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Los diálogos socráticos se convirtieron en todo un género literario adoptado por muchos discípulos de
Sócrates y más tarde por filósofos siguientes. Probablemente haya sido Platón el que lo inventó y, sin
duda, fue el más brillante representante de este tipo de literatura.
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
La realidad suprasensible
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
La alegoría de la caverna
I.- Y ahora –proseguí- compara con el siguiente cuadro imaginario el estado de nuestra
naturaleza según esté o no esclarecida por la educación. Represéntate a unos hombres
encerrados en una especie de vivienda subterránea en forma de caverna, cuya entrada, abierta
a la luz, se extiende en toda su longitud. Allí desde su infancia, los hombres están encadenados
por el cuello y por las piernas, de suerte que permanecen inmóviles y sólo pueden ver los
objetos que tienen delante, pues las cadenas les impiden volver la cabeza. Detrás de ellos, a
cierta distancia y a cierta altura, hay un fuego cuyo resplandor los alumbra, y entre ese fuego y
los cautivos se extiende un camino escarpado, a lo largo del cual imagina que se alza una tapia
semejante al biombo que los titiriteros levantan entre ellos y los espectadores y por encima del
cual exhiben sus fantoches.
- Imagino el cuadro –dijo.
- Figúrate además, a lo largo de la tapia, a unos hombres que llevan objetos de toda clase y que
se elevan por encima de ella, objetos que representan, en piedra o en madera, figuras de
hombres y animales y de mil formas diferentes. Y como es natural, entre los que los llevan,
algunos conversan, otros pasan sin decir palabra.
- ¡extraño cuadro y extraños cautivos! –exclamó.
- Semejante a nosotros –repliqué-. Y ante todo, ¿crees tú que en esa situación puedan ver, de sí
mismos y de los que a su lado caminan, alguna otra cosa fuera de las sombras que se
proyectan, al resplandor del fuego, sobre el fondo de la caverna expuesto a sus miradas?
-No –contestó-, porque están obligados a tener inmóvil la cabeza durante toda su vida.
-Y en cuanto a los objetos que transportan a sus espaldas, ¿podrán ver otra cosa que no sea su
sombra?
- ¿qué más pueden ver?
- Y si pudieran hablar entre sí, ¿no juzgas que considerarían reales las sombras que vieran?
- Necesariamente.
- ¿Y qué pensarían si en el fondo de la prisión hubiera un eco que repitiera las palabras de los
que pasan? ¿Creerían oír otra cosa que la voz de la sombra que desfila ante sus ojos?
- ¡No, por Zeus! –exclamó.
- Es indudable –proseguí- que no tendrán por verdadera otra cosa que no sea la sombra de
esos objetos artificiales.
- Es indudable –asintió.
- Considera ahora –proseguí- lo que naturalmente les sucedería si se los librara de sus cadenas
a la vez que se los curara de su ignorancia. Si a uno de esos cautivos se lo libra de sus cadenas
y se lo obliga a ponerse súbitamente de pie, a volver la cabeza, a caminar, a mirar a la luz,
todos esos movimientos le causarán dolor y el deslumbramiento le impedirá distinguir los
objetos cuyas sombras veía momentos antes. ¿Qué habría de responder, entonces, si se le dijera
que momentos antes sólo veía vanas sombras y que ahora, más cerca de la realidad y vuelta la
mirada hacia objetos reales goza de una visión verdadera? Supongamos, también, que al
señalarle cada uno de los objetos que pasa, se le obligara, a fuerza de preguntas, a responder
qué eran: ¿no piensas que quedaría perplejo y que aquello que antes veía habría de parecerle
más verdadero que lo que ahora se le muestra?
- Mucho más verdadero –dijo.
II. – Y si se lo obligara a mirar la luz misma del fuego, ¿no herirá ésta sus ojos? ¿No habrá de
desviarlos para volverlos a las sombras, que puede contemplar sin dolor? ¿No las juzgará más
nítidas que los objetos que se le muestran?
- Así es –dijo.
- Y en caso de que se lo arrancara por fuerza de la caverna –proseguí-, haciéndolo subir por el
áspero y escarpado sendero, y no se lo soltara hasta sacarlo a la luz del Sol, ¿no crees que
lanzará quejas y gritos de cólera? Y al llegar a la luz, ¿podrán sus ojos deslumbrados
distinguir uno siquiera de los objetos que nosotros llamamos verdaderos?
- Al principio, al menos, no podrá distinguirlos –contestó.
- Si no me engaño –proseguí-, necesitará acostumbrarse para ver los objetos de la región
superior. Lo que más fácilmente distinguirá serán las sombras, luego las imágenes de los
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
hombres y de los demás objetos que se reflejan en las aguas y, por último, los objetos mismos:
después, elevando sus miradas hacia la luz de los astros y de la luna, contemplará durante el
día el sol y el resplandor del Sol.
- Sin duda.
- Por último, creo yo, podría fijar su vista en el sol, y sería capaz de contemplarlo, no sólo en
las aguas o en otras superficies que lo reflejaran, sino tal cual es, y allí donde verdaderamente
se encuentra.
- Necesariamente –dijo.
- Después de lo cual, reflexionando sobre el sol, llegará a la conclusión de que éste produce las
estaciones y los años, lo gobierna todo en el mundo visible y que, de una manera u otra, es la
causa de cuanto veía en la caverna con sus compañeros de cautiverio.
- Es evidente –afirmó- que, después de sus experiencias, llegaría a esas conclusiones.
- Si recordara entonces su antigua morada y el saber que, allí se tiene, y pensara en sus
compañeros de esclavitud, ¿no crees que se consideraría dichoso con el cambio y se
compadecería de ellos?
- Seguramente.
- Y suponiendo que allí hubiese honores, alabanzas y recompensas establecidos entre sus
moradores para premiar a quien discerniera con mayor agudeza las sombras errantes y
recordara mejor cuáles pasaron primeras o últimas, o cuáles marchaban juntas y que, por ello,
fuese el más capaz de predecir su aparición, ¿piensas tú que nuestro hombre seguiría deseoso
de aquellas distinciones y envidiaría a los colmados de honores y autoridad en la caverna? ¿O
preferiría, acaso, como dice Homero, “Trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin
patrimonio” y sufrirlo todo en el mundo antes que volver a juzgar las cosas como se juzgaban
allí y vivir como allí se vivía?
- Yo, al menos –dijo-, creo que estaría dispuesto a sufrir cualquier situación antes que vivir de
aquella manera.
Y- ahora considera lo siguiente –proseguí-: supongamos que ese hombre desciende de nuevo a
la caverna y va a sentarse en su antiguo lugar, ¿no quedarán sus ojos como cegados por las
tinieblas, al llegar bruscamente desde la luz del Sol?
- Desde luego –dijo.
- Y si cuando su vista se halla todavía nublada, antes de que sus ojos se adapten a la oscuridad
–lo cual no exige poco tiempo-, tuviera que competir con los que continuaron encadenados,
dando su opinión sobre aquellas sombras, ¿no se expondrá a que se rían de él? ¿No le dirán
que por haber subido a las alturas ha perdido la vista y que ni siquiera vale la pena intentar el
ascenso? Y si alguien ensayara libertarlos y conducirlos a la región de la luz, y ellos pudieran
apoderarse de él y matarlo, ¿es que no lo matarían?
- Con toda seguridad –dijo.
(Platón. REPÚBLICA. Libro VII)
A la hora de explicar el origen del mundo físico, Platón añade a su teoría de las
ideas la presencia de un Demiurgo, es decir de un “dios artesano o hacedor”, quien
contemplando las esencias inmutables del mundo superior, imprime sobre la materia
caótica originaria un orden, copiando esas esencias. De modo que el esquema platónico
para explicar el mundo sensible implica un modelo (el mundo ideal, las esencias de las
cosas), la copia (el mundo sensible) y el artífice que ha hecho la copia en base al modelo
(el Demiurgo).
Cuando Platón se pregunta por qué el Demiurgo ha querido engendrar el mundo,
responde que lo ha hecho por pura bondad y amor al bien. El bien, dice Platón, es
difusivo de sí mismo, es decir, está llamado a transmitirse a otros. La divinidad, en la
cual no hay lugar para la envidia, queriendo que todas las cosas fuesen buenas en la
medida de lo posible, convirtió el desorden (la materia caótica originaria) en orden
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
(cosmos). Lo malo y negativo que hay en este mundo se debe, no a la obra del
Demiurgo, sino a la imperfección de la materia y el límite que esta impone.
Puede notarse, sin embargo, que esta divinidad personal no es lo que en Platón
ocupa el rango más alto, ya que por encima del Demiurgo está justamente el Mundo de
las Ideas, que no tiene rasgos personales, y que no ha sido creado por el Demiurgo
(como tampoco lo fue la materia prima del universo) e incluso del cual el Demiurgo
depende para realizar óptimamente su obra. Y dentro del Mundo de las Ideas,
estableciendo jerarquías entre ellas, Platón ubica por sobre todas las cosas la Idea de
Bien, es decir la esencia del Bien en sí, fuente última del ser de las demás esencias y de
todas las cosas.
Antropología platónica
La visión que Platón tiene del hombre, además de relacionarse claro está con su
postura metafísica original, tiene también importantes influencias de la religión órfica. 2
Mencionaremos algunas ideas centrales de la antropología platónica, que pueden
rastrearse a lo largo de sus escritos.
En primer lugar, según Platón el alma y el cuerpo no tienen un origen común.
Antes de habitar en un cuerpo físico, el alma existe primeramente en el Mundo de las
Ideas, donde tiene posibilidad de contemplar las esencias de las cosas (esta teoría de la
preexistencia del alma influirá en su planteo del conocimiento, como veremos). De
hecho, el alma es afín a ese mundo suprasensible, ya que ella también es algo no
material. Ahora bien, a diferencia de las almas de los dioses, las almas de los hombres
no son plenamente perfectas, por lo cual existe en ellas la posibilidad de la falta. Es el
cometido de una falta lo que explicaría su caída en el Mundo Sensible, es decir que el
alma pierde su hogar original y cae en algo inferior encarnando en un cuerpo al que le
da vida (véase a continuación el relato del “carro alado”)
Sea su símil (el símil del alma) el de la conjunción de fuerzas que hay entre un tronco de
alados corceles y un auriga. Pues bien, en el caso de los dioses los caballos y los aurigas todos
son buenos y de buena raza, mientras que en el de los demás seres hay una mezcla. En el
nuestro, está en primer lugar el conductor que lleva las riendas de un tiro de dos caballos, y
luego los caballos entre los que tiene uno bello, bueno y de una raza tal, y otro que de
naturaleza y raza es lo contrario de éste. De ahí que por necesidad sea difícil y adversa la
conducción de nuestro carro. (...) El corcel que participa de maldad es pesado, gravita hacia
tierra, y entorpece a los cocheros que no estén bien entrenados.
(...) Toda alma recorre todo el cielo. Mientras es perfecta y alada camina por las alturas
y rige al universo entero; pero aquella que ha perdido las alas es arrastrada hasta alcanzar
algo sólido en donde se instala, tomando un cuerpo terrenal que da la impresión de moverse a
sí mismo, gracias a su virtud.
(Platón. FEDRO)
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Debemos mencionar que en la antigua Grecia la religión pública, que es la que más conocemos en
nuestros días, no fue sentida por todos los griegos como plenamente satisfactoria, por lo cual se
desarrollaron algunas creencias que, si bien encuadradas en el politeísmo general, tenían elementos y
prácticas propias. La más importantes de éstas fue la del Orfismo, doctrina que ha influido en el
pensamiento de Platón en combinación con algunos elementos de los Pitagóricos.
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
El conocimiento
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También aquí podemos intuir la influencia de Sócrates por la manera calma y en nada dramática con la
que él encaró su propia muerte, aunque Platón mismo no estuvo presente en el momento en que el viejo
ateniense llevó a cabo su condena mediante la cicuta.
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
El Estado
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
ahí que Platón afirme que los que deben gobernar son los filósofos, que son los que se
preocupan por alcanzar la sabiduría. Los gobernantes deben primero saber qué es lo que
hay que hacer para alcanzar el bien común y luego llevarlo a cabo, es decir obrar según
las exigencias de dicho bien. Pero ¿cómo se puede obrar bien si no se sabe lo que está
bien? Sería como querer alcanzar una meta sin saber cuál es esa meta. Por eso, la
primordial tarea de los gobernantes es saber.
Los soldados son los que deben vigilar los peligros que provengan del exterior y
también aquellos que procedan del interior, para lo cual se necesita de fortaleza. Su
virtud específica, por lo tanto, es el valor. Y deben obedecer los mandatos de los
gobernantes, si es que estos gobiernan sabiamente, como deberían.
Los productores (campesinos, artesanos, comerciantes, por ejemplo) deben
administrar los bienes materiales a la sociedad. Estos bienes no deben ser ni
demasiados, ni demasiado escasos. Por eso, esta clase social, debe alcanzar la virtud de
la moderación (o templanza), al igual que la parte del hombre que busca satisfacer sus
deseos, es decir, el vientre. Entregarse en exceso a los deseos termina resultando
contraproducente, tanto para el hombre como para la sociedad toda. Por eso es que hay
que ser moderado.
Si cada clase social cumple su función, entonces se logra una sociedad ordenada y
armoniosa, es decir una sociedad en la que predomina la justicia.
Aristóteles
Aristóteles nació en Estagira en el 384 a.C.,
hijo de un reconocido médico de nombre
Nicómaco, nombre que luego Aristóteles daría
también a su hijo. A los dieciocho años viajó a
Atenas e ingresó en la Academia de Platón, en la
cual permaneció hasta la muerte de su fundador.
Al morir Platón abandonó Atenas y se instaló en
Asia Menor. Tras una serie de viajes, Filipo de
Macedonia lo llamó a su corte confiándole la
educación de su hijo cuando éste tenía trece años.
Ese muchacho luego llegaría a ser Alejandro
Magno. Permaneció en la corte hasta que
Alejandro asumió el trono y finalmente regresó a
Atenas. Allí alquiló edificios cercanos a un
pequeño templo consagrado a Apolo Liceo de
donde proviene el nombre de “Liceo” atribuido a
la escuela de Aristóteles. Aristóteles impartía sus
enseñanzas mientras paseaba por los senderos del jardín vecino a los edificios, por lo
que a la escuela también se la llamó “Peripato” (del griego peripatos, “paseo”, “caminar
alrededor”) y sus seguidores fueron denominados “peripatéticos”. Durante un tiempo el
Liceo llegó incluso a eclipsar la Academia. Después de verse forzado a huir de Atenas,
tras la muerte de Alejandro, se retiró a Calcis, donde falleció en el 322 a.C.
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
De los escritos de Aristóteles se han perdido casi por completo aquellos que
estaban destinados al público en general (exotéricos, ya que eran para lectura de la gente
que estaba fuera de la escuela), que al parecer estaban escritos en forma de diálogo y
con una prosa que incluso superaba a la platónica. Sí llegaron a nosotros la mayor parte
de los textos dedicados al uso interno de la escuela (esotéricos), algo así como sus
apuntes de clase, en una prosa más precisa pero también más árida. En ellas aborda
diferentes cuestiones filosóficas (lógica, filosofía de la naturaleza, ética, antropología,
metafísica) y también temáticas relacionadas a las ciencias naturales. En efecto,
Aristóteles tuvo un gran interés por las cuestiones de la naturaleza (más que su maestro
Platón, quien apuntaba a lo suprasensible, como hemos visto, y consideraba a la
naturaleza una mera copia imperfecta de los prototipos perfectos del Mundo de las
Ideas). Ha sido una figura de genio solamente comparable con la de su maestro, con
quien manifestó importantes diferencias desde lo filosófico.
Dice Diógenes Laercio que “Aristóteles fue el más genuino de los discípulos de
Platón”. Pero un discípulo genuino no es aquel que repite las ideas de su maestro, sino
aquel que a partir de las teorías del maestro, intenta superarlas yendo más allá. En este
sentido la sentencia de Diógenes es un gran acierto.
Platón se interesó por las matemáticas, pero no por el conocimiento empírico.
Aristóteles mostró gran interés por las ciencias empíricas, y se interesó poco por las
matemáticas. Las obras de Platón están llenas de elementos místico-religiosos, fruto de
la influencia del orfismo. Los escritos de Aristóteles (los que llegaron a nosotros) en
cambio abandonan ese tono y adquieren características más “científicas” y sistemáticas.
Más allá de estas diferencias, debe señalarse sin embargo, el punto esencial filosófico,
en el que se revela tanto la influencia de Platón en Aristóteles como la diferencia de este
respecto de aquel.
Platón fue el gran filósofo de las esencias, es decir, el pensador que centró su
atención en aquellas realidades no materiales que hacen que cada cosa sea lo que es. En
Aristóteles la temática de las esencias sigue fuertemente presente y, en ese sentido, la
herencia platónica es innegable. Sin embargo no coincide con la doctrina de su maestro
según la cual estas esencias tiene una realidad en sí mismas y se ubican en un plano
superior, en un Mundo Inteligible. Las dificultades que Platón tenía para explicar cómo
se da esa “copia” de la Idea en las realides materiales, para descifrar cómo es que lo
Uno se hace presente en lo múltiple, en definitiva, para explicar la participación, se
convierten en Aristóteles en argumentos para no aceptar esas ideas. Además, considera
Aristóteles que lo que hace que un ente sea lo que es no puede estar fuera de ese ente,
sino que debe ser un principio intrínseco a este.
Como alternativa a Platón, Aristóteles presenta su teoría hilemórfica (de hylé,
“materia” y morphé, “forma”). Según el filósofo de Estagira, las cosas son lo que son ya
que la “forma” (aquello que ubica a un ente dentro de un género o una especie,
haciéndolo ser lo que es: un hombre, un perro, un ciprés…) se da en una “materia”
(aquello de lo cual o en lo cual algo está hecho: madera, piedra, carne y huesos…). La
forma es heredera de la idea de Platón, con la mencionada diferencia, de que en
Aristóteles este elemento esencial de las cosas no se encuentran en un mundo superior y
trascendente, sino que es un principio inmanente a las cosas.
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
Hacer ciencia es investigar las causas. Pero ¿qué es una causa? Por causa, la
filosofía Aristotélica entiende: aquello de lo cual algo depende en su ser o en su hacerse.
Es decir, para que algo sea, para que sea lo que es o para haber llegado a ser (o haber
llegado a ser lo que es), una realidad depende de diferentes factores. Estos factores
tienen una influencia real sobre el efecto y, por tanto, el efecto depende (para ser o para
haber llegado a ser) de esos factores, que son justamente sus causas.
Hemos dicho también que la filosofía es la búsqueda de las causas primeras. Por
ello Aristóteles se ha dedicado en establecer cuántas y cuáles son estas causas de las
cosas, llegando a la conclusión de que, por lo que respecta al mundo del devenir, las
causas son cuatro:
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Debe mencionarse, sin embargo, que a veces Aristóteles utiliza el término sustancia para referirse a la
forma más que al compuesto de materia y forma. De todas maneras, se entiende que en el compuesto la
forma tiene primacía sobre la materia ya que la materia es pura potencialidad, mientras que la perfección
viene dada por la forma.
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El número varía según la obra aristotélica que se consulte, en algunas la numeración de géneros de ser
llega a ocho y no diez, como en el listado que presentamos aquí.
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
- Causa formal: como se ha dicho, la esencia, es decir, aquello que hace que algo sea lo
que es.
- Causa eficiente (o motora): aquello que lo ha engendrado, es decir, aquello que con su
acción hace que algo sea o sea algún modo.
Así, al investigar las causas de algo, se ha de investigar qué es eso (forma), de qué
está hecho (materia), quién lo hizo (causa eficiente) y para qué es hecho (causa final).
Por ejemplo, la estatua del Discóbolo (forma) está hecha de bronce (materia) por un
escultor (causa eficiente) con el objetivo de representar la belleza del cuerpo humano
(causa final). Las dos primeras bastan para una consideración estática de la realidad,
mientras que las otras dos son necesarias para la consideración dinámica (su origen y su
dirección). Las dos primeras son causas intrínsecas a la sustancia (la materia y la forma
no están fuera del ente, sino en él), mientras que las últimas dos son causas extrínsecas.
De todas estas, en la filosofía de Aristóteles, se concede primacía a la causa final,
ya que es el para qué el que da origen a toda el dinamismo de la causalidad. Es por la
finalidad de representar la belleza del cuerpo humano que un escultor le da forma de
Discóbolo al bronce, es por el objetivo de descansar las piernas que un carpintero le da
la forma de silla a la madera, etc. Por ello, la causa final es considerada la causa de las
causas, y ocupará un lugar central en la filosofía aristotélica.
En el ámbito del mundo material, una de las cosas que saltan a la vista es el
cambio de los entes. Los entes materiales son mutables. Y no es raro que un filósofo
como Aristóteles, preocupado por las cosas del mundo sensible, se haya dedicado
especialmente a tratar de desmenuzar este misterio del cambio de las cosas y a tratar de
explicarlo.
El problema no era nuevo. Ya los presocráticos tenían esta inquietud y buscaban,
en el cambio de las cosas, aquel principio permanente del cual provenían (el arché). Sin
embargo, dentro de los presocráticos, dos filósofos merecen ser especialmente
nombrados en referencia a este tema: Heráclito, con su concepción de un mundo en
constante devenir, y Parménides, con su descubrimiento del Ser y su negación del
cambio. Presentaremos brevemente a estos dos filósofos, para luego ver la solución que
propone Aristóteles.
Heráclito de Éfeso:
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
“Este mundo, el mismo para todos, ningún dios ni hombre lo hizo. Sino que ha sido
siempre y es y será un fuego siempre vivo, que se enciende según medidas y se apaga
según medidas”
Pero los contrarios son lo que son por su ser en la relación, es decir, los opuestos se
condicionan recíprocamente:
“Sólo la enfermedad hace dulce la salud; el mal el bien; el hambre la saciedad; la
fatiga el reposo. Si no hubiese injusticia, se ignoraría hasta el nombre de la justicia.”
El cambio tiene, entonces, cierto orden; otra vez está presente la idea de una cierta
racionalidad o legalidad en el cambio, como en otros filósofos presocráticos. Esto es lo
que probablemente expresa este fragmento:
“Los hombres no han llegado al conocimiento de este logos que ha existido desde
siempre, ni antes de haber oído hablar de él ni tampoco después. Pues, viniendo todas
las cosas a la existencia según este logos, los hombres parecen gentes inexpertas,
cuando ensayan palabras y actos tales como los que yo describo detalladamente,
distinguiendo cada cosa según su naturaleza y expresando cómo es”
El logos puede interpretarse como la ley universal o la razón que rige el cambio de
las cosas. Lo sabio no consiste entonces en tratar de conocer cada cosa aisladamente
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
Parménides de Elea:
A diferencia de Heráclito, Parménides negará la existencia del cambio. ¿Cuáles son las
razones para ello? Veamos lo que expone en su poema Sobre la naturaleza:
“Aquella que afirma que el Ser es y el No-Ser no es, significa la vía de la persuasión -
puesto que acompaña a la Verdad-,
y la que dice que el No-Ser existe y que su existencia es necesaria,
ésta, no tengo reparo en anunciártelo, resulta un camino totalmente negado para el
conocimiento.”
Esta es entonces la verdad primordial para Parménides: el Ser es, el no-ser no es.
Hasta ahí no parece haber grandes dificultades. Sin embargo, son importantes las
conclusiones que Parménides extrae a partir de esta verdad. Si lo que existe, lo que es,
es el SER, entonces el SER no puede cambiar. Pues, para cambiar, debería provenir
desde algo distinto o dirigirse a algo distinto; pero lo distinto del SER es el NO-SER, de
lo cual nada puede provenir y hacia lo cual nada puede dirigirse, pues el NO-SER no es.
Platón, a su manera, plantea una posible solución a esta dicotomía apelando a dos
mundos distintos: el Mundo Sensible, que es mutable y deviene (por lo cual las cosas
materiales, que cambian, son una mezcla de ser y no-ser) y el Mundo de las Ideas
(eterno, inmutable, perfecto) que muestra una influencia parmenídea. Aristóteles, sin
embargo, rechaza la idea de los dos mundos platónicos, por lo cual tiene que buscar otra
solución distinta al problema del cambio, una solución que no niegue el hecho evidente
de que las cosas cambian (cosa que negaba Parménides), pero que tampoco llegue al
extremo de defender la tesis del puro cambio (al modo de Heráclito), ya que esta idea
también conduce a contradicciones.
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
Si bien Aristóteles rechaza la doctrina platónica del Mundo de las Ideas, llega por
su propio camino a la existencia de una Sustancia Suprasensible, y lo hace a través del
análisis de lo sensible, es decir analizando las cosas que cambian.
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Con el término “movimiento” entiéndase en filosofía “cambio” en general y no solamente el cambio de
tipo locativo o posicional.
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
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G. Reale, D. Antiseri, Historia del pensamiento filosófico y científico, Tomo I, pp. 173-174
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FILOSOFÍA: PLATÓN Y ARISTÓTELES
El hombre y su obrar
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Los temas merecen un desarrollo pormenorizado, que nos atrevemos a saltear puesto que serán
desarrollados en otras materias de la carrera, particularmente en Antropología Filosófica y Ética y
deontología profesional.
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