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El caso de las sequías en Santiago de Chile en la etapa borbónica
Por
Andrea Natacha Noria Peña
Directoras de Tesis:
Dra. María Inmaculada Simón Ruiz
(Universidad Autónoma de Chile)
Dra. María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
(Universidad de Sevilla)
DOCTORADO EN HISTORIA
UNIVERSIDAD DE SEVILLA
DOCTORADO EN HISTORIA
COLONIAL HISPANOAMERICANA
Por
Andrea Natacha Noria Peña
Directoras de Tesis:
Dra. María Inmaculada Simón Ruiz
(Universidad Autónoma de Chile)
Dra. María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
(Universidad de Sevilla)
2
Para Jean Carlos Noria (1983-
2015), el mundo es un lugar más
oscuro desde que no estás
3
ÍNDICE
SIGLAS Y ABREVIATURAS……………………………………………………… 9
RECONOCIMIENTOS Y AGRADECIMIENTOS…………………………………….. 10
RESUMEN………………………………………………………………………. 13
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………… 16
CAPÍTULO 1. EXTREMISMO CLIMÁTICO E HISTORIOGRAFÍA
1.1. Espacios de debate en torno a los fenómenos naturales……….. 34
1.2. Conceptos y categorías en los estudios de las estrategias frente
a las sequías…………………………………………………………. 56
1.3. La lupa historiográfica en torno a las sequías en Chile…………. 64
CAPÍTULO 2. CLIMA, AGUA Y ESCASEZ EN SANTIAGO
2.1. Las condiciones geomorfológicas y climáticas de Santiago…….. 77
2.1.1. Condiciones medioambientales de Santiago……………… 77
2.1.2. Contexto global de fluctuaciones ambientales……………. 83
2.2. Ciclo agrícola, ganadería y abastecimiento de agua…………….. 94
2.2.1. Uso y distribución del agua en la ciudad y sus
alrededores…………………………………………………… 94
2.2.2. Tierras y espacios de trabajo agropecuario……………….. 106
2.3. Santiago, una región amenazada………………………………….. 114
2.3.1. Espacios de adaptación en el Santiago del siglo XVIII…... 114
2.3.2. Escenarios de riesgos y amenazas……………………….. 125
2.3.3. Las sequías en el siglo XVIII………………………………... 137
CAPÍTULO 3. ENFRENTAR LA CONTINGENCIA: DISPOSICIONES FRENTE A LAS
SEQUÍAS EN EL SIGLO XVIII
3.1. Regulaciones en torno al agua, la escasez y los productos
agropecuarios……………………………………………………….. 151
3.1.1. Jurisprudencia indiana en torno al recurso hídrico………. 151
3.1.2. Esterilidad de las tierras y escasez de agua en el
Derecho Indiano……………………………………………… 161
3.2. Medidas y prácticas extraordinarias frente a las sequías……….. 168
3.2.1. “Dueños del Agua”: confrontaciones, transgresiones y
puniciones en tiempos de escasez………………………… 168
3.2.2. El alza de los precios de productos básicos y
agropecuarios………………………………………………………… 187
CAPÍTULO 4. OBRAS HIDRÁULICAS Y DE ALMACENAMIENTO: FONDOS
PÚBLICOS, INGENIERÍA Y PLANIFICACIÓN
4.1. Infraestructura hidráulica y obras públicas……………………….. 211
4.1.1. El ramo de la Balanza y los Propios de la ciudad………… 211
4.1.2. Los ingenieros militares……………………………………… 221
4
4.2. Medidas técnicas y resolución de conflictos por escasez………. 229
4.2.1. Ingeniería hidráulica………………………………………… 229
4.2.2. Almacenamiento de productos agrícolas………………….. 158
CAPÍTULO 5. RELIGIOSIDAD Y MECANISMOS SIMBÓLICOS DE PROTECCIÓN
5.1. La religiosidad frente a los fenómenos naturales………………… 272
5.1.1. El orden divino y la idea del desastre……………………… 272
5.1.2. El patronato de los santos ………………………………….. 282
5.2. Rogativas, procesiones y otras manifestaciones devotas ……... 291
5.2.1. Las leyes indianas y eclesiásticas frente a las rogativas… 291
5.2.2. La demanda popular, la ciudad de Santiago y los
avatares de la celebración………………………………….. 297
5.2.3. Novenas, rogativas y procesiones pro-pluvia en el siglo
XVIII…………………………………………………………….. 303
CONCLUSIONES………………………………………………………………... 325
FUENTES DE INFORMACIÓN…………………………………………………… 341
BIBLIOGRAFÍA Y HEMEROGRAFÍA…………………………………………….. 347
ANEXOS……………………………………………………………………….. 384
5
ÍNDICE DE CUADROS
6
ÍNDICE DE FIGURAS E IMÁGENES
7
ÍNDICE DE MAPAS
8
SIGLAS Y ABREVIATURAS
9
RECONOCIMIENTOS Y AGRADECIMIENTOS
10
igualmente, conocer no solo potentes investigadores, sino mejores personas.
Mi profunda admiración hacia Armando Alberola y Adrián García
especialmente, va de la mano del cariño y la amistad que desde entonces nos
une, y los espacios compartidos a ambos lados del Atlántico. También me
siento honrada por la invitación y el financiamiento de mis días en Jaén que
amablemente me extendió el profesor Juan Manuel Matos y la Universidad de
Jaén, otro espacio que hizo posible presentar avances y resultados parciales
de esta investigación en el marco del seminario Seminario Internacional “Agua,
Territorio y Medio Ambiente”.
De mis días en España me llevó, además, buenos colegas y amigos.
Estar en Sevilla siempre es una llamada para estar en el AGI, desde las 8:00 a
las 15:00 hrs. Justo allí entre documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII se
formó un pequeño grupo de jóvenes investigadores que tuvimos una afinidad
que traspasó el olor de aquellos legajos: Agnes, Fred, Masaki, Nelson, Lilyam,
Mauricio, Antonio, los almuerzos compartidos, las salidas y paseos, y las
comidas caseras internacionales de los domingos siempre formarán parte de lo
mejor que nos deja este tipo de encuentros.
Otro espacio que marcó desde entonces y para siempre mi formación en
la investigación sobre desastres fue la participación en la Segunda Escuela de
Historia Ambiental, que se celebró en Brasil en noviembre de 2015. Agradezco
la minuciosa revisión de una parte de esta tesis a las profesoras Dra. Regina H.
Duarte y Dra. Lise F. Sedrez, por los debates surgidos y las recomendaciones y
aportes que sin duda contribuyeron en el resultado que hoy tenemos.
Pero más allá de eso, esta instancia me permitió formar parte desde
entonces de SOLCHA y, con ello, de la historia ambiental. Sin duda, mil
gracias, ha sido un antes y un después en mi proyección como académica,
como profesional y como persona. Una gran familia de investigadores he
ganado, una familia a la que veo cada dos años y con los que comparto
maravillosas experiencias. Gracias a todos ellos estoy convencida que el
espíritu de la Academia y la vida universitaria es otro, uno donde el trabajo en
equipo vale más que las individualidades y donde la competencia es con uno
mismo y no con los demás.
Además de eso, SOLCHA también me ha dejado colegas y amigos muy
queridos, muy cercanos, siempre recordados. Gabriel Garnero, quien desde
entonces supimos que seríamos amigos para toda la vida; mi compañera de
habitación Rute Torres, una persona simplemente maravillosa; Darcio Rudvald
por sus largas conversaciones sobre la tesis, la academia, la vida en general; a
mis queridas Lorena Arias Solano y Natascha Otoya, y también a Bruno Araujo,
Alejandro Bonada, todos ellos compañeros de la Escuela SOLCHA.
No podría dejar por fuera a mis maestros, amigos, afectos en México. Mi
México lindo y querido no solo es un lugar maravilloso, también tiene personas
estupendas, y de los mejores académicos que he conocido por sus trabajos y
su calidad humana. Un especial agradecimiento a Virginia García Acosta, por
su amabilidad al leer la memoria de investigación de esta tesis y por los libros
que amablemente me obsequió. Mi admiración es enorme porque no solo es
una de mis maestras en los temas de desastres, también es una investigadora
11
intachable, y una persona maravillosa, bondadosa. A Raymundo Padilla
también quisiera extenderle mi profundo respeto por su dedicación y
compromiso ético y social con la difusión de las investigaciones sobre
desastres, y también por su sincera amistad.
Extiendo mi cariño, reconocimiento y profundo agradecimiento a mis
maestros y amigos de la academia venezolana. Quisiera reconocer el apoyo
que el geólogo Franco Urbani siempre me ha dado, por su lectura del
manuscrito final y sus recomendaciones y por enseñarme, una vez más, que lo
más importante de la vida universitaria es siempre dar lo mejor de uno mismo
por amor a la investigación, por su lucha y su constancia y por mantenerse
firme ante un sistema corrupto como el gobierno venezolano que aunque
pretenda doblegar la luz de la vida académica y de la UCV, siempre seremos la
casa que vence las sombras. Agradezco, así, a todos aquellos profesores que
luchan cada día por mantener la academia venezolana, a todos mi profundo
reconocimiento y admiración.
A Rogelio Altez quiero agradecerle la enorme paciencia, el cariño
interminable, mi maestro y quien me introdujo en los temas de desastres, quien
me mostró la comprensión de los procesos históricos desde la antropología.
Por sus consejos, las discusiones y debates, sus pertinentes lecturas y
recomendaciones. Muchas gracias por siempre estar allí, por tu enorme
solidaridad como investigador, como profesor y como amigo. Por estos 12 años
(y los que faltan) de amistad y de enseñanzas estaré, siempre, agradecida.
En esta investigación también conté con el apoyo y la colaboración de
amigos cercanos. A Benjamín Altez y Ligia Perozo por sus palabras de aliento
y su imprescindible apoyo. A Yailén, Gegorgina, Luciano y Alejandra por su
ayuda durante los primeros años en la transcripción de algunas de las fuentes.
A Sandra por la múltiples lecturas del manuscrito y sus atinadas observaciones.
A Lorena Perdomo por su colaboración en las digitalización de algunos
documentos localizados en los Manuscritos Medina ubicados en la Sala de
Microformato de la Biblioteca Nacional. A Froilán Ramos Rodríguez por su
compañía, sus lecturas y su paciencia en mis tiempos de crisis. Por último,
extiendo mi agradecimiento a Iván Jacksic, uno de los historiadores chilenos
más reconocido, con un sólida trayectoria y una solidaria sensibilidad por
Venezuela, también es uno de los amigos que Chile me regaló, los debates y
las conversaciones me acompañaron desde que llegué y por ellos estaré
siempre en deuda.
Por último, agradezco, sin duda, a mi familia, un apoyo constante en mi
vida. A mi padre Rafael porque siempre está allí, sin su apoyo afectivo y
monetario esta tesis no hubiese sido posible. A mi madre, mi abuela, mis tías,
mis primos, mis hermanos, porque ellos son el pilar de mi vida, me recuerdan
día a día que la ética y los valores se aprenden desde casa y que el tratar ser
una mejor persona siempre me hará una mejor investigadora. Como bien me
dicen, la universidad no cambia quien eres.
12
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHILE
INSTITUTO DE ESTUDIOS HUMANÍSTICOS Y SOCIALES
DOCTORADO EN HISTORIA
UNIVERSIDAD DE SEVILLA
DEPARTAMENTO DE HISTORIA DE AMÉRICA
DOCTORADO EN HISTORIA
Autora:
Andrea Natacha Noria Peña
Directoras de Tesis:
Dra. María Inmaculada Simón Ruiz
(Universidad Autónoma de Chile)
Dra. María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
(Universidad de Sevilla)
RESUMEN
Esta investigación analiza las estrategias de los actores sociales vinculados al
poder político-institucional (civil y religioso) y económico frente a las sequías,
que se manifestaron en la ciudad Santiago de Chile durante el siglo XVIII. Por
lo que, nos interesamos, en primer lugar, en determinar aquellos años en los
llovió muy poco durante las estaciones de otoño e invierno; así como explicar a
partir de ello las prácticas que se ejecutaron para atender el impacto de la
amenaza; y determinar los factores vulnerables de la población ante estos
eventos climáticos. Esta espacio temporal se enmarcó entre el auge del
sistema agroexportador en torno al trigo para finales del siglo XVII en Chile y la
gestión de los recursos hídricos durante la etapa de los borbones, haciéndole
seguimiento principalmente al canal San Carlos y su puesta en funcionamiento
para la década de 1820. Desde el punto de vista metodológico se realizó una
valoración interdisciplinar, favoreciendo el diálogo entre distintas tendencias
historiográficas y otras disciplinas científicas, pero especialmente desde la
perspectiva del estudio histórico y social de los desastres y la historia
ambiental. Las fuentes consultadas se localizaron en repositorios de Chile y
13
España, entre los más importantes se encuentran: Archivo Nacional de Chile
(Chile), Archivo Histórico de la Catedral Metropolitana (Chile) y Archivo General
de Indias (Sevilla). La documentación que se trabajó determinó la planificación
y ejecución de tres tipos de estrategias: político-normativa; tecnológica y
simbólica devenidas de las autoridades civiles y religiosas; al mismo tiempo, los
grupos económicos también participaron en el desarrollo de prácticas
transgresoras que terminaron por convertirse en estrategias frente a estos
escenarios.
14
Vi una pila que, inacuosa,
en una plaza desierta,
a secas y sin llover,
de no correr se averguenza:
tan mendiga o tan mezquina
que a la ambición más sedienta,
no le dará una sed de agua,
sino es que del cielo llueva.
Motivo porque tal vez,
usando de las acequias,
guisan con triacamagna
que de veneno preserva.
La del río, en siete meses
del año, es tan turbulenta,
que ni aun a rio revuelto
da ganancias en la pesca;
pues con confecciones varias
de antimonias, que le infestan,
de corrida muda tantas
colores que es una afrenta;
a veces parece clara
de huevo y a veces yema,
y otras al suero de leche,
con más forma de materia;
de suerte que en el verano
causa tales epidemias
tales fatigas y ahogos (…).
En el vano carambovis
de Cairo tan opulenta
para el alivio común
hay tan buenas providencias,
que, con haber dos muy ricos
manantiales de agua buena,
en Ramón y Vitacora,
que distarán legua y media,
todo el poderío y arte
de aquesta corte suprema,
nunca ha sido capaz de
conducirla y mantenerla.1
1
Descripción de las grandezas de la Ciudad de Santiago de Chile, dedicada por el desengaño
a los muy ilustres señores Gamonales de ella: escrita este año de 1740, Biblioteca Nacional de
España, Varios de Lima, Ms. 17667, ff. 157v-158r. La versión que utilizamos es la reproducida
en Luis Íñigo Madrigal, “Descripción de las grandezas de Santiago de Chile (un poema del
XVIII, deudor de Caviedes). Estudio, transcripción y notas,” Anales de Literatura
Hispanoamericana 23 (Madrid, 1994): 170-171. La autoría del poema es discutida.
15
INTRODUCCIÓN
16
INTRODUCCIÓN
Lo geográfico y lo histórico se amalgaman en todo tiempo
y lugar. Se puede afirmar que el ambiente físico y la
humanidad, a través de los tiempos, han permanecido
estrechamente relacionados. No es posible ver y entender
el ambiente geográfico a no ser a través de lo físico e
intelectual del hombre; ni al hombre y su comportamiento,
independientemente del ambiente geográfico.2
2
Marco Aurelio Vila, Conceptos sobre Geografía Histórica de Venezuela (Caracas: Monte Ávila
Editores, 1970), 7.
17
Para 1877 la imprenta de El Mercurio publicó el Ensayo histórico sobre
el clima de Chile escrito por Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886). Esta
obra se convertiría en un referente para los estudiosos del clima en estas
regiones del sur y es, sin duda, una de las fuentes principales para acercarse al
estudio de estas temáticas en el Chile republicano.
En este sentido, las sequías también son una variable histórica. El ser
humano establece relaciones con los espacios geográficos donde se asienta;
estas relaciones, tanto materiales como simbólicas, se traducen en
18
mecanismos de convivencia con los diversos ecosistemas que lo conforman y
que se producen y reproducen históricamente, lo que implica, al mismo tiempo,
que esas relaciones están determinadas contextualmente, y que las
sociedades –a partir de los recursos disponibles– construyen formas
específicas de adaptabilidad.
Durante los casi tres siglos de la sociedad colonial, las relaciones con los
ecosistemas no fueron idénticas, por lo que la atención a las sequías en el siglo
XVII no fue la misma que en el siglo XVIII, si bien pueden advertirse puntos de
coincidencias en la resolución material y simbólica ante aquellas condiciones;
tampoco fue uniforme en los distintos espacios geográficos, sociales y
económicos que conformaban la Gobernación y Capitanía General de Chile.
Esto significa que los fenómenos naturales no se corresponden con fronteras
locales, regionales o nacionales, 3 pero las diversas respuestas, prácticas y
estrategias que se desarrollan para convivir con la amenaza sí se ajustan a
regiones históricas que no siempre coinciden con las divisiones político-
administrativas. Es por esto que para esta investigación decidimos enfocarnos
en Santiago y todas aquellas áreas circundantes (lo que actualmente constituye
el Área Metropolitana). 4 En consecuencia, no es lo mismo estudiar las
estrategias frente a las sequías en el norte de Chile, que en la zona central o
en el sur del país. No es lo mismo hacerlo actualmente y tampoco para el
período colonial y pre-instrumental, especialmente para este último caso por los
las transformaciones en la estructura económica y urbana. Además de estos
factores antrópicos, el territorio chileno presenta distintos tipos de clima y estos
3
Cf. Rogelio Altez, “Nacionalización de las memorias colectivas y reproducción de riesgos en
regiones fronterizas latinoamericanas,” Anuario de Estudios Americanos 73, no. 1 (2016): 319-
350, DOI: 10.3989/aeamer.2016.1.11
4
Para el siglo XVIII, estos alrededores correspondían a zonas de cultivos, baldías, otras que
recién en ese siglo se fueron transformando y dieron paso a un incremento en los arrabales.
Para mayores detalles, véase el capítulo 2.
19
a su vez conducen a distintos tipos de sequías (diferencias entre norte, centro y
sur).
20
referente del proceso de transformación urbana. En este sentido, el siglo XVIII
es significativo por el reformismo borbónico y su gestión en cuanto a
infraestructura hidráulica tanto en la metrópoli como en las colonias
hispanoamericanas. Además, a lo largo de este siglo en Chile se destacaron
dos puntos que marcan, igualmente, la fragmentación metodológica de la tesis:
el auge agroexportador del trigo a partir de la década de 1690 y los avatares en
torno a la construcción del Canal San Carlos en las primeras décadas del siglo
XIX, cuando finalmente se culminaría y entraría en pleno funcionamiento.
También encontraremos que en muchos casos nos remitimos a los siglos XVI y
XVII, lo que tiene que ver con el sistema jurídico que se mantuvo vigente, y
para identificar las prácticas recurrentes frentes a las sequías ya con
anterioridad al siglo de análisis.
21
habitantes y las instituciones respondieron y generaron diversas maneras de
enfrentar aquellas situaciones.
Para ello, el primer objetivo específico que nos trazamos fue identificar
los años señalados como secos o faltos de lluvias en la región de estudio a lo
largo del siglo XVIII. Este paso constituyó uno de los pilares de la tesis y una
contribución significativa para futuras investigaciones. La reconstrucción
requirió una minuciosa sistematización de fuentes primarias periódicas y el
apoyo de otras fuentes donde esta información se encuentra mucho más
dispersa y, en algunos casos, sutil. Además, si bien encontramos algunos
datos provenientes de la bibliografía especializada, los mismos se referían
solamente a algunas de las prolongadas sequías.
5
Los desastres son procesos que dan cuenta de condiciones críticas que ya estaban presentes
y se detonan a raíz de la articulación en el tiempo y en el espacio de un contexto vulnerable,
una sociedad en riesgo y una amenaza, en este caso, natural. Es una categoría de análisis y
metodológica que permite comprender escenarios de crisis y conflictos ante la manifestación,
efectos e impacto de fenómenos naturales. Al respecto, el capítulo 1 se dedica al desarrollo
conceptual de las categorías de análisis de esta investigación.
22
registros instrumentales, por lo cual el cumplimiento del objetivo se alcanza a
partir de fuentes documentales periódicas, con un énfasis en aquellos meses
que se caracterizan por las lluvias (abril-agosto) e incluso la estación
primaveral. Este primer objetivo específico, entonces, se plantea para dar
cuenta de la manifestación de las sequías, sin mayor hincapié en los efectos de
las mismas, pero con el fin de observar de manera general el impacto de la
amenaza en aquella sociedad. Este primer paso nos permitió reconstruir
nuestro objeto de estudio: las estrategias desplegadas frente a las sequías.6
23
económica y religiosa- y que fueron desplegadas con el fin de que la población
se adaptara a estos acontecimientos.
24
encuentra mediada por los poderes municipales y eclesiásticos como
mecanismos de persuasión y control, que les permitían una intervención de las
respuestas sociales transgresoras a las medidas empleadas por las
autoridades ante la manifestación de sequías, tomando en cuenta los intereses
económicos y sociales de sus representantes y el papel que estos
desempeñaban en la estructura socioeconómica de Santiago de Chile durante
el período de los borbones.
25
prolongada durante meses. De aquí la distinción entre año seco y una
secuencia de sequía, que forman parte, de igual manera, de las crisis
climáticas prolongadas (junto con las lluvias excesivas o torrenciales).
8
Jorge Olcina Cantos, ¿Riesgos naturales? I. ,75.
9
Fernand Braudel, La Historia y las Ciencias Sociales (Madrid: El Libro de Bolsillo-Alianza
Editorial, 1980), s/p.
26
vulnerabilidad en una continuidad espacio-temporal, tomando al
acontecimiento (por ejemplo, una sequía) como el detonante de desastres y
considerando su permanencia y las transformaciones que ocasiona en la
relación sociedad-naturaleza (las estrategias adaptativas son indicadores al
respecto). También se hace imperativa la comparación como estrategia
metodológica, porque permite dar cuenta de los cambios y las
transformaciones en las estrategias adaptativas dentro de su propia
historicidad.
10
Rogelio Altez, “Ciclos y sistemas versus procesos: aportes para una discusión con el enfoque
funcionalista sobre el riesgo,” Desacatos 30 (2009): 113.
11
Clifford Geertz, La interpretación de las culturas (Barcelona, España: Gedisa, 1988), 19-40.
27
efectos condicionan las diversas prácticas para enfrentar la amenaza y
posibilitan, al mismo tiempo, la producción de estrategias adaptativas. Esta
propuesta metodológica implica una triangulación en el análisis, como bien
señalan las historiadoras Margarita Torres Hernández y Ana Yolanda Zúñiga
Arias12 desde el ámbito de la Historia Aplicada para la perspectiva histórica de
los desastres.
Una de las fuentes más importantes para este tipo de estudios son las
actas del Cabildo de Santiago. Las sesiones capitulares contienen detalles, en
algunos casos minuciosos, sobre la presencia de amenazas
hidrometeorológicas y permiten construir una idea general sobre el impacto
que tuvo en la vida cotidiana la recurrencia de estos fenómenos y, además,
las acciones inmediatas (contingentes) que se tomaron en cada caso;
asimismo, las actas también ofrecen información sobre la instauración de
determinadas prácticas a lo largo del tiempo y estrategias específicas que
permiten atender medidas adaptativas que se gestionaban desde el gobierno
local. De esta manera, sin duda, este tipo de fuente se convirtió en la columna
vertebral de la investigación. Al respecto, para el siglo XVIII se revisaron un
todas las sesiones que van desde el año 1697 hasta 1809, aunque también se
emplearon y revisaron las sesiones correspondientes a los siglos XVI y XVII.13
12
Margarita Torres Hernández y Ana Yolanda Zúñiga Arias, “Aportes de la historia aplicada
para el estudio de los desastres. El caso del huracán Juana en Costa Rica: 1988,” HIB. Revista
de Historia Iberoamericana 4 (2011): 93, doi:10.3232/RHI.2011.V4.N1.06.
13
El objetivo fue observar la recurrencia de las sequías en los siglos precedentes, un factor
clave a la hora de analizar las estrategias. También se emplearon, en conjunto con otras
28
Igualmente, del Cabildo Eclesiástico se revisaron los tres Libros de Acuerdos
que abarcan el período de 1686 hasta 1800. En este último caso, la
información obtenida se reunió en torno a dos aspectos: por un lado, la
problemática entre ambos poderes (civil y religioso) en cuanto al tema
protocolar en las liturgias; por otro lado, estas manifestaciones frente a la
presencia de fenómenos naturales en general, y especialmente aquellas
vinculadas con las sequías. La información obtenida en estos dos fondos se
resumen en los Cuadros Nos. 3 y 5.
fuentes, para la elaboración de la cronología de fenómenos naturales que se manifestaron
durante todo el período colonial. Este listado se realizó con el objetivo de no solo advertir
posibles coyunturas donde se presentaron fenómenos concatenados, lo cual, al mismo tiempo
condiciona la atención que le das a esas amenazas, sino también con el fin de lograr advertir el
papel que desempeñaron las sequías en Chile en relación con otros procesos naturales
extremos dentro de los discursos de los distintos actores sociales acá reconocidos, por esta
razón a lo largo de esta investigación nos referiremos en más de una oportunidad a distintas
amenazas.
29
También se consultaron 7 volúmenes del Fondo Antiguo para un total
de 11 expedientes revisados en los cuales se localizó información relevante
para la investigación sobre la agricultura, lluvias, obras públicas, epidemias,
carestía, rogativas y novenas, terremotos y molinos ubicados en Santiago.
Por otro parte, los fondos de los archivos religiosos en Chile nos
permiten hacerle un seguimiento a las distintas manifestaciones que se
mostraban en contra de las sequías, especialmente, las rogativas, novenas y
procesiones, así como la lista de los santos patronos protectores que fueron
elegidos para tal fin. También nos permiten atender los diversos documentos
oficiales emitidos por sus autoridades en esta materia. Además de los Libros
de Acuerdos del Cabildo Eclesiástico, resultó útil para la investigación la
documentación manuscrita conservada en el Archivo Histórico del
Arzobispado de Santiago. En el Fondo Gobierno se consultaron 25
volúmenes, en 8 de ellos conseguimos información importante para la
investigación. Esta información se distribuyó principalmente en obras públicas,
gestiones para los protocolos de los servicios religiosos, en especial sobre la
liturgia frente a festividades y sobre el ramo de balanza.
30
de otras amenazas.
14
También se revisaron otras audiencias cuya documentación contribuyeron con el aparato
crítico de la investigación, para mayor detalle sobre ellas véase el apartado de las Fuentes de
Información.
15
Nuestra investigación muestra puntos de coincidencia en áreas de interés con el trabajo de
Piwonka, en especial, porque nuestro objeto de estudio son las estrategias frente a la sequías,
y esto, indudablemente, no puede estar desvinculado de la gestión del agua, ya que es uno de
los factores determinantes en el papel que desempeñan los impactos de estas amenazas.
Ahora bien, tanto el énfasis como la metodología y las categorías de análisis se distancian de
los objetivos en el estudio de Piwonka, como bien el autor lo señala, al indicar que su trabajo no
es un estudio sobre sequías, y que para este período, al igual que para el siglo XIX, las mismas
deberían ser tomadas como inventario.
31
investigación: la política, en la cual la normativa –y su trasgresión– es el hilo
conductor; la tecnológica, como resultado de la puesta en práctica de diversas
técnicas materiales; y la simbólica, enfocada en las manifestaciones devotas.
En cada apartado, la discusión se hilvanó a partir de casos concretos,
localizados en las fuentes manuscritas e impresas.
32
CAPÍTULO 1
EXTREMISMO CLIMÁTICO E HISTORIOGRAFÍA
34
Este acervo de respuestas, prácticas y estrategias son las que nos permiten
advertir la producción, histórica y social, de la adaptabilidad al espacio natural con
el cual se convive.
35
20
independencias y, particularmente, en las raíces del discurso sobre la
construcción del Estado-Nación y las influencias de la corriente positivista.21 Para
mediados del siglo XIX los fenómenos naturales, en especial aquellos de corte
biológico como bacterias y virus, comenzaron a considerarse parte de “los males
de la nación”.22
36
académica lideraron los discursos en torno a estas categorías: las ciencias
naturales y aplicadas, y las ciencias de la tierra. Los investigadores que trabajaron
desde la perspectiva de las ciencias naturales y aplicadas fijaron sus intereses en
los fenómenos físicos, y convirtieron su enfoque fisicalista, según comenta
Kenneth Hewitt (1983),24 en la visión dominante. Los especialistas de las ciencias
de la tierra se inclinaron por los aspectos sociales para concluir que los desastres
no son naturales. Por su parte, desde las ciencias sociales también aumentaron
los estudios dedicados al tema y las categorías para entender los desastres.25
el trabajo de Mary Douglas, Risk Acceptability According to the Social Sciences (New York: Russell
Sage Foundation, 1986). La edición en español fue publicada en la década siguiente: La
aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales (Barcelona, España: Ediciones Paidós, 1996).
24
Allan Lavell, introducción a Estado, sociedad y gestión de los desastres en América Latina: en
busca del paradigma perdido, ed. Allan Lavell y Eduardo Franco (Lima: Red de Estudios Sociales
en Prevención de Desastres en América Latina, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,
Intermediate Tecnology Development Group, 1996), 15, http://www.la-
red.org/public/libros/1996/esyg/esyg_todo_dic-18-2002.pdf.
25
El primer trabajo formal que se interesa por los estudios sociales y estos contextos es el de
Samuel Henry Prince y su investigación sobre la explosión de un barco cargado de municiones en
Nueva Escocia, autor conocido entre los especialistas como el primer estudioso en el área de los
desastres, véase su trabajo Catastrophe and Social Change (New York: Columbia University,
1920). También para la década de 1930, desde la geografía ecológica y su perspectiva socio-
ambiental, se interesaron en problematizar el impacto de este tipo de eventos; junto con ellos, los
planteamientos de L. T. Carres, en la misma década, también están considerados como los
primeros pasos de lo que posteriormente sería una línea de investigación sobre desastres. Para
mayores detalles, pueden consultarse los trabajos de Marisol Barrios Yllan, Reubicación de
comunidades por inundación y la vulnerabilidad social. El caso de Arroyo del Maíz, Poza Rica,
Veracruz (México D.F.: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social,
CIESAS, 2009), 11.
http://www.ciesas.edu.mx/proyectos/reubicaciones/libros/Reubicación%20Arroyo%20del%20Maiz.p
df; Omar Darío Cardona, “La necesidad de repensar de manera holística los conceptos de
vulnerabilidad y riesgo: una crítica y una revisión necesaria para la gestión” (Ponencia y artículo
presentado en la International Work-Conference on Vulnerability in Disaster Theory and Practice,
Holanda, 29-30 de junio, 2001),
http://www.desenredando.org/public/articulos/2003/rmhcvr/rmhcvr_may-08-2003.pdf.
26
Cyril Belshaw, “Social Consequences of the Mount Lamington Eruption,” Oceania 21, 4 (1951):
241-252, doi: 10.1002/j.1834-4461.1951.tb00175.x.
27
David Schneider, “Typhoons on Yap”, Human Organization 16, 2 (1957): 10-15, doi:
http://dx.doi.org/10.17730/humo.16.2.64612t81x0136229.
37
los cincuenta, y el énfasis social giró hacia la adaptación de las sociedades a los
desastres, que son elementos esenciales del medioambiente. Posteriormente,
entre los años sesenta y mediados de los setenta, la sociología anglosajona
delimitó el campo de estudio de la llamada sociología de los desastres. El
paradigma dominante para entonces estuvo bajo la influencia de la teoría
estructural-funcionalista y se concentró en el estudio de la conducta colectiva
(estructuras y organizaciones); esta influencia consolidó la línea de los desastres
en el ámbito académico anglosajón. Una de las investigaciones más
representativa y pionera es la de Philip O’Keefe, Kenneth Westgate y Benjamin
Wisner.29
28
James Spillius, “Natural Disaster and Political Crisis in a Polynesian Society”, Human Relations
10, 1 (1957): 3-27, doi: 10.1177/001872675701000101.
29
Véase, por ejemplo, los trabajos de Philip O’Keefe, Kenneth Westgate y Benjamin Wisner,
“Taking the Naturalness out of Natural Disasters”, Nature 260 (1976): 566-67,
doi: 10.1038/260566a0 y de Anthony Oliver-Smith, “Perspectivas antropológicas en la investigación
de desastres,”Desastre y Sociedad 5 (1995): 52, http://www.desenredando.org.
30
Greg Bankoff, “Rendering the World Unsafe: ‘Vulnerability’ as Western Discourse,” Disasters 25,
1 (2001): 24-25.
31
Nos referimos a los terremotos de Caracas (1967), Huaraz (1970), Managua (1972), Guatemala
(1976), Popayán (1983), México (1985), San Salvador (1986), Chile (1986), Alto Mayo (1990-1991)
38
respuesta, así como un alto costo económico a los diferentes países en donde
ocurrieron: impacto en el PIB, endeudamiento, gran cantidad de víctimas y
pérdidas materiales. Justamente, estas variables se catapultaron como las escalas
para la medición de los desastres. Paralelamente, y en muchos casos a raíz de
dichas coyunturas, se crearon distintas instituciones públicas abocadas al tema,
insertas en todo el proceso de modernización que se dio luego de la Segunda
Guerra Mundial y en medio de la Guerra Fría. Estas instituciones estuvieron
dirigidas al asistencialismo y estuvieron lideradas por organismos supranacionales
como la OPS, OEA y la UNDRO.32
y Limón (1991) y también la erupción del Nevado del Ruiz que destruyó Armero (1985). En cuanto
a los huracanes, hay que incluir el huracán Fifí y Juana, en Honduras (1974) y en Nicaragua
(1988), respectivamente; el huracán Gilberto (1988), que impactó en Centroamérica; las erupciones
del Chichonal, en México (1982); las inundaciones vinculadas con el fenómeno El Niño en los
países andinos (1981-1982); los aludes de El Limón, en Maracay, Venezuela (1987). Pueden
consultarse al respecto los trabajos de Allan Lavell, “Los conceptos, estudios y la práctica en el
tema de los riesgos y desastres en América latina: evolución y cambio, 1980-2004: El rol de LA
RED, sus miembros e instituciones de apoyo”, en La gobernabilidad en América Latina. Balance
reciente y tendencias a futuro (Argentina: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,
FLACSO, 2005, extraído de http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/flacso/secgen/lavell.pdf.
32
Cf. Andrew Maskrey, “Comunidad y Desastres en América Latina: Estrategias de Intervención”
en Viviendo en riesgo: Comunidades vulnerables y prevención de desastres en América Latina,
comp. Allan Lavell (Bogotá: LA RED, 1997) 14-38, http://www.la-
red.org/public/libros/1994/ver/ver_intro_nov-20-2002.pdf.
33
Véase las resoluciones A/Res/42/169 y A/Res/44/236.
39
de la antropología, la historia y la geografía social al campo de estudio del riesgo,
en general, y de los desastres, en particular, introdujeron en el debate el tema de
la dimensión cultural de los grupos en contextos vulnerables ante la presencia de
amenazas naturales.34 La percepción del riesgo y las estrategias para enfrentarlas
fueron parte de los intereses incipientes que comenzaban a ser estudiados y son
las variables que están impulsando los estudios sobre desastres en América
Latina.
Las investigaciones sobre los desastres, luego del impacto de los dos
sismos más importantes en la década de 1980 en México y en Italia, cobraron
impulso en la historia. El terremoto de Friuli de 1981 permitió trazar un puente
entre los humanistas y los geofísicos para estudiar los sismos históricos. Por su
parte, el terremoto de México de 1985 también marcó un hito dentro de la
historiografía en este tipo de investigaciones, impulsadas después por el Centro
de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), lo que
funcionó como aliciente para la cooperación entre antropólogos sociales e
historiadores. Este punto de inflexión en la historiografía mexicana facilitó su
extensión al resto de América Latina.36
40
de Londres de 1666.37 Los historiadores atendían el discurso histórico de este tipo
de investigaciones considerándolos hechos excepcionales en el devenir de la
historia de los seres humanos pues alteraban la normalidad. Esta perspectiva, ya
para 1981, fue criticada por el historiador alemán Arnol Borst, aunque su trabajo
no trascendió demasiado.38
Para la segunda mitad del siglo XX, esta nueva etapa de los estudios sobre
los desastres estuvo vinculada con los llamados países “en desarrollo”, alejados
del mundo europeo y occidental; ejemplo de ello fue el trabajo de Greg Bankoff
publicado en el 2003 sobre la cultura del desastre y en el que se tomaba el caso
de Filipinas desde el siglo XVI hasta la década de 1990.39 Esta relación directa
entre desastre y “desarrollo” encontró su talón de Aquiles para finales del siglo XX
con las inundaciones provocadas por el fenómeno “El Niño” en Polonia, la
República Checa y Alemania en 1997; también el tifón Lothar en 1999 y la
inundación del Elba en el año 2002 provocaron consecuencias que se sumaron a
las discusiones sobre el calentamiento global y el cambio climático.40
41
inclinaciones teóricas: por un lado, la constructivista y contextual, en términos de
relaciones de territorialidad; y, por el otro lado, una perspectiva histórica de los
riesgos,43 aunque esta con menor énfasis. Su creación reforzó el afianzamiento de
la denominada perspectiva social, conocida como el “enfoque de la
vulnerabilidad”, de acuerdo con lo señalado por la historiadora Virginia García
Acosta, pionera en el estudio de los desastres desde la Historia, con su aporte
Historia y desastres en América Latina a partir de esa misma década.44
En los últimos años han surgido nuevos grupos que reúnen a varios de los
autores que fundaron La Red. En México, en el 2015, surgió la Red Internacional
de Seminarios en Estudios Históricos sobre Desastres (ALARMIR), que buscó
aglutinar diversos seminarios y grupos de investigación cuyos lineamientos y
actividades abordasen la temática de los desastres. En este espacio confluyeron
representantes de Seminarios en Chile, España, México y Venezuela. Al año
siguiente, unieron esfuerzo ALARMIR y la recién creada Red Temática Estudios
Interdisciplinarios sobre Vulnerabilidad, construcción social del riesgo y amenazas
naturales y biológicas, bajo los auspicios del Conacyt (México). Desde el 2016 la
citada red ha impulsado el diálogo sostenido entre sus miembros, con el fin de
consolidar los vínculos y lazos con otras redes e instituciones, impulsando las
publicaciones conjuntas en libros compilados o monográficos y en revistas
especializadas; este esfuerzo también se está materializando en el impulso a
proyectos de investigación y la formación de recursos humanos. En estos
espacios se cuenta con la membresía de historiadores, antropólogos y geógrafos
de diferentes países45 que cuentan con una consolidada trayectoria en los temas,
con investigadores en formación a nivel de licenciatura, maestría y doctorado.
43
Ibídem, 14.
44
Historia y desastres en América Latina. Vol. I (Bogotá: La Red, Centro de Investigaciones y
Estudios Superiores en Antropología Social, Tercer Mundo Editores, 1996); Historia y desastres en
América Latina. Vol. II (Lima: La Red, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social, ITDG, 1997); Historia y desastres en América Latina. Vol. III (Ciudad de
México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2009).
45
México, Brasil, Chile, Venezuela, Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia, España, Colombia,
Argentina, Francia, Costa Rica, Bélgica, Países Bajos, Suiza, Dinamarca y Canadá.
42
El posicionamiento del tema entre los especialistas se llevó a cabo
mediante estudios de casos, investigaciones comparadas y/o de larga duración.
Esta enorme labor desde la investigación histórica de los desastres ha permitido el
diálogo sostenido entre distintas disciplinas, principalmente, de la historia, la
antropología y la geografía.
46
Virginia García Acosta, “La perspectiva histórica en la antropología del riesgo y del desastre,
acercamientos metodológicos”, Relaciones 97, XXV (2004): 128.
43
ciudad como una región de riesgos; y, el tercero, desde la historia cultural, en el
que surgieron inquietudes por las percepciones y las medidas tomadas para
afrontar estos eventos extremos.47
47
Juneja y Mauelshagen, “Disaster and pre-industrial societies”, 8-9.
48
Alfredo Ricardo Lopes, “A natureza do risco: paisagem e risco na análise dos desastres
Socioambientais,” Esboços 20 (2013): 52-66.
49
David Arnold La naturaleza como problema histórico. El medio, la cultura y la expansión de
Europa (México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2001), 16.
44
presencia humana en ecosistemas específicos y estos espacios adquieren
historicidad porque se modifican social, económica y políticamente.50
50
Reinhart koselleck, Los estratos del tiempo: Estudios sobre la historia (Barcelona, España:
Ediciones Paidós-I. C. E. de la Universidad Autónoma de Barcelona, 2001), 97; Froilán Ramos
Rodríguez, “Huellas de Hans-Georg Gadamer en Reinhart Koselleck. Aportes a la historia
conceptual,” Historelo 10, no. 19 (2018): 251-253.
51
Rogelio Altez, “Historia de la vulnerabilidad en las regiones hoy venezolanas. Terremotos y
sociedad 1530-1812.” (Tesis doctoral, Universidad de Sevilla, 2014), 299.
52
Adrián Zarrilli, “Argentina, tierra de promisión. Una interpretación historiográfica de las relaciones
entre la historia rural y la historia ambiental”, Hib. Revista de Historia Iberoamericana 7, no. 1
(2014): 108.
53
Véase Alfred Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx (México: Siglo Veintiuno Editores,
1976), 11.
45
y el análisis de las actividades humanas con la finalidad de la explotación del
medioambiente fueron los intereses más generales.
54
Samuel Hays, Conservation and the Gospel of Efficiency: The Progressive Conservation
Movement, 1890-1920 (Cambridge: Harvard University Press, 1959).
55
Roderick Nash, Wilderness and the American Mind (Connecticut: Yale University Press, 1967).
56
Alfred Crosby, The Columbian Exchange. Biological and Cultural Consequences of 1492
(Westport, Conn.: Greenwood Press, 1972).
57
Elinor Melville, Plaga de ovejas. Consecuencias ambientales de la conquista de México (México:
Fondo de Cultura Económica, 1999). La primera edición en inglés es de 1994, A Plague of Sheep.
Environmental Consequences of the Conquest of Mexico (New York: Cambridge University Press).
58
Sobre este existe una extensa discusión historiográfica, véase al respecto: Kenneth Kiple,
"Disease Ecologies of the Caribbean," en The Cambridge World History of Human Disease, ed.
Kenneth Kiple, (New York: Cambridge University Press, 1993), 497-504. John W. Verano y Douglas
H. Ubelaker, ed., Disease and Demography in the Americas (Washington, DC: Smithsonian
Institution Press, 1992), 237-48. William A. Starna, “The Biological Encounter: Disease and the
Ideological Domain,” American Indian Quarterly 16, 4 (1992): 512. Alfred Crosby, Imperialismo
ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900 (Barcelona, España: Editorial Crítica,
1988), 220. Henry F. Dobyns, Their Number Became Thinned, Native American Population
Dynamics in Eastern North America (Knoxville: University of Tennessee Press, 1983), 34. Calvin
Martin, Keepers of the Game. Indian-Animal Relationships and the Fur Trade (Berkeley: University
of California Press, 1978), 48. William Denevan, Introduction a The Native Population of the
46
estudiando el impacto que generó la introducción de la ganadería euroasiática en
los ecosistemas novohispanos. 59 El trabajo de Melville contribuyó a superar la
visión tradicional del “buen salvaje” que caracterizó los primeros intereses
investigativos de historiadores extranjeros sobre las sociedades preindustriales en
América Latina.
Americas in 1492, ed. William Denevan (Madison: University of Wisconsin Press, 1976), 5; Marshall
T. Newman, “Aboriginal New World Epidemiology and Medical Care, and the Impact of Old World
Disease Imports,” American Journal of Physical Anthropology 45, 3 (1976): 671.
59
John R. MacNeill, “Naturaleza y cultura de la Historia Ambiental”, Nómadas 22 (2005): 15-18.
60
Ibídem.
61
Véase Pablo Camus y Ernst R. Hajek, Historia ambiental de Chile (Santiago de Chile: Pontificia
Universidad Católica de Chile, 1998), 25.
47
diálogo entre las ciencias sociales y humanas y las ciencias naturales. Este debate
interdisciplinario se fundamenta en las consecuencias que tienen la acción de la
sociedad en la naturaleza, en las ideas acerca de las mismas y en la aceptación
de que los problemas ambientales de la contemporaneidad son el resultado de los
procesos históricos de ocupación de los ecosistemas.62
62
Zarrilli, “Argentina, tierra de promisión”, 108-109.
63
Ibídem, 109.
64
Inmaculada Simón Ruiz, “Conflictos ambientales y conflictos ambientalistas en el México
porfiriano,” Estudios Demográficos y Urbanos 24, 2 (2010): 367.
48
que se contrapone negativamente al budismo y al taoísmo en Asia o a las
comunidades indígenas en América, África y Oceanía. 65 El tercer enfoque se
caracteriza por el estudio de las relaciones entre el Estado y sus instituciones y la
naturaleza.66
65
Simón Ruiz, “Conflictos ambientales y conflictos ambientalistas en el México porfiriano,” 368.
66
Véase John R. MacNeill, ob.cit., 13
67
Dolores Ofelia Molina Rosales, “Colonización y estrategias adaptativas entre campesinos del sur
de Calakmul, Campeche” (Tesis doctoral en Antropología Social, México, Universidad
Iberoamericana, 2010), 24.
49
sistemático del comportamiento climático desde la climatología. En Europa los
grandes esfuerzos compilatorios se remontan a mediados del siglo XIX con el
trabajo de Maurice Champion68 sobre las inundaciones en Francia desde el siglo
VI hasta el XIX. En estas compilaciones se reconoce una fuerte dosis de
determinismo y antropocentrismo. 69 Luego, las investigaciones sobre el clima a
partir de la documentación histórica cobraron un impulso decisivo de la mano del
historiador francés Inmanuel Le Roy Ladurie,70 si bien un poco antes se contaba
ya con los dos volúmenes del trabajo de Pierre Pédélaborde.71
68
Maurice Champion, Les inondations en France depuis le VIe siècle á nos jours: recherches et
documents, Tome premier (París: Victor Dalmont, 1858). Una obra que cuenta con seis volúmenes
publicados entre 1858 y 1864.
69
Cf. Armando Alberola Romá, “Clima, catástrofe y crisis en la España de la Edad Moderna.
Reflexiones y notas para su estudio,” en Paisaje, cultura territorial y vivencia de la geografía libro
homenaje al profesor Alfredo Morales Gil, coords. José Fernando Vera Rebollo, Jorge Olcina
Cantos y María Hernández Hernández (Alicante: Universidad de Alcante, 2016), 744.
70
Inmanuel Le Roy Ladurie, Historie du climat depuis l’an mil (París: Flammarion, 1967). Cuenta
con una versión en español Historia del clima desde el año mil (México: Fondo de Cultura
Económica, 1991). Del mismo autor, “Histoire et climat,” Annales E. S. C. 14 (1959): 3-34.
71
Pierre Pédélaborde, Le climat de Bassin Parisien. Essai d’une méthode rationelle de climatologie
physique (París: M.-Th. Génin, 1957).
72
Otros trabajos que también merecen ser nombrados por su importancia dentro de las
investigaciones históricas del clima corresponden a los estudios de Hubert Horace Lamb desde la
fundación de Climatic Research Unit (1972) en la School of Environmental Sciences de la
Universidad de East Anglia, donde se han logrado resguardar series instrumentales de toda
Europa. De sus trabajos más emblemáticos se tienen Climate: Present, Past and Future (Londres:
Methuen and Co. Ltd, 1972) y Climate history and the Modern World (Londres: Methuen and Co.
Ltd., 1982). Pierre Alexandre insiste en la fiabilidad de las fuentes para la reconstrucción histórica
del clima, véase especialmente Le climat en Europe au Moyen Âge (París: École des Hautes
Études en Sciences Sociales, 1987). También están las obras de Jean Grove, especializada en
glaciarismo, sobre la Pequeña Edad del Hielo. Su trabajo más reconocido al respecto es The Little
Ice Age (Londres: Routledge, 1988). Christian Pfister reconstruyó una historia del clima en Suiza
que abarca desde 1525 hasta 1868, Klimageschichte der Swcheiz, 1525-1860 (Berna: Paul
50
Así, las fuentes que resultan de interés desde esta perspectiva son las de
carácter administrativo, agrario, memorias, crónicas, entre otras. Las actas de los
cabildos civiles y eclesiásticos, por ejemplo, son valiosas para esta investigación
por el tipo de fuente, su periodicidad y la información contenida. Los datos que se
obtienen sobre el clima o fenómenos meteorológicos son proxy-data para las
investigaciones de la climatología histórica. Con características formales muchas
veces desiguales, los proxy-data contienen los efectos negativos de algunas crisis
climáticas. Los más representativos están relacionados con los registros agrícolas,
la política hacendística en términos de recolección de impuestos y los registros de
rogativas motivadas por este tipo de amenaza. Junto con los proxy data cultural,
están también los datos físicos y biológicos tales como depósitos, sedimentos,
glaciares y los anillos de los árboles.73
51
esa información en índices numéricos de acuerdo con la magnitud del evento. La
mayor información se encuentra, precisamente, en las rogativas.74
74
Barriendos, “La reconstrucción del clima,” 19.
75
Mariano Barriendos, “La climatología histórica en el marco geográfico de la antigua Monarquía
Hispana,” Scripta Nova: Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, 3, (1999): 32-54;
“Climatic variations in the Iberian Peninsula during the late Maunder Minimum (AD 1675-1715): an
analysis of data from rogation ceremonias,” The Holocene 7, 1 (1997): 105-11; “The use of rogation
ceremony records in climatic reconstruction: a case study from Catalonia (Spain),” Climatic Change
30, 2 (1995): 201–21.
76
Ver Armando Alberola Romá, dueño de una amplísima producción al respecto. Destacamos
“Cuando la lluvia no sabe llover. Agua, necesidad y riesgos en la Valencia del Setecientos,” en
Agua y sociedad en la Época Moderna, ed. Alberto Marcos Martín (Valladolid: Universidad de
Valladolid, 2009), 25-48; “Les catàstrofes naturals en la historia,” Afers: fulls de recerca i
pensament 69, no. 26 (2011): 289-93; Catástrofe, economía y acción política en la Valencia del
siglo XVIII (Valencia: Diputació de Valéncia, Institució Alfons el Magnánim, 1999); “Terremotos,
memoria y miedo en la Valencia de la edad moderna”, Estudis: Revista de historia moderna 38
(2012): 55-75; Armando Alberola Romá y Jorge Olcina Cantos, eds., Desastre natural, vida
cotidiana y religiosidad popular en la España moderna y contemporánea (Alicante: Universidad de
Alicante, 2009); Jorge Olcina Cantos y Javier Martín Vide, La influencia del clima en la historia
(Madrid: Arco Libros, 1999); Jorge Olcina Cantos, “La formación de territorios de riesgo:
inundaciones en la ciudad y término de Alicante”, en Riesgos naturales, ed. Francisco Javier Ayala
Carcedo y Jorge Olcina Cantos (Barcelona: Editorial Ariel, 2002), 1309-1324; Jorge Olcina Cantos,
“La influencia del clima en la Historia,” Temas para el debate 128 (2005): 61-63; también del mismo
autor: “Un clima que sempre canvia,” Afers: fulls de recerca i pensament, 69, no. 26 (2011): 459-81.
52
entre la historia y el clima) o bien como ventanas para explicar el impacto de
fenómenos naturales en la vida cotidiana.
53
el grano al pósito municipal con el fin de garantizar el abastecimiento de la harina
diaria de la población; la solicitud a las autoridades borbónicas de la condonación
total o parcial de los impuestos; las soluciones técnicas y científicas vinculadas
con la introducción de redes de suministro urbano de agua, el desarrollo de las
superficies irrigadas y el aumento de infraestructuras hidráulicas.
54
desastres ocasionados por fenómenos naturales.83 En este aspecto, con el uso de
la metodología propia de los estudios históricos y sociales de los desastres,
Virginia García Acosta 84 cuenta con una abundante bibliografía sobre el tema
durante la época colonial y es una de las coordinadoras del catálogo más
completo que existe hasta los momentos, titulado Desastres agrícolas en
México.85 Sus investigaciones desvelan las distintas medidas tomadas en torno a
las sequías por las autoridades en el contexto novohispano: aquellas de tipo fiscal,
como la exención de impuestos; el control de los precios y la existencia de los
granos; las medidas de corte ecológico como siembras subsidiadas, siembras
experimentales con el maíz de riego (siendo este un cultivo de temporada) y las
medidas más simbólicas y religiosas, como las rogativas y procesiones.
83
Luz María Espinosa Cortés, “El año del hambre” en Nueva España, 1785-1786: escasez de
maíz, epidemias y “cocinas públicas” para los pobres,” Diálogos. Revista Electrónica de Historia 17,
no. 1 (2016). http://revistas.ucr.ac.cr/index.php/dialogos/article/view/20900/23753. Isabel Campos
Goenaga, Entre crisis de subsistencia y crisis colonial. La sociedad yucateca y los desastres en la
coyuntura 1765-1774 (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2011). Enrique
Florescano, comp., Fuentes para la historia de la crisis agrícola de 1785-1786, 2vols. (México:
Archivo General de la Nación, 1980); del mismo autor, “Meteorología y crisis agrícolas en las
antiguas economías: el caso de México,” Historia Mexicana 17, 4 (1968): 517-34.
84
Virginia García Acosta, “las sequías históricas de México,” Desastre y Sociedad 1, no. 1 (1993):
83-97.
85
Virginia García Acosta, Juan Manuel Pérez Zevallos y América Molina del Villar, coord.,
Desastres agrícolas en México. Catálogo histórico, tomo I: Época prehispánica y colonial, 958-1822
(México: Fondo de Cultura Económica-CIESAS, 2003).
86
Alberola Romá, Catástrofe, economía y acción política.
55
prologada escasez de agua en la primavera, que conducía a un ciclo agrícola
determinado por malas cosechas, y la falta de técnicas adecuadas para poder
mermar estos efectos influyeron en el rendimiento. Al mismo tiempo, indica que
una de las soluciones con las que contaban los cabildos, “incapaces de arbitrar
medidas de otra índole,” 87 fueron las rogativas ad petendam pluvia, las cuales
mostraban la gravedad del evento a la vez que confirmaban la poca capacidad de
respuesta tecnológica de aquellos contextos.
87
Ibídem, 325.
88
La autora también presenta otros trabajos que van por esta línea y son antecedentes de consulta
obligatoria para la atención americana a los fenómenos naturales durante la época colonial.
56
de sequía. Las definiciones actuales están determinadas por los distintos tipos de
espacios geográficos en los que estas ocurren. La que se utiliza en esta
investigación es aquella según la cual una sequía es un déficit de lluvias por
debajo del valor normal para una región determinada, y que puede mantenerse
por un período prolongado. Este déficit puede generar años secos o secuencias
de sequías de duración superior a los doce meses, lo cual conduce a una
sucesión de hechos que caracterizan distintos los tipos de sequías según el sector
que más la padece, el espacio geográfico y las actividades económicas afectadas.
Entonces, la disminución de las precipitaciones conduce a una sequía climática y,
posteriormente, a una disminución de los recursos hídricos, esto es, a una sequía
hidrológica, lo cual afecta, a su vez, las actividades de riego de cultivos, por lo que
la sequía hidrológica termina por afectar tanto el sistema de regadío, produciendo
una sequía agrícola, como el desabastecimiento de las ciudades, produciendo una
sequía urbana. Esta es la caracterización jerárquica de una secuencia seca a
partir de la cual se establece la intensidad de las sequías (véase Figura Nº1).
57
Pero, además, las sequías no solamente suponen un fenómeno
climatológico. En espacios como el que estamos analizando en esta investigación,
y para el período de estudio considerado, la distribución del recurso hídrico
convierte las sequías (déficit de lluvia) en una amenaza doble, natural y antrópica,
en este último caso condicionado por los mecanismos de su gestión y distribución.
De manera que, y en consonancia con el concepto que aporta Bonifacio
Fernández, la sequía “…corresponde a una situación de déficit de agua suficiente
para afectar adversamente a la vegetación, los animales o el hombre y su
actividad en una región determinada.” 89
58
SECA. s. f. El temporal, en que no llueve, tomando la causa por el efecto,
que es secar y esterilizar la tierra. En este sentido viene del Latino Siccus,
a, um. Lat. Siccitas. Aritudo, inis. ERCILL. Arauc. Cant. 9. Oct. 20.
Como creció la seca, y los calores,
Por falta de humedad la árida tierra,
Rompió banco, y alzóse con los frutos,
Dexando de acudir con sus tributos.
59
historiográficos en el campo de la promoción social que se circunscribe al estudio
de las élites y de los grupos sociales medios.93
93
Verónica Undurraga, Los rostros del honor: normas culturales y estrategias de promoción social
en Chile colonial, siglo XVIII (Santiago de Chile: Dibam-Centro de Investigaciones Diego Barros
Arana, 2012).
94
Michael Anderson, Frank Bechhofer y Jonathan Gershuny, The Social and Political Economy of
the Household (Oxford: Oxford University Press, 1994), 20.
95
“…se trata de un espacio geográfico de dimensiones conocidas afectado por uno o varios
peligros naturales con incidencia sobre la población, los asentamientos y las actividades allí
instaladas,” Jorge Olcina Cantos, ¿Riesgos naturales? I sequías e inundaciones (Barcelona,
España: Editorial Davinci, 2006), 37.
60
las regiones de Colima y Baja California Sur (municipios Cuyutlán y San José del
Cabo);96 Herman W. Konrad ha definido estrategias ecológicas y de subsistencia
en el área de Quintana Roo 97 y sostiene que la adaptabilidad a los efectos
ecológicos tras las tormentas tropicales incidió en el éxito o fracaso de las
estrategias de subsistencia en el área.
96
Raymundo Padilla Lozoya, “Estrategias adaptativas ante los riesgos por huracanes en Cuyutlán,
Colima y San José del Cabo, Baja California Sur en el siglo XX” (Tesis Doctoral, CIESAS, 2014),
De igual manera, el autor resalta lo que a dado por llamar ajustes, prácticas y estrategias que las
comunidades despliegan para llevar a cabo un proceso adaptativo del medioambiente a las
necesidades de la sociedad y la manera en que las mismas le permiten obtener beneficios de ese
ambiente natural, incluso en condiciones extremas. Al mismo tiempo, si bien se enfoca en el caso
específico de los huracanes y sus efectos (inundaciones y vientos intensos), también obtiene entre
sus resultados la mitigación expuestas por los habitantes de sus regiones de estudio para el caso
del impacto de otras amenazas como las sequías, epidemias, sismos y tsunamis. También aporta
una relación de desastres “intensivos y extensivos” que se han detonado desde el siglo XVI hasta
el siglo XX.
97
Herman Konrad, “Fallout of the wars of the chacs: The impact of hurricanes and implications for
prehispanic Quintana Roo Maya processes,” en Status, Structure and Stratification; Current
Archaeological Reconstructions: Proceedings of the Sixteenth Annual Conference, ed. Marc
Thompson, María Teresa García y F. J. Kense (Calgary: University of Calgary, 1985).
61
La relación entre el capital social y las estrategias adaptativas y los
desastres parte de la hipótesis de que esas estrategias han resultado exitosas por
la propia dinámica social interna de los colectivos y su vinculación con el exterior.
De manera que el interés está dirigido a conocer las variables “…que facilitan a los
grupos diseñar y poner en práctica estrategias adaptativas que les permitan
mejorar sus posibilidades de éxito ante amenazas recurrentes.”98
Por lo que el capital social podría funcionar como el vehículo que permite
generar una mayor cohesión entre los grupos sociales, afianzado en la solidaridad,
y crear redes internas y externas que tejen un abanico más amplio de alternativas
para la convivencia –y supervivencia, en algunos casos– con determinadas
amenazas naturales recurrentes. En este sentido, el capital social permitiría, de
acuerdo con las acepciones actuales, generar una mayor cohesión dentro de los
grupos sociales que impulse cambios destinados a reducir las condiciones de
vulnerabilidad y, con ello, a proporcionar una mayor capacidad de respuestas más
rápidas y eficientes ante los desastres.99
98
García Acosta, “Prevención de desastres, estrategias adaptativas y capital social,” 122.
99
Cf. Virginia García Acosta, “La construcción social de la prevención. Un concepto en
construcción,” en Riscos de Desastres Relacionados à Água: aplicabilidade de bases conceituais
das Ciências Humanas e Sociais para a análise de casos concretos, comp. Antenora Siqueira,
Norma Valencio, Mariana Siena y Marco Antonio Malagoli (Sao Carlos: RiMa Editora, 2015), 49.
100
García Acosta, “Prevención de desastres,” 122.
62
Una de las categorías más importantes en los estudios históricos y sociales
de los desastres es la de amenaza. Si bien esta fue paulatinamente desplazada
como centro nodal de las investigaciones de la segunda mitad del siglo XX sobre
los fenómenos naturales por el enfoque fisicalista, es importante hacer algunas
unas distinciones. Primero, porque las sociedades perciben y responden de
manera distinta al impacto de terremotos, erupciones volcánicas, lluvias
torrenciales, epidemias, plagas de langostas y sequías. Si bien para la época del
presente estudio todos estos acontecimientos se entendían como las distintas
maneras en que la providencia castigaba a las sociedades pecadoras, en esta
investigación se asume que también la intensidad y la magnitud de los mismos
condicionaba la percepción de ellas en espacios y tiempos determinados.
Segundo, porque estas amenazas conllevan una serie de efectos que a su vez se
convierten en amenazas. Para poner algunos ejemplos, se tiene que las lluvias
torrenciales pueden contribuir a las inundaciones; los terremotos, a tsunamis; y las
sequías, al incremento de incendios forestales. Por otro lado, estas amenazas
afectan con mayor preeminencia a determinados sectores de la estructura social,
quienes, al mismo tiempo, generan nuevas condiciones que potencian los efectos
de las amenazas.
63
Desde la misma línea de investigación se ha hecho una tipología de las
amenazas de origen natural. Se tienen aquellas que corresponden a impactos
súbitos, como los terremotos, las lluvias torrenciales, las erupciones volcánicas,
las inundaciones, por una parte y, por la otra, aquellas de impacto lento, como son
las sequías, las epidemias y las plagas de langostas. Esta distinción conlleva
diferenciaciones metodológicas importantes cuando se identifica el impacto de
cada amenaza, su duración y el espacio que afectan
64
articulación entre el método narrativo y filosófico, que no obstante, las figuras
mismas de las memorias tenían por finalidad el afianzamiento de un pensamiento
colectivo republicano. Las monumentales obras decimonónicas sobre historia de
Chile dedicaron de manera dispersa algunas líneas al tema de las amenazas
naturales ya que los terremotos y las epidemias lideraron la atención de los
autores.
Por su parte, Diego Barros Arana es uno de los historiadores chilenos más
reconocidos. Su tradición historiográfica cuenta con una obra magna y tributaria
fielmente al estilo narrativo positivista característico de su contexto. Barros Arana
se dio a la tarea del relato minucioso, apegado a las fuentes que durante muchos
años recolectó en diversos repositorios documentales. A diferencia de muchas
otros trabajos referidos a la historia en Hispanoamérica, Barros Arana se interesó
por el estudio de la sociedad superando el relato ceñido a la historia política y
militar muy característico de las historias patrias. En su obra Historia jeneral de
Chile, específicamente en los tomos correspondiente al siglo XVIII (del 5 al 7), les
65
dedicó especial atención a terremotos (1730 y 1751), inundaciones (1783 y 1788)
y epidemias (1788), no a las sequías propiamente tal, pero sí destinó un sucinto
análisis a la construcción del Canal San Carlos.
Para este mismo siglo, uno de los aportes más importantes sobre esta
temática es la obra, como pocas en su estilo, de Benjamín Vicuña Mackenna103,
uno de los personajes más emblemáticos de la vida política e intelectual de Chile y
también uno de los historiadores decimonónicos más importantes. En esta obra,
apoyado en fuentes documentales, Vicuña Mackenna hizo un recuentro de las
102
Ramón Briseño, Repertorio de antigüedades chilenas, o sea, de los primeros pasos por Chile
dados en las distintas sendas de su vida pública, desde que fue descubierto hasta que logró
sacudir el yugo colonial (Santiago de Chile: Imprenta “Gutenberg”, 1889).
103
Benjamín Vicuña Mackenna, Ensayo histórico sobre el clima en Chile (desde los tiempos
prehistóticos hasta del gran temporal de julio de 1877) (Valparaíso: mprenta del Mercurio, 1877).
66
sequías y lluvias (e incluso terremotos) que acontecieron en Chile desde el siglo
XVI hasta el temporal de julio de 1877.
De igual manera, Vicente Pérez Rosales104 escribió para mediados del siglo
XIX un capítulo sobre el clima chileno y otro más para las fuentes hidrográficas
naturales, sin embargo, no se mencionan las sequías ocurridas hasta entonces.
67
encuentra el trabajo de Le Quesne, Sthale, Cleaveland, Therrel y Arevena sobre
los anillos de crecimiento del Austrocedrus chilensis en la zona Central de Chile,
conocido también como ciprés de la cordillera. En este estudio, los autores
además realizan una comparación en la recurrencia de las sequías ocurridas
durante el siglo XX con las que se detectaron en los últimos siete siglos.109
cupressoides para reconstrucciones climáticas durante el Holoceno en Chile y Argentina,” Revista
Chilena de Historia Natural 67 (1994): 444.
109
C. Le Quesne, D. Sthale, M. Cleaveland, M. Therrell, J. Arevena, J. Barichivich, “Ancient
Austrocedrus Tree-Ring Chronologies Used to Reconstruct Central Chile Precipitation Variability
from A.D. 1200 to 2000,” Journal of Climate 19 (2006): 5731-5744.
110
María del Rosario Prieto, María Eugenia Solari, Juana Crouchet y Andrea Larroucau, “Fuentes
documentales para el estudio del clima en la región sur-austral de Chile (40º - 51º S) durante los
últimos siglos”, Bosque 33 (2012): s/p.
111
Margarita Gascón y César N. Caviedes, “Clima y sociedad en Argentina y Chile durante el
periodo colonial,” Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 39 (2012): s/p.,
http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/achsc/article/view/37476/41439.
68
dedican a estas temáticas. Su perspectiva desde la historia de las mentalidades
generó nuevos espacios de discusión.
De todos estos años, 1851 es considerado por Mellafe como el año “más
infausto de la historia de Chile” por la confluencia de una serie de amenazas
naturales y antrópicas: dos terremotos, un invierno lluvioso, una epidemia de
viruela y una revolución violenta. Desde la perspectiva de la historia de las
mentalidades, Mellafe señala que los niveles paroxísticos a los que llegó la
Revolución del 51 pudieron estar relacionados con el impacto que tuvieron todos
esos fenómenos naturales en la sociedad y que “orientaron las angustias
colectivas hacia la provocación de actitudes de violencia, que en último término
habrían tenido por objeto dar mayor seguridad al yo colectivo e individual.”113 Unos
años después de esta primera contribución, este autor realizó una investigación
sobre representaciones y percepciones colectivas de procesos catastróficos114 con
la intención de vincular la recurrencia de fenómenos naturales con el gran
112
Rolando Mellafe, “El acontecer infausto en el carácter chileno: una proposición de historia de las
mentalidades,” Atenea. Revista de Ciencia, Arte y Literatura 442 (1980): p. 125.
113
Ibídem, 125.
114
Rolando Mellafe, “Percepciones y representaciones colectivas en torno a las catástrofes en
Chile: 1556-1956,” en La memoria de América Colonial. (Inconsciente colectivo y vida cotidiana),
ed. Rolando Mellafe Rojas et al. (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1994), 102-117.
69
potencial de destrucción y la idea que la sociedad chilena se ha ido formando
sobre esos mismos eventos.
115
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda, Desastres naturales y ocupación del territorio en
Hispanoamérica (Siglos XVI al XX) (Huelva: Servicio de Publicaciones, Universidad de Huelva,
2004); Naturaleza y desastres en Hispanoamérica. La visión de los indígenas (Madrid: Editorial
Sílex, 2006); La historia eruptiva de los volcanes hispanoamericanos (siglos XVI al XX) (Huelva:
Casa de los Volcanes, 2004); “La vida cotidiana ante los desastres naturales en España y América
durante el Antiguo Régimen,” en Ocio y vida cotidiana en el mundo hispánico en la Edad Moderna,
ed. Francisco Núñez Roldán (Sevilla: Universidad de Sevilla, 2007), 315-29.; “Religiosidad popular
y desastres naturales en el Reino de Chile (ss. XVI al XVIII),” en Religiosidad y Costumbres
Populares en Iberoamérica, ed. David González Cruz (Huelva, Universidad de Huelva-Centro de
Estudios Rocieros, 2000), 247-56.
116
Emma de Ramón, “La sociedad santiaguina frente a una catástrofe: 1647-1651,” Boletín de
Historia y Geografía 10 (1993): 57-78.
117
Alfredo Palacios Roa, Entre ruinas y escombros, los terremotos en Chile durante los siglos XVI
al XIX (Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2015).
118
Alfredo Palacios Roa, “El poder modelador de la naturaleza: terremotos y tsunamis en Arica
durante el siglo XVII,” Summa Humanitatis 8, 1 (2015): 74-98; “Antecedentes históricos de la
“abogacía telúrica” desarrollada en Chile entre los siglos XVI y XIX,” Historia Crítica 54 (2014): 171-
70
Las publicaciones de catálogos y cronologías han sido de gran
complemento en estos estudios. La identificación de los sismos destructores se
mantiene como el tema más recurrente, pero existen casos que son de
importancia para el estudio de amenazas de impacto lento en Chile, y
específicamente, para el estudio de las sequías. Se encuentran los trabajos de
Rosa Urrutia y Carlos Lanza122, por un lado, quienes reavivaron los estudios sobre
las catástrofes en general; y, por el otro lado, las investigaciones de María
Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda 123 , quien ha desarrollado una amplia obra en
relación a los desastres ocurridos en Hispanoamérica, aportando una cronología
sobre los más importantes entre los siglos XVI y XX. En el trabajo de Urrutia y
Lanza se incluyen las sequías de: 1726, 1729, 1733, 1740-1742, 1757, 1772,
93, doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit54.2014.09; “Notas históricas del primer sismo registrado en la
ciudad de Punta Arenas y en la región de Magallanes en febrero de 1879,” Magallania 41, 2 (2013):
215-20; “Al rescate de una antigua procesión: antecedentes históricos de la salida del “Señor de
Mayo,” Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile 31 (2013): 61-76; “Dominio y catástrofe. Los
terremotos en Concepción, Chile: 1550-1751,” Anuario de Estudios Americanos 69, 2 (2012): 569-
600, doi: 10.3989/aeamer.2012.2.07; “Cotidianeidad y religiosidad frente a la catástrofe: el
terremoto de 1822,” en Historia de la Iglesia en Chile. La Iglesia en los tiempos de la
Independencia, tomo II, dir. Marcial Sánchez (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 2010), 371-
99; “La sensibilidad religiosa frente a las catástrofes naturales (1536-1730),” en Historia de la
Iglesia en Chile. En los caminos de la conquista espiritual, tomo I, dir. Marcial Sánchez (Santiago
de Chile, Editorial Universitaria, 2009), 345-67; “El gran terremoto de 1730: la experiencia
santiaguina frente a la catástrofe,” Temas Americanistas 22 (2009): 1-18.
119
Jaime Valenzuela, “El terremoto de 1647: experiencia apocalíptica y representaciones religiosas
en Santiago colonial”, en Historias urbanas. Homenaje a Armando de Ramón, ed. Jaime
Valenzuela (Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2007), 26-65.
120
Elvira López Taverne, “La memoria del terremoto de 1647 en la obra de los historiadores
liberales,” Revista de Historia Social y de las Mentalidades 15, 2 (2011): 137-64.
121
Mauricio Onetto, Discursos desde la catástrofe. Prensa, Solidaridad y Urgencia en Chile. Chile,
1906-2010 (Santiago de Chile: Acto Editores, 2018); Temblores de tierra en el jardín del Edén.
Desastre, memoria e identidad. Chile, siglos XVI-XVIII (Santiago de Chile: Dibam, Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2017); “Genealogía de una distancia medioambiental; guerra,
catástrofes y aguas. Chile, siglos XVI-XIX,” en Gestâo hidráulica na América Latina e
Espanha/Gestión hidráulica en América Latina y España, Jesús Navarro-García, Simonne Teixeira
y Alejandro Tortolero Villaseñor, editores (Sevilla: Campos dos Goytacazes, 2014), 361-91; “Entre
Aporías Espaciales y Sentidos Náufragos: El terremoto de 1647 como catalizador de percepciones
y asimilaciones históricas,” Nuevo Mundo Mundos Nuevos 7 (2007), extraído de
http://nuevomundo.revues.org/document7442.html.
122
Rosa Urrutia de Hazbún y Carlos Lanza Lazcano, Catástrofes en Chile (Santiago de Chile:
Editorial La Noria, 1993). Bien es cierto que la contribución de esta obra se ve opacada por la falta
de método a la hora de volcar la información obtenida.
123
Petit-Breuilh Sepúlveda, Desastres naturales y ocupación del territorio en Hispanoamérica, 35-
142.
71
1781, 1790, 1799. Y en el Petit-Breuilh Sepúlveda las que afectaron la zona
central entre 1717 y 1723.
124
Las aguas de Santiago de Chile 1541-1999. Tomo 1: los primeros doscientos años, 1541-1741
(Santiago de Chile: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 1999); y A 100
años de las aguas de Santiago: 1742-1841 (Santiago de Chile: Dirección General de Aguas-LOM
Ediciones, s/f.)
125
Antonio Dougnac Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,”
Revista Chilena de Historia del Derecho 10 (1984): 51-78, doi:10.5354/0719-5451.2012.25222; “El
cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en los siglos XVII y XVIII,” Revista Chilena de
Derecho 11 (1985): 277-313.
72
la jurisprudencia indiana en cuestiones de agua en Chile.126
126
Antonio Dougnac Rodríguez y Javier Barrientos Grandón, “El derecho de aguas a través de la
jurisprudencia chilena de los siglos XVII y XVIII,” Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, no. 14
(1991): 101-136.
73
CAPÍTULO 2
CLIMA, AGUA Y ESCASEZ EN SANTIAGO
74
CAPÍTULO 2
CLIMA, AGUA Y ESCASEZ EN LA CIUDAD DE SANTIAGO
Verdad es que en aquellos meses no pasaron de quatro
los días nublados, ni cayó una gota de agua; pero esta
misma sequedad es la que contrapesa en cierto modo
las ventajas del temperamento: y en general llueve tan
poco en los términos de aquella ciudad y su jurisdicción,
que según las noticias de un curioso que llevaba la
cuenta exacta de las horas que llueve cada año, sale un
año con otro a 220 horas de término medio, siendo el
mayor 229 horas a que había llegado el año de la
avenida.127
75
ciudades hispanoamericanas, en muchos casos antiguos núcleos poblacionales
de las comunidades originarias, se construyeron complejos sistemas de
conducción de agua, a través de acequias que atravesaban cada una de las
cuadras del trazado de damero. Santiago de Chile, La Serena, Copiapó, Caracas,
Cuzco, Trujillo, Oaxaca, Querétaro, por ejemplo, son algunos de los núcleos
urbanos que contaron con estos intricados paisajes hidráulicos.128
76
reconstruir la convivencia de las poblaciones que se asentaron en el valle del
Mapocho con las condiciones medioambientales a partir de una intervención
técnica y tecnológica que garantizaba el aprovechamiento del recurso hídrico.
77
provincia, según Vicente Carvallo y Goyeneche para finales de dicha centuria, era
“uno de los mas deliciosos valles de Chile”. Su extensión territorial comprendía,
por un lado “de norte a sur 17 leguas entre la cuesta de Chacabuco, que por
aquella parte la divide de la de Aconcagua, i el rio Maipo, que por el sur parte
términos con la de Rancagua”; y por otro lado, “… de este a oeste 15 entre la
Cordillera, Calera, Monte, Cuesta de Prado, i cerros de Tiltil que las separan de las
de Melipilla i Quillota, describiendo un área casi cuadrada de 255 leguas
cuadradas.”129
129
Vicente y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, tomo III, en Colección
de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, tomo X (Santiago de Chile:
Imprenta de la Librería del Mercurio, 1876), 29
130
Consiste en una depresión rodeada de montañas que puede estar ocupada por mares, lagos o
ríos. Cf. Abraham Quezada Vergara, Diccionario de historia y geografía de Chile (Santiago de
Chile: RIL Editores, 2011), 341.
131
Se conoce como valle central. Cf. Alfredo Sánchez Muñoz, Geografía de Chile. Un enfoque
físico, humano y económico (Santiago: Editorial Bibliográfica Internacional Ltda., 2015), 75.
132
Armando de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana (Santiago
de Chile: Editorial Sudamericana Chilena, 2000), 7.
78
Santiago de Chile. El asentamiento español en el siglo XVI ocupó lo que
actualmente corresponde al área céntrica de la ciudad.
133
Inventario Público de Cuencas Hidrográficas según el Banco Nacional de Aguas (BNA) de la
Dirección General de Aguas (DGA) del Ministerio Público. Fuente: Departamento de Hidrología y
Unidad SIG de la División de Estudios y Planificación DGA, agosto 2015. Véase Atlas del Agua.
Chile 2016 (Santiago de Chile: Dirección General de Aguas, 2015), 20.
http://www.dga.cl/DGADocumentos/Atlas2016parte1-17marzo2016b.pdf
79
Mapa Nº 1. Detalle de la cuenca del Río Maipo.
80
cumbres y quebradas localizadas en la alta cordillera.134
134
Diagnóstico y clasificación de los cursos y cuerpos de agua según objetivos de calidad. Cuenca
del Río Maipo (Santiago de Chile: Dirección General de Aguas, 2014), 4.
http://portal.mma.gob.cl/wp-content/uploads/2017/12/Maipo.pdf
135
La zona central de Chile corresponde a una faja latitudinal de transición geográfica entre dos
regímenes que son típicos de la circulación general de la atmósfera. Por un lado, hacia el norte,
con una zona condicionada por el anticiclón subtropical del Pacífico Oriental; por otro lado, hacia el
sur, por un área determinada por el cinturón de los vientos del oeste (oestes). Esto supone que en
esa área transicional el clima presenta una marcada estacionalidad. Cf. José A. Rutllant, “Aspectos
de la circulación atmosférica de gran escala asociada al ciclo ENOS 1997- 1999 y sus
consecuencias en el régimen de precipitación en Chile central,” en S. Avarias; J. Carrasco; J.
Rutllant y E. Yáñez (eds.): El Niño-La Niña 1997-2000. Sus Efectos en Chile (Valparaíso: CONA,
2004), 61-62.
136
Juan Ignacio Molina, Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile,
tomo I (Madrid: por don Antonio de Sancha, 1788), 16-17.
81
los meses de mayo, junio, julio y agosto”137 Y José Antonio Pérez García, entre
finales del siglo XVIII y principios del XIX, advirtió que las lluvias comenzarían a
mediados del mes de mayo en la ciudad de Santiago.138
82
asociaban a la escasez de agua.
Por estas mismas condiciones, como señala Armando de Ramón, 141 los
habitantes de la región, incluso antes de la llegada de los españoles, pusieron en
práctica ciertas soluciones para poder establecerse a lo largo del año en la zona y
evitar los efectos negativos de la extensa sequía primaveral y veraniega. Una de
estas medidas fue la ubicación de las siembras en las faldas de la Cordillera de los
Andes en cuya región de transición entre el bosque y la llanura, los deshielos de la
primavera nutrían algunas vertientes, arroyos y manantiales que a su vez
permitían el crecimiento de los pastos y el riego de los sembradíos.
83
no menoscaba el hecho de que se enmarca en condiciones naturales (regionales y
globales), con incidencias variables en los diversos ambientes geográficos y, por
ende, en la manera en que las poblaciones humanas perciben dichas condiciones
y conviven con ellas.
84
Sajama, Bolivia, arrojan una fase húmeda entre 1500 y 1700 y una más seca entre
1700 y 1880. Para el caso del nevado de Quelccaya, en Perú, también se
detectaron fases con pocas precipitaciones y otras húmedas intercaladas.143
143
Cf. Brenda I. Oxman, Hugo. D. Yacobaccio, Liliana C. Lupo y Paul Tchilinguirian, “Primeros
estudios paleoambientales en lapao 2 (puna seca) y la señal de la “pequeña edad de hielo,”
Anuario de Arqueología 5 (Rosario, 2013): 376.
144
Lonnie Thompson, Ellen Mosley Thompson, Willi Dansgaard y Pieter Meiert Grootes, “The Little
Ice Age as Recorded in the Stratigraphy of the Tropical Quelccaya Ice Cap.,” Science 234 (1986):
361-364.
145
Alcides Ames Marquez, “Cordillera Blanca. Glaciares en la historia,” Bulletin de’l Institu Français
d’Études Andines 24, 1 (1995): 44.
85
Cuadro Nº 1. Eventos ENSO durante el siglo XVIII
1703 F
1704 m 1704
1705
1713 m 1713 m
1714 F 1714
1716 1716
146
Se utiliza en este caso la distinción que hace William Quinn, “The Iarge-scale ENSO event, the
El Niño, and other important features,” Bulletin de l'Institut Francais d 'Etudes Andines, 22, 1 (1993):
13-34.
86
1717
1725 1725
1726
1729
1730
1731 m
1732
1733
1736 1736 F¿
1737 F 1737 F
1740 1740 m
1742
1743
1745
87
1748 1748 1748
1750 m
1752
1753
1756
1757
1759
1762
1764 m
1766
1769
1771
1773 1773
88
1774
1775 F
1776 1776
1779
1780
1784 m
1788
1792
1793
1794
1795 m
1796
1797 1797
89
1799 1799
Elaboración propia.147 Fuente impresas: ACS, vols. XLVII, L, LI, LII, LIII, LIV, LV,
LVI, LVII, LVII, LIX. Fuentes bibliográficas: Ortlieb, “Las mayores precipitaciones
históricas en Chile central y la cronología de eventos ENOS en los siglos XVI-XIX,”
463-485; Quinn y Neal, “El Niño Occurrences Over the Past Four and a Half
Centuries,” 14.449-14.451; Vicuña Mackenna, Ensayo histórico sobre el clima en
Chile; Enrique Taulis, “De la distribution de pluies au Chili,” Matriaux pour l'étude
des calamités 33 (1934): 3-20; y Urrutia de Hazbún y Lanza Lazcano, Catástrofes
en Chile.
147
Se tomó como base la tabla que elabora Luc Ortlieb en 1994. MF: muy fuerte; F: fuerte; m:
moderado.
148
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad,” 174. Un ejemplo reciente de este efecto lo
encontramos para el caso de la sequía de 1912 en Venezuela, que fue seguida por un año Niño.
Se encontró una relación entre ambos fenómenos y la incidencia en la pesca para el área de la
Península de Paraguaná. Con respecto a esto último, existe un trabajo para el caso de las sardinas
en las costas de Nueva Esparta (Venezuela). Cf. Leo González et al., “La pesca de sardina,
Sardinella aurita (Teleostei: Clupeidae) asociada con la variabilidad ambiental del ecosistema de
surgencia costera de Nueva Esparta, Venezuela”, Biología Tropical 55, 1 (2007): 79-80. Sobre la
sequía de 1912, véase el trabajo de María Victoria Padilla, El año del hambre. La sequía y el
desastre de 1912 en Paraguaná (Gobernación del Estado Falcón-Instituto de Cultura del Estado
Falcón (INDUDEF)-Fundación Literaria-León Bienvenido Weffer-Grupo Tiquiba, 2012). Para el caso
de los eventos El Niño del siglo XX en Chile y sus efectos en los recursos marinos véase: Walter
Sielfeld, Jürgen Laudien, Mauricio Vargas y Mario Villegas, “El Niño induced changes of the
coastal fish fauna off northern Chile and implications for ichthyogeography,” Revista de biología
marina y oceanografía 45, Supl. 1 (2010): 705-722; María Ángela Barbieri, Eleutario Yáñez y Martín
Farías, “Efecto del fenómeno “El Niño” 1987 en la pesquería artesanal del atún (Thunnus alalunga)
en la zona de Valparaíso, Chile,” Memorias del Simposio Internacional de los Recursos Vivos y las
Pesquerías en el Pacífico Sudeste, Chile, Viña del Mar, 9-13 de mayo, 1988, 521-527 (Comisión
Permanente del Pacífico Sur, Revista Pacífico Sur, 1989).
90
ecológicos. 149 Uno de los primeros testimonios documentales registrados para
esta región y vinculados con la incidencia de El Niño en Perú es la “Probanzas de
indios y españoles referentes a las catastróficas lluvias de 1578 en los
Corregimientos de Trujillo y Saña”, localizado por el historiador Lorenzo Huerta en
1987.150
149
Véase: Benjamín Ballester y Francisco Gallardo, “La versatilidad del parentesco en la
reproducción social: el caso de los cazadores-pescadores marinos del desierto de Atacama (siglos
XVI-XIX, norte de Chile),” Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología no. 47 (2017): 8.
150
Lorenzo Huerta, Ecología e historia: probanzas de indios y españoles referentes a las
catastróficas lluvias de 1578 en los corregimientos de Trujillo y Saña. Francisco Alcocer, Escribano
receptor (Chiclayo, Perú: Centro de Estudios Sociales "Solidaridad", 1987).
151
Entre esos trabajos pioneros nos encontramos: César Caviedes, “Rainfall in South America:
Seasonal trends and spatial correlations,” Erdkunde 35 (1981): 107-18; William Quinn y Victor Neal,
“Long-term variations in the Southern Oscillation, El Niño, and chilean subtropical rainfall,” Fishery
Bulletin 81, 2 (1983): 363-74; Eugene M. Rasmusson y Phillip Arkin, “Interannual climate variability
over South America and the Pacific associated with "El Niño" episodes,” en Ciencia, tecnología y
agresión ambiental: el fenómeno “El Niño” (Lima: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología,
1985), 179-206; H. Romero y A. M. Garrido, “Influencias genéticas del fenómeno El Niño sobre los
patrones climáticos de Chile,” Investigaciones Pesqueras 32 (1985): 19-35; Juan Quintana Arena
“Indicadores meteorológicos de "El Niño" y su aplicación al litoral norte y central de Chile,” La
Meteorología en el Mundo Iberoamericano 1 (1990): 11-20; José Rutllant y Humberto Fuenzalida,
“Synoptic aspects of the Central Chile rainfall variability associated with the Southern Oscillation,”
International Journal of Climatology 11 (1991): 63-76. DOI: 10.1002/joc.3370110105; Luc Ortlieb y
José Machare “Former El Niño events: Records from western South America,” Global and
Planetary Changes 7 (1993): 181-202.
152
William Quinn, “The Iarge-scale ENSO event, the El Niño, and other important features,” Bulletin
de l'Institut Francais d 'Etudes Andines, 22, 1 (1993): 13-34.
91
Un trabajo que merece especial atención es el de Margarita Gascón y
César Caviedes153 porque establece una vinculación entre los años El Niño, La
Niña y años normales (en estos últimos las condiciones son parecidas a las de la
zona templada) con las crisis ocurridas en Chile y Argentina durante el período
colonial; al mismo tiempo, los autores insisten en que se debe tomar en cuenta
que también esas crisis estuvieron en un contexto mayor de fluctuaciones globales
de gran intensidad. Para los citados investigadores, la variabilidad climática
durante el período colonial mermó la disponibilidad de recursos estratégicos y tuvo
consecuencias en el aprovisionamiento, por lo que concluyen que: “El clima debe,
entonces, integrarse a las diversas explicaciones históricas, pues no es sino una
manera más de enriquecer nuestra comprensión del pasado.” 154
Por otra parte, la fase fría-seca de ENSO tiene lugar cuando los vientos
alisios del sur se intensifican y, por tanto, las aguas oceánicas más profundas del
Pacífico ecuatorial quedan en la superficie. Este fenómeno es conocido como La
Niña y, a diferencia de la fase cálida-húmeda, se caracteriza por inviernos muy
fríos y áridos en Chile y en Argentina.157 El fenómeno comenzó a ser reconocido
153
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad.”
154
Ibídem, 182.
155
Cf. Álvaro González-Reyes y Ariel A. Muñoz, “Cambios en la precipitación de la ciudad de
Valdivia (Chile) durante los últimos 150 años,” Bosque 34, 2 (2013): 192.
156
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad,” 164.
157
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad,” 165.
92
por oceanógrafos chilenos y peruanos a finales de la década de 1960. 158 De
manera que la fase fría-seca hace referencia al enfriamiento de las aguas en el
Océano Pacífico y anomalías atmosféricas en el Océano Atlántico, 159 con un
incremento de los huracanes; 160 las condiciones que caracterizan La Niña
promueven las sequías en las zonas cercanas al Océano Pacífico. Las
condiciones normales de las aguas del Pacífico en América del Sur son frías como
consecuencia de la corriente de Humboldt. Al verse intensificados, los vientos
alisios del sur ocasionan un mayor enfriamiento superficial de las aguas, la
evaporación disminuye y por tanto no se dan precipitaciones en las costas
occidentales de Perú, Ecuador, ni en Chile, especialmente en el norte. En el
nordeste brasilero, sudeste africano, así como en el norte de Australia e Indonesia
se produce un incremento de las precipitaciones.161
Como bien han señalado los estudiosos del tema, el clima de Latinoamérica
“está fuertemente relacionado con forzantes externos como El Niño Southern
Oscillation (ENSO), la Oscilación Antártica y la Oscilación Decádica del
Pacífico.”162 En este sentido, condiciones climáticas actuales con la presencia de
El Niño, según indican Macharé y Ortlieb, pudieron presentarse en la costa del
Perú desde el último período interglacial.163
158
Se reconocieron como anti-Niños pero el geofísico George S Philander promovió el término de
La Niña.
159
César Caviedes, El Niño in History. Storming Through the Ages (Florida: University Press of
Florida, 2001), 147.
160
Mirjam A.F. Ros-Tonen and John H. van Boxel, “El Niño in Latin America: The Case of Peruvian
Fishermen and North-East Brazilian Peasants,” Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y
del Caribe 67 (1999): 8. http://www.jstor.org/stable/25675842
161
Rita Delfina Vincenti, “Las corrientes de Humboldt y “El Niño” sus repercusiones en el
ambiente,” Revista Geográfica 135 (2004): 109-110.
162
María del Rosario Prieto, María Eugenia Solari, Juana Crouchet y Andrea Larroucau, “Fuentes
documentales para el estudio del clima en la región sur-austral de Chile (40º - 51º S) durante los
últimos siglos,” Bosque 33, 2 (2012): 136.
163
Cf. Anne Marie Hocquenghem. “Una historia del bosque seco”. Debate Agrario 33 (2001): 40.
93
intervenciones arqueológicas también han producido información al respecto para
los tiempos de ocupación precolombina. 164 A partir de los archivos históricos
legados por la administración colonial en las Indias Occidentales se cuenta con
datos que permiten reconstruir la recurrencia de estos fenómenos desde el siglo
XVI;165 estos datos y los estudios que se han realizado sobre el período colonial
permiten indicar, con Hocquenghe, 166 que los eventos de extremismo climático
han sido parte del acervo histórico y social de estas regiones.
ENTORNO SANTIAGUINO
164
Lizardo Seiner. “El fenómeno El Niño en el Perú: reflexiones desde la historia.” Debate Agrario
33 (2001): 1-18.
165
Anne Marie Hocquenghem. “Una historia del bosque seco”. Debate Agrario 33 (2001): 40-41.
166
Ibídem, 41.
94
sin sus aguas para el riego, fuera infructifera mucha parte de Chile en que no
llueve el verano.”167
… los ríos Colina, Peldehue, Lampa, Mapocho, i Maipo. Por la caja del
primero no corre una gota de agua en verano, porque la poca que tiene
la distribuyen en acequias para el regadío de las chacras i estancias, i
con corta diferencia acontece lo mismo con el segundo i tercero. El
Mapocho es rio considerable i con sus aguas riega todo el territorio que
corre de una i otra banda hasta su union con el Maipo. De este que es
caudaloso i rápido, se saca un canal, que le llaman la acequia de
Espejo, i fertiliza alguna parte de aquella tierra.169
Esta condición que nos advierte el historiador del siglo XVIII a su juicio
garantizaba el recurso hídrico durante “la sequedad de algunos años”. Las
características climáticas que tanto alaban viajeros, cronistas e historiadores, en
conjunto con la exaltación de las condiciones geomorfológicas, condicionaban la
fertilidad de aquel Reino periférico:
167
Miguel de Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada del de Chile. Colección de
historiadores de Chile y de documentos relativos a la historia nacional, tomo IV (Santiago de Chile:
Imprenta del Ferrocarril, 1864 [1758]), 23.
168
José Antonio Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile en su
descubrimiento, conquista, gobierno, población, predicación evangélica, erección de catedrales y
pacificación, tomo I, en Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia
nacional, tomo XXII (Santiago de Chile: Imprenta Elzeviriana, 1900), 14-15.
169
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X 30.
95
de Chile, que lleva todas las simientes conocidas en Europa i América
con poco cultivo i sin ningun abono.170
170
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X 8.
171
Declaración del testigo don Juan Enríquez Navarrete, vecino de Quito, 13 de abril de 1723, AGI,
Audiencia de Quito, leg. 129, N. 89 B.
172
Nació en Jerez de la Frontera hacia el año 1570, religioso de la Orden de los Carmelitas
Descalzos y viajaría a las colonias en Hispanoamérica a partir de 1612 hasta 1622 fecha en la que
retornó a España.
96
y sus huertos estaban bañadas por una red de acequias surtidas con las aguas del
Mapocho:173
173
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 92
174
Alonso de Ovalle, Historica relacion del Reyno de Chile y de las missiones y ministerios que
exercita en el la Compañia de Jesus (Roma: Francisco Caballo, 1646), 153.
175
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 31.
97
Salto y Quilicura. Esta distribución es importante porque el desarrollo poblacional,
especialmente en las zonas periféricas, y el incremento y extensión del cultivo del
trigo (ya no solo para la manutención) en la zona oriente del Mapocho,
aumentaron exponencialmente la demanda de agua, en especial por el cultivo del
trigo que aumentó demandando un consumo permanente del recurso hídrico, a
pesar de que es un cultivo de secano.
En efecto, con una notable población en crecimiento, para finales del siglo
XVII y principios del XVIII se contaban unos 12 mil habitantes y para la segunda
mitad del siglo XVIII, como indica Armando de Ramón,176 hay alrededor de unos
30.000. Carmagnani177 y Carmagnani y Klein178 señalan que entre 1777 y 1778; de
estos habitaban la ciudad 18.103 personas.179
Estos arrabales y la cuidad misma contaban para finales del siglo XVIII con
seis parroquias -la Matriz, San Isidro, San Borja, Santa Ana, Renca y el Rosario-,
los conventos de Observantes y Recoletos de las religiones de Santo Domingo,
San Francisco, La Merced y San Agustín y siete monasterios: uno de Agustinas,
uno de Rosas, otro de Capuchinas, dos de Carmelitas Descalzas y dos de
Claras.180
176
Ramón, Santiago de Chile, 91.
177
Marcello Carmagnani, Los mecanismos de la vida económica en una sociedad colonial. Chile
1680-1830 (Santiago de Chile: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos-Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2001), 191.
178
Marcello Carmagnani y Herbert Klein, “Demografía histórica. La población del Obispado de
Santiago, 1777-78.”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia 72 (1965): 57-73.
179
Marcello Carmagnani, Los mecanismos de la vida económica en una sociedad colonial. Chile
1680-1830 (Santiago de Chile: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos-Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2001), 191. Véase también Resumen de la matrícula general
del Obispado de Santiago de Chile que comprende los corregimientos de Rancagua, Colchagua,
Quillota, Maule, Melipilla, Aconcagua, Coquimbo y Mendoza, 1778, ANHFA, vol. 24, pza. 4, f. 1.
180
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 94-95.
98
primeros años del siglo XVII fue el proveedor principal. Luego de 1704 las aguas
del Mapocho fueron la principal fuente del recurso hídrico y la quebrada de Ramón
fue un surtidor ocasional.181
Es campaña abierta y llana a las orillas de la parte del sur del rio
Mapocho cuias aguas mantienen sus pilas y dan azequias para cruzar
todas las quadras de la ciudad; de manera que no ay solar por donde
no corra agua para el riego, limpia y salud de los vezinos.182
181
Tras la avenida del Mapocho del año 1609 el Cabildo consideró las primeras inversiones en la
creación de infraestructura de envergadura para la ciudad, los primeros tajamares para contener
las aguas del río y el acueducto que traía agua limpia desde la quebrada de San Ramón.
182
Manuel Amat y Juniet, Historia geographica e hidrographica, con derrotero general correlativo al
plan de el Reyno de Chyle que remitte a nuestro catholico monarca el Sr. Dn. Carlos III (que Dios
guarde), Rey de las Españas y de las Indias, BNE, Manuscritos, Mss/13970, fj. 24
99
100
aguas del Mapocho y que serían perfeccionadas a la llegada de los españoles:
Ñuñoa (Apoquindo o Tobalaba) (véase Imagen Nº 2), que regaba los campos
ubicados en la falda noroeste del cerro San Cristóbal e irrigaba los campos de
Conchalí, también Longopilla y Peñalolén al oriente; Quilicura y Huechuraba, que
regaba al norte; y una tercera acequia, conocida como Incagorongo, que regaba la
zona que se conoce actualmente como Cerrillos, al suroeste de la ciudad, como
también hacia el sur La Cañada, las acequias de García de Cáceres y
Chuchunco, al poniente (véase Imagen Nos. 3 y 12). Fue precisamente este
sistema hidríco que se encontró la hueste conquistadora en Chile el que ayudaría
con la adaptación de las especies que venían de la metrópolis, además de las
condiciones climáticas y las corrientes de agua naturales.184
184
Juan Guillermo Muñoz, “Las frutas del conquistador. Frutales europeos en el reino de Chile
(siglo XVI),” en Frutales, cultura y sociedad. Un recorrido histórico de la fruticultura universal y los
orígenes de la fruticultura chilena hasta nuestros días, comp. Pablo Lacoste y José Antonio Yuri
(Talca: Universidad de Talca, 2015), 204.
101
Imagen Nº 2. Plano del curso y dirección de las aguas del Río Mapocho y de
las acequias de La Dehesa y Apoquindo por Antonio Martínez de Mata, 1781.
102
se planteaba en la ciudad y los escritos contemporáneos coinciden, igualmente, en
afirmar la existencia de huertas en las casas coloniales.
Este paisaje hídrico que se puede observar con claridad para el siglo XVIII
no fue solamente el resultado de la empresa colonizadora de la Corona española.
Muchas de las fundaciones de ciudades en las Indias Occidentales contaron con
el entramado hidráulico legado por las comunidades originarias localizadas en
antiguos asentamientos indígenas. Es el caso de Santiago, La Serena, Mendoza,
187
Sánchez-Rodríguez, “Agua, horticultura y urbanismo en una ciudad americana. Santiago de
Chile en la época virreinal,” 50, 52.
188
Sergio Villalobos, Historia del pueblo chileno, tomo IV (Santiago de Chile: Editorial Universitaria,
2000), 153.
189
Rolando Mellafe, “Latifundio y poder rural en Chile de los siglos XVII y XVIII,” Cuadernos de
Historia 1 (1981): 94.
103
Caracas, Cuzco y Truijillo, Oaxaca, Querétaro, Acahuato, Atapan, entre otras
ciudades.190
Las casas estaban atravesadas por una acequia “…i a mas de fertilizar los
plantíos sirve para su limpieza i la de las calles que logran el beneficio de lavarse
con frecuencia, i regarse todos los dias en verano”191 Así, las huertas, los olivares
y las viñas tenían gran presencia en aquella ciudad y sus alrededores.
190
Sánchez-Rodríguez, “Agua, horticultura y urbanismo en una ciudad americana. Santiago de
Chile en la época virreinal,” 42.
191
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X 31.
192
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo I, 15.
193
Ibídem, tomo II, 434-435.
104
Imagen Nº 3. Acequia en Renca a orillas del río Mapocho por José de
Palma, 1779
105
2.2.2. Tierras y espacios de trabajo agropecuario
106
sus escritos que estas condiciones favorecían un territorio adecuado no solo para
la abundancia de productos locales, sino también para la adaptación de los frutos
que venían de la metrópoli. En este sentido, diversos cereales, legumbres,
tubérculos y hortilzas se cultivaban a lo largo de las provincias del Reino y
moldeaban el paisaje de las haciendas y las chacras. El cronista Diego de Rosales
dejó plasmado en su Historia general del Reyno de Chile. Flandes Indiano, escrita
en 1674, la variadad de productos que se encontraban en Santiago y las zonas
aledañas a la capital: desde las extendidas sementeras de trigo, maíz y cebada
hasta los frijoles, el ají, las habas, lentejas, zanahorias, berenjenas, entre otros
cultivos (véase Cuadro Nº 2)197
107
mui sabrosas, las frutas en aquel punto de sazon que las hace más suaves…”199.
En el caso del trigo, Miguel de Olivares y González observó que los terrenos
ubicados en las cercanías de Santiago eran de los más productivos y ventajosos
para su siembra y cosecha.200
199
Miguel de Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido en la conquista y
pacificación del reino de Chile. Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la
historia nacional, tomo IV (Santiago de Chile: Imprenta del Ferrocaril, 1864 [1758]), 24.
200
Para finales del siglo XVIII, en la provincia se cosechaban anualmente “30,000 fanegas de trigo,
casi igual número de cebada, 5,000 de menestras, 1300 de almendras, 2,000 de nueces, 800 de
aceitunas, 50,000 arrobas de vino, i se crian ganados de todas las especies” Carvallo y
Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 30.
201
Claudio Gay, Historia física y política de Chile. Agricultura, tomo I (París: En casa del autor;
Chile: Museo de Historia Natural de Santiago, 1862), 267. Este cereal requiere una temperatura
ideal que oscile entre los 10 y los 24ºC y puede desarrollarse en zonas con una capacidad
pluviométrica entre los 300 y los 400 mm, por lo que en años secos presenta una gran resistencia,
todo dependerá de la distribución, precisamente, del agua según la etapa del ciclo vegetativo en la
que se encuentre. Estas etapas más sensible a la escasez de agua están entre la espigadura y la
floración.
202
Claudio Gay, Historia física y política de Chile. Agricultura, tomo II (París: En casa del autor;
Chile: Museo de Historia Natural de Santiago, 1865), 24-25.
108
Cuadro Nº 2 . Ciclo agrícola de algunos ultivos en el Valle Central durante la
época colonial
109
En la abundancia de todas especies de ganados y de los individuos de
cada especie, no sé que haya rejion alguna que exceda a esta, y sé que
ella excede a la mas comun y próvida madre de todas las especies de
animales que crió la bondad de Dios para mostrar sus cariños con el
hombre en la solicitud de sus comodidades (…) Y asi ofrecen a la vista
espectáculo agradable muchas de las llanuras, bosques, vegas, montes
y colinas pobladas de rebaños de vacas, caballos, asnos, mulas,
ovejas, cabras, lechones…203
203
Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada, 25-26.
204
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 8.
205
David Grigg, The agricultural systems of the world. An evolutionary approach (Cambridge:
Cambridge University Press, 1974), 124-125.
206
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo I, 15.
110
impuso mayor cuidado del ganado, de los límites de las haciendas y una mayor
importancia al sistema de pastoreo.207
207
Rolando Mellafe, Historia social de Chile y América (Santiago de Chile: Editorial Universitaria,
1986), 273.
208
Tribaldos de Toledo, Historia general de las continuadas guerras i difícil conquista del gran reino
i provincias de chile, 109.
209
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 30.
210
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 194.
111
Imagen Nº 4. Plano general de la hacienda de Vitacura por Antonio Lozada, 1785.
Con el auge triguero desde finales del siglo XVII, el aumento de la población
y la consolidación de una élite mercantil, se produjo un aliciente igualmente para la
producción social de riesgos. De manera que coincidimos con Ulrich Beck cuando
señala que la producción de riqueza va de la mano de la producción de riesgos,211
y si bien el autor lo plantea para el caso de la modernidad, estamos de acuerdo
con Rogelio Altez, al asumirlo igualmente como el resultado fallido de la estrategia
metalista en algunos territorios.
211
Altez, “Historia de la vulnerabilidad en las regiones hoy venezolanas,” 49.
112
Para el caso particular de Santiago, ese vínculo se traduciría en la paulatina
transformación del agua como recurso disputado, cuya máxima expresión se
condensa a lo largo del siglo XVIII en la consolidación de la escasez hídrica como
una amenaza antrópica. Las luchas y las transgresiones por este recurso fueron
dos de los indicadores de este proceso durante el siglo XVIII, a raíz de la
hegemonía sobre el acceso a las redes de conducción para el regadío,
principalmente. Una situación que se incrementaba durante aquellos períodos en
que no contaron con el beneficio de las lluvias regulares del invierno y que se
traspasó, en algunos casos, al abastecimiento urbano.
113
2.3. SANTIAGO, UNA REGIÓN AMENAZADA
En este sentido, los espacios de adaptación son aquellos que, definidos por
una localización específica, materializan objetos, fenómenos y procesos de la vida
cotidiana en relaciones de coexistencia antagónicas, dirigidas a la convivencia con
las amenazas socionaturales que condicionan los ecosistemas que los definen.
Para la ciudad de Santiago y sus áreas de influencia durante el siglo XVIII hemos
identificado cuatro de estos espacios: periféricos, políticos, económicos y
simbólicos.
212
Blanca Rebeca Ramírez Velázquez y Liliana López Levi, Espacio, paisaje, región, territorio y
lugar: la diversidad en el pensamiento contemporáneo (México: UNAM, Instituto de Geografía,
2015), 18.
213
Antoine S. Bailly, “Lo imaginario espacial y la geografía. En defensa de la geografía de las
representaciones,” Anales de Geografía de la Universidad Complutense 9 (1989): 36-54.
214
Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías de un territorio de frontera: La Chimba,
Santiago de Chile. Siglo XVII-XX,” Revista de Geografía Norte Grande 56 (2013): 76.
114
Los espacios periféricos tienen su génesis en la relación dicotómica de la
construcción territorial y política de la ciudad de Santiago. En este sentido, el
trazado en forma de damero que caracterizó la urbanización en tiempos de Carlos
I de las ciudades del Nuevo Mundo se convertiría con el tiempo en un espacio
moldeable ya que en su dinámica produjo distintas formas de habitabilidad
marginales –en términos de Díaz Plá215– que generaron espacios disgregados y
periféricos. Así, tenemos la zona de La Chimba como indicador de este tipo de
espacio de adaptabilidad.
215
Rodrigo Díaz Plá, “Imaginario social de la cartografía histórica del barrio de La Chimba. Poder,
significación y simbolismo,” Revista Chilena de Antropología Visual 19 (2012): 4
216
Ibídem, 5. El nombre de La Chimba es de origen quechua que significa “de la otra banda del
río”.
217
Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías de un territorio de frontera: La Chimba,
Santiago de Chile. Siglo XVII – XX,” Revista de Geografía Norte Grande 56 (2013): 80.
218
Jaime Valenzuela, “Devociones de inmigrantes. Indígenas andinos y plurietnicidad urbana en la
conformación de cofradías coloniales (Santiago de Chile, siglo XVII),” Historia 43 (2010): 204.
115
época colonial, caracterizado inicialmente por las extensiones de tierras y chacras
cultivadas y una población que resultaba intermitente. Este escenario generaba
serias dificultades para la urbanización según la lógica monárquica y el control de
la otrora puerta de entrada y salida hacia el norte del Reino. 219 Desde los
comienzos de la conquista española este espacio se definiría por alteridad con
respecto a la ciudad de Santiago y asumiría desde entonces un papel de
proveedor y de tránsito.220
En efecto, para 1541 Pedro de Valdivia desplazó sus tropas hacia el sur del
río Mapocho, dando origen a la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura,221
una de las periferias de Santiago, esas que se conformaron con la ocupación de
los extramuros. En un principio, este sector estuvo habitado por indígenas de
varias etnias, principalmente por los yanaconas, que servían a los conquistadores;
estas zonas de cultivo, que luego se transformarían en solares, viñas y quintas,
dieron paso a finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII a olas migratorias
procedentes de la frontera sur, debido a la guerra. Por lo que, con el correr del
proceso de colonización se convirtió en un área con gran población mestiza y
españoles empobrecidos. 222 Esta confluencia de distintos grupos sociales la
convertiría entonces en un territorio de frontera.223
219
Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías de un territorio de frontera: La Chimba,
Santiago de Chile. Siglo XVII – XX,” Revista de Geografía Norte Grande 56 (2013): 81.
220
Cf. Paulo Álvarez. “La Chimba del Valle del Mapocho: historia de una alteridad en construcción
(siglos XVI-XIX).” Espacios Rev. Geogr. 1 (2011):
221
Rodrigo Díaz Plá, “Imaginario social de la cartografía histórica del barrio de La Chimba. Poder,
significación y simbolismo,” Revista Chilena de Antropología Visual 19 (2012): 4.
222
Cf. Paulo Álvarez, “La Chimba del Valle del Mapocho: historia de una alteridad en construcción
(siglos XVI-XIX),” Revista de Geografía Espacios 1 (2011): 25.
223
La idea de la Chimba como territorio de frontera por la confluencia de una población inmigrante
socioculturalmente diversas es planteada por Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías
de un territorio de frontera: La Chimba, Santiago de Chile. Siglo XVII – XX,” Revista de Geografía
Norte Grande 56 (2013): 76. Los autores lo hacen para referirse al proceso de consolidación que
atisban a raíz de los censos de 1992 y 2002. En esta investigación también se considera a La
Chimba como un territorio de Frontera no solo por aglomerar igualmente una población
socialmente diversa que se distanciaban del centro de poder, sino también porque otro de los
medios de conformar fronteras durante la época colonial fue en términos de construcción de
paisajes, no urbanizados. El territorio de frontera, de acuerdo con los citados autores, son aquellos
lugares que posibilitan la conformación de límites y diferencias
a partir de sus prácticas y representaciones (ibíd., 78).
116
Sin duda estos espacios periféricos se convirtieron en la columna vertebral
de la ciudad de Santiago, especialmente durante el primer siglo y medio de la
conquista y colonización. El cronista mestizo Felipe Huamán Poma de Ayala es un
claro exponente de la incipiente construcción de este imaginario en torno a
Santiago. En su obra, El primer nueva corónica i buen gobierno, 224 realizó un
grabado para representar la capital de Chile, que nunca visitó, pero que buscó
identificar a partir de las ideas que circulaban sobre ella en los albores del siglo
XVII: un emplazamiento fuertemente resguardado por una muralla y con una vida
cotidiana que transcurría entre militares y sacerdotes, como un claro exponente
del intenso conflicto con las comunidades indígenas. Esta imagen de Santiago
también nos permite advertir la representación inhóspita de los extramuros. Estas
áreas si bien no tendrían el empuje que a la vuelta de un siglo cobrarían con toda
la circulación y presión que se ejercía en torno a la ciudad de Santiago, para
principios del siglo XVII eran un espacio disgregado, sí, pero habitado (véase
Imagen Nº 6).
224
Redactada a principios del siglo XVII entre 1612 y 1615 o 1616, fue publicado por primera vez
en 1912 por el Institut Éthnologique de París. El manuscrito se puede localizar en El sitio de
Guaman Poma, un centro digital de investigación de la Biblioteca Real de Dinamarca. Disponible
en: http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/titlepage/es/text/?open=idp23904
117
118
84
225
Ovalle, Historica relacion del Reyno de Chile, 170-171.
226
Rodrigo Díaz Plá, “Imaginario social de la cartografía histórica del barrio de La Chimba. Poder,
significación y simbolismo,” Revista Chilena de Antropología Visual 19 (2012): 9.
227
Armando de Ramón. Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana (Mapfre: Madrid,
1992): 42.
228
El trazado de damero, tributario de la Antigüedad Clásica, cobra impulso en la conformación de
las ciudades hispanoamericanas con las Ordenanzas de Felipe II promulgadas el 13 de julio 1573.
Ya con el proyecto urbano de Alonso Bravo para 1521 en la otrora ciudad de Tenochtitlan se
aprecia la regularidad del trazado de las ciudades y con la fundación de Lima en 1535 se impulsó
el modelo en cuadrícula, uno de los que contó con mayor acogida en el mundo colonial. Sobre el
tema pueden consultarse el trabajo de Alan Durston, “Un régimen urbanístico en la América
hispana colonial: el trazado en damero durante los siglos XVI y XVII,” Historia 28 (Santiago, 1994):
59-115.
119
Imagen Nº7. Planta de la ciudad de Santiago de Alonso de Ovalle
120
Francisco Caballo, 1646), 170-171.
229
Fue un ingeniero militar francés que se embarcó a las Indias Occidentales para estudiar las
defensas militares de Chile y Perú. Desembarcó en Concepción en 1712 y el año siguiente se
encontraba visitando las regiones del Norte para luego llegar a Perú. Estuvo en estas regiones
hasta 1714.
230
Francisca Márquez y Ricardo Truffello, “Geografías de un territorio de frontera: La Chimba,
Santiago de Chile. Siglo XVII – XX,” Revista de Geografía Norte Grande 56 (2013): 87.
121
Fuente: Amédée Frezier Relation du voyage de la mer du sud aux côtes du Chily et du
Perou, fait pendant les années 1712, 1713 & 1714 (París: Jean-Geoffrey Nyon, Quat de
Conti, au coin de la rue Guenegaud, au Nom de Jesus-Etienne Ganeau, rue Saint
Jacques, aux Armes de Dombes, vis-á-vis la Fontaine de S. Severin-Jacque Quillau,
Imprimeur-Juré-Libraire, rue Galande, aux Armes de l’Université, 1716), 88-89. La imagen
la tomamos de https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b8596605s/f1.item.r=Frezier
122
los problemas públicos que desestabilizaban el orden de la sociedad. Sin
embargo, paulatinamente el poder de resolución y control de los cabildos
hispanoamericanos dentro de la política imperial fue disminuyendo y con las
reformas borbónicas dicho poder se disgregó. Aún así, y especialmente con las
amenazas de impacto lento, las sequías y los problemas asociados a las mismas,
como, por ejemplo, el abastecimiento de agua para la ciudad y los regadíos, estas
instituciones se mantuvieron como parte de las discusiones de esta institución.
Constantino Bayle, Los cabildos seculares en la América española (Madrid, 1952); Demetrio
Ramos, “Los cabildos señoriales de la época de Diego Colón”, Revista de Historia del Derecho 5
(1977): 217-44. También existe un buen cúmulo de estudios que han optado por vislumbrar las
particularidades de los gobiernos locales para la época colonial. Por un lado, aquellos trabajos con
un enfoque panorámico y, por otro lado, otros que dan importancia a determinados aspectos: el
jurídico, el socioeconómico, conformación de redes de poder y vinculación familiar. Véase: Moore,
John Preston: The Cabildo in Perú under the Hapsburgs, Durham, N.C., 1954; Zorraquín Becú,
Ricardo: “Los cabildos argentinos”, Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales XI, no.
47 (1956): 95-156; Rosa M. Zuluaga, El Cabildo de la ciudad de Mendoza. Su primer medio siglo
de existencia (Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo, 1964); Arcaya U., Pedro M. El cabildo en
Caracas (Caracas: Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1965); Guadalupe Nava Otero,
Cabildos y ayuntamientos de la Nueva España en 1808 (México: Secretaría de Educación
Pública,1973); Hildegard Krüger, “Función y estructura social del cabildo colonial de Asunción,”
Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas 18 (1981): 31-44;
Juan José Arteaga Zumorán y otros, Estudios sobre el cabildo de Santiago del Estero, siglo XVIII
(Montevideo: Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras, 1982); María Andrea Nicoletti, “El Cabildo de
Buenos Aires: las bases para la confrontación de una mentalidad”, Revista V Centenario, no. 13,
(1987): 97-127; María Luisa Pazos Pazos, El ayuntamiento de la ciudad de México en el siglo XVII:
continuidad institucional y cambio social (Sevilla: Diputación de Sevilla, 1999); Virgilio Muñoz y
Mario Ruiz-Massieu, Elementos jurídico-históricos del municipio en México (México: UNAM, 1979);
José F. De la Peña y María Teresa López Díaz, “Comercio y poder. Los mercaderes y el cabildo de
Guatemala, 1592-1623”, Historia Mexicana XXX, no. 4 (198): 469-505; Adolfo González Rodríguez,
“El cabildo de Córdoba durante el siglo XVI: encomenderos, propietarios de tierras, tratantes de
negros y comerciantes. Análisis de un grupo de poder”, Estudios de Historia Social y Económica de
América, no. 3-4, Alcalá de Henares, 1987-1988, pp. 29-45; Ana Isabel Martínez Ortega, Estructura
y configuración socioeconómica de los cabildos de Yucatán en el siglo XVIII, Sevilla, 1993; Reinard
Liehr, “Ayuntamiento y oligarquía de la ciudad de Puebla a fines de la colonia (1787-1810)”,
Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, no. 7 (1970): 417-
426; Stephen Webre: “El cabildo de Santiago de Guatemala en el siglo XVII: ¿una oligarquía criolla
cerrada y hereditaria?, Mesoamérica 2 (1981): 1-19.
123
de los oficios capitulares, algunos en ascenso como estancieros, hacendados
mercaderes y mineros; más que un proceso de desplazamiento y sustitución, se
dio un proceso de integración de grupos que detentaban la riqueza necesaria para
adquirir estos oficios dentro de los grupos dominante, como sucedió en Chile.232
232
Para el caso de Chile, una de las obras de referencia y de carácter general es la de Julio
Alemparte Robles publicada en 1940, en cuya estructura, no obstante, dedica escasas líneas a la
problemática de la atención del gobierno municipal con respecto a la presencia de amenazas
naturales. Otras publicaciones sobre la institución del cabildo, pero para el caso del de la Serena y
de Concepción fueron las de Domingo Amunátegui Solar, publicadas en 1928 y 1930,
respectivamente. La historiografía del siglo XIX también le dedicó espacios al tema. Miguel Luis
Amunátegui publicó en 1890 su obra sobre el cabildo de Santiago en las etapas iniciales, también
con un carácter general. Para la segunda mitad del siglo XX, se publicaron varios aportes sobre el
tema enfocados principalmente en el aspecto jurídico y el derecho de aguas. Della M. Flusche, por
su parte, publicó una investigación sobre la salud pública y el cabildo de Santiago durante el siglo
XVII, y una de los temas abordados tiene que ver con la atención de dicha institución a la
problemática de amenazas naturales como las epidemias. Véanse: Miguel Luis Amunátegui, El
cabildo de Santiago. Desde 1573 hasta 1581, vol. I, 2 vols. (Santiago de Chile: Imprenta Nacional,
1890). Domingo Amunátegui Solar, El cabildo de la Serena (1678-1800) (Santiago de Chile: Soc.
Imprenta y Lit. «Universo», 1928); Domingo Amunátegui Solar, El cabildo de Concepción (1782-
1818) (Santiago de Chile: Establecimientos Gráficos «Balcells & Co.», 1930). Julio Alemparte
Robles, «El cabildo en Chile colonial: orígenes municipales de las repúblicas hispanoamericanas»
(Ediciones de la Universidad de Chile, 1940). Della M. Flusche, “The Cabildo and Public Health in
Seventeenth Century Santiago Chile”, The Americas 29, 2 (1972): 173-190. Antonio Dougnac
Rodríguez, «El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de chile en los siglos VII y XVIII»,
o
Revista Chilena de Historia del Derecho 0, n. 11 (1985): 277-313, doi:10.5354/0719-
5451.1985.25020.
124
con las esferas del control político, por lo cual se tejer redes que producen
estrategias acordes con los intereses comunes.
233
Ciertamente, y a diferencia de muchas regiones en el Caribe, por ejemplo, el Pacífico Sur no fue
el escenario preferido de ataque de las potencias enemigas a la Corona española. La travesía del
viaje (atravesar el Atlántico, pasar a través del Estrecho de Magallanes y acceder al Pacífico) no
resultaba una empresa ni sencilla ni cercana. Esto no significa que la política imperial se
desentendería por completo de dicha preocupación, especialmente porque la zona sur dominada
por los araucanos resultaba un vacío ocupacional de los hispanos. Por ejemplo, la ciudad de
Valdivia, desocupada tras el Desastre de Curalaba en 1598, fue ocupada por holandeses para
1643. Dicha empresa comenzó de la mano de la expedición de Hendrick Brouwer sin tener éxito
tras su muerte en Chiloé; sin embargo, su sucesor Elías Herckmans llegaría a Valdivia el 24 de
agosto de ese año con un grupo de chilotes aliados, aun así no tuvieron éxito y ya el 15 de octubre
decidieron marcharse. Tras estos episodios, el marqués de Mancera, virrey del Perú Pedro Álvarez
de Toledo y Leiva, ordenó que se ejecutara un sistema de fortificaciones que permitiese, como fin
último, la defensa de aquella gobernación de Chile, y para 1645 se fundaron los fuertes de Corral,
Niebla y Mancera y en 1658 arrancaría el de Amargos. Los ingleses también se unirían a estas
tentativas de ocupación de aquellos espacios que otrora se encontraban habitados por
comunidades indígenas no sujetas al dominio imperial español. Véase: H. Stewart, Del Mar del
Norte al Mar del Sur. Navegantes británicos y holandeses en el Pacífico suroriental, 1570- 1807
(Valparaíso: Universidad de Playa Ancha, 2000); Gabriel Guarda, “La ocupación Holandesa de
Valdivia (1643),” Boletín de la Academia Chilena de la Historia 64, 107 (1997): 69-82; I. Vázquez
de Acuña, Las incursiones corsarias holandesas en Chiloé: Simón de Cordes (1600) y Enrique
Brouwer (1643) (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1992).
125
entre otras cosas, en los pocos recursos defensivos. Como bien lo señala Álvaro
Jara, 234 el valor de aquellas regiones periféricas radicaba en su posición
estratégica para la navegación a través del Cabo de Hornos, más que económica,
aunque interesan como proveedores de trigo de Perú en el siglo XVIII.
Sin embargo, los territorios que comprendían el Reino de Chile, al igual que
en el resto de Hispanoamérica, quizás con mayor ímpetu, desde el inicio de la
conquista fueron escenarios de cruentas confrontaciones entre los pueblos nativos
y los españoles y rápidamente los ataques indígenas se convirtieron en serias
amenazas para la empresa colonizadora.
234
Álvaro Jara, El imperio español en América (1700-1820). Una historia económica (Santiago de
Chile: Editorial Sudamericana, 2011), 199.
235
Pedro de Valdivia, Carta al Emperador Carlos V, La Serena, 4 de Septiembre de 1545.
Publicada en Claudio Gay, Historia física y política de Chile. Tomo I: Documentos sobre la historia,
la estadística y la geografía (París: En casa del autor; Chile: Museo de Historia Natural de
Santiago, 1846), 53.
236
Cf. José Manuel Zavala Cepeda, Introducción a Los parlamentos hispano-mapuches, 1593-
1803: textos fundamentales, ed. José Manuel Zavala Cepeda (Temuco: Ediciones Universidad
Católica de Temuco, 2015), 18.
126
partir de la primera mitad del siglo XVII que jugaría un rol importante en la
circulación y dinamismo del área fronteriza hispano-araucana.237
237
El Parlamento de Quillín que tuvo lugar en 1641 se convirtió en un hito en las condiciones de
diálogo transfronterizo y es considerado por la historiografía como aquel espacio de debate que
permitió establecer dicha frontera dinámica que contuvo los conflictos y generó espacios de paz en
la región (véase Jorge Pinto Rodríguez, Presentación a Los parlamentos hispano-mapuches, 1593-
1803: textos fundamentales, ed. José Manuel Zavala Cepeda (Temuco: Ediciones Universidad
Católica de Temuco, 2015), 15.
238
“…y que sin embargo que aviendo tocado los yndios los males mantubieronse muchos años en
paz pero no tan segura que no hayan havido algunas alterasiones en todos tiempos necesitando a
los señores Governadores [mis] antesesores a tomar las armas para castigo de las reveliones e
insultos que han cometido…” Junta de Guerra para Conferir sobre los 12 Capítulos Insertos Sobre
el Parlamento General con los Casiques en 29 de Henero de 1726, ANHCh, FV, vol. 251, fs. 174-
193. La versión que aquí se presenta es la reproducida en Los parlamentos hispano-mapuches,
1593-1803: textos fundamentales, ed. José Manuel Zavala Cepeda (Temuco: Ediciones
Universidad Católica de Temuco, 2015), 220.
239
Tuvo lugar en marzo de ese año tras la muerte de dos capitanes de amigo y el abandono de la
Araucanía por parte de los hispanocriollos, seguido del sitio al fuerte de Purén y alzamiento
general. Hugo Contreras Cruces, “Aucas en la ciudad de Santiago. La rebelión mapuche de 1723 y
el miedo al «otro» en Chile central,” Anuario de Estudios Americanos 70 (2013): 67.
240
Hugo Contreras Cruces, “Aucas en la ciudad de Santiago. La rebelión mapuche de 1723 y el
miedo al «otro» en Chile central,” Anuario de Estudios Americanos 70 (2013): 68, 82.
127
Así, muchos de los ataques si bien no se desarrollaron en la ciudad de
Santiago, tuvieron influencia en ella. Por un lado, en la configuración del mismo
centro urbano y, por otro lado, en la disposición de recursos y movilización
humana siendo ya la capital del reino.
241
De las fuentes contemporáneas a los hechos se tiene el apartado que le dedica el capitán
Alonso González de Nájera (1556-1614) en su obra Desengaño y reparo de la Guerra del Reino de
Chile (Santiago de Chile: Imprenta Ercilla, 1889). Esta obra fue terminada para 1614 pero saldría
publicada de manera póstuma más de dos siglos después. González de Nájera, según refiere José
Toribio Medina en el estudio introductorio a la edición acá referida, salió para Chile desde Lisboa
en el año de 1600, regresándose a Madrid para 1607.
242
Hugo Contreras Cruces, “Aucas en la ciudad de Santiago. La rebelión mapuche de 1723 y el
miedo al «otro» en Chile central,” Anuario de Estudios Americanos 70 (2013): 67-98.
128
Durante el siglo XVIII, se registraron dos incendios de gran magnitud en
Santiago. Uno de ellos, el de la Catedral, ocurrió el 22 de diciembre de 1769; y el
segundo, en la fábrica de pólvora, el 16 de diciembre de 1791.
243
Sobre la estrategia metalista de la empresa de conquista llevada a cabo por la corona española
en América, véase el trabajo de Guillermo Céspedes del Castillo, América Latina colonial hasta
1650 (México: Secretaría de Educación Pública, Dirección General de Divulgación, 1976), 45-62.
244
“Capitulaciones de Santa Fe”, AGI, Patronato, leg. 8, R. 8, 14 de abril de 1492, f. 1 r.
245
Véase al respecto Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias, Libro IV (Madrid: por
Julián de Paredes, 1681).
246
Al respecto, María Eugenia Petit-Breulh Sepúlveda, Naturaleza y desastres en Hispanoamérica.
La visión de los indígenas (Madrid: Editorial Sílex, 2006).
129
Mapa Nº 3. “Peruviae auriferae regionis typus”, 1574247
247
Este mapa fue realizado por Didaco Mendezio y publicado en Amberes por Abraham Ortelius en
1585. La versión que se utiliza es tomada del trabajo de Rogelio Altez, Historia de la vulnerabilidad
en Venezuela: siglos XVI-XIX (Madrid: Editorial Universidad de Sevilla, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas; Diputación de Sevilla, 2016), 516.
130
Ese afán de riqueza supuso el encuentro con una multiplicidad de
ecosistemas; desde La Española hasta el Reino de Chile;248 el entorno natural de
aquellas regiones circunscritas por el mar Caribe y los océanos Atlántico y Pacífico
se impuso en los procesos de ocupación, asentamiento y en la empresa
económica allí desplegada: una gran diversidad ambiental que garantizaba la
oscilación entre el calor tórrido y el frío extremo, humedales, zonas pantanosas,
desiertos, cordilleras y depresiones; climas cálidos caracterizados por las altas
temperaturas y precipitaciones abundantes durante el año; climas templados en
las latitudes medias y subidas de montaña principalmente en la vertiente atlántica,
como la región de la Frontera del Biobío en el sur de la Gobernación de Chile;
clima mediterráneo muy característico del valle central chileno o bien el árido y
semiárido y; climas fríos extendidos en los extremos del continente.
248
La denominación Reino de Chile fue una construcción literaria y geográfica (y no jurídica) para
hacer referencia al territorio comprendido en la Gobernación de Chile. Véase: Fernando Campos
Harriet, “Notas sobre el uso del nombre Reino de Chile,” Revista Chilena de Historia y Geografía 30
(1963): 21-37; ¿Por qué se llamó “Reino” a Chile? (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello,
1966).
249
Petit-Breulh Sepúlveda, Desastres naturales y ocupación del territorio en Hispanoamérica, 150-
51.
131
fértiles, por lo general estaban ubicadas en piedemontes con suficiente irrigación y
laderas montañosas con terrenos inestables).250
250
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda, La historia eruptiva de los volcanes hispanoamericanos
(siglos XVI al XX) (Huelva: Casa de los Volcanes, 2004), 276; Altez, “Historia de la vulnerabilidad
en las regiones hoy venezolanas,” 42; Rogelio Altez, José Antonio Rodríguez y Franco Urbani,
Historia del pensamiento sismológico en Venezuela. Una mirada inquieta (Caracas: Ediciones de la
Biblioteca Central de la Universidad Central de Venezuela, Fundación Venezolana de
Investigaciones Sismológicas, Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales-Sociedad
Venezolana de Historia de las Geociencias, 2004), 29.
251
Las enfermedades infecciosas y epidemias se convirtieron en un factor determinante en el
proceso de conquista de la Corona española, pero también a lo largo de la época colonial. La
disminución de la mano de obra, las muertes masivas y el miedo al contagio se convirtieron en un
factor de presión en esta época. Las enfermedades que cobraban un carácter epidémico
comúnmente se identificaban como peste o epidemias por lo que en esta investigación se utilizarán
ambos términos como sinónimos salvo que se indique lo contrario en casos específicos.
252
Sobre este existe una extensa discusión historiográfica, véase al respecto: Kenneth Kiple,
"Disease Ecologies of the Caribbean," en The Cambridge World History of Human Disease, ed.
Kenneth Kiple, (New York: Cambridge University Press, 1993), 497-504. John W. Verano y Douglas
H. Ubelaker, ed., Disease and Demography in the Americas (Washington, DC: Smithsonian
Institution Press, 1992), 237-48.
William A. Starna, “The Biological Encounter: Disease and the Ideological Domain,” American
Indian Quarterly 16, 4 (1992): 512. Alfred Crosby, Imperialismo ecológico. La expansión biológica
de Europa, 900-1900 (Barcelona, España: Editorial Crítica, 1988), 220. Henry F. Dobyns, Their
Number Became Thinned, Native American Population Dynamics in Eastern North America
(Knoxville: University of Tennessee Press, 1983), 34. Calvin Martin, Keepers of the Game. Indian-
Animal Relationships and the Fur Trade (Berkeley: University of California Press, 1978), 48. William
Denevan, “Introduction” a The Native Population of the Americas in 1492, ed. William Denevan
(Madison: University of Wisconsin Press, 1976), 5; Marshall T. Newman, “Aboriginal New World
132
el primer contacto de la viruela –una de las más mortíferas y temidas durante la
época colonial–en La Española entre 1518 y principios de 1519 y ,según Alfred
Crosby, hubo un descenso de un tercio o la mitad del grupo arawak y se extendió
con gran rapidez a Puerto Rico y el resto de las grandes Antillas y de allí a México,
para descender hasta Perú.253
133
reparación de las condiciones materiales de existencia. Si bien fueron escasos los
registros, las plagas de langostas, de roedores y los casos de epizootias también
generaron inconvenientes a los vecinos de la ciudad. Así, desde los tiempos de
Pedro de Valdivia y su hueste se registraron fenómenos naturales potencialmente
dañinos; fueron de carácter hidrometeorológico las primeras impresiones
reflejadas por el conquistador extremeño a raíz de las lluvias torrenciales y los
rigurosos inviernos (véase Anexo 1).
134
buen suceso. El país es sano, es verdad, pero también lo es, que los
médicos buenos i malos, se hacen ricos en poco tiempo.256
La viruela que se registró en 1764 tras los desbordes del río Mapocho el 7
de noviembre de ese año, y que alcanzaría puntos álgidos el año siguiente,
conllevó una gran mortandad que, según el cabildo de Santiago en su sesión del
21 de mayo de 1765, superó las 5 mil personas. Tras el desborde del Mapocho en
mayo de 1779 se produjo una epidemia que se llamó “malcito” y las autoridades
civiles y eclesiásticas, locales e imperiales, crearon el 16 de septiembre de ese
año una Junta de Caridad y se habilitaron distintos espacios para la atención de
256
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórica-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 7.
257
Acta de Cabildo, mayo de 1704, en ACS, vol. XLIV .
135
los enfermos. Entre las resoluciones, la junta estableció que el 1 de diciembre de
ese año se fumigaran, por recomendación de los médicos, las casas para
erradicar las causas de la enfermedad y también se bendijeron las viviendas y
repartieron ropas y limosnas.258
258
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo II, 405.
259
Las langostas son insectos del orden Ortópteros, pertenecientes al género Shistocerca, tienen
especies que pueden migrar a grandes distancias y son estas las que se convierten en plagas.
Sobre el impacto de esta amenaza biológica se han realizado grandes aportes desde la
historiografía, en especial durante las épocas moderna y contemporánea. Véanse: Dario Camuffo
y Silvia Enzi, “Locust Invasions and Climatic Factors from the Middle Ages to 1800,” Theorical and
Applied Climatology 43/1-2 (1991): 43-73; Xavier Sistach, Bandas, enjambres y devastación. Las
plagas de langosta a través de la historia (Barcelona: Almuzara, 2007); Luis Alberto Arrioja Díaz
Viruell, “Nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en Guatemala y Nueva España,
siglo XVIII,” Revista de historia moderna: Anales de la Universidad de Alicante 35 (2017): 214-253.
DOI: 10.14198/RHM2017.35.07.
260
Las primeras referencias a este tipo de amenazas aparecen en el siglo XVI con la plaga de
langosta que afectó la ciudad de Los Infantes en 1580. Cf. Urrutia de Hazbún y Lanza Lazcano,
Catástrofes en Chile, 24.
261
“…padece la plaga de langostas, que desde fin de diciembre hasta las primeras lluvias de
marzo siguiente, devora todo lo que encuentra verde, i hace este pequeño insecto que dependa de
sus vecinas una provincia que, de ninguna necesitaría, si no la hubiese sujetado Dios a esta plaga”
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórica-jeográfica del Reino de Chile, vol. X, 117.
136
de Chile, donde no hacen jamás los estragos que se experimentan en Cuyo y en
otros países.”262
262
Molina, Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile, tomo I, 230.
137
abastecimiento de agua, lo que permitió construir un contexto con problemas
estructurales de escasez del recurso hídrico.
Sin embargo, desde los primeros años del siglo XVII, puede advertirse entre
las preocupaciones de la ciudad de Santiago, la atención a estos sucesos. Las
consecuencias de la escasez del agua por la disminución de los valores
pluviométricos habituales o por problemas en su distribución, quedaron reflejadas
en las discusiones regulares del cabildo y en las medidas que se emplearon para
solventar los inconvenientes.
263
Acta de Cabildo, 20 de julio de 1603, en ACS, vol. XXI, 32.
264
Actas de Cabildo,28 de mayo de 1618, en ACS, vol. 256; 23 de mayo de 1619, en ACS, vol.
XXV, 336.
265
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad en Argentina y Chile durante el periodo colonial,” 169.
138
mandaron a realizar rogativas para que lloviera y se tomaron medidas que
permitieran garantizar el suministro de carne y de agua; el año siguiente, continuó
el mismo panorama, y el cabildo volvió a solicitar las rogativas.266
139
Así, para algunos historiadores, el problema del agua del siglo XVII no se
debió a niveles inferiores de lluvia, sino que, por el contrario, se debió a un cambio
en las actividades agropecuarias de la población y al aumento de las
exportaciones con el Perú; así, esas sequedades que ya en el siglo XVI debieron
ser frecuentes, comenzaron a ser vistas como calamitosas. Por ejemplo, cuando
se incrementó la demanda y el precio de los cordobanes y la grasa a raíz del
aumento de las exportaciones al Perú, los pastos comenzaron a escasear y los
efectos de las sequías se volvieron negativos para los pobladores.270
270
Bonilla Meléndez, “La sequía en Chile,” 16.
271
Bonilla y Berríos, “Árboles nativos. Testigos vivos de sequías e inundaciones en Chile,” 12-13.
272
Gascón y Caviedes, “Clima y sociedad en Argentina y Chile durante el periodo colonial,” 176.
140
La segunda mitad del siglo fue la más aguda por la cantidad de casos
ocurridos y documentados. Según las fuentes consultadas a partir de la década de
1750 se cuentan 25 años en los cuales las autoridades civiles y eclesiásticas los
identificaron como de gran “sequedad del tiempo”, estériles o faltos de lluvia; en
contraposición, en la primera mitad del siglo se presentaron solo 12. Además de
las discusiones que se sucedieron en el cabildo de Santiago, José Antonio Pérez
García, encargado por Ambrosio O’Higgins de la redacción de una Historia de
Chile (que Pedro de Córdoba y Figueroa había dejado inconclusa tras su
fallecimiento), mostró evidencias de estas prolongadas sequías con apenas 130
horas de lluvias por año entre 1769 y 1781. Para este período solo hay un año
donde llovió mucho más, y ese fue el de 1779, en el que ocurre la inundación de la
ciudad el 13 de mayo como consecuencia del desborde del Mapocho.273
También se presume que los inicios del siglo XVIII fueron largos años de
sequías prolongadas, siendo 1705 uno de los años más secos; todavía para 1709
la falta de lluvias afectaba considerablemente la siembra y los pastos, además de
que hubo peste y muerte de ganado. Entre 1717 y 1718 una sequía afectó a
Santiago y la Zona Central de Chile, con daños en la agricultura y la ganadería, y
el caudal del Mapocho disminuyó y faltaron los trigos candeales. Además, la
población de ciudad se quejó de un brote de viruela que para julio de 1718
afectaba a la mayoría de los vecinos y sus familiares.274
Para 1726, 1729, 1730, 1732, 1733 y 1734 también se advirtieron los
daños adversos de la prolongada falta de lluvias. Para el año de 1736 se registró
la muerte de una importante y las acequias de la ciudad de Santiago se quedaron
sin agua. Todas estas sequías condujeron a que el cabildo tomara medidas sobre
273
“Aunque ha padecido siempre largas secas la jurisdicción de Santiago, ninguna como la del
año 81, que no llovió más que 78 horas, cuando en los 12 años precedentes ha llovido cuando
menos 130 horas, que á prorrata con el que más, que fue el de la avenida de 209 horas, sale un
año con otro á 220…” Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile,
tomo II, 408.
274
Acta de Cabildo, 1 de julio de 1718, en ACS, vol. L, 198.
141
el abastecimiento de agua en Santiago y a diversas solicitudes de rogativas
públicas.275
275
Vicuña Mackenna, Ensayo histórico sobre el clima en Chile, 52-60; Urrutia de Hazbún y Lanza
Lazcano, Catástrofes en Chile, 56; Bustos Navarrete, “Estudio meteorológico de Chile”, 411. Petit-
Breuilh Sepúlveda, Desastres naturales y ocupación del territorio en Hispanoamérica, 66.
276
Acta de Cabildo, 15 de febrero de 1760, en ACS, vol. LVI, 46.
277
José Antonio Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile n su
descubrimiento, conquista, gobierno, población, predicación evangélica, erección de catedrales y
pacificación, tomo II (Santiago de Chile: Imprenta Elzeviriana, 1900), 397-398.
142
de Santiago estaba sujeto a frecuentes sequías, la de ese año fue particularmente
crítica pues no llovió a lo largo del mismo más de 78 horas.278
143
1773
1774
1777
1780
1781
1782
1786
1790
1791
1797
1799
Elaboración propia. Fuentes manuscritas: ANHCG, 7, 105, 112 / ANHRA,
vol. 3161, pza. 3, 1781 / AHCMLA, nº II, 1757, 1759. Fuentes impresas:
ACS, tomos: I, XIII, XVII, XXI, XXIV, XXV, XXX, XXXI, XXXII, XXXIII,
XXXVIII, XL, XLIII, XLIV, XLVI, XLVII, L, LI, LII, LIII, LIV, LV, LVI, LVII, LVIII,
LIX
144
ciudades de aquel Reyno son pobres, y que han padecido en diferentes tiempos,
muchas calamidades , de peste, terremotos y otras inundaciones”279
279
Como parece que por los motivos que se representan por parte de la ciudad de la Serena de
Chile, sobre que Vuestra Magestad la releve por algun tiempo de la paga de Alcavalas y lo que en
raçon de esto informan el Presidente y Audiencia de aquel reyno. Es el consejo de parecer podra
Vuestra Magestad concederle esta gracia por tiempo de quatro años, para que pueda con este
alivio, recuperar el daño que el Pirata hizo en ella quando la saqueo y quemo, Madrid, 16 de
septiembre de 1684, AGI, Audiencia de Chile, leg. 2, N. 183, f. 1r.
145
CAPÍTULO 3
ENFRENTAR Y REGULAR LA CONTINGENCIA
146
CAPÍTULO 3
280
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 2rto. La cursiva es nuestra.
281
Cf. Guy Lemeunier, “Hidráulica agrícola en España mediterránea, s. XVI-XVIII. La formación de
los regadíos clásicos,” en El agua en la historia de España, ed. por Carlos Barciela López y
Joaquín Melgarejo Moreno (Salamanca: Universidad de Alicante, 2000), 62.
147
particulares. Con el objetivo de establecer un panorama general de estas
regulaciones en el contexto temporal de la investigación, en este primer apartado
del capítulo 2 se discuten las disposiciones contenidas en la Recopilación de las
Leyes de los Reynos de las Indias de 1680 para. Estas disposiciones tienen sus
antecedentes en las Ordenanzas de Francisco de Toledo para el Virreinato del
Perú, rubricadas el 21 de enero de 1577.
148
serie de normativas referentes a cuatro ámbitos: Justicia, Policía, Hacienda y
Guerra. La primera de ellas, promulgada el 4 de julio de 1718, en su artículo 45º,
atendía la importancia de garantizar la fertilidad del campo, para lo cual se insistía
en la construcción de acequias y el descubrimiento de las aguas subterráneas que
permitieran asegurar el buen funcionamiento de los ingenios hidráulicos y
abastecieran los distintos paisajes agrícolas (plantíos frutales, árboles, bosques),
lo que, además, aseguraba el beneficio de las industrias vinculadas como la lana,
leña, seda.283
Por una parte, nos interesan las normativas dispuestas en esas materias y
enfocadas expresamente en los años identificados con sequía con el fin de
señalar los cambios relacionados con la problemática de la escasez y las
penalidades derivadas por su incumplimiento. También nos importa la
reglamentación sobre los graneros públicos y el control del abastecimiento de la
población, puesto que nos permitirá entender los mecanismos de presión de las
comunidades asegurando sus preocupaciones sobre los recursos estratégicos
(usados y disputados) y sus beneficios.
283
Ordenanza de 4 de Julio de 1718 para el establecimiento é instruccion de Intendentes, y para
Tesorero General, Pagadores y Contadores de los Ejercitos y Provincias (Madrid: Juan de Ariztia,
1720), 47.
149
Por otra parte, en este capítulo también identificaremos las reacciones de
individuos o grupos sociales frente a las sequías y la agudización de la
problemática de la escasez. Estas reacciones se presentan a partir de dos
ámbitos. Uno, que se consideraría como transgresor de la normativa vigente sobre
la distribución de agua; y un segundo ámbito enfocado en mecanismos que
permitiesen atenuar los daños que les ocasionaba el déficit hídrico en sus
actividades económicas, principalmente aquellas vinculadas al sector
agropecuario.
Si bien el objetivo del capítulo es dar cuenta del ámbito normativo y político
para combatir los efectos de las sequías, identificar y analizar las manifestaciones
de los grupos de individuos vinculados con el poder económico nos permitirá
distinguir sus prácticas y estrategias y establecer la relación entre esas prácticas
individuales (que existían para evadir las normas) y la capacidad de las
instituciones para ejercer acciones punitivas que garantizasen a largo plazo el
éxito de sus estrategias.
Para finalizar, analizaremos las medidas tomadas por las autoridades civiles
para mantener el control de los distintos productos agropecuarios en los
momentos de carestía como resultado de sequías prolongadas. Asimismo,
indicaremos cuáles fueron las resoluciones que surgieron para garantizar la
alimentación de la población que estaba bajo la jurisdicción del cabildo de
Santiago, especialmente a partir de los bajos precios del abasto del pan y el
control sobre las sacas del trigo. Es decir, nos interesa describir y analizar tanto
los mecanismos preventivos, como los castigos impuestos para controlar la
especulación que se pusieron en práctica en los momentos de carestía como
consecuencia de la sequía.
150
3.1. REGULACIONES EN TORNO AL AGUA, LA ESCASEZ Y LOS PRODUCTOS
AGROPECUARIOS
Con la implantación del sistema colonial, las aguas pasaron a estar bajo el
dominio de la corona española, por ende, eran bienes de realengo y solo la
Corona podía autorizar su uso a particulares, villas y ayuntamientos, pasando a
ser públicas en este caso. 284 La regulación de estos usos se hacía mediante
mercedes reales y el derecho sobre las aguas se podía arrendar, comprar u
obtener mediante censo.285
284
Véase Juan de Solórzano Pereira, Política indiana, Libro VI, Capítulo XII (Madrid: Diego Díaz de
la Carrera, 1648), 991. Para la recepción del derecho romano Justinianeo en España se
establecieron principios jurídicos con un énfasis en la separación entre lo público y lo privado. En
este contexto comienza a tomar forma el concepto de “realengo”. La clasificación de la
jurisprudencia medieval que le otorgó a estos bienes fue el de “regalía” Véase Alejandro Vergara
Blanco, Derecho de aguas, tomo I (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1998), 45.
285
Cf. Gisela von Wobeser, La formación de la hacienda en la época colonial. El uso de la tierra y
el agua (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1983), 80; Antonio Dougnac
Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,” Revista Chilena de
Historia del Derecho 10 (1984): 52, DOI:10.5354/0719-5451.2012.25222
286
Se basó principalmente en el Fuero Viejo de Castilla del año 992 en el que se afirma que las
aguas de lluvia pertenecían al dueño del solar que las almacenaba al caer; Fuero Juzgo del 693,
para este las obras construidas en el vado del río debían estar estructuradas con ramas
entrecruzadas; el Fuero Real de España de 1265, los ríos que desembocaban en el mar no debían
ser cercados porque la pesca se veía afectada y las construcciones en las riberas de los ríos no
debían obstruir el paso de las naves; en el código de las Siete Partidas de 1263 el aire, agua de
lluvia, mar y sus riberas debían ser consideradas comunes y en el caso de los ríos sus aguas eran
de uso común; las Ordenanzas Reales de Castillas del año 1485 y la Novísima Recopilación de las
Leyes de España de 1805, en las cuales debían sacarse acequias de los ríos sin prejuicio de su
curso ni términos. Véase al respecto Israel Sandré Osorio, Documentos sobre posesión de aguas
de los pueblos indígenas del Estado de México, siglos XVI al XVIII (México: Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Archivo Histórico del Agua,
Comisión Nacional del Agua, Colegio Mexiquense, 2005), 18.
287
Por ejemplo, el reparto del agua a través de los sistemas de turnos durante el período colonial
es una herencia de la tradición indígena al respecto. El 20 de noviembre de 1536 los Reyes
Católicos, en relación con el poblamiento de Perú, indicaron que debía seguirse la manera en que
151
aguas de fuentes perennes como ríos, arroyos y manantiales fueran de uso
común, basado en las necesidades particulares, salvo aquellas aguas
provenientes de corrientes torrenciales en las épocas de lluvias, que se
explotaban con miras en la construcción de la infraestructura de
almacenamiento.288
152
así como al mantenimiento de las acequias y la designación de un alarife para
ejercer estas funciones.291
291
Cf. Dougnac Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,” 55.
Pueden consultarse las sesiones del cabildo de Santiago de 18 de marzo de 1541 y la de 7 de julio
de 1544, por ejemplo, y también las ordenanzas Nº 19, y de la 21 a la 25, de la policía de Santiago
que fueron aprobadas con enmiendas por la Audiencia de Lima mediante real provisión de 30 de
marzo de 1569. Estas ordenanzas se encuentran publicadas en Claudio, Historia física y política de
Chile. Tomo I: Documentos sobre la historia, la estadística y la geografía (París: En casa del autor;
Chile: Museo de Historia Natural de Santiago, 1846), 195-197.
292
RI, Título I, Ley I, Libro II
293
RI, Título I, Ley II, Libro II. Las Leyes de Toro de 1505 es un conjunto de 83 leyes y se
convirtieron en las bases de las siguientes recopilaciones legislativas: Recopilación de Leyes de
153
En las regulaciones para las Indias Occidentales no había homogeneidad
en el tratamiento de los fenómenos naturales ni de los distintos tipos de
amenazas. En la Recopilación de las Leyes de Indias podemos reconocer un
interés directo sobre algunos tipos de amenazas. En el plano biológico, se expresa
la preocupación por la plaga de langosta en el marco de la jurisdisprudencia y en
el apartado dedicado a las sisas, derramas y contribuciones se incorporó una ley
promulgada el 12 de mayo de 1619 por Felipe III en Elvas relacionada con la
extinción de la langosta.294
estos reinos o Nueva Recopilación de Leyes de Castilla, sancionada en 1567 por el rey Felipe II; y
la Novísima Recopilación de las Leyes de España publicada en 1805.
294
“Porque en algunas provincias de las Indias es muy frecuente la plaga de langosta, que infesta,
y destruye los campos y sembrados, y conviene buscar la semilla, que deja debajo de la tierra, y
que á esta diligencia y gastos acudan todos los de la provincia cuando, y donde la hubiere:
Ordenamos á los gobernadores, justicia y regimiento de las ciudades, villas y poblaciones, que
hagan repartimiento entre los interesados eclesiásticos y seculares, y nuestra real hacienda, pues
el beneficio es común, y la causa pública, para que sean pagados los que acudieren al remedio. Y
encargamos á los gobernadores el cuidado de hacer cavar, ó arar la tierra, ó echarle ganado de
cerda, que descubra, y destruya la semilla, antes que aumente el daño” RI, Libro Título 15, Ley V,
128.
295
RI, Libro VI, Título V, Ley XXII.
296
RI, Libro VI, Título V, Ley LIX.
154
estaba el mantenimiento de la infraestructura hidráulica, por ejemplo, realizar la
limpia, es decir, la limpieza de las acequias para evitar que se anegaran y se
produjera escasez. Un cargo de mayor envergadura sobre este asunto que surgió
para 1553 y acabó en 1624 fue el del almotacén, un encargado de tareas muy
específicas como la remoción de escombros que obstaculizaban el curso de las
aguas y sacar la basura, por ejemplo.297
297
Antonio Dougnac Rodríguez, “El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en los
siglos XVII y XVIII,” Revista Chilena de Derecho 11 (1985): 312. Según la Tabla de Ceremonias y
Etiqueta del Cabildo de Santiago de 1760, el juez de aguas “Tiene jurisdicción ordinaria en todo lo
respectivo a las aguas y obligación de reconocer sus tomas y repartir en ellas el agua a proporción
de la que trae el río, para lo que señala un teniente con sueldo. Oye querellas y despacha autos en
este asunto, y multa o castiga a los que contravienen a lo mandado; y de ello hay apelación sólo
para la Real Audiencia” ANHFV, vol. 217, fjs. 13v-14r. Aparece publicada en Jaime Valenzuela
Márquez, Fiesta, rito y política. Del Chile borbónico al republicano (Santiago de Chile: Ediciones de
la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana,
2014), 307-340.
298
Para tener una idea de cómo estaba dispuesto el sistema de acequias y distribución de las
mismas en las cercanías de la ciudad de Santiago para la segunda mitad del siglo XVIII, véase
Imagen Nº 9.
299
Acta de Cabildo, 23 de enero de 1573, vol. XVII, 283. Para 1563 el rey Felipe II dictó una
Ordenanza destinada al nombramiento de la figura de Juez de agua que sería incluida en la
Recopilación de las Leyes de Indias en la Ley LXIII, Título II, Libro III: “Ordenamos, que los
Acuerdos de las Audiencias nombren juezes, si no estuviere en costumbre, que nombre el Virrey, ó
Presidente, Ciudad y Cabildo, que repartan las aguas á los Indios, para que rieguen sus chacras,
huertas y sementeras, y abreben los ganados…” Sin embargo, Dougnac Rodríguez en su artículo
“El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en los siglos XVII y XVIII,” indica que este
tipo de juez no se ha encontrado en la documentación sobre la Gobernación de Chile salvo en la
Ordenanza 85 del 17 de febrero de 1609 de la Real Audiencia.
300
Véase Antonio Dougnac Rodríguez, “El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en
los siglos XVII y XVIII,” Revista Chilena de Derecho 11 (1985): 307-308.
155
cargos tenientes de agua o ayudantes de agua quienes se encargaban del
mantenimiento y requisa del aparato hidráulico de la ciudad y de los trabajadores
destinados a las distintas obras (entre esos trabajadores se usaba a los presos).
En tiempos de sequía, por ejemplo, entre las medidas tomadas por los
cabildantes estaba aumentar la cantidad regidores en este ámbito. Los años de
1757 y 1758 fueron años en los que la ciudad se vio en la necesidad de
implementar una serie de medidas para contrarrestar los efectos de las sequías;
301
Este funcionario “…ha de ser uno de los individuos que compongan el Ayuntamiento de la
misma ciudad, que no sea hacendero en el paraje que comprende el riego de que se trata…”
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 8rto.
156
una de esas medidas fue el aumento del, precisamente, destinar más personas al
reparto y la distribución del agua (véase Imagen Nº9); para comienzos de 1758
los cabildantes acordaron que el aumento de las haciendas aledañas a la ciudad
provocaba la escasez de agua (incluso en aquellos años “menos estériles”), por lo
que el Regidor Decano creyó conveniente aumentar el número de jueces para
realizar una mejor “administración de justicia”. Se nombró una persona que se
encargaría de la jurisdicción del interior de la ciudad, evitaría que se sacara el
agua de las acequias madres por medio de albañales y castigaría a los ladrones
de agua, contando para ello con el previo reconocimiento del alarife. Para un
período de tres meses, se eligió para el cargo a don Juan Ignacio de Goycolea.302
302
Acta de Cabildo, 27 de enero de 1758, en ACS, vol. XXXII, 190.
303
ANHFV, vol. 217, fjs. 2-35v. En algunas de las sesiones del Cabildo se refrenda esta
disposición: “Y considerando corresponder a éste [al Cabildo] el cuidado y asistencia en los
ministerios de Jueces de Abasto y de Aguas que corresponde a las doce Varas del Regimiento; y
habiéndose representado por los señores Regidores que se hallaron presentes que según el estilo
y orden que se guarda corresponde el cuidado de estos cargos una vez en el año a cada Regidor,
por el nombramiento que se hace para el término de dos meses…” Acta de Cabildo, 29 de octubre
de 1782, ACS, vol. LVII, 229.
304
Véanse los bandos de Ortiz de Rosas del 6 de agosto de 1646, 6 de febrero de 1751 y 2 de
diciembre de 1754; de Amat y Junyent del 7 de abril de 1756, 4 de abril de 1758 y 9 de julio de
1758; de Morales Castejón y Arroyo del 26 de octubre de 1771; los bandos de Jáuregui y Aldecoa
del 7 de junio de 1773, 30 de agosto de 1774, 4 de diciembre de 1779 y 21 de febrero de 1780; de
Benavides del 28 de febrero de 1784 y del 22 de octubre de 1785; y el bando de buen gobierno de
O’Higgins del 19 de agosto de 1788. Véase: BNBMMss, vol. 356, ff. 18-25.
157
institucional fue inconstante a lo largo de las colonias hispanoamericanas. Para el
caso de las aguas en Mendoza, la función del intendente se delegó al cabildo;305
en el caso de la Nueva España, a los intendentes les concernía las nuevas
acequias de regadío y molinos, así como el aprovechamiento de las aguas
superficiales y subterráneas para la fertilidad de las tierras.306
158
En este sentido, el gobernador Ambrosio O’Higgins, frente a la sequía de
1790, por ejemplo, señaló que “Por quanto con motivo de las faltas de Aguas del
Rio de esta ciudad que ha ocasionado la sequedad del tiempo, se ha hecho
indispensable prover del remedio ordinario del turno”, como “en higuales casos ha
sido costumbre”. 307 Por estas razones, dispuso a través de una providencia
promulgada el 18 de septiembre de ese año que los dueños e interesados
ubicados en la parte de arriba del Puente Viejo utilizaran tres días a la semana y
cuatro los de las tomas de abajo. El cumplimiento de la providencia debía ser
controlado por el regidor encargado y acatado por todos los habitantes. Estas
disposiciones no eran novedosas y para ello el gobernador O’Higgins se remite al
Libro Cuarto, Título 17, Ley XI, de la Recopilación de las Leyes de Indias.
307
Ambrosio 0’Higgins, Sobre el turno de la Agua del Rio de esta ciudad, Santiago, 20 de
septiembre de 1790, ANHCG, vol. 811, pza. 16, f. 54r.
308
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1548, en ACS, vol. I, 147.
309
Ambrosio 0’Higgins, Sobre el turno de la Agua del Rio de esta ciudad, Santiago, 20 de
septiembre de 1790, ANHCG, vol. 811, pza. 16, f. 54r.
159
otorgarlos, según puede apreciarse en las ordenanzas de audiencias del año
1563.310
310
Cf. Dougnac Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,” 64.
311
Hasta 1759 la promulgación de bandos lo ejercía el corregidor por encargo del cabildo, después
de esta fecha pasarían a ser promulgados por el gobernador.
312
Véase Antonio Dougnac Rodríguez, “El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en
los siglos XVII y XVIII,” Revista Chilena de Derecho 11 (1985): 282.
313
Dougnac Rodríguez, “El cabildo y el derecho de aguas en Santiago de Chile en los siglos XVII y
XVIII,” 312. Véase BNBMMss, vol. 353, fjs. 254-255.
314
ANHFV, vol. 264, pieza 7, ff. 164v- 174. Sobre los alcaldes de barrio en Chile véase el trabajo
de Gabriel Guarda, Historia urbana del Reino de Chile (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello,
1978), 136-140.
315
Bando de Gobierno Juáregui, Santiago, 7 de junio de 1773, BNBMMss, vol. 356.
160
3.1.2 Esterilidad de las tierras y escasez de agua en el Derecho
Indiano
316
“En los casos de calamidad pública por epidemias generales ó particulares que suelen padecer
los Indios y demás Castas de la Plebe, ó por falta de lluvias que se experimenta algunas veces en
las Provincias de aquel Virreinato, informarán los Intendentes á la Junta Superior de Hacienda con
la justificación correspondiente, y prevenida en el Artículo 114, para que , atendidas las
circunstancias del caso, conceda á los Pueblos esperas de la paga de Tributos 5 pero sin proceder
á rebaxas , ó total relevación de ellos , pues quando regule justas para lo uno ó para lo otro las
causas que hubieren concurrido, me consultará sobre ello por la Via reservada , corriendo
entretanto la espera, á fin de que recaiga mi aprobación, ó resuelva lo que estime mas conveniente
á precaver los daños experimentados con freqüencia de que los Tributarios de unas Provincias
florecientes se pasen á otras afligidas de esterilidad , ó enfermedades, con el solo objeto de
eximirse de la contribución.” Real ordenanza para el establecimiento é instruccion de intendentes
de exército y provincia en el virreinato de Buenos Aires (Madrid: Imprenta Real, 1782), 135-136.
161
disminución extrema de las condiciones pluviométricas regulares del área o por un
problema de distribución y gestión del recurso hídrico.
317
Acta de Cabildo, 12 de enero de 1726, ACS, vol. LI, 191.
318
Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. X, 42.
319
Acta de Cabildo de Santiago, 1 de julio de 1553, en ACS, vol. I, 352-53.
162
cabildantes santiaguinos acordaron que el Procurador buscase las medidas
necesarias para garantizar el acceso al agua a toda la ciudad.320
Así, cuando la escasez era muy grave y prolongada, se dividía el uso del
agua entre los chacareros ubicados en la zona oriental de la ciudad y los de la
parte occidental y los molinos. Para la sequía de 1636, por ejemplo, se estipuló
que los días lunes, martes y miércoles podían regar “…las chacras que hay dende
la sierra hasta la de doña Constanza de Quiroga, y todos los demás días no
saquen sino sólo la necesaria para beber y la dejen pasar para que la gocen las
chacras de la otra parte y los molinos desta ciudad…”322 Estos turnos aumentaron
para las chacras superiores en 1638, esto es, seis los días de riego para estas
320
Acta de Cabildo, 28 de febrero de 1736, en ACS, vol. LIII, 41. En tiempos de escasez de agua
y/o de trigo la prioridad de la ciudad de Santiago, según queda atestiguado en sus sesiones, es
garantizar el abastecimiento de la población. En este sentido, y en algunos de estos escenarios, el
cabildo tomaba resoluciones específicas al respecto. En el caso que se mencionó del molinero
Mesina, con una merced de agua; en otros, cuando había carestía de trigo, por acuerdos para
evitar la exportación del grano hacia el Perú.
321
Acta de Cabildo, 28 de septiembre de 1729, en ACS, vol. LII, 26.
322
Acta de Cabildo, 22 de agosto de 1636, en ACS, vol. XXXI, 177.
163
zonas y cuatro para las inferiores. 323 Como se apreciará más adelante, estas
divisiones estuvieron siempre presente cuando se disponía del sistema de
alternativa, y las mismas generaron en más de una oportunidad reclamos y
confrontaciones entre los vecinos y las autoridades.
Estas alternativas también fueron una práctica común a lo largo del siglo
XVIII para regular el uso de las aguas del Mapocho principalmente, pero también
sucedió con las aguas del río Molina, por ejemplo. Frente a las sequías de 1778 y
1781, don Diego Larraín324 señalaba que el caudal de las aguas del río Molina
habían disminuido, por lo que para evitar disturbios y garantizar el riego de las
haciendas de uno y otro lado del río se debía establecer el sistema de turnos. Para
1778 los hacendados de la zona recurrieron a las autoridades para que se
realizara la gestión, y por medio de decreto se estableció que se alternaran los de
arriba y los de abajo por períodos de tres días. Esta providencia también se
aplicaría al año siguiente, que también se reportó como seco.325
323
Acta de Cabildo de 17 de septiembre de 1638, en ACS, vol. XXXI, 307.
324
Para observar las tierras de Diego Larraín y otros vecinos en Colina, véanse las imágenes Nos.
10 y 11.
325
Diego Larraín, Presenta sertificacion y pide providencia, Santiago, 9 febrero de 1781, ANHCG,
vol. 6, pza. 21, ff. 313
164
Imagen Nº 10. Plano de la hacienda de Los Llanos en Colina por Ramón
Ramírez, 1795
165
Imagen Nº 11. Tierras de María Mercedes Ureta en
Colina por Joaquín Toesca, 1797
166
En medio de un conflicto por la distribución del recurso hídrico en los
tiempos de escasez de agua, en 1768, entre las autoridades locales y las
imperiales, la Contaduría de la Gobernación de Chile planteaba que el Consejo
debía participarle al presidente de la Real Audiencia que dispusiera de la
distribución a solicitud del cabildo, contrario a como ya estaba establecido. Es
decir, que si bien era desde el anochecer hasta el amanecer que se abastecía la
parte de debajo de la ciudad y sus vecinos, podía hacerse de manera contraria,
esto es, desde el amanecer al anochecer, aun en contra de los intereses de los
“hacendados de la parte superior, é inferior de ella”326 Además, que a pesar del
turno de la noche, los oficiales correspondientes debían garantizar que por las
acequias de la ciudad corriera una parte del vital líquido.
Sin embargo, para la segunda mitad del siglo XVIII se nota un particular
interés de la Corona en hacerle seguimiento a las condiciones del tiempo en todas
sus posesiones indianas. Así, en carta de 10 de mayo de 1784, don José de
Gálvez señaló que el rey quería que las autoridades enviasen “puntual noticia del
tiempo que se experimenta”, y junto con ello dieran cuenta de si las aguas eran
326
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 9.
327
Acta de Cabildo, 10 de agosto de 1636, en ACS, vol. XXXI, 177.
167
escasas o abundantes, además de indicar el estado de las cosechas de los frutos.
Esta información pretendía ayudar a la metrópolis a conocer el estado en que se
hallaban sus posesiones de ultramar. 328 Las autoridades en Chile mandaron
guardar y cumplir la Real Orden, se le mandó copia de la carta al corregidor de la
ciudad de Santiago para que empezara la recolección de los datos desde fines de
ese mismo año de 1784 y diera, además, relación individual cada seis meses.
328
Carta de Don José de Gálvez al Presidente de Chile, en que le pide por orden del Rey que
informe sobre el tiempo que se experimenta en eso dominios, si las aguas han sido escasas o
abundantes y si las cosechas han sido prosperas, Aranjuez a 10 de mayo de 1784, BNMM, t. 293,
pza. 8918, fj. 234
329
Un terminó que se toma de los trabajos de Eduardo Röhl y a través del cual el autor define
aquellos “…extraordinarios por rígidos, prolongados veranos”, “Los veranos ruinosos en
Venezuela,” Boletín de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales IX, no. 32
(1948): 427; y que se retoma en la historiografía reciente sobre el clima y sequías para el caso
venezolano: Rogelio Altez, “Aquel infeliz estado de pobreza. Los veranos ruinosos en la isla de
Margarita: siglos XVI-XVIII,” Revista de Indias LXXVI-II, no. 273 (2018): 429-457,
https://doi.org/10.3989/revindias.2018.013.
168
para la Corona, sino que también se convirtió en uno de los recursos disputados
entre los diversos actores sociales: autoridades civiles, eclesiásticas, hacendados
y comerciantes, principalmente; en este sentido, las regulaciones para el control y
dominio del mismo generó, paralelamente, las condiciones para el desarrollo de
distintas actividades que transgredían las normativas vigentes desde el siglo XVI,
de manera que individuos o grupos de individuos convirtieron reacciones
esporádicas frente a las sequías en prácticas recurrentes cuando impactaba el
evento natural.
330
Evidencia de ello la podemos apreciar ya desde el siglo XVII. Por ejemplo, el año de 1671 fue
bastante seco, la sequía que reinaba ocasionó que se discutiera sobre ella y sus efectos en más
de una sesión del Cabildo de Santiago. Además de la práctica religiosa de las rogativas públicas y
procesiones, el cabildo procuró evitar las confrontaciones que se sucedían entre los vecinos por el
reparto del agua, que ese año particularmente se le atribuía a una falta de agua por la sequedad
del año: “Este día se acordó que el señor fiel ejecutor ponga particular cuidado en la distribución
del agua en las tomas que salen para las chacras y deste ciudad, procurando evitar las contiendas
que hay entre los interesados por ocasión de la falta que se ha reconocido de el agua, respecto de
la sequedad del año, y asimismo que haya la necesaria para el servicio de esta ciudad” Acta de
Cabildo, 13 de noviembre de 1671, en ACS, vol. XXXVIII, 192.
331
El interés de los gobiernos monárquico y local en las Indias Occidentales por la salubridad y la
limpieza de las ciudades quedan reflejado desde muy temprano por las diversas disposiciones en
torno a la limpieza de las acequias. En medio de este interés, la generación de lodazales
significaba un verdadero problema en las ciudades a partir de la anegación de diversas acequias.
A partir de este razonamiento, la existencia de ladrones de agua o bien de extracciones ilícitas de
la misma contribuía a generar estas indeseables condiciones.
332
Los ladrones de agua se correspondían a un portillo o abertura que les hacían a las acequias
para sustraer agua de manera ilegal. El Diccionario de Autoridades de 1734 (tomo IV) tiene una
entrada para “Ladrón” que define como “…la canal o portillo que se hace en las presas de los
169
El año de 1758 resulta de gran importancia en medio del debate sobre el
resguardo del agua. 333 En cabildo extraordinario se le solicitó al alarife que
“…recorriese la ciudad y viese cuántos albañales o ladrones de agua salían de las
casas y conventos, por donde se extraviase la de las acequias madres…”. 334
Durante la misma sesión se insertó un escrito del alarife Jorge Lanz en el que se
distingue entre acequias de permiso y ladrones de agua, los cuales debieron
haber proliferado a raíz de la sequía de 1757. En el mismo escrito, el alarife
manifiesta su duda sobre si en este recorrido se incluían los extramuros de la
ciudad y suburbios o si solamente era aplicable al centro de Santiago.335
molínos o azeñas para robar por aquel conducto el água del rio quando es necessario” (consúltese
en http://web.frl.es/DA.html). De igual manera, alarife del cabildo de la ciudad de Santiago para el
año de 1758, Jorge Lanz, ajustándose a lo referido por la Ordenanza Nº19 de dicho cabildo, señala
que los ladrones de agua “…son aquellos a quienes no se les ha señalado entrada y salida por el
Alarife, y que no son conforme a la traza que está mandada se tenga con las aguas…”. Este
escrito del Jorge Lanz fue recogido en Acta de Cabildo extraordinario,1 de marzo de 1758, vol.
XXXII, 192.
333
En años anteriores también se presentaron confrontaciones por este motivo y la ciudad de
Santiago constantemente estaba debatiendo en sus sesiones al respecto. Véanse, por ejemplo:
Acta de Cabildo, 7 de noviembre de 1692, en ACS, vol. XLIII, 47; Acta de Cabildo, 26 de
septiembre de 1693, en ACS, vol. XLIII, 112; Acta de Cabildo, 16 de mayo de 1721, en ACS, vol. L,
311.
334
Acta de Cabildo extraordinario, 1 de marzo de 1758, en ACS, vol. XXXII, 191.
335
Ibídem, 192.
336
Acta de Cabildo, 17 de febrero de 1759, en ACS, vol. LVI, 11.
170
En esas mismas discusiones de 1758 sobre los ladrones de agua se solicitó
la designación de un Juez de Agua que estaría a cargo de la gestión y distribución
del recurso hídrico. En este debate se menciona que ese año era particularmente
estéril pero que la escasez del agua también ocurría en años menos secos porque
la ciudad de Santiago se encontraba rodeada de muchas haciendas con extensos
terrenos, por lo que se entiende que la demanda de agua era mucho mayor. Para
mediados de ese año, el Alcalde de Aguas, Sebastián de la Barra, en
representación del clamor generalizado de los vecinos por la esterilidad existente,
recomendó:
171
Ñuñoa, y los de la parte de abajo, en el de Renca, debían establecer el sistema de
turno para el uso del agua del río y los tenientes de agua ejecutaron la medida; a
pesar de esto, la escasez fue crítica y muchos optaron por hurtar el agua a través
de “cuadrillas y armados”. Por su parte, los vecinos que tenían viñas elevaron sus
quejas y pedimentos al cabildo por la escasez que se generó en las acequias, lo
que produjo nuevas providencias para evitar las diferencias entre los afectados.341
La solicitud de rogativa que acordó el cabildo en julio de 1727 para que “hubiese
pluvia” se fundamentó en que los campos estaban esterilizados por la falta de
agua y que el común padecía “diferentes achaques violentos”342; estas medidas
permiten intuir que durante los momentos críticos de escasez fue una práctica
habitual recurrir a la violencia.
172
eso, también adujeron que a la hora de utilizar el sistema de turnos debían
considerarse varios factores, entre ellos, que las chacras de la parte de arriba, por
ejemplo, no solamente presentaban una mayor distancia, sino que mostraban
condiciones desventajosas del suelo en comparación con las de abajo. Unas
ameritaban más agua y las otras podían retener por un lapso mayor de tiempo la
humedad. A pesar de las tres variables que enumeraron, las chacras de abajo
disponían de cinco días de regadío.343
343
Sobre aumentos de dias en la alternativa de el agua de los interesados de arriba, Santiago, 31
de octubre de 1757, ANHCG, vol. 955, pza. 6, ff. 154- 157,
344
Sobre aguas en la acequia de La Chimba, fray Manuel Acuña y fray Bartolomé Violeta,
Santiago, 2 de noviembre de1757, ANHCG, vol. 571, pza. 10, ff. 83r-84v.
173
mucha “sequedad del tiempo”, no solo los vecinos de la ciudad de Santiago
elevaron quejas por la falta de agua. En tanto el cabildo capitalino debatía sobre la
disminución del caudal del Mapocho, a la vez que determinaba medidas para la
alternativa del agua de dicho río, también surgieron conflictos por la disminución
de las aguas del río Colina, y solicitudes para la implantación del sistema de
turnos.
En este contexto, entre don Ignacio Zebreros, sus hijos Tomás y Carlos, y el
Teniente de Aguas de Colina, don Agustín de Vargas, se generó una situación
tensa a raíz del sistema de alternancia. Para evitar “escándalos y alborotos entre
personas de distinción”,345 Zebreros solicitó al gobernador y presidente de la Real
Audiencia para que interviniese en el conflicto porque, según su versión, el
teniente se aprovechaba de su empleo para abusar de él y sus hijos, ya que les
tapaba la bocatoma antes de culminar el turno. Lo enmarañado del problema
terminó por involucrar al Juez de Aguas designado por el Cabildo, Antonio del
Águila, quien fue el encargado de establecer el turno como estaba planteado.346
345
Ignacio de Zebreros al Sr. don Manuel Amat, Presidente, Gobernador y Capitán General de este
Reyno, Santiago, 31 de diciembre de 1759, ANHCG, vol. 66, pza. 22, f. 308r.
346
El juez estableció turno de tres días. Dos de ellos destinados a doña Ana, don Nicolás de Ureta
e Ignacio Zebreros; y un día, el tercero a Diego de Larraín y Agustín de Vargas.
347
Agustín de Vargas al Sr. don Manuel Amat, Presidente, Gobernador y Capitán General de este
Reyno, Colina, 31 de enero de 1760, ANHCG, vol. 66, pza. 22, f. 321,
174
comparecer a don Tomás, primero verbalmente y luego por escrito, y en defensa
de su hijo, don Ignacio decidió arremeter contra Vargas frente a la máxima
autoridad de aquel reino.348
348
Ibídem, f. 321r-322v.
349
Ordenanzas de polícia de la capital de Santiago de Chile, 30 de marzo de 1569. En Gay,
Historia física y política de Chile. Tomo I, 196.
350
Cf. Dougnac Rodríguez, “Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI,” 67.
351
En las estructuras hidráulicas, las bocatomas son obras de arte de captación que cumplen la
función de derivar parte del recurso hídrico que se encuentra disponible en algún curso de agua
(ríos, canales, por ejemplo). Los marcos de las bocatomas son obras de distribución que permiten
dividir el volumen total del agua en partes iguales y se empleaba como dispositivo para medir la
cantidad de líquido a partir de la unidad marco de agua. Véase David Iván Arroyo Orellana, “Las
Asociaciones de Usuarios de Aguas en Chile durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX:
1800 – 1950,” (Tesis de licenciatura, Universidad de Chile, 2009), 107.
352
Acta de Cabildo, 28 de junio de 1759, en ACS, vol. LVI, 24.
175
del agua, sino que también nombraron a don Gregorio Ugarte para que colocara
marcos en las acequias de la ciudad que así lo requiriesen.353
176
específicamente los de la parte afectada. La solicitud no procedió. El dictamen del
Fiscal de la Real Audiencia acordó suspender las providencias a razón de lo
avanzado del tiempo. Así, los vecinos de la ciudad no solo se vieron sin el recurso
hídrico para su consumo, sino que además no pudieron abastecerse de los
productos básicos para alimentarse porque, precisamente, los vecinos de la zona
baja de la ciudad, la más afectada, eran los proveedores. Frente a ello, el cabildo
de Santiago planteó que la resolución adoptada por la Real Audiencia a través del
Fiscal “…tal vez tenia por objeto el atender á los respectos de los hacendados de
la parte de arriva entre los quales heran dueños de grandes posesiones algunos
ministros de aquella Real Audiencia.” 357
357
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 3rto.
358
Fue un abogado español, designado Oidor de la Real Audiencia de Chile en 1739. Ejerció como
Juez de bienes de difunto en 1743 y como ministro de la Real Junta de Tabacos durante el
gobierno de Manuel Amat y Junyent.
359
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 4rto.
177
La postura de los cabildantes tenía como objetivo cuestionar el que las
medidas buscasen beneficiar el regadío de las viñas y sembradíos del gobernador
interino que se encontraban, precisamente, en la parte de la ciudad que salía
aventajada con la distribución del agua.
360
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 5rto.
178
abajo; y que para la de arriva se nombrase al theniente Valentin del Castillo…”361
Así resuelto a solicitud de las partes involucradas, Salas no tendría relación con la
distribución de las aguas en los hacendados de la parte de arriba de la ciudad.
Por otra parte, las confrontaciones por la sustracción ilegal del recurso
hídrico de las acequias encontraron inconvenientes no sólo para los propietarios
sino también dentro del grupo de los inquilinos. 363 El cambio progresivo de la
estructura económica que se dio para el siglo XVII -con un desplazamiento cada
vez mayor del interés hacia los cultivos y con ello una apropiación diferente del
valor de la tierra-, supuso al mismo tiempo un cambio en las relaciones sociales e
institucionales relacionadas con la mano de obra. La encomienda dejó de ser la
principal fuente de mano de obra y la figura del inquilino que surge después de la
segunda mitad de dicha centuria en la zona central de la Gobernación de Chile
(por ser precisamente la diáspora de estos cambios y del auge cerealista, por
presenciar un aumento demográfico de mestizos libres y una disminución de
361
Ibídem, f. 14rto.
362
Expediente Informado por la Contaduria y respondido del Sor. Fiscal, sobre distribucion de las
aguas del Rio de la Ciudad de Santiago de Chile para regar las haciendas de sus vezinos, 1769.
AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 15vto-16rto.
363
La obra de referencia sobre el papel de los arrendatarios o inquilinos durante la época colonial
la encontramos en Mario Góngora, Origen de los “inquilinos” de Chile central (Santiago: Seminario
de Historia Colonial, Universidad de Chile, 1960).
179
indígenas) fue el resultado del interés que tenían las haciendas en generar
mecanismos para incorporar al sistema productivo a toda esta creciente mano de
obra, mestizos y españoles empobrecidos.
364
Góngora, Origen de los “inquilinos” de Chile, 55.
365
Juicio seguido con Marín y Azúa sobre el deslinde y repartimiento de las aguas de sus
haciendas situadas en el valle de Quillota, ANHRA, vol. 364, pza 1, f. 104. Para el caso de la recién
fundada villa de Copiapó, fue necesario que hacia 1744 se generaran normativas sobre policía de
regadío por los conflictos por el agua en los cuales aparecen ya mencionados los arrendatarios.
Véase Disposición sobre el uso del agua por arrendatarios en 1744, AGI, Audiencia de Chile, leg.
137. Cf. Góngora, Origen de los “inquilinos” de Chile, 53-55.
180
Para finales del año de 1736 se experimentaba una escasez de agua en las
acequias y el caudal del Mapocho había disminuido considerablemente, por lo
que, según los cabildantes de Santiago, fueron comunes las infecciones y la
proliferación de incendios que no podían ser atendidos por la falta del recurso
hídrico. En medio de este contexto de necesidad, los hacendados generaban
conflictos porque se llevaban para sus tomas la poca agua que discurría, por lo
que el Cabildo se vio en la obligación de establecer guardias en dichas tomas para
evitar tal sustracción y garantizar “… la precisa y necesaria para que beba el
común, y para su limpieza y reparos para los incendios…”366.
366
Acta de Cabildo, 15 de octubre de 1736, en ACS, vol. LIII, 50.
367
Acta de Cabildo, 17 de noviembre de 1747, en ACS, vol. LV, 19.
368
Acta de Cabildo, 27 de enero de 1758, en ACS, vol. LV, 190.
369
Acta de Cabildo, 10 de agosto de 1636, en ACS, vol. XXXI, 177.
181
colocar guardias para evitar la sustracción ilegal de agua y a personas
autorizadas para labores destinadas a tapar y destapar las tomas, en el cabildo de
Santiago se debatió en sesión extraordinaria del 15 de octubre de ese año370, la
falta de caudal de los propios de la ciudad y el que habían dejado de percibir la
concesión especial de Su Majestad en el Ramo de Balanza, lo cual disminuía la
facultad del cabildo en los gastos de dicho caudal. De la mano del Procurador
General se le pidió que solicitase a la Junta de Balanza la cantidad de 300 pesos,
los cuales quedarían en manos del presidente para su distribución según los
gastos expresados. No obstante, la decisión no fue unánime: Diego Martín de
Morales se opuso a que se librase cantidad alguna de dicho ramo y don José
Alderete pidió que solo se solicitasen 200 pesos. Anteriormente, con la sequía de
1729 también se había acordado el pago de cuatro reales por día para los ocho
hombres que se ubicarían en las tomas de agua de la ciudad y un peso por día a
cada uno de los dos cabos que acompañarían a cada grupo de cuatro hombres,
para cuyo pago se solicitaron 200 pesos del ramo de Balanza.371
Con las Órdenes Religiosas los conflictos por el agua fueron cotidianos, en
tiempos de sequías o no. Para finales de 1758, hubo una querella con el
Monasterio de las Agustinas de la Limpia Concepción (1574); los regidores
perpetuos don Antonio del Águila y don Ignacio Goycolea presionaron al cabildo
para que las religiosas no extrajeran agua de las acequias madres a través de
acequias paralelas ya que ocasionaban inundaciones en las calles y no permitían
el repartimiento regular, generando pérdidas de las fincas de lo cual se recibían
constante quejas. Sin embargo, frente a las diligencias realizadas por el Cabildo
no hubo mayor respuesta, por lo que, en nueva sesión, el Cabildo acordó que el
370
Acta de Cabildo, 15 de octubre de 1736, en ACS, vol. LIII, 50.
371
Acta de Cabildo, 28 de septiembre de 1729, en ACS, vol. LII, 26.
372
Acta de Cabildo, 9 de junio de 1758, en ACS, vol. LV, 204.
182
monasterio tenía un mes para reparar “…las acequias madres del interior de dicho
Monasterio, mandándoles hacer petril de cal y piedra o ladrillo, levantado de forma
que no padezcan inundaciones sus edificios, y que con ningún motivo ni pretexto
se extraiga el agua del conducto propio que debe seguir…”373
183
presentó con una chacra localizada en las faldas del cerro del mismo nombre de la
acequia, que recientemente había sido comprada por don Francisco Antonio
Avaría, administrador del Real Estanco del Tabaco. Los religiosos argumentaban
que la situación era excesiva y que, además, no solo sus molinos dependían del
agua, también lo hacían muchos otros vecinos que ya se estaban quejando por la
falta del recurso. Las autoridades no se hicieron esperar y pidieron que se
destapara el curso, se reparasen los derrumbres y se les notificase a los
involucrados. Frente a esta situación, el 12 de junio de ese año los vecinos Justo
Cifuentes, Luis Zapata, Josefa Maciel y Francisco Pérez, todos ellos herederos de
don Andrés Maciel y de la chacra implicada en el problema insistieron que el
convento no poseía ningún título que pudiese justificar el dominio sobre la acequia
y que aun si lo tuviesen no tienen la facultad para impedir que los demás vecinos
gocen de ella ya que las fincas ubicadas en la zona siempre se han regado con el
agua que corre por allí. Además, insistieron que el agua resultaba abundante al
punto de desbordarse y que el problema radicaba en que los religiosos pretendían
monopolizar el recurso para que con el desperdicio del mismo les pudiesen dar
agua a los arrendatarios que meten en sus tierras.376
376
ANHRA, vol. 3161, pza. 2, ff. 9 r-36 r. Véase igualmente un juicio entablado por Colegio de la
Compañía de Jesús con Antonio Boza por los derechos de agua de la acequia que atravesaba el
dicho colegio y la hacienda de La Punta en 1717. ANHRA, vol. 428.
184
generó conflictos especialmente con conventos y monasterios y con algunos
grupos sociales, como en el caso de los inquilinos o arrendatarios.
377
María Eugenia Albornoz Vásquez, “Rumores venenosos, cartas engañosas, gritos de crítica
social. Los poderes (im)posibles de las voces femeninas en Chile, 1660-1750,” América sin
Nombre, no. 15 (2010): 79-92, https://doi.org/10.14198/AMESN2010.15.09; “María, Prudencia y los
Alcaldes: límites femeninos a ciertos abusos de la autoridad local. Santiago de Chile, 1732- 1783,”
POLIS 17 (2007): s/p. http://polis.revues.org/4396
378
Cf. ANHRA, vol. 2123, pza 3.
379
ANHRA, vol. 1295, pza. 7 y vol. 1312, pza. 1.
185
En ambos casos, la querella trascendió la esfera del Cabildo y se elevó a la
máxima autoridad en la materia, la Real Audiencia, donde se resolvió a favor de
las mujeres. A pesar de ello, como bien señala Verónica Undurraga,380 muchos de
estos altercados cotidianos estaban estructurados a partir de la jerarquía en
aquella sociedad, donde se evidenciaba la capacidad social que tenían para
imponer sus voluntades, pero en estos casos puntuales se advierte que no
siempre se tradujo en una capacidad institucional, y que las redes de influencia
locales no siempre coincidían con las imperiales, de allí que ambas esferas
institucionales emitieran fallos diferentes.
Frente a estos casos, no obstante, indica Albornoz Vásquez, que son pocos
los escenarios similares que se han encontrado en las fuentes documentales
sobre el enfrentamiento por el uso del agua en espacios urbanos destinadas al
ámbito doméstico. Este tipo de conflictos era más común en las áreas rurales en
medio de disputas por las acequias cercanas a las chacras e involucraban a
diversos actores sociales: inquilinos, arrieros, mayordomos, propietarios. 381 Sin
embargo, y a pesar de que escapa de los objetivos de esta investigación,
coincidimos con la historiadora Verónica Undurraga, quien también se ha
enfocado en investigaciones sobre injurias en la época colonial, que las
discrepancias que terminaron en querellas a raíz de los cursos de las acequias
fueron bastante comunes,382 especialmente en la época de verano, y también en
casos litigados por deslindes de tierra aunque igualmente se presentaron durante
períodos prolongados de sequías durante los meses de otoño e invierno.383
380
Undurraga, Los rostros del honor, 69.
381
Albornoz Vásquez, “María, Prudencia y los Alcaldes,” s/p. http://polis.revues.org/4396
382
Undurraga, Los rostros del honor, 223.
383
Véase además de los casos mencionados: ANHRA, vol. 2617, pza. 14, ff. 272, 1782; ANHRA,
vol. 428, 1717-1719; ANHRA, vol. 750, pza. 2, 1716-1727; ANHRA, vol. 1250, pza. 2, 1760;
ANHRA, vol. 385, pza. 3, 1733; ANHRA, vol. 1286, pza. 2, 1723-1724; ANHRA, vol. 1508, pza. 2,
1772; ANHRA, vol. 1341, pza. 2, 1716; ANHRA, vol. 1286, pza. 4, 1733; ANHRA, vol. 1275, pza. 5,
1768-1770; ANHRA, vol. 1138, pza. 2, 1781-1786; ANHRA, vol. 1713, pza.1, 1750; ANHRA, vol.
1690, pza.3, 1767; ANHRA, vol. 1690, pza. 5, 1723; ANHRA, vol. 1690, pza. 7, 1720-1721;
ANHRA, vol. 1690, pza. 4 y 6, 1730; ANHRA, vol. 1691, pza. 2, 1776; ANHRA, vol. 1987, 1745;
ANHRA, vol. 1695, 1771-1781; ANHRA, vol. 2112, pza. 16, 1771; ANHRA, vol. 2252, pza. 13,
1728; ANHRA, vol. 2326, pza. 9, 1754; ANHRA, vol. 2362, pza. 16 y 17, 1721; ANHRA, vol. 2366,
186
3.2.2. El alza de los precios de productos básicos y agropecuarios:
Tráfico y circulación de los trigos candeales
pza. 5, 1781; ANHRA, vol. 2486, pza. 4, 1750; ANHRA, vol. 2508, pza. 2, 1740; ANHRA, vol. 2516,
pza. 2, 1714; ANHRA, vol. 2516, pza. 3, 1742; ANHRA, vol. 2563, pza. 1, 1761; ANHRA, vol. 2575,
pza. 3, 1762; ANHRA, vol. 2636, pza. 27, 1807; ANHRA, vol. 2670, pza. 12, 1779; ANHRA, vol.
2726, pza. 7, 1772; ANHRA, vol. 2801, pza. 5; ANHRA, vol. 2825, pza. 2, 1769; ANHRA, vol. 2962,
pza. 1, 1737; ANHRA, vol. 3009, pza. 4, 1797; ANHRA, vol. 3014, pza. 5, 1781; ANHRA, vol. 3151,
pza. 3; ANHRA, vol. 3161, pza. 1, 1782.
187
notables circunstancias de recibir su valor en jéneros, i no en plata, i de
entregarlo en casa del comprador. Al mismo tiempo de la cosecha, para
pagar los gastos de ella, vende otra parte por seis reales en dinero i en
la era, de donde lo conduce el comprador a donde le acomoda, que
esta venta ya es tolerable, i viene aquel pobre a encerrar en su troje el
que precisamente necesita para volver a sembrar. El mercader hace lo
que el hacendado de conveniencias, lo conduce al puerto i lo vende
para Lima. I aquí es donde tiene lugar el monopolio, porque los dueños
de navíos, o sus comisionados abren sus precios, i solo en caso de
escasez lo pagan mejor, i el hacendado tiene que conformarse tiene
que conformarse por no perder los gastos de la conducción, que valen
de dos a tres reales por fanega segun la distancia…384
Así, desde los primeros años del siglo XVIII, el Cabildo de Santiago se
preocupó por evidenciar estos contextos de escasez hídrica en un ambiente que
ya desde mediados del siglo XVII se había transformando en un incipiente paisaje
hídrico385 como consecuencia de un sistema económico agroexportador, del valor
exponencial del trigo en la sociedad y en la economía. La ciudad de Santiago, por
estar ubicada en un espacio con un tipo de clima mediterráneo, tenía al agua
como factor nuclear en la construcción de las relaciones sociales, económicas,
culturales y políticas. Con la creciente demanda de este recurso que vivió la
ciudad desde mediados del siglo XVII, a raíz de los cambios en la estructura
económica, el aumento de la población y la extensión del espacio urbano, el agua
se convirtió no solamente en un bien percibido en términos funcionales, sino
también percibido en términos de representación simbólica en aquellos espacios
donde la escasez era la manera cotidiana de relacionarse con el recurso.
384
Carvallo y Goyeneche, en CHCh, vol. X, 26
385
Atendiéndose al paisaje como cualquier parte del territorio percibido por la sociedad y que es el
resultado de la interacción entre factores humanos y naturales, con paisaje hídrico o paisajes del
agua se hace referencia a “… aquellos territorios cuyo carácter (…) responde en un alto grado a
las relaciones actuales e históricas, entre un factor natural de primer orden como el agua y la
acción humana” Rafael Mata Olmo y Santiago Fernández Muñoz, “Paisajes y patrimonios
culturales del agua. La salvaguarda del valor patrimonial de los regadíos tradicionales,”
Scripta Nova XIV, nº 337 (2010): s/p, http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-337.htm
188
del trigo y la harina. 386 La historiografía económica sobre la época ha dejado
constancia que si bien hubo un aumento de la producción y la exportación de trigo
al Perú durante los primeros años del siglo XVIII, en algunos períodos la
producción sufrió vaivenes como consecuencia de estos episodios meteorológicos
adversos, 387 lo cual generaba escasez y una sostenida alza en los precios, un
descenso en la exportación y situaciones conflictivas con el virreinato del Perú por
sus medidas internas proteccionistas de su mercado consumidor. Por el contrario,
los años de buenas cosechas, de fuerte inversión en este sector y lluvias
abundantes, produjeron la bajada de los precios durante algunos años, lo cual
también resultaba devastador para los productores.388
189
libre comercio de la segunda mitad del siglo XVIII, se señalaba que los
comerciantes mantenían el balance en el precio adecuado de las mercaderías y si
éstas mostraban una alteración en sus valores, significaba o bien una escasez por
los altos costos o una superabundancia por los bajos precios del
mantenimiento.391
Para el año de 1695 las cosechas de trigo fueron escasas por lo que las
autoridades civiles tomaron una serie de resoluciones destinadas a evitar la falta
de pan. En este sentido, el gobernador Marín de Poveda prohibió la exportación
de trigo al Perú; además, instó a los cabildos de la gobernación a que diesen
cuenta del número de fanegas cosechadas, las fanegas vendidas por los
labradores, de quiénes compraron el preciado grano y a qué precio. Estas
medidas tenían como fin regular la distribución y garantizar el abasto.392 Vicente
de Carvallo y Goyeneche señala en su obra que las medidas de las autoridades y
la escasez afectaron a varias familias, entre ellas al asentista don Francisco
García de Sobarzo que tuvo que subastar la harina destinada al ejército.393 Este
decomiso de los mantenimientos militares fueron fletados para su venta en el
mercado peruano.394
391
Real Orden, San Lorenzo, 18 de octubre de 1779, ANHCG, vol. 730, pza. 71, fj. 183 v. Esta
correlación también la podemos encontrar en una carta del Veedor General, don Francisco
Villaseñor y Acuña fechada el 27 de julio de 1622 dando cuenta de la guerra y las dificultades que
tenía el ejército: “[los navíos] an salido de esta costa para el puerto de balparayso en aquel dicho
Reyno para prevenirse de algun trigo en la cosecha para el dicho exercito por aver llegado a baler
el año passado por su esterilidad a 8 pesos fanega,” AGI, Audiencia de Chile, leg. 34. Véase
también Carta de Martín de Mayorga, secretario del Gobernador de Chile, 25 de junio de 1623,
AGI, Audiencia de Chile, leg. 34.
392
Cf. Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, en CHCh, vol. IX,
202; Sergio Sepúlveda, El trigo chileno en el mercado mundial: ensayo de geografía histórica
(Santiago: Editorial Universitaria, 1959), 20-21.
393
Declaración de Mateo del Cajigal y Solar. Santiago de Chile, 6 de agosto de 1695. ANHRA, vol.
2712, pza. 6, ff. 134-141. Sobre los juicios seguidos por la corrupción en torno a la compra de
grano y la provisión de los mantenimientos, véase: Francisco García de Sobarzo. Juicio que se le
sigue por el Procurador del Real Ejército de este Reino, sobre el cumplimiento de un contrato de
provisión de trigo y harina para el sustento de los soldados de dicho ejército, 1697-1699, ANHRA,
vol. 593; Francisco García de Sobarzo y otros. Causa criminal que se le manda seguir por la Real
Audiencia, para el esclarecimiento de los fraudes cometidos en la compra de granos para el
sustento del ejército de este Reino, 1696-1698, ANHRA, vol. 437.
394
Cf. Antonio Luis Rodríguez Ridao, “La administración del Real Situado en tiempos del
gobernador Tomás Marín de Poveda: corrupción en detrimento del Ejército de Chile (1692-1700),”
190
El Cabildo discutía en tiempos de escasez del recurso hídrico sobre la
circulación del trigo; en la sesión del 14 de octubre de 1707 se destacó la falta de
trigo blanco y candeal, lo que también afectó la producción de pan. El medio
generalizado de los vecinos y, especialmente de los cabildantes, radicaba en que
esta carestía podía ocasionar estragos en el abastecimiento durante los meses
siguientes, de manera que para prevenir este escenario se debatió la conveniencia
de acodar disposiciones para que “… no se saque del Reyno por lo menos el
candeal…” 395 . La decisión, no obstante, se aplazó en aras de encontrar las
medidas adecuadas para evitar que ocurriera una crisis generalizada por la falta
de granos. En la sesión siguiente del 21 de octubre 396 se retomó la discusión
sobre la saca del trigo397 y la necesidad del grano que se estaba padeciendo, por
lo que se comisionó al capitán don Santiago Larraín, alcalde de segundo voto, y al
capitán don Gaspar Hidalgo para que dieran representación al presidente de la
necesidad que ocurría y se arbitrasen los medios necesarios para remediarla.
191
…se mande por un auto a los bodegueros del puerto de Valparaíso y
maestres de naos so las graves penas que convengan no permitan se
saquen para fuera del reino granos algunos candiales, ni los embarquen
con pretexto alguno los dichos maestres para el tráfico, comercio ni
preciso sustento de otra jurisdicción que la de esta ciudad, y para que
con mayor esfuerzo se ejecute lo prevenido, se publique el dicho auto
en forma de bando en las partes que parecieren convenientes, para que
los arrieros que conducen frutos al dicho puerto se abstengan en
adelante en la conducción de los expresados trigos candiales.399
399
Acta de Cabildo, 17 de noviembre de 1717, en ACS, vol. L, 165.
400
Acta de Cabildo, 27 de mayo de 1718, en ACS, vol. L, 194
401
Antes de eso había sido promovido en 1709 a oidor de la Real Audiencia de Lima.
192
Chile en diciembre, señaló que debido a la posibilidad del aumento en el precio del
trigo decidió que entregarles 5 mil pesos de sus propios ingresos a dos
mercaderes de Santiago para que fuesen comprando harina.402
402
Relación que el doctor don Joseph de Santiago Concha oidor de la Real Audiencia de Lima
hace al Excelentisimo Señor don Gabriel Cano de Aponte, Governador y Capitán General de este
Reyno de Chile y Pressidente de su Real Audiencia del Estado del Reino y tiempo que la ha
governado, Concepción, 15 de diciembre de 1717, AGI, Audiencia de Chile, leg. 92, ff. 19v-20r.
403
Ordenanzas de polícia de la capital de Santiago de Chile, 30 de marzo de 1569, en Gay, Historia
física y política de Chile. Tomo I, 206.
404
Puede advertirse por ejemplo para el año 1707 (Acta de Cabildo, 14 de octubre de 1707, en
ACS, vol. XLVI, 125-126).
405
Acta de Cabildo, 21 de octubre de 1707, en ACS, vol. XLVI, 127.
406
Acta de Cabildo, 14 de octubre de 1707, en ACS, vol. XLVI, 125.
407
Acta de Cabildo, 29 de octubre de 1707, en ACS, vol. XLVI, 128.
193
De acuerdo con nuestra hipótesis, las sequías se convirtieron en factores
detonantes de procesos de desastres, siendo la más emblemática para el siglo
XVIII la de 1772. El cuadro que describe el gobernador Agustín de Jáuregui es
bastante caótico. El desorden con el trigo en el puerto de Valparaíso entre los
maestres de navíos y los bodegueros causaba mucho daño a los cosecheros;
además para ese mismo año la situación era crítica porque los regidores de la
ciudad de Santiago no asistían a sus obligaciones ya que se retiraban sin aviso ni
autorización a sus haciendas, de manera que:
Para mayo de 1708, por ejemplo, los cabildantes de Santiago aducían que
a falta del trigo blanco había que exportar el trigo candeal. Tenía noticia aquel
Cabildo que del Partido de Aconcagua se planeaba sacar una porción de aquel
trigo, lo cual ocasionaría problemas en el abastecimiento de los vecinos de la
ciudad, no solo porque escasearía el mismo, sino también porque el poco que se
408
El Presidente de Chile ynforma a V.M haverle entregado su anttesesor yntterino don Francisco
Xavier Morales la Real Zedula de 12 de septiembre de 1772 para que providencia de remedio de
los abusos que se ha informado a V.M haverse yntroducido en esta Capital, contra las reglas de
Policia, y buen Govierno en el Cavildo de ella, y que en su obedesimiento queda practicándolo que
se le previene en la citada Real Cedula, AGI, Audiencia de Chile, leg. 251, N. 1.26, f. 58v.
194
hallase subiría de precio. Frente a este contexto, se le pidió al Procurador que
solicitara la Real Audiencia que promulgase providencia para impedir el transporte
del candeal.409
Así en tiempos de escasez, bien por acaparamiento, bien por “sequedez del
tiempo”, se destinaban comisiones para que requisaran las bodegas del puerto de
Valparaíso; y también para finales del siglo XVII se tiene conocimiento de este tipo
de medidas contra la construcción de trojes.412
409
Acta de Cabildo, 25 de mayo de 1708, en ACS, vol. XLVI, 179.
410
Esta misma política tuvo gran acogida en la Europa del siglo XVII. Cf. Demetrio Ramos, Trigo
chileno, navieros del Callao y hacendados limeños entre la crisis agrícola del siglo XVII y la
comercial de la primera mitad del siglo XVIII (Madrid: Instituto Gonzalo Fernández Oviedo-Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1967), 15-16.
411
Acta de Cabildo,1 de septiembre de 1724, en ACS, vol. LI, 108.
412
“Este día se presentó escripto el señor procurador general, pidiendo se reconozcan los graneros
de trigo para que se prevenga con tiempo la necesidad que amenaza la sequedez del año, y que
con efecto se ha ido escaseando el pan y se ha subido el precio del trigo; y habiendo visto su
pedimento, acordaron los señores de este Cabildo que el señor corregidor y alcaldes ordinarios
registren las trojes de esta ciudad, y las del pago de Ñuñoa á los señores capitanes Jerónimo
195
La escasez de trigo afectaba, indudablemente, el abastecimiento de la
ciudad porque afectaba, por un lado, la producción de harina y, por otro lado,
conducía al aumento del costo de la misma; así, para 1720 los vecinos de la
ciudad de Santiago se vieron afectados por la falta de pan. Tal carestía se debía a
que el precio de la harina había aumentado. Frente a ello, el cabildo decidió que
debían atacar el origen del problema y acordó que se proveyera auto en forma de
bando por el corregidor para que no se introdujera harina de los partidos cercanos
ni en la ciudad, sus alrededores o molinos, ni para la compraventa, antes de
ajustar el precio que se indicaría en el mismo bando, con lo que se regularía,
además, el peso del pan.413 Aquella escasez de pan persistía para agosto del
mismo año y la ciudad responsabilizaba a los molinos de las religiones, por lo que
solicitó que estas, o quienes administrasen sus molinos, se atuvieran al precio de
cuatro pesos; ese valor, según el ayuntamiento, era el “más proporcionado a las
circunstancias del tiempo”. Además, les insistían en que solo vendieran la harina
de sus maquilas y que no permitiesen ninguna cantidad de harina de particulares,
ya que estas acciones solo iban en perjuicio del bien común.414
Pérez de Villalón y don Diego del Solar; y las chacras de la otra parte del río, Renca, Quilicura y
Salto y Chuchunco, á los señores don Jerónimo Cortés y don Ventura Monte. Y el trigo que se
hallare haber, notificarán á los que tuviesen no lo dispensan sin boleta de este Cabildo, pena de
perdido el trigo y su valor, aplicados, cámara de Su Majestad y obras públicas”. Acta de Cabildo,
30 de septiembre de 1678, en ACS, vol. XXXVIII, 249.
413
Acta de Cabildo, 26 de abril de 1720, en ACS, vol. L, 259.
414
Acta de Cabildo, 7 de agosto de 1720, en ACS, vol. L, 267.
196
del producto. Pedía que se aplicasen las penas contenidas en la Ley 19, Título 22,
Libro 5 de Castilla que además estaban vinculadas a las leyes 7 y 9, Tñitulo 25;
18, 19, 24 y 25 Título 12, entre otras, del mismo Libro 5 de las leyes de Castilla.
Asimismo, recomendaba que con la mayor celeridad se emitiera providencia al
respecto que contemple el reconocimiento por parte del subdelegado de
intendencia o persona escogida de las fanegas de harina coompradas con el fin de
la reventa se repartan entre los panaderos al precio que costaban y que
Suasnabar “…. Se abstenga en lo subcecibo de iguales perjudiciales
procedimientos vajo los mas severos apersevimientos que sean de justicia”415
197
que se cosechaba se mandaba a Lima.418 A pesar de ello, para el mes de agosto
del mismo año, dicha institución señaló que al haber realizado un cómputo de los
trigos de su jurisdicción se arrojó que había en “exceso para la mantención de la
ciudad” en los términos de la ciudad, por lo que permitió que sus dueños lo
utilizasen libremente.419
418
Acta de Cabildo, 28 de marzo de 1724, en ACS, vol. L, 89.
419
Acta de Cabildo, 9 de agosto de 1724, en ACS, vol. L, 105.
420
“Escrito presentado ante el presidente para que se haga cabildo abierto a fin de tratar el gran
desorden que hay en el Puerto de Valparaíso por la abundancia de trigo que existe entre sus
bodegas y medidas propuestas,” en Copia de algunos autos formados sobre el proyecto de los
trigos, Santiago, 25 de marzo de 1754, BNBMMss, t. 142, pza. 2663, fjs. 67v-70.
198
condujesen, como bien lo propusieron en la carta, solamente 130 mil fanegas de
trigo al puerto de Valparaíso para el abastecimiento de Lima. Una cantidad que
consideraron suficiente de acuerdo con los datos obtenidos de la carga de los
navíos del puerto del Callao. También acordaron que no se embarcase trigo nuevo
hasta que lo indicado saliese; si sobrase alguna cantidad sin embarcar se
computase para el año siguiente, solo si faltase trigo para cubrir la cuota se podía
venderse del nuevo. Y para resolver favorablemente estas nuevas condiciones se
señalarían dos intendentes para que se encargase de la transacción del trigo en
aquel; se nombró al doctor don Alonso de Guzmán en Santiago y don Francisco
Díaz de Artiaga en Valparaíso.421 El gobernador de Chile aprobó las propuestas
del cabildo por auto de 20 de octubre de 1753. El 11 de abril de 1755 se expidió
Real Cédula aprobando las providencias para el tráfico de trigo entre Valparaíso y
El Callao.422
199
del nombrado fiscal, quien no “tenía facultad de confirmar ó rebocar las
determinaciones del Gobierno de Chile.” Además, insistía el gobernador que no
podían conducir todo el trigo a Lima porque eso perjudicaba el abastecimiento de
pan de las villas y partidos de Chile, y especialmente la carestía de harina en la
ciudad de Santiago; también ocasionaba que el precio de las semillas se elevara y
por ende escaseara la materia prima, y se perdiera mucho trigo porque tenían que
echarlo al mar al infectarse con gorgojo o bien porque preferían utilizar la nueva
cosecha.424
424
Carta del presidente de Chile a S.M., informa con testimonio de autos lo determinado por el
virrey del Perú en punto de las intendencias de trigo de la ciudad de Santiago de que dio cuenta en
carta de 10 de febrero del año antecedente, Santiago de Chile, 4 de marzo de 1755, BNBMMss, t.
188, pza. 4297, fjs. 98r-103r.
425
Carta del Presidente y gobierno de Chile a S.M., informa los inconvenientes que resultan de la
providencia dada por el virrey de lima para que no se vendan en aquella ciudad los trigos de Chile
hasta que se evacuen primero los de Lima y pide se digne de poner en libertad los comercios,
Santiago de Chile, 8 de abril de 1756, BNBMMss, t. 188, pza. 4308, fjs. 182r-185v.
426
“que se introduciese sigilosamente y á las obscuridades de la noche una barcada de trigo de
Chile, que en este intermedio tiempo condujo de aquel Reino en el navio nombrado el Feniz propio
de don Felipe Colmenares, intimo amigo de vuestro ministro don Pedro Brabo de Castilla, por
parages que pudisen simular el ser tenidos y reputados por criollos” El Arzobispo de Lima a S. M.
El Rey, Lima, 11 de septiembre de 1754, BNBMMss, t. 236, pza. 6329, fj. 67v. Pero además, Bravo
de Lagunas y Castilla fue uno de los miembros de la Real Audiencia que promovió la providencia
200
interesante de esta carta del arzobispo es que en ella defiende también la calidad
del trigo chileno y sostiene que la diferencia con el criollo está en que las
condiciones medioambientales de las zonas productoras trigueras del Reino no
dependen del agua de regadío, sino que son “cosechados en tierra fria, [y]
maduros con el agua del cielo.”427
para el sistema de preferencia del trigo producido en Perú de 1755, en especial el de las zonas
cercanas a Lima. Cf. El Arzobispo de Lima a S. M. El Rey sobre un voto impreso de don Pedro
Bravo de Castilla, 20 de enero de 1756, BNBMMss, t. 236, pza. 6330, fjs. 78r-84r; Pedro José
Bravo de Lagunas y Castilla, Voto consultivo que ofrece al excelentissimo señor Joseph Antonio
Manso de Velasco. Conde de Super-Unda Cavallero del Orden de Santiago, Gentil Hombre de la
Camara de su Magestad, Teniente General de sus Reales Exercitos, Virrey Governador y Capitán
General de los Reynos del Perú (Lima: Impresso con Licencias en Lima en la calle del Tigre, 1755).
427
El Arzobispo de Lima a S. M. El Rey, Lima, 11 de septiembre de 1754, BNBMMss, t. 236, pza.
6329, fj. 69r.
428
Acta de Cabildo, 23 de agosto de 1709, ACS, vol. XLVI, 260.
429
Relacionados con el ámbito agropecuario, véase por ejemplo: Pleito de los hacendados y
labradores de la ciudad de los Reyes, sus términos, valles y contornos y demás interesados en el
Reino de Perú, sobre exención de tributos y contribuciones, en atención a lo estéril de los tiempos,
AGI, Escribanía, leg. 519 A;
201
duda, fueron los desplegados tras los efectos de terremotos,430 pero no cabe duda
que tras las crisis agrícolas también se hizo uso de ella.
Este auge triguero desde finales del siglo XVIII y las extensiones de los
espacios agrícolas se sustentó en gran medida a partir del financiamiento
eclesiástico. Este escenario también se acompañó de un aumento en el porcentaje
de los intereses de los préstamos de las órdenes religiosas, que oscilaban entre el
4 y 6 % anual. Así que cuando había un descenso en los precios por superávit del
grano o bien una escasez por sequía, los cosecheros presentaban enconados
debates sobre los intereses, como sucedió en 1790 cuando los hacendados
incluyeron a las autoridades en el proceso seguido a las órdenes religiosas para
430
Al respecto, uno de los sismos más emblemáticos de la historia colonial en Chile fue el de 1647,
tras la ruina de la ciudad se elevaron varias solicitudes de ayuda en los procesos de reconstrucción
de los edificios públicos y las viviendas y de recuperación de las haciendas, un escenario que se
mantuvo por el resto del siglo y que se insertaría en argumentos similares durante el siglo XVIII,
como se puede apreciar en las investigaciones de Alfredo Palacios y Mauricio Onetto. Además,
también sirvió como referencia para los hacendados de la jurisdicción de Lima durante sus propias
solicitudes. Frente al escenario de crisis que vivió el virreinato desde finales del siglo XVII por el
sismo de 1687 y la esterilidad de sus campos, don Francisco Queto de la Guera en nombre de los
dueños de haciendas de la jurisdicción de Lima solicitó que “Vuestra Majestad, suplicando se sirva
de mandar se dé en los censos de estas haciendas la providençia que se sirvió de mandar
observar los años pasados en la ruina que padedeció el Reyno de Chile ocasionada del temblor,
por ser mucho mayor y de más dilatado tiempo que aquella la que aquí se padeçió,” Memorial de
D. Francisco Queto de la Guera, en representación de los dueños de haciendas de Pan llevar de la
jurisdicción de Lima, 1699, AGI, Audiencia de Lima, leg. 176, ff. 1r-2r.
431
Sobre rebaja del real derecho de alcabala de la venta de una porción de ganado, Mateo
Contreras, Santiago, 1 de febrero de 1777, ANHCG, vol. 345, pza. 2, f. 8-16.
202
que disminuyeran los intereses anuales del 5 al 3 %. A pesar de ello, las acciones
no rindieron los frutos deseados.432
432
Autos seguidos por el Procurador General de la ciudad de Santiago con los monasterios y
conventos sobre rebaja de réditos de los censos de cinco al tres por ciento, ANHCG, vol. 164. Cf.
Rolando Mellafe, Historia social de Chile y América (Santiago de Chile: Editorial Universitaria,
1986), 103.
433
Acta de Cabildo, 17 de octubre de 1711, en ACS, vol. XLVII, 122.
203
CAPÍTULO 4
OBRAS HIDRÁULICAS Y DE ALMACENAMIENTO:
FONDOS PÚBLICOS, INGENIERÍA Y
PLANIFICACIÓN
204
CAPÍTULO 4
OBRAS HIDRÁULICAS Y DE ALMACENAMIENTO:
FONDOS PÚBLICOS, INGENIERÍA Y PLANIFICACIÓN
205
estructuras jerárquicas.434 Además de la obra del Canal San Carlos, en el presente
capítulo se analizan otras medidas técnicas435 vinculadas con el desarrollo efectivo
de construcciones hidráulicas de menor envergadura destinadas al abastecimiento
de Santiago. Entre estas medidas tenemos la ampliación de la red de acequias y
la creación de bocatomas, por ejemplo.
206
espacio de desencuentro436 frente a la presencia de sequías; es decir, se detalla la
materialización de las regulaciones jurídicas sobre el control y distribución del
recurso hídrico a través de los turnos de agua: ¿cuáles fueron las obras realizadas
para poner en práctica estas resoluciones en torno al sistema de alternancia de las
aguas?, ¿cuáles realmente se ejecutaron?, ¿cuáles se transgredieron’. Estos
conflictos en muchas oportunidades se dieron por el uso del agua de riego entre
“los de arriba” de la ciudad que eran los hacendados y “los de abajo”,
representados por chacareros y medianos propietarios.437
436
Aquí utilizamos la categoría y el sentido empleado por Viviana Briones Valentín en su trabajo
sobre los espacios de conflicto, en torno al agua y al territorio, al interior las comunidades
indígenas en Tacna durante el siglo XVIII. “Agua, territorio y malostratos espacios de conflicto entre
ayllu y principales. Tacna siglo XVIII,” Chungará. Revista de Antropología Chilena 31, 2 (1999):
293-305.
437
Es decir, tomando como punto de partida el centro de la ciudad, y la traza urbana hacia el norte
funcionaba como la frontera hídrica de la ciudad, de esa manera, bien por el Mapocho o por las
acequias, “las de arriba” se correspondía al oriente, y “las de abajo” al poniente. Cf. Gonzalo
Piwonka, “Regulación cuántica y jurídica de las aguas en Chile: el debate en torno al regador
chileno,” Revista de Derecho Administrativo Económico de Recursos Naturales 2 (2001): 435
438
Los arqueólogos e historiados desde la década de 1970 han estado en continua revisión de la
ocupación Tawantinsuyu del valle del Mapocho-Maipo. Los trabajos de Rubén Stehberg en 1976
ofrecen una hipótesis de ocupación que se fundamenta en la existencia de un centro urbano, a
partir de las investigaciones realizadas en la fortaleza de Chena, este asentamiento incaico en los
márgenes del río Mapocho con una población indígena considerable y un consolidado sistema de
regadío sería el que condujo a Pedro Valdivia a establecerse en el área. Contrario a esa hipótesis
Silva en 1978 indica que el dominio de la cuenca de Santiago no se completó y que por su parte el
asentamiento de los Incas tuvo que darse entre Lampa y Colina. Armando de Ramón en un trabajo
publicado en el 2000 se muestra partidario del posible asentamiento indígena en los márgenes del
Mapocho, en especial porque la zona que se corresponde con el extremo septentrional del valle
longitudinal resulta estratégica para un control territorial, además señala que los incas nombraron
al gobernador Quilicanta para Aconcagua y para la cuenca de Santiago a Vitacura. En una
investigación del año 2012 llevada a cabo por Stehberg y Gonzalo Sotomayor a partir de
información disponible sobre los sitios del período Tawantinsuyu localizados en la zona sur de la
cuenca del Mapocho, se indica que durante el período Agroalfarero e Inca estos sectores se
utilizaron para el desarrollo agrícola especialmente por tener suelos óptimos (Clase 1) y de gran
disponibilidad hídrica. Si bien los vestigios materiales vinculados con caminos, redes viales y
manifestaciones cotidianas en general han desaparecido, aquellos asociados a contextos
funerarios precolombinos que durante largo tiempo se preservaron y, de acuerdo con la hipótesis
de los autores, estos sectores estuvieron vinculados con sistemas de producción agrícola. Para
207
los españoles ya que la metrópoli no sólo contaba con el legado árabe, sino
porque durante la época moderna hubo un salto cuantitativo y cualitativo.
mayores detalles sobre los sitios y los hallazgos véase Stehberg y Gonzalo Sotomayor, “Mapocho
incaico,” Boletín del Museo Nacional de Historia Natural 61 (2012): 89-101. Sobre el debate
consúltese: Rubén Stehberg, “La fortaleza de Chena y su relación con la ocupación incaica de
Chile Central,” Publicación Ocasional del Museo Nacional de Historia Natural 23 (1976): 3-37;
Osvaldo Silva, “Consideraciones acerca del período Inca en la cuenca de Santiago,” Boletín del
Museo Arqueológico de La Serena 16 (1978): 211-243; Armando de Ramón, Historia de una
sociedad urbana.
439
Cf. Armando Alberola Romá, “La cultura de la supervivencia: carencias y excesos hídricos en La
Huerta de Alicante (ss. XVI-XVIII),” En Irrigation, Society and Landscape. Tribute to Tom F. Glick,
ed. C. Sanchis-Ibor; G. Palau-Salvador, I. Mangue Alférez y L. P. Martínez-Sanmartín (Valencia:
Editorial Universitat Politècnica de València, 2015), 365. doi:10.4995/ISL2014.2014.168.
208
tiempo, facilitar la movilización de la población y las mercancías. 440 El canal
Imperial de Aragón, cuya construcción abarcó desde el período de Carlos I hasta
el siglo XVIII, es un referente de este tipo de infraestructura.441 También y, en
consonancia con el entramado de redes de abastecimiento, surgieron muchas
otras propuestas de menor envergadura.
440
Armando Alberola Romá, “Anomalías hidrometeorológicas, prevención de riesgos y gestión de
la catástrofe en la fachada mediterránea española durante el siglo XVIII,” en Clima, naturaleza y
desastre. España e Hispanoamérica durante la Edad Moderna, coord. por Armando de Ramón
(Valencia, España: Publicacions Universitat de València, 2013), 87.
441
Cf. G. Pérez Sarrión, Agua, agricultura y sociedad en el siglo XVIII. El Canal Imperial de Aragón,
1766-1808 (Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1984).
442
Los miembros del grupo Historia y Clima de la Universidad de Alicante, coordinado por el Dr.
Armando Alberola Romá, cuentan con sólidas publicaciones en torno a esta temática.
443
Son numerosas las investigaciones de las ciencias sociales y humanas abordando el tema de
las sequías en la época moderna y colonial. Para el caso de la Península, se pueden contar con
los trabajos de Armando Alberola Romá, Quan la pluja no sap ploure. Sequeres i riuades al País
Valencià en l’edat moderna (València: Publicacions de la Universitat de València, 2010); “El clima
"trastornat": sequera, temporals, riuades i inundacions a Catalunya i al País Valencià a les
acaballes del segle XVIII,” Estudis d'historia agraria 23 (2010-2011): 301-318; “Sequía, lluvias
torrenciales y transporte fluvial de madera: las avenidas del río Turia del otoño de 1776,” Revista
de historia moderna: Anales de la Universidad de Alicante 23 (2005): 49-74; “La percepción de la
catástrofe: sequía e inundaciones en tierras valencianas durante la primera mitad del siglo XVIII,”
Revista de historia moderna: Anales de la Universidad de Alicante 15 (1996): 257-270; Adrián
García Torres, “Remedios técnicos a la sequía y esterilidad en las tierras meridionales valencianas:
el fracasado proyecto de conducción de agua potable de las fuentes de Boriza y Urchel a la villa de
Elche en el siglo XVIII”, Campo y campesinos en la España Moderna. Culturas políticas en el
mundo hispano, ed. María José Pérez Álvarez y A. Martín García (León: Fundación Española de
Historia Moderna, 2012) 333-343. Para el caso hispanoamericano, se pueden consultar: Virginia
García Acosta, “Las Sequías Históricas de México,” Desastres & Sociedad 1 (julio-diciembre,
1993): 83-97; Virginia García Acosta, Juan Manuel Pérez Zevallos y América Molina del Villar, ed.
Desastres agrícolas en México. Catálogo histórico. Tomo I: Épocas prehispánica y colonial (958-
1822) (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica/CIESAS, 2015); Judith Domínguez, “Revisión
histórica de las sequías en México: de la explicación divina a la incorporación de la ciencia,”
209
especialmente, en el abastecimiento de la población. Frente a estos contextos, la
política de la metrópoli, si bien no era homogénea dada la división administrativa
de los territorios, en general contenía y aplicaba una serie de estrategias
parecidas en su estructura dispuestas para este tipo de eventualidades. Cabe
recordar que estos mecanismos coexistían con las medidas locales. Uno de ellos
buscaba prevenir la carestía de granos a partir de la construcción de pósitos
municipales que en tiempo de escasez pudiesen surtir a las panaderías a precios
regulados y proveer a los campesinos las semillas necesarias para las siguientes
cosechas.444
Sin embargo, estas medidas resultaron muchas veces ineficaces, por lo que
se recurría a la importación del trigo,445 especialmente para el caso de Valencia,
que resultaba más rentable que la construcción de obras. Así, se manejaron
medidas extraordinarias frente a la escasez del cereal autorizadas por el Consejo
de Castilla. Para la década de 1780 los corregimientos aragoneses de Zaragoza,
Tecnología y Ciencias del Agua 7, no. 5 (2016): 77-93; Rodolfo Acuña-Soto, David W. Stahle,
Malcolm K. Cleaveland & Matthew D. Therrell, “Megadrought and Megadeath in 16th Century
Mexico. Emerging Infectious Diseases,” Historical Review 8, no. 4 (2002): 360-362,
doi:10.3201/eid0804.010175; Enrique Florescano, Jaime Sancho y Cervera y David Pérez-Gavilán,
“Las sequías en México: historia características y efectos,” Comercio Exterior 30, no. 7 (1980): 747-
757; María del Rosario Prieto y Roberto Gustavo Herrera, “De sequías, hambrunas, plagas y "otras
varias y continuas calamidades acaecidas en la jurisdicción de Córdoba” durante el siglo XVIII,”
Cuadernos de Historia. Serie Económica y Social 4 (2001): 131-158; María del Rosario Prieto, R.
Herrera y P. Dussel, “Clima y disponibilidad hídrica en el sur de Bolivia y noroeste de Argentina
entre 1560 y 1710; Los documentos españoles como fuente de datos ambientales,” Bamberger
Geographische Schriften, 15 (1998): 35-56.
444
Esta estrategia, como se verá más adelante, resultó tardía para el caso de la Gobernación de
Chile, si bien -según las fuentes bibliográficas- se aprecia que para la ciudad de Santiago ya existía
desde finales del siglo XVIII, la figura de los pósitos como estrategia adaptativa indirecta frente al
problema de la escasez da sus primeros pasos para su consolidación ya para la segunda mitad del
siglo XVIII; sin embargo, en otros territorios de las colonias de ultramar, como es el caso del
virreinato de la Nueva España, fue una política empleada desde muy temprano en el proceso de
colonización y es, de hecho, el caso emblemático que aparece en las regulaciones jurídicas para
las Indias Occidentales.
445
La compra de trigo en regiones externas al circuito de abastecimiento interno de las ciudades es
una política económica empleada en Europa desde la época Antigua. Con la epidemia del año 412
a. C. se desató una hambruna en Roma por lo que las autoridades se vieron en la necesidad de
crear una comisión para que fuese a las regiones aliadas y comprara el grano (Liv. IV. 52. 7). Una
situación similar se viviño tras la epidemia del año 433 a. C. donde la comisión encargada fue en
búsqueda de trigo en las localidades de Etruria, Cumas, Sicilia y Pontino ya que la amenaza
biológica había afectado la mano de obra del campo (Liv. IV. 25).
210
Huesca y Barbastro, por ejemplo, condujeron a que el Consejo de Castilla
presionara al Banco de San Carlos para que financiara la compra de trigo en
mercados alejados.446
Dentro de los cambios e impulsos que se llevaron a cabo a raíz del ascenso
de los Borbones a la Monarquía española, las obras públicas ocuparon un lugar
importante en sintonía con el contexto ilustrado y modernizador. Para el caso de la
446
Alberola Romá, “Anomalías hidrometeorológicas,” 86.
447
Cf. Alfonso Valdebenito Infante, Evolución jurídica del régimen municipal en Chile (1541-1971)
(Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1973), 184.
448
ANHFV, vol. 217, fj. 33.
211
Gobernación de Chile la Corona desarrolló una política de poblaciones, desde
comienzos del siglo XVIII, junto con un conjunto de medidas pensadas para el
desarrollo de obras, dirigida a concentrar la población dispersa en estancias y
haciendas; estas medidas terminaron por convertirse en un mecanismo de
planificación urbana que no solo se enfocaría en las nuevas fundaciones sino que
se encargaría del mantenimiento y fomento de las que ya existían.449
449
Véase el Auto de la Junta de Poblaciones, disponiendo de medidas para el fomento de las villas
y concediendo privilegios a los vecinos, 12 de mayo de 1745, publicado en Fuentes para la historia
urbana en el Reino de Chile, recop. por Santiago Lorenzo Schiaffino (Santiago de Chile: Academia
Chilena de la Historia, 2004), 105-108.
450
Real Cédula al gobernador de Chile sobre merced que se hace a la ciudad de Santiago de
gozar por doce años de la pregonería de dicha ciudad, San Lorenzo, 13 de mayo de 1589.
BNBMMss, t. 288, pza. 8436, fj. 155. El cobro del pesaje de la balanza en el puerto de Valparaíso
fue solicitado en en muchas ocasiones para la construcción y reparación de obras públicas; no
obstante, debido al estado de ruina generalizada, como ocurrió por el impacto del sismo de 1647
que afectó la ciudad de Santiago, se llegó temporalmente a suprimir su cobro. En la sesión del
cabildo de Santiago del 18 de septiembre de 1648 se acordó no realizar dicho cobro bajo pena de
200 pesos, los cuales serían “…aplicados para la cámara de Su Majestad, la mitad, y la otra mitad
para gastos de obras públicas…”. Sin embargo, se puede apreciar en la misma acta que el
212
Pero el papel más importante en este sentido lo desempeñó el Ramo de
Balanza. El Cabildo de Santiago para 1619 estableció el primer aporte devenido
del peso de la balanza con la finalidad de atender el financiamiento de las obras
públicas en toda su jurisdicción (en ese momento entre la cuenca del río Choapa
al norte hasta la del Maule por el sur). Si bien no fue el Ramo de Balanza
propiamente (al no contar con una sanción de las autoridades monárquicas), en la
práctica se convirtió en una contribución permanente y se destinó principalmente a
la obra de los tajamares451 y paulatinamente se fue utilizando desde la limpieza de
las acequias y las calles hasta la construcción de los puentes (Mapocho y Maipo)
e infraestructuras públicas en general (Cabildo, Cárcel, Palacio del Gobernador,
Real Universidad de San Felipe, Canal San Carlos, entre otras). Se impuso por
acuerdo en sesión del 30 de agosto de 1619 para aumentar los fondos de la
ciudad.452 Sería suprimido luego del sismo de 1647 por Real Cédula del 14 de
febrero,453 y ratificado en sesión del Cabildo del 18 de septiembre de 1648.454
Las inundaciones del Mapocho entre 1650 y 1651 fueron el aliciente para
que el fiscal Juan de Huertas Gutiérrez propusiese que los impuestos de las
mercaderías exportadas al Perú se utilizaran para las reparaciones de los
tajamares por el término de cuatro años. Una propuesta que no fue del agrado de
los mercaderes y que condujo al enfrentamiento judicial entre las partes.455 Ante
tal escenario, los cosecheros de toda la zona de Santiago elevaron las quejas al
rey por dicho cobro, lo que generó que el mismo fuese prohibido por Real Cédula
terremoto se convirtió en una oportunidad para que los comerciantes pudiesen prescindir de este
pago, ya que con anterioridad habían manifestado el descontento por los daños que este impuesto
les ocasionaba, que sus quejas no habían sido tomadas ya que “… que á esta dicha ciudad se le
seguía alguna utilidad por tener la cantidad que por arrendamiento se pudiera dar por el dicho peso
de balanza para suplir alguna parte de las muchas necesidades y gastos forzosos…”, en ACS, vol.
XIII, 302-303.
451
Cf. El cabildo de la ciudad de Santiago de Chile en cumplimiento de un mandato de S.M. el Rey,
da cuenta de los desechos del ramo de balanza, BNBMMss, t. 182, pza. 4030, fjs.
452
Acta de Cabildo, 30 de agosto de 1619, ACS, vol. XXV, 344-345.
453
El cavildo de la ciudad de Santiago de Chile pide lo caussado por el derecho de la balanza para
sus obras publicas, Santiago, 24 de octubre de 1666, AGI, Audiencia de Chile, leg. 27, f. 2v.
454
Acta de Cabildo, 18 de septiembre de 1648, ACS, vol. XXXIII, 302-303.
455
Carta del fiscal de la Real Audiencia de Chile doctor Juan de Huertas Gutiérrez a S.M. el Rey,
Santiago, 20 de mayo de 1651, AGI, Audiencia de Chile, leg. 12, R. 8, N. 93
213
de 22 de diciembre de 1651 y en vista de su desobediencia se despachó otra bajo
el mismo tenor el 24 de agosto de 1653.456
Con la gestión de Felipe IV y por las quejas sobre el estado ruinoso de las
obras públicas de la ciudad (los tajamares y el puente del Maipo, por ejemplo) se
retomó el cobro destinado exclusivamente a las obras públicas, por Real Cédula
del 20 de julio de 1663.457 Tres años más tarde continuaban los inconvenientes
por el ramo de balanza y en esta oportunidad el cabildo insistía en que lo
recaudado por aquel impuesto debía destinarse a su objetivo, los tajamares del
Mapocho, porque de lo contrario, el daño ocasionado por aquella imposición sería
doble y no retribuiría “a la conservación de esta republica.” 458 El 20 de febrero de
1701 sería prorrogado el impuesto por diez años para ser utilizado por la ciudad
de Santiago en las obras públicas, según queda constancia en una Real Cédula
despachada el 10 de junio de 1718.459 A pesar de ello, en 1708 el cabildo de la
ciudad insistía en el desorden que la Real Audiencia presentaba en el manejo de
los fondos de aquel ramo ya que no se utilizaban en beneficio de las obras
456
“Por auto de la Real Audiencia de este Reuno proveido en acuerdo de haciendas se mando
continuar el derecho de la valanza que por ordenansa de el cavildo de esta ciudad se avia
ympuesto en los generos que se navegan y salen de puerto de Valparaiso a razon de un quartillo
por quintal creciendo la ymposicion asta dos Reales y haciendo obligacion lo que antes era
voluntario con pretexto de ocurrir por este medio a la necessidad en que se allava esta ciudad para
poder acudir a las obras publicas y en especial a la fabrica del Tajamar del rio que a ynundado
barias beces la ciudad con daños muy considerables y tenemos siempre ynminente el peligro en
sus avenidas de ynbierno con las llubias y de verano con las nieves que se derriten en la
cordillera,” El cavildo de la ciudad de Santiago de Chile pide lo caussado por el derecho de la
balanza para sus obras publicas, Santiago, 24 de octubre de 1666, AGI, Audiencia de Chile, leg.
27, f. 2v.
457
Véase al respecto, Guarda, Historia urbana del Reino de Chile, 155; De Ramón y Larraín, Los
orígenes de la vida económica chilena, 298.
458
El cavildo de la ciudad de Santiago de Chile pide lo caussado por el derecho de la balanza para
sus obras publicas, Santiago, 24 de octubre de 1666, AGI, Audiencia de Chile, leg. 27.
459
Real Cédula sobre forma de cobrar y distribuir el producto de balanza, 10 de junio de 1718,
ANHCG, vol. 721, pza. 53, fj. 203v. El año anterior el gobernador de Chile interesado en conducir
las aguas de Ramón hacia la ciudad de Santiago planteó que contribuyesen los vecinos más
acomodados, según sus posibilidades, así como las autoridades eclesiásticas y las religiones, y
que lo que faltara se podía sacar del ramo de Balanza. Cf. Relación que el doctor don Joseph de
Santiago Concha oidor de la Real Audiencia de Lima hace al Excelentisimo Señor don Gabriel
Cano de Aponte, Governador y Capitán General de este Reyno de Chile y Pressidente de su Real
Audiencia del Estado del Reino y tiempo que la ha governado, Concepción, 15 de diciembre de
1717, AGI, Audiencia de Chile, leg. 92, f. 25r.
214
públicas y sí en el de aquella institución monárquica;460 el monarca insistiría en
este punto para 1748, en medio de un cruento invierno que presionó, sin duda, los
recursos para las reparaciones por las avenidas del río.461 Otras reales cédulas
vinculadas con el tema se promulgaron el 18 de diciembre de 1721, el 12 de julio
de 1739462 y el 11 de julio de 1767.463
460
Carta del cabildo de la ciudad de Santiago de Chile a S. M. El Rey, Santiago, 15 de octubre de
1708, BNBMMss, t. 173, pza. 3681, fj. 266.
461
Real Cedula dirigida a la Junta del Ramo de Balanza, sobre que no permitan que el producto de
este ramo destinados a las Obras Públicas y a la Universidad, lo inviertan los Gobernadores en
reparar sus casas o cambiarlas a su arbitrio, Buen Retiro, 19 de junio de 1748, BNBMMss, t. 291,
pza. 8719, fjs. 287-288.
462
Real Cédula dirigida al Presidente y demás Ministros de la Junta del Ramo de Balanza de la
ciudad de Santiago de Chile, sobre que el valor de este Ramo se aplique a la fábrica y reparos de
obras públicas de la ciudad, Buen Retiro, 12 de Julio de 1739, BNBMMss, t. 291, pza. 8702, fj. 195.
463
Real Cédula dirigida a don Antonio Guill y Gonzaga, gobernador de Chile y presidente de la
Real Audiencia de Santiago, para que cuide de la mejor administración del Ramo de Balanza y que
se aplique a los fines a que se ha destinado, Madrid, 11 de julio de 1767, BNBMMss, t. 292, pza.
8820, fjs. 223-224.
464
Acta de Cabildo, 26 de octubre de 1708, en ACS, vol. XLVI, 205.
465
Sobre los recursos utilizados en las preparaciones de diversos actos públicos véase: ANHRA,
vol. 2951, pza. 2; Carta del Cabildo de Santiago al rey, 15 de abril de 1726, AGI, Audiencia de
Chile, leg. 107. Cf. Jaime Valenzuela Márquez, “Proclamando a los reyes en la periferia Entre
contextos locales y proyectos imperiales (Santiago de Chile, siglo XVIII),” Investigaciones sociales
21 (2008): 273.
215
celebrar el nacimiento del príncipe a partir de los Propios, fiesta real obligatoria,
por lo que se le solicitaba al Procurador que elevase una petición a la Real
Audiencia de 500 pesos del fondo de Balanza destinado a este fin.466
466
Acta de Cabildo, 13 de noviembre de 1708, en ACS, vol. XLVI, 208.
467
Acta de Cabildo, 18 de octubre de 1718, en ACS, vol. L, 208; Acta de Cabildo, 14 de agosto de
1722, en ACS, vol. L, 390; Acta de Cabildo, 25 de septiembre de 1722, en ACS, vol. L, 399.
468
Acta de Cabildo, 4 de mayo de 1726, en ACS, vol. LI, 207.
469
El Teniente Coronel don Félix de Berroeta, Presidente interino de la Real Audiencia de Chile
informa a S.M. con testimonio de autos, haber evitado el lodo que impedía el tránsito a la Alameda
216
Además, para atajar los daños ocasionados de diversos fenómenos
naturales también se utilizaron los recursos de la balanza. Como consecuencia del
terremoto de 8 de julio de 1730, en Santiago y Valparaíso los principales edificios,
viviendas particulares, edificios religiosos y graneros se encontraban entre
escombros. La Real Audiencia y la casa del Cabildo acordaron que se librasen
4000 pesos del ramo de balanza, y otros 4500 pesos para las reparaciones de los
edificios de las distintas religiones afectadas.470
y dándole mayor extensión sin costo del ramo de balanza, mediante el arbitrio que refiere,
BNBMMss, t. 191, pza. 4391, fj. 102.
470
Acta de Cabildo, 19 de julio de 1730, en ACS, vol. LII, 66.
471
Acta de Cabildo, 27 de octubre de 1730, en ACS, vol. LII, 82.
217
la Junta de este impuesto decidió permitir que el ayuntamiento siguiese
beneficiándose del ramo para la reconstrucción de la ciudad tras el sismo de
1730.472
Si bien el ramo de balanza fue el principal fondo para cubrir los gastos de
las obras públicas, no siempre resultó suficiente, según las constantes quejas de
la ciudad.474 Así, en el mismo contexto emergió la necesidad de aumentar los
arbitrios. El gobernador Ambrosio O’Higgins, tras solicitar razones sobre los
Propios y Arbitrios de Santiago, en cumplimiento del artículo 24º de la Ordenanza
de Intendentes del Virreinato del Río de la Plata de 1782, indicó que las rentas de
la ciudad no alcanzan para cubrir los costos de las obras públicas que necesita la
ciudad ni “…otros fines de común utilidad que es indispensable hacer…”475, las
cuales alcanzarían alrededor de los 200 mil pesos. Por este motivo, y de acuerdo
con lo estipulado por el artículo 42º de la nombrada Ordenanza,476 el cabildo debía
472
Acta de Cabildo, 14 de octubre de 1733, en ACS, vol. LII, 189.
473
Acta de Cabildo, 15 de octubre de 1736, en ACS, vol. LIII, 50.
474
José de Gálvez al presidente de Chile sobre el estado de los ramos de Balanza y Propios,
Aranjuez, 26 de junio de 1778, ANHCG, vol. 798, pza. 34, f. 182.
475
El Presidente de Chile avisa haberse establecido por seis años un corto derecho sobre la yerba
de Paraguay y el azúcar de Lima, a fin de costear la obra de tajamares y otras indispensables
necesidades públicas de Santiago, Santiago, 8 de noviembre de 1788. BNBMMss, t. 205, pza.
5078, fj. 54.
476
“Sin embargo de que haya expirado el tiempo de las concesiones de algunos Arbitrios, podrá la
Junta Superior de Hacienda, con justas causas, permitir su continuación; y también lo hará en los
establecidos por consentimiento comun, estando los Pueblos bien hallados con ellos, ó precisados
á tolerarlos por falta de Propios: bien que en estas circunstancias de faltarles dotación para cubrir
sus obligaciones, deben aquéllos representarlo i la misma Junta Superior por medio del Intendente
de su Provincia, y proponer el arbitrio que sea menos gravoso á sus Vecinos, con el fin de que,
examinada la necesidad, se acuerde su concesión; y en qualquiera de los dos casos hará la Junta
poner interinamente en práctica lo que determine, dándome cuenta por la Via reservada de Indias
para que recaiga mi aprobacion, ó resuelva lo que fuese mas de mi soberano agrado.” Real
218
establecer nuevos arbitrios.
ordenanza para el establecimiento é instruccion de intendentes de exército y provincia en el
virreinato de Buenos Aires (Madrid: Imprenta Real, 1782), 44-45
477
Expediente de la Junta Superior de Real Hacienda, Santiago, 8 de octubre de 1788, ANHCG,
vol. 889, pza. 8, fj. 63.
478
Esta discusión también se había presentado años antes. Para 1754 el Procurador General
propuso que se designara una persona para que gestionara en Lima lo necesario para que del
ramo de vacantes se reintegrara lo adeudado al ramo de balanza por concepto de manutención
anual de la Casa de Recogidas. Para 1808 se tiene constancia de que todavía se continuaba
sacando 2000 pesos anuales por concepto de mantención de la Casa de Recogidas. Acta de
Cabildo, 17 de septiembre de 1754, ACS, vol. LV, 120; Acta de Cabildo, 22 de marzo de 1808,
ACS, vol. LIX, 195.
479
Auto de aprovazion de O’Higgins, Santiago, 16 de octubre de 1788, ANHCG, vol. 889, pza. 8, fj.
67.
219
zurrón de yerba del Paraguay y de azúcar de Lima por un período de seis años. La
iniciativa encontró resistencia entre los comerciantes convocados por el
gobernador en junta por inconvenientes, no obstante, “… en la superior de real
hacienda donde se consideró circunspectamente la materia precedido dictamen
del fiscal de esta Real Audiencia se resolvió ultimamente poner en ejecucion el
nuevo arbitrio…”.480 En la misma comunicación, Ambrosio O’Higgins insiste en que
el gravamen es justo porque va destinado principalmente a las obras de los
tajamares y además es un monto moderado “…de un real por en cada arroba de
las siete u ocho que pesan los zurrones”481 Cuya cantidad se vende en cuatro
pesos aproximadamente. Los productos del ramo pasarían a “denominarse de
tajamares” 482 Para el momento en que estuvo el botánico Peregrinus Haenke
daba cuenta entre los ingresos de la ciudad de Santiago este arbitrio.483
480
El Presidente de Chile avisa haberse establecido por seis años un corto derecho sobre la yerba
de Paraguay y el azúcar de Lima, a fin de costear la obra de tajamares y otras indispensables
necesidades públicas de Santiago, Santiago, 8 de noviembre de 1788. BNBMMss, t. 205, pza.
5078, fj. 55.
481
Ibídem, fj. 55.
482
Auto de aprovazion de O’Higgins, Santiago, 16 de octubre de 1788, ANHCG, vol. 889, pza. 8, fj.
67; Juan de Oyarzabal, Razón de los derechos y demás gratificaciones que satisfacen el comercio
de España y el interior de puerto a puerto en Chile, formado por la Contaduría Mayor de Cuentas,
en vista de las razones presentadas por los administradores de alcabalas y otros empleados, en
cumplimiento de lo ordenado por la Superintendencia Subdelegada de Real Hacienda, Santiago,
20 de octubre de 1790, BNMM, t. 206, pza. 5144 (a), fj. 41r.
483
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 97.
484
Real Orden, se aprueba la instauración del juzgado de balanza de la ciudad de Concepción, 4
de agosto de 1789, ANHCG, vol. 738, pza. 77, ff. 158-159.
485
Cf. Juan de Oyarzabal, Razón de los derechos y demás gratificaciones que satisfacen el
comercio de España y el interior de puerto a puerto en Chile, formado por la Contaduría Mayor de
Cuentas, en vista de las razones presentadas por los administradores de alcabalas y otros
empleados, en cumplimiento de lo ordenado por la Superintendencia Subdelegada de Real
Hacienda, Santiago, 20 de octubre de 1790, BNBMMss, t. 206, pza. 5144 (a), fjs. 40v-41r.
220
funcionando en esa región.486
486
Real Cedula en que manda que el ramo de la Balanza no se administre los Propios de la
ciudad, 21 de abril de 1802, AASFG, vol. 3, pza. 12, f. 32.
487
Alicia Cámara, “Introducción. Esos desconocidos ingenieros,” a Los ingenieros militares de la
Monarquía Hispánica en los siglos XVII y XVIII, coord. por Alicia Cámara (España: Ministerio de
Defensa, Asociación Española de Amigos de los Castillos, Centro de Estudios Europa Hispánica):
14
488
Horacio Capel, Joan Eugeni Sánchez y Omar Moncada, De palas a minerva. La formación
científica y la estructura institucional de los ingenieros militares en el siglo XVIII (Barcelona-Madrid:
SERBAL-CSIC, 1988), 14-15.
489
Capel, Sánchez y Moncada, De palas a minerva, 17-18.
221
En el contexto de la Guerra de Sucesión (1701-1713), el Secretario del
despacho de Guerra Marqués de Bédmar propuso a Felipe V organizar el cuerpo
de ingenieros con la ayuda de Jorge Próspero de Verboom quien llegó a España
en 1709 y fue nombrado el 13 de enero de 1710 Ingeniero General de los
Ejércitos, Plazas y fortificaciones de todos los Reinos, Provincias y Estados y
Cuartel Maestre General de todos los Ejércitos.490 Una serie de epístolas entre
ambos, fechadas en julio de 1710, muestra cómo se iba formando el incipiente
cuerpo de ingenieros.491 Su apertura oficial sería en abril de 1711.492
490
El decreto se localiza en Aparici LIV docs. 6046 y 6047, reproducido por Varela y Limia en
Resumen Histórico del Arma de ingenieros, Memorial de Ingenieros, I (1846): 150 y ss. El título de
cuartel maestre aparece en Aparici LIV, docs. 6048, 6049. Cf. Capel, Sánchez y Moncada, De
palas a minerva, 19-20.
491
En carta del 4 de julio de 1710 Verboom le propone al marqués de Bedmar la formación del
cuerpo de ingenieros tomando como base aquellos ingenieros que venían de Flandes y entre los
que se encontraban Kosé Galloso, Alejandro de Rez, Santiago Alberto Goffau, etc. De acuerdo
con la propuesta, el marques despachó dos cartas el 27 de julio de ese año dando cuenta de la
organización del cuerpo. Véase Capel, Sánchez y Moncada, De palas a minerva, 22.
492
Entre 1711 y 1803 se contabilizaron un total de 780 ingenieros pertenecientes a esta institución
en España. Véase Ramón Gutiérrez, “Ingenieros militares en Sudamérica. Siglo XVIII,” IV
Congreso de Castellología, Madrid 7, 8 y 9 (2012): 230.
493
Ordenanza de 4 de Julio de 1718 para el establecimiento é instruccion de Intendentes, y para
Tesorero General, Pagadores y Contadores de los Ejercitos y Provincias (Madrid: Juan de Ariztia,
1720).
494
Véase Capel, Sánchez y Moncada, De palas a minerva, 34
495
Ibídem, 37
222
Ingenieros en 1777, dividido en tres ramos, a saber: plazas y fortificaciones del
Reino; academias militares y caminos puentes, arquitectura civil, canales de riego
y; navegación.496 Pero ya con la gestión del Marqués de la Ensenada se fortaleció
el interés por la infraestructura y así, para 1753 se reanudó la construcción del
Canal de Castilla, se fundaron pósitos y se establecieron los Montes de Piedad,497
por ejemplo.
496
Real Orden organizando el cuerpo de Ingenieros militares, San Idelfonso, 12 sept. 1777, en
Colección de Reales decretos, Cédulas y Pragmáticas, desde 1641 hasta el presente
[Manuscritos], 1780, ff. 57-58 v. MSS/13302 Disponible en:
http://bdh.bne.es/bnesearch/CompleteSearch.do?field=todos&text=cuerpo+de+ingenieros+militares
&showYearItems=&exact=on&textH=&advanced=false&completeText=&pageSize=1&pageSizeAbr
v=30&pageNumber=6. Por ejemplo, el Ingeniero General Verboom, una vez que concluyó las
campañas de Sicilia en marzo de 1721, emprendió un viaje de reconocimiento, en medio del cual
también contribuyó en algunos proyectos de obras públicas que se estaban desarrollando. En el
trayecto hacia Málaga examinó los embalses de Alicante y hacia octubre en tierras murcianas y
granadinas realizó un reconocimiento del proyecto del canal para la conducción de las aguas del
Castril y el Guardal a Lorca. Durante el año que estuvo trabajando con los obras de fortificación y
muelles de Málaga también diseñó un proyecto de abastecimiento de agua a aquella ciudad. Cf.
Capel, Sánchez y Moncada, De palas a minerva, 38-39; José Omar Moncada Maya, “La
Cartografía Española en America durante el siglo XVIII: La actuación de los Ingenieros Militares,”
Navigator 14 (2011): 26.
497
Eran entidades benéficas que garantizaban préstamos sin intereses. Para el caso de
Hispanoamérica, el primer Sacro y Real Monte de Piedad de Ánimas que se creó fue el de Nueva
España entre 1773 y 1774, y queda constancia por medio de Real Cédula del 2 de junio de 1774,
comenzó a funcionar para 1775. En Lima se aprobaría para 1782. J. M. Villela, El Monte de
Piedad. 1775-1877 (México: Imprenta de Jens y Zapiain, 1877), 6; Manuel Atanasio Fuentes,
Estadística general de Lima (Lima: Tip. Nacional de M. N. Corpancho, por J. H . del Campo, 1858),
329. Esperanza Cabrera Siles y Patricia Escandón, Historia Del Nacional Monte de Piedad, 1775-
1993 (México: Nacional Monte de Piedad, 1993), 27-28; Jorge Alberto Suárez, “Breve historia de
los montes de piedad en Argentina y Latinoamérica,” Pignus. Revista Internacional de Crédito
Prendario 21 (2004), 3-7.
498
223
diseño, dirección y ejecución de obras militares y civiles fueron sus tareas
principales; no obstante, puesto que la Corona necesitaba resguardar la fuente de
materia prima de su imperio, los ingenieros militares tenían una labor prioritaria en
el ámbito militar y defensivo a través de la ejecución de las fortificaciones de los
lugares importantes para la monarquía. Es por ello que en el reparto de este
cuerpo a lo largo del siglo XVIII en la América hispana se nota una mayor
presencia en aquellos espacios geoestratégicos para la Corona, y enfocados en
ámbitos específicos, entre ellos el agua por ser un factor primario para el
desarrollo de la agricultura.
224
(1771)
Nicolás de Abos- Fuerte de Purén Proyección del
Padilla Espinoza Fuerte de Yumbel proyecto de trasvase
de Los Monteros Fuerte de Tucapel de las aguas de
(1710-1763) Maipo con mapa
Juan Garland Castillos del sistema de Planos del palacio del 1762
fuertes de Valdivia Cabildo de Santiago
Emplazamiento y
trazado de la ciudad
de Concepción
Iglesia Mayor de
Valdivia
Remodelación de los
tajamares del
Mapocho (1765)
Dirección del
mejoramiento del
camino entre
Santiago y Mendoza
Participación en el
diseño del Puente
Cal y Canto
Reales Fábricas de la
Isla de Valenzuela
(1765)
Segunda fábrica de
ladrillos en el Castillo
de Niebla (1766)
Leandro Badarán Fuertes en la Araucanía Proyección del
Monasterio de las
Trinitarias, el Hospital
Real, el palacio y el
cabildo de
Concepción
Plano del palacio de
la Real Audiencia
(1780)
Mapa de la dirección
del río Mapocho
225
(1783)
Ambrosio Proyecto para la
O’Higgins construcción de casas-
fuerte que abarcarían
desde Tierra Magallánica
hasta Perú
Gobernador de Chile
Juan Mackenna Gobernador de Osorno Inspección del 1797
O’Reilly camino entre
Santiago y
Valparaíso
Construcción del
camino de Osorno a
Chiloé
Creación de
curtiembres y molinos
en Osorno
Manuel Olaguer Plano Casa misional
Feliú, de Valdivia (1801)
Plano de un hospital
proyectado para la
plaza de Valdivia
(1797)
Joaquín del Pino Gobernador de Chile
Miguel de Atero Canal de San Carlos 1803
Elaboración propia. Fuentes manuscritas: ANHCG, vol. 574, ff. 1-9v; ANHFV, vol.
95, ff. 44-47; AGI, Audiencia de Chile, legajos. 434 y 319. Fuentes impresas:
Lázaro de Ribera, “Discurso que hace el alferez don Lázaro de Ribera, injeniero
delineador, sobre la Provincia de Chiloé por orden del Supremo Gobierno de Lima,
desde esta misma ciudad en agosto de 1782,” en Cinco relaciones Jeográficas e
226
Hidrográficas que interesan a Chile, ed. por N. Anrique (Santiago de Chile:
Imprenta Elseviriana, 1897), 28. Fuentes bibliográficas: Juan Luis Ossa Santa
Cruz, “La criollización de un ejército periférico, Chile, 1768-1810,” Historia 43
(2010): 413-448; Ramiro Lagos Altamirano, “Cartografía colonial de Osorno: la
obra del superintendente Juan Mackenna O’Reilly,” Espacio Regional Revista de
Estudios Sociales 2, no. 12 (2015): 36. María Carmen Navarro Abrines, “Los
ingenieros militares del virrey Amat: un apunte biográfico,” en Ciencia, vida y
espacio en Iberoamérica, vol. II, coord. por José Luis Peset, 55-72 (Madrid: CSIC,
1989).
227
se circunscribió a los territorios de la península sino que se hizo extensiva a todos
los territorios del imperio. En Hispanoamérica también se llevaron a cabo
importantes obras hidráulicas como el Canal San Carlos en Santiago de Chile, el
Canal de la Bocachica en Cartagenas de Indias, el Canal de Guanajuato y el
desagüe de México. A pesar de ello, no siempre estos ingenieros estuvieron en
todas las etapas constructivas de la obra y también se enfrentaron con un choque
institucional, especialmente en cuanto a los sueldos: la Real Hacienda no estaba
de acuerdo en pagarle a los ingenieros destinados a la construcción de obras
503
públicas o de aquellas obras de particulares. Esto confirma el papel
desventajoso que muchas veces tenía la figura de este funcionario.
503
Moncada Maya, “La Cartografía Española en America durante el siglo XVIII,” 27.
504
Véase ANHCG, 30 de diciembre de 1782, vol. 731, pza. 141, ff. 281-282.
228
en 1767; y Omoa, en Honduras para 1769.505
Este empuje que tuvieron los ingenieros militares en el siglo XVIII, gracias a
la implantación de los ideales ilustrados y su participación decisiva en las obras
públicas del imperio, terminó por convertirlos en un instrumento burocrático.506
505
Gutiérrez, “Ingenieros militares en Sudamérica. Siglo XVIII,” 233.
506
Cf. Jaime Valenzuela Márquez, “La militarización de las celebraciones públicas en el Chile de
los borbones y la Independencia,” Revista Complutense de Historia de América 37 (2011): 175.
507
Acta de Cabildo,17 de enero de 1708, en ACS, vol. XLVI, 153.
229
esta nueva solicitud, el Gobernador y Capitán General y Presidente de la Real
Audiencia, don Francisco Ibánez de Peralta, señaló que la obra de la mencionada
pila debía comenzarse y que era necesario que el agua corriese con prontitud
trayendo la del río por la antigua cañería, reparando lo que fuese necesario para
su buen funcionamiento, reforzándola con cal y ladrillos, como también las
arquitas; en tanto, las obras para una nueva pila y alberca debían suspenderse.
Se mandó a librar del Ramo de Balanza un total de 1500 pesos.508
508
Acta de Cabildo, 27 de enero de 1708, en ACS, vol. XLVI, 157.
509
Acta de Cabildo, 27 de septiembre de 1726, en ACS, vol. LI, 233-234.
230
religioso y algunas disposiciones de las autoridades municipales.510 Por ejemplo,
el alguacil mayor, el capitán don Cristóbal Dongo, en la sesión del cabildo de
Santiago reunido el 29 de octubre de 1706, presentó la problemática de la escasez
de agua para consumo que se sufría en el recinto carcelario y propuso que se
abriese un pozo en el patio de la cárcel cubriendo él mismo los gastos; pidió que el
Procurador General presentara el proyecto a la Real Audiencia.511 Así, en estos
casos o en los hospitales como el caso del Hospital para mujeres San Francisco
de Borja (1777) se abrió un pozo en el centro de uno de los patios.
Por otro lado, las características del valle de Santiago, localizado entre los
ríos Mapocho y Maipo, hacían difícil la obtención de agua que permitiese
transformar la aridez del secano en suelos adecuados para todo tipo de cultivo.
La conducción de las aguas del Maipo al Mapocho fue una de las tentativas de
mayor envergadura para subsanar el problema de la escasez hídrica, pero, a la
vez inconcluso, y las discusiones solo se reanudaban cuando ocurrían las
prolongadas sequías.
231
a raíz de la sequía que se experimentaba y la disminución del caudal del río
Mapocho muchas de las haciendas no estaban produciendo ya que no disponían
del recurso hídrico:
… atento a que las aguas del río de esta ciudad, con que se fecundan y
riegan las tierras de ella, se han minorado en estos años en tal manera
que muchas haciendas casi son inútiles por lo que carecen de ellas, y
que no se esperan mejores tiempos, y que para el alivio de esta ciudad
y sus vecinos se pudieran traer las aguas del río Maipo, con las cuales
se pudieran fertilizar muchas tierras, de donde resultaría gran útil a los
vecinos, y acrecentamiento de propios de esta ciudad, por las muchas
demasías que tiene en las campañas de dicho río de Maipo, estériles,
por cuyo motivo no hay persona a quien poderle vender, y este
inconveniente cesará si consiguiese esta propuesta…514
514
Acta de Cabildo, 5 de noviembre de 1717, en ACS, vol. L, 162.
515
Acta de Cabildo, 27 de abril de 1725, en ACS, vol. LI, 145.
516
Acta de Cabildo, 18 de mayo de 1725, en ACS, vol. LI, 148.
232
De manera que el financiamiento fue una de las principales barreras para
que no se concretara el proyecto; para el año de 1726 se propuso la realización de
cabildos abiertos para animar a los vecinos y moradores a colaborar con el
trasvase. 517 Para junio de ese año se celebró un cabildo abierto en el que se
insistió en los inconvenientes que ocasionaba la escasez de agua del río Mapocho
y de lo perjudicial que resultaba para la salud, por lo que se aupaba la conducción
de las aguas del Maipo por los llanos de Tango. Los asistentes concurrieron con la
cantidad que podían.518
517
Acta de Cabildo, 4 de mayo de 1726, en ACS, vol. LI, 207.
518
Acta de Cabildo, 19 de junio de 1726, en ACS, vol. LI, 218-219.
519
Acta de Cabildo extraordinario, 7 de mayo de 1726, ACS, vol. LI, 208. De esta manera, el
cabildo en sesión siguiente acordó: “Habiendo considerado lo conveniente que es así para la salud
como para el aumento de las haciendas de cada individuo y de la ciudad, unánimes y conformes
fueron de parecer se saque el agua referida y que para ello se pongan los medios que fueren
necesarios…” Acta de Cabildo, 8 de mayo de 1726, ACS, vol. LI, 209.
520
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1726, ACS, vol. LI, 226.
233
Así, el interés de estos primeros intentos de trasvase era aumentar el
caudal del Mapocho para que se pudiese mejorar la calidad del agua (pues se
consideraba que las del otro río no eran adecuadas para el consumo humano)521 y
evitar los inconvenientes que se producían al escasear el recurso, especialmente
para las fincas y posesiones de los pagos de Ñuñoa (véase Imagen Nº 13),
Chuchunco (véase Imagen Nº 12) y Renca que eran los que garantizaban el
abasto de la ciudad y sus alrededores. El reconocimiento del lugar lo llevó a cabo
el corregidor Juan de la Cerda junto con el francés Francisco Loriel (destinado al
puerto de Valparaíso), José Gatica, el Padre Guillermo Milet y otros religiosos de
la Compañía de Jesús. Se determinó que el agua se podía sacar por Tango arriba
donde el capitán Juan Antonio Vilches tenía una población para ese momento.522
También el gobernador Gabriel Cano de Aponte reconoció el lugar el 5 de agosto
de ese año de 1726 para evaluar la viabilidad del proyecto acompañado de don
Martín de Recabarren, oidor y alcalde de la Real Audiencia e, igualmente, de los
ingenieros y religiosos que días antes habían realizado la misma labor con el
corregidor.523
521
Ya desde las décadas iniciales del proceso de conquista el recurso hídrico de mejor calidad se
buscaba hacia el oriente de la ciudad. La llegada de Gabriel Cano de Aponte a la Gobernación de
Chile (1717-1733) supuso un salto en el mejoramiento de las condiciones higiénico-sanitarias de
Chile con el impulso que daría a este servicio mediante el desarrollo de obras y mejoras en el
ámbito urbano: aperturas de calles, mejoras de la acequia de la quebrada de Ramón y el aseo
generalizado. Pese a las medidas tomadas, además de las sequías que hubo de enfrentar en ese
período, inevitablemente se presentó una serie de amenazas biológicas. En 1718 y 1724 hubo una
epidemia de disentería; en 1720 un brote de viruela; para 1724 también se presentó la tifoidea.
Estos episodios se combatieron con cuarentenas y con el creciente cuerpo médico de la ciudad;
para este período se avecindaron 12 médicos de distintas nacionalidades, así que es posible que
el médico al que haga referencia el cabildo sea el médico natural de Brest, Juan Daniel
Darrigrande, que arribó en 1714. Así que entre las razones que argumentaron en 1726 para
conducir las aguas del Maipo se encontraba el informe del médico y cirujano de la ciudad, Juan
Daniel, donde se indicaba que las aguas del Mapocho no eran óptimas para la salud “por la
experiencia que tiene de ella y de su malignidad…” Acta de Cabildo extraordinario, 7 de mayo de
1726, en ACS, vol. LI, 208. Cf. Dougnac Rodríguez, Régimen jurídico de las aguas en Chile
durante el siglo XVI, 75; Ricardo Cruz-Coke, Historia de la medicina chilena (Santiago de Chile:
Editorial Andrés Bello, 1995), 182-183.
522
Acta de Cabildo, 27 de julio de 1726, en ACS, vol. LI, 222.
523
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1726, en ACS, vol. LI, 225.
234
Imagen Nº 12. Viña de Juan de Dios Herrera en la Cañada y acequia de
Chuchunco, 1771
235
Imagen Nº 13. Regadío zona de Peñalolén, Macul y Ñuñoa, s/f.
236
cargarla, el que podía en cueros, y aumentarse en cuadrillas, para
extraviar la poca que corría por alguna de las acequias del Pago de
Ñuñoa de que podían temerse muchas desgracias y muertes no
obstante las provincias dadas en precaución de este daño; y que pues
tan notorio y común el que se experimentaba por falta de agua, se
tratase si convenía sacarla del río Maipo por ser muy abundante y de
mejor calidad, y de los medios con que se había de emprender y
costear la obra a cuyo fin propuso lo avanzado que estaba este
negocio, porque como parecía de los autos que había reconocido y
tenían presente, estaba acordada esta misma importancia por acuerdos
celebrados por este Ilustre Cabildo en siete, ocho y nueve de mayo, en
diez y nueve de junio y trece de agosto del año pasado de mil
setecientos y veinte y seis, con ocasión de haberse experimentado en
el, en el antecedente, y subsecuentes la misma calamidad y desgracias
y reconociéndose por el general Don Juan de Dios de a Cerda, siendo
Corregidor de esta Cuidad, la posibilidad de poder sacar agua de dicho
río Maipo como parece del auto y diligencia de el, su fecha veinte y
cinco del mes de julio de dicho año, actuada con asistencia de varios
peritos; y después, por el Excelentísimo señor Don Gabriel Cano de
Aponte, gobernador y Capital General que fue de este Reino, el
expresado día siete de agosto en que asimismo se expresa haber
parecido mas a propósito el paraje de en medio de los tres que se
vinieron.524
Los gastos correrían por cuenta del Ramo de Balanza y se ordenó que la
obra se sacara a pregón y remate.525 En caso de que no hubiese un postor que
cubriera con lo esperado por la ciudad, se encargarían los cabildantes de
seleccionar la persona correspondiente (véasen las imágenes Nos. 14, 15 y 16 ).
524
Acta de Cabildo, 8 de junio de 1742, en ACS, vol. LIV, 39.
525
El pregón –era representativo de la estructura vertical de comunicación del poder institucional
local o imperial.
237
Imagen Nº 14. Proyecto del Canal del Maipo al Mapocho por el padre
Petri, arquitecto de la Compañía de Jesús, 1742.
238
Imagen Nº 15. Segundo proyecto del Canal del Maipo al Mapocho por el
padre Petri, arquitecto de la Compañía de Jesús, 1742
Desde los inicios de esta nueva tentativa, la obra generó inconvenientes por
la ubicación de la bocatoma. Al respecto, el corregidor Juan Francisco de Larraín
solicitaría al gobernador Manso de Velasco que hiciese un nuevo mapa. Para ello,
acudieron al piloto de la Escuadra, el almirante José Pizarro, que se encontraba
en Valparaíso, quien aseguraría, en efecto, que la nombrada bocatoma debería
sacarse más arriba de donde se había planteado y con ese motivo confeccionó un
nuevo plano, conocido como “del Piloto”, el cual describe algunas trazas
alternativas y las dificultades que las mismas podían ocasionar para la empresa de
aprovisionamiento de agua (véase Imagen Nº 17).
239
Imagen Nº 16. Plano del terreno comprendido entre la ciudad de Santiago
y el río Maipo con diversos proyectos para traer agua desde alto rio hasta la
ciudad por José Pizarro, 1742.
240
inspeccionaron la prosecución de la obra; pero el temor generalizado por lo
dilatado de la misma los llevaba a pensar que la obra podría no culminarse, como
ya había sucedido con los tajamares. La solución para evitar este “recelo de su
abandono” fue que, por ley, las obras públicas debían sacarse a remate, y si bien
en un principio no rindió los frutos esperados, una vez que se comprobó la
factibilidad de la obra, otro fue el escenario, pues fueron más los que se animaron
a participar en el remate;528 así que el cabildo consideraba que la medida permitía
asegurar la extracción del agua y calcular el tiempo de duración y costo, dos
variables que despejaban los temores de los vecinos interesados.529
528
La Junta de Remates de Obras Públicas mandó que la ciudad propusiera las condiciones que
solicitaba el Maestre de Campo don José de Ureta para el proyecto de trasvase. Por lo que
acordaron ochos puntos: “1ª Que el ancho de la acequia en su plan debe tener cinco varas
2ª Que haya de tener vara y media de profundidad en la tierra mas baja, y de escarpe media vara
en cada vara de profundidad por cada lado.
3ª Que donde hubiere barracada o ladera se le haya de dar doce varas de estribo, o bien del
natural terreno o formado artificialmente a satisfacción de la ciudad.
4ª Que haya de tener tres desagües, uno del río Maipo, otro de las vertientes que descienden del
Chequencillo y otras de las que bajan de Macul y estero de Ramón, de modo que la ciudad en
tiempo de lluvias no experimenten daño alguno por la abundancia de agua.
5ª Que haya de recibir a tasacion todas las herramientas y demás materiales con que se trabaja
actualmente dicha acequia.
6ª Que haya de consumar la obra haciendo todos los puentes y canoas necesarias para el uso de
los caminos reales y transito de las acequias particulares.
7ª Que la entrada de agua al río de esta ciudad haya de ser de la chacra de los herederos de Don
Pablo Galindo para arriba.
8ª Y la ultima, que sea circunstancia que mejore la postura tanto la minoración del precio como del
tiempo…” Acta de Cabildo, 29 de agosto de 1746, en ACS, vol. LIV, 152-153.
529
Acta de Cabildo, 11 de julio de 1746, en ACS, vol. LIV, 146-147.
241
Pero, la iniciativa fracasó: el lugar escogido para la bocatoma era muy bajo
y con poca pendiente, y el gasto no podía sostenerse, había una escasez
generalizada en la Gobernación de hierro y de cera,530 y las lluvias torrenciales de
1746 destruyeron las obras ya comenzadas.531 A pesar de ello, dos años después
530
“…y el defecto del fierro hará cesar en mucha parte la labor de las minas, beneficio de las
heredades, y no tendrán las nuevas fundaciones de las villas aquel aumento que pide negocio de
tanta de tanta entidad se hará más costosa la importante obra de la acequia de Maipo y padecerá
todo el común…” Acta de Cabildo, 20 de marzo de 1745, en ACS, vol. LIV, 103.
531
“… pero habiendo acaecido el imbierno pasado de 746 una copiosa é intempestiva avenida de
aguas en el expresado Rio de Maypo, que arruinó toda la bocatoma que tenia concluida y cegó
parte de lo trabajado…”, El Presidente de Chile informa a S.M. el Rey de la obra de acequia de
Maipo por motivo de la inundación del río Mapocho, cuyo reparo se ha considerado indispensable
en la fabricación de un Tajamar en que se está trabajando, BNBMMss, Santiago, 6 de octubre de
1748, t. 186, pza. 4226, fjs. 192-193.
242
el Cabildo de Santiago informó que se continuó con el proyecto aunque ya no con
el mismo interés por la inversión perdida; pero con la inundación del 8 de mayo de
1748, y tras la necesidad de construir los tajamares arruinados, la Junta de
Balanza suspendió los recursos destinados para el proyecto de trasvase.532
532
Cf. El Presidente de Chile informa a S.M. el Rey de la obra de acequia de Maipo por motivo de la
inundación del río Mapocho, cuyo reparo se ha considerado indispensable en la fabricación de un
Tajamar en que se está trabajando, BNBMMss, Santiago, 6 de octubre de 1748, t. 186, pza. 4226,
fjs. 192r-195r; Respuesta del señor Fiscal, Santiago de Chile, 12 de marzo de 1765, AGI,
Audiencia de Chile, leg. 319.
533
Acta de Cabildo, 23 de diciembre de 1757, en ACS, vol. LV, 180-81.
534
Acta de Cabildo extraordinario, 23 de octubre de 1758, en ACS, vol. LV, 210-11.
535
Acta de Cabildo,7 de abril de 1758, en ACS, vol. LV, 196.
243
se sacaría a pregón y remate. Además, se pedía el reconocimiento de las tierras
por donde el agua atravesaría y las acequias que la conducirían con sus
respectivos dueños.536
Una vez más, esta obra que resaltaba por ser necesaria para la ciudad y
sus vecinos, fue aplazada por el gobernador de Chile a raíz, según argumentó, de
la incorporación del imperio español en la Guerra de los Siete Años (1754-1763)538
con el fin de preservar los caudales de la Caja de Santiago para contribuir con los
gastos ocasionados por el conflicto.539 Por medio de Real Cédula de 29 de febrero
de 1764540, en contestación a Berroeta, el rey ratificó la suspensión de la obra y
solicitó mayor información relacionada no solo con los gastos sino también de su
utilidad para la población.
536
Acta de Cabildo extraordinario, 23 de octubre de 1758, en ACS, vol. LV, 210-11. Todavía en
marzo del año siguiente el reconocimiento del terreno no se había realizado, según se puede
apreciar en el Acta de Cabildo, 16 de marzo de 1759, en ACS, vol. LVI, 13-14.
537
La Real Audiencia de Chile propone á V. M., en virtud de sus Reales Ordenes, el expediente de
que con los reos de esta capital se facilite la union de las aguas de Maypo con las del rio de esta
ciudad, para él mas abundante riego de las haziendas de sus vecinos, Santiago de Chile, 22 de
marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 1vto.
538
Conflicto internacional desatado a partir del control de Silesia y por la hegemonía en América
del Norte y la India. Supuso el enfrentamiento entre las principales potencias. Por un lado, las
alianzas del Reino de Prusia, de Hánover y Gran Bretaña y sus dominios, y el Reino de Portugal; y
por otro lado, el Reino de Sajonia, Imperio Autríaco, Imperio Ruso, Francia, Suecia y España que
se unió en 1761.
539
El presidente interino don Félix de Berroeta a S. M. el Rey, Santiago, 15 de agosto de 1762,
BNBMMss, t. 191, pza. 4392, fj. 123v.
540
A la Audiencia de Chile para que haga informe tocante al proyecto de sacar el agua del rio
Maypo para beneficio de aquella ciudad. Real Cédula, El Pardo, 29 de febrero de 1764, AGI,
Audiencia de Chile, leg. 319, f. 1rto-2vto.
244
Los recelos de la monarquía frente a este proyecto se sostenían por la
posibilidad que existía de desviar los recursos destinados a otras obras que,
según sus argumentos, consideraban de mayor importancia, entre las que se
encontraban la reparación de los tajamares del Mapocho y la pila de la Plaza
Mayor. Como solución los miembros de la Real Audiencia proponían la utilización
de los presos como mano de obra para llevar a cabo el canal, pues solo se les
debía garantizar la alimentación a través del producto de las Casas de Abasto. El
resultado sería conveniente para evitar el clamor de los vecinos por el
mejoramiento de sus haciendas, y los ejidos de la ciudad se verían beneficiados
igualmente ya que no habían podido ser aprovechados por la escasez de agua. 541
541
La Real Audiencia de Chile propone á V. M., en virtud de sus Reales Ordenes, el expediente de
que con los reos de esta capital se facilite la union de las aguas de Maypo con las del rio de esta
ciudad, para él mas abundante riego de las haziendas de sus vecinos, Santiago de Chile, 22 de
marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 1vto-2rto.
542
Respuesta del señor Fiscal, Santiago de Chile, 12 de marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile,
leg. 319.
245
diligencias fueron motivadas por los períodos de sequías que había
experimentado la ciudad:
246
importe de la misma podría recuperarse a partir de la venta de las tierras que
pertenecen al ejido de la localidad, sin tomar en cuenta las baldías.546
Sin embargo, la postura del obispo de Santiago frente al trasvase fue otra.
Con fecha de 9 de febrero de 1764 se le solicitó al obispo Manuel de Alday y
Aspée que hiciera un informe sobre este proyecto547, Si bien reconoce la utilidad
de la obra y la necesidad de la misma para los años especialmente secos, 548
considera que los fondos tanto de los Propios como del Ramo de Balanza son
insuficientes, y su uso para costear el canal sería en detrimento de obras más
importantes para la capital. Por un lado, argumenta que los propios de la ciudad
apenas alcanzan para las festividades juradas y otros gastos del cabildo. Los
ingresos del Ramo de Balanza, indica en 1765, ascienden a un total de 9500
pesos según datos proporcionados por la misma Junta de Balanza: 2000 pesos
destinados para la mantención de la Casa de Recogidas, 1000 pesos para cubrir
el salario de los ayudantes y 5000 pesos destinados para la Real Universidad.549
El restante disponible, señala el obispo, es para cubrir los gastos del puente
arruinado por una avenida ocurrida hace más de 14 años por ser dicha obra
necesaria para la comunicación entre la ciudad y el arrabal ubicado al otro lado del
Mapocho y el abasto que proviene de esa zona. También menciona el desembolso
546
Respuesta del señor Fiscal, Santiago de Chile, 12 de marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile,
leg. 319.
547
Al Obispo de Santiago de Chile para que haga un informe tocante al proyecto de sacar el agua
del río Maipo para beneficio de aquella ciudad, 29 de febrero de 1764, AASFG, vol. 94, ff. 235-236v
548
“…que el agua del rio de esta ciudad en los años poco lluviosos que suelen ser muy frequentes,
no alcanza para el riego de sus Haciendas, y aun en los que son abundantes de lluvias, si bien en
los primeros meses del verano trahe bastante caudal por la nieve que se derrite en la cordillera
imediata; pero pasados estos, suele escasear de manera que es preciso poner alternativa entre las
haciendas superiores e inferiores o la mesma ciudad, para que logren todos los dias, que se les
destinan, el agua necessaria á su cultivo…” El reverendo obispo de la ciudad de Santiago
cumpliendo con el encargo que se le hizo por Cédula de 29 de febrero de 1764, informa las
dificultades que halla para que por ahora se pueda poner en planta el proyecto de sacar el agua
del rio Maypo, Santiago de Chile, 27 de marzo de 1765, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 1; El
señor Aldai informa al rei sobre las dificultades que encuentra para sacar el agua del río Maipo, 27
de mayo de 1765, AASFG, vol. 4, pza. 34.
549
El rey insistía en 1768 que se atendiese la buena administración del ramo de balanza y que lse
destinasen los montos establecidos para las obras públicas y la universidad. Cf. Real Cédula
dirigida al gobernador de Chile y presiente de la Real Audiencia, Aranjuez, 3 de mayo de 1768,
BNBMMss, t. 292, pza. 8825, fjs. 230-231.
247
que se hacía entonces para la conducción de las aguas de Ramón a la pila de la
ciudad ya que esta agua “…se juzga mas sana, y es ciertamente mas limpia que la
del rio…”550
550
El reverendo obispo de la ciudad de Santiago cumpliendo con el encargo que se le hizo por
Cedula de 29 de febrero de 1764, informa las dificultades que halla para que por ahora se pueda
poner en planta el proyecto de sacar el agua del rio Maypo, Santiago de Chile, 27 de marzo de
1765, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 2v.
551
El Presidente de Chile ynforma á V. M. lo perjudicial que seria el proyecto de sacar del Rio de
Maypo el agua, para que no sufraga el Ramo de Balansa, expresando tienen suficientes aguaslas
hasiendas, y que lo mas necesario que es agua para beber y puente sobre el rio de la ciudad lo
248
De igual manera, señala la exageración sobre el poco caudal del Mapocho.
Por lo contrario, indica que las aguas del río de la ciudad alcanzan para regar las
haciendas y que, incluso, el sobrante de estas ocasiona perjuicios en la misma
ciudad. Permite entrever, además, que las resoluciones tomadas frente a las
aguas de este río presuponen que las mismas son un riesgo para el vecindario:
Por otro lado, el gobernador se centra en las obras que realmente necesitan
celeridad en su culminación y que han estado desatendidas: el agua para beber y
el puente sobre el río de la ciudad que permite la comunicación entre Santiago y la
otra orilla del Mapocho, de donde provienen los bastimentos del Partido de Renca
y donde se encuentran el Convento de la Recoleta Franciscana y el Convento de
la Recoleta Domínica de Santiago y Santo Domingo. Sobre el agua para beber, al
igual que ya otros informes lo habían señalado, vendría de las aguas de
Ramón, 553 a partir de lo cual se propone la construcción de dos fuentes que
queda practicando, ofreciendo dar cuenta a V. M. con autos, Santiago de Chile, 10 de enero de
1766, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 2r.
552
El Presidente de Chile ynforma á V. M. lo perjudicial que seria el proyecto de sacar del Rio de
Maypo el agua, para que no sufraga el Ramo de Balansa, expresando tienen suficientes aguaslas
hasiendas, y que lo mas necesario que es agua para beber y puente sobre el rio de la ciudad lo
queda practicando, ofreciendo dar cuenta a V. M. con autos, Santiago de Chile, 10 de enero de
1766, AGI, Audiencia de Chile, leg. 319, f. 3.
553
“En medio de oir estos lamentoz por la escazes (que no tienen) de agua para regar, me ha
admirado desde mi yngreso el descuido que ha tenido esta ciudad en solicitar otra para bever que
no sea tan dañosa, ni perjudicial como la que usan de este rio, la qual sobre ser únicamente de
derretidas nieves, pasa por terrenos y montañas llenas de alcaparrosa que le hace tomar un color
oscuro y espesarse de tal modo que mucha parte del año es necesario para beverla que se destile
por dos piedras cuia conveniencia solo logran las personas de facultades, pues los demas pobres
la gastan tal qual viene, de que resulta en tales tiempos esperimentarse generales desenterias, y
algunas muertes repentinas que atribuien al agua los medicos.” El Presidente de Chile ynforma á
V. M. lo perjudicial que seria el proyecto de sacar del Rio de Maypo el agua, para que no sufraga el
Ramo de Balansa, expresando tienen suficientes aguaslas hasiendas, y que lo mas necesario que
249
garanticen el abastecimiento equitativo de la ciudad. Una en la plaza y la otra en
La Cañada.
250
de cálculo en las nivelaciones llevaron a su fracaso y a la pérdida de los capitales
invertidos.557 Ya el ingeniero militar Juan Garland, un irlandés que se encontraba
bajo el servicio de la corona española, había indicado que el trazado inicial no era
el adecuado. Además del costo de la obra, los inconvenientes para localizar el
trazado más apropiado conllevaron muchos intentos fallidos. Así, entre 1789 y
1794 señala Thaddaeus Peregrinus Haenke que a esa fecha más de 100 mil
pesos se habían gastado “…en causes malogrados por falta de buena dirección.”
558
557
A pesar de ello, estas obras funcionaron parcialmente y para la década de 1780 todavía
Ugareta se encontraba realizando algunas labores, pero no cubría la cantidad de agua estipulada
en la subasta de 1772, y solo ofrecía entre “dos y tres regadores”, Acta de Cabildo, 9 de marzo de
1781, en ACS, vol. LVII, 195-196. Pero además en este mismo contexto otros labradores, como
Francisco Estay, lograron extraer con éxito una acequia derivada de la proyectada por Ugareta que
les permitió regar sus sementares en la parte alta de Macul. Véase: ANHFV, vol. 265, pza. 21, f.
90r.
558
Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripción del Reyno de Chile (Santiago de Chile: Editorial
Nascimento, 1942), 92
559
Real Cédula dirigida al Gobernador de Chile y Presidente de la Real Audiencia de Santiago,
para que informe si se ha verificad la conducción de agua para beber a aquella capital y la
construcción de puente sobre su rio, El Pardo, 2 de abril de 1778, BNBMMss, t. 293, pza. 8884, fjs.
113-114.
251
para que estudiara el proyecto. A favor también se pronunció el Tribunal de
Consulado a través de una disposición de la Real Cédula de su reciente creación
tenía el fin de fomentar la agricultura por lo que se uniría al clamor público por el
agua del Maipo. El 27 de mayo de 1799 se reunieron el presidente Joaquín del
Pino, el Cabildo de Santiago y el Tribunal de Consulado para debatir sobre el tema
y establecieron que el costo de la obra debía cubrirse con los 8676 pesos que
quedaban del ramo de balanza; que por cada una de las 51 tomas de aguas del
río Mapocho se cobrasen 50 pesos anuales por el tiempo que abarcara la
construcción del canal; y se estableció una contribución que luego se llamaría
cuerambre o peletería560 porque se pagaba en el comercio de pieles de ganado
menor y mayor. 561 De estas gestiones se encargó el ingeniero militar Agustín
Cavallero en conjunto con Joaquín Toesca y el capitán José Vicente. No obstante,
sería para finales de 1799 que Cavallero contó con las condiciones para
emprender el proyecto y se designó a a Martín Calvo Encalada como
superintendente del canal.562
560
“…después de proponerse varios arbitrios, para su costo se situó el derecho en la peletería.
Hallóse que del medio cuero de novillo en que se retobaba el tercio de sebo no abonaba nada el
comercio, y se mandó se pagase dos reales. Que pues los que beneficiaban el ganado vacuno y
ovejuno no pagaban nada por el cuero, que de aquél se pagase un real y de éste un cuartillo”
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo II, 435.
561
Cf. Real orden dirigida al presidente de la Real Audiencia de la ciudad de Santiago, Madrid, 18
de diciembre de 1801, BNBMMss, t, 297, pza. 9278, fjs. 39-40.
562
“Que su dirección habia de ser traer el agua á Mapocho, bien por la parte de la ciudad, para que
desde su confluente fuese el agua de Maipo para las pilas en la ciudad, y las haciendas de allí para
abajo, dejándoles á las haciendas de arriba todo el Mapocho” Pérez García, Historia natural,
militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo II, 435.
563
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo II, 435.
252
celeridad en el proyecto de las aguas de este río, de manera que los cabildantes
solicitaron que se convocara una reunión en el Palacio de las principales
autoridades.564 El gobernador Joaquín del Pino insistía en la urgencia de esta obra
al año siguiente y señalaba que el aumento de la población y de las haciendas
demandaban de una pronta solución porque especialmente en tiempos de
escasez de agua los roces aumentaban y el vecindario entero sufría considerables
daños.565 Para 1801 se aprobaron las gestiones realizadas para poner en marcha
el proyecto de trasvase, según queda dispuesto en la Real Orden del 18 de
diciembre de de ese año.566
El costo total de la obra pagado con cargo al Ramo de Balanza de las Cajas
Reales fue de 2180 pesos. Para este proyecto Cavallero levantó siete planos y
contemplaba un canal de 5 m en la parte inferior, 4 m de profundidad y 1.3 m de
altura, teniendo una pendiente de 23 cm desde la bocatoma cada 83 m. En el
mismo proyecto se señalaba que además se debían construir las defensas de las
bocatomas, un puente acueducto sobre el zanjón el Peral, un puente acueducto
sobre el zanjón de La Aguada y otros tres puentes sobre los caminos que
atravesarían el canal.567
564
Acta de Cabildo, 30 de marzo de 1799, en ACS, vol. LIX, 44.
565
Carta de don Joaquín del Pino a don José Antonio Caballero, Santiago, 16 de septiembre de
1800, BNBMMss, t. 215, pza. 5493, fjs. 73-76.
566
Real Cédula sobre haberse aprobado las diligencias practicadas para la obra de un canal que
conduzca las aguas del Maypo hasta unirse con el Mapocho que riega la capital de Santiago, 18 de
diciembre de 1801, AASFG, vol. 91, ff. 123-136 v.
567
Acta de Cabildo, 7 de noviembre de 1796, en ACS, vol. LIX, 16.
253
Martín Calvo Encalada y fue designado Juan de Dios Vial, como administrador, y
Juan José de Goycolea como director técnico.568
568
Acta de Cabildo, 22 de octubre de 1802, en ACS, vol. LIX.; Acta de Cabildo, 22 de marzo de
1808, en ACS, vol. LIX. Cf. Martín Calvo, Sobre obras del Canal San Carlos, Santiago, 29 de
octubre de 1802, ANHCG, vol. 798, pza. 11, f. 112.
569
Acta de Cabildo, 22 de marzo de 1808, en ACS, vol. LIX, 194-195.
254
414 regadores y vendiendo 100 de éstos sin que hubiese daño de las haciendas o
terrenos inmediatos a la ciudad.
Para ese mismo año, con fecha de 27 de junio, el hacendado Manuel Mena,
quien desde 1804 ejercía ad honorem el cargo de celador de operarios, propuso
terminar lo que faltaba por construir del canal por una suma de 60.000 pesos para
el cauce y 32.000 pesos más para cubrir el resto de obras menores y que él se
comprometía a conducir las aguas del Maipo al Mapocho en un período de 5 años
como administrador o como contratista.570 El cabildo de Santiago en fecha 23 de
julio de ese año aceptó dicha propuesta.571
No hay lugar a dudas de que el Canal San Carlos fue una de las obras
hidráulicas de mayor envergadura para la época colonial en la Capitanía General
de Chile. Y también se tradujo en una de las estrategias más importantes frente a
la escasez de agua. Los motivos argüidos para llevar a cabo su ejecución fueron
varios, pero su impulso desde mediados del siglo XVIII estuvo condicionado por el
ímpetu geoestratégico de los Borbones para desarrollar la agricultura y la gestión
de los recursos naturales, e incluso para mejorar las condiciones sanitarias, y ya
no solo para garantizar el abasto de la ciudad.572
570
Sobre aprobación de la obra del canal del Maipo, Santiago, 31 de marzo de 1806, ANHCG, vol.
662, pza. 1, f. 211.
571
Acta de Cabildo, 23 de julio de 1806, en ACS, vol. LIX, 164.
572
“La apertura de un canal para conducir las aguas del rio Maypó, unirá siete leguas distante de
esta capital hasta el Mapocho, que escasamente la riega, es obra que se ha considerado siempre
la mas necesaria (…) a la poblacion, agricultura, sanidad y hasta la seguridad publica” Carta de
don Joaquín del Pino a don José Antonio Caballero, Santiago, 4 de febrero de 1800, BNBMMss, t.
215, pza. 5486, fj. 1.
255
Pero desde mucho antes que el pináculo de la discusión en torno a las
aguas del Maipo, las aguas de Ramón fueron motivo de no pocos debates frente a
su conducción hasta la pila de la Plaza. En este caso, sin embargo, prevalecía
según la documentación, un interés enfocado en la calidad del recurso hídrico que
se consumía en la ciudad. El cabildo de Santiago en febrero de 1718 sostuvo que
los vecinos de la ciudad se veían perjudicados por lo “pestilencial del agua de la
pila”, ya que el agua que corría estaba “revuelta con puelcura”, lo cual hacía que
no se pudiera ni beber ni usar. Por este motivo comisionaron al procurador en
representación ante la Real Audiencia para solicitar las providencias necesarias
para el costo de la conducción a la pila de la plaza del agua de Ramón. La
solicitud se acompañaría de una explicación del daño que los aquejaba producto
del agua del río y que los médicos debían certificar con juramento sobre dicho
daño “por la mala agua”.573
573
Acta de Cabildo, 26 de febrero de 1718, en ACS, vol. L, 186. Ya desde los primeros intentos en
el siglo XVI de conducir las aguas desde la quebrada de Ramón, el cabildo de la ciudad
consideraba que aquella obra era necesaria para “conservar la salud del comun” especialmente
por lo turbio que corría el agua del Mapocho en el verano; y para finales de 1578 aquella obra se
encontraría funcionando y llegaba hasta el llamado pilar de San Saturnino, ubicado en las
cercanías de la ermita que llevaba el mismo nombre. Acta de Cabildo, 15 de febrero de 1577, en
ACS, vol. XVII; Actas de Cabildo del 31 de enero y 17 de octubre de 1578, en ACS, vol. XVII.
574
Carlos Molina, Informe del médico Carlos Molina sobre sacar agua del río Mapocho, Santiago,
31 de julio de 1718, ANHCG, vol. 929, pza. 19, fj. 106.
256
Ramón, al estimarla “útil para la salud i alivio de todos los vecinos de ella.”575 Lo
interesante de estas discusiones y de la posición de la ciudad es que el procurador
insistía en que el momento más dañino de aquellas aguas ocurría cuando
disminuía el caudal del río. Dicha malignidad no se experimentaba durante las
avenidas en la época de invierno pero sí durante la primavera a causa de la
“polcura”,576 lo cual ocasionaba, incluso, la muerte de los peces de aquel río. En
dicho punto también coincidía el médico Molina. 577 El informe del procurador
Zumeta se acompañó de la certificación del bachiller Diego de Lasevinat578 y los
informes del doctor Ochandiano579 y el bachiller Miguel Jordán Merino,580 todos
ellos dando cuenta de lo dañino de las aguas del río Mapocho y del vínculo que
tenían con las enfermedades que achacaban a los vecinos de la ciudad.
575
Antonio Zumeta, Informe del Procurador de la ciudad sobre las aguas del Mapocho y de Ramón,
1718. Aparece publicado en Benjamín Vicuña Mackenna, Médicos de antaño (Santiago de Chile:
Editorial Francisco de Aguirre, 1974), 217. La primera edición de esta obra es de 1877. También se
puede consultar El procurador general de la ciudad en los autos con el señor fiscal sobre la
distribucion del ramo de Valanza, 1718, BNBMMss, t. 333, pza. 654, fjs. 405-408.
576
Sedimento que arrastra en primavera el Mapocho a raíz de los deshielos cordilleranos. Piwonka,
Las aguas de Santiago, tomo I, 395.
577
“…mala qualidad que consigo trae, de que no se puede desnudar aunque el hinvierno se
desnude de lo turbio de que se biste el verano…” Carlos Molina, Informe del médico Carlos Molina
sobre sacar agua del río Mapocho, Santiago, 31 de julio de 1718, ANHCG, vol. 929, pza. 19, fj.
107r.
578
Certificación del Bachiller Diego de Lasinena sobre el contagio que trae el agua de este río,
Santiago, 29 de julio de 1718, BNBMMss, t. 333, pza. 653, fjs. 403-404.
579
Representación de don Agustín de Ochandiano y Valenzuela en la que se refiere a sus servicios
como médico para revista de las enfermedades más corrientes en este reino y aboga por la
conducción del agua de Ramón, Santiago, 2 de agosto de 1718, BNBMMss, t. 333, pza. 655, fjs.
409-416.
580
Representación del bachiller don Miguel Jordán, manifestando que la causa principal de las
numerosas enfermedades que se padecen en Santiago provienen del agua de las nieves
derretidas que se bebe, y que en su lugar se traiga a la pila la de los puquios o manantiales que
hay inmediatos, BNBMMss, t. 333, pza. 648, fjs. 356-359.
257
bocatoma madre del río Mapocho imposibilitaba que en tiempos de crecidas del
cauce se pudiese extraer el agua del manantial. Por su parte la de Ramón, que ya
se sacaba por zanja abierta para regar las haciendas cercanas, poseía excelentes
cualidades para el consumo y además como ya los franciscanos habían conducido
dicha agua hasta la fuente que se encontraba en el patio de su convento, la zanja,
el acueducto y la caja de agua todavía se conservaban por lo que los gastos
serían menores.581
581
Relación que el doctor don Joseph de Santiago Concha oidor de la Real Audiencia de Lima
hace al Excelentisimo Señor don Gabriel Cano de Aponte, Governador y Capitán General de este
Reyno de Chile y Pressidente de su Real Audiencia del Estado del Reino y tiempo que la ha
governado, Concepción, 15 de diciembre de 1717, AGI, Audiencia de Chile, leg. 92, ff. 23v-26v.
582
Acta de Cabildo, 31 de octubre de 1729, en ACS, vol. LII, 29.
258
Los pósitos583 -de acuerdo con la Recopilación de las Leyes de Indias de
1680- no podían ser despojados de sus mantenimientos por las autoridades
locales y metropolitanas, salvo en aquellos casos en que se presentase una
necesidad urgente y siempre que se pagara su valor, para ser restituidos.584
583
“La casa en que se guarda la cantidad de trigo, que en las Ciudades, Villas y Lugares se tiene
de repuesto y prevención, para usar del en tiempo de necessidad y carestía.” Diccionario de
Autoridades Tomo V (1737) http://web.frl.es/DA.html
584
RI, Libro IV, Título 13, Ley XI.
585
“Han de inquirir el estado de los Pósitos de la Capital y demás Pueblos de sus Provincias donde
se hayan establecido; y si los hallaren desfalcados, ó extinguidos, deberán averiguar las causas, y
proveer que se reintegren, mantengan y administren según sus Ordenanzas; pero si no las
tuviesen, las formarán con arreglo á las Leyes mirando á los fines de su establecimiento bien
explicados en la 11 título 13 libro 4 de la Recopilación de Indias, y las pasarán al Virréi con el
informe que estimen conveniente para que, oyendo sobre ellas el dictamen del Acuerdo de la
Audiencia del territorio, que podrá rectificarlas si lo necesitaren, las apruebe interinamente, y
mande poner en práctica con la misma calidad mientras recaiga mi confirmación á Consulta de mi
Supremo Consejo de las Indias, á cuyo Tribunal las dirigirá para ello el propio Virréi.” Real
ordenanza para el establecimiento é instruccion de intendentes de exército y provincia en el
virreinato de Buenos Aires (Madrid: Imprenta Real, 1782), 70-71.
586
RI, Libro IV, Título 14, Ley XIX. Todo el Título 14 del Libro IV está dedicado a las Alhóndigas en
México, que serviría como modelo del resto de las colonias.
259
“…escasez de agua y esterilidad de las tierras”, por lo que “… no alcanza á
abastecerse de este articulo y padece frequentes penurias.” 587
588
A diferencia de otras regiones hispanoamericanas, la fundación
sistemática de pósitos en la Capitanía General de Chile fue una política que
comenzó a aplicarse en la segunda mitad del XVIII, con una gran acogida por el
gobernador Ambrosio O’Higgins. Según el gobernador, estas infraestructuras:
…no son otra cosa que unos almazenes, o graneros públicos, donde se
mantiene existente un repuesto determinado de trigo, asi para socorrer
con la semilla necesaria a los Pobres labradores que por algun
accidente no lo tengan al tiempo de la siembra, justificando que tienen
el Barvecho hecho, como para que llegando el caso de una carestía, se
venda por menor á un precio moderado conteniendo los excecivos, y
arbitrarios, que en tales circunstancias ponen, ó el monopolio ó los
dueños particulares de este fruto…589
587
Ambrosio O’Higgins, barón de Ballenary. Ordenanza sobre establecimiento de pósito en
Quillota, Copiapó, 22 de diciembre de 1788, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 36r.
588
El pósito y la alhóndiga se crearon en la Nueva España para 1580 y, en armonía con la política
de la monarquía en tiempos de las reformas borbónicas tuvieron un auge para la segunda mitad
del siglo XVIII. Véase: El virrey de Nueva España, marqués de Branciforte, da cuenta de sus
providencias para fomento del importante posito de Mexico y para establecerlos donde fuere
possible, México, 12 de enero de 1796, AGI, Estado, leg. 24, N.11; Enrique Florescano, “El abasto
y la legislación de granos en el siglo XVI,” Historia Mexicana 14, no. 4 (1965): 593.
589
Ambrosio O’Higgins, barón de Ballenary. Ordenanza sobre establecimiento de pósito en
Quillota, Copiapó, 22 de diciembre de 1788, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 35r.
590
Ambrosio O’Higgins, barón de Ballenary. Ordenanza sobre establecimiento de pósito en
Quillota, Copiapó, 22 de diciembre de 1788, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 35v.
260
comercio y tráfico entre el puerto de Valparaíso y de El Callao, las consecuencias
en el abastecimiento de trigo de la ciudad y la subida de los precios. No fue un
debate novedoso, pero en este año se pudo apreciar la existencia de pósitos en la
ciudad porque, tratando de abaratar los costos de la fanega de trigo, el cabildo
solicitó que se publicase por bando que “ninguna persona de esta ciudad vendiese
pan que no fuese masado del trigo del pósito”, y quien osara a violar esta
normativa se arriesgaba a perder el pan. Esto se mantendría hasta que el trigo del
pósito se acabase y una vez sucedido podían vender libremente.591 Para 1725
mediante un reconocimiento del estado del trigo de dicho pósito, se estableció que
el mismo poseía 250 fanegas de buena calidad, si bien presentaba riesgo de que
se infectaran con gorgojos. 592 De este fondo, se le entregó al capitán Juan de
Barros la cantidad de 230 fanegas con la condición que la restituyera en
noviembre y diciembre.593
591
Acta de Cabildo, 22 de diciembre de 1724, en ACS, vol. LI, 128.
592
Acta de Cabildo, 22 de marzo de 1725, en ACS, vol. LI, 143.
593
Acta de Cabildo, 24 de marzo de 1725, en ACS, vol. LI, 143-144.
594
Acta de Cabildo, 25 de octubre de 1726, en ACS, vol. LI, 240.
595
Acta de Cabildo, 29 de agosto de 1733, en ACS, vol. LII, 182.
596
Acta de Cabildo, 17 de julio de 1733, en ACS, vol. LII, 179.
261
encomendó al intendente de Valparaíso que comunicara sobre la porción de trigo
de los navíos cargados vía al Callao para que impidiese, si fuese necesario, la
cantidad requerida para la mantención de la ciudad, porque consideraba el
Cabildo que quizás esas 2000 mil fanegas no iban a suplir toda la demanda.597 La
diligencia encomendada al intendente se hizo y se determinó que quedaban en las
bodegas del puerto la cantidad de 3847 fanegas, ya habiendo sido cargados los
dos navíos que allí se encontraban. La porción era muy poca, tomando en cuenta
que además se esperaban cuatro navíos más que requerían una carga entre las
25 y 26 mil fanegas, por lo que las autoridades necesitaban tomar providencias
para evitar la carestía en la ciudad.598
262
sentido, señala el comerciante que dentro de su política está “… fomentar y aplicar
a todos aquellos labradores que no tienen con que poder sembrar, dándoles no
solo achas, azadas y demas aperos, si tambien las semillas y todo lo que es
nesesario para el costeo de las siembras…”601
601
Carta de don Salvador Mardones sobre ciertos embarazos para el comercio de trigo, Santiago
27 de septiembre de 1781, ANHCG, vol. 2, pza. 3, f. 38. Mardones presentó una querella contra el
teniente de justicia del valle de Colina, don Paulino Álvarez por la compra de trigo que hacía a sus
deudores: “…lo que me susede es que quando ocurro a que me paguen dichos labradores si acaso
por accidente enquentro algun trigo…”.
602
Ambrosio O'Higgins Vallenar, presidente de la Audiencia de Chile, a Antonio Valdés, secretario
de Hacienda de Indias, AGI, Audiencia de chile, leg. 211, N.4, ff. 6-103.
603
Ambrosio O’Higgins al subdelegado y Cavildo de dicha villa, Quillota, 28 de marzo de 1789,
ANHCG, vol. 929, pza. 5, fj. 39r.
604
Ambrosio O’Higgins, barón de Ballenary. Ordenanza sobre establecimiento de pósito en
Quillota, Copiapó, 22 de diciembre de 1788, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 36r.
263
ofreció un aporte de 776 fanegas de trigo.605
605
El Cabildo de Quillota, Quillota, 5 de abril de 1789, ANHCG, vol 929, pza. 5 fj. 40.
606
Licenciado don Blas Suárez a Ambrosio O’Higgins, 6 de mayo de 1792, ANHCG, vol 929, pza. 5
fj. 42r.
264
CAPÍTULO 5
RELIGIOSIDAD Y MECANISMOS SIMBÓLICOS DE
PROTECCIÓN
265
CAPÍTULO 5
RELIGIOSIDAD Y MECANISMOS SIMBÓLICOS DE
PROTECCIÓN
607
Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas, y curiosas, en que (por la mayor parte) se continúa el
designio del Teatro Critico Universal, impugnando, ò reduciendo à dudosas varias opiniones
comunes, Tomo II, (Madrid: Pedro Marin, 1773), 356. La cursiva es nuestra.
608
Esta potestad la adquiría por primera vez a raíz de la bula Ortodascue fidei, promulgada por el
Papa Inocencio VII el 13 de diciembre de 1486 con el fin de que los Reyes Católicos garantizasen
la evangelización de las recién conquistadas Islas Canarias y los territorios en proceso de
reconquista del reino Nazarí de Granada. Posteriormente, en 1493 se expedirían una serie de
documentos que serían conocidos como las Bulas Alejandrinas del Papa Alejandro VI mediante las
cuales se le encargaba a la Corona la evangelización de los nuevos territorios en las Indias
Occidentales. Estas bulas estuvieron conformadas por 4 documentos: 1) el breve apostólico Inter
caetera; 2) la bula menor Inter caetera II; 3) la bula menor Eximiae devotionis sinceritas y; 4) la bula
Dudum siquidem. Con la bula Universalis ecclesiae regiminis de 1508 la perpetuidad se haría
extensiva a las Indias. El patronato universal en los reinos peninsulares solo se obtendría en 1753
a partir de la celebración entre Benedicto XIV y Fernando VI del Concordato. De esta manera se
obtendría en perpetuidad el privilegio de proponer o presentar las personas que serían promovidas
al episcopado en España y las colonias y, asimismo, el derecho de presentación a todos los
266
De esta manera, para la implantación del modelo colonial se consolidó en
las sociedades de las Indias Occidentales la catolicidad609 como mecanismo de
cohesión social, 610 que generaría códigos compartidos acerca de la relación
mantenida entre los distintos grupos humanos y los ecosistemas que habitaban;
dichas normas permitirían, a su vez, que se produjesen y reprodujesen estrategias
de recuperación y control del orden debido a experiencias traumáticas.611
beneficios eclesiásticos. Véase: Ángel Fernández Collado, Historia de la Iglesia en España. Edad
Moderna (Toledo: Instituto Teológico San Ildefonso, 2007), 35; Marina Torres Arce, Inquisición,
regalismo y reformismo borbónico: el Tribunal de la Inquisición de Logroño a finales del Antiguo
Régimen (Santander: Universidad de Cantabria, Fundación Marcelino Botín, 2006), 25; Valenzuela,
Liturgias del poder, 127.
609
La catolicidad se asume, de acuerdo con Francisco José Virtuoso, como “…un modelo global de
relaciones sociales y políticas donde el vínculo entre los componentes de esa sociedad y la
obediencia y sumisión a las autoridades están orientadas por un modo de entender el Catolicismo”,
en La crisis de la Catolicidad en los inicios republicanos de Venezuela (1810-1813) (Caracas:
Universidad Católica Andrés Bello, 2001), 14,
610
Manuel José de Lara Rodenas, indica que, en efecto, el carácter eminentemente institucional de
las rogativas públicas, su carácter masivo y globalizador permiten considerar este tipo de
manifestaciones como elementos que tenían como objetivo la cohesión de la sociedad. Véase
Manuel José de Lara Rodenas “Religión barroca y coyuntura: rogativas públicas en la Huelva del
siglo XVII,” Cuadernos de INICE (1990): 32-33.
611
Cf. Andrea Noria Peña, “La catolicidad en el mundo natural: el pensamiento político de la iglesia
frente a los terremotos de 1812,” Ensayos Históricos 25 (2013): 42.
612
Antonio Luis Cortés Peña señala que si bien las rogativas son una muestra de la manera en que
la población vive la religiosidad, también se corresponden a parte de los mecanismos
institucionales de legitimidad de la Monarquía Española a través de la Iglesia Católica, por lo que
desde el punto de vista antropológico se posicionan como instrumentos de cohesión social que les
permite a las autoridades generar una mayor integración e identificación local. “Entre la religiosidad
popular y la institucional. Las rogativas en la España Moderna”, Hispania. Revista Española de
Historia LV, 191 (1995): 1028-1029.
267
estrategia adaptativa simbólica frente a las amenazas naturales, en general y,
particularmente, a las sequías.
613
Para el año de 474 la provincia del Delfinado fue escenario de diversas amenazas naturales,
incluida la irrupción de un sismo, lo cual llevó a que el obispo Mamerto estableciera una serie de
solemnes y públicas procesiones junto con el inicio de una serie de oraciones y ayuno.
614
Para finales del siglo XVIII, por ejemplo, el visitador Oidor Juan Antonio Mon y Velarde dictó las
Ordenanzas para la ciudad de Antioquia y la villa de Medellín, en las cuales quedaron
reglamentadas las rogativas públicas, donde el cabildo debía acordarlas y pasar oficio a las
autoridades eclesiásticas para fijar el día y realizar la convocatoria. Véase: Emilio Robledo,
Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, Visitador de la provincia de
Antioquia, 1785-1788, (Bogotá́ : Banco de la Republica, 1954), 116-117, 240.
268
coexistiría con la extensión de la fe católica y el celo de territorios conquistados en
su nombre. A los mercedarios se les unirían, en el siglo XVI, los dominicos (en
1552) y los franciscanos (1553). Los domimicos fundan en 1557 el Convento de
Santo Domingo de Santiago bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario y
en 1570, su iglesia en 1570; por su parte, los franciscanos formaron su convento
también para 1557615 e inauguraron la Iglesia de San Francisco para 1594 en las
labores misioneras; los agustinos lo harían para 1595. En 1593 llegarían los
primeros sacerdotes de la Compañía de Jesús, una de las órdenes religiosas más
influyentes en Hispanoamérica, con su política evangelizadora arraigada en las
misiones,616 colegios y conventos, la protección de las comunidades indígenas y
una eficaz expansión cristiana. Además, a través de una intrincada red de
donaciones, limosnas y herencias de que gozaban en general, la estructura
católica les permitió, en particular a los jesuitas, convertirse en los principales
prestamistas, propietarios de tierras y productores agrícolas.
615
Dos años más tarden fundaron otros conventos en Concepción, La Imperial, Angol, Valdivia,
Osorno, Villarrica y Castro.
616
En 1699, por ejemplo, arribaron a Chile 40 jesuitas y 10 franciscanos para conformar la Junta de
Misiones, un organismo que se dedicaría a la evangelización de la Araucanía.
269
capital del Reino de Chile y sus alrededores, funcionando como centro devocional
no solo de la ciudad sino también de los espacios rurales cercanos, como queda
atestiguado en las grandes fiestas anuales.
617
Desde los inicios del proceso de conquista, se construyeron espacios devocionales periféricos
al centro urbano, sede del sistema de poder político, y se capitalizaron (quieres decir que se
integraron a la capital?) aquellos espacios adaptativos periféricos: la capilla de Nuestra Señora de
Montserrate, ubicada al lado del cerro Blanco, hacia el norte de la ciudad, y cedida a los dominicos
en 1576 por el Rodrigo de Quiroga; la capilla de Santa Ana, conformada por el Cabildo en 1587,
hacia el poniente; la de Nuestra Señora del Socorro establecida hacia el sur por Pedro de Valdivia
poco después de la fundación de Santiago; y hacia el oriente se instalaron la capilla de Santa Lucía
y la de San Sartunino en 1577. Cf. Valenzuela, Las liturgias del poder, 73.
270
1678 al monasterio de las Carmelitas. Los jesuitas edificaron el Colegio de San
Pablo y una pequeña iglesia, y para 1686 se construyó en la misma zona la ermita
y beaterío de Santa Rosa de Lima, de la orden dominica, la cual se convertiría en
monasterio en 1754.618
271
naturales y la eficacia simbólica que las mismas ejercían en la sociedad en su
conjunto. En torno a estos referentes concretos, se combatían los peligros al son
de las plegarias, las procesiones y las rogativas.
623
Cf. Rogelio Altez, El desastre de 1812 en Venezuela: sismos, vulnerabilidades y una patria no
tan boba (Caracas: Fundación Polar, Universidad Católica Andrés Bello, 2006), 73.
624
Tomás Straka, La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 1810-1821
(Caracas: Bid &co Editor, 2007), 126, 148.
272
La ocupación de las Indias Occidentales supuso el derecho a gobernar de
acuerdo con la justicia de los Reyes Católicos, los vicarios de Dios en la tierra, y
se concretó en una idea de orden.625 En esta lógica, las causas y los efectos de
todas las eventualidades estaban dadas por Dios. Ahora bien, en el mismo
contexto también coexistieron otras formas de relacionarse con el mundo basadas
en la visión ilustrada del siglo XVIII, de la mano de figuras como Benito Jerónimo
Feijoo (1676-1764),626 José Cadalso (1741-1782) y Pablo de Olavide (1725-1803);
también de la mano de Newton y sus principios físico-matemáticos, del sistema
copernicano y las leyes de Kepler. Circulaban las teorías de Stalh, Davy y
Lavoisier en el área de la química, y los razonamientos de viajeros científicos
como Franklin, Volta, Brisson y Humboldt.627
625
Cf. Carole Leal Curiel, El discurso de la fidelidad. Construcción social del espacio como símbolo
del poder regio (Venezuela, siglo XVIII) (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1990).
626
Feijoo intenta alejarse de las supersticiones y pretende dar cuenta de explicaciones racionales
frente a las causas y efectos de los sismos, por ejemplo. Véase: Cartas eruditas, y curiosas, en que
(por la mayor parte) se continúa el designio del Teatro Critico Universal, impugnando, ò reduciendo
à dudosas varias opiniones comunes, Tomo V, (Madrid, España: Imprenta de Juan de San Martín
1765).
627
Desde mediados del siglo XVIII se conformó en España un movimiento intelectual reaccionario
a estas ideas características de la Ilustración y el Enciclopedismo de la mano de, por ejemplo, Fray
Fernando de Zeballos, el padre Antonio José Rodríguez y Fernández de Valcarce. Cf. Virtuoso, La
crisis de la Catolicidad en los inicios republicanos de Venezuela, 132.
273
Por lo común no tiene inconveniente grave el que se crea un milagro,
que realmente no ha habido; ¿porque qué daño, o perjuicio trae, ni al
particular, ni al Público, ni para Dios, ni para los hombres el que se
piense, que una lluvia, que necesitaban los campos, y por tanto se
solicitó con rogativas, fue milagrosa, aunque meramente procediese de
la ordinaria disposición de las causas naturales? 628
628
Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas, y curiosas, en que (por la mayor parte) se continúa el
designio del Teatro Critico Universal, impugnando, ò reduciendo à dudosas varias opiniones
comunes, Tomo II, (Madrid: Pedro Marin, 1773), 390.
629
Por ello: “Disaster offer a lens through which to view the relationship between the ideological and
the material. Cultural perception of environmental hazards, dramatic events, and mortality tell much
about ideologies of human-earthly and human-supernatural relations" (Oliver-Smith, A. y Hoffman,
S. M., 2002: 11).
630
Juan Carlos Ruiz Guadalajara, “‘Como el santo Job’. Un caso de literatura de prodigios y
calamidades en los territorios hispánicos del siglo XVII,” Desacatos 19 (2005): 162. La relación de
274
presentaba una regularidad y un orden; ya con la cosmología renacentista, la
naturaleza se entiende en su paralelismo con las máquinas y se manifiesta a partir
de propósitos establecidos por un ser inteligente externo a ella.631
los fenómenos naturales como prodigios viene desde la Antigüedad Clásica tanto en la tradición
pagana como la cristiana. Para el caso de los paganos, uno de los trabajos más representativo es
el de Tito Livio. Paulo Orosio, por su parte, como uno de los mayores exponentes del cristianismo
presenta en su obra una ingente cantidad de casos al respecto. Véase Pedro Martínez Cavero,
“Signos y prodigios. Continuidad e inflexión en el pensamiento de Orosio” Antigüedad y
Cristianismo 14 (1997): 83-95.
631
Robert Collingwood, Idea de la naturaleza (México: Fondo de Cultura Económica, 1950), 16.
632
Juan Carlos Ruiz Guadalajara “‘Como el santo Job’. Un caso de literatura de prodigios y
calamidades en los territorios hispánicos del siglo XVII,” Desacatos 19 (2005): 162
633
Juan Carlos Ruiz Guadalajara “‘Como el santo Job’. Un caso de literatura de prodigios y
calamidades en los territorios hispánicos del siglo XVII,” Desacatos 19 (2005): 162
634
La culpabilidad del ser humano, para entonces, no estaba cuestionada. Distintos folletos y
sermones publicados en la Europa moderna permiten consolidar esta idea de la naturaleza propia
de la religión católica, según la cual el ser humano es el responsable de las desgracias vinculadas
con fenómenos naturales extremos. De acuerdo con Dieter Groh, Michael Kempe y Franz
275
Dentro de todo el espectro de posibilidades de manifestaciones religiosas
como mecanismos de protección, nos interesan aquellas vinculadas al amparo de
las amenazas naturales, y específicamente, las de impacto lento como son las
sequías. En este caso, el ritual más utilizado, y que es la base de este capítulo,
son las rogativas públicas que se solicitaban para pedir la protección de una
divinidad frente a las calamidades públicas, ya fuesen en el plano político (como
las guerras, sobre la familia real o el desempeño del rey) o relacionadas con
amenazas naturales (hidrometeorológicas, geomorfológicas o biológicas).
Mauelshagen, dicho modelo de pensamiento se podría corresponder con el antecedente de la
búsqueda actual de las causas antrópicas y el debate moral que se estimula desde los medios de
comunicación. Los autores, para referirse a esta analogía, hacen referencia al término
peccatogenen. Véase: Dieter Groh, Michael Kempe y Franz Mauelshagen, “Einleitung.
Naturkatastrophen-wahrgenommen, gedeutet, dargestellt”, en Naturkatastrophen. Beiträge zu ihrer
Deutung, Wahrnehmung und Darstellung in Text und Bild von der Antike bis ins 20. Jahrhundert,
ed. Dieter Groh, Michael Kempe and Franz Mauelshagen (Tübingen: Gunter Narr Verlag, 2003), 20.
635
Cf. Rolando Mellafe y René Salinas Meza, Sociedad y población rural en la formación de Chile
actual: La Ligua 1700-1850 (Santiago de Chile: Ediciones de la Universidad de Chile, 1988) pp.
221
636
Cf. Virginia García Acosta, “Divinidad y desastres. Interpretaciones, manifestaciones y
respuestas,” Revista de Historia Moderna 35 (2017), 49
637
Ibídem, 49.
638
“It is my duty to call upon you, to give attention to all the warnings which God in his mercy
affords to a finful people: such warning we have had, by two greanthocks p fan Earthquake; a
warning, which seems immediately directed to these great cities, and the neighboorhood of them;
where the violence of the Earthquake was so sensible, tho’ in distant parts hardly felt, that it will be
276
Las amenazas naturales y antropogénicas que afligían fuerte y
constantemente a las sociedades coloniales, como las incursiones de piratas,
pestes e incluso la pobreza de estas sociedades, eran motivadas por el insulto
hacia la Divinidad, según se desprende de la Carta pastoral, exhortativa a la paga
de los diezmos, y primicias dada por el obispo de Santiago de Chile, Fray
Bernardo Carrasco de Saavedra. Por ejemplo, Carrasco de Saavedra afirma que
dicho insulto es uno de los principales motivos por los cuales su obispado se ha
visto amenazado por “…la poca legalidad para con Dios, en la paga de sus
diezmos, i primicias, defraudandole del tributo mas obligatorio, con que todas las
criaturas racionales, i en especial las Católicas Cristianas, manifiestan el
reconocimiento á su Criador”639
Esta lógica de orden era extensiva a todos los territorios que pertenecían a
la Corona española. La Gobernación de Chile no fue un proceso distinto. El
Procurador General de la ciudad de Santiago de Chile, Antonio Gutiérrez de
Espejo, insertó una petición en la sesión del cabildo santiaguino del 30 de julio de
1754 en relación con la recurrente escasez con las que se pretendía “castigar
nuestros excesos” a través de “…las consiguientes resultas de no poder cultivar
las tierras, mortandad de ganados mayores y menores, pestes y otros males…”640
Para septiembre de 1759 se solicitó igualmente una procesión el último día de la
novena a Nuestra Señora de La Merced que se realizaba todos años en el marco
de su festividad. El motivo de la procesión era en primer lugar para rogar por el
cese del brote epidémico que aquejaba a los vecinos de la ciudad y, con ello, por
el beneficio de las lluvias, porque argumentaron que los estragos de las
blindness wilful and inexcusable not to apply to ourselves this strong summons, from God, to
repentance” en “Abstract of the Bp of London’s letter to the Clergy and Inhabitants of London and
Westminster. In on occasion of the late Earthqueake,” The Gentleman’s Magazine 20 (Londres,
marzo de 1750), 123.
639
Fray Bernardo Carrasco de Saavedra, Carta pastoral, exhortativa a la paga de los diezmos, y
primicias, Santiago de Chile, 01 de mayo de 1688. En Sínodos Diocesanos del Arzobispado de
Santiago de Chile celebrados por los Ilustrísimos señores doctor don Frai Bernardo Carrasco
Saavedra i doctor don Manuel de Aldai i Aspee (Nueva York: Eduardo Dunigan i Hermano, 1858),
312.
640
Acta de Cabildo, 30 de julio de 1754, en ACS, vol. LV, 116.
277
enfermedades y el aumento de muertes se debía a “la mucha sequedad del año,
pues totalmente se ha padecido en la estación del invierno una grande escasez de
641
aquellas lluvias regulares.” Las lluvias eran el mecanismo, según los
cabildantes, por el cual la Divina Misericordia fertilizaba aquellos campos y, con
ello, garantiza la salud de sus habitantes, por lo que una ausencia de las mismas
era un castigo divino que mostraba la ira de Dios por los pecados de la sociedad.
641
Acta de Cabildo, 4 de septiembre de 1759, en ACS, vol. LVI, 30.
642
Acta de Cabildo, 16 de mayo de 1742, en ACS, vol. LIV, 36.
643
Antonio Ribeiro Sánchez, Tratado de la conservacion de la salud de los pueblos y
consideraciones sobre los terremotos (Madrid: Joachín de Ibarra Impresor de Cámara de S. M.,
1781), 374. Traducido del portugués por Benito Bails.
644
Rodrigo Zamorano, Cronologia y repertorio de la razon de los tiempos (Sevilla: Imprenta de
Rodrigo de Cabrera, 1594), 261.
278
religiosas. La búsqueda de explicaciones con atisbos de cientificismo ha convivido
con los discursos sacralizadores. En la Antigüedad clásica hay claros ejemplos al
respecto y quizás el más conocido sea Aristóteles, pero será en el siglo XVIII, sin
embargo, que el cuestionamiento a los orígenes providencialistas se generalice.645
645
Virginia García Acosta, “Divinidad y desastres. Interpretaciones, manifestaciones y respuestas,”
Revista de Historia Moderna 35 (2017): 73.
646
En Brasil, por ejemplo, en los albores del siglo XVIII se abrió un juicio en contra de un curandero
llamado Damil, quien amalgamaba una serie de prácticas populares con la devoción ortodoxa. Cf.
Stuart B. Schwartz, Cada uno en su ley: Salvación y tolerancia religiosa en el Atlántico ibérico
(Madrid: Ediciones Akal, 2010), 286-289.
647
“Pero los indios de Chile no solo no reconocieron aquella caterva de dioses celestiales,
terrestres e infernales altos y bajos que otras naciones jentiles en lo cual es justo darles la razon,
como se las damos a aquel Luciano, a quien la ciega jentilidad llamó irrelijioso e impío porque se
reia de la muchedumbre de deidades que adoraba el vulgo incrédulo y supersticioso. Pero más
bárbaro que esto y en todo lo demás, se negaron torpemente a oir las voces de la razon y no
reconocieron con suma ignorancia e ingrato desconocimiento al sumo hacedor y bienhechor
nuestro; y no habiendo entre ellos conocimiento alguno de la divinidad, es consiguiente que no
tuviesen templos, ni sacerdotes, ni culto, ni sacrificios. Reconocian sí algunos jéneros de
superioridad en los pillanes, amigos y enemigos (…).” Miguel de Olivares y González, Historia
militar, civil y sagrada, 50.
279
inundación.”648 El fervor a las wakas (guacas), las ceremonias conducidas por los
llamados “hechiceros” indígenas por los europeos y catalogados como idólatras,
se enfrentaron con la hermética sociedad colonial católica.649 Además, el culto a
las imágenes predominantes del catolicismo, como la de Cristo, la Virgen y la
celebración del Corpus Christi, las Cruces de Mayo y las mismas procesiones, fue
asimilado por las comunidades indígenas creándose “una propia identidad
religiosa católica,” 650 porque, a fin de cuentas, el discurso de expiación y
penitencial de castigo divino encontraba puntos de encuentros con la cosmología
de los pueblos originarios.651
648
Miguel de Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada, 53.
649
Alberto Díaz Araya, Luis Galdames Rosas y Wilson Muñoz Henríquez, “Santos patronos en Los
Andes: imagen, símbolo y ritual en las fiestas religiosas del mundo andino colonial (siglos XVI -
XVIII),” Alpha 35 (2012), 24. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012012000200003
650
Díaz Araya, Galdames Rosas y Muñoz Henríquez, “Santos patronos en Los Andes: imagen,
símbolo y ritual en las fiestas religiosas del mundo andino colonial (siglos XVI - XVIII),” 24.
651
“El huecub es un ente de cuya figura no tienen alguna especie, ni concepto de su ser. Supónese
que no lo discurren espiritual, pues no tienen conocimiento de las sustancias incorpóreas, tienen
de él solamente la aprension que basta para ternerlo. Casi de todas las cosas que les suceden
adversas o dañosas atribuyen su error y su miedo al huecub: el anublarse sus mieses, el secarse
por falta de agua, y el entrarles gusano, u otra semejante plaga, es efecto del huecub; el faltar el
pez en algun lago o rio que ántes lo criaba, es que se lo comió el huecub; el temblar la tierra, es
que se sacudió debajo de ella (…) y en suma todo lo infausto es el huecub.” Miguel de Olivares y
González, Historia militar, civil y sagrada, 51.
652
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda, “Religiosidad y rituales hispanos en América ante los
desastres (siglos xvi-xvii): las procesiones ,” Revista de Historia Moderna 35 (2017): 86
280
mantiene hasta hoy.653
653
“El desconsuelo de la gente fue grande. Los alaridos de las mugeres y niños muchos; pero
quiso su Divina Magestad que tuviessen en este trabajo por alivio un pastor como el doctor don fr.
Gaspar de Villarroel que acudio luego para el consuelo de las almas herido del terremoto a la
chatedral (que la mayor parte della estaba en el suelo, y lo demas amenasando ruina) a sacar el
Santisimo Sacramento a la plaça, con cuyo exemplo nos movimos los religiosos de nuestro padre
Agustin a llevar un Santo crucificado en procesion que fue la prenda que nos quedo, por ser
devotissimo, y parecer impossible que huviesse quedado sin sesion alguna en la plaça donde
estaba, con que se renovaron los clamores y lagrimas con la mayor devosion que se ha visto en
tribulaciones semejantes, no quedo en la ciudad persona desde hedad de siete años que no se
confessase pidiendo a Dios misericordia advertidos de que enviaba Dios este castigo por nuestras
culpas,” Los religiosos de San Agustin. Avisa de la ruina de la ciudad de Santiago, a Su Magestad
Santiago de Chile, 21 de mayo de 1647, AGI, Audiencia de Chile, leg. 27, N.8, fjs. 1432-1433. Una
copia de esta carta se localiza en BNBMMss, t. 139, pza. 2568, fjs. 210-213. La misma aparece
transcrita en: Alfredo Palacios Roa, Fuentes para la historia sísmica de Chile (1570-1906)
(Santiago de Chile: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos-Centro de Investigaciones Diego
Barros Arana, 2016), 61-62.
654
Raymundo Padilla Lozoya, “La estrategia simbólica ante amenazas naturales y desastres entre
España y México,” Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante 35 (2017),
135-36, DOI: 10.14198/RHM2017.35.04.
655
Los oficiales de la real Hacienda de Santiago de Chile dan quenta de un terremoto o temblor
que alla havio y como aquella ciudad, pueblos y estancias de su jurisdicion se arruinaron y el
miserable estado en que queda aquel territorio, Miguel del Lerpa, Santiago, 23 de mayo de 1647,
AGI, Audiencia de Chile, leg. 28.
656
Cf. Onetto, Temblores de tierra en el jardín del Edén, 242.
281
de impacto lento pero de origen biológico como plagas de langostas y brotes
epidémicos. Si bien frente a la presencia de sequías, especialmente aquellas
prolongadas y de mayor intensidad, también se utilizaron fueron casos muy
contados para el siglo XVIII.
657
Pierre Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),”
Historia Mexicana LII, 2 (2002): 361.
658
José Ignacio Gómez Zorraquino, “Los santos patronos y la identidad de las comunidades
locales en la España de los siglos XVI Y XVII,” Revista de historia Jerónimo Zurita 85 (2010): 45-46
282
solicitudes a partir de oraciones de su auxilio.659 Así que con la aprobación del
decreto De invocatione, veneratione et reliquiis sanctorum, et sacris imaginibus,660
en aquella sesión se pretendía desmontar las acusaciones de idolatría de los
protestantes con la afirmación del culto a los santos establecido en la doctrina
católica. 661 El Papa tenía la decisión en sus manos pero los obispos tenían la
obligación de iniciar y controlar aquellos procesos.662
Por ejemplo, a raíz de Trento, tuvo lugar un gran auge el culto a santos
terapeutas de la talla de San Sebastián, San Roque y San Blas y también a
aquellos que podían proteger las cosechas como San Agustín, San Gregorio y
San Pantaleón. Definitivamente, en las elecciones de los santos se materializaban
los miedos y preocupaciones de la población general frente a la enfermedad y la
659
José Ignacio Gómez Zorraquino, “Los santos patronos y la identidad de las comunidades
locales en la España de los siglos XVI Y XVII,” Revista de historia Jerónimo Zurita 85 (2010): 46
660
De la invocación, veneración y reliquias de los santos y de las sagradas imágenes.
661
El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, traducido al idioma castellano por don Ignacio
López de Ayala. Agrégase el texto latino según la edición auténtica de Roma, publicada en 1564,
Cuarta edición. Con privilegio, Madrid, en la imprenta de Ramón Ruiz, MDCCXCVIII
662
Eliseo Serrano Martín, “Santidad y patronazgo en el mundo hispano de la Edad Moderna,”
Estudios Históricos, Historia Moderna 40 (2018): 76-77 DOI:
https://doi.org/10.14201/shhmo201840175123
283
esterilidad.663
Pero los atributos del santo no fueron los únicos motivos para llevar a cabo
su elección. En la época de la conquista los procedimientos favoritos fueron la
asociación entre la fecha del santo y el suceso histórico que coincidía con la fiesta
y el sorteo (mecanismo bastante común y de los más utilizados y aunque con el
pasar de los siglos disminuyó su recurrencia, no desapareció completamente). En
ciudad de México, por ejemplo, para la década de 1720 se dejó al azar en dos
ocasiones decidir qué santo querían. 664
663
Cf. Gómez Zorraquino, “Los santos patronos y la identidad de las comunidades locales en la
España de los siglos XVI Y XVII,” 46; Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México
central (siglos XVI Y XVII),” 363.
664
Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),” 370.
665
Cf. Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),” 371.
Por eso para este momento puede apreciar también un auge de la hagiografía y cambios en este
género literario. También la salida de impresos y sermones se aliaron en la incorporación
hegemónica de aquellos santos como los ideales en el mundo católico. Cf. Gómez Zorraquino,
“Los santos patronos y la identidad de las comunidades locales en la España de los siglos XVI Y
XVII,” 44.
666
Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),” 385.
667
Serrano Martín, “Santidad y patronazgo en el mundo hispano de la Edad Moderna,” 76.
284
especialmente en las regiones periféricas de la metrópoli, si bien en las periféricas
colonias del Nuevo Mundo las medidas tomadas no fueron afectivas hasta
principios del siglo XVIII. La lejanía de aquellos territorios se convertiría en el
principal argumento para el incumplimiento de las disposiciones, pero con el
avance en la navegación y cambios en el manejo del Real Patronato, el argumento
perdió validez.668
285
imágenes devocionales favoritas en las localidades.671 La iniciativa no fue propia
de aquel rey, ya que el Papa Gregorio XIII en 1573 había dispuesto de dicha
advocación, pero con Felipe IV jugó un papel importante en las colonias en
hispanoamericanas. La Real Cédula de 1698 expedida el 23 de abril de ese año
por Carlos II ratificó este patrocinio.672
286
de asistencia obligatoria. Para el siglo XVIII, según la Tabla de Ceremonias y
Etiquetas de 1760, el escenario religioso anual quedaba dispuesto entre fechas de
guarda, de obligación de oír misa, feriados, témporas, para un total de 86 días.676
675
El segundo día de Pascua de navidad; el segundo día de Pascua de resurrección; el primer día
de Pascua del Espiritu Santo; el día de Corpus Christi; el día de la Ascension de Nuestro Señor; el
día de Nuestra Señora de la Victoria; y para el Dulce nombre de María.
676
Enero: Pascua de Reyes (6), San Antonio de Abad (17), San Sebastián (20), Nuestra Señora
de la Paz (24), San Francisco de Sales (29), San Pedro de Nolasco (31). Febrero: Purificación de
Nuestra Señora (2), San Blas (3), San Juan de Mata (8), vigilia (23 o 24), y obligación de oír misa
(24 o 25). Marzo: San Juan de Dios (8), San José (19), San Benito Abad (21), feriado (20) y de
misa de guarda (25). Abril: San Francisco de Paula (2), Patrocinio de San José (23) y San Marcos
Evangelista (25). Mayo: Aparición de San Miguel (8), Memoria del Terremoto de 1647 (13),
Memoria del Terremoto de 1751 (25), obligación de oír misa (1, 3, 15 y 31). Junio: San Noberto
(6), San Bernabé (11), San Antonio (13), San Pedro (29), vigilias (23 y 28) y de guarda (24). Julio:
Visitación de Nuestra Señora (2), Memoria del terremoto de 1730 (8), Nuestra Señora del Carmen
(16), Santa María Magdalena (22), Víspera de Santiago (24), Fiesta de Santiago Apóstol (25), San
Ignacio (31) y obligación de oír misa (26). Agosto: Nuestra Señora de los Ángeles (2), Santo
Domingo (4), Nuestra Señora de las Nieves (5), Transfiguración del Señor (6), Santa Clara-feriado
(12), Asunción de nuestra Señora (15), San Roque-feriado (16), San Bernardo-feriado (20), San
Luis rey de Francia-feriado (25), Santa Rosa-obligación de oír misa (30), vigilias (9, 14 y 23), y
obligación de oír misa (10, 24 y 28). Septiembre: Vísperas de la Natividad de Nuestra Señora (7),
Nuestra Señora de la Merced (24), San Jerónimo (30), de guarda (8), vigilia (20) y obligación de oír
misa (21 y 29). Octubre: Santos Ángeles custodios (2), San Francisco de Asís (4), Nuestra Señora
del Pilar de Zaragosa (12), Santa Teresa de Jesús (15), San Lucas Evangelista (18), feriado (6),
vigilia (27 y 31) y obligación de oír misa (28). Noviembre: De guarda (1), Conmemoración de los
Difuntos (2), Presentación de Nuestra Señora (21), San Saturnino (29), y San Andrés Apóstol (30).
Diciembre: Inmaculada Concepción de María (8), vigilias (20 y 24), de guarda (25), San Esteban
(26), y obligación de oír misa (27, 28 y 31).
677
Mantuvieron su vigencia durante todo el período colonial. Se puede apreciar su influencia en las
menciones que hiciese de ellas el obispo Manuel de Alday en el sínodo de 1763, además de que
las editó junto a su sínodo y al de 1688. La primera edición corresponde a 1691 cuando se anexo
al V Sínodo de Santiago. La segunda edición, y la más conocida, es la nombrada de 1764. La
tercera edición, y la que se utiliza en esta investigación, corresponde a 1858 cuando se publicaría
la versión de 1764 en Nueva York por orden del arzobispo Rafael Valentín Valdivieso, la diferencia
entre estas dos ediciones es el orden de los sínodos y las Consuetas. La cuarta edición sería de
1983 de la mano del Instituto “Francisco Suárez” del CSIC y el Instituto de Historia de la Teología
Española de la Universidad Pontificia de Salamanca y tiene como base la edición de 1858. Véase
Carlos Oviedo Cavada, “Las consuetas de las catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena
de Historia del Derecho 12 (1986): 143. También véase: Auto del señor Aldai sobre varias de las
reglas consuetas, Santiago, 21 de marzo de 1757, AASFG, vol. 13, pza. 6.
El obispo de Concepción, Pedro Felipe de Azúa, también promulgarías las Reglas consuetas para
el gobierno de la Santa Iglesia y coro de La Concepción en 1744. Véase Carlos Oviedo Cavada,
287
esa catedral a pesar de estar establecidas en el Concilio de Trento (1553-1564).678
“Las consuetas de las catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena de Historia del Derecho
12 (1986): 129.
678
Ses. XXIV, De reformatione, Cap. 12. El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, traducido
al idioma castellano por don Ignacio López de Ayala, agrégase el texto original corregido según la
adición auténtica de Roma, publicada en 1564 (Madrid: Imprenta Real, 1785), 415.
679
Bernardo Carrasco de Saavedra, Reglas, consuetas e instituciones consuetudinales de la
Iglesia Catedral de Santiago de Chile, 16 de diciembre de 1689. Publicadas en el Synodo
diocesana, con la carta pastoral convocatoria para ella, y otra, en orden a la paga de los diezmos,
1688 (Lima: Imprenta Real, 1764), 110-11.
288
medio de estos compatronos, conlleva al mismo tiempo celebraciones obligatorias.
Las rogativas y las procesiones vinculadas a ellas resultaban una práctica anual
que se realizaban “…cantando las letanías desde la Catedral á las iglesias de los
citados compatronos de devoción con repetidos rosarios cada semana…”680
El obispo Luis Francisco Romero en el año de 1711 remitió autos para que
el día de San Antonio fuese un día festivo. Los cabildantes acordaron que la
intervención positiva de aquel santo en beneficio de la ciudad en las oportunidades
en que se le había invocado por la esterilidad de los campos, la escasez de agua y
las inundaciones del Mapocho, merecía ser reconocida a partir de que “… se
dedique el día de dho. Glorioso Tutelar a su festa, misas y recepción de los SS.
Sacramentos…”, de manera que se decidió “guardarle el día como de precepto
eclesiástico.”681
680
Pérez García, Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile, tomo I, 83.
681
Acta de Cabildo,17 de marzo de 1711, en ACS, vol. XLVII, 92.
682
“…y que en las calamidades y urgencias de la ciudad se han experimentado indezibles
consuelos de esta Reyna de los Cielos, y que en la asolasion de esta ciudad con los terremotos
magnos que se experimentaron desde el dia ocho de julio del año passado de mil setecientos y
treinta suspendio su azote de yndignacion Dios Nuestro Creador. Aviendo salido en procesion por
las calles la dicha Reyna de los Cielos acompañada de todos los relijiosos de dicha religion, y de
toda la nobleza del Pueblo y de la muchedumbre de la Plebe aclamandola por intercesora y
Patrona de tan repetidos conflictos, y que desde aquel dia fue la ciudad reconoziendo efectos de
piedad de la misericordia divina amaynando la fuerza de los temblores y que por este
especialissimo favor esta Real Audiencia la tiene funada por patrona,” Pretención de la fundación
de monasterio de mujeres religiosas mercedarias descalzas donde se puedan recoger bajo los
votos prevenidos por el Santo Concilio todas las mujeres principales y doncellas, 1735, AGI,
Audiencia de Chile, leg. 96, f. 2r. Para la petición que realizaron a la Real Audiencia así como la
donación de tres casas con ese fin véase Ana Teresa de Toro y Cerda y doña María Josefa de
Aragón. Petición que hacen á la Real Audiencia para que se les permita fundar en esta capital un
monasterio de religiosas mercedarias,1734-1735, ANHRA, vol. 1159, pza. 1, ff. 1-55.
289
que corroboraron la devoción de los vecinos de Santiago y el favor concedido por
la advocación mariana. El testigo don Manuel de Salas afirmó que frente a la
coyuntura tras el sismo y la peste que le sucedió, los pobladores se refugiaron en
Nuestra Señora de La Merced y por este motivo se conviritó en patrona de la
ciudad, punto que coincidió con el testimonio de José Ventura de Morales
Negrete.683
290
ejemplo, el visitador Gálvez decidió reducir el caudal empleado en las fiestas de
los santos patronos en México.685
685
Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI Y XVII),” 383.
686
Ibídem, 380.
687
Véase al respecto el RI, Libro IV, título 15 dedicado a las precedencias, ceremonias y cortesías.
291
públicas o solemnes debían ser las autoridades civiles las encargadas de
solicitarlas y participar de ellas a las autoridades eclesiásticas.688
688
Novísima Recopilación de las Leyes de España, Tomo I, Libro I, Título I, Ley XX (Madrid, 1805),
13.
689
Para otras divisiones de la gobernación de Chile también se celebraron los sínodos diocesanos.
Para la Arquidiócesis de Concepción se convocaron durante este período 5, el primero de ellos
celebrado en La Imperial para 1584, y luego tuvieron lugar los de 1625, 1702, 1744 y 1774.
690
Para finales del siglo XVIII, Vicente Carvallo de Goyeneche indica que el obispado de Santigo
se divide “… en nueve provincias I un gobierno (…) I son Copiapó, Coquimbo, Quillota (en ésta se
halla el gobierno de Valparaíso) Aconcagua, Santiago, Melipilla, Rancagua, Colchagua i Maule” en
CHCh, vol. X, 28-29
691
Natural de Concepción, tomó posesión del cargo en 1755.
692
Comenzó el 4 de enero y concluyó el 18 de marzo de ese año. Las disposiciones aprobadas en
dicha celebración obtuvieron el visto bueno de la Real Audiencia de Santiago en sesión del 15 de
abril de ese año y posteriormente fueron remitidas a Lima para que pudiesen publicarse previa
autorización del arzobispo de Lima, lo cual se haría efectivo para 1764. Véase Pedro Lira Urquieta,
“El Sínodo Diocesano de 1763,” Historia 8 (1969): 277-287
693
Inició el 18 de enero, no se ha logrado establecer la fecha de finalización de sus sesiones, pero
se tiene que para fue publicado el 2 de mayo de 1688 a pesar de las objeciones de la Real
Audiencia a algunas de las constituciones. Frente a este escenario de contradicción de dos de los
brazos del Imperio español, el obispo se vio en la necesidad de recurrir al rey, cuyo recurso sería
resuelto en 1690. El sínodo se imprimió en Lima al año siguiente y aprobado definitivamente por
292
hace referencia a las procesiones que forman parte de las rogativas y que tienen
como punto de partida la Catedral, bien aquellas de Tabla o las que se hiciesen
“por el bien común y necesidades públicas” y se estipulaba la asistencia de
representantes del ámbito eclesiástico694 así como las autoridades civiles locales.
Igualmente, en cuanto a la disposición de la ciudad, se solicitaba el cierre de las
tiendas de la plaza y las que se encontrasen ubicadas en las calles por las que
pasaría la procesión. Esta minuciosidad en la liturgia garantizaría la consecución
de lo solicitado.695
Real Cédula del 5 de junio de 1695. Véase Carlos Oviedo Cavada, “Las consuetas de las
catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena de Historia del Derecho 12 (1986): 136-37.
694
Debían acudir todos los curas parroquiales con sus cruces altas, los clérigos con sobrepellices y
doce miembros de cada religión.
695
“En las Procesiones de Rogativas, que salen de la Catedral á Iglesias señaladas de Conventos,
como son los tres dias antes de la Ascension del Señor, á la Merced, Compañía de Jesús, y
Monjas Agustinas: la de San Marcos à San Francisco en esta Ciudad, &c. En las demás conforme
estuviere de costumbre, y las otras que se hicieren por el bien comun, y necesidades publicas: está
ordenado por la Synodal de este Obispado antecedente, acudan los Curas de todas las Parrochias
con sus Cruces altas, y todos los Clérigos con sobrepellices, y los de menores Ordenes, y todos los
guiones de las Cofradias: el Cabildo y Regimiento: y doce Religiosos de cada Comunidad, como
tienen obligacion, conforme al Santo Concilio Tridentino: y que se cierren las tiendas de la plaza, y
las de la calle por donde pasare, desde que sale hasta que vuelva la Procesion, aunque sean dias
de trabajo, para que el mayor concurso, y solemnidad, acompañando las Oraciones de la Iglesia,
obtengan lo que por estas Rogativas se pide á nuestro Señor. Y sin embargo de Decreto tan santo,
y util a todos, se falta en la mayor parte: se vuelve por este á rogar, y encargar de nuevo á los
Prelados estén advertidos, teniendose por avisados por esta Constitucion, de enviar, porlomenos
[sic], seis Religiosos. Y exhortamos al Cabildo, y Regimiento de esta Ciudad, no falte con su
assistencia, y cuide de la limpieza de las calles por donde vá la Procesion: y mandamos que no se
abran las tiendas, ni oficios de Escribanos, ni Mercaderes hasta que se hayan acabado las
Procesiones. Y serán multados los que contravinieren, al arbitrio del Juez Eclesiastico” Fray
Bernardo Carrasco y Saavedra, Synodo diocesana, con la carta pastoral convocatoria para ella, y
otra, en orden a la paga de los diezmos, 1688 (Lima: Imprenta Real, 1764), 20-21.
293
señalado al respecto en el sínodo anterior.696
696
Sínodo Diocesano que celebró el Ilustrísimo i Reverendísimo Señor Dr. Dn. Manuel de Aldai i
Aspee, 1763. En Sínodos Diocesanos del Arzobispado de Santiago de Chile celebrados por los
Ilustrísimos señores doctor don Frai Bernardo Carrasco Saavedra i doctor don Manuel de Aldai i
Aspee (Nueva York: Eduardo Dunigan i Hermano, 1858), 215.
697
Mantuvieron su vigencia durante todo el período colonial. Se puede apreciar su influencia en las
menciones que hiciese de ellas el obispo Manuel de Alday en el sínodo de 1763, además de que
las editó junto a su sínodo y al de 1688. La primera edición corresponde a 1691 cuando se anexo
al V Sínodo de Santiago. La segunda edición, y la más conocida, es la nombrada de 1764. La
tercera edición, y la que se utiliza en esta investigación, corresponde a 1858 cuando se publicaría
la versión de 1764 en Nueva York por orden del arzobispo Rafael Valentín Valdivieso, la diferencia
entre estas dos ediciones es el orden de los sínodos y las Consuetas. La cuarta edición sería de
1983 de la mano del Instituto “Francisco Suárez” del CSIC y el Instituto de Historia de la Teología
Española de la Universidad Pontificia de Salamanca y tiene como base la edición de 1858. Véase
Carlos Oviedo Cavada, “Las consuetas de las catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena
de Historia del Derecho 12 (1986): 143.
El obispo de Concepción, Pedro Felipe de Azúa, también promulgarías las Reglas consuetas para
el gobierno de la Santa Iglesia y coro de La Concepción en 1744. Véase Carlos Oviedo Cavada,
“Las consuetas de las catedrales de Chile, 1689 y 1744,” Revista Chilena de Historia del Derecho
12 (1986): 129.
698
Ses. XXIV, De reformatione, Cap. 12. El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, traducido
al idioma castellano por don Ignacio López de Ayala, agrégase el texto original corregido según la
adición auténtica de Roma, publicada en 1564 (Madrid: Imprenta Real, 1785), 415.
294
Frente a las quejas y acusaciones del obispo, las autoridades civiles también
armaron una serie de quejas por las transgresiones en las que incurría el
eclesiástico, entre ellas la inasistencia a algunas fiestas de tabla y la innovación en
el protocolo seguido durante las procesiones.699
699
El cabildo de Santiago al Rey, Santiago, 23 de noviembre de 1712. BNBMMss, t. 175, fjs. 21-27.
Estas diferencias entre ambos poderes fueron recurrentes. Ya desde el siglo XVII las autoridades
eclesiásticas se quejaban de la actitud asumida por el cabildo secular: Carta al Rey del Cabildo
Eclesiástico de Santiago en la cual se queja del cabildo secular porque no asiste a las fiesta del
tablas, 30 de septiembre de 1665, AASFG, vol. 28, fj. 206; Real Cédula sobre que el cabildo
eclesiástico debe salir a recibir a la Audiencia que iba acompañando la procesión de Nuestra
Señora del Tránsito, El Pardo, 28 de julio de1714, AASFG, vol. 1, pza. 15, ff. 58-59.
El presidente Ustáriz al Rey, Santiago, 5 de enero de 1712. BNBMMss, t. 175, f. 228.
700
En carta de 10 de enero de 1710, la Real Audiencia se manifestó frente a innovaciones en las
procesiones y festividades y el perjuicio que ello generaba en las formas acostumbradas y
dispuestas, por lo que se emitió Real Cédula fechada el 11 de marzo de 1713. Así, esta situación
no recibiría el favor del Rey y sería amonestado por Felipe V por menoscabar a la Real Audiencia
en las procesiones. Real cédula al obispo de Santiago de Chile de 11 de marzo de 1713. AGI,
Audiencia de Chile, leg. 169; BNBMMss, t. 291, pza. 8626, fj. 21.
701
Acta de Cabildo, 2 de septiembre de 1712, en ACS, vol. XLVII, 174-175.
295
50 pesos a cada capitular y de excomunión mayor, y a la que pretendían asistir
algunos actores del Cabildo Eclesiástico contraviniendo lo acordado por el
ayuntamiento. Los cabildantes aducían que no existían antecedentes de
subordinación a la jurisdicción eclesiástica ya que dicha festividad y las otras
convenidas eran un acto devoto y voluntario de la ciudad.702
702
Acta de Cabildo, 26 de noviembre de 1712, en ACS, vol. XXIV, 201-202; Acta de Cabildo, 24 de
enero de 1713, AHCMLA, nº 1, ff. 191r – 201v.
703
El Cabildo, Justicia y Regimiento a V. S. Ilustrísima Obispo, Santiago, 17 de enero de 1712,
Acta de Cabildo, 14 de enero de 1712, en ACS, vol. XXIV, 231
704
Esta celebración se realizaba, según el cabildo secular, de la siguiente manera: “Pasa el cabildo
secular á la yglesia de la merced donde está colocado y lo trae en procesion á la catedral y al
ziguiente es llevado de la catedral á la Merced, con asistencia de ambos cabildos, donde un
prevendado canta la misa y predica un religioso de la Orden, como consta de la Sinodal consultas
de esta yglesia.” Carta del cabildo secular de Santiago a S.M., Santiago, 26 de febrero de 1752,
BNBMMss, t. 187, pza. 4272, fjs. 230r. Para finales del siglo se insistía en el mismo asunto, en
especial, sobre el protocolo de asistencia: cf. Carta al Rei del Dean i Cabildo de Santiago para
pedir resolucion sobre el lugar que debe ocupar en las funciones públicas respecto al cabildo
secular, Santiago, 13 de abril de 1972, AASFG, vol. 29, f. 214.
296
Este tipo de escenarios además estaba inmerso en todo un proceso de
significación que resultaba también de la manera en que se debían celebrar, y
estaba dispuesto con sumo cuidado el papel que desempeñaban todas las
autoridades durante las letanías, desde la vestimenta hasta la posición de cada
participante.705
705
Real Cédula sobre precedencias en las procesiones y otros actos y sobre varios puntos de
ceremonial, 1636, en CDAS, t. II, 563-564.
706
Acta de Cabildo, 29 de julio de 1757, en ACS, vol. LV, 173.
297
frente a la inclemencia del tiempo que afectaba al ciclo agrícola. Acto seguido, la
ciudad se disponía a realizar los trámites pertinentes y se reunían con los
representantes del clero para que se fijara el tipo de ceremonia y, en algunos
casos, la iglesia donde se practicarían y la fecha. No obstante, el clero regular o
secular también podía iniciar este tipo de acciones, especialmente las secretas.
Este proceso estaba regulado por la monarquía y generalmente eran acuerdos
conjuntos entre ambos estamentos: el civil y el eclesiástico.
707
Gustavo Garza Merodio y Mariano Barriendos Vallvé, “El clima en la historia,” Ciencias 51
(1998): 23.
708
Véase Adrián García Torres, “La religiosidad popular frente a las sequías en la ciudad de
México (1700-1760), Temas Americanistas 38 (2017): 47.
298
Procurador General en representación diera cuenta al Obispo del contexto
calamitoso y le solicitara que en vista de “…su acostumbrada justificación y
piedad, se conduela del pueblo, dispensando si lo tuviere por conveniente el que
se coma carne en esta Cuaresma tres días a la semana.” Una medida que ya
había tomada por “…otros Ilustrísimos señores Obispos en otro igual caso…”.709
709
Acta de Cabildo, 9 de mayo de 1768, en ACS, vol. LVI, 176.
710
Acta de Cabildo, 3 de agosto de 1751, en ACS, vol. LV, 79.
711
Acta de Cabildo, 19 de agosto de 1751, ACS, vol. LV, 80.
299
de rituales. El Padre Provincial del Convento La Merced solicitó que se realizase
una rogativa y procesión a la virgen de La Merced, pero la autoridad eclesiástica
indicó que accedería siempre que se garantizase la entrega de la cera a sus 75
religiosos y que una vez concluida la ceremonia el restante del producto se dejase
a beneficio del convento. El Cabildo, en atención a la pobreza de las rentas de la
ciudad y a los gastos que supuso la rogativa y procesión a la virgen del Socorro el
mes anterior, le respondió al cura del convento que la ciudad correría con el gasto
de la cera, pero la misma debería devolverse finalizada la ceremonia. El cruce de
comunicaciones y negativas continuó y el convento insistía en que la cera debía
dejarse, “no queriendo dichos señores omitir medio ni arbitrio de prudencia para
facilitar tan santa obra” 712. La contrapuesta del cabildo fue cubrir la cera de la
ceremonia y contribuir al convento con una limosna de 40 pesos. Esta propuesta
también fue rechazada por el religioso. El diálogo no fue fructífero y las negativas
de los religiosos fueron consideradas como “en menosprecio de este Ilustre
Ayuntamiento”. Por lo que los cabildantes acordaron:
300
que la música y la misa estuviesen a cargo de los prebendados porque, a juicio de
las autoridades civiles, los religiosos del convento no podían oficiarlas en el
novenario (a raíz del Capítulo Provincial celebrado en 1740). El Alguacil Mayor,
Antonio de Espejo, y el Procurador General, José de Ureta, les comunicaron la
propuesta a los religiosos franciscanos para que la aprobaran.714 Los Reverendos
Padres de aquel convento no mostraron ninguna objeción para que se realizara la
novena, pero no tenían ningún interés “en ceder el altar ni la música, porque en su
concepto no tenía impedimento legal que les impidiese celebrar.” 715 Además, el
obispo tampoco mostró disposición en conseguir la colaboración de los religiosos.
Estas discrepancias con los actores eclesiásticos condujeron a que la ciudad
cancelara el novenario. Al final, la muerte del ganado y el miedo por un posible
terremoto no fueron suficientes para superar la desavenencia entre aquellos
poderes.
714
Acta de Cabildo, 16 de mayo de 1742, ACS, vol. LIV, 36.
715
Acta de Cabildo, 17 de mayo de 1742, ACS, vol. LIV, 37.
716
Acta de Cabildo, 25 de junio de 1777, en ACS, vol. LVII, 120.
717
Acta de Cabildo, 26 de agosto de 1718, en ACS, vol. L, 203
301
encargó que el síndico de la ciudad entregase lo requerido para costear las velas
al Maestro Mayor de cerería, Mariano de Barros, 40 pesos de los propios de la
ciudad y “demas que fuese necesario718
A pesar del carácter público de las rogativas, también se dio el caso de que
los vecinos que asistían a dichos actos debían contribuir con la liturgia. Así, en la
novena practicada en mayo de 1718, debido a la esterilidad, se les solicitó a los
vecinos que el día de la procesión en el que se trasladaría la imagen de la virgen
del Socorro a la Catedral, para su alumbramiento asistiesen con la cera a su
costo, porque ellos también necesitaban el socorro de la virgen. No era solo un
problema de bien común, sino también de bien particular, por lo que la ciudad solo
costearía la cera de los religiosos.722
718
Acta de Cabildo, 9 de septiembre de 1786, en ACS, vol. LVIII, 86.
719
Acta de Cabildo, 11 de mayo de 1736, en ACS, vol. LIII, 44.
720
Acta de Cabildo, 8 de junio de 1736, en ACS, vol. LIII, 45.
721
Acta de Cabildo, 15 de junio de 1736, en ACS, vol. LIII, 46.
722
Acta de Cabildo, 14 de mayo de 1718, en ACS, vol. L, 194.
302
encargados de costear la cera, las misas y el sermón.723 En el novenario que se
realizó en 1732, el síndico del convento de San Francisco pidió limosna por las
misas que se realizaron y se le asignó para tal efecto la cantidad de 30 pesos.724
303
las procesiones rogativas de sangre, en las cuales estaba presente la flagelación,
aspecto característico de la devoción barroca penitencial.727
304
añada por todos los sacerdotes asi seculares como regulares en el
Santo Sacrificio de la Misa la oracion ad petendam pluviam, de que usa
Nuestra Madre Iglesia para implorar de la Divina magestad el beneficio
de las aguas, quando hay como al presente, necesidad urgente de
ellas; y a fin de que llegue a noticia de todos se hiciese saber en primer
lugar al venerable Dean y Cabildo de esta su Santa Iglesia, y a los R.R.
Padres Prelados de las Sagradas Religiones, fijandose edictos en las
sacristias y lugares acostumbrados para que lo entienda el resto del
clero, y que se avise oportunamente á todos los curas del Obispado
para que lo hagan saber a los eclesiásticos que existan en sus
respectivas doctrinas, reservando, como reserva S.S.J. providenciar lo
conveniente sobre alguna Rogativa Pública dirigida al mismo objeto, en
el caso de que por medio de la expresada oracion, no alcanzemos
todavia de la Divina Misericordia el consuelo que se le pide.730
730
Auto del señor Sobrino i Minayo para que se dé en la misa la oración ad petendam pluviam por
una sequedad, Santiago, 12 de mayo de 1791, AASFG, vol. 13, pza. 27, f. 83.
731
Petición de Antonio Gutiérrez de Espejo en Acta de Cabildo, 30 de julio de 1754, en ACS, vol.
LV, 116.
305
templo del Santo para obligarle más con este corto merito”732. La liturgia terminaría
con una procesión y cada día de la novena con una misa cantada por el señor
Dean de la Iglesia Catedral; las comunidades religiosas según la antigüedad
serían convocadas por los regidores don Antonio de Águila y don Juan Ignacio de
Goycolea y se encargarían de lo dispuesto por el Cabildo en cuanto a la asistencia
del clero eclesiástico en las ceremonias a San Isidro.
Para 1786 el cabildo solicitó rogativas para dos santos, con un mes de
diferencia aproximadamente entre ellas. Se decidieron primero por San Isidro
Labrador y luego por Nuestra Señora del Socorro. Con la primera rogativa se pidió
732
Acta de Cabildo, 29 de julio de 1757, en ACS, vol. LV, 173.
733
Acta de Cabildo, 9 de junio de 1758, en ACS, vol. LV, 203
734
Acta de Cabildo, 3 de agosto de 1769, en ACS, vol. LVI, 193.
735
Acta de Cabildo, 17 de agosto de 1786, ACS, vol. LVIII, 84-85.
306
que se trasladase la imagen del santo desde su iglesia parroquial hasta la
Catedral. Además, el vecino de la ciudad don Pedro del Villar manifestó al cabildo
su interés en fungir como mediador con los habitantes de la ciudad para pedir las
limosnas del platillo.736 Acorde con la buena acogida que mostró la institución a la
propuesta, se comisionó a don Juan Domingo Tagle para que se pusiera de
acuerdo con los serenos 737 para concertar “…la cera que sea necesaria para
repartir a los señores Prebendados y al clero y señores del Cabildo Secular…”738
736
Según una de las entradas en el Diccionario de Autoridades, el platillo correspondía a “Se llama
tambien el extraordinario que dán a comer a los Religiosos en sus Comunidades los días festivos,
además de la porción ordinaria.” Tomo V, 1737. http://web.frl.es/DA.html
737
Los serenos eran los encargados de realizar rondas nocturnas por las calles con el fin de evitar
robos y desórdenes, así como dotar del alumbrado público. También estaba encargados de dar
cuenta en momentos de emergencia como el caso de incendios y de ofrecer ayuda a quien lo
necesitase; asimismo anunciaban la hora y daban detalles sobre las condiciones atmosféricas. El
origen de este cuerpo se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII en la corte de Madrid, oficio
que otrora había estado en manos de los alcaldes de corte y sus alguaciles. Para 1765 por orden
real se creó el cargo de Director de Policía por lo que las actividades de alumbrado pasaron a ser
dependientes de esta dirección. Posteriormente, con la división en cuarteles de las ciudades por
disposición de Carlos III en 1768 el orden de los distritos quedó bajo el cuidado de los alcaldes de
barrio. Ya para 1782 se dieron las bases de la Superintendencia General de Policía. Los relatos de
viajeros de finales de esta centuria son los que dan una idea de este tipo de personas, centinelas
nocturnos para el caso de Valencia en los primeros años de 1770. Sería, sin embargo, para 1797
que se crearía el Cuerpo de Serenos de Madrid. Para el caso de las colonias de ultramar, la ciudad
de México introdujo el alumbrado y la figura de los serenos. Los alguaciles de la Junta de Policías
establecida en Santa Fe de Bogotá en 1791 fueron llamados por la población como serenos y para
el caso de Quito el decreto de formación de un cuerpo de serenos se promulgó para 1799. Por su
parte, el barrio de Montserrat en Lima, bajo el mandato del virrey Gabriel de Avilés (1801-1806) se
organizó un primer grupo de serenos y bajo la organización del virrey José Fernando de Abascal.
Para el caso de Chile, según Benjamín Vicuña Mackenna remontan sus orígenes a la gestión del
gobernador interino Tomás Álvarez de Acevedo en 1780 por medio de un decreto emitido el 5 de
septiembre de ese año. Si bien algunos historiadores como Diego Barros Arana o Diego Miranda
han suscrito esta fecha para su creación, otros como Daniel Palma ALvarado son más propensos a
pensar que la creación de los serenos en Santiago surge a partir de la introducción del alumbrado
público en 1795 a juzgar por la creación de los mismos en regiones con mayor peso, como el caso
de los virreinatos, en fechas posteriores. Cf. Benjamín Vicuña Mackenna, Historia crítica y social de
la ciudad de Santiago, tomo II (Valparaíso: Imprenta del Mercurio, 1869) 248; Daniel Palma
Alvarado, “Los cuerpos de serenos y el origen de las modernas funciones policiales en Chile (siglo
XIX),” Historia (Santiago), 49, 2 (2016): 512-517. Sin embargo, en esta sesión del cabildo del 17 de
agosto de 1786 se puede apreciar que se hace referencia a los serenos desde un discurso
institucional.
738
Acta de Cabildo, 17 de agosto de 1786, en ACS, vol. LVIII, 85.
307
imagen de San Isidro se trasladase en procesión a la catedral y luego se diese
inicio a un novenario con misa cantada.739
739
Acta de Cabildo, 30 de junio de 1754, en ACS, vol. LV, 116-117.
740
Acta de Cabildo, XLVI de julio de 1709, en ACS, vol. XLVI
741
Acta de Cabildo, 6 mayo de 1718, en ACS, vol. L, 193.
308
después el cabildo solicitó igualmente que junto con la novena que se realizaba se
sacase en procesión a la Iglesia Catedral el último día.742
742
Acta de Cabildo, 14 de mayo de 1718, en ACS, vol. L, 194. En el acta se señala Nuestra Señora
del Rosario, pero creemos que debió ser una confusión y se trata de Nuestra Señora del Socorro,
cuya novena había sido pautada para el día nueve de ese mes.
743
Acta de Cabildo, 3 de agosto de 1751, en ACS, vol. LV, 78.
744
Ibídem, 79.
745
Acta de Cabildo, 19 de agosto de 1751, en ACS, vol. LV, 80.
309
virgen.
310
Pedro Andrés de Azagra, Alcalde de segundo voto, y don Gerónimo de Herrera,
Regidor de Moradores, informaran con los oficios correspondientes al Obispo,
Provisor y Vicario General, a los Reverendos Prelados de las Religiones y al resto
de las instituciones de que hubiesen de asistir a la ceremonia devota.
311
Nuestra Señora de la Victoria.752
Al igual que para mayo de 1757, aparece la virgen del Socorro nuevamente
en medio de la esterilidad del año de 1758. Entonces, en las vísperas del invierno
el cabildo de Santiago buscó remediar los efectos que la falta de lluvias podía
ocasionar en la población en el plano económico, con la mortandad del ganado y
la pérdida de las cosechas, en el plano social, con la falta de mantenimientos y en
el plano de la salud pública, el más temido, por los brotes epidémicos. Debía
asistir el cabildo pleno; la novena se realizaría en la iglesia del Convento Grande
de Nuestro Padre San Francisco y se solicitaba la asistencia de los vecinos a
partir de carteles en la Plaza Mayor.753
312
septiembre, se da cuenta de la consternación que reinaba en los ánimos de los
habitantes de la ciudad de Santiago por “la seca y esterilidad que experimenta en
sus campos”, así como también de los brotes de las temidas enfermedades que
habían comenzado a aparecer. Por ello, el cabildo decidió recurrir a la “protección
y amparo de Nuestra Madre y Señora de las Mercedes”, quien había sido elegida
como Patrona jurada de la ciudad y abogada de las pestes y terremotos a través
de una procesión por las calles.
Dos años después, en 1727, también se decidió hacer una novena para el
socorro con “plubia” al Apóstol Santiago, aunque luego se solicitó nuevamente
novena acompañada, además, de procesión, pero recurrieron esta vez a Nuestra
Señora del Socorro.758
757
Acta de Cabildo, 25 de mayo de 1725, en ACS, vol. LI, p. 148; Acta de Cabildo, 27 de julio de
1725, en ACS, vol. LI, 157.
758
Acta de Cabildo, 4 de julio de 1727, en ACS, vol. LI, 275; Acta de Cabildo, 5 de septiembre de
1727, en ACS, vol. LI, 278.
313
la Real Audiencia para la aprobación del gasto.759
759
Acta de Cabildo, 23 de junio de 1772, en ACS, vol. LVII, 50.
314
Rogativa 27 de julio Cabildo de Nuestra
Santiago
Señora del
Rosario
315
Socorro
316
Novena, 29 de julio Cabildo de San Isidro Debían asistir todos
Santiago
procesión, Labrador los cabildantes los
sermones nueve días a la
y misa Iglesia de San
cantada Isidro. La misa
cantada se debía
realizar todos los
1757
días, comenzando
por el Deán de la
Catedral y luego por
las comunidades
religiosas de
acuerdo con su
antigüedad
317
e la Merced
318
Mercedes
319
novenario, agosto Santiago Labrador conventual, la
sermón y imagen se debía
procesión trasladar a la
1786 Catedral
320
alguna advocación. Por acuerdo unánime eligieron a San Isidro Labrador como
patrón “en la angustia y necesidad que se padece”. Se dispuso el traslado del
santo a la Catedral para el 19 de agosto de ese año a las tres de tarde “con la
debida decencia y luces en las manos”760
321
resultado igual de calamitoso para las haciendas y el ganado. Esta liturgia se
utilizó no solamente para solventar el escenario inmediato, sino también para
evitar a través de la Divina Providencia que se prolongara hasta la estación de
invierno. Por suerte para los santiaguinos, aquel crudo verano se superó como se
puede observar unos meses más tarde en el debate sobre las reparaciones de las
defensas del Mapocho que amenazaba ruina por lo lluvioso del invierno.766
322
llamaban el rio de las Damas, del cual bebia toda la ciudad, dejándola
en estado de perecer de sed. En esta afliccion acudieron los vecinos al
conocido favor de la señora de las Nieves en su venerada imájen,
llevándola procesionalmente al brocal de una cisterna seca que se
habia cavado, no a fin de que brotase alguna vena, sino para recoger el
agua de lluvia. Y apénas llegó la santa imajén a aquel lugar, piamente
importunada de los clamores y abligada de la fé del pueblo, cuando hizo
que brotasen corrientes de agua viva con las cuales se mantuvo la
ciudad durante el cerco. 771
771
Miguel de Olivares y González, Historia militar, civil y sagrada, 308-309
772
Acta de Cabildo, 19 de agosto de 1751, ACS, vol. LV, 80.
773
Esta vinculación entre amenazas naturales, y especialmente un mayor temor por los efectos
que las sequías ocasionaban, entre ellos, otra amenaza mucho más poderosa en el imaginario
colectivo como las epidemias, que se convertía, en todo, el castigo ejemplar de la Providencia no
era único para el caso de Chile. La elección de San Félix como protector en la Nueva España
frente a las calamidades agrícolas, se realizó también con el fin de prevenir las enfermedades:
“…pues para los testigos de ese tiempo, el sentido de tales catástrofes era claro: al permitir la
destrucción de los campos, Dios preparaba la irrupción de la enfermedad que habría de castigar a
los pecadores.” Pierre Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI
Y XVII),” Historia Mexicana LII, 2 (2002): 367.
774
Sobre las procesiones como mecanismos para la mantención del orden, véase Robert Darnton,
La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (México: Fondo de
Cultura Económica, 1987), 127.
775
Valenzuela, Liturgias del poder, 181.
323
De esta manera, el catolicismo a través de las liturgias religiosas,
especialmente a través de las letanías menores, desplegaba el amplio espectro
que tenía para la sujeción de la población y el orden de la sociedad. Por lo que
aquellos eventos de carácter catastrófico sirvieron como ventanas para que las
autoridades tanto civiles como eclesiásticas pudiesen mantener el hermetismo
social a partir de una reinvidicación de códigos y valores, y profundizar, así como
legitimar, el sistema jerárquico de la sociedad colonial, en este caso.
776
Onetto, Temblores de tierra en el jardín del Edén, 242-243.
324
CONCLUSIONES
325
CONCLUSIONES
777
Rogelio Altez, Si la naturaleza se opone… Terremotos, historia y sociedad en Venezuela
(Caracas: Editorial Alfa, 2010) 14. La cursiva es nuestra.
778
Es preciso recordar que en Europa se está experimentando la última fase de la llamada
Pequeña Edad del Hielo.
326
extremos, en especial para la época de invierno. Como se ha mencionado
anteriormente, ciclos naturales no periódicos como ENSO (tanto en su fase cálida
como fría) condicionan a nivel global las temperaturas y los regímenes
pluviométricos. La fase fría, llamada La Niña, conduce a condiciones más secas
en algunas regiones, como el caso de Perú, Ecuador y Chile central, por ejemplo;
en otras como los Andes Centrales se generan muchas más lluvias. La fase
contraria, El Niño, se identifica en Chile por un aumento de las lluvias de rango
extraordinario. Por lo tanto, se puede entablar una relación causa efecto entre la
ocurrencia del fenómeno de La Niña y las sequías que afectan al territorio
estudiado.
Para el área investigada en este trabajo, las quejas de los vecinos por la
falta de aguas registradas en la mayoría de los casos entre mayo y septiembre, la
época regular de las lluvias, quedaron plasmadas a través de varios indicios
observados en las fuentes consultadas como los inconvenientes ocasionados por
la disminución del caudal del río Mapocho, y también del Colina, la reducción de
los pastizales, la muerte del ganado, los brotes epidémicos y la esterilidad de las
tierras que afectaba a las siembras. Todas estas manifestaciones fueron los
indicadores más comunes en la identificación de estas etapas de déficit hídrico
(sequías) y también permiten constatar la intensidad de las mismas. Las
autoridades locales, de la administración colonial y los vecinos en general se
refirieron a estos escenarios con el uso de varios términos como “seca, sequedad,
327
falta de lluvia o esterilidad”. Todas estas denominaciones atestiguan una
conjugación semántica local de condiciones medioambientales, que abren
posibilidades para nuevas investigaciones.
328
tradicionalmente ganaderas, generando un aumento de los espacios
aprovechados con este cultivo, requiriendo una mayor cantidad de mano de obra,
y con ello facilitando un aumento de la población y de la integración en las redes
productivas de las áreas periféricas; además, el trigo que pasó de ser un recurso
usado a uno disputado por esta misma dinámica también requería de agua en
ciertas etapas de su crecimiento para que el grano no se viera afectado, por ello
desde noviembre y todo el verano dependía básicamente del riego. Esta es una de
las razones por las que el estudio de la sequía tiene una relación directa en Chile
central con la producción agrícola y toda la economía que giraba en torno a este
producto.
329
presencia y, en algunos casos, para preverlos a largo plazo. En esta investigación
se analizaron dichos recursos, que terminaron por convertirse en estrategias, y se
ha evaluado el papel que desempeñaron en la producción de desastres. Una vez
que conseguimos establecer los períodos de sequías con gran énfasis en aquellos
detectados para la época invernal, se lograron sistematizar diversas prácticas que
las autoridades activaron para contrarrestar los daños ocasionados en cada una
de las ellas.
330
que giraba más en torno a la pugna entre intereses de la Corona y a factores
locales que a una capacidad de adaptación frente a la amenaza natural. El alto
clero diocesano también participó en estos debates y se mostró, en algunos
casos, contrario a las propuestas del cabildo secular, como se puede apreciar en
las discusiones sobre el Canal San Carlos generadas entre 1761 y 1765 y que
fueron documentadas en esta investigación.
Por tanto, si bien para la época colonial la idea general de la atención hacia
las amenazas naturales había estado enfocada principalmente en una respuesta
779
Acta de Cabildo, 13 de agosto de 1726, en ACS, vol. LI, 226.
331
providencialista mantenida desde el catolicismo y la administración colonial, que
se puede estudiar a través de diversas manifestaciones devotas; se documenta
una pervivencia de estas respuestas durante todo el período de estudio, pero
desde el siglo XVIII se van observando paralelamente a las anteriores, otras
formas de afrontar las situaciones conflictivas relacionadas con la ocurrencia de
procesos catastróficos de origen natural. Sin duda, las estrategias tecnológicas
que se generaron también se pensaron a partir de una resolución técnica y
material de los efectos de aquellas amenazas, y especialmente en el siglo XVIII,
entraron en escena disputas por la comprensión de la realidad con el empuje de
las ideas de la ilustración. Por ello como se ha explicado, coexistirían ambos
enfoques, el religioso para atender el miedo de la sociedad ante los procesos
naturales que no entienden y las acciones técnicas, de la mano de una serie de
actores formados en los avances de la segunda mitad del siglo XVIII, como los
ingenieros militares y otros funcionarios y gestores de la administración.
332
esa área, acorde, asimismo, con la política de la Corona en torno a la agricultura
para la segunda mitad del siglo XVIII. Estas etapas se correspondieron con las
estrategias devenidas del poder político local e imperial.
Por otro lado, a partir de todas las evidencias identificadas a lo largo del
proceso de estudio, el ámbito económico lo definimos a partir de los grupos de
hacendados ubicados en las áreas cercanas a la ciudad de Santiago y a los
grupos de poder mercantil vinculada con el comercio del trigo, así como la función
que desempeñaron distintas órdenes religiosas que detentaban un papel bisagra
no solo como aglutinadoras de los códigos sociales, sino también en los medios
de producción de la región analizada. En este caso, el matiz de las estrategias
adaptativas adoptadas es distinto. Primero porque los grupos económicos sí
estaban articulados con el poder político, los intereses como actores eran
diferentes, y segundo porque las acciones se encontraban supeditadas al primer
ámbito. De esta manera, las estrategias se plantearon como acciones sistemáticas
que partían de la consciencia de actores sociales dentro del mismo sistema
colonial; en este sentido, se concluye que todas las actuaciones respondieron a
planes de la Corona o locales y que, en ningún caso, fueron acciones
espontáneas o sin una reflexión y debate importante. Para ello, se concretaron dos
tipos de acciones, principalmente: de presión y de transgresión. En el primero de
los casos, surgieron solicitudes de supresión de impuestos y de rebajas de
censos, por ejemplo, lo cual moldeó una forma de presión al sistema fiscal que, en
todo caso, en la Capitanía General de Chile fue mucho más evidente con los
333
terremotos debido a los daños materiales generados y la extensión de los mismos;
y en el segundo, los sucesos se vincularon a la alteración de los sistemas de
conducción hídrica y a la extracción y acaparamiento del trigo.
Este último aspecto supuso que el control del agua se desplazara de los
actores encargados de su gestión –el cabildo secular principalmente– y pasara, en
la práctica, a estar en manos de los actores privados del ámbito económico ya que
con la transgresión de las normas establecidas mantuvieron a lo largo del siglo un
control real del recurso hídrico que les permitió monopolizarlo, y al mismo tiempo
contribuir con la producción de la escasez de agua como amenaza antropogénica.
334
una consecuencia de la relación establecida entre las necesidades humanas de
producción con la escasez de agua, y por ello la cantidad de acequias
precolombinas que allí se encontraron.
335
del agua desde la génesis de la etapa de conquista por ser un recurso disputado y
estratégico para la conformación social, política y económica de las sociedades.
Con el éxito del proceso de conquista y la implantación de una sociedad colonial,
la ocupación del espacio y la explotación de los recursos naturales cobraría
distintos matices que dependían de la condición del enfoque de centro-periferia,
de los recursos en disputa y de las potencialidades del territorio. Tras dos siglos
de actividad española en lo que reconocerían como las Indias Occidentales, el
ascenso de los borbones supondría una gestión renovada de las estructuras
monárquicas, con las nuevas estrategias adoptadas en el comercio y la agricultura
entre los ámbitos prioritarios para la segunda mitad del siglo XVIII. En este
contexto, las obras hidráulicas y de almacenamiento de granos en armonía con
dichos intereses cobrarían un nuevo impulso.
Aunado a ello, otra variable que hizo que aquella sociedad fuese vulnerable
frente al impacto de las sequías fue que los circuitos de abastecimientos de los
recursos naturales estratégicos como el agua, el pasto y las semillas estuvieron
336
fuertemente influenciados por la dinámica que se estableció́ con el río Mapocho,
en primer lugar, y con los intentos de complementar aquel con el Maipo. De esa
manera, los espacios adaptativos de la ciudad (en torno a la alimentación, la
economía y el agua, por ejemplo) se convirtieron en espacios de desencuentro
pues la estructura en general de la ciudad se desarrolló y se transformó́ a partir del
río y su escasez; manejados por grupos de poder local que pugnaron durante
décadas por su dominio y uso.
337
generaron que fenómenos recurrentes de impacto lento como las sequías
afectaran el desenvolvimiento cotidiano de sus habitantes y que entraran en
conflicto diversos actores sociales. En este contexto, aquellas amenazas
condicionaron las relaciones económicas, urbanísticas y sociales.
338
Canal San Carlos. En este sentido, las sequías fueron el aliciente de los debates –
y los desencuentros– en torno a dicha conducción de agua. En esos mismos
contextos de escasez, también resurgieron o se potenciaron las discusiones sobre
otras obras de menor magnitud, como, por ejemplo, el agua de la pila ubicada en
la Plaza Mayor que garantizaba en acceso al agua de las viviendas habitacionales
de los vecinos de Santiago.
339
Al mismo tiempo, nos planteamos que la presencia de amenazas de
impacto lento, como las sequías, detonó desastres silenciosos en el Reino de
Chile, es decir, la intensidad de este tipo de fenómeno fue menor que la de los
sismos o terremotos, pero sus daños, a mediano y largo plazo, fueron más
recurrentes y su acumulación en el tiempo, bastante mayor. Posiblemente, por el
efecto devastador de los desastres detonados por los movimientos tectónicos, la
sequía llega a quedar invisibilizada en ocasiones, retrasando las medidas
necesarias para remediarla, es por ello que durante estas épocas, cuando la falta
de agua se hace más evidente y dañina, los proyectos hidráulicos toman impulso y
se debaten abiertamente.
340
FUENTES DE INFORMACIÓN
341
FUENTES DE INFORMACIÓN
FUENTES MANUSCRITAS
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1690, 1691, 1695, 1713, 1987, 212, 2123, 2252, 2326, 2362, 2366, 2486,
2508, 2516, 2563, 2617, 2636, 2670, 2712, 2726, 2801, 2825, 2875, 2951,
2962, 2965, 3009, 3014, 3151, 3161.
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383
ANEXOS
384
Anexo I.
Cronología general de amenazas naturales en la capitanía General de
Chile, siglos XVI-XVIII780
SIGLO XVI
1561 Viruela
780
En este cuadro se mantiene la identificación que hacen las mismas fuentes de las amenazas.
Especialmente para el caso de enfermedades infecto-contagiosas.
385
abril de 1576 Inundaciones Valdivia
1589 Viruela
1591 Viruela
SIGLO XVII
La Imperial
386
1610-1611 Viruela Sur
1619-1620 Viruela
1639 Viruela
387
Febrero 1640 Erupción volcánica del Llaima Sur de Chile
1645 Escorbuto
1645 Peste
1646 “Pesticilla”
1647 Chavalongo
1655 Temblor
388
1663 Peste Santiago
389
SIGLO XVIII
Valparaíso
1733 Deshielos
390
1740-1743 Sequías Santiago
1743 Tabardillo
1751 Tabardillo
391
1768 Terremoto Arica y Antofagasta
392
1791 Disentería Calbuco
Elaboración propia. Fuentes manuscritas: AGI, Audiencia de Chile, legajos 2, 6, 27, 28, 34, 56, 96
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vol. 729, 1790; vol. 814, pza. 27, 1766; vol. 937, pza. 7, 1797; vol. 967, pza. 2, 1790; vol.1029,
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139, pzas. 2567, 2568, 2569, 2570, 2571, 2572, 2573, 2574, 2575, 2576, 2577, 2578, 2580, 2581,
1647; tomo 140, pieza 2540, 2592, 2595, 2596, 2598, 2601, 2605, 2607, 2609, 2611, 2612, 2613,
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4089, 1736; tomo 184, pza. 4122, 1730; tomo 186, pza. 4226, 1748, tomo 187, pza. 4261, 4262,
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Lazcano. Catástrofes en Chile. Santiago de Chile: Editorial La Noria, 1993.
394
Anexo II
Transcripción documental.
Sobre aumentos de dias en la alternativa de el agua de los interesados
de arriba.781
Foja 154
Sobre aumento de días en la Alternati-
ba de la Agua de los Interesados
de arriba=
Señor Precidente
Los Vecinos azendados delas chacaras q[ue] llaman de
Arriva de una y otra parte del Rio de esta ciudad
Paresemos antte usia con el m[ay]or rendim[en]to y dezimos q[ue]
De or[de]n de Us[ted] se publico vando el dia venti y ocho
de septiembre para la distribuz[io]n de las aguas con el motivo
dela presente seca dando a las de arriba dos días a la semana
desde el lunes apuestas del sol hasta el miércoles
a la misma ora; a las de debajo de la otra parte del Rio
tres días desde el miércoles hasta el savado y a las de aba-
jo desta parte dos días desde el savado hasta el lunes
Segun esta provid[enci]a se ha alternado el agua del Rio en
781
ANHCG, vol. 955, 1757, ff. 154 – 160v. Transcripción realizada para esta investigación. Archivo
Nacional Histórico por Pedro González Cancino; María Eugenia Mena; Emma de Ramón.
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los tres turnos de las semanas que han corrido desde el
dia de la publicaz[io]n y aunq[u]e desde aquel tiempo conducimos
(hablando con el acatam[ien]to devido) que el repartim[ien]to sera
mui desigual y en grave perjuicio de n[uest]ras haciendas, no lo
representamos por entonces hasta tocar con la experien-
cia el daño y que este diere a conocer a Us[ted] q[u]e los ynformes
que precedieron y dierno merito a la expresada alterna-
tiva no fueron correspond[ien]tes ni a la necesidad del Vezindario
ni al distinguido Zelo, y desvelada aten[cio]n con q[u]e se
Foja 154v
ha anhelado por el remedio y bien común deto-
dos sin mas respecto que el de la causa pu[bli]ca, pero
oy que en las tres semanas antecedentes hemos
experimientado que ninguna de las ochenta y quatro cha-
caras q[u]e componen las de arriba contenidas en la matri-
cula que presentamos en devida forma se han rega-
do enteram[en]te aun del primer riego que tanto ymporta
a la conservaz[io] delas viñas, y arboledas y asus frutos
ponemos en la sup[eri]or concideraz[io]n desde las razones
que pueden y deben mober su integridad a la alteraz[io]n
del or[de]n distributivo de las aguas. La primera quelas
chacaras de arriva de una y otra parte son ochenta y
quatro sin traer la consideraz[io]n muchas q[u]e se componen
de majuelos arboledas y corttos terremos, sino solam[en]te
aquellas que tienen viñas y al mismo tiempo almendra-
les crecidos, grandes olivares nogalares, y muchos
árboles frutales: y que las de abajo desta partte
396
del Rio solam[en]te son nuebe y de la otra veinte y
tres que todass hazen el numero de treinta y dos
fincas y pareze que quando a nuebe se concede dos
días de aguas, y tres a veinte y tres, persuade la mis-
ma evidencia e igualdad de la justicia distributiva q[u]e
dos no pueden ser suficientes para el riego de
ochenta y quatro chacaras. La razón que hasta a
hora se ha dado por partte de los asendados de
abajo es la mayor distancia de su situaz[io]n; pero
Foja 155
Siendo, como es constantte que ha exepcion de una
y otra finca que están en algun apartam[en]to del
Rio como son la de d[o]n Fran[cis]co y d[o]n Manuel
Zañartu todas las demás se hallan en su ynmediaz[io]n
Y que del mismo modo muchas delas chacaras de arriva
estan en mayor distancia; pareze q[u]e solo pudieran
prettender con proporcion asu numero aquel preciso
tiempo que nececita el agua para llegar al Puentte
o lugar de su repartim[ien]to. La segunda q[u]e las chacaras
de arriva se componen no solo de viñas, sino de mui con-
ciderables Almendrales, Olivares, Nogalares, y otros
arboles frutales, de tal suerte q[u]e rara seria delas ex
presadas en la razón presentada la q[u]e no tuviere estte
plantio, de q[u]e depende no solo el ynteres particular de el
asendado, y la conservaz[io]n de unas plantes q[u]e necesitan la
vida regular de un hombre para ponerse en estado de
fructificar sino también el abasto de esta ciu[da]d y aun de
397
otras muchas fuera del R[ei]no adonde se trafican y co-
mercian estos frutos en veneficio del vecindario: y por el
contrario delas fincas de debajo de uno y otro extremo
del Rio, son mui pocas las q[u]e tienen olivar, y menos
las q[u]e cultivan almendrales; con q[u]e siendo la regulada
ynttenz[io]n de Us[ted] dirijida a la equidad y conservaz[io]n de
las fincas, y de los caudales q[u]e en ellas se hallan ymepedi-
dos, es de justicia que a proporz[io]n de dicho m[ay]or numero
y de las plantas que tienen las de arriva seles conceda
Foja 155v
Pase glosa de 1757
398
dad.
Aunque la fuerza de las razones expresadas persuade
que la distribución de las aguas sea a proporz[io]n del mayor
numero ventajoso plantio y diferente calidad delas de arriva
como deberíamos expresar dela alta penetraz[io]n e yntregri-
dad de Us[ted] para que se conosca que nuestra ynttencion
no es perjudicar las de abajo, sino es conservar las que
Foja 156
Pase glosa de 1747
nos han debido tan penosas tareas en su creaz[io]n
y cultura por depender de sus frutos el sustento de n[uest]ras
honradas familias. Suplicamos a Usted con el mas reverente
acatam[ien]to queno siendo, como no es suficiente el termino de
dos días para gosen del veneficio del Riego se conceda a
nuestras poceciones el de seis y ciette a las de debajo de uno,
y otro extremo, del mismo modo que a las de arriva, el uno
para q[u]e llegue el agua a corresponder al lugar de su
repartim[ien]to y los seis restantes para q[u]e se aprovechen de
ella y de esta suerte todas las fincas asi las de arriva
como las de abajo gosan del veneficio de tener seis días
continua agua corriente. Y poder regar a satisfacción
sus viñas y arboledas sin que ninguna cienta el carezer
dela agua por otros seis, o ciette días; con q[u]e ese concigue
que muchas de las q[u]e opor estar en m[ayo]r distancia hasta
ahora no han alcanzado arregarse en el cortto termino
de dos días (por que los mas inmediatos detienen el agua
deseoso de aprovecharlo y lograran la utilidad y combemnien-
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cia a q[u]e propende la ynata piedad, y Justificado Zelo de
Us[ted]
Últimamente ponemos en la Superior Atten[zion de Us[ted] q[u]e de
Foja 156v
Or[de]n del Juez de aguas de esta ciudad se han tapado
enteram[en]te con piedra, y fajina las vocas-tomas de
nuestras acequias de modo q[u]e en los cinco días del turno
de las chacaras de abajo carsemos dela agua Necesaria
para veber que siempre se ha concedido como yndiespen-
sable para tan preciso destino; y supuesto que por la mis-
ma Urgencia en el turno delas de arriva que solo ha
sido de dos días. se ha permitido que para las de aba-
jo corra la suficientte para veber. Suplicamos a Us[ted]
rendidam[en]se te sirva de dar or[de]n al Juez de aguas
para q[u]e con igualdad dispense y comuniq[u]e a todas estte
alivio por tanto, y sin perjuicio de la Provid[enci]a tomada
sobre el libre e indeficiente curso de el agua para el
abasto y limpiesa de esta ciu[da]d por las acequias madres
q[u]e acatamoas con el mayor reconocim[ien]to –
400
Prior Ag[usti]no Rojas y Fuentes
Juan Ign[acio] Don Manuel de Manzanal
de la Cruz
Fojas 157
401
Foja 157v
D[octo]r Tordesillas
Rio
Santiago Noviembre 3 de 1757
Traslado
D[octo]r Tordesillas
Foja 158
Matricula de las chacaras que llaman de arriva
Primeram[en]te de Deza de la ciudad de la otra parte del Rio
Itten la chacarilla de los Lepes
402
Itten la de D[o]n Bart[olo]me de Balenzuela
Itten la del S[eño]r D[o]n Man[ue]l de Recavarren
Itten la del salto del S[eño]r Fiscal-
Itten la de Conchali de d[o]n Joseph Valeriano de Ahumada
Itten la de Pedro J[ose]ph Sanchez
Itten la de S[an]to Domingo
Itten la de Goechurava del D[octo]r D[o]n Juan de Vargas
Itten la del S[eño]r D[o]n Domingo de Aldunate
Itten la de D[o]n Fran[cis]co de Rojas
Itten la del D[octo]r D[o]n J[ose]ph del Pozo
Itten la de D[oñ]a Juana Bravo
Itten dos chacaras de D[o]n Juan Antonio Arauz
Itten la del colegio de San Pablo que fue de D[o]n Juan Antonio de Ala-
mos
Itten la de D[o]n Miguel M[a]r[ti]n[e]z
Itten la de los Silvas
Itten la del Molino de la M[e]r[ce]d
Foja 158v
Itten la de D[o]n Juan Daniel
Itten la recoleta de S[an]to Domingo
403
Itten la de la Viña Nueba y Viña Vieja de S[an]to Domingo
Itten la de D[o]n Leonardo Velasquez
Itten la de las Perexas
Itten la del conde de Zierra Bella
Itten la de D[o]n Fran[cis]co de Albarcia-
Itten la de D[o]n Luiz del Coo -
Itten la del Maetro Fr. Blaz de Asendeguia
Itten la de D[o]n Manuel de Aguirre
Itten la del Marquez de Montepio
Itten la de D[o]n Fran[cis]co Duran
Itten tres chacaras de D[o]n Juan Garzes
Itten la de Adames
Itten la de Marmolejo de S[a]n Ag[usti]n
Itten la de D[o]n Antonio de Unzueta -
Itten la de la casa de exercicio
Itten la de D[o]n Pedro Matthe de Luna
Itten la del P. M[aest]ro Caravajal
Itten la de D[o]n Pedro de los Rios
Itten la del Doctor D[o]n Manuel Manzanares
Itten la de D[oñ]a Thereza Arancivian
Itten la del Rosario
Itten la de D[o]n Diego Cobarrubias
Itten la de D[o]n Juan de Salazar
Itten la de D[o]n Pablo Cabrera
Itten la del S[eño]r D[o]n Juan de Balmaceda
Itten la de D[oñ]a Urzula Galindo
Foja 159
404
Itten la de D[o]n Joseph de Sola -
Itten la de D[o]n Juan de Varros -
Itten la de D[o]n Fran[cis]co Navarro Bolaños
Itten la de D[o]n Mathias de Acuña
Itten la de D[o]n Mathias de Iduarte
Itten la de D[o]n Joseph Subicueta
Itten la de D[o]n Manuel Parra
Itten la de D[oñ]a Maria Aranjuez
Itten la de D[o]n Antonio Lopez
Itten la de D[o]n J[ose]ph Tholedo
Itten la del Colegio Seminario
Itten la de Thomas de la Rivera
Itten la de la Olleria -
Itten la de la Casa de Exercicios de esta ciu[da]d
Itten la de D[o]n Juan de S[an]ta Cruz
Itten la de Peñalolen
Itten la de Tovalava de las monjas Ag[usti]nas
Itten la de los herederos del S[eño]r Barreda -
Itten la de las Zuñigas -
Itten la de Pedrasa -
Itten la de D[o]n Pedro Romero
Itten la de D[o]n Balthazar de Oruna
Itten la del Colegio del Nobiciado
Itten la de D[oñ]a Cathalina Ybaldo
Itten la del Carmen Oy de D[o]n Joseph Alderete
Itten la del Hospital de S[a]n Juan de Dios
Itten la de D[o]n Luiz de Uretta
Itten la del Montte Alberne
405
Itten la de D[o]n Vacilio Gamboa oy de Don Ag[us]tin de Rojas
Itten la de D[o]n Fran[cis]co Arenas
Itten la de D[oñ]a Agustina Caldera
D[octo]r Tordesillas
Rio
Fojas 160
Matricula de las chacaras q[u]e llaman de abajo-
Primeramente la de Don Pedro Nolasco de Santander
Itten la de Puntto de los Padres Agustinos
Itten la de D[o]n J[ose]ph de Puebla
Itten la de D[o]n Fran[cis]co Armijo
Itten la de las Contreras
Itten la de los Gutierrez
Itten la de los Gomez -
Itten la de D[oñ]a Juana Brava
Itten la de D[o]n Sevastian de la Barra -
Itten la de D[o]n Joseph de Zuñiga
Itten la de D[oñ]a Bern[ar]da Aldunate -
Itten la de Asencio Saez -
Itten la de D[o]n Thomas del Canto
Itten la de la chacarilla de Ahedo -
Itten la de D[o]n Ag[usti]n Britto
Itten la de Lopez perdida
Itten la de los Dias perdida
Itten la de D[o]n Antonio de Boza
Itten la de la Puntta del Colegio Maximo de la Compañía -
Itten la de Maluenda
406
Itten la del Marquez de la Pica por esta partte del Rio -
Itten la de D[o]n Manuel Lozano
Itten la de D[o]n Francisco Arteaga
Foja 160v
Itten la de D[o]n Nicolas de la Puebla -
Itten la de los Videlas -
Itten la de D[o]n Ramon Villalon
Itten la de D[oñ]a Beatris de la Aguila
Itten la de D[o]n Manuel Zañartu -
Itten la de D[o]n Francisco de Azaola -
Itten la de D[o]n Gabriel de Oballe de la Otra partte
Itten la de Doña Ana de Castro oy de Araus
Itten D[o]n Pedro del Portillo
407