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Máximo Gorki, seudónimo del escritor ruso Alexei Maximovich Peshkov, nació el 16
de marzo de 1868 en Nizni-Nóvgorod (rebautizada Gorki en su honor y cuyo nombre
mantuvo entre 1932 y 1991), y murió el 8 de junio de 1936 en Moscú. Pierde a su
padre a los tres años y vive con sus abuelos en duras circunstancias; tiene que dejar
de estudiar por falta de medios, trabaja en diversos oficios. A los 16 años se
relaciona con las juventudes progresistas, y a los 18 años intenta suicidarse,
disparándose un tiro. De ese episodio proviene, tal vez, la decisión de bautizarse
Gorki, que en ruso significa amargo.
En 1906 abandonó Rusia y por siete años vivió en el exilio localizándose en su villa de
Capri cerca a Nápoles. Al estallar la primera guerra mundial sirvió en la Cruz Roja
rusa y después de la revolución fue presidente de un comité para salvaguardar la
propiedad artística. Inicialmente se opuso a la revolución de 1917 y a las medidas de
Lenin, siendo silenciado por órdenes de éste último. Finalmente hizo causa común
con los bolcheviques, de los que se separó en 1920, aunque después volvió a
reconciliarse con ellos. Por consejo de Lenin, Gorki marchó al extranjero para curarse
de una vieja afección pulmonar -tuberculosis-, adquirida en su juventud, que ponía
en peligro su vida.
A partir de 1928, Gorki regresaba a su patria cada año y retornaba a Italia cuando el
clima se hacía más húmedo y frío, pero en 1933, decidió quedarse en la URSS. Entre
las razones que le hicieron a Gorki regresar a su natal Rusia fue la toma del poder en
Alemania por los fascistas. lo que hacía vislumbrar otra guerra mundial. A pesar de
su precaria salud, se manifestó abiertamente como antifascista, integrándose como
dirigente, del movimiento mundial por la paz.
Los pequeños burgueses es un drama sobre la crisis que acompaña el tránsito de una
orden social a otro. Sus personajes reflejan la decadencia rusa de principios del siglo
XX, el inminente ocaso del zarismo y, como arrastre inevitable, la pérdida de los
privilegios de su sector social que parasitaba en el hastío, el escepticismo, la
corrupción y un inconfesado pero indesmentible descenso de su autoestima. En ese
marco, un detalle no menor es que la obra tiene un firme y romántico anclaje en el
optimismo, que se encarna en Nil, el obrero de la historia. Con este personaje, la
categoría social de obrero hace su primera aparición en el teatro ruso.
"Tengo miedo de este tiempo... todo cruje", dice uno de los personajes de Los
pequeños burgueses. Y, efectivamente, en la Rusia de principios del siglo XX crujía
todo un orden establecido.