio: la gestión del agua, por ejemplo. La acumulación de
respuestas, prácticas y acciones en general que son tomadas durante estos escenarios
producen, en el tiempo, estas estrategias. Para mayores detalles véanse los capítulos 1 y 4 de
esta tesis.

23
económica y religiosa- y que fueron desplegadas con el fin de que la población
se adaptara a estos acontecimientos.

La variable hídrica (relacionada con el abastecimiento de agua y su


acceso por los distintos sectores de la sociedad) supone que el aumento de
infraestructura hidráulica -determinada por el suministro urbano y rural- se
potenció gracias a la disminución relativa del agua del río Mapocho, de las
fuentes de agua tradicionales y, especialmente, a la demanda de agua. Esto
trajo como consecuencia el aumento en los intentos por realizar obras
hidráulicas y una creciente tensión por el recurso entre particulares en los
momentos más críticos de sequía, lo cual revela a la amenaza como un
problema de distribución y acceso al recurso hídrico enmarcado en un
agroecosistema cada vez más dependiente del agua. En este sentido, para el
siglo XVIII, en la ciudad de Santiago y sus alrededores, las sequías se
manifestaron como amenazas, tanto de origen natural como antrópico.

La segunda variable se relaciona con la estructura económica,


especialmente con el trigo como recurso de exportación y de abastecimiento de
la población. En este sentido, las autoridades civiles, especialmente las de la
ciudad de Santiago, dictaron disposiciones proteccionistas enfocadas en
controlar las sacas de trigo para evitar su encarecimiento. Estas medidas no
fueron implementadas únicamente en períodos de sequías, pero durante
dichos procesos naturales extremos las consecuencias en el abastecimiento y
el posible aumento en los precios de los productos básicos eran realmente
preocupantes; estas disposiciones contra las sacas del trigo y el acaparamiento
de los productores terminaron convirtiéndose también en estrategias indirectas
para encarar la problemática de la sequía como amenaza natural y, al mismo
tiempo, como amenaza antrópica. Los hacendados y productores también se
vieron en la necesidad, motivados principalmente por sus intereses
económicos, de generar respuestas sociales transgresoras de esas normativas
institucionales, como por ejemplo los desvíos y tapones de las acequias, y la
alteración de los turnos de agua.

La tercera variable, vinculada a las manifestaciones religiosas, se

24
encuentra mediada por los poderes municipales y eclesiásticos como
mecanismos de persuasión y control, que les permitían una intervención de las
respuestas sociales transgresoras a las medidas empleadas por las
autoridades ante la manifestación de sequías, tomando en cuenta los intereses
económicos y sociales de sus representantes y el papel que estos
desempeñaban en la estructura socioeconómica de Santiago de Chile durante
el período de los borbones.

Consideramos que estas variables condujeron a una condición


triplemente vulnerable y que las estrategias se tradujeron en una
desadaptación material (no siempre subjetiva o simbólica) frente al
medioambiente con el cual convivían los habitantes de la ciudad de Santiago.
Este escenario supuso que la capacidad de respuestas ante eventos climáticos
prolongados (como en 1725, 1757-58 y 1772, por ejemplo) fuese superada al
entrar en tensión con el sistema de distribución del agua, agrexportador y con
el mantenimiento de la población, detonando procesos de desastres
silenciosos.

Por otro lado, la tesis precisó de la disponibilidad de toda la


documentación que permitiese, en la medida de lo posible, reconstruir las
diversas acciones contingentes que se emplearon durante el siglo borbónico en
la ciudad de Santiago en los periodos de baja frecuencia de lluvias, esto con el
fin de sistematizar las distintas prácticas y estrategias diseñadas y ejecutadas
para enfrentar estos períodos de sequía.

Esta reconstrucción, como se dijo anteriormente, no es una tarea


sencilla y es uno de los problemas a los que se han enfrentado, bien desde la
historia, bien desde la climatología histórica, los estudiosos enfocados en el
análisis del clima extremo. En efecto, las amenazas de impacto lento, como las
sequías, tienden a ser acumulativas, lo que impide su identificación temporal
(inicio y fin) y dificulta establecer con precisión el espacio afectado. Solo
cuando la sociedad comienza a sentir los efectos de este tipo de amenaza se la
puede reconocer como tal. Así, por ejemplo, pueden darse lluvias esporádicas
(en una temporada que, por lo general, tiende a ser lluviosa) o la ausencia

25
prolongada durante meses. De aquí la distinción entre año seco y una
secuencia de sequía, que forman parte, de igual manera, de las crisis
climáticas prolongadas (junto con las lluvias excesivas o torrenciales).

Las sequías se clasifican de acuerdo con su intensidad. Esta intensidad


se puede estimar a partir de los tipos de sequías que derivan de la climática y
en orden secuencial: agrícola (secano), hidrológica, agrícola (regadío) y
urbana. Es decir, la sequía no solo significa una disminución de la
precipitación con respecto de los valores regulares, sino que también afecta el
suministro de agua necesaria para los cultivos, para el abastecimiento de las
ciudades, para el funcionamiento de las tecnologías asociadas al ámbito
económico y tiene repercusiones ambientales, como por ejemplo, la
disminución de los caudales de los ríos y de las láminas de agua de los
humedales.8

Desde la perspectiva del Estudio Histórico y Social de los Desastres, se


cuenta con las herramientas teóricas y metodológicas que permiten analizar
estos fenómenos de manera holística a partir de ámbitos específicos. Un
aporte significativo de esta perspectiva de investigación ha sido la distinción
entre el desastre y el fenómeno natural. De este derrotero analítico
tomaremos esta distinción y la comprensión procesal de lo natural desde la
dimensión histórica, es decir, como el resultado de construcciones sociales y
culturales, porque permite reconocer cuándo un fenómeno natural se
convierte en una amenaza para la sociedad y cuándo esa amenaza se articula
con contextos material y simbólicamente vulnerables que pueden conducir a
procesos catastróficos. Esa mirada desde los procesos históricos y sociales
precisa de estudios que, en el tiempo y en el espacio, realicen un alto en el
camino analítico (siguiendo los planteamientos de García Acosta) para detallar
los contextos espacio-temporales en los que ocurren estos eventos puntuales
y cómo emergen las diversas estrategias adaptativas.

El enfoque braudeliano de la larga duración9 nos permite comprender la


8
Jorge Olcina Cantos, ¿Riesgos naturales? I. ,75.
9
Fernand Braudel, La Historia y las Ciencias Sociales (Madrid: El Libro de Bolsillo-Alianza
Editorial, 1980), s/p.

26
vulnerabilidad en una continuidad espacio-temporal, tomando al
acontecimiento (por ejemplo, una sequía) como el detonante de desastres y
considerando su permanencia y las transformaciones que ocasiona en la
relación sociedad-naturaleza (las estrategias adaptativas son indicadores al
respecto). También se hace imperativa la comparación como estrategia
metodológica, porque permite dar cuenta de los cambios y las
transformaciones en las estrategias adaptativas dentro de su propia
historicidad.

Se utilizaron para ello dos enfoques principales. Por una parte, la


conocida fragmentación metodológica en un antes, durante y después de la
presencia del fenómeno natural, sin fronteras temporales fácilmente
reconocibles en los períodos pre-instrumentales, dado que en este tipo de
amenaza la etapa del durante puede corresponderse a días, semanas o
meses. En el caso de esta investigación, y en consideración de las
condiciones geomorfólógicas y climáticas particulares de la zona de estudio, el
lapso se concentra en los meses que abarca la estación otoñal e invernal,
pero tomando en cuenta la hegemonía de los meses secos. Este método de
análisis es empleado en las ciencias de la ingeniería y naturales, se sustenta
en una mirada sistémica e independiente del discurso oficial e institucional
sobre el fenómeno natural. 10 En este caso, será siempre una estrategia
metodológica que permite comprender el proceso histórico y las relaciones
sociales y estructurales en torno al evento. Por otro lado, consideramos que la
descripción densa (método propio de la disciplina antropológica11), es una de
los caminos más adecuados para lograr analizar y distinguir las prácticas y las
estrategias a partir de diversas reconstrucción (método propio del
materialismo histórico).

La reconstrucción se basa en una descripción de los contextos, es


decir, de las características geográficas, históricas y socioproductivas que
determinan los efectos a corto y mediano plazo del evento natural. Dichos


10
Rogelio Altez, “Ciclos y sistemas versus procesos: aportes para una discusión con el enfoque
funcionalista sobre el riesgo,” Desacatos 30 (2009): 113.
11
Clifford Geertz, La interpretación de las culturas (Barcelona, España: Gedisa, 1988), 19-40.

27
efectos condicionan las diversas prácticas para enfrentar la amenaza y
posibilitan, al mismo tiempo, la producción de estrategias adaptativas. Esta
propuesta metodológica implica una triangulación en el análisis, como bien
señalan las historiadoras Margarita Torres Hernández y Ana Yolanda Zúñiga
Arias12 desde el ámbito de la Historia Aplicada para la perspectiva histórica de
los desastres.

Con respecto a las fuentes de la investigación, y por las mismas


características del tema, la búsqueda se realizó en diversos ámbitos de
producción de la información que permitiesen abarcar aspectos económicos,
políticos, sociales, judiciales, religiosos tanto desde los archivos oficiales y
eclesiásticos como crónicas, escritos de viajeros y relatos. Las
documentaciones manuscritas más utilizadas en esta investigación fueron las
sesiones y acuerdos de los cabildos, correspondencia de las autoridades
civiles y eclesiásticas, juicios por despojo de agua, bandos de gobiernos,
Reales Cédulas, Informes y expedientes oficiales.

Una de las fuentes más importantes para este tipo de estudios son las
actas del Cabildo de Santiago. Las sesiones capitulares contienen detalles, en
algunos casos minuciosos, sobre la presencia de amenazas
hidrometeorológicas y permiten construir una idea general sobre el impacto
que tuvo en la vida cotidiana la recurrencia de estos fenómenos y, además,
las acciones inmediatas (contingentes) que se tomaron en cada caso;
asimismo, las actas también ofrecen información sobre la instauración de
determinadas prácticas a lo largo del tiempo y estrategias específicas que
permiten atender medidas adaptativas que se gestionaban desde el gobierno
local. De esta manera, sin duda, este tipo de fuente se convirtió en la columna
vertebral de la investigación. Al respecto, para el siglo XVIII se revisaron un
todas las sesiones que van desde el año 1697 hasta 1809, aunque también se
emplearon y revisaron las sesiones correspondientes a los siglos XVI y XVII.13


12
Margarita Torres Hernández y Ana Yolanda Zúñiga Arias, “Aportes de la historia aplicada
para el estudio de los desastres. El caso del huracán Juana en Costa Rica: 1988,” HIB. Revista
de Historia Iberoamericana 4 (2011): 93, doi:10.3232/RHI.2011.V4.N1.06.
13
El objetivo fue observar la recurrencia de las sequías en los siglos precedentes, un factor
clave a la hora de analizar las estrategias. También se emplearon, en conjunto con otras

28
Igualmente, del Cabildo Eclesiástico se revisaron los tres Libros de Acuerdos
que abarcan el período de 1686 hasta 1800. En este último caso, la
información obtenida se reunió en torno a dos aspectos: por un lado, la
problemática entre ambos poderes (civil y religioso) en cuanto al tema
protocolar en las liturgias; por otro lado, estas manifestaciones frente a la
presencia de fenómenos naturales en general, y especialmente aquellas
vinculadas con las sequías. La información obtenida en estos dos fondos se
resumen en los Cuadros Nos. 3 y 5.

En el Fondo Capitanía General del mismo archivo se consultaron 37


volúmenes. Estos arrojaron información valiosa sobre diversos conflictos por
el agua, con especial atención sobre aquellos que se dan en las épocas de
sequías puesto que muestran la actuación de los diversos actores sociales
vinculados con las estructuras del poder monárquico y las del gobierno local y
brindan información relacionada con la política fiscal, las obras públicas y la
policía urbana. También se tratan asuntos mercantiles, específicamente, los
relacionados con las bodegas de Valparaíso. Entre esta amplitud de
documentación resaltan los tomos destinados a las infraestructuras
hidráulicas, especialmente el caso del Canal San Carlos y los turnos aplicados
en el repartimiento de agua.

En el Fondo Real Audiencia se consultaron 46 volúmenes en los cuales


localizamos información relacionada principalmente con juicios por derechos
de agua, que si bien no es un tema en el cual hacemos hincapié en esta
investigación, estos datos contribuyeron con la reconstrucción de los conflictos
por el recurso hídrico y develaron, igualmente, la importancia en cuanto a la
gestión y los roces entre los hacendados y las órdenes religiosas. También es
preciso destacar que en muchos casos coincidieron con períodos de sequías.


fuentes, para la elaboración de la cronología de fenómenos naturales que se manifestaron
durante todo el período colonial. Este listado se realizó con el objetivo de no solo advertir
posibles coyunturas donde se presentaron fenómenos concatenados, lo cual, al mismo tiempo
condiciona la atención que le das a esas amenazas, sino también con el fin de lograr advertir el
papel que desempeñaron las sequías en Chile en relación con otros procesos naturales
extremos dentro de los discursos de los distintos actores sociales acá reconocidos, por esta
razón a lo largo de esta investigación nos referiremos en más de una oportunidad a distintas
amenazas.

29
También se consultaron 7 volúmenes del Fondo Antiguo para un total
de 11 expedientes revisados en los cuales se localizó información relevante
para la investigación sobre la agricultura, lluvias, obras públicas, epidemias,
carestía, rogativas y novenas, terremotos y molinos ubicados en Santiago.

El Fondo Varios, por su parte, contiene algunos bandos sobre sequías,


y también información relacionada con fenómenos naturales, en especial
epidemias y terremotos, festividades religiosas y obras públicas. Se utilizaron
documentos puntuales repartidos entre 5 volúmenes. Uno de los más
importantes fue el bando de 1772 sobre la prolongada escasez de agua por
falta de lluvias y la Tabla de Ceremonias de 1760, en la cual se señala la
disposición e influencia de las actividades religiosas en la ciudad y también el
rol que desempeñaban las autoridades civiles, y con gran interés para la
investigación lo expuesto sobre los Alcaldes de Agua.

Por otro parte, los fondos de los archivos religiosos en Chile nos
permiten hacerle un seguimiento a las distintas manifestaciones que se
mostraban en contra de las sequías, especialmente, las rogativas, novenas y
procesiones, así como la lista de los santos patronos protectores que fueron
elegidos para tal fin. También nos permiten atender los diversos documentos
oficiales emitidos por sus autoridades en esta materia. Además de los Libros
de Acuerdos del Cabildo Eclesiástico, resultó útil para la investigación la
documentación manuscrita conservada en el Archivo Histórico del
Arzobispado de Santiago. En el Fondo Gobierno se consultaron 25
volúmenes, en 8 de ellos conseguimos información importante para la
investigación. Esta información se distribuyó principalmente en obras públicas,
gestiones para los protocolos de los servicios religiosos, en especial sobre la
liturgia frente a festividades y sobre el ramo de balanza.

Contamos, igualmente, con la información recogida en 44 volúmenes


localizados en la sección Manuscritos Medina de la Biblioteca Nacional de
Chile. La información contenida en él es variada y de distinta índole, por lo
que nos resultó de utilidad y también nos permitió extraer datos sobre obras
públicas, fiscalidad, gestiones oficiales, escasez de agua y trigo y la presencia

30
de otras amenazas.

Por último, consultamos el Archivo General de Indias (Sevilla),


especialmente 20 legajos del fondo Audiencia de Chile.14 donde encontramos,
entre otras materias, información vinculada a uno de los proyectos de
infraestructura hidráulica más importante del momento como fue la
construcción del canal San Carlos.

En cuanto a la estructura de la tesis, se dividió en cinco capítulos. El


primero, Extremismo climático e historiografía, se dedica a dialogar con las
plataformas interpretativas y corrientes historiográficas que han abordado el
tema de las amenazas, las estrategias y los desastres asociados a fenómenos
naturales. También acá presentamos los antecedentes de la investigación,
teniendo en cuenta que los más importantes son la mencionada obra de
Vicuña Mackenna y los trabajos sobre la gestión de agua durante la época
colonial de Gonzalo Piwonka.15

En capítulo II, Clima, agua y escasez en Santiago, desarrollamos de


manera sucinta la variable geográfica y socioproductiva de la investigación. En
este mismo apartado, identificamos las sequías durante el período de estudio
y los distintos espacios de adaptación, que permiten precisamente la
planificación y ejecución de las estrategias. Esto nos permitió alcanzar el
primer objetivo específico.

En los capítulos III, Enfrentar la contingencia: disposiciones frente a las


sequías en el siglo XVIII; IV, Obras hidráulicas y de almacenamiento: fondos
públicos, ingeniería y planificación; y V, Religiosidad y mecanismos simbólicos
de protección, condensamos las tres tipos de estrategias identificadas en las


14
También se revisaron otras audiencias cuya documentación contribuyeron con el aparato
crítico de la investigación, para mayor detalle sobre ellas véase el apartado de las Fuentes de
Información.
15
Nuestra investigación muestra puntos de coincidencia en áreas de interés con el trabajo de
Piwonka, en especial, porque nuestro objeto de estudio son las estrategias frente a la sequías,
y esto, indudablemente, no puede estar desvinculado de la gestión del agua, ya que es uno de
los factores determinantes en el papel que desempeñan los impactos de estas amenazas.
Ahora bien, tanto el énfasis como la metodología y las categorías de análisis se distancian de
los objetivos en el estudio de Piwonka, como bien el autor lo señala, al indicar que su trabajo no
es un estudio sobre sequías, y que para este período, al igual que para el siglo XIX, las mismas
deberían ser tomadas como inventario.

31
investigación: la política, en la cual la normativa –y su trasgresión– es el hilo
conductor; la tecnológica, como resultado de la puesta en práctica de diversas
técnicas materiales; y la simbólica, enfocada en las manifestaciones devotas.
En cada apartado, la discusión se hilvanó a partir de casos concretos,
localizados en las fuentes manuscritas e impresas.

32
CAPÍTULO 1
EXTREMISMO CLIMÁTICO E HISTORIOGRAFÍA

1.1. Espacios de debate en torno a los fenómenos naturales / 1.2.


Hacia una conceptualización de los estudios de las estrategias frente a
las sequías / 1.3. La lupa historiográfica en torno a las sequías en
Chile
CAPÍTULO 1
EXTREMISMO CLIMÁTICO E HISTORIOGRAFÍA

El cielo de este pais es hermoso i benévolo, i su aire


apacible, menos desde los 35 hasta 38 grados de latitud, que
en primavera i verano el viento general es sud-oeste, i en
ocasiones i parajes, tan impetuoso que incomoda
demasiado. Las estaciones del año, que alli vienen en
tiempos opuestos a las de Europa, son sensibles i muy
regulares. En 21 de setiembre empieza la primavera, que
dura tres meses, i asi se encuentran, el verano desde 21
diciembre, desde 21 de marzo el otoño, i el invierno desde 21
de junio.16

1.1. ESPACIOS DE DEBATE EN TORNO A LOS FENÓMENOS NATURALES

El impacto continuo de fenómenos naturales de origen geológico,


meteorológico o biológico, conmociona la vida cotidiana de todos los miembros de
la sociedad y genera las condiciones propicias para que los problemas que
aquejan a los pobladores, aquellos relacionados con las estructuras políticas,
económicas, sociales y culturales, se hagan evidentes, dando cuenta de la
interacción con los ecosistemas de los grupos sociales asentados. Estos
contextos, que se podrían considerar, en casos puntuales, como de crisis
generalizadas, funcionan como “instrumentos de observación social” (para utilizar
la frase del historiador Pablo Pérez Mallaína). 17 Frente a ellos, las sociedades
responden de manera heterogénea, y los diversos actores sociales acumulan en el
tiempo una serie de prácticas directamente proporcionales a la circulación en el
imaginario colectivo e histórico de estos eventos. Esta memoria histórica es el
aliciente para que las instituciones y grupos de poder (político, económico,
religioso) diseñen estrategias para controlar el impacto de las amenazas naturales.

16
Vicente de Carvallo y Goyeneche, Descripción histórica-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh,
vol. X, 6.
17
Pablo Pérez Mallaína, “Las catástrofes naturales como instrumento de observación social: el
caso del terremoto de Lima en 1746,” Anuario de Estudios Americanos 62, 2 (2005): 47-76.

34
Este acervo de respuestas, prácticas y estrategias son las que nos permiten
advertir la producción, histórica y social, de la adaptabilidad al espacio natural con
el cual se convive.

El discurso catastrófico que se produjo en torno a los efectos negativos de


las amenazas, las convirtió en “desastres naturales”, en sinónimos de destrucción
material, pérdidas humanas, desplazamiento forzado, etc. De manera que,
siempre que se presentaba una amenaza natural en contextos materialmente
vulnerables, las consecuencias negativas de la misma se convertían en
“consecuencia de la naturaleza”, “culpa de una fuerza indomable”, pensamiento
que se consolida, especialmente, a partir del siglo XIX como parte del discurso de
los estados nacionales.18 Esta forma de entender la naturaleza y los fenómenos
naturales otorgó a la sociedad un rol pasivo frente a los daños que se presentaban
tras amenazas potencialmente destructoras.

En términos institucionales, la “culpabilidad de la naturaleza” es el resultado


de un cambio paradigmático bastante reciente en Occidente, separado de las
ideas religiosas del Antiguo Régimen, que comienza a tomar forma con la relación
entre naturaleza y cultura que se propone en la Ilustración, 19 y que para
Hispanoamérica se presenta mucho más consolidado luego de las

18
Andrea Noria Peña, “Contextos semánticos y ambientes ideológicos en la investigación histórica
de los desastres: la difusión del pensamiento sismológico en la Venezuela del siglo XIX,” en Clima,
desastres y reacciones sociales en España, Filipinas e Hispanoamérica, siglos XVII-XXI, ed. Arrioja
Díaz Viruell y Armando Alberola Romá (Alicante: Universidad de Alicante-El Colegio de
Michoacán), 81-104.
19
Monica Juneja y Franz Mauelshagen, “Disaster and pre-industrial societies: historiogrphic trends
and comparative perspectives”, The Medieval History Journal 10, 1-2 (2007): 16, doi:
10.1177/097194580701000201; Steinberg, Acts of God, 42. A partir de la necesidad propia de la
expansión europea del XV de medir, calcular y estimar, en términos de Alfred Crosby, se comenzó
a consolidar un desarrollo técnico de Occidente por el afán de poder, control y previsibilidad, de
manera que la visión de la naturaleza comenzó a cambiar; este proceso de cambio se atiende con
mayor claridad para la segunda mitad del siglo XVIII. Una perspectiva que se fundamentó, al igual
que las anteriores, en un pensamiento analógico; pero ya no una analogía entre lo natural como
macrocósmico y el hombre microcósmico (con los griegos); ni entre la naturaleza como obra divina
y las máquinas del ser humano (característica del Renacimiento, según los franceses, o de la
Reforma, de acuerdo con los alemanes); ahora se trataba del puente entre los procesos naturales
y los acontecimientos del ser humano. Al respecto véase: Robert Collingwood, Idea de la
naturaleza (México: Fondo de Cultura Económica: México, 1950), 16; y Alfred Crosby, La medida
de la realidad. La cuantificación y la sociedad occidental, 1250- 1600 (Barcelona, España: Editorial
Crítica-Grijalbo, 1998).

35
20
independencias y, particularmente, en las raíces del discurso sobre la
construcción del Estado-Nación y las influencias de la corriente positivista.21 Para
mediados del siglo XIX los fenómenos naturales, en especial aquellos de corte
biológico como bacterias y virus, comenzaron a considerarse parte de “los males
de la nación”.22

No obstante, desde principios del siglo XX, la revisión de las categorías y de


los desastres había dado sus pasos con el creciente interés en la seguridad y el
riesgo; categorías que cobrarían un impulso en la segunda mitad de dicha
centuria, especialmente el riesgo.23 Dos áreas del conocimiento y de producción

20
Sobre las independencias y los desastres véase el trabajo de Rogelio Altez, Desastre,
independencia y transformación : Venezuela y la Primera República en 1812 (Castelló de la Plana:
Publicacions de la Universitat Jaume I, D.L., 2015).
21
Noria Peña, “Contextos semánticos y ambientes ideológicos en la investigación histórica de los
desastres,” 81-104
22
Andrea Noria Peña, “Miradas entre ruinas: la transformación en la interpretación sobre la
naturaleza en la sociedad venezolano del siglo XIX a través del pensamiento sismológico,” (Tesis
de licenciatura, Universidad Central de Venezuela, 2011), 343; “Contextos semánticos y ambientes
ideológicos en la investigación histórica de los desastres: la difusión del pensamiento sismológico
en la Venezuela del siglo XIX,” en Clima, desastres y convulsiones sociales en España e
Hispanoamérica, siglos XVII-XX, ed. por Luis Alberto Arrioja y Armando Alberola (Alicante:
Universidad de Alicante-Colegio de Michoacán, 2016), 96. No resulta extraño que las
enfermedades infecciosas fuesen enlistadas en las preocupaciones de las jóvenes repúblicas, en
especial para la segunda mitad del siglo XIX, porque en este momento el desarrollo del higienismo
logra un gran alcance y la gestión pública de las epidemias pasa a formar parte de las
responsabilidades de aquellos incipientes estados nacionales. Cf. Mauricio Folchi, “La higiene, la
salubridad pública y el problema de la vivienda popular en Santiago de Chile (1843-1925),” en
Perfiles habitacionales y condiciones ambientales. Historia urbana de Latinoamérica, siglo XVII-XX,
coord. Rosalva Loreto López (Puebla, México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
2007), 364-365. Véanse igualmente los trabajos de Inmaculada Simón Ruiz y Raúl Sánchez
Andaur, “Introducción del paradigma higiénico sanitario en Chile (1870-1925): discursos y
prácticas,” Anuario de Estudios Americanos 74, no. 2 (2017): 647-52; Raúl Sánchez Andaur y
María Inmaculada Simón Ruiz, “Cambio de paradigma y la primera empresa de agua en la ciudad
de Talca, 1870-1931”, Revista Tiempo Histórico 9 (2014): 91; María Ximena Urbina Carrasco, Los
conventillos de Valparaíso 1880-1920. Fisonomía y percepción de una vivienda popular urbana
(Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso,
2002). Para una visión general pueden consultarse los trabajos de Luis Urteaga, “Higienismo y
ambientalismo en la medicina decimonónica”, Dynamis. Acta Hispanica ad Medicinae
Scientiarumque Historiam Illustrandam 5-6 (1985-86): 417-25; “Miserias, miasmas y microbios. Las
topografías médicas y el estudio del medio ambiente en el siglo XIX”, GEO CRITICA, Cuadernos
Críticos de Geografía Humana 29 (1980), s/p,
http://www.ub.edu/geocrit/geo29.htm
23
Con respecto al riesgo desde el enfoque de las ciencias sociales, se tienen dos investigaciones
importantes para la década de 1980: el trabajo de UIrich Beck, Risikogesellschaft. Auf dem Weg in
eine andere Moderne (Frankfurt: Suhrkamp, 1986), cuya edición en español lleva por título La
sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad (Barcelona, España: Ediciones Paidós, 2006) y

36
académica lideraron los discursos en torno a estas categorías: las ciencias
naturales y aplicadas, y las ciencias de la tierra. Los investigadores que trabajaron
desde la perspectiva de las ciencias naturales y aplicadas fijaron sus intereses en
los fenómenos físicos, y convirtieron su enfoque fisicalista, según comenta
Kenneth Hewitt (1983),24 en la visión dominante. Los especialistas de las ciencias
de la tierra se inclinaron por los aspectos sociales para concluir que los desastres
no son naturales. Por su parte, desde las ciencias sociales también aumentaron
los estudios dedicados al tema y las categorías para entender los desastres.25

Después de la Segunda Guerra Mundial, una serie de trabajos


antropológicos en 1970 (algunos de la década de 1950), abrieron nuevos caminos
a las investigaciones sobre los aspectos sociales. Estudiosos británicos como
Belshaw,26 Schneider27 y Spillius28 ofrecieron los primeros aportes en la década de


el trabajo de Mary Douglas, Risk Acceptability According to the Social Sciences (New York: Russell
Sage Foundation, 1986). La edición en español fue publicada en la década siguiente: La
aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales (Barcelona, España: Ediciones Paidós, 1996).
24
Allan Lavell, introducción a Estado, sociedad y gestión de los desastres en América Latina: en
busca del paradigma perdido, ed. Allan Lavell y Eduardo Franco (Lima: Red de Estudios Sociales
en Prevención de Desastres en América Latina, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,
Intermediate Tecnology Development Group, 1996), 15, http://www.la-
red.org/public/libros/1996/esyg/esyg_todo_dic-18-2002.pdf.
25
El primer trabajo formal que se interesa por los estudios sociales y estos contextos es el de
Samuel Henry Prince y su investigación sobre la explosión de un barco cargado de municiones en
Nueva Escocia, autor conocido entre los especialistas como el primer estudioso en el área de los
desastres, véase su trabajo Catastrophe and Social Change (New York: Columbia University,
1920). También para la década de 1930, desde la geografía ecológica y su perspectiva socio-
ambiental, se interesaron en problematizar el impacto de este tipo de eventos; junto con ellos, los
planteamientos de L. T. Carres, en la misma década, también están considerados como los
primeros pasos de lo que posteriormente sería una línea de investigación sobre desastres. Para
mayores detalles, pueden consultarse los trabajos de Marisol Barrios Yllan, Reubicación de
comunidades por inundación y la vulnerabilidad social. El caso de Arroyo del Maíz, Poza Rica,
Veracruz (México D.F.: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social,
CIESAS, 2009), 11.
http://www.ciesas.edu.mx/proyectos/reubicaciones/libros/Reubicación%20Arroyo%20del%20Maiz.p
df; Omar Darío Cardona, “La necesidad de repensar de manera holística los conceptos de
vulnerabilidad y riesgo: una crítica y una revisión necesaria para la gestión” (Ponencia y artículo
presentado en la International Work-Conference on Vulnerability in Disaster Theory and Practice,
Holanda, 29-30 de junio, 2001),
http://www.desenredando.org/public/articulos/2003/rmhcvr/rmhcvr_may-08-2003.pdf.
26
Cyril Belshaw, “Social Consequences of the Mount Lamington Eruption,” Oceania 21, 4 (1951):
241-252, doi: 10.1002/j.1834-4461.1951.tb00175.x.
27
David Schneider, “Typhoons on Yap”, Human Organization 16, 2 (1957): 10-15, doi:
http://dx.doi.org/10.17730/humo.16.2.64612t81x0136229.

37
los cincuenta, y el énfasis social giró hacia la adaptación de las sociedades a los
desastres, que son elementos esenciales del medioambiente. Posteriormente,
entre los años sesenta y mediados de los setenta, la sociología anglosajona
delimitó el campo de estudio de la llamada sociología de los desastres. El
paradigma dominante para entonces estuvo bajo la influencia de la teoría
estructural-funcionalista y se concentró en el estudio de la conducta colectiva
(estructuras y organizaciones); esta influencia consolidó la línea de los desastres
en el ámbito académico anglosajón. Una de las investigaciones más
representativa y pionera es la de Philip O’Keefe, Kenneth Westgate y Benjamin
Wisner.29

El énfasis en estos estudios, como lo señala el antropólogo estadounidense


Anthony Oliver-Smith, se dirigió a la adaptación de las sociedades a los desastres
en la medida en que estos forman parte fundamental del medio ambiente. Estos
escenarios se interpretaron como eventos impredecibles e inevitables que
alteraban la normalidad de las sociedades, de manera que se preocuparon por
30
cuantificar sus daños físicos. Algunos ejemplos al respecto son las
investigaciones de Robert Withman y Michel Fournier d’Albe sobre la estimación
de daños de los terremotos. Las soluciones tecnológicas, desde esta perspectiva,
se convirtieron en una preocupación con el fin de poder resguardar la
infraestructura y las poblaciones con mayor exposición a estos riesgos sísmicos.

En América Latina, las explicaciones a la serie de desastres que se


sucedieron a lo largo de la segundad mitad del siglo XX no resultaron
satisfactorias. 31 Estos eventos supusieron un alto riesgo y poca capacidad de


28
James Spillius, “Natural Disaster and Political Crisis in a Polynesian Society”, Human Relations
10, 1 (1957): 3-27, doi: 10.1177/001872675701000101.
29
Véase, por ejemplo, los trabajos de Philip O’Keefe, Kenneth Westgate y Benjamin Wisner,
“Taking the Naturalness out of Natural Disasters”, Nature 260 (1976): 566-67,
doi: 10.1038/260566a0 y de Anthony Oliver-Smith, “Perspectivas antropológicas en la investigación
de desastres,”Desastre y Sociedad 5 (1995): 52, http://www.desenredando.org.
30
Greg Bankoff, “Rendering the World Unsafe: ‘Vulnerability’ as Western Discourse,” Disasters 25,
1 (2001): 24-25.
31
Nos referimos a los terremotos de Caracas (1967), Huaraz (1970), Managua (1972), Guatemala
(1976), Popayán (1983), México (1985), San Salvador (1986), Chile (1986), Alto Mayo (1990-1991)

38
respuesta, así como un alto costo económico a los diferentes países en donde
ocurrieron: impacto en el PIB, endeudamiento, gran cantidad de víctimas y
pérdidas materiales. Justamente, estas variables se catapultaron como las escalas
para la medición de los desastres. Paralelamente, y en muchos casos a raíz de
dichas coyunturas, se crearon distintas instituciones públicas abocadas al tema,
insertas en todo el proceso de modernización que se dio luego de la Segunda
Guerra Mundial y en medio de la Guerra Fría. Estas instituciones estuvieron
dirigidas al asistencialismo y estuvieron lideradas por organismos supranacionales
como la OPS, OEA y la UNDRO.32

Tanto fue el interés por la problemática que, en 1989, la Asamblea Nacional


de las Naciones Unidas decidió que la década de 1990 fuera reconocida como el
Decenio Internacional de Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN). 33 Ya
con su instauración, se comienza a identificar la temática sobre los desastres y el
enfoque en el riesgo como construcción social, junto a aproximación física o
funcional de una amenaza y contextos vulnerables en el tiempo y en el espacio.
De allí que el enfoque en el riesgo comienza a ser llamado enfoque en la
vulnerabilidad, pasando de considerar elementos probabilísticos a elementos
directamente sociales.

El aporte de las ciencias sociales comienza a ser notorio y a consolidarse


gracias a la eclosión en la producción científica sobre el tema. Las contribuciones


y Limón (1991) y también la erupción del Nevado del Ruiz que destruyó Armero (1985). En cuanto
a los huracanes, hay que incluir el huracán Fifí y Juana, en Honduras (1974) y en Nicaragua
(1988), respectivamente; el huracán Gilberto (1988), que impactó en Centroamérica; las erupciones
del Chichonal, en México (1982); las inundaciones vinculadas con el fenómeno El Niño en los
países andinos (1981-1982); los aludes de El Limón, en Maracay, Venezuela (1987). Pueden
consultarse al respecto los trabajos de Allan Lavell, “Los conceptos, estudios y la práctica en el
tema de los riesgos y desastres en América latina: evolución y cambio, 1980-2004: El rol de LA
RED, sus miembros e instituciones de apoyo”, en La gobernabilidad en América Latina. Balance
reciente y tendencias a futuro (Argentina: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,
FLACSO, 2005, extraído de http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/flacso/secgen/lavell.pdf.
32
Cf. Andrew Maskrey, “Comunidad y Desastres en América Latina: Estrategias de Intervención”
en Viviendo en riesgo: Comunidades vulnerables y prevención de desastres en América Latina,
comp. Allan Lavell (Bogotá: LA RED, 1997) 14-38, http://www.la-
red.org/public/libros/1994/ver/ver_intro_nov-20-2002.pdf.
33
Véase las resoluciones A/Res/42/169 y A/Res/44/236.

39
de la antropología, la historia y la geografía social al campo de estudio del riesgo,
en general, y de los desastres, en particular, introdujeron en el debate el tema de
la dimensión cultural de los grupos en contextos vulnerables ante la presencia de
amenazas naturales.34 La percepción del riesgo y las estrategias para enfrentarlas
fueron parte de los intereses incipientes que comenzaban a ser estudiados y son
las variables que están impulsando los estudios sobre desastres en América
Latina.

Los historiadores tienen poco más de tres décadas en el desarrollo de los


estudios desde la perspectiva de los desastres. La construcción del discurso
histórico en torno a estas problemáticas precisa ser ubicada en un contexto amplio
interdisciplinario, a raíz del uso de propuestas teóricas y metodológicas ajenas al
oficio del historiador, que buscan precisamente nutrir los fundamentos propios.35

Las investigaciones sobre los desastres, luego del impacto de los dos
sismos más importantes en la década de 1980 en México y en Italia, cobraron
impulso en la historia. El terremoto de Friuli de 1981 permitió trazar un puente
entre los humanistas y los geofísicos para estudiar los sismos históricos. Por su
parte, el terremoto de México de 1985 también marcó un hito dentro de la
historiografía en este tipo de investigaciones, impulsadas después por el Centro
de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), lo que
funcionó como aliciente para la cooperación entre antropólogos sociales e
historiadores. Este punto de inflexión en la historiografía mexicana facilitó su
extensión al resto de América Latina.36

Antes de 1990, en Occidente, el estudio histórico de los desastres estuvo


enfocado a los eventos puntuales, como el terremoto Lisboa de 1755 o el incendio

34
Virginia García Acosta, “Prevención de Desastres, Estrategias Adaptativas y Capital Social”, en
Social Cohesion in Europe and the Americas. Power, time and Space / Cohesión social en Europa
y las Américas. Poder, tiempo y espacio (Bruselas: P.I.E. Peter Lang S.A., 2009), 126.
35
Juneja y Mauelshagen, “Disaster and pre-industrial societies”, 4.
36
Juneja y Mauelshagen, “Disaster and pre-industrial societies”, 7; Virginia García-Acosta,
“Historical Disaster Research”, en Catastrophe & Culture: The Anthropology of Disaster, eds.
Susanna Hoffmann y Anthony Oliver-Smith (Santa Fe and Oxford: School for Advanced Research
Press, 2002), 51.

40
de Londres de 1666.37 Los historiadores atendían el discurso histórico de este tipo
de investigaciones considerándolos hechos excepcionales en el devenir de la
historia de los seres humanos pues alteraban la normalidad. Esta perspectiva, ya
para 1981, fue criticada por el historiador alemán Arnol Borst, aunque su trabajo
no trascendió demasiado.38

Para la segunda mitad del siglo XX, esta nueva etapa de los estudios sobre
los desastres estuvo vinculada con los llamados países “en desarrollo”, alejados
del mundo europeo y occidental; ejemplo de ello fue el trabajo de Greg Bankoff
publicado en el 2003 sobre la cultura del desastre y en el que se tomaba el caso
de Filipinas desde el siglo XVI hasta la década de 1990.39 Esta relación directa
entre desastre y “desarrollo” encontró su talón de Aquiles para finales del siglo XX
con las inundaciones provocadas por el fenómeno “El Niño” en Polonia, la
República Checa y Alemania en 1997; también el tifón Lothar en 1999 y la
inundación del Elba en el año 2002 provocaron consecuencias que se sumaron a
las discusiones sobre el calentamiento global y el cambio climático.40

Paralelamente, y en consonancia con estos nuevos intereses de la década


de 1990, se creó en Costa Rica La Red de Estudios Sociales en Prevención de
Desastres en América Latina (LA RED). El estímulo generado a raíz del sismo de
1985 terminó cruzando las fronteras nacionales para concretarse en este tipo de
iniciativas 41 en las que sus investigadores: “(…) contribuyeron mucho en la
investigación, la apropiación y la difusión de estudios de riesgos desde las
ciencias sociales, desde los sistemas sociales, y no solo desde la amenaza”.42 La
visión de sus investigadores comenzó atendiendo la promoción de dos

37
Consúltese José-Augusto França, Une ville des lumières, la Lisbonne de Pombal (Paris:
S.E.V.P.E.N. 1965); Thomas Fiddian Reddaway, The Rebuilding of London after the Great Fire
(London: Jonathan Cape, 1940).
38
Juneja y Mauelshagen, “Disaster and pre-industrial societies”, 7.
39
Greg Bankoff, Cultures of disaster, society and natural hazard in the Philippines (Londres:
Routledge Curzon, 2003).
40
Juneja y Mauelshagen, “Disaster and pre-industrial societies”, 6-7.
41
Ibídem, 7.
42
Julien Rebotier, “La dimensión territorial del riesgo urbano en Caracas: características y
alcances. Una propuesta integradora para pensar el riesgo en una realidad socio-espacial
compleja”, Trace 56 (2009): 14.

41
inclinaciones teóricas: por un lado, la constructivista y contextual, en términos de
relaciones de territorialidad; y, por el otro lado, una perspectiva histórica de los
riesgos,43 aunque esta con menor énfasis. Su creación reforzó el afianzamiento de
la denominada perspectiva social, conocida como el “enfoque de la
vulnerabilidad”, de acuerdo con lo señalado por la historiadora Virginia García
Acosta, pionera en el estudio de los desastres desde la Historia, con su aporte
Historia y desastres en América Latina a partir de esa misma década.44

En los últimos años han surgido nuevos grupos que reúnen a varios de los
autores que fundaron La Red. En México, en el 2015, surgió la Red Internacional
de Seminarios en Estudios Históricos sobre Desastres (ALARMIR), que buscó
aglutinar diversos seminarios y grupos de investigación cuyos lineamientos y
actividades abordasen la temática de los desastres. En este espacio confluyeron
representantes de Seminarios en Chile, España, México y Venezuela. Al año
siguiente, unieron esfuerzo ALARMIR y la recién creada Red Temática Estudios
Interdisciplinarios sobre Vulnerabilidad, construcción social del riesgo y amenazas
naturales y biológicas, bajo los auspicios del Conacyt (México). Desde el 2016 la
citada red ha impulsado el diálogo sostenido entre sus miembros, con el fin de
consolidar los vínculos y lazos con otras redes e instituciones, impulsando las
publicaciones conjuntas en libros compilados o monográficos y en revistas
especializadas; este esfuerzo también se está materializando en el impulso a
proyectos de investigación y la formación de recursos humanos. En estos
espacios se cuenta con la membresía de historiadores, antropólogos y geógrafos
de diferentes países45 que cuentan con una consolidada trayectoria en los temas,
con investigadores en formación a nivel de licenciatura, maestría y doctorado.


43
Ibídem, 14.
44
Historia y desastres en América Latina. Vol. I (Bogotá: La Red, Centro de Investigaciones y
Estudios Superiores en Antropología Social, Tercer Mundo Editores, 1996); Historia y desastres en
América Latina. Vol. II (Lima: La Red, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social, ITDG, 1997); Historia y desastres en América Latina. Vol. III (Ciudad de
México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2009).
45
México, Brasil, Chile, Venezuela, Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia, España, Colombia,
Argentina, Francia, Costa Rica, Bélgica, Países Bajos, Suiza, Dinamarca y Canadá.

42
El posicionamiento del tema entre los especialistas se llevó a cabo
mediante estudios de casos, investigaciones comparadas y/o de larga duración.
Esta enorme labor desde la investigación histórica de los desastres ha permitido el
diálogo sostenido entre distintas disciplinas, principalmente, de la historia, la
antropología y la geografía.

En el marco de la Plataforma Global para la Reducción de Desastres


(PGPRRD) se presentó el foro Construcción a través del conocimiento histórico:
desarrollo social ante los desastres y reducción del riesgo de desastres
coordinado por Virginia García Acosta y moderado por Anthony Oliver-Smith,
siendo la primera vez que se realizaba un foro en el que se combinan la
perspectiva histórica y la antropológica y que contó con la participación de
investigadores como Eleonora Rohland, Franz Mauelshagen, Isabel Campos
Goenaga, Luis Alberto Arrioja y Raymundo Padilla Lozoya.

La ecología y los estudios ambientales desde una perspectiva social y de


historia aplicada se han sumado a estas iniciativas. Si bien desde la década 1980,
el estudio de la naturaleza y de la relación sociedad-naturaleza ya generaban
debates, sobre todo de la mano de sociólogos como Norbert Elías (1985), es a
partir de los noventa cuando esa producción comienza a expandirse. La Ecología
Cultural aportó mucho al tema de los desastres gracias a un enfoque del
evolucionismo multilineal y, en particular, la consideración de las estrategias
adaptativas de los grupos sociales ante fenómenos naturales que resultan
recurrentes en ciertas regiones.46

De manera que a partir de las nuevas tendencias que estudian la naturaleza


a través de sus fenómenos, los historiadores buscaron responder diversas
inquietudes desde distintos campos de la disciplina. El clima, la historia urbana y
la historia cultural fueron tres de ellos. El primero, desde el reciente interés por el
cambio climático en la larga duración braudeliana; el segundo, atendiendo a la


46
Virginia García Acosta, “La perspectiva histórica en la antropología del riesgo y del desastre,
acercamientos metodológicos”, Relaciones 97, XXV (2004): 128.

43
ciudad como una región de riesgos; y, el tercero, desde la historia cultural, en el
que surgieron inquietudes por las percepciones y las medidas tomadas para
afrontar estos eventos extremos.47

Desde la historia ambiental también se ha impulsado el estudio de los


desastres a partir de la premisa intrínseca de priorizar un diálogo entre lo natural y
lo humano. De allí que la mayoría de los autores que trabajan con esta perspectiva
prefieran hablar de desastres socioambientales. Una lectura desde esta
perspectiva, como bien lo señala Alfredo Ricardo Lopes,48 concibe los desastres
en el marco de una red híbrida formada entre las poblaciones humanas y no
humanas, a partir lo cual muchos de esos desastres no solo generan las
consecuencias a las sociedades humanas, sino también al ecosistema afectando
a otros espacios no humanos.

El paradigma ambientalista brinda un esquema para explicar el pasado


humano, pues representa la naturaleza desde una visión marcadamente
antropocéntrica, a partir de la influencia de esta relación dinámica entre las
sociedades humanas y el entorno natural y la influencia que este ejerce en las
estructuras y relaciones sociales. 49 Esa influencia, más allá de las condiciones
regulares del ambiente -como el clima y la topografía-, también se manifiesta en
los riesgos naturales que conviven con determinadas condiciones
geomorfológicas. Los eventos extremos asociados a fenómenos naturales, como
terremotos potencialmente destructores, huracanes, epidemias, sequías
prolongadas o lluvias extraordinarias, por ejemplo- no pasan desapercibidos en las
sociedades que se ven expuestas a ellos. En este sentido, se revela de forma
concreta y subjetiva la relación entre la naturaleza y la cultura a partir de la


47
Juneja y Mauelshagen, “Disaster and pre-industrial societies”, 8-9.
48
Alfredo Ricardo Lopes, “A natureza do risco: paisagem e risco na análise dos desastres
Socioambientais,” Esboços 20 (2013): 52-66.
49
David Arnold La naturaleza como problema histórico. El medio, la cultura y la expansión de
Europa (México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2001), 16.

44
presencia humana en ecosistemas específicos y estos espacios adquieren
historicidad porque se modifican social, económica y políticamente.50

De esta manera, ninguna historia humana puede existir separada de la


naturaleza, aunque sí puedan existir historias de la naturaleza. Más allá de la
condición primaria de esa relación (subsistencia), y a partir de ella, las sociedades
generan recursos, materiales o subjetivos condicionados históricamente.51

Entre estas aproximaciones sobre el papel de la naturaleza subyace la


afirmación de que el desarrollo histórico no se limita solamente a atender lo
“humano”, sino que los procesos políticos, económicos y sociales de la historia de
las sociedades humanas están indisolublemente relacionados con la ocupación de
los espacios naturales y la utilización de los recursos.52 Estos planteamientos no
son una novedad; desde el materialismo histórico se asume la naturaleza como un
proceso sociohistórico, lo que conduce a advertir que las diversas apropiaciones
de lo natural (desde lo especulativo, las ciencias sociales o bien las ciencias
naturales) presuponen los mecanismos tecnológicos y económicos de los seres
humanos para convivir con el medioambiente.53

Los primeros aportes que se decantaron por la historia del medioambiente


vinieron de la mano de la sociología, la economía, la geografía y también del
derecho. Alrededor de la revista Annales los historiadores, en su búsqueda de la
comprensión de una historia total, se interesaron por estos aspectos y los
incluyeron en sus razonamientos, especialmente los estudios económicos. La
construcción de los paisajes como el resultado de acciones antrópicas y climáticas


50
Reinhart koselleck, Los estratos del tiempo: Estudios sobre la historia (Barcelona, España:
Ediciones Paidós-I. C. E. de la Universidad Autónoma de Barcelona, 2001), 97; Froilán Ramos
Rodríguez, “Huellas de Hans-Georg Gadamer en Reinhart Koselleck. Aportes a la historia
conceptual,” Historelo 10, no. 19 (2018): 251-253.
51
Rogelio Altez, “Historia de la vulnerabilidad en las regiones hoy venezolanas. Terremotos y
sociedad 1530-1812.” (Tesis doctoral, Universidad de Sevilla, 2014), 299.
52
Adrián Zarrilli, “Argentina, tierra de promisión. Una interpretación historiográfica de las relaciones
entre la historia rural y la historia ambiental”, Hib. Revista de Historia Iberoamericana 7, no. 1
(2014): 108.
53
Véase Alfred Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx (México: Siglo Veintiuno Editores,
1976), 11.

45
y el análisis de las actividades humanas con la finalidad de la explotación del
medioambiente fueron los intereses más generales.

Paralela a la trayectoria de los estudios históricos y sociales de los


desastres, la historia ambiental también fue dejando sus huellas en la segunda
mitad del siglo XX, especialmente a raíz del impulso que significó el movimiento
ecológico de finales de los sesenta y los setenta en Europa y Estados Unidos. Los
primeros trabajos que impulsaron esta perspectiva fueron los de Samuel Hays,
Conservation and the Gospel of Efficiency: The Progressive Conservation
Movement, 1890-1920, 54 un estudio enfocado en la estructura política y el de
Roderick Nash, Wilderness and the American Mind55 desde la perspectiva de la
historia intelectual.

Con un área de estudio más consolidada, las investigaciones desde la


historia ambiental sobre América Latina encontraron un campo fértil en el tema del
impacto de la conquista, teniendo entre sus representantes los trabajos de Alfred
Crosby56 y Elinor Melville.57 El primero de ellos se ocupa del intercambio biológico
entre ambos mundos, con especial atención en el flujo de enfermedades que se
traspasaron del Viejo continente y que diezmaron una buena parte de la población
originaria. 58 Por su parte, Melville continuó la misma línea que Crosby pero


54
Samuel Hays, Conservation and the Gospel of Efficiency: The Progressive Conservation
Movement, 1890-1920 (Cambridge: Harvard University Press, 1959).
55
Roderick Nash, Wilderness and the American Mind (Connecticut: Yale University Press, 1967).
56
Alfred Crosby, The Columbian Exchange. Biological and Cultural Consequences of 1492
(Westport, Conn.: Greenwood Press, 1972).
57
Elinor Melville, Plaga de ovejas. Consecuencias ambientales de la conquista de México (México:
Fondo de Cultura Económica, 1999). La primera edición en inglés es de 1994, A Plague of Sheep.
Environmental Consequences of the Conquest of Mexico (New York: Cambridge University Press).
58
Sobre este existe una extensa discusión historiográfica, véase al respecto: Kenneth Kiple,
"Disease Ecologies of the Caribbean," en The Cambridge World History of Human Disease, ed.
Kenneth Kiple, (New York: Cambridge University Press, 1993), 497-504. John W. Verano y Douglas
H. Ubelaker, ed., Disease and Demography in the Americas (Washington, DC: Smithsonian
Institution Press, 1992), 237-48. William A. Starna, “The Biological Encounter: Disease and the
Ideological Domain,” American Indian Quarterly 16, 4 (1992): 512. Alfred Crosby, Imperialismo
ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900 (Barcelona, España: Editorial Crítica,
1988), 220. Henry F. Dobyns, Their Number Became Thinned, Native American Population
Dynamics in Eastern North America (Knoxville: University of Tennessee Press, 1983), 34. Calvin
Martin, Keepers of the Game. Indian-Animal Relationships and the Fur Trade (Berkeley: University
of California Press, 1978), 48. William Denevan, Introduction a The Native Population of the

46
estudiando el impacto que generó la introducción de la ganadería euroasiática en
los ecosistemas novohispanos. 59 El trabajo de Melville contribuyó a superar la
visión tradicional del “buen salvaje” que caracterizó los primeros intereses
investigativos de historiadores extranjeros sobre las sociedades preindustriales en
América Latina.

Desde el punto de vista de los historiadores latinoamericanos, la historia


ambiental comenzó apegada a los planteamientos ideológicos de izquierda, en el
marco de temas relacionados con la crítica social y el enfrentamiento entre el
análisis del colonialismo y el capitalismo. Posteriormente se diversificaron líneas e
intenciones. Para el caso mexicano, los temas del agua y del riego lideraron las
discusiones; en Argentina, y en una parte de América del Norte, se interesaron por
la colonización agrícola en las pampas y en Brasil el tema de los bosques fue el de
mayor interés. Otros trabajos se incorporaron a un sector más vinculado con los
aspectos culturales, intelectuales y políticos sobre el ambientalismo moderno.60
Para el caso de Chile, la década de 1960 supuso un impulso en esta materia por
la creación de los primeros grupos de investigación en el área de la Ecología y el
Medio ambiente en la Universidad de Chile.61

Deviniendo de un compromiso político por lo ecológico, la historia ambiental


se abrió un campo dentro de la investigación histórica y, ya desde perspectivas
más renovadas en el siglo XXI, tiene como objetivo entender la naturaleza como
un agente histórico activo y devolverle el papel que la historiografía tradicional le
había quitado en el campo académico.

La historiografía ambiental ha coincidido en señalar, con el historiador


estadounidense Donald Worster, que la historia ambiental surge a partir del


Americas in 1492, ed. William Denevan (Madison: University of Wisconsin Press, 1976), 5; Marshall
T. Newman, “Aboriginal New World Epidemiology and Medical Care, and the Impact of Old World
Disease Imports,” American Journal of Physical Anthropology 45, 3 (1976): 671.
59
John R. MacNeill, “Naturaleza y cultura de la Historia Ambiental”, Nómadas 22 (2005): 15-18.
60
Ibídem.
61
Véase Pablo Camus y Ernst R. Hajek, Historia ambiental de Chile (Santiago de Chile: Pontificia
Universidad Católica de Chile, 1998), 25.

47
diálogo entre las ciencias sociales y humanas y las ciencias naturales. Este debate
interdisciplinario se fundamenta en las consecuencias que tienen la acción de la
sociedad en la naturaleza, en las ideas acerca de las mismas y en la aceptación
de que los problemas ambientales de la contemporaneidad son el resultado de los
procesos históricos de ocupación de los ecosistemas.62

Bajo estas directrices, la historia ambiental expone las siguientes líneas de


trabajo: 1) el estudio de comunidades cuya evolución o desarrollo histórico está
vinculado a la apropiación y explotación de algún recurso natural; 2) la reflexión
teórica en perspectiva histórica del problema medioambiental; 3) el análisis de las
relaciones que establecen los hombres con su entorno natural; 4) la descripción y
análisis de las modificaciones del paisaje, la revisión histórica de los conflictos
socioambientales; v) el estudio de los marcos políticos e institucionales que han
permitido procesos degradantes del medio ambiente.63

Estas diversas perspectivas pueden ser reunidas en tres grandes


enfoques: la historia ambiental material, el enfoque cultural-intelectual y la historia
ambiental política. El primero hace referencia a los cambios en los espacios físicos
y biológicos y sus impactos en las comunidades humanas, interesándose en los
componentes tecnológicos y económicos. La historia ambiental material se ha
interesado por los temas de agricultura y de polución y saneamiento tanto en los
espacios rurales como urbanos, y más recientemente también se ha interesado
por las formas de abastecimiento y el metabolismo en las urbes.64

El segundo, en cambio, se dirige hacia el estudio de las representaciones e


imaginarios de la naturaleza en las artes y las letras y la manera en que se le
presta atención a los cambios y transformaciones de las personas y de las
sociedades. En las investigaciones que optan por este enfoque se ha enfatizado
en la pretensión de que la tradición judeocristiana llevó a cabo un ambientalismo


62
Zarrilli, “Argentina, tierra de promisión”, 108-109.
63
Ibídem, 109.
64
Inmaculada Simón Ruiz, “Conflictos ambientales y conflictos ambientalistas en el México
porfiriano,” Estudios Demográficos y Urbanos 24, 2 (2010): 367.

48
que se contrapone negativamente al budismo y al taoísmo en Asia o a las
comunidades indígenas en América, África y Oceanía. 65 El tercer enfoque se
caracteriza por el estudio de las relaciones entre el Estado y sus instituciones y la
naturaleza.66

Estos campos de investigación, el estudio histórico y social de los desastres


y la historia ambiental, parten de la idea que cuando se tiene por objeto de estudio
algún fenómeno vinculado con la naturaleza se deben atender las dinámicas de
los ecosistemas en los que se asientan los grupos sociales. Es un enfoque muy
pertinente si se quiere analizar la problemática de la adaptabilidad pues se precisa
de un diálogo constante con otras disciplinas.67

Son varios las perspectivas que se han utilizado en la historiografía para


atender el estudio de las sequías (algunos se remontan a finales del siglo XIX).
Muchos priorizan enfoques regionales y puntuales; otros, especialmente los más
recientes, son holísticos y reúnen los ámbitos sociales afectados por los eventos
naturales junto con las metodologías propias con las que se prioriza el fenómeno
natural.

En este sentido, nos interesa identificar algunos aportes de la climatología


histórica y la historia del clima. También aquellos trabajos dirigidos a la
experiencia del ser humano en el pasado (y no en los planteamientos de la historia
económica y agraria, centrados en lo natural). De igual manera, destacan aquellas
investigaciones que combinan los dos aspectos. Por último, nos interesan los
estudios históricos que asumen la presencia de amenazas naturales como
detonadoras de condiciones críticas preexistente y de procesos de desastres.

La búsqueda de información de índole climática que estuviese contenida en


las fuentes documentales durante el Antiguo Régimen decantó en un análisis


65
Simón Ruiz, “Conflictos ambientales y conflictos ambientalistas en el México porfiriano,” 368.
66
Véase John R. MacNeill, ob.cit., 13
67
Dolores Ofelia Molina Rosales, “Colonización y estrategias adaptativas entre campesinos del sur
de Calakmul, Campeche” (Tesis doctoral en Antropología Social, México, Universidad
Iberoamericana, 2010), 24.

49
sistemático del comportamiento climático desde la climatología. En Europa los
grandes esfuerzos compilatorios se remontan a mediados del siglo XIX con el
trabajo de Maurice Champion68 sobre las inundaciones en Francia desde el siglo
VI hasta el XIX. En estas compilaciones se reconoce una fuerte dosis de
determinismo y antropocentrismo. 69 Luego, las investigaciones sobre el clima a
partir de la documentación histórica cobraron un impulso decisivo de la mano del
historiador francés Inmanuel Le Roy Ladurie,70 si bien un poco antes se contaba
ya con los dos volúmenes del trabajo de Pierre Pédélaborde.71

Le Roy Ladurie propondría estudios sistemáticos y minuciosos que le


permitiesen a la climatología histórica tener un carácter homogéneo y riguroso.
Para lograr ese objetivo, las historias del clima debían contar con una recopilación
de información que asegurara la confiabilidad de los datos obtenidos. La
información debía ser organizada con un grado grado de homogeneidad que
permitiese cuantificarla, por lo que, la más conveniente era aquella generada de
manera continua en el tiempo.72


68
Maurice Champion, Les inondations en France depuis le VIe siècle á nos jours: recherches et
documents, Tome premier (París: Victor Dalmont, 1858). Una obra que cuenta con seis volúmenes
publicados entre 1858 y 1864.
69
Cf. Armando Alberola Romá, “Clima, catástrofe y crisis en la España de la Edad Moderna.
Reflexiones y notas para su estudio,” en Paisaje, cultura territorial y vivencia de la geografía libro
homenaje al profesor Alfredo Morales Gil, coords. José Fernando Vera Rebollo, Jorge Olcina
Cantos y María Hernández Hernández (Alicante: Universidad de Alcante, 2016), 744.
70
Inmanuel Le Roy Ladurie, Historie du climat depuis l’an mil (París: Flammarion, 1967). Cuenta
con una versión en español Historia del clima desde el año mil (México: Fondo de Cultura
Económica, 1991). Del mismo autor, “Histoire et climat,” Annales E. S. C. 14 (1959): 3-34.
71
Pierre Pédélaborde, Le climat de Bassin Parisien. Essai d’une méthode rationelle de climatologie
physique (París: M.-Th. Génin, 1957).
72
Otros trabajos que también merecen ser nombrados por su importancia dentro de las
investigaciones históricas del clima corresponden a los estudios de Hubert Horace Lamb desde la
fundación de Climatic Research Unit (1972) en la School of Environmental Sciences de la
Universidad de East Anglia, donde se han logrado resguardar series instrumentales de toda
Europa. De sus trabajos más emblemáticos se tienen Climate: Present, Past and Future (Londres:
Methuen and Co. Ltd, 1972) y Climate history and the Modern World (Londres: Methuen and Co.
Ltd., 1982). Pierre Alexandre insiste en la fiabilidad de las fuentes para la reconstrucción histórica
del clima, véase especialmente Le climat en Europe au Moyen Âge (París: École des Hautes
Études en Sciences Sociales, 1987). También están las obras de Jean Grove, especializada en
glaciarismo, sobre la Pequeña Edad del Hielo. Su trabajo más reconocido al respecto es The Little
Ice Age (Londres: Routledge, 1988). Christian Pfister reconstruyó una historia del clima en Suiza
que abarca desde 1525 hasta 1868, Klimageschichte der Swcheiz, 1525-1860 (Berna: Paul

50
Así, las fuentes que resultan de interés desde esta perspectiva son las de
carácter administrativo, agrario, memorias, crónicas, entre otras. Las actas de los
cabildos civiles y eclesiásticos, por ejemplo, son valiosas para esta investigación
por el tipo de fuente, su periodicidad y la información contenida. Los datos que se
obtienen sobre el clima o fenómenos meteorológicos son proxy-data para las
investigaciones de la climatología histórica. Con características formales muchas
veces desiguales, los proxy-data contienen los efectos negativos de algunas crisis
climáticas. Los más representativos están relacionados con los registros agrícolas,
la política hacendística en términos de recolección de impuestos y los registros de
rogativas motivadas por este tipo de amenaza. Junto con los proxy data cultural,
están también los datos físicos y biológicos tales como depósitos, sedimentos,
glaciares y los anillos de los árboles.73

Incluso, se produjo un interés por cuantificar la información climática a partir


de los registros históricos a pesar de que durante el Antiguo Régimen, por
ejemplo, un alto porcentaje de la información únicamente describía los eventos
adversos (grandes sequías, fuertes inundaciones) que eran los que dejaban una
gran producción sobre ellos. Estos sucesos resultaban difíciles de sistematizar en
series estadísticas, por lo que desde la climatología histórica se optó por convertir

Haupt,1988). Otras obras de relevancia del mismo autor son: “Fluctuations climatiques et prix
céréaliers en Europe du XVIe au XXe siécles,” Annales E. S. C. 1 (1988): 25-53; “Fluctuaciones
climáticas y cambio histórico. El clima en Europa central desde el siglo XVI y su significado para el
desarrollo de la población y la agricultura,” Geocrítica 82 (1989): 5-41; Le jour d’aprés. Surmonter
les catastrophes naturelles: le cas de la Suisse entre 1500 et 2000 (Berna: Verlag Paul Haupt,
2002). Una revisión historiográfica sobre la historia del clima y la climatología histórica se puede
encontrar en Armando Alberola Romá, “Clima, catástrofe y crisis en la España de la Edad
Moderna. Reflexiones y notas para su estudio,” en Paisaje, cultura territorial y vivencia de la
geografía libro homenaje al profesor Alfredo Morales Gil, coords. José Fernando Vera Rebollo,
Jorge Olcina Cantos y María Hernández Hernández (Alicante: Universidad de Alcante, 2016), 739-
759; Mariano Barriendos, “La climatología histórica en el contexto universitario español,”
Pedralbes. Revista de Historia Moderna 26 (2006): 41-63; y del mismo autor “La climatologie
historique: aspects méthodologiques. Sa contribution à la reconstruction climatique,” en Histoire et
Nature. Pour une histoire écologique des societés méditerranéennes (Antiquité et Moyen Âge), Dir.
F. Clément (Rennes: Presses Universitaires de Rennes, 2011), 23-39.
73
Mariano Barriendos, “Variabilidad climática y riesgos climáticos en perspectiva histórica. El caso
de Catalunya en los siglos XVIII-XIX,” Revista de Historia Moderna 23 (2005): 13-14. Del mismo
autor: “La reconstrucción del clima a partir de testimonios históricos. Encrucijada metodológica
entre la fuente cualitativa y su expresión numérica,” Índice: Revista de Estadística y Sociedad 50
(2012): 18-20.

51
esa información en índices numéricos de acuerdo con la magnitud del evento. La
mayor información se encuentra, precisamente, en las rogativas.74

Las rogativas son, quizás, una de las fuentes más emblemáticas y


empleadas para la reconstrucción histórica del clima. Cabe destacar el trabajo del
Dr. Mariano Barriendos –especialista español destacado en esta área- quien
cuenta con numerosos artículos, libros y obras colectivas relacionadas con el
análisis de las rogativas en la identificación de la intensidad de la sequía.75 Hay,
también, otros enfoques de la historiografía europea que cuenta con varios
partidarios: la investigación fenológica de la cosecha de la vid; el comercio de la
nieve; la producción de la sal y el consumo de leña y carbón, entre otros.

En los estudios históricos recientes de las sequías en España destacan las


producciones de los miembros del Grupo de Investigación en Historia y Clima de
la Universidad de Alicante, coordinado por el Dr. Armando Alberola Romá.76 En
general, los historiadores españoles le han prestado especial interés a estas
problemáticas, bien como hechos de rango extraordinarios (como una conexión


74
Barriendos, “La reconstrucción del clima,” 19.
75
Mariano Barriendos, “La climatología histórica en el marco geográfico de la antigua Monarquía
Hispana,” Scripta Nova: Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, 3, (1999): 32-54;
“Climatic variations in the Iberian Peninsula during the late Maunder Minimum (AD 1675-1715): an
analysis of data from rogation ceremonias,” The Holocene 7, 1 (1997): 105-11; “The use of rogation
ceremony records in climatic reconstruction: a case study from Catalonia (Spain),” Climatic Change
30, 2 (1995): 201–21.
76
Ver Armando Alberola Romá, dueño de una amplísima producción al respecto. Destacamos
“Cuando la lluvia no sabe llover. Agua, necesidad y riesgos en la Valencia del Setecientos,” en
Agua y sociedad en la Época Moderna, ed. Alberto Marcos Martín (Valladolid: Universidad de
Valladolid, 2009), 25-48; “Les catàstrofes naturals en la historia,” Afers: fulls de recerca i
pensament 69, no. 26 (2011): 289-93; Catástrofe, economía y acción política en la Valencia del
siglo XVIII (Valencia: Diputació de Valéncia, Institució Alfons el Magnánim, 1999); “Terremotos,
memoria y miedo en la Valencia de la edad moderna”, Estudis: Revista de historia moderna 38
(2012): 55-75; Armando Alberola Romá y Jorge Olcina Cantos, eds., Desastre natural, vida
cotidiana y religiosidad popular en la España moderna y contemporánea (Alicante: Universidad de
Alicante, 2009); Jorge Olcina Cantos y Javier Martín Vide, La influencia del clima en la historia
(Madrid: Arco Libros, 1999); Jorge Olcina Cantos, “La formación de territorios de riesgo:
inundaciones en la ciudad y término de Alicante”, en Riesgos naturales, ed. Francisco Javier Ayala
Carcedo y Jorge Olcina Cantos (Barcelona: Editorial Ariel, 2002), 1309-1324; Jorge Olcina Cantos,
“La influencia del clima en la Historia,” Temas para el debate 128 (2005): 61-63; también del mismo
autor: “Un clima que sempre canvia,” Afers: fulls de recerca i pensament, 69, no. 26 (2011): 459-81.

52
entre la historia y el clima) o bien como ventanas para explicar el impacto de
fenómenos naturales en la vida cotidiana.

La perspectiva socioeconómica de los riesgos naturales y climáticos ha


producido investigaciones focalizadas de mucho interés para la presente
investigación. El estudio del García Torres sobre “Remedios técnicos a la sequía y
esterilidad en las tierras meridionales valencianas: el fracasado proyecto de
conducción de agua potable de las fuentes de Boriza y Urchel a la villa de Elche
en el siglo XVIII”,77 nos presenta un panorama del interés por la infraestructura
hidraúlica en una de las villas del antiguo Reino de Valencia, Elche, para suplir el
déficit hidríco de la región, condiciones históricas que afectaban el riego y el
abastecimiento de la población.

También del mismo autor, el trabajo titulado “Las incidencias


socioeconómicas de las sequías y las riadas en la fachada mediterránea española.
En este contexto, el análisis del sur alicantino durante el siglo XVIII,”78 se enfoca
en definir las condiciones geográficas y climáticas de este territorio, el contexto
climático del siglo XVIII y el análisis de la documentación que ofrecen los archivos
municipales sobre el tema. García Torres considera que estas tres etapas son
necesarias para este tipo de investigaciones. Con respecto a las sequías y la
esterilidad, el autor identifica las áreas más afectadas por este tipo de eventos y
las diversas estrategias desarrolladas por las autoridades para atender las
consecuencias socioeconómicas de estos hechos. En este sentido, entre las
diversas medidas tomadas por las autoridades se encontraban la compra de
cereal, la prohibición de extracción del grano de la jurisdicción municipal y, en los
casos extremos, el registro de las bodegas de los vecinos para obligarlos a vender

77
Adrián García Torres, “Remedios técnicos a la sequía y esterilidad en las tierras meridionales
valencianas: el fracasado proyecto de conducción de agua potable de las fuentes de Boriza y
Urchel a la villa de Elche en el siglo XVIII”, en Campo y campesinos en la España Moderna.
Culturas políticas en el mundo hispano, ed. María José Pérez Álvarez y A. Martín García (León:
Fundación Española de Historia Moderna, 2012): 333-343.
78
Adrián García Torres, "Las incidencias socioeconómicas de las sequías y las riadas en la
fachada mediterránea española. El análisis del sur alicantino durante el siglo XVIII", en Métodos y
perspectivas de investigación en Historia Moderna, ed. A. Prieto García y M. J. Rodríguez Trejo
(Cáceres: Servicio de Publicaciones de la UEX, 2016), 73-86.

53
el grano al pósito municipal con el fin de garantizar el abastecimiento de la harina
diaria de la población; la solicitud a las autoridades borbónicas de la condonación
total o parcial de los impuestos; las soluciones técnicas y científicas vinculadas
con la introducción de redes de suministro urbano de agua, el desarrollo de las
superficies irrigadas y el aumento de infraestructuras hidráulicas.

La historiografía mexicana ha dado importantes aportes desde la


perspectiva de la historia económica. Los primeros estudios sistemáticos sobre las
sequías se realizaron a partir de la década de 1950 con los trabajos de Luis
Chávez Orozco79 y Enrique Florescano,80 enfocados en los aspectos cuantitativos
de las consecuencias de la amenaza natural durante la última etapa del período
colonial (por ejemplo, los costos de las semillas, diezmos, almacenes virreinales y
el alza de los precios). Estos estudios fueron la base de investigaciones que
relacionaron los fenómenos naturales con la migración, redes comerciales y
conflictos sociales.

En esta línea de trabajo, Florescano y Susan Swan81 sistematizaron tres


estrategias utilizadas en la Nueva España para contrarrestar los efectos de las
sequías, a saber: “invocar” lluvias a través de rogativas, el empleo de ciertas
técnicas como selección de plantas resistentes y la construcción de obras
hidráulicas o de bodegas destinadas al almacenamiento de los granos y el control
de los precios.82

En el mismo contexto, muchos trabajos fueron inclinándose por la atención


a las crisis agrícolas o de subsistencias, especialmente las de finales del siglo
XVIII, ocurridas en el citado Virreinato, y por la atención a la temática de los

79
Luis Chávez Orozco, La crisis agrícola novohispana de 1784-1785 (México: Publicaciones del
Banco Nacional de Crédito Agrícola y Ganadero, 1953).
80
Por ejemplo: Enrique Florescano, “Una historia olvidada: la sequía en México,” Nexos 32 (1980):
8-16; Precios del maíz y crisis agrícolas en México (1708-1810): ensayo sobre el movimiento de los
precios y sus consecuencias económicas y sociales (México: El Colegio de México, 1969).
También se puede consultar el libro coordinado por el mismo autor: Análisis histórico de las
sequías en México (México: Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, 1980).
81
Enrique Florescano y Susan Swan, Breve historia de la sequía en México (Xalapa: Universidad
Veracruzana, 1995), 63.
82
Cf.Virginia García Acosta, Los precios del trigo en la historia de México (México: CIESAS, 1988);

54
desastres ocasionados por fenómenos naturales.83 En este aspecto, con el uso de
la metodología propia de los estudios históricos y sociales de los desastres,
Virginia García Acosta 84 cuenta con una abundante bibliografía sobre el tema
durante la época colonial y es una de las coordinadoras del catálogo más
completo que existe hasta los momentos, titulado Desastres agrícolas en
México.85 Sus investigaciones desvelan las distintas medidas tomadas en torno a
las sequías por las autoridades en el contexto novohispano: aquellas de tipo fiscal,
como la exención de impuestos; el control de los precios y la existencia de los
granos; las medidas de corte ecológico como siembras subsidiadas, siembras
experimentales con el maíz de riego (siendo este un cultivo de temporada) y las
medidas más simbólicas y religiosas, como las rogativas y procesiones.

También en esta línea, en el libro Catástrofe, economía y acción política en


la Valencia del siglo XVIII, publicado en 1999, Armando Alberola Romá 86
reconstruyó, utilizando una perspectiva climática y natural, las causas que
provocaron las crisis ocurridas en las tierras valencianas durante el último siglo de
la Edad Moderna. El interés del investigador fue dar cuenta de los elementos que
afectaron las economías campesinas de la región. Contó con un apoyo
documental basado en informes elaborados por la Capitanía General y la
Intendencia, los memoriales municipales, las actas capitulares, los informes de
párrocos, comunicación epistolar, datos de rogativas, informes y actas de las
comisiones de expertos. En cuanto a las sequías, el autor concluye que la


83
Luz María Espinosa Cortés, “El año del hambre” en Nueva España, 1785-1786: escasez de
maíz, epidemias y “cocinas públicas” para los pobres,” Diálogos. Revista Electrónica de Historia 17,
no. 1 (2016). http://revistas.ucr.ac.cr/index.php/dialogos/article/view/20900/23753. Isabel Campos
Goenaga, Entre crisis de subsistencia y crisis colonial. La sociedad yucateca y los desastres en la
coyuntura 1765-1774 (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2011). Enrique
Florescano, comp., Fuentes para la historia de la crisis agrícola de 1785-1786, 2vols. (México:
Archivo General de la Nación, 1980); del mismo autor, “Meteorología y crisis agrícolas en las
antiguas economías: el caso de México,” Historia Mexicana 17, 4 (1968): 517-34.
84
Virginia García Acosta, “las sequías históricas de México,” Desastre y Sociedad 1, no. 1 (1993):
83-97.
85
Virginia García Acosta, Juan Manuel Pérez Zevallos y América Molina del Villar, coord.,
Desastres agrícolas en México. Catálogo histórico, tomo I: Época prehispánica y colonial, 958-1822
(México: Fondo de Cultura Económica-CIESAS, 2003).
86
Alberola Romá, Catástrofe, economía y acción política.

55
prologada escasez de agua en la primavera, que conducía a un ciclo agrícola
determinado por malas cosechas, y la falta de técnicas adecuadas para poder
mermar estos efectos influyeron en el rendimiento. Al mismo tiempo, indica que
una de las soluciones con las que contaban los cabildos, “incapaces de arbitrar
medidas de otra índole,” 87 fueron las rogativas ad petendam pluvia, las cuales
mostraban la gravedad del evento a la vez que confirmaban la poca capacidad de
respuesta tecnológica de aquellos contextos.

En este mismo sentido, María Isabel Campos Goenaga ha centrado sus


estudios en los desastres y amenazas naturales del área de la Península de
Yucatán durante la época colonial, apoyándose en fuentes documentales
variadas, entre las que destacan la obra de cronistas y la producción oficial
(gobierno imperial o local). En el libro Entre crisis de subsistencia y crisis colonial.
La sociedad yucateca y los desastres en la coyuntura 1765-1774 se reconstruye
toda una época en la que fenómenos naturales y diversos factores internos y
externos se articulan provocando que la región manifestara condiciones
vulnerables que agudizaron la acción de las amenazas durante el siglo XVIII. El
estudio da cuenta de las distintas respuestas institucionales que surgieron ante
dichas amenazas, relacionadas con el abastecimiento especialmente urbano y el
cobro de tributos; las acciones tomadas por la población indígena (con la
movilidad poblacional) y las respuestas religiosas.88

1.2. CONCEPTOS Y CATEGORÍAS EN LOS ESTUDIOS DE LAS ESTRATEGIAS

FRENTE A LAS SEQUÍAS

Estas distintas plataformas epistemológicas para la investigación de


desastres y amenazas socionaturales nos han brindado un marco de categorías y
conceptos. Para comenzar, es importante llegar a un consenso sobre el concepto


87
Ibídem, 325.
88
La autora también presenta otros trabajos que van por esta línea y son antecedentes de consulta
obligatoria para la atención americana a los fenómenos naturales durante la época colonial.

56
de sequía. Las definiciones actuales están determinadas por los distintos tipos de
espacios geográficos en los que estas ocurren. La que se utiliza en esta
investigación es aquella según la cual una sequía es un déficit de lluvias por
debajo del valor normal para una región determinada, y que puede mantenerse
por un período prolongado. Este déficit puede generar años secos o secuencias
de sequías de duración superior a los doce meses, lo cual conduce a una
sucesión de hechos que caracterizan distintos los tipos de sequías según el sector
que más la padece, el espacio geográfico y las actividades económicas afectadas.
Entonces, la disminución de las precipitaciones conduce a una sequía climática y,
posteriormente, a una disminución de los recursos hídricos, esto es, a una sequía
hidrológica, lo cual afecta, a su vez, las actividades de riego de cultivos, por lo que
la sequía hidrológica termina por afectar tanto el sistema de regadío, produciendo
una sequía agrícola, como el desabastecimiento de las ciudades, produciendo una
sequía urbana. Esta es la caracterización jerárquica de una secuencia seca a
partir de la cual se establece la intensidad de las sequías (véase Figura Nº1).

Figura Nº1. Sistema jerárquico de la sequía

Fuente: Olcina Cantos, ¿Riesgos naturales? I, 68-69.

57
Pero, además, las sequías no solamente suponen un fenómeno
climatológico. En espacios como el que estamos analizando en esta investigación,
y para el período de estudio considerado, la distribución del recurso hídrico
convierte las sequías (déficit de lluvia) en una amenaza doble, natural y antrópica,
en este último caso condicionado por los mecanismos de su gestión y distribución.
De manera que, y en consonancia con el concepto que aporta Bonifacio
Fernández, la sequía “…corresponde a una situación de déficit de agua suficiente
para afectar adversamente a la vegetación, los animales o el hombre y su
actividad en una región determinada.” 89

En este sentido, si bien las sequías son procesos naturales característicos


de ciertas regiones, también pueden son fenómenos sociales e históricos. No
solamente porque el análisis de cualquier fenómeno natural dentro de un contexto
social específico y un tiempo determinado conlleva, indudablemente, a una
relación indisoluble en el clásico binomio de naturaleza-cultura, sino también
porque se plantea como una amenaza antrópica. Es decir, las sequías forman
parte de un escenario donde confluyen la oferta y la demanda hídrica, cuyo
desequilibrio ocasiona un déficit del recurso constituido por la diferencia entre
ambas variables en un momento y espacio determinados.90

El concepto de sequía, como disminución total o parcial de lluvias en


determinadas regiones de acuerdo con el ciclo meteorológico, aparece en el
Diccionario de autoridades (Tomo VI, 1739) de la siguiente manera:

SEQUIA. S.f. lo mismo que sequedád, Dicese especialmente de la que


causa en las fauces, ò la boca la mucha sed, y de la del temporal,
quando no llueve.
La falta de lluvia también podía ser definida como seca, según el mismo
diccionario:

89
Bonifacio Fernández, Las sequías en la Zona Central de Chile (Santiago de Chile: Pontificia
Universidad Católica de Chile, Escuela de Ingeniería, Departamento de Ingeniería Hidráulica y
Ambiental, 1991), 1.
90
Ibídem, 2 y 7.

58
SECA. s. f. El temporal, en que no llueve, tomando la causa por el efecto,
que es secar y esterilizar la tierra. En este sentido viene del Latino Siccus,
a, um. Lat. Siccitas. Aritudo, inis. ERCILL. Arauc. Cant. 9. Oct. 20.
Como creció la seca, y los calores,
Por falta de humedad la árida tierra,
Rompió banco, y alzóse con los frutos,
Dexando de acudir con sus tributos.

Las palabras seca, esterilidad y sequedad fueron las más comúnmente


utilizadas en la documentación de la época en estudio en el caso de la Chile.

Otros conceptos que trataremos son las respuestas sociales, prácticas y


estrategias adaptativas, el núcleo central de la investigación. Por su misma
polisemia, estos conceptos se han manejado como términos intercambiables. No
obstante, en esta investigación partiremos de una distinción entre ellos que
permite estructurar las distintas maneras en que los actores sociales ubicados en
el emplazamiento de la ciudad de Santiago, y sus áreas periféricas y de influencia,
convivieron y enfrentaron la amenaza de las sequías.

Los trabajos de Jaime Valenzuela Márquez sobre la ciudad de Santiago en


la época colonial incorporan el concepto de estrategia para el análisis de las
liturgias, los ritos y las fiestas durante los siglos XVII y XVIII91 y para el estudio del
vehículo entre el orden moral y político en el discurso eclesiástico. 92 Son
estrategias que surgen como mecanismos del poder y que dialogan con el poder,
en una relación circular, con lo cual se busca controlar la sociedad y mantener la
regulación del sistema. Así, Valenzuela Márquez distingue estrategias: 1) de
integración simbólica; 2) de conversión; 3) de propaganda persuasiva; 4)
acomodaticias; 5) de reconquista colonial. También existen excelentes aportes

91
Jaime Valenzuela Márquez, Fiestas, rito y política. Del Chile borbónico al republicano (Santiago
de Chile: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos-Centro de Investigaciones Diego Barros
Arana, 2014); y Las liturgias del poder. (Celebraciones públicas y estrategias persuasivas en Chile
colonial, 1609-1709) (Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2013).
92
Jaime Valenzuela Márquez, “Del orden moral al orden político. Contextos y estrategias del
discurso eclesiástico en Santiago de Chile,” en Máscaras, tetras y rodeos en el discurso colonial de
los Andes, ed. Bernard Lavallé (Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos, Instituto Riva-Agüero,
2005): 121-137.

59
historiográficos en el campo de la promoción social que se circunscribe al estudio
de las élites y de los grupos sociales medios.93

Para el historiador Michael Anderson y los sociólogos Frank Bechhofer,


Jonathan Gershuny, 94 en su investigación sobre la economía doméstica, la
estrategia se define como la manera en que los individuos y el colectivo
estructuran de forma consciente y coherente acciones a largo plazo.

En este sentido, entendemos por estrategias aquellas prácticas organizadas


y pensadas para mantenerse en el largo plazo e impuestas desde posiciones de
poder en estructuras sociales jerárquicas. Las prácticas, por su parte, las
entenderemos como acciones que tienen un carácter contingente y que se activan
siempre en situaciones similares sin que sean, necesariamente, formuladas por
grupos o espacios de poder.

En las investigaciones sobre estrategias adaptativas, se les definen como


una serie de costumbres, hábitos y prácticas que se generan, se adoptan y
adaptan en el tiempo para hacerle frente a amenazas de origen natural,
especialmente aquellas que resultan recurrentes en determinados espacios –
regiones riesgos para utilizar el término de Jorge Olcina-.95

Diversos estudios relacionados con el tema de desastres han propuesto


una tipología de las estrategias. El impacto de huracanes en el área del Caribe ha
convocado a historiadores y antropólogos a debatir sobre la manera en que las
localidades han desarrollado estrategias para enfrentar y adaptarse a los efectos
de los distintos tipos de huracanes. Raymundo Padilla las ha definido de acuerdo
con el riesgo de estos fenómenos en el Pacífico mexicano, específicamente en


93
Verónica Undurraga, Los rostros del honor: normas culturales y estrategias de promoción social
en Chile colonial, siglo XVIII (Santiago de Chile: Dibam-Centro de Investigaciones Diego Barros
Arana, 2012).
94
Michael Anderson, Frank Bechhofer y Jonathan Gershuny, The Social and Political Economy of
the Household (Oxford: Oxford University Press, 1994), 20.
95
“…se trata de un espacio geográfico de dimensiones conocidas afectado por uno o varios
peligros naturales con incidencia sobre la población, los asentamientos y las actividades allí
instaladas,” Jorge Olcina Cantos, ¿Riesgos naturales? I sequías e inundaciones (Barcelona,
España: Editorial Davinci, 2006), 37.

60
las regiones de Colima y Baja California Sur (municipios Cuyutlán y San José del
Cabo);96 Herman W. Konrad ha definido estrategias ecológicas y de subsistencia
en el área de Quintana Roo 97 y sostiene que la adaptabilidad a los efectos
ecológicos tras las tormentas tropicales incidió en el éxito o fracaso de las
estrategias de subsistencia en el área.

En discusiones recientes sobre esta categoria, el debate del capital social


ha generado una gran cantidad de partidarios entre los estudiosos de los
desastres y su prevención. La noción de capital social se relaciona con la
capacidad que tienen los diversos actores sociales para llevar a cabo trabajos en
grupo, generar redes y atender los distintos riesgos con los cuales conviven,
cambiando, a corto plazo, las reacciones ante el desastre, desarrollando mayor
resiliencia y a largo plazo, reduciendo el impacto de las distintas amenazas
naturales en los espacios, sociales y naturales para que no se conviertan en
detonadores de procesos de desastre. El camino recorrido hasta los momentos
está en una etapa bastante incipiente. Son pocas las iniciativas que han vinculado
las estrategias adaptativas y el capital social; y en los casos en los que se ha
planteado, todavía no existen metodologías y enfoques conceptuales
consensuados. Incluso, el mismo término de estrategias para referir a actores
sociales no vinculados con estructuras de poder es centro de un intenso debate.


96
Raymundo Padilla Lozoya, “Estrategias adaptativas ante los riesgos por huracanes en Cuyutlán,
Colima y San José del Cabo, Baja California Sur en el siglo XX” (Tesis Doctoral, CIESAS, 2014),
De igual manera, el autor resalta lo que a dado por llamar ajustes, prácticas y estrategias que las
comunidades despliegan para llevar a cabo un proceso adaptativo del medioambiente a las
necesidades de la sociedad y la manera en que las mismas le permiten obtener beneficios de ese
ambiente natural, incluso en condiciones extremas. Al mismo tiempo, si bien se enfoca en el caso
específico de los huracanes y sus efectos (inundaciones y vientos intensos), también obtiene entre
sus resultados la mitigación expuestas por los habitantes de sus regiones de estudio para el caso
del impacto de otras amenazas como las sequías, epidemias, sismos y tsunamis. También aporta
una relación de desastres “intensivos y extensivos” que se han detonado desde el siglo XVI hasta
el siglo XX.
97
Herman Konrad, “Fallout of the wars of the chacs: The impact of hurricanes and implications for
prehispanic Quintana Roo Maya processes,” en Status, Structure and Stratification; Current
Archaeological Reconstructions: Proceedings of the Sixteenth Annual Conference, ed. Marc
Thompson, María Teresa García y F. J. Kense (Calgary: University of Calgary, 1985).

61
La relación entre el capital social y las estrategias adaptativas y los
desastres parte de la hipótesis de que esas estrategias han resultado exitosas por
la propia dinámica social interna de los colectivos y su vinculación con el exterior.
De manera que el interés está dirigido a conocer las variables “…que facilitan a los
grupos diseñar y poner en práctica estrategias adaptativas que les permitan
mejorar sus posibilidades de éxito ante amenazas recurrentes.”98

Por lo que el capital social podría funcionar como el vehículo que permite
generar una mayor cohesión entre los grupos sociales, afianzado en la solidaridad,
y crear redes internas y externas que tejen un abanico más amplio de alternativas
para la convivencia –y supervivencia, en algunos casos– con determinadas
amenazas naturales recurrentes. En este sentido, el capital social permitiría, de
acuerdo con las acepciones actuales, generar una mayor cohesión dentro de los
grupos sociales que impulse cambios destinados a reducir las condiciones de
vulnerabilidad y, con ello, a proporcionar una mayor capacidad de respuestas más
rápidas y eficientes ante los desastres.99

De estos planteamientos se desprenden dos aristas esenciales que


predominan en diversas definiciones de capital social, según sea la variable a la
que se le da mayor importancia: 1) énfasis en redes, internas y externas y; 2)
énfasis en la confianza y la solidaridad de un grupo.100 Ambos enfoques posibilitan
la conformación de sistemas eficientes necesarios para activar una serie de
elementos con los que enfrentar la recurrencia de determinadas amenazas
naturales extremas, principalmente para disminuir sus consecuencias negativas.
Las lluvias, sequías y epidemias son de los más claros al respecto. Entre esos
elementos se tienen las labores de limpieza de los ríos, la recolección de basura,
reforestación o la limpieza de las calles, entre otros.


98
García Acosta, “Prevención de desastres, estrategias adaptativas y capital social,” 122.
99
Cf. Virginia García Acosta, “La construcción social de la prevención. Un concepto en
construcción,” en Riscos de Desastres Relacionados à Água: aplicabilidade de bases conceituais
das Ciências Humanas e Sociais para a análise de casos concretos, comp. Antenora Siqueira,
Norma Valencio, Mariana Siena y Marco Antonio Malagoli (Sao Carlos: RiMa Editora, 2015), 49.
100
García Acosta, “Prevención de desastres,” 122.

62
Una de las categorías más importantes en los estudios históricos y sociales
de los desastres es la de amenaza. Si bien esta fue paulatinamente desplazada
como centro nodal de las investigaciones de la segunda mitad del siglo XX sobre
los fenómenos naturales por el enfoque fisicalista, es importante hacer algunas
unas distinciones. Primero, porque las sociedades perciben y responden de
manera distinta al impacto de terremotos, erupciones volcánicas, lluvias
torrenciales, epidemias, plagas de langostas y sequías. Si bien para la época del
presente estudio todos estos acontecimientos se entendían como las distintas
maneras en que la providencia castigaba a las sociedades pecadoras, en esta
investigación se asume que también la intensidad y la magnitud de los mismos
condicionaba la percepción de ellas en espacios y tiempos determinados.
Segundo, porque estas amenazas conllevan una serie de efectos que a su vez se
convierten en amenazas. Para poner algunos ejemplos, se tiene que las lluvias
torrenciales pueden contribuir a las inundaciones; los terremotos, a tsunamis; y las
sequías, al incremento de incendios forestales. Por otro lado, estas amenazas
afectan con mayor preeminencia a determinados sectores de la estructura social,
quienes, al mismo tiempo, generan nuevas condiciones que potencian los efectos
de las amenazas.

De allí que en esta investigación entendemos los espacios de adaptación


como las condiciones que permiten redefinir el vínculo que se ha establecido a
priori entre el fenómeno natural y la amenaza. Desde la línea de investigación de
los desastres se ha insistido en los últimos años no solo en la construcción social
del desastre, sino también de la amenaza, porque una amenaza no se
corresponde con el fenómeno natural en sí mismo, este se convierte en amenaza
en tanto existe una sociedad que posibilita que el impacto de determinados
fenómenos naturales se convierta en un potencial riesgo (porque ya ha producido
efectos negativos y exponenciales –según su potencia– en la organización social).
Es decir, la amenaza se corresponde con la relación que la sociedad establece
con el ecosistema en el cual se encuentra asentada, según las regularidades y
características de cada fenómeno natural.

63
Desde la misma línea de investigación se ha hecho una tipología de las
amenazas de origen natural. Se tienen aquellas que corresponden a impactos
súbitos, como los terremotos, las lluvias torrenciales, las erupciones volcánicas,
las inundaciones, por una parte y, por la otra, aquellas de impacto lento, como son
las sequías, las epidemias y las plagas de langostas. Esta distinción conlleva
diferenciaciones metodológicas importantes cuando se identifica el impacto de
cada amenaza, su duración y el espacio que afectan

Las variaciones del clima -siendo este un factor ambiental primario-


condicionan la disponibilidad de recursos naturales estratégicos, como lo son el
agua, la leña y las pasturas. Estos tres elementos, por ejemplo, fueron
indispensables en la cotidianidad de las sociedades coloniales, tanto en el ámbito
social como en el económico. 101 Las crisis climáticas prolongadas generan
diversas respuestas que se convierten en estrategias adaptativas.

1.3. LA LUPA HISTORIOGRÁFICA EN TORNO A LAS SEQUÍAS EN CHILE

Abarcaremos la historiografía en Chile desde los inicios de la historiografía


republicana, si bien los ingentes aportes de autores de finales del siglo XVIII, como
José Pérez García y Vicente Carvallo y Goyeneche, sentaron las bases de una
historiografía rigurosa basada en las fuentes.

Una historiografía marcadamente positivista, partidaria en muchos de los


casos del método histórico impuesto y dirigido por la primera instancia institucional
que acogió los estudios sistemáticos de la historia en Chile, la Universidad de
Chile, la escuela narrativa (ad narrandum) que se encargaría de expandir Andrés
Bello. Al mismo tiempo, esta historiografía también encontró los mecanismos para
contraponerse a la forma de hacer historia impuesta por Bello a partir de la historia
filosófica (ad probandum). En este sentido, especialmente para el caso de las
memorias anuales presentadas en la mencionada Universidad, se advirtió una

101
Margarita Gascón y César N. Caviedes, “Clima y sociedad en Argentina y Chile durante el
periodo colonial,” Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 39 (2012): 162.

64
articulación entre el método narrativo y filosófico, que no obstante, las figuras
mismas de las memorias tenían por finalidad el afianzamiento de un pensamiento
colectivo republicano. Las monumentales obras decimonónicas sobre historia de
Chile dedicaron de manera dispersa algunas líneas al tema de las amenazas
naturales ya que los terremotos y las epidemias lideraron la atención de los
autores.

El naturalista francés Claudio Gay publicó en París su obra Historia física y


política de Chile en 1844 y en 1871 culminó el resto de los 29 volúmenes. En esta
magna obra, los tomos dedicados a historia (específicamente el tercero y el cuarto
que se corresponden con nuestro periodo de estudio), si bien hacen referencia a
las distintas calamidades que se suceden en la gobernación de Chile, se
concentran en los efectos de los terremotos y epidemias. De hecho, en estos
tomos se menciona la sequía de 1695 pero a ninguna de las ocurridas durante el
siglo XVIII. Sí hace mención en reiteradas ocasiones al proyecto para la
construcción del canal San Carlos. No ocurre lo mismo con los dos tomos que
dedica a la agricultura; si bien no son enteramente considerados dentro de su
tradición historiográfica, un análisis detallado de ambos, pero especialmente del
segundo, permite un buen panorama, como uno de los primeros aportes, de la
historia agraria y ambiental del Chile colonial; asimismo, sirve de fuente primaria
para los mismos tópicos en el siglo XIX.

Por su parte, Diego Barros Arana es uno de los historiadores chilenos más
reconocidos. Su tradición historiográfica cuenta con una obra magna y tributaria
fielmente al estilo narrativo positivista característico de su contexto. Barros Arana
se dio a la tarea del relato minucioso, apegado a las fuentes que durante muchos
años recolectó en diversos repositorios documentales. A diferencia de muchas
otros trabajos referidos a la historia en Hispanoamérica, Barros Arana se interesó
por el estudio de la sociedad superando el relato ceñido a la historia política y
militar muy característico de las historias patrias. En su obra Historia jeneral de
Chile, específicamente en los tomos correspondiente al siglo XVIII (del 5 al 7), les

65
dedicó especial atención a terremotos (1730 y 1751), inundaciones (1783 y 1788)
y epidemias (1788), no a las sequías propiamente tal, pero sí destinó un sucinto
análisis a la construcción del Canal San Carlos.

Por su parte, José Toribio Medina, en su obra Cosas de la colonia,


mencionó la sequía de 1757, así como también dio cuenta brevemente de la
liturgia religiosa por la invocación que hacían los habitantes de la ciudad de
Santiago a San Antonio por la esterilidad de los campos, la falta de agua o el
desbordamiento del río Mapocho. Al mismo tiempo, indicó el culto a otros santos
vinculados a la protección contra terremotos y plagas de langostas, así como otras
manifestaciones religiosas (procesiones y rogativas).

En esta misma línea, la obra de Ramón Briseño, uno de los bibliógrafos


chilenos más importantes del siglo XIX, condensa una parte significativa de las
estrategias frente a la escasez hídrica por falta de lluvias en la época colonial: las
manifestaciones religiosas, en especial la selección de los santos protectores
escogidos para los distintos fenómenos naturales. En su Repertorio de
antigüedades chilenas,102 a partir de un listado que se engloba como enfemérides
relacionadas con diversos tipos de eventos, desde naufragios hasta sequías,
Briseño menciona para este último caso, las de: 1740, 1742 y 1743, también
indica que desde 1771 hasta 1777 fueron años donde no llovió de manera regular,
y la de 1781.

Para este mismo siglo, uno de los aportes más importantes sobre esta
temática es la obra, como pocas en su estilo, de Benjamín Vicuña Mackenna103,
uno de los personajes más emblemáticos de la vida política e intelectual de Chile y
también uno de los historiadores decimonónicos más importantes. En esta obra,
apoyado en fuentes documentales, Vicuña Mackenna hizo un recuentro de las


102
Ramón Briseño, Repertorio de antigüedades chilenas, o sea, de los primeros pasos por Chile
dados en las distintas sendas de su vida pública, desde que fue descubierto hasta que logró
sacudir el yugo colonial (Santiago de Chile: Imprenta “Gutenberg”, 1889).
103
Benjamín Vicuña Mackenna, Ensayo histórico sobre el clima en Chile (desde los tiempos
prehistóticos hasta del gran temporal de julio de 1877) (Valparaíso: mprenta del Mercurio, 1877).

66
sequías y lluvias (e incluso terremotos) que acontecieron en Chile desde el siglo
XVI hasta el temporal de julio de 1877.

De igual manera, Vicente Pérez Rosales104 escribió para mediados del siglo
XIX un capítulo sobre el clima chileno y otro más para las fuentes hidrográficas
naturales, sin embargo, no se mencionan las sequías ocurridas hasta entonces.

Ya para el siglo XX se publicó el estudio meteorológico del astrónomo Julio


Bustos Navarrete105. En este artículo el autor proporciona un sucinto recuento de
algunas sequías que asolaron a Chile desde el siglo XVII hasta las primeras
décadas del siglo XX y, especialmente, de lluvias extremas. Entre otras
publicaciones que se han hecho desde las ciencias naturales y aplicadas, pero
que incluyen datos históricos sobre el tema, está el trabajo de Carlos A. Bonilla
Meléndez106, en el que le dedica unos párrafos a presentar los antecedentes de la
sequía recurrente en el país según sus efectos negativos en las actividades
humanas. Estos trabajos utilizaron como obra de referencia la de Vicuña
Mackenna.

A comienzos del siglo XXI, el estudio de Carlos A. Bonilla y Angélica


Berríos 107 también ofrece algunos datos sobre sequías históricas a partir de la
reconstrucción de la precipitación anual que realizaron de Santiago entre 1490 y
1972 utilizando el método de la dendrocronología. 108 En esta misma línea, se

104
Vicente Pérez Rosales, Ensayo sobre Chile (Santiago de Chile: Imprenta del Ferrocarril-Librería
del Ferrocarril, 1859), 54-120.
105
Julio Bustos Navarrete, “Estudio meteorológico de Chile. Trabajos científicos sobre geología y
meteorología del Observatorio del Salto”, Memorial Técnico del Ejército de Chile 32 (1940): s/p.
106
Carlos A. Bonilla Meléndez, “La sequía en Chile: contexto histórico y consecuencias en el sector
silvoagropecuario,” en Las sequías en Chile: causas, consecuencias y mitigación, ed. Aldo Moreno
et al. (Santiago de Chile: Pontificia Universidad Católica de Chile, 1999), 15-22.
107
Bonilla Meléndez y Berríos, “Árboles nativos,” 10-13.
108
Un método de datación absoluta a partir del crecimiento anual de los anillos de los árboles, los
cuales están condicionados por la variabilidad climática. De esa manera, si los anillos son más
anchos significa que durante ese año hubo períodos de abundante lluvia; por el contrario, si el
anillo es más angosto supone períodos de sequía. Esta relación proporcional entre años húmedos
y secos y el grosor de los anillos de crecimiento afecta de manera parecida a los árboles de un
mismo espacio geográfico. En el caso de Chile, las primeras cronologías a partir de estudios
dendrocronológicos se obtienen en 1975 y se utilizaron para realizar la reconstrucción de la
precipitación en Santiago a través de los anillos de crecimiento de árboles A. chilensis de la
Provincia de Aconcagua. Cf. Antonio Lara y Ricardo Villalba, “Potencialidad de Fitzroya

67
encuentra el trabajo de Le Quesne, Sthale, Cleaveland, Therrel y Arevena sobre
los anillos de crecimiento del Austrocedrus chilensis en la zona Central de Chile,
conocido también como ciprés de la cordillera. En este estudio, los autores
además realizan una comparación en la recurrencia de las sequías ocurridas
durante el siglo XX con las que se detectaron en los últimos siete siglos.109

Desde la línea de investigación de historia del clima también se han


realizado considerables esfuerzos por entender el impacto histórico de
determinados fenómenos naturales, contribuyendo con aportes metodológicos,
como el caso del artículo de María del Rosario Prieto, María Eugenia Solari, Juana
Crouchet y Andrea Larroucau110 sobre las fuentes para el estudio del clima de la
región sur-austral.

Por su parte, el trabajo de Margarita Gascón y César N. Caviedes 111 se


inclina más por el análisis de las principales fluctuaciones climáticas globales en
los territorios argentino y chileno; su objetivo está dirigido a entablar un puente
entre la historia de las sociedades y el clima como parte de un proceso indivisible
para el estudio de las sociedades.

A partir de la década de 1980, de la mano del historiador Rolando Mellafe


se potenciaron los estudios históricos sobre el efecto de algunos fenómenos
naturales, especialmente aquellos de impacto súbito. Sus investigaciones en torno
al “acontecer infausto” de Chile y la relación con la identidad chilena se
convirtieron en una bibliografía de obligatoria referencia para aquellos que se


cupressoides para reconstrucciones climáticas durante el Holoceno en Chile y Argentina,” Revista
Chilena de Historia Natural 67 (1994): 444.
109
C. Le Quesne, D. Sthale, M. Cleaveland, M. Therrell, J. Arevena, J. Barichivich, “Ancient
Austrocedrus Tree-Ring Chronologies Used to Reconstruct Central Chile Precipitation Variability
from A.D. 1200 to 2000,” Journal of Climate 19 (2006): 5731-5744.
110
María del Rosario Prieto, María Eugenia Solari, Juana Crouchet y Andrea Larroucau, “Fuentes
documentales para el estudio del clima en la región sur-austral de Chile (40º - 51º S) durante los
últimos siglos”, Bosque 33 (2012): s/p.
111
Margarita Gascón y César N. Caviedes, “Clima y sociedad en Argentina y Chile durante el
periodo colonial,” Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 39 (2012): s/p.,
http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/achsc/article/view/37476/41439.

68
dedican a estas temáticas. Su perspectiva desde la historia de las mentalidades
generó nuevos espacios de discusión.

Mellafe concentró sus estudios en los desastres asociados a amenazas de


origen natural (terremotos, años diluviales y de inundaciones, sequías
prolongadas, epidemias y plagas) ocurridos entre 1520 y 1906, dejando de lado
las amenazas antrópicas como guerras, revoluciones, incendios, ataques de
piratas y corsarios y las amenazas asociadas con plagas que atacaron a vegetales
y animales. El autor puntualizó que en los 386 años computados hubo un total de
282 desastres, es decir, un 73% del total: “100 terremotos, 46 años en que todo se
inundó, 50 años de sequía absoluta, 82 años de diferentes epidemias
generalizadas y 4 años en que insectos y roedores se comieron hasta los
árboles.”112

De todos estos años, 1851 es considerado por Mellafe como el año “más
infausto de la historia de Chile” por la confluencia de una serie de amenazas
naturales y antrópicas: dos terremotos, un invierno lluvioso, una epidemia de
viruela y una revolución violenta. Desde la perspectiva de la historia de las
mentalidades, Mellafe señala que los niveles paroxísticos a los que llegó la
Revolución del 51 pudieron estar relacionados con el impacto que tuvieron todos
esos fenómenos naturales en la sociedad y que “orientaron las angustias
colectivas hacia la provocación de actitudes de violencia, que en último término
habrían tenido por objeto dar mayor seguridad al yo colectivo e individual.”113 Unos
años después de esta primera contribución, este autor realizó una investigación
sobre representaciones y percepciones colectivas de procesos catastróficos114 con
la intención de vincular la recurrencia de fenómenos naturales con el gran


112
Rolando Mellafe, “El acontecer infausto en el carácter chileno: una proposición de historia de las
mentalidades,” Atenea. Revista de Ciencia, Arte y Literatura 442 (1980): p. 125.
113
Ibídem, 125.
114
Rolando Mellafe, “Percepciones y representaciones colectivas en torno a las catástrofes en
Chile: 1556-1956,” en La memoria de América Colonial. (Inconsciente colectivo y vida cotidiana),
ed. Rolando Mellafe Rojas et al. (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1994), 102-117.

69
potencial de destrucción y la idea que la sociedad chilena se ha ido formando
sobre esos mismos eventos.

Posterior a los aportes de Mellafe, la historiografía chilena ha dirigido sus


estudios sobre el impacto de fenómenos naturales destructores, principalmente
terremotos, pero también ha estudiado volcanes y epidemias, y en menor medida
lluvias y sequías. Algunas de esas investigaciones se enmarcan en estudios sobre
desastres desde la historia, pero con una propuesta interpretativa que combina
fundamentos de la historia social, cultural y de las mentalidades. En algunos casos
el marco teórico de las investigaciones toma los conceptos provenientes del
estudio histórico y social de los desastres. En esta dirección se pueden encontrar
las investigaciones de María Eugenia Petit-Breuilh, 115 Emma de Ramón 116 y
Alfredo Palacios Roa.117

Pero la tendencia general de la historiografía ha sido el tema de los


fenómenos naturales atendidos desde la historia social y cultural. Una gran parte
de esta producción se ha concentrado en los fenómenos que impactaron las
sociedades coloniales, en especial, el del 13 de mayo de 1647, que es el que más
interés ha generado. En estas líneas se encuentran varios estudios de Alfredo
Palacios Roa,118 Jaime Valenzuela Márquez,119 Elvira López Taverne120 y Mauricio
Onetto.121


115
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda, Desastres naturales y ocupación del territorio en
Hispanoamérica (Siglos XVI al XX) (Huelva: Servicio de Publicaciones, Universidad de Huelva,
2004); Naturaleza y desastres en Hispanoamérica. La visión de los indígenas (Madrid: Editorial
Sílex, 2006); La historia eruptiva de los volcanes hispanoamericanos (siglos XVI al XX) (Huelva:
Casa de los Volcanes, 2004); “La vida cotidiana ante los desastres naturales en España y América
durante el Antiguo Régimen,” en Ocio y vida cotidiana en el mundo hispánico en la Edad Moderna,
ed. Francisco Núñez Roldán (Sevilla: Universidad de Sevilla, 2007), 315-29.; “Religiosidad popular
y desastres naturales en el Reino de Chile (ss. XVI al XVIII),” en Religiosidad y Costumbres
Populares en Iberoamérica, ed. David González Cruz (Huelva, Universidad de Huelva-Centro de
Estudios Rocieros, 2000), 247-56.
116
Emma de Ramón, “La sociedad santiaguina frente a una catástrofe: 1647-1651,” Boletín de
Historia y Geografía 10 (1993): 57-78.
117
Alfredo Palacios Roa, Entre ruinas y escombros, los terremotos en Chile durante los siglos XVI
al XIX (Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2015).
118
Alfredo Palacios Roa, “El poder modelador de la naturaleza: terremotos y tsunamis en Arica
durante el siglo XVII,” Summa Humanitatis 8, 1 (2015): 74-98; “Antecedentes históricos de la
“abogacía telúrica” desarrollada en Chile entre los siglos XVI y XIX,” Historia Crítica 54 (2014): 171-

70
Las publicaciones de catálogos y cronologías han sido de gran
complemento en estos estudios. La identificación de los sismos destructores se
mantiene como el tema más recurrente, pero existen casos que son de
importancia para el estudio de amenazas de impacto lento en Chile, y
específicamente, para el estudio de las sequías. Se encuentran los trabajos de
Rosa Urrutia y Carlos Lanza122, por un lado, quienes reavivaron los estudios sobre
las catástrofes en general; y, por el otro lado, las investigaciones de María
Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda 123 , quien ha desarrollado una amplia obra en
relación a los desastres ocurridos en Hispanoamérica, aportando una cronología
sobre los más importantes entre los siglos XVI y XX. En el trabajo de Urrutia y
Lanza se incluyen las sequías de: 1726, 1729, 1733, 1740-1742, 1757, 1772,


93, doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit54.2014.09; “Notas históricas del primer sismo registrado en la
ciudad de Punta Arenas y en la región de Magallanes en febrero de 1879,” Magallania 41, 2 (2013):
215-20; “Al rescate de una antigua procesión: antecedentes históricos de la salida del “Señor de
Mayo,” Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile 31 (2013): 61-76; “Dominio y catástrofe. Los
terremotos en Concepción, Chile: 1550-1751,” Anuario de Estudios Americanos 69, 2 (2012): 569-
600, doi: 10.3989/aeamer.2012.2.07; “Cotidianeidad y religiosidad frente a la catástrofe: el
terremoto de 1822,” en Historia de la Iglesia en Chile. La Iglesia en los tiempos de la
Independencia, tomo II, dir. Marcial Sánchez (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 2010), 371-
99; “La sensibilidad religiosa frente a las catástrofes naturales (1536-1730),” en Historia de la
Iglesia en Chile. En los caminos de la conquista espiritual, tomo I, dir. Marcial Sánchez (Santiago
de Chile, Editorial Universitaria, 2009), 345-67; “El gran terremoto de 1730: la experiencia
santiaguina frente a la catástrofe,” Temas Americanistas 22 (2009): 1-18.
119
Jaime Valenzuela, “El terremoto de 1647: experiencia apocalíptica y representaciones religiosas
en Santiago colonial”, en Historias urbanas. Homenaje a Armando de Ramón, ed. Jaime
Valenzuela (Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2007), 26-65.
120
Elvira López Taverne, “La memoria del terremoto de 1647 en la obra de los historiadores
liberales,” Revista de Historia Social y de las Mentalidades 15, 2 (2011): 137-64.
121
Mauricio Onetto, Discursos desde la catástrofe. Prensa, Solidaridad y Urgencia en Chile. Chile,
1906-2010 (Santiago de Chile: Acto Editores, 2018); Temblores de tierra en el jardín del Edén.
Desastre, memoria e identidad. Chile, siglos XVI-XVIII (Santiago de Chile: Dibam, Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2017); “Genealogía de una distancia medioambiental; guerra,
catástrofes y aguas. Chile, siglos XVI-XIX,” en Gestâo hidráulica na América Latina e
Espanha/Gestión hidráulica en América Latina y España, Jesús Navarro-García, Simonne Teixeira
y Alejandro Tortolero Villaseñor, editores (Sevilla: Campos dos Goytacazes, 2014), 361-91; “Entre
Aporías Espaciales y Sentidos Náufragos: El terremoto de 1647 como catalizador de percepciones
y asimilaciones históricas,” Nuevo Mundo Mundos Nuevos 7 (2007), extraído de
http://nuevomundo.revues.org/document7442.html.
122
Rosa Urrutia de Hazbún y Carlos Lanza Lazcano, Catástrofes en Chile (Santiago de Chile:
Editorial La Noria, 1993). Bien es cierto que la contribución de esta obra se ve opacada por la falta
de método a la hora de volcar la información obtenida.
123
Petit-Breuilh Sepúlveda, Desastres naturales y ocupación del territorio en Hispanoamérica, 35-
142.

71
1781, 1790, 1799. Y en el Petit-Breuilh Sepúlveda las que afectaron la zona
central entre 1717 y 1723.

Por último, es importante señalar aquellas investigaciones relacionadas con


la gestión del agua. Muchas de ellas provenientes de las ciencias del derecho.
Nos interesa destacar algunos de ellos puesto que también analizan el periodo
temporal de la presente investigación y se enfocan en las normativas y
regulaciones del recurso. Uno de estos trabajos es el de Gonzalo Piwonka en el
que se estudian la gestión del recurso hídrico en la ciudad de Santiago durante
todo el período colonial. El autor no solo dedica gran parte de su obra a analizar
las regulaciones jurídicas del agua, sino que también profundiza en las distintas
fuentes del recurso hídrico y su distribución, con lo cual ofrece un panorama
general de las obras hidráulicas que ya existían en aquellos territorios para el
momento de la conquista e identifica las que fueron construyéndose a lo largo de
toda la administración monárquica. También menciona, a modo de inventario
como el autor refiere, las sequías que encontró referidas en las actas del cabildo,
las fuentes de información con las que trabajó.124

Cabe mencionar asimismo los trabajos de Antonio Dougnac Rodríguez,


sobre el derecho de aguas de la ciudad de Santiago en los siglos XVI, XVII y
XVIII;125 en estas investigaciones se analizan las disposiciones jurídicas sobre el
agua en el Cabildo de Santiago, se muestra la importancia que tenía el agua para
la cotidianidad social y económica en la capital del Reino y su conexión intrínseca
con otros recursos naturales claves para la estructura económica de este territorio.
El mismo autor, pero en coautoría con Javier Barrientos Grandón, también estudió


124
Las aguas de Santiago de Chile 1541-1999. Tomo 1: los primeros doscientos años, 1541-1741
(Santiago de Chile: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 1999); y A 100
años de las aguas de Santiago: 1742-1841 (Santiago de Chile: Dirección General de Aguas-LOM
Ediciones, s/f.)
125
Antonio Dougnac Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,”
Revista Chilena de Historia del Derecho 10 (1984): 51-78, doi:10.5354/0719-5451.2012.25222; “El
cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en los siglos XVII y XVIII,” Revista Chilena de
Derecho 11 (1985): 277-313.

72
la jurisprudencia indiana en cuestiones de agua en Chile.126


126
Antonio Dougnac Rodríguez y Javier Barrientos Grandón, “El derecho de aguas a través de la
jurisprudencia chilena de los siglos XVII y XVIII,” Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, no. 14
(1991): 101-136.

73
CAPÍTULO 2
CLIMA, AGUA Y ESCASEZ EN SANTIAGO

2.1. Las condiciones geomorfológicas y climáticas de Santiago / 2.1.1.


Condiciones medioambientales de Santiago / 2.1.2. Contexto global de
fluctuaciones ambientales durante el siglo XVIII / 2.2. Ciclo agrícola,
ganadería y abastecimiento de agua en el entorno santiaguino / 2.2.1.
Uso y distribución del agua en la ciudad y sus alrededores / 2.2.2.
Tierras y espacios de trabajo agropecuario / 2.3. Santiago, una región
amenazada / 2.3.1. Espacios de adaptación en el Santiago del siglo
XVIII / 2.3.2. Escenarios de riesgos y amenazas / 2.3.3. Las sequías
en el siglo XVIII

74
CAPÍTULO 2
CLIMA, AGUA Y ESCASEZ EN LA CIUDAD DE SANTIAGO
Verdad es que en aquellos meses no pasaron de quatro
los días nublados, ni cayó una gota de agua; pero esta
misma sequedad es la que contrapesa en cierto modo
las ventajas del temperamento: y en general llueve tan
poco en los términos de aquella ciudad y su jurisdicción,
que según las noticias de un curioso que llevaba la
cuenta exacta de las horas que llueve cada año, sale un
año con otro a 220 horas de término medio, siendo el
mayor 229 horas a que había llegado el año de la
avenida.127

El Reino de Chile fue un reto para la Corona española. La hueste


conquistadora se enfrentó desde muy temprano a condiciones geomorfológicas y
climáticas adversas que condujeron a considerarlo como un espacio catastrófico y
permitieron la producción y la reproducción de un discurso en torno a esta
condición, especialmente vinculada a fenómenos naturales de impacto súbito
como los terremotos y las inundaciones fluviales. Pero también la variabilidad
climática rápidamente se convirtió en una de las primeras adversidades que
enfrentarían de manera recurrente.

A pesar de ello, desde muy temprano las descripciones de aquel reino, y


especialmente las de la zona central, reconocían un territorio con un rico potencial
agrícola dada la capacidad de adaptación de animales y semillas y la notable
fertilidad de los suelos. Esta capacidad agrícola estaba relacionada, en los escritos
de cronistas y viajeros, con un sólido paisaje hídrico, por la gran cantidad de
cursos naturales de agua y la explotación de los mismos en beneficio del
abastecimiento y distribución del recurso.

En efecto, alrededor de ríos principales que atravesaban importantes



127
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 97.

75
ciudades hispanoamericanas, en muchos casos antiguos núcleos poblacionales
de las comunidades originarias, se construyeron complejos sistemas de
conducción de agua, a través de acequias que atravesaban cada una de las
cuadras del trazado de damero. Santiago de Chile, La Serena, Copiapó, Caracas,
Cuzco, Trujillo, Oaxaca, Querétaro, por ejemplo, son algunos de los núcleos
urbanos que contaron con estos intricados paisajes hidráulicos.128

Así, estos factores medioambientales y los recursos naturales estratégicos


fueron importantes al momento de configurar los asentamientos poblacionales. En
esa articulación entre lo natural y lo social se arraiga la manera en que las
poblaciones forman espacios adaptados y explotados con fines particulares.
Frente a ello, se generan condiciones materiales que entran en tensión ante los
efectos de fenómenos naturales y afloran medidas de gestión para convivir con la
amenaza.

En este capítulo explicamos de manera suscinta esas condiciones


medioambientales de la cuenca donde se asentó la ciudad de Santiago y la
ocupación de las zonas cercanas, que permiten entender la presencia de
fenómenos naturales que les son característicos y la recurrencia de los mismos. El
objeto de esta revisión es establecer una aproximación al clima de la zona de
estudio y a la identificación urbana y medioambiental de Santiago para el período
colonial con el fin de establecer y analizar las variables que convirtieron a
determinados fenómenos naturales en amenazas para el contexto santiaguino
durante la etapa de los borbones y, al mismo tiempo, poder establecer y razonar
sobre esas mismas amenazas tanto naturales como antrópicas.

También detallaremos los diversos sistemas de distribución del agua que ya


existían para el siglo XVIII con el fin de describir y analizar el abastecimiento
urbano y la estructura de mantención del paisaje agrícola de los alrededores de la
ciudad, ambos altamente demandantes de agua. Este escenario permite

128
Un trabajo que muestra esta condición para el caso de Chile es el de Martín Sánchez-
Rodríguez, “Agua, horticultura y urbanismo en una ciudad americana. Santiago de Chile en la
época virreinal,” Agua y Territorio no. 5 (2015): 38-53.

76
reconstruir la convivencia de las poblaciones que se asentaron en el valle del
Mapocho con las condiciones medioambientales a partir de una intervención
técnica y tecnológica que garantizaba el aprovechamiento del recurso hídrico.

Este escenario muestra claramente la problemática de la escasez del agua


y también la manera en que se garantizó a pesar de ello un flujo regular del
recurso, partiendo del reconocimiento de una tradición en el desarrollo de la
infraestructura hidráulica como parte de un conjunto de prácticas adaptativas para
convivir con esos factores medioambientales. Esto es importante porque la
existencia de múltiples sistemas de abastecimiento y la operatividad de los
mismos, naturalmente, se vincula con la escasez, especialmente en aquellos
espacios con un período marcado de sequías estivales y con su funcionamiento
en períodos anómalos dentro del comportamiento pluviométrico normal para esa
área.

Por último, se establece la relación históricamente construida con las


amenazas. Como mencionábamos, los pobladores españoles rápidamente
tuvieron que enfrentarse no solo a los ataques de las poblaciones indígenas, una
amenaza que se mantendría constante a lo largo del período colonial, en especial
hacia la zona sur, sino también a diversos riesgos naturales; desde las lluvias
torrenciales, los brotes epidémicos y los sismos hasta las plagas de ratones y
langostas, el peligro formó parte de la cotidianidad de aquellas sociedades. Esta
confluencia de múltiples amenazas, con una alta recurrencia, presionaron, sin
duda, la estructura social, política y económica de Santiago, que para el siglo XVIII
era el eje articulador de la Capitanía General de Chile.

2.1. LAS CONDICIONES GEOMORFOLÓGICAS Y CLIMÁTICAS DE SANTIAGO

2.1.1. Condiciones medioambientales de Santiago

La ciudad de Santiago era la capital del Reino de Chile (véase Imagen 1) y


para finales del siglo XVIII formaba parte de la provincia de Santiago. Esta

77
provincia, según Vicente Carvallo y Goyeneche para finales de dicha centuria, era
“uno de los mas deliciosos valles de Chile”. Su extensión territorial comprendía,
por un lado “de norte a sur 17 leguas entre la cuesta de Chacabuco, que por
aquella parte la divide de la de Aconcagua, i el rio Maipo, que por el sur parte
términos con la de Rancagua”; y por otro lado, “… de este a oeste 15 entre la
Cordillera, Calera, Monte, Cuesta de Prado, i cerros de Tiltil que las separan de las
de Melipilla i Quillota, describiendo un área casi cuadrada de 255 leguas
cuadradas.”129

La cuenca 130 donde se encuentra asentada la ciudad de Santiago forma


parte de un sistema mayor de la zona central de Chile condicionado por tres
sistemas de relieve: la Cordillera de los Andes, la Depresión Intermedia y la
Cordillera de la Costa. Esta depresión intermedia que comienza en el cordón de
Chacabuco y se prolonga hasta el valle longitudinal 131 está formada por varias
cuencas y una de ellas corresponde a la de Santiago.132

La cuenca de Santiago se localiza entre la Cordillera de la Costa al poniente


y las primeras estribaciones de la precordillera andina al oriente. Por el norte se
encuentra el cordón de Chacabuco y por el sur, los cerros de Paine. Tiene una
extensión de 80 km de norte a sur y 35 km de ancho. Esta cuenca fue de vital
importancia para el proceso de asentamiento colonial pues ella rodea la ciudad de
Santiago, la cual se encuentra a 520 m de altura sobre el nivel del mar. En esta
cuenca resaltan antiguos cordones cordilleranos transversales que, en la
actualidad dan forma a cerros islas, entre los que destacan el de Renca, Santa
Lucía y Blanco; el suelo de la cuenca se encuentra ocupado por el área urbana de


129
Vicente y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, tomo III, en Colección
de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, tomo X (Santiago de Chile:
Imprenta de la Librería del Mercurio, 1876), 29
130
Consiste en una depresión rodeada de montañas que puede estar ocupada por mares, lagos o
ríos. Cf. Abraham Quezada Vergara, Diccionario de historia y geografía de Chile (Santiago de
Chile: RIL Editores, 2011), 341.
131
Se conoce como valle central. Cf. Alfredo Sánchez Muñoz, Geografía de Chile. Un enfoque
físico, humano y económico (Santiago: Editorial Bibliográfica Internacional Ltda., 2015), 75.
132
Armando de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana (Santiago
de Chile: Editorial Sudamericana Chilena, 2000), 7.

78
Santiago de Chile. El asentamiento español en el siglo XVI ocupó lo que
actualmente corresponde al área céntrica de la ciudad.

Imagen Nº 1. Vista satelital de la ciudad de Santiago, 2002.

Fuente: Imagen de la NASA nº ISS004-E-6990. Tomada el 27 de enero de 2002.


https://eol.jsc.nasa.gov/searchphotos/photo.pl?mission=ISS004&roll=E&frame=699
0

Asimismo, la cuenca de Santiago forma parte de la hoya hidrográfica del


Río Maipo, de tipo exorreica, que abarca 15.273 km2 y ocupa además de la
Región Metropolitana, parte de las regiones V y VI. También cuenta con 5
subcuencas, a saber: Río Maipo Alto, Río Maipo Medio, Río Mapocho Alto,
Mapocho Bajo, Río Maipo Bajo.133 (véase Imagen Nº 1)


133
Inventario Público de Cuencas Hidrográficas según el Banco Nacional de Aguas (BNA) de la
Dirección General de Aguas (DGA) del Ministerio Público. Fuente: Departamento de Hidrología y
Unidad SIG de la División de Estudios y Planificación DGA, agosto 2015. Véase Atlas del Agua.
Chile 2016 (Santiago de Chile: Dirección General de Aguas, 2015), 20.
http://www.dga.cl/DGADocumentos/Atlas2016parte1-17marzo2016b.pdf

79
Mapa Nº 1. Detalle de la cuenca del Río Maipo.

Fuente: Mapa de la Macrozona Centro, publicado en el Atlas del Agua.


Chile 2016 (Santiago de Chile: Dirección General de Aguas, 2015), 13.

La presencia de la Cordillera de la Costa y el distanciamiento del mar


determinan dos tipos de climas templados de tipo mediterráneo: uno que se
caracteriza por una estación seca prolongada e inviernos lluviosos que abarcan la
estación invernal (mayo, junio, julio y agosto) y otro que se distingue por frío de
altura que se localiza en la Cordillera de los Andes. Este último, sobre los 3.000
metros de altura, con temperaturas bajas y precipitaciones sólidas, es el que
permite la acumulación de nieve y campos de hielo de tipo permanente en

80
cumbres y quebradas localizadas en la alta cordillera.134

Incluso, la cuenca de Santiago presenta diferencias climáticas locales


producidas por el relieve, de manera que al pie oriental de la Cordillera de la Costa
hay zonas de mayor sequedad y, en algunos casos, con características de aridez.
En la época invernal, según datos oficiales, las precipitaciones no son uniformes
en toda la cuenca. Por eso, en la costa de Valparaíso se presenta una media
anual de 463 mm; en el Cajón del Maipo (el interior cordillerano de Santiago) se
dan unos 754 mm; para la ciudad de Santiago se registran unos 360 mm y en el
cordón de Chacabuco, unos 271 mm.

De manera que las precipitaciones se concentran en cuatro o cinco meses,


principalmente en la época del invierno y el resto de los meses el tiempo está
condicionado por el anticiclón del Pacífico que produce una sequía de siete a ocho
meses.135 El abate Molina en el siglo XVIII indicó que la concentración de lluvias
era escasa entre los comienzos de la primavera y la mitad del otoño. Es decir,
entre mediados del mes de abril hasta finales del de agosto y principios de
septiembre. Señaló, igualmente, que para la zona central el régimen de lluvias se
caracterizadó por tres o cuatro días continuos y una alternancia con 15 o 20 días
‘serenos’; siendo Copiapó y Coquimbo, por su parte, las regiones donde escasean
las lluvias durante casi todo el año.136 Según Luis Tribaldos de Toledo para el siglo
XVII “…el temple [de Santiago] es el mejor que se conoce: llueve mui suavemente


134
Diagnóstico y clasificación de los cursos y cuerpos de agua según objetivos de calidad. Cuenca
del Río Maipo (Santiago de Chile: Dirección General de Aguas, 2014), 4.
http://portal.mma.gob.cl/wp-content/uploads/2017/12/Maipo.pdf
135
La zona central de Chile corresponde a una faja latitudinal de transición geográfica entre dos
regímenes que son típicos de la circulación general de la atmósfera. Por un lado, hacia el norte,
con una zona condicionada por el anticiclón subtropical del Pacífico Oriental; por otro lado, hacia el
sur, por un área determinada por el cinturón de los vientos del oeste (oestes). Esto supone que en
esa área transicional el clima presenta una marcada estacionalidad. Cf. José A. Rutllant, “Aspectos
de la circulación atmosférica de gran escala asociada al ciclo ENOS 1997- 1999 y sus
consecuencias en el régimen de precipitación en Chile central,” en S. Avarias; J. Carrasco; J.
Rutllant y E. Yáñez (eds.): El Niño-La Niña 1997-2000. Sus Efectos en Chile (Valparaíso: CONA,
2004), 61-62.
136
Juan Ignacio Molina, Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile,
tomo I (Madrid: por don Antonio de Sancha, 1788), 16-17.

81
los meses de mayo, junio, julio y agosto”137 Y José Antonio Pérez García, entre
finales del siglo XVIII y principios del XIX, advirtió que las lluvias comenzarían a
mediados del mes de mayo en la ciudad de Santiago.138

Estas características determinan directamente el tipo de cultivo que se


puede dar en la región e inciden, de igual manera, en las condiciones hídricas de
la zona. Así, con las lluvias y nevadas, la estación invernal debería garantizar una
reserva de agua suficiente para que en la estación seca la demanda del recurso
fuera satisfecha gracias a los deshielos cordilleranos y al mantenimiento del
caudal de los ríos.139 Si esto no ocurre en un año, los efectos de la sequía estival
se agudizan. De manera que el deshielo de las nieves acumuladas permite la
alimentación de los ríos y proporciona la disponibilidad del recurso hídrico en estas
épocas.140 Las fuentes contemporáneas al período de estudio al referirse a la falta
de lluvias también señalaban la disminución de las nieves, ambos elementos lo

137
Luis Tribaldos de Toledo, Historia general de las continuadas guerras i difícil conquista del gran
reino i provincias de chile, desde su primer descubrimiento por la nación española, en el orbe
antártico, hasta la era presente, c. 1630, ed. María Isabel Viforcos Marina (León: Universidad de
León, 2009), 109. Según la editora de esta obra no se ha localizado el manuscrito autógrafo y solo
se cuenta con la copia manuscrita que ordenó el cosmógrafo mayor de Indias, Juan Bautista
Muñoz. Esta copia está depositada en la Real Academia de la Historia
138
José Antonio Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile en su
descubrimiento, conquista, gobierno, población, predicación evangélica, erección de catedrales y
pacificación, en CHCh, vol. XXII (Santiago de Chile: Imprenta Elzeviriana, 1900), 12.
139
“Entre la ciudad i los arrabales Chimba i Cañadilla corre el río Mapocho, que desde fines del
otoño hasta principios de primavera no lleva aguas; porque las recibe de la Cordillera, i ésta en el
otoño tiene poca nieve, i en invierno i entradas de primavera, aunque tiene mucha, está endurecida
con el hielo, i se derrite tan poca, que los ríos, i fuentes que de ellas se forman, se disminuyen
notablemente, i por eso el Mapocho en esas estaciones da paso franco por todas partes; pero en el
verano que deshaciéndose la nieve con el aire i el calor, bajan por él montes de agua, en ninguna
parte presenta vado” Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en
CHCh, vol. X, 31-32.
140
Mariano Hugo Masiokas, RicardoVillalba, Duncan Christie Browne, Ernesto Simón Betman,
Brian Luckman, Carlos LeQuesne, María del Rosario Prieto, Steven Mauget, “Snowpack variations
since AD 1150 in the Andes of Chile and Argentina (30°– 37°S) inferred from rainfall, tree-ring and
documentary records,” Journal of Geophysical Research 117 (2012): 1-11. D05112,
doi:10.1029/2011JD016748. Además, junto con los deshielos estacionales, también resultan
importantes para la escorrentía los glaciares, los cuales desempeñan un papel especialmente
necesario en tiempos de sequía. La cuenca del Río Maipo cuenta con un total de 647 glaciares. La
Dirección General de Aguas del Ministerio Público completó el Inventario Nacional de Glaciares en
el 2011, el cual no ha sido publicado. Véase: Enrique Vivanco Font, Glaciares en Chile (Santiago
de Chile: BCN Informes, 2016). Puede consultarse en:
https://www.camara.cl/pdf.aspx?prmTIPO=DOCUMENTOCOMUNICACIONCUENTA&prmID=1432
3

82
asociaban a la escasez de agua.

Por estas mismas condiciones, como señala Armando de Ramón, 141 los
habitantes de la región, incluso antes de la llegada de los españoles, pusieron en
práctica ciertas soluciones para poder establecerse a lo largo del año en la zona y
evitar los efectos negativos de la extensa sequía primaveral y veraniega. Una de
estas medidas fue la ubicación de las siembras en las faldas de la Cordillera de los
Andes en cuya región de transición entre el bosque y la llanura, los deshielos de la
primavera nutrían algunas vertientes, arroyos y manantiales que a su vez
permitían el crecimiento de los pastos y el riego de los sembradíos.

Durante la época colonial, la ciudad de Santiago manifestó en reiteradas


oportunidades los problemas derivados de la esterilidad de la tierra y los
inconvenientes en el abastecimiento de agua dulce. También enfrentó situaciones
en las que la alimentación de la población se vio amenazada por la exportación de
los trigos candeales, el acaparamiento del grano y el alza de los precios, las
pérdidas de ganado vacuno y la escasez de los pastizales; estos hechos
ocasionaban conflictos por tener el acceso al recurso hídrico.

2.1.2. Contexto global de fluctuaciones ambientales durante el siglo


XVIII

La naturaleza se convierte en un agente histórico desde que interactúa con


sociedades humanas. Esta interacción material y simbólica le otorga historicidad y
genera cambios, transformaciones y adaptaciones. De acuerdo con este enfoque,
las respuestas, prácticas y estrategias pensadas y aplicadas por los distintos
grupos de individuos buscan una convivencia efectiva con las condiciones
geomorfológicas y climáticas que se traduce en procesos de dominación del
medioambiente. Ahora bien, el que la naturaleza se asuma como agente histórico

141
Ramón, Santiago de Chile (1541-1991), 10.

83
no menoscaba el hecho de que se enmarca en condiciones naturales (regionales y
globales), con incidencias variables en los diversos ambientes geográficos y, por
ende, en la manera en que las poblaciones humanas perciben dichas condiciones
y conviven con ellas.

En este sentido, las sequías identificadas para el período de estudio


ocurrieron en un contexto global ambiental y climático que se inicia con el sistema
conocido como la Pequeña Edad del Hielo (PEH), cuyo período más agudo
coincide con la instauración del período colonial español y portugués; asimismo
las sequías coinciden con las pulsaciones conocidas como Mínimo de Maunder, el
Remonte Termal y el Mínimo de Dalton y, además, con el fenómeno de Oscilación
Climática del Sur (ENSO).

La Pequeña Edad del Hielo, cuya periodicidad ha sido fuente de debate,


sucedió aproximadamente entre 1300 hasta mediados del 1800 (algunos autores
plantean la fecha de 1880) y se reconoce un descenso de las temperaturas
medias anuales entre 1.5 y 2 ºC, desarrollado tras el período del Pequeño Óptimo
Climático o Período Cálido Medieval. La PEH se manifestó en Europa central y
meridional con inviernos particularmente fríos y extremos, crecimiento significativo
de los glaciares alpinos y un aumento de la nuvosidad a altitudes inferiores que la
acumulación que se presenta en la actualidad; en la cuenca del Mediterráneo, por
su parte, la PEH se manifestó con sequías, inundaciones y lluvias
extraordinarias.142

En cuanto a su impacto en América del Sur, se han realizado algunos


registros, aunque no hay consenso sobre las características climáticas específicas
de la región para el período que abarca la PEH. Algunos autores afirman que se
caracterizó por un período frío y húmedo y otros plantean que se manifestó con
alternancias entre un período frío y otro seco. Las investigaciones en el nevado de

142
Brian M. Fagan, La Pequeña Edad de Hielo. Cómo afectó el clima a la historia de Europa, 1300-
1850 (Barcelona: Gedisa, 2008); Armando Alberola Romá, Los cambios climáticos. La Pequeña
Edad del Hielo en España (Madrid: Cátedra, 2014), 22, 43; Adrián García Torres, Riesgo climático
y desastres en tierras meridionales valencianas durante el siglo XVIII (Alicante: Universitat d’
Alacant, 2018), 19.

84
Sajama, Bolivia, arrojan una fase húmeda entre 1500 y 1700 y una más seca entre
1700 y 1880. Para el caso del nevado de Quelccaya, en Perú, también se
detectaron fases con pocas precipitaciones y otras húmedas intercaladas.143

En la década de 1986 Thompson, Mosley Thompson, Dansgaard y


Grootes 144 enmarcaron la PEH entre 1480 AD y 1880 AD con base en sus
estudios en el casquete de Quelccaya al sur de Perú.145 Este último fenómeno
climático presenta dos fases, una cálida-humeda y otra fría-seca. En la primera
fase, las aguas frías de la corriente de Humboldt son desplazadas por las aguas
cálidas del Pacífico trasladadas desde Indonesia y Australia por el debilitamiento
de los vientos alisios. Este proceso climático se manifiesta con sequías en el
noreste de Australia e Indonesia, también en la India y Etiopía y, por el contrario,
con lluvias torrenciales en la costa norte de Perú y un aumento de las
precipitaciones en la zona central de Chile, aunque dichos eventos también
coinciden con un déficit pluviométrico en los altos Andes de Bolivia y en el sur de
Perú. Es por ello que, en general, el Altiplano presenta una historia climática
diferente.


143
Cf. Brenda I. Oxman, Hugo. D. Yacobaccio, Liliana C. Lupo y Paul Tchilinguirian, “Primeros
estudios paleoambientales en lapao 2 (puna seca) y la señal de la “pequeña edad de hielo,”
Anuario de Arqueología 5 (Rosario, 2013): 376.
144
Lonnie Thompson, Ellen Mosley Thompson, Willi Dansgaard y Pieter Meiert Grootes, “The Little
Ice Age as Recorded in the Stratigraphy of the Tropical Quelccaya Ice Cap.,” Science 234 (1986):
361-364.
145
Alcides Ames Marquez, “Cordillera Blanca. Glaciares en la historia,” Bulletin de’l Institu Français
d’Études Andines 24, 1 (1995): 44.

85
Cuadro Nº 1. Eventos ENSO durante el siglo XVIII

Años Años Cronología de eventos


lluvioso secos
s (Zona (Zona El Niño en el Perú Cronología regional y Eventos
Central Central global de El Niño146 La Niña
de de
Chile) Chile)
Quinn & Hocqueng Eventos Eventos
Neal hem regionales globales
(1987) & 0. El Niño ENSO
(Costa
(1992) oeste de
América
del Sur)

1701 F 1701 F 1701 F 1701 m

1703 F

1704 m 1704

1705

1707 F 1707 m 1707 m

1708 F 1708- m/F 1708- m

1709 1709 m 1709 m

1713 m 1713 m

1714 F 1714

1715 F 1715 F 1715 F

1716 1716


146
Se utiliza en este caso la distinción que hace William Quinn, “The Iarge-scale ENSO event, the
El Niño, and other important features,” Bulletin de l'Institut Francais d 'Etudes Andines, 22, 1 (1993):
13-34.

86
1717

1718 1718 m 1718 m

1720 F 1720 F 1720 MF 1720 m

1723 1723 m 1723 F

1725 1725

1728 1728 MF 1728 MF 1728 m


MF

1726

1729

1730

1731 m

1732

1733

1734 1734 m 1734 m

1736 1736 F¿

1737 F 1737 F

1740 1740 m

1742

1743

1744 1744 m 1744 m

1745

1746 1747 F 1747 F 1747 F 1747 F

87
1748 1748 1748

1750 m

1751 1751 1751 m 1751 m

1752

1753

1754 1754 m 1754 F

1755 1755 1755

1756

1757

1758 1758 m 1758 m

1759

1761 F 1761 F 1761 F

1762

1764 m

1764 1765 1765 m 1765 m

1766

1768 1768 1768 m 1768 m

1769

1771

1772 1772 m 1772 m 1772

1773 1773

88
1774

1775 F

1776 1776

1777 1777 F 1777 m

1778 1778 m 1778 m

1779

1780

1782 1782 F 1782

1783 1783 1783 MF

1784 m

1785 F 1785 m 1785 m

1786 1786 F 1786 m 1786 m

1788

-1790 1790 1790

1791 1791 1791 F 1791 MF 1791 MF


MF

1792

1793

1794

1795 m

1796

1797 1797

89
1799 1799

Elaboración propia.147 Fuente impresas: ACS, vols. XLVII, L, LI, LII, LIII, LIV, LV,
LVI, LVII, LVII, LIX. Fuentes bibliográficas: Ortlieb, “Las mayores precipitaciones
históricas en Chile central y la cronología de eventos ENOS en los siglos XVI-XIX,”
463-485; Quinn y Neal, “El Niño Occurrences Over the Past Four and a Half
Centuries,” 14.449-14.451; Vicuña Mackenna, Ensayo histórico sobre el clima en
Chile; Enrique Taulis, “De la distribution de pluies au Chili,” Matriaux pour l'étude
des calamités 33 (1934): 3-20; y Urrutia de Hazbún y Lanza Lazcano, Catástrofes
en Chile.

En la actualidad ya no se ponen en duda las implicaciones globales que


tiene El Niño con respecto al clima. Incluso, este fenómeno fue conocido en la
época precolombina por los grupos originarios que se dedicaban a la pesca en lo
que actualmente es Perú y Ecuador, ya que este flujo de aguas cálidas y el
aumento de la temperatura del Océano Pacífico durante el verano austral
afectaban la disponibilidad de peces y mariscos, 148 de manera que estos
fenómenos globales condicionan la productividad primaria y con ello garantizan,
en este caso, la movilidad de las especies marinas entre los diversos nichos


147
Se tomó como base la tabla que elabora Luc Ortlieb en 1994. MF: muy fuerte; F: fuerte; m:
moderado.
148
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad,” 174. Un ejemplo reciente de este efecto lo
encontramos para el caso de la sequía de 1912 en Venezuela, que fue seguida por un año Niño.
Se encontró una relación entre ambos fenómenos y la incidencia en la pesca para el área de la
Península de Paraguaná. Con respecto a esto último, existe un trabajo para el caso de las sardinas
en las costas de Nueva Esparta (Venezuela). Cf. Leo González et al., “La pesca de sardina,
Sardinella aurita (Teleostei: Clupeidae) asociada con la variabilidad ambiental del ecosistema de
surgencia costera de Nueva Esparta, Venezuela”, Biología Tropical 55, 1 (2007): 79-80. Sobre la
sequía de 1912, véase el trabajo de María Victoria Padilla, El año del hambre. La sequía y el
desastre de 1912 en Paraguaná (Gobernación del Estado Falcón-Instituto de Cultura del Estado
Falcón (INDUDEF)-Fundación Literaria-León Bienvenido Weffer-Grupo Tiquiba, 2012). Para el caso
de los eventos El Niño del siglo XX en Chile y sus efectos en los recursos marinos véase: Walter
Sielfeld, Jürgen Laudien, Mauricio Vargas y Mario Villegas, “El Niño induced changes of the
coastal fish fauna off northern Chile and implications for ichthyogeography,” Revista de biología
marina y oceanografía 45, Supl. 1 (2010): 705-722; María Ángela Barbieri, Eleutario Yáñez y Martín
Farías, “Efecto del fenómeno “El Niño” 1987 en la pesquería artesanal del atún (Thunnus alalunga)
en la zona de Valparaíso, Chile,” Memorias del Simposio Internacional de los Recursos Vivos y las
Pesquerías en el Pacífico Sudeste, Chile, Viña del Mar, 9-13 de mayo, 1988, 521-527 (Comisión
Permanente del Pacífico Sur, Revista Pacífico Sur, 1989).

90
ecológicos. 149 Uno de los primeros testimonios documentales registrados para
esta región y vinculados con la incidencia de El Niño en Perú es la “Probanzas de
indios y españoles referentes a las catastróficas lluvias de 1578 en los
Corregimientos de Trujillo y Saña”, localizado por el historiador Lorenzo Huerta en
1987.150

A partir de la segunda mitad del siglo XX varios estudios se han enfocado


en establecer la correlación entre la pluviometría de la zona central de Chile y
ENSO. La mayoría de ellos se fundamentan en análisis meteorológicos y
climatológicos con datos instrumentales (del siglo XIX y del siglo XX) y otros lo
hacen fundamentados en un análisis de fuentes históricas para aquellos períodos
no instrumentales. 151 En general, los estudios realizados hasta el momento
señalan que la cronología de años lluviosos en la zona central de Chile para los
siglos XVI, XVII y XVIII muestra una armoniosa correlación con la cronología
revisada que presenta Quinn152 para los eventos El Niño en la América española
(salvo para los años 1609, 1688, 1746 y 1764).


149
Véase: Benjamín Ballester y Francisco Gallardo, “La versatilidad del parentesco en la
reproducción social: el caso de los cazadores-pescadores marinos del desierto de Atacama (siglos
XVI-XIX, norte de Chile),” Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología no. 47 (2017): 8.
150
Lorenzo Huerta, Ecología e historia: probanzas de indios y españoles referentes a las
catastróficas lluvias de 1578 en los corregimientos de Trujillo y Saña. Francisco Alcocer, Escribano
receptor (Chiclayo, Perú: Centro de Estudios Sociales "Solidaridad", 1987).
151
Entre esos trabajos pioneros nos encontramos: César Caviedes, “Rainfall in South America:
Seasonal trends and spatial correlations,” Erdkunde 35 (1981): 107-18; William Quinn y Victor Neal,
“Long-term variations in the Southern Oscillation, El Niño, and chilean subtropical rainfall,” Fishery
Bulletin 81, 2 (1983): 363-74; Eugene M. Rasmusson y Phillip Arkin, “Interannual climate variability
over South America and the Pacific associated with "El Niño" episodes,” en Ciencia, tecnología y
agresión ambiental: el fenómeno “El Niño” (Lima: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología,
1985), 179-206; H. Romero y A. M. Garrido, “Influencias genéticas del fenómeno El Niño sobre los
patrones climáticos de Chile,” Investigaciones Pesqueras 32 (1985): 19-35; Juan Quintana Arena
“Indicadores meteorológicos de "El Niño" y su aplicación al litoral norte y central de Chile,” La
Meteorología en el Mundo Iberoamericano 1 (1990): 11-20; José Rutllant y Humberto Fuenzalida,
“Synoptic aspects of the Central Chile rainfall variability associated with the Southern Oscillation,”
International Journal of Climatology 11 (1991): 63-76. DOI: 10.1002/joc.3370110105; Luc Ortlieb y
José Machare “Former El Niño events: Records from western South America,” Global and
Planetary Changes 7 (1993): 181-202.
152
William Quinn, “The Iarge-scale ENSO event, the El Niño, and other important features,” Bulletin
de l'Institut Francais d 'Etudes Andines, 22, 1 (1993): 13-34.

91
Un trabajo que merece especial atención es el de Margarita Gascón y
César Caviedes153 porque establece una vinculación entre los años El Niño, La
Niña y años normales (en estos últimos las condiciones son parecidas a las de la
zona templada) con las crisis ocurridas en Chile y Argentina durante el período
colonial; al mismo tiempo, los autores insisten en que se debe tomar en cuenta
que también esas crisis estuvieron en un contexto mayor de fluctuaciones globales
de gran intensidad. Para los citados investigadores, la variabilidad climática
durante el período colonial mermó la disponibilidad de recursos estratégicos y tuvo
consecuencias en el aprovisionamiento, por lo que concluyen que: “El clima debe,
entonces, integrarse a las diversas explicaciones históricas, pues no es sino una
manera más de enriquecer nuestra comprensión del pasado.” 154

En síntesis, se tiene que las precipitaciones en la zona central y el sur de


Chile están vinculadas con los sistemas frontales que vienen del Océano Pacífico,
y éstos -al mismo tiempo- son regulados por la dinámica anual del Anticiclón del
Pacífico y la variabilidad asociada a ENSO. Cada verano del año siguiente a la
ocurrencia de El Niño se constata una disminución de las precipitaciones. 155
Durante estos eventos llueve más de lo normal en Chile, cae abundante nieve en
los Andes (entre Chile y Argentina), se registran zonas con sequías en La Pampa
y en la cuenca Paraná-Paraguay y también se registran inundaciones.156

Por otra parte, la fase fría-seca de ENSO tiene lugar cuando los vientos
alisios del sur se intensifican y, por tanto, las aguas oceánicas más profundas del
Pacífico ecuatorial quedan en la superficie. Este fenómeno es conocido como La
Niña y, a diferencia de la fase cálida-húmeda, se caracteriza por inviernos muy
fríos y áridos en Chile y en Argentina.157 El fenómeno comenzó a ser reconocido


153
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad.”
154
Ibídem, 182.
155
Cf. Álvaro González-Reyes y Ariel A. Muñoz, “Cambios en la precipitación de la ciudad de
Valdivia (Chile) durante los últimos 150 años,” Bosque 34, 2 (2013): 192.
156
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad,” 164.
157
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad,” 165.

92
por oceanógrafos chilenos y peruanos a finales de la década de 1960. 158 De
manera que la fase fría-seca hace referencia al enfriamiento de las aguas en el
Océano Pacífico y anomalías atmosféricas en el Océano Atlántico, 159 con un
incremento de los huracanes; 160 las condiciones que caracterizan La Niña
promueven las sequías en las zonas cercanas al Océano Pacífico. Las
condiciones normales de las aguas del Pacífico en América del Sur son frías como
consecuencia de la corriente de Humboldt. Al verse intensificados, los vientos
alisios del sur ocasionan un mayor enfriamiento superficial de las aguas, la
evaporación disminuye y por tanto no se dan precipitaciones en las costas
occidentales de Perú, Ecuador, ni en Chile, especialmente en el norte. En el
nordeste brasilero, sudeste africano, así como en el norte de Australia e Indonesia
se produce un incremento de las precipitaciones.161

Como bien han señalado los estudiosos del tema, el clima de Latinoamérica
“está fuertemente relacionado con forzantes externos como El Niño Southern
Oscillation (ENSO), la Oscilación Antártica y la Oscilación Decádica del
Pacífico.”162 En este sentido, condiciones climáticas actuales con la presencia de
El Niño, según indican Macharé y Ortlieb, pudieron presentarse en la costa del
Perú desde el último período interglacial.163

Desde hace unos 4500 años, archivos naturales como depósitos de


inundaciones, (apoyados con fechas radiocarbónicas) y secuencias de cordones
litorales han permitido establecer la ocurrencia de los llamados superniños y las


158
Se reconocieron como anti-Niños pero el geofísico George S Philander promovió el término de
La Niña.
159
César Caviedes, El Niño in History. Storming Through the Ages (Florida: University Press of
Florida, 2001), 147.
160
Mirjam A.F. Ros-Tonen and John H. van Boxel, “El Niño in Latin America: The Case of Peruvian
Fishermen and North-East Brazilian Peasants,” Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y
del Caribe 67 (1999): 8. http://www.jstor.org/stable/25675842
161
Rita Delfina Vincenti, “Las corrientes de Humboldt y “El Niño” sus repercusiones en el
ambiente,” Revista Geográfica 135 (2004): 109-110.
162
María del Rosario Prieto, María Eugenia Solari, Juana Crouchet y Andrea Larroucau, “Fuentes
documentales para el estudio del clima en la región sur-austral de Chile (40º - 51º S) durante los
últimos siglos,” Bosque 33, 2 (2012): 136.
163
Cf. Anne Marie Hocquenghem. “Una historia del bosque seco”. Debate Agrario 33 (2001): 40.

93
intervenciones arqueológicas también han producido información al respecto para
los tiempos de ocupación precolombina. 164 A partir de los archivos históricos
legados por la administración colonial en las Indias Occidentales se cuenta con
datos que permiten reconstruir la recurrencia de estos fenómenos desde el siglo
XVI;165 estos datos y los estudios que se han realizado sobre el período colonial
permiten indicar, con Hocquenghe, 166 que los eventos de extremismo climático
han sido parte del acervo histórico y social de estas regiones.

Ambos fenómenos tienen consecuencias socioeconómicas importantes. La


ganadería y la pesca se ven intervenidas, con un notable aumento en los precios
de los productos.

2.2. CICLO AGRÍCOLA, GANADERÍA Y ABASTECIMIENTO DE AGUA EN EL

ENTORNO SANTIAGUINO

2.2.1. Uso y distribución del agua en la ciudad y sus alrededores

Así, el clima de la Gobernación de Chile, especialmente de la zona central,


fue ampliamente elogiado y es esta la idea que se expande desde los cimientos de
la empresa conquistadora y que formaría, incluso, parte de la historiografía
decimonónica. El jesuíta Miguel de Olivares y González bien señaló que Chile no
solo contaba con “la clemencia del cielo” que garantizaba, según el religioso, las
lluvias oportunas para regar el campo y garantizar la fertilidad de los mismos, sino
que además hacían parte de aquel reino “muchedumbre de rios cristalinos y
caudalosos (fuera de un número inaveriguable de arroyos)”. Al final, estos ríos son
“…corazones fecundos de los campos que se logran con lo que les roban, pues,


164
Lizardo Seiner. “El fenómeno El Niño en el Perú: reflexiones desde la historia.” Debate Agrario
33 (2001): 1-18.
165
Anne Marie Hocquenghem. “Una historia del bosque seco”. Debate Agrario 33 (2001): 40-41.
166
Ibídem, 41.

94
sin sus aguas para el riego, fuera infructifera mucha parte de Chile en que no
llueve el verano.”167

En el contexto profundamente religioso que todavía caracterizaba la


postrimería del período colonial, toda la abundancia de recursos y una excelente
agricultura se debía a que la Divina Provindencia otorgaba a aquellas regiones el
privilegio de contar con gran cantidad de estos recursos hídricos que hacían
posible la tan elogiada fecundidad de los campos. 168 Dentro de este paisaje
hidrológico que caracterizaba al Reino, el valle de Santiago se encontraba
drenado por:

… los ríos Colina, Peldehue, Lampa, Mapocho, i Maipo. Por la caja del
primero no corre una gota de agua en verano, porque la poca que tiene
la distribuyen en acequias para el regadío de las chacras i estancias, i
con corta diferencia acontece lo mismo con el segundo i tercero. El
Mapocho es rio considerable i con sus aguas riega todo el territorio que
corre de una i otra banda hasta su union con el Maipo. De este que es
caudaloso i rápido, se saca un canal, que le llaman la acequia de
Espejo, i fertiliza alguna parte de aquella tierra.169

Esta condición que nos advierte el historiador del siglo XVIII a su juicio
garantizaba el recurso hídrico durante “la sequedad de algunos años”. Las
características climáticas que tanto alaban viajeros, cronistas e historiadores, en
conjunto con la exaltación de las condiciones geomorfológicas, condicionaban la
fertilidad de aquel Reino periférico:

Esta multitud de ríos, arroyos i vertientes, las sales i demas partículas


fecundantes que bajan de los Andes, los lagos, el aire i el calor interno
está impregnado en el fuego subterráneo, que le vemos mas de 16
volcanes que componen la causa total de la prodijiosa virtud productiva


167
Miguel de Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada del de Chile. Colección de
historiadores de Chile y de documentos relativos a la historia nacional, tomo IV (Santiago de Chile:
Imprenta del Ferrocarril, 1864 [1758]), 23.
168
José Antonio Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile en su
descubrimiento, conquista, gobierno, población, predicación evangélica, erección de catedrales y
pacificación, tomo I, en Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia
nacional, tomo XXII (Santiago de Chile: Imprenta Elzeviriana, 1900), 14-15.
169
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X 30.

95
de Chile, que lleva todas las simientes conocidas en Europa i América
con poco cultivo i sin ningun abono.170

Además, esta condición de gran fertilidad fue apreciada desde otros


espacios de la América hispana. Para 1723, en los autos seguidos por la
Audiencia de Quito en contra de los oficiales reales concernientes a la seguridad
de la real hacienda, se realizó un interrogatorio donde se indagaba sobre el estado
de los campos y la producción de frutos, enmarcado en un conflicto entre los
habitantes de la ciudad y los religiosos por la rebaja de censos; ante la pregunta
número dos, el vecino de Quito, don Juan Enríquez Navarrete, respondió que:

pues haviendo estado en el reyno de México, Lima y Chile, siendo


essas tierras abundantes, observo que las mas fértiles eran las de
Chile, en que se dan granos y frutas con ynsuperables ventajas a las
demás, y si algunas se asemejaban a las de Chile, son las de esta
provincia , pues en ellas por los años pasados hasta el de noventa y
cinco, eran tan prolijas en los frutos, en todos géneros de semillas, y
particularmente en el trigo, que dava comúnmente a lo menos un veinte
por una fanega de sembradura, esto es en las de estas cinco leguas,
particularmente en el valle de Chillo, por su fecundidad, suelo, cielo y
temperamento, aguas buenas, le pusieron ese nombre porque se
parecían mucho a Chile en la abundancia de fruto.171

Este cuadro de gran abundancia de fuentes naturales de agua permitiría un


sólido sistema de autoabastecimiento. Para el año de 1614, nos señala Antonio
Vásquez de Espinoza 172 , las casas de la ciudad de Santiago tenían huertas y
jardines en las que se sembraban los principales cultivos de la metrópolis. La
relación que terminaría de escribir el capitán Alonso González de Nájera para el
mismo año también hace referencia a las huertas y jardínes de las ciudades del
Reino de Chile, entre ellas la de Santiago, como también lo hacen las
descripciones sobre Santiago los cronistas y viajeros en el siglo XVIII. Estas casas


170
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X 8.
171
Declaración del testigo don Juan Enríquez Navarrete, vecino de Quito, 13 de abril de 1723, AGI,
Audiencia de Quito, leg. 129, N. 89 B.
172
Nació en Jerez de la Frontera hacia el año 1570, religioso de la Orden de los Carmelitas
Descalzos y viajaría a las colonias en Hispanoamérica a partir de 1612 hasta 1622 fecha en la que
retornó a España.

96
y sus huertos estaban bañadas por una red de acequias surtidas con las aguas del
Mapocho:173

De este Rio se sangra por la parte del Oriente un brazo, o arroyo, el


quel dividido en otros tantos, quantas son las quadras, que se cuentan
de Norte a Sur, entre Por todas ellas de manera, que a cada quadra
corresponde una azequia, la qual entrado por cada una de las
Orientales, va atravesando poe todas las que se siguen a la hila, y
cosiguientemente por todas las calles transversales, teniendo estas sus
puentes, para que puedan entrar, y salir las carrentas, que traen
provision ala ciudad; con que no viene a haver en toda ella quadra, ni
casa, por donde no passe un brazo de agua muy copioso, que barre, y
lleva toda la basura, e inmundicias del lugar, dejándolo muy limpio; de
que también se sigue una gran facilidad en regar las calles, queando es
necesario, sin que sean menester los carros, y otros instrumentos, que
se usan en otras partes, porque, porque no se tiene sino sangrar la
azequia por la calle lo que basta para que salga un arroyuelo, que la
riega, y alegra en el verano con gran comodidad, sin ningún gasto.
Todas estas azquias se desaguan al Poniente y salen a regar mucha
cantidad de huertas, y viñas que están plantadas por aquella parte, y el
agua, que sobra, pasa a regar los sembrados, o vuelve a la madre.174

Las áreas circundantes a la ciudad, las periferias, sostenían al mismo


tiempo la demanda de Santiago de mantenimientos. Estas demarcaciones
territoriales estaban concentradas principalmente en los bordes del río Mapocho,
hacia el norponiente de la ciudad, vía la Chimba y la Cañadilla, una zona que
resultaba estratégica ya que conectaba a Santiago con el norte de la Gobernación
de Chile y con Mendoza. Ambos espacios, según Vicente Carvallo y Goyeneche,
tenían 56 manzanas y un total de 314 habitantes para finales del siglo XVIII.175
Otro arrabal estaba localizado hacia el surponiente, en los alrededores de la
Cañada, y correspondía a chacras; y un tercer arrabal se hallaba ubicado en el
suroriente, en las cercanías de la Ollería. Por su parte, en la zona norte de
Santiago nos encontramos con los sectores de la Chimba, Renca, Conchalí, El


173
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 92
174
Alonso de Ovalle, Historica relacion del Reyno de Chile y de las missiones y ministerios que
exercita en el la Compañia de Jesus (Roma: Francisco Caballo, 1646), 153.
175
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 31.

97
Salto y Quilicura. Esta distribución es importante porque el desarrollo poblacional,
especialmente en las zonas periféricas, y el incremento y extensión del cultivo del
trigo (ya no solo para la manutención) en la zona oriente del Mapocho,
aumentaron exponencialmente la demanda de agua, en especial por el cultivo del
trigo que aumentó demandando un consumo permanente del recurso hídrico, a
pesar de que es un cultivo de secano.

En efecto, con una notable población en crecimiento, para finales del siglo
XVII y principios del XVIII se contaban unos 12 mil habitantes y para la segunda
mitad del siglo XVIII, como indica Armando de Ramón,176 hay alrededor de unos
30.000. Carmagnani177 y Carmagnani y Klein178 señalan que entre 1777 y 1778; de
estos habitaban la ciudad 18.103 personas.179

Estos arrabales y la cuidad misma contaban para finales del siglo XVIII con
seis parroquias -la Matriz, San Isidro, San Borja, Santa Ana, Renca y el Rosario-,
los conventos de Observantes y Recoletos de las religiones de Santo Domingo,
San Francisco, La Merced y San Agustín y siete monasterios: uno de Agustinas,
uno de Rosas, otro de Capuchinas, dos de Carmelitas Descalzas y dos de
Claras.180

A la llegada de los españoles al valle del Mapocho y hasta


aproximadamente 1578 el abastecimiento de agua dependía de las aguas del río
de la ciudad de Santiago. Hasta los primeros años del siglo XVII, el suministro de
agua provenía de la quebrada de Ramón, que a partir ese período y hasta los


176
Ramón, Santiago de Chile, 91.
177
Marcello Carmagnani, Los mecanismos de la vida económica en una sociedad colonial. Chile
1680-1830 (Santiago de Chile: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos-Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2001), 191.
178
Marcello Carmagnani y Herbert Klein, “Demografía histórica. La población del Obispado de
Santiago, 1777-78.”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia 72 (1965): 57-73.
179
Marcello Carmagnani, Los mecanismos de la vida económica en una sociedad colonial. Chile
1680-1830 (Santiago de Chile: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos-Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2001), 191. Véase también Resumen de la matrícula general
del Obispado de Santiago de Chile que comprende los corregimientos de Rancagua, Colchagua,
Quillota, Maule, Melipilla, Aconcagua, Coquimbo y Mendoza, 1778, ANHFA, vol. 24, pza. 4, f. 1.
180
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 94-95.

98
primeros años del siglo XVII fue el proveedor principal. Luego de 1704 las aguas
del Mapocho fueron la principal fuente del recurso hídrico y la quebrada de Ramón
fue un surtidor ocasional.181

Y para finales de la misma centuria el sistema de agua surtido por la


quebrada de Ramón estaba en un proceso de desgaste, especialmente desde
1692. Este agotamiento de los recursos de abastecimiento de agua condujo a
principios del siglo XVIII a la utilización de las aguas del Mapocho, lo cual queda
reflejado en las sesiones del cabildo de abril de 1704. Al respecto, el Gobernador
Manuel Amat y Juniet (1755-1761) señalaba que la ciudad de Santiago:

Es campaña abierta y llana a las orillas de la parte del sur del rio
Mapocho cuias aguas mantienen sus pilas y dan azequias para cruzar
todas las quadras de la ciudad; de manera que no ay solar por donde
no corra agua para el riego, limpia y salud de los vezinos.182

La cuenca de Santiago posee varias corrientes fluviales que convergen


hacia el río Maipo. Entre los afluentes tributarios del Maipo se tienen el río
Colorado, el Puangue, el Clarillo y el Mapocho. Este último es el de mayor
relevancia para la presente investigación, ya que es el que atraviesa la ciudad de
Santiago, que también se encuentra atravesada por los esteros Tiltil y Lampa y el
Zanjón de la Aguada (véase Mapa Nº 2).


181
Tras la avenida del Mapocho del año 1609 el Cabildo consideró las primeras inversiones en la
creación de infraestructura de envergadura para la ciudad, los primeros tajamares para contener
las aguas del río y el acueducto que traía agua limpia desde la quebrada de San Ramón.
182
Manuel Amat y Juniet, Historia geographica e hidrographica, con derrotero general correlativo al
plan de el Reyno de Chyle que remitte a nuestro catholico monarca el Sr. Dn. Carlos III (que Dios
guarde), Rey de las Españas y de las Indias, BNE, Manuscritos, Mss/13970, fj. 24

99

Mapa Nº 2. Hoya hidrográfica del río Maipo

Fuente: Sociedad Nacional de Agricultura, Chile, 1938.183

Las condiciones geográficas y climáticas de la región condujeron a que sus


pobladores generaran mecanismos para lidiar con las prolongadas sequías. Por
eso, ya desde el período agroalfarero se iniciaron las construcciones de acequias
para el riego. Para la zona donde se levantaría la ciudad de Santiago se localizaba
al momento de la conquista un sólido sistema de acequias que se nutrían de las

183
Tomado de Luis Correa Vergara, Agricultura chilena, tomo II (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1938), 114.

100
aguas del Mapocho y que serían perfeccionadas a la llegada de los españoles:
Ñuñoa (Apoquindo o Tobalaba) (véase Imagen Nº 2), que regaba los campos
ubicados en la falda noroeste del cerro San Cristóbal e irrigaba los campos de
Conchalí, también Longopilla y Peñalolén al oriente; Quilicura y Huechuraba, que
regaba al norte; y una tercera acequia, conocida como Incagorongo, que regaba la
zona que se conoce actualmente como Cerrillos, al suroeste de la ciudad, como
también hacia el sur La Cañada, las acequias de García de Cáceres y
Chuchunco, al poniente (véase Imagen Nos. 3 y 12). Fue precisamente este
sistema hidríco que se encontró la hueste conquistadora en Chile el que ayudaría
con la adaptación de las especies que venían de la metrópolis, además de las
condiciones climáticas y las corrientes de agua naturales.184


184
Juan Guillermo Muñoz, “Las frutas del conquistador. Frutales europeos en el reino de Chile
(siglo XVI),” en Frutales, cultura y sociedad. Un recorrido histórico de la fruticultura universal y los
orígenes de la fruticultura chilena hasta nuestros días, comp. Pablo Lacoste y José Antonio Yuri
(Talca: Universidad de Talca, 2015), 204.

101

Imagen Nº 2. Plano del curso y dirección de las aguas del Río Mapocho y de
las acequias de La Dehesa y Apoquindo por Antonio Martínez de Mata, 1781.

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº16185

Ya en los planos de Ovalle en 1646 y Frézier en 1712 se aprecian las


primeras acequias que salían del Mapocho a surtir la ciudad de Santiago, el riego
de los huertos y la limpieza de las calles.186 La intricada red de acequias, sin duda,
era uno de los referentes más llamativos de la ciudad. Cronistas y viajeros de los
siglos XVI y XVII incorporan las condiciones hídricas de la ciudad en sus escritos.
El paisaje hídrico urbano va de la mano del concepto de autoabastecimiento que

185
Tomado de
http://www.bncatalogo.cl/F/S1U9Q2BLM49SETPVLD4X23J22SVQPRL78PTHJNUQJ1VAJNFBK5-
17422?func=full-set-set&set_number=000859&set_entry=000001&format=999
186
Gonzalo Piwonka, Las aguas de Santiago de Chile 1541-1999. Tomo 1: los primeros doscientos
años, 1541-1741 (Santiago de Chile: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos,
1999), 87.

102
se planteaba en la ciudad y los escritos contemporáneos coinciden, igualmente, en
afirmar la existencia de huertas en las casas coloniales.

De igual manera, las fuentes, particularmente las cartográficas, y las


referencias en las actas del cabildo de Santiago permiten detectar que todas las
cuadras y casas que conformaban la ciudad de Santiago estaban atravesadas por
acequias, lo que pudiera tomarse como una señal de abundancia del recurso
hídrico; pero, no obstante, los problemas de abastecimiento y escasez del mismo
fueron una constante en aquellos parajes, 187 especialmente con los cambios
producidos en la estructura económica de la Gobernación.

En efecto, para finales del siglo XVII, el comercio chileno se desarrolló


rápidamente, en gran parte debido al auge de la exportación triguera que
pretendía satisfacer el abastecimiento de las necesidades del sector costero del
Perú. 188 En un principio, el trigo tuvo algunas cantidades considerables, por
ejemplo, para 1669 se exportaron al Callao 28000 fanegas, pero ya desde 1693
esa exportación de trigo y harinas fue permanente189. Con este nuevo incipiente
paisaje hídrico y un prometedor agroecosistema, la demanda del recurso fue en
aumento.

Este paisaje hídrico que se puede observar con claridad para el siglo XVIII
no fue solamente el resultado de la empresa colonizadora de la Corona española.
Muchas de las fundaciones de ciudades en las Indias Occidentales contaron con
el entramado hidráulico legado por las comunidades originarias localizadas en
antiguos asentamientos indígenas. Es el caso de Santiago, La Serena, Mendoza,


187
Sánchez-Rodríguez, “Agua, horticultura y urbanismo en una ciudad americana. Santiago de
Chile en la época virreinal,” 50, 52.
188
Sergio Villalobos, Historia del pueblo chileno, tomo IV (Santiago de Chile: Editorial Universitaria,
2000), 153.
189
Rolando Mellafe, “Latifundio y poder rural en Chile de los siglos XVII y XVIII,” Cuadernos de
Historia 1 (1981): 94.

103
Caracas, Cuzco y Truijillo, Oaxaca, Querétaro, Acahuato, Atapan, entre otras
ciudades.190

Las casas estaban atravesadas por una acequia “…i a mas de fertilizar los
plantíos sirve para su limpieza i la de las calles que logran el beneficio de lavarse
con frecuencia, i regarse todos los dias en verano”191 Así, las huertas, los olivares
y las viñas tenían gran presencia en aquella ciudad y sus alrededores.

Esta fertilidad, no obstante, iba de la mano con un intricado sistema de


riego, como bien lo indica José Antonio Pérez García:

Las campiñas son extendidas, y sus valles muy amenos. Vistanse de


verdes buenos pastos y flores con las aguas del invierno. Y cuando
éstas cesan, se ocurre al beneficio del riego, no sólo en las mieses y
frutales sino en los alfalfares y potreros de engorda, para que crezcan
los pastos y duren mas tiempo fescos.192

Además de las acequias, la ciudad de Santiago dependía prácticamente de


la pila que existía en la plaza. En los tiempos del gobernador Joaquín del Pino
(1799-1801), se solicitó la construcción de una pila de piedra dentro del palacio y,
al mismo tiempo, se mandó a que se sacase otra pila para la plazuela de Santa
Ana y un pilón para la casa de la Callana. El convento de Santo Domingo también
tenía una pila de la cual solicitó que se construyesen dos pilones, uno para que
abasteciera el cuartel de dragones y el otro la calle aledaña.193


190
Sánchez-Rodríguez, “Agua, horticultura y urbanismo en una ciudad americana. Santiago de
Chile en la época virreinal,” 42.
191
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X 31.
192
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo I, 15.
193
Ibídem, tomo II, 434-435.

104
Imagen Nº 3. Acequia en Renca a orillas del río Mapocho por José de
Palma, 1779

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº 177.

105
2.2.2. Tierras y espacios de trabajo agropecuario

No todas las regiones de la América hispana se insertaron positivamente en


la estrategia metalista del proceso de conquista y colonización, como los grandes
centros de Nueva España y del Alto Perú. Aquellas que no podían competir con
esa abundancia de metales preciosos rápidamente destinaron sus recursos al
sector agropecuario.

Los conquistadores del siglo XVI en la Gobernación de Chile condensaron


sus primeros esfuerzos en la explotación aurífera, concentrada en la zona central
y el sur. Los lavaderos de oro de Marga Marga, Quilacoya, Imperial, Osorno,
Villarrica, Illapel y Chopa verían su auge y decadencia194 en el mismo siglo tras el
desastre de Curalaba.

De esta manera, conforme se consolidaba el proceso de colonización en el


Reino de Chile, la estructura económica, especialmente la del Valle Central, se
decantó por la explotación de las tierras fértiles y la agricultura. Los productos
ganaderos se convirtieron para el siglo XVII en su principal sustento y dinamizó
desde muy temprano el vínculo con el virreinato peruano. Este contexto generó el
espacio para las tierras de esta región, incluidas las de la cuenca de Santiago,
eran reputadas por el buen desarrollo del sistema agrícola y especialmente por la
capacidad de adaptación de los cultivos de la metrópoli.195

De extrema fertilidad calificaron viajeros, cronistas y funcionarios


administrativos españoles la calidad del suelo y del clima chileno.196 Reiteraron en

194
Véase Álvaro Jara, Guerra y sociedad en Chile (Santiago: Editorial Universitaria, 1971), 28.
195
Benjamín Vicuña Mackenna, Historia crítica y social de la ciudad de Santiago, 1541-1868. Tomo
II, segunda edición (Santiago de Chile: Editorial Nascimiento, 1926). p. 83
196
Antes del asentamiento de Pedro de Valdivia en el valle del Mapocho el imaginario en torno a
Chile se fundamentó en una idea negativa de las condiciones naturales que dio paso a un
incipiente discurso catastrofista. La expedición emprendida por Diego de Almagro (1535-1536) se
convirtió en el aliciente de este discurso a partir de las díficiles condiciones de la travesía y en la
imposibilidad de concretar los objetivos colonizadores. Fuertes temporales, la barrera de las
nieves, la escasez de alimentos, la poca población y los conflictos con Pizarro rápidamente
trucaron aquella empresa. El cronista de Indias Gonzalo Fernandez de Oviedo y Valdes relató el
viaje de Almagro y dejó plasmadas aquellas características que les serían adjudicadas a esas
tierras: suelo infértil, sin abundancia de metales preciosos y poco poblada. Véase: Gonzalo
Fernandez de Oviedo y Valdes, Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del Mar

106
sus escritos que estas condiciones favorecían un territorio adecuado no solo para
la abundancia de productos locales, sino también para la adaptación de los frutos
que venían de la metrópoli. En este sentido, diversos cereales, legumbres,
tubérculos y hortilzas se cultivaban a lo largo de las provincias del Reino y
moldeaban el paisaje de las haciendas y las chacras. El cronista Diego de Rosales
dejó plasmado en su Historia general del Reyno de Chile. Flandes Indiano, escrita
en 1674, la variadad de productos que se encontraban en Santiago y las zonas
aledañas a la capital: desde las extendidas sementeras de trigo, maíz y cebada
hasta los frijoles, el ají, las habas, lentejas, zanahorias, berenjenas, entre otros
cultivos (véase Cuadro Nº 2)197

También las frutas de la metrópoli tuvieron gran acogida. Los historiadores


del siglo XVIII indican la existencia de una gran variedad de árboles frutales
europeos:

Y así de supuesto que tenemos ya en este reino melocotones,


duraznos, albérchigos, albaricoques, priscos, damascos pérsicos,
almendros, camuezos, manzanos, peros, granados, tunas, olivos,
membrillos, guindos, ciruelos, cerezos, higueras, nogales, y debajo de
algunos de estos nombres varias especies, y las especies medias que
resultan de la insicion, o inoculacion de unos árboles con otros: a mas
de esto las frutas ágrias, limones ordinarios y sutiles, limas, naranjas,
cidras, zamboas que son advenedizas…198

Para el siglo XVIII, en la jurisdicción de Santiago uno de los más


importantes fue el trigo, tanto por el rol que desempeñó en el aparato económico
como por su extendido consumo entre la población. Así, se consideraba que “los
trigos son de varias especies, todas selectas, los vinos mui jenerosos, las carnes

Océano, Tercera Parte, tomo IV (Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1855), 252-
289. Pero este discurso cambiaría de rumbo a partir de la exitosa empresa de Valdivia, y amén al
elogio de las buenas condiciones que ofrecía aquella tierra y la imposibilidad de explotar al máximo
sus recursos el problema se trasladó al carácter belicoso de las poblaciones indígenas. En una
carta dirigida al rey en 1568 se puede apreciar este cambio en el discurso cuando en ella se refiere
que “es muy buen reyno y de gran fertilidad y riqueza si esta guerra se acabase” Carta del doctor
Peralta a S. M, 5 de septiembre de 1568, BNBMMss, t. 84, pza. 1077, fj. 174.
197
Diego de Rosales, Historia general del Reyno de Chile. Flandes Indiano, tomo I (Valparaíso:
Imprenta del Mercurio, 1877), 385-286.
198
Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada, 36.

107
mui sabrosas, las frutas en aquel punto de sazon que las hace más suaves…”199.
En el caso del trigo, Miguel de Olivares y González observó que los terrenos
ubicados en las cercanías de Santiago eran de los más productivos y ventajosos
para su siembra y cosecha.200

El comienzo de la siembra ocurría entre abril y mayo luego de la cosecha


del maíz, y se cosechaba en enero aproximadamente, según datos aportados por
Claudio Gay.201 Los que comúnmente se cultivaban era el llamado trigo candeal
(Triticum durum) empleado principalmente para el ámbito doméstico, y el llamado
trigo blanco, que era el que se manejaba en la exportación con el Perú, aunque en
tiempos de carestía también se embarcaban de los granos duros frente a lo cual el
Cabildo de Santiago en más de una oportunidad entró en conflicto por ello. Para
los alrededores de Santiago el sistema de riego para este cultivo se empleaba
entre finales de agosto y comienzos de septiembre, y un segundo riego que se
hacía entre los últimos días de octubre y noviembre.202 Este era el principal cultivo
de las haciendas.


199
Miguel de Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido en la conquista y
pacificación del reino de Chile. Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la
historia nacional, tomo IV (Santiago de Chile: Imprenta del Ferrocaril, 1864 [1758]), 24.
200
Para finales del siglo XVIII, en la provincia se cosechaban anualmente “30,000 fanegas de trigo,
casi igual número de cebada, 5,000 de menestras, 1300 de almendras, 2,000 de nueces, 800 de
aceitunas, 50,000 arrobas de vino, i se crian ganados de todas las especies” Carvallo y
Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 30.
201
Claudio Gay, Historia física y política de Chile. Agricultura, tomo I (París: En casa del autor;
Chile: Museo de Historia Natural de Santiago, 1862), 267. Este cereal requiere una temperatura
ideal que oscile entre los 10 y los 24ºC y puede desarrollarse en zonas con una capacidad
pluviométrica entre los 300 y los 400 mm, por lo que en años secos presenta una gran resistencia,
todo dependerá de la distribución, precisamente, del agua según la etapa del ciclo vegetativo en la
que se encuentre. Estas etapas más sensible a la escasez de agua están entre la espigadura y la
floración.
202
Claudio Gay, Historia física y política de Chile. Agricultura, tomo II (París: En casa del autor;
Chile: Museo de Historia Natural de Santiago, 1865), 24-25.

108
Cuadro Nº 2 . Ciclo agrícola de algunos ultivos en el Valle Central durante la
época colonial

Cultivo Siembra Cosecha Regadío


Trigo Abril/mayo Diciembre/enero 1º Agosto/septiembre
2º Octubre/noviembre
Maíz Octubre Marzo/abril 1º con el brote de la
semilla
2º con la floración
3º si la estación es
muy seca
4º si la estación es
muy seca
Frijoles 1º fines de agosto --- ----
2º fines de octubre
Ají Octubre/noviembre Es sucesiva, Al principio es
dependiendo del continuo
tiempo de
maduración de
las vainas
Elaboración propia. Fuente: Gay, Historia física y política de Chile. Agricultura,
tomo II.

Para el caso de las chacras, se preferían las legumbres, el maíz y cultivos


menores en general. El caso del maíz la etapa de la siembra comenzaba en el
zona central para octubre y algunas de las siebras se renovaban mensualmente.
Utilizaba entre tres y cuatro riegos, los dos último en caso de temporadas muy
secas.

Para el ganado también se ofrecían ventajas. Las dehesas y las lomas


garantizaban las pasturas necesarias; se elaboró un discurso acerca de las
bondades que aportaba aquel reino para el sistema agropecuario y donde los
arrieros y labradores tenían condiciones propicias para que no necesitasen ni la
compra ni almacenaje del sustento del ganado, las caballerías y los bueyes.

109
En la abundancia de todas especies de ganados y de los individuos de
cada especie, no sé que haya rejion alguna que exceda a esta, y sé que
ella excede a la mas comun y próvida madre de todas las especies de
animales que crió la bondad de Dios para mostrar sus cariños con el
hombre en la solicitud de sus comodidades (…) Y asi ofrecen a la vista
espectáculo agradable muchas de las llanuras, bosques, vegas, montes
y colinas pobladas de rebaños de vacas, caballos, asnos, mulas,
ovejas, cabras, lechones…203

Al mismo tiempo, la ganadería coexistía con la práctica de la trashumancia


cuya base se sustenta en las diferencias entre la producción primaria
condicionada por las estaciones y la migración animal, de modo que: “… en un
tiempo pastan en el país mediterráneo, otra temporada en el marítimo, i el verano
en los Andes.”204 En algunas regiones, la productividad primaria es elevada a lo
largo del año, y puede coexistir con zonas donde la misma se encuentra
focalizada en alguna época del año, en cuyo caso la trashumancia tiene lugar para
segar el pasto. Este tipo de escenarios tiende a darse en zonas templadas con
valles, donde el frío del invierno no detiene el crecimiento vegetal y las montañas
se cubren de nieve. En otros casos, dicha productividad se puede localizar en
invierno o en verano. En los sistemas mediterráneos, especialmente por su
variabilidad climática y la intensa sequía estival, la trashumancia es una práctica
común e importante. 205 En los potreros ubicados en la cordillera se mantenía
también el alimento para vacunos, caballos y mulas en la época de verano. Esta
actividad suponía, al mismo tiempo, el problema del robo de ganado que en
muchos casos se achacaban a los puelches y pehuenches.206

Pero, también, es necesario señalar, como apunta Rolando Mellafe, que


con la aparición de extensas áreas de trigales, chacras y viñas en las zonas
aledañas a Santiago, los caminos destinados al ganado trashumante se
interrumpieron y por ello se acortó su espacio de circulación. Esta situación


203
Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada, 25-26.
204
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 8.
205
David Grigg, The agricultural systems of the world. An evolutionary approach (Cambridge:
Cambridge University Press, 1974), 124-125.
206
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo I, 15.

110
impuso mayor cuidado del ganado, de los límites de las haciendas y una mayor
importancia al sistema de pastoreo.207

En efecto, además de las huertas urbanas y el complejo de red hídrica, ya


desde muy temprano en el siglo XVII, se reconoce el paisaje agrícola que definía a
la Gobernación de Chile. Luis Tribaldos de Toledo (1558-1636), el cronista mayor
de Indias, señala en 1625 que el contorno de la ciudad materializaba “mui gruesas
haciendas de campo”, que elaboraban gran cantidad de pan y de vino, pero para
ese momento mayormente destinadas a la cría de ganado con el interés de la
explotación del sebo para cordobanes y cueros curtidos.208

Vicente Carvallo y Goyeneche, para finales del siglo XVIII, contabiliza la


cantidad de “12 quintas, 121 chacras i 37 estancias” en la provincia de
Santiago. 209 El geógrafo y botánico Thaddaeus Peregrinus Haenke -durante su
viaje en Chile entre 1789 y 1794- se percató rápidamente del valor de las grandes
unidades de producción y de la tensión con el resto de la población. Para el
partido de Santiago, con una población de 35 mil habitantes, según los datos que
aporta, y una extensión de 280 leguas cuadradas, “pertenece en propiedad a solo
172 individuos.”210 Esto se traduciría en la ciudad de Santiago en una constante
lucha entre los hacendados de “arriba” y los de “abajo” por el repartimiento
equitativo del agua (véanse Imágenes Nos. 4 y 5).


207
Rolando Mellafe, Historia social de Chile y América (Santiago de Chile: Editorial Universitaria,
1986), 273.
208
Tribaldos de Toledo, Historia general de las continuadas guerras i difícil conquista del gran reino
i provincias de chile, 109.
209
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 30.
210
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 194.

111
Imagen Nº 4. Plano general de la hacienda de Vitacura por Antonio Lozada, 1785.

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº 110.

Estas unidades de producción en pequeña y gran escala, destinadas a los


circuitos económicos o bien al ámbito doméstico, requerían del agua para la
mantención de los diversos cultivos, en algunos casos muchos más que otros, y
se convirtieron en espacios que aumentaron la demanda sobre ese recurso, lo que
terminó generando un desafse con la disponibilidad del mismo.

Con el auge triguero desde finales del siglo XVII, el aumento de la población
y la consolidación de una élite mercantil, se produjo un aliciente igualmente para la
producción social de riesgos. De manera que coincidimos con Ulrich Beck cuando
señala que la producción de riqueza va de la mano de la producción de riesgos,211
y si bien el autor lo plantea para el caso de la modernidad, estamos de acuerdo
con Rogelio Altez, al asumirlo igualmente como el resultado fallido de la estrategia
metalista en algunos territorios.


211
Altez, “Historia de la vulnerabilidad en las regiones hoy venezolanas,” 49.

112
Para el caso particular de Santiago, ese vínculo se traduciría en la paulatina
transformación del agua como recurso disputado, cuya máxima expresión se
condensa a lo largo del siglo XVIII en la consolidación de la escasez hídrica como
una amenaza antrópica. Las luchas y las transgresiones por este recurso fueron
dos de los indicadores de este proceso durante el siglo XVIII, a raíz de la
hegemonía sobre el acceso a las redes de conducción para el regadío,
principalmente. Una situación que se incrementaba durante aquellos períodos en
que no contaron con el beneficio de las lluvias regulares del invierno y que se
traspasó, en algunos casos, al abastecimiento urbano.

Imagen Nº 5. Acequia de Quilicura y terreno de la chácara del Dr. Dn. José de


Ureta por Vicente Marcelino de la Peña, 1768.

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº136

113
2.3. SANTIAGO, UNA REGIÓN AMENAZADA

2.3.1. Espacios de adaptación en el Santiago del siglo XVIII

Además de identificar las categorías y los conceptos pertinentes para el


estudio de las sequías coloniales en Santiago, identificamos los espacios de
adaptación durante el siglo XVIII.

El concepto de espacio tiene un carácter polisémico. Sin adentrarnos en las


distintas discusiones en torno a sus implicaciones y definiciones, el espacio
supone, de acuerdo con lo planteado por Ramírez Velázquez y López Levi 212 ,
relaciones de coexistencia que posibilitan, al mismo tiempo, la construcción y
transformación de la realidad, lo que en el caso específico de la geografía se
evidencia en las áreas de influencia, dominio, resistencia y posición en términos
dicotómicos (norte-sur, centro-periferia, cerca-lejos). De manera que la
espacialidad puede ser comprendida desde la materialidad y desde lo
imaginario,213 pues las estructuras cognitivas de los sujetos sociales se construyen
al tomar como punto de referencia las estructuras del espacio geográfico.214

En este sentido, los espacios de adaptación son aquellos que, definidos por
una localización específica, materializan objetos, fenómenos y procesos de la vida
cotidiana en relaciones de coexistencia antagónicas, dirigidas a la convivencia con
las amenazas socionaturales que condicionan los ecosistemas que los definen.
Para la ciudad de Santiago y sus áreas de influencia durante el siglo XVIII hemos
identificado cuatro de estos espacios: periféricos, políticos, económicos y
simbólicos.


212
Blanca Rebeca Ramírez Velázquez y Liliana López Levi, Espacio, paisaje, región, territorio y
lugar: la diversidad en el pensamiento contemporáneo (México: UNAM, Instituto de Geografía,
2015), 18.
213
Antoine S. Bailly, “Lo imaginario espacial y la geografía. En defensa de la geografía de las
representaciones,” Anales de Geografía de la Universidad Complutense 9 (1989): 36-54.
214
Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías de un territorio de frontera: La Chimba,
Santiago de Chile. Siglo XVII-XX,” Revista de Geografía Norte Grande 56 (2013): 76.

114
Los espacios periféricos tienen su génesis en la relación dicotómica de la
construcción territorial y política de la ciudad de Santiago. En este sentido, el
trazado en forma de damero que caracterizó la urbanización en tiempos de Carlos
I de las ciudades del Nuevo Mundo se convertiría con el tiempo en un espacio
moldeable ya que en su dinámica produjo distintas formas de habitabilidad
marginales –en términos de Díaz Plá215– que generaron espacios disgregados y
periféricos. Así, tenemos la zona de La Chimba como indicador de este tipo de
espacio de adaptabilidad.

Las ciudades de Valdivia, la Imperial, Cañete, Arauco, Osorno, Villarrica y


Angol fueron destruidas por las comunidades indígenas araucano-mapuches en el
año 1598. Tras el desastre de Curalaba, y del intento fallido de la colonización
hispana al sur del río Biobío, la ciudad de Santiago se vio favorecida
demográficamente con el desplazamiento de varios de los vecinos de aquellas
ciudades. Este proceso migratorio impulsó la extensión de estos asentamientos
hacia la ribera norte del río Mapocho dando origen a un incipiente proceso de
urbanización (disgregado e irregular según la lógica de la territorialidad de la
Corona y sus instituciones) de La Chimba, 216 que otrora se caracterizaba por
espacios agrícolas, y se ubicaba “…entre las aguas del río Mapocho hasta el cerro
Blanco, y entre el cerro San Cristóbal y el antiguo ramal del río La Cañadilla, de
este a oeste”.217 Pero ya desde la década de 1560, según advierte el historiador
Jaime Valenzuela, comenzó un incipiente poblamiento de este sector a raíz del
asentamiento de los yanaconas andinos.218

La consolidación urbana de este espacio es un proceso que se produce


durante el siglo XIX; el crecimiento poblacional fue lento y gradual durante la


215
Rodrigo Díaz Plá, “Imaginario social de la cartografía histórica del barrio de La Chimba. Poder,
significación y simbolismo,” Revista Chilena de Antropología Visual 19 (2012): 4
216
Ibídem, 5. El nombre de La Chimba es de origen quechua que significa “de la otra banda del
río”.
217
Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías de un territorio de frontera: La Chimba,
Santiago de Chile. Siglo XVII – XX,” Revista de Geografía Norte Grande 56 (2013): 80.
218
Jaime Valenzuela, “Devociones de inmigrantes. Indígenas andinos y plurietnicidad urbana en la
conformación de cofradías coloniales (Santiago de Chile, siglo XVII),” Historia 43 (2010): 204.

115
época colonial, caracterizado inicialmente por las extensiones de tierras y chacras
cultivadas y una población que resultaba intermitente. Este escenario generaba
serias dificultades para la urbanización según la lógica monárquica y el control de
la otrora puerta de entrada y salida hacia el norte del Reino. 219 Desde los
comienzos de la conquista española este espacio se definiría por alteridad con
respecto a la ciudad de Santiago y asumiría desde entonces un papel de
proveedor y de tránsito.220

En efecto, para 1541 Pedro de Valdivia desplazó sus tropas hacia el sur del
río Mapocho, dando origen a la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura,221
una de las periferias de Santiago, esas que se conformaron con la ocupación de
los extramuros. En un principio, este sector estuvo habitado por indígenas de
varias etnias, principalmente por los yanaconas, que servían a los conquistadores;
estas zonas de cultivo, que luego se transformarían en solares, viñas y quintas,
dieron paso a finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII a olas migratorias
procedentes de la frontera sur, debido a la guerra. Por lo que, con el correr del
proceso de colonización se convirtió en un área con gran población mestiza y
españoles empobrecidos. 222 Esta confluencia de distintos grupos sociales la
convertiría entonces en un territorio de frontera.223


219
Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías de un territorio de frontera: La Chimba,
Santiago de Chile. Siglo XVII – XX,” Revista de Geografía Norte Grande 56 (2013): 81.
220
Cf. Paulo Álvarez. “La Chimba del Valle del Mapocho: historia de una alteridad en construcción
(siglos XVI-XIX).” Espacios Rev. Geogr. 1 (2011):
221
Rodrigo Díaz Plá, “Imaginario social de la cartografía histórica del barrio de La Chimba. Poder,
significación y simbolismo,” Revista Chilena de Antropología Visual 19 (2012): 4.
222
Cf. Paulo Álvarez, “La Chimba del Valle del Mapocho: historia de una alteridad en construcción
(siglos XVI-XIX),” Revista de Geografía Espacios 1 (2011): 25.
223
La idea de la Chimba como territorio de frontera por la confluencia de una población inmigrante
socioculturalmente diversas es planteada por Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías
de un territorio de frontera: La Chimba, Santiago de Chile. Siglo XVII – XX,” Revista de Geografía
Norte Grande 56 (2013): 76. Los autores lo hacen para referirse al proceso de consolidación que
atisban a raíz de los censos de 1992 y 2002. En esta investigación también se considera a La
Chimba como un territorio de Frontera no solo por aglomerar igualmente una población
socialmente diversa que se distanciaban del centro de poder, sino también porque otro de los
medios de conformar fronteras durante la época colonial fue en términos de construcción de
paisajes, no urbanizados. El territorio de frontera, de acuerdo con los citados autores, son aquellos
lugares que posibilitan la conformación de límites y diferencias
a partir de sus prácticas y representaciones (ibíd., 78).

116
Sin duda estos espacios periféricos se convirtieron en la columna vertebral
de la ciudad de Santiago, especialmente durante el primer siglo y medio de la
conquista y colonización. El cronista mestizo Felipe Huamán Poma de Ayala es un
claro exponente de la incipiente construcción de este imaginario en torno a
Santiago. En su obra, El primer nueva corónica i buen gobierno, 224 realizó un
grabado para representar la capital de Chile, que nunca visitó, pero que buscó
identificar a partir de las ideas que circulaban sobre ella en los albores del siglo
XVII: un emplazamiento fuertemente resguardado por una muralla y con una vida
cotidiana que transcurría entre militares y sacerdotes, como un claro exponente
del intenso conflicto con las comunidades indígenas. Esta imagen de Santiago
también nos permite advertir la representación inhóspita de los extramuros. Estas
áreas si bien no tendrían el empuje que a la vuelta de un siglo cobrarían con toda
la circulación y presión que se ejercía en torno a la ciudad de Santiago, para
principios del siglo XVII eran un espacio disgregado, sí, pero habitado (véase
Imagen Nº 6).


224
Redactada a principios del siglo XVII entre 1612 y 1615 o 1616, fue publicado por primera vez
en 1912 por el Institut Éthnologique de París. El manuscrito se puede localizar en El sitio de
Guaman Poma, un centro digital de investigación de la Biblioteca Real de Dinamarca. Disponible
en: http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/titlepage/es/text/?open=idp23904

117

Imagen Nº 6. Dibujo de la ciudad de Santiago de Chile por Felipe


Huamán Poma de Ayala.

Fuente: Felipe Huamán Poma de Ayala, El primer nueva corónica i


buen gobierno, p. 1065 [1075] (Biblioteca Real de Dinamarca,
GkS 2232 4to.) Disponible en:
http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/1075/es/text/?open=idp6079

118
84

En la obra Historica relacion del Reyno de Chile y de las missiones y


ministerios que exercita en el la Compañia de Jesus, del sacerdote jesuita Alonso
de Ovalle, y publicada a mediados del siglo XVII, 225 (véase Imagen Nº7) La
Chimba fue representada en el plano de Santiago como un espacio urbanizado
extensivo del damero principal de la ciudad,226 formando parte de ella, según el
imaginario de Ovalle; de acuerdo con Armando de Ramón, esto era una estrategia
227
para mantener la calma en tiempos convulsos. Para su momento, la
representación extensiva del sentido organizado de la traza original de la ciudad
de Santiago muestra que se buscó reformular el carácter inhóspito del espacio de
La Chimba.228


225
Ovalle, Historica relacion del Reyno de Chile, 170-171.
226
Rodrigo Díaz Plá, “Imaginario social de la cartografía histórica del barrio de La Chimba. Poder,
significación y simbolismo,” Revista Chilena de Antropología Visual 19 (2012): 9.
227
Armando de Ramón. Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana (Mapfre: Madrid,
1992): 42.
228
El trazado de damero, tributario de la Antigüedad Clásica, cobra impulso en la conformación de
las ciudades hispanoamericanas con las Ordenanzas de Felipe II promulgadas el 13 de julio 1573.
Ya con el proyecto urbano de Alonso Bravo para 1521 en la otrora ciudad de Tenochtitlan se
aprecia la regularidad del trazado de las ciudades y con la fundación de Lima en 1535 se impulsó
el modelo en cuadrícula, uno de los que contó con mayor acogida en el mundo colonial. Sobre el
tema pueden consultarse el trabajo de Alan Durston, “Un régimen urbanístico en la América
hispana colonial: el trazado en damero durante los siglos XVI y XVII,” Historia 28 (Santiago, 1994):
59-115.

119
Imagen Nº7. Planta de la ciudad de Santiago de Alonso de Ovalle

Fuente: Alonso de Ovalle, Historica relacion del Reyno de Chile y de las


missiones y ministerios que exercita en el la Compañia de Jesus (Roma:

120
Francisco Caballo, 1646), 170-171.

Con el plano de Amadée Francois Frezier (1682-1773)229 si bien La Chimba


es representada como una extensión de Santiago, no aparece a partir de la traza
completa del damero, sino como una puerta de penetración hacia el sur230 (véase
Imagen Nº 8).

Imagen Nº8. “Plan de la ville de Santiago capitale du Royaume de Chili scituée


par 33d. 40'de lati.de australe a 28 lieues du port de Valparaisso dans la Mer du
Sud” del francés Amédée Frezier


229
Fue un ingeniero militar francés que se embarcó a las Indias Occidentales para estudiar las
defensas militares de Chile y Perú. Desembarcó en Concepción en 1712 y el año siguiente se
encontraba visitando las regiones del Norte para luego llegar a Perú. Estuvo en estas regiones
hasta 1714.
230
Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías de un territorio de frontera: La Chimba,
Santiago de Chile. Siglo XVII – XX,” Revista de Geografía Norte Grande 56 (2013): 87.

121
Fuente: Amédée Frezier Relation du voyage de la mer du sud aux côtes du Chily et du
Perou, fait pendant les années 1712, 1713 & 1714 (París: Jean-Geoffrey Nyon, Quat de
Conti, au coin de la rue Guenegaud, au Nom de Jesus-Etienne Ganeau, rue Saint
Jacques, aux Armes de Dombes, vis-á-vis la Fontaine de S. Severin-Jacque Quillau,
Imprimeur-Juré-Libraire, rue Galande, aux Armes de l’Université, 1716), 88-89. La imagen
la tomamos de https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b8596605s/f1.item.r=Frezier

El Mapocho se convertiría en la frontera física y simbólica de los espacios


de sociabilidad y de adaptación. La Chimba, por ejemplo, se ubicaba entre lo
profano y lo sagrado con las fiestas y la fuerte presencia de instituciones religiosas
(Dominicos, Franciscanos, Jesuitas), lo que muestra la vida social que se
movilizaba entre legitimidades y transgresiones. La consolidación de la ciudad de
Santiago en la ribera sur del Mapocho, definiría la otra orilla, La Chimba, como los
extramuros de la ciudad, ese espacio en relación con el centro de poder de
Santiago, abastecedor de recursos básicos de subsistencia de la ciudad y sus
vecinos. Este proceso sería paulatino y gradual y tendría sus inicios durante el
proceso de conquista en el siglo XVI.

El centro de poder de Santiago, lugar donde concurría la institucionalidad


del Reino de Chile, se convirtió en un espacio de adaptación política en el
momento en que cobra un papel estratégico como concentrador de legitimidad y
decisiones de la política imperial desde el siglo XVII y específicamente de la
regional para el siglo XVIII. Se convirtió, por antonomasia, en el lugar donde
concurrían la producción y reproducción de estrategias y su existencia era el
resultado de la relación en tensión con aquellos periféricos.

En este espacio, la voz más relevante dentro de la estructura de poder


monárquica y local correspondía al Cabildo.231 Este garantizaba la resolución de

231
La historiografía sobre los cabildos y el gobierno local es abundante. Por un lado, muchos
estudios sobre el cabildo como institución indiana se enfocan en suorganización general (cargos,
elecciones, infraestructuras, recursos) y sus principales atribuciones (la traza de la ciudad, la
liturgia, las ordenanzas y tasación de los mantenimientos, la policía urbana, son alguna de ellas).
Muchas de estas investigaciones fueron producidas desde la primera mitad del siglo XX hasta la
década de los setenta. Algunos trabajos recientes se han dedicado el tema del cabildo enfatizando
algunos aspectos más que otros, pero también desde un panorama hispanoamericano. Véase:

122
los problemas públicos que desestabilizaban el orden de la sociedad. Sin
embargo, paulatinamente el poder de resolución y control de los cabildos
hispanoamericanos dentro de la política imperial fue disminuyendo y con las
reformas borbónicas dicho poder se disgregó. Aún así, y especialmente con las
amenazas de impacto lento, las sequías y los problemas asociados a las mismas,
como, por ejemplo, el abastecimiento de agua para la ciudad y los regadíos, estas
instituciones se mantuvieron como parte de las discusiones de esta institución.

Desde la instauración de los cabildos en la América hispana, éstos se


convirtieron en el medio que mejor representaba los intereses de los colonizadores
y sus descendientes, dominados por los grupos encomenderos o beneméritos; ya
luego, a partir del siglo XVII también representaron los intereses de los nuevos
grupos con gran poder económico que podían participar en la compraventa pública


Constantino Bayle, Los cabildos seculares en la América española (Madrid, 1952); Demetrio
Ramos, “Los cabildos señoriales de la época de Diego Colón”, Revista de Historia del Derecho 5
(1977): 217-44. También existe un buen cúmulo de estudios que han optado por vislumbrar las
particularidades de los gobiernos locales para la época colonial. Por un lado, aquellos trabajos con
un enfoque panorámico y, por otro lado, otros que dan importancia a determinados aspectos: el
jurídico, el socioeconómico, conformación de redes de poder y vinculación familiar. Véase: Moore,
John Preston: The Cabildo in Perú under the Hapsburgs, Durham, N.C., 1954; Zorraquín Becú,
Ricardo: “Los cabildos argentinos”, Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales XI, no.
47 (1956): 95-156; Rosa M. Zuluaga, El Cabildo de la ciudad de Mendoza. Su primer medio siglo
de existencia (Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo, 1964); Arcaya U., Pedro M. El cabildo en
Caracas (Caracas: Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1965); Guadalupe Nava Otero,
Cabildos y ayuntamientos de la Nueva España en 1808 (México: Secretaría de Educación
Pública,1973); Hildegard Krüger, “Función y estructura social del cabildo colonial de Asunción,”
Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas 18 (1981): 31-44;
Juan José Arteaga Zumorán y otros, Estudios sobre el cabildo de Santiago del Estero, siglo XVIII
(Montevideo: Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras, 1982); María Andrea Nicoletti, “El Cabildo de
Buenos Aires: las bases para la confrontación de una mentalidad”, Revista V Centenario, no. 13,
(1987): 97-127; María Luisa Pazos Pazos, El ayuntamiento de la ciudad de México en el siglo XVII:
continuidad institucional y cambio social (Sevilla: Diputación de Sevilla, 1999); Virgilio Muñoz y
Mario Ruiz-Massieu, Elementos jurídico-históricos del municipio en México (México: UNAM, 1979);
José F. De la Peña y María Teresa López Díaz, “Comercio y poder. Los mercaderes y el cabildo de
Guatemala, 1592-1623”, Historia Mexicana XXX, no. 4 (198): 469-505; Adolfo González Rodríguez,
“El cabildo de Córdoba durante el siglo XVI: encomenderos, propietarios de tierras, tratantes de
negros y comerciantes. Análisis de un grupo de poder”, Estudios de Historia Social y Económica de
América, no. 3-4, Alcalá de Henares, 1987-1988, pp. 29-45; Ana Isabel Martínez Ortega, Estructura
y configuración socioeconómica de los cabildos de Yucatán en el siglo XVIII, Sevilla, 1993; Reinard
Liehr, “Ayuntamiento y oligarquía de la ciudad de Puebla a fines de la colonia (1787-1810)”,
Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, no. 7 (1970): 417-
426; Stephen Webre: “El cabildo de Santiago de Guatemala en el siglo XVII: ¿una oligarquía criolla
cerrada y hereditaria?, Mesoamérica 2 (1981): 1-19.

123
de los oficios capitulares, algunos en ascenso como estancieros, hacendados
mercaderes y mineros; más que un proceso de desplazamiento y sustitución, se
dio un proceso de integración de grupos que detentaban la riqueza necesaria para
adquirir estos oficios dentro de los grupos dominante, como sucedió en Chile.232

Junto con los cabildos, la Real Audiencia -baluarte de los intereses


imperiales- también se convirtió, aunque en menor medida que el cabildo para el
caso de Santiago de Chile, en un ente de circulación y gestión del impacto y
efectos de las amenazas socionaturales en el orden de las hidrometeorológicas.
Así, las distintas voces que le dan cabida al espacio de adaptación político, desde
los cabildos civiles y eclesiásticos hasta la Real Audiencia y el gobernador,
permiten configurar, sin duda, las estrategias que se producían y reproducían en
los espacios legítimos de poder.

Los espacios de adaptación económica, por su parte, están constituidos por


los actores sociales que detentan el poder económico de la región: mercaderes,
comerciantes, hacendados. Muchos de ellos, además, también están vinculados


232
Para el caso de Chile, una de las obras de referencia y de carácter general es la de Julio
Alemparte Robles publicada en 1940, en cuya estructura, no obstante, dedica escasas líneas a la
problemática de la atención del gobierno municipal con respecto a la presencia de amenazas
naturales. Otras publicaciones sobre la institución del cabildo, pero para el caso del de la Serena y
de Concepción fueron las de Domingo Amunátegui Solar, publicadas en 1928 y 1930,
respectivamente. La historiografía del siglo XIX también le dedicó espacios al tema. Miguel Luis
Amunátegui publicó en 1890 su obra sobre el cabildo de Santiago en las etapas iniciales, también
con un carácter general. Para la segunda mitad del siglo XX, se publicaron varios aportes sobre el
tema enfocados principalmente en el aspecto jurídico y el derecho de aguas. Della M. Flusche, por
su parte, publicó una investigación sobre la salud pública y el cabildo de Santiago durante el siglo
XVII, y una de los temas abordados tiene que ver con la atención de dicha institución a la
problemática de amenazas naturales como las epidemias. Véanse: Miguel Luis Amunátegui, El
cabildo de Santiago. Desde 1573 hasta 1581, vol. I, 2 vols. (Santiago de Chile: Imprenta Nacional,
1890). Domingo Amunátegui Solar, El cabildo de la Serena (1678-1800) (Santiago de Chile: Soc.
Imprenta y Lit. «Universo», 1928); Domingo Amunátegui Solar, El cabildo de Concepción (1782-
1818) (Santiago de Chile: Establecimientos Gráficos «Balcells & Co.», 1930). Julio Alemparte
Robles, «El cabildo en Chile colonial: orígenes municipales de las repúblicas hispanoamericanas»
(Ediciones de la Universidad de Chile, 1940). Della M. Flusche, “The Cabildo and Public Health in
Seventeenth Century Santiago Chile”, The Americas 29, 2 (1972): 173-190. Antonio Dougnac
Rodríguez, «El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de chile en los siglos VII y XVIII»,
o
Revista Chilena de Historia del Derecho 0, n. 11 (1985): 277-313, doi:10.5354/0719-
5451.1985.25020.

124
con las esferas del control político, por lo cual se tejer redes que producen
estrategias acordes con los intereses comunes.

Y, por último, los espacios de adaptación simbólicos son aquellos que


generan mecanismos vinculados con factores de identificación comunes para
hacer frente a diversos escenarios. Para el caso de las amenazas naturales estos
factores se correspondían con la lógica católica de entender y organizar la
sociedad. Estaban representados por la Iglesia Católica y por legitimados por las
autoridades locales, el cabildo de la ciudad de Santiago con la promoción de las
rogativas y las procesiones, con el fin de pedir a la divina providencia ayuda para
contrarrestar los efectos de las sequías. Fueron muy comunes las solicitudes de
este tipo de ceremonias a lo largo del siglo XVIII.

2.3.2. Escenarios de riesgos y amenazas

A diferencia de otros territorios de la América hispana, la amenaza de


ataques de piratas y corsarios en las regiones de la Capitanía General de Chile no
tuvo mayor influencia en las preocupaciones imperiales, 233 lo cual se traduce,


233
Ciertamente, y a diferencia de muchas regiones en el Caribe, por ejemplo, el Pacífico Sur no fue
el escenario preferido de ataque de las potencias enemigas a la Corona española. La travesía del
viaje (atravesar el Atlántico, pasar a través del Estrecho de Magallanes y acceder al Pacífico) no
resultaba una empresa ni sencilla ni cercana. Esto no significa que la política imperial se
desentendería por completo de dicha preocupación, especialmente porque la zona sur dominada
por los araucanos resultaba un vacío ocupacional de los hispanos. Por ejemplo, la ciudad de
Valdivia, desocupada tras el Desastre de Curalaba en 1598, fue ocupada por holandeses para
1643. Dicha empresa comenzó de la mano de la expedición de Hendrick Brouwer sin tener éxito
tras su muerte en Chiloé; sin embargo, su sucesor Elías Herckmans llegaría a Valdivia el 24 de
agosto de ese año con un grupo de chilotes aliados, aun así no tuvieron éxito y ya el 15 de octubre
decidieron marcharse. Tras estos episodios, el marqués de Mancera, virrey del Perú Pedro Álvarez
de Toledo y Leiva, ordenó que se ejecutara un sistema de fortificaciones que permitiese, como fin
último, la defensa de aquella gobernación de Chile, y para 1645 se fundaron los fuertes de Corral,
Niebla y Mancera y en 1658 arrancaría el de Amargos. Los ingleses también se unirían a estas
tentativas de ocupación de aquellos espacios que otrora se encontraban habitados por
comunidades indígenas no sujetas al dominio imperial español. Véase: H. Stewart, Del Mar del
Norte al Mar del Sur. Navegantes británicos y holandeses en el Pacífico suroriental, 1570- 1807
(Valparaíso: Universidad de Playa Ancha, 2000); Gabriel Guarda, “La ocupación Holandesa de
Valdivia (1643),” Boletín de la Academia Chilena de la Historia 64, 107 (1997): 69-82; I. Vázquez
de Acuña, Las incursiones corsarias holandesas en Chiloé: Simón de Cordes (1600) y Enrique
Brouwer (1643) (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1992).

125
entre otras cosas, en los pocos recursos defensivos. Como bien lo señala Álvaro
Jara, 234 el valor de aquellas regiones periféricas radicaba en su posición
estratégica para la navegación a través del Cabo de Hornos, más que económica,
aunque interesan como proveedores de trigo de Perú en el siglo XVIII.

Sin embargo, los territorios que comprendían el Reino de Chile, al igual que
en el resto de Hispanoamérica, quizás con mayor ímpetu, desde el inicio de la
conquista fueron escenarios de cruentas confrontaciones entre los pueblos nativos
y los españoles y rápidamente los ataques indígenas se convirtieron en serias
amenazas para la empresa colonizadora.

El 11 de septiembre de 1541, recién fundada Santiago, la ciudad fue


destruida por el cacique Michimalongo. Pedro de Valdivia en carta dirigida a
Carlos I en septiembre de 1545 dio cuenta del ataque, del incendio de la ciudad y
de las pocas provisiones que les quedaron: “no quedamos sino con los andrajos
que teníamos para la guerra y con las armas que a cuestas traíamos, y dos
porquezuelas y un cochinillo y una polla y un pollo y, hasta dos almuerzas de
trigo”.235 Como en esta ocasión, fueron recurrentes los ataques a lo largo de lo que
se consolidarían los territorios de la Gobernación y Capitanía General de Chile.

Este contexto de constantes enfrentamientos entre españoles e indígenas


dio paso a la configuración, a finales del siglo XVI, de una serie de pactos entre los
representantes de la Monarquía y los líderes de las comunidades araucanas.
Estos acuerdos se convirtieron en una institución de negociación236 consolidada a


234
Álvaro Jara, El imperio español en América (1700-1820). Una historia económica (Santiago de
Chile: Editorial Sudamericana, 2011), 199.
235
Pedro de Valdivia, Carta al Emperador Carlos V, La Serena, 4 de Septiembre de 1545.
Publicada en Claudio Gay, Historia física y política de Chile. Tomo I: Documentos sobre la historia,
la estadística y la geografía (París: En casa del autor; Chile: Museo de Historia Natural de
Santiago, 1846), 53.
236
Cf. José Manuel Zavala Cepeda, Introducción a Los parlamentos hispano-mapuches, 1593-
1803: textos fundamentales, ed. José Manuel Zavala Cepeda (Temuco: Ediciones Universidad
Católica de Temuco, 2015), 18.

126
partir de la primera mitad del siglo XVII que jugaría un rol importante en la
circulación y dinamismo del área fronteriza hispano-araucana.237

Esta institución cobró gran importancia en el marco de la política imperial


para la resolución de los conflictos fronterizos. De esa manera, muchos de los
conflictos con las comunidades indígenas a lo largo del siglo XVIII dieron paso a la
celebración de acuerdos entre las partes. Pero, a pesar de ello, la amenaza para
el sistema monárquico siempre estaba latente, como queda reflejado en el acta de
la Junta de Guerra de fecha 29 de enero de 1726 que preparaba las condiciones
para la celebración del Parlamento de Negrete de ese mismo año.238

El Parlamento de Negrete de 1726 se celebró a raíz del enfrentamiento


ocurrido en 1723, con la llamada rebelión general indígena. 239 Rápidamente se
convirtió en uno de los más significativos del siglo XVIII y fue visto como una
amenaza para Santiago y sus alrededores, como se puede apreciar tras el juicio
que llevó a cabo el alcalde de primer voto de de la ciudad, Pedro Gallardo
Lísperguer, contra más de 120 indios de la Araucanía que vivían en los partidos
aledaños a la capital del Reino (Santiago, Melipilla y Colchagua).240


237
El Parlamento de Quillín que tuvo lugar en 1641 se convirtió en un hito en las condiciones de
diálogo transfronterizo y es considerado por la historiografía como aquel espacio de debate que
permitió establecer dicha frontera dinámica que contuvo los conflictos y generó espacios de paz en
la región (véase Jorge Pinto Rodríguez, Presentación a Los parlamentos hispano-mapuches, 1593-
1803: textos fundamentales, ed. José Manuel Zavala Cepeda (Temuco: Ediciones Universidad
Católica de Temuco, 2015), 15.
238
“…y que sin embargo que aviendo tocado los yndios los males mantubieronse muchos años en
paz pero no tan segura que no hayan havido algunas alterasiones en todos tiempos necesitando a
los señores Governadores [mis] antesesores a tomar las armas para castigo de las reveliones e
insultos que han cometido…” Junta de Guerra para Conferir sobre los 12 Capítulos Insertos Sobre
el Parlamento General con los Casiques en 29 de Henero de 1726, ANHCh, FV, vol. 251, fs. 174-
193. La versión que aquí se presenta es la reproducida en Los parlamentos hispano-mapuches,
1593-1803: textos fundamentales, ed. José Manuel Zavala Cepeda (Temuco: Ediciones
Universidad Católica de Temuco, 2015), 220.
239
Tuvo lugar en marzo de ese año tras la muerte de dos capitanes de amigo y el abandono de la
Araucanía por parte de los hispanocriollos, seguido del sitio al fuerte de Purén y alzamiento
general. Hugo Contreras Cruces, “Aucas en la ciudad de Santiago. La rebelión mapuche de 1723 y
el miedo al «otro» en Chile central,” Anuario de Estudios Americanos 70 (2013): 67.
240
Hugo Contreras Cruces, “Aucas en la ciudad de Santiago. La rebelión mapuche de 1723 y el
miedo al «otro» en Chile central,” Anuario de Estudios Americanos 70 (2013): 68, 82.

127
Así, muchos de los ataques si bien no se desarrollaron en la ciudad de
Santiago, tuvieron influencia en ella. Por un lado, en la configuración del mismo
centro urbano y, por otro lado, en la disposición de recursos y movilización
humana siendo ya la capital del reino.

Uno de los más conocidos en la historiografía y que tendría gran


repercusión en la configuración espacial en la Gobernación de Chile, que como se
ha indicado, fue el desastre de Curalaba, el 23 de diciembre de 1598, ocurrido -de
acuerdo con la historiografía contemporánea- en el período más álgido del
conflicto con las araucanos, que va desde 1550 hasta 1656.241 Como se señaló
anteriormente, la importancia de este evento para Santiago radica en el
desplazamiento de la población hacia la ciudad tras el levantamiento indígena en
la región y la destrucción de las ciudades del sur.

Pero además de los ataques indígenas a la ciudad de Santiago y sus


alrededores, que tenía que ver más con una memoria del miedo242 que con actos
comprobados y recurrentes, los incendios también formaron parte de las
amenazas antrópicas con las cuales convivió la Capitanía General de Chile, y
también lo hizo así la capital de aquella región.

Para el caso de Santiago, los incendios durante el período colonial


pudiesen advertirse como una amenaza poco recurrente, entre otras cosas, por la
falta de mayores registros al respecto. Sin embargo, no solo los materiales
constructivos y las condiciones climáticas dan cuenta de ellos, algunos indicios en
la documentación sobre la escasez de agua permiten asumir que los incendios en
realidad resultaron amenazas cotidianas.


241
De las fuentes contemporáneas a los hechos se tiene el apartado que le dedica el capitán
Alonso González de Nájera (1556-1614) en su obra Desengaño y reparo de la Guerra del Reino de
Chile (Santiago de Chile: Imprenta Ercilla, 1889). Esta obra fue terminada para 1614 pero saldría
publicada de manera póstuma más de dos siglos después. González de Nájera, según refiere José
Toribio Medina en el estudio introductorio a la edición acá referida, salió para Chile desde Lisboa
en el año de 1600, regresándose a Madrid para 1607.
242
Hugo Contreras Cruces, “Aucas en la ciudad de Santiago. La rebelión mapuche de 1723 y el
miedo al «otro» en Chile central,” Anuario de Estudios Americanos 70 (2013): 67-98.

128
Durante el siglo XVIII, se registraron dos incendios de gran magnitud en
Santiago. Uno de ellos, el de la Catedral, ocurrió el 22 de diciembre de 1769; y el
segundo, en la fábrica de pólvora, el 16 de diciembre de 1791.

La ocupación y conquista de las Indias Occidentales no solo fue el germen


de amenazas antrópicas. Como parte de dicho proceso, la búsqueda de metales
impregnó los primeros viajes trasatlánticos en el siglo XV.243 La capitulación del 17
de abril de 1492 estipulaba que Cristóbal Colón debía entregarle a la Corona el
244
90% de las riquezas encontradas durante su viaje. La recompensa de
beneficios económicos derivados de la obtención de metales, perlas o bien
cualquier otro producto que se localizase en todos los rincones de los territorios
conquistados impulsó la ocupación y asentamiento de la tierra (véase la Mapa Nº
3). Otro factor que también incidió fue la necesidad de regiones que cumpliesen
con las condiciones mínimas para el emplazamiento, tales como el acceso al
agua, bosques y tierras fértiles y, especialmente, que garantizasen la mano de
obra indígena. En este sentido, muchas fundaciones se realizaron en zonas que
ya habían sido ocupadas por grupos originarios. Sin duda, los asentamientos
precolombinos también garantizaban los mismos elementos demandados por la
administración española, 245 siendo de igual manera susceptibles a peligros
geológicos y climáticos.246


243
Sobre la estrategia metalista de la empresa de conquista llevada a cabo por la corona española
en América, véase el trabajo de Guillermo Céspedes del Castillo, América Latina colonial hasta
1650 (México: Secretaría de Educación Pública, Dirección General de Divulgación, 1976), 45-62.
244
“Capitulaciones de Santa Fe”, AGI, Patronato, leg. 8, R. 8, 14 de abril de 1492, f. 1 r.
245
Véase al respecto Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias, Libro IV (Madrid: por
Julián de Paredes, 1681).
246
Al respecto, María Eugenia Petit-Breulh Sepúlveda, Naturaleza y desastres en Hispanoamérica.
La visión de los indígenas (Madrid: Editorial Sílex, 2006).

129
Mapa Nº 3. “Peruviae auriferae regionis typus”, 1574247


247
Este mapa fue realizado por Didaco Mendezio y publicado en Amberes por Abraham Ortelius en
1585. La versión que se utiliza es tomada del trabajo de Rogelio Altez, Historia de la vulnerabilidad
en Venezuela: siglos XVI-XIX (Madrid: Editorial Universidad de Sevilla, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas; Diputación de Sevilla, 2016), 516.

130
Ese afán de riqueza supuso el encuentro con una multiplicidad de
ecosistemas; desde La Española hasta el Reino de Chile;248 el entorno natural de
aquellas regiones circunscritas por el mar Caribe y los océanos Atlántico y Pacífico
se impuso en los procesos de ocupación, asentamiento y en la empresa
económica allí desplegada: una gran diversidad ambiental que garantizaba la
oscilación entre el calor tórrido y el frío extremo, humedales, zonas pantanosas,
desiertos, cordilleras y depresiones; climas cálidos caracterizados por las altas
temperaturas y precipitaciones abundantes durante el año; climas templados en
las latitudes medias y subidas de montaña principalmente en la vertiente atlántica,
como la región de la Frontera del Biobío en el sur de la Gobernación de Chile;
clima mediterráneo muy característico del valle central chileno o bien el árido y
semiárido y; climas fríos extendidos en los extremos del continente.

Pero, rápidamente, ya desde el siglo XVI, la empresa económica detrás de


todo el proceso de ocupación y explotación de los recursos naturales precisó de
localidades que garantizasen el buen desenvolvimiento del proceso de
explotación, el acceso a la mano de obra y la comunicación con otras colonias, por
lo que se fundaron las ciudades-puerto pero que, además de su cercanía al mar,
eran zonas altamente afectadas por sismos y tsunamis.249 Al mismo tiempo, las
zonas con gran actividad volcánica coincidían, precisamente, con las áreas más
idóneas para los asentamientos permanentes (pueblos, villas y ciudades) por la
existencia de suelos productivos, fácil acceso a centros mineros y lavaderos de
oro y recursos naturales estratégicos como el agua y la madera (esas tierras


248
La denominación Reino de Chile fue una construcción literaria y geográfica (y no jurídica) para
hacer referencia al territorio comprendido en la Gobernación de Chile. Véase: Fernando Campos
Harriet, “Notas sobre el uso del nombre Reino de Chile,” Revista Chilena de Historia y Geografía 30
(1963): 21-37; ¿Por qué se llamó “Reino” a Chile? (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello,
1966).
249
Petit-Breulh Sepúlveda, Desastres naturales y ocupación del territorio en Hispanoamérica, 150-
51.

131
fértiles, por lo general estaban ubicadas en piedemontes con suficiente irrigación y
laderas montañosas con terrenos inestables).250

De esta manera, estos ecosistemas representaron un conjunto de peligros


naturales con los que la empresa colonizadora tuvo que lidiar desde los inicios:
insectos propagadores de virus, roedores, plagas, sequías prolongadas, lluvias
extraordinarias, terremotos, erupciones volcánicas e inundaciones que derivaban
en escasez de agua y granos, hambrunas y enfermedades; peligros que, a fin de
cuentas, se convirtieron en amenazas potencialmente destructoras para la
pretendida empresa de ocupación y asentamiento en aquellos territorios.

Las epidemias fueron el caso más dramático durante la conquista de estos


territorios. Los naturales que se encontraron los españoles en el Caribe a finales
del siglo XV no eran resistentes a los gérmenes que también llegaron del Viejo
Mundo. Enfermedades como la viruela, el sarampión, la difteria, la peste,251 entre
otras, no eran conocidas por el sistema inmune de los indígenas.252 Por ejemplo,


250
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda, La historia eruptiva de los volcanes hispanoamericanos
(siglos XVI al XX) (Huelva: Casa de los Volcanes, 2004), 276; Altez, “Historia de la vulnerabilidad
en las regiones hoy venezolanas,” 42; Rogelio Altez, José Antonio Rodríguez y Franco Urbani,
Historia del pensamiento sismológico en Venezuela. Una mirada inquieta (Caracas: Ediciones de la
Biblioteca Central de la Universidad Central de Venezuela, Fundación Venezolana de
Investigaciones Sismológicas, Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales-Sociedad
Venezolana de Historia de las Geociencias, 2004), 29.
251
Las enfermedades infecciosas y epidemias se convirtieron en un factor determinante en el
proceso de conquista de la Corona española, pero también a lo largo de la época colonial. La
disminución de la mano de obra, las muertes masivas y el miedo al contagio se convirtieron en un
factor de presión en esta época. Las enfermedades que cobraban un carácter epidémico
comúnmente se identificaban como peste o epidemias por lo que en esta investigación se utilizarán
ambos términos como sinónimos salvo que se indique lo contrario en casos específicos.
252
Sobre este existe una extensa discusión historiográfica, véase al respecto: Kenneth Kiple,
"Disease Ecologies of the Caribbean," en The Cambridge World History of Human Disease, ed.
Kenneth Kiple, (New York: Cambridge University Press, 1993), 497-504. John W. Verano y Douglas
H. Ubelaker, ed., Disease and Demography in the Americas (Washington, DC: Smithsonian
Institution Press, 1992), 237-48.
William A. Starna, “The Biological Encounter: Disease and the Ideological Domain,” American
Indian Quarterly 16, 4 (1992): 512. Alfred Crosby, Imperialismo ecológico. La expansión biológica
de Europa, 900-1900 (Barcelona, España: Editorial Crítica, 1988), 220. Henry F. Dobyns, Their
Number Became Thinned, Native American Population Dynamics in Eastern North America
(Knoxville: University of Tennessee Press, 1983), 34. Calvin Martin, Keepers of the Game. Indian-
Animal Relationships and the Fur Trade (Berkeley: University of California Press, 1978), 48. William
Denevan, “Introduction” a The Native Population of the Americas in 1492, ed. William Denevan
(Madison: University of Wisconsin Press, 1976), 5; Marshall T. Newman, “Aboriginal New World

132
el primer contacto de la viruela –una de las más mortíferas y temidas durante la
época colonial–en La Española entre 1518 y principios de 1519 y ,según Alfred
Crosby, hubo un descenso de un tercio o la mitad del grupo arawak y se extendió
con gran rapidez a Puerto Rico y el resto de las grandes Antillas y de allí a México,
para descender hasta Perú.253

Este escenario puede entonces identificarse como región-riesgo, tomando


como base la definición que ofrece Olcina, es decir, un espacio geográfico que
conlleva una serie de peligros naturales que pueden tener incidencia en las
poblaciones humanas. Esa intercesión entre las mismas condiciones del
ecosistema y las poblaciones humanas resulta el indicador de la producción de
riesgos; en tanto este concepto se entiende como el resultado de una construcción
254
social, la región-riesgo, o mejor, las regiones-riesgos, se producen
históricamente.

En tal sentido, resulta indiscutible que en los procesos adaptativos ocurra


una relación conflictiva del ser humano con el espacio geográfico a partir de la
capacidad de producir y transformar que poseen los grupos sociales255, pues esa
capacidad es directamente proporcional a la producción de los medios materiales
para satisfacer las necesidades de las sociedades.

En la ciudad de Santiago la falta de lluvias en la temporada invernal y la


escasez del recurso hídrico (escenarios que generaron sequías a lo largo del
período colonial), convivieron con amenazas de otra índole: las epidemias fueron
recurrentes, las lluvias torrenciales y los deshielos cordilleranos ocasionaron
continuamente el desbordamiento del Mapocho, los terremotos -con cortos
períodos de retorno- generaron reiteradas discusiones y acciones destinadas a la

Epidemiology and Medical Care, and the Impact of Old World Disease Imports,” American Journal
of Physical Anthropology 45, 3 (1976): 671;
253
Alfred Crosby, The Columbian Exchange. Biological and Cultural Consequences of 1492
(Westport, Conn.: Greenwood Press, 1972), 47-58
254
Virginia García Acosta, “El riesgo como construcción social y la construcción social de riesgos,”
Desacatos 19 (2005): 11-24.
255
Véase Diana Rengifo De Briceño, “Desde la historia. ¿Qué se entiende por Región Histórica?”,
Boletín. Revista del Centro de Historia del Estado Trujillo 61 (2006): 37-42.

133
reparación de las condiciones materiales de existencia. Si bien fueron escasos los
registros, las plagas de langostas, de roedores y los casos de epizootias también
generaron inconvenientes a los vecinos de la ciudad. Así, desde los tiempos de
Pedro de Valdivia y su hueste se registraron fenómenos naturales potencialmente
dañinos; fueron de carácter hidrometeorológico las primeras impresiones
reflejadas por el conquistador extremeño a raíz de las lluvias torrenciales y los
rigurosos inviernos (véase Anexo 1).

Durante los primeros años de conquista, las epidemias tuvieron un gran


impacto en el desarrollo de la empresa colonizadora. Para el año de 1561 se
produjo una epidemia de viruela en toda la gobernación de Chile ocasionando
gran mortandad entre la población indígena. Los brotes de esta misma
enfermedad de 1589 afectaron, principalmente, al ejército reunido por el
gobernador para acceder al territorio de Arauco. En este sentido, la presencia de
amenazas naturales de alta mortandad, como las epidemias, resultaba un hecho
ineludible debido a su impacto en los acontecimientos políticos y militares, en
especial por la disminución del recurso humano disponible para el reclutamiento,
la movilización y las operaciones de las campañas.

Sin embargo, no se reduciría solo a aquellos años. El temor que generaban


las amenazas biológicas se mantuvo como una constante a lo largo de todo el
período colonial. El carácter epidémico y la alta mortandad generaban el recelo de
la población frente a estos escenarios, especialmente de la temida viruela:

Sin embargo, de la salubridad de este país se padecen algunas de las


muchas enfermedades que asaltan al hombre, i aunque todavía está
escento de no pocas, no le falta su contrapeso en el chavalongo i
viruelas. Aquella es característica de Chile, i es una fiebre mui ardiente i
de mucha violencia, que causa delirio i aunque es mortal la curan con
facilidad sin ausilio de médicos, ni boticarios, usando de ciertas yerbas
que la esperiencia les hizo conocer su virtud para contarla. Pero la
viruela, que les fue de Europa. Es maligna i cuando prende a pesar de
las precauciones que se ponen para impedir su progreso, se lleva la
tercera parte de los habitantes de la Provincia o Provincias que se
contajian; mas en el dia se valen del beneficio de la inoculacion i con

134
buen suceso. El país es sano, es verdad, pero también lo es, que los
médicos buenos i malos, se hacen ricos en poco tiempo.256

El siglo XVIII comenzaría en Santiago con la presencia de una peste entre


1704 y 1705. Aquel escenario ocasionó tal temor que el cabildo santiaguino
acordó una rogativa y novena al Señor de Mayo para que se detuviera la epidemia
en 1704.257 De manera que, para aplacar los efectos de las temidas epidemias, las
rogativas, procesiones y novenas se convirtieron en mecanismos recurrentes
frente a estos escenarios.

Pero, además, también surgieron discusiones sobre la salubridad de la


población por el consumo de agua. Para la capital del Reino las discusiones
asociadas se enfocaron en el agua de la pila de la plaza destinada al consumo de
los vecinos y que venía del Mapocho, como sucedió a raíz de la viruela que se
presentaba en Santiago para 1718.

En otros casos los cabildos optaron por restringir la movilización en los


territorios. Por ejemplo, en 1745 el Cabildo de Copiapó impidió el ingreso de
viajeros provenientes del sur bajo pena de multas a los transgresores de dicha
medida. Una medida del mismo tenor se le impuso a la fragata Soplo de Lero que
llegó a la Talcahuano proveniente del Callao en 1759; y en la jurisdicción de La
Serena durante el contagio de 1751 se ordenó una cuarentena para evitar que se
propagara la epidemia al resto del Reino.

La viruela que se registró en 1764 tras los desbordes del río Mapocho el 7
de noviembre de ese año, y que alcanzaría puntos álgidos el año siguiente,
conllevó una gran mortandad que, según el cabildo de Santiago en su sesión del
21 de mayo de 1765, superó las 5 mil personas. Tras el desborde del Mapocho en
mayo de 1779 se produjo una epidemia que se llamó “malcito” y las autoridades
civiles y eclesiásticas, locales e imperiales, crearon el 16 de septiembre de ese
año una Junta de Caridad y se habilitaron distintos espacios para la atención de


256
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórica-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 7.
257
Acta de Cabildo, mayo de 1704, en ACS, vol. XLIV .

135
los enfermos. Entre las resoluciones, la junta estableció que el 1 de diciembre de
ese año se fumigaran, por recomendación de los médicos, las casas para
erradicar las causas de la enfermedad y también se bendijeron las viviendas y
repartieron ropas y limosnas.258

Uno de los aspectos clave de las ciudades era su sostenimiento gracias a


los cultivos que procedían de los campos adyacentes. En este sentido, las plagas
de langostas, las lluvias torrenciales e inundaciones y sequías afectaron la
dinámica de producción de alimentos. Por ejemplo, entre los años 1604 y 1606259
asolaron las viñas y chacras de Santiago;260 para 1606 esta plaga de langosta
coincidió con una sequía que afectaba la ciudad y, envueltos en estos problemas
de riesgos, el agua para consumo y para riego escaseó. Pero la plaga de langosta
de 1665 tuvo terribles repercusiones en las cosechas de las legumbres, el trigo y
otros cultivos de las chacras de la ciudad. Por su parte, hacia 1652 una plaga de
ratones afectó las sementeras y el ganado de Santiago y el cabildo buscó la
maldición de los múridos. El registro de estas amenazas biológicas, las plagas de
roedores y langostas, disminuyó durante el siglo XVIII. Además, salvo en algunas
regiones, como el caso de Chillán,261 la presencia de estos insectos era escasa en
comparación con otros territorios: “Las langostas se propagan poco en las tierras


258
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo II, 405.
259
Las langostas son insectos del orden Ortópteros, pertenecientes al género Shistocerca, tienen
especies que pueden migrar a grandes distancias y son estas las que se convierten en plagas.
Sobre el impacto de esta amenaza biológica se han realizado grandes aportes desde la
historiografía, en especial durante las épocas moderna y contemporánea. Véanse: Dario Camuffo
y Silvia Enzi, “Locust Invasions and Climatic Factors from the Middle Ages to 1800,” Theorical and
Applied Climatology 43/1-2 (1991): 43-73; Xavier Sistach, Bandas, enjambres y devastación. Las
plagas de langosta a través de la historia (Barcelona: Almuzara, 2007); Luis Alberto Arrioja Díaz
Viruell, “Nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en Guatemala y Nueva España,
siglo XVIII,” Revista de historia moderna: Anales de la Universidad de Alicante 35 (2017): 214-253.
DOI: 10.14198/RHM2017.35.07.
260
Las primeras referencias a este tipo de amenazas aparecen en el siglo XVI con la plaga de
langosta que afectó la ciudad de Los Infantes en 1580. Cf. Urrutia de Hazbún y Lanza Lazcano,
Catástrofes en Chile, 24.
261
“…padece la plaga de langostas, que desde fin de diciembre hasta las primeras lluvias de
marzo siguiente, devora todo lo que encuentra verde, i hace este pequeño insecto que dependa de
sus vecinas una provincia que, de ninguna necesitaría, si no la hubiese sujetado Dios a esta plaga”
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórica-jeográfica del Reino de Chile, vol. X, 117.

136
de Chile, donde no hacen jamás los estragos que se experimentan en Cuyo y en
otros países.”262

Las lluvias torrenciales y las inundaciones fueron de las amenazas más


recurrentes. Para resguardarse de sus nefastas consecuencias, la ciudad generó
una relación de defensa gracias al desarrollo de obras hidráulicas de envergadura,
como los tajamares del río Mapocho, puesto que luego de estos eventos ocurría
abastecimiento de agua por la ruptura de las tomas. Las inundaciones de 1581,
por ejemplo, ocasionaron que las tomas de agua para los molinos se rompieran, lo
que generó larr interrupción de las aguas de las acequias que surtían las chacras
de Santiago. El implacable invierno de 1609 y las lluvias torrenciales ocurridas
durante el mes de junio produjeron la ruina de algunas casas, de las tomas de
agua de los molinos y la pérdida de ganados y cosechas (que ocasionó la falta de
granos y de semillas para la siembra).

Para completar el panorama del acontecer infausto, como lo llamó Rolando


Mellafe, los terremotos fueron las amenazas que hilaron el discurso catastrófico en
la región. Si bien no tuvieron una presencia recurrente como las sequías,
inundaciones o epidemias, los sismos se convirtieron, rápidamente, en uno de los
fenómenos naturales más temidos, por su corto período de retorno y por sus
efectos catastróficos. En la memoria se mantendría la coyuntura desastrosa de
1647, cuando al devastador sismo se unió un crudo invierno, inundaciones y
epidemias.

2.3.3. Las sequías en el siglo XVIII

Para el caso de las sequías, su presencia no siempre pasó advertida


especialmente en un contexto como el de la ciudad de Santiago y sus alrededores
que por sus mismas condiciones climáticas resultaba problemático en cuanto al


262
Molina, Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile, tomo I, 230.

137
abastecimiento de agua, lo que permitió construir un contexto con problemas
estructurales de escasez del recurso hídrico.

En este sentido, el dualismo sequía-escasez de agua se convirtió, en la


época colonial, especialmente, a partir de la segunda mitad del siglo XVII, en dos
tipos de amenazas: una amenaza natural, que se advierte con la disminución de la
pluviosidad regular de la región, y una amenaza antropogénica, que se advierte
como escasez de agua. En efecto, y como hemos venido señalando, las
condiciones para principios del siglo XVIII, advertidas ya desde finales de la
centuria precedente, y más aún para la segunda mitad del siglo de los Borbones,
el proceso de expansión urbana y el auge de la exportación del trigo incidieron en
la demanda del recurso hídrico.

Sin embargo, desde los primeros años del siglo XVII, puede advertirse entre
las preocupaciones de la ciudad de Santiago, la atención a estos sucesos. Las
consecuencias de la escasez del agua por la disminución de los valores
pluviométricos habituales o por problemas en su distribución, quedaron reflejadas
en las discusiones regulares del cabildo y en las medidas que se emplearon para
solventar los inconvenientes.

Por ejemplo, el abastecimiento de la población se vio afectado, como


sucedió con la esterilidad que hubo en 1603. Muchos pobladores se quedaron sin
la cosecha del año y sin las semillas para las siembras de la temporada siguiente.
El gobernador tuvo que socorrer a la población con dos mil fanegas de
mantenimiento provenientes de la sementera del Rey en el valle de Quillota.263
Para el mes de mayo de 1618 y 1619, el cabildo de Santiago acordó rogativas por
la falta de lluvia, como consecuencia de una sequía que afectó a la zona
central. 264 Luego, los años de 1628 y 1629 fueron muy secos, afectando
principalmente a Santiago y coincidiendo con el fenómeno de La Niña. 265 Se


263
Acta de Cabildo, 20 de julio de 1603, en ACS, vol. XXI, 32.
264
Actas de Cabildo,28 de mayo de 1618, en ACS, vol. 256; 23 de mayo de 1619, en ACS, vol.
XXV, 336.
265
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad en Argentina y Chile durante el periodo colonial,” 169.

138
mandaron a realizar rogativas para que lloviera y se tomaron medidas que
permitieran garantizar el suministro de carne y de agua; el año siguiente, continuó
el mismo panorama, y el cabildo volvió a solicitar las rogativas.266

No obstante, varios autores e historiadores del siglo XIX como Vicuña


Mackenna, señalan que los primeros antecedentes documentales que se tienen
sobre las sequías se remontan al año de 1640, cuando Tomás de Santiago, el
deán del Cabildo y cobrador de la Inquisición, da cuenta de los estragos de una
prolongada sequía desde el año de 1637 267 en una carta enviada a Juan de
Mañosca, inquisidor mayor del Santo Tribunal de Lima. Aunque ya desde 1636 la
fiesta anual de San Ramón se realizó orientada a la sequía que afectaba a
Santiago268, para 1643 se menciona una “gran seca” y amenaza de daños por la
falta de agua. En 1649 las siembras y el ganado presentaron bastante necesidad
de agua y las solicitudes de rogativas y novenarios en la catedral y los conventos
no se hicieron esperar.

Para fines de julio de 1656, el cabildo de Santiago nuevamente mandó a


realizar rogativas y procesiones por la falta de lluvias para las siembras; luego
intervino para 1660, ya que la escasez afectaba las cosechas. Rogativas y
procesiones por sequías también se solicitaron en el cabildo de Santiago para los
años 1671, 1672, 1675, 1678 y para 1682269. En el caso de 1672 la necesidad de
agua para los molinos condujo a que los cabildantes crearan comisiones de riego
para sementeras y para el agua de los molinos. Para 1678 había escasez de pan y
se produjo un aumento en los precios del trigo y se temía, además, por la falta de
agua para las sementeras pues había una gran sequedad del tiempo. Esta
segunda mitad del siglo XVII, según Vicuña Mackenna, “debió ser de grandes
secas.”

266
Actas de Cabildo, 01 de julio de 1628, en ACS, vol. XXX, 22; 20 de septiembre de 1628, en
ACS, vol. XXX, 53; 12 de mayo, 28 de julio y 14 de diciembre de 1629, en ACS, vol. XXX.
267
Vicuña Mackenna, Ensayo histórico sobre el clima en Chile, 48; Bonilla Meléndez, “La sequía en
Chile,” 16.
268
Jaime Valenzuela Márquez, Las liturgias del poder. (Celebraciones públicas y estrategias
persuasivas en Chile colonial, 1609-1709) (Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2013), 227-228.
269
Valenzuela Márquez, Las liturgias del poder, 228.

139
Así, para algunos historiadores, el problema del agua del siglo XVII no se
debió a niveles inferiores de lluvia, sino que, por el contrario, se debió a un cambio
en las actividades agropecuarias de la población y al aumento de las
exportaciones con el Perú; así, esas sequedades que ya en el siglo XVI debieron
ser frecuentes, comenzaron a ser vistas como calamitosas. Por ejemplo, cuando
se incrementó la demanda y el precio de los cordobanes y la grasa a raíz del
aumento de las exportaciones al Perú, los pastos comenzaron a escasear y los
efectos de las sequías se volvieron negativos para los pobladores.270

Como queda en evidencia, las sequías en la ciudad de Santiago y sus


alrededores fueron una constante durante el siglo XVII y en los tiempos de los
Borbones la situación no fue diferente. Los registros dendrocronológicos y
documentales permiten reconstruir un contexto marcado por la presencia de
extensos períodos de escasez hídrica. El trabajo de Carlos Bonilla y Angélica
Berríos a partir de estudios de los anillos de crecimiento de árboles nativos arroja
como resultado un período bastante seco entre 1660 y 1730.271 De igual manera,
Margarita Gascón y César N. Caviedes nos indican que si bien eventos como El
Niño, en 1723, provocaron lluvias torrenciales e inundaciones en Santiago,
predominó el calor como resultado del Remonte Termal que condicionó
climáticamente el período.272

Las evidencias documentales dan cuenta de un siglo con recurrentes


episodios de escasez hídrica producto de la disminución de las precipitaciones. En
general, se vieron afectadas las siembras y las pasturas, por lo cual el
abastecimiento de alimentos y agua de la ciudad disminuyó. La muerte del ganado
resultaba cotidiana y en algunos casos se discutió sobre la disminución del caudal
del Mapocho. También se relacionaron las sequías con los brotes epidémicos de
aquella época.


270
Bonilla Meléndez, “La sequía en Chile,” 16.
271
Bonilla y Berríos, “Árboles nativos. Testigos vivos de sequías e inundaciones en Chile,” 12-13.
272
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad en Argentina y Chile durante el periodo colonial,” 176.

140
La segunda mitad del siglo fue la más aguda por la cantidad de casos
ocurridos y documentados. Según las fuentes consultadas a partir de la década de
1750 se cuentan 25 años en los cuales las autoridades civiles y eclesiásticas los
identificaron como de gran “sequedad del tiempo”, estériles o faltos de lluvia; en
contraposición, en la primera mitad del siglo se presentaron solo 12. Además de
las discusiones que se sucedieron en el cabildo de Santiago, José Antonio Pérez
García, encargado por Ambrosio O’Higgins de la redacción de una Historia de
Chile (que Pedro de Córdoba y Figueroa había dejado inconclusa tras su
fallecimiento), mostró evidencias de estas prolongadas sequías con apenas 130
horas de lluvias por año entre 1769 y 1781. Para este período solo hay un año
donde llovió mucho más, y ese fue el de 1779, en el que ocurre la inundación de la
ciudad el 13 de mayo como consecuencia del desborde del Mapocho.273

También se presume que los inicios del siglo XVIII fueron largos años de
sequías prolongadas, siendo 1705 uno de los años más secos; todavía para 1709
la falta de lluvias afectaba considerablemente la siembra y los pastos, además de
que hubo peste y muerte de ganado. Entre 1717 y 1718 una sequía afectó a
Santiago y la Zona Central de Chile, con daños en la agricultura y la ganadería, y
el caudal del Mapocho disminuyó y faltaron los trigos candeales. Además, la
población de ciudad se quejó de un brote de viruela que para julio de 1718
afectaba a la mayoría de los vecinos y sus familiares.274

Para 1726, 1729, 1730, 1732, 1733 y 1734 también se advirtieron los
daños adversos de la prolongada falta de lluvias. Para el año de 1736 se registró
la muerte de una importante y las acequias de la ciudad de Santiago se quedaron
sin agua. Todas estas sequías condujeron a que el cabildo tomara medidas sobre


273
“Aunque ha padecido siempre largas secas la jurisdicción de Santiago, ninguna como la del
año 81, que no llovió más que 78 horas, cuando en los 12 años precedentes ha llovido cuando
menos 130 horas, que á prorrata con el que más, que fue el de la avenida de 209 horas, sale un
año con otro á 220…” Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile,
tomo II, 408.
274
Acta de Cabildo, 1 de julio de 1718, en ACS, vol. L, 198.

141
el abastecimiento de agua en Santiago y a diversas solicitudes de rogativas
públicas.275

La década de 1750 también fue bastante seca. La Zona Central se vio


nuevamente intervenida por períodos de sequías para los años 1751, 1753, 1754,
1755, 1757, 1758 y 1759; las enfermedades, la mortandad de ganados, la
esterilidad en los campos y la escasez de agua, verduras y granos fueron algunas
de las consecuencias de la falta de lluvias evidenciada por el cabildo. El escenario
fue crítico y para los primeros meses de 1760 el cabildo debatió sobre un brote
epidémico que estaba ocasionado la muerte de muchos vecinos, así como la gran
carestía que había de legumbres y verduras, todo ello producto de la escasez
hídrica por la cual atravesaban. Frente a esta situación, los cabildantes acordaron
que debían implementar una Junta Médica para que se determinara el tipo de
enfermedad que aquejaba a la población; y solicitarle al obispo que permitiese el
consumo de carne durante la Cuaresma.276

En 1765 y 1768 también hubo pestes y esterilidad. La década de 1770 fue


otro período donde se registró la ocurrencia presencia de sequías. Desde 1771
hasta 1774 los cabildantes de Santiago de Chile solicitaron rogativas y novenarios
para que lloviese y también por la esterilidad de los campos.

De hecho, en el 1772 disminuyó el regadío de viñas y sementeras en


Santiago por la presencia prolongada de una sequía, la cual, según Pérez
García,277 supuso solamente 130 horas de lluvia en Santiago durante todo el año,
haciendo que el caudal del Mapocho disminuyera. Para 1781, el mismo soldado y
comerciante que se encontraba destinado a la guarnición de Santiago desde 1779
señala en su historia de Chile que si bien el territorio que abarcaba la jurisdicción


275
Vicuña Mackenna, Ensayo histórico sobre el clima en Chile, 52-60; Urrutia de Hazbún y Lanza
Lazcano, Catástrofes en Chile, 56; Bustos Navarrete, “Estudio meteorológico de Chile”, 411. Petit-
Breuilh Sepúlveda, Desastres naturales y ocupación del territorio en Hispanoamérica, 66.
276
Acta de Cabildo, 15 de febrero de 1760, en ACS, vol. LVI, 46.
277
José Antonio Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile n su
descubrimiento, conquista, gobierno, población, predicación evangélica, erección de catedrales y
pacificación, tomo II (Santiago de Chile: Imprenta Elzeviriana, 1900), 397-398.

142
de Santiago estaba sujeto a frecuentes sequías, la de ese año fue particularmente
crítica pues no llovió a lo largo del mismo más de 78 horas.278

Cuadro Nº3. Sequías en el siglo XVIII

Año Temporada de lluvias


En. Fe. Ma. Ab. Ma. Ju. Jul. Ag. Se. Oc. No. Di.
1709
1717
1718
1725
1726
1727
1729
1730
1732
1733
1736
1740
1741
1742
1743
1751
1752
1753
1754
1755
1756
1757
1758
1759
1765
1768
1771
1772

278
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo II, 408.

143
1773
1774
1777
1780
1781
1782
1786
1790
1791
1797
1799
Elaboración propia. Fuentes manuscritas: ANHCG, 7, 105, 112 / ANHRA,
vol. 3161, pza. 3, 1781 / AHCMLA, nº II, 1757, 1759. Fuentes impresas:
ACS, tomos: I, XIII, XVII, XXI, XXIV, XXV, XXX, XXXI, XXXII, XXXIII,
XXXVIII, XL, XLIII, XLIV, XLVI, XLVII, L, LI, LII, LIII, LIV, LV, LVI, LVII, LVIII,
LIX

Como hemos podido observar en el Cuadro Nº3 la convivencia con


períodos prolongados de déficit pluviométrico fue recurrente durante el siglo XVIII.
Este tipo de fenómeno además formó parte de un escenario mayor de amenazas
naturales que lograron generar una mayor discusión entre las fuentes
contemporáneas. En efecto, en el otrora Reino de Chile se consolidó un discurso
en torno a la catástrofe que tenía como máximo exponente los sismos de gran
magnitud, como el de 1647, 1657, 1730 y 1751, seguido de los virus y las
inundaciones. Estas coyunturas servían, al mismo tiempo, como un mecanismo de
presión de las autoridades locales para la disminución de la carga fiscal. Por
ejemplo, en la Real Cédula del 28 de febrero de 1679 se le solicitó al gobernador y
la real Audiencia que averiguasen sobre la solicitud que realizó la ciudad de La
Serena para suprimir por el término de cuatro años el pago de la Alcabala y
cualquier otro impuesto sobre las mercaderías. Las autoridades respondieron en
cartas del 29 de noviembre de 1680 y del 14 de mayo de 1681 avalando la
solicitud de La Serena y entre los argumentos esgrimidos indicaron que “todas las

144
ciudades de aquel Reyno son pobres, y que han padecido en diferentes tiempos,
muchas calamidades , de peste, terremotos y otras inundaciones”279


279
Como parece que por los motivos que se representan por parte de la ciudad de la Serena de
Chile, sobre que Vuestra Magestad la releve por algun tiempo de la paga de Alcavalas y lo que en
raçon de esto informan el Presidente y Audiencia de aquel reyno. Es el consejo de parecer podra
Vuestra Magestad concederle esta gracia por tiempo de quatro años, para que pueda con este
alivio, recuperar el daño que el Pirata hizo en ella quando la saqueo y quemo, Madrid, 16 de
septiembre de 1684, AGI, Audiencia de Chile, leg. 2, N. 183, f. 1r.

145
CAPÍTULO 3
ENFRENTAR Y REGULAR LA CONTINGENCIA

3.1. Regulaciones en torno al agua, la escasez y los productos


agropecuarios / 3.1.1. Jurisprudencia indiana en torno al recurso
hídrico. / 3.1.2. Esterilidad de las tierras y escasez de agua en el
Derecho Indiano / 3.2. Medidas y prácticas extraordinarias frente a las
sequías / 3.2.1. “Dueños del agua”: confrontaciones, transgresiones y
puniciones en tiempos de escasez. / 3.2.2. El alza de los precios de
productos básicos y agropecuarios: tráfico y circulación de los trigos
candeales

146
CAPÍTULO 3

ENFRENTAR Y REGULAR LA CONTINGENCIA

…cuia falta [de agua] ocasionava continuos clamores


de los avitantes de ella, y los de la parte vaja,
mayormente quando les hera constante que los de la
de arriva no solo empleaban el agua de que ellos
carecian en regar sus heredades, sino que como
absolutos dueños fertilizavan con la sobrante sus
alfalfares, y pastos para el ganado, y los montes
donde criavan espinos y arboles sus usos y
comodidades…280

La presencia de la sequía como resultado de una disminución de los


valores pluviométricos regulares genera desequilibrios en la disponibilidad del
recurso hídrico. Esta situación se complica en aquellas regiones donde las
sequías son parte regular de las condiciones medioambientales, de manera que el
uso y la gestión del agua se convierte en un escenario de conflictos que las
autoridades buscan evitar o resolver con regulaciones. Estas normativas, además
de ajustarse al marco general indiano, estaban motivadas en muchos casos por
contextos específicos y perfiladas a la implantación de sistemas de distribución
cuya complejidad en los métodos y la desigualdad dentro de las comunidades se
atienda a escala local.281

La monarquía española detentaba el derecho inminente de las aguas en


sus posesiones indianas y otorgaba, a su vez, el derecho público de las mismas a
lugares, (villas o cabildos), así como también otorgaba las mercedes de agua a los


280
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 2rto. La cursiva es nuestra.
281
Cf. Guy Lemeunier, “Hidráulica agrícola en España mediterránea, s. XVI-XVIII. La formación de
los regadíos clásicos,” en El agua en la historia de España, ed. por Carlos Barciela López y
Joaquín Melgarejo Moreno (Salamanca: Universidad de Alicante, 2000), 62.

147
particulares. Con el objetivo de establecer un panorama general de estas
regulaciones en el contexto temporal de la investigación, en este primer apartado
del capítulo 2 se discuten las disposiciones contenidas en la Recopilación de las
Leyes de los Reynos de las Indias de 1680 para. Estas disposiciones tienen sus
antecedentes en las Ordenanzas de Francisco de Toledo para el Virreinato del
Perú, rubricadas el 21 de enero de 1577.

Con el proceso de conquista de las Indias Occidentales, la monarquía


española debió conjugar, casi amalgamar, las regulaciones jurídicas de la Corona
con las condiciones locales de los nuevos territorios anexados, generando con el
tiempo un corpus de leyes sobre las Indias, recopiladas para finales del siglo XVII
bajo el reinado de Carlos II y establecidas por las instituciones imperiales a través
de los distintos mecanismos regulatorios del derecho indiano, a saber, Reales
Cédulas, Instrucciones, Ordenanzas, Provisiones.

Las leyes de la monarquía española aplicadas en Indias, o que


influenciaron la creación de las regulaciones jurídicas en estos territorios, partían
de las normativas de los distintos pueblos que ocuparon la Península ibérica, entre
ellos los árabes, de gran tradición hidráulica, y algunos principados independientes
que desplazaron la ocupación de los sarracenos (moros). Estas normativas
quedaron recopiladas en El Fuero Viejo de Castilla, el Fuero Real de Castilla y
León, las Siete Partidas, el Ordenamiento de Alcalá, las Leyes de Toro. Todos
estos marcos legales estaban, a su vez, influenciados por el Derecho Romano.282

Para el siglo XVIII, en sintonía con el afán centralizador de la Corona


española, la división de las regiones de la metrópoli en intendencias condensó una

282
En materia del derecho de aguas los diversos códigos reconocían las costumbres y normativas
locales. Este reparto para el caso de la Monarquía española variaba de acuerdo con la población.
Así, Aragón, el País Valenciano, Murcia y Almería detentaban un reparto bastante homogéneo
para el caso de la propiedad regada. Por el contrario en la parte central de Cataluña el acceso al
sistema de regadío fortalecía a los campesinos acomodados. Las condiciones climáticas inciden
en este sistema a partir de prácticas consuetudinarias. El “tallo” de la Hermandad de Pedrola
cuando se trata de abundancia o los “quintos” y “alquezares” cuando existe escasez dados por
Granada a Santafé. Cf. Guy Lemeunier, “Hidráulica agrícola en España mediterránea, s. XVI-XVIII.
La formación de los regadíos clásicos,” en El agua en la historia de España ed. por Carlos Barciela
López y Joaquín Melgarejo Moreno (Salamanca: Universidad de Alicante, 2000), 62.

148
serie de normativas referentes a cuatro ámbitos: Justicia, Policía, Hacienda y
Guerra. La primera de ellas, promulgada el 4 de julio de 1718, en su artículo 45º,
atendía la importancia de garantizar la fertilidad del campo, para lo cual se insistía
en la construcción de acequias y el descubrimiento de las aguas subterráneas que
permitieran asegurar el buen funcionamiento de los ingenios hidráulicos y
abastecieran los distintos paisajes agrícolas (plantíos frutales, árboles, bosques),
lo que, además, aseguraba el beneficio de las industrias vinculadas como la lana,
leña, seda.283

Posteriormente, la Ordenanza del 13 de octubre de 1749 para el


restablecimiento de las intendencias, en su artículo 25º, continúa en la misma
tónica que la primera ordenanza, agregándole que se debe tener cuidado en no
perjudicar el curso del río después de la saca de agua. Estas dos ordenanzas
influenciaron la Ordenanza de 1782 del Virreinato del Río de la Plata que, unos
años después, será la que se aplique en la Gobernación de Chile.

También nos interesa identificar todos aquellos actores vinculados


directamente con la gestión del agua y, especialmente, con su regulación, es
decir, las instituciones implicadas y la articulación entre los gobiernos municipales
y monárquicos con los intereses de los particulares sobre el recurso.

Por una parte, nos interesan las normativas dispuestas en esas materias y
enfocadas expresamente en los años identificados con sequía con el fin de
señalar los cambios relacionados con la problemática de la escasez y las
penalidades derivadas por su incumplimiento. También nos importa la
reglamentación sobre los graneros públicos y el control del abastecimiento de la
población, puesto que nos permitirá entender los mecanismos de presión de las
comunidades asegurando sus preocupaciones sobre los recursos estratégicos
(usados y disputados) y sus beneficios.


283
Ordenanza de 4 de Julio de 1718 para el establecimiento é instruccion de Intendentes, y para
Tesorero General, Pagadores y Contadores de los Ejercitos y Provincias (Madrid: Juan de Ariztia,
1720), 47.

149
Por otra parte, en este capítulo también identificaremos las reacciones de
individuos o grupos sociales frente a las sequías y la agudización de la
problemática de la escasez. Estas reacciones se presentan a partir de dos
ámbitos. Uno, que se consideraría como transgresor de la normativa vigente sobre
la distribución de agua; y un segundo ámbito enfocado en mecanismos que
permitiesen atenuar los daños que les ocasionaba el déficit hídrico en sus
actividades económicas, principalmente aquellas vinculadas al sector
agropecuario.

Si bien el objetivo del capítulo es dar cuenta del ámbito normativo y político
para combatir los efectos de las sequías, identificar y analizar las manifestaciones
de los grupos de individuos vinculados con el poder económico nos permitirá
distinguir sus prácticas y estrategias y establecer la relación entre esas prácticas
individuales (que existían para evadir las normas) y la capacidad de las
instituciones para ejercer acciones punitivas que garantizasen a largo plazo el
éxito de sus estrategias.

Para finalizar, analizaremos las medidas tomadas por las autoridades civiles
para mantener el control de los distintos productos agropecuarios en los
momentos de carestía como resultado de sequías prolongadas. Asimismo,
indicaremos cuáles fueron las resoluciones que surgieron para garantizar la
alimentación de la población que estaba bajo la jurisdicción del cabildo de
Santiago, especialmente a partir de los bajos precios del abasto del pan y el
control sobre las sacas del trigo. Es decir, nos interesa describir y analizar tanto
los mecanismos preventivos, como los castigos impuestos para controlar la
especulación que se pusieron en práctica en los momentos de carestía como
consecuencia de la sequía.

150
3.1. REGULACIONES EN TORNO AL AGUA, LA ESCASEZ Y LOS PRODUCTOS

AGROPECUARIOS

3.1.1 Jurisprudencia indiana en torno al recurso hídrico

Con la implantación del sistema colonial, las aguas pasaron a estar bajo el
dominio de la corona española, por ende, eran bienes de realengo y solo la
Corona podía autorizar su uso a particulares, villas y ayuntamientos, pasando a
ser públicas en este caso. 284 La regulación de estos usos se hacía mediante
mercedes reales y el derecho sobre las aguas se podía arrendar, comprar u
obtener mediante censo.285

Durante los primeros años del sistema colonial en Hispanoamérica la


normativa en torno al agua se ajustó a los códigos de distribución castellanos286 en
conjunción con los usos y las costumbres precolombinas.287 Esto derivó en que las


284
Véase Juan de Solórzano Pereira, Política indiana, Libro VI, Capítulo XII (Madrid: Diego Díaz de
la Carrera, 1648), 991. Para la recepción del derecho romano Justinianeo en España se
establecieron principios jurídicos con un énfasis en la separación entre lo público y lo privado. En
este contexto comienza a tomar forma el concepto de “realengo”. La clasificación de la
jurisprudencia medieval que le otorgó a estos bienes fue el de “regalía” Véase Alejandro Vergara
Blanco, Derecho de aguas, tomo I (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1998), 45.
285
Cf. Gisela von Wobeser, La formación de la hacienda en la época colonial. El uso de la tierra y
el agua (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1983), 80; Antonio Dougnac
Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,” Revista Chilena de
Historia del Derecho 10 (1984): 52, DOI:10.5354/0719-5451.2012.25222
286
Se basó principalmente en el Fuero Viejo de Castilla del año 992 en el que se afirma que las
aguas de lluvia pertenecían al dueño del solar que las almacenaba al caer; Fuero Juzgo del 693,
para este las obras construidas en el vado del río debían estar estructuradas con ramas
entrecruzadas; el Fuero Real de España de 1265, los ríos que desembocaban en el mar no debían
ser cercados porque la pesca se veía afectada y las construcciones en las riberas de los ríos no
debían obstruir el paso de las naves; en el código de las Siete Partidas de 1263 el aire, agua de
lluvia, mar y sus riberas debían ser consideradas comunes y en el caso de los ríos sus aguas eran
de uso común; las Ordenanzas Reales de Castillas del año 1485 y la Novísima Recopilación de las
Leyes de España de 1805, en las cuales debían sacarse acequias de los ríos sin prejuicio de su
curso ni términos. Véase al respecto Israel Sandré Osorio, Documentos sobre posesión de aguas
de los pueblos indígenas del Estado de México, siglos XVI al XVIII (México: Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Archivo Histórico del Agua,
Comisión Nacional del Agua, Colegio Mexiquense, 2005), 18.
287
Por ejemplo, el reparto del agua a través de los sistemas de turnos durante el período colonial
es una herencia de la tradición indígena al respecto. El 20 de noviembre de 1536 los Reyes
Católicos, en relación con el poblamiento de Perú, indicaron que debía seguirse la manera en que

151
aguas de fuentes perennes como ríos, arroyos y manantiales fueran de uso
común, basado en las necesidades particulares, salvo aquellas aguas
provenientes de corrientes torrenciales en las épocas de lluvias, que se
explotaban con miras en la construcción de la infraestructura de
almacenamiento.288

Luego de que las recientes tierras conquistadas se incorporaron como


regalías, el dominio privado se otorgaba mediante una merced real. El contexto
convulso del siglo XVI, en este sentido, supuso que el gobernador y el Cabildo
repartieran solares y otorgaran mercedes de agua, siendo el Alarife el encargado
de la creación de las acequias y del repartimiento del recurso hídrico.289

La legislación castellana, no obstante, no funcionó de manera hermética.


Las diferencias culturales y geográficas de las Indias Occidentales conllevaron a
que esta normativa se amalgamara en algunos casos con los requerimientos y
necesidades locales y surgieran nuevas regulaciones que permitieran consolidar el
sistema de distribución. Desde fechas muy tempranas del proceso de conquista,
Carlos I dispuso -en fecha de 10 de marzo de 1532- que virreyes y audiencias
observasen “…lo que fuere de buena governacion, en quanto á los pastos, aguas,
y cosas publicas” 290 determinando lo más conveniente para la población al
respecto. Francisco de Toledo, quinto virrey del Perú, recopiló estas disposiciones
el 21 de enero de 1577, muchas de las cuales ya habían sido contempladas por el
cabildo santiaguino que había propuesto resoluciones similares en diferentes
sesiones destinadas al repartimiento de chacras y solares y a los usos del agua,

los indios de la zona tenían en cuanto a la división de las tierras y la partición de aguas. Véase
AGI, Audiencia de Lima, leg. 565, l. 2, f. 239. La misma disposición se encuentra recogida en el
Libro IV, Título 17, Ley XI, de la Recopilación de las Leyes de Indias (en adelante RI).
288
Sandré Osorio, Documentos sobre posesión de aguas de los pueblos indígenas del Estado de
México, 17.
289
Cf. Dougnac Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,” 56.
290
RI, Libro IV, Título 17, Ley IX. El repartimiento de agua era un instrumento de carácter
administrativo que otorgaba la concesión del recurso a un particular y, a su vez, se correspondía a
un derecho proveniente de la Corona. Este recurso normativo sería utilizado tanto por españoles
como por indígenas para la resolución de conflictos por el agua. Cf. Gloria Camacho Pichardo,
“Repartimientos de agua en el Valle de Atlixco 1592 y 1594: el Cantarramas y Manantiales,” Boletín
del Archivo Histórico del Agua 35 (2007): 5.

152
así como al mantenimiento de las acequias y la designación de un alarife para
ejercer estas funciones.291

En el contexto del último miembro de la dinastía de los Austrias, el rey


Carlos II, se promulgó la Recopilación de las leyes de las Indias, en 1680, una
titánica tarea que consistió en compilar todas las distintas leyes establecidas por
los Reyes Católicos. En este texto se reunieron las Ordenanzas de Carlos I de
1523 que señalaban que al establecer nuevas poblaciones en los territorios
conquistados se debía garantizar la cercanía del recurso hídrico con fines
constructivos, de riego y uso doméstico. En el Cedulario de Encinas de 1596 se
señala, por ejemplo, que se debían constituir jueces para el repartimiento de
aguas de los naturales. También se incluyeron en la Recopilación de las Leyes de
Indias los Cedularios de Puga de 1562 y de Zorita de 1574, en los que se
ratificaba el uso común del agua y se establecía que los montes y las aguas serían
comunes a indios y españoles.

Este uso se circunscribía al ámbito doméstico; en el caso de los molinos,


ingenios y regadíos, indios y españoles se encontraban sujetos al repartimiento de
agua establecido para garantizar un reparto equitativo de acuerdo con los
lineamientos formados por las instituciones civiles. También quedó plasmado en
las mismas leyes de 1680 que aquello que no estuviese contemplado en aquel
corpus -o bien en las disposiciones otorgadas en casos específicos por los
virreyes- las audiencias, los gobernadores y los alcaldes mayores292 se ajustarían
al derecho castellano, conforme a las Leyes de Toro.293


291
Cf. Dougnac Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,” 55.
Pueden consultarse las sesiones del cabildo de Santiago de 18 de marzo de 1541 y la de 7 de julio
de 1544, por ejemplo, y también las ordenanzas Nº 19, y de la 21 a la 25, de la policía de Santiago
que fueron aprobadas con enmiendas por la Audiencia de Lima mediante real provisión de 30 de
marzo de 1569. Estas ordenanzas se encuentran publicadas en Claudio, Historia física y política de
Chile. Tomo I: Documentos sobre la historia, la estadística y la geografía (París: En casa del autor;
Chile: Museo de Historia Natural de Santiago, 1846), 195-197.
292
RI, Título I, Ley I, Libro II
293
RI, Título I, Ley II, Libro II. Las Leyes de Toro de 1505 es un conjunto de 83 leyes y se
convirtieron en las bases de las siguientes recopilaciones legislativas: Recopilación de Leyes de

153
En las regulaciones para las Indias Occidentales no había homogeneidad
en el tratamiento de los fenómenos naturales ni de los distintos tipos de
amenazas. En la Recopilación de las Leyes de Indias podemos reconocer un
interés directo sobre algunos tipos de amenazas. En el plano biológico, se expresa
la preocupación por la plaga de langosta en el marco de la jurisdisprudencia y en
el apartado dedicado a las sisas, derramas y contribuciones se incorporó una ley
promulgada el 12 de mayo de 1619 por Felipe III en Elvas relacionada con la
extinción de la langosta.294

En relación con las sequías (identificadas también como esterilidad), al igual


que con las lluvias torrenciales o tempestades, se eximía a los indígenas del pago
de tributo en los años en que por cualquiera de estos dos acontecimientos no
pudiesen contar con pan, por ejemplo,295 al igual que -según la normativa- estos
grupos no podían retrasarse hasta pasar tres desde la última salvo que “alegaren
mortandad, esterilidad, ú otro caso fortuito…”296

Desde el siglo XVI, el Cabildo de Santiago se ocupaba de las aguas de la


ciudad y de su sistema de distribución, si bien al comienzo era el alarife,
desempeñado por Pedro de Gamboa (el primero en tener injerencia en estos
asuntos) y posteriormente el fiel ejecutor, cargo del que se ocupaban por turno los
capitulares y que pasaría, finalmente, al Cabildo de Santiago por Real Cédula de
10 de mayo de 1554 (reiterada por otras en 1556 y 1628). El fiel ejecutor podía
sancionar a los infractores de las normativas establecidas y entre sus obligaciones


estos reinos o Nueva Recopilación de Leyes de Castilla, sancionada en 1567 por el rey Felipe II; y
la Novísima Recopilación de las Leyes de España publicada en 1805.
294
“Porque en algunas provincias de las Indias es muy frecuente la plaga de langosta, que infesta,
y destruye los campos y sembrados, y conviene buscar la semilla, que deja debajo de la tierra, y
que á esta diligencia y gastos acudan todos los de la provincia cuando, y donde la hubiere:
Ordenamos á los gobernadores, justicia y regimiento de las ciudades, villas y poblaciones, que
hagan repartimiento entre los interesados eclesiásticos y seculares, y nuestra real hacienda, pues
el beneficio es común, y la causa pública, para que sean pagados los que acudieren al remedio. Y
encargamos á los gobernadores el cuidado de hacer cavar, ó arar la tierra, ó echarle ganado de
cerda, que descubra, y destruya la semilla, antes que aumente el daño” RI, Libro Título 15, Ley V,
128.
295
RI, Libro VI, Título V, Ley XXII.
296
RI, Libro VI, Título V, Ley LIX.

154
estaba el mantenimiento de la infraestructura hidráulica, por ejemplo, realizar la
limpia, es decir, la limpieza de las acequias para evitar que se anegaran y se
produjera escasez. Un cargo de mayor envergadura sobre este asunto que surgió
para 1553 y acabó en 1624 fue el del almotacén, un encargado de tareas muy
específicas como la remoción de escombros que obstaculizaban el curso de las
aguas y sacar la basura, por ejemplo.297

La gestión de las aguas no solo se daba en los períodos que ocurría


disminución de las lluvias, sino también por los conflictos que se presentaban por
el uso y que siempre estaban motivados por distintas prácticas para la desviación
del recurso a beneficio de unos y no de todos. La solicitud de nuevos cauces o de
modificaciones de los que ya existían era aprobada por el cabildo o por el
gobernador siempre que no se perjudicara a terceros. 298 Incluso, fueron estas
disputas las que condujeron a la creación de una alcaldía de aguas en 1573299
destinada al reparto del agua de acuerdo con un sistema de turnos
establecidos.300 Junto con los alcaldes de agua301 también se desempeñaron los


297
Antonio Dougnac Rodríguez, “El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en los
siglos XVII y XVIII,” Revista Chilena de Derecho 11 (1985): 312. Según la Tabla de Ceremonias y
Etiqueta del Cabildo de Santiago de 1760, el juez de aguas “Tiene jurisdicción ordinaria en todo lo
respectivo a las aguas y obligación de reconocer sus tomas y repartir en ellas el agua a proporción
de la que trae el río, para lo que señala un teniente con sueldo. Oye querellas y despacha autos en
este asunto, y multa o castiga a los que contravienen a lo mandado; y de ello hay apelación sólo
para la Real Audiencia” ANHFV, vol. 217, fjs. 13v-14r. Aparece publicada en Jaime Valenzuela
Márquez, Fiesta, rito y política. Del Chile borbónico al republicano (Santiago de Chile: Ediciones de
la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana,
2014), 307-340.
298
Para tener una idea de cómo estaba dispuesto el sistema de acequias y distribución de las
mismas en las cercanías de la ciudad de Santiago para la segunda mitad del siglo XVIII, véase
Imagen Nº 9.
299
Acta de Cabildo, 23 de enero de 1573, vol. XVII, 283. Para 1563 el rey Felipe II dictó una
Ordenanza destinada al nombramiento de la figura de Juez de agua que sería incluida en la
Recopilación de las Leyes de Indias en la Ley LXIII, Título II, Libro III: “Ordenamos, que los
Acuerdos de las Audiencias nombren juezes, si no estuviere en costumbre, que nombre el Virrey, ó
Presidente, Ciudad y Cabildo, que repartan las aguas á los Indios, para que rieguen sus chacras,
huertas y sementeras, y abreben los ganados…” Sin embargo, Dougnac Rodríguez en su artículo
“El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en los siglos XVII y XVIII,” indica que este
tipo de juez no se ha encontrado en la documentación sobre la Gobernación de Chile salvo en la
Ordenanza 85 del 17 de febrero de 1609 de la Real Audiencia.
300
Véase Antonio Dougnac Rodríguez, “El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en
los siglos XVII y XVIII,” Revista Chilena de Derecho 11 (1985): 307-308.

155
cargos tenientes de agua o ayudantes de agua quienes se encargaban del
mantenimiento y requisa del aparato hidráulico de la ciudad y de los trabajadores
destinados a las distintas obras (entre esos trabajadores se usaba a los presos).

Imagen Nº 9. Reparto de aguas en la acequia de Quilicura por el alarife Jorge


Lanz, 1760

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº 145

En tiempos de sequía, por ejemplo, entre las medidas tomadas por los
cabildantes estaba aumentar la cantidad regidores en este ámbito. Los años de
1757 y 1758 fueron años en los que la ciudad se vio en la necesidad de
implementar una serie de medidas para contrarrestar los efectos de las sequías;

301
Este funcionario “…ha de ser uno de los individuos que compongan el Ayuntamiento de la
misma ciudad, que no sea hacendero en el paraje que comprende el riego de que se trata…”
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 8rto.

156
una de esas medidas fue el aumento del, precisamente, destinar más personas al
reparto y la distribución del agua (véase Imagen Nº9); para comienzos de 1758
los cabildantes acordaron que el aumento de las haciendas aledañas a la ciudad
provocaba la escasez de agua (incluso en aquellos años “menos estériles”), por lo
que el Regidor Decano creyó conveniente aumentar el número de jueces para
realizar una mejor “administración de justicia”. Se nombró una persona que se
encargaría de la jurisdicción del interior de la ciudad, evitaría que se sacara el
agua de las acequias madres por medio de albañales y castigaría a los ladrones
de agua, contando para ello con el previo reconocimiento del alarife. Para un
período de tres meses, se eligió para el cargo a don Juan Ignacio de Goycolea.302

El cargo de alcaldes de agua, en la práctica, tenía una duración de un año,


aunque en la Tabla de Ceremonias y Etiqueta del Cabildo de Santiago de 1760303
se estipula que el cargo de juez de aguas se asumía los días siete de enero por un
período de dos meses y se elegía entre los señores del regimiento de acuerdo con
su antigüedad. Ya para la segunda mitad del siglo XVIII, con el establecimiento de
los alcaldes de barrio, por auto acordado de la Real Audiencia el 17 de agosto de
1778, estas tareas serían compartidas entre el cabildo y estos oficiales, quienes
también debían vigilar el aseo de las calles y el libre curso de las aguas de las
acequias. Los bandos de buen gobierno también contenían, por cuestiones de
gobernabilidad y seguridad pública, materia de aguas.304 Entre las atribuciones de
los intendentes recaía la gestión del recurso hídrico; sin embargo, esta figura


302
Acta de Cabildo, 27 de enero de 1758, en ACS, vol. XXXII, 190.
303
ANHFV, vol. 217, fjs. 2-35v. En algunas de las sesiones del Cabildo se refrenda esta
disposición: “Y considerando corresponder a éste [al Cabildo] el cuidado y asistencia en los
ministerios de Jueces de Abasto y de Aguas que corresponde a las doce Varas del Regimiento; y
habiéndose representado por los señores Regidores que se hallaron presentes que según el estilo
y orden que se guarda corresponde el cuidado de estos cargos una vez en el año a cada Regidor,
por el nombramiento que se hace para el término de dos meses…” Acta de Cabildo, 29 de octubre
de 1782, ACS, vol. LVII, 229.
304
Véanse los bandos de Ortiz de Rosas del 6 de agosto de 1646, 6 de febrero de 1751 y 2 de
diciembre de 1754; de Amat y Junyent del 7 de abril de 1756, 4 de abril de 1758 y 9 de julio de
1758; de Morales Castejón y Arroyo del 26 de octubre de 1771; los bandos de Jáuregui y Aldecoa
del 7 de junio de 1773, 30 de agosto de 1774, 4 de diciembre de 1779 y 21 de febrero de 1780; de
Benavides del 28 de febrero de 1784 y del 22 de octubre de 1785; y el bando de buen gobierno de
O’Higgins del 19 de agosto de 1788. Véase: BNBMMss, vol. 356, ff. 18-25.

157
institucional fue inconstante a lo largo de las colonias hispanoamericanas. Para el
caso de las aguas en Mendoza, la función del intendente se delegó al cabildo;305
en el caso de la Nueva España, a los intendentes les concernía las nuevas
acequias de regadío y molinos, así como el aprovechamiento de las aguas
superficiales y subterráneas para la fertilidad de las tierras.306

La limpieza de las acequias se realizaba en el periodo que iba, por una


parte, desde finalizado el invierno y los primeros días de la estación primaveral y,
por la otra, desde los inicios del invierno, para que no hubiese problemas con la
canalización de las aguas de lluvias. Por tanto, la mayoría de las disposiciones
pretendían evitar que colapsaran las acequias con lluvias extraordinarias,
deshielos cordilleranos y/o lluvias veraniegas. El corregidor, y ya luego el
gobernador (desde 1759), “echaban bando” al respecto. Se suprimía el agua el
domingo al comenzar las labores y se reanudaba, al culminarlas. La
administración y distribución de esas aguas, tanto las urbanas como las
destinadas al regadío, se realizaba por medio del sistema de turnos o tandas.

En la Gobernación de Chile, el control de las aguas se ejecutó


permanentemente con la aplicación del sistema de turnos, a diferencia de otros
lugares como Lima donde, en las ordenanzas del virrey Toledo se establecían
turnos en las zonas urbanas solo en época de escasez y en aquellas que no eran
críticas se utilizaba el agua libremente según escurriesen. Con respecto a los
turnos destinados para el riego, solo para el norte de la Gobernación -
especialmente en Copiapó a partir de 1768- fueron permanentes durante todo el
año, independientemente de que no fuese época de sequía. En la Provincia de
Santiago los turnos de riego se implantaron de manera ocasional, únicamente en
tiempos de escasez; además, existieron turnos nocturnos y durante los fines de
semana se podían recibir las aguas de la acequia principal.

305
Pedro S. Martínez, “Regulación jurídica de la irrigación en Mendoza durante el siglo XVIII
(Contribución a la Historia del Derecho de Aguas en Argentina),” Revista Chilena de Historia del
Derecho 6 (1970): 173.
306
Gisela Morazzani de Pérez Enciso, Las Ordenanzas de Intendentes de Indias (Caracas:
Universidad Central de Venezuela, 1972), 100-104.

158
En este sentido, el gobernador Ambrosio O’Higgins, frente a la sequía de
1790, por ejemplo, señaló que “Por quanto con motivo de las faltas de Aguas del
Rio de esta ciudad que ha ocasionado la sequedad del tiempo, se ha hecho
indispensable prover del remedio ordinario del turno”, como “en higuales casos ha
sido costumbre”. 307 Por estas razones, dispuso a través de una providencia
promulgada el 18 de septiembre de ese año que los dueños e interesados
ubicados en la parte de arriba del Puente Viejo utilizaran tres días a la semana y
cuatro los de las tomas de abajo. El cumplimiento de la providencia debía ser
controlado por el regidor encargado y acatado por todos los habitantes. Estas
disposiciones no eran novedosas y para ello el gobernador O’Higgins se remite al
Libro Cuarto, Título 17, Ley XI, de la Recopilación de las Leyes de Indias.

Existían igualmente castigos para aquellos que alteraran las acequias


dispuestas por el alarife de la ciudad, como bien quedó estipulado desde la época
de la conquista, en la sesión del Cabildo de Santiago del 13 de agosto de 1548, en
la que se acordó dar 200 azotes públicamente a aquellos indígenas o esclavos
que lo hicieran y sus dueños debían pagarle a la ciudad diez pesos de oro. Si
incurrían en el mismo delito por segunda vez, además de pagar los diez pesos
debían pasar diez días en la cárcel.308 Para finales del siglo XVIII, el castigo a los
infractores se reducía al pago de 25 pesos.309

Mediante mercedes de heridos también se reguló la ingeniería hidráulica. El


primer molino en la ciudad fue el de Rodrigo de Araya instalado en el año de 1548
en el sudoeste del cerro Santa Lucía; el mismo año se autorizó a Bartolomé Flores
para la creación de otro molino junto a la ermita de Santa Lucía o Alto del Puerto,
en posición opuesta al primer molino. Las mercedes de heridos se solicitaban
generalmente al cabildo y los gobernadores pues estos estaban en la facultad de


307
Ambrosio 0’Higgins, Sobre el turno de la Agua del Rio de esta ciudad, Santiago, 20 de
septiembre de 1790, ANHCG, vol. 811, pza. 16, f. 54r.
308
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1548, en ACS, vol. I, 147.
309
Ambrosio 0’Higgins, Sobre el turno de la Agua del Rio de esta ciudad, Santiago, 20 de
septiembre de 1790, ANHCG, vol. 811, pza. 16, f. 54r.

159
otorgarlos, según puede apreciarse en las ordenanzas de audiencias del año
1563.310

La normativa en torno al agua dispuesta desde el siglo XVI se mantuvo


durante toda la época colonial, siendo reiterada en los bandos 311 y solo en
contadas ocasiones se dictaron normativas locales en los siglos XVII y XVIII.312

Con los cambios que conllevó el ascenso de los Borbones a la corona


española y la paulatina concentración del poder, durante el siglo XVIII, las
solicitudes de mercedes de agua pasaron a ser otorgadas por el gobernador. De
igual manera, en la Ordenanza de Intendentes referida a partir de 1786 se
garantizó la participación de los intendentes en materia de aguas, aunque la
documentación de la Gobernación de Chile no muestra que esto se haya
ejecutado en la práctica.313 Para estos parajes, por disposición del virrey del Perú,
de fecha de 14 de enero de 1786 y aprobada por Real Orden del 6 de febrero de
1787, se aplicó la Ordenanza de Intendentes de Buenos Aires de 1782.

Otro de los cambios importantes que ocurrieron con las reformas


borbónicas fue la reorganización de la ciudad; por auto de la Real Audiencia de 17
de agosto de 1778314 se establecieron los alcaldes de barrio y sus facultades. En
este contexto también se dividió la ciudad de Santiago en cuarteles gestionados
por un oidor y un alcalde de cuartel. Ya por bando de 7 de junio de 1773, entre las
obligaciones de dichos funcionarios estaba el garantizar el buen tránsito de las
acequias con su limpieza, tarea que tradicionalmente ejercía el cabildo y que, a
pesar de las nuevas reformas, se mantuvo atento a estas tareas.315


310
Cf. Dougnac Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,” 64.
311
Hasta 1759 la promulgación de bandos lo ejercía el corregidor por encargo del cabildo, después
de esta fecha pasarían a ser promulgados por el gobernador.
312
Véase Antonio Dougnac Rodríguez, “El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en
los siglos XVII y XVIII,” Revista Chilena de Derecho 11 (1985): 282.
313
Dougnac Rodríguez, “El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en los siglos XVII y
XVIII,” 312. Véase BNBMMss, vol. 353, fjs. 254-255.
314
ANHFV, vol. 264, pieza 7, ff. 164v- 174. Sobre los alcaldes de barrio en Chile véase el trabajo
de Gabriel Guarda, Historia urbana del Reino de Chile (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello,
1978), 136-140.
315
Bando de Gobierno Juáregui, Santiago, 7 de junio de 1773, BNBMMss, vol. 356.

160
3.1.2 Esterilidad de las tierras y escasez de agua en el Derecho
Indiano

La normativa sobre las sequías durante el período colonial no resulta


abundante dentro de la jurisprudencia indiana aplicable a todos los territorios de
ultramar. Con las políticas reformistas de los Borbones de la segunda mitad del
siglo XVIII, la esterilidad –la falta de lluvias– aparece tratada como una calamidad
pública, junto con las epidemias. Así, las Ordenanzas de Intendentes del Río de la
Plata de 1782 en su artículo 125º contemplan los casos en los que por sequía
hubiera una posible disminución del pago de los tributos y se decide que no se
podía proceder a la exención de los mismos ni a su rebaja, pero que sí se podía
otorgar un período de espera -mientras a través de consulta por vía reservada- el
rey resolvía lo más conveniente al respecto. El recelo de las autoridades frente a
este tipo de escenarios surgía porque, según queda reflejado en el mismo artículo,
en muchas oportunidades las regiones utilizaban estos eventos como excusas
para conseguir una exoneración de las obligaciones fiscales.316

En este sentido, las disposiciones locales al respecto desempeñan un papel


fundamental porque surgen a raíz de casos específicos. Desde el comienzo del
proceso de conquista las medidas tomadas por las autoridades para contrarrestar
los efectos de este fenómeno hidrometeorológico estaban dirigidas,
principalmente, a la problemática de la escasez de agua, ocurriese esta por una


316
“En los casos de calamidad pública por epidemias generales ó particulares que suelen padecer
los Indios y demás Castas de la Plebe, ó por falta de lluvias que se experimenta algunas veces en
las Provincias de aquel Virreinato, informarán los Intendentes á la Junta Superior de Hacienda con
la justificación correspondiente, y prevenida en el Artículo 114, para que , atendidas las
circunstancias del caso, conceda á los Pueblos esperas de la paga de Tributos 5 pero sin proceder
á rebaxas , ó total relevación de ellos , pues quando regule justas para lo uno ó para lo otro las
causas que hubieren concurrido, me consultará sobre ello por la Via reservada , corriendo
entretanto la espera, á fin de que recaiga mi aprobación, ó resuelva lo que estime mas conveniente
á precaver los daños experimentados con freqüencia de que los Tributarios de unas Provincias
florecientes se pasen á otras afligidas de esterilidad , ó enfermedades, con el solo objeto de
eximirse de la contribución.” Real ordenanza para el establecimiento é instruccion de intendentes
de exército y provincia en el virreinato de Buenos Aires (Madrid: Imprenta Real, 1782), 135-136.

161
disminución extrema de las condiciones pluviométricas regulares del área o por un
problema de distribución y gestión del recurso hídrico.

Este último caso es el más generalizado y contemplado en las normativas.


Para el año de 1726 los vecinos de la ciudad se quejaban de falta de agua en la
época de verano, así que el alcalde interino de aguas, Luis Romo, se encargó de
las providencias necesarias para resolver el inconveniente. El turno disponía que
se repartiera agua por seis días a la parte de arriba y siete a la de abajo, sin que
ello afectase el agua para las tomas de la ciudad.317

Las medidas se destinaron hacia el tema de distribución a través del


sistema de turno o alternancia. Vicente de Carvallo y Goyeneche (1742-1816)
indica que el Teniente Gobernador de la ciudad de Santiago, Francisco de
Villagra, con el objetivo de evitar los inconvenientes por la escasez de agua,
dispondría el repartimiento por turno del recurso hídrico.318 De esta manera, las
mercedes que se otorgaban para el uso del agua en la ciudad, las de riego y las
mercedes de molinos indicaban expresamente los turnos, comenzando con las
zonas de mayor altura. Por esta razón, desde muy temprano se prohibió la
extracción ilícita del recurso hídrico y se trasladaron a los yanaconas del área de
Nuñohue, ubicados en las faldas precordilleranas, para evitar el hurto, tal como
queda constancia en la sesión del Cabildo de Santiago del 1 de julio de 1553.319

Cabe destacar que el cabildo se preocupó de que en las concesiones de


mercedes se evitara el perjuicio de terceros y se actuara siempre en beneficio del
reino. Fue lo que ocurrió para 1736 -año de sequía- cuando se le concedió a
Miguel de Mesina una merced de agua para un molino de pan, lo cual produjo una
disminución del recurso hídrico de la población de la parte de abajo, por lo que los


317
Acta de Cabildo, 12 de enero de 1726, ACS, vol. LI, 191.
318
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 42.
319
Acta de Cabildo de Santiago, 1 de julio de 1553, en ACS, vol. I, 352-53.

162
cabildantes santiaguinos acordaron que el Procurador buscase las medidas
necesarias para garantizar el acceso al agua a toda la ciudad.320

El sistema de turnos se intensificaba en épocas de sequías o de prolongada


escasez hídrica. También se permitía llevar a cabo construcciones hidráulicas por
cuenta de los particulares, como las acequias desde la bocatoma del río; y en
momentos críticos, los vecinos debían costear la mitad de la vigilancia de las
tomas. Con la sequía de 1729, en la sesión del cabildo del 28 de septiembre se
señaló que debido a la escasez generalizada de agua en las acequias públicas no
discurría lo suficiente para suplir las necesidades de la población y que la ciudad
podía verse afectada. A partir del interés de atajar el problema antes de que se
agravara, acordaron los cabildantes que era necesaria la presencia de ocho
hombres que garantizasen una eficiente gestión del recurso hídrico. Cuatro de
ellos con un cabo que vigilara las tomas de la parte de arriba de la ciudad y se
asegurara del curso regular del agua hacia la parte de abajo; y los otros cuatro,
junto con su cabo, para que vigilaran que el agua de las tomas de los que se
encuentran en la parte de debajo de la ciudad no se extraviara.321

Así, cuando la escasez era muy grave y prolongada, se dividía el uso del
agua entre los chacareros ubicados en la zona oriental de la ciudad y los de la
parte occidental y los molinos. Para la sequía de 1636, por ejemplo, se estipuló
que los días lunes, martes y miércoles podían regar “…las chacras que hay dende
la sierra hasta la de doña Constanza de Quiroga, y todos los demás días no
saquen sino sólo la necesaria para beber y la dejen pasar para que la gocen las
chacras de la otra parte y los molinos desta ciudad…”322 Estos turnos aumentaron
para las chacras superiores en 1638, esto es, seis los días de riego para estas


320
Acta de Cabildo, 28 de febrero de 1736, en ACS, vol. LIII, 41. En tiempos de escasez de agua
y/o de trigo la prioridad de la ciudad de Santiago, según queda atestiguado en sus sesiones, es
garantizar el abastecimiento de la población. En este sentido, y en algunos de estos escenarios, el
cabildo tomaba resoluciones específicas al respecto. En el caso que se mencionó del molinero
Mesina, con una merced de agua; en otros, cuando había carestía de trigo, por acuerdos para
evitar la exportación del grano hacia el Perú.
321
Acta de Cabildo, 28 de septiembre de 1729, en ACS, vol. LII, 26.
322
Acta de Cabildo, 22 de agosto de 1636, en ACS, vol. XXXI, 177.

163
zonas y cuatro para las inferiores. 323 Como se apreciará más adelante, estas
divisiones estuvieron siempre presente cuando se disponía del sistema de
alternativa, y las mismas generaron en más de una oportunidad reclamos y
confrontaciones entre los vecinos y las autoridades.

Estas alternativas también fueron una práctica común a lo largo del siglo
XVIII para regular el uso de las aguas del Mapocho principalmente, pero también
sucedió con las aguas del río Molina, por ejemplo. Frente a las sequías de 1778 y
1781, don Diego Larraín324 señalaba que el caudal de las aguas del río Molina
habían disminuido, por lo que para evitar disturbios y garantizar el riego de las
haciendas de uno y otro lado del río se debía establecer el sistema de turnos. Para
1778 los hacendados de la zona recurrieron a las autoridades para que se
realizara la gestión, y por medio de decreto se estableció que se alternaran los de
arriba y los de abajo por períodos de tres días. Esta providencia también se
aplicaría al año siguiente, que también se reportó como seco.325


323
Acta de Cabildo de 17 de septiembre de 1638, en ACS, vol. XXXI, 307.
324
Para observar las tierras de Diego Larraín y otros vecinos en Colina, véanse las imágenes Nos.
10 y 11.
325
Diego Larraín, Presenta sertificacion y pide providencia, Santiago, 9 febrero de 1781, ANHCG,
vol. 6, pza. 21, ff. 313

164
Imagen Nº 10. Plano de la hacienda de Los Llanos en Colina por Ramón
Ramírez, 1795

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº 156

165
Imagen Nº 11. Tierras de María Mercedes Ureta en
Colina por Joaquín Toesca, 1797

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº 156

166
En medio de un conflicto por la distribución del recurso hídrico en los
tiempos de escasez de agua, en 1768, entre las autoridades locales y las
imperiales, la Contaduría de la Gobernación de Chile planteaba que el Consejo
debía participarle al presidente de la Real Audiencia que dispusiera de la
distribución a solicitud del cabildo, contrario a como ya estaba establecido. Es
decir, que si bien era desde el anochecer hasta el amanecer que se abastecía la
parte de debajo de la ciudad y sus vecinos, podía hacerse de manera contraria,
esto es, desde el amanecer al anochecer, aun en contra de los intereses de los
“hacendados de la parte superior, é inferior de ella”326 Además, que a pesar del
turno de la noche, los oficiales correspondientes debían garantizar que por las
acequias de la ciudad corriera una parte del vital líquido.

Entre las disposiciones para la regulación del agua para evitar el


sangramiento o sustracciones se encontraba, incluso, que ninguna persona sin
autorización se acercara a las tomas de aguas. Así quedó estipulado desde muy
temprano en el siglo XVI en una ordenanza del 25 de octubre de 1549, en la que
se señalaba que “ninguna persona sea osado de llegar a las tomas de aguas, ni
los tajamares que el dicho alarife hiciere para el concierto de las aguas con que se
han de regar los panes de esta ciudad, so pena que el esclavo o anacona que lo
tal hiciere, estará diez dias en la cárcel, e su amo pague de pena cinco pesos de
oro…” 327 Esta normativa se mantuvo a lo largo del período colonial y generó
abundantes conflictos, registrados a lo largo del siglo XVIII.

Sin embargo, para la segunda mitad del siglo XVIII se nota un particular
interés de la Corona en hacerle seguimiento a las condiciones del tiempo en todas
sus posesiones indianas. Así, en carta de 10 de mayo de 1784, don José de
Gálvez señaló que el rey quería que las autoridades enviasen “puntual noticia del
tiempo que se experimenta”, y junto con ello dieran cuenta de si las aguas eran


326
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 9.
327
Acta de Cabildo, 10 de agosto de 1636, en ACS, vol. XXXI, 177.

167
escasas o abundantes, además de indicar el estado de las cosechas de los frutos.
Esta información pretendía ayudar a la metrópolis a conocer el estado en que se
hallaban sus posesiones de ultramar. 328 Las autoridades en Chile mandaron
guardar y cumplir la Real Orden, se le mandó copia de la carta al corregidor de la
ciudad de Santiago para que empezara la recolección de los datos desde fines de
ese mismo año de 1784 y diera, además, relación individual cada seis meses.

En suma, las estrategias dentro del ámbito normativo frente a la escasez de


agua y los períodos de prolongadas sequías y veranos ruinosos329 tanto en el siglo
XVIII como en los precedentes, se enfocó principalmente en el establecimiento de
turnos de agua como medidas oficiales, mientras que los desvíos, los tapones y
las confrontaciones por la alteración en los repartimientos fueron estrategias
transgresoras.

3.2. MEDIDAS Y PRÁCTICAS EXTRAORDINARIAS FRENTE A LAS SEQUÍAS

3.2.1. “Dueños del agua”: confrontaciones, transgresiones y


puniciones en tiempos de escasez

Como se ha ido planteando, los contextos de escasez hídrica contemplaron


la regulación simultánea de la gestión del agua por las autoridades locales y
monárquicas en las colonias hispanoamericanas, y con un mayor ímpetu durante
períodos de sequías. Así, el agua no solo significó un recurso natural estratégico


328
Carta de Don José de Gálvez al Presidente de Chile, en que le pide por orden del Rey que
informe sobre el tiempo que se experimenta en eso dominios, si las aguas han sido escasas o
abundantes y si las cosechas han sido prosperas, Aranjuez a 10 de mayo de 1784, BNMM, t. 293,
pza. 8918, fj. 234
329
Un terminó que se toma de los trabajos de Eduardo Röhl y a través del cual el autor define
aquellos “…extraordinarios por rígidos, prolongados veranos”, “Los veranos ruinosos en
Venezuela,” Boletín de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales IX, no. 32
(1948): 427; y que se retoma en la historiografía reciente sobre el clima y sequías para el caso
venezolano: Rogelio Altez, “Aquel infeliz estado de pobreza. Los veranos ruinosos en la isla de
Margarita: siglos XVI-XVIII,” Revista de Indias LXXVI-II, no. 273 (2018): 429-457,
https://doi.org/10.3989/revindias.2018.013.

168
para la Corona, sino que también se convirtió en uno de los recursos disputados
entre los diversos actores sociales: autoridades civiles, eclesiásticas, hacendados
y comerciantes, principalmente; en este sentido, las regulaciones para el control y
dominio del mismo generó, paralelamente, las condiciones para el desarrollo de
distintas actividades que transgredían las normativas vigentes desde el siglo XVI,
de manera que individuos o grupos de individuos convirtieron reacciones
esporádicas frente a las sequías en prácticas recurrentes cuando impactaba el
evento natural.

La sustracción del agua de la ciudad de Santiago sin autorización fue la


práctica transgresora más extendida en cuanto a la distribución y gestión del
recurso hídrico. Era un problema que si bien se agravaba en tiempos de sequía330
-porque no se lograba realizar correctamente la distribución de agua establecida-
fue bastante común en los años en los que no ocurrieron extremismos climáticos.
El robo del agua provocaba distintos daños que se traducían en la obstrucción e
inundación de las calles, la formación de lodazales (que el clamor institucional
planteaba como un problema de higiene pública) 331 y contribuía a generar una
escasez que no estaba relacionada con la disminución de las lluvias. Estas
prácticas se realizaban a través de albañales y con ladrones de agua.332


330
Evidencia de ello la podemos apreciar ya desde el siglo XVII. Por ejemplo, el año de 1671 fue
bastante seco, la sequía que reinaba ocasionó que se discutiera sobre ella y sus efectos en más
de una sesión del Cabildo de Santiago. Además de la práctica religiosa de las rogativas públicas y
procesiones, el cabildo procuró evitar las confrontaciones que se sucedían entre los vecinos por el
reparto del agua, que ese año particularmente se le atribuía a una falta de agua por la sequedad
del año: “Este día se acordó que el señor fiel ejecutor ponga particular cuidado en la distribución
del agua en las tomas que salen para las chacras y deste ciudad, procurando evitar las contiendas
que hay entre los interesados por ocasión de la falta que se ha reconocido de el agua, respecto de
la sequedad del año, y asimismo que haya la necesaria para el servicio de esta ciudad” Acta de
Cabildo, 13 de noviembre de 1671, en ACS, vol. XXXVIII, 192.
331
El interés de los gobiernos monárquico y local en las Indias Occidentales por la salubridad y la
limpieza de las ciudades quedan reflejado desde muy temprano por las diversas disposiciones en
torno a la limpieza de las acequias. En medio de este interés, la generación de lodazales
significaba un verdadero problema en las ciudades a partir de la anegación de diversas acequias.
A partir de este razonamiento, la existencia de ladrones de agua o bien de extracciones ilícitas de
la misma contribuía a generar estas indeseables condiciones.
332
Los ladrones de agua se correspondían a un portillo o abertura que les hacían a las acequias
para sustraer agua de manera ilegal. El Diccionario de Autoridades de 1734 (tomo IV) tiene una
entrada para “Ladrón” que define como “…la canal o portillo que se hace en las presas de los

169
El año de 1758 resulta de gran importancia en medio del debate sobre el
resguardo del agua. 333 En cabildo extraordinario se le solicitó al alarife que
“…recorriese la ciudad y viese cuántos albañales o ladrones de agua salían de las
casas y conventos, por donde se extraviase la de las acequias madres…”. 334
Durante la misma sesión se insertó un escrito del alarife Jorge Lanz en el que se
distingue entre acequias de permiso y ladrones de agua, los cuales debieron
haber proliferado a raíz de la sequía de 1757. En el mismo escrito, el alarife
manifiesta su duda sobre si en este recorrido se incluían los extramuros de la
ciudad y suburbios o si solamente era aplicable al centro de Santiago.335

Los mismos regidores no estaban exentos de encontrarse dentro de las


prácticas transgresoras. Para comienzos de 1759 se debatía en el cabildo los
graves perjuicios que ocasionaba el ladrón de agua que salía de la casa del
regidor Maestre de Campo don Antonio del Águila, y a raíz de ello estaba
entablado un pleito de don Manuel García de San Roque contra doña Catalina de
la Vega; los autos al respecto fueron remitidos al cabildo el 13 de febrero para que
estos pudiesen encontrar una solución a los inconvenientes ocasionados en la vía
pública, conocida como calle Bachiller, cercana a la Plaza Mayor.336 Para ese año
don Águila ejerció el cargo de Juez de Abasto y para 1757, 1769, 1772 y 1775 el
de Agua.


molínos o azeñas para robar por aquel conducto el água del rio quando es necessario” (consúltese
en http://web.frl.es/DA.html). De igual manera, alarife del cabildo de la ciudad de Santiago para el
año de 1758, Jorge Lanz, ajustándose a lo referido por la Ordenanza Nº19 de dicho cabildo, señala
que los ladrones de agua “…son aquellos a quienes no se les ha señalado entrada y salida por el
Alarife, y que no son conforme a la traza que está mandada se tenga con las aguas…”. Este
escrito del Jorge Lanz fue recogido en Acta de Cabildo extraordinario,1 de marzo de 1758, vol.
XXXII, 192.
333
En años anteriores también se presentaron confrontaciones por este motivo y la ciudad de
Santiago constantemente estaba debatiendo en sus sesiones al respecto. Véanse, por ejemplo:
Acta de Cabildo, 7 de noviembre de 1692, en ACS, vol. XLIII, 47; Acta de Cabildo, 26 de
septiembre de 1693, en ACS, vol. XLIII, 112; Acta de Cabildo, 16 de mayo de 1721, en ACS, vol. L,
311.
334
Acta de Cabildo extraordinario, 1 de marzo de 1758, en ACS, vol. XXXII, 191.
335
Ibídem, 192.
336
Acta de Cabildo, 17 de febrero de 1759, en ACS, vol. LVI, 11.

170
En esas mismas discusiones de 1758 sobre los ladrones de agua se solicitó
la designación de un Juez de Agua que estaría a cargo de la gestión y distribución
del recurso hídrico. En este debate se menciona que ese año era particularmente
estéril pero que la escasez del agua también ocurría en años menos secos porque
la ciudad de Santiago se encontraba rodeada de muchas haciendas con extensos
terrenos, por lo que se entiende que la demanda de agua era mucho mayor. Para
mediados de ese año, el Alcalde de Aguas, Sebastián de la Barra, en
representación del clamor generalizado de los vecinos por la esterilidad existente,
recomendó:

…poner sujeto de confianza que tenga el cuidado de mantener la toma


de la ciudad con agua continuamente, y que al mismo tiempo aplique su
cuidado en repartimiento del agua de manera que todas las acequias
lleven la necesaria y no carezcan los vecinos de su beneficio…337

En este contexto de esterilidad el Cabildo de Santiago vio necesario crear


muchas más plazas para jueces encargados del repartimiento del agua
otorgándoles jurisdicciones específicas. Se nombró como Juez de Aguas para el
interior de la ciudad a don Ignacio de Goycolea, Regidor de Santiago, con la tarea
de atender la distribución del recurso y para que, además, garantizara la
administración de justicia en las sustracciones no contempladas en la
reglamentación al respecto.338 Sobre este asunto, Amat por solicitud del cabildo,
promulgó norma al respecto en bando de 4 de abril de 1758,339 que sería reiterado
en otro bando dictado por O’Higgins en 1788. Estas situaciones resultaron
comunes, especialmente en el barrio de San Agustín, según se puede apreciar en
acta de 6 de julio de 1761.340

En algunas ocasiones la situación que se generó como consecuencia de la


falta de agua condujo a enfrentamientos armados. Con la sequía de 1725, las
autoridades determinaron que los hacendados de la parte de arriba, en el pago de

337
Acta de Cabildo, 9 de junio de 1758, en ACS, vol. LV, 204.
338
Acta de Cabildo, 27 de enero de 1758, en ACS, vol. XXXII, 190.
339
BNBMMss, t. 356, fs. 18-25.
340
Acta de Cabildo, 6 de julio de 1761, en ACS, vol. LVI, 91-92.

171
Ñuñoa, y los de la parte de abajo, en el de Renca, debían establecer el sistema de
turno para el uso del agua del río y los tenientes de agua ejecutaron la medida; a
pesar de esto, la escasez fue crítica y muchos optaron por hurtar el agua a través
de “cuadrillas y armados”. Por su parte, los vecinos que tenían viñas elevaron sus
quejas y pedimentos al cabildo por la escasez que se generó en las acequias, lo
que produjo nuevas providencias para evitar las diferencias entre los afectados.341
La solicitud de rogativa que acordó el cabildo en julio de 1727 para que “hubiese
pluvia” se fundamentó en que los campos estaban esterilizados por la falta de
agua y que el común padecía “diferentes achaques violentos”342; estas medidas
permiten intuir que durante los momentos críticos de escasez fue una práctica
habitual recurrir a la violencia.

Este sistema ocasionaba numerosas quejas. Frente a la sequía de 1757, se


publicó bando con fecha del 28 de septiembre en relación con la alternativa de las
aguas donde se establece que los hacendados de la parte de arriba dispondrían
de dos días, desde el lunes a partir del ocaso hasta el miércoles a la misma hora,
y los de la parte de abajo dispondrían de dos turnos, uno de tres días, de
miércoles a sábado, y otro de dos días, de sábado a lunes. Los hacendados de
arriba no acogieron de buena manera la providencia así que representaron ante
las autoridades sus quejas. Esta alternativa se estableció gracias a la presentación
de unos expedientes que, según dichos hacendados, no planteaban la verdadera
necesidad del vecindario.

El argumento principal hacía referencia a que la distribución no era


equitativa, así que para demostrar el punto de sus demandas aquellos vecinos
realizaron una matrícula de las chacras y arboleadas de las inmediaciones de
Santiago. Establecieron que existían en la parte de arriba, de uno y otro lado del
río, unas 84 chacras, sin incluir aquellas que solamente contemplaban árboles
frutales, y los de la parte de abajo en su conjunto solamente computaban 32
chacras, 9 correspondiente a una parte del río y 23 el otro extremo. Además de

341
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1726, en ACS, vol. LI, 225.
342
Acta de Cabildo, 4 de julio de 1727, en ACS, vol. LI, 275.

172
eso, también adujeron que a la hora de utilizar el sistema de turnos debían
considerarse varios factores, entre ellos, que las chacras de la parte de arriba, por
ejemplo, no solamente presentaban una mayor distancia, sino que mostraban
condiciones desventajosas del suelo en comparación con las de abajo. Unas
ameritaban más agua y las otras podían retener por un lapso mayor de tiempo la
humedad. A pesar de las tres variables que enumeraron, las chacras de abajo
disponían de cinco días de regadío.343

Este sistema de alternativas, no obstante, excluía a la ciudad de Santiago y


se aplicaba básicamente a las áreas periféricas, pues en estos escenarios el
cabildo de la ciudad estipulaba que por sus acequias internas debía correr el agua
continuamente y para ello se les encomendaba a las autoridades encargadas del
recurso hídrico cumplirlo. En un documento interesante sobre este sistema de
turnos y en este mismo contexto de gran escasez y sequías que abarcó
prácticamente toda la década de 1750, los vecinos y religiosos que vivían en el
barrio de La Chimba le solicitaron a las autoridades que también en su sector se
aplicara el mismo beneficio ya que ellos pertenecían a la ciudad y que estas no
debían distinguir entre sus habitantes. Así, solicitaban que se aplicara en La
Chimba el bando de buen gobierno de 1757 para que el agua de las acequias de
Santiago corriera libremente, ya que en esta zona igualmente “militan todas las
rasones que se pueden tener presentes en la ciudad para privilegiarla en la
continuacion de las aguas”, además ellos se encontraban en una situación
precaria por la escasez ya que de la acequia que los surtía se sacaban otras
destinadas al regadío lo cual ocasionaba daños en las viviendas habitacionales de
la zona al no llegarles el líquido.344

En algunas ocasiones estas diferencias y conflictos por los turnos de agua


terminaron en violencia física. Entre 1757 y 1761, una etapa caracterizada por


343
Sobre aumentos de dias en la alternativa de el agua de los interesados de arriba, Santiago, 31
de octubre de 1757, ANHCG, vol. 955, pza. 6, ff. 154- 157,
344
Sobre aguas en la acequia de La Chimba, fray Manuel Acuña y fray Bartolomé Violeta,
Santiago, 2 de noviembre de1757, ANHCG, vol. 571, pza. 10, ff. 83r-84v.

173
mucha “sequedad del tiempo”, no solo los vecinos de la ciudad de Santiago
elevaron quejas por la falta de agua. En tanto el cabildo capitalino debatía sobre la
disminución del caudal del Mapocho, a la vez que determinaba medidas para la
alternativa del agua de dicho río, también surgieron conflictos por la disminución
de las aguas del río Colina, y solicitudes para la implantación del sistema de
turnos.

En este contexto, entre don Ignacio Zebreros, sus hijos Tomás y Carlos, y el
Teniente de Aguas de Colina, don Agustín de Vargas, se generó una situación
tensa a raíz del sistema de alternancia. Para evitar “escándalos y alborotos entre
personas de distinción”,345 Zebreros solicitó al gobernador y presidente de la Real
Audiencia para que interviniese en el conflicto porque, según su versión, el
teniente se aprovechaba de su empleo para abusar de él y sus hijos, ya que les
tapaba la bocatoma antes de culminar el turno. Lo enmarañado del problema
terminó por involucrar al Juez de Aguas designado por el Cabildo, Antonio del
Águila, quien fue el encargado de establecer el turno como estaba planteado.346

El conflicto comenzó cuando el Juez de Agua y el Teniente de Aguas


comisionaron a Juan Claveros para que tapara la bocatoma una vez completado el
término establecido, momento en el cual los hijos de don Ignacio Zebreros lo
atacaron con garrotes y lo hirieron por la espalda. Al respecto, se le solicitó a los
agresores que no “tubiesen atrabiesa de obra ni de palabra”347 con el agredido,
pero la notificación no rindió los frutos esperados. Al día siguiente de ser recibida
por los hermanos, don Tomás Zebreras se dirigió a la hacienda de Batuco (que
era de don Juan de Noriega) donde se encontraba un peón del agredido cortando
leña y le quitó el hacha, lo cual fue suficiente para que Claveros entablara una
querella en contra del hermano. El Teniente Agustín de Vargas mandó a


345
Ignacio de Zebreros al Sr. don Manuel Amat, Presidente, Gobernador y Capitán General de este
Reyno, Santiago, 31 de diciembre de 1759, ANHCG, vol. 66, pza. 22, f. 308r.
346
El juez estableció turno de tres días. Dos de ellos destinados a doña Ana, don Nicolás de Ureta
e Ignacio Zebreros; y un día, el tercero a Diego de Larraín y Agustín de Vargas.
347
Agustín de Vargas al Sr. don Manuel Amat, Presidente, Gobernador y Capitán General de este
Reyno, Colina, 31 de enero de 1760, ANHCG, vol. 66, pza. 22, f. 321,

174
comparecer a don Tomás, primero verbalmente y luego por escrito, y en defensa
de su hijo, don Ignacio decidió arremeter contra Vargas frente a la máxima
autoridad de aquel reino.348

Los turnos de agua establecidos en Santiago durante la época de sequía


también generaron prácticas fuera de la normativa, como la construcción de hoyos
que se convertían en una especie de laguna para disponer del recurso hídrico
fuera de turno. Ya desde la Ordenanza de Policía de Santiago Nº 22 de 1569 se
prohibía la construcción de estos hoyos, por lo que el cabildo santiaguino estipuló
que “… ningún vecino ó morador de la dicha ciudad no pueda hacer ni tener los
dichos hoyos, sino que dejen libremente ir la dicha agua adelante á los demás
vecinos, so pena de diez pesos” 349 Existían, no obstante, autorizaciones reales
para cavar pozos de agua, cisternas o jagüeyes.350

Otra de las medidas que se utilizaban para garantizar una distribución


equitativa del recurso hídrico era la calidad de los marcos de las bocatomas.351
Para 1759 se requirió la colocación de marcos firmes en cada conducto que
repartía el agua.352 Para 1732 el cabildo de Santiago advirtió que el caudal del río
Mapocho había disminuido y que las personas ubicadas en la parte de abajo del
Mapocho “desbarrancaban la toma de la ciudad” por lo que el agua no discurría
regularmente por las acequias que atraviesan toda la ciudad. Con el fin de
solventar el inconveniente, no solamente comisionaron a Pedro de Covarrubias
para que atendiera el cuidado de la toma de la ciudad y garantizase la circulación


348
Ibídem, f. 321r-322v.
349
Ordenanzas de polícia de la capital de Santiago de Chile, 30 de marzo de 1569. En Gay,
Historia física y política de Chile. Tomo I, 196.
350
Cf. Dougnac Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,” 67.
351
En las estructuras hidráulicas, las bocatomas son obras de arte de captación que cumplen la
función de derivar parte del recurso hídrico que se encuentra disponible en algún curso de agua
(ríos, canales, por ejemplo). Los marcos de las bocatomas son obras de distribución que permiten
dividir el volumen total del agua en partes iguales y se empleaba como dispositivo para medir la
cantidad de líquido a partir de la unidad marco de agua. Véase David Iván Arroyo Orellana, “Las
Asociaciones de Usuarios de Aguas en Chile durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX:
1800 – 1950,” (Tesis de licenciatura, Universidad de Chile, 2009), 107.
352
Acta de Cabildo, 28 de junio de 1759, en ACS, vol. LVI, 24.

175
del agua, sino que también nombraron a don Gregorio Ugarte para que colocara
marcos en las acequias de la ciudad que así lo requiriesen.353

La distribución del recurso hídrico generó enfrentamientos entre los


habitantes de Santiago y las autoridades civiles. En un expediente sobre el
trasvase de las aguas del río Maipo, se señala que el Cabildo de la ciudad de
Santiago en carta de 8 de marzo de 1768, expuso los continuos conflictos que se
presentaban entre los distintos hacendados de la parte de “arriba” y los de la parte
de “abajo” por el recurso en los meses que regularmente se daba la escasez de
agua (febrero, marzo, abril y mayo). Por lo que, “…se experimentaban entre los
dos partidos quimeras, disensiones, golpes, y pleytos sobre la preferencia de regar
sus respectivas heredades…”. De estos escenarios salían aventajados los campos
de la parte de arriba “…por la proporcion que les daba su situación, y que
favorecidos de ella estavan hechos Dueños del Agua”. 354

Este escenario de distribución desigual del agua, generaba que el río


disminuyera considerablemente su caudal y que las acequias no tuviesen el flujo
necesario para garantizar las necesidades básicas de los vecinos, en especial,
aquellos de la parte inferior, por lo que, según el cabildo, estos se veían en la
obligación de “…formar oyos en la arena para encontrar la precisa para beber”.355

Esta situación de desorden en tiempos de escasez instó al corregidor de la


ciudad, en su comparecencia en la Real Audiencia el 13 de marzo de 1767, a que
diera cuenta de los daños y peligros que se producían, según testimonio remitido
por la ciudad en la mencionada carta; pero sus resoluciones al respecto no
lograron calmar el conflicto de manera que le solicitó a las autoridades imperiales
que “…se pusiesen soldados y guardas armados en los parajes acostumbrados.”
356
El pago de estos oficiales correría por los vecinos de la ciudad,

353
Acta de Cabildo, 22 de marzo de 1732, en ACS, vol. LII, 136.
354
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 1.
355
Ibídem, f. 1.
356
Ibídem, f. 2vto.

176
específicamente los de la parte afectada. La solicitud no procedió. El dictamen del
Fiscal de la Real Audiencia acordó suspender las providencias a razón de lo
avanzado del tiempo. Así, los vecinos de la ciudad no solo se vieron sin el recurso
hídrico para su consumo, sino que además no pudieron abastecerse de los
productos básicos para alimentarse porque, precisamente, los vecinos de la zona
baja de la ciudad, la más afectada, eran los proveedores. Frente a ello, el cabildo
de Santiago planteó que la resolución adoptada por la Real Audiencia a través del
Fiscal “…tal vez tenia por objeto el atender á los respectos de los hacendados de
la parte de arriva entre los quales heran dueños de grandes posesiones algunos
ministros de aquella Real Audiencia.” 357

Los vecinos de la parte de abajo acudieron por escrito el 27 de febrero de


1768 al Oidor Decano de la Real Audiencia, Juan de Balmaceda y Celzano Beltrán
(1702-1778), 358 quien desde agosto de ese año era el gobernador interino de
Chile. El otrora gobernador decidió, según la representación del Cabildo, designar
a Benito de Salas como juez de agua, lo que el cabildo asumió como una ofensa a
la regalía que de “immemorial tiempo exercia la ciudad” de designar este cargo.
Además, el juez designado ya había sido depuesto por el cabildo de un cargo
similar, el del teniente de Juez de Aguas:

…a causa de haversele justificado el delito de haver vendido el agua á


infinitos individuos en ocasiones que no les correspondia el turno, lo
que dio motivo á los vezinos de la parte inferior a que pidiesen a dicho
ministro Gobernador le nombrase por asoziado del citado Salas a
Balentín Castillo.359


357
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 3rto.
358
Fue un abogado español, designado Oidor de la Real Audiencia de Chile en 1739. Ejerció como
Juez de bienes de difunto en 1743 y como ministro de la Real Junta de Tabacos durante el
gobierno de Manuel Amat y Junyent.
359
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 4rto.

177
La postura de los cabildantes tenía como objetivo cuestionar el que las
medidas buscasen beneficiar el regadío de las viñas y sembradíos del gobernador
interino que se encontraban, precisamente, en la parte de la ciudad que salía
aventajada con la distribución del agua.

…y que en medio de que por Acuerdo de Justicia le está permitido a


dicho ministro que sin concurrencia de otros cinco hacendados que en
sociedad repartian un marco de agua la tomase separadamente sin
sugecion á esta ventajosa providencia, tomaba toda la que apetecia en
perjuicio universal de todos, quando era constante que en las chacaras
de la parte vaja distribuyen una zequia de menos agua que las del dicho
ministro entre diez ó doce, y algunas vezes mas haciendas; por lo que
están reducidos sus dueños á no cultivar otros frutos que las viñas.360

Con esta problemática, el cabildo pedía que se les restituyera la facultad de


elegir al juez de agua y que además se le prohibiese a Juan de Balmaceda y
Celsano Beltrán, por un lado, que sacasen toma de agua sin marco y, por la otra,
que no estuviesen relacionados con lo concerniente a la distribución del agua por
ser uno de los mayores hacendados de las partes en conflicto.

Frente a la representación del cabildo, que estuvo acompañada por dos


testimonios, la contaduría indicó que lo contenido en los testimonios no daba
fundamento para el discurso presentado por el ayuntamiento frente a la
problemática, en especial lo concerniente al oidor de la Real Hacienda, Balmaceda
y Celsano Beltrán, pues argumentaba que poseer haciendas en una de las partes
enfrentadas no era justificación suficiente y que, además, no había constancia de
que hubiera desempeñado un rol en la disputa contrario a los intereses de los
hacendados de abajo, los querellantes. Y que además la oposición del cabildo
secular frente a Salas tampoco tenía cabida porque asumiendo que “…ya estaba
nombrado para esta comisión el theniente don Benito Salas (…); pidieron que
continuase este en su comision por lo respectivo a las haciendas de la parte de


360
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 5rto.

178
abajo; y que para la de arriva se nombrase al theniente Valentin del Castillo…”361
Así resuelto a solicitud de las partes involucradas, Salas no tendría relación con la
distribución de las aguas en los hacendados de la parte de arriba de la ciudad.

El choque de poderes entre la estrategia imperial de control de las colonias


hispanoamericanas y el creciente aumento de los poderes locales, liderados por
los cabildos, es, en nuestro juicio, el trasfondo de la problemática. La necesidad de
contrarrestar los espacios ganados por el gobierno local se hacía presente:

Tampoco se produce justificazion alguna de la immemorial costumbre,


que se atribuie la ciudad de nombrar juezes de agua; y quando se
suponga, sin perjuicio de la verdad, que le corresponde este privilegio
no se alcanza la razon en que funde la quexa, de que se le haya
pribado de esta facultad; sino en que aia concebido que le es tan
privativa que con ningun respecto esté subordinada al Govierno
Superior, que es el unico que ha entendido en este asumpto segun
parece por dichos testimonios, y el que sin duda debe entender en lo
principal, y en sus incidencias. 362

Por otra parte, las confrontaciones por la sustracción ilegal del recurso
hídrico de las acequias encontraron inconvenientes no sólo para los propietarios
sino también dentro del grupo de los inquilinos. 363 El cambio progresivo de la
estructura económica que se dio para el siglo XVII -con un desplazamiento cada
vez mayor del interés hacia los cultivos y con ello una apropiación diferente del
valor de la tierra-, supuso al mismo tiempo un cambio en las relaciones sociales e
institucionales relacionadas con la mano de obra. La encomienda dejó de ser la
principal fuente de mano de obra y la figura del inquilino que surge después de la
segunda mitad de dicha centuria en la zona central de la Gobernación de Chile
(por ser precisamente la diáspora de estos cambios y del auge cerealista, por
presenciar un aumento demográfico de mestizos libres y una disminución de

361
Ibídem, f. 14rto.
362
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 15vto-16rto.
363
La obra de referencia sobre el papel de los arrendatarios o inquilinos durante la época colonial
la encontramos en Mario Góngora, Origen de los “inquilinos” de Chile central (Santiago: Seminario
de Historia Colonial, Universidad de Chile, 1960).

179
indígenas) fue el resultado del interés que tenían las haciendas en generar
mecanismos para incorporar al sistema productivo a toda esta creciente mano de
obra, mestizos y españoles empobrecidos.

Así, los conflictos por las tomas de agua se intensificaron particularmente


dentro del sistema de inquilinaje. De hecho, los extramuros de la ciudad de
Santiago compuestos por chacras fueron una de las zonas donde se estableció un
gran número de arrendatarios y, de acuerdo con Góngora, que pudieron
conocerse gracias a las quejas que se sucedieron tras la apertura de nuevas
tomas en las acequias.364 La Audiencia y el Gobernador se vieron en la necesidad
de establecer que los propietarios debían garantizar el agua de la toma para sus
inquilinos en las áreas aledañas de la ciudad de Santiago; debido a esta medida,
se encuentran quejas de aquellos propietarios que se vieron afectados en la
localidad de Renca para los años 1691 y 1693 pues tenían alquilados sembradíos
de maíz, fríjoles y alfalfares y también en Quillota en 1761 que incluso termina con
la expulsión del propio inquilino365, por ejemplo.

Entre las resoluciones dadas en época de sequía para atender las


transgresiones a la normativa, además del aumento de las autoridades
encargadas de la gestión del recurso hídrico, como se advirtió para 1758, en
distintas oportunidades se dispuso de un grupo de personas para que se
encargaran de vigilar las diversas tomas y evitar confrontaciones entre los de
arriba y los de abajo del Mapocho. En este sentido, las tomas de aguas se
dejaban al cuidado de guardias para evitar que se sustrajera más agua de la
debida.


364
Góngora, Origen de los “inquilinos” de Chile, 55.
365
Juicio seguido con Marín y Azúa sobre el deslinde y repartimiento de las aguas de sus
haciendas situadas en el valle de Quillota, ANHRA, vol. 364, pza 1, f. 104. Para el caso de la recién
fundada villa de Copiapó, fue necesario que hacia 1744 se generaran normativas sobre policía de
regadío por los conflictos por el agua en los cuales aparecen ya mencionados los arrendatarios.
Véase Disposición sobre el uso del agua por arrendatarios en 1744, AGI, Audiencia de Chile, leg.
137. Cf. Góngora, Origen de los “inquilinos” de Chile, 53-55.

180
Para finales del año de 1736 se experimentaba una escasez de agua en las
acequias y el caudal del Mapocho había disminuido considerablemente, por lo
que, según los cabildantes de Santiago, fueron comunes las infecciones y la
proliferación de incendios que no podían ser atendidos por la falta del recurso
hídrico. En medio de este contexto de necesidad, los hacendados generaban
conflictos porque se llevaban para sus tomas la poca agua que discurría, por lo
que el Cabildo se vio en la obligación de establecer guardias en dichas tomas para
evitar tal sustracción y garantizar “… la precisa y necesaria para que beba el
común, y para su limpieza y reparos para los incendios…”366.

Esta medida, no obstante, no se establecía solamente en época de sequía.


Para 1747, en acta del cabildo del 17 de noviembre, se señala que con el fin de
controlar las constantes inundaciones de las calles de la ciudad por
desbordamiento de las acequias o por el rompimiento de las mismas para sustraer
el tan disputado recurso, se solicitó la presencia de un guardia en la toma de agua
de toda la ciudad y se seleccionó a Lucas Adames para tal fin.367 En la sesión de
27 de enero de 1758 también se indicó la importancia de ubicar y controlar los
ladrones de agua con el fin de mantener la limpieza de la ciudad y evitar las
inundaciones producidas por el derrame del agua.368

Quienes no cumplían con la normativa en tiempos de escasez tenían, por lo


general, que pagar penas monetarias, cosa que ocurrió desde las primeras
sequías registradas en la ciudad de Santiago. Por ejemplo, durante la sequía de
1636 la pena era de 50 pesos cada vez que se determinara una extracción de
369
agua fuera del plazo estipulado. De manera que las diversas medidas
económicas tomadas para garantizar la eficiente gestión del agua también
suponían un enconado debate. La puesta de guardias suponía la destinación de
un monto para el sueldo. En el contexto de la sequía de 1736, de la necesidad de


366
Acta de Cabildo, 15 de octubre de 1736, en ACS, vol. LIII, 50.
367
Acta de Cabildo, 17 de noviembre de 1747, en ACS, vol. LV, 19.
368
Acta de Cabildo, 27 de enero de 1758, en ACS, vol. LV, 190.
369
Acta de Cabildo, 10 de agosto de 1636, en ACS, vol. XXXI, 177.

181
colocar guardias para evitar la sustracción ilegal de agua y a personas
autorizadas para labores destinadas a tapar y destapar las tomas, en el cabildo de
Santiago se debatió en sesión extraordinaria del 15 de octubre de ese año370, la
falta de caudal de los propios de la ciudad y el que habían dejado de percibir la
concesión especial de Su Majestad en el Ramo de Balanza, lo cual disminuía la
facultad del cabildo en los gastos de dicho caudal. De la mano del Procurador
General se le pidió que solicitase a la Junta de Balanza la cantidad de 300 pesos,
los cuales quedarían en manos del presidente para su distribución según los
gastos expresados. No obstante, la decisión no fue unánime: Diego Martín de
Morales se opuso a que se librase cantidad alguna de dicho ramo y don José
Alderete pidió que solo se solicitasen 200 pesos. Anteriormente, con la sequía de
1729 también se había acordado el pago de cuatro reales por día para los ocho
hombres que se ubicarían en las tomas de agua de la ciudad y un peso por día a
cada uno de los dos cabos que acompañarían a cada grupo de cuatro hombres,
para cuyo pago se solicitaron 200 pesos del ramo de Balanza.371

El cabildo del 9 de junio de 1758 estipuló la cantidad de 50 pesos anuales


para pagar la persona encargada -a solicitud del Alcalde de Aguas- de vigilar la
toma de la ciudad y las tomas de arriba, así como el repartimiento del agua.372

Con las Órdenes Religiosas los conflictos por el agua fueron cotidianos, en
tiempos de sequías o no. Para finales de 1758, hubo una querella con el
Monasterio de las Agustinas de la Limpia Concepción (1574); los regidores
perpetuos don Antonio del Águila y don Ignacio Goycolea presionaron al cabildo
para que las religiosas no extrajeran agua de las acequias madres a través de
acequias paralelas ya que ocasionaban inundaciones en las calles y no permitían
el repartimiento regular, generando pérdidas de las fincas de lo cual se recibían
constante quejas. Sin embargo, frente a las diligencias realizadas por el Cabildo
no hubo mayor respuesta, por lo que, en nueva sesión, el Cabildo acordó que el

370
Acta de Cabildo, 15 de octubre de 1736, en ACS, vol. LIII, 50.
371
Acta de Cabildo, 28 de septiembre de 1729, en ACS, vol. LII, 26.
372
Acta de Cabildo, 9 de junio de 1758, en ACS, vol. LV, 204.

182
monasterio tenía un mes para reparar “…las acequias madres del interior de dicho
Monasterio, mandándoles hacer petril de cal y piedra o ladrillo, levantado de forma
que no padezcan inundaciones sus edificios, y que con ningún motivo ni pretexto
se extraiga el agua del conducto propio que debe seguir…”373

El molino de pan del Convento de Nuestra Señora de la Merced ocasionó


enconadas disputas. Los implicados aducían que dicha infraestructura debía
quitarse porque ocasionaba inundaciones al verter las aguas en las calles y
tampoco permitía que llegase el agua a las casas y los solares. En medio de las
gestiones del Cabildo, don Cristóbal Dongo acordó con el Fray Ignacio de
Covarrubias, Reverendo Padre Comendador, que se eliminase el nombrado
molino. En el trato se estipuló una indemnización de 500 pesos y 90 fanegas de
trigo molidas, más sesenta pesos destinados para la molienda y conducción del
trigo. Dongo solicitó que se presentase el acuerdo a la Real Audiencia y que el
importe se librara del Ramo de Balanza. 374 El principal inconveniente era el
derrame de la acequia y la anegación de las calles, lo cual dificultaba,
especialmente en los inviernos, las actividades cotidianas y públicas. Ya indicaba
el Procurador General, el capitán don José de la Cruz, en la Petición que realizó a
las autoridades correspondientes, que la ciudad tenía más de 50 años
solicitándole al convento la eliminación del molino. El monto estipulado en el
acuerdo se destinaría a levantar un molino en la Cañadilla de la Chimba donde,
igualmente, tendrían su chacra y viña. 375

Un escenario similar se presentó con el convento Santo Domingo en el


verano de 1780, un año que se caracterizaría por un prolongado déficit en las
precipitaciones. El prior don José Cruz a raíz de una solicitud del arrendatario de
los dos molinos de pan de la institución, elevó las respectivas quejas a las
autoridades porque de la acequia San Cristóbal que los alimentaba se estaba
extrayendo el agua a partir de nuevos derrumbes y tacos. El mayor conflicto se

373
Acta de Cabildo, 24 de noviembre de 1758, en ACS, vol. LV, 216.
374
Acta de Cabildo, 6 de septiembre de 1707, en ACS, vol. XLVI, 113-114.
375
Acta de Cabildo, 19 de septiembre de 1707, en ACS, vol. XLVI, 118-119.

183
presentó con una chacra localizada en las faldas del cerro del mismo nombre de la
acequia, que recientemente había sido comprada por don Francisco Antonio
Avaría, administrador del Real Estanco del Tabaco. Los religiosos argumentaban
que la situación era excesiva y que, además, no solo sus molinos dependían del
agua, también lo hacían muchos otros vecinos que ya se estaban quejando por la
falta del recurso. Las autoridades no se hicieron esperar y pidieron que se
destapara el curso, se reparasen los derrumbres y se les notificase a los
involucrados. Frente a esta situación, el 12 de junio de ese año los vecinos Justo
Cifuentes, Luis Zapata, Josefa Maciel y Francisco Pérez, todos ellos herederos de
don Andrés Maciel y de la chacra implicada en el problema insistieron que el
convento no poseía ningún título que pudiese justificar el dominio sobre la acequia
y que aun si lo tuviesen no tienen la facultad para impedir que los demás vecinos
gocen de ella ya que las fincas ubicadas en la zona siempre se han regado con el
agua que corre por allí. Además, insistieron que el agua resultaba abundante al
punto de desbordarse y que el problema radicaba en que los religiosos pretendían
monopolizar el recurso para que con el desperdicio del mismo les pudiesen dar
agua a los arrendatarios que meten en sus tierras.376

Como hemos podido advertir, las transgresiones más evidentes se dieron


en el plano del incumplimiento de los turnos de agua y el establecimiento de
“ladrones de agua” en las acequias de la ciudad. El primer caso se ajusta a la
hipótesis de que estas prácticas marginales a la normativa local tuvieron de
trasfondo una lucha por el control del monopolio del recurso hídrico con el fin de
mantener las posiciones hegemónicas dentro de la estructura social jerárquica y,
con ello, garantizar su posición dentro de las relaciones de poder. El sistema de
distribución de aguas por turno se utilizaba solamente en los casos de regadíos,
molinos e ingenios, lo cual consolida todavía más la hipótesis señalada. Para el
caso de los ladrones de agua resultó una problemática mucho más doméstica que


376
ANHRA, vol. 3161, pza. 2, ff. 9 r-36 r. Véase igualmente un juicio entablado por Colegio de la
Compañía de Jesús con Antonio Boza por los derechos de agua de la acequia que atravesaba el
dicho colegio y la hacienda de La Punta en 1717. ANHRA, vol. 428.

184
generó conflictos especialmente con conventos y monasterios y con algunos
grupos sociales, como en el caso de los inquilinos o arrendatarios.

En otros casos, estos escenarios de confrontaciones por el agua,


especialmente en el ámbito doméstico, dieron paso a querellas entre los
implicados, muchos de los cuales ejercían cargos administrativos dentro de la
estructura municipal. Las diversas investigaciones en torno a las temáticas de la
Jen la época colonial dan cuenta de estas situaciones. La historiadora María
Eugenia Albornoz Vásquez377 expone el caso del enfrentamiento que tuvo lugar
entre María de Fuenzalida y el Alcalde de Aguas Diego Martínez Morales durante
el verano de 1732 a raíz de que el indio Andrés Donoso se encontraba realizando
labores para desviar el agua de una acequia común que llegaba a la huerta de
Fuenzalida, la mujer intentó evitar el desvío para garantizar el agua en su vivienda,
ante lo cual don Diego increpó a doña María y señaló que él mismo había
mandado a realizar dichas labores, la situación terminó en violencia física.378

Otro caso que nos muestra Albornoz Vásquez es el de Prudencia de Silva y


Juan Antonio Machado, que si bien se ubicó en los inicios de un riguroso invierno
como el de 1783, también muestra las dificultades y los múltiples enfrentamientos
que debieron ocurrir en el ámbito urbano por el acceso al agua. En este caso, a
raíz de las reparaciones de los molinos ubicados en el barrio de La Chimba y la
acequia que pasaba junto a ellos y que surtía a varias casas de la zona, el Alcalde
de Barrio, don Machado, y doña Prudencia se encontraron en desacuerdo por la
extracción de agua de la acequia que realizaba Prudencia, a lo cual esta apelaba
su “derecho al agua” y el alcalde la mandaba a que la sacara del río Mapocho.379


377
María Eugenia Albornoz Vásquez, “Rumores venenosos, cartas engañosas, gritos de crítica
social. Los poderes (im)posibles de las voces femeninas en Chile, 1660-1750,” América sin
Nombre, no. 15 (2010): 79-92, https://doi.org/10.14198/AMESN2010.15.09; “María, Prudencia y los
Alcaldes: límites femeninos a ciertos abusos de la autoridad local. Santiago de Chile, 1732- 1783,”
POLIS 17 (2007): s/p. http://polis.revues.org/4396
378
Cf. ANHRA, vol. 2123, pza 3.
379
ANHRA, vol. 1295, pza. 7 y vol. 1312, pza. 1.

185
En ambos casos, la querella trascendió la esfera del Cabildo y se elevó a la
máxima autoridad en la materia, la Real Audiencia, donde se resolvió a favor de
las mujeres. A pesar de ello, como bien señala Verónica Undurraga,380 muchos de
estos altercados cotidianos estaban estructurados a partir de la jerarquía en
aquella sociedad, donde se evidenciaba la capacidad social que tenían para
imponer sus voluntades, pero en estos casos puntuales se advierte que no
siempre se tradujo en una capacidad institucional, y que las redes de influencia
locales no siempre coincidían con las imperiales, de allí que ambas esferas
institucionales emitieran fallos diferentes.

Frente a estos casos, no obstante, indica Albornoz Vásquez, que son pocos
los escenarios similares que se han encontrado en las fuentes documentales
sobre el enfrentamiento por el uso del agua en espacios urbanos destinadas al
ámbito doméstico. Este tipo de conflictos era más común en las áreas rurales en
medio de disputas por las acequias cercanas a las chacras e involucraban a
diversos actores sociales: inquilinos, arrieros, mayordomos, propietarios. 381 Sin
embargo, y a pesar de que escapa de los objetivos de esta investigación,
coincidimos con la historiadora Verónica Undurraga, quien también se ha
enfocado en investigaciones sobre injurias en la época colonial, que las
discrepancias que terminaron en querellas a raíz de los cursos de las acequias
fueron bastante comunes,382 especialmente en la época de verano, y también en
casos litigados por deslindes de tierra aunque igualmente se presentaron durante
períodos prolongados de sequías durante los meses de otoño e invierno.383


380
Undurraga, Los rostros del honor, 69.
381
Albornoz Vásquez, “María, Prudencia y los Alcaldes,” s/p. http://polis.revues.org/4396
382
Undurraga, Los rostros del honor, 223.
383
Véase además de los casos mencionados: ANHRA, vol. 2617, pza. 14, ff. 272, 1782; ANHRA,
vol. 428, 1717-1719; ANHRA, vol. 750, pza. 2, 1716-1727; ANHRA, vol. 1250, pza. 2, 1760;
ANHRA, vol. 385, pza. 3, 1733; ANHRA, vol. 1286, pza. 2, 1723-1724; ANHRA, vol. 1508, pza. 2,
1772; ANHRA, vol. 1341, pza. 2, 1716; ANHRA, vol. 1286, pza. 4, 1733; ANHRA, vol. 1275, pza. 5,
1768-1770; ANHRA, vol. 1138, pza. 2, 1781-1786; ANHRA, vol. 1713, pza.1, 1750; ANHRA, vol.
1690, pza.3, 1767; ANHRA, vol. 1690, pza. 5, 1723; ANHRA, vol. 1690, pza. 7, 1720-1721;
ANHRA, vol. 1690, pza. 4 y 6, 1730; ANHRA, vol. 1691, pza. 2, 1776; ANHRA, vol. 1987, 1745;
ANHRA, vol. 1695, 1771-1781; ANHRA, vol. 2112, pza. 16, 1771; ANHRA, vol. 2252, pza. 13,
1728; ANHRA, vol. 2326, pza. 9, 1754; ANHRA, vol. 2362, pza. 16 y 17, 1721; ANHRA, vol. 2366,

186
3.2.2. El alza de los precios de productos básicos y agropecuarios:
Tráfico y circulación de los trigos candeales

En las sociedades agrodependientes, el impacto de las sequías es crítico


tanto para el sistema de abastecimiento de la población como para la estructura
económica. Las referencias a sequías durante el siglo XVIII en Santiago permiten
atender, por un lado, un problema con el abastecimiento del trigo y, por ende, una
disminución del pan, producto básico en la dieta de los habitantes. Por otro lado,
con la estructura económica se aprecian problemas con las cosechas de los
sembradíos, la disminución del pasto y la muerte de ganado mayor y menor. Sin
embargo, la documentación también evidencia que con un auge para el trigo en el
siglo XVIII y por tratarse de un sistema agroexportador, solo en contadas
ocasiones se vio interrumpido el comercio; antes bien, los conflictos del Cabildo de
Santiago con los hacendados y los navieros del Puerto de Valparaíso en años de
sequías se intensificaron por la saca del trigo candeal que se destinaba,
principalmente, al abastecimiento local.

Para mediados de esta centuria, Vicente Carvallo y Goyeneche indicaba


que el trigo, siendo el principal producto del comercio, estaba sujeto a monopolio:

Dos clases de agricultores hacen esta sementera: los hacendados ricos


i los pobres. Aquellos los envían a las bodegas del puerto, i lo venden a
los dueños de navíos, o a sus ajentes por el precio de nueve reales
fanega. Los labradores pobres, como no tienen arbitrio en el campo
donde viven para vender la verdura, pollos, huevos, i otros jéneros
menudos, i en el invierno carecen de ocupacion para sí i para sus
familias, se ven en la dura necesidad de vender en yerba una parte de
la futura cosecha, i los mercaderes de la ciudad o villa donde concurren
los dias de precepto a oir misa, se lo pagan a cuatro reales con las


pza. 5, 1781; ANHRA, vol. 2486, pza. 4, 1750; ANHRA, vol. 2508, pza. 2, 1740; ANHRA, vol. 2516,
pza. 2, 1714; ANHRA, vol. 2516, pza. 3, 1742; ANHRA, vol. 2563, pza. 1, 1761; ANHRA, vol. 2575,
pza. 3, 1762; ANHRA, vol. 2636, pza. 27, 1807; ANHRA, vol. 2670, pza. 12, 1779; ANHRA, vol.
2726, pza. 7, 1772; ANHRA, vol. 2801, pza. 5; ANHRA, vol. 2825, pza. 2, 1769; ANHRA, vol. 2962,
pza. 1, 1737; ANHRA, vol. 3009, pza. 4, 1797; ANHRA, vol. 3014, pza. 5, 1781; ANHRA, vol. 3151,
pza. 3; ANHRA, vol. 3161, pza. 1, 1782.

187
notables circunstancias de recibir su valor en jéneros, i no en plata, i de
entregarlo en casa del comprador. Al mismo tiempo de la cosecha, para
pagar los gastos de ella, vende otra parte por seis reales en dinero i en
la era, de donde lo conduce el comprador a donde le acomoda, que
esta venta ya es tolerable, i viene aquel pobre a encerrar en su troje el
que precisamente necesita para volver a sembrar. El mercader hace lo
que el hacendado de conveniencias, lo conduce al puerto i lo vende
para Lima. I aquí es donde tiene lugar el monopolio, porque los dueños
de navíos, o sus comisionados abren sus precios, i solo en caso de
escasez lo pagan mejor, i el hacendado tiene que conformarse tiene
que conformarse por no perder los gastos de la conducción, que valen
de dos a tres reales por fanega segun la distancia…384

Así, desde los primeros años del siglo XVIII, el Cabildo de Santiago se
preocupó por evidenciar estos contextos de escasez hídrica en un ambiente que
ya desde mediados del siglo XVII se había transformando en un incipiente paisaje
hídrico385 como consecuencia de un sistema económico agroexportador, del valor
exponencial del trigo en la sociedad y en la economía. La ciudad de Santiago, por
estar ubicada en un espacio con un tipo de clima mediterráneo, tenía al agua
como factor nuclear en la construcción de las relaciones sociales, económicas,
culturales y políticas. Con la creciente demanda de este recurso que vivió la
ciudad desde mediados del siglo XVII, a raíz de los cambios en la estructura
económica, el aumento de la población y la extensión del espacio urbano, el agua
se convirtió no solamente en un bien percibido en términos funcionales, sino
también percibido en términos de representación simbólica en aquellos espacios
donde la escasez era la manera cotidiana de relacionarse con el recurso.

La presencia de prolongadas sequías era un factor de riesgo para aquellos


cultivos de secano y, al mismo tiempo, repercutía en el flujo normal de exportación


384
Carvallo y Goyeneche, en CHCh, vol. X, 26
385
Atendiéndose al paisaje como cualquier parte del territorio percibido por la sociedad y que es el
resultado de la interacción entre factores humanos y naturales, con paisaje hídrico o paisajes del
agua se hace referencia a “… aquellos territorios cuyo carácter (…) responde en un alto grado a
las relaciones actuales e históricas, entre un factor natural de primer orden como el agua y la
acción humana” Rafael Mata Olmo y Santiago Fernández Muñoz, “Paisajes y patrimonios
culturales del agua. La salvaguarda del valor patrimonial de los regadíos tradicionales,”
Scripta Nova XIV, nº 337 (2010): s/p, http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-337.htm

188
del trigo y la harina. 386 La historiografía económica sobre la época ha dejado
constancia que si bien hubo un aumento de la producción y la exportación de trigo
al Perú durante los primeros años del siglo XVIII, en algunos períodos la
producción sufrió vaivenes como consecuencia de estos episodios meteorológicos
adversos, 387 lo cual generaba escasez y una sostenida alza en los precios, un
descenso en la exportación y situaciones conflictivas con el virreinato del Perú por
sus medidas internas proteccionistas de su mercado consumidor. Por el contrario,
los años de buenas cosechas, de fuerte inversión en este sector y lluvias
abundantes, produjeron la bajada de los precios durante algunos años, lo cual
también resultaba devastador para los productores.388

Los períodos de 1717-1727, 1771-1773 y 1785-1787 fueron inestables en


cuanto a la producción agrícola. Productores, comerciantes y autoridades civiles,
según señalan Armando de Ramón y José Manuel Larraín, no encontraron
389
soluciones eficaces para afrontar los problemas. Estas fechas también
coinciden con prolongadas sequías, especialmente críticas, como fueron las de
1717-1718 y 1772.390 Esta correlación entre los precios del trigo y la incidencia de
la variabilidad climática en la oferta del grano se ajusta a lo expuesto en la Real
Orden despachada el 18 de octubre de 1779. En consonancia con el discurso del

386
Una discusión en el cabildo el 30 de septiembre de 1678 muestra claramente la relación que
establecían las autoridades locales entre la escasez del recurso hídrico y la carestía de pan y el
aumento del precio en el trigo. En efecto, ese mismo año se habían presentado rogativas para
contrarrestar los daños ocasionados tras la sequía que vivían ya que durante todo el invierno no
había caído agua del cielo. Así, los cabildantes dispusieron que se revisasen los graneros para
atajar la carestía que podía ocurrir por la sequedad, la misma que ya había ocasionado la falta de
pan y el aumento del costo del grano. Acta de Cabildo, 30 de septiembre de 1678, ACS, vol. XL,
249.
387
Armando de Ramón y José Manuel Larraín, Orígenes de la vida económica chilena, 1659-1808
(Santiago de Chile: Centro de Estudios Públicos, 1982), 282; José Manuel Larraín, “Los términos
de intercambio en una economía colonial. El caso de Chile en los siglos XVII-XVIII,” América Latina
en la Historia Económica 3, 5 (1996): 62.
388
Ramón y Larraín, Orígenes de la vida económica chilena, 316.
389
Ibídem.
390
También ocurría que del trigo destinado a Perú en ocasiones se destinaba el 1% para el
mantenimiento de las guarniciones. Así, para agosto de 1709 por ejemplo el Alcalde Ordinario don
Juan de la Cerda señalaba que para 1708 la cantidad de fanegas destinadas a los soldados del
Puerto de Valparaíso pasaba las 700 y que para el corriente dicha cantidad resultaba excesiva
pues solo se encontraban en el castillo de aquel puerto alrededor de seis soldados. Acta de
Cabildo, 3 de agosto de 1709, en ACS, vol. XLVI, 257.

189
libre comercio de la segunda mitad del siglo XVIII, se señalaba que los
comerciantes mantenían el balance en el precio adecuado de las mercaderías y si
éstas mostraban una alteración en sus valores, significaba o bien una escasez por
los altos costos o una superabundancia por los bajos precios del
mantenimiento.391

Para el año de 1695 las cosechas de trigo fueron escasas por lo que las
autoridades civiles tomaron una serie de resoluciones destinadas a evitar la falta
de pan. En este sentido, el gobernador Marín de Poveda prohibió la exportación
de trigo al Perú; además, instó a los cabildos de la gobernación a que diesen
cuenta del número de fanegas cosechadas, las fanegas vendidas por los
labradores, de quiénes compraron el preciado grano y a qué precio. Estas
medidas tenían como fin regular la distribución y garantizar el abasto.392 Vicente
de Carvallo y Goyeneche señala en su obra que las medidas de las autoridades y
la escasez afectaron a varias familias, entre ellas al asentista don Francisco
García de Sobarzo que tuvo que subastar la harina destinada al ejército.393 Este
decomiso de los mantenimientos militares fueron fletados para su venta en el
mercado peruano.394


391
Real Orden, San Lorenzo, 18 de octubre de 1779, ANHCG, vol. 730, pza. 71, fj. 183 v. Esta
correlación también la podemos encontrar en una carta del Veedor General, don Francisco
Villaseñor y Acuña fechada el 27 de julio de 1622 dando cuenta de la guerra y las dificultades que
tenía el ejército: “[los navíos] an salido de esta costa para el puerto de balparayso en aquel dicho
Reyno para prevenirse de algun trigo en la cosecha para el dicho exercito por aver llegado a baler
el año passado por su esterilidad a 8 pesos fanega,” AGI, Audiencia de Chile, leg. 34. Véase
también Carta de Martín de Mayorga, secretario del Gobernador de Chile, 25 de junio de 1623,
AGI, Audiencia de Chile, leg. 34.
392
Cf. Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. IX,
202; Sergio Sepúlveda, El trigo chileno en el mercado mundial: ensayo de geografía histórica
(Santiago: Editorial Universitaria, 1959), 20-21.
393
Declaración de Mateo del Cajigal y Solar. Santiago de Chile, 6 de agosto de 1695. ANHRA, vol.
2712, pza. 6, ff. 134-141. Sobre los juicios seguidos por la corrupción en torno a la compra de
grano y la provisión de los mantenimientos, véase: Francisco García de Sobarzo. Juicio que se le
sigue por el Procurador del Real Ejército de este Reino, sobre el cumplimiento de un contrato de
provisión de trigo y harina para el sustento de los soldados de dicho ejército, 1697-1699, ANHRA,
vol. 593; Francisco García de Sobarzo y otros. Causa criminal que se le manda seguir por la Real
Audiencia, para el esclarecimiento de los fraudes cometidos en la compra de granos para el
sustento del ejército de este Reino, 1696-1698, ANHRA, vol. 437.
394
Cf. Antonio Luis Rodríguez Ridao, “La administración del Real Situado en tiempos del
gobernador Tomás Marín de Poveda: corrupción en detrimento del Ejército de Chile (1692-1700),”

190
El Cabildo discutía en tiempos de escasez del recurso hídrico sobre la
circulación del trigo; en la sesión del 14 de octubre de 1707 se destacó la falta de
trigo blanco y candeal, lo que también afectó la producción de pan. El medio
generalizado de los vecinos y, especialmente de los cabildantes, radicaba en que
esta carestía podía ocasionar estragos en el abastecimiento durante los meses
siguientes, de manera que para prevenir este escenario se debatió la conveniencia
de acodar disposiciones para que “… no se saque del Reyno por lo menos el
candeal…” 395 . La decisión, no obstante, se aplazó en aras de encontrar las
medidas adecuadas para evitar que ocurriera una crisis generalizada por la falta
de granos. En la sesión siguiente del 21 de octubre 396 se retomó la discusión
sobre la saca del trigo397 y la necesidad del grano que se estaba padeciendo, por
lo que se comisionó al capitán don Santiago Larraín, alcalde de segundo voto, y al
capitán don Gaspar Hidalgo para que dieran representación al presidente de la
necesidad que ocurría y se arbitrasen los medios necesarios para remediarla.

Para el año de 1709, el alcalde ordinario de la ciudad, don Pedro José de


Leyva, Comisario General, indicó que la calamidad se hacía presente en la
siembra y en los pastos dada la falta de lluvias. Esta condición climática originaba,
según el alcalde, epidemias y carestía, así como la muerte del ganado.398 Igual
tenor presentó el debate sobre la esterilidad que se advertía en el 1717 con el
añadido de que los cabildantes mostraron preocupación por el abasto de trigo
blanco a la Ciudad de los Reyes y el posible uso de los trigos destinados a cubrir
el abastecimiento de Santiago, los trigos candeales, con tal fin si se padeciera una
grave carestía en la ciudad. De manera que el cabildo acordó que:

Revista Complutense de Historia de América 43 (2017): 117. Sobre los perjuicios recibidos por el
ejército y los cosecheros a raíz del monopolio de los asentistas véase: Junta de Guerra de Ynast.
Satisface al decreto de Vuestra Magestad con que se sirvio remitir un memorial del capitan de
caballos d. Luis de Leon, proponiendo conviene haya Proveedor General en el exercito de Chile
por lo motivos que expresa; en que la Junta es de parecer no se puede tomar resolucion sin oyr al
Virrey del Peru, a quien se pedirá ynforme, Madrid, 24 de septiembre de 1692, AGI, Audiencia de
Chile, leg. 2, N. 224.
395
Acta de Cabildo, 14 de octubre de 1707, en ACS, vol. XLVI, 126.
396
Acta de Cabildo, 21 de octubre de 1708, en ACS, vol. XLVI, 127.
397
La saca de trigo hace referencia a la exportación hacia el Perú.
398
Acta de Cabildo, 26 de julio de 1709, en ACS, vol. XLVI, 256.

191
…se mande por un auto a los bodegueros del puerto de Valparaíso y
maestres de naos so las graves penas que convengan no permitan se
saquen para fuera del reino granos algunos candiales, ni los embarquen
con pretexto alguno los dichos maestres para el tráfico, comercio ni
preciso sustento de otra jurisdicción que la de esta ciudad, y para que
con mayor esfuerzo se ejecute lo prevenido, se publique el dicho auto
en forma de bando en las partes que parecieren convenientes, para que
los arrieros que conducen frutos al dicho puerto se abstengan en
adelante en la conducción de los expresados trigos candiales.399

La providencia fue confirmada por la Real Audiencia a través de autos que


impedirían el embarque de los trigos que estaban destinados al abastecimiento de
Santiago. La ciudad advirtió que las penas serían contundentes, pero la
notificación por sí sola, y aún con la promesa de acciones punitivas, no fue
suficiente, por lo que también se pidió que “el gobierno de las armas” de
Valparaíso se asegurase de que el bando se cumpliera y que todos estuviesen al
tanto de aquellas para que no alegasen ignorancia y la transgredieran. Esta
escasez de lluvias y de granos se mantuvo hasta 1718 por lo que también se
buscó refrendar los acuerdos del año anterior.

Lo interesante en el caso de 1717-1718 es que ,si bien el cabildo advertía


una escasez del grano, el valor de la harina, según el mismo cabildo en mayo de
1718, no era alto, pero la ciudad se quejaba porque los panes que se vendían en
la plaza pública no eran muy grandes. Se encomendó a un regidor que se
encargase de solucionar aquel abuso.400

Estos escenarios de escasez de trigo y el temor por el alza de su precio se


prestaba para que se hicieran compras anticipadas de productos derivados. Por
ejemplo, frente a la carestía de ese año de 1717 y la posibilidad de precios
exorbitantes José de Santiago Concha y Méndez de Salvatierra, gobernador
interino de Chile401 entre marzo y diciembre de ese año, en una carta dirigida a
Gabriel Cano de Aponte quien recién había asumido al cargo de gobernador de


399
Acta de Cabildo, 17 de noviembre de 1717, en ACS, vol. L, 165.
400
Acta de Cabildo, 27 de mayo de 1718, en ACS, vol. L, 194
401
Antes de eso había sido promovido en 1709 a oidor de la Real Audiencia de Lima.

192
Chile en diciembre, señaló que debido a la posibilidad del aumento en el precio del
trigo decidió que entregarles 5 mil pesos de sus propios ingresos a dos
mercaderes de Santiago para que fuesen comprando harina.402

La Ordenanza de Policía de Santiago Nº51 (publicada ya en el siglo XVI)


señalaba que en tiempos de escasez o falta de algún género de mercadería,
algunas personas se dedicaban a acumular dichos productos con el fin de
venderlos posteriormente a precios no regulados, de manera que “…ordenamos y
mandamos que ninguna persona de cualquier calidad é condicion que sea, por si,
ni por interpósitas personas, pública ni secretamente, pueda comprar ni compren
la dicha ciudad ni en sus contornos, para recojer é guardar, aunque sea a título de
decir que lo quiere enviar fuera de ella, ningun género de mercaderías, so pena de
perder todo lo que comprare y destierro perpétuo del reino…”403

La falta de trigo ocasionaba al mismo tiempo el aumento del valor del


cereal.404 Para 1707 en sesión del Cabildo de 14 de octubre se reconoció que
había escasez de trigo blanco y candeal por su extracción405, lo cual quedaba en
evidencia por los elevados precios del grano y la escasez de pan.406 La necesidad
de pan a finales de ese año conllevó a que el cabildo comisionara a los capitanes
Santiago de Larraín (alcalde de segundo voto) y Gaspar Hidalgo para que
representaran la situación al presidente. La respuesta obtenida, según el acta del
cabildo del 29 de octubre de ese año407, fue que no se le fijase precio ni al trigo ni
a la harina y que con esa medida concurrirían ambos productos con lo cual podría
evitarse una mayor necesidad.


402
Relación que el doctor don Joseph de Santiago Concha oidor de la Real Audiencia de Lima
hace al Excelentisimo Señor don Gabriel Cano de Aponte, Governador y Capitán General de este
Reyno de Chile y Pressidente de su Real Audiencia del Estado del Reino y tiempo que la ha
governado, Concepción, 15 de diciembre de 1717, AGI, Audiencia de Chile, leg. 92, ff. 19v-20r.
403
Ordenanzas de polícia de la capital de Santiago de Chile, 30 de marzo de 1569, en Gay, Historia
física y política de Chile. Tomo I, 206.
404
Puede advertirse por ejemplo para el año 1707 (Acta de Cabildo, 14 de octubre de 1707, en
ACS, vol. XLVI, 125-126).
405
Acta de Cabildo, 21 de octubre de 1707, en ACS, vol. XLVI, 127.
406
Acta de Cabildo, 14 de octubre de 1707, en ACS, vol. XLVI, 125.
407
Acta de Cabildo, 29 de octubre de 1707, en ACS, vol. XLVI, 128.

193
De acuerdo con nuestra hipótesis, las sequías se convirtieron en factores
detonantes de procesos de desastres, siendo la más emblemática para el siglo
XVIII la de 1772. El cuadro que describe el gobernador Agustín de Jáuregui es
bastante caótico. El desorden con el trigo en el puerto de Valparaíso entre los
maestres de navíos y los bodegueros causaba mucho daño a los cosecheros;
además para ese mismo año la situación era crítica porque los regidores de la
ciudad de Santiago no asistían a sus obligaciones ya que se retiraban sin aviso ni
autorización a sus haciendas, de manera que:

nadie cuida del Abasto, Pescaderia, y derrames de agua de la ciudad,


vendiendo cada uno como quiere, sin peso, medida ni regulazion por
las ordenanzas y aranzeles amasando los panaderos el pan con el peso
que quieren, y vendiendose en muchos dias de ymbierno carne de
obeja, e ynundandose por el abandono de los derrames de las azequias
las calles, con perjuicio de los vecinos de abajo, que nezesitan las
aguas para el riego de sus chacras, que no se visittan las ttiendas, y
que de propia authoridad se toman los vezinos los sitios que son
propios de la ciudad.408

La carestía del grano condujo a que se actuara para evitar una


intensificación de la situación. Los conflictos suscitados estaban especialmente
relacionados con la cantidad de grano que se exportaba y la que estaba destinada
para la alimentación local, en cuyo caso se utilizaba el trigo candeal. Fueron varias
las ocasiones en las que las autoridades prohibieron que el trigo candeal se
utilizara para suplir el trigo blanco de exportación en momentos de carestía.

Para mayo de 1708, por ejemplo, los cabildantes de Santiago aducían que
a falta del trigo blanco había que exportar el trigo candeal. Tenía noticia aquel
Cabildo que del Partido de Aconcagua se planeaba sacar una porción de aquel
trigo, lo cual ocasionaría problemas en el abastecimiento de los vecinos de la
ciudad, no solo porque escasearía el mismo, sino también porque el poco que se

408
El Presidente de Chile ynforma a V.M haverle entregado su anttesesor yntterino don Francisco
Xavier Morales la Real Zedula de 12 de septiembre de 1772 para que providencia de remedio de
los abusos que se ha informado a V.M haverse yntroducido en esta Capital, contra las reglas de
Policia, y buen Govierno en el Cavildo de ella, y que en su obedesimiento queda practicándolo que
se le previene en la citada Real Cedula, AGI, Audiencia de Chile, leg. 251, N. 1.26, f. 58v.

194
hallase subiría de precio. Frente a este contexto, se le pidió al Procurador que
solicitara la Real Audiencia que promulgase providencia para impedir el transporte
del candeal.409

En muchas ocasiones esta carestía se daba por el acaparamiento del


producto, lo cual imponía la conformación de comisiones encargadas de revisar
las distintas bodegas y almacenes de particulares. En este sentido, por un lado,
estaban los hacendados interesados en la venta de las cosechas en puertos de
embarque y, por el otro lado, el cabildo de Santiago que, presionado para
mantener el abasto de pan a bajo precio, se oponía firmemente a las sacas de
trigo. La postura del cabildo resultaba partidaria de una política económica que
congelara los precios en tiempos de malas cosechas y prohibiera la saca cuando
la misma ocasionara un aumento de los costos.410

Esta discusión se dio para el año de 1724 cuando el cabildo de Santiago


indicó que, si bien se permitía la circulación y comercio ya que había suficientes
granos para la manutención de la ciudad y sus partidos, los dueños decidieron no
sacar el trigo. En este sentido se instó al Procurador que en comunicación con el
presidente le informara de la representación del cabildo para que proclamara las
providencias convenientes.411

Así en tiempos de escasez, bien por acaparamiento, bien por “sequedez del
tiempo”, se destinaban comisiones para que requisaran las bodegas del puerto de
Valparaíso; y también para finales del siglo XVII se tiene conocimiento de este tipo
de medidas contra la construcción de trojes.412


409
Acta de Cabildo, 25 de mayo de 1708, en ACS, vol. XLVI, 179.
410
Esta misma política tuvo gran acogida en la Europa del siglo XVII. Cf. Demetrio Ramos, Trigo
chileno, navieros del Callao y hacendados limeños entre la crisis agrícola del siglo XVII y la
comercial de la primera mitad del siglo XVIII (Madrid: Instituto Gonzalo Fernández Oviedo-Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1967), 15-16.
411
Acta de Cabildo,1 de septiembre de 1724, en ACS, vol. LI, 108.
412
“Este día se presentó escripto el señor procurador general, pidiendo se reconozcan los graneros
de trigo para que se prevenga con tiempo la necesidad que amenaza la sequedez del año, y que
con efecto se ha ido escaseando el pan y se ha subido el precio del trigo; y habiendo visto su
pedimento, acordaron los señores de este Cabildo que el señor corregidor y alcaldes ordinarios
registren las trojes de esta ciudad, y las del pago de Ñuñoa á los señores capitanes Jerónimo

195
La escasez de trigo afectaba, indudablemente, el abastecimiento de la
ciudad porque afectaba, por un lado, la producción de harina y, por otro lado,
conducía al aumento del costo de la misma; así, para 1720 los vecinos de la
ciudad de Santiago se vieron afectados por la falta de pan. Tal carestía se debía a
que el precio de la harina había aumentado. Frente a ello, el cabildo decidió que
debían atacar el origen del problema y acordó que se proveyera auto en forma de
bando por el corregidor para que no se introdujera harina de los partidos cercanos
ni en la ciudad, sus alrededores o molinos, ni para la compraventa, antes de
ajustar el precio que se indicaría en el mismo bando, con lo que se regularía,
además, el peso del pan.413 Aquella escasez de pan persistía para agosto del
mismo año y la ciudad responsabilizaba a los molinos de las religiones, por lo que
solicitó que estas, o quienes administrasen sus molinos, se atuvieran al precio de
cuatro pesos; ese valor, según el ayuntamiento, era el “más proporcionado a las
circunstancias del tiempo”. Además, les insistían en que solo vendieran la harina
de sus maquilas y que no permitiesen ninguna cantidad de harina de particulares,
ya que estas acciones solo iban en perjuicio del bien común.414

En este contexto, en tiempos de carestía del preciado grano no solo ocurría


el acaparamiento del trigo sino también de la harina por parte de los comerciantes
agrícolas. Para 1788 el Procurador General de la ciudad de Santiago indicaba el
caso del comerciante Suasnabar. Don Félix Suasnabar, comerciante de trigo,
valiéndose de mozos en los caminos, compraba la harina (a un precio más alto del
que ofrecían los panaderos) destinada al abastecimiento de la ciudad antes de
que llegara con el fin de revenderla; gracias a su método de ofrecer más dinero,
almacenó una gran cantidad del producto en poco tiempo. El Procurador insistía
en que acciones de este tipo en poco tiempo podían convertirse en un monopolio


Pérez de Villalón y don Diego del Solar; y las chacras de la otra parte del río, Renca, Quilicura y
Salto y Chuchunco, á los señores don Jerónimo Cortés y don Ventura Monte. Y el trigo que se
hallare haber, notificarán á los que tuviesen no lo dispensan sin boleta de este Cabildo, pena de
perdido el trigo y su valor, aplicados, cámara de Su Majestad y obras públicas”. Acta de Cabildo,
30 de septiembre de 1678, en ACS, vol. XXXVIII, 249.
413
Acta de Cabildo, 26 de abril de 1720, en ACS, vol. L, 259.
414
Acta de Cabildo, 7 de agosto de 1720, en ACS, vol. L, 267.

196
del producto. Pedía que se aplicasen las penas contenidas en la Ley 19, Título 22,
Libro 5 de Castilla que además estaban vinculadas a las leyes 7 y 9, Tñitulo 25;
18, 19, 24 y 25 Título 12, entre otras, del mismo Libro 5 de las leyes de Castilla.
Asimismo, recomendaba que con la mayor celeridad se emitiera providencia al
respecto que contemple el reconocimiento por parte del subdelegado de
intendencia o persona escogida de las fanegas de harina coompradas con el fin de
la reventa se repartan entre los panaderos al precio que costaban y que
Suasnabar “…. Se abstenga en lo subcecibo de iguales perjudiciales
procedimientos vajo los mas severos apersevimientos que sean de justicia”415

Para la misma fecha de la comunicación del Procurador, por medio de un


auto, el gobernador O’Higgins comisionó al subdelegado para que requisara la
casa de don Juan Bayne y reconociere la harina almacenada y comprada por
Suasnabar, la cual mandó a que se vendiera a los panaderos y religiosos al precio
corriente. También se le prohibió al comerciante apersonarse en los caminos
públicos para comprar harina a los arrieros so pena aplicadas de las leyes de
Castilla y las disposiciones que aparecen al respecto en el Bando de buen
gobierno.416 Este bando fue publicado por O’Higgins unos pocos días antes, el 19
de agosto de ese año.417

En otros casos, además de la esterilidad de la tierra y del acaparamiento, la


escasez de trigo y de frutos en general podía deberse a eventos extraordinarios
que presionaban el sistema de abastecimiento y circulación de los
mantenimientos. Durante los primeros meses de 1724 se debatió sobre la escasez
de trigo y de frutos en el Reino. El año anterior fue complicado por el
levantamiento indígena, el cual demandó gran cantidad de recursos y de
personas. En este sentido, el cabildo alegó que la carestía de granos se debió a
tres factores: 1) al hecho de que “toda la gente de Rancagua, Colchagua y Maule”
concurrió a la frontera; 2) a una peste que afectó al trigo; y 3) a que el poco trigo

415
Francisco Sotera, Santiago, 27 de agosto de 1788, ANHCG, vol. 892, pza. 14, ff. 184r-185r.
416
Ambrosio O’Higgins, Santiago 27 de agosto de 1788, ANHCG, vol. 892, pza. f. 185.
417
BNBMMss vol. 356, ff. 18-25.

197
que se cosechaba se mandaba a Lima.418 A pesar de ello, para el mes de agosto
del mismo año, dicha institución señaló que al haber realizado un cómputo de los
trigos de su jurisdicción se arrojó que había en “exceso para la mantención de la
ciudad” en los términos de la ciudad, por lo que permitió que sus dueños lo
utilizasen libremente.419

Pero también se daba otro escenario. La problemática del superávit de trigo


que conducía al abarrotamiento de las bodegas de Valparaíso y a que se
agorgojara la semilla bien podía presentarse en años considerados como estériles.
Para 1753, el cabildo de Santiago en sesión de 13 de agosto, se lamentaba de las
malas condiciones del tiempo, de no haber llovido durante el invierno y de hacer
frente a un brote de tabardillo. Unas semanas después los vecinos de la ciudad de
Santiago se quejaban de los precios de los frutos, especialmente en el caso del
trigo, y del desorden que había en la distribución del mismo. Aducían que se
trasladaba mucho más trigo a las bodegas del puerto de Valparaíso del que
necesitaba Lima para su abastecimiento. Esta situación, argumentaron los
vecinos, ocasionaba inconvenientes con el valor del trigo en aquel puerto; y como
se depositaba en aquellas bodegas más grano del que podían trasladar los
navíos, su acumulación hacía que se infestaran de gorgojo y que hubiera
inevitablemente. Frente a ello, los dueños buscaban vender antes que perder el
que no lograba exportarse, así los precios descendían drásticamente. Para ese
año el escenario empeoraba porque los dueños de navío habían decido que no
viajarían al puerto de Valparaíso hasta diciembre o enero. Por estas razones, los
vecinos solicitaron que se celebrase un cabildo abierto.420

El cabildo abierto se celebró el 22 de septiembre de ese año. Acordaron los


asistentes que a razón de los perjuicios expuestos en la queja de los vecinos se


418
Acta de Cabildo, 28 de marzo de 1724, en ACS, vol. L, 89.
419
Acta de Cabildo, 9 de agosto de 1724, en ACS, vol. L, 105.
420
“Escrito presentado ante el presidente para que se haga cabildo abierto a fin de tratar el gran
desorden que hay en el Puerto de Valparaíso por la abundancia de trigo que existe entre sus
bodegas y medidas propuestas,” en Copia de algunos autos formados sobre el proyecto de los
trigos, Santiago, 25 de marzo de 1754, BNBMMss, t. 142, pza. 2663, fjs. 67v-70.

198
condujesen, como bien lo propusieron en la carta, solamente 130 mil fanegas de
trigo al puerto de Valparaíso para el abastecimiento de Lima. Una cantidad que
consideraron suficiente de acuerdo con los datos obtenidos de la carga de los
navíos del puerto del Callao. También acordaron que no se embarcase trigo nuevo
hasta que lo indicado saliese; si sobrase alguna cantidad sin embarcar se
computase para el año siguiente, solo si faltase trigo para cubrir la cuota se podía
venderse del nuevo. Y para resolver favorablemente estas nuevas condiciones se
señalarían dos intendentes para que se encargase de la transacción del trigo en
aquel; se nombró al doctor don Alonso de Guzmán en Santiago y don Francisco
Díaz de Artiaga en Valparaíso.421 El gobernador de Chile aprobó las propuestas
del cabildo por auto de 20 de octubre de 1753. El 11 de abril de 1755 se expidió
Real Cédula aprobando las providencias para el tráfico de trigo entre Valparaíso y
El Callao.422

Las medidas tomadas por la ciudad de Santiago destinadas a limitar el


comercio triguero con la Ciudad de los Reyes molestaron, como era de esperarse,
a los dueños de navíos residentes en Lima, quienes se dirigieron al virrey del Perú
acusando que el trigo que se les vendía no presentaba el mejor estado, y de las
limitaciones impuesta al comercio.423 Las autoridades resolvieron a favor de los
denunciantes: solicitaron que los cosecheros vendiesen la cantidad de trigo que
quisieren y al precio acordado con los navieros. Las autoridades de Chile
prefirieron no enfrentarse al virrey, así que mandaron a publicar por bando lo
dispuesto en el auto proveído por el fiscal de la Real Audiencia de Lima el 31 de
octubre de 1754. A pesar de ello, el gobernador no se quedó del todo tranquilo y
expresó su descontento en carta de 20 de diciembre de ese año por el accionar

421
Acta de Cabildo, 22 de septiembre de 1753, en ACS, vol. LV, 100.
422
Real Cédula dirigida al Gobernador de Chile y Presidente de la Real Audiencia, aprobando las
providencias tomadas para el tráfico de trigo entre Valparaíso y el Callao en el sentido de que no
puedan portearse a Valparaíso más de ciento treinta mil fanegas cada año, y que depositadas en
los almacenes del puerto, se vendan todas por una mano para evitar confusión, Buen Retiro, 11 de
abril de 1755, BNBMMss, t. 292, pza. 8741, fj. 46.
423
Carta del conde de Superunda, Virrey del Perú, a S.M. sobre la poca cantidad de trigo que es
permitido llevar a las bodegas de Valparaíso y acuerdo para dar un campo más amplio a la compra
y venta del mismo, Lima, 23 de diciembre de 1754, BNBMMss, t. 236, pza. 6328, fjs. 55-

199
del nombrado fiscal, quien no “tenía facultad de confirmar ó rebocar las
determinaciones del Gobierno de Chile.” Además, insistía el gobernador que no
podían conducir todo el trigo a Lima porque eso perjudicaba el abastecimiento de
pan de las villas y partidos de Chile, y especialmente la carestía de harina en la
ciudad de Santiago; también ocasionaba que el precio de las semillas se elevara y
por ende escaseara la materia prima, y se perdiera mucho trigo porque tenían que
echarlo al mar al infectarse con gorgojo o bien porque preferían utilizar la nueva
cosecha.424

En 1756, no obstante, las autoridades chilenas mostraron su preocupación


ya que el mismo virrey había decidido que los trigos provenientes de Chile se
almacenasen en el puerto del Callao y no se embarcasen a Lima hasta que el
mismo producto cosechado en aquella ciudad hubiese sido vendido. 425 Esta
situación venía generando confrontaciones en la capital del virreinato entre las
autoridades civiles y religiosas a partir del Real Acuerdo que se expidió en Lima
para el abasto de trigo y que había sido promovido por hacendados que
mantenían lazos de amistad y parentesco con miembros de la Real Audiencia;
esta situación develó, según lo expuesto por Pedro Antonio Barroeta y Ángel,
Arzobispo de Lima, una intrincada red de corrupción en torno al abastecimiento
limeño, en la cual en nombre de una “fertilidad imaginaria” de los campos del Perú
se introducía trigo proveniente de Chile para hacerse pasar por grano criollo, y si
bien se obtenía a un costo menor, se vendía a uno mucho mayor. 426 Lo


424
Carta del presidente de Chile a S.M., informa con testimonio de autos lo determinado por el
virrey del Perú en punto de las intendencias de trigo de la ciudad de Santiago de que dio cuenta en
carta de 10 de febrero del año antecedente, Santiago de Chile, 4 de marzo de 1755, BNBMMss, t.
188, pza. 4297, fjs. 98r-103r.
425
Carta del Presidente y gobierno de Chile a S.M., informa los inconvenientes que resultan de la
providencia dada por el virrey de lima para que no se vendan en aquella ciudad los trigos de Chile
hasta que se evacuen primero los de Lima y pide se digne de poner en libertad los comercios,
Santiago de Chile, 8 de abril de 1756, BNBMMss, t. 188, pza. 4308, fjs. 182r-185v.
426
“que se introduciese sigilosamente y á las obscuridades de la noche una barcada de trigo de
Chile, que en este intermedio tiempo condujo de aquel Reino en el navio nombrado el Feniz propio
de don Felipe Colmenares, intimo amigo de vuestro ministro don Pedro Brabo de Castilla, por
parages que pudisen simular el ser tenidos y reputados por criollos” El Arzobispo de Lima a S. M.
El Rey, Lima, 11 de septiembre de 1754, BNBMMss, t. 236, pza. 6329, fj. 67v. Pero además, Bravo
de Lagunas y Castilla fue uno de los miembros de la Real Audiencia que promovió la providencia

200
interesante de esta carta del arzobispo es que en ella defiende también la calidad
del trigo chileno y sostiene que la diferencia con el criollo está en que las
condiciones medioambientales de las zonas productoras trigueras del Reino no
dependen del agua de regadío, sino que son “cosechados en tierra fria, [y]
maduros con el agua del cielo.”427

Con el ganado sucedía una situación similar. Frente a los distintos


escenarios donde la ciudad de Santiago indicaba que el tiempo era calamitoso por
la falta de lluvias, se reconstruían como efectos de las mismas la proliferación de
enfermedades, el aumento en los precios, la falta de mantenimiento y la muerte de
ganado. Durante el invierno de 1709 la ciudad solicitaba rogativa y novena en el
Convento de San Francisco por la falta de lluvias y las condiciones antes
expuestas; antes bien, un mes de después de dicha solicitud, los cabildantes
debatían sobre lo elevado en los precios de carneros y corderos y señalaban la
abundancia de ganado, por lo que proponían poner precio nuevo y se notificase a
partir de bando: 6 reales el carnero y 3 reales el cordero.428

Dentro de estos mismos escenarios de respuestas económicas frente a las


catástrofes, los ruegos de mercedes y limosnas de las poblaciones y las
autoridades civiles y religiosas para sobrellevar los efectos ruinosos de las mismas
fue una práctica a la que se recurrió siempre, lo que permitió que se convirtiera en
una estrategia extendida en Hispanoamérica.429 Los casos más emblemáticos, sin


para el sistema de preferencia del trigo producido en Perú de 1755, en especial el de las zonas
cercanas a Lima. Cf. El Arzobispo de Lima a S. M. El Rey sobre un voto impreso de don Pedro
Bravo de Castilla, 20 de enero de 1756, BNBMMss, t. 236, pza. 6330, fjs. 78r-84r; Pedro José
Bravo de Lagunas y Castilla, Voto consultivo que ofrece al excelentissimo señor Joseph Antonio
Manso de Velasco. Conde de Super-Unda Cavallero del Orden de Santiago, Gentil Hombre de la
Camara de su Magestad, Teniente General de sus Reales Exercitos, Virrey Governador y Capitán
General de los Reynos del Perú (Lima: Impresso con Licencias en Lima en la calle del Tigre, 1755).
427
El Arzobispo de Lima a S. M. El Rey, Lima, 11 de septiembre de 1754, BNBMMss, t. 236, pza.
6329, fj. 69r.
428
Acta de Cabildo, 23 de agosto de 1709, ACS, vol. XLVI, 260.
429
Relacionados con el ámbito agropecuario, véase por ejemplo: Pleito de los hacendados y
labradores de la ciudad de los Reyes, sus términos, valles y contornos y demás interesados en el
Reino de Perú, sobre exención de tributos y contribuciones, en atención a lo estéril de los tiempos,
AGI, Escribanía, leg. 519 A;

201
duda, fueron los desplegados tras los efectos de terremotos,430 pero no cabe duda
que tras las crisis agrícolas también se hizo uso de ella.

Pero, por ejemplo, el vecino de la ciudad de Santiago Mateo Contreras en


1777 solicitaba que se rebajase el impuesto de alcabala a una porción de ganado
que introdujo por el camino del Portillo argumentando que el año de 1776 fue tan
calamitoso , especialmente para este tipo de animales, que él perdió 1296
cabezas de ganado, como le sucedió a otros vecinos. Fueron testigos de vista de
esta mortandad don José Torres, don José Argomosa, Feliciano Carmona, Nicolás
Aguirre y Mariano Oyola.431

Este auge triguero desde finales del siglo XVIII y las extensiones de los
espacios agrícolas se sustentó en gran medida a partir del financiamiento
eclesiástico. Este escenario también se acompañó de un aumento en el porcentaje
de los intereses de los préstamos de las órdenes religiosas, que oscilaban entre el
4 y 6 % anual. Así que cuando había un descenso en los precios por superávit del
grano o bien una escasez por sequía, los cosecheros presentaban enconados
debates sobre los intereses, como sucedió en 1790 cuando los hacendados
incluyeron a las autoridades en el proceso seguido a las órdenes religiosas para


430
Al respecto, uno de los sismos más emblemáticos de la historia colonial en Chile fue el de 1647,
tras la ruina de la ciudad se elevaron varias solicitudes de ayuda en los procesos de reconstrucción
de los edificios públicos y las viviendas y de recuperación de las haciendas, un escenario que se
mantuvo por el resto del siglo y que se insertaría en argumentos similares durante el siglo XVIII,
como se puede apreciar en las investigaciones de Alfredo Palacios y Mauricio Onetto. Además,
también sirvió como referencia para los hacendados de la jurisdicción de Lima durante sus propias
solicitudes. Frente al escenario de crisis que vivió el virreinato desde finales del siglo XVII por el
sismo de 1687 y la esterilidad de sus campos, don Francisco Queto de la Guera en nombre de los
dueños de haciendas de la jurisdicción de Lima solicitó que “Vuestra Majestad, suplicando se sirva
de mandar se dé en los censos de estas haciendas la providençia que se sirvió de mandar
observar los años pasados en la ruina que padedeció el Reyno de Chile ocasionada del temblor,
por ser mucho mayor y de más dilatado tiempo que aquella la que aquí se padeçió,” Memorial de
D. Francisco Queto de la Guera, en representación de los dueños de haciendas de Pan llevar de la
jurisdicción de Lima, 1699, AGI, Audiencia de Lima, leg. 176, ff. 1r-2r.
431
Sobre rebaja del real derecho de alcabala de la venta de una porción de ganado, Mateo
Contreras, Santiago, 1 de febrero de 1777, ANHCG, vol. 345, pza. 2, f. 8-16.

202
que disminuyeran los intereses anuales del 5 al 3 %. A pesar de ello, las acciones
no rindieron los frutos deseados.432

Pero este escenario no era novedoso. Para 1711 los cabildantes de


Santiago acordaron mandar una representación para la reducción de los censos a
un 3%. El discurso que construyeron aquellas autoridades se sustentaba no
solamente en que sus propiedades no rendían los frutos necesarios, salvo para su
propia subsistencia, sino que también apelaron al mismo privilegio que sus
vecinos limeños y “Reynos de España” gozaron por medio de Real Cédula
utilizando la retórica del pasado heroico. Los antepasados de aquellos vecinos
“consumieron sus haciendas, bertieron su sangre y perdieron las vidas en la
conquista y poblasión y pacificasión del Reyno”, por lo cual se consideraban
merecedores de la “acostumbrada clemensia” de la Corona en momentos críticos
para ellos.433


432
Autos seguidos por el Procurador General de la ciudad de Santiago con los monasterios y
conventos sobre rebaja de réditos de los censos de cinco al tres por ciento, ANHCG, vol. 164. Cf.
Rolando Mellafe, Historia social de Chile y América (Santiago de Chile: Editorial Universitaria,
1986), 103.
433
Acta de Cabildo, 17 de octubre de 1711, en ACS, vol. XLVII, 122.

203
CAPÍTULO 4
OBRAS HIDRÁULICAS Y DE ALMACENAMIENTO:
FONDOS PÚBLICOS, INGENIERÍA Y
PLANIFICACIÓN

4.1. Infraestructura hidráulica y obras públicas / 4.1.1. El ramo de la


Balanza y los Propios de la ciudad / 4.1.2. Los ingenieros militares /
4.2. Medidas técnicas y resolución de conflictos por el agua / 4.2.1.
Ingeniería hidráulica / 4.2.2. Obras de almacenamiento de productos
agrícolas

204
CAPÍTULO 4
OBRAS HIDRÁULICAS Y DE ALMACENAMIENTO:
FONDOS PÚBLICOS, INGENIERÍA Y PLANIFICACIÓN

Imagino cual te vieron


los sabios conquistadores
que eligieron tus riberas
para capital del reino
aquí fundar,
y te estoy agradecido
porque tú los inspiraste;
“eres la razón primaria
para que Santiago exista
donde está”
Renato Gómez Vignes, Oda al río Mapocho

Durante el año de 1717 una prolongada sequía y un difícil escenario de


escasez hídrica activaron intensas discusiones en el cabildo de la ciudad sobre el
abastecimiento de agua para la población de Santiago. La obra hidráulica que
llevaría por nombre, desde la segunda mitad del siglo XVIII, Canal de San Carlos,
se convirtió en una de las mayores de la época colonial en este territorio, junto con
la construcción de los tajamares del río Mapocho. Es una de las infraestructuras
que resultan esenciales en la historia de la ingeniería en Chile y es la base de este
capítulo porque es representativa de la resolución de estrategias tecnológicas para
enfrentar los períodos de sequías por la falta de lluvias y la escasez de agua como
consecuencia de una distribución desigual del recurso; asimismo es un claro
ejemplo de los conflictos de intereses y de los diversos ámbitos que entran en
confrontación en escenarios donde se disputa no solo uno de los recursos
naturales estratégicos de las sociedades sino también las posiciones de poder en

205
estructuras jerárquicas.434 Además de la obra del Canal San Carlos, en el presente
capítulo se analizan otras medidas técnicas435 vinculadas con el desarrollo efectivo
de construcciones hidráulicas de menor envergadura destinadas al abastecimiento
de Santiago. Entre estas medidas tenemos la ampliación de la red de acequias y
la creación de bocatomas, por ejemplo.

Los diversos escenarios de confrontación que se generaron frente a


eventos de sequías condujeron a que, además del ámbito normativo, se
ejecutasen diversas acciones comunes para los casos de escasez hídrica. Redes
de abastecimientos y monumentales empresas de trasvase de agua, bodegas y
pósitos han sido los indicadores de este proceso, convertidos en el largo plazo en
estrategias adaptativas frente a amenazas naturales recurrentes como las
sequías.

En este punto resaltaremos la manera en que el agua se convirtió en un



434
En esta investigación se entienden las estructuras jerárquicas como espacios sociales donde
las relaciones entre los diversos actores que forman parte de una comunidad de intereses se
organizan y se determinan por sistemas verticales, de manera que los conflictos y las relaciones de
poder entre los actores pueden afectase entre ellos, especialmente cuando son prioritarios para
aquellos que están la cúspide de la estructura. En este sentido, la manera de identificar una
jerarquía pasa por advertir las dependencias que tienen los actores entre ellos en relación con el
control de los recursos de poder. Este vínculo de dependencia configura élites primarias, es decir,
aquellas que no necesitan de otros actores para lograr mantener su posición dentro de la
estructura; y élites secundarias, conformadas por aquellos actores que, si bien mantienen un
control sobre recursos de poder, su valor dentro de la jerarquía está supeditada a las élites
primarias. Sobre estos conceptos que se manejan especialmente desde la sociología del poder,
véase el trabajo de Guillem Farrés Fernández, “Poder y análisis de los conflictos internacionales: el
complejo conflictual,” Revista CIBOD de Asuntos Internacionales 99 (2012): 194-195. Esta
perspectiva resulta muy interesante para estudiar los casos donde el agua es un bien disputado y
donde, como se señaló en el capítulo anterior, el valor de la tierra a partir de mediados del siglo
XVII aumentó y se posicionó, en efecto, como un recurso de poder.
435
Es importante retomar algunas definiciones. Por estrategias, como se indicó en el primer
capítulo, se entienden un conjunto de medidas o acciones tomadas de manera conscientes por
actores sociales específicos que forman parte de las estructuras de poder de las sociedades con
fines y objetivos establecidos por dicha comunidad de intereses. Es decir, las estrategias son
recursos políticos que se conforman en el largo plazo como resultado de la aglomeración de
medidas o acciones tomadas frente a determinados escenarios, en este caso, de desastres,
amenazas y riesgos. Para la ciudad de Santiago, se tiene que estos actores sociales giran en torno
a las instituciones locales, como el cabildo, y gestores administrativos como la Real Audiencia, la
Gobernación, las Intendencias, etc., y forman parte de grupos económicos y políticos directamente
relacionados con la legitimidad del acceso a los recursos estratégicos coloniales del Reino de
Chile. En cuanto a la temática de las obras hidráulicas y las de almacenamiento, las mismas
forman parte de estrategias tecnológicas devenidas de un conjunto de medidas técnicas para
enfrentar escenario de escasez en general.

206
espacio de desencuentro436 frente a la presencia de sequías; es decir, se detalla la
materialización de las regulaciones jurídicas sobre el control y distribución del
recurso hídrico a través de los turnos de agua: ¿cuáles fueron las obras realizadas
para poner en práctica estas resoluciones en torno al sistema de alternancia de las
aguas?, ¿cuáles realmente se ejecutaron?, ¿cuáles se transgredieron’. Estos
conflictos en muchas oportunidades se dieron por el uso del agua de riego entre
“los de arriba” de la ciudad que eran los hacendados y “los de abajo”,
representados por chacareros y medianos propietarios.437

Este tipo de medidas técnicas vinculadas con el desarrollo de la


infraestructura hidráulica eran compartidas en los territorios de ultramar como
resultado, sin duda, de la extensa tradición hídrica heredada del Imperio Inca en el
valle del Mapocho438 y, al mismo tiempo, cobraron gran impulso con la llegada de


436
Aquí utilizamos la categoría y el sentido empleado por Viviana Briones Valentín en su trabajo
sobre los espacios de conflicto, en torno al agua y al territorio, al interior las comunidades
indígenas en Tacna durante el siglo XVIII. “Agua, territorio y malostratos espacios de conflicto entre
ayllu y principales. Tacna siglo XVIII,” Chungará. Revista de Antropología Chilena 31, 2 (1999):
293-305.
437
Es decir, tomando como punto de partida el centro de la ciudad, y la traza urbana hacia el norte
funcionaba como la frontera hídrica de la ciudad, de esa manera, bien por el Mapocho o por las
acequias, “las de arriba” se correspondía al oriente, y “las de abajo” al poniente. Cf. Gonzalo
Piwonka, “Regulación cuántica y jurídica de las aguas en Chile: el debate en torno al regador
chileno,” Revista de Derecho Administrativo Económico de Recursos Naturales 2 (2001): 435
438
Los arqueólogos e historiados desde la década de 1970 han estado en continua revisión de la
ocupación Tawantinsuyu del valle del Mapocho-Maipo. Los trabajos de Rubén Stehberg en 1976
ofrecen una hipótesis de ocupación que se fundamenta en la existencia de un centro urbano, a
partir de las investigaciones realizadas en la fortaleza de Chena, este asentamiento incaico en los
márgenes del río Mapocho con una población indígena considerable y un consolidado sistema de
regadío sería el que condujo a Pedro Valdivia a establecerse en el área. Contrario a esa hipótesis
Silva en 1978 indica que el dominio de la cuenca de Santiago no se completó y que por su parte el
asentamiento de los Incas tuvo que darse entre Lampa y Colina. Armando de Ramón en un trabajo
publicado en el 2000 se muestra partidario del posible asentamiento indígena en los márgenes del
Mapocho, en especial porque la zona que se corresponde con el extremo septentrional del valle
longitudinal resulta estratégica para un control territorial, además señala que los incas nombraron
al gobernador Quilicanta para Aconcagua y para la cuenca de Santiago a Vitacura. En una
investigación del año 2012 llevada a cabo por Stehberg y Gonzalo Sotomayor a partir de
información disponible sobre los sitios del período Tawantinsuyu localizados en la zona sur de la
cuenca del Mapocho, se indica que durante el período Agroalfarero e Inca estos sectores se
utilizaron para el desarrollo agrícola especialmente por tener suelos óptimos (Clase 1) y de gran
disponibilidad hídrica. Si bien los vestigios materiales vinculados con caminos, redes viales y
manifestaciones cotidianas en general han desaparecido, aquellos asociados a contextos
funerarios precolombinos que durante largo tiempo se preservaron y, de acuerdo con la hipótesis
de los autores, estos sectores estuvieron vinculados con sistemas de producción agrícola. Para

207
los españoles ya que la metrópoli no sólo contaba con el legado árabe, sino
porque durante la época moderna hubo un salto cuantitativo y cualitativo.

Al mismo tiempo, las condiciones climáticas extremas de muchos de sus


territorios, siendo la sequía parte indiscutible de la fachada mediterránea, también
garantizó la producción y reproducción en el tiempo de diversas maneras de
convivir con ese fenómeno natural.

Desde el medioevo, en España ya habían surgido iniciativas para la


ampliación y mejoramiento de las redes de abastecimiento del recurso hídrico
destinadas para el riego; estas fueron complementadas desde el siglo XVI con la
construcción de embalses que permitían aprovechar las precipitaciones en otoño y
primavera. De estas infraestructuras hidráulicas son conocidas las de Valencia, de
época musulmana, que en las comarcas más meridionales se destinaron al
aprovechamiento de los escasos caudales. En la historia agraria de Valencia estos
esfuerzos por aumentar la oferta de los recursos hídricos, así como las sequías,
han sido objeto de investigaciones.439

Otra de las medidas que se utilizaron comúnmente durante la época


moderna en la metrópoli fue el trasvase de agua, en muchos casos acompañado
de acueductos para el consumo humano. En el caso de las tierras en la península,
la construcción de canales tenía como objetivo el riego de las tierras alejadas de
los cursos fluviales, minimizando así los efectos de las sequías; también
pretendían ejercer un control de las avenidas primaverales y otoñales y, al mismo


mayores detalles sobre los sitios y los hallazgos véase Stehberg y Gonzalo Sotomayor, “Mapocho
incaico,” Boletín del Museo Nacional de Historia Natural 61 (2012): 89-101. Sobre el debate
consúltese: Rubén Stehberg, “La fortaleza de Chena y su relación con la ocupación incaica de
Chile Central,” Publicación Ocasional del Museo Nacional de Historia Natural 23 (1976): 3-37;
Osvaldo Silva, “Consideraciones acerca del período Inca en la cuenca de Santiago,” Boletín del
Museo Arqueológico de La Serena 16 (1978): 211-243; Armando de Ramón, Historia de una
sociedad urbana.
439
Cf. Armando Alberola Romá, “La cultura de la supervivencia: carencias y excesos hídricos en La
Huerta de Alicante (ss. XVI-XVIII),” En Irrigation, Society and Landscape. Tribute to Tom F. Glick,
ed. C. Sanchis-Ibor; G. Palau-Salvador, I. Mangue Alférez y L. P. Martínez-Sanmartín (Valencia:
Editorial Universitat Politècnica de València, 2015), 365. doi:10.4995/ISL2014.2014.168.

208
tiempo, facilitar la movilización de la población y las mercancías. 440 El canal
Imperial de Aragón, cuya construcción abarcó desde el período de Carlos I hasta
el siglo XVIII, es un referente de este tipo de infraestructura.441 También y, en
consonancia con el entramado de redes de abastecimiento, surgieron muchas
otras propuestas de menor envergadura.

Los eventos hidrometeorológicos durante la época moderna en la vertiente


mediterránea de la Monarquía española han salido a la luz en investigaciones
recientes, a partir de una abundante documentación de carácter político-
administrativo de los siglos XVI y XVIII que se encuentra en crónicas, relatos de
viajeros e impresos (noticias, relaciones sucesos).442

Los episodios de prolongadas sequías durante la época moderna en los


territorios de la Península Ibérica, al igual que sucedía en muchos de los territorios
de las Indias Occidentales, 443 generaban crisis en la estructura económica y,


440
Armando Alberola Romá, “Anomalías hidrometeorológicas, prevención de riesgos y gestión de
la catástrofe en la fachada mediterránea española durante el siglo XVIII,” en Clima, naturaleza y
desastre. España e Hispanoamérica durante la Edad Moderna, coord. por Armando de Ramón
(Valencia, España: Publicacions Universitat de València, 2013), 87.
441
Cf. G. Pérez Sarrión, Agua, agricultura y sociedad en el siglo XVIII. El Canal Imperial de Aragón,
1766-1808 (Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1984).
442
Los miembros del grupo Historia y Clima de la Universidad de Alicante, coordinado por el Dr.
Armando Alberola Romá, cuentan con sólidas publicaciones en torno a esta temática.
443
Son numerosas las investigaciones de las ciencias sociales y humanas abordando el tema de
las sequías en la época moderna y colonial. Para el caso de la Península, se pueden contar con
los trabajos de Armando Alberola Romá, Quan la pluja no sap ploure. Sequeres i riuades al País
Valencià en l’edat moderna (València: Publicacions de la Universitat de València, 2010); “El clima
"trastornat": sequera, temporals, riuades i inundacions a Catalunya i al País Valencià a les
acaballes del segle XVIII,” Estudis d'historia agraria 23 (2010-2011): 301-318; “Sequía, lluvias
torrenciales y transporte fluvial de madera: las avenidas del río Turia del otoño de 1776,” Revista
de historia moderna: Anales de la Universidad de Alicante 23 (2005): 49-74; “La percepción de la
catástrofe: sequía e inundaciones en tierras valencianas durante la primera mitad del siglo XVIII,”
Revista de historia moderna: Anales de la Universidad de Alicante 15 (1996): 257-270; Adrián
García Torres, “Remedios técnicos a la sequía y esterilidad en las tierras meridionales valencianas:
el fracasado proyecto de conducción de agua potable de las fuentes de Boriza y Urchel a la villa de
Elche en el siglo XVIII”, Campo y campesinos en la España Moderna. Culturas políticas en el
mundo hispano, ed. María José Pérez Álvarez y A. Martín García (León: Fundación Española de
Historia Moderna, 2012) 333-343. Para el caso hispanoamericano, se pueden consultar: Virginia
García Acosta, “Las Sequías Históricas de México,” Desastres & Sociedad 1 (julio-diciembre,
1993): 83-97; Virginia García Acosta, Juan Manuel Pérez Zevallos y América Molina del Villar, ed.
Desastres agrícolas en México. Catálogo histórico. Tomo I: Épocas prehispánica y colonial (958-
1822) (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica/CIESAS, 2015); Judith Domínguez, “Revisión
histórica de las sequías en México: de la explicación divina a la incorporación de la ciencia,”

209
especialmente, en el abastecimiento de la población. Frente a estos contextos, la
política de la metrópoli, si bien no era homogénea dada la división administrativa
de los territorios, en general contenía y aplicaba una serie de estrategias
parecidas en su estructura dispuestas para este tipo de eventualidades. Cabe
recordar que estos mecanismos coexistían con las medidas locales. Uno de ellos
buscaba prevenir la carestía de granos a partir de la construcción de pósitos
municipales que en tiempo de escasez pudiesen surtir a las panaderías a precios
regulados y proveer a los campesinos las semillas necesarias para las siguientes
cosechas.444

Sin embargo, estas medidas resultaron muchas veces ineficaces, por lo que
se recurría a la importación del trigo,445 especialmente para el caso de Valencia,
que resultaba más rentable que la construcción de obras. Así, se manejaron
medidas extraordinarias frente a la escasez del cereal autorizadas por el Consejo
de Castilla. Para la década de 1780 los corregimientos aragoneses de Zaragoza,


Tecnología y Ciencias del Agua 7, no. 5 (2016): 77-93; Rodolfo Acuña-Soto, David W. Stahle,
Malcolm K. Cleaveland & Matthew D. Therrell, “Megadrought and Megadeath in 16th Century
Mexico. Emerging Infectious Diseases,” Historical Review 8, no. 4 (2002): 360-362,
doi:10.3201/eid0804.010175; Enrique Florescano, Jaime Sancho y Cervera y David Pérez-Gavilán,
“Las sequías en México: historia características y efectos,” Comercio Exterior 30, no. 7 (1980): 747-
757; María del Rosario Prieto y Roberto Gustavo Herrera, “De sequías, hambrunas, plagas y "otras
varias y continuas calamidades acaecidas en la jurisdicción de Córdoba” durante el siglo XVIII,”
Cuadernos de Historia. Serie Económica y Social 4 (2001): 131-158; María del Rosario Prieto, R.
Herrera y P. Dussel, “Clima y disponibilidad hídrica en el sur de Bolivia y noroeste de Argentina
entre 1560 y 1710; Los documentos españoles como fuente de datos ambientales,” Bamberger
Geographische Schriften, 15 (1998): 35-56.
444
Esta estrategia, como se verá más adelante, resultó tardía para el caso de la Gobernación de
Chile, si bien -según las fuentes bibliográficas- se aprecia que para la ciudad de Santiago ya existía
desde finales del siglo XVIII, la figura de los pósitos como estrategia adaptativa indirecta frente al
problema de la escasez da sus primeros pasos para su consolidación ya para la segunda mitad del
siglo XVIII; sin embargo, en otros territorios de las colonias de ultramar, como es el caso del
virreinato de la Nueva España, fue una política empleada desde muy temprano en el proceso de
colonización y es, de hecho, el caso emblemático que aparece en las regulaciones jurídicas para
las Indias Occidentales.
445
La compra de trigo en regiones externas al circuito de abastecimiento interno de las ciudades es
una política económica empleada en Europa desde la época Antigua. Con la epidemia del año 412
a. C. se desató una hambruna en Roma por lo que las autoridades se vieron en la necesidad de
crear una comisión para que fuese a las regiones aliadas y comprara el grano (Liv. IV. 52. 7). Una
situación similar se viviño tras la epidemia del año 433 a. C. donde la comisión encargada fue en
búsqueda de trigo en las localidades de Etruria, Cumas, Sicilia y Pontino ya que la amenaza
biológica había afectado la mano de obra del campo (Liv. IV. 25).

210
Huesca y Barbastro, por ejemplo, condujeron a que el Consejo de Castilla
presionara al Banco de San Carlos para que financiara la compra de trigo en
mercados alejados.446

4.1. INFRAESTRUCTURA HIDRÁULICA Y OBRAS PÚBLICAS

4.1.1. El ramo de la Balanza y los Propios de la ciudad

Los ingresos ordinarios municipales durante la época colonial dependían de


los derechos que recibían por concepto de ramos municipales y también de las
rentas generadas por las propiedades agrícolas y urbanas de su jurisdicción:
propiedades en arrendamiento, los censos a favor de la ciudad, etc. Además
contaban con ingresos extraordinarios devenidos de la venta de bienes
municipales, el cobro de intereses y multas.447

Los propios de la ciudad correspondían a las heredades, dehesas u otros


bienes que le correspondían; por su parte, sus arbitrios eran aquellos derechos
que en defecto de propios se imponía sobre géneros o ramos y cuyo producto se
ocupaba en financiar los gastos municipales. De acuerdo con los datos extraídos
de la Tabla de Ceremonias y Etiqueta de 1760,448 los propios de la ciudad se
correspondían a: el ramo de balanza; los principales a censo; los potreros de San
José y la Dehesa; el puente de Maipo; y los derechos de las casuchas de abastos,
casuchas del puente, pescadería, nevería, pregonería, caza de gallos, plaza de
toros y de carreras y andadas de caballo.

Dentro de los cambios e impulsos que se llevaron a cabo a raíz del ascenso
de los Borbones a la Monarquía española, las obras públicas ocuparon un lugar
importante en sintonía con el contexto ilustrado y modernizador. Para el caso de la

446
Alberola Romá, “Anomalías hidrometeorológicas,” 86.
447
Cf. Alfonso Valdebenito Infante, Evolución jurídica del régimen municipal en Chile (1541-1971)
(Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1973), 184.
448
ANHFV, vol. 217, fj. 33.

211
Gobernación de Chile la Corona desarrolló una política de poblaciones, desde
comienzos del siglo XVIII, junto con un conjunto de medidas pensadas para el
desarrollo de obras, dirigida a concentrar la población dispersa en estancias y
haciendas; estas medidas terminaron por convertirse en un mecanismo de
planificación urbana que no solo se enfocaría en las nuevas fundaciones sino que
se encargaría del mantenimiento y fomento de las que ya existían.449

No obstante, sería durante el gobierno de Manuel de Amat y Juniet (1755-


1761) que las obras públicas cobraron una mayor fuerza; a partir de entonces, se
desarrollaría un extenso plan de construcciones y reparaciones que se mantendría
hasta 1820. El puente de Cal y Canto, los Tajamares del Mapocho y el Canal de
San Carlos están entre las obras que más resaltaron en este escenario reformista,
por su envergadura y por la importancia que tuvieron para la ciudad de Santiago.

Prácticamente hasta el siglo XVIII las grandes obras públicas fueron


cubiertas con las derramas solicitadas a los vecinos, pero en el mismo contexto se
buscó pedir al rey aumentar las rentas de la ciudad incorporando algunos de los
principales impuestos. Frente a eventos extraordinarios, como el impacto de los
terremotos o bien por la aquejada pobreza del reino, estas solicitudes y las
resoluciones de la Corona, sin embargo, no resultaban novedosas. Uno de los
primeros casos se dio en el siglo XVI. Para 1589 por medio de una Real Cédula se
le concedió a la ciudad de Santiago por el término de doce años el beneficio
proveniente de la Pregonería para utilizarlo en las obras públicas.450


449
Véase el Auto de la Junta de Poblaciones, disponiendo de medidas para el fomento de las villas
y concediendo privilegios a los vecinos, 12 de mayo de 1745, publicado en Fuentes para la historia
urbana en el Reino de Chile, recop. por Santiago Lorenzo Schiaffino (Santiago de Chile: Academia
Chilena de la Historia, 2004), 105-108.
450
Real Cédula al gobernador de Chile sobre merced que se hace a la ciudad de Santiago de
gozar por doce años de la pregonería de dicha ciudad, San Lorenzo, 13 de mayo de 1589.
BNBMMss, t. 288, pza. 8436, fj. 155. El cobro del pesaje de la balanza en el puerto de Valparaíso
fue solicitado en en muchas ocasiones para la construcción y reparación de obras públicas; no
obstante, debido al estado de ruina generalizada, como ocurrió por el impacto del sismo de 1647
que afectó la ciudad de Santiago, se llegó temporalmente a suprimir su cobro. En la sesión del
cabildo de Santiago del 18 de septiembre de 1648 se acordó no realizar dicho cobro bajo pena de
200 pesos, los cuales serían “…aplicados para la cámara de Su Majestad, la mitad, y la otra mitad
para gastos de obras públicas…”. Sin embargo, se puede apreciar en la misma acta que el

212
Pero el papel más importante en este sentido lo desempeñó el Ramo de
Balanza. El Cabildo de Santiago para 1619 estableció el primer aporte devenido
del peso de la balanza con la finalidad de atender el financiamiento de las obras
públicas en toda su jurisdicción (en ese momento entre la cuenca del río Choapa
al norte hasta la del Maule por el sur). Si bien no fue el Ramo de Balanza
propiamente (al no contar con una sanción de las autoridades monárquicas), en la
práctica se convirtió en una contribución permanente y se destinó principalmente a
la obra de los tajamares451 y paulatinamente se fue utilizando desde la limpieza de
las acequias y las calles hasta la construcción de los puentes (Mapocho y Maipo)
e infraestructuras públicas en general (Cabildo, Cárcel, Palacio del Gobernador,
Real Universidad de San Felipe, Canal San Carlos, entre otras). Se impuso por
acuerdo en sesión del 30 de agosto de 1619 para aumentar los fondos de la
ciudad.452 Sería suprimido luego del sismo de 1647 por Real Cédula del 14 de
febrero,453 y ratificado en sesión del Cabildo del 18 de septiembre de 1648.454

Las inundaciones del Mapocho entre 1650 y 1651 fueron el aliciente para
que el fiscal Juan de Huertas Gutiérrez propusiese que los impuestos de las
mercaderías exportadas al Perú se utilizaran para las reparaciones de los
tajamares por el término de cuatro años. Una propuesta que no fue del agrado de
los mercaderes y que condujo al enfrentamiento judicial entre las partes.455 Ante
tal escenario, los cosecheros de toda la zona de Santiago elevaron las quejas al
rey por dicho cobro, lo que generó que el mismo fuese prohibido por Real Cédula


terremoto se convirtió en una oportunidad para que los comerciantes pudiesen prescindir de este
pago, ya que con anterioridad habían manifestado el descontento por los daños que este impuesto
les ocasionaba, que sus quejas no habían sido tomadas ya que “… que á esta dicha ciudad se le
seguía alguna utilidad por tener la cantidad que por arrendamiento se pudiera dar por el dicho peso
de balanza para suplir alguna parte de las muchas necesidades y gastos forzosos…”, en ACS, vol.
XIII, 302-303.
451
Cf. El cabildo de la ciudad de Santiago de Chile en cumplimiento de un mandato de S.M. el Rey,
da cuenta de los desechos del ramo de balanza, BNBMMss, t. 182, pza. 4030, fjs.
452
Acta de Cabildo, 30 de agosto de 1619, ACS, vol. XXV, 344-345.
453
El cavildo de la ciudad de Santiago de Chile pide lo caussado por el derecho de la balanza para
sus obras publicas, Santiago, 24 de octubre de 1666, AGI, Audiencia de Chile, leg. 27, f. 2v.
454
Acta de Cabildo, 18 de septiembre de 1648, ACS, vol. XXXIII, 302-303.
455
Carta del fiscal de la Real Audiencia de Chile doctor Juan de Huertas Gutiérrez a S.M. el Rey,
Santiago, 20 de mayo de 1651, AGI, Audiencia de Chile, leg. 12, R. 8, N. 93

213
de 22 de diciembre de 1651 y en vista de su desobediencia se despachó otra bajo
el mismo tenor el 24 de agosto de 1653.456

Con la gestión de Felipe IV y por las quejas sobre el estado ruinoso de las
obras públicas de la ciudad (los tajamares y el puente del Maipo, por ejemplo) se
retomó el cobro destinado exclusivamente a las obras públicas, por Real Cédula
del 20 de julio de 1663.457 Tres años más tarde continuaban los inconvenientes
por el ramo de balanza y en esta oportunidad el cabildo insistía en que lo
recaudado por aquel impuesto debía destinarse a su objetivo, los tajamares del
Mapocho, porque de lo contrario, el daño ocasionado por aquella imposición sería
doble y no retribuiría “a la conservación de esta republica.” 458 El 20 de febrero de
1701 sería prorrogado el impuesto por diez años para ser utilizado por la ciudad
de Santiago en las obras públicas, según queda constancia en una Real Cédula
despachada el 10 de junio de 1718.459 A pesar de ello, en 1708 el cabildo de la
ciudad insistía en el desorden que la Real Audiencia presentaba en el manejo de
los fondos de aquel ramo ya que no se utilizaban en beneficio de las obras


456
“Por auto de la Real Audiencia de este Reuno proveido en acuerdo de haciendas se mando
continuar el derecho de la valanza que por ordenansa de el cavildo de esta ciudad se avia
ympuesto en los generos que se navegan y salen de puerto de Valparaiso a razon de un quartillo
por quintal creciendo la ymposicion asta dos Reales y haciendo obligacion lo que antes era
voluntario con pretexto de ocurrir por este medio a la necessidad en que se allava esta ciudad para
poder acudir a las obras publicas y en especial a la fabrica del Tajamar del rio que a ynundado
barias beces la ciudad con daños muy considerables y tenemos siempre ynminente el peligro en
sus avenidas de ynbierno con las llubias y de verano con las nieves que se derriten en la
cordillera,” El cavildo de la ciudad de Santiago de Chile pide lo caussado por el derecho de la
balanza para sus obras publicas, Santiago, 24 de octubre de 1666, AGI, Audiencia de Chile, leg.
27, f. 2v.
457
Véase al respecto, Guarda, Historia urbana del Reino de Chile, 155; De Ramón y Larraín, Los
orígenes de la vida económica chilena, 298.
458
El cavildo de la ciudad de Santiago de Chile pide lo caussado por el derecho de la balanza para
sus obras publicas, Santiago, 24 de octubre de 1666, AGI, Audiencia de Chile, leg. 27.
459
Real Cédula sobre forma de cobrar y distribuir el producto de balanza, 10 de junio de 1718,
ANHCG, vol. 721, pza. 53, fj. 203v. El año anterior el gobernador de Chile interesado en conducir
las aguas de Ramón hacia la ciudad de Santiago planteó que contribuyesen los vecinos más
acomodados, según sus posibilidades, así como las autoridades eclesiásticas y las religiones, y
que lo que faltara se podía sacar del ramo de Balanza. Cf. Relación que el doctor don Joseph de
Santiago Concha oidor de la Real Audiencia de Lima hace al Excelentisimo Señor don Gabriel
Cano de Aponte, Governador y Capitán General de este Reyno de Chile y Pressidente de su Real
Audiencia del Estado del Reino y tiempo que la ha governado, Concepción, 15 de diciembre de
1717, AGI, Audiencia de Chile, leg. 92, f. 25r.

214
públicas y sí en el de aquella institución monárquica;460 el monarca insistiría en
este punto para 1748, en medio de un cruento invierno que presionó, sin duda, los
recursos para las reparaciones por las avenidas del río.461 Otras reales cédulas
vinculadas con el tema se promulgaron el 18 de diciembre de 1721, el 12 de julio
de 1739462 y el 11 de julio de 1767.463

En algunos casos, las autoridades locales e imperiales se enfrentaban por


los fondos de este ramo. El Gobernador y Capitán General de Chile decretó el 17
de octubre de 1708 que se hiciese la asignación de 200 pesos anuales al ramo de
balanza por concepto de salario del Sargento Mayor don José de Alsamora y no
de las entradas por almojarifazgo, como era lo habitual. Frente a ello, el
Procurador propuso informar a la Real Audiencia y a su presidente sobre la
inconveniencia de dicha asignación, entre otras cosas, porque por Reales Cédulas
el monto recaudado en el ramo de balanza debía destinarse a las obras
públicas.464 Frente a las celebraciones de las fiestas reales el panorama era otro.
Si bien a lo largo del siglo XVIII, en conjunto con las riquezas acumuladas por los
vecinos más prominentes, este fondo permitió que la ciudad de Santiago llevara a
cabo escenarios litúrgicos ostentosos acorde con los ideales barrocos, 465 para
ese mismo año de 1708 el cabildo señalaba la incapacidad que tenía la ciudad de


460
Carta del cabildo de la ciudad de Santiago de Chile a S. M. El Rey, Santiago, 15 de octubre de
1708, BNBMMss, t. 173, pza. 3681, fj. 266.
461
Real Cedula dirigida a la Junta del Ramo de Balanza, sobre que no permitan que el producto de
este ramo destinados a las Obras Públicas y a la Universidad, lo inviertan los Gobernadores en
reparar sus casas o cambiarlas a su arbitrio, Buen Retiro, 19 de junio de 1748, BNBMMss, t. 291,
pza. 8719, fjs. 287-288.
462
Real Cédula dirigida al Presidente y demás Ministros de la Junta del Ramo de Balanza de la
ciudad de Santiago de Chile, sobre que el valor de este Ramo se aplique a la fábrica y reparos de
obras públicas de la ciudad, Buen Retiro, 12 de Julio de 1739, BNBMMss, t. 291, pza. 8702, fj. 195.
463
Real Cédula dirigida a don Antonio Guill y Gonzaga, gobernador de Chile y presidente de la
Real Audiencia de Santiago, para que cuide de la mejor administración del Ramo de Balanza y que
se aplique a los fines a que se ha destinado, Madrid, 11 de julio de 1767, BNBMMss, t. 292, pza.
8820, fjs. 223-224.
464
Acta de Cabildo, 26 de octubre de 1708, en ACS, vol. XLVI, 205.
465
Sobre los recursos utilizados en las preparaciones de diversos actos públicos véase: ANHRA,
vol. 2951, pza. 2; Carta del Cabildo de Santiago al rey, 15 de abril de 1726, AGI, Audiencia de
Chile, leg. 107. Cf. Jaime Valenzuela Márquez, “Proclamando a los reyes en la periferia Entre
contextos locales y proyectos imperiales (Santiago de Chile, siglo XVIII),” Investigaciones sociales
21 (2008): 273.

215
celebrar el nacimiento del príncipe a partir de los Propios, fiesta real obligatoria,
por lo que se le solicitaba al Procurador que elevase una petición a la Real
Audiencia de 500 pesos del fondo de Balanza destinado a este fin.466

La Real Audiencia no siempre dispuesta a librar los fondos de la balanza a


petición del cabildo, ni tampoco a destinarlos solamente a las obras públicas, y se
vio confrontada por los cabildantes, quienes lograron que por medio de Real
Cédula de 4 de julio de 1717 dicho ramo se arrendase y la distribución pasase a
manos del ayuntamiento y de una junta creada para dicho fin. Tradicionalmente, la
cobranza era hecha por los oficiales reales y la Real Audiencia se encargaba de
su distribución.467

Sin embargo, en relación con las obras públicas, especialmente con el


Canal San Carlos, la ciudad aducía la falta de dinero para poner en marcha y
concretar el proyecto. Así sucedió con la mayoría de los intentos durante las dos
primeras décadas del siglo XVIII. Las prolongadas sequías de 1724 y 1725
generaron recurrentes discusiones en la ciudad para el trasvase de agua del
Maipo al Mapocho, pero no se contaba con los recursos económicos necesarios y
la ciudad se vio en la necesidad de convocar a cabildos abiertos con el objeto de
solicitar la colaboración de los vecinos.468

Luego de la segunda mitad del siglo XVIII, el ramo de balanza se convertiría


en prioritario para la construcción del canal. En 1762 el gobernador interino, don
Félix de Berrotea, informó a S.M. que las reparaciones del lodo que impedía la
comunicación a la Alameda no se llevarían a cabo con recursos de la Balanza, ya
que era el deseo del mismo gobernador “…su reserva para la empresa de la saca
de el Rio de Maipo…”.469


466
Acta de Cabildo, 13 de noviembre de 1708, en ACS, vol. XLVI, 208.
467
Acta de Cabildo, 18 de octubre de 1718, en ACS, vol. L, 208; Acta de Cabildo, 14 de agosto de
1722, en ACS, vol. L, 390; Acta de Cabildo, 25 de septiembre de 1722, en ACS, vol. L, 399.
468
Acta de Cabildo, 4 de mayo de 1726, en ACS, vol. LI, 207.
469
El Teniente Coronel don Félix de Berroeta, Presidente interino de la Real Audiencia de Chile
informa a S.M. con testimonio de autos, haber evitado el lodo que impedía el tránsito a la Alameda

216
Además, para atajar los daños ocasionados de diversos fenómenos
naturales también se utilizaron los recursos de la balanza. Como consecuencia del
terremoto de 8 de julio de 1730, en Santiago y Valparaíso los principales edificios,
viviendas particulares, edificios religiosos y graneros se encontraban entre
escombros. La Real Audiencia y la casa del Cabildo acordaron que se librasen
4000 pesos del ramo de balanza, y otros 4500 pesos para las reparaciones de los
edificios de las distintas religiones afectadas.470

Pero el problema con las lluvias torrenciales y, especialmente, con las


inundaciones de la ciudad por los deshielos cordilleranos, ocupó constantemente
la atención de los regidores. Las reparaciones del tajamar supusieron una presión
para las rentas y se convirtieron en uno de los motivos de la creación en el siglo
XVII del impuesto de la balanza; asimismo, fueron el ramo de las obras públicas
que mayor cantidad de libramientos requirió. Para el año de 1730 se presionó a la
ciudad por las ruinas ocasionadas por el terremoto pero, además, a finales de ese
año el cabildo aseguraba que era abundante la cantidad de nieve por lo que el
caudal del río era mayor que lo habitual y esto podía representar una gran ruina en
la ciudad. Justificaba, entonces, la necesidad de hacer las reparaciones
convenientes para evitar la inundación. Se acordó que se sacaran 1000 pesos del
ramo de balanza.471

También estas amenazas de impacto súbito, como los terremotos y las


inundaciones, servían como recurso político para la consecución no solo de
rebajas en los impuestos -que era el caso más común entre los particulares y las
órdenes religiosas- sino también para garantizar el uso de determinados derechos.
Así, no solo las avenidas del Mapocho permitieron la creación del ramo de
balanza, sino también posibilitaron la prorrogación de estos beneficios. Para 1733
la ciudad ya tenía vencida la prórroga de 12 años sobre el ramo de balanza, pero


y dándole mayor extensión sin costo del ramo de balanza, mediante el arbitrio que refiere,
BNBMMss, t. 191, pza. 4391, fj. 102.
470
Acta de Cabildo, 19 de julio de 1730, en ACS, vol. LII, 66.
471
Acta de Cabildo, 27 de octubre de 1730, en ACS, vol. LII, 82.

217
la Junta de este impuesto decidió permitir que el ayuntamiento siguiese
beneficiándose del ramo para la reconstrucción de la ciudad tras el sismo de
1730.472

Aunque en menor medida, también las sequías engrosaron este discurso;


para finales de 1736 insistía el cabildo en que la ciudad carecía de caudales y que
estaban conscientes de que ya no recaía en ellos la facultad para disponer de los
fondos del ramo de balanza por el cese de la prórroga, pero que a raíz de los
gastos que generaba la custodia de las tomas de agua, producto de la sequía que
atravesaban, solicitarían 300 pesos para cubrir los gastos.473

Si bien el ramo de balanza fue el principal fondo para cubrir los gastos de
las obras públicas, no siempre resultó suficiente, según las constantes quejas de
la ciudad.474 Así, en el mismo contexto emergió la necesidad de aumentar los
arbitrios. El gobernador Ambrosio O’Higgins, tras solicitar razones sobre los
Propios y Arbitrios de Santiago, en cumplimiento del artículo 24º de la Ordenanza
de Intendentes del Virreinato del Río de la Plata de 1782, indicó que las rentas de
la ciudad no alcanzan para cubrir los costos de las obras públicas que necesita la
ciudad ni “…otros fines de común utilidad que es indispensable hacer…”475, las
cuales alcanzarían alrededor de los 200 mil pesos. Por este motivo, y de acuerdo
con lo estipulado por el artículo 42º de la nombrada Ordenanza,476 el cabildo debía


472
Acta de Cabildo, 14 de octubre de 1733, en ACS, vol. LII, 189.
473
Acta de Cabildo, 15 de octubre de 1736, en ACS, vol. LIII, 50.
474
José de Gálvez al presidente de Chile sobre el estado de los ramos de Balanza y Propios,
Aranjuez, 26 de junio de 1778, ANHCG, vol. 798, pza. 34, f. 182.
475
El Presidente de Chile avisa haberse establecido por seis años un corto derecho sobre la yerba
de Paraguay y el azúcar de Lima, a fin de costear la obra de tajamares y otras indispensables
necesidades públicas de Santiago, Santiago, 8 de noviembre de 1788. BNBMMss, t. 205, pza.
5078, fj. 54.
476
“Sin embargo de que haya expirado el tiempo de las concesiones de algunos Arbitrios, podrá la
Junta Superior de Hacienda, con justas causas, permitir su continuación; y también lo hará en los
establecidos por consentimiento comun, estando los Pueblos bien hallados con ellos, ó precisados
á tolerarlos por falta de Propios: bien que en estas circunstancias de faltarles dotación para cubrir
sus obligaciones, deben aquéllos representarlo i la misma Junta Superior por medio del Intendente
de su Provincia, y proponer el arbitrio que sea menos gravoso á sus Vecinos, con el fin de que,
examinada la necesidad, se acuerde su concesión; y en qualquiera de los dos casos hará la Junta
poner interinamente en práctica lo que determine, dándome cuenta por la Via reservada de Indias
para que recaiga mi aprobacion, ó resuelva lo que fuese mas de mi soberano agrado.” Real

218
establecer nuevos arbitrios.

Frente a ello, para 1788 se discutía entre los integrantes de la Junta de la


Real Hacienda las rentas que permitiesen atender las “urgencias públicas” de la
ciudad de Santiago, especialmente las de los tajamares del Mapocho tras las
lluvias torrenciales e inundaciones del invierno de 1783. En este contexto, el
Superintendente General en oficio fechado el 29 de agosto de 1788 propuso tres
arbitrios. El primero de ellos, relacionado con las importaciones de azúcar del Perú
llegadas por Valparaíso y con la yerba de Paraguay que se introducía a través de
la cordillera; el segundo sería el ramo de balanza; y el tercero, el ramo de
vacantes, este “… por estar afecto á reintegrar al dicho de Balanza los dos mil
pesos que tiene de dotacion la Casa de Recogidas.”477 Este ramo de vacantes
había sido suplido desde 1723 por el de balanza, por lo cual se adeudaba un total
de 130 mil pesos.478 Los comerciantes, sin embargo, no estaban contentos con
aquellas medidas sobre el azúcar y la yerba, de manera que por medio de la Junta
de Comerciantes decidieron impugnar ese primer arbitrio esgrimiendo la mejora
del ramo de balanza.

La posición de O’Higgins frente a los tres arbitrios fue limitarse a considerar


el gravamen sobre el azúcar y la yerba por considerar que el mejoramiento de la
administración del de balanza y el cobro de lo adeudado a dicho ramo por el de
vacantes necesitarían mayores discusiones en expedientes separados.479

En este sentido, se decidió establecer el derecho de un peso por cada


ordenanza para el establecimiento é instruccion de intendentes de exército y provincia en el
virreinato de Buenos Aires (Madrid: Imprenta Real, 1782), 44-45
477
Expediente de la Junta Superior de Real Hacienda, Santiago, 8 de octubre de 1788, ANHCG,
vol. 889, pza. 8, fj. 63.
478
Esta discusión también se había presentado años antes. Para 1754 el Procurador General
propuso que se designara una persona para que gestionara en Lima lo necesario para que del
ramo de vacantes se reintegrara lo adeudado al ramo de balanza por concepto de manutención
anual de la Casa de Recogidas. Para 1808 se tiene constancia de que todavía se continuaba
sacando 2000 pesos anuales por concepto de mantención de la Casa de Recogidas. Acta de
Cabildo, 17 de septiembre de 1754, ACS, vol. LV, 120; Acta de Cabildo, 22 de marzo de 1808,
ACS, vol. LIX, 195.
479
Auto de aprovazion de O’Higgins, Santiago, 16 de octubre de 1788, ANHCG, vol. 889, pza. 8, fj.
67.

219
zurrón de yerba del Paraguay y de azúcar de Lima por un período de seis años. La
iniciativa encontró resistencia entre los comerciantes convocados por el
gobernador en junta por inconvenientes, no obstante, “… en la superior de real
hacienda donde se consideró circunspectamente la materia precedido dictamen
del fiscal de esta Real Audiencia se resolvió ultimamente poner en ejecucion el
nuevo arbitrio…”.480 En la misma comunicación, Ambrosio O’Higgins insiste en que
el gravamen es justo porque va destinado principalmente a las obras de los
tajamares y además es un monto moderado “…de un real por en cada arroba de
las siete u ocho que pesan los zurrones”481 Cuya cantidad se vende en cuatro
pesos aproximadamente. Los productos del ramo pasarían a “denominarse de
tajamares” 482 Para el momento en que estuvo el botánico Peregrinus Haenke
daba cuenta entre los ingresos de la ciudad de Santiago este arbitrio.483

Este impuesto se extendió a otras ciudades. En 1788 se estableció en


Concepción y se aprobó por Real Orden de 4 de agosto de 1789 por el término de
cinco años;484 por estas fechas también se comenzaría a exigir en Coquimbo con
485
infructuosas respuestas aunque ya para la década siguiente estaría


480
El Presidente de Chile avisa haberse establecido por seis años un corto derecho sobre la yerba
de Paraguay y el azúcar de Lima, a fin de costear la obra de tajamares y otras indispensables
necesidades públicas de Santiago, Santiago, 8 de noviembre de 1788. BNBMMss, t. 205, pza.
5078, fj. 55.
481
Ibídem, fj. 55.
482
Auto de aprovazion de O’Higgins, Santiago, 16 de octubre de 1788, ANHCG, vol. 889, pza. 8, fj.
67; Juan de Oyarzabal, Razón de los derechos y demás gratificaciones que satisfacen el comercio
de España y el interior de puerto a puerto en Chile, formado por la Contaduría Mayor de Cuentas,
en vista de las razones presentadas por los administradores de alcabalas y otros empleados, en
cumplimiento de lo ordenado por la Superintendencia Subdelegada de Real Hacienda, Santiago,
20 de octubre de 1790, BNMM, t. 206, pza. 5144 (a), fj. 41r.
483
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 97.
484
Real Orden, se aprueba la instauración del juzgado de balanza de la ciudad de Concepción, 4
de agosto de 1789, ANHCG, vol. 738, pza. 77, ff. 158-159.
485
Cf. Juan de Oyarzabal, Razón de los derechos y demás gratificaciones que satisfacen el
comercio de España y el interior de puerto a puerto en Chile, formado por la Contaduría Mayor de
Cuentas, en vista de las razones presentadas por los administradores de alcabalas y otros
empleados, en cumplimiento de lo ordenado por la Superintendencia Subdelegada de Real
Hacienda, Santiago, 20 de octubre de 1790, BNBMMss, t. 206, pza. 5144 (a), fjs. 40v-41r.

220
funcionando en esa región.486

4.1.2. Los ingenieros militares

Durante el reinado de Felipe III se planteó la necesidad de crear una


Academia de Ingenieros, de la mano de Cristóbal Lechuga, con el fin prioritario de
la defensa del Imperio. Además de las tareas enfocadas en las fortificaciones,
ingenios y descripciones de países, una de las ocupaciones que detentaron estos
oficiales estuvo dirigida hacia las obras públicas en su conjunto, incluyendo las de
regadío y, desde el siglo XVI, el contingente de ingenieros militares era de
diversas procedencias, súbditos italianos y flamencos, los principales, a quienes
pronto se les incorporarían los españoles.487

Antes del siglo XVIII estas personas no estaban constituidas en un cuerpo


homogéneo ni contaban con centros de formación para tal fin. Por lo general, el
reclutamiento se hacía entre aquellos oficiales que poseían dominio de las
matemáticas y la fortificación. Incluso para finales del XVI, los ingenieros
españoles tenían gran incidencia en las tareas indispensables de todos los
territorios de la corona y las Indias Occidentales. 488 Otras veces, el oficio de
ingeniero se heredaba del padre o familiar que hubiese llevado a cabo el
aprendizaje. Por ejemplo, en 1694 el virrey de Nueva España otorgó el título de
ayudante de ingeniero a Juan Ciscara gracias a los méritos de su padre, y por
recibir los elogios del ingeniero militar del virreinato, Jaime Frank, luego de un año
sería promovido a ingeniero con el grado de capitán de infantería. 489


486
Real Cedula en que manda que el ramo de la Balanza no se administre los Propios de la
ciudad, 21 de abril de 1802, AASFG, vol. 3, pza. 12, f. 32.
487
Alicia Cámara, “Introducción. Esos desconocidos ingenieros,” a Los ingenieros militares de la
Monarquía Hispánica en los siglos XVII y XVIII, coord. por Alicia Cámara (España: Ministerio de
Defensa, Asociación Española de Amigos de los Castillos, Centro de Estudios Europa Hispánica):
14
488
Horacio Capel, Joan Eugeni Sánchez y Omar Moncada, De palas a minerva. La formación
científica y la estructura institucional de los ingenieros militares en el siglo XVIII (Barcelona-Madrid:
SERBAL-CSIC, 1988), 14-15.
489
Capel, Sánchez y Moncada, De palas a minerva, 17-18.

221
En el contexto de la Guerra de Sucesión (1701-1713), el Secretario del
despacho de Guerra Marqués de Bédmar propuso a Felipe V organizar el cuerpo
de ingenieros con la ayuda de Jorge Próspero de Verboom quien llegó a España
en 1709 y fue nombrado el 13 de enero de 1710 Ingeniero General de los
Ejércitos, Plazas y fortificaciones de todos los Reinos, Provincias y Estados y
Cuartel Maestre General de todos los Ejércitos.490 Una serie de epístolas entre
ambos, fechadas en julio de 1710, muestra cómo se iba formando el incipiente
cuerpo de ingenieros.491 Su apertura oficial sería en abril de 1711.492

La primera ordenanza del cuerpo de ingenieros es del 4 de julio de 1718,493


en sintonía con el plan de reformas luego de la toma de Barcelona que pondría fin
a la guerra de Sucesión cuatro años antes. Así, los ingenieros militares serían el
primer cuerpo organizado de técnicos que podían llevar a cabo el plan
modernizador de la nueva dinastía, con cual también se fijaron y se extendieron
las competencias tradicionales de estos oficiales.494

El voto puesto en el desarrollo económico permitió que esta ordenanza


contuviera en sí misma una gran importancia en el contexto de la inversión en
obras públicas, especialmente en aquellas asociadas a la red de comunicaciones
y la infraestructura hidráulica.495 Esta participación en las labores de ordenamiento
territorial y público se consolidó con la estructura que tomaría el Cuerpo de


490
El decreto se localiza en Aparici LIV docs. 6046 y 6047, reproducido por Varela y Limia en
Resumen Histórico del Arma de ingenieros, Memorial de Ingenieros, I (1846): 150 y ss. El título de
cuartel maestre aparece en Aparici LIV, docs. 6048, 6049. Cf. Capel, Sánchez y Moncada, De
palas a minerva, 19-20.
491
En carta del 4 de julio de 1710 Verboom le propone al marqués de Bedmar la formación del
cuerpo de ingenieros tomando como base aquellos ingenieros que venían de Flandes y entre los
que se encontraban Kosé Galloso, Alejandro de Rez, Santiago Alberto Goffau, etc. De acuerdo
con la propuesta, el marques despachó dos cartas el 27 de julio de ese año dando cuenta de la
organización del cuerpo. Véase Capel, Sánchez y Moncada, De palas a minerva, 22.
492
Entre 1711 y 1803 se contabilizaron un total de 780 ingenieros pertenecientes a esta institución
en España. Véase Ramón Gutiérrez, “Ingenieros militares en Sudamérica. Siglo XVIII,” IV
Congreso de Castellología, Madrid 7, 8 y 9 (2012): 230.
493
Ordenanza de 4 de Julio de 1718 para el establecimiento é instruccion de Intendentes, y para
Tesorero General, Pagadores y Contadores de los Ejercitos y Provincias (Madrid: Juan de Ariztia,
1720).
494
Véase Capel, Sánchez y Moncada, De palas a minerva, 34
495
Ibídem, 37

222
Ingenieros en 1777, dividido en tres ramos, a saber: plazas y fortificaciones del
Reino; academias militares y caminos puentes, arquitectura civil, canales de riego
y; navegación.496 Pero ya con la gestión del Marqués de la Ensenada se fortaleció
el interés por la infraestructura y así, para 1753 se reanudó la construcción del
Canal de Castilla, se fundaron pósitos y se establecieron los Montes de Piedad,497
por ejemplo.

El 17 de enero de 1744 muere Verboom y le sucede en el cargo de


Ingeniero General y Cuartel, el Maestre de los ejércitos Francisco Manuel de
Velasco y Estrada, Marqués de Pozoblanco, quien al momento de su ascenso era
teniente general de caballería y comandante general de la costa y reino de
Granada.

Estos ingenieros se establecieron igualmente en América desde el período


de la conquista, si bien sería en el siglo XVIII, y especialmente luego de las
Ordenanzas de 1768, cuando se conformaría un cuerpo técnico sólido. 498 El


496
Real Orden organizando el cuerpo de Ingenieros militares, San Idelfonso, 12 sept. 1777, en
Colección de Reales decretos, Cédulas y Pragmáticas, desde 1641 hasta el presente
[Manuscritos], 1780, ff. 57-58 v. MSS/13302 Disponible en:
http://bdh.bne.es/bnesearch/CompleteSearch.do?field=todos&text=cuerpo+de+ingenieros+militares
&showYearItems=&exact=on&textH=&advanced=false&completeText=&pageSize=1&pageSizeAbr
v=30&pageNumber=6. Por ejemplo, el Ingeniero General Verboom, una vez que concluyó las
campañas de Sicilia en marzo de 1721, emprendió un viaje de reconocimiento, en medio del cual
también contribuyó en algunos proyectos de obras públicas que se estaban desarrollando. En el
trayecto hacia Málaga examinó los embalses de Alicante y hacia octubre en tierras murcianas y
granadinas realizó un reconocimiento del proyecto del canal para la conducción de las aguas del
Castril y el Guardal a Lorca. Durante el año que estuvo trabajando con los obras de fortificación y
muelles de Málaga también diseñó un proyecto de abastecimiento de agua a aquella ciudad. Cf.
Capel, Sánchez y Moncada, De palas a minerva, 38-39; José Omar Moncada Maya, “La
Cartografía Española en America durante el siglo XVIII: La actuación de los Ingenieros Militares,”
Navigator 14 (2011): 26.
497
Eran entidades benéficas que garantizaban préstamos sin intereses. Para el caso de
Hispanoamérica, el primer Sacro y Real Monte de Piedad de Ánimas que se creó fue el de Nueva
España entre 1773 y 1774, y queda constancia por medio de Real Cédula del 2 de junio de 1774,
comenzó a funcionar para 1775. En Lima se aprobaría para 1782. J. M. Villela, El Monte de
Piedad. 1775-1877 (México: Imprenta de Jens y Zapiain, 1877), 6; Manuel Atanasio Fuentes,
Estadística general de Lima (Lima: Tip. Nacional de M. N. Corpancho, por J. H . del Campo, 1858),
329. Esperanza Cabrera Siles y Patricia Escandón, Historia Del Nacional Monte de Piedad, 1775-
1993 (México: Nacional Monte de Piedad, 1993), 27-28; Jorge Alberto Suárez, “Breve historia de
los montes de piedad en Argentina y Latinoamérica,” Pignus. Revista Internacional de Crédito
Prendario 21 (2004), 3-7.
498

223
diseño, dirección y ejecución de obras militares y civiles fueron sus tareas
principales; no obstante, puesto que la Corona necesitaba resguardar la fuente de
materia prima de su imperio, los ingenieros militares tenían una labor prioritaria en
el ámbito militar y defensivo a través de la ejecución de las fortificaciones de los
lugares importantes para la monarquía. Es por ello que en el reparto de este
cuerpo a lo largo del siglo XVIII en la América hispana se nota una mayor
presencia en aquellos espacios geoestratégicos para la Corona, y enfocados en
ámbitos específicos, entre ellos el agua por ser un factor primario para el
desarrollo de la agricultura.

Cuadro Nº 4. Ingenieros militares en Chile, 1700-1809


Ingeniero militar Actividades Años
Militares Civiles
José Antonio Birt Plano, perfil y elevación Participó en el diseño 1762
del Fuerte de San Carlos del Puente Cal y
en el puerto de Valdivia Canto
(1763)
Plano del Puerto de
Valdivia (1764)
Almacén de Pólvora para
Valdivia, Isla Mancera y
para el castillo de Niebla
Reforzamiento de los
fuertes de Amargos y el
Corral
Dibujo del Cuartel de
Dragones de Santiago
(1765)
Obras de fortificación de
Valparaíso
Proyección de fuertes para
Concepción y plazas en la
frontera (1764-1765)
Proyección de planos de la
isla de Juan Fernández

224
(1771)
Nicolás de Abos- Fuerte de Purén Proyección del
Padilla Espinoza Fuerte de Yumbel proyecto de trasvase
de Los Monteros Fuerte de Tucapel de las aguas de
(1710-1763) Maipo con mapa
Juan Garland Castillos del sistema de Planos del palacio del 1762
fuertes de Valdivia Cabildo de Santiago
Emplazamiento y
trazado de la ciudad
de Concepción
Iglesia Mayor de
Valdivia
Remodelación de los
tajamares del
Mapocho (1765)
Dirección del
mejoramiento del
camino entre
Santiago y Mendoza
Participación en el
diseño del Puente
Cal y Canto
Reales Fábricas de la
Isla de Valenzuela
(1765)
Segunda fábrica de
ladrillos en el Castillo
de Niebla (1766)
Leandro Badarán Fuertes en la Araucanía Proyección del
Monasterio de las
Trinitarias, el Hospital
Real, el palacio y el
cabildo de
Concepción
Plano del palacio de
la Real Audiencia
(1780)
Mapa de la dirección
del río Mapocho

225
(1783)
Ambrosio Proyecto para la
O’Higgins construcción de casas-
fuerte que abarcarían
desde Tierra Magallánica
hasta Perú
Gobernador de Chile
Juan Mackenna Gobernador de Osorno Inspección del 1797
O’Reilly camino entre
Santiago y
Valparaíso
Construcción del
camino de Osorno a
Chiloé
Creación de
curtiembres y molinos
en Osorno
Manuel Olaguer Plano Casa misional
Feliú, de Valdivia (1801)
Plano de un hospital
proyectado para la
plaza de Valdivia
(1797)
Joaquín del Pino Gobernador de Chile
Miguel de Atero Canal de San Carlos 1803

Agustín Fábrica de pólvora de Iglesia de Lineras


Cavallero Santiago Canal de San Carlos
(1795) Plano del terreno
Plano de almacén de entre Santiago y el
pólvora (1796) río Maipo (1800)
Iglesia de Santa Ana,
Santiago (1804)

Elaboración propia. Fuentes manuscritas: ANHCG, vol. 574, ff. 1-9v; ANHFV, vol.
95, ff. 44-47; AGI, Audiencia de Chile, legajos. 434 y 319. Fuentes impresas:
Lázaro de Ribera, “Discurso que hace el alferez don Lázaro de Ribera, injeniero
delineador, sobre la Provincia de Chiloé por orden del Supremo Gobierno de Lima,
desde esta misma ciudad en agosto de 1782,” en Cinco relaciones Jeográficas e

226
Hidrográficas que interesan a Chile, ed. por N. Anrique (Santiago de Chile:
Imprenta Elseviriana, 1897), 28. Fuentes bibliográficas: Juan Luis Ossa Santa
Cruz, “La criollización de un ejército periférico, Chile, 1768-1810,” Historia 43
(2010): 413-448; Ramiro Lagos Altamirano, “Cartografía colonial de Osorno: la
obra del superintendente Juan Mackenna O’Reilly,” Espacio Regional Revista de
Estudios Sociales 2, no. 12 (2015): 36. María Carmen Navarro Abrines, “Los
ingenieros militares del virrey Amat: un apunte biográfico,” en Ciencia, vida y
espacio en Iberoamérica, vol. II, coord. por José Luis Peset, 55-72 (Madrid: CSIC,
1989).

Entre las actividades de este cuerpo de ingenieros, la política hidráulica


tuvo un espacio importante como parte de un cuadro mayor del período ilustrado
borbónico. Ya desde las ordenanzas de 1718 se contempló el reconocimiento de
los ríos para la navegación y de los espacios adecuados para la apertura de
canales y acequias. Esta política, claro está, se asumía dentro de los lineamientos
de un interés en el comercio y el aumento de la producción que pretendía abaratar
los costos de movilización interprovincial; además, permitió impulsar las
disposiciones para molinos, batanes, regadío, y, en general, todas aquellas
técnicas e ingenios que pudiesen poner a producir los campos y tierras afectados
por una escasez hídrica.499

De esta manera, la metrópoli y sus territorios vieron en el siglo XVIII los


inicios de grandes proyectos hidráulicos, entre ellos, en la península, el Canal de
Castilla500, Acequia Real de Júcar501 y el Canal de Guadarrama.502 Esta política no

499
Véase Capel, Sánchez y Moncada, De palas a minerva, 35; Horacio Capel, “Los ingenieros
militares y su actuación en Canarias,” en Actuación de los Ingenieros Militares en Canarias, siglos
XVI al XX (Santa Cruz de Tenerife: Centro de Historia y Cultura de la Zona Militar de Canarias,
Universidad de La Laguna, 2001): 13-54.
500
Iniciado en 1753 y culminado en 1804, tuvo la participación de ingenieros militares como
consultores y ayudantes, entre ellos Silvestre Abarca, Fernando Ulloa, Joaquín Casaviella y Juan
Courtoy. Para este proyecto también se incorporó en el Cuerpo de Ingenieros de los Ejércitos al
ingeniero hidráulico francés Carlos Lemaur.
501
De gran importancia para los regadíos valencianos y el trasvase del Castril y el Guardal cuyas
obras quedarían inconclusas y serían sustituidas en la década de 1780 por la construcción de los
embalses de Puentes y Valdeinfiernos en Lorca.
502
Fue elaborado por Carlos Lemaur hacia 1785 con el objetivo de construir un canal que
permitiese la navegación fluvial desde el río Guadarrama y que permitiese atravesar Madrid,
Aranjuez, La Mancha y Sierra Morena. Ese mismo año moriría Lemaur y sus obras quedarían bajo
el cuidado de sus hijos Carlos y Manuel, tenientes de ingenieros.

227
se circunscribió a los territorios de la península sino que se hizo extensiva a todos
los territorios del imperio. En Hispanoamérica también se llevaron a cabo
importantes obras hidráulicas como el Canal San Carlos en Santiago de Chile, el
Canal de la Bocachica en Cartagenas de Indias, el Canal de Guanajuato y el
desagüe de México. A pesar de ello, no siempre estos ingenieros estuvieron en
todas las etapas constructivas de la obra y también se enfrentaron con un choque
institucional, especialmente en cuanto a los sueldos: la Real Hacienda no estaba
de acuerdo en pagarle a los ingenieros destinados a la construcción de obras
503
públicas o de aquellas obras de particulares. Esto confirma el papel
desventajoso que muchas veces tenía la figura de este funcionario.

La desigualdad económica de los ingenieros militares dentro de la


estructura castrense española se materializaba de distintas maneras y,
notoriamente, en el no reconocimiento de su desempeño dentro de la carrera
imperial. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, y en medio de
una creciente necesidad de protección de la monarquía por los diversos conflictos
bélicos, este reconocimiento fue en aumento. Asimismo, resultaba mucho más
difícil y desigual el trabajo de los ingenieros destinados a territorios de mayor
interés para la Corona que el de territorios periféricos, como el de la Gobernación
de Chile. A pesar de ello, para 1782, se ordenó que los sueldos de los ingenieros
militares se homogeneizaran.504

Para 1778 se contabilizan 55 ingenieros militares en América, 10 en


México; 9 en La Habana; 7 en Guatemala a raíz de la reconstrucción de la ciudad
asolada por el sismo de 1773; 5 en Venezuela; 4 en Buenos Aires; 4 Panamá y 4
Perú-Chile; 3 en Cartagena; 2 en Santo Domingo; 1 Campeche; 1 en Guayaquil.
Igualmente, desde Madrid se continuaron realizando proyectos sobre las
localidades hispanoamericanas, como lo ejemplifica el caso de Juan Martín
Cerdeñi quien hizo los diseños de la zona de Valdivia, Puerto Cabello y La Guaira


503
Moncada Maya, “La Cartografía Española en America durante el siglo XVIII,” 27.
504
Véase ANHCG, 30 de diciembre de 1782, vol. 731, pza. 141, ff. 281-282.

228
en 1767; y Omoa, en Honduras para 1769.505

Este empuje que tuvieron los ingenieros militares en el siglo XVIII, gracias a
la implantación de los ideales ilustrados y su participación decisiva en las obras
públicas del imperio, terminó por convertirlos en un instrumento burocrático.506

4.2. MEDIDAS TÉCNICAS Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS POR LA ESCASEZ

4.2.1. Ingeniería hidráulica


La gestión del agua, sin duda, es una variable esencial en la distribución del
recurso y un detonante de la escasez hídrica como problemática social. La
variedad de acequias que atravesaban la ciudad de Santiago pretendían también
garantizar el abastecimiento habitacional, las cuales en conjunto con las pilas y, en
menor medida, los pozos fueron los recursos comunmente utilizados para surtirse
del agua en la capital.

La pila de la plaza funcionó como el centro de abastecimiento del agua para


el consumo urbano. Las autoridades civiles discutieron a lo largo del siglo XVIII
tanto sobre la calidad del recurso que de ella se surtía como las reparaciones que
necesitaba. Y aunque esta obra era vital para la ciudad, no siempre funcionaba,
como dejaron constancia los cabildantes en reiteradas oportunidades. Ya decía el
Maestre de Campo General don Rodrigo Antonio Matías de Valdovinos, quien
ejercía como Corregidor y Justicia Mayor para principios del año de 1708, que “la
pila de la plaza no corre” y que su utilidad pública la requería dentro de las
principales obras que merecían inmediata atención. 507 El año anterior se había
gestionado la misma solicitud para el pronto reparo de la pila, pero las
providencias prometidas no habían sido promulgadas por lo que comisionaron a
dos regidores nuevamente para que se presentasen a la Real Audiencia. Frente a


505
Gutiérrez, “Ingenieros militares en Sudamérica. Siglo XVIII,” 233.
506
Cf. Jaime Valenzuela Márquez, “La militarización de las celebraciones públicas en el Chile de
los borbones y la Independencia,” Revista Complutense de Historia de América 37 (2011): 175.
507
Acta de Cabildo,17 de enero de 1708, en ACS, vol. XLVI, 153.

229
esta nueva solicitud, el Gobernador y Capitán General y Presidente de la Real
Audiencia, don Francisco Ibánez de Peralta, señaló que la obra de la mencionada
pila debía comenzarse y que era necesario que el agua corriese con prontitud
trayendo la del río por la antigua cañería, reparando lo que fuese necesario para
su buen funcionamiento, reforzándola con cal y ladrillos, como también las
arquitas; en tanto, las obras para una nueva pila y alberca debían suspenderse.
Se mandó a librar del Ramo de Balanza un total de 1500 pesos.508

Esta obra fue tema de la discusión recurrente del cabildo de Santiago en


torno a las obras públicas de la ciudad. No siempre estuvo en funcionamiento
óptimo y en muchos casos se encontraba en muy mal estado a pesar de los
continuos intentos por solventar la situación. Y si bien durante los primeros años
del siglo XVIII el agua no corría por dicha fuente, para 1726 sí lo hacía, aunque en
poca cantidad debido a la ruina en la que se encontraba, ya que la cañería
presentaba roturas en distintos lugares lo que ocasionaba que se perdiera el agua
y que las zonas afectadas vieran imposibilitado el comercio. Se pedía que la
nueva cañería se trajera de Lima y que el flete del transporte desde el Callo hasta
Valparaíso corriera por cuenta de José de Chena. Para ese entonces la reparación
y mantenimiento de la pila estaba arrendada por el capitán don Diego Martín de
Morales, pero el cabildo solicitó que se suspendiera ese arrendamiento para que
la ciudad se encargara de la “refracción íntegra de dicha cañería” y mandó al
procurador que solicitase ante la Junta de Balanza un libramiento para la compra
de los caños.509

Para el abastecimiento interno de agua dulce de la ciudad que fuese de


mejor calidad que las del río Mapocho, además de las aguas de la quebrada de
Ramón, señala Piwonka que con ese fin también se utilizaron los pozos aunque no
fue una práctica muy recurrente y estaba especialmente manejada por el ámbito


508
Acta de Cabildo, 27 de enero de 1708, en ACS, vol. XLVI, 157.
509
Acta de Cabildo, 27 de septiembre de 1726, en ACS, vol. LI, 233-234.

230
religioso y algunas disposiciones de las autoridades municipales.510 Por ejemplo,
el alguacil mayor, el capitán don Cristóbal Dongo, en la sesión del cabildo de
Santiago reunido el 29 de octubre de 1706, presentó la problemática de la escasez
de agua para consumo que se sufría en el recinto carcelario y propuso que se
abriese un pozo en el patio de la cárcel cubriendo él mismo los gastos; pidió que el
Procurador General presentara el proyecto a la Real Audiencia.511 Así, en estos
casos o en los hospitales como el caso del Hospital para mujeres San Francisco
de Borja (1777) se abrió un pozo en el centro de uno de los patios.

Por otro lado, las características del valle de Santiago, localizado entre los
ríos Mapocho y Maipo, hacían difícil la obtención de agua que permitiese
transformar la aridez del secano en suelos adecuados para todo tipo de cultivo.
La conducción de las aguas del Maipo al Mapocho fue una de las tentativas de
mayor envergadura para subsanar el problema de la escasez hídrica, pero, a la
vez inconcluso, y las discusiones solo se reanudaban cuando ocurrían las
prolongadas sequías.

La primera comisión designada, no obstante, con miras a llevar a cabo un


proyecto sobre este canal, se enmarcó en el gobierno de Gabriel Cano de Aponte
(1717-1733). Sin embargo, ya desde 1709 los vecinos y las autoridades de
Santiago dieron cuenta de la necesidad de esta obra. El presidente Ustariz, por
ejemplo, en un informe al rey sobre el estado del Reino de Chile, indicó lo
imperativo de hacer el trasvase.512

Para el año de 1717 el cabildo de la ciudad de Santiago daba cuenta de la


notoria esterilidad que había y auguraba para el año siguiente gran carestía de
mantenimientos y escasez de agua.513 En sesión de 5 de noviembre se indicó que

510
Piwonka, Las aguas de Santiago de Chile 1541-1999. Tomo 1, 347-350. El autor hace hincapié
en que este tipo de acciones técnicas tuvieron una mayor acogida durante el siglo XIX, y que
desempeñaron un rol importante a raíz de la prolongada sequía que afectó la ciudad entre 1839 y
1840, ya que los vecinos con mayores recursos económicos abrieron pozos en sus casas y norias.
511
Acta de Cabildo, 29 de octubre de 1706, en ACS, vol. XLVI, 63.
512
Véase Sociedad del Canal de Maipo, Informe o noticia histórica sobre la apertura del canal de
Maipo, 4.
513
Acta de Cabildo, 17 de noviembre de 1717, en ACS, vol. L,163.

231
a raíz de la sequía que se experimentaba y la disminución del caudal del río
Mapocho muchas de las haciendas no estaban produciendo ya que no disponían
del recurso hídrico:

… atento a que las aguas del río de esta ciudad, con que se fecundan y
riegan las tierras de ella, se han minorado en estos años en tal manera
que muchas haciendas casi son inútiles por lo que carecen de ellas, y
que no se esperan mejores tiempos, y que para el alivio de esta ciudad
y sus vecinos se pudieran traer las aguas del río Maipo, con las cuales
se pudieran fertilizar muchas tierras, de donde resultaría gran útil a los
vecinos, y acrecentamiento de propios de esta ciudad, por las muchas
demasías que tiene en las campañas de dicho río de Maipo, estériles,
por cuyo motivo no hay persona a quien poderle vender, y este
inconveniente cesará si consiguiese esta propuesta…514

Los cabildantes constantemente se quejaban de que las rentas no


alcanzaban para cubrir los gastos de la ciudad, por lo que se pretendía
aumentarlas a partir de demasías de tierra. Sin duda, el proyecto de trasvase
resultaba ventajoso no solo porque facilitaría la expansión de la frontera agrícola
inmediata, sino porque también permitiría suplir la disminución del caudal del
Mapocho en las épocas en las que los valores pluviométricos presentaban un
notable descenso en comparación con años considerados normales.

La falta de recursos suficientes no permitió concretar este proyecto. A raíz


de una nueva sequía, la de 1725, el cabildo señaló la necesidad de aumentar el
caudal del río Mapocho y traer el recurso o del Maipo o del río Colorado, para lo
cual se necesitarían “…personas inteligentes y artífices que pasen a la dicha
diligencia”, comisionándosele la tarea al regidor decano de la ciudad don Diego de
Morales. 515 En relación con las aguas del Colorado, Morales indicó que el
reconocimiento realizado con los peritos no estaba bien fundamentado para
alcanzar el objetivo y que en todo caso que se lograse concretar tal empresa sería
con un alto costo y trabajo.516


514
Acta de Cabildo, 5 de noviembre de 1717, en ACS, vol. L, 162.
515
Acta de Cabildo, 27 de abril de 1725, en ACS, vol. LI, 145.
516
Acta de Cabildo, 18 de mayo de 1725, en ACS, vol. LI, 148.

232
De manera que el financiamiento fue una de las principales barreras para
que no se concretara el proyecto; para el año de 1726 se propuso la realización de
cabildos abiertos para animar a los vecinos y moradores a colaborar con el
trasvase. 517 Para junio de ese año se celebró un cabildo abierto en el que se
insistió en los inconvenientes que ocasionaba la escasez de agua del río Mapocho
y de lo perjudicial que resultaba para la salud, por lo que se aupaba la conducción
de las aguas del Maipo por los llanos de Tango. Los asistentes concurrieron con la
cantidad que podían.518

Con la ayuda de cabildos abiertos para solicitar la contribución de los


vecinos en el proyecto de trasvase del Maipo, la ciudad de Santiago aprobó por
unanimidad la conducción de las aguas de dicho río; entre los beneficios estaba
garantizar un agua adecuada para el consumo pues la del Mapocho, según los
reportes del médico cirujano de la ciudad, resultaba dañina, así como también
reducir los inconvenientes que acarreaba la escasez de agua, según lo expresó el
Corregidor, quien había sufrido la escasez de 1725.519

A pesar de la buena voluntad de algunos vecinos, los fondos recaudados no


fueron suficientes y no todos los vecinos acudieron al llamado. De manera que el
cabildo, teniendo presente en el recuerdo lo sucedido a raíz de la escasez de agua
de 1725, esto es, de las cuadrillas armadas que dejaron muertes y accidentes,
decidió que siendo los hacendados quienes se benefician con el canal porque
tendrían agua para sus chacras, ellos debían concurrir “con el estipendio que
tuviere por conveniente, según su calidad y estado, prorrateádolos a todos, pues
son los que más propiamente reportan del beneficio común de esta ciudad el
particular para sus haciendas.”520


517
Acta de Cabildo, 4 de mayo de 1726, en ACS, vol. LI, 207.
518
Acta de Cabildo, 19 de junio de 1726, en ACS, vol. LI, 218-219.
519
Acta de Cabildo extraordinario, 7 de mayo de 1726, ACS, vol. LI, 208. De esta manera, el
cabildo en sesión siguiente acordó: “Habiendo considerado lo conveniente que es así para la salud
como para el aumento de las haciendas de cada individuo y de la ciudad, unánimes y conformes
fueron de parecer se saque el agua referida y que para ello se pongan los medios que fueren
necesarios…” Acta de Cabildo, 8 de mayo de 1726, ACS, vol. LI, 209.
520
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1726, ACS, vol. LI, 226.

233
Así, el interés de estos primeros intentos de trasvase era aumentar el
caudal del Mapocho para que se pudiese mejorar la calidad del agua (pues se
consideraba que las del otro río no eran adecuadas para el consumo humano)521 y
evitar los inconvenientes que se producían al escasear el recurso, especialmente
para las fincas y posesiones de los pagos de Ñuñoa (véase Imagen Nº 13),
Chuchunco (véase Imagen Nº 12) y Renca que eran los que garantizaban el
abasto de la ciudad y sus alrededores. El reconocimiento del lugar lo llevó a cabo
el corregidor Juan de la Cerda junto con el francés Francisco Loriel (destinado al
puerto de Valparaíso), José Gatica, el Padre Guillermo Milet y otros religiosos de
la Compañía de Jesús. Se determinó que el agua se podía sacar por Tango arriba
donde el capitán Juan Antonio Vilches tenía una población para ese momento.522
También el gobernador Gabriel Cano de Aponte reconoció el lugar el 5 de agosto
de ese año de 1726 para evaluar la viabilidad del proyecto acompañado de don
Martín de Recabarren, oidor y alcalde de la Real Audiencia e, igualmente, de los
ingenieros y religiosos que días antes habían realizado la misma labor con el
corregidor.523


521
Ya desde las décadas iniciales del proceso de conquista el recurso hídrico de mejor calidad se
buscaba hacia el oriente de la ciudad. La llegada de Gabriel Cano de Aponte a la Gobernación de
Chile (1717-1733) supuso un salto en el mejoramiento de las condiciones higiénico-sanitarias de
Chile con el impulso que daría a este servicio mediante el desarrollo de obras y mejoras en el
ámbito urbano: aperturas de calles, mejoras de la acequia de la quebrada de Ramón y el aseo
generalizado. Pese a las medidas tomadas, además de las sequías que hubo de enfrentar en ese
período, inevitablemente se presentó una serie de amenazas biológicas. En 1718 y 1724 hubo una
epidemia de disentería; en 1720 un brote de viruela; para 1724 también se presentó la tifoidea.
Estos episodios se combatieron con cuarentenas y con el creciente cuerpo médico de la ciudad;
para este período se avecindaron 12 médicos de distintas nacionalidades, así que es posible que
el médico al que haga referencia el cabildo sea el médico natural de Brest, Juan Daniel
Darrigrande, que arribó en 1714. Así que entre las razones que argumentaron en 1726 para
conducir las aguas del Maipo se encontraba el informe del médico y cirujano de la ciudad, Juan
Daniel, donde se indicaba que las aguas del Mapocho no eran óptimas para la salud “por la
experiencia que tiene de ella y de su malignidad…” Acta de Cabildo extraordinario, 7 de mayo de
1726, en ACS, vol. LI, 208. Cf. Dougnac Rodríguez, Régimen jurídico de las aguas en Chile
durante el siglo XVI, 75; Ricardo Cruz-Coke, Historia de la medicina chilena (Santiago de Chile:
Editorial Andrés Bello, 1995), 182-183.
522
Acta de Cabildo, 27 de julio de 1726, en ACS, vol. LI, 222.
523
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1726, en ACS, vol. LI, 225.

234
Imagen Nº 12. Viña de Juan de Dios Herrera en la Cañada y acequia de
Chuchunco, 1771

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP 263

235
Imagen Nº 13. Regadío zona de Peñalolén, Macul y Ñuñoa, s/f.

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP 856

Para el año de 1742 se reportaba en la ciudad de Santiago una nueva


sequía, por lo que el corregidor Juan Nicolás de Aguirre y el cabildo santiaguino
acordaron que se sacase agua del río Maipo y se condujese a la ciudad. Se
encomendó al procurador Antonio de Espejo para que presentase el acuerdo al
gobernador con los testimonios. Nuevamente, los cabildantes señalan lo
recurrente del problema y de los diversos debates que ya en años anteriores se
habían dado por el mismo motivo:

Propuso dicho señor Corregidor la urgencia y necesidad que padecía


esta ciudad y sus contorno del agua, así por no haber llovido hasta
ahora como por la escasez del río que como a todos constaba era
tanta, que los hacendados de los pagos de Chuchunco y Renca aun no
alcanzaban la necesaria para beber, porque se veían precisados a

236
cargarla, el que podía en cueros, y aumentarse en cuadrillas, para
extraviar la poca que corría por alguna de las acequias del Pago de
Ñuñoa de que podían temerse muchas desgracias y muertes no
obstante las provincias dadas en precaución de este daño; y que pues
tan notorio y común el que se experimentaba por falta de agua, se
tratase si convenía sacarla del río Maipo por ser muy abundante y de
mejor calidad, y de los medios con que se había de emprender y
costear la obra a cuyo fin propuso lo avanzado que estaba este
negocio, porque como parecía de los autos que había reconocido y
tenían presente, estaba acordada esta misma importancia por acuerdos
celebrados por este Ilustre Cabildo en siete, ocho y nueve de mayo, en
diez y nueve de junio y trece de agosto del año pasado de mil
setecientos y veinte y seis, con ocasión de haberse experimentado en
el, en el antecedente, y subsecuentes la misma calamidad y desgracias
y reconociéndose por el general Don Juan de Dios de a Cerda, siendo
Corregidor de esta Cuidad, la posibilidad de poder sacar agua de dicho
río Maipo como parece del auto y diligencia de el, su fecha veinte y
cinco del mes de julio de dicho año, actuada con asistencia de varios
peritos; y después, por el Excelentísimo señor Don Gabriel Cano de
Aponte, gobernador y Capital General que fue de este Reino, el
expresado día siete de agosto en que asimismo se expresa haber
parecido mas a propósito el paraje de en medio de los tres que se
vinieron.524

Los gastos correrían por cuenta del Ramo de Balanza y se ordenó que la
obra se sacara a pregón y remate.525 En caso de que no hubiese un postor que
cubriera con lo esperado por la ciudad, se encargarían los cabildantes de
seleccionar la persona correspondiente (véasen las imágenes Nos. 14, 15 y 16 ).


524
Acta de Cabildo, 8 de junio de 1742, en ACS, vol. LIV, 39.
525
El pregón –era representativo de la estructura vertical de comunicación del poder institucional
local o imperial.

237
Imagen Nº 14. Proyecto del Canal del Maipo al Mapocho por el padre
Petri, arquitecto de la Compañía de Jesús, 1742.

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº 172.

238
Imagen Nº 15. Segundo proyecto del Canal del Maipo al Mapocho por el
padre Petri, arquitecto de la Compañía de Jesús, 1742

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº 173.

Desde los inicios de esta nueva tentativa, la obra generó inconvenientes por
la ubicación de la bocatoma. Al respecto, el corregidor Juan Francisco de Larraín
solicitaría al gobernador Manso de Velasco que hiciese un nuevo mapa. Para ello,
acudieron al piloto de la Escuadra, el almirante José Pizarro, que se encontraba
en Valparaíso, quien aseguraría, en efecto, que la nombrada bocatoma debería
sacarse más arriba de donde se había planteado y con ese motivo confeccionó un
nuevo plano, conocido como “del Piloto”, el cual describe algunas trazas
alternativas y las dificultades que las mismas podían ocasionar para la empresa de
aprovisionamiento de agua (véase Imagen Nº 17).

239
Imagen Nº 16. Plano del terreno comprendido entre la ciudad de Santiago
y el río Maipo con diversos proyectos para traer agua desde alto rio hasta la
ciudad por José Pizarro, 1742.

Fuente: ANH, Mapoteca, MAP Nº 175

Entre 1742 y 1746 fue notable el esfuerzo que realizó el cabildo de la


ciudad al respecto. Para estos años, como se ha indicado más arriba, la iniciativa
tuvo por objetivo garantizar que los pagos de Ñuño, Renca y Chuchunco contaran
con el recurso suficiente para suplir los mantenimientos de la ciudad, evitar los
conflictos entre los afectados por la escasez y proveer de agua de mejor
calidad. 526 Los primeros montos entregados para la construcción del Canal de
Maipo fueron cuatro mil pesos designados por la Real Junta de Balanza. 527
Durante esos años, los cabildantes debatieron recurrentemente sobre el tema e

526
Acta de Cabildo, 8 de junio de 1742, en ACS, vol. LIV, 40.
527
Cf. Acuerdo de la Junta de Balanza relativo a que se apliquen 3000 pesos para la saca del agua
Maipu y 2000 pesos para la construcción del tajamar, Santiago, 1 de octubre de 1746, BNBMMss,
t. 186, pza. 4217, fj. 149.

240
inspeccionaron la prosecución de la obra; pero el temor generalizado por lo
dilatado de la misma los llevaba a pensar que la obra podría no culminarse, como
ya había sucedido con los tajamares. La solución para evitar este “recelo de su
abandono” fue que, por ley, las obras públicas debían sacarse a remate, y si bien
en un principio no rindió los frutos esperados, una vez que se comprobó la
factibilidad de la obra, otro fue el escenario, pues fueron más los que se animaron
a participar en el remate;528 así que el cabildo consideraba que la medida permitía
asegurar la extracción del agua y calcular el tiempo de duración y costo, dos
variables que despejaban los temores de los vecinos interesados.529


528
La Junta de Remates de Obras Públicas mandó que la ciudad propusiera las condiciones que
solicitaba el Maestre de Campo don José de Ureta para el proyecto de trasvase. Por lo que
acordaron ochos puntos: “1ª Que el ancho de la acequia en su plan debe tener cinco varas
2ª Que haya de tener vara y media de profundidad en la tierra mas baja, y de escarpe media vara
en cada vara de profundidad por cada lado.
3ª Que donde hubiere barracada o ladera se le haya de dar doce varas de estribo, o bien del
natural terreno o formado artificialmente a satisfacción de la ciudad.
4ª Que haya de tener tres desagües, uno del río Maipo, otro de las vertientes que descienden del
Chequencillo y otras de las que bajan de Macul y estero de Ramón, de modo que la ciudad en
tiempo de lluvias no experimenten daño alguno por la abundancia de agua.
5ª Que haya de recibir a tasacion todas las herramientas y demás materiales con que se trabaja
actualmente dicha acequia.
6ª Que haya de consumar la obra haciendo todos los puentes y canoas necesarias para el uso de
los caminos reales y transito de las acequias particulares.
7ª Que la entrada de agua al río de esta ciudad haya de ser de la chacra de los herederos de Don
Pablo Galindo para arriba.
8ª Y la ultima, que sea circunstancia que mejore la postura tanto la minoración del precio como del
tiempo…” Acta de Cabildo, 29 de agosto de 1746, en ACS, vol. LIV, 152-153.
529
Acta de Cabildo, 11 de julio de 1746, en ACS, vol. LIV, 146-147.

241

Imagen Nº17. Trazado del Canal San Carlos, 1743.

Fuente: Sociedad del Canal de Maipo, 170 años (Chile: Asociación de


Canalistas, 1997), 31.

Pero, la iniciativa fracasó: el lugar escogido para la bocatoma era muy bajo
y con poca pendiente, y el gasto no podía sostenerse, había una escasez
generalizada en la Gobernación de hierro y de cera,530 y las lluvias torrenciales de
1746 destruyeron las obras ya comenzadas.531 A pesar de ello, dos años después


530
“…y el defecto del fierro hará cesar en mucha parte la labor de las minas, beneficio de las
heredades, y no tendrán las nuevas fundaciones de las villas aquel aumento que pide negocio de
tanta de tanta entidad se hará más costosa la importante obra de la acequia de Maipo y padecerá
todo el común…” Acta de Cabildo, 20 de marzo de 1745, en ACS, vol. LIV, 103.
531
“… pero habiendo acaecido el imbierno pasado de 746 una copiosa é intempestiva avenida de
aguas en el expresado Rio de Maypo, que arruinó toda la bocatoma que tenia concluida y cegó
parte de lo trabajado…”, El Presidente de Chile informa a S.M. el Rey de la obra de acequia de
Maipo por motivo de la inundación del río Mapocho, cuyo reparo se ha considerado indispensable
en la fabricación de un Tajamar en que se está trabajando, BNBMMss, Santiago, 6 de octubre de
1748, t. 186, pza. 4226, fjs. 192-193.

242
el Cabildo de Santiago informó que se continuó con el proyecto aunque ya no con
el mismo interés por la inversión perdida; pero con la inundación del 8 de mayo de
1748, y tras la necesidad de construir los tajamares arruinados, la Junta de
Balanza suspendió los recursos destinados para el proyecto de trasvase.532

Estas tentativas se reavivaron en manos de particulares. El cabildo del 23


de diciembre de 1757, un año caracterizado por la falta de lluvias que mantuvo en
alerta a los cabildantes, se discutió sobre la solicitud hecha por don José de Rojas
Carabantes para obtener el permiso para sacar un regador de agua del río Maipo
a la altura del Cerro Chequén, por lo que se acordaba que el interesado diese
cuenta de si el regador vendría por tierra firme, si la asignación de los dos mil
pesos que se pidieron serían destinados solamente para esta obra y las calidades
y condiciones del proyecto.533

Casi un año después, continuaban las discusiones en torno a la propuesta


de Carabantes, unidas a la propuesta de don Buenaventura Lagunas sobre llevar
las aguas del Maipo al Mapocho.534 En medio de este contexto y estas propuestas
las discusiones estaban dirigidas a las tierras del valle del Maipo. Así, en cabildo
del 7 de abril de 1758 frente a estas iniciativas particulares, los cabildantes
solicitaron que todas aquellas personas con derechos en aquellas tierras
presentasen los títulos para que las mismas no se declarasen vacías. 535 Para
octubre de ese año, según lo acordado el 7 de abril, quedaba constancia de ya
haberse realizado por medio de autos, por lo cual el cabildo admitió las dos
propuestas para escoger la más indicada y planteó que se colocaran carteles en
las esquinas de la Plaza Mayor para que aquellas personas que quisieren hacer
postura a la obra pudiesen hacerlo en un período de diez días, luego de los cuales


532
Cf. El Presidente de Chile informa a S.M. el Rey de la obra de acequia de Maipo por motivo de la
inundación del río Mapocho, cuyo reparo se ha considerado indispensable en la fabricación de un
Tajamar en que se está trabajando, BNBMMss, Santiago, 6 de octubre de 1748, t. 186, pza. 4226,
fjs. 192r-195r; Respuesta del señor Fiscal, Santiago de Chile, 12 de marzo de 1765, AGI,
Audiencia de Chile, leg. 319.
533
Acta de Cabildo, 23 de diciembre de 1757, en ACS, vol. LV, 180-81.
534
Acta de Cabildo extraordinario, 23 de octubre de 1758, en ACS, vol. LV, 210-11.
535
Acta de Cabildo,7 de abril de 1758, en ACS, vol. LV, 196.

243
se sacaría a pregón y remate. Además, se pedía el reconocimiento de las tierras
por donde el agua atravesaría y las acequias que la conducirían con sus
respectivos dueños.536

Durante su gestión, el gobernador Félix de Berroeta, entre septiembre de


1761 y octubre de 1762, informó al rey en carta del 15 de agosto de 1762 la
necesidad del trasvase de las aguas del Maipo al Mapocho, especialmente, según
argumentaba, por “…el aumento que ha tenido este vecindario desde el año de
726 en sus haciendas de campo, y á que no eran ya suficientes las aguas del
repartimiento…”. 537 También señalaba el gobernador que se habían tomado
medidas necesarias y que ya se contaba con un análisis del terreno y una
estimación de costos.

Una vez más, esta obra que resaltaba por ser necesaria para la ciudad y
sus vecinos, fue aplazada por el gobernador de Chile a raíz, según argumentó, de
la incorporación del imperio español en la Guerra de los Siete Años (1754-1763)538
con el fin de preservar los caudales de la Caja de Santiago para contribuir con los
gastos ocasionados por el conflicto.539 Por medio de Real Cédula de 29 de febrero
de 1764540, en contestación a Berroeta, el rey ratificó la suspensión de la obra y
solicitó mayor información relacionada no solo con los gastos sino también de su
utilidad para la población.


536
Acta de Cabildo extraordinario, 23 de octubre de 1758, en ACS, vol. LV, 210-11. Todavía en
marzo del año siguiente el reconocimiento del terreno no se había realizado, según se puede
apreciar en el Acta de Cabildo, 16 de marzo de 1759, en ACS, vol. LVI, 13-14.
537
La Real Audiencia de Chile propone á V. M., en virtud de sus Reales Ordenes, el expediente de
que con los reos de esta capital se facilite la union de las aguas de Maypo con las del rio de esta
ciudad, para él mas abundante riego de las haziendas de sus vecinos, Santiago de Chile, 22 de
marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 1vto.
538
Conflicto internacional desatado a partir del control de Silesia y por la hegemonía en América
del Norte y la India. Supuso el enfrentamiento entre las principales potencias. Por un lado, las
alianzas del Reino de Prusia, de Hánover y Gran Bretaña y sus dominios, y el Reino de Portugal; y
por otro lado, el Reino de Sajonia, Imperio Autríaco, Imperio Ruso, Francia, Suecia y España que
se unió en 1761.
539
El presidente interino don Félix de Berroeta a S. M. el Rey, Santiago, 15 de agosto de 1762,
BNBMMss, t. 191, pza. 4392, fj. 123v.
540
A la Audiencia de Chile para que haga informe tocante al proyecto de sacar el agua del rio
Maypo para beneficio de aquella ciudad. Real Cédula, El Pardo, 29 de febrero de 1764, AGI,
Audiencia de Chile, leg. 319, f. 1rto-2vto.

244
Los recelos de la monarquía frente a este proyecto se sostenían por la
posibilidad que existía de desviar los recursos destinados a otras obras que,
según sus argumentos, consideraban de mayor importancia, entre las que se
encontraban la reparación de los tajamares del Mapocho y la pila de la Plaza
Mayor. Como solución los miembros de la Real Audiencia proponían la utilización
de los presos como mano de obra para llevar a cabo el canal, pues solo se les
debía garantizar la alimentación a través del producto de las Casas de Abasto. El
resultado sería conveniente para evitar el clamor de los vecinos por el
mejoramiento de sus haciendas, y los ejidos de la ciudad se verían beneficiados
igualmente ya que no habían podido ser aprovechados por la escasez de agua. 541

Sin embargo, en medio de este contexto de estudio sobre el proyecto de


Maipo, la postura del fiscal de la Real Audiencia era a favor de la activación del
proyecto. Planteaba que, a diferencia de lo sucedido en los años de 1740, para los
primeros años de la década de 1760 los Propios de la ciudad de Santiago se veían
engrosados gracias, precisamente, a la Casa de Abasto. Por lo que, bien
aplicando los fondos de los Propios o en conjunto con un monto asignado del
Ramo de Balanza, tomando en consideración los egresos ya comprometidos para
la Casa de Recogidas, la Real Universidad y el pago de los alguaciles
contemplados para este último fondo se podría llevar a cabo la obra de
trasvase.542

De las diligencias que se realizaron para formar el requerido informe para el


rey por solicitud de la Real Cédula referida, el fiscal de la Real Audiencia, en
escrito del 12 de marzo de 1765, da cuenta de las gestiones que desde 1726 se
venían desarrollando para llevar a cabo el proyecto. Igualmente señala que estas


541
La Real Audiencia de Chile propone á V. M., en virtud de sus Reales Ordenes, el expediente de
que con los reos de esta capital se facilite la union de las aguas de Maypo con las del rio de esta
ciudad, para él mas abundante riego de las haziendas de sus vecinos, Santiago de Chile, 22 de
marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 1vto-2rto.
542
Respuesta del señor Fiscal, Santiago de Chile, 12 de marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile,
leg. 319.

245
diligencias fueron motivadas por los períodos de sequías que había
experimentado la ciudad:

…desde el año pasado de setecientos veynte y seis se trató y confirió el


expresado proyecto de sacar el agua del rio de Maypo, á causa de
averse experimentado en años anteriores escases de llubias, que
dificultaba fertilizar la parte inferior de esta ciudad por la cortedad de
sus vertientes...543

Para el fiscal los beneficios de poner en marcha el proyecto nuevamente


resultaban indiscutibles y de gran importancia para la ciudad y el bienestar público
ya que no solamente garantizaba el mantenimiento sino también el cuidado de la
ciudad a partir de la reducción de los malhechores y vagabundos:

A mas de la utilidad que queda asentada, y experimentará el publico en


la mayor abundancia del abasto, sin quedar expuesta á las calamidades
que han ocacionado tan frecuentemente las secas, y falta de llubias, es
digna de conciderarse la que resultará en el exterminio de mal hechores
y vagamundos, teniendo tan inmediato un precidio donde
destinarlos…544

El Procurador General de la ciudad, Juan José de Santa Cruz, luego de


indagar sobre las utilidades del proyecto de trasvase, como se le sería concedido,
indicó que diferentes personas habían hecho postura para llevarlo a cabo, con la
condición que se les asignasen treinta cuadras de tierra para instalar una
chacarilla; por ello, el cabildo de la ciudad requirió que todos aquellos vecinos que
tuviesen tierras en aquel paraje presentasen sus títulos. Esta labor se realizó y la
población se vio con el beneficio de una “… porcion conciderable de tierras entre
los dos caminos de Maypo y Tango…”545 El procurador propuso que dichas tierras
en manos de la ciudad se podían vender y el importe de las mismas se podía
utilizar en beneficio del proyecto de trasvase de las aguas del Maipo. De hecho, en
la misma línea, el fiscal de la Real Audiencia planteó que una vez lista la obra el

543
Respuesta del señor Fiscal, Santiago de Chile, 12 de marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile,
leg. 319.
544
Ibídem.
545
Petición del Procurador General, Santiago de Chile, 25 de enero de 1765, AGI, Audiencia de
Chile, leg. 319.

246
importe de la misma podría recuperarse a partir de la venta de las tierras que
pertenecen al ejido de la localidad, sin tomar en cuenta las baldías.546

Sin embargo, la postura del obispo de Santiago frente al trasvase fue otra.
Con fecha de 9 de febrero de 1764 se le solicitó al obispo Manuel de Alday y
Aspée que hiciera un informe sobre este proyecto547, Si bien reconoce la utilidad
de la obra y la necesidad de la misma para los años especialmente secos, 548
considera que los fondos tanto de los Propios como del Ramo de Balanza son
insuficientes, y su uso para costear el canal sería en detrimento de obras más
importantes para la capital. Por un lado, argumenta que los propios de la ciudad
apenas alcanzan para las festividades juradas y otros gastos del cabildo. Los
ingresos del Ramo de Balanza, indica en 1765, ascienden a un total de 9500
pesos según datos proporcionados por la misma Junta de Balanza: 2000 pesos
destinados para la mantención de la Casa de Recogidas, 1000 pesos para cubrir
el salario de los ayudantes y 5000 pesos destinados para la Real Universidad.549
El restante disponible, señala el obispo, es para cubrir los gastos del puente
arruinado por una avenida ocurrida hace más de 14 años por ser dicha obra
necesaria para la comunicación entre la ciudad y el arrabal ubicado al otro lado del
Mapocho y el abasto que proviene de esa zona. También menciona el desembolso


546
Respuesta del señor Fiscal, Santiago de Chile, 12 de marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile,
leg. 319.
547
Al Obispo de Santiago de Chile para que haga un informe tocante al proyecto de sacar el agua
del río Maipo para beneficio de aquella ciudad, 29 de febrero de 1764, AASFG, vol. 94, ff. 235-236v
548
“…que el agua del rio de esta ciudad en los años poco lluviosos que suelen ser muy frequentes,
no alcanza para el riego de sus Haciendas, y aun en los que son abundantes de lluvias, si bien en
los primeros meses del verano trahe bastante caudal por la nieve que se derrite en la cordillera
imediata; pero pasados estos, suele escasear de manera que es preciso poner alternativa entre las
haciendas superiores e inferiores o la mesma ciudad, para que logren todos los dias, que se les
destinan, el agua necessaria á su cultivo…” El reverendo obispo de la ciudad de Santiago
cumpliendo con el encargo que se le hizo por Cédula de 29 de febrero de 1764, informa las
dificultades que halla para que por ahora se pueda poner en planta el proyecto de sacar el agua
del rio Maypo, Santiago de Chile, 27 de marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 1; El
señor Aldai informa al rei sobre las dificultades que encuentra para sacar el agua del río Maipo, 27
de mayo de 1765, AASFG, vol. 4, pza. 34.
549
El rey insistía en 1768 que se atendiese la buena administración del ramo de balanza y que lse
destinasen los montos establecidos para las obras públicas y la universidad. Cf. Real Cédula
dirigida al gobernador de Chile y presiente de la Real Audiencia, Aranjuez, 3 de mayo de 1768,
BNBMMss, t. 292, pza. 8825, fjs. 230-231.

247
que se hacía entonces para la conducción de las aguas de Ramón a la pila de la
ciudad ya que esta agua “…se juzga mas sana, y es ciertamente mas limpia que la
del rio…”550

Por su parte, la posición del Gobernador de Chile Antonio de Guill y


Gonzaga fue más desafiante. Su informe comienza con una crítica porque al
momento de su llegada a ejercer el cargo no se le pasó el plano ni las noticias
vinculadas con el proyecto de las aguas del Maipo. También sentencia que, aun si
no se hubiese detenido a causa del término de la guerra con los ingleses, el
gobernador interino Félix de Berroeta no hubiese podido llevar a cabo dicha
empresa por las dificultades que presenta y por el elevado costo de la misma.

El gobernador se enfoca, por un lado, en desmentir las utilidades para la


ciudad del citado proyecto. Así, frente al escenario económico que atravesaba el
Reino, indica que existe en el mismo gran abundancia de trigo, vino y otros frutos,
a tal punto que en muchos casos los labradores debían abandonar las cosechas
en el mismo campo y que no les alcanzaban las vasijas para resguardar el vino.
Esta misma situación -al volverse productivas las tierras en el llano de Maipo-
ocasionaría “daño de las actuales viñas, chacras y estancias”, pero que además
pertenecían a “los principales del Reino”. El problema que planteaba empeoraba
aún más. Aducía que los actuales terrenos del llano estaban ocupados por
personas que no poseían sus derechos ya que los dueños legítimos los habían
abandonado, por lo que “de sacarse el agua resultaría en un sin fin de pleitos
interminables.” Gracias a una visita extraoficial junto al ingeniero militar, Juan
Garland alega dificultades propias del terreno y lo inviable de trazar la acequia por
donde se tenía previsto.551


550
El reverendo obispo de la ciudad de Santiago cumpliendo con el encargo que se le hizo por
Cedula de 29 de febrero de 1764, informa las dificultades que halla para que por ahora se pueda
poner en planta el proyecto de sacar el agua del rio Maypo, Santiago de Chile, 27 de marzo de
1765, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 2v.
551
El Presidente de Chile ynforma á V. M. lo perjudicial que seria el proyecto de sacar del Rio de
Maypo el agua, para que no sufraga el Ramo de Balansa, expresando tienen suficientes aguaslas
hasiendas, y que lo mas necesario que es agua para beber y puente sobre el rio de la ciudad lo

248
De igual manera, señala la exageración sobre el poco caudal del Mapocho.
Por lo contrario, indica que las aguas del río de la ciudad alcanzan para regar las
haciendas y que, incluso, el sobrante de estas ocasiona perjuicios en la misma
ciudad. Permite entrever, además, que las resoluciones tomadas frente a las
aguas de este río presuponen que las mismas son un riesgo para el vecindario:

Pero sobre todo tengo esperimentado no tener fundamento la


exageracion de la escacés del rio de esta ciudad nombrado Mapocho
cuías aguas son abundantes y riegan un sin numero de Haziendas,
quedando aun muchas que se pierden en todos tiempos, e inutilisan los
caminos, y aun la misma ciudad, siendo digno de reparo se lamenten
de su escases, quando no ha diez y seis años que se concluió la obra
de un tajamar con mas de ochosientas varas de largo para contener su
ímpetu, y resguardar de ynundacion la ciudad.552

Por otro lado, el gobernador se centra en las obras que realmente necesitan
celeridad en su culminación y que han estado desatendidas: el agua para beber y
el puente sobre el río de la ciudad que permite la comunicación entre Santiago y la
otra orilla del Mapocho, de donde provienen los bastimentos del Partido de Renca
y donde se encuentran el Convento de la Recoleta Franciscana y el Convento de
la Recoleta Domínica de Santiago y Santo Domingo. Sobre el agua para beber, al
igual que ya otros informes lo habían señalado, vendría de las aguas de
Ramón, 553 a partir de lo cual se propone la construcción de dos fuentes que


queda practicando, ofreciendo dar cuenta a V. M. con autos, Santiago de Chile, 10 de enero de
1766, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 2r.
552
El Presidente de Chile ynforma á V. M. lo perjudicial que seria el proyecto de sacar del Rio de
Maypo el agua, para que no sufraga el Ramo de Balansa, expresando tienen suficientes aguaslas
hasiendas, y que lo mas necesario que es agua para beber y puente sobre el rio de la ciudad lo
queda practicando, ofreciendo dar cuenta a V. M. con autos, Santiago de Chile, 10 de enero de
1766, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 3.
553
“En medio de oir estos lamentoz por la escazes (que no tienen) de agua para regar, me ha
admirado desde mi yngreso el descuido que ha tenido esta ciudad en solicitar otra para bever que
no sea tan dañosa, ni perjudicial como la que usan de este rio, la qual sobre ser únicamente de
derretidas nieves, pasa por terrenos y montañas llenas de alcaparrosa que le hace tomar un color
oscuro y espesarse de tal modo que mucha parte del año es necesario para beverla que se destile
por dos piedras cuia conveniencia solo logran las personas de facultades, pues los demas pobres
la gastan tal qual viene, de que resulta en tales tiempos esperimentarse generales desenterias, y
algunas muertes repentinas que atribuien al agua los medicos.” El Presidente de Chile ynforma á
V. M. lo perjudicial que seria el proyecto de sacar del Rio de Maypo el agua, para que no sufraga el
Ramo de Balansa, expresando tienen suficientes aguaslas hasiendas, y que lo mas necesario que

249
garanticen el abastecimiento equitativo de la ciudad. Una en la plaza y la otra en
La Cañada.

El proyecto se continuó nuevamente en medio de una prolongada sequía


que afectaba a la ciudad de Santiago para 1772 y que llevó a subastar la obra del
canal el 20 de octubre de ese año. Los fallidos intentos contribuyeron a pensar en
su inviabilidad pero el Cabildo de Santiago insistía en la necesidad de ella por “los
continuos clamores que suelen originarse en los años secos por la mucha escases
de Agua del Rio Mapocho que es el único que la da á esta ciudad, y todo su
Valle”,554 además planteaba que si bien la tarea era difícil no era imposible, como
ellos mismos lo habían comprobado a través del reconocimiento del terreno.

El proyecto se lo adjudicó el contratista don Matías Ugareta por un monto


de 36.000 pesos555 y por un tiempo mostró estar bien encaminada,556 pero errores

es agua para beber y puente sobre el rio de la ciudad lo queda practicando, ofreciendo dar cuenta
a V. M. con autos, Santiago de Chile, 10 de enero de 1766, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 3v-
4r.
554
El Cavildo, consejo, Justicia y Reximiento de la ciudad de Santiago de Chile ynforma los
servicios hechos (después de haver acabado el Gobierno Ynterino de áquel Reyno) á V.M por don
Francisco Xavier de Morales y Cattejon; y las grandes utilidades logradas en su Capital, Santiago
de Chile, 24 de abril de 1773, AGI, Audiencia de Chile, leg. 253, N. 3.6, f. 241v.
555
Cf. Actas de Cabildo del 30 de julio de 1779 y del 4 de junio de 1782, en ACS, vol. LVII, 145 y
216, respectivamente; El Cavildo, consejo, Justicia y Reximiento de la ciudad de Santiago de Chile
ynforma los servicios hechos (después de haver acabado el Gobierno Ynterino de áquel Reyno) á
V.M por don Francisco Xavier de Morales y Cattejon; y las grandes utilidades logradas en su
Capital, Santiago de Chile, 24 de abril de 1773, AGI, Audiencia de Chile, leg. 253, N. 3.6, f. 242r. A
la fecha se habían realizado varios intentos, y tras el fracaso de todos se perdió gran cantidad de
recurso y aumentó el recelo de las autoridades imperiales. Con este nuevo intento de 1772, el
gobernador Jáuregui trató de apaciguar las dudas en torno al proyecto. En representación hecha a
S. M. el 28 de noviembre de ese año informó de los motivos del trasvase y en la cual queda claro
que “en ninguna contingencia se perjudica la causa publica por correr todo el riesgo de parte del
subhastador de la precitada obra, sino acierta su contrata, ó de la de los principales vecinos de
esta Capital si S.M desaprueba el remate,” según aparece en el Yndice de las Representaciones
que haze á S.M el Presidente de Chile por mano de Don Domingo Diaz de Arce su Secretario del
Consejo y Camara de Yndias por lo pertenesiente al Perú, Santiago de Chile, 2 de diciembre de
1772, AGI, Audiencia de Chile, leg. 251, N. 1.8.1, f. 22r.
556
“…de ella ban continuamente personas de inteligencia; y del primer caracter, y todas buelven
gozosisimas de ver el buen estado en que se halla la mas util obra, que haze dos siglos que como
tan profiqua se desea conseguir; y persuadidas á que con el favor de Dios se lograria con esta
Agua el general remedio de las escaceses tantas vezes experimentadas,” El Cavildo, consejo,
Justicia y Reximiento de la ciudad de Santiago de Chile ynforma los servicios hechos (después de
haver acabado el Gobierno Ynterino de áquel Reyno) á V.M por don Francisco Xavier de Morales y
Cattejon; y las grandes utilidades logradas en su Capital, Santiago de Chile, 24 de abril de 1773,
AGI, Audiencia de Chile, leg. 253, N. 3.6, f. 242r.

250
de cálculo en las nivelaciones llevaron a su fracaso y a la pérdida de los capitales
invertidos.557 Ya el ingeniero militar Juan Garland, un irlandés que se encontraba
bajo el servicio de la corona española, había indicado que el trazado inicial no era
el adecuado. Además del costo de la obra, los inconvenientes para localizar el
trazado más apropiado conllevaron muchos intentos fallidos. Así, entre 1789 y
1794 señala Thaddaeus Peregrinus Haenke que a esa fecha más de 100 mil
pesos se habían gastado “…en causes malogrados por falta de buena dirección.”
558

La consecución de la obra atravesó por múltiples obstáculos. Por medio de


Real Cédula de 2 de abril de 1778, el rey dio cuenta en tiempos de Francisco
Javier Morales y Castejón de Arroyo, gobernador interino entre 1770 y 1772, se le
hizo llegar una representación sobre el proyecto de trasvase, pero enfatizó que
durante la gestión de Antonio de Guill y Gonzaga se realizaron obras destinadas a
la conducción de agua para beber y para la construcción de un puente en el río.
De estas obras el rey no tuvo noticia por lo que más allá del proyecto de trasvase
estaba interesado en saber, en primer lugar, el estado de esas obras.559

Activada nuevamente la discusión sobre el canal, el 28 de abril de 1796 el


gobernador Ambrosio O’Higgins, antes de su partida para hacerse cargo del
virreinato del Perú, indicó que debía emprenderse la construcción definitiva del
canal. Su sucesor en el poder, el Marqués de Avilés por medio de un decreto del
28 de noviembre de ese mismo año mandó a la conformación de una comisión


557
A pesar de ello, estas obras funcionaron parcialmente y para la década de 1780 todavía
Ugareta se encontraba realizando algunas labores, pero no cubría la cantidad de agua estipulada
en la subasta de 1772, y solo ofrecía entre “dos y tres regadores”, Acta de Cabildo, 9 de marzo de
1781, en ACS, vol. LVII, 195-196. Pero además en este mismo contexto otros labradores, como
Francisco Estay, lograron extraer con éxito una acequia derivada de la proyectada por Ugareta que
les permitió regar sus sementares en la parte alta de Macul. Véase: ANHFV, vol. 265, pza. 21, f.
90r.
558
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 92
559
Real Cédula dirigida al Gobernador de Chile y Presidente de la Real Audiencia de Santiago,
para que informe si se ha verificad la conducción de agua para beber a aquella capital y la
construcción de puente sobre su rio, El Pardo, 2 de abril de 1778, BNBMMss, t. 293, pza. 8884, fjs.
113-114.

251
para que estudiara el proyecto. A favor también se pronunció el Tribunal de
Consulado a través de una disposición de la Real Cédula de su reciente creación
tenía el fin de fomentar la agricultura por lo que se uniría al clamor público por el
agua del Maipo. El 27 de mayo de 1799 se reunieron el presidente Joaquín del
Pino, el Cabildo de Santiago y el Tribunal de Consulado para debatir sobre el tema
y establecieron que el costo de la obra debía cubrirse con los 8676 pesos que
quedaban del ramo de balanza; que por cada una de las 51 tomas de aguas del
río Mapocho se cobrasen 50 pesos anuales por el tiempo que abarcara la
construcción del canal; y se estableció una contribución que luego se llamaría
cuerambre o peletería560 porque se pagaba en el comercio de pieles de ganado
menor y mayor. 561 De estas gestiones se encargó el ingeniero militar Agustín
Cavallero en conjunto con Joaquín Toesca y el capitán José Vicente. No obstante,
sería para finales de 1799 que Cavallero contó con las condiciones para
emprender el proyecto y se designó a a Martín Calvo Encalada como
superintendente del canal.562

José Antonio Pérez García al respecto señala que la iniciativa de reactivar


las obras del Maipo durante 1799 se debió a que ese mismo año había llovido muy
poco, al punto que el caudal del río Mapocho había disminuido, por lo que
“…renovó Su Excelencia con acierto el deseo de aumentar su raudal con el
563
caudaloso Maipo.” La situación en ese momento era crítica, según se
desprende de la sesión del Cabildo de 30 de marzo. La aridez de las tierras en el
llano del Maipo, las epidemias y los conflictos entre los vecinos demandaban


560
“…después de proponerse varios arbitrios, para su costo se situó el derecho en la peletería.
Hallóse que del medio cuero de novillo en que se retobaba el tercio de sebo no abonaba nada el
comercio, y se mandó se pagase dos reales. Que pues los que beneficiaban el ganado vacuno y
ovejuno no pagaban nada por el cuero, que de aquél se pagase un real y de éste un cuartillo”
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo II, 435.
561
Cf. Real orden dirigida al presidente de la Real Audiencia de la ciudad de Santiago, Madrid, 18
de diciembre de 1801, BNBMMss, t, 297, pza. 9278, fjs. 39-40.
562
“Que su dirección habia de ser traer el agua á Mapocho, bien por la parte de la ciudad, para que
desde su confluente fuese el agua de Maipo para las pilas en la ciudad, y las haciendas de allí para
abajo, dejándoles á las haciendas de arriba todo el Mapocho” Pérez García, Historia natural,
militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo II, 435.
563
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo II, 435.

252
celeridad en el proyecto de las aguas de este río, de manera que los cabildantes
solicitaron que se convocara una reunión en el Palacio de las principales
autoridades.564 El gobernador Joaquín del Pino insistía en la urgencia de esta obra
al año siguiente y señalaba que el aumento de la población y de las haciendas
demandaban de una pronta solución porque especialmente en tiempos de
escasez de agua los roces aumentaban y el vecindario entero sufría considerables
daños.565 Para 1801 se aprobaron las gestiones realizadas para poner en marcha
el proyecto de trasvase, según queda dispuesto en la Real Orden del 18 de
diciembre de de ese año.566

El costo total de la obra pagado con cargo al Ramo de Balanza de las Cajas
Reales fue de 2180 pesos. Para este proyecto Cavallero levantó siete planos y
contemplaba un canal de 5 m en la parte inferior, 4 m de profundidad y 1.3 m de
altura, teniendo una pendiente de 23 cm desde la bocatoma cada 83 m. En el
mismo proyecto se señalaba que además se debían construir las defensas de las
bocatomas, un puente acueducto sobre el zanjón el Peral, un puente acueducto
sobre el zanjón de La Aguada y otros tres puentes sobre los caminos que
atravesarían el canal.567

El lugar seleccionado por Cavallero para la bocatoma fue cambiado por


José Goycolea después de su visita a terreno en 1802 y para ello propuso como
nuevo lugar el sitio de arranque de una acequia construida por los religiosos de la
Compañía de Jesús. El 21 de octubre presentó sus conclusiones en un informe
que tituló “Cálculo prudencial del costo que tendría el Canal de Maypo
nuevamente proyectado por la toma que llaman de los jesuitas”. El informe tuvo
buena acogida por el Cabildo y se sustituyó como Superintendente del Canal a


564
Acta de Cabildo, 30 de marzo de 1799, en ACS, vol. LIX, 44.
565
Carta de don Joaquín del Pino a don José Antonio Caballero, Santiago, 16 de septiembre de
1800, BNBMMss, t. 215, pza. 5493, fjs. 73-76.
566
Real Cédula sobre haberse aprobado las diligencias practicadas para la obra de un canal que
conduzca las aguas del Maypo hasta unirse con el Mapocho que riega la capital de Santiago, 18 de
diciembre de 1801, AASFG, vol. 91, ff. 123-136 v.
567
Acta de Cabildo, 7 de noviembre de 1796, en ACS, vol. LIX, 16.

253
Martín Calvo Encalada y fue designado Juan de Dios Vial, como administrador, y
Juan José de Goycolea como director técnico.568

Tras un período en el que no se consiguieron los fondos para proseguir con


la obra como lo había planificado Goycolea en su informe, el 1 de octubre de 1804
Luis Muñoz Guzmán, gobernador de Chile (1802-1808), recomendó a Miguel
María de Atero para que realizase los planos necesarios y quien quedaría a partir
de entonces como Ingeniero Director. Años más tarde, las obras serían
suspendidas por el Comandante de ingenieros don Francisco Antonio García
Carrasco, a cargo del gobierno interino tras la muerte de Muñoz Guzmán, y tras
las solicitudes de los ministros de Real Hacienda, efectivo desde el 30 de abril de
1808. Las autoridades adujeron que se retomaría una vez reincorporados los más
de 60.000 pesos en que se hallaba empeñada. El cabildo, por su parte, alegaba
que no tenía conocimiento de lo producido por los arbitrios destinados al Canal
San Carlos que, en desatención a las leyes, se encontraban privados de participar
en el remate de los arbitrios y se veían impedidos de resolver los atrasos de
dichos ramos. Así, acordaron que “el señor Procurador General reclame a la Real
Audiencia y hasta el trono si es preciso” se rematen según lo establecido para los
propios y arbitrios de la ciudad. También acordaron que los 2000 mil pesos que
destinaban en calidad de reintegro a la Casa de Recogidas se suspendiesen y
pasaran al fondo de la obra de Maipo, y también los más de 5000 mil pesos que
se podrían obtener con la eliminación del Presidio de la Ciudad que presentaba
dicho monto como gasto anual.569

El 10 de diciembre de 1804, el ingeniero Atero arrojó un estimado para el


término de las obras del Canal San Carlos en 113.000 pesos y en informe fechado
el 29 de enero de 1806 indicó que se necesitarían unos 100.000 pesos para
concluir por completo la obra. Asimismo, propuso vender el agua sacando del río


568
Acta de Cabildo, 22 de octubre de 1802, en ACS, vol. LIX.; Acta de Cabildo, 22 de marzo de
1808, en ACS, vol. LIX. Cf. Martín Calvo, Sobre obras del Canal San Carlos, Santiago, 29 de
octubre de 1802, ANHCG, vol. 798, pza. 11, f. 112.
569
Acta de Cabildo, 22 de marzo de 1808, en ACS, vol. LIX, 194-195.

254
414 regadores y vendiendo 100 de éstos sin que hubiese daño de las haciendas o
terrenos inmediatos a la ciudad.

Para ese mismo año, con fecha de 27 de junio, el hacendado Manuel Mena,
quien desde 1804 ejercía ad honorem el cargo de celador de operarios, propuso
terminar lo que faltaba por construir del canal por una suma de 60.000 pesos para
el cauce y 32.000 pesos más para cubrir el resto de obras menores y que él se
comprometía a conducir las aguas del Maipo al Mapocho en un período de 5 años
como administrador o como contratista.570 El cabildo de Santiago en fecha 23 de
julio de ese año aceptó dicha propuesta.571

Tras varios avatares y suspensión de la obra, la misma finalmente


funcionaría parcialmente desde el 20 de agosto de 1820 y para el 5 de julio de
1827 se cederían los derechos del canal a los dueños de regadores quienes se
encargarían desde entonces de la obra a través de la Sociedad del Canal del
Maipo. Solo dos años después, en 1829, los trabajos culminarían y la obra entraría
en pleno funcionamiento.

No hay lugar a dudas de que el Canal San Carlos fue una de las obras
hidráulicas de mayor envergadura para la época colonial en la Capitanía General
de Chile. Y también se tradujo en una de las estrategias más importantes frente a
la escasez de agua. Los motivos argüidos para llevar a cabo su ejecución fueron
varios, pero su impulso desde mediados del siglo XVIII estuvo condicionado por el
ímpetu geoestratégico de los Borbones para desarrollar la agricultura y la gestión
de los recursos naturales, e incluso para mejorar las condiciones sanitarias, y ya
no solo para garantizar el abasto de la ciudad.572


570
Sobre aprobación de la obra del canal del Maipo, Santiago, 31 de marzo de 1806, ANHCG, vol.
662, pza. 1, f. 211.
571
Acta de Cabildo, 23 de julio de 1806, en ACS, vol. LIX, 164.
572
“La apertura de un canal para conducir las aguas del rio Maypó, unirá siete leguas distante de
esta capital hasta el Mapocho, que escasamente la riega, es obra que se ha considerado siempre
la mas necesaria (…) a la poblacion, agricultura, sanidad y hasta la seguridad publica” Carta de
don Joaquín del Pino a don José Antonio Caballero, Santiago, 4 de febrero de 1800, BNBMMss, t.
215, pza. 5486, fj. 1.

255
Pero desde mucho antes que el pináculo de la discusión en torno a las
aguas del Maipo, las aguas de Ramón fueron motivo de no pocos debates frente a
su conducción hasta la pila de la Plaza. En este caso, sin embargo, prevalecía
según la documentación, un interés enfocado en la calidad del recurso hídrico que
se consumía en la ciudad. El cabildo de Santiago en febrero de 1718 sostuvo que
los vecinos de la ciudad se veían perjudicados por lo “pestilencial del agua de la
pila”, ya que el agua que corría estaba “revuelta con puelcura”, lo cual hacía que
no se pudiera ni beber ni usar. Por este motivo comisionaron al procurador en
representación ante la Real Audiencia para solicitar las providencias necesarias
para el costo de la conducción a la pila de la plaza del agua de Ramón. La
solicitud se acompañaría de una explicación del daño que los aquejaba producto
del agua del río y que los médicos debían certificar con juramento sobre dicho
daño “por la mala agua”.573

Así, a solicitud de don Pedro Espejo, Corregidor y Justicia Mayor de la


ciudad de Santiago, el médico Carlos Molina elaboró un informe en 1718 dando
cuenta de su posición frente a dicho proyecto de conducción. El médico señala
que las aguas de Ramón, sin duda, correspondían a las más saludables para el
consumo de la sociedad.574

Las aguas del Mapocho estaban en la cúspide de las discusiones en la


ciudad pero no por su escasez y sí por su mala calidad, y por considerarse el foco
de epidemias como la que en ese año de 1718 afectó a la población. Al respecto,
el Procurador General, Antonio de Zumeta, y el Fiscal debatían sobre la
distribución del ramo de balanza para conseguir la conducción del agua de


573
Acta de Cabildo, 26 de febrero de 1718, en ACS, vol. L, 186. Ya desde los primeros intentos en
el siglo XVI de conducir las aguas desde la quebrada de Ramón, el cabildo de la ciudad
consideraba que aquella obra era necesaria para “conservar la salud del comun” especialmente
por lo turbio que corría el agua del Mapocho en el verano; y para finales de 1578 aquella obra se
encontraría funcionando y llegaba hasta el llamado pilar de San Saturnino, ubicado en las
cercanías de la ermita que llevaba el mismo nombre. Acta de Cabildo, 15 de febrero de 1577, en
ACS, vol. XVII; Actas de Cabildo del 31 de enero y 17 de octubre de 1578, en ACS, vol. XVII.
574
Carlos Molina, Informe del médico Carlos Molina sobre sacar agua del río Mapocho, Santiago,
31 de julio de 1718, ANHCG, vol. 929, pza. 19, fj. 106.

256
Ramón, al estimarla “útil para la salud i alivio de todos los vecinos de ella.”575 Lo
interesante de estas discusiones y de la posición de la ciudad es que el procurador
insistía en que el momento más dañino de aquellas aguas ocurría cuando
disminuía el caudal del río. Dicha malignidad no se experimentaba durante las
avenidas en la época de invierno pero sí durante la primavera a causa de la
“polcura”,576 lo cual ocasionaba, incluso, la muerte de los peces de aquel río. En
dicho punto también coincidía el médico Molina. 577 El informe del procurador
Zumeta se acompañó de la certificación del bachiller Diego de Lasevinat578 y los
informes del doctor Ochandiano579 y el bachiller Miguel Jordán Merino,580 todos
ellos dando cuenta de lo dañino de las aguas del río Mapocho y del vínculo que
tenían con las enfermedades que achacaban a los vecinos de la ciudad.

Estas discusiones las planteó el gobernador interino José de Santiago


Concha y Salvatierra un año antes, y propuso la posibilidad de conducir el agua
para beber desde dos manantiales cercanos, el de Vitacura y el de Ramón. Sin
embargo, el segundo le parecía más adecuado porque si bien estaba una legua
más distante que el de Vitacura su ubicación no generaba tantos inconvenientes
para su conducción. Además, el manantial de Vitacura al estar cercano a la


575
Antonio Zumeta, Informe del Procurador de la ciudad sobre las aguas del Mapocho y de Ramón,
1718. Aparece publicado en Benjamín Vicuña Mackenna, Médicos de antaño (Santiago de Chile:
Editorial Francisco de Aguirre, 1974), 217. La primera edición de esta obra es de 1877. También se
puede consultar El procurador general de la ciudad en los autos con el señor fiscal sobre la
distribucion del ramo de Valanza, 1718, BNBMMss, t. 333, pza. 654, fjs. 405-408.
576
Sedimento que arrastra en primavera el Mapocho a raíz de los deshielos cordilleranos. Piwonka,
Las aguas de Santiago, tomo I, 395.
577
“…mala qualidad que consigo trae, de que no se puede desnudar aunque el hinvierno se
desnude de lo turbio de que se biste el verano…” Carlos Molina, Informe del médico Carlos Molina
sobre sacar agua del río Mapocho, Santiago, 31 de julio de 1718, ANHCG, vol. 929, pza. 19, fj.
107r.
578
Certificación del Bachiller Diego de Lasinena sobre el contagio que trae el agua de este río,
Santiago, 29 de julio de 1718, BNBMMss, t. 333, pza. 653, fjs. 403-404.
579
Representación de don Agustín de Ochandiano y Valenzuela en la que se refiere a sus servicios
como médico para revista de las enfermedades más corrientes en este reino y aboga por la
conducción del agua de Ramón, Santiago, 2 de agosto de 1718, BNBMMss, t. 333, pza. 655, fjs.
409-416.
580
Representación del bachiller don Miguel Jordán, manifestando que la causa principal de las
numerosas enfermedades que se padecen en Santiago provienen del agua de las nieves
derretidas que se bebe, y que en su lugar se traiga a la pila la de los puquios o manantiales que
hay inmediatos, BNBMMss, t. 333, pza. 648, fjs. 356-359.

257
bocatoma madre del río Mapocho imposibilitaba que en tiempos de crecidas del
cauce se pudiese extraer el agua del manantial. Por su parte la de Ramón, que ya
se sacaba por zanja abierta para regar las haciendas cercanas, poseía excelentes
cualidades para el consumo y además como ya los franciscanos habían conducido
dicha agua hasta la fuente que se encontraba en el patio de su convento, la zanja,
el acueducto y la caja de agua todavía se conservaban por lo que los gastos
serían menores.581

Si bien la mayoría de las discusiones en torno a las aguas de Ramón


estaban enfocadas en la calidad de la misma en detrimento de las del Mapocho,
para el año de 1729 los cabildantes se quejaron en diversas sesiones de la
“notable seca” que se apreciaba aquel año, tomaron medidas referidas a los
turnos de aguas y a las custodias de las tomas con el fin de evitar la obstrucción
de las aguas a la ciudad; a pesar de los intentos, el problema persistía para finales
de año, por lo que se discutió sobre la conducción de las aguas de Ramón “por la
escasez que tenía el río, para que pudiese beber siquiera toda la gente que está
en la cañada de esta dicha ciudad”582

4.2.2. Almacenamiento de productos agrícolas


Frente a los inconvenientes en el abastecimiento de las poblaciones tras
períodos calamitosos, al igual que las autoridades gestionaron el recurso hídrico,
también se encargaron de promover instituciones dedicadas al almacenamiento de
las semillas con el fin de evitar de que en tiempos de carestía faltaran, y a la
regulación de los precios ajustados a las tasaciones impuestas por las ciudades.
De esta manera, la Corona española heredó a las regiones hispanoamericanas la
institución de los pósitos y alhóndigas desde el período de la conquista.


581
Relación que el doctor don Joseph de Santiago Concha oidor de la Real Audiencia de Lima
hace al Excelentisimo Señor don Gabriel Cano de Aponte, Governador y Capitán General de este
Reyno de Chile y Pressidente de su Real Audiencia del Estado del Reino y tiempo que la ha
governado, Concepción, 15 de diciembre de 1717, AGI, Audiencia de Chile, leg. 92, ff. 23v-26v.
582
Acta de Cabildo, 31 de octubre de 1729, en ACS, vol. LII, 29.

258
Los pósitos583 -de acuerdo con la Recopilación de las Leyes de Indias de
1680- no podían ser despojados de sus mantenimientos por las autoridades
locales y metropolitanas, salvo en aquellos casos en que se presentase una
necesidad urgente y siempre que se pagara su valor, para ser restituidos.584

Ya, posteriormente, con el ascenso de los Borbones, la normativa general


de los pósitos estaba orientada a su control asegurando la aplicación de las
ordenanzas locales, y en caso de inexistencia de las mismas su remisión a lo
dispuesto en las Leyes de Indias de 1680, como se puede apreciar en el artículo
68 de la Ordenanza de Intendentes del Río de la Plata de 1782.585

Igualmente, en el marco jurídico de las Indias Occidentales, la Corona


española se preocupó por los inconvenientes que ocasionaban los regatones y
revendedores de trigo, harina y otros productos básicos de la dieta colonial. Por
ello, se ordenó que en todas aquellas ciudades que fuese necesario fundar las
alhóndigas se hiciese para el bien común y que, de manera local, se emitiesen
ordenanzas de acuerdo con “… la calidad de la tierra, abundancia, esterilidad, y
otras consideraciones circunstancias les pareciere mas digno de remedio…”.586

Bajo los mismos argumentos se planteó la creación de los pósitos en Chile;


por ejemplo, para el caso de Quillota la propuesta de este organismo se debió a la


583
“La casa en que se guarda la cantidad de trigo, que en las Ciudades, Villas y Lugares se tiene
de repuesto y prevención, para usar del en tiempo de necessidad y carestía.” Diccionario de
Autoridades Tomo V (1737) http://web.frl.es/DA.html
584
RI, Libro IV, Título 13, Ley XI.
585
“Han de inquirir el estado de los Pósitos de la Capital y demás Pueblos de sus Provincias donde
se hayan establecido; y si los hallaren desfalcados, ó extinguidos, deberán averiguar las causas, y
proveer que se reintegren, mantengan y administren según sus Ordenanzas; pero si no las
tuviesen, las formarán con arreglo á las Leyes mirando á los fines de su establecimiento bien
explicados en la 11 título 13 libro 4 de la Recopilación de Indias, y las pasarán al Virréi con el
informe que estimen conveniente para que, oyendo sobre ellas el dictamen del Acuerdo de la
Audiencia del territorio, que podrá rectificarlas si lo necesitaren, las apruebe interinamente, y
mande poner en práctica con la misma calidad mientras recaiga mi confirmación á Consulta de mi
Supremo Consejo de las Indias, á cuyo Tribunal las dirigirá para ello el propio Virréi.” Real
ordenanza para el establecimiento é instruccion de intendentes de exército y provincia en el
virreinato de Buenos Aires (Madrid: Imprenta Real, 1782), 70-71.
586
RI, Libro IV, Título 14, Ley XIX. Todo el Título 14 del Libro IV está dedicado a las Alhóndigas en
México, que serviría como modelo del resto de las colonias.

259
“…escasez de agua y esterilidad de las tierras”, por lo que “… no alcanza á
abastecerse de este articulo y padece frequentes penurias.” 587
588
A diferencia de otras regiones hispanoamericanas, la fundación
sistemática de pósitos en la Capitanía General de Chile fue una política que
comenzó a aplicarse en la segunda mitad del XVIII, con una gran acogida por el
gobernador Ambrosio O’Higgins. Según el gobernador, estas infraestructuras:

…no son otra cosa que unos almazenes, o graneros públicos, donde se
mantiene existente un repuesto determinado de trigo, asi para socorrer
con la semilla necesaria a los Pobres labradores que por algun
accidente no lo tengan al tiempo de la siembra, justificando que tienen
el Barvecho hecho, como para que llegando el caso de una carestía, se
venda por menor á un precio moderado conteniendo los excecivos, y
arbitrarios, que en tales circunstancias ponen, ó el monopolio ó los
dueños particulares de este fruto…589

Dadas las características de este tipo de infraestructura, al mismo tiempo,


se tejía una reciprocidad entre las autoridades encargadas de gestionarla y la
comunidad beneficiada. De manera que ambas partes debían cumplir con “… un
tácito acuerdo de pública utilidad.” El préstamo de semillas se realizaba hasta la
época de cosecha con un fiador como intermediario que garantizase el resguardo
del pósito y, además, las personas a las que se les facilitaba el producto debían
devolverlo en la misma especie con un recargo de almud por fanega.590

Durante el año de 1724, el cabildo de Santiago discutió en reiteradas


ocasiones (entre marzo y diciembre) sobre la problemática en torno al trigo y al


587
Ambrosio O’Higgins, barón de Ballenary. Ordenanza sobre establecimiento de pósito en
Quillota, Copiapó, 22 de diciembre de 1788, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 36r.
588
El pósito y la alhóndiga se crearon en la Nueva España para 1580 y, en armonía con la política
de la monarquía en tiempos de las reformas borbónicas tuvieron un auge para la segunda mitad
del siglo XVIII. Véase: El virrey de Nueva España, marqués de Branciforte, da cuenta de sus
providencias para fomento del importante posito de Mexico y para establecerlos donde fuere
possible, México, 12 de enero de 1796, AGI, Estado, leg. 24, N.11; Enrique Florescano, “El abasto
y la legislación de granos en el siglo XVI,” Historia Mexicana 14, no. 4 (1965): 593.
589
Ambrosio O’Higgins, barón de Ballenary. Ordenanza sobre establecimiento de pósito en
Quillota, Copiapó, 22 de diciembre de 1788, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 35r.
590
Ambrosio O’Higgins, barón de Ballenary. Ordenanza sobre establecimiento de pósito en
Quillota, Copiapó, 22 de diciembre de 1788, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 35v.

260
comercio y tráfico entre el puerto de Valparaíso y de El Callao, las consecuencias
en el abastecimiento de trigo de la ciudad y la subida de los precios. No fue un
debate novedoso, pero en este año se pudo apreciar la existencia de pósitos en la
ciudad porque, tratando de abaratar los costos de la fanega de trigo, el cabildo
solicitó que se publicase por bando que “ninguna persona de esta ciudad vendiese
pan que no fuese masado del trigo del pósito”, y quien osara a violar esta
normativa se arriesgaba a perder el pan. Esto se mantendría hasta que el trigo del
pósito se acabase y una vez sucedido podían vender libremente.591 Para 1725
mediante un reconocimiento del estado del trigo de dicho pósito, se estableció que
el mismo poseía 250 fanegas de buena calidad, si bien presentaba riesgo de que
se infectaran con gorgojos. 592 De este fondo, se le entregó al capitán Juan de
Barros la cantidad de 230 fanegas con la condición que la restituyera en
noviembre y diciembre.593

Aunque por un debate que se generó en el cabildo para finales de 1726


sobre el trigo que se le dio a cuenta de la ciudad al alférez real don Bartolomé
Pérez de Valenzuela pareciera que tenían problemas con el almacenamiento del
grano pues se encomendó a don Diego Martín de Morales a que recibiera el trigo
que estaba obligado a reponer dicho alférez real y que lo ubicara “en parte
cómoda donde no reciba daño el dicho trigo.”594

Se entiende, asimismo, que en Santiago existieron varios graneros, si bien


no siempre dicha infraestructura fue realizada para tal fin. Por ejemplo, para 1733
la ciudad acordó la compra de 2000 fanegas de trigo y se estableció que esta
reserva fuese guardada en “las casas del señor Saturnino”595, pero además, la
intención del cabildo era mantener la reserva en caso necesidad. Ese año no
había llovido como correspondía, según las quejas de la ciudad, 596 y se


591
Acta de Cabildo, 22 de diciembre de 1724, en ACS, vol. LI, 128.
592
Acta de Cabildo, 22 de marzo de 1725, en ACS, vol. LI, 143.
593
Acta de Cabildo, 24 de marzo de 1725, en ACS, vol. LI, 143-144.
594
Acta de Cabildo, 25 de octubre de 1726, en ACS, vol. LI, 240.
595
Acta de Cabildo, 29 de agosto de 1733, en ACS, vol. LII, 182.
596
Acta de Cabildo, 17 de julio de 1733, en ACS, vol. LII, 179.

261
encomendó al intendente de Valparaíso que comunicara sobre la porción de trigo
de los navíos cargados vía al Callao para que impidiese, si fuese necesario, la
cantidad requerida para la mantención de la ciudad, porque consideraba el
Cabildo que quizás esas 2000 mil fanegas no iban a suplir toda la demanda.597 La
diligencia encomendada al intendente se hizo y se determinó que quedaban en las
bodegas del puerto la cantidad de 3847 fanegas, ya habiendo sido cargados los
dos navíos que allí se encontraban. La porción era muy poca, tomando en cuenta
que además se esperaban cuatro navíos más que requerían una carga entre las
25 y 26 mil fanegas, por lo que las autoridades necesitaban tomar providencias
para evitar la carestía en la ciudad.598

También se tiene conocimiento de trojas en las casas de particulares. El


expediente formado en 1788 a instancia del comerciante de trigo Félix Suasbanar
da cuenta que el acaparamiento de harinas para la reventa que realizaba
Suasnabar le había permitido acumular “…mas de sesenta trojas en la casa de la
viuda de Don Juan Bayne…”599, doña Antonia Pérez. Se le solicitó asimismo que
entregase las llaves, precisamente, de esas piezas donde almacenaba la harina
para cumplir con lo estipulado en el auto de O`Higgins del 27 de agosto de 1788 al
respecto. El almacenaje se realizaba en “…un quarto que se halla en el corral ó
huerta de dicha casa”. 600 Las cargas de harinas fueron guardadas por José
Espinosa, un arriero de Río Claro, que se la trajo a Suasnabar.

Pero, además de este tipo de infraestructura que tradicionalmente es


destinada a garantizar las siembras de los labradores a partir de proporcionarles
las semillas necesarias en tiempos de escasez, algunos comerciantes de trigo dan
cuenta que ellos también proporcionaban la ayuda a aquellos labradores que no
tenían cómo sembrar. Para el año de 1781, don Salvador Mardones, da cuenta de
su residencia en el Valle de Colina y su incursión en comercio de trigos. En este

597
Acta de Cabildo, 29 de agosto de 1733, en ACS, vol. LII, 182.
598
Acta de Cabildo, 30 de octubre de 1733, en ACS, vol. LII, 194.
599
Santiago, 27 de agosto de 1788, ANHCG, vol. 892, pza. 14, f. 184.
600
Melchor Xara Quemada, Santiago de Chile a 28 de agosto de 1788, ANHCG, vol. 892, pza. 14,
f. 186r.

262
sentido, señala el comerciante que dentro de su política está “… fomentar y aplicar
a todos aquellos labradores que no tienen con que poder sembrar, dándoles no
solo achas, azadas y demas aperos, si tambien las semillas y todo lo que es
nesesario para el costeo de las siembras…”601

Las reformas de Carlos III y el énfasis en el desarrollo de la agricultura


impulsaron la creación de pósitos y alhóndigas. En Chile tendría acogida bajo la
gestión de O’Higgins quien le propuso a los cabildos de Copiapo y Aconcagua así
como a la Intendencia de Concepción la creación de estos almacenes. Al cabildo
de Copiapó se le comunicó en carta del 22 de diciembre de 1788 la propuesta
sobre el pósito.602

Tras las recomendaciones de pósitos para Copiapó, Guasco y Coquimbo, el


gobernador O’Higgins lo propondría para Quillota en 1789.603 La colaboración de
la sociedad y los vecinos, incluidos los Pueblos de Indios, era fundamental. De
manera que, tanto los hacendados y labradores como las comunidades indígenas
de acuerdo con sus cosechas debían retribuir al fondo del pósito por dos años con
algunas fanegas de trigo. El resto de la población con poder adquisitivo podía
colaborar a partir del préstamo de dinero para comprar mayor cantidad de
grano.604

Las labores se llevarían a cabo durante el verano. Por lo que, el cabildo de


aquel partido comenzó las obras del proyecto, y para ello destinó 38 pesos para el
corte de madera, peonadas y aquellos materiales que se necesitaban; además,


601
Carta de don Salvador Mardones sobre ciertos embarazos para el comercio de trigo, Santiago
27 de septiembre de 1781, ANHCG, vol. 2, pza. 3, f. 38. Mardones presentó una querella contra el
teniente de justicia del valle de Colina, don Paulino Álvarez por la compra de trigo que hacía a sus
deudores: “…lo que me susede es que quando ocurro a que me paguen dichos labradores si acaso
por accidente enquentro algun trigo…”.
602
Ambrosio O'Higgins Vallenar, presidente de la Audiencia de Chile, a Antonio Valdés, secretario
de Hacienda de Indias, AGI, Audiencia de chile, leg. 211, N.4, ff. 6-103.
603
Ambrosio O’Higgins al subdelegado y Cavildo de dicha villa, Quillota, 28 de marzo de 1789,
ANHCG, vol. 929, pza. 5, fj. 39r.
604
Ambrosio O’Higgins, barón de Ballenary. Ordenanza sobre establecimiento de pósito en
Quillota, Copiapó, 22 de diciembre de 1788, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 36r.

263
ofreció un aporte de 776 fanegas de trigo.605

A pesar de lo dispuesto por el gobernador y las labores iniciadas por el


cabildo, para 1792 las quejas del cabildo surgieron por el escaso aporte de trigo
de los vecinos que se habían comprometido a ello. En ese sentido, se obtuvo
solamente la contribución de 56 fanegas de trigo. De las cuales aportaron: don
José Lagunas, 20 fanegas; don Alonso Letran aportó 14 fanegas; don Francisco
Brito con un total de 10 fanegas; con 6 fanegas contribuyeron tanto don Fernando
Macaya como don Álvarez de Arayson. Con todo, don Alonso Letran ofreció
granero por el período de 10 años y quedó él mismo como Depositario.606


605
El Cabildo de Quillota, Quillota, 5 de abril de 1789, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 40.
606
Licenciado don Blas Suárez a Ambrosio O’Higgins, 6 de mayo de 1792, ANHCG, vol 929, pza. 5
fj. 42r.

264
CAPÍTULO 5
RELIGIOSIDAD Y MECANISMOS SIMBÓLICOS DE
PROTECCIÓN

5.1. La religiosidad frente a los fenómenos naturales / 5.1.1. El orden


divino y la idea del desastre / 5.1.2. El patronato de los santos /5.2.
Rogativas, procesiones y otras manifestaciones devotas / 5.2.1. Las
leyes indianas y eclesiásticas frente a las rogativas / 5.2.2. La
demanda popular y la ciudad de Santiago / 5.2.3. Novenas, rogativas y
procesiones pro-pluvia en el siglo XVIII

265
CAPÍTULO 5
RELIGIOSIDAD Y MECANISMOS SIMBÓLICOS DE
PROTECCIÓN

La ignorancia suele dár el primer origen á la fama, y


ya extendida la fama, la pasion la sustenta, por mas
evidencias que se hagan en contrario. Llevan muy
mal los habitadores, que se les desposea de la
creencia de un honroso favor del Cielo, en que
havian consentido; y asi, á cuenta de la terquedad,
se esfuerzan á mantener el error.607

El mundo colonial era un mundo religioso. La Corona española hizo


extensiva la fe de la Iglesia católica como el pilar de aquellas sociedades a partir
de los procesos de evangelización y como resultado de las obligaciones a las que
estaba sujeta gracias al Real Patronato (también conocido como Regio Vicariato
Apostólico) que permitía a los reyes postular a la Santa Sede los candidatos a los
cargos eclesiásticos, salvo en el caso de las órdenes religiosas, aunque solo las
autorizadas por el monarca podían estar presentes en los territorios supeditados a
éste.608


607
Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas, y curiosas, en que (por la mayor parte) se continúa el
designio del Teatro Critico Universal, impugnando, ò reduciendo à dudosas varias opiniones
comunes, Tomo II, (Madrid: Pedro Marin, 1773), 356. La cursiva es nuestra.
608
Esta potestad la adquiría por primera vez a raíz de la bula Ortodascue fidei, promulgada por el
Papa Inocencio VII el 13 de diciembre de 1486 con el fin de que los Reyes Católicos garantizasen
la evangelización de las recién conquistadas Islas Canarias y los territorios en proceso de
reconquista del reino Nazarí de Granada. Posteriormente, en 1493 se expedirían una serie de
documentos que serían conocidos como las Bulas Alejandrinas del Papa Alejandro VI mediante las
cuales se le encargaba a la Corona la evangelización de los nuevos territorios en las Indias
Occidentales. Estas bulas estuvieron conformadas por 4 documentos: 1) el breve apostólico Inter
caetera; 2) la bula menor Inter caetera II; 3) la bula menor Eximiae devotionis sinceritas y; 4) la bula
Dudum siquidem. Con la bula Universalis ecclesiae regiminis de 1508 la perpetuidad se haría
extensiva a las Indias. El patronato universal en los reinos peninsulares solo se obtendría en 1753
a partir de la celebración entre Benedicto XIV y Fernando VI del Concordato. De esta manera se
obtendría en perpetuidad el privilegio de proponer o presentar las personas que serían promovidas
al episcopado en España y las colonias y, asimismo, el derecho de presentación a todos los

266
De esta manera, para la implantación del modelo colonial se consolidó en
las sociedades de las Indias Occidentales la catolicidad609 como mecanismo de
cohesión social, 610 que generaría códigos compartidos acerca de la relación
mantenida entre los distintos grupos humanos y los ecosistemas que habitaban;
dichas normas permitirían, a su vez, que se produjesen y reprodujesen estrategias
de recuperación y control del orden debido a experiencias traumáticas.611

En este contexto, la religiosidad se convirtió en una forma simbólica de


protección frente a los eventos que las sociedades no podían controlar y, al mismo
tiempo, se transformó en un medio mediante el cual las autoridades imperiales,
locales y eclesiásticas mantenían el orden y equilibrio social.612

Así, cuando ocurrían situaciones de crisis producidas por amenazas


naturales, los elementos religiosos -sermones, rogativas, procesiones, novenas-
se desplegaban y ajustaban a la íntima conexión entre los poderes civil y
eclesiástico, siendo ampliamente utilizados en estos escenarios. Este capítulo se
enfoca, precisamente, en analizar dichos elementos como parte integral de una


beneficios eclesiásticos. Véase: Ángel Fernández Collado, Historia de la Iglesia en España. Edad
Moderna (Toledo: Instituto Teológico San Ildefonso, 2007), 35; Marina Torres Arce, Inquisición,
regalismo y reformismo borbónico: el Tribunal de la Inquisición de Logroño a finales del Antiguo
Régimen (Santander: Universidad de Cantabria, Fundación Marcelino Botín, 2006), 25; Valenzuela,
Liturgias del poder, 127.
609
La catolicidad se asume, de acuerdo con Francisco José Virtuoso, como “…un modelo global de
relaciones sociales y políticas donde el vínculo entre los componentes de esa sociedad y la
obediencia y sumisión a las autoridades están orientadas por un modo de entender el Catolicismo”,
en La crisis de la Catolicidad en los inicios republicanos de Venezuela (1810-1813) (Caracas:
Universidad Católica Andrés Bello, 2001), 14,
610
Manuel José de Lara Rodenas, indica que, en efecto, el carácter eminentemente institucional de
las rogativas públicas, su carácter masivo y globalizador permiten considerar este tipo de
manifestaciones como elementos que tenían como objetivo la cohesión de la sociedad. Véase
Manuel José de Lara Rodenas “Religión barroca y coyuntura: rogativas públicas en la Huelva del
siglo XVII,” Cuadernos de INICE (1990): 32-33.
611
Cf. Andrea Noria Peña, “La catolicidad en el mundo natural: el pensamiento político de la iglesia
frente a los terremotos de 1812,” Ensayos Históricos 25 (2013): 42.
612
Antonio Luis Cortés Peña señala que si bien las rogativas son una muestra de la manera en que
la población vive la religiosidad, también se corresponden a parte de los mecanismos
institucionales de legitimidad de la Monarquía Española a través de la Iglesia Católica, por lo que
desde el punto de vista antropológico se posicionan como instrumentos de cohesión social que les
permite a las autoridades generar una mayor integración e identificación local. “Entre la religiosidad
popular y la institucional. Las rogativas en la España Moderna”, Hispania. Revista Española de
Historia LV, 191 (1995): 1028-1029.

267
estrategia adaptativa simbólica frente a las amenazas naturales, en general y,
particularmente, a las sequías.

En las sociedades con gran dependencia de la agricultura, las rogativas se


utilizaban con el fin de controlar el comportamiento del tiempo atmosférico dada la
necesidad de prevenir condiciones climáticas adversas que obstaculizaban el ciclo
agrícola y amenazaban las cosechas y la alimentación. El origen de estas letanías
menores se encuentra en el siglo V de la mano del obispo de Viena San
Mamerto.613

A partir del análisis de este tipo de estrategias en el caso de la Capitanía


General de Chile durante el siglo XVIII, se puede observar que las rogativas
públicas, novenas y procesiones eran propuestas por el Procurador de la ciudad
cuando los vecinos y habitantes se quejaban de los escenarios críticos detonados
por el impacto de procesos naturales. La propuesta del Procurador debía ser
aprobada por el cabildo de la ciudad y, posteriormente, por las autoridades
eclesiásticas. Este proceso fue común en todas las Indias Occidentales, aunque
había variaciones en las capitales de los virreinatos. Si bien las rogativas por
eventos naturales extraordinarios no siempre encontraron disposiciones claras
dentro del marco jurídico de las Indias Occidentales, en algunas regiones los
gobiernos locales llegaron a disponer de Ordenanzas específicas para tal fin;614 en
general, siempre estaban revestidas de gran solemnidad y formalidad.

Con la hueste conquistadora que se adentró en lo que se conocería como el


Reino de Chile, se unieron sacerdotes de la Orden de la Merced a las primeras
expediciones en aquellos parajes en 1542. La búsqueda de tierras y riquezas


613
Para el año de 474 la provincia del Delfinado fue escenario de diversas amenazas naturales,
incluida la irrupción de un sismo, lo cual llevó a que el obispo Mamerto estableciera una serie de
solemnes y públicas procesiones junto con el inicio de una serie de oraciones y ayuno.
614
Para finales del siglo XVIII, por ejemplo, el visitador Oidor Juan Antonio Mon y Velarde dictó las
Ordenanzas para la ciudad de Antioquia y la villa de Medellín, en las cuales quedaron
reglamentadas las rogativas públicas, donde el cabildo debía acordarlas y pasar oficio a las
autoridades eclesiásticas para fijar el día y realizar la convocatoria. Véase: Emilio Robledo,
Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, Visitador de la provincia de
Antioquia, 1785-1788, (Bogotá́ : Banco de la Republica, 1954), 116-117, 240.

268
coexistiría con la extensión de la fe católica y el celo de territorios conquistados en
su nombre. A los mercedarios se les unirían, en el siglo XVI, los dominicos (en
1552) y los franciscanos (1553). Los domimicos fundan en 1557 el Convento de
Santo Domingo de Santiago bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario y
en 1570, su iglesia en 1570; por su parte, los franciscanos formaron su convento
también para 1557615 e inauguraron la Iglesia de San Francisco para 1594 en las
labores misioneras; los agustinos lo harían para 1595. En 1593 llegarían los
primeros sacerdotes de la Compañía de Jesús, una de las órdenes religiosas más
influyentes en Hispanoamérica, con su política evangelizadora arraigada en las
misiones,616 colegios y conventos, la protección de las comunidades indígenas y
una eficaz expansión cristiana. Además, a través de una intrincada red de
donaciones, limosnas y herencias de que gozaban en general, la estructura
católica les permitió, en particular a los jesuitas, convertirse en los principales
prestamistas, propietarios de tierras y productores agrícolas.

En convivencia con las nombradas órdenes religiosas masculinas, también


se arraigaron las Agustinas, Capuchinas, Dominicas de Santa Rosa, Las
Carmelitas de San Rafael, la Compañía de María y las Clarisas de Nuestra Señora
de la Victoria. Su impronta social se plasmó en la guía de las buenas costumbres
del rol de las mujeres en las sociedades indianas.

En 1616 llegó la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que se


encargarían del primer hospital de Chile, fundado en el sur de la Cañada bajo la
advocación de Nuestra Señora del Socorro.

La iglesia estampó en la ciudad de Santiago sólidos referentes identitarios a


partir de una presencia física que se extendía más allá del núcleo urbano central
que giraba alrededor de la plaza mayor y que le permitiría aglutinar, bajo un
conjunto de códigos religiosos comunes, la heterogeneidad que caracterizaba a la


615
Dos años más tarden fundaron otros conventos en Concepción, La Imperial, Angol, Valdivia,
Osorno, Villarrica y Castro.
616
En 1699, por ejemplo, arribaron a Chile 40 jesuitas y 10 franciscanos para conformar la Junta de
Misiones, un organismo que se dedicaría a la evangelización de la Araucanía.

269
capital del Reino de Chile y sus alrededores, funcionando como centro devocional
no solo de la ciudad sino también de los espacios rurales cercanos, como queda
atestiguado en las grandes fiestas anuales.

La materialidad de una visión de mundo profundamente católica se


traducía, al mismo tiempo que se reafirmaba, a partir del despliegue arquitectónico
de conventos, iglesias, templos, ermitas y capillas 617 , imágenes milagrosas y
reliquias. Así se convirtió la iglesia, indudablemente, en un referente en el control
de la población.

Esta misma configuración espacial constituyó áreas de influencia y dominio


de la jerarquía religiosa que se fueron consolidando a lo largo del período colonial
y estructuraron, igualmente, aquellos espacios. Al norte, se encontrarían los
dominicos, no solo por su convento, sino también por las tierras que les
pertenecían y la viña de la orden, junto con la fundación del establecimiento de la
recolección dominica para 1660; al sur, en frontera matizada por la Cañada,
mantuvieron su dominio los agustinos y franciscanos. Al sur poniente, fueron los
jesuitas -a partir del colegio de novicios y la iglesia de San Miguel (1699)- y los
agustinos, con la fundación del colegio de novicios agustinos en 1660; el extremo
sur oriente contaría con la influencia jesuita dada la instalación de la Casa de
Ejercicios de San Ignacio (conocida como “de la Ollería”) en 1701; en el poniente
de la ciudad ejercerían el dominio igualmente los jesuitas, a partir del
establecimiento de una capilla en 1593 y una escuela al año siguiente; la ermita de
Santa Ana, que se convertiría en parroquia a partir de 1635, marcaba la zona
oeste caracterizada por quintas, huertas y viñas. La extensión de dicha área se
definió a partir de las donaciones de terrenos en los bordes del Mapocho para


617
Desde los inicios del proceso de conquista, se construyeron espacios devocionales periféricos
al centro urbano, sede del sistema de poder político, y se capitalizaron (quieres decir que se
integraron a la capital?) aquellos espacios adaptativos periféricos: la capilla de Nuestra Señora de
Montserrate, ubicada al lado del cerro Blanco, hacia el norte de la ciudad, y cedida a los dominicos
en 1576 por el Rodrigo de Quiroga; la capilla de Santa Ana, conformada por el Cabildo en 1587,
hacia el poniente; la de Nuestra Señora del Socorro establecida hacia el sur por Pedro de Valdivia
poco después de la fundación de Santiago; y hacia el oriente se instalaron la capilla de Santa Lucía
y la de San Sartunino en 1577. Cf. Valenzuela, Las liturgias del poder, 73.

270
1678 al monasterio de las Carmelitas. Los jesuitas edificaron el Colegio de San
Pablo y una pequeña iglesia, y para 1686 se construyó en la misma zona la ermita
y beaterío de Santa Rosa de Lima, de la orden dominica, la cual se convertiría en
monasterio en 1754.618

Para la segunda mitad siglo XVIII, esto se condensaría, de acuerdo con


Pérez García, en la ciudad con la edificación de la Catedral con dos curas, con las
parroquias de Santa Ana, San Isidro y de San Lázaro y en la provincia con la
presencia de cuatro curatos: el de Ñuñoa con cuatro viceparroquias, localizado al
oriente de la ciudad; el de Tango; el curato de Renca, ubicado al sur y sus cuatro
viceparroquias; y de Colina, al norte, que contaba con cinco viceparroquias.619

Junto con esta legitimación de la catolicidad a partir de la construcción de


un espacio religioso, también coexistieron las cofradías, identificadas como
instituciones de laicos, es decir, fieles cristianos. 620 En las Indias Occidentales,
estas organizaciones, sin duda, se convirtieron en mecanismos que permitían
llevar a cabo una mejor integración de las comunidades indígenas en el esquema
colonial monárquico y, además, permitían un mayor control de la población ya que
la Iglesia representaba, además de su carácter formal al formar parte del aparataje
estatal, un importante espacio social.621 De manera que estos organismos fueron
normados por la esfera eclesiástica con el fin de homogeneizar las
manifestaciones públicas de lo religioso. 622 Al mismo tiempo, estos organismos
funcionaron como espacios de socialización e integración tejidos alrededor de los
intereses comunes de sus feligreses, ya fuese por etnia, devoción u oficio.

Esto es particularmente importante para la comprensión de las


manifestaciones devotas como estrategias adaptativas frente a amenazas

618
Cf. Valenzuela, Las liturgias del poder, 71-74.
619
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo I, 85.
620
Macarena Cordero Fernández, “La Cofradía de Nuestra Señora de Guadalupe. Querellas y
defensa indígenas ante la justicia eclesiástica. Colina, Chile, Siglo XVII-XVIII. Un Estudio De Caso,”
Revista de Humanidades 33 (2016): 81
621
Ibídem, 81.
622
Jaime Valenzuela, “Devociones de inmigrantes. Indígenas andinos y plurietnicidad urbana en la
conformación de cofradías coloniales (Santiago de Chile, siglo XVII),” Historia 43 (2010): 204

271
naturales y la eficacia simbólica que las mismas ejercían en la sociedad en su
conjunto. En torno a estos referentes concretos, se combatían los peligros al son
de las plegarias, las procesiones y las rogativas.

5.1. LA RELIGIOSIDAD FRENTE A LOS FENÓMENOS NATURALES

5.1.1. El orden divino y la idea del desastre


La catolicidad se conformó en el proceso histórico de Occidente como la
manera de configurar las sociedades en los distintos planos terrenales. Las
cotidianidades de las poblaciones se encontraban mediadas por la lógica del
cristianismo en aquellos espacios donde se hizo hegemónico.

La implantación de la sociedad colonial encajaría dentro de este esquema


ya no solo por la ocupación material del territorio, sino también por la religiosidad
característica de la época cuyo escolasticismo había cobrado un renovado impulso
en España durante los siglos XV y XVI bajo las órdenes religiosas de los
dominicos y los jesuitas y cuya influencia duraría hasta la llegada del
neoescolasticismo en el siglo XIX.

Este orden profundamente católico se universalizó con la llegada del siglo


XV y el proceso de expansión europea.623 En las Indias Occidentales ese orden
nacía de la voluntad de Dios y desde allí se construían el orden natural y el
sociopolítico, los cuales necesitaban referentes concretos y terrenales que
permitiesen sostener en el tiempo y en el espacio ese pensamiento tradicional y, al
mismo tiempo, convertir las temporalidades políticas, económicas, sociales en
pecados –de acuerdo con el orden divino- con su consecuente castigo y
expiación.624


623
Cf. Rogelio Altez, El desastre de 1812 en Venezuela: sismos, vulnerabilidades y una patria no
tan boba (Caracas: Fundación Polar, Universidad Católica Andrés Bello, 2006), 73.
624
Tomás Straka, La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 1810-1821
(Caracas: Bid &co Editor, 2007), 126, 148.

272
La ocupación de las Indias Occidentales supuso el derecho a gobernar de
acuerdo con la justicia de los Reyes Católicos, los vicarios de Dios en la tierra, y
se concretó en una idea de orden.625 En esta lógica, las causas y los efectos de
todas las eventualidades estaban dadas por Dios. Ahora bien, en el mismo
contexto también coexistieron otras formas de relacionarse con el mundo basadas
en la visión ilustrada del siglo XVIII, de la mano de figuras como Benito Jerónimo
Feijoo (1676-1764),626 José Cadalso (1741-1782) y Pablo de Olavide (1725-1803);
también de la mano de Newton y sus principios físico-matemáticos, del sistema
copernicano y las leyes de Kepler. Circulaban las teorías de Stalh, Davy y
Lavoisier en el área de la química, y los razonamientos de viajeros científicos
como Franklin, Volta, Brisson y Humboldt.627

Y en medio de estos escenarios debatidos entre una manera de ver la


realidad profundamente religiosa y una de medirla con todo el razonamiento
ilustrado, el orden de las rogativas estuvo envuelto en el discurso del milagro. La
intercesión de los santos y vírgenes podía conceder las gracias solicitadas a la
Divina Providencia en la forma de milagro. Para algunos ilustrados estos rituales
para evitar procesos naturales extremos estaban fundamentados en falsos
preceptos, pero su circulación no significaba problema porque no ocasionaba
daños o perjuicios. Así lo entiende Benito Jerónimo Feijoo, considerado una de las
figuras más importantes de la primera Ilustración española. En la Carta XXIX,
Hecho y derecho en la famosa cuestión de las Flores de S. Luis del Monte,
expresa que:


625
Cf. Carole Leal Curiel, El discurso de la fidelidad. Construcción social del espacio como símbolo
del poder regio (Venezuela, siglo XVIII) (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1990).
626
Feijoo intenta alejarse de las supersticiones y pretende dar cuenta de explicaciones racionales
frente a las causas y efectos de los sismos, por ejemplo. Véase: Cartas eruditas, y curiosas, en que
(por la mayor parte) se continúa el designio del Teatro Critico Universal, impugnando, ò reduciendo
à dudosas varias opiniones comunes, Tomo V, (Madrid, España: Imprenta de Juan de San Martín
1765).
627
Desde mediados del siglo XVIII se conformó en España un movimiento intelectual reaccionario
a estas ideas características de la Ilustración y el Enciclopedismo de la mano de, por ejemplo, Fray
Fernando de Zeballos, el padre Antonio José Rodríguez y Fernández de Valcarce. Cf. Virtuoso, La
crisis de la Catolicidad en los inicios republicanos de Venezuela, 132.

273
Por lo común no tiene inconveniente grave el que se crea un milagro,
que realmente no ha habido; ¿porque qué daño, o perjuicio trae, ni al
particular, ni al Público, ni para Dios, ni para los hombres el que se
piense, que una lluvia, que necesitaban los campos, y por tanto se
solicitó con rogativas, fue milagrosa, aunque meramente procediese de
la ordinaria disposición de las causas naturales? 628

Este orden divino mediado por la voluntad de Dios permitía comprender no


solamente el desenvolvimiento de la vida cotidiana, sino también aquellos
fenoménos externos, extrasocietales, que alteraban esa cotidianidad y que,
presentándose como fenómenos externos, constituían eventos incontrolables,
salvo por la mano de la Divina Providencia. La irrupción de amenazas naturales
producía un escenario desolador para las poblaciones afectadas y las fuentes
documentales muestran que para los habitantes estas condiciones eran designios
de la divina justicia.

Los fenómenos naturales se utilizaron como brazos ejecutores del castigo


impuesto a las personas y sus colectivos por sus pecados. Al mismo tiempo, en
este sentido del orden social, donde el el recurso religioso era la manera como las
sociedades podían protegerse de estas amenazas. Al convertirse en vehículo de
castigos para las sociedades “pecadoras”, las consecuencias ruinosas de sus
efectos conformaban la idea misma del desastre y también una forma de
relacionarse, profundamente religiosa, con lo natural en el plano simbólico.629

Estas manifestaciones extremas de la naturaleza que no podían ser


comprendidas dentro del campo de la filosofía, se vinculaban con los llamados
prodigios, o eventos extraordinarios, que traspasaban la regularidad del mundo
natural.630 Tanto en la antigüedad clásica como con los griegos, el mundo natural


628
Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas, y curiosas, en que (por la mayor parte) se continúa el
designio del Teatro Critico Universal, impugnando, ò reduciendo à dudosas varias opiniones
comunes, Tomo II, (Madrid: Pedro Marin, 1773), 390.
629
Por ello: “Disaster offer a lens through which to view the relationship between the ideological and
the material. Cultural perception of environmental hazards, dramatic events, and mortality tell much
about ideologies of human-earthly and human-supernatural relations" (Oliver-Smith, A. y Hoffman,
S. M., 2002: 11).
630
Juan Carlos Ruiz Guadalajara, “‘Como el santo Job’. Un caso de literatura de prodigios y
calamidades en los territorios hispánicos del siglo XVII,” Desacatos 19 (2005): 162. La relación de

274
presentaba una regularidad y un orden; ya con la cosmología renacentista, la
naturaleza se entiende en su paralelismo con las máquinas y se manifiesta a partir
de propósitos establecidos por un ser inteligente externo a ella.631

De manera que esa regularidad y orden de la naturaleza podían ser


intervenidos por los designios de Dios arraigados en la ira que es provocada por el
comportamiento de las personas.632 Más allá, el pensamiento tradicional basado
en los principios escolásticos, y con un condicionamiento extensivo del
cristianismo y la filosofía griega, manifestaba un mundo indiscutiblemente
religioso, bueno y justo. Dentro de aquel orden, hasta los delitos políticos se
convertían en pecado y éste era castigado con la acción de los desastres.

La conexión entre elementos subjetivos, ideológicos y políticos permitió


proteger durante tres siglos la presencia colonizadora en América gracias a la
extensión de la catolicidad. Así, cuando impactaban fenómenos naturales
potencialmente destructores ocurría una prueba de fe. La cultura convirtió estos
eventos extremos en medios para evidenciar el orden establecido y sostener la fe
católica.633 Incluso, esa afinidad que se advierte especialmente en las sociedades
agrodependientes entre lo telúrico, lo religioso y la muerte devela el misticismo con
el que se piensa la naturaleza como fuente de beneficios y, a su vez, a las
amenazas naturales como castigo,634 y a la sociedad toda por su comportamiento.
635


los fenómenos naturales como prodigios viene desde la Antigüedad Clásica tanto en la tradición
pagana como la cristiana. Para el caso de los paganos, uno de los trabajos más representativo es
el de Tito Livio. Paulo Orosio, por su parte, como uno de los mayores exponentes del cristianismo
presenta en su obra una ingente cantidad de casos al respecto. Véase Pedro Martínez Cavero,
“Signos y prodigios. Continuidad e inflexión en el pensamiento de Orosio” Antigüedad y
Cristianismo 14 (1997): 83-95.
631
Robert Collingwood, Idea de la naturaleza (México: Fondo de Cultura Económica, 1950), 16.
632
Juan Carlos Ruiz Guadalajara “‘Como el santo Job’. Un caso de literatura de prodigios y
calamidades en los territorios hispánicos del siglo XVII,” Desacatos 19 (2005): 162
633
Juan Carlos Ruiz Guadalajara “‘Como el santo Job’. Un caso de literatura de prodigios y
calamidades en los territorios hispánicos del siglo XVII,” Desacatos 19 (2005): 162
634
La culpabilidad del ser humano, para entonces, no estaba cuestionada. Distintos folletos y
sermones publicados en la Europa moderna permiten consolidar esta idea de la naturaleza propia
de la religión católica, según la cual el ser humano es el responsable de las desgracias vinculadas
con fenómenos naturales extremos. De acuerdo con Dieter Groh, Michael Kempe y Franz

275
Dentro de todo el espectro de posibilidades de manifestaciones religiosas
como mecanismos de protección, nos interesan aquellas vinculadas al amparo de
las amenazas naturales, y específicamente, las de impacto lento como son las
sequías. En este caso, el ritual más utilizado, y que es la base de este capítulo,
son las rogativas públicas que se solicitaban para pedir la protección de una
divinidad frente a las calamidades públicas, ya fuesen en el plano político (como
las guerras, sobre la familia real o el desempeño del rey) o relacionadas con
amenazas naturales (hidrometeorológicas, geomorfológicas o biológicas).

Durante la época moderna, lo religioso dentro de ese orden divino


establecido por la iglesia católica era el común denominador de la relación con la
naturaleza y sus ecosistemas. Los sermones pronunciados y las cartas pastorales
publicadas tanto por sacerdotes católicos como por pastores protestantes son una
de las fuentes que muestran el papel de los fenómenos naturales dentro del orden
divino y de la idea del desastre. 636 Por ejemplo, John Shower (1657–1715)
identificaba a los sismos de Jamaica de 1692 y los de Sicilia de 1693 como el
resultado de la ira divina contra los ingleses. 637 En la misma línea, el obispo de
Londres, tras el sismo de 1750, publicó una carta pastoral en la cual afirmaba que
con el sismo Dios daba una advertencia a la ciudad para que esta se arrepintiese
de sus pecados y de la corrupción reinante.638


Mauelshagen, dicho modelo de pensamiento se podría corresponder con el antecedente de la
búsqueda actual de las causas antrópicas y el debate moral que se estimula desde los medios de
comunicación. Los autores, para referirse a esta analogía, hacen referencia al término
peccatogenen. Véase: Dieter Groh, Michael Kempe y Franz Mauelshagen, “Einleitung.
Naturkatastrophen-wahrgenommen, gedeutet, dargestellt”, en Naturkatastrophen. Beiträge zu ihrer
Deutung, Wahrnehmung und Darstellung in Text und Bild von der Antike bis ins 20. Jahrhundert,
ed. Dieter Groh, Michael Kempe and Franz Mauelshagen (Tübingen: Gunter Narr Verlag, 2003), 20.
635
Cf. Rolando Mellafe y René Salinas Meza, Sociedad y población rural en la formación de Chile
actual: La Ligua 1700-1850 (Santiago de Chile: Ediciones de la Universidad de Chile, 1988) pp.
221
636
Cf. Virginia García Acosta, “Divinidad y desastres. Interpretaciones, manifestaciones y
respuestas,” Revista de Historia Moderna 35 (2017), 49
637
Ibídem, 49.
638
“It is my duty to call upon you, to give attention to all the warnings which God in his mercy
affords to a finful people: such warning we have had, by two greanthocks p fan Earthquake; a
warning, which seems immediately directed to these great cities, and the neighboorhood of them;
where the violence of the Earthquake was so sensible, tho’ in distant parts hardly felt, that it will be

276
Las amenazas naturales y antropogénicas que afligían fuerte y
constantemente a las sociedades coloniales, como las incursiones de piratas,
pestes e incluso la pobreza de estas sociedades, eran motivadas por el insulto
hacia la Divinidad, según se desprende de la Carta pastoral, exhortativa a la paga
de los diezmos, y primicias dada por el obispo de Santiago de Chile, Fray
Bernardo Carrasco de Saavedra. Por ejemplo, Carrasco de Saavedra afirma que
dicho insulto es uno de los principales motivos por los cuales su obispado se ha
visto amenazado por “…la poca legalidad para con Dios, en la paga de sus
diezmos, i primicias, defraudandole del tributo mas obligatorio, con que todas las
criaturas racionales, i en especial las Católicas Cristianas, manifiestan el
reconocimiento á su Criador”639

Esta lógica de orden era extensiva a todos los territorios que pertenecían a
la Corona española. La Gobernación de Chile no fue un proceso distinto. El
Procurador General de la ciudad de Santiago de Chile, Antonio Gutiérrez de
Espejo, insertó una petición en la sesión del cabildo santiaguino del 30 de julio de
1754 en relación con la recurrente escasez con las que se pretendía “castigar
nuestros excesos” a través de “…las consiguientes resultas de no poder cultivar
las tierras, mortandad de ganados mayores y menores, pestes y otros males…”640
Para septiembre de 1759 se solicitó igualmente una procesión el último día de la
novena a Nuestra Señora de La Merced que se realizaba todos años en el marco
de su festividad. El motivo de la procesión era en primer lugar para rogar por el
cese del brote epidémico que aquejaba a los vecinos de la ciudad y, con ello, por
el beneficio de las lluvias, porque argumentaron que los estragos de las


blindness wilful and inexcusable not to apply to ourselves this strong summons, from God, to
repentance” en “Abstract of the Bp of London’s letter to the Clergy and Inhabitants of London and
Westminster. In on occasion of the late Earthqueake,” The Gentleman’s Magazine 20 (Londres,
marzo de 1750), 123.
639
Fray Bernardo Carrasco de Saavedra, Carta pastoral, exhortativa a la paga de los diezmos, y
primicias, Santiago de Chile, 01 de mayo de 1688. En Sínodos Diocesanos del Arzobispado de
Santiago de Chile celebrados por los Ilustrísimos señores doctor don Frai Bernardo Carrasco
Saavedra i doctor don Manuel de Aldai i Aspee (Nueva York: Eduardo Dunigan i Hermano, 1858),
312.
640
Acta de Cabildo, 30 de julio de 1754, en ACS, vol. LV, 116.

277
enfermedades y el aumento de muertes se debía a “la mucha sequedad del año,
pues totalmente se ha padecido en la estación del invierno una grande escasez de
641
aquellas lluvias regulares.” Las lluvias eran el mecanismo, según los
cabildantes, por el cual la Divina Misericordia fertilizaba aquellos campos y, con
ello, garantiza la salud de sus habitantes, por lo que una ausencia de las mismas
era un castigo divino que mostraba la ira de Dios por los pecados de la sociedad.

Además de las epidemias, la ausencia de lluvias se vinculó con los


terremotos. Para 1742 los cabildantes de Santiago se quejaron de la seca que
afectaba a la ciudad y sus alrededores porque estaba causando la muerte de
ganados, pero lo que más preocupaba al ayuntamiento era que aquel escenario
suponía “el anuncio de algún terremoto como se ha experimentado en los años
pretéritos.” 642 El recuerdo del sismo de 1730 se mantenía en la memoria de
aquella población, no solo porque aun 12 años después se discutía sobre las
reparaciones de las ruinas, sino porque también el miedo de aquella amenaza
estaba arraigado en la consciencia de toda la gente.

Esta relación de concatenación de fenómenos naturales era una idea que


se movía entre las personas ilustradas del siglo XVIII. El portugués António Nunes
Ribeiro Sanches (1699-1783) consideraba que luego de lluvias torrenciales o
grandes secas, se producían terremotos, 643 una representación que desde los
tiempos de la conquista española circulaba en manos de Rodrigo Zamorano
(1542-1620), cosmógrafo español y piloto mayor de la Casa de Contratación y el
Consejo de Indias.644

Esta percepción del desastre y de las amenazas también tenía otros


espacios de discusión que, si bien no eran hegemónicos, coexistían con las ideas


641
Acta de Cabildo, 4 de septiembre de 1759, en ACS, vol. LVI, 30.
642
Acta de Cabildo, 16 de mayo de 1742, en ACS, vol. LIV, 36.
643
Antonio Ribeiro Sánchez, Tratado de la conservacion de la salud de los pueblos y
consideraciones sobre los terremotos (Madrid: Joachín de Ibarra Impresor de Cámara de S. M.,
1781), 374. Traducido del portugués por Benito Bails.
644
Rodrigo Zamorano, Cronologia y repertorio de la razon de los tiempos (Sevilla: Imprenta de
Rodrigo de Cabrera, 1594), 261.

278
religiosas. La búsqueda de explicaciones con atisbos de cientificismo ha convivido
con los discursos sacralizadores. En la Antigüedad clásica hay claros ejemplos al
respecto y quizás el más conocido sea Aristóteles, pero será en el siglo XVIII, sin
embargo, que el cuestionamiento a los orígenes providencialistas se generalice.645

Además, paralelamente a este proceso, también coexistieron prácticas que


resultaban poco ortodoxas de acuerdo con los “legítimos” lineamientos de la
iglesia frente a los procesos naturales. En la metrópoli, la Inquisición ejerció un
férreo control -a partir de agentes y personas vinculadas al Santo Oficio- de estas
prácticas alejadas del catolicismo, superticiosas y herejes con la finalidad de
646
combatir la superstición y evitar la herejía

Para el caso de Chile, Miguel de Olivares y González nos señala que la


superstición sobre los procesos naturales tendía a darse especialmente cuando
acontecían terremotos de gran magnitud y en general los habitantes se mostraban
reacios a amalgamarse con el santoral católico y la liturgia de intercesión,
penitencia o gracia. 647 Hombres y mujeres se equipaban con comida y se
aproximaban al monte más próximo (que reconocían como ten), donde se sentían
seguros, ya que muchos sismos venían acompañados por tsunamis, así que el
miedo a la inundación los conducía al ten porque podía “sobrenadar las aguas y
que puestas sobre él con sus alimentos se mantendran el tiempo que durase la


645
Virginia García Acosta, “Divinidad y desastres. Interpretaciones, manifestaciones y respuestas,”
Revista de Historia Moderna 35 (2017): 73.
646
En Brasil, por ejemplo, en los albores del siglo XVIII se abrió un juicio en contra de un curandero
llamado Damil, quien amalgamaba una serie de prácticas populares con la devoción ortodoxa. Cf.
Stuart B. Schwartz, Cada uno en su ley: Salvación y tolerancia religiosa en el Atlántico ibérico
(Madrid: Ediciones Akal, 2010), 286-289.
647
“Pero los indios de Chile no solo no reconocieron aquella caterva de dioses celestiales,
terrestres e infernales altos y bajos que otras naciones jentiles en lo cual es justo darles la razon,
como se las damos a aquel Luciano, a quien la ciega jentilidad llamó irrelijioso e impío porque se
reia de la muchedumbre de deidades que adoraba el vulgo incrédulo y supersticioso. Pero más
bárbaro que esto y en todo lo demás, se negaron torpemente a oir las voces de la razon y no
reconocieron con suma ignorancia e ingrato desconocimiento al sumo hacedor y bienhechor
nuestro; y no habiendo entre ellos conocimiento alguno de la divinidad, es consiguiente que no
tuviesen templos, ni sacerdotes, ni culto, ni sacrificios. Reconocian sí algunos jéneros de
superioridad en los pillanes, amigos y enemigos (…).” Miguel de Olivares y González, Historia
militar, civil y sagrada, 50.

279
inundación.”648 El fervor a las wakas (guacas), las ceremonias conducidas por los
llamados “hechiceros” indígenas por los europeos y catalogados como idólatras,
se enfrentaron con la hermética sociedad colonial católica.649 Además, el culto a
las imágenes predominantes del catolicismo, como la de Cristo, la Virgen y la
celebración del Corpus Christi, las Cruces de Mayo y las mismas procesiones, fue
asimilado por las comunidades indígenas creándose “una propia identidad
religiosa católica,” 650 porque, a fin de cuentas, el discurso de expiación y
penitencial de castigo divino encontraba puntos de encuentros con la cosmología
de los pueblos originarios.651

Cuando las amenazas naturales, especialmente las de impacto súbito como


los terremotos, interrumpían la cotidianidad de aquellas sociedades coloniales en
Hispanoamérica resultó común que los habitantes se dispusieran a cumplir con
las obligaciones religiosas que adeudaban: matrimonios, confesiones y
comuniones fueron las más comunes.652 Recordemos que la culpabilidad de que
esas catástrofes ocurrieran recaía en los pecados de la misma población, esto es,
en su relajamiento para con sus obligaciones espirituales, por lo que en el
imaginario colectivo y profundamente católico el cumplimiento de estas
obligaciones se convertía en el mejor mecanismo de expiación. Un claro ejemplo
para el caso de Chile se dio con el sismo de 1647 que prácticamente destruyó la
ciudad de Santiago, y a partir del cual surge una procesión rogativa que se


648
Miguel de Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada, 53.
649
Alberto Díaz Araya, Luis Galdames Rosas y Wilson Muñoz Henríquez, “Santos patronos en Los
Andes: imagen, símbolo y ritual en las fiestas religiosas del mundo andino colonial (siglos XVI -
XVIII),” Alpha 35 (2012), 24. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012012000200003
650
Díaz Araya, Galdames Rosas y Muñoz Henríquez, “Santos patronos en Los Andes: imagen,
símbolo y ritual en las fiestas religiosas del mundo andino colonial (siglos XVI - XVIII),” 24.
651
“El huecub es un ente de cuya figura no tienen alguna especie, ni concepto de su ser. Supónese
que no lo discurren espiritual, pues no tienen conocimiento de las sustancias incorpóreas, tienen
de él solamente la aprension que basta para ternerlo. Casi de todas las cosas que les suceden
adversas o dañosas atribuyen su error y su miedo al huecub: el anublarse sus mieses, el secarse
por falta de agua, y el entrarles gusano, u otra semejante plaga, es efecto del huecub; el faltar el
pez en algun lago o rio que ántes lo criaba, es que se lo comió el huecub; el temblar la tierra, es
que se sacudió debajo de ella (…) y en suma todo lo infausto es el huecub.” Miguel de Olivares y
González, Historia militar, civil y sagrada, 51.
652
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda, “Religiosidad y rituales hispanos en América ante los
desastres (siglos xvi-xvii): las procesiones ,” Revista de Historia Moderna 35 (2017): 86

280
mantiene hasta hoy.653

Además de ello, estos dos poderes, el civil y el eclesiástico -en consonancia


con un discurso legítimo de comprender y responder frente a las amenazas
naturales- también se comprometían con garantizar el orden y, en consecuencia,
castigaban a todo aquello que consideraban fuera del racionamiento establecido
en estos casos.654 Por eso, insistían en que estos escenarios catastróficos eran
“Castigo justo de la mano de Dios, pero benigno y misericordioso según nuestros
grandes pecados.”655

Estas manifestaciones religiosas permiten construir la idea de los desastres


durante el período colonial en Hispanoamérica a partir de los usos de categorías
que trascienden los discursos sobre amenazas particulares: “ira de Dios”, “justicia
divina”, “castigo divino”, fueron recursos semánticos utilizados en la mayoría de los
casos para dar cuenta de aquellos escenarios catastróficos.656 Para el caso de
Chile es más común encontrarlos, no obstante, en amenazas de impacto súbito
como terremotos, erupciones volcánicas o inundaciones fluviales, o bien aquellas


653
“El desconsuelo de la gente fue grande. Los alaridos de las mugeres y niños muchos; pero
quiso su Divina Magestad que tuviessen en este trabajo por alivio un pastor como el doctor don fr.
Gaspar de Villarroel que acudio luego para el consuelo de las almas herido del terremoto a la
chatedral (que la mayor parte della estaba en el suelo, y lo demas amenasando ruina) a sacar el
Santisimo Sacramento a la plaça, con cuyo exemplo nos movimos los religiosos de nuestro padre
Agustin a llevar un Santo crucificado en procesion que fue la prenda que nos quedo, por ser
devotissimo, y parecer impossible que huviesse quedado sin sesion alguna en la plaça donde
estaba, con que se renovaron los clamores y lagrimas con la mayor devosion que se ha visto en
tribulaciones semejantes, no quedo en la ciudad persona desde hedad de siete años que no se
confessase pidiendo a Dios misericordia advertidos de que enviaba Dios este castigo por nuestras
culpas,” Los religiosos de San Agustin. Avisa de la ruina de la ciudad de Santiago, a Su Magestad
Santiago de Chile, 21 de mayo de 1647, AGI, Audiencia de Chile, leg. 27, N.8, fjs. 1432-1433. Una
copia de esta carta se localiza en BNBMMss, t. 139, pza. 2568, fjs. 210-213. La misma aparece
transcrita en: Alfredo Palacios Roa, Fuentes para la historia sísmica de Chile (1570-1906)
(Santiago de Chile: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos-Centro de Investigaciones Diego
Barros Arana, 2016), 61-62.
654
Raymundo Padilla Lozoya, “La estrategia simbólica ante amenazas naturales y desastres entre
España y México,” Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante 35 (2017),
135-36, DOI: 10.14198/RHM2017.35.04.
655
Los oficiales de la real Hacienda de Santiago de Chile dan quenta de un terremoto o temblor
que alla havio y como aquella ciudad, pueblos y estancias de su jurisdicion se arruinaron y el
miserable estado en que queda aquel territorio, Miguel del Lerpa, Santiago, 23 de mayo de 1647,
AGI, Audiencia de Chile, leg. 28.
656
Cf. Onetto, Temblores de tierra en el jardín del Edén, 242.

281
de impacto lento pero de origen biológico como plagas de langostas y brotes
epidémicos. Si bien frente a la presencia de sequías, especialmente aquellas
prolongadas y de mayor intensidad, también se utilizaron fueron casos muy
contados para el siglo XVIII.

5.1.2. El patronato de los santos

Diversas manifestaciones religiosas funcionaron como medios para la


expiación, la imploración y el agradecimiento. Con la idea del origen divino del
desastre, las sociedades católicas estaban sumidas en un miedo constante a los
factores externos y amenazas que el plano terrenal les deparaba y frente a los
cuales los mecanismos de protección siempre estaban a la orden del día, aunque
no siempre resultaran suficientes.

Con distintos fines, santos y vírgenes se erigieron como protectores de


pueblos, ciudades y villas y fueron llamados a colaborar con los patronos titulares
de las parroquias. Esta práctica comenzaría a obtener mayor popularidad en las
ciudades a fines de la Antigüedad Tardía y en pueblos de menor renombre a lo
largo de la Edad Media.657

La movilización y circulación de la veneración en torno a las reliquias y los


cuerpos fueron constantes desde el siglo IV, pero la reacción contra el
protestantismo (materializada magistralmente en el Concilio de Trento) canalizó un
reimpulso del culto a los santos y las vírgenes y la puesta en práctica de
manifestaciones devotas como las romerías, procesiones, la veneración a las
imágenes y las reliquias.658 En la sesión XXV que tuvo lugar entre el 3 y el 4 de
diciembre de 1563 se dictaminó que aquellos santos que “reinaban junto a Cristo”
eran intercesores frente a la Providencia, por lo cual resultaban de utilidad las


657
Pierre Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),”
Historia Mexicana LII, 2 (2002): 361.
658
José Ignacio Gómez Zorraquino, “Los santos patronos y la identidad de las comunidades
locales en la España de los siglos XVI Y XVII,” Revista de historia Jerónimo Zurita 85 (2010): 45-46

282
solicitudes a partir de oraciones de su auxilio.659 Así que con la aprobación del
decreto De invocatione, veneratione et reliquiis sanctorum, et sacris imaginibus,660
en aquella sesión se pretendía desmontar las acusaciones de idolatría de los
protestantes con la afirmación del culto a los santos establecido en la doctrina
católica. 661 El Papa tenía la decisión en sus manos pero los obispos tenían la
obligación de iniciar y controlar aquellos procesos.662

Entre la variedad de argumentos para escoger santos y vírgenes


protectores, los procesos naturales de distinta índole, incluyendo los biológicos
con las enfermedades y las plagas de langostas, tuvieron una influencia
importante ya que eran populares entre la población y mantenían enraizada la idea
del castigo divino; la utilización legítima del miedo como uno de los mecanismos
del catolicismo para el control social tuvo un gran apogeo con Felipe IV (1621-
1665) y Carlos II (1665-1700) quienes presentaron un particular interés por
alcanzar la gracias divina. Como prevención o agradecimiento, lo cierto es que el
patronazgo de los santos fue una de las prácticas que formó parte de la estrategia
adaptativa simbólica durante toda la época colonial en Hispanoamérica.

Por ejemplo, a raíz de Trento, tuvo lugar un gran auge el culto a santos
terapeutas de la talla de San Sebastián, San Roque y San Blas y también a
aquellos que podían proteger las cosechas como San Agustín, San Gregorio y
San Pantaleón. Definitivamente, en las elecciones de los santos se materializaban
los miedos y preocupaciones de la población general frente a la enfermedad y la


659
José Ignacio Gómez Zorraquino, “Los santos patronos y la identidad de las comunidades
locales en la España de los siglos XVI Y XVII,” Revista de historia Jerónimo Zurita 85 (2010): 46
660
De la invocación, veneración y reliquias de los santos y de las sagradas imágenes.
661
El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, traducido al idioma castellano por don Ignacio
López de Ayala. Agrégase el texto latino según la edición auténtica de Roma, publicada en 1564,
Cuarta edición. Con privilegio, Madrid, en la imprenta de Ramón Ruiz, MDCCXCVIII
662
Eliseo Serrano Martín, “Santidad y patronazgo en el mundo hispano de la Edad Moderna,”
Estudios Históricos, Historia Moderna 40 (2018): 76-77 DOI:
https://doi.org/10.14201/shhmo201840175123

283
esterilidad.663

Pero los atributos del santo no fueron los únicos motivos para llevar a cabo
su elección. En la época de la conquista los procedimientos favoritos fueron la
asociación entre la fecha del santo y el suceso histórico que coincidía con la fiesta
y el sorteo (mecanismo bastante común y de los más utilizados y aunque con el
pasar de los siglos disminuyó su recurrencia, no desapareció completamente). En
ciudad de México, por ejemplo, para la década de 1720 se dejó al azar en dos
ocasiones decidir qué santo querían. 664

La benevolencia de los santos, no obstante, ya no era suficiente para su


elección, por lo que se debían ofrecer referencias sólidas y verificables de su
“idoneidad”. 665 Finalmente, se impuso la hegemonía de las figuras favoritas
promovidas por la reforma católica.666

Para el siglo XVII se reforzó la necesidad de regular el procedimiento de


elección. La Congregación de Ritos publicó el 23 de marzo de 1630 el Decretum
pro patronis in posterum elegendis con el cual la sede apostólica tendría, al mismo
tiempo, un control directo del procedimiento y establecía que los santos elegidos
debían ser aquellos que ya estaban canonizados o que pertenecían al martirologio
romano. La elección igualmente se llevaba a cabo por actores institucionales en
reunión del consejo municipal y la elección debía ser confirmada por el clero local
y el obispo de la diócesis.667

Claro está que esto no siempre sucedió como la norma establecía,


663
Cf. Gómez Zorraquino, “Los santos patronos y la identidad de las comunidades locales en la
España de los siglos XVI Y XVII,” 46; Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México
central (siglos XVI Y XVII),” 363.
664
Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),” 370.
665
Cf. Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),” 371.
Por eso para este momento puede apreciar también un auge de la hagiografía y cambios en este
género literario. También la salida de impresos y sermones se aliaron en la incorporación
hegemónica de aquellos santos como los ideales en el mundo católico. Cf. Gómez Zorraquino,
“Los santos patronos y la identidad de las comunidades locales en la España de los siglos XVI Y
XVII,” 44.
666
Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),” 385.
667
Serrano Martín, “Santidad y patronazgo en el mundo hispano de la Edad Moderna,” 76.

284
especialmente en las regiones periféricas de la metrópoli, si bien en las periféricas
colonias del Nuevo Mundo las medidas tomadas no fueron afectivas hasta
principios del siglo XVIII. La lejanía de aquellos territorios se convertiría en el
principal argumento para el incumplimiento de las disposiciones, pero con el
avance en la navegación y cambios en el manejo del Real Patronato, el argumento
perdió validez.668

Además, la insalvable distancia no solo geográfica sino también social y


cultural, la heterogeneidad de la población y aquella circulación y movilización de
diversas maneras de entender el mundo entre la metrópoli y las colonias en las
Indias Occidentales conllevarían, tarde o temprano, a la apropiación del culto con
imágenes propias, producto de estrategias sintetizadoras de las propias órdenes
religiosas en un amalgamiento con la necesidad popular de poseer referentes
cercanos y/o propios. El caso más emblemático, en este sentido, es el del
patronazgo de Santa Rosa de Lima, pues no encajó en los parámetros
establecidos por la Santa Sede. Santa Rosa se convirtió en patrona de la ciudad
de Lima y del virreinato del Perú un año después de su beatificación gracias al
Breve papal de 2 de enero de 1669. Así que para entonces no solo se abrió la
causa antes de cumplir 50 años de su muerte, sino que también se autorizó el
culto antes de su canonización.669 Y para el 11 de agosto de 1670 fue elegida
como Patrona Universal y Principal de toda la América y dominios de España. La
Monarquía contaba ya con la primera santa americana, proclamada como tal el 12
de abril de 1672 por Clemente X.670

La demanda de protección divina estaba contemplada en el calendario


litúrgico de la iglesia en las Indias Occidentales. Felipe IV, el 10 de mayo de 1643,
amparó sus dominios bajo la protección de la Virgen María y se estableció por
Real Cédula que se realizara un novenario al año con misa solemne y sermón
cada día del mismo, precedido de procesiones en las cuales podían utilizarse las

668
Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),” 383.
669
Cf. Serrano Martín, “Santidad y patronazgo en el mundo hispano de la Edad Moderna,” 112.
670
Serrano Martín, “Santidad y patronazgo en el mundo hispano de la Edad Moderna,” 113-114.

285
imágenes devocionales favoritas en las localidades.671 La iniciativa no fue propia
de aquel rey, ya que el Papa Gregorio XIII en 1573 había dispuesto de dicha
advocación, pero con Felipe IV jugó un papel importante en las colonias en
hispanoamericanas. La Real Cédula de 1698 expedida el 23 de abril de ese año
por Carlos II ratificó este patrocinio.672

Para el caso específico del Reino de Chile, el gobernador Tomás Marín de


Poveda envió un informe al rey con fecha de 2 de junio de 1696673 ofreciendo un
panorama de las fiestas que se celebraban aquel año y las que guardaba la Real
Audiencia. El número de días festivos era de 86,674 más las 7 de Tabla,675 es decir,

671
RI, Lib. 1, Tit. 1, Ley XXIV “Que se celebre cada año el Patrocinio de la Virgen Santissima
nuestra Señora en las Indias, con la Fiesta y Novenario que se ordena”. Cf. Real Cédula dirigida al
marqués de Baides, Gobernador de Chile, para que se reciba porpatrona y protectora del Reino a
la Virgen Santísima, Madrid, 10 de mayo de 1643, BNBMMss, t. 289, pza. 8504, fjs.121r-122v.
672
Valenzuela, Liturgias del poder, 176.
673
Informe dirigido al Rey por el gobernador Tomás Marín de Povena, Santiago, 2 de junio de
1696, ANHMV, vol. 3, pzas. 78-79, fjs. 233-236. Este informe es reproducido en el trabajo de
Valenzuela, Las liturgias del poder, 420-423. Véase también Carta del gobernador de Chile don
Tomás Marín de Poveda a S. M. el Rey, Santiago, 12 de junio de 1696, BNBMMss, t. 169, pza.
3528, fjs. 258r-267r.
674
Enero: Circuncisión de Nuestro Señor; Pascua de Reyes (6); Dulce nombre de Jesús (14), San
Fabián y Sebastián (20), San Ildefonso (23), Conversión de San Pablo (29) y San Pedro Nolasco
(31). Febrero: Purificación de Nuestra Señora (2), San Blas (3) y San Matías Apóstol (24). Marzo:
Santo Tomás de Aquino, San Juan de Dios (8), San José (19), San Gregorio doctor (12), San
Gabriel Arcángel (24), San Joaquín (20) y Anunciación de Nuestra Señora. Abril: San Francisco de
Paula (2), San Jorge (23), San Marcos Evangelista (29), San Pedro Mártir (29) y Santa Catalina de
Cena (30). Mayo: San Felipe y Santiago (1), Invención de la Santa Cruz (3), Santa Mónica (4),
Aparición de San Miguel Arcángel (8), San Isidro Labrador (19), San Bernardino de Sena (20) y Día
del Jubileo del Terremoto Grande (13). Junio: San Bernardo Apóstol (11), San Antonio de Padua
(13), San Basilio Magno (14), San Juan Bautista (24), San Pedro y San Pablo (29) y
Conmemoración de San Pablo (30). Julio: Visitación de Nuestra Señora (2), San Buena Aventura
(14), Triunfo de la Santa Cruz (16), Nuestra Señora del Carmen (18), Santa María Magdalena (22),
Santiago Apóstol (29), Santa Ana (26) y San Ignacio (31). Agosto: Santo Domingo (4), Nuestra
Señora de las Nieves (9), Transfiguración del Señor (6), San Lorenzo (10), Santa Clara (12),
Función de Nuestra Señora (19), San Bernardo (20), San Bartolomé (20), San Agustín (28),
Degollación de San Juan Bautista (29), Santa Rosa de Santa María (30) y San Ramón nonato (31).
Septiembre: Natividad de Nuestra Señora (8), San Nicolás Tolentino (10), Exaltación de la Santa
Cruz (14), Santo Domingo Soriano (15), Impresión de las Llagas (17), Santo Tomás de Villanueva
(18), San Mateo Apostólico (21), San Miguel Arcángel (29) y San Jerónimo (30). Octubre: El ángel
de la Guarda (2), San Francisco (4), San Francisco de Borja (10), Santa Teresa de Jesús (15), San
Lucas Evangelista (18), San Pedro Alcántara (19), San Rafael Arcángel (24) y San Simón y Juan
(28). Noviembre: Día de todos los Santos (1), Conmemoración de los Difuntos (2), San Martín
(11), San Diego de Alcalá (12), Presentación de Nuestra Señora (21), Santa Catalina Virgen y
Mártir (29) y San Andrés Apóstol (30). Diciembre: San Francisco Javier (3), San Ambrosio (7),
Concepción de Nuestra Señora (8), Santa Lucía (13), Expectación de Nuestra Señora (18), Santo
Tomás Apóstol (21) y San Silvestre (31).

286
de asistencia obligatoria. Para el siglo XVIII, según la Tabla de Ceremonias y
Etiquetas de 1760, el escenario religioso anual quedaba dispuesto entre fechas de
guarda, de obligación de oír misa, feriados, témporas, para un total de 86 días.676

Para el caso de la Catedral de Santiago, luego del sínodo diocesano de


1688, el obispo fray Bernardo Carrasco completó las disposiciones allí resueltas
con sus Reglas, consuetas e instituciones consuetudinales de la Iglesia Catedral
de Santiago de Chile677 promulgadas un año después del sínodo y que faltaban en


675
El segundo día de Pascua de navidad; el segundo día de Pascua de resurrección; el primer día
de Pascua del Espiritu Santo; el día de Corpus Christi; el día de la Ascension de Nuestro Señor; el
día de Nuestra Señora de la Victoria; y para el Dulce nombre de María.
676
Enero: Pascua de Reyes (6), San Antonio de Abad (17), San Sebastián (20), Nuestra Señora
de la Paz (24), San Francisco de Sales (29), San Pedro de Nolasco (31). Febrero: Purificación de
Nuestra Señora (2), San Blas (3), San Juan de Mata (8), vigilia (23 o 24), y obligación de oír misa
(24 o 25). Marzo: San Juan de Dios (8), San José (19), San Benito Abad (21), feriado (20) y de
misa de guarda (25). Abril: San Francisco de Paula (2), Patrocinio de San José (23) y San Marcos
Evangelista (25). Mayo: Aparición de San Miguel (8), Memoria del Terremoto de 1647 (13),
Memoria del Terremoto de 1751 (25), obligación de oír misa (1, 3, 15 y 31). Junio: San Noberto
(6), San Bernabé (11), San Antonio (13), San Pedro (29), vigilias (23 y 28) y de guarda (24). Julio:
Visitación de Nuestra Señora (2), Memoria del terremoto de 1730 (8), Nuestra Señora del Carmen
(16), Santa María Magdalena (22), Víspera de Santiago (24), Fiesta de Santiago Apóstol (25), San
Ignacio (31) y obligación de oír misa (26). Agosto: Nuestra Señora de los Ángeles (2), Santo
Domingo (4), Nuestra Señora de las Nieves (5), Transfiguración del Señor (6), Santa Clara-feriado
(12), Asunción de nuestra Señora (15), San Roque-feriado (16), San Bernardo-feriado (20), San
Luis rey de Francia-feriado (25), Santa Rosa-obligación de oír misa (30), vigilias (9, 14 y 23), y
obligación de oír misa (10, 24 y 28). Septiembre: Vísperas de la Natividad de Nuestra Señora (7),
Nuestra Señora de la Merced (24), San Jerónimo (30), de guarda (8), vigilia (20) y obligación de oír
misa (21 y 29). Octubre: Santos Ángeles custodios (2), San Francisco de Asís (4), Nuestra Señora
del Pilar de Zaragosa (12), Santa Teresa de Jesús (15), San Lucas Evangelista (18), feriado (6),
vigilia (27 y 31) y obligación de oír misa (28). Noviembre: De guarda (1), Conmemoración de los
Difuntos (2), Presentación de Nuestra Señora (21), San Saturnino (29), y San Andrés Apóstol (30).
Diciembre: Inmaculada Concepción de María (8), vigilias (20 y 24), de guarda (25), San Esteban
(26), y obligación de oír misa (27, 28 y 31).
677
Mantuvieron su vigencia durante todo el período colonial. Se puede apreciar su influencia en las
menciones que hiciese de ellas el obispo Manuel de Alday en el sínodo de 1763, además de que
las editó junto a su sínodo y al de 1688. La primera edición corresponde a 1691 cuando se anexo
al V Sínodo de Santiago. La segunda edición, y la más conocida, es la nombrada de 1764. La
tercera edición, y la que se utiliza en esta investigación, corresponde a 1858 cuando se publicaría
la versión de 1764 en Nueva York por orden del arzobispo Rafael Valentín Valdivieso, la diferencia
entre estas dos ediciones es el orden de los sínodos y las Consuetas. La cuarta edición sería de
1983 de la mano del Instituto “Francisco Suárez” del CSIC y el Instituto de Historia de la Teología
Española de la Universidad Pontificia de Salamanca y tiene como base la edición de 1858. Véase
Carlos Oviedo Cavada, “Las consuetas de las catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena
de Historia del Derecho 12 (1986): 143. También véase: Auto del señor Aldai sobre varias de las
reglas consuetas, Santiago, 21 de marzo de 1757, AASFG, vol. 13, pza. 6.
El obispo de Concepción, Pedro Felipe de Azúa, también promulgarías las Reglas consuetas para
el gobierno de la Santa Iglesia y coro de La Concepción en 1744. Véase Carlos Oviedo Cavada,

287
esa catedral a pesar de estar establecidas en el Concilio de Trento (1553-1564).678

De los 18 párrafos que contienen las Consuetas de la Catedral, el último


está dedicado a las procesiones. Allí se especifican las de rogativas y votos de los
dos cabildos de la ciudad de Santiago de Chile, el eclesiástico y el secular. La
información contenida muestra los abogados establecidos para la intercesión
frente a ciertas amenazas y las regulaciones generales en torno a la liturgia. Se
votó por ambos cabildos abogados contra la peste, la langosta, por las lluvias,
contra los temblores y las inundaciones:

San Sebastian, (Voto de los dos Cabildos Eclesiástico, y Secular, por


Abogado de la Peste) va su Procesión á la Iglesia de Nuestra Señora
de las Mercedes: pone la Cera un Capitular del Cabildo Secular; y
Predica un Religioso de dicho Convento; y canta la Missa un
Prebendado.
[…]
San Lucas Evangelista (Voto de ambos Cabildos contra la Langosta) va
su Procesion de la Catedral á la Iglesia del Convento del Señor San
Agustín: pone la Cera un Capitular del Cabildo Secular; y Predica este
Dia un Religioso de dicho Convento; y Canta la Missa un Prebendado.
La Visitación de Nuestra Señora á Santa Isabel (Voto de ambos
Cabildos, por las Lluvias) va su Procesion de la Catedral á la Iglesia de
N. P. Sto. Domingo: pone la Cera un Capitular de Cabildo Secular; y
Predica Religioso de dicho Convento; y Canta la Missa un Prebendado.
San Saturnino (Voto de ambos Cabildos contra los Temblores; y
segundo Patrón) va su Procesion de la Catedral á su Capilla; y pone la
Cera el Alcalde de primer Voto, y señala Predicador á su Devocion.
San Antonio de Padua (Voto de ambos Cabildos contra las Avenidas
del Rio) celebrase su Fiesta en la Catedral: pone la Cera un Capitular
del Cabildo Secular; y Predica Religioso de N. P. S. Francisco.679

Así, la ayuda al apóstol Santiago en el cuidado de la ciudad de Santiago por


“Las consuetas de las catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena de Historia del Derecho
12 (1986): 129.
678
Ses. XXIV, De reformatione, Cap. 12. El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, traducido
al idioma castellano por don Ignacio López de Ayala, agrégase el texto original corregido según la
adición auténtica de Roma, publicada en 1564 (Madrid: Imprenta Real, 1785), 415.
679
Bernardo Carrasco de Saavedra, Reglas, consuetas e instituciones consuetudinales de la
Iglesia Catedral de Santiago de Chile, 16 de diciembre de 1689. Publicadas en el Synodo
diocesana, con la carta pastoral convocatoria para ella, y otra, en orden a la paga de los diezmos,
1688 (Lima: Imprenta Real, 1764), 110-11.

288
medio de estos compatronos, conlleva al mismo tiempo celebraciones obligatorias.
Las rogativas y las procesiones vinculadas a ellas resultaban una práctica anual
que se realizaban “…cantando las letanías desde la Catedral á las iglesias de los
citados compatronos de devoción con repetidos rosarios cada semana…”680

El obispo Luis Francisco Romero en el año de 1711 remitió autos para que
el día de San Antonio fuese un día festivo. Los cabildantes acordaron que la
intervención positiva de aquel santo en beneficio de la ciudad en las oportunidades
en que se le había invocado por la esterilidad de los campos, la escasez de agua y
las inundaciones del Mapocho, merecía ser reconocida a partir de que “… se
dedique el día de dho. Glorioso Tutelar a su festa, misas y recepción de los SS.
Sacramentos…”, de manera que se decidió “guardarle el día como de precepto
eclesiástico.”681

También la virgen de La Merced recibió el agradecimiento de la población y


las instituciones por mostrar su amparo frente a diversas calamidades. Tras el
cuadro desolador que dejó el sismo de 1730, se realizó una procesión y un
novenario, y el Cabildo de la ciudad y la Real Audiencia la juraron por patrona,
según informaron Ana Teresa de Toro y Cerda y su hija María Josefa de Aragón
en 1734 en un escrito sobre las pretensiones de fundar un monasterio de
religiosas mercedarias descalzas. 682 Se realizó un interrogatorio a 15 personas


680
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo I, 83.
681
Acta de Cabildo,17 de marzo de 1711, en ACS, vol. XLVII, 92.
682
“…y que en las calamidades y urgencias de la ciudad se han experimentado indezibles
consuelos de esta Reyna de los Cielos, y que en la asolasion de esta ciudad con los terremotos
magnos que se experimentaron desde el dia ocho de julio del año passado de mil setecientos y
treinta suspendio su azote de yndignacion Dios Nuestro Creador. Aviendo salido en procesion por
las calles la dicha Reyna de los Cielos acompañada de todos los relijiosos de dicha religion, y de
toda la nobleza del Pueblo y de la muchedumbre de la Plebe aclamandola por intercesora y
Patrona de tan repetidos conflictos, y que desde aquel dia fue la ciudad reconoziendo efectos de
piedad de la misericordia divina amaynando la fuerza de los temblores y que por este
especialissimo favor esta Real Audiencia la tiene funada por patrona,” Pretención de la fundación
de monasterio de mujeres religiosas mercedarias descalzas donde se puedan recoger bajo los
votos prevenidos por el Santo Concilio todas las mujeres principales y doncellas, 1735, AGI,
Audiencia de Chile, leg. 96, f. 2r. Para la petición que realizaron a la Real Audiencia así como la
donación de tres casas con ese fin véase Ana Teresa de Toro y Cerda y doña María Josefa de
Aragón. Petición que hacen á la Real Audiencia para que se les permita fundar en esta capital un
monasterio de religiosas mercedarias,1734-1735, ANHRA, vol. 1159, pza. 1, ff. 1-55.

289
que corroboraron la devoción de los vecinos de Santiago y el favor concedido por
la advocación mariana. El testigo don Manuel de Salas afirmó que frente a la
coyuntura tras el sismo y la peste que le sucedió, los pobladores se refugiaron en
Nuestra Señora de La Merced y por este motivo se conviritó en patrona de la
ciudad, punto que coincidió con el testimonio de José Ventura de Morales
Negrete.683

Sin duda, aquella virgen era la favorita de los vecinos de Santiago:

por ser esta gloriossisima señora el unico asylo y recurso de esta


ciudad en sus aflicciones y calamidades aviendolo experimentado en
los tiempos de secas, pestes y terremoto magno, pues ocurriendo sus
moradores al piadossisimo patrocinio de esta sacratissima virgen
sacandola devotamente en procession por las calles ha cesado luego el
trabaxo y consoladoles con el alivio; por lo qual ha contribuido infernor y
reconocida devocion con varias limosnas para la fundacion de este
monasterio.684

La suntuosidad que se desplegaba en la celebración de los santos patronos


resultaba directamente proporcional a la eficacia del mecanismo de protección;
pero, en medio de las reformas borbónicas y de la influencia del pensamiento
ilustrado, la planificación y ejecución de estos actos sufrió una reducción de
gastos. La política de saneamiento de las finanzas de la monarquía llevó a
considerar excesivos los gastos de las ceremonias religiosas. Para 1771, por

683
“A la primera pregunta dixo, que es notoria la devocion que los vezinos de esta ciudad tienen a
Nuestra Señora (…) y assimismo es notorio que el año de treintta luego que paso el terremoto
magno se trajo en prozession su Ymagen Santissima a una Yglesia de tablas que se hizo en la
plasa de esta ciudad por via de rogativa con su sagrada comunidad y mucha partte del pueblo
adonde se le trajo novena asistiendo a ella la Real Audiencia y el Excelentissimo Señor obispo y
ambos cavildos adonde se nombro por Patrona para que alcansase de Dios Nuestro Señor no
confundiese por el todo a este Pueblo con los muchos temblores repetidos que se siguieron al
expressado y mediante su intercession santissima cesaron y los que se repettian no fueron a la
manera del primero y la dicha real Audiencia y Cavildo secular la juraron por patrona (…) y que
mediante la intercession de esta gran Reyna y Señora y Madre de Dios han han cesado assi los
temblores como otras plagas que sobrevivieron a este pueblo,” Pretención de la fundación de
monasterio de mujeres religiosas mercedarias descalzas donde se puedan recoger bajo los votos
prevenidos por el Santo Concilio todas las mujeres principales y doncellas, 1735, AGI, Audiencia
de Chile, leg. 96, f. 10.
684
El visitador general del orden de hospitalidad de la Provincia de Chile informa a Vuestra
Magestad sobre la lizencia que se pretende para fundacion de mercedarias descalzas en esta
ciudad, Santiago de Chile, 15 de mayo de 1735, AGI, Audiencia de Chile, leg. 96, f. 1 r.

290
ejemplo, el visitador Gálvez decidió reducir el caudal empleado en las fiestas de
los santos patronos en México.685

5.2. ROGATIVAS, PROCESIONES Y OTRAS MANIFESTACIONES DEVOTAS

5.2.1. Las leyes indianas y eclesiásticas frente a las rogativas


La elección de los santos patronos fue una práctica intermedia dentro del
mundo de manifestaciones devotas para proteger a la población de las amenazas
naturales. Las procesiones rogativas, los exorcismos, la excomunión de parásitos,
las novenas, por ejemplo, ocuparon un primer plano en este tipo de respuestas, y
en todo caso el santo patrón en la mayoría de los casos era frecuente en las
grandes urgencias; del mismo modo, frente a crisis o amenazas las imágenes
milagrosas contaron con el favoritismo en aquellos escenarios. 686

La liturgia en general estaba regulada a partir de una serie de códigos


relacionados especialmente con la disposición de las diversas autoridades,
vestimentas y proceder en las mismas.687 En la Recopilación de las Leyes de
Indias de 1681, cuando se mencionan este tipo de manifestaciones religiosas, no
se hace referencia expresamente a aquellas extraordinarias que surgían durante
alguna calamidad pública.

Sin embargo, en la Novísima Recopilación de Leyes de España publicada


en 1805 sí que aparece una regulación específica para el caso de las rogativas.
En este cuerpo jurídico se dedica una ley para el “Modo de hacerse las rogativas
secretas y solemnes por los Cabildos seculares y eclesiásticos”, motivada por las
diferencias entre ambos cabildos a la hora de este tipo de ceremonias. Así, en la
normativa se refiere que el Cabildo eclesiástico puede practicar rogativas secretas
frente a las calamidades con el aviso al ayuntamiento; pero ya para las rogativas


685
Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),” 383.
686
Ibídem, 380.
687
Véase al respecto el RI, Libro IV, título 15 dedicado a las precedencias, ceremonias y cortesías.

291
públicas o solemnes debían ser las autoridades civiles las encargadas de
solicitarlas y participar de ellas a las autoridades eclesiásticas.688

En relación con las regulaciones eclesiásticas, se tienen principalmente las


constituciones y los acuerdos adoptados en los diversos sínodos diocesanos de
Santiago, dirigidos a la situación religiosa y moral de la diócesis. Durante el
período colonial se celebraron 6 de ellos en la Arquidiócesis de Santiago,689 la cual
abarcaba desde La Serena hasta el río Maule, incluida la ciudad de Mendoza.690
El primero fue convocado por el obispo de Santiago Fray Diego de Medellín en
1586 y el último del período colonial tuvo lugar bajo el obispado de Manuel de
Alday y Aspee en 1763.691 También tuvieron lugar el de 1612, 1626, 1670 y 1688.
El sínodo que nos interesa es el de 1763692 aunque también resultan importantes
los anteriores, en especial, el de 1688 convocado por el obispo Fray Bernardo
Carrasco y Saavedra. En cuanto a las rogativas, este tipo de encuentro entre las
autoridades eclesiásticas permitía controlar tanto la génesis de las letanías
menores y mayores como establecer una normativa en cuanto a la disposición de
la liturgia.

En la Constitución VI, del Capítulo II, del sínodo diocesano de 1688693 se


688
Novísima Recopilación de las Leyes de España, Tomo I, Libro I, Título I, Ley XX (Madrid, 1805),
13.
689
Para otras divisiones de la gobernación de Chile también se celebraron los sínodos diocesanos.
Para la Arquidiócesis de Concepción se convocaron durante este período 5, el primero de ellos
celebrado en La Imperial para 1584, y luego tuvieron lugar los de 1625, 1702, 1744 y 1774.
690
Para finales del siglo XVIII, Vicente Carvallo de Goyeneche indica que el obispado de Santigo
se divide “… en nueve provincias I un gobierno (…) I son Copiapó, Coquimbo, Quillota (en ésta se
halla el gobierno de Valparaíso) Aconcagua, Santiago, Melipilla, Rancagua, Colchagua i Maule” en
CHCh, vol. X, 28-29
691
Natural de Concepción, tomó posesión del cargo en 1755.
692
Comenzó el 4 de enero y concluyó el 18 de marzo de ese año. Las disposiciones aprobadas en
dicha celebración obtuvieron el visto bueno de la Real Audiencia de Santiago en sesión del 15 de
abril de ese año y posteriormente fueron remitidas a Lima para que pudiesen publicarse previa
autorización del arzobispo de Lima, lo cual se haría efectivo para 1764. Véase Pedro Lira Urquieta,
“El Sínodo Diocesano de 1763,” Historia 8 (1969): 277-287
693
Inició el 18 de enero, no se ha logrado establecer la fecha de finalización de sus sesiones, pero
se tiene que para fue publicado el 2 de mayo de 1688 a pesar de las objeciones de la Real
Audiencia a algunas de las constituciones. Frente a este escenario de contradicción de dos de los
brazos del Imperio español, el obispo se vio en la necesidad de recurrir al rey, cuyo recurso sería
resuelto en 1690. El sínodo se imprimió en Lima al año siguiente y aprobado definitivamente por

292
hace referencia a las procesiones que forman parte de las rogativas y que tienen
como punto de partida la Catedral, bien aquellas de Tabla o las que se hiciesen
“por el bien común y necesidades públicas” y se estipulaba la asistencia de
representantes del ámbito eclesiástico694 así como las autoridades civiles locales.
Igualmente, en cuanto a la disposición de la ciudad, se solicitaba el cierre de las
tiendas de la plaza y las que se encontrasen ubicadas en las calles por las que
pasaría la procesión. Esta minuciosidad en la liturgia garantizaría la consecución
de lo solicitado.695

Para el sínodo diocesano de 1763, en el Título XIV, las Constituciones VIII y


IX están dedicadas a las procesiones. En la primera se prohibe que las mujeres se
mezclen con los hombres durante estos rituales y en la Constitución IX alentando
a que el cabildo de la ciudad asista a las rogativas públicas y que, además, se
encargue de la limpieza de las calles por donde pasasen las procesiones; también
se alienta a que las tiendas fuesen cerradas y que los prelados tuviesen una
considerable representación; todo lo dispuesto se encuentra en armonía con lo


Real Cédula del 5 de junio de 1695. Véase Carlos Oviedo Cavada, “Las consuetas de las
catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena de Historia del Derecho 12 (1986): 136-37.
694
Debían acudir todos los curas parroquiales con sus cruces altas, los clérigos con sobrepellices y
doce miembros de cada religión.
695
“En las Procesiones de Rogativas, que salen de la Catedral á Iglesias señaladas de Conventos,
como son los tres dias antes de la Ascension del Señor, á la Merced, Compañía de Jesús, y
Monjas Agustinas: la de San Marcos à San Francisco en esta Ciudad, &c. En las demás conforme
estuviere de costumbre, y las otras que se hicieren por el bien comun, y necesidades publicas: está
ordenado por la Synodal de este Obispado antecedente, acudan los Curas de todas las Parrochias
con sus Cruces altas, y todos los Clérigos con sobrepellices, y los de menores Ordenes, y todos los
guiones de las Cofradias: el Cabildo y Regimiento: y doce Religiosos de cada Comunidad, como
tienen obligacion, conforme al Santo Concilio Tridentino: y que se cierren las tiendas de la plaza, y
las de la calle por donde pasare, desde que sale hasta que vuelva la Procesion, aunque sean dias
de trabajo, para que el mayor concurso, y solemnidad, acompañando las Oraciones de la Iglesia,
obtengan lo que por estas Rogativas se pide á nuestro Señor. Y sin embargo de Decreto tan santo,
y util a todos, se falta en la mayor parte: se vuelve por este á rogar, y encargar de nuevo á los
Prelados estén advertidos, teniendose por avisados por esta Constitucion, de enviar, porlomenos
[sic], seis Religiosos. Y exhortamos al Cabildo, y Regimiento de esta Ciudad, no falte con su
assistencia, y cuide de la limpieza de las calles por donde vá la Procesion: y mandamos que no se
abran las tiendas, ni oficios de Escribanos, ni Mercaderes hasta que se hayan acabado las
Procesiones. Y serán multados los que contravinieren, al arbitrio del Juez Eclesiastico” Fray
Bernardo Carrasco y Saavedra, Synodo diocesana, con la carta pastoral convocatoria para ella, y
otra, en orden a la paga de los diezmos, 1688 (Lima: Imprenta Real, 1764), 20-21.

293
señalado al respecto en el sínodo anterior.696

Las reglas consuetudinarias –consuetas- con las cuales se regían los


cabildos eclesiásticos o los capítulos de las catedrales también constituyen una
fuente de información adecuada para dar cuenta del cuerpo jurídico del Derecho
canónico indiano que contiene información relevante sobre los mecanismos
simbólicos de protección utilizados en la época colonial.

Para el caso de la catedral de Santiago, luego del sínodo diocesano de


1688, el obispo fray Bernardo Carrasco completó las disposiciones allí resueltas
con sus Reglas, consuetas e instituciones consuetudinales de la Iglesia Catedral
de Santiago de Chile,697 promulgadas un año después del sínodo, y que faltaban
en esa catedral a pesar de estar establecidas en el Concilio de Trento (1545-
1563).698

Pero, el poder civil y el eclesiástico no siempre estuvieron de acuerdo. El


obispo Luis Francisco Romero mantuvo una relación tensa con las autoridades
civiles, iniciada por desacuerdos en cuestiones de etiqueta y por la alteración de
las buenas costumbres a partir de una acérrima defensa de los fueros religiosos.


696
Sínodo Diocesano que celebró el Ilustrísimo i Reverendísimo Señor Dr. Dn. Manuel de Aldai i
Aspee, 1763. En Sínodos Diocesanos del Arzobispado de Santiago de Chile celebrados por los
Ilustrísimos señores doctor don Frai Bernardo Carrasco Saavedra i doctor don Manuel de Aldai i
Aspee (Nueva York: Eduardo Dunigan i Hermano, 1858), 215.
697
Mantuvieron su vigencia durante todo el período colonial. Se puede apreciar su influencia en las
menciones que hiciese de ellas el obispo Manuel de Alday en el sínodo de 1763, además de que
las editó junto a su sínodo y al de 1688. La primera edición corresponde a 1691 cuando se anexo
al V Sínodo de Santiago. La segunda edición, y la más conocida, es la nombrada de 1764. La
tercera edición, y la que se utiliza en esta investigación, corresponde a 1858 cuando se publicaría
la versión de 1764 en Nueva York por orden del arzobispo Rafael Valentín Valdivieso, la diferencia
entre estas dos ediciones es el orden de los sínodos y las Consuetas. La cuarta edición sería de
1983 de la mano del Instituto “Francisco Suárez” del CSIC y el Instituto de Historia de la Teología
Española de la Universidad Pontificia de Salamanca y tiene como base la edición de 1858. Véase
Carlos Oviedo Cavada, “Las consuetas de las catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena
de Historia del Derecho 12 (1986): 143.
El obispo de Concepción, Pedro Felipe de Azúa, también promulgarías las Reglas consuetas para
el gobierno de la Santa Iglesia y coro de La Concepción en 1744. Véase Carlos Oviedo Cavada,
“Las consuetas de las catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena de Historia del Derecho
12 (1986): 129.
698
Ses. XXIV, De reformatione, Cap. 12. El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, traducido
al idioma castellano por don Ignacio López de Ayala, agrégase el texto original corregido según la
adición auténtica de Roma, publicada en 1564 (Madrid: Imprenta Real, 1785), 415.

294
Frente a las quejas y acusaciones del obispo, las autoridades civiles también
armaron una serie de quejas por las transgresiones en las que incurría el
eclesiástico, entre ellas la inasistencia a algunas fiestas de tabla y la innovación en
el protocolo seguido durante las procesiones.699

El cabildo de Santiago discutió en sesión de 2 de septiembre de 1712 que


el obispo Luis Francisco Romero y los señores Deán y Cabildo pretendían
despreciarlos en los actos públicos y durante las festividades celebradas por la
ciudad en la Catedral al no ajustarse a los “buenos tratamientos y urbanidades” y,
entre otras cosas, incorporar muchas más personas de las convenidas en el coro
de la Iglesia. 700 Ante este escenario, el cabildo santiaguino acordó que no
asistirían a ninguna fiesta en la Iglesia Catedral salvo a aquellas obligatorias y de
tabla y la del Patrón y Apóstol Santiago. El resto de las fiestas, como la de Santa
Rosa, San Antonio, San Sebastián, San Saturnino, San Lázaro y la festividad de la
Visitación de Nuestra Señora, se celebrarían en los distintos conventos e
iglesias.701

En este contexto, se presentaron inconvenientes para la fiesta de San


Saturnino, realizada tradicionalmente el 29 de noviembre. El 26 de ese mes de
1712 el cabildo se reunió para debatir sobre la suspensión de la festividad tras la
revisión de un auto mandado por el obispo en el cual increpaba al cabildo para
que no innovase en las fiestas que estaban bajo la tutela del cabildo bajo pena de


699
El cabildo de Santiago al Rey, Santiago, 23 de noviembre de 1712. BNBMMss, t. 175, fjs. 21-27.
Estas diferencias entre ambos poderes fueron recurrentes. Ya desde el siglo XVII las autoridades
eclesiásticas se quejaban de la actitud asumida por el cabildo secular: Carta al Rey del Cabildo
Eclesiástico de Santiago en la cual se queja del cabildo secular porque no asiste a las fiesta del
tablas, 30 de septiembre de 1665, AASFG, vol. 28, fj. 206; Real Cédula sobre que el cabildo
eclesiástico debe salir a recibir a la Audiencia que iba acompañando la procesión de Nuestra
Señora del Tránsito, El Pardo, 28 de julio de1714, AASFG, vol. 1, pza. 15, ff. 58-59.
El presidente Ustáriz al Rey, Santiago, 5 de enero de 1712. BNBMMss, t. 175, f. 228.
700
En carta de 10 de enero de 1710, la Real Audiencia se manifestó frente a innovaciones en las
procesiones y festividades y el perjuicio que ello generaba en las formas acostumbradas y
dispuestas, por lo que se emitió Real Cédula fechada el 11 de marzo de 1713. Así, esta situación
no recibiría el favor del Rey y sería amonestado por Felipe V por menoscabar a la Real Audiencia
en las procesiones. Real cédula al obispo de Santiago de Chile de 11 de marzo de 1713. AGI,
Audiencia de Chile, leg. 169; BNBMMss, t. 291, pza. 8626, fj. 21.
701
Acta de Cabildo, 2 de septiembre de 1712, en ACS, vol. XLVII, 174-175.

295
50 pesos a cada capitular y de excomunión mayor, y a la que pretendían asistir
algunos actores del Cabildo Eclesiástico contraviniendo lo acordado por el
ayuntamiento. Los cabildantes aducían que no existían antecedentes de
subordinación a la jurisdicción eclesiástica ya que dicha festividad y las otras
convenidas eran un acto devoto y voluntario de la ciudad.702

En la carta pastoral fechada en 12 de enero de 1713 el obispo buscaba


calmar las aguas con el cabildo frente a los desacuerdos por las festividades del 2
de septiembre del año anterior e hizo frente a los desaires que el ayuntamiento
decía haber sido objeto y la inconveniencia de lo acordado en relación con las
festividades. En contestación a dicha pastoral, si bien el cabildo reconocía el
interés del obispo en mantener la paz entre ambas instituciones, se mantuvo firme
respecto a los desaires que motivaron las decisiones sobre las fiestas titulares.
También concluye que “…el voto de la Ciudad para que obligue al subcesor a de
ser por causa racional proporcionada, pero si se hace por temor de tempestades,
granizos, nieblas, pestes y temblores, como se hizo al Glorioso San Saturnino, no
liga a los subcesores.”703

Estas diferencias también se dieron a raíz de conflictos entre las


autoridades eclesiásticas y las órdenes religiosas. Por ejemplo, con la fiesta del
patrón frente a las epidemias, San Sebastián, de 1752, el Cabildo Eclesiástico
decidió no cumplir con el protocolo establecido al negarse a asistir a la iglesia de
La Merced por sus diferencias con aquellos religiosos.704


702
Acta de Cabildo, 26 de noviembre de 1712, en ACS, vol. XXIV, 201-202; Acta de Cabildo, 24 de
enero de 1713, AHCMLA, nº 1, ff. 191r – 201v.
703
El Cabildo, Justicia y Regimiento a V. S. Ilustrísima Obispo, Santiago, 17 de enero de 1712,
Acta de Cabildo, 14 de enero de 1712, en ACS, vol. XXIV, 231
704
Esta celebración se realizaba, según el cabildo secular, de la siguiente manera: “Pasa el cabildo
secular á la yglesia de la merced donde está colocado y lo trae en procesion á la catedral y al
ziguiente es llevado de la catedral á la Merced, con asistencia de ambos cabildos, donde un
prevendado canta la misa y predica un religioso de la Orden, como consta de la Sinodal consultas
de esta yglesia.” Carta del cabildo secular de Santiago a S.M., Santiago, 26 de febrero de 1752,
BNBMMss, t. 187, pza. 4272, fjs. 230r. Para finales del siglo se insistía en el mismo asunto, en
especial, sobre el protocolo de asistencia: cf. Carta al Rei del Dean i Cabildo de Santiago para
pedir resolucion sobre el lugar que debe ocupar en las funciones públicas respecto al cabildo
secular, Santiago, 13 de abril de 1972, AASFG, vol. 29, f. 214.

296
Este tipo de escenarios además estaba inmerso en todo un proceso de
significación que resultaba también de la manera en que se debían celebrar, y
estaba dispuesto con sumo cuidado el papel que desempeñaban todas las
autoridades durante las letanías, desde la vestimenta hasta la posición de cada
participante.705

5.2.2. La demanda popular, la ciudad de Santiago y los avatares de la


celebración

Durante la sesión del cabildo del 29 de julio de 1757, el Procurador de la


ciudad de Santiago, el comisario general don Antonio Gutiérrez de Espejo y
Morillo, dio cuenta del “melancólico clamor del Vecindario por la notoria
sequedad…”, destacando que el problema mayor radicaba en que la falta de
lluvias generaba un escenario de calamidades, como la pérdida de ganado y de
las cosechas y la posibilidad de brotes epidémicos.706 La figura del Procurador era
la representación de los vecinos de la ciudad en el gobierno local y se encargaba,
precisamente, de transmitir sus reclamos frente a cualquier circunstancia ante el
cabildo. De manera que se puede apreciar en las sesiones del cabildo a lo largo
del siglo XVIII que ante circunstancias que amenazaban el bien común, el
Procurador siempre se pronunciaba y más cuando las amenazas
hidrometeorológicas eran de aquellas que afectaban directamente los medios de
subsistencia de la población dependiente de la agricultura.

En este sentido, y como se advierte en las regulaciones indianas, el


mecanismo tradicional empleado para activar las estrategias simbólicas de
protección -como las rogativas públicas- se daba a partir de la petición que
elevaba la población al cabildo a través del Procurador de la ciudad con la
intención de invocar una protección frente a amenazas naturales, en este caso,


705
Real Cédula sobre precedencias en las procesiones y otros actos y sobre varios puntos de
ceremonial, 1636, en CDAS, t. II, 563-564.
706
Acta de Cabildo, 29 de julio de 1757, en ACS, vol. LV, 173.

297
frente a la inclemencia del tiempo que afectaba al ciclo agrícola. Acto seguido, la
ciudad se disponía a realizar los trámites pertinentes y se reunían con los
representantes del clero para que se fijara el tipo de ceremonia y, en algunos
casos, la iglesia donde se practicarían y la fecha. No obstante, el clero regular o
secular también podía iniciar este tipo de acciones, especialmente las secretas.
Este proceso estaba regulado por la monarquía y generalmente eran acuerdos
conjuntos entre ambos estamentos: el civil y el eclesiástico.

Este esquema de acción fue compartido en los territorios de la Monarquía


española en la Península Ibérica y en las Indias Occidentales y es precisamente
por esa homogeneidad en los mecanismos institucionales que estudiosos de la
climatología histórica utilizan las rogativas, incluidas dentro de los proxy-data,
como una de las fuentes de información que mayores datos aportan a este tipo de
investigaciones dado su alto grado de fiabilidad y sistematicidad. En esta línea,
Gustavo Garza Merodio y Mariano Barriendos Vallvé han identificado 4 etapas de
preparación de las rogativas: 1) la notificación de los labradores a las autoridades;
2) la deliberación de las autoridades municipales sobre el tema; 3) la notificación
de los acuerdos tomados a las autoridades eclesiásticas para dar paso a la
ceremonia; 4) el pregón de la rogativa pública. 707 En algunos casos, como en el
Virreinato de la Nueva España, este tipo de ceremonias concentraban la
mediación de otros actores como el virrey fungiendo como filtro de los acuerdos
del ayuntamiento.708

Pero además de la solicitud de las letanías menores, en momentos de


sequías el Cabildo de Santiago, representante del “clamor del vecindario”, también
buscaba incidir en algunas de las normativas eclesiásticas. Para marzo de 1768,
en medio de un brote epidémico y de la carestía de granos y verduras, como
consecuencia de un año de “suma esterilidad y sequedad”, se acordó que el


707
Gustavo Garza Merodio y Mariano Barriendos Vallvé, “El clima en la historia,” Ciencias 51
(1998): 23.
708
Véase Adrián García Torres, “La religiosidad popular frente a las sequías en la ciudad de
México (1700-1760), Temas Americanistas 38 (2017): 47.

298
Procurador General en representación diera cuenta al Obispo del contexto
calamitoso y le solicitara que en vista de “…su acostumbrada justificación y
piedad, se conduela del pueblo, dispensando si lo tuviere por conveniente el que
se coma carne en esta Cuaresma tres días a la semana.” Una medida que ya
había tomada por “…otros Ilustrísimos señores Obispos en otro igual caso…”.709

Más allá de la intención de control y el carácter simbólico revestido en estos


escenarios, no obstante, las ceremonias que se ponían en práctica en estos
casos, así como la liturgia en general de la monarquía, representaban costos
importantes.

La ceremonia desplegada en Santiago se costeaba principalmente con el


fondo de Propios de la ciudad, según queda constancia en los acuerdos tomados
por el cabildo a lo largo del siglo XVIII. Para este fin, el Procurador General debía
presentar los testimonios de los acuerdos tomados por el cabildo y presentárselos
a la Real Audiencia para que confirmase el monto destinado para tal fin.

Para la novena solicitada durante el invierno de 1751 el cabildo comisionó


al Procurador General para que acudiese con el Presidente y los Oidores de la
Real Audiencia con el fin de obtener el monto que se podía gastar en aquel acto,
para lo cual señalaron la cantidad de 125 pesos. 710 Al no lograr los efectos
deseados, la nueva solicitud de novena, ahora a la virgen de la Merced, el 19 de
agosto, también se acompañó con el encargo al Procurador de acordar con la
Real Audiencia la cantidad que usaría de los Propios de la ciudad y, además,
también debía concurrir con la alta jerarquía eclesiástica para que dispusieran de
los “medios mas eficaces a conseguir el fin que se desea.”711

El año de 1771 también fue muy seco; la celebración de dos letanías


menores con un mes de diferencia entre una y la otra desempolvó discusiones
sobre las rentas de la ciudad y el conflicto por el costo de los detalles de este tipo


709
Acta de Cabildo, 9 de mayo de 1768, en ACS, vol. LVI, 176.
710
Acta de Cabildo, 3 de agosto de 1751, en ACS, vol. LV, 79.
711
Acta de Cabildo, 19 de agosto de 1751, ACS, vol. LV, 80.

299
de rituales. El Padre Provincial del Convento La Merced solicitó que se realizase
una rogativa y procesión a la virgen de La Merced, pero la autoridad eclesiástica
indicó que accedería siempre que se garantizase la entrega de la cera a sus 75
religiosos y que una vez concluida la ceremonia el restante del producto se dejase
a beneficio del convento. El Cabildo, en atención a la pobreza de las rentas de la
ciudad y a los gastos que supuso la rogativa y procesión a la virgen del Socorro el
mes anterior, le respondió al cura del convento que la ciudad correría con el gasto
de la cera, pero la misma debería devolverse finalizada la ceremonia. El cruce de
comunicaciones y negativas continuó y el convento insistía en que la cera debía
dejarse, “no queriendo dichos señores omitir medio ni arbitrio de prudencia para
facilitar tan santa obra” 712. La contrapuesta del cabildo fue cubrir la cera de la
ceremonia y contribuir al convento con una limosna de 40 pesos. Esta propuesta
también fue rechazada por el religioso. El diálogo no fue fructífero y las negativas
de los religiosos fueron consideradas como “en menosprecio de este Ilustre
Ayuntamiento”. Por lo que los cabildantes acordaron:

se saque efectivamente en devota procesión a Nuestra Madre y Señora


de Mercedes; Patrona de esta ciudad, el martes a la tarde tercero día
de su festividad, que se costee desde luego por esta ciudad la cera
para los Tribunales para que arda en dicha Iglesia y la necesaria para la
comunidad con la calidad precisa de que el Sindico recoja luego que
concluya la función; que dicho Sindico haga convite a los particulares
en la forma acostumbrada y que para ello el señor Corregidor, por la
urgencia de la materia y no hallarse presente el señor Procurador
general, pase este Acuerdo a la Real Audiencia sin embargo del feriado
para que se apruebe el gasto que se impendiere, y de parte de lo
acordado a Muy Ilustre señor Presidente, Gobernador y Capital
General.713

Nuevas desavenencias se presentaron entre las autoridades civiles y


religiosas en relación con estos eventos extraordinarios. En sesión de 16 de mayo
de 1742, los miembros del cabildo consideraron que se debía realizar una novena
y procesión a Nuestra Señora del Socorro en el convento de San Francisco, pero

712
Acta de Cabildo, 5 de septiembre de 1771, ACS, vol. LVII, 20.
713
Acta de Cabildo, 5 de septiembre de 1771, ACS, vol. LVII, 20-21.

300
que la música y la misa estuviesen a cargo de los prebendados porque, a juicio de
las autoridades civiles, los religiosos del convento no podían oficiarlas en el
novenario (a raíz del Capítulo Provincial celebrado en 1740). El Alguacil Mayor,
Antonio de Espejo, y el Procurador General, José de Ureta, les comunicaron la
propuesta a los religiosos franciscanos para que la aprobaran.714 Los Reverendos
Padres de aquel convento no mostraron ninguna objeción para que se realizara la
novena, pero no tenían ningún interés “en ceder el altar ni la música, porque en su
concepto no tenía impedimento legal que les impidiese celebrar.” 715 Además, el
obispo tampoco mostró disposición en conseguir la colaboración de los religiosos.
Estas discrepancias con los actores eclesiásticos condujeron a que la ciudad
cancelara el novenario. Al final, la muerte del ganado y el miedo por un posible
terremoto no fueron suficientes para superar la desavenencia entre aquellos
poderes.

Pero la ciudad de Santiago, además de cubrir los costos de las rogativas


públicas, también resolvió cubrir total o parcialmente en algunos casos el costo de
estos eventos con iniciativas religiosas particulares. El cabildo en sesión del 25 de
junio de 1777 acordó que se librasen 50 pesos para realizar la rogativa a nuestra
Señora del Rosario en La Chimba.716 Para agosto de 1718, en la iglesia de Santo
Domingo se realizaba una novena a Nuestra Señora del Rosario y se dispuso que
el último día de la misma se sacase en procesión la imagen de la virgen para lo
cual le dieron parte al ayuntamiento para que asistiese y que la misma se hiciere
“con la solemnidad y veneración debida”. El cabildo acordó que cada capitular
llevase la cera que necesitase y que de los propios de la ciudad se costeara la
requerida por los religiosos y tribunales.717

Con la rogativa que se solicitó el 9 de septiembre de 1786 quedó en


evidencia quién surtía de las velas al cabildo para cubrir estas ceremonias. Así, se


714
Acta de Cabildo, 16 de mayo de 1742, ACS, vol. LIV, 36.
715
Acta de Cabildo, 17 de mayo de 1742, ACS, vol. LIV, 37.
716
Acta de Cabildo, 25 de junio de 1777, en ACS, vol. LVII, 120.
717
Acta de Cabildo, 26 de agosto de 1718, en ACS, vol. L, 203

301
encargó que el síndico de la ciudad entregase lo requerido para costear las velas
al Maestro Mayor de cerería, Mariano de Barros, 40 pesos de los propios de la
ciudad y “demas que fuese necesario718

En otros casos, el cabildo accedía a la celebración de las rogativas si había


manera de cubrir el costo de las mismas, como ocurrió en 1736. La sequía, sin
duda, debió ser intensa, ya que desde principios de mayo se solicitó y aprobó una
rogativa a Nuestra Señora del Socorro, la cual debió celebrase.719 Pero un mes
más tarde, para principios de junio, la escasez de agua, las enfermedades y la
muerte del ganado eran críticas, por lo que el Procurador General pidió que se
hicieran dos novenas y procesiones a sus respectivas imágenes, una a Nuestra
Señora del Socorro y otra a la del Rosario. En esta ocasión, sin unanimidad, se
acordó que la solicitud era justa y podían llevarse a cabo siempre que hubiese de
dónde costearlas. 720 Unos días después se deja constancia en las actas del
cabildo que el 16 de junio se celebraría una rogativa, aunque señalan a Nuestra
Señora de La Merced con procesión el 24 del mismo mes.721

A pesar del carácter público de las rogativas, también se dio el caso de que
los vecinos que asistían a dichos actos debían contribuir con la liturgia. Así, en la
novena practicada en mayo de 1718, debido a la esterilidad, se les solicitó a los
vecinos que el día de la procesión en el que se trasladaría la imagen de la virgen
del Socorro a la Catedral, para su alumbramiento asistiesen con la cera a su
costo, porque ellos también necesitaban el socorro de la virgen. No era solo un
problema de bien común, sino también de bien particular, por lo que la ciudad solo
costearía la cera de los religiosos.722

Frente al déficit de los propios de la ciudad en 1725, para la rogativa que se


solicitó para Nuestra Señora del Rosario se acordó que serían los vecinos los


718
Acta de Cabildo, 9 de septiembre de 1786, en ACS, vol. LVIII, 86.
719
Acta de Cabildo, 11 de mayo de 1736, en ACS, vol. LIII, 44.
720
Acta de Cabildo, 8 de junio de 1736, en ACS, vol. LIII, 45.
721
Acta de Cabildo, 15 de junio de 1736, en ACS, vol. LIII, 46.
722
Acta de Cabildo, 14 de mayo de 1718, en ACS, vol. L, 194.

302
encargados de costear la cera, las misas y el sermón.723 En el novenario que se
realizó en 1732, el síndico del convento de San Francisco pidió limosna por las
misas que se realizaron y se le asignó para tal efecto la cantidad de 30 pesos.724

5.2.4. Novenas, rogativas y procesiones pro-pluvia en el siglo XVIII

Las rogativas son parte de un orden litúrgico y están sometidas a una


regulación por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas (véase Cuadro Nº
5). Las rogativas pueden contener procesiones, plegarias, oraciones, misas, es
decir, una serie de rituales destinados a conseguir la ayuda divina a través de
intercesores. La rogativa, cuando se trataba de interceder por el bienestar de la
población, normalmente se conformaba por un novenario de misas cantadas y una
procesión el último día; también se daban casos en los cuales solo se salía en
procesión y concurrían toda la población, las cofradías y sus estandartes y las
órdenes religiosas. El novenario se realizaba a santos patronos determinados y la
imagen de los mismos se sacaban el día de la procesión hasta la parroquia, donde
se realizaba la última misa para luego regresarlos al lugar donde reposaban.

El ritual de las procesiones públicas extraordinarias se ajustó en gran


medida al de procesiones de Semana Santa, y aplicaba el mismo procedimiento
para aquellas rogativas públicas convocadas para garantizar la paz del imperio.725
Este ritual, a partir del siglo XVII, paulatinamente fue tomando expresiones más
barrocas.726 Por lo general, las rogativas en Santiago se presentaron bajo la figura
de novenas con procesión el último día y contaban con la participación de las
autoridades civiles y las eclesiásticas, así como con las órdenes religiosas en
muchos casos, porque ello garantizaba una mayor solemnidad y, por ende, una
mayor garantía de éxito en la ayuda. En casos considerados graves se realizaban

723
Acta de Cabildo, 27 de julio de 1725, en ACS, vol. LI, 157.
724
Acta de Cabildo, 12 de septiembre de 1732, en ACS, vol. LII, 152.
725
Valenzuela, Liturgias del poder, 166.
726
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda, “Religiosidad y rituales hispanos en América ante los
desastres (siglos xvi-xvii): las procesiones,” Revista de Historia Moderna 35 (2017): 85-86

303
las procesiones rogativas de sangre, en las cuales estaba presente la flagelación,
aspecto característico de la devoción barroca penitencial.727

Otras manifestaciones, además de las procesiones rogativas, en algunos


casos de sangre, fueron los conjuros y exorcismos. Las procesiones de sangre,
por su parte, se dieron en escenarios catastróficos o eventos prolongados, así que
las penitencias de la población tenían el objetivo de derramar sangre.728 Este tipo
de rogativa encontraba en la sangre el punto de coincidencia con la cosmovisión
indígena.729

La presencia de las diversas manifestaciones litúrgicas nombradas también


dan cuenta de la gravedad de aquellos eventos asociados a amenazas naturales
recurrentes. Con la sequía de 1791 se publicó un auto por medio del cual el obispo
Blas Manuel Sobrino y Minayo mandó que todos los religiosos ofrecieran en las
misas la oración ad petendam pluviam con el fin de implorarle al cielo que
intercediera frente aquel escenario de sequedad, muerte de ganado y peligro de
enfermedades. En caso de que no surtiera los efectos deseados, se reservaba
igualmente la posibilidad de convocar a una rogativa pública:

En la ciudad de Santiago de Chile en doce dias del mes de mayo de mil


setecientos noventa y un año el ilustrísimo Señor doctor Don Blas
Sobrino y Minayo obispo de esta Santa Iglesia Catedral del Consejo de
S. M. Mi Señor dixo que en atencion a la gran seca y extraordinaria
falta de lluvias que se experimenta en esta capital, y toda la Diocesis,
con notable perjuicio de los sembrados, y de los ganados, que ya,
segun ha entendido S.S.Y se empiezan a morir por esa causa, de lo
qual igualmente puede temerse con grave fundamento se origine
alguna peste general que ocasione la muerte de muchos racionales, y
otros daños que en semejantes casos suelen sobrevenir; deseando
como desea S.S.Y ocurrir en tiempo á estos lamentables estragos, y no
hallando en lo humano arbitrio, ni medio para precaverlos, debia
mandar y mandaba, que desde el dia de mañana trece del corriente, se

727
Valenzuela, Liturgias del poder, 167.
728
Frente a la erupción del volcán en 1582 Pichancha, la población de la ciudad de Quito organizó
rogativas de sangre, por ejemplo. Petit-Breuilh Sepúlveda, “Religiosidad y rituales hispanos en
América ante los desastres (siglos xvi-xvii): las procesiones,” 92-93.
729
Petit-Breuilh Sepúlveda, “Religiosidad y rituales hispanos en América ante los desastres (siglos
xvi-xvii): las procesiones,” 105

304
añada por todos los sacerdotes asi seculares como regulares en el
Santo Sacrificio de la Misa la oracion ad petendam pluviam, de que usa
Nuestra Madre Iglesia para implorar de la Divina magestad el beneficio
de las aguas, quando hay como al presente, necesidad urgente de
ellas; y a fin de que llegue a noticia de todos se hiciese saber en primer
lugar al venerable Dean y Cabildo de esta su Santa Iglesia, y a los R.R.
Padres Prelados de las Sagradas Religiones, fijandose edictos en las
sacristias y lugares acostumbrados para que lo entienda el resto del
clero, y que se avise oportunamente á todos los curas del Obispado
para que lo hagan saber a los eclesiásticos que existan en sus
respectivas doctrinas, reservando, como reserva S.S.J. providenciar lo
conveniente sobre alguna Rogativa Pública dirigida al mismo objeto, en
el caso de que por medio de la expresada oracion, no alcanzemos
todavia de la Divina Misericordia el consuelo que se le pide.730

En los rituales destinados a pedir la intercesión de alguna divinidad queda


constancia en la petición que hace el Procurador General, Antonio Gutiérrez de
Espejo, para la proceso y novena a San Isidro Labrador en 1754 que el Corregidor
se encargue de convocar la limpia de las calles y la disposición de los adornos
necesarios, entre ellos los arcos portátiles, para la procesión del santo. De igual
manera, solicitó que “por la mayor parte de los barrios mas públicos se avisen
poniendo en sus esquinas carteles…”731 También en algunas se le solicitaba al
Escribano que colocara carteles en la plaza para que los vecinos pudiesen asistir
el último día a la procesión con la imagen de la virgen o el santo. Así se hizo
solicitud expresa frente a la petición de novena a la virgen del Socorro en mayo de
1757.

En algunos casos, se solicitaba que acudiesen todos los miembros del


cabildo, como ocurrió con la solicitud de novena y procesión a San Isidro Labrador
Procurador en julio de 1757. Los cabildantes, de manera unánime acordaron, que
“… se haga una devota rogación a dicho Glorioso Santo y que para esto vaya todo
el respetable cuerpo de este Ilustre Cabildo los nueve días de la Novena al propio


730
Auto del señor Sobrino i Minayo para que se dé en la misa la oración ad petendam pluviam por
una sequedad, Santiago, 12 de mayo de 1791, AASFG, vol. 13, pza. 27, f. 83.
731
Petición de Antonio Gutiérrez de Espejo en Acta de Cabildo, 30 de julio de 1754, en ACS, vol.
LV, 116.

305
templo del Santo para obligarle más con este corto merito”732. La liturgia terminaría
con una procesión y cada día de la novena con una misa cantada por el señor
Dean de la Iglesia Catedral; las comunidades religiosas según la antigüedad
serían convocadas por los regidores don Antonio de Águila y don Juan Ignacio de
Goycolea y se encargarían de lo dispuesto por el Cabildo en cuanto a la asistencia
del clero eclesiástico en las ceremonias a San Isidro.

Como se mencionaba anteriormente, la solemnidad de las ceremonias


resultaba directamente proporcional a la intercesión de la divinidad, así queda
reflejado en la novena y procesión a Nuestra Señora del Socorro en junio de 1758
que se realizó para el día 14 de dicho mes en el Convento de San Francisco:

…y que para obligar mas a la soberana Reina y que se logren como ya


se han visto en igual conflicto los favorables efectos de su poderoso
patrocinio, el vecino que pudiere concurra el día de la procesión con
Vela en mano, para que de este modo sea mas meritoria la obra y mas
solemne la función…733

En muchas ocasiones los novenarios se acompañaban el último día de una


procesión de la imagen hacia la Catedral, día en el que se solicitaba la presencia
de la Real Audiencia y del Obispo. De esta manera quedó reflejado en el cabildo
extraordinario del 3 de agosto de 1769 celebrado con el fin de acordar una novena
a la Virgen del Socorro por la falta de lluvias que se sufría.734

Se acordó en cabildo del 19 de agosto de 1774 la solicitud al gobernador de


bando para que el tiempo que durase la misa y novena se cerrasen “…las tiendas
de mercancías, de oficios mecánicos, pulperías y bodegones, para que estos
individuos asistan a ella”.735

Para 1786 el cabildo solicitó rogativas para dos santos, con un mes de
diferencia aproximadamente entre ellas. Se decidieron primero por San Isidro
Labrador y luego por Nuestra Señora del Socorro. Con la primera rogativa se pidió

732
Acta de Cabildo, 29 de julio de 1757, en ACS, vol. LV, 173.
733
Acta de Cabildo, 9 de junio de 1758, en ACS, vol. LV, 203
734
Acta de Cabildo, 3 de agosto de 1769, en ACS, vol. LVI, 193.
735
Acta de Cabildo, 17 de agosto de 1786, ACS, vol. LVIII, 84-85.

306
que se trasladase la imagen del santo desde su iglesia parroquial hasta la
Catedral. Además, el vecino de la ciudad don Pedro del Villar manifestó al cabildo
su interés en fungir como mediador con los habitantes de la ciudad para pedir las
limosnas del platillo.736 Acorde con la buena acogida que mostró la institución a la
propuesta, se comisionó a don Juan Domingo Tagle para que se pusiera de
acuerdo con los serenos 737 para concertar “…la cera que sea necesaria para
repartir a los señores Prebendados y al clero y señores del Cabildo Secular…”738

En la mayoría de los casos, las novenas precedían la procesión, la cual


quedaba para el último día; en pocos, como ocurrió para 1754, se acordó que la


736
Según una de las entradas en el Diccionario de Autoridades, el platillo correspondía a “Se llama
tambien el extraordinario que dán a comer a los Religiosos en sus Comunidades los días festivos,
además de la porción ordinaria.” Tomo V, 1737. http://web.frl.es/DA.html
737
Los serenos eran los encargados de realizar rondas nocturnas por las calles con el fin de evitar
robos y desórdenes, así como dotar del alumbrado público. También estaba encargados de dar
cuenta en momentos de emergencia como el caso de incendios y de ofrecer ayuda a quien lo
necesitase; asimismo anunciaban la hora y daban detalles sobre las condiciones atmosféricas. El
origen de este cuerpo se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII en la corte de Madrid, oficio
que otrora había estado en manos de los alcaldes de corte y sus alguaciles. Para 1765 por orden
real se creó el cargo de Director de Policía por lo que las actividades de alumbrado pasaron a ser
dependientes de esta dirección. Posteriormente, con la división en cuarteles de las ciudades por
disposición de Carlos III en 1768 el orden de los distritos quedó bajo el cuidado de los alcaldes de
barrio. Ya para 1782 se dieron las bases de la Superintendencia General de Policía. Los relatos de
viajeros de finales de esta centuria son los que dan una idea de este tipo de personas, centinelas
nocturnos para el caso de Valencia en los primeros años de 1770. Sería, sin embargo, para 1797
que se crearía el Cuerpo de Serenos de Madrid. Para el caso de las colonias de ultramar, la ciudad
de México introdujo el alumbrado y la figura de los serenos. Los alguaciles de la Junta de Policías
establecida en Santa Fe de Bogotá en 1791 fueron llamados por la población como serenos y para
el caso de Quito el decreto de formación de un cuerpo de serenos se promulgó para 1799. Por su
parte, el barrio de Montserrat en Lima, bajo el mandato del virrey Gabriel de Avilés (1801-1806) se
organizó un primer grupo de serenos y bajo la organización del virrey José Fernando de Abascal.
Para el caso de Chile, según Benjamín Vicuña Mackenna remontan sus orígenes a la gestión del
gobernador interino Tomás Álvarez de Acevedo en 1780 por medio de un decreto emitido el 5 de
septiembre de ese año. Si bien algunos historiadores como Diego Barros Arana o Diego Miranda
han suscrito esta fecha para su creación, otros como Daniel Palma ALvarado son más propensos a
pensar que la creación de los serenos en Santiago surge a partir de la introducción del alumbrado
público en 1795 a juzgar por la creación de los mismos en regiones con mayor peso, como el caso
de los virreinatos, en fechas posteriores. Cf. Benjamín Vicuña Mackenna, Historia crítica y social de
la ciudad de Santiago, tomo II (Valparaíso: Imprenta del Mercurio, 1869) 248; Daniel Palma
Alvarado, “Los cuerpos de serenos y el origen de las modernas funciones policiales en Chile (siglo
XIX),” Historia (Santiago), 49, 2 (2016): 512-517. Sin embargo, en esta sesión del cabildo del 17 de
agosto de 1786 se puede apreciar que se hace referencia a los serenos desde un discurso
institucional.
738
Acta de Cabildo, 17 de agosto de 1786, en ACS, vol. LVIII, 85.

307
imagen de San Isidro se trasladase en procesión a la catedral y luego se diese
inicio a un novenario con misa cantada.739

Para el siglo XVIII, en la ciudad de Santiago, el acervo de vírgenes y santos


a los que se les pidió la intercesión para garantizar las aguas lluvias estuvo
dominado por la Virgen del Socorro, pero también contó con la utilización de otros
santos y vírgenes que tenían una gran acogida en la metrópolis, como eran San
Isidro y el Apóstol Santiago, patrón, además, de la ciudad. Nuestra Señora de La
Merced y del Rosario circularon en las novenas y procesiones, especialmente,
cuando la primera opción no había cumplido con los efectos deseados y por haber
probado, con anterioridad, como en el caso de La Merced, su calidad benefactora.

Para el año de 1709, el Comisario General, don Pedro José de Leyba,


Alcalde Ordinario de la ciudad de Santiago, propuso que se debía concurrir al
amparo divino porque la falta de lluvias ocasionaba destrozos en la siembra y en
los pastos -como ocurría ese año- y además provocaba pestes y la muerte de los
ganados. En este contexto, el Cabildo acordó que se “…que se haga una novena
a la Virgen Santísima del Socorro, en el Convento del señor San Francisco, para
que interceda con su divina magestad la mejora de este trabajo que se
esperimenta”740

También para la sequía de 1718 se recurrió a Nuestra Señora del Socorro


en mayo de ese mismo año ya que, según el cabildo, en otras oportunidades “por
cuya intersección y patrocinio ha experimentado esta ciudad en muchas ocasiones
el alivio de la común necesidad y escasez”, así se propuso una novena costeada
con los Propios de la ciudad y con la asistencia de todo el Cabildo. 741 Días


739
Acta de Cabildo, 30 de junio de 1754, en ACS, vol. LV, 116-117.
740
Acta de Cabildo, XLVI de julio de 1709, en ACS, vol. XLVI
741
Acta de Cabildo, 6 mayo de 1718, en ACS, vol. L, 193.

308
después el cabildo solicitó igualmente que junto con la novena que se realizaba se
sacase en procesión a la Iglesia Catedral el último día.742

En la sesión del cabildo del 3 de agosto de 1751, el Procurador general


acompañó con testimonio del Escribano Público y Real, don Juan Bautista Borda,
una solicitud para realizar una novena a la Virgen del Socorro, a raíz de la falta de
agua. El tenor de este pedimento se argumentó a través de la memoria de eventos
y contextos similares en la historia reciente de la ciudad. Se hizo referencia al
milagro que consideran se vivió en 1743, un año de invierno sin lluvias que
ocasionó muchas muertes en la ciudad como resultado del tabardillo y muerte de
ganados mayores y menores. Por todo ello se realizó una novena a dicha virgen y
en el medio del acto de la procesión tuvo lugar un “copioso aguacero”.743 Para
1751 se estaría presentando una situación similar producto de la escasez y la
esterilidad, por lo que se buscaba que -a través de la nombrada advocación
mariana- la Divina Providencia enviase las aguas necesarias “…así para la salud
de los vivientes, como para fertilizar los campos de cuya fertilidad resultaba el
diario alimento de los religiosos y religiosas de los monasterios.” 744 A estos
religiosos se les pidió que llevasen a cabo una rogativa por medio de una novena
en el convento de San Francisco donde se localizaba la imagen de dicha virgen.

Esta novena se realizó según queda constancia en la sesión del 19 de


agosto de dicho año, pero la misma no rindió los frutos esperados, por lo que el
clamor general de la ciudad pedía otra novena, esta vez a la virgen de la Merced y
ya no solo para la llegada de las aguas sino también para evitar que surgiera “…la
peste que se recelaba por la experiencia que se tiene de los años secos a
sobrevenido a esta dicha ciudad.”745 Los votos en el cabildo fueron favorables y
unánimes y se acordó que el último día se sacase en procesión la imagen de la


742
Acta de Cabildo, 14 de mayo de 1718, en ACS, vol. L, 194. En el acta se señala Nuestra Señora
del Rosario, pero creemos que debió ser una confusión y se trata de Nuestra Señora del Socorro,
cuya novena había sido pautada para el día nueve de ese mes.
743
Acta de Cabildo, 3 de agosto de 1751, en ACS, vol. LV, 78.
744
Ibídem, 79.
745
Acta de Cabildo, 19 de agosto de 1751, en ACS, vol. LV, 80.

309
virgen.

El miedo a los brotes de enfermedades producto de la escasez era


constante; el invierno de 1753 se señaló como seco y las lluvias no se habían
presentado cuando ya finalizaba el período, por lo que la ciudad esperaba “mayor
calamidad por la sequedad de la tierra” ya que no se producirían los frutos
necesarios para el abastecimiento. Se pidió, una vez más, novena y procesión a
Nuestra Señora del Socorro “…para que por medio de su intersección consiga con
Nuestro Señor Jesucristo permita las nubes den agua a esta ciudad y sus partidos
así para vivificar, los cuerpos humanos como para que se fertilicen los campos.”746

En este ambiente de recurrentes sequías a lo largo de la década de 1750,


aparece en escena por segunda vez en lo que iba de siglo, la imploración a San
Isidro Labrador que, como bien reconoce el cabildo, era uno de los interceptores
utilizados en la metrópoli.747 Se hizo la petición en el cabildo del 30 de julio de
1754 de que se sacara en procesión hasta la Catedral la imagen de San Isidro,
donde por término de nueve días debía llevarse a cabo la novena y misa cantada.
Para tal efecto el cabildo nombró al Maestre de Campo don Gabriel de Ovalle,
Alcalde ordinario de primer voto, y a don Mateo de Toro, Regidor, para que
gestionaran la ceremonia y solicitasen al obispo la licencia necesaria para el
traslado del santo.748 Esta ceremonia religiosa confirió los resultados esperados,
según el cabildo, razón por la cual el año siguiente, estando nuevamente
desprovistos de las lluvias necesarias de invierno, se pidió que se realizase
nuevamente la liturgia al patrón de las aguas, al glorioso San Isidro.749 Se acordó
que este se iniciaría el 8 de septiembre de ese año, y para ello se pidió que don

746
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1753, en ACS, vol. LV, 97. Acta de Cabildo, 30 de julio de
1754, en ACS, vol. LV, 116.
747
Acta de Cabildo, 30 de julio de 1754, en ACS, vol. LV, 116.
748
Ibídem, 117.
749
“Que le parecía conveniente a la piadosa devoción que acredito este Ilustre Cabildo y
Ayuntamiento que por la Justicia Divina a puesto a esta ciudad y su comarca en las mismas
circunstancia de necesidad por razón de la seca: que se implorase la Divina Misericordia mediante
el patrocinio del dicho Glorioso Santo haciéndosele su novenario autorizado cada día con las
comunidades de esta capital yendo estas a celebrarle misa Solemne según sus antigüedades y
concluyendo con una procesión devota.” Acta de Cabildo, 27 de agosto de 1755, en ACS, vol. LV,
132.

310
Pedro Andrés de Azagra, Alcalde de segundo voto, y don Gerónimo de Herrera,
Regidor de Moradores, informaran con los oficios correspondientes al Obispo,
Provisor y Vicario General, a los Reverendos Prelados de las Religiones y al resto
de las instituciones de que hubiesen de asistir a la ceremonia devota.

También para 1757 se pediría la intercesión de San Isidro Labrador. En


este caso pueden apreciarse las desavenencias entre los poderes civiles y
eclesiásticos en torno a los procesos litúrgicos. La primera solicitud la realizó el
cabildo secular en julio de ese año, escogiéndose en ese caso la misma iglesia del
santo para llevar a cabo una novena con misa cantada cada día y el último día se
sacase en procesión.750 Por su parte, unos días después, en agosto, los miembros
en sesión del cabildo eclesiástico propondrían que se sacase la imagen del santo
en procesión hasta la Catedral y acto seguido se empezase una novena pública.
Los prebendados estaban al tanto de la solictud que había hecho el ayundamiento
y que les hicieron llegar, asi que la propuesta que hacían se utilizaría, al mismo
tiempo, como respuesta a los capitulares de Santiago, pero dejaron en claro que
en cuanto a la solicitud de misión y sermones solo podía asistir el corregidor ya
que la iglesia no contaba con el espacio suficiente para recibir a todo los
habitantes de la ciudad o bien que aquellos actos litúrgicos se hiciesen en la
puerta de la iglesia solo si el cabildo secular estaba de acuerdo. 751 Tres días
después, el 4 de agosto, Juan José de Tobillas, Secretario del Cabildo
Eclesiástico, certificó que lo propuesto no se realizó ya que no fue aceptado por el
ayuntamiento quienes decidieron llevarlo a cabo como ya lo tenían previsto.

Tras un fallido intento, los prebendados resolvieron que utilizarían a la


patrona de la Catedral, Nuestra Señora de la Victoria, para lo cual propusieron una
novena rogativa y que el 12 de agosto de ese año saliese en procesión y se
culminase con un sermón, comunicaron lo acordado a las autoridades
competentes para su aprobación. Estas actividades sí se realizaron, según queda
constancia para el año de 1759 donde también el cabildo catedralicio recurriría a

750
Acta de Cabildo, 29 de julio de 1757, en ACS, vol. LV, 173.
751
Acta de Cabildo, 1 de agosto de 1757, AHCMLA, nº II, ff. 175r-176r.

311
Nuestra Señora de la Victoria.752

Al igual que para mayo de 1757, aparece la virgen del Socorro nuevamente
en medio de la esterilidad del año de 1758. Entonces, en las vísperas del invierno
el cabildo de Santiago buscó remediar los efectos que la falta de lluvias podía
ocasionar en la población en el plano económico, con la mortandad del ganado y
la pérdida de las cosechas, en el plano social, con la falta de mantenimientos y en
el plano de la salud pública, el más temido, por los brotes epidémicos. Debía
asistir el cabildo pleno; la novena se realizaría en la iglesia del Convento Grande
de Nuestro Padre San Francisco y se solicitaba la asistencia de los vecinos a
partir de carteles en la Plaza Mayor.753

Para junio de 1765 se experimentaba “…gran sequedad y falta de lluvias


estando el tiempo tan avanzado en grave perjuicio de la salud y de los vecinos
hacendados…”,754 por lo que el Cabildo solicitó que se realizase una rogativa y
procesión pública a Nuestra Señora de la Victoria. Se pedía que concurriesen los
vecinos y la Real Audiencia. También se comisionó al Dean de la Catedral para
que fijase la fecha de la novena. Ya esta virgen, había sido convocada por el
Cabildo Eclesiástico para 1757 y 1759, su eficacia milagrosa fue certificada por el
secretario del cabildo, Juan José Tobilla, ya que les otorgó el beneficio de las
lluvias tras las novenas y rogativas que se le realizaron.755

Para agosto de 1771, la falta de precipitaciones preocupaba a la ciudad de


Santiago por los daños ocasionados en el campo y sus nefastos efectos grabados
en la memoria colectiva entre la sequedad del tiempo y las epidemias. En esta
ocasión se reunieron para convocar una novena y procesión a la Virgen del
Socorro y se acordó solicitarle a los religiosos del convento de San Francisco la
fecha para dar inicio al novenario.756 Las plegarias en ese entonces no surtieron
los efectos esperados porque un mes después, en sesión del cabildo del 5 de

752
Acta de Cabildo, 5 de agosto de 1757, AHCMLA, nº II, ff. 176v-177v.
753
Acta de Cabildo, 9 de junio de 1758, en ACS, vol. LV, 203.
754
Acta de Cabildo, 21 de mayo de 1765, en ACS, vol. LVI, 143.
755
Acta de Cabildo, 5 de abril de 1759, AHCMLA, nº 2, ff. 185v-186r.
756
Acta de Cabildo, 3 de agosto de 1771, en ACS, vol. LVII, 18.

312
septiembre, se da cuenta de la consternación que reinaba en los ánimos de los
habitantes de la ciudad de Santiago por “la seca y esterilidad que experimenta en
sus campos”, así como también de los brotes de las temidas enfermedades que
habían comenzado a aparecer. Por ello, el cabildo decidió recurrir a la “protección
y amparo de Nuestra Madre y Señora de las Mercedes”, quien había sido elegida
como Patrona jurada de la ciudad y abogada de las pestes y terremotos a través
de una procesión por las calles.

Ya había ocurrido un escenario similar en 1725. Desde el mes de abril la


ciudad se mostraba preocupada por el problema de la escasez de agua producto
de la seca y de la alta demanda de agua de la población, frente a ello y a lo
calamitoso que venía el tiempo, decidieron en sesión de 25 de mayo hacerle una
novena a Nuestra Señora del Socorro. Pero, para a finales de julio persistía aquel
escenario por lo que esta vez apostaron por una rogativa a Nuestra Señora del
Rosario y para que fuese más efectivo convocaron a la comunidad de religiosos
de Santo Domingo para que asistiesen y al cabildo eclesiástico para que cargarse
la imagen, como era costumbre para las fiestas votadas de la ciudad.757

Dos años después, en 1727, también se decidió hacer una novena para el
socorro con “plubia” al Apóstol Santiago, aunque luego se solicitó nuevamente
novena acompañada, además, de procesión, pero recurrieron esta vez a Nuestra
Señora del Socorro.758

La Virgen del Socorro para 1772 es Patrona de las Aguas de la ciudad de


Santiago y se venera en el Convento de San Francisco. En sesión del 23 de junio
de ese año el cabildo acordó hacer rogativa por la falta de lluvias y por la
esterilidad de los campos y la mortandad del ganado. En la reunión se acordó
directamente la fecha para el comienzo de la ceremonia, el 27 de ese mes, y
solamente se acordó que el Procurador General comunicara lo correspondiente a


757
Acta de Cabildo, 25 de mayo de 1725, en ACS, vol. LI, p. 148; Acta de Cabildo, 27 de julio de
1725, en ACS, vol. LI, 157.
758
Acta de Cabildo, 4 de julio de 1727, en ACS, vol. LI, 275; Acta de Cabildo, 5 de septiembre de
1727, en ACS, vol. LI, 278.

313
la Real Audiencia para la aprobación del gasto.759

Cuadro Nº5. Relación de rogativas, procesiones y manifestaciones devotas por el


agua en la ciudad de Santiago durante el siglo XVIII

Año Tipo Fecha de Institución Virgen o Liturgia


solicitud Santo

1709 Rogativa y 26 de julio Cabildo de Nuestra Convento de San


novenario Santiago Señora del Francisco
Socorro

1717 Novena y Cabildo de Nuestra Debía concurrir todo


Santiago
procesión Señora del el Cabildo
Socorro Traslado de la
imagen a la
Catedral

1718 Novena 6 de Cabildo de Nuestra Todo el cabildo


Santiago
Y mayo Señora del Vecinos
procesión 14 de Socorro
mayo

1718 Novena y Agosto Cabildo de Nuestra ---


Santiago
procesión Señora del
Rosario

1720 Procesión Septiembr Cabildo de Nuestra Cabildo de Santiago


Santiago
e Señora del
Rosario

1725 Novena 25 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
mayo Señora del
Socorro


759
Acta de Cabildo, 23 de junio de 1772, en ACS, vol. LVII, 50.

314
Rogativa 27 de julio Cabildo de Nuestra
Santiago
Señora del
Rosario

1727 Novena 4 de julio Cabildo de Apóstol A realizarse en la


Santiago
Santiago Catedral

Novena y Septiembr Cabildo de Nuestra Asistencia de la


Santiago
procesión e Señora del Real Audiencia,
Socorro obispo y religiones

1732 Novena 21 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
junio Señora del
Socorro

1733 Novena 17 de julio Cabildo de Nuestra ---


Santiago
Señora del
Socorro

1736 Novena 11 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
mayo Señora del
Socorro
Cabildo de Nuestra Concurrir todos los
Santiago
Señora del tribunales, el
Socorro Presidente, Real
Novena y 8 de junio Audiencia y Obispo
procesión Cabildo de Nuestra
Santiago
Señora del
Rosario

1740 Novena 22 de Cabildo de San Isidro ---


Santiago
septiembr Labrador
e

1741 Novena Cabildo de Apóstol ---


Santiago
Santiago

1742 Novena 16 de Cabildo de Nuestra No se celebró


Santiago
mayo Señora del

315
Socorro

1743 Rogativa y 9 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
procesión mayo Señora del
Socorro

1751 Novena, 3 de Cabildo de Nuestra Convento de San


Santiago
rogativa y agosto Señora del Francisco
procesión Socorro

Novena y 19 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
procesión agosto Señora de
la Merced

1753 Novena y 13 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
procesión agosto Señora del
Socorro

1754 Procesión, 30 de julio Cabildo de San Isidro ---


Santiago
novena y
misa
cantada

1755 Novena y 27 de Cabildo de San Isidro Que al novenario


Santiago
procesión agosto asisitiesen las
comunidades
religiosas de la
ciudad a celebrarle
misa solmene de
acuerdo con la
antigüedad

Novena, 17 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
procesión mayo Señora del
Socorro

316
Novena, 29 de julio Cabildo de San Isidro Debían asistir todos
Santiago
procesión, Labrador los cabildantes los
sermones nueve días a la
y misa Iglesia de San
cantada Isidro. La misa
cantada se debía
realizar todos los
1757
días, comenzando
por el Deán de la
Catedral y luego por
las comunidades
religiosas de
acuerdo con su
antigüedad

Procesión 1 de Cabildo San Isidro Se debía llevar la


y novena agosto Eclesiástico Labrador imagen del santo
hasta la Catedral y
en ella se realizase
una novena. No se
realizó.

Novena, 5 de Cabildo Nuestra ---


rogativa, agosto Eclesiástico Señora de
Procesión la Victoria
y sermón

Novena y 9 de junio Cabildo de Nuestra Debía asistir el


Santiago
1758 procesión Señora del cabildo pleno y los
Socorro vecinos que
pudiesen con vela
en mano

Novena 28 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
junio Señora del
Socorro
1759
Procesion 4 de Cabildo de Nuestra
Santiago
septiembr Señora de

317
e la Merced

Novena y Cabildo Nuestra Se intentó sacar la


rogativas Eclesiástico Señora de imagen en
la Victoria procesión.

1765 Rogativa 21 de Cabildo de Nuestra Asistencia de


Santiago
pública y mayo de Señora de ambos cabildos
procesión 1765 la Victoria

1768 Novenario 30 de julio Cabildo de Nuestra Asistencia del


Santiago
de 1768 Señora del cabildo
Socorro

1769 Novena y 3 de Cabildo de Nuestra A celebrarse en la


Santiago
procesión agosto de Señora del Iglesia de San
1769 Socorro Francisco con
procesión de la
imagen el último día
a la Catedral,
siendo este último
día la asistencia de
la Real Audiencia y
al Obispo

1771 Novena y 3 de Cabildo de Nuestra A celebrarse en la


Santiago
procesión, agosto de Señora del Iglesia de San
sermón 1771 Socorro Francisco. Se
solicitó a cura de
dicha iglesia para
que estableciese el
día de inicio del
Novenario, el cual
concluiría con
sermón y procesión.

Rogativa, 5 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
Procesión septiembr Madre y
e Señora de
las

318
Mercedes

1772 Rogativa 23 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
junio Señora del
Socorro

1773 Novena, 9 de julio Cabildo de Nuestra Asistencia de los


Santiago
rogativa y Señora del señores capitulares.
procesión Socorro L ultimo día de la
procesión asistencia
del Presidente y
señores de la Real
Audiencia

1774 Rogativa, 19 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
misa y agosto de Señora del
novena 1774 Socorro

1777 Rogativa y 25 de Cabildo de Señor de la Se sacasen las


Santiago
procesión junio Agonía imágenes en
con Nuestra procesión
imagen Señora del
Rosario (La
Chimba)

1781 Rogativa 18 de Cabildo de Nuestra Asistencia del


Santiago
pública y mayo Señora del Cabildo y del
solemne y Socorro vecindario en el
procesión convento de San
Francisco

1782 Rogativa y 5 de junio Cabildo de San Isidro La procesión iría


Santiago
procesión Labrador desde la iglesi
donde se
encontraba san
isidro labrador hasta
la catedral

Misa 17 de Cabildo de San Isidro Asistencia del


conventual, cabildo a la misa

319
novenario, agosto Santiago Labrador conventual, la
sermón y imagen se debía
procesión trasladar a la
1786 Catedral

Procesión 9 de Cabildo de Nuestra ---


Santiago
y rogativa septiembr Señora del
e Socorro

1790 Rogativa, 19 de Cabildo de Nuestra Asistencia del


Santiago
novenario agosto Señora de cabildo y el
y procesión Mercedes vecindario. Se
acompañó la
procesión de la
imagen de la virgen
con la del patriarca
San Pedro nolasco

1791 Rogativa y 7 de junio Cabildo de Nuestra ---


Santiago
procesión Señora del
Rosario

1797 Procesión 19 de Cabildo de San Isidro ---


Santiago
rogativa junio
Elaboración propia. Fuentes: ACS, vols. I, XIII, XVII, XXI, XXIV, XXV, XXX, XXXI,
XXXII, XXXIII, XXXVIII, XL, XLIII, XLIV, XLVI, XLVII, L, LI, LII, LIII, LIV, LV, LVI, LVII, LVIII,
LIX / AHCMLA, nº 2.

Para el año de 1777 aparece en la escena el Señor de la Agonía del


convento de San Agustín por la escasez de lluvia que se experimentaba durante la
época de invierno. Pero, además, también aparece reflejado en las fuentes la
necesidad que tenía La Chimba de realizar rogativa a Nuestra Señora del Rosario.

Para 1786 los vecinos de Santiago se quejaban de la sequedad que


padecía la ciudad; frente a la inutilidad del “medio o arbitrio humano” para resolver
los efectos de la escasez de agua, los cabildantes pensaron que debían implorar a

320
alguna advocación. Por acuerdo unánime eligieron a San Isidro Labrador como
patrón “en la angustia y necesidad que se padece”. Se dispuso el traslado del
santo a la Catedral para el 19 de agosto de ese año a las tres de tarde “con la
debida decencia y luces en las manos”760

Estos rituales religiosos se utilizaban también como mecanismos


preventivos.761 En la sesión del Cabildo de Santiago de 21 de junio de 1732 se
acordó que se realizara un novenario a Nuestra Señora del Socorro “por la seca
que se estaba experimentando”, pero indicaron que se realizase aun si la ciudad
se viera beneficiada con las lluvias, como ya había ocurrido. 762 De hecho, en
septiembre de ese mismo año, se debatió sobre el remate del puente Maipo y se
advirtió que “dicho río iba abundando en agua”763 Pero en otras circunstancias,
como para 1734, la ciudad había decidido ejecutar una novena a la misma virgen,
pero como el motivo para lo cual se le imploraría había cesado, se suspendió el
ritual, si bien se mantuvo la posibilidad de que volviera a solicitarse si pasaban
muchas semanas sin llover.764

Una situación parecida se observa en 1760. Tras un verano ruinoso la


población de Santiago sufría las consecuencias de un violento brote epidémico y
una crítica escasez de legumbres y verduras, frente a esta situación atribuida a la
sequedad del tiempo el Cabildo de Santiago decidió que se hiciera una novena y
procesión a Nuestra Señora del Socorro, ya que tal y como estaba la situación no
se podía esperar otra cosa que “más agudas y violentas enfermedades”,765 y un

760
Acta de Cabildo, 17 de agosto de 1786, en ACS, vol. LVIII, 84.
761
En el Diccionario de Autoridades se pueden encontrar dos acepciones que se ajustan al sentido
en el que acá se utiliza: “PREVENCIÓN. s. f. La preparación y disposición de alguna cosa, que se
hace anticipadamente, para evitar algún riesgo, o para executar qualquiera otra cosa.
Latín. Praeparatio. Apparatus. PALAF. Conq. de la Chin. cap. 22. Se les puede tener lástima de
sus prevenciones inútiles, para impedir el passo de su tierra a los Christianos. M. AGRED. tom. 1.
num. 147. El Exodo contiene lo que sucedió en Egipto ... la salida y tránsito del mar, la Ley escrita,
dada con tantas prevenciones y maravillas.” / PREVENCIÓN. Vale tambien conocimiento
anticipado de lo que puede suceder, o del riesgo que amenaza. Latín. Providentia, ae.
Praemeditatio. Cautio.” Tomo V (1737), http://web.frl.es/DA.html
762
Acta de Cabildo, 21 de junio de 1732, en ACS, vol. LII, 143.
763
Acta de Cabildo, 26 de septiembre de 1732, en ACS, vol. LII, 153.
764
Acta de Cabildo, 19 de julio de 1734, en ACS, vol. LII, 240.
765
Acta de Cabildo, 18 de abril de 1760, en ACS, vol. LVI, 53.

321
resultado igual de calamitoso para las haciendas y el ganado. Esta liturgia se
utilizó no solamente para solventar el escenario inmediato, sino también para
evitar a través de la Divina Providencia que se prolongara hasta la estación de
invierno. Por suerte para los santiaguinos, aquel crudo verano se superó como se
puede observar unos meses más tarde en el debate sobre las reparaciones de las
defensas del Mapocho que amenazaba ruina por lo lluvioso del invierno.766

En este mecanismo preventivo también se puede señalar el caso de la


novena al Apóstol Santiago. Para el año de 1741 se puede apreciar en el acta del
cabildo de 30 de octubre de ese año que la falta de lluvias había provocado una
novena al patrón de la ciudad,767 la cual produjo “el singular beneficio de la lluvia”,
por lo cual, en agradecimiento a ello y los futuros favores gracias a su intercesión,
acordaron que todos los años se llevase a cabo una novena al Apóstol Santiago
en la Catedral en la misa mayor nueve días antes de su fiesta, costeada con los
propios de la ciudad con doce velas de a libra (las utilizada en estos casos). Este
acuerdo debía mandarse al cabildo eclesiástico y al obispo y al gobernador para
su confirmación.768 El tres de noviembre el cabildo de Santiago dirigió una carta
con testimonio adjunto del acuerdo al cabildo eclesiástico que la leyó en su sesión
de 6 de noviembre de ese año y acordaron aprobarlo.769 El obispo Juan Bravo del
Rivero y Correa también estuvo de acuerdo para que “las necesidades y trabajos
que ha padecido esta ciudad en otros años por falta de agua y sobradas
epidemias no la molesten en lo futuro.”770 Y el 1 de julio de 1742 el gobernador
Manso de Velasco lo confirmó:

La primera ocasion en que mostró la reina del cielo su poder y


benignidad, fué en la de haber los enemigos cortado un arroyo que

766
Acta de Cabildo, 23 de julio de 1760, en ACS, vol. LVI,. 59.
767
No se logra determinar la fecha exacta de la solicitud ni de su ejecución porque no aparece el
acta respectiva. Para ese año de 1741 son pocas las sesiones de cabildo que aparecen
registradas.
768
Acta de Cabildo, 30 de octubre de 1741, en ACS, vol. LIV, 22.
769
Acta de Cabildo, 6 de noviembre de 1741, AHCMLA, nº 2, fj. 97r.
770
Carta del Obispo al Muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de la ciudad de Santiago,
Santiago, 8 de noviembre de 1741, inserta en Acta de Cabildo, 24 de noviembre de 1741, en ACS,
vol. LIV, 23.

322
llamaban el rio de las Damas, del cual bebia toda la ciudad, dejándola
en estado de perecer de sed. En esta afliccion acudieron los vecinos al
conocido favor de la señora de las Nieves en su venerada imájen,
llevándola procesionalmente al brocal de una cisterna seca que se
habia cavado, no a fin de que brotase alguna vena, sino para recoger el
agua de lluvia. Y apénas llegó la santa imajén a aquel lugar, piamente
importunada de los clamores y abligada de la fé del pueblo, cuando hizo
que brotasen corrientes de agua viva con las cuales se mantuvo la
ciudad durante el cerco. 771

Aquellas manifestaciones religiosas se solicitaban para que no solamente


“las nubes diesen agua”772 a la ciudad, sino también dieran agua a los campos
cercanos, que eran los que garantizaban el abasto de mantenimientos de
Santiago. El temor de los vecinos por la posibilidad de que se esterilizaran los
campos y, más aún, que se desarrollaran enfermedades773 (como la experiencia
ya se los había demostrado) generaba escenarios conflictivos en la disputa por los
recursos, inestabilidad y desconfianza entre la población; las novenas y
procesiones se pensaron, planearon y ejecutaron como estrategias simbólicas de
adaptación no tanto porque resultaba una resolución material de los problemas,
sino porque permitía, por una parte, al sistema de poder local, monárquico y
eclesiástico ordenar la realidad,774 y, por la otra, crear en el imaginario colectivo la
vinculación entre el poder divino y el terrenal en estos escenarios, cargados de
gran simbolismo a través de referentes concretos terrenales y de la disposición
rimbombante de rituales, y con ello un manejo del miedo colectivo.775


771
Miguel de Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada, 308-309
772
Acta de Cabildo, 19 de agosto de 1751, ACS, vol. LV, 80.
773
Esta vinculación entre amenazas naturales, y especialmente un mayor temor por los efectos
que las sequías ocasionaban, entre ellos, otra amenaza mucho más poderosa en el imaginario
colectivo como las epidemias, que se convertía, en todo, el castigo ejemplar de la Providencia no
era único para el caso de Chile. La elección de San Félix como protector en la Nueva España
frente a las calamidades agrícolas, se realizó también con el fin de prevenir las enfermedades:
“…pues para los testigos de ese tiempo, el sentido de tales catástrofes era claro: al permitir la
destrucción de los campos, Dios preparaba la irrupción de la enfermedad que habría de castigar a
los pecadores.” Pierre Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI
Y XVII),” Historia Mexicana LII, 2 (2002): 367.
774
Sobre las procesiones como mecanismos para la mantención del orden, véase Robert Darnton,
La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (México: Fondo de
Cultura Económica, 1987), 127.
775
Valenzuela, Liturgias del poder, 181.

323
De esta manera, el catolicismo a través de las liturgias religiosas,
especialmente a través de las letanías menores, desplegaba el amplio espectro
que tenía para la sujeción de la población y el orden de la sociedad. Por lo que
aquellos eventos de carácter catastrófico sirvieron como ventanas para que las
autoridades tanto civiles como eclesiásticas pudiesen mantener el hermetismo
social a partir de una reinvidicación de códigos y valores, y profundizar, así como
legitimar, el sistema jerárquico de la sociedad colonial, en este caso.

Fueron estrategias impulsadas desde los espacios legítimos de poder y


coexistieron con las acciones materiales empleadas por estos mismos espacios
para atender las emergencias y la reconstrucción de los daños por los efectos de
amenazas naturales, como bien se ha podido observar a partir de las fuentes
documentales y cartográficas. Esta coexistencia no implicó la exclusión de
aquellas manifestaciones religiosas ni que no se hayan posicionado “como eje
articulador de las sociedades”, como lo plantea Mauricio Onetto,776 en principio
porque en sociedades profundamente católicas la liturgia religiosa poseían,
precisamente, un matiz que permite articular la sociedad en torno a códigos
compartidos; en segundo lugar, porque en tanto que estrategia estaban
planificadas y fueron ejecutadas por actores sociales cuyo interés trascendía la
amenaza y el desastre, y la eficacia de las mismas no se planteaban en el plano
material. Esto puede apreciarse no solo en el caso de Chile sino también en
escenarios similares en la América hispana y en la metropoli.


776
Onetto, Temblores de tierra en el jardín del Edén, 242-243.

324
CONCLUSIONES

325
CONCLUSIONES

El olvido es el arte de transformar el pasado en


algo distinto a lo que fue, no el hecho de hacerlo
desaparecer.777

El estudio histórico y social de las sequías a través de la manera en que las


sociedades conviven con ellas, en particular, el caso de la ciudad de Santiago de
Chile durante el siglo XVIII, permitió cuatro consideraciones importantes en
relación con este tema. En primer lugar, esta investigación consiguió identificar un
total de 39 períodos de sequías a partir de los registros en varias fuentes
históricas, ya fueran manuscritas e impresas. Se destaca que la carencia de
estudios sistemáticos sobre las sequías históricas en Chile y la falta de registros
instrumentales dificultó este trabajo de localización del fenómeno natural, pero en
la medida de lo posible, este asunto fue solventado por el apoyo de cartografía
regional y local y, de la organización de toda la información que se fue
encontrando a lo largo del proceso de esta tesis doctoral. En este sentido, el
objetivo se alcanzó una vez que se sistematizaron las fuentes periódicas, como las
actas del cabildo, que son las más relevantes a la hora de acercarse a una historia
del clima, de acuerdo con los antecedentes que hay sobre este tipo de estudios.

En este contexto, además, para la comprensión histórica de estos


fenómenos resulta indispensable el entendimiento de las características
geográficas del espacio. Por este motivo es muy relevante tener presente que
Santiago se caracteriza por tener un tipo de clima mediterráneo que garantiza una
prolongada sequía estival, y para el siglo XVIII, en medio de un escenario global
778
de fluctuaciones ambientales , se propiciaron estos procesos naturales


777
Rogelio Altez, Si la naturaleza se opone… Terremotos, historia y sociedad en Venezuela
(Caracas: Editorial Alfa, 2010) 14. La cursiva es nuestra.
778
Es preciso recordar que en Europa se está experimentando la última fase de la llamada
Pequeña Edad del Hielo.

326
extremos, en especial para la época de invierno. Como se ha mencionado
anteriormente, ciclos naturales no periódicos como ENSO (tanto en su fase cálida
como fría) condicionan a nivel global las temperaturas y los regímenes
pluviométricos. La fase fría, llamada La Niña, conduce a condiciones más secas
en algunas regiones, como el caso de Perú, Ecuador y Chile central, por ejemplo;
en otras como los Andes Centrales se generan muchas más lluvias. La fase
contraria, El Niño, se identifica en Chile por un aumento de las lluvias de rango
extraordinario. Por lo tanto, se puede entablar una relación causa efecto entre la
ocurrencia del fenómeno de La Niña y las sequías que afectan al territorio
estudiado.

Como se evidencia en variados estudios científicos citados en esta


investigación, estos ciclos naturales estuvieron presentes en el siglo XVIII y
ayudan a entender la convivencia de las sociedades con los efectos que los
mismos ocasionaron en las condiciones atmosféricas globales y regionales y, con
ello, el impacto en las actividades humanas, frente a lo cual se generaron
respuestas que les permitieron afrontar con las herramientas que contaban
(materiales y simbólicas) los daños en la agricultura, la ganadería, infraestructuras,
entre otras áreas.

Para el área investigada en este trabajo, las quejas de los vecinos por la
falta de aguas registradas en la mayoría de los casos entre mayo y septiembre, la
época regular de las lluvias, quedaron plasmadas a través de varios indicios
observados en las fuentes consultadas como los inconvenientes ocasionados por
la disminución del caudal del río Mapocho, y también del Colina, la reducción de
los pastizales, la muerte del ganado, los brotes epidémicos y la esterilidad de las
tierras que afectaba a las siembras. Todas estas manifestaciones fueron los
indicadores más comunes en la identificación de estas etapas de déficit hídrico
(sequías) y también permiten constatar la intensidad de las mismas. Las
autoridades locales, de la administración colonial y los vecinos en general se
refirieron a estos escenarios con el uso de varios términos como “seca, sequedad,

327
falta de lluvia o esterilidad”. Todas estas denominaciones atestiguan una
conjugación semántica local de condiciones medioambientales, que abren
posibilidades para nuevas investigaciones.

Estas quejas se unían, sin duda, a varios factores como a la escasez


hídrica como resultado del período estival, y en algunos casos por veranos
ruinosos, cuyas reservas de agua dependían principalmente de los deshielos
cordilleranos. En este sentido, al verse afectado el régimen regular de las lluvias
otoñales y de invierno, la acumulación de nieve disminuía lo cual generaba
problemas en la disponibilidad del recurso en tiempos de la sequía estival, entre
otras razones, porque el régimen del río Mapocho es nivo-pluvial.

En efecto, las necesidades básicas de los seres humanos, animales y


plantas localizados en determinados espacios se ve afectada cuando procesos
naturales extremos, como la sequía ocasionan que la disponibilidad de agua se
encuentre por debajo del valor regular, especialmente cuando existe un
desequilibrio entre la oferta y la demanda, y se da paso a un prolongado escenario
de escasez de agua. Como se pudo advertir para la ciudad de Santiago en el
período de estudio.

Estos escenarios son especialmente críticos en aquellas sociedades con


una economía dependiente fundamentalmente de la agricultura. Para el caso de
Santiago durante el siglo XVIII, según pudimos apreciar en las fuentes históricas
trabajadas, este fenómeno fue recurrente y afectó principalmente el
aprovisionamiento de agua en su eje productor, en una economía regional, como
bien lo señala Carmagnani, que ya desde finales del siglo XVII se movilizaba en
los circuitos mercantiles, con el auge del comercio triguero con el Callao, que
hasta entonces respondía básicamente a espacios urbanos, bélicos y mineros,
según nos señala Demetrio Ramos. Este aspecto es relevante en especial porque
genera una presión sobre la demanda de agua y también sobre el abastecimiento.
Sin duda, el cambio en la evaluación del trigo tras su inserción en el mercado del
virreinato del Perú condujo a una paulatina ocupación de las estancias

328
tradicionalmente ganaderas, generando un aumento de los espacios
aprovechados con este cultivo, requiriendo una mayor cantidad de mano de obra,
y con ello facilitando un aumento de la población y de la integración en las redes
productivas de las áreas periféricas; además, el trigo que pasó de ser un recurso
usado a uno disputado por esta misma dinámica también requería de agua en
ciertas etapas de su crecimiento para que el grano no se viera afectado, por ello
desde noviembre y todo el verano dependía básicamente del riego. Esta es una de
las razones por las que el estudio de la sequía tiene una relación directa en Chile
central con la producción agrícola y toda la economía que giraba en torno a este
producto.

Si bien en menor medida, también se pudo observar que en algunos casos


estos contextos hídricos deficitarios afectaron el abastecimiento urbano, lo cual
además se conjugó no solamente con una desigualdad en el sistema de
distribución, sino con condiciones materiales que dificultaban la accesibilidad al
agua. Así, por ejemplo, para 1769 el Cabildo de Santiago justificaba el proyecto de
trasvase de las aguas del río Maipo al Mapocho por el daño que ocasionaba en la
población la disminución del caudal de este último río; y al mismo tiempo
argumentaba que los vecinos ubicados en la parte inferior del mismo se veían en
la necesidad de abrir hoyos en la arena tratando de localizar agua para beber y
que sus sembradíos se encontraban al bordo de la ruina. Planteamientos similares
se hicieron a lo largo del siglo XVIII en medio de prolongadas sequías
ocasionadas por la disminución de las lluvias, así como por la escasez hídrica
sujeta a problemas en el manejo del recurso natural y a las transgresiones del
mismo sistema. En este sentido, entender esta problemática es importante ya que
una cosa es la falta de agua y otra la gestión de la misma.

Una segunda consideración, y en concordancia con lo anterior, queremos


señalar que aquella sociedad, especialmente los funcionarios y gestores
regionales y locales, pensaron en la amenaza que significaba una sequía y
dispusieron de recursos materiales y simbólicos para enfrentar los efectos de su

329
presencia y, en algunos casos, para preverlos a largo plazo. En esta investigación
se analizaron dichos recursos, que terminaron por convertirse en estrategias, y se
ha evaluado el papel que desempeñaron en la producción de desastres. Una vez
que conseguimos establecer los períodos de sequías con gran énfasis en aquellos
detectados para la época invernal, se lograron sistematizar diversas prácticas que
las autoridades activaron para contrarrestar los daños ocasionados en cada una
de las ellas.

En tercer lugar, estas prácticas nos condujeron a identificar más allá de


acciones contingentes, estrategias formales que resumieron la forma en que
aquella sociedad convivió con una amenaza de impacto lento y recurrente; en este
sentido se indica que las medidas adoptadas en aquella época no fueron
espontáneas, sino que formaban parte de estrategias o decisiones a nivel de
Monarquía hispánica, a veces, reelaboradas a nivel local dependiendo de los
apoyos humanos, técnicos y económicos disponibles. Se concluye entonces que
estas estrategias producidas y reproducidas por actores sociales que forman parte
de las estructuras de poder, fueron planificadas y ejecutadas desde dos ámbitos:
1) el político (civil y religioso); y 2) el económico (élite mercantil y terrateniente y
órdenes religiosas).

Desde ese primer ámbito, el político, se desplegaron acciones destinadas a


la gestión del recurso hídrico, al control de los productos agrícolas que
garantizaban el abastecimiento de la ciudad y a mantener el orden social que
entraba en tensión en momentos de escasez de agua. En este sentido, se plantea
que el Cabildo de Santiago fue el actor social más importante en la planificación y
ejecución de estas estrategias en conjunto con una intricada red institucional que
debía mediar para que las mismas se concretaran. Como pusimos en evidencia en
esta investigación y veremos más adelante, muchas de ellas no lograron
realizarse durante el siglo XVIII tras varios intentos fallidos; otras se suspendieron
por no llegar a producirse un acuerdo entre las instituciones implicadas; sin
embargo, algunas propuestas se mostraron muy eficientes tras un férreo control

330
que giraba más en torno a la pugna entre intereses de la Corona y a factores
locales que a una capacidad de adaptación frente a la amenaza natural. El alto
clero diocesano también participó en estos debates y se mostró, en algunos
casos, contrario a las propuestas del cabildo secular, como se puede apreciar en
las discusiones sobre el Canal San Carlos generadas entre 1761 y 1765 y que
fueron documentadas en esta investigación.

El problema de la falta de lluvias y de la escasez de agua como


consecuencia de ello supuso varias acciones que se enfocaban en dos aspectos
esenciales. Por un lado, se necesitaba conseguir medios humanos que
permitiesen resolver las contigencias generadas; pero en una sociedad
profundamente católica, a pesar de que pudiesen controlar los daños
ocasionados, necesitaban cortar de raíz la problemática, y como los fenómenos
naturales se vislumbraban como castigos divinos, aquella sociedad utilizó
“mediadores” frente a la Providencia para que cesara lo que consideraban como la
“ira de Dios”. Así, las estrategias simbólicas en torno a la escasez de agua
estuvieron fundamentadas en una serie de rituales y ceremonias devotas, entre
ellas, las rogativas y las procesiones. Estas manifestaciones religiosas para el
caso de las sequías fueron muy comunes, en proporción con otros fenómenos
naturales.

De hecho, los actos religiosos de carácter público fueron de las medidas


más recurridas a lo largo del siglo XVIII, que permitieron al mismo tiempo evaluar
la intensidad de las sequías; sin embargo, no en todos los casos se sucedieron las
liturgias públicas relacionadas como las rogativas y las procesiones. Esta iniciativa
que fue recurrente a lo largo de ese año (1726) se fundamentó tanto por la
“sequedad del año” como por estar conscientes del escenario violento que se vivió
por la sequía del año anterior.779

Por tanto, si bien para la época colonial la idea general de la atención hacia
las amenazas naturales había estado enfocada principalmente en una respuesta

779
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1726, en ACS, vol. LI, 226.

331
providencialista mantenida desde el catolicismo y la administración colonial, que
se puede estudiar a través de diversas manifestaciones devotas; se documenta
una pervivencia de estas respuestas durante todo el período de estudio, pero
desde el siglo XVIII se van observando paralelamente a las anteriores, otras
formas de afrontar las situaciones conflictivas relacionadas con la ocurrencia de
procesos catastróficos de origen natural. Sin duda, las estrategias tecnológicas
que se generaron también se pensaron a partir de una resolución técnica y
material de los efectos de aquellas amenazas, y especialmente en el siglo XVIII,
entraron en escena disputas por la comprensión de la realidad con el empuje de
las ideas de la ilustración. Por ello como se ha explicado, coexistirían ambos
enfoques, el religioso para atender el miedo de la sociedad ante los procesos
naturales que no entienden y las acciones técnicas, de la mano de una serie de
actores formados en los avances de la segunda mitad del siglo XVIII, como los
ingenieros militares y otros funcionarios y gestores de la administración.

Estas estrategias desplegadas en la ciudad de Santiago para enfrentar el


problema de la sequía se pudieron agrupar en dos momentos. Una primera parte,
que correspondió a los primeros años del siglo XVIII hasta 1740, y una segunda
parte que abarcó desde esa fecha hasta 1800, según el período que
seleccionamos para esta investigación. El eje principal de la atención y las
discusiones en torno a la escasez se enfocó en la ingeniería hidráulica, y esto es
precisamente lo que nos permitió hacer la distinción de esas dos etapas.

Por medio de la documentación histórica consultada se pudo detectar que


hasta 1740, la justificación que realizaron las autoridades civiles para la
construcción del Canal San Carlos conjugó dos dificultades: 1) el abastecimiento
urbano para el agua de consumo; y 2) el regadío de zonas baldías en torno al valle
de Maipo para incrementar los ingresos por concepto de propios de la ciudad. En
la segunda etapa, la discusión si bien no obvia el problema del abastecimiento
urbano, el argumento principal se concentró en el control social de la zona y,
especialmente, en generar un sistema de regadío que permitiese hacer productiva

332
esa área, acorde, asimismo, con la política de la Corona en torno a la agricultura
para la segunda mitad del siglo XVIII. Estas etapas se correspondieron con las
estrategias devenidas del poder político local e imperial.

En síntesis, la obra de trasvase del agua de citado Canal supuso todo un


reto por las dificultades y envergadura del proyecto, como por el elevado costo del
mismo. Como pudimos demostrar en esta investigación, los debates generados en
el seno del cabildo secular sobre la conducción de las aguas del río Maipo al
Mapocho fueron constantes desde comienzos del siglo XVIII, y en la mayoría de
los casos, en aquellos años donde se apreciaba una notable disminución de las
lluvias, de las nieves y, con ello, escenarios de escasez hídrica.

Por otro lado, a partir de todas las evidencias identificadas a lo largo del
proceso de estudio, el ámbito económico lo definimos a partir de los grupos de
hacendados ubicados en las áreas cercanas a la ciudad de Santiago y a los
grupos de poder mercantil vinculada con el comercio del trigo, así como la función
que desempeñaron distintas órdenes religiosas que detentaban un papel bisagra
no solo como aglutinadoras de los códigos sociales, sino también en los medios
de producción de la región analizada. En este caso, el matiz de las estrategias
adaptativas adoptadas es distinto. Primero porque los grupos económicos sí
estaban articulados con el poder político, los intereses como actores eran
diferentes, y segundo porque las acciones se encontraban supeditadas al primer
ámbito. De esta manera, las estrategias se plantearon como acciones sistemáticas
que partían de la consciencia de actores sociales dentro del mismo sistema
colonial; en este sentido, se concluye que todas las actuaciones respondieron a
planes de la Corona o locales y que, en ningún caso, fueron acciones
espontáneas o sin una reflexión y debate importante. Para ello, se concretaron dos
tipos de acciones, principalmente: de presión y de transgresión. En el primero de
los casos, surgieron solicitudes de supresión de impuestos y de rebajas de
censos, por ejemplo, lo cual moldeó una forma de presión al sistema fiscal que, en
todo caso, en la Capitanía General de Chile fue mucho más evidente con los

333
terremotos debido a los daños materiales generados y la extensión de los mismos;
y en el segundo, los sucesos se vincularon a la alteración de los sistemas de
conducción hídrica y a la extracción y acaparamiento del trigo.

Este último aspecto supuso que el control del agua se desplazara de los
actores encargados de su gestión –el cabildo secular principalmente– y pasara, en
la práctica, a estar en manos de los actores privados del ámbito económico ya que
con la transgresión de las normas establecidas mantuvieron a lo largo del siglo un
control real del recurso hídrico que les permitió monopolizarlo, y al mismo tiempo
contribuir con la producción de la escasez de agua como amenaza antropogénica.

En cuarto lugar, algunos indicios analizados en el desarrollo de este estudio


nos llevan a preguntarnos: ¿la atención a las sequías constituyó una estrategia de
olvido sistemático? Los trabajos de investigación en torno a las sequías en
Hispanoamérica demuestran que, si bien existió una preocupación por esta
amenaza hidrometeorológica en aquellos dominios de ultramar de la Corona
española, la atención que se les brindó, así como sus resultados no fue
homogénea en todas las colonias. En algunos casos, como en el virreinato de la
Nueva España, los escenarios desatados a partir del impacto y los efectos de las
sequías generaron llamativos documentos e información directa de diversos
actores sociales destacando la importancia que tuvieron, a diferencia como, por
ejemplo, el suceso que se produjo con las sequías que afectaron a Santiago
durante el siglo XVIII que parecen haber pasado a un segundo plano entre las
autoridades monárquicas, especialmente durante la primera mitad de aquella
centuria.

Es preciso aclarar que en la zona central y el norte de Chile el clima y la


variabilidad climática coadyuvaron en la conformación de sociedades hidráulicas.
Para el período de conquista, los españoles que se adentraron en el valle del
Mapocho y formaron la ciudad de Santiago encontraron un espacio que estaba
modificado por los asentamiento preexistentes ya que, además de las corrientes
de aguas naturales encontraron que se habían producido obras civiles que fueron

334
una consecuencia de la relación establecida entre las necesidades humanas de
producción con la escasez de agua, y por ello la cantidad de acequias
precolombinas que allí se encontraron.

Esta paulatina transformación del territorio hacia una estructura colonial


hispana posicionó a las sequías como una amenaza constante para la población
de la ciudad de Santiago. Esta ciudad, la capital del Reino, y el área de su
jurisdicción, sería alabada por cronistas y viajeros desde el siglo XVI por las
condiciones climáticas, la adaptación de las especies traídas desde la metrópoli
como los cereales, especialmente el trigo, la vid, olivos y animales como el
caballo, las ovejas y las vacas; además, por el notable sistema de
aprovisionamiento de agua; pero las condiciones del entorno medioambiental más
los cambios propios del proceso de colonización en torno a la ciudad rápidamente
hicieron que el agua pasara de ser un recurso usado por todos, a uno disputado
por distintos colectivos del poder local, precisamente por su escasez, generando
los conflictos evidentes por su uso y control.

De esta manera, las fuentes históricas consultadas muestran que la


implantación colonial se embarcó en la tarea de perfeccionar, e incluso cambiar,
estas acequias originarias con el fin de optimizar y rentabilizar las zonas naturales.
Fue un proceso constante y, sin duda, ajustado también a la política monárquica
de incentivar los paisajes hidráulicos. Esta política encontró espacios más
favorables con el ascenso de los borbones, empeñados en la modernización de
sus territorios, la consolidación de la figura del ingeniero militar en el marco de las
ideas de la Ilustración, el fomento de la agricultura en la segunda mitad del siglo
XVIII como apuesta de desarrollo de la monarquía hispánica y el papel
determinante del agua como un recurso geoestratégico. A pesar de ello, todo lo
anteriormente expuesto no fue acorde con la creciente demanda del agua, por lo
que terminó generando una diferencia negativa entre su disponibilidad y presión
por el vital líquido.

En este orden, la legislación indiana procuró ordenar el uso y repartimiento

335
del agua desde la génesis de la etapa de conquista por ser un recurso disputado y
estratégico para la conformación social, política y económica de las sociedades.
Con el éxito del proceso de conquista y la implantación de una sociedad colonial,
la ocupación del espacio y la explotación de los recursos naturales cobraría
distintos matices que dependían de la condición del enfoque de centro-periferia,
de los recursos en disputa y de las potencialidades del territorio. Tras dos siglos
de actividad española en lo que reconocerían como las Indias Occidentales, el
ascenso de los borbones supondría una gestión renovada de las estructuras
monárquicas, con las nuevas estrategias adoptadas en el comercio y la agricultura
entre los ámbitos prioritarios para la segunda mitad del siglo XVIII. En este
contexto, las obras hidráulicas y de almacenamiento de granos en armonía con
dichos intereses cobrarían un nuevo impulso.

A pesar de la inquietud del cabildo santiaguino, parece evidente que las


sequías constituyeron una amenaza desatendida para las autoridades de la
metrópoli. Con todo se incluyó dentro de la noción de calamidad pública, como se
puede apreciar de manera contundente en el artículo 125 de la Real Ordenanza
para el establecimiento e instruccion de Intendentes de exercito y provincia en el
Virreinato de Buenos Aires año de 1782 de orden de su Magestad; sin embargo,
su predominio institucional quedaba enmarcada en los casos fortuitos. En este
sentido, fueron los miembros del cabildo de Santiago, seguramente por su
proximidad con el problema, quienes dimensionaron la problemática de la sequía
y, también, de la escasez de agua, aunque no quedaba en sus manos las
decisiones finales por la misma estructura colonial; el gobernador en muchas
ocasiones también desempeñó un rol activo, pero enfocado especialmente en la
obra principal de ingeniería del siglo XVIII, como ya se ha mencionado, el Canal
San Carlos.

Aunado a ello, otra variable que hizo que aquella sociedad fuese vulnerable
frente al impacto de las sequías fue que los circuitos de abastecimientos de los
recursos naturales estratégicos como el agua, el pasto y las semillas estuvieron

336
fuertemente influenciados por la dinámica que se estableció́ con el río Mapocho,
en primer lugar, y con los intentos de complementar aquel con el Maipo. De esa
manera, los espacios adaptativos de la ciudad (en torno a la alimentación, la
economía y el agua, por ejemplo) se convirtieron en espacios de desencuentro
pues la estructura en general de la ciudad se desarrolló y se transformó́ a partir del
río y su escasez; manejados por grupos de poder local que pugnaron durante
décadas por su dominio y uso.

De acuerdo con las conclusiones planteadas anteriormente, se evidencia


entonces que la presencia de las sequías en el valle de Santiago durante el siglo
XVIII, como señalamos anteriormente, no fue un hecho aislado y la convivencia
con estos procesos naturales extremos se advierte mucho antes de la ocupación
hispana, como lo han evidenciado los estudios dendrocronológicos. Distintos
mecanismos para garantizar el recurso hídrico, especialmente por las condiciones
climáticas que influyen en aquel espacio natural a una prolongada falta de aguas
lluvia, ya estaban presente en estos territorios: lo que se demuestran a través de
distintas actividades como la trashumancia estacional, sistemas de captación de
aguas lluvias, obras de conducción, por ejemplo.

En efecto, no solo se dio un proceso de adaptación ecológica con la


introducción del trigo, árboles frutales y ganado, sino que también esto condujo a
un proceso de adaptación cultural ya que la zona central al caracterizarse por
condiciones medioambientales sujetas a la baja pluviometría, los cultivos de
secano (como los cereales) necesitaron ser intervenidos por sistemas de riego
controlado para generar cosechas extraordinarias, y con ello todo un proceso de
innovación tecnológica para maximizar los rendimientos.

Junto con lo anterior, las migraciones hacia Santiago desde el sur de la


Gobernación de Chile, la extensión de los arrabales y la conformación de zonas
marginales, la concentración de las instituciones de la monarquía, el auge triguero
de la zona central para finales del siglo XVII, la creciente demanda del recurso
hídrico, y el papel que jugaba el hinterland Santiago-Valparaíso en la economía,

337
generaron que fenómenos recurrentes de impacto lento como las sequías
afectaran el desenvolvimiento cotidiano de sus habitantes y que entraran en
conflicto diversos actores sociales. En este contexto, aquellas amenazas
condicionaron las relaciones económicas, urbanísticas y sociales.

En efecto, el agua no correspondía solamente al manejo y explotación de


un recurso natural estratégico, sino que también formaba parte de un elemento de
representación de los grupos de poder local. En tiempos de escasez hídrica como
consecuencia de sequías extraordinarias o estivales, el sistema de turno para el
uso del agua se implementó como un mecanismo que garantizaba el acceso a
este recurso tan vital para tantas actividades de la región y de la vida cotidiana y
evitar las confrontaciones entre los vecinos, pero estas medidas no siempre
rindieron los frutos esperados, por el contrario, ayudó a consolidar un sistema de
repartimiento desigual. Esta disparidad se mantenía a partir de la ubicación social
de los espacios, y con ello, de los miembros más poderoso de la sociedad.

Estos cuatro puntos esenciales que conllevan de fondo las estrategias


desplegadas para enfrentar las sequías nos permiten concluir que, en efecto, el
aumento de la demanda de agua que paulatinamente se dio en la ciudad de
Santiago desde el proceso de conquista hasta el período borbónico, generó una
relación proporcional entre la sequía como condición climática y las condiciones
materiales y sociales de Santiago y sus alrededores.

En efecto, en aquellos años donde la época otoñal y de invierno se


caracterizó por una sostenida disminución de las lluvias, posiblemente asociado a
períodos del fenómeno climático de La Niña, lo cual se combinó con veranos
ruinosos, las autoridades civiles y eclesiásticas, locales y metropolitanas,
pensaron y ejecutaron medidas en torno al incremento de obras de ingeniería
hidráulica. Como ya hemos visto, el caso más emblemático, que puede ser
considerado como un referente no solo para Chile sino también para toda la
América hispana, fue el proyecto de trasvase de las aguas del río Maipo al
Mapocho, que desde la segunda mitad del siglo XVIII sería conocido como el

338
Canal San Carlos. En este sentido, las sequías fueron el aliciente de los debates –
y los desencuentros– en torno a dicha conducción de agua. En esos mismos
contextos de escasez, también resurgieron o se potenciaron las discusiones sobre
otras obras de menor magnitud, como, por ejemplo, el agua de la pila ubicada en
la Plaza Mayor que garantizaba en acceso al agua de las viviendas habitacionales
de los vecinos de Santiago.

Paralelamente, las prácticas transgresoras como el empleo de los ladrones


de agua para sustraer de manera irregular el recurso se convirtieron en acciones
que se incrementaron en tiempos de sequías, pero eran usadas de manera
sistemática en períodos normales también, éstas se convirtieron en estrategias de
los actores sociales vinculados al poder económico para el crecimiento de las
capacidades productivas de sus tierras, o bien para garantizar un riego continuo.
La década de 1750, por ejemplo, que fue un período de sequías continuas donde
se generó un enconado debate por este tema, y aumentó la necesidad de
reconocer el problema para controlarlo.

Consideramos que estas variables moldearon una condición triplemente


vulnerable y que las estrategias se tradujeron en una desadaptación material (no
siempre subjetiva o simbólica) al medioambiente con el que convivían los
habitantes de la ciudad de Santiago y sus alrededores, ya que no debemos olvidar
que muchos de los territorios que hoy componen el área metropolitana, para la
época colonial conformaban una serie de asentamientos, pueblos de indios y otras
localidades que debido al crecimiento poblacional y a la extensión de la actividad
productiva terminaron uniéndose en un conjunto hasta llegar a la actualidad.
Debido a esta confluencia de variables, la capacidad de respuesta ante eventos
climáticos prolongados (como en 1725, 1757-58 y 1772, por ejemplo) no fue
suficiente y estuvo en tensión con el sistema de distribución del agua, con el
sistema agroexportador y con el mantenimiento de la población, detonando
procesos de desastres concatenados.

339
Al mismo tiempo, nos planteamos que la presencia de amenazas de
impacto lento, como las sequías, detonó desastres silenciosos en el Reino de
Chile, es decir, la intensidad de este tipo de fenómeno fue menor que la de los
sismos o terremotos, pero sus daños, a mediano y largo plazo, fueron más
recurrentes y su acumulación en el tiempo, bastante mayor. Posiblemente, por el
efecto devastador de los desastres detonados por los movimientos tectónicos, la
sequía llega a quedar invisibilizada en ocasiones, retrasando las medidas
necesarias para remediarla, es por ello que durante estas épocas, cuando la falta
de agua se hace más evidente y dañina, los proyectos hidráulicos toman impulso y
se debaten abiertamente.

Como hemos visto hasta el momento, los fenómenos climáticos extremos


asociados al déficit de agua y en especial dentro de estructuras sociales que se
disputan el recurso, afectaron también la construcción del imaginario colectivo de
adversidad. La producción de este imaginario reflejado en las maneras en que las
sociedades conviven con la amenaza es importante para entender a las sequías
como parte fundamental de los procesos históricos.

Para finalizar, resulta notorio la desatención que hasta el momento han


recibido los estudios en torno a algunas amenazas naturales por parte de la
historia, en especial el caso de las sequías. A diferencia de otros fenómenos como
los terremotos y las epidemias, estas han pasado a considerarse en un segundo
plano dentro de la historiografía en Chile. La construcción del discurso del
“acontecer infausto”, a decir de Mellafe, ha sido capitalizado por los movimientos
telúricos, y sigue manteniendo una relación sinonímica entre el
fenómeno/amenaza y el desastre, lo cual ha sido coadyuvante en la invisibilización
de la influencia histórica y actual de fenómenos hidrometeorológicos de impacto
lento y, con ello, en la prolongación en el tiempo de un olvido sistemático de las
sequías, hasta que vuelven a repetirse y ser un problema.

340
FUENTES DE INFORMACIÓN

Fuentes manuscritas / Fuentes impresas

341
FUENTES DE INFORMACIÓN

FUENTES MANUSCRITAS

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29, 91, 94.

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92, 96, 97, 107, 137, 169, 211, 250, 251, 252, 253, 319, 434, 738

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Archivo General de Indias, Escribanía, legajo: 519 A

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71, 89, 66, 105, 112, 164, 188, 345, 372, 387, 571, 574, 656, 662, 699, 721,
729, 730, 731, 738, 798, 811, 814, 892, 889, 929, 937, 955, 967, 1029,
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593, 750, 1138, 1159, 1250, 1275, 1286, 1295, 1312, 1341, 1385, 1508,
1690, 1691, 1695, 1713, 1987, 212, 2123, 2252, 2326, 2362, 2366, 2486,
2508, 2516, 2563, 2617, 2636, 2670, 2712, 2726, 2801, 2825, 2875, 2951,
2962, 2965, 3009, 3014, 3151, 3161.

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Manuscritos, tomos: 84, 88, 137, 139, 140, 141, 142, 143, 144, 146, 147,
154, 155, 162, 169, 173, 177, 182, 183, 184,186, 187, 191, 197, 205, 206,
233, 234, 236, 237, 270, 271, 272, 288, 289, 291, 292, 293, 297, 311, 320,
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383
ANEXOS

384
Anexo I.
Cronología general de amenazas naturales en la capitanía General de
Chile, siglos XVI-XVIII780

FECHA EVENTO LUGAR

SIGLO XVI

1544 Inundación Santiago

1549-1552 Epizootia “Carache” Santiago

1555 Peste La Imperial

1555-1556 Sequía Entre el río Maule y Valdivia

1556 Chavalongo Alrededores de Valdivia y La


Imperial

1561 Viruela

1562 Terremoto y erupción del volcán Sur de Chile


de Villarrica

1562 Disentería y Viruela Norte del Biobío

8.02.1570 Terremoto y tsunami Concepción

20.07.1574 Inundaciones Santiago

16.12.1575 Terremoto Valdivia


780
En este cuadro se mantiene la identificación que hacen las mismas fuentes de las amenazas.
Especialmente para el caso de enfermedades infecto-contagiosas.

385
abril de 1576 Inundaciones Valdivia

1580 y 1591 Plaga de ratones

1580 Plaga de langostas

junio de 1581 Inundaciones Santiago

1589 Viruela

1591 Viruela

1597 Inundaciones Santiago

SIGLO XVII

14.02.1600 Erupción del volcán Huaina


Putina

1600 Viruela Osorno

La Imperial

1603 Sequía Santiago

17.06.1604 Terremoto La Serena

24.11.1604 Terremoto Arica

1604,1605, 1606 Plaga de langostas

1606 Sequía Santiago

1607 Inundaciones Santiago

1609 Inundaciones Santiago

1609 Plaga de ratones

386
1610-1611 Viruela Sur

16.12.1615 Terremoto Arica

1618 Inundación Santiago

1618-1619 Sequía Santiago

1619-1620 Viruela

Junio 1620 Inundaciones Santiago

1620 Esterilidad Reino de Chile

1621-1622 ¿? Peste Santiago, Reino de Chile

1624 Erupción del volcán Antuco

1628-1629 Sequía Santiago

1632 Epidemia de “dolor de costado y


romadizo”

14.05.1633 Huracán Carelmapu

1633 Chavalongo Chiloé

1636 Sequía Santiago

1637-1640 Sequía Santiago

1638 Peste Chiloé

1639 Plaga de ratones Chiloé

1639 Viruela

1639 Terremoto Coquimbo

1640 Sequía Santiago

387
Febrero 1640 Erupción volcánica del Llaima Sur de Chile

1643 Sequía Santiago

06.09.1643 Temblor Santiago

1645 Escorbuto

1645 Peste

1646 “Pesticilla”

13.05. 1647 Terremoto Desde Chuapa hasta el Maule

23.06.1647 Inundaciones Santiago

1647 Chavalongo

1649 Sequía Santiago

31.03.1650 Terremoto Arica

Junio-Julio de 1650 Inundaciones Santiago

1652 Plaga de ratones

1653 Plaga de ratones

1653-1654 Viruela La Serena, Copiapó, Huasco, valle de


Limarí

febrero de 1655 Incendio Chillán

1655 Temblor

1656 Sequía Santiago

1657 Terremoto y tsunami Concepción

1657, 1658, 1660 Epidemias Chiloé

388
1663 Peste Santiago

c. 1664 Peste Chillán

1665 Plaga de langostas Santiago

1669-1672 Chavalongo Santiago

1671-1672 Sequía Santiago

1675 Sequía Santiago

1676 Peste Santiago

1678 Sequía Santiago

1679 Temporales, inundaciones Chillán y centro de Chile

1680 Incendio La Serena

10.03.1681 Terremoto Arica

1682 Sequía Santiago

1687 Peste Santiago

1688 Avenidas del Mapocho Santiago

1690 Temblor Santiago

1693-1694 Pestes Santiago

1694 Temporales Santiago

12. 1694 Alfombrilla

1697 Inundaciones Centro y sur de Chile

10.01.1699 Terremoto Mendoza – Santiago

389
SIGLO XVIII

1704 - 1705 Epidemias Santiago

1709 Terremoto Concepción, centro y sur de Chile

Julio de 1709 Sequía Santiago

1711 Epidemias Santiago

1717 - 1718 Sequía Santiago y centro de Chile

1718 Epidemias Santiago

1.10.1720 Terremoto Santiago

05.03.1722 Inundaciones pluviales del río Aconcagua


Aconcagua

24.05.1722 Temblor Santiago

25.06.1723 Inundaciones Santiago

1725-1727 Sequías Santiago

1729-1733 Sequías Santiago

23.11.1727 Temblor Santiago

8.07.1730 Terremoto Santiago

Valparaíso

1731 Viruela Santiago

1733 Deshielos

1736 Sequías Santiago

24.12.1737 Terremoto Valdivia y Concepción, sur de Chile

390
1740-1743 Sequías Santiago

1743 Pestes Santiago, Chiloé

1743 Tabardillo

1743, 1744, 1745 Inundaciones Santiago

08.05.1748 Inundación pluvial del río Santiago


Mapocho

1750 Epidemia de “alfombrilla” Santiago

1751 Tabardillo

1751-1759 Sequías Santiago

25.05.1751 Terremoto, tsunami y erupción Concepción


del volcán Chillán

1751 Erupción del volcán Chillán

1751-1753 Viruela La Serena

1758 Epidemia Valparaíso

03.12.1762 Erupción de volcán Peteroa Centro de Chile

1764 Inundaciones Río Mapocho

1765 Viruela Estancia de Longaví

1765 Sequía Santiago

1766 Viruela Talca

1768 Chavalongo Santiago

391
1768 Terremoto Arica y Antofagasta

1768 Sequía Santiago

1771-1774 Sequía Santiago

1771-1776 Viruela Chiloé

1772 Viruela Valparaíso

29.07.1773 Terremoto Copiapó

1773-1779 Epidemias Concepción

07.1777 Lluvias Valparaíso

1779 Tabardillo Valdivia

1779 Malcito Santiago

1779 Desborde del río Mapocho Santiago

1779-1780 Epidemia de “calenturas Santiago y alrededores


bastardas”

1780-1782 Sequía Santiago

16.06.1783 Inundación Santiago

1786 Sequía Santiago

1787 Sequía Copiapó

1788 Viruela San Fernando

1789-1790 Epidemia de viruela Concepción, Cauquenes, Chillán,


Santiago

1790 Sequía Santiago

392
1791 Disentería Calbuco

1791 Sequía Santiago

1791 Viruela Santiago

1795 Viruela Aconcagua

30.03.1796 Terremoto Copiapó, Coquimbo

1796 Plaga de ratones Osorno

1797 Sequía Santiago

Julio de 1798 Viruela Santiago

1799 Sequía Zona central

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1662; tomo 147, pza. 2859, 1654; tomo 154, pza. 3106, 1668; tomo 162, pza. 3251, 1672; tomo
177, pza. 3872, 1720; tomo 177, pza. 3873, 3874, 1731; tomo 182, pza. 4034, 1728; tomo 183, pza.
4089, 1736; tomo 184, pza. 4122, 1730; tomo 186, pza. 4226, 1748, tomo 187, pza. 4261, 4262,
4263, 4264, 4265, 4268, 4270, 4271, 1751-1752; tomo 191, pza. 4375, 4412, 1761-1764; tomo
197, pza. 4290, 4207, 1786-1787; tomo 205, pza. 5107, 1790; tomo 233, pza. 6174, 6176, 1647;
tomo 234, pza. 6186, 6187, 6220, 1651-1657; tomo 236, pieza 6325, 6326, 1751-1752; tomo 237,
pza. 6373, 1580; tomo 270, pieza 7722, 1591; tomo 271, pza. 7829; tomo 272, pza. 7981, 7911,
1651-1654; tomo 291, pza. 8691, 8705, 1733-1741; tomo 292, pza. 8737, 8805, 1753-1764; tomo
297, pieza 9206, 1801; tomo 311, pza. 127, 128, 1648-1663; tomo 320, pza. 237, 1648 /
AHCMLA, nº 2, 1745 /
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XXXIII, XXXVIII, XL, XLIII, XLIV, XLVI, XLVII, L, LI, LII, LIII, LIV, LV, LVI, LVII, LVIII,
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394
Anexo II
Transcripción documental.
Sobre aumentos de dias en la alternativa de el agua de los interesados
de arriba.781

Foja 154
Sobre aumento de días en la Alternati-
ba de la Agua de los Interesados
de arriba=

Pase glosa de 1747

Señor Precidente
Los Vecinos azendados delas chacaras q[ue] llaman de
Arriva de una y otra parte del Rio de esta ciudad
Paresemos antte usia con el m[ay]or rendim[en]to y dezimos q[ue]
De or[de]n de Us[ted] se publico vando el dia venti y ocho
de septiembre para la distribuz[io]n de las aguas con el motivo
dela presente seca dando a las de arriba dos días a la semana
desde el lunes apuestas del sol hasta el miércoles
a la misma ora; a las de debajo de la otra parte del Rio
tres días desde el miércoles hasta el savado y a las de aba-
jo desta parte dos días desde el savado hasta el lunes
Segun esta provid[enci]a se ha alternado el agua del Rio en


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ANHCG, vol. 955, 1757, ff. 154 – 160v. Transcripción realizada para esta investigación. Archivo
Nacional Histórico por Pedro González Cancino; María Eugenia Mena; Emma de Ramón.

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los tres turnos de las semanas que han corrido desde el
dia de la publicaz[io]n y aunq[u]e desde aquel tiempo conducimos
(hablando con el acatam[ien]to devido) que el repartim[ien]to sera
mui desigual y en grave perjuicio de n[uest]ras haciendas, no lo
representamos por entonces hasta tocar con la experien-
cia el daño y que este diere a conocer a Us[ted] q[u]e los ynformes
que precedieron y dierno merito a la expresada alterna-
tiva no fueron correspond[ien]tes ni a la necesidad del Vezindario
ni al distinguido Zelo, y desvelada aten[cio]n con q[u]e se

Foja 154v
ha anhelado por el remedio y bien común deto-
dos sin mas respecto que el de la causa pu[bli]ca, pero
oy que en las tres semanas antecedentes hemos
experimientado que ninguna de las ochenta y quatro cha-
caras q[u]e componen las de arriba contenidas en la matri-
cula que presentamos en devida forma se han rega-
do enteram[en]te aun del primer riego que tanto ymporta
a la conservaz[io] delas viñas, y arboledas y asus frutos
ponemos en la sup[eri]or concideraz[io]n desde las razones
que pueden y deben mober su integridad a la alteraz[io]n
del or[de]n distributivo de las aguas. La primera quelas
chacaras de arriva de una y otra parte son ochenta y
quatro sin traer la consideraz[io]n muchas q[u]e se componen
de majuelos arboledas y corttos terremos, sino solam[en]te
aquellas que tienen viñas y al mismo tiempo almendra-
les crecidos, grandes olivares nogalares, y muchos
árboles frutales: y que las de abajo desta partte

396
del Rio solam[en]te son nuebe y de la otra veinte y
tres que todass hazen el numero de treinta y dos
fincas y pareze que quando a nuebe se concede dos
días de aguas, y tres a veinte y tres, persuade la mis-
ma evidencia e igualdad de la justicia distributiva q[u]e
dos no pueden ser suficientes para el riego de
ochenta y quatro chacaras. La razón que hasta a
hora se ha dado por partte de los asendados de
abajo es la mayor distancia de su situaz[io]n; pero

Foja 155
Siendo, como es constantte que ha exepcion de una
y otra finca que están en algun apartam[en]to del
Rio como son la de d[o]n Fran[cis]co y d[o]n Manuel
Zañartu todas las demás se hallan en su ynmediaz[io]n
Y que del mismo modo muchas delas chacaras de arriva
estan en mayor distancia; pareze q[u]e solo pudieran
prettender con proporcion asu numero aquel preciso
tiempo que nececita el agua para llegar al Puentte
o lugar de su repartim[ien]to. La segunda q[u]e las chacaras
de arriva se componen no solo de viñas, sino de mui con-
ciderables Almendrales, Olivares, Nogalares, y otros
arboles frutales, de tal suerte q[u]e rara seria delas ex
presadas en la razón presentada la q[u]e no tuviere estte
plantio, de q[u]e depende no solo el ynteres particular de el
asendado, y la conservaz[io]n de unas plantes q[u]e necesitan la
vida regular de un hombre para ponerse en estado de
fructificar sino también el abasto de esta ciu[da]d y aun de

397
otras muchas fuera del R[ei]no adonde se trafican y co-
mercian estos frutos en veneficio del vecindario: y por el
contrario delas fincas de debajo de uno y otro extremo
del Rio, son mui pocas las q[u]e tienen olivar, y menos
las q[u]e cultivan almendrales; con q[u]e siendo la regulada
ynttenz[io]n de Us[ted] dirijida a la equidad y conservaz[io]n de
las fincas, y de los caudales q[u]e en ellas se hallan ymepedi-
dos, es de justicia que a proporz[io]n de dicho m[ay]or numero
y de las plantas que tienen las de arriva seles conceda

Foja 155v
Pase glosa de 1757

el riego dela agua por mas tiempo. Lo tercero


por la mayor necesidad, y distinta calidad de d[ic]has fincas
todas se hallan cituadas en terrenos superiores de
greda, y pedregosos, y por esta razón mas agrios y se-
cos que los delas chacaras de abajo que generalm[en]te son
pan llevar, y de tierra de migajón: en aquellos por su dure-
sa e impenetrabilidad no cala el riego, y al segundo dia se
ven, como que nunca hubiesen sido regados, y en esto se
embebe, y penetra hasta lo interior por lo q[u]e en diez, o dose
días se conserva tanta umedad, como en el primero, y de
esta diferencia resulta que las viñas, plantas, y sembrados
delas chacaras de arriva han menester doblados, o triplica-
dos riegos que las de abajo para q[u]e se conserven, y
fructifiq[e]n y conciguientem[en]te que el veneficio de la alterna
tiva deve ser correspond[ien]te y respectivo a su m[ay]or necesi-

398
dad.
Aunque la fuerza de las razones expresadas persuade
que la distribución de las aguas sea a proporz[io]n del mayor
numero ventajoso plantio y diferente calidad delas de arriva
como deberíamos expresar dela alta penetraz[io]n e yntregri-
dad de Us[ted] para que se conosca que nuestra ynttencion
no es perjudicar las de abajo, sino es conservar las que

Foja 156
Pase glosa de 1747
nos han debido tan penosas tareas en su creaz[io]n
y cultura por depender de sus frutos el sustento de n[uest]ras
honradas familias. Suplicamos a Usted con el mas reverente
acatam[ien]to queno siendo, como no es suficiente el termino de
dos días para gosen del veneficio del Riego se conceda a
nuestras poceciones el de seis y ciette a las de debajo de uno,
y otro extremo, del mismo modo que a las de arriva, el uno
para q[u]e llegue el agua a corresponder al lugar de su
repartim[ien]to y los seis restantes para q[u]e se aprovechen de
ella y de esta suerte todas las fincas asi las de arriva
como las de abajo gosan del veneficio de tener seis días
continua agua corriente. Y poder regar a satisfacción
sus viñas y arboledas sin que ninguna cienta el carezer
dela agua por otros seis, o ciette días; con q[u]e ese concigue
que muchas de las q[u]e opor estar en m[ayo]r distancia hasta
ahora no han alcanzado arregarse en el cortto termino
de dos días (por que los mas inmediatos detienen el agua
deseoso de aprovecharlo y lograran la utilidad y combemnien-

399
cia a q[u]e propende la ynata piedad, y Justificado Zelo de
Us[ted]
Últimamente ponemos en la Superior Atten[zion de Us[ted] q[u]e de

Foja 156v
Or[de]n del Juez de aguas de esta ciudad se han tapado
enteram[en]te con piedra, y fajina las vocas-tomas de
nuestras acequias de modo q[u]e en los cinco días del turno
de las chacaras de abajo carsemos dela agua Necesaria
para veber que siempre se ha concedido como yndiespen-
sable para tan preciso destino; y supuesto que por la mis-
ma Urgencia en el turno delas de arriva que solo ha
sido de dos días. se ha permitido que para las de aba-
jo corra la suficientte para veber. Suplicamos a Us[ted]
rendidam[en]se te sirva de dar or[de]n al Juez de aguas
para q[u]e con igualdad dispense y comuniq[u]e a todas estte
alivio por tanto, y sin perjuicio de la Provid[enci]a tomada
sobre el libre e indeficiente curso de el agua para el
abasto y limpiesa de esta ciu[da]d por las acequias madres
q[u]e acatamoas con el mayor reconocim[ien]to –

A Us[ted] pedimos, y suplicamos se digne de conceder a las cha-


caras de arriva los días expresados, y en todos la preci-
sa y Necesaria agua para la vevida y sustento
y para las de abajo ciette en q[u]e todos reciviran
mayor Veneficio como son los q[u]e s[iem]pre esperamos dela
Grandeza de Us[ted] en terminar de Justicia
Fr. Josep de Quiroga y Salinas Joseph Bazilio

400
Prior Ag[usti]no Rojas y Fuentes
Juan Ign[acio] Don Manuel de Manzanal
de la Cruz

Fojas 157

D[oñ]a Agustina Caldera D[oñ]a Juana de Morales Chacon


Balthazar de Oruna El Conde de Sierra
y Galarza Bella

Juan Nepomuceno Valdes D[o]n Gregorio de Espina


Nicolas Contuchi P[ri]or del Noviciado Prior Blas de Asiendegui
Fray P[adre] Nolasco El Marq[ue]s de Montepio
Ju[an] Garses
Pedro J[ose]ph Romero D[oñ]a Clara Jofre y Montero
Maria Josepha Aldunate D[oñ]a Ysabel de espinoza
Man[ue]l Rodriguez María Theresa de Arannibar
(ilegible) Castillo Mathias Vasquez de Acuña
Diego Ygnacio Mathias de Duarte
de Cobarrubias
D[o]n Gabriel
De toro María Josepha de Billamil
Pedro Albarado Joseph de Salas
Antonio Lopez Mariana Aranguiz
D[octo]r D[o]n Pedro Mendoza Mate de Luna Margarita Ga
lindo

401
Foja 157v

Pase glosa de 1747


Santiago, 8 ro 31 de 1757

D[octo]r Tordesillas
Rio
Santiago Noviembre 3 de 1757
Traslado

D[octo]r Tordesillas

Doy fee que las notificacio Rio


nes de este decreto están en el
segundo decreto de estos autos
a los interesados del doy fee=
Cueva

Foja 158
Matricula de las chacaras que llaman de arriva
Primeram[en]te de Deza de la ciudad de la otra parte del Rio
Itten la chacarilla de los Lepes

402
Itten la de D[o]n Bart[olo]me de Balenzuela
Itten la del S[eño]r D[o]n Man[ue]l de Recavarren
Itten la del salto del S[eño]r Fiscal-
Itten la de Conchali de d[o]n Joseph Valeriano de Ahumada
Itten la de Pedro J[ose]ph Sanchez
Itten la de S[an]to Domingo
Itten la de Goechurava del D[octo]r D[o]n Juan de Vargas
Itten la del S[eño]r D[o]n Domingo de Aldunate
Itten la de D[o]n Fran[cis]co de Rojas
Itten la del D[octo]r D[o]n J[ose]ph del Pozo
Itten la de D[oñ]a Juana Bravo
Itten dos chacaras de D[o]n Juan Antonio Arauz
Itten la del colegio de San Pablo que fue de D[o]n Juan Antonio de Ala-
mos
Itten la de D[o]n Miguel M[a]r[ti]n[e]z
Itten la de los Silvas
Itten la del Molino de la M[e]r[ce]d

Itten la de D[o]n Juan Gomez


Itten la de D[o]n Juan Manuel Roco
Itten la de D[o]n Manuel Dias Montero
Itten la de Maciel
Itten la de D[o]n Ag[usti]n Brizeño

Foja 158v
Itten la de D[o]n Juan Daniel
Itten la recoleta de S[an]to Domingo

403
Itten la de la Viña Nueba y Viña Vieja de S[an]to Domingo
Itten la de D[o]n Leonardo Velasquez
Itten la de las Perexas
Itten la del conde de Zierra Bella
Itten la de D[o]n Fran[cis]co de Albarcia-
Itten la de D[o]n Luiz del Coo -
Itten la del Maetro Fr. Blaz de Asendeguia
Itten la de D[o]n Manuel de Aguirre
Itten la del Marquez de Montepio
Itten la de D[o]n Fran[cis]co Duran
Itten tres chacaras de D[o]n Juan Garzes
Itten la de Adames
Itten la de Marmolejo de S[a]n Ag[usti]n
Itten la de D[o]n Antonio de Unzueta -
Itten la de la casa de exercicio
Itten la de D[o]n Pedro Matthe de Luna
Itten la del P. M[aest]ro Caravajal
Itten la de D[o]n Pedro de los Rios
Itten la del Doctor D[o]n Manuel Manzanares
Itten la de D[oñ]a Thereza Arancivian
Itten la del Rosario
Itten la de D[o]n Diego Cobarrubias
Itten la de D[o]n Juan de Salazar
Itten la de D[o]n Pablo Cabrera
Itten la del S[eño]r D[o]n Juan de Balmaceda
Itten la de D[oñ]a Urzula Galindo

Foja 159

404
Itten la de D[o]n Joseph de Sola -
Itten la de D[o]n Juan de Varros -
Itten la de D[o]n Fran[cis]co Navarro Bolaños
Itten la de D[o]n Mathias de Acuña
Itten la de D[o]n Mathias de Iduarte
Itten la de D[o]n Joseph Subicueta
Itten la de D[o]n Manuel Parra
Itten la de D[oñ]a Maria Aranjuez
Itten la de D[o]n Antonio Lopez
Itten la de D[o]n J[ose]ph Tholedo
Itten la del Colegio Seminario
Itten la de Thomas de la Rivera
Itten la de la Olleria -
Itten la de la Casa de Exercicios de esta ciu[da]d
Itten la de D[o]n Juan de S[an]ta Cruz
Itten la de Peñalolen
Itten la de Tovalava de las monjas Ag[usti]nas
Itten la de los herederos del S[eño]r Barreda -
Itten la de las Zuñigas -
Itten la de Pedrasa -
Itten la de D[o]n Pedro Romero
Itten la de D[o]n Balthazar de Oruna
Itten la del Colegio del Nobiciado
Itten la de D[oñ]a Cathalina Ybaldo
Itten la del Carmen Oy de D[o]n Joseph Alderete
Itten la del Hospital de S[a]n Juan de Dios
Itten la de D[o]n Luiz de Uretta
Itten la del Montte Alberne

405
Itten la de D[o]n Vacilio Gamboa oy de Don Ag[us]tin de Rojas
Itten la de D[o]n Fran[cis]co Arenas
Itten la de D[oñ]a Agustina Caldera
D[octo]r Tordesillas
Rio

Fojas 160
Matricula de las chacaras q[u]e llaman de abajo-
Primeramente la de Don Pedro Nolasco de Santander
Itten la de Puntto de los Padres Agustinos
Itten la de D[o]n J[ose]ph de Puebla
Itten la de D[o]n Fran[cis]co Armijo
Itten la de las Contreras
Itten la de los Gutierrez
Itten la de los Gomez -
Itten la de D[oñ]a Juana Brava
Itten la de D[o]n Sevastian de la Barra -
Itten la de D[o]n Joseph de Zuñiga
Itten la de D[oñ]a Bern[ar]da Aldunate -
Itten la de Asencio Saez -
Itten la de D[o]n Thomas del Canto
Itten la de la chacarilla de Ahedo -
Itten la de D[o]n Ag[usti]n Britto
Itten la de Lopez perdida
Itten la de los Dias perdida
Itten la de D[o]n Antonio de Boza
Itten la de la Puntta del Colegio Maximo de la Compañía -
Itten la de Maluenda

406
Itten la del Marquez de la Pica por esta partte del Rio -
Itten la de D[o]n Manuel Lozano
Itten la de D[o]n Francisco Arteaga

Foja 160v
Itten la de D[o]n Nicolas de la Puebla -
Itten la de los Videlas -
Itten la de D[o]n Ramon Villalon
Itten la de D[oñ]a Beatris de la Aguila
Itten la de D[o]n Manuel Zañartu -
Itten la de D[o]n Francisco de Azaola -
Itten la de D[o]n Gabriel de Oballe de la Otra partte
Itten la de Doña Ana de Castro oy de Araus
Itten D[o]n Pedro del Portillo

407

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