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Anavelam

Clau Mona
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Anavelam Cjuli2516zc
Guadalupe_Hyuga Walezuca Segundo
Karikai

Nanis

ilenna
Sinopsis _____________________________________________________________________________ 5
PARTE UNO _________________________________________________________________________ 6
UNO_________________________________________________________________________________ 7
DOS ________________________________________________________________________________ 16
TRES _______________________________________________________________________________27
CUATRO___________________________________________________________________________ 35
CINCO ____________________________________________________________________________ 40
SEIS _______________________________________________________________________________ 49
PARTE DOS _________________________________________________________________________57
SIETE ______________________________________________________________________________ 58
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OCHO _____________________________________________________________________________ 66
NUEVE _____________________________________________________________________________76
DIEZ ________________________________________________________________________________ 87
ONCE _____________________________________________________________________________ 99
DOCE ____________________________________________________________________________ 104
TRECE _____________________________________________________________________________ 112
CATORCE ________________________________________________________________________ 123
QUINCE ___________________________________________________________________________ 134
DIECISÉIS _________________________________________________________________________ 142
DIECISIETE ________________________________________________________________________ 151
DIECIOCHO _______________________________________________________________________162
DIECINUEVE ______________________________________________________________________ 171
VEINTE ____________________________________________________________________________ 177
Man in Love _______________________________________________________________________ 188
Laurelin Paige _____________________________________________________________________189
son los dueños de esta ciudad.
Demonios, son dueños del mundo entero.

Así que cuando mi jefe huye para "encontrarse a sí mismo", aprovecho la


oportunidad y me sumerjo de lleno en el glamuroso universo de los Sebastian. Es todo
lo que siempre he querido: un ritmo rápido y un alto nivel de exigencia y, aunque no
encajo, soy excelente fingiendo.
Hasta que me encuentro cara a cara con el hombre al mando, 5

el arrogante heredero playboy con la mente de un diablo y el cuerpo de un dios y una


boca en la que no puedo dejar de pensar. Es exasperante. Es una distracción. Es el
hombre que me quiere en su cama tanto como yo quiero estar allí.
HOMBRE
ARRIBA 6
E
staba alzando mi teléfono, buscando una señal cuando lo escuché. Un
suave maullido. El tipo de sonido que hace un gatito cuando está en
problemas.
Agudizando el oído, escudriñé mi entorno. Detrás de mí, cuatro estructuras
metálicas en forma de silo se apiñaban. Debajo de mí, el abarrotado bar de la azotea
palpitaba con gran energía. Delante de mí, el Empire State brillaba con los colores del
arcoíris (en honor a la manifestación LGBTQ que se celebraba ese fin de semana),
pero la abundancia de luces parpadeantes de la discoteca hacía palidecer al famoso
lugar turístico. También había mucho ruido, lo cual era parte de la razón por la que
me había colado por la escalera de acero hasta el nivel más alto del edificio, ya que
quería hacer una llamada telefónica. La otra razón era que todavía no había
conseguido que apareciera más de una barra en mi pantalla.
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El maullido, determiné, tenía que provenir de los silos, fueran lo que fueran.
Imaginé que albergaban elementos mecánicos del edificio: electricidad, aire
acondicionado, etc. Algún arquitecto de primera categoría había decidido, por alguna
razón, que las torres cilíndricas bronceadas con cimas que parecían sombreros de arroz
asiáticos eran la mejor manera de embellecer el equipo industrial. En serio, el estilo
de diseño neoyorquino de moda estaba fuera de mi alcance. En lo que a mí respecta,
eran raros.
Además, estaban en la cima de un edificio de sesenta pisos, por lo que la
probabilidad de que hubiera escuchado a un gato perdido era relativamente escasa.
De todos modos, el sonido había cesado. Probablemente había sido sólo el
chirrido de un generador, o me lo había imaginado. Volví a mi teléfono. Ahora tenía
dos barras cuando miraba en esta dirección. Subí los tres escalones restantes hasta el
nivel superior oficial. ¡Tres barras! Eso funcionaría.
Excepto que ahora escuché al gato de nuevo.
Dos veces más. Definitivamente no era mecánico. Bajé mi teléfono y me arrastré
cautelosamente alrededor de uno de los silos. Si no era un gato, que no podía ser a
esta altura, ¿verdad? ¿Las ratas hacían esos ruidos?
Me estremecí ante esa posibilidad. Sinceramente, no había ninguna razón para
buscar la fuente.
Pero, ¿y si era un gato? Tal vez el bar hipster tenía uno aquí para cuidar de los
ratones. No era la idea más ridícula y me picaba la curiosidad, así que, en contra de
mis mejores instintos, seguí por la curva del segundo silo.
Entonces me quedé helada.
No era un animal el que hacía esos ruidos, era una mujer. Estaba a unos cuatro
metros, con la espalda apoyada en la pared de ladrillo que enmarcaba una chimenea
al otro lado de los silos. Tenía los ojos cerrados, el vestido de cóctel recogido
alrededor de la cintura y los sonidos que emitía eran gemidos de placer, no de angustia.
Probablemente debido al hombre que estaba frente a ella. Más concretamente, su
mano trabajando entre sus piernas.
Y, vaya, él estaba realmente trabajando si la expresión en su cara era una
indicación.
Rápidamente y en silencio, me escabullí alrededor del silo y dejé escapar una
lenta respiración. No sabía si debía reír o… bueno. ¿Qué otra reacción debería tener?
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Ciertamente, el zumbido instantáneo de excitación entre mis muslos no era apropiado.
Así que me reí. Una risa silenciosa, para no molestar a los "amantes".
Sin embargo, cuando el impulso de humor pasó, el zumbido seguía ahí. Hacía
demasiado tiempo que no tenía sexo. Mi última relación real había terminado el
verano anterior, luego había tenido ese enganche de rebote durante el fin de semana
de Halloween, y como actualmente era principios de septiembre… Dios mío, había
pasado casi un año. No es de extrañar que estuviera tan intrigada por la pareja aleatoria
que se estaba montando en un rincón oscuro de una fiesta en una azotea.
La estimulación vicaria era demasiado seductora. Suavemente, me puse de
puntillas alrededor del silo, con el cuerpo pegado al edificio para poder… mirar.
Vaya. La vista era tan sensual la segunda vez como lo había sido la primera. Más
ahora, cuando las caderas de la mujer se agitaron contra su mano. Era francamente
asqueroso, la forma en que sostenía los brazos de ella por encima de la cabeza, la
forma en que no se besaban, los únicos puntos de contacto entre ellos en las muñecas
de ella y el lugar entre sus piernas.
La siguiente vez que gimió, casi gemí con ella.
Hice una nota mental de que, al parecer, el voyeurismo es muy excitante.
Tanto que me había olvidado de por qué había venido aquí en primer lugar.
Tanto que mi propio coño palpitaba. Tanto que no pensé en volver a esconderme
cuando ella soltó un último jadeo y se estremeció con su orgasmo.
Obviamente fue cuando debí haberme ido. De acuerdo, debería haberme ido
antes, pero como no lo había hecho, este era el momento. Sin embargo, me quedé,
fascinada por la actitud despreocupada de su hombre mientras sacaba un pañuelo del
interior de su chaqueta de esmoquin y se limpiaba la mano antes de guardarlo en el
bolsillo. Ni siquiera se lo ofreció a ella.
Era evidente que la mujer se había dado cuenta. Frunció el ceño mientras se
ajustaba el vestido, pero su sonrisa volvió rápidamente. Arrojando sus cabellos
castaños por encima del hombro —oscuros, pero no tan oscuros como los míos— se
acercó a él, bajando la mano hacia su entrepierna.
—Vamos, Eden. Has terminado. —Aunque no podía distinguirlo todo desde mi
punto de vista, pude ver claramente cómo le quitaba la mano de encima.
—Pero tú no —ronroneó.
La miró fijamente durante varios segundos. Deseé que estuviera de frente para
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poder ver su expresión. Era tan difícil espiar a la gente que no cooperaba.
—No me interesa —dijo finalmente. Un despido, claro como el agua. Podía
decirlo sin tener que ver su cara—. La única razón por la que te saqué un orgasmo fue
para que me dejaras en paz.
Auch.
Este tipo era un verdadero imbécil.
¿O lo era? Le había dado lo que parecía ser un orgasmo extremadamente
competente antes de mandarla a la mierda. Por supuesto, no podía saber lo suficiente
como para emitir un juicio por lo que había visto. Pero era difícil no imaginar los
detalles del escenario mientras me quedaba comiendo palomitas en sentido figurado,
y en mi imaginación, el tipo era fantástico tanto en el sexo como en ser un imbécil.
Según mi experiencia, los rasgos parecían venir en pares.
Eden arrugó la cara, pero parecía saber cuándo estaba derrotada.
—Tú te lo pierdes. Sabes que te trato bien.
—Sí, lo sé. Ese es el problema.
Oh, sí, definitivamente un imbécil. La clase de tipo que necesitaba algo extraño.
La clase de tipo que sólo se metía con una chica una vez y seguía adelante. Teniendo
en cuenta que todo el bar había sido alquilado para un evento de élite, mismo que
estaba rugiendo debajo de nosotros, tenía a este tipo totalmente identificado. Rico.
Con derecho a ello. Playboy. Eden haría mejor en alejarse.
Su sonrisa cayó, y enderezó su columna vertebral, sus ojos lanzando dagas.
—Eres un cretino.
Mi palabra exactamente, Eden.
Playboy se encogió de hombros.
—Te lo advertí.
—Me advertiste sabiendo que al hacerlo quedarías exactamente como lo
contrario. ¿Sabes qué? Te mereces tu miseria.
Parecía estar a punto de marcharse, lo que fue mi señal para salir corriendo, pero
dudé cuando él extendió la mano y la agarró del brazo.
—Eden, espera.
Su rostro se suavizó con alivio. Como si hubiera estado esperando que él la
detuviera. Conocía esa esperanza. Estaba bastante segura de que Eden sabía lo que le
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esperaba cuando se había involucrado con ese bastardo, pero, aun así. Era difícil no
empatizar.
Le soltó el brazo y alargó la mano para tocarle la cara. Justo cuando pensaba que
el playboy podría no ser tan malo después de todo, dijo:
—Límpiate antes de bajar. Se corrió el rímel.
Eden se apartó de un tirón, y sin más palabras, se fue furiosa.
Se dirigió hacia mí, en realidad.
Mierda.
Me escabullí alrededor del silo, lo suficientemente lejos como para que no me
viera mientras bajaba las escaleras, pero no tan lejos como para que el imbécil me
viera al otro lado. Luego esperé, escuchando sus pasos para saber cuándo era seguro
salir de mi escondite.
El cretino tenía un paso muy silencioso, aparentemente, porque no oí nada. Así
que conté. Hasta doscientos para asegurarme de que había pasado suficiente tiempo.
Fueron doscientos largos, además, porque perdí la cuenta un par de veces cuando una
imagen de la escena sexy en la que había entrado saltó a mi cabeza.
Definitivamente, estaba añadiendo echar un polvo a mi lista de tareas
pendientes. Esto era ridículo.
Finalmente, asomé la cabeza por el silo hasta donde lo había visto por última
vez.
No había nadie. Di unos pasos más para asegurarme. No estaba delante de mí.
Suspiré con alivio.
—¿Buscas a alguien?
Di un salto al oír la voz detrás de mí. Me di la vuelta y lo vi de pie en las sombras
donde yo había estado unos segundos antes.
Era imposible que supiera que yo estaba allí. No podía saberlo. Definitivamente
no podía saber que lo había observado. Llegando rápidamente a esa conclusión, me
hice la inocente.
—Me pareció oír a un animal. Un gato en problemas. Sólo estaba mirando
alrededor.
Increíble, Tess. Eso no sonó para nada súper defensivo.
—Un gato. En un tejado tan alto. —Estaba justamente incrédulo.
—A mí también me resultaba extraño. Por eso lo estaba buscando.
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—Ajá.
Estaba sudando de nerviosismo. No había olvidado que estaba en este evento
bajo falsos pretextos, y aunque no había ninguna razón para que este tipo cuestionara
eso ahora mismo, el hecho me puso en guardia.
Y no necesariamente en guardia en el buen sentido. Porque debería haberme
ceñido a mi historia —después de todo, era una historia real— y haber seguido mi
camino. Él seguía en las sombras, con el rostro oculto en la oscuridad. No es que
intentara detenerme.
Pero había un reto detrás de esa única palabra, un desafío tácito, y cualquiera
que me conozca sabe que no soy de las que se alejan cuando se lanza el guante.
Di un paso hacia él.
—¿Ajá? ¿Qué se supone que significa eso? ¿No me crees?
Se encogió de hombros, el mismo encogimiento de hombros que le había dado
a Eden.
—Sólo quería decir ajá.
—-Oh. —Tal vez había imaginado el desafío. Toda esta aventura fue un error.
¿Por qué creía que podía hacer esto sin enloquecer? Podía ser el tipo de persona que
se enfrentaba a un reto, pero no era un idiota, y venir a esta fiesta esta noche había
sido una locura de idiota. Y ahora estaba inventando un drama donde no lo había—.
De acuerdo, entonces —dije, apartándome del hombre misterioso.
De la misma manera que había extendido su mano para detener a Eden, extendió
su voz para detenerme a mí.
—Verás, creo que has venido a buscar porque has oído algo. Luego encontraste
algo más. Y en lugar de alejarte… te quedaste.
Volví a girar hacia él.
—Yo no… —corté bruscamente. Había salido de las sombras y ahora, por
primera vez, le vi la cara.
Y era impresionante.
Impresionante como para quitarte el aliento.
Impresionante como para derretirte las bragas.
No es de extrañar que Eden se haya quedado prendada de él. Los hombres de
todos los días no lucían así. Era material de modelo de portada. Si me presionaran
para describirlo con palabras, no habría podido explicar qué era lo que atraía de él.
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Era el paquete completo. La forma en que sus rasgos se unían. Sus altos pómulos. La
mandíbula cincelada, evidente bajo una barba bien recortada, de algún tono marrón.
Sus ojos hundidos: estaba demasiado oscuro para captar su color, pero la colocación
era perfecta. Y aunque ocultaba mucho por detrás, el esmoquin a medida que llevaba
mostraba lo suficiente por delante para ver que estaba muy bien definido. Como el
tipo de persona definida que no sólo tiene un gimnasio en casa, sino que también pasa
tiempo en él.
Me sorprendió tanto, tan desprevenida, que las palabras salieron a trompicones
antes de que tuviera la oportunidad de contenerlas.
—Oh, vaya, eres atractivo.
El calor me subió por el cuello hasta la cara. Mi piel aceitunada no se ruborizaba
con facilidad, pero la sangre seguía corriendo hacia arriba cuando me avergonzaba. Y
esto era súper embarazoso. Demasiado vergonzoso como para saber cómo arreglarlo.
Mientras me pateaba a mí misma y me moría de vergüenza, él entró, fresco como
un pepino.
—Estaba pensando lo mismo sobre ti.
Y ahora estaba coqueteando conmigo.
Después de haber dejado a otra mujer. Lo había identificado con precisión, eso
era seguro. Jugador con J mayúscula.
Me reí, mitad nervios, mitad incredulidad.
—Eso no. No. No nosotros. Uh-uh. Gracias, ya me voy.
Esta vez estaba demasiado nerviosa como para dar toda la vuelta antes de que
me detuviera una vez más.
—No, espera. Me disculpo. No era mi intención entrar con fuerza. Tú lo dijiste
primero, así que lo tomé como una invitación.
Me lo pensé durante un rato antes de responder, algo que sabía que debía hacer
más a menudo. Bien, de acuerdo. Había decidido que era un playboy, pero no tenía
necesariamente pruebas. Había sido la que había vomitado verbalmente a un total
desconocido. Definitivamente era yo quien estaba fuera de lugar.
—Sí lo hice —admití—. Lo siento. Se me salió.
—No hace falta que lo sientas. —Su sonrisa era como el oro por la forma en que
brillaba. Hipnotizante. Podía convencer a muchas mujeres de hacer un montón de
cosas estúpidas mostrando esa belleza. 13

Esperaba que "muchas mujeres" no me incluyeran a mí. Pero también era


realista, así que estaba en alerta de que probablemente sí.
Y, sin embargo, seguía allí de pie.
—Añade eso al hecho de que te quedaste con lo que encontraste aquí arriba. —
Estaba decidido a hacerme admitir lo que había visto. Era una suposición. Me estaba
tanteando.
Sin embargo, ¿había alguna razón para negarlo? Tenía más curiosidad por saber
a dónde quería llevar la conversación, así que me limité a decir:
—¿Y?
—Y eso, combinado con tu comentario sobre mi apariencia, me dio una
impresión diferente de hacia dónde podría ir esta interacción. —Se acercó a mí.
Literalmente. Merodeó.
Era ridículo lo sexy que podía parecer un hombre con sólo dar un puñado de
pasos.
Aún más ridículo era lo afectada que estaba por ello.
Y, Dios mío, me había costado un poco, pero ¿realmente había dicho eso?
—Por favor —dije, gimiendo con una irritación que iba dirigida tanto a mí como
a él—. Porque accidentalmente entré en tu pequeña escapada sexual, ¿crees que eso
significa que debo querer una escapada sexual propia?
—No, por supuesto que no. —Ese encogimiento de hombros despreocupado de
nuevo—. Es el hecho de que miraste.
Otra oleada de sangre en mis mejillas. Había estado de espaldas a mí todo el
tiempo. Eden ni siquiera me había visto, y había sido ella la que estaba de cara a mí.
¿Me equivoqué? ¿Había algo reflexivo que se me había pasado por alto en esa pared
de ladrillos? Giré para estudiar donde había estado de pie. Volví a mirar hacia donde
había estado de pie.
No. De ninguna manera. No me había visto. Me volví hacia él con una sonrisa
de regodeo.
—No podrías saberlo.
Entonces le tocó a él regodearse, porque por supuesto acababa de delatar que sí
había mirado.
—Estaba determinando el consentimiento —dije por impulso. 14

—Cuidando a tu compañera de género.


—Exactamente. —Me sentí noble por la mentira. Como si realmente hubiera
sido un héroe en lugar de un mirón, sólo preocupada por si Eden estaba siendo violada
o no.
Su sonrisa de oreja a oreja me echaba en cara mi mentira, pero me siguió el
juego.
—Espero que hayas llegado a la conclusión de que, de hecho, hubo
consentimiento.
—Por su parte, al menos. —Puede que pensara que era una indirecta cuando lo
dijo por primera vez, pero después del hecho, incluso yo sabía que sonaba como si
estuviera coqueteando.
Maldición. Tal vez lo estaba haciendo.
Su expresión parecía igualmente insegura.
—No me han obligado a nada. Pero sí, tienes razón. No tenía toda mi atención.
Tú, en cambio, sí. —Inseguro o no, era terriblemente valiente.
Me gustaban los jugadores estúpidamente atractivos y valientes.
Y tontear con uno definitivamente no estaba en la agenda de la noche. Tuve que
alejarme.
—De acuerdo, está bien —dije, con la cabeza revuelta y aturdida—. Sí. Yo
sólo… gracias, pero no gracias. Sólo he venido a hacer una llamada, y sí. Voy a ir a
hacer eso ahora. —Tuve el sentido común de irme entonces. Incluso más sentido
común para llamar por encima de mi hombro—, Por favor, no me sigas.
Está bien, tal vez no fue el sentido común lo que me hizo echar ese último vistazo
en su dirección. Quería saber si me estaba viendo alejarme.
Llámame idiota porque me alegré de que lo hiciera.

15
T
eyana respondió al primer timbre.
—Cuéntamelo todo.
Mi cabeza seguía atrapada en los silos con el irritante e
irritantemente sexy desconocido. Probablemente debería haber esperado a que mi
temperatura se enfriara antes de hacer la llamada, pero había estado ansiosa por hablar
por teléfono para que pareciera que estaba haciendo algo si por casualidad me seguía.
Pero no me había seguido, y ahora tenía que intentar hablar por teléfono.
Dejé escapar un suspiro.
—Todo sería mejor si estuvieras aquí —dije, lo cual era cierto, pero no algo que
hubiera dicho con tanto lloriqueo si hubiera tenido mis sentidos sobre mí.
Inmediatamente, traté de suavizarlo—. Quiero decir, sé que no sería mejor para ti,
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pero sería mejor para mí, y no estoy tratando de hacerte sentir mal, sólo me gusta estar
con mi amiga.
Uf, era una mierda. Preocupándome por mis sentimientos y por lo apestoso que
era tener que estar sin ella en lugar de centrarme en el hecho de que ella realmente
estaba sufriendo físicamente. Por lo general, comprendía mejor las formas de ser un
buen amigo de alguien con una enfermedad crónica debilitante, pero de vez en cuando
fallaba a lo grande.
—Lo siento —añadí, deseando haberlo dicho antes.
—Oye, no hagas eso. —Como solía hacer, Tey se puso en el papel de
consoladora—. Soy muy consciente de que mis brotes no son sólo un inconveniente
para mí.
—Pero esa es la cuestión: sólo son un inconveniente para mí. Para ti, son mucho
más.
—Sí —estuvo de acuerdo—. Son una mierda. Realmente desearía estar allí
contigo en su lugar.
Ese había sido el plan original, que viniéramos juntas. En realidad, cuando vi la
invitación en el correo de mi jefe, mi plan era tirarla a la basura y no pensar más en
ella, pero Tey me la arrebató de las manos, con los ojos brillantes por una idea.
—La invitación es para Kendra. —Había señalado.
—No van a identificar a la gente en la puerta. Dice que hay que llevar la tarjeta
para entrar. Esto es todo lo que necesitamos para entrar.
—No tendría nada que ponerme.
—Estás cuidando la casa de una mujer que tiene la mayor selección de ropa
fuera de la Quinta Avenida. Apuesto a que algunos de sus vestidos aún tienen las
etiquetas.
Lo había considerado entonces. Kendra nos había prestado ropa a Teyana y a mí
un millón de veces, desde que las tres nos conocimos y nos hicimos amigas cuando
cursábamos nuestro máster en Georgetown. Aunque ya no estábamos tan unidas como
entonces —el hecho de ser su empleada tras la graduación había cambiado la dinámica
de nuestra relación—, probablemente me habría prestado algo si hubiera estado en la
ciudad.
Por supuesto, si hubiera estado en la ciudad, yo no habría estado revisando su
correo y no habría sabido de la fiesta en primer lugar.
Tey debió darse cuenta de que mi aquiescencia era vacilante. 17

—Vamos, Tess. ¿Cuándo vamos a poder ir a una fiesta organizada por los
Sebastian?
Los Sebastian eran la realeza americana. Con su dinero invertido en todo, desde
el acero y el petróleo hasta los medios de comunicación y la tecnología, prácticamente
eran dueños de la ciudad. Su nombre figuraba en tantos edificios como el de los
Rockefeller, incluido el Sebastian Center, sede de la mayoría de sus negocios en
Nueva York.
Una fiesta organizada por los fabulosamente ricos era definitivamente tentadora.
—Kendra no nos llevaría si estuviera aquí —insistió Tey—. ¡Esto es una vez en
la vida!
Y como tenía razón en eso, y porque últimamente me sentía más que amargada
con Kendra, dije que sí.
Pero entonces Teyana tuvo un brote que la mandó a la cama en posición fetal.
Sólo acepté ir para que ella pudiera vivir a través de mí. Llevaba el suficiente tiempo
de amistad con ella como para aprender que a veces lo único que podía hacer por su
enfermedad era vivir mi propia vida al máximo. En muchos sentidos, el hecho de que
Teyana estuviera enferma me había llevado más lejos de lo que habría llegado por mi
cuenta.
Ese hecho sólo me hacía sentir más culpable.
—¿Cómo te sientes? —pregunté ahora.
—Mareada, y siento como si alguien me clavara repetidamente un largo cuchillo
de sierra entre las costillas, pero sobre todo estoy aburrida. Por favor, desabúrreme y
háblame de la fiesta.
—Bueno. —Sinceramente, apenas había estado en la fiesta. Había paseado de
un lado a otro de la azotea, había tomado unos cuantos aperitivos exóticos de las
bandejas que pasaban por allí, y luego me había colado por la escalera cerrada para
intentar llamarla.
Pero esa interpretación de mi velada no la iba a desaburrir, así que traté de
suavizarla.
—Todo el mundo va bien vestido, por supuesto. Todo de diseño. En realidad,
me siento vestida de manera informal, y estoy usando Dolce y Gabbana.
—Vi la foto que enviaste. Encajas, créeme.
Miré la falda rosa de tul.
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—Parezco una bailarina.
—Pareces prima y estás muy sexy. Fin del tema. ¿Qué más?
—La música es de estilo club. Pensaba que iba a ser todo clásicos y Frank
Sinatra, pero tienen un ritmo muy fuerte. He visto a un par de cabellos grises bailando
en la pista y me ha impresionado.
—Estoy roncando, Tess. ¿Estabas bailando con ellos en la pista? Eso es lo que
quiero oír.
Por supuesto que no había estado bailando. Esa era la escena de Teyana. Yo
también podía divertirme, pero era más a menudo la chica con la mano levantada al
frente de la clase. Por eso funcionábamos tan bien como amigas, y por eso me
gustaban más las fiestas con ella a mi lado. No era justo que fuera ella la que estuviera
enferma cuando era tan extrovertida y yo no.
Sin embargo, no iba a volver a caer en el camino de la culpa. ¿Qué otra cosa
podía decirle? La escena de sexo que había presenciado, pero no iba a darle lo bueno
de primeras.
—¡No he bailado, pero he comido! La comida también está muy buena. Y
extraña. No podría nombrar la mitad de lo que me he llevado a la boca.
—Apreciaría más esa última frase si no estuvieras hablando de comida —se
burló.
De acuerdo, tal vez era el momento de sacar a relucir la suciedad.
—Oh, sí que he visto a una mujer ser follada con los dedos por un jugador sexy
con un esmoquin ajustado.
Prácticamente pude oír a Teyana sentarse con excitación.
—Aleluya, a eso me refiero. Por favor, por favor, por favor dime que hay más
en esta historia. Necesito todos los detalles.
Me reí.
—No hay mucho que contar, por desgracia. Estaba buscando un lugar tranquilo
para llamarte y me encontré con ellos. Luego, cuando probablemente debería haberlos
dejado, me quedé por alguna razón.
—Para poder contarme, obviamente.
—Obviamente. Pero cuando terminó, la despidió como si no fuera nada. Y
entonces, observa esto, Tey. Luego, tuvo el descaro de coquetear conmigo. —Todavía
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estaba sorprendida por su descaro. Y un poco halagada, lo cual era jodido porque
probablemente él coqueteaba con las mujeres todo el tiempo. Probablemente, ya se
había olvidado de mí.
—Así que vas a quedar con él después de colgar conmigo, ¿no?
—Uh, difícilmente.
Hizo un sonido exasperado que fue tan pesado que lo sentí en la mitad de la
ciudad.
No podía creerlo.
—¿Quieres que me enrolle con algún sórdido que ya se lo ha montado con otra
mujer esta noche?
—No tiene que ser él —dijo—. Pero sí alguien. Por el amor de Dios, no has
estado con nadie desde que Alejandro…
La corté.
—No es cierto. Estaba ese tipo en la fiesta de Halloween del año pasado. Bob.
O Bobby. Cualquiera que sea su nombre.
—Lo cual fue hace casi un año, por favor, nena. Necesitas echar un polvo. Por
mí. Hazlo. Ve a buscar a un cretino mega-rico, y no me vuelvas a llamar hasta que
seas tú la que se deje follar con los dedos.
No era tan fácil para mí. Sabía que el sexo era sólo sexo, pero era un tipo de
chica sentimental, lo que generaba muchas lágrimas, teniendo en cuenta los chicos de
los que parecía enamorarme. Sería mejor si fuera más como Tey. Podía saltar a la
cama con un tipo que acababa de conocer y no volver a pensar en él, sin problemas.
Para protegerme, había aprendido a esperar el enfoque más romántico, que significaba
al menos tres citas, y más vale que me llame después.
Por otro lado, había tenido un par de citas de una noche que habían terminado
bien. Cuando iba sabiendo lo que iba a ser, como con Bobby, podía salir sin
expectativas y con el corazón intacto. Y también había sido divertido.
Así que tal vez Tey tenía razón. Seis meses seguidos de Match.com no habían
conducido a nada más que a una serie de citas que prefería dejar olvidadas. Tenía tan
mal sabor de boca que el romance ni siquiera estaba en mi radar por el momento.
Soltarme por una noche podría ser una buena manera de reiniciar.
Con la promesa de hacer precisamente eso, colgué. Una cosa era segura: si
quería divertirme como Teyana esperaba que lo hiciera, iba a tener que ir al bar.

20

Una hora y media después, estaba sintiendo los efectos de tres Mai Tais y los
dos tragos que los habían precedido. La conversación se había vuelto definitivamente
más fácil. Aunque me había sentado en la barra principal, había tenido varias
interacciones atractivas.
En ese momento, estaba coqueteando con un chico sexy de ojos verdes y un
hoyuelo malvado. O él estaba coqueteando conmigo. Lo que sea, era prometedor.
—Ahí está otra vez —dijo Ojos Verdes, agachando la cabeza—. Juro que no va
a parar hasta que me encuentre.
Miré despreocupadamente en la dirección que había señalado con la cabeza. Me
había dicho que se escondía de una mujer cuando se sentó por primera vez a mi lado,
pero no había decidido si era verdad o una frase. Busqué con la mirada a una mujer
que parecía estar buscando a alguien.
—¿La rubia?
Dio un vistazo.
—La mujer que está a su lado.
—La que tiene edad para ser tu abuela. —Fruncí el ceño—. ¿Está intentando
meterse en tus pantalones? —Ojos Verdes parecía tener más o menos mi edad, que
estaba más cerca de la treintena de lo que me hubiera gustado, aunque todavía faltaban
tres años.
—No, no, no. —Hizo una pausa como si lo imaginara—. Dios, no. No tengo
nada en contra de Adrienne Thorne, sólo…
—Es una diferencia de edad bastante grande.
—Más de treinta años, creo.
Me reí.
—Entonces, si no está detrás de tu hombría, ¿por qué te escondes?
—Es una estupidez, de verdad —dijo sonrojándose. Era adorable cómo podía
ser tan masculino y también vulnerable. Puede que no tenga el mismo efecto en mí
que el playboy cretino de antes, pero si Ojos Verdes me invitaba a casa, no me
enfadaría por ello.
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No tendría que saber que estaba pensando en otra persona.
—Sé que es una estupidez —le aseguré—. Tu estupidez es bienvenida aquí.
Sonrió, dejando que su hoyuelo brillara por completo.
—Te lo agradezco, gracias. Adrienne está detrás de mí porque escuchó que mi
compañía está buscando respaldar una organización sin fines de lucro. Relaciones
públicas y filantropía y todo eso. Lo hemos incluido en nuestro presupuesto, pero aún
no hemos encontrado la organización que queremos patrocinar. De todos modos, ella
cree que su organización benéfica sería el ajuste perfecto, entre comillas. No lo es.
Prefiero defraudarla en un ambiente de oficina antes que arruinarle la noche.
Mis oídos se agudizaron como si fuera el perro de Pavlov y hubiera sonado una
campana.
—Probablemente ahora sería un mal momento para decirte que yo emparejo a
las empresas con los patrocinios sin ánimo de lucro.
Bueno, no lo hacía. Kendra lo hacía. Ella misma construyó la empresa: su idea,
su visión, el dinero de su familia como semilla. Yo, era más o menos un asistente
glorificado. No era lo que me había propuesto cuando acepté mi beca en Georgetown,
pero era un buen sueldo, no tenía que volver a casa y, en estos tiempos, ¿no era todo
lo que una persona podía esperar?
La cuestión era que estaba lo suficientemente metida en los entresijos del
negocio como para saber cómo venderlo, y aunque Kendra me había rechazado en
varias ocasiones cuando le había pedido que me dejara hacer eso, estaba segura de
que podía hacer el trabajo.
El hoyuelo desapareció de la cara de Ojos Verdes.
—Lo siento —dije, dándome cuenta de mi paso en falso—. Aquí estás
intentando disfrutar de tu noche y yo la convierto en un negocio.
—Eso no es lo que estaba pensando en absoluto. En realidad, estoy interesado.
Como dije, estamos detrás de un patrocinio. De hecho, estamos atrasados en la
selección de uno. Sólo pensé que tal vez era demasiado presuntuoso de mi parte tratar
de perseguir eso en una fiesta.
Oh, me gustaba este tipo. Dispuesto a convertir el placer en negocio a la menor
oportunidad, ése era mi tipo de hombre.
Por otro lado —miré mi vaso vacío—, había consumido bastante alcohol. Y
Teyana me mataría si saliera de esto con un trato en lugar de un polvo.
Además, no podía hacer una mierda sin Kendra. No sólo estaba fuera de la 22
ciudad por quién sabía cuánto tiempo "encontrándose a sí misma", sino que tampoco
había manera de que le admitiera que le había robado la invitación.
—Te diré algo —dijo Ojos Verdes, aparentemente percibiendo mi vacilación—
. No tengo una tarjeta de visita. Dame tu teléfono.
Sin preguntarle, desbloqueé mi móvil y se lo entregué.
Él tecleó en mi dispositivo.
—Voy a añadir a Julie Sánchez a tus contactos. Es mi asistente. Llámala la
semana que viene y concerta una cita. ¿Cuál era el nombre de tu organización? La
pondré al corriente.
No me dio tiempo a pensar en una mentira, así que dije la verdad.
—Conciencia Conectada. —Quizá pudiera pasarle la información a Kendra sin
decirle cómo la había conseguido. Después de todo, era parte de mi trabajo encontrar
pistas para ella.
—Fantástico. Estoy deseando hablar más. —Me devolvió el teléfono, con los
ojos concentrados en algún lugar detrás de mí—. Mientras tanto, me han visto. Tengo
que salir de aquí. Espero que nos volvamos a ver más tarde.
Sus últimas palabras estaban llenas de todo el calor que había buscado antes en
la conversación. Lástima que no hubiera un después. Ahora que le había dado a
Conciencia Conectada, no podía haber una cita. Sería demasiado fácil para él
averiguar quién era yo —o más bien quién no era— y, amiga o no, no iba a arriesgar
mi posición con Kendra.
Pero tal vez si unía su compañía a la de él…
—Espera —dije, dándome cuenta de que había omitido una información crucial.
Recorrí la multitud—. Ni siquiera sé tu nombre. —Sin embargo, estaba hablando
conmigo misma, porque él había desaparecido.
—Estoy bastante seguro de que puede referirse a él como señor Sebastian
cuando llame a su secretaria —dijo el camarero—. ¿Le sirvo otra copa?
Ignoré la pregunta y el hecho de que había estado escuchando a escondidas
porque en ese momento estaba volviéndome loca.
—¿Era un Sebastian? —Mi cara se sentía caliente, y no tenía nada que ver con
el alcohol que había estado bebiendo. Había estado hablando con una celebridad. Un
Sebastian de carne y hueso. Menos mal que no lo había sabido antes. Definitivamente
23
habría dicho algo estúpido.
Era posible que hubiera dicho alguna estupidez de todos modos. Repasé nuestra
conversación, en busca de algo censurable. Todo lo que podía recordar era bastante
banal.
Sin embargo, eso significaba que no podía pasarle la información a Kendra. Ya
había intentado sugerirle que se acercara a los Sebastian en varias ocasiones, y ella lo
había rechazado al instante. Algo sobre que su familia era demasiado cercana a la
suya, que no era apropiado, bla, bla, bla. No era una chica rica. No entendía todas las
reglas de la sociedad.
Lástima porque el señor Sebastian y yo habíamos tenido una conexión. Estaba
bastante segura de que podría haberle vendido. Menudo negocio habría sido.
—Dios mío, era un Sebastian —me repetí.
—Hay varios de ellos por aquí —dijo una voz a mi lado. Una voz irritantemente
deliciosa y familiar—. Unos cuantos.
Me giré para encontrarme cara a cara con el estúpidamente atractivo jugador, y
maldita sea si no estaba aún más sexy de cerca.
—Tú —dije, un poco despectivamente porque me sentía despreciada por la
forma en que encendía cada nervio de mi cuerpo.
—Tú —dijo él a su vez. Su tono parecía apreciar mi desprecio y a la vez conocer
el origen del mismo—. Esperaba que nos volviéramos a encontrar.
—Yo esperaba que no lo hiciéramos.
—Es curioso, no te creo.
No era un idiota, y la verdad era evidente. No podía dejar de mirar. Mis ojos
fueron atraídos magnéticamente hacia él. Era tan guapo que me hizo necesitar tomar
asiento, y ya estaba sentada. Su cabello era más claro, me di cuenta, de lo que me
había imaginado en la oscuridad. Era de color rojo pardo con matices dorados, tan
perfectamente desordenado en su distribución que tenía que ser natural. Sus ojos eran
de un azul intenso. Siempre me han gustado los ojos azules. Y los jugadores
estúpidamente atractivos. Era como si lo hubieran pedido específicamente para mí, un
cóctel de Tessa Turani que garantizaba que me emborrachara con sólo mirarlo.
—¿Puedo invitarte un chupito? —preguntó, como si necesitara alcohol cuando
él estaba en mi organismo.
De alguna manera me las arreglé para apartar mi mirada.
—Es barra libre. 24

—En ese caso, puedo invitarte dos. —Llamó al camarero que no había ido muy
lejos, ese pequeño espía entrometido—. Cuatro tragos de… —Ojos Azules me miró—
. ¿Tequila está bien?
¿Cómo lo había sabido?
—La fuente de muchas malas decisiones.
—Tequila será.
Era tan suave. Mucho más suave de lo que sería el licor, lo sabía por experiencia.
Sin embargo, no me opuse cuando el camarero nos puso los cuatro chupitos
delante, junto con un salero y un bol de limas.
Sólo con ver el montaje me dieron ganas de quitarme la ropa. O quizás fue Ojos
Azules quien lo hizo. Sabía cómo llenar un esmoquin, y tenía la sensación de que se
veía aún mejor sin él.
Él y el camarero sabían exactamente a dónde iba esto. ¿Qué tan tonta era yo?
Levanté un solo trago.
—Un poco obvio, ¿no crees?
—¿Que quiero ser una de tus malas decisiones? —También levantó uno—.
Pensé que la honestidad era merecida después de lo que hemos pasado juntos.
—Como si hubiéramos pasado por una experiencia vinculante.
—Lo encontré increíblemente vinculante. Verás, tú observaste. —Se inclinó
hacia mí, bajando la voz a un tono áspero que sólo yo podía oír—. Y eso me parece
muy, muy candente.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Sí, necesitaba el tequila. Me salté la sal,
me tomé el primer chupito y agarré una lima. Me encogí, no sólo por el sabor agrio
sino por las palabras que había dicho y mi reacción a ellas.
Sacudí la cabeza.
—¿Y te vinculas a mujeres que te parecen atractivas?
—Temporalmente. —Sonrió—. Sí.
Esa sonrisa era un arma seria.
—Ahí está esa honestidad de nuevo —dije, fingiendo que no estaba
condenada—. Debería darte crédito por ello.
—Deberías. —Se sirvió su propio chupito, sin sal ni lima. Me hizo saber que era
duro, en caso de que eso lo hiciera por mí.
25
Por supuesto que sí. Mi tipo con T.
Tal vez fue porque él era perfectamente mi debilidad que seguí luchando contra
ella.
—Sólo porque miré no significa que lo encontré excitante.
—Pero lo hiciste.
—Nunca dije eso. —Había dicho que lo encontraba atractivo a él. No era lo
mismo.
Se encogió de hombros como si la semántica no importara.
—No tenías que hacerlo.
No, no tenía que hacerlo. Yo era un charco de humedad por él. No tenía que
poner su mano entre mis piernas para saberlo.
Me giré hacia él, cediendo finalmente. Levanté el segundo trago para que
pudiéramos brindar cuando él levantara el suyo. Volvimos a beber juntos y, aunque
intenté resistirme, me derrumbé y chupé la lima.
Podía sentir sus ojos sobre mí mientras lo hacía, ardiendo con su intensidad.
Prácticamente podía oír sus pensamientos. Sabrá a cítricos cuando la bese.
Tuve que cruzar las piernas para aliviar el dolor.
—¿Quién dijo que eras la razón por la que miraba? —Esta vez estaba
coqueteando. Teyana estaría muy orgullosa cuando se lo contara más tarde—. Tal vez
fue Eden quien me pareció atractiva.
—No lo fue.
Se había acercado, de alguna manera, sin parecer moverse. En lugar de dos
personas sentadas una al lado de la otra, éramos dos personas compartiendo un
espacio. Su cuerpo se apretó contra la parte exterior de mi muslo. Podía sentir ese
tacto por todas partes. Mis pezones se erizaron como antenas que intentaban atraer
más electricidad.
Extendió la mano para rozar un mechón de cabello detrás de mi oreja y luego
dejó que sus dedos recorrieran mi cuello.
—Estás muy seguro de ti mismo —susurré.
—Dime tu nombre. Yo también te haré estar segura de mí.
Me levanté con un repentino pánico.
—No. Nada de nombres.
26
—No creí que fuera posible, pero estoy aún más excitado.
Sobre mis pies, el mundo se sentía mucho menos firme. Era el alcohol, por
supuesto, pero también era él, este encantador bruto de hombre. Diciendo cosas
encantadoras y sonriendo su encantadora sonrisa y mirándome con sus encantadores
ojos azules.
Tonta y condenada. Esa era yo.
—Creo que debería irme.
—Deja que te lleve.
Sabía que no podía aceptar eso. Dejar que me llevara al apartamento que
compartía con Teyana en Jersey City sería tan malo como darle mi nombre. Además,
me estaba quedando en casa de Kendra, y definitivamente no podía llevarlo allí.
Pero había bebido lo suficiente como para que me resultara difícil pensar con
claridad, y si se estaba ofreciendo a llevarme a su casa, ambos sabíamos que la
respuesta no era no.
M
i viaje al vestíbulo habría sido vergonzoso si hubiera estado lo
suficientemente sobria como para reconocerlo. Caminar era
imposible sin agarrarme al brazo de Ojos Azules, al que me aferré
con todas mis fuerzas. A decir verdad, me habría agarrado de todos modos. Habría
sido una pena ignorarlo una vez que me lo hubiera ofrecido. Incluso con la tela de su
esmoquin entre mi mano y su bíceps, pude ver que era un bíceps muy bien formado.
Estoy bastante segura de que se lo dije en el ascensor, porque Ojos Azules se
volvió hacia la pareja de ancianos que viajaba con nosotros.
—Le gustan los bíceps tonificados.
—La verdad es que sí —dije con una sonrisa.
La sonrisa que me devolvió la pareja no fue tan cortés.
27
Cuando salimos del ascensor, una mirada a la distancia hasta las puertas
exteriores, y supe que no iba a llegar, ni siquiera con la ayuda de unos bíceps
tonificados.
—Espera —dije. Apoyando una palma de la mano en su pecho para apoyarme,
me agaché y me quité una de las sandalias tan altas como las nubes, y luego la otra—
. Mucho mejor. —Suspiré cuando mis pies descalzos se encontraron con el suelo de
mármol.
—Estoy bastante seguro de que hay una política de "sin zapatos, no hay entrada".
—Pero por su tono de voz y el brillo de sus ojos, deduje que estaba más divertido que
preocupado.
—Será mejor que me lleves afuera, entonces, rápido.
No perdió ni un segundo en sacarme del edificio. Cuando llegamos a la acera,
sólo tuvo que asentir al portero y su auto se detuvo, como si lo hubiera estado
esperando. Ojos Azules era más suave de lo que me había imaginado; ni siquiera le vi
sacar el teléfono, y debió de llamar o enviar un mensaje de texto para que el servicio
fuera tan rápido.
Habría comentado el hecho si no hubiera estado tan distraída por el propio auto.
—¿Una limusina?
—El Maybach está en el taller.
Supuse que era una broma, pero podría no haberlo sido. Teniendo en cuenta que
lo habían invitado a la fiesta de los frufrú de arriba, era muy posible que tuviera un
Mercedes de alta gama. Lo más probable es que hubiera alquilado la limusina y que
simplemente tratara de impresionar.
Yo estaba impresionada. También fui lo suficientemente testaruda como para no
decirlo.
—Supongo que servirá. —Le entregué mis zapatos a Ojos Azules y me deslicé
por el asiento trasero—. Cómodo.
—Me alegro de que lo apruebes. —Estaba sonriendo cuando se unió a mí. Y a
pesar del amplio espacio en el vehículo, se sentó muy cerca.
Tuve que recuperar el aliento.
—Bueno, hola.
—Hola a ti.
Así de cerca, en los confines de un lugar tan pequeño, podía oler su colonia de
28
palo de rosa. O tal vez era sándalo. No tenía suficiente experiencia con las fragancias
masculinas como para poder identificar correctamente algo más que el hecho de que
era amaderado y que olía bien. Y que era el tipo de fragancia que me embriagaba y
me hacía salir de mí misma.
También podría haber sido por las copiosas cantidades de licor.
Fuera cual fuera la causa, supe entonces que estaba en verdaderos problemas con
este chico.
Una voz bien educada retumbó a través de un altavoz cerca de mi cabeza.
—¿Destino, señor?
Ojos Azules pasó junto a mí para pulsar un botón del intercomunicador, y luego
me miró, como si esperara que dijera algo.
Oh, mierda. Quería mi dirección.
Era apropiado, supuse. Permitirme dirigir hacia dónde iría esto en lugar de hacer
suposiciones. Incluso borracha lo reconocí como admirable.
Pero al mismo tiempo estaba un poco molesta. Me molestaba tener que ser yo
quien tomara la decisión y casi deseaba que simplemente hubiera dado la orden de ir
a su casa, y entonces podría haber fingido conmoción y consternación mientras en
secreto me sentía emocionada y aliviada.
Así que me tocó decir las palabras. Llévame a tu casa. Lo tenía en la punta de la
lengua.
Pero era testaruda y quería un poco más de persecución.
—¿Podríamos conducir un rato?
—Ya escuchaste a la dama. —Su sonrisa decía que a él tampoco le importaba la
persecución.
El auto se puso en marcha, y el giro de la entrada al tráfico me lanzó en su
dirección. Me tomó en sus brazos y mis latidos se aceleraron. Había tanta energía
salvaje entre nosotros que apenas podía soportar que me abrazara así. Y todavía
teníamos toda la ropa puesta. Condenados, dije.
—¿Condenados?
Mierda. No había querido decir eso en voz alta.
Necesitando agarrarme a mi dignidad, me aparté de sus brazos.
—No estaba preparada para que el auto arrancara. ¿No hay cinturones de
seguridad en estas cosas?
29
Resultó que había un cinturón de seguridad, pero en cuanto empecé a examinar
el interior del vehículo, encontré muchas otras características que apreciar.
—¿Tienes una impresora? ¿En tu auto? —Cerré el armario que había revelado
el ordenador y la estación de carga y abrí otro para encontrar un televisor. Esto no era
como la limusina de fiesta de mi viaje a Las Vegas—. ¿Qué hay en tu lado?
—La nevera. El bar. ¿Puedo ofrecerte algo de comer? ¿Un poco de agua? —Me
estaba estudiando como si quisiera devorarme. Fue su contención lo que más me hizo
retorcerme.
Me pregunté cómo Eden lo había soportado tan bien. Había salido de su
encuentro con el maquillaje un poco manchado, pero al menos era capaz de mantener
la cabeza erguida. No estaba segura de poder salir de este auto más que a rastras.
El encuentro con Eden de nuevo en mi cabeza me tenía repentinamente recelosa.
—¿Era tu novia?
—¿Quién?
Era increíble la paciencia que tenía con mis saltos de tema, como si estuviera
dispuesto a seguirme a cualquier parte.
—Eden.
—Oh. No. No. —Arrastró el último no como si la idea fuera ridícula.
Me creí su respuesta, pero ya había conocido a hombres manipuladores. De los
que dependen mucho de la formulación de las preguntas. Me preguntaste si era mi
novia, no si estaba casado.
—¿Tu esposa?
—No. —Adivinó mi siguiente pregunta antes de que la hiciera—. Nadie más lo
es tampoco.
Ya había revisado su mano y no encontré ni una banda ni una línea de bronceado.
Aunque sólo fuera un encuentro de una noche, me negaba a ser partícipe de la
infidelidad.
Me giré para estar frente a él.
—¿Así que nadie tiene motivos para decir después que la engañaste al estar en
este auto conmigo?
Su mano se posó en mi rodilla. Ligeramente, por encima de mi falda. Nada
escandaloso, y sin embargo me sentí completamente escandalizada.
30
—Ese tipo de acusación requeriría que ocurriera algo entre nosotros. En este
momento, todo lo que he hecho es ofrecer a una hermosa mujer un paseo a casa.
—No voy a distraerme con el encanto, encantador… promiscuo.
Se rio.
—¿Promiscuo encantador?
—Lo sé, ni siquiera tenía sentido en mi cabeza. Y evitaste la pregunta.
Sus ojos pasaron de los míos a la mano sobre mi rodilla que ahora jugaba con el
tul, como si estuviera inspeccionando la tela en lugar de planear casualmente su viaje
por debajo.
—Actualmente no estoy obligado a nadie de ninguna manera.
—De acuerdo. —Me relajé un poco. Me permití empezar a aceptar que
realmente iba a hacer esto. Realmente iba a dejar que este hombre rico y asqueroso
tuviera su camino asqueroso conmigo.
Sin embargo, nunca bajaba la guardia fácilmente y era curiosa por naturaleza.
—Entonces, ¿cómo se produjo esa conexión? No estabas interesado en ella, no
estabas obligado a ella… ¿Por qué siquiera…?
—¿Realmente quieres pasar este tiempo hablando de Eden?
Me estremecí cuando su palma se encontró con la carne desnuda de mi muslo, a
pesar de que el tacto en sí mismo era abrasador.
—Yo sólo… —¿Qué había dicho? ¿Qué había estado pensando?—. Quiero
decir, si eres tan amable con una chica que no te interesa, ¿cómo de amable eres con
una chica que te gusta?
—Qué suerte tienes, estás a punto de descubrirlo. —Se inclinó hacia delante y
levanté la cara pensando que iba a buscar mis labios. En lugar de eso, aterrizó en mi
mandíbula, y whoa. De alguna manera eso fue aún más electrizante, la presión de su
boca abierta contra mi piel, un casi beso. Una burla. Un tanteo.
Giré la cabeza para perseguirlo, pero ya había avanzado, más abajo, hacia mi
cuello. Sin pensar en ello, incliné la barbilla hacia arriba, dándole un mejor acceso.
Por supuesto, en cuanto se lo permití, avanzó de nuevo, repartiendo besos por mi
escote antes de besar mis pechos donde se hinchaban por encima del vestido.
Era rápido, no me daba tiempo a adaptarme a una sensación antes de darme otra,
y sin embargo también se sentía dolorosamente lento. Arqueé la espalda, una súplica
silenciosa para que descubriera más de mí, todo de mí. Me dolían los pezones con una
necesidad tan urgente que casi deseaba que me rompiera el busto del vestido para que 31

llegara a ellos. Ni siquiera me importaba que no fuera mi vestido el que sacrificara ni


que no tuviera los cinco mil dólares para pagar a Kendra por su destrucción.
Afortunadamente para mi futuro yo, que deseaba mucho conservar su empleo,
Ojos Azules tenía otros planes. Se movió bruscamente y lo siguiente que supe fue que
estaba en el suelo frente a mí. De rodillas, con su boca en mi regazo, besando primero
por encima de mi ombligo antes de pasar al vértice de mis muslos.
Incluso con las capas de tul, sentí su boca allí, presionada contra mi clítoris, y si
no lo había estado antes, ciertamente estaba mojada ahora.
—Hueles increíble —dijo, con una voz áspera, como si mi olor tuviera un
potente efecto sobre él.
Santa mierda, hablaba sucio.
Y yo estaba allí para ello. Separé las rodillas, haciendo espacio para él.
—¿Es eso una invitación? Porque no puedo ir más allá si no lo es.
Oh, era bueno.
—No me digas que eres el tipo de hombre que hace que una mujer lo pida.
Sus dedos rodearon mis tobillos, e incluso tan lejos de donde los quería, sentí la
sacudida en mi coño como si estuvieran allí en su lugar.
—Antes estabas muy preocupada por el consentimiento. —Recorrió con la punta
de sus dedos el lateral de mis pantorrillas hasta la parte exterior de mis rodillas.
—Me preocupaba cuando era Eden. Personalmente, prefiero un poco menos de
dar y un poco más de recibir.
Ese era todo el permiso que necesitaba. Con un firme tirón, mi culo fue
arrastrado hasta el borde del asiento y luego mis rodillas se juntaron, lo que me
confundió hasta que me di cuenta de que su objetivo era quitarme las bragas. Me sentí
a la vez agradecida por haberme puesto mi encaje blanco más bonito y también
arrepentida cuando las guardó en el bolsillo de su chaqueta, y me di cuenta de que no
volvería a verlas.
Valió la pena el precio, decidí cuando mis rodillas se abrieron de nuevo, mi
vestido se levantó y vi la expresión de su rostro.
Devastado. Así es como se veía. Completamente devastado, en todo el buen
sentido.
Ahora sabía cómo me sentía.
Reverentemente, acarició la punta de su dedo por mi costura. 32

—Este es un bonito coño.


Mi piel se calentó por todas partes. Nunca nadie me había dicho algo así. No
podía decidir si estaba mortificada o si estaba jodidamente excitada. Decidí inclinarme
por lo segundo.
—¿Sí? —pregunté, queriendo escucharlo de nuevo.
—Oh, sí.
Quería que dijera más, pero entonces se inclinó hacia delante y trazó su lengua
a lo largo del mismo camino que había hecho su dedo, y de repente sólo había una
cosa que quería que hiciera su boca, y no era hablar.
—Sabe tan bien como huele —dijo cuando llegó a mi abertura.
—No pares, no pares, no pares. —Hasta allí llegó el no querer dar. Prácticamente
se lo estaba suplicando.
Se rio, pero volvió a la tarea, la vibración y su barba frotando mi coño de la
forma adecuada.
Dejé escapar un gemido cuando separó mis pliegues y dirigió la punta de su
lengua hacia el bulto nervioso que zumbaba. Sólo un puñado de lamidas y ya estaba
viendo estrellas. Mágico. Él era mágico, y yo me desenredaba más rápido que un
carrete de hilo en posesión de un gatito. Mis muslos temblaban, mi coño se apretaba,
mi clítoris ardía. ¿Siempre se había sentido tan bien el sexo oral? No puede ser. Sin
duda lo habría recordado, habría animado a Alejandro a practicarlo más a menudo en
lugar de las cuatro o cinco veces que lo hizo durante nuestros dos años de relación.
Había algo más en juego. La cantidad de alcohol que había tomado, quizás. O el
tiempo transcurrido desde la última vez que tuve sexo.
—Por eso —dije, decidiendo que esto último era definitivamente la razón.
El hombre mágico entre mis muslos levantó su boca, pero reemplazó la presión
sobre mi clítoris con su barbilla.
—¿Por eso qué?
Oh, vaya. El roce de su barba contra mi piel sensible fue tan alucinante como
todo lo que había hecho. Estiré las manos por encima de la cabeza, rindiéndome al
placer.
—Es por eso que se siente tan bien. Porque ha pasado tanto tiempo.
—Tanto tiempo desde… ¿qué?
Ni siquiera me importaba que estuviera charlando, no cuando seguía haciendo 33

magia.
—Desde que tuve sexo.
—¿Ha pasado mucho tiempo?
—Demasiado tiempo. Y por eso esto se siente súper increíble.
Y ahora su dedo estaba ayudando, dando vueltas alrededor del borde de mi
abertura, burlándose de la entrada. Sacudí mis caderas, instando a más. Instándolo a
entrar.
Su boca volvió a mi clítoris. Esta vez, en lugar de pasar la lengua, chupó y,
maldita sea, estuve a punto de correrme.
—Por eso se siente bien —dijo con un toque no tan sutil de sarcasmo—. No hay
otra razón.
¿A quién estaba engañando? Ciertamente a él no, e incluso intoxicada, sabía que
apenas me estaba engañando a mí misma. Ese último hilo de autoengaño se
desvaneció con el siguiente truco de su boca, una especie de combinación de
lametazos, golpes y chupadas que me llevó al límite.
El borde donde me dejó cuando se sentó de nuevo sobre sus rodillas.
—Porque ha pasado mucho tiempo.
—De acuerdo, de acuerdo, ¡eres bueno! —Estaba desesperada por recuperarlo,
porque me acabara, y habría dicho cualquier cosa, incluso, aparentemente, la verdad.
—¿Bueno?
—Muy, muy bueno. —Las palabras estaban lejos de ser adecuadas, pero él se
apiadó de mí y continuó justo donde lo había dejado, empujándome a una espiral épica
de clímax. Grité al liberarme, y mi cuerpo se agarrotó mientras el placer me recorría,
dejándome jadeante, sin huesos y eufórica a la vez.
Entonces supe que Ojos Azules no sólo era un hombre mágico, sino también
cruel. Porque no había terminado conmigo. Su lengua y su boca trabajaron con aún
más fervor, y sus dedos ya no eran tímidos, penetrándome de dos en dos, de tres en
tres, con un asalto delicioso.
Sin embargo, ya no hablaba. Me había quitado la capacidad de hablar. Todo lo
que salía de mis labios después de eso eran sílabas sin sentido y puro sonido.
Y aunque los pensamientos sobre Eden estaban lejos de mi mente, así como
cualquier deseo de hacer de este encuentro algo más que lo que era, lo que tenía que
ser —una aventura de una noche—, una curiosidad fugaz se arremolinaba en el caos
34
del placer: si Ojos Azules se tiraba a las chicas que no le gustaban y lo hacía de forma
tan espectacular con las que sí le gustaban, ¿qué tan bien trataría a una chica a la que
amara?
M
e desperté con el sonido de un martillo automático.
Me senté, sobresaltada, e inmediatamente me arrepentí
cuando mi estómago se revolvió por el movimiento. Gracias a
Dios, la habitación estaba casi a oscuras. Incluso la pequeña luz
que entraba por detrás de las cortinas oscuras era suficiente para que me dolieran los
ojos. También la cabeza. Aunque la mayor parte de ese dolor parecía estar asociado
al terrible martilleo.
Me apoyé de nuevo en la pared y cerré los ojos, intentando calmar el dolor de
cabeza y conseguir una sensación de equilibrio antes de pensar en cómo enfrentarme
al mundo. Respiré profundamente, intentando purificar el aire. Inspiré. Exhalé.
Espera un momento.
35
Sólo pasaron unos segundos cuando mis ojos volvieron a abrirse. Habiendo
pasado los últimos días en casa de Kendra, me había acostumbrado a despertarme en
otro lugar que no fuera mi propia cama. Pero no sólo no era mi habitación, sino que
tampoco era la suya. Y no tenía el más mínimo recuerdo de haber llegado allí.
Busqué en la habitación algo que me refrescara la memoria. Estaba sola. Nada
me resultaba familiar. Ni los suelos de madera rústica, ni la alfombra gris de felpa, ni
la alta y moderna lámpara al lado de la cama, ni la elegante pared negra detrás de mí.
Definitivamente era una habitación de hombre. Todo en ella gritaba hombre, incluido
el vago aroma a almizcle. No fue hasta que vi mi vestido —más bien, el vestido de
Kendra— colgado en el respaldo de un sillón que no había visto en mi vida, que me
di cuenta de que estaba desnuda.
Me aferré a la sábana en lo que probablemente fue un intento demasiado tardío
de modestia. ¿Qué había pasado anoche? Recordé la fiesta. Los tragos. Ojos azules.
La limusina.
Dios mío, la limusina.
Tres orgasmos increíbles, ¿o fueron cuatro? Después de eso, todo quedó en
blanco.
Me habría molestado menos el hecho de que obviamente me hubiera ido a casa
con Ojos Azules si hubiera tenido el placer de recordarlo.
El martilleo cesó de repente, aunque el dolor que lo acompañaba seguía vibrando
en mi cabeza, y estaba bastante segura de que no había sido un martillo automático de
verdad, sino algo más doméstico. ¿Un molinillo de café?
Mierda. Él estaba haciendo el desayuno. El olor a tocino en el aire lo confirmó.
Y aunque la idea de un hombre haciendo el desayuno era muy atractiva, no había
manera de que me quedara para esto. Me había arriesgado demasiado al entrar en el
coche con él. Podía descubrir que no me habían invitado a esa fiesta, y si mi jefe se
enteraba… Por no mencionar que era un desconocido, y que no le había dicho a nadie
a dónde iba.
Bueno, él había dicho que quería ser uno de mis errores. Felicitaciones, Ojos
Azules, puede que hayas conseguido el primer puesto.
Tenía que salir de allí. No tenía ni idea de cómo era la distribución del
apartamento, pero tal vez podría escabullirme mientras él estaba distraído. Después
de un rápido viaje al baño, me puse el vestido tan rápido como pude sin vomitar. Mis
zapatos y mi bolso estaban al lado de la silla, como si me los hubieran tendido.
Sospeché que mis bragas las habían guardado como recuerdo porque no estaban a la
vista. Mi teléfono estaba casi muerto, pero pude enviar un mensaje rápido a Teyana. 36

Anoche me fui a casa con el pervertido del balcón. Te contaré más tarde. Si
desaparezco, aquí es donde estuve por última vez.
Le envié un enlace con el GPS para indicarle mi ubicación, guardé el móvil en
el bolso, tomé mis zapatos y salí de la habitación de puntillas. Un corto pasillo
conducía a una sala de estar. Al lado había un comedor formal. Ambos estaban
inmaculados y espectacularmente diseñados. No hacía falta ser un aficionado al arte
para adivinar que el cuadro moderno multicolor de la pared había costado una fortuna.
Los ventanales del suelo al techo dejaban entrar la cantidad perfecta de luz para
lucirlo. Una cosa era segura: Ojos Azules tenía dinero. Lo cual tenía sentido. De
hecho, lo habían invitado a la fiesta de Sebastian, y por lo que había aprendido
conociendo a Kendra, esa gente rica solía ir en manada.
Por mucho que quisiera quedarme y explorar, lo primero en mi agenda era
escabullirme sin ser vista. Tenía dos opciones para mi ruta de escape: otro pasillo o
una puerta de vaivén que llevaba a otra habitación, probablemente la cocina.
Es el pasillo.
Un par de pasos más abajo, y otro pasillo se abre a la derecha, este lleva a —
aleluya— la puerta principal. Lo había conseguido.
Excepto que, a mitad de camino, una figura salió de una puerta a la derecha; otra
entrada a la cocina, aparentemente. A Ojos Azules le había quedado bien el esmoquin.
No llevaba más que un pantalón de chándal gris, y estaba absolutamente irresistible.
Unos abdominales sólidos como una roca resaltaban su pecho desnudo. Un brazo
perfectamente tonificado sostenía una taza de café negro, que sostenía a centímetros
de su sonrisa diabólica.
—¿Escapando?
—Eh… —Sonreí con culpabilidad.
Tomó un sorbo casual de su taza, aparentando no molestarse en absoluto por mis
intenciones de irme sin despedirme.
—He preparado huevos y tocino, por si quieres comer algo antes de irte.
También zumo de naranja fresco y café molido.
Era tentador. Aunque el olor de la comida me revolvía el estómago, la imagen
de él cocinando para mí, sirviéndome, me aceleraba el pulso.
Sinceramente, me aceleraba el pulso en general. La química entre nosotros
estaba muy cargada. Lo que sea que haya sucedido entre nosotros la noche anterior, 37
no había sido suficiente para que la energía caliente llegara a su fin. Una imagen fugaz
de lo que podría ocurrir si me quedaba pasó por mi mente: yo inclinada sobre su mesa
de cocina, su cuerpo pegado al mío mientras me penetraba por detrás.
No, no, no.
—Lo siento. Se me hace tarde —mentí.
—¿En domingo?
—Iglesia. —Mi cara se calentó. ¿Realmente insinué que iba a la iglesia? Una
vez que salió, no había nada que hacer más que correr tras él—. Realmente devota de
mi congregación. Nunca falto una semana. Sin embargo, voy a tener que ir a casa y
cambiarme primero. Así que…
Sus labios se curvaron con diversión, y me pregunté por medio segundo si iba a
llamarme la atención sobre la fabricación. Luego dijo:
—Haré que mi chofer te lleve.
—Ya he llamado a un Uber. —Saqué mi teléfono del bolso y lo agité en el aire.
Esperaba tener suficiente batería para llamar a uno cuando llegara abajo.
—Cancélalo.
¿Cómo se las arreglaba para ser autoritario y suplicante a la vez? Mi pecho se
agitó en respuesta. ¿Por qué tuve que conocerlo de la manera en que lo hice? Si mi
engaño no estuviera enredado con nuestro encuentro…
Pero nunca habría tenido la oportunidad de conocer a un hombre como él sin mi
engaño. Así era para las chicas de mi lado de las vías. Teníamos que esforzarnos sólo
para conseguir las migajas.
Mi vacilación o mi expresión debieron decirle todo lo que necesitaba saber.
—De acuerdo. No te llevo. No quieres que sepa dónde vives. Puedo captar la
indirecta.
Bien.
¿Por qué se siente tan mal? Y no el tipo de mal bueno. El tipo de mal que estaba
segura de que Ojos Azules era realmente bueno.
—Bueno, entonces. —Me obligué a cruzar hacia su puerta. Cuando estuvo detrás
de mí, me detuve para ponerme un zapato y luego el otro.
Él no se movió. Podía sentir que me observaba, el calor de su mirada me
abrasaba la espalda. 38

—Al menos dime tu nombre —dijo después de varios segundos.


—No hay razón para saberlo ahora. —Mi mano estaba en el pomo.
—No acepto eso. Sin tu nombre, ¿cómo voy a volver a verte?
Bingo.
Pero no quería ser tan directa. No era su culpa que tuviera que cortar esto ahora.
En otras circunstancias, habría estado encantada con su invitación a desayunar. Habría
estado encima de él y punto. Sabiendo que era una fantasía imposible, volteé la cabeza
por encima del hombro y le dediqué una última sonrisa coqueta.
—No sé, Ojos Azules. Tal vez me encuentres de todos modos. Pareces ese tipo
de hombre.
Tenía la puerta abierta antes de que diera su primer paso hacia mí.
—¿Ojos Azules? ¿Es así como te vas a referir a mí cuando pienses en mí en el
futuro?
Hice una pausa antes de girarme hacia él. Quería preguntarle por qué estaba tan
seguro de que pensaría en él, pero no tenía energía para negar lo que ambos sabíamos
que era la verdad.
—Es tu atributo más notable —dije en su lugar.
Solté la puerta, pero no se cerró a tiempo para bloquear sus últimas palabras.
—En ese caso, te recordaré como Coño Bonito.
Caminé con las rodillas temblorosas hacia el ascensor. Si hubiera tenido algo de
sentido común, habría corrido.

39
—M
e estoy muriendo. Literalmente muriendo. —Teyana se
apoyó en nuestra isla de la cocina, el sándwich de
tomate y sal que había estado preparando abandonado
al quedarse absorta en mi historia de la noche anterior, en particular las partes sobre
mi misteriosa aventura de una noche.
—Teniendo en cuenta la frecuencia con la que dices eso, creo que tal vez no
entiendas bien el significado de la palabra morir y/o la palabra literalmente. —A
menudo, cuando usaba el término, se acurrucaba en posición fetal con dolor. Hoy
estaba rebotando de emoción. Me alegraba ver que se sentía mejor.
Puso en blanco sus ojos marrones, casi negros, para mirarme.
—Ya sabes lo que quiero decir. No puedo creer que hayas tenido una noche tan
increíble. Me alegro por ti. Lo necesitabas. 40

Resistí el impulso de sentirme mal por haber tenido mi noche increíble mientras
ella se sentía miserable y me concentré en disfrutar del recuento por su bien.
—Tienes razón. Lo necesitaba. —Me acerqué a la isla para tomar un tomate de
su plato. Ya había estado en casa de Kendra para dejar el vestido y cambiarme antes
de salir a la ciudad de Jersey, y recién ahora me estaba dando hambre—. Lástima que
me haya emborrachado tanto. El mejor sexo de mi vida, y ni siquiera lo recuerdo.
—¿Cómo sabes que fue el mejor sexo de tu vida entonces?
—Basándome en lo que recuerdo, es imposible que no lo fuera. Él sabía
exactamente lo que estaba haciendo. Tres veces. —Sólo de recordarlo se me
humedecieron las bragas. Coño bonito, dijo. Realmente debí llamarlo Boca Sucia en
lugar de Ojos Azules.
Tey suspiró soñadoramente.
—No creo que pueda correrme tres veces con mi vibrador. Este hombre debe ser
un dios.
—O un demonio. ¿Es posible ser ambas cosas?
—Creo que acabas de describir a todos los hombres con los que has salido más
de dos semanas —Me dio un golpe en la mano cuando busqué otra rodaja de tomate—
. Hay demasiada sal en eso para una persona sana, Tess. Corta el tuyo si quieres.
Fingiendo un mohín, alcancé un plátano de la cesta de frutas.
—Realmente era exactamente mi tipo. Lo que significa que probablemente sea
bueno que no vuelva a verlo, ya que mi tipo siempre lleva al desastre.
Tey se llevó el sándwich a la boca y se detuvo antes de morderlo.
—El desastre no es inevitable con los tipos que te gustan. Es sólo cómo ha
funcionado.
—Sí, sí. —No quería que esto llevara a otro de sus sermones sobre ser paciente,
había muchos peces en el mar. Era duro escucharlo una y otra vez, y no ser sarcástica,
pero no era como si tuviera un hombre estable propio en este momento.
Tampoco me pareció buena idea seguir hablando de Ojos Azules. Pensar en él
me hacía efecto en la libido. Ya estaba deseando pasar un rato a solas esta noche,
cuando estuviera de vuelta en la habitación de invitados de Kendra. Por ahora,
necesitaba pensar en otra cosa. 41

Quizá un plátano no había sido la mejor elección.


Me deshice de los pensamientos sobre la forma fálica de la fruta en mi mano y
le di un mordisco.
—Oh, casi me olvido de decírtelo. He conocido a un Sebastian.
—¿Qué? —Tuvo que dejar su sándwich—. ¿Lo dices en serio?
—Sí.
—¿Cuál?
—Ni idea. —Le conté rápidamente mi encuentro con Ojos Verdes, incluyendo
cómo programó la información de su asistente en mi teléfono.
—Dámelo. —Teyana extendió la mano para tomar mi teléfono.
Dudé un momento, preguntándome qué pretendía, pero la curiosidad me ganó y
desbloqueé la pantalla antes de entregárselo.
—¿Qué vas a hacer?
—Esto. —Marcó el número y puso el altavoz para que ambas pudiéramos
escuchar.
—No habrá nadie ahí en domingo —dije mientras sonaba el teléfono.
—Lo sé, pero habrá un buzón de voz. —Efectivamente, el timbre cambió a un
mensaje pregrabado que anunciaba que nos habíamos comunicado con Julie Sánchez,
de la Oficina de Relaciones Públicas de Sebastian Industrial Corporation.
—Eso no ha servido de nada.
Pero ella no había terminado. Rápidamente hizo clic en Terminar la llamada y
luego abrió mi navegador de Internet. Menos de un minuto después, tenía cargada la
página de dirección del sitio web de SIC. Se desplazó por varios puestos ocupados
por varios Sebastian, Ojos Azules tenía razón; había un montón de ellos, hasta que
aterrizó en el nombre junto a Vicepresidente de Imagen y Difusión.
—Scott Sebastian —leyó—. Ese tiene que ser el jefe de relaciones públicas.
Maldita sea, no hay imagen. ¿Era apuesto?
—Scott Sebastian —repetí, tratando de imaginarme al hombre que había querido
hablar de negocios—. Supongo que parecía que podía ser un Scott. Y sí, estaba bien
con mayúsculas. Era realmente coqueto. Si no se hubiera escondido, creo que podría
haber ido a casa con él.
—¡Dios mío, te has conformado!
42
Sacudí la cabeza, riendo.
—No habría cambiado a Ojos Azules por el Sebastián más sexy del mundo.
Además. Ya era bastante arriesgado ir a casa con un asistente más a la fiesta. Si me
hubiese ido a casa con un Sebastian y luego él se enterara de que me había colado…
—No se habría enterado, y si lo hiciera, ¿crees que le importaría realmente?
Sí, tenía razón. Estaba siendo paranoica.
—Más vale prevenir que lamentar. —Pero ahora estaba pensando en la otra
oportunidad que se me había negado por culpa de la precaución—. ¿Por qué tuve que
conocerlo así, Tey? Está buscando una organización benéfica para que Sebastian
Industrial la respalde. Podría haberme dirigido a ellos.
—Todavía podrías. Tienes su número. Organiza una reunión.
—¿Y luego qué? Aunque se decidieran por una de las organizaciones benéficas
que presenté, no podría ir a ninguna parte después de la presentación inicial sin Kendra
Lo pensó durante mucho tiempo, la expresión de su rostro decía que se estaba
tomando esto demasiado en serio.
—Lo que sea que estés pensando, Tey…
Me interrumpió.
—Si les presentas la Fundación para la Disautonomía, podrías hacerlo sin
Kendra. ¿No te ofreció Sarah un trabajo allí? Podrías dejar de trabajar para Kendra y
trabajar para ellos directamente en lugar de ser el enlace.
—De acuerdo, no. No. —Había tantos problemas inmediatos que no podía
permitirme contemplar la idea—. Primero, tendrían que elegir la Fundación de
Disautonomía de la cartera de organizaciones benéficas que ofrecí. Si eligieran
cualquier otra, estaría jodida.
—Podrías hacer que la eligieran. Tu entusiasmo lo vendería solo.
La ignoré.
—En segundo lugar, ni siquiera sabría cómo hacer una reunión de presentación.
Sólo he estado en la parte de atrás.
—Podrías improvisar. Te he visto montar varios proyectos en la escuela que sé
que montaste sobre la marcha.
—Tercero, no quiero dejar de trabajar para Kendra.
—¿No quieres?
43
Aquí, dudé. La cosa era que podía improvisar. Y me apasionaba promover la
Fundación para el Alivio de la Disautonomía. Llevaba más de dos años intentando
que Kendra les consiguiera un patrocinador importante, prácticamente desde que a
Teyana le diagnosticaron la disautonomía. Pero no era sólo por Tey por lo que
apoyaba a la fundación. Era una buena organización que prometía mucho. Estaba
convencida de que la única razón por la que aún no había sido elegida era porque
Kendra no la estaba vendiendo bien. Si fuera yo quien la presentara, sabía que podría
venderla.
Y un día Kendra me dejaría presentarlo. Lo haría. Tenía que creerlo. Si no, todos
los años que pasé a su lado serían una pérdida de tiempo.
—Si quisiera dejarla, habría aceptado el trabajo que Sarah me ofreció.
—Eres demasiado leal —dijo Tey con un suspiro—. Kendra no se merece ese
tipo de lealtad.
—Puede que no. —Pero también era leal a Teyana, y no podía arriesgar las
posibilidades de que la fundación fuera elegida haciendo esto de forma encubierta.
Esperaba que la discusión terminara. Ciertamente es donde debería haber
terminado.
Pero Teyana no se rindió tan fácilmente.
—Entonces te quedarías con Conscience Connect. Eso también funciona.
Consigue a los Sebastian, y no hay manera de que Kendra te deje ir. Además, vería lo
que puedes hacer, y tendría que darte más responsabilidades. Todos salimos ganando.
—No sé… —Ya podía imaginar una gran cantidad de cosas que podrían salir
mal. He visto a Kendra trabajar en acuerdos que se firmaban al instante. Otros
requerían semanas y semanas de duras negociaciones. Aprendí lo suficiente desde los
márgenes como para estar segura de que podría sellar el primero sin problemas. En
cambio, no tenía ni idea de cómo manejar los segundos.
Tal vez si supiera que tenía suficiente tiempo para resolverlo…
Tey me leyó la mente.
—¿Cuánto tiempo estará Kendra fuera de la ciudad?
—Tu suposición es tan buena como la mía.
—Se fue, ¿cuánto? Dos meses cuando rompió con ese tipo hace tres años.
—Pero sólo dos semanas cuando rompió con esa chica con la que salía el año
pasado.
44
Observé cómo sus dedos golpeaban el mostrador. Llevaba guantes sin dedos, a
pesar de que el aire acondicionado no estaba encendido y de que en el exterior se
alcanzaban los treinta grados. Su síndrome particular hacía que su cuerpo tuviera
dificultades para regular la temperatura, y a menudo sus extremidades estaban azules
y heladas independientemente del tiempo que hiciera. Otros síntomas que
acompañaban a su enfermedad le impedían trabajar a tiempo completo, pero no estaba
tan mal como para solicitar la incapacidad. Sin la ayuda de la Fundación para el Alivio
de la Disautonomía, no podría permitirse vivir.
¿A cuántas otras mujeres podría ayudar a DRF1 si tuviera un patrocinio
empresarial? ¿Podría realmente intentar luchar por ello?
—Esta última desaparición ni siquiera se debió a una ruptura —dije,
preguntándome si Kendra estaba lo suficientemente angustiada como para mantenerse
alejada durante mucho tiempo—. Dijo que está dividida entre dos amantes y necesita
tiempo para que su corazón se decida.
—Sí, eso suena a su mierda de prosa. —Su tono era malicioso. Al final se
disculparía. Así era como solía ser, de todos modos.

1
Por sus siglas en inglés.
Me mordí el labio, dándole unos minutos para comer su sándwich y meditar en
silencio.
Comprendía por qué Teyana estaba tan resentida con Kendra, pero aun así me
entristecía. En otro tiempo fuimos amigas, cuando íbamos al colegio y nuestros estatus
sociales eran más parecidos. Eso fue antes de que Tey enfermara. Antes de que nos
diéramos cuenta de lo acomodada que era la familia Montgomery. No fue hasta
después de la graduación que descubrimos que nuestra educación, aunque era
exactamente igual sobre el papel, no era igual en el mundo real. A Kendra
Montgomery se le abrían las puertas a cada paso. Tey y yo tuvimos que luchar desde
la base y, seis años después, no habíamos llegado muy alto en el escalafón. Y no se
trataba del color de nuestra piel, ya que yo era la más blanca de las tres.
Al principio a Kendra pareció importarle. Me dio un trabajo. Había donado
dinero a DRF en nombre de Tey para que tuviera los fondos garantizados. Pero
también dejó de salir con Teyana. Parecía que un amigo con una enfermedad era
demasiado trabajo para ella. Prefirió escribir un cheque y marcharse.
Me quedé en el medio. Apreciaba que fuera Kendra quien hiciera posible que
Tey no tuviera que trabajar a tiempo completo, pero odiaba cómo había roto el corazón 45
de Tey y destruido su confianza en sí misma. No podía admitir en voz alta que todavía
esperaba que arreglaran las cosas algún día. Era otra razón por la que no estaba
preparada para dejar Conscience Connect. Seguía esperando el final soñado para
todos.
Mi teléfono sonó en la isla de la cocina, donde Tey lo había dejado. Ella estaba
más cerca, así que lo miró primero.
—Hablando del diablo. —Con el ceño fruncido, empujó el teléfono hacia mí.
Miré la pantalla para confirmarlo. RESTRINGIDO, decía. La única persona que
me llamaba desde líneas restringidas era Kendra. Dejé escapar un suspiro entonces,
sabiendo que lo oiría en mi voz si no lo hacía, puse una sonrisa brillante y contesté.
—¡K! ¿Cómo van las vacaciones?
—No son vacaciones cuando te sientes como yo.
Tey se acercó a la isla para poder estar lo suficientemente cerca y escuchar. Su
amargura no hizo nada para amortiguar su curiosidad en lo que respecta a Kendra.
—Siento que seas tan miserable. —Era difícil saber qué más decir cuando
Kendra no se mostraba comunicativa ni con sus relaciones ni con sus emociones estos
días. Hacía años que no me decía el nombre de nadie con quien saliera, y mucho
menos lo que sentía por ellos.
Por suerte, mi suposición fue acertada.
—Miserable es exactamente la palabra correcta —dijo.
A mi lado, Teyana resopló.
—No reconocería la verdadera miseria ni aunque le mordiera el culo.
—Shh —dije. Dios, odiaba esto. Odiaba la guerra entre ellas. Odiaba no saber
cómo avanzar con mi jefa. Odiaba tener una oportunidad para nuestra empresa y no
poder hacer nada al respecto.
Excepto que podía hacer algo sobre lo último.
—Oye, me alegro de que hayas llamado —dije, tomando la decisión de sacar el
tema a relucir por capricho—. Me surgió una oportunidad para la empresa que no
quise dejar pasar. Estaba… —Hice una pausa, decidiendo cómo dar un giro a la
verdad—. Anoche, en una fiesta, amigo de un amigo de un amigo, conocí a alguien
que trabaja para la división de difusión de Sebastian Industrial. Me dijo que estaban
buscando apoyo para una organización benéfica, e incluso me dio un contacto para
que pudiera organizar una reunión para ti cuando…
—No —dijo—. No hay reunión. No voy a presentarme ante Sebastian Industrial. 46

—Entonces déjame hacerlo. Sé que puede ser incómodo para ti, ya que son
amigos de la familia, pero ya que ellos pidieron el contacto, y si soy yo quien se reúne
con ellos, no es como si estuvieras presionando algo que no quieren.
Hizo un ruido que sonó como una risa mordaz.
—Nunca has presentado una propuesta antes.
—Porque nunca me has dejado.
—Desde luego, no te voy a dejar presentar a los Sebastian en tu primera
oportunidad. Eso sería prepararte para el desastre. Me preocupo demasiado por ti
como para echarte a los lobos de esa manera.
—Me preocupo por ti, mi trasero —susurró Tey.
Le dirigí una mirada severa, y aunque de repente deseé que no estuviera allí para
esta conversación, también me di cuenta de que no seguiría adelante sin que ella
estuviera allí para apoyarme.
—Entonces, los pospondré durante seis meses más o menos. Cuando regreses,
podrás enseñarme lo que hay que hacer…
Kendra me cortó.
—He dicho que no, Tess. Dije que no la última vez que sacaste el tema, y digo
que no ahora. ¿Qué parte del no es la que no estás entendiendo?
Ahora no era sólo Teyana la que se quejaba. Tenía razón: Kendra no merecía mi
lealtad.
Una parte de mí quería colgarle el teléfono en ese momento. Pero actuar
precipitadamente sólo me haría sentir bien en el momento.
—No estaría haciendo mi trabajo si al menos no dejara pasar la oportunidad —
dije con los dientes apretados.
—Ya lo has hecho. Siguiendo con el tema. Te llamé por una razón. Voy a
comprar una cama nueva. Es un pedido especial y no llegará hasta dentro de tres o
cuatro semanas. Les di tu número para arreglar la entrega. Asegúrate de que se
deshacen de la cama vieja, por favor.
Eso era otra cosa que Kendra siempre hacía después de una gran ruptura:
cambiar su cama para no tener que lidiar con los "recuerdos".
—Qué desperdicio de muebles buenos —dijo Teyana con disgusto.
Normalmente, también me desanima la forma en que despilfarra su dinero, pero 47

ahora mismo estaba concentrada en la otra información que había dado.


—Lo haré. Entonces, ¿sigues pensando en irte otro mes?
Prácticamente pude oír cómo ponía los ojos en blanco.
—No lo sé, Tess. Estaré fuera todo el tiempo que haga falta para decidir con
quién quiero romper y con quién me quedo. Estas decisiones llevan su tiempo. Espera
un segundo, ¿quieres?
Intercambié una mirada con Tey mientras Kendra mantenía una conversación
apagada con otra persona. ¿Se daba cuenta de lo engreída que parecía? Era lamentable.
Sólo pasaron unos segundos antes de que regresara.
—Tengo que irme, Tess. Mi portero está aquí para llevarme a mi baño de barro.
—Colgó antes de que pudiera despedirme.
Fruncí el ceño mientras tiraba el teléfono. No era justo. Claro que la vida de
Kendra empezó de forma difícil. Tenía tres años cuando sus padres la encontraron en
un orfanato de Corea del Sur durante una visita filantrópica. Pero no recordaba nada
de entonces. Todos sus recuerdos eran de la vida mimada y de primera clase que
llevaba actualmente.
Mientras tanto, Teyana era la persona más inteligente y genuina que conocía. Su
ambición era tan grande como sus bolsillos eran poco profundos. Si no fuera por su
enfermedad, habría llegado hasta donde estaba Kendra, sin ninguna limosna. Así de
increíble era ella.
Pero aquí estábamos. Kendra vivía como una princesa, Teyana se enfrentaba a
limitaciones físicas crónicas, y a mí me empujaban una vez más hacia abajo en la
escalera que tanto quería subir. Si estuviera en la cima, pensé no por primera vez, las
cosas serían diferentes. Podía hacer mucho bien.
Y si Kendra se negaba a ayudarme, tendría que hacerlo sin ella.
Podía sentir que Teyana me estudiaba.
—Más vale que estés pensando lo que creo que estás pensando, Tess Turani.
—Estoy pensando que va a ser una noche larga —dije. Buena o mala, mi
decisión estaba tomada—. Tengo que preparar una presentación.

48
E
l viernes siguiente, subí en el ascensor hasta el vigésimo séptimo piso
del Sebastian Center. Estaba hecha un lío de nervios. Tenía la boca seca
y la piel sudorosa. Las mariposas de mi estómago eran tan intensas que
pensé que podría salir volando.
Todo en esta idea estaba mal.
Me arrepentí en cuanto llamé para concertar la cita del lunes por la mañana con
Julie Sánchez. Como había prometido, Ojos Verdes le había informado de que la
llamaría. Estaba preparada para recibirme con una hora de reunión ya fijada, sólo que
era para dentro de tres semanas. Estaba demasiado lejos. Había demasiadas
posibilidades de que Kendra volviera para entonces.
Sabía que debería haberme alejado entonces. Un bloqueo inmediato no suponía
un buen augurio para el resto del plan. Pero como ya estaba al teléfono con la mujer, 49

no podía echarme atrás.


—Podríamos esperar hasta entonces —había dicho, pensando lo más rápido
posible—. Pero tengo una oportunidad increíble para una asociación que sé que va a
desaparecer para entonces. Realmente odiaría que SIC se perdiera.
Julie me había puesto en espera durante varios minutos. Justo cuando pensé que
debía colgar y cambiar mi número, volvió a la línea.
—El viernes a las diez. El señor Sebastian puede darle treinta minutos.
Así que aquí estaba, de camino a lo que probablemente sería un desastre total.
Ten confianza, me dije por quincuagésima vez esa mañana. Teyana me lo había
dicho otras ciento cincuenta veces antes. Era la única manera de tener una oportunidad
de vender esto. La única manera de no quedar como una completa tonta.
Pero era difícil estar segura de mí misma cuando nada de lo que llevaba era mío:
mi ropa, mis zapatos y el maletín que llevaba habían sido prestados del armario de
Kendra. Incluso mi portátil había sido uno que ella había comprado para mí. Sólo la
presentación que llevaba era completamente mía, y teniendo en cuenta que nunca
había preparado completamente uno de estos lanzamientos por mi cuenta y
definitivamente nunca había entregado uno, me resultaba difícil confiar en ello.
No. Yo podía hacer esto. Yo podría ser esto. Tienes que saltar para aterrizar,
Tess. Así que adelante, salta.
Para cuando las puertas se abrieron en mi piso, había hecho un trabajo bastante
decente para componerme. Eché los hombros hacia atrás, mantuve la cabeza alta y
atravesé las puertas de cristal para entrar en la oficina de relaciones públicas.
Entonces vi a la recepcionista y me quedé helada.
Era Eden, la mujer del balcón. La mujer a la que había visto cómo Ojos Azules
le metía el dedo y la despedía como si fuera el periódico de ayer. ¿Trabajaba aquí?
Por supuesto que sí.
Porque esa era mi suerte, y esto era una idea ridícula, y porque había estado en
una fiesta organizada por los Sebastian, así que ¿por qué demonios no iba a esperar
que formara parte de su círculo?
Casi me doy la vuelta para irme.
Pero ella ya me estaba mirando, con una sonrisa de bienvenida en su rostro, y
recordé de repente que aunque la había presenciado en un momento privado, no me
había visto. Todo lo que tenía que hacer era mantener la calma, y esto estaría bien. 50

Todo iría bien.


—¿En qué puedo ayudarle? —me preguntó cuando por fin me obligué a cruzar
los varios metros hasta su escritorio.
—Sí, tengo una cita con Scott Sebastian. —Me las arreglé para sonar con
seguridad, lo que a su vez me hizo sentir con confianza. Miré el reloj de la pared detrás
de ella. Esperaba llegar temprano, pero parecía que había llegado justo a tiempo—.
Tess Turani de Conscience Connect. Diez de la mañana.
Sus cejas se fruncieron mientras estudiaba la pantalla.
—Ah, aquí estás. No tienes una cita con Scott, sino con Brett. Te está esperando
en la sala de reuniones. Te llevaré allí.
—Ah. De acuerdo. Gracias. —Esperé a que diera la vuelta al escritorio y seguí
el clip-clip de sus tacones por el pasillo de mármol, contenta de estar detrás de ella
para que no pudiera ver la confusión en mi rostro. Julie había dicho que mi cita era
con el señor Sebastian. ¿Había surgido algo? O tal vez el plan de Ojos Verdes había
sido siempre pasarme a otra persona. Era una tontería esperar que el hombre de arriba
se tomara una reunión así como algo personal.
Sin embargo, eso no ayudó a calmar mis nervios. De hecho, aumentó mi
aprensión. Me hizo darme cuenta de que no tenía ni idea de cómo se evaluaría esta
propuesta. Esperaba que todo fuera lo más rápido posible, pero si no me reunía con el
jefe, era poco probable que el tal Brett pudiera aprobar algo hoy. ¿Sería él quien pasara
la información a Scott? ¿O tendría que volver y presentarla de nuevo? Si era esto
último, qué tan pronto podría suceder porque el tiempo no estaba de mi lado.
El miedo me hizo cosquillas en el pecho cuando Eden me condujo a una sala de
reuniones. Había tantas incógnitas. Tantas formas en que esto podría desmoronarse.
Tantas…
Mi pánico se convirtió en sorpresa cuando me encontré cara a cara con Ojos
Verdes.
—¡Hola!
—Hola. —La calidez de su saludo coincidió con el mío.
Me alegré mucho de verlo. Pero también muy desconcertada. ¿Era Scott
Sebastian, el hombre a cargo de las relaciones públicas, o Brett, el hombre con el que
Eden dijo que me reuniría?
—¿Pasa algo? —preguntó, aparentemente leyendo el desconcierto en mi rostro.
—Es que… —Lo comprendí. Llevaba un traje de color canela que hacía que sus 51

ojos parecieran más marrones que verdes y estaba de pie en el extremo opuesto de una
mesa de conferencias, pequeña, pensada para acomodar a cuatro o cinco personas
como máximo. Si era Scott, y tenía que serlo porque era un Sebastian, ¿no? ¿Cuántos
Sebastian había en el mismo departamento? Entonces tal vez se nos iban a unir más
personas en breve, incluido Brett. O tal vez Scott me había citado con Brett y luego
se las arregló para hacer tiempo para mí.
Fuera lo que fuera, estaba aquí, y esperaba que dijera algo coherente.
—No esperaba encontrarme contigo —dije—. Me imaginé que me pasarías a
otra persona.
—Espero que no sea una decepción. Tenía ganas de volver a verte. —Dio un
paso hacia mí y me tendió la mano—. Creo que nunca fuimos presentados
correctamente. Brett Sebastian.
—Tess Turani. —Tomé su mano mientras las piezas se unían. Brett. Así que no
era Scott. Se parecía más a un Brett, en realidad. Entonces, ¿no estaba a cargo? Lo
más probable es que la página web estuviera desactualizada—. Me alegro de
conocerte formalmente. Y no es una decepción en absoluto.
—Me alegro de oírlo. Siento no haber podido volver a verte en la fiesta del
sábado. Te busqué más tarde, después de que Adrienne Thorne finalmente se fuera.
—¿Lo hiciste?
—Lo hice. —No había duda de cuáles eran sus intenciones con esa declaración.
Sobre todo porque todavía me sostenía la mano, mucho más tiempo del que debería
para una simple presentación entre dos personas que iban a hacer negocios.
Se me hizo un nudo en el estómago. Era atractivo, sí. Pero no había venido a
buscar una cita para tener sexo, y definitivamente no había venido a tratar de ganar su
persuasión con artimañas femeninas. Quería subir la escalera sobre mis propios pies,
no sobre mi espalda.
Antes de que tuviera que decidir cómo manejar su coqueteo, Brett soltó
bruscamente mi mano.
—Y hasta ahí voy a llegar con eso. Soy un firme creyente de que los negocios y
el placer no son buenos compañeros de cama, y estoy muy decidido a hacer negocios
contigo. Tal vez haya un momento para el placer más adelante.
—Gracias. Y tal vez. —Me sentí aliviada, y aunque ahora no sentía la misma
chispa que cuando estaba borracha, consideraría una cita con él cuando todo esto
terminara.
52
A menos, por supuesto, que toda esta farsa me estallara en las narices, lo cual
seguía siendo una gran posibilidad.
Demasiado tarde para preocuparse por eso ahora.
—¿Empezamos? —preguntó.
—Sí, por supuesto.
Esperó a que me sentara antes de desabrocharse la chaqueta del traje y sentarse
frente a mí. Su mirada se posó en mí intensamente.
—Tiene la palabra, señorita Turani.
Y, vaya. Tener toda la atención de un Sebastian era más estresante de lo que
había imaginado.
También era más excitante.
Me dio una repentina inyección de adrenalina. Había conseguido una
oportunidad para vender a uno de los hombres más poderosos de la ciudad. Ahora era
mi oportunidad de demostrar que lo merecía.
Abrí mi maletín —el de Kendra— y saqué uno de los folletos que había mandado
imprimir el día anterior. Como estábamos los dos solos, decidí no utilizar el portátil.
Mi PowerPoint era sólido, pero sabía que lo haría mejor en el terreno de juego sin
todas las campanas y silbatos. Necesitaba conectar con él personalmente.
De hecho, toda mi presentación me parecía exagerada. De repente, supe cuál era
mi objetivo.
—He reunido una carpeta con todas las organizaciones benéficas que me
parecen adecuadas para SIC. —Le entregué un folleto—. Cada una de ellas es digna
y notable y encajaría bien en una empresa tan prestigiosa como la suya. Estaré
encantada de repasar los pros y los contras, de explicarte cómo sería una asociación
con cada una de ellas. O podemos saltarnos todo eso, y puedo decirte por qué
Sebastian Industrial cometería un gran error si eligieras asociarte con cualquier otra
organización benéfica que no fuera la Fundación para el Alivio de la Disautonomía.
No había tartamudeado ni tropezado con mis palabras ni una sola vez. Lo estaba
consiguiendo.
Ahora todo lo que tenía que hacer era decirme que me saltara todas las tonterías
y le hablara más de DRF, y tendría esto en el bolsillo. El corazón me martilleaba en
el pecho mientras hojeaba el folleto, esperando su respuesta.
53
Después de un montón de segundos eternos, me miró alentadoramente.
—Definitivamente tengo curiosidad por esto último. Por desgracia, hay todo un
equipo al que convencer, y probablemente querrán escuchar cada una de tus obras de
caridad con gran detalle antes de tomar una decisión. Me disculpo de antemano por lo
largo y tendido que lo harán.
Se me cayó el estómago. Había muchas cosas que había dicho para estar
angustiada. Elegí la primera para centrarme en ella.
—¿Un equipo?
—Sólo otros cinco. No verán a nadie hasta que hayan sido investigados, que es
lo que supuestamente estamos haciendo ahora. Sólo una formalidad, en realidad. Y
una oportunidad para que te diga qué esperar durante el proceso. Este portafolio que
has reunido está en línea con lo que necesitarán ver. Si tienes una presentación de
diapositivas, también te la recomiendo.
—De acuerdo. —Me había lanzado, pero eso no significaba que aún no tuviera
un control sobre esto. Me obligué a tomar aire y centrarme. Para empezar, ya me había
preparado para la posibilidad de reunirme con un grupo. Esto no era gran cosa—.
Tengo una presentación. PowerPoint. ¿Debo ponerla en marcha ahora? —Había una
pantalla de televisión en la pared, pero me costaba imaginar a otras cinco personas
alrededor de esa pequeña mesa con nosotros. Quizá nos trasladáramos a una sala de
conferencias más grande.
Volvió a prestar atención al folleto.
—No. No necesito verla. Basándome en esto, estoy seguro de que está bien. —
Levantó la vista hacia mí y debió darse cuenta del malentendido por mi expresión—.
Oh, te refieres a la presentación del equipo. No se unirán a nosotros hoy. Tendremos
que programar algo para eso.
Se me secó la boca. Había tenido que presionar para conseguir esta reunión tan
rápidamente.
—¿Qué tan pronto podríamos hacerlo?
—Creo que podemos hacer un hueco a principios de la semana que viene. Julie
mencionó que pensabas que el tiempo era importante. ¿Supongo que eso tiene que ver
con la obra de caridad que más estás impulsando?
—Sí. Um. —Cálmate—. Están buscando un patrocinador activamente. No me
gustaría que perdieras la oportunidad de trabajar con ellos cuando sé que encajarían
perfectamente. 54

Cerró el folleto y juntó las manos frente a él.


—Si sólo dependiera de mí, Tess, te diría que nos apuntaras ahora mismo. Sé
que acabamos de conocernos, pero tengo un instinto para estas cosas. Sólo con hojear
tu material, puedo decir que sabes lo que vendes. Ya está mucho más organizado que
algunos de los otros lanzamientos que he escuchado recientemente.
Tragué, tratando de despejar la bola en la parte posterior de mi garganta.
—Gracias. Te lo agradezco.
—Yo también. Siento no tener ninguna autoridad para hacerlo.
Su franqueza me dio valor para responder.
—¿De verdad? Eso… me sorprende, supongo.
Me miró con extrañeza.
—Oh, ¿por el nombre? Sí, me lo dicen mucho.
Espera. ¿Qué?
—Soy uno de los Sebastian menores —dijo como explicación—. No soy
descendiente de Irving. Ida, su hermana, era mi abuela. Yo sólo soy un primo. Mucho
menos poderoso, mucho menos formidable.
—Oh. —Luego, cuando había digerido completamente lo que había dicho—.
Ohhhh. —Dios, era un idiota. Había escuchado su apellido y lo había asumido. Fui
aún más estúpida por no dedicar tiempo a conocer el árbol genealógico de los
Sebastian. Esta última semana de preparación, había estado tan centrada en investigar
el negocio en sí, buscando las mejores formas de avanzar hacia el futuro con DRF,
que me había olvidado por completo de investigar su pasado.
Me prometí que lo haría antes de la próxima reunión.
¿Y qué fue lo último que dijo?
—¿Formidable?
Hizo un gesto despectivo con la mano.
—No debería haber dicho eso. No quiero que te preocupes innecesariamente por
tu presentación. Sólo tendrás a uno de los grandes Sebastian en la sala, y no es de los
que muerden. —Recapacitó—. Al menos, él no muerde demasiado fuerte.
No me tranquilizó. No me gustaban nada los hombres poderosos que mordían.
La mirada de Brett se movió de repente a algo detrás de mí.
55
—Ah, aquí está ahora, de hecho. —Se levantó y se dirigió a la persona que estaba
detrás de mí—. Muy oportuno. Estábamos hablando de ti.
El temor de antes regresó como un torrente. Lo supe antes de levantarme, antes
de darme la vuelta. Podía sentirlo en mi piel, la forma en que se sentía cargada, como
una corriente que corría por mis venas. Sabía en mis huesos que era él.
De alguna manera me puse en pie. De algún modo, mis rodillas no cedieron
cuando me giré hacia él. De alguna manera me las arreglé para no desmoronarme
cuando mi mirada se encontró con sus océanos azules. Eran aún más devastadores de
lo que recordaba.
Sonrió, una sonrisa tan suave que era difícil creer que me reconociera. Excepto
que sí me reconoció. Su boca podría haber mantenido el hecho oculto, pero sus ojos
se posaron en mi rostro con ardiente familiaridad. Sus ojos brillaban con triunfo.
Y Brett era completamente ajeno.
—Scott, esta es Tess Turani. Está con la organización de enlace de caridad.
Dejé que Ojos Azules —Scott— tomara mi mano entre las suyas. Su agarre era
el mismo que el de Brett, tal vez un poco más firme, pero el efecto que tenía en mi
cuerpo era totalmente diferente. Era como estar enchufada. Como si ciento diez
voltios estuvieran corriendo a través de nuestro contacto.
—Sí —dijo, con una leve aspereza en su tono—. Cuando me enteré de que te
ibas a reunir hoy con Conscience Connect, decidí que tenía que pasarme por aquí y
ver quién era tu contacto, ya que sabía que era imposible que Kendra se pusiera en
contacto por sí misma. Encantada de conocerte oficialmente, Tess… Turani, ¿no?
—Ajá. —Fue el único sonido que fui capaz de producir. Me había acostado con
él. Y ahora iba a tener que trabajar con él. Y él era un Sebastian.
“Hay varios de ellos por aquí”, había dicho cuando saqué el nombre en la fiesta.
Quería golpearme a mí misma.
¡Y él conocía a Kendra! El hombre misterioso que me había dado el mejor sexo
de mi vida estaba aquí y era un Sebastian y era el hombre al mando, y conocía a
Kendra, carajo.
—Gracias, Brett —dijo, con su mano aún agarrando la mía—. Puedo llevar esto
desde aquí. ¿Podrías cerrar la puerta al salir?
—Oh, claro. No hay problema. —Brett parecía sorprendido por ser despedido.
Pero era un Sebastian menor, como había dicho, y no había forma de que lo rebatiera.
A medio camino de la habitación, se giró hacia atrás—. Tess, le diré a Julie que llame 56
al número que tenemos archivado para concertar esa reunión para la semana que
viene, si te parece bien.
Con los ojos todavía clavados en Scott, me aclaré la garganta.
—Sí, por favor. Gracias, Brett.
Entonces la puerta se cerró, y sólo quedamos Scott y yo.
—Parece que te he encontrado —dijo con una sonrisa malvada.
Sí. Estaba totalmente condenada.
HOMBRE A
CARGO 57
—P
arece que me has encontrado —dije, repitiendo a Scott.
Porque joder, las banderas habían estado allí, y me había
perdido todas. Estuvo en esa fiesta. Su coche y su
apartamento eran un lujo de última generación. No me molesté en comprobar su
nombre. Fui una idiota de primera clase. No solo había caído en la boca del lobo.
Entré de lleno.
¿Qué demonios se suponía que debía hacer ahora?
Mientras tanto, Scott seguía sonriendo mientras dejaba caer mi mano y me
rodeaba, recorriendo mi cuerpo con sus ojos azules, absorbiendo cada parte de mí. Era
el tipo de mirada codiciosa, posesiva y curiosa que habría encontrado muy inapropiada
en cualquier otra circunstancia. No es que ahora no fuera inapropiada, más aún
teniendo en cuenta la dinámica de poder, sino que me resultaba difícil de importar. 58

Estaba tan por encima de mis posibilidades que era increíble que aún pudiera
respirar.
—Así que eres un Sebastian —dije cuando era obvio que estaba disfrutando
demasiado de la ventaja como para arriesgarse a revelar algo sin provocar.
Su sonrisa se transformó en una de satisfacción.
—Uno de tantos.
Pasó un tiempo. Un tiempo en el que repasé la conversación en el bar una vez
más. Me escuchó hablar sobre el encuentro con un Sebastian. Tuvo que darse cuenta
de lo fácil que podría haberme conquistado simplemente soltando su propio nombre.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Dijiste que no habría nombres.
—Tuviste la oportunidad de decírmelo antes. Habría pensado que te lanzarías a
decírmelo cuando mostrara interés por la familia.
Se encogió de hombros.
—Tenía miedo de que te fueras a casa conmigo si te lo decía.
—¿No era eso lo que querías?
—Quería que te fueras a casa conmigo, sí. No quería que esa fuera la razón.
Eso me hizo callar. Hubo un toque de vulnerabilidad en sus palabras que me
sorprendió. Me hizo sentirme avergonzada por mi entusiasmo de conocer a alguien
sólo porque era famoso por su riqueza. A menudo criticaba lo poco que la clase alta
se mezclaba con el resto de los mortales, tachándola de presumida y ensimismada.
Nunca me imaginé que la separación pudiera tener otra cara.
—Siento haberte hecho sentir como si tuvieras que estar en guardia —dije
después de un rato. Luego me reprendí por ello, porque ¿era eso lo que me preocupaba
ahora? ¿Cuando había tanto en juego para mí?
— No lo hagas —dijo—. No te disculpes por eso. Eso fue cosa mía, no de Tessa
Turani. —Su labio se levantó después de decir mi nombre, como si fuera un sonido
que le diera placer emitir—. Tessa Turani —repitió, volviendo a probar por segunda
vez.
La forma en que su lengua envolvía las eses me hizo recordar su lengua en mi
cuerpo. Hizo que mi corazón se acelerara y que cada neurona de mi cuerpo se
disparara.
59
Nada de lo cual era conveniente cuando estaba tratando de consolidarme como
una profesional.
—Es Tess —solté, tratando de ganar algún tipo de estabilidad.
—Me gusta Tessa —dijo con una firmeza que me hizo incapaz de discutir. Se
desabrochó la chaqueta del traje y se sentó y apoyó en la mesa, una postura muy
informal que no disminuía su imponente presencia—. Kendra por fin se ha decidido
a presentarnos, ¿eh? Interesante.
Mi estómago se convirtió en una roca ante la mención de Kendra. Ahora se me
ocurría que podía haber algo más en su negativa a presentarse al SIC. ¿Qué tan bien
conocía Scott a Kendra?
Parecía que estaba esperando que dijera algo. Elegí lo más benigno que se me
ocurrió.
—Dijo que los Sebastian eran amigos de la familia.
— Amigos de la familia. Sí. —Parecía encontrar el término divertido—. Los
Montgomery y los Sebastian se remontan a mucho tiempo atrás. Supongo que por eso
te envió a ti en lugar de acudir ella misma.
Oh, Dios. Había historia.
Una historia que no podría adivinar aunque lo intentara. Lo mejor era seguir
jugando al empleado desinformado.
—Probablemente sí. Y ella está fuera de la ciudad. Así que estoy haciendo todos
sus trabajos en su lugar. —Podría ser posible.
Sólo tenía que rezar para que Scott y Kendra no fueran lo suficientemente
cercanos como para que él supiera que ella nunca dejaría a nadie hacer nada en su
lugar.
Lo consideró durante varios segundos mientras contenía la respiración y
esperaba que no pudiera oír el golpeteo de mis rodillas y trataba de no mirar con
demasiada atención la perfección de su angulosa mandíbula.
—Bueno, me alegro de que quiera trabajar con nosotros —dijo finalmente—.
No tendría que existir ninguna razón para que nuestra relación familiar se interponga
en el camino de hacer grandes cosas.
—Estoy segura de que ella opina lo mismo —dije, recelosa de que esto fuera
demasiado fácil.
Asintió una vez. 60

—¿Está fuera de la ciudad?


Sospeché de su razón para preguntar. Pero incluso si estaba planeando intentar
ponerse en contacto con ella, no tendría éxito. Por una vez, di gracias a Dios por el
talento dramático de Kendra.
—Completamente fuera de la red. Sin teléfono, sin redes sociales. Me llama de
vez en cuando para comprobarlo, pero no utiliza su propio móvil cuando lo hace.
—Suena envidiable. ¿Alguna idea de cuándo regresará?
—¿Un par de semanas? Tal vez un par de meses. —No tenía sentido mentir
sobre ello. Ya estaba asumiendo que probablemente perdería mi trabajo por esto. Con
suerte, podría sellar una asociación con Sebastian Industrial y DRF antes de tener que
aceptar su oferta de empleo.
—¿Crees que podemos tener todo este asunto cerrado antes de eso?
En lugar de preguntarme por qué estaba tan impaciente por hacer las cosas, me
centré en la posibilidad de que el universo estuviera, por una vez, de mi lado.
—Es completamente factible si el SIC lo convierte en una prioridad.
De nuevo, un movimiento de cabeza.
—La presentación al equipo es lo siguiente, ¿correcto? ¿Cuál es el proceso a
partir de ahí? —Recogió el folleto que le había entregado a Brett y que dejó atrás en
su precipitada partida y lo hojeó.
Parpadeé mientras cambiaba al modo de trabajo.
—Hablaré en profundidad de las organizaciones que creo que serían las mejores
candidatas para el patrocinio. En cuanto seleccione una, la invitaré a participar en una
reunión de coordinación. Nunca hemos tenido una organización benéfica que rechace
una oferta, así que a partir de ahí, es prácticamente un trato hecho. Realmente, la
velocidad del proceso depende de la rapidez con la que se pueda tomar una decisión.
—¿Y cuando el trato se hace, ya no estás involucrada?
—Bueno. —No podía decir si estaba tratando de deshacerse de mí o de prolongar
nuestro trabajo juntos. Necesitaba que fuera lo primero. Odiaba lo mucho que deseaba
que fuera lo segundo.
Lo más inteligente sería elaborar una respuesta que asegurara que estuviera de
mi lado, pero al no conocer sus motivos, tuve que atenerme a los hechos.
—Varía en función del contrato. Conscience Connect seguirá siendo un enlace 61
durante la fase inicial, seguro. Después, la organización benéfica suele ocupar ese
puesto con alguien de su propio equipo. —Yo, posiblemente. Si eligen DRF, y si
termino trabajando para ellos.
—¿Y tu salario sale de los fondos del patrocinio? No te pagan hasta entonces.
—Conscience Connect cobra cuando el cheque se hace efectivo.
—Otra razón para poner esto en marcha.
Mis músculos se relajaron con alivio. Estaba pendiente de mi sueldo, eso era
todo. Lástima que fuera uno que nunca recibiría directamente. Pero si era un sueldo
realmente bueno, tal vez fuera suficiente para convencer a Kendra de que me dejara
conservar mi trabajo. Incluso con una bonificación. O, mejor aún, un aumento.
Pero me estaba adelantando.
—Te lo agradecería.
Se puso de pie y abotonó la chaqueta, metiendo el folleto que le había hecho
bajo el brazo.
—Creo que el equipo ya tiene programada una reunión para el lunes. Tendré la
agenda despejada para que puedas presentarnos entonces.
—De acuerdo. Gracias.
Sus ojos se encontraron con los míos, una colisión que me mareó. Me tendió la
mano para estrecharla, y cuando le di la mía, una descarga eléctrica me recorrió el
cuerpo, lo suficientemente grande como para despertarme al hecho de que no sólo me
estaba adelantando, sino que también estaba loca de remate porque ¿cómo demonios
pensaba que podía trabajar con un hombre con el que me había acostado? Un hombre
que tenía tanto poder sobre mí. Un hombre que podría fácilmente encender el encanto,
y yo estaría dándole mis bragas en un parpadeo.
Aunque, excepto por su coqueteo inicial, había sido completamente profesional.
Retiré mi mano de la suya y lo miré de reojo.
—No vamos a ser un problema, ¿verdad?
—¿Por qué íbamos a serlo? —Metió las manos en los bolsillos de su traje,
completamente despreocupado. Como si no hubiera pasado nada entre nosotros.
—Por lo de la otra noche —dije con tono impasible.
—¿Qué pasa con eso?
Ah, claro. Él era el tipo que hacía que una chica lo dijera. Conocía este juego.
El hecho de que me obligara a jugarlo no presagiaba nada bueno para este acuerdo. 62

Razón de más para que esto tuviera que ser abordado ahora.
Crucé los brazos sobre el pecho.
—Tuvimos sexo, Scott.
—Sexo oral.
—Cierto. —Sexo oral alucinante. Y por qué iba a señalar eso si…—. ¿Qué?
—Espera. —Su sonrisa fue lenta, como si estuviera saboreando el pensamiento
detrás de ella—. ¿No pensaste que nosotros…?
Oh, Dios mío.
¿No habíamos…?
Pero pensé…
Sentía las mejillas tan calientes que estaba segura de que estaban rojas, a pesar
de que no mostraban color con facilidad. ¿Cómo podía haber hecho esto tan
humillantemente mal?
Y Scott estaba disfrutando cada segundo de ello, según la sonrisa de su rostro.
No. Tenía razones válidas para pensar lo que pensé.
—Me desperté desnuda. En tu cama. Después de lo que pasó en el coche. Hice
la suposición obvia.
Su sonrisa desapareció.
—Oh, espera. Eso es ofensivo, Tessa, en muchos niveles. Creo que he
demostrado ser un caballero. Suponer que no podría desvestirte y llevarte a la cama y
comportarme es insultante.
Abrí la boca para responder, pero continuó antes de que pudiera hacerlo.
—Más insultante es que pienses que podrías olvidarte de follar conmigo. No lo
harías. No importa lo borracha que estuvieras. No habrías sido capaz de abandonar la
cama esa mañana. Ciertamente no sin alimentarte, e incluso entonces estarías
cojeando.
—Estás realmente orgulloso de ti mismo.
Me ignoró.
—Lo más insultante es que pienses que me follaría a una mujer tan borracha. No
soy un completo depravado moral.
63
No iba a disculparme por mis suposiciones.
—¿Por qué no es una conclusión natural? Cualquier mujer asumiría eso si se
hubiera despertado en tu cama. Especialmente cuando no recuerdan haber llegado allí.
Y después de que ya… ya sabes. —No iba a darle la satisfacción de volver a decirlo.
Estaba más que preparado para rellenar el espacio en blanco por mí.
— ¿Devorar tu coño? Sí. Lo hice. Estabas diciendo, sí, sí, sí, pero se me ocurrió
mientras eso ocurría que tal vez no eras capaz de consentir.
—Me corrí tres veces.
Me guiñó un ojo.
—Como dije, soy inolvidable.
—Eso no fue lo que yo… —¿Por qué era tan difícil concentrarse cuando estaba
cerca de mí? ¿Y cuándo se acercó tanto? Di un paso atrás—. Lo que quiero decir es
que has tardado bastante en considerar el consentimiento.
—Sí. —Fingió un suspiro—. Se me debió ocurrir antes, lo admito. Me gustaría
decir que perdí la compostura porque también estaba bebiendo, lo cual es cierto, pero
también que descendí sobre ti porque realmente lo deseaba, y me cuesta mucho
resistirme a lo que quiero. Sobre todo cuando lo tengo delante. —Y ahora, de alguna
manera, estaba de nuevo cerca—. ¿Quieres presentar una denuncia por agresión?
—¿Qué? No. Eso es ridículo. Te lo estaba rogando. —Olía tan bien que ahora
yo también estaba a punto de suplicarle.
Levanté la barbilla, mis fosas nasales se ensancharon al percibir su aroma
varonil, hasta que me di cuenta. No era una buena idea. Él no era una buena idea.
Esta vez retrocedí dos pasos, esperando que eso disipara la energía entre
nosotros. Rezando para poder decir algo inteligente y apropiado y poner fin a todos
los pensamientos traviesos que de repente nadaban en mi cabeza.
—Estaba borracha —dije—. No te culpo por nada de lo que pasó. Siento haber
asumido que era más. Si hubiera estado más presente, estoy convencida de que lo
habría sido. De forma consentida. Fue un momento divertido. Pero no soy esa mujer
habitualmente.
Su mandíbula tembló. Sus ojos echaron chispas.
—¿Quieres serlo?
—Uh… ¿qué?
—Ahora no estamos borrachos.
64
—Oh. Oh. —Debería decir que no, no. No sólo a su sugerencia, sino a trabajar
con él en conjunto. No era una mujer lo suficientemente fuerte como para resistir a un
hombre tan ridículamente malo para mí como era Scott Sebastian.
Me alejé de él y respiré profundamente. Al no estar frente a él, me sentí más
resistente.
—No puede haber nada entre nosotros, Scott. Es poco profesional e inapropiado.
—Me giré de nuevo hacia él—. Y como ahora no estamos borrachos, no soy tan
reticente a considerar la posibilidad de presentar una queja si vuelves a hacer una
sugerencia como esa.
Eso pareció hacerlo entrar en razón.
—No es necesario que lleguemos a eso. No estoy tratando de ser inapropiado.
Deja todo esto a un lado. Además, que quede claro, no voy a echarte de este proyecto
por nada que digas o hagas o no hagas. No quiero que sientas que hay una dinámica
de poder en juego aquí. No soy tu jefe. Soy el tipo de la azotea. Tú eres la chica sexy
con los ojos hipnotizantes, y sólo quiero pasar tiempo contigo. —Su expresión fue
sincera cuando añadió—: Preferiblemente sobria y follando.
¿Por qué, por qué, por qué tenía que ser tan irresistible?
¿Y cómo podía creer que no había una dinámica de poder entre nosotros?
Me pasé la mano por el rostro con frustración.
—No puedes hacer eso, te das cuenta. No puedes simplemente “dejar todo esto
de lado”. Nuestra situación no desaparece sólo porque finjas que no existe. No para
mí. Sigues siendo tú. Todavía tienes el poder. Lo entiendes, ¿verdad?
—Sí, entiendo que soy un Sebastian y que hay ventajas asociadas a eso. —Su
tono también era frustrado. Luego se suavizó en algo más vulnerable pero igualmente
intenso—. ¿Pero de qué sirve el poder si no te da lo que quieres?
Suave. Tan jodidamente suave.
Lo suficientemente suave como para superar la fachada áspera que estaba
tratando de poner. Podía tenerme. Yo era débil. Estaba dispuesta.
Pero antes de que pudiera acortar la distancia y arrojarme a sus brazos como
tanto deseaba, retrocedió, con las manos en alto en señal de rendición.
—Tienes razón. Me he pasado de la raya. Me disculpo. Estás aquí para trabajar.
Te dejaré hacerlo sin acoso. Haré que mi asistente o Julie te llamen con la hora de la
reunión del lunes. Gracias por venir, señorita Turani. Estoy seguro de que puedes
encontrar la salida. Ha demostrado ser buena en eso. 65

Me dejó boquiabierta y sola e increíblemente decepcionada por no sentirme más


aliviada.
C
uando Teyana llegó más tarde, me encontró tirada en el suelo en el
armario de Kendra.
—¿Tan mal te fue?
Moví el brazo de donde lo tenía puesto sobre mis ojos para
mirarla.
—No ha ido bien.
Asintió pensativa, probablemente tratando de decidir cuánto de mi reacción a la
reunión en el SIC era real y cuánto era dramatismo.
—Esta posición me resulta familiar. Aunque no suelo hacerlo en el armario.
—Nunca has tenido un armario lo suficientemente grande.
—Buen punto. Pero, ¿hay alguna razón por la que hayas elegido el armario? 66

Hice una mueca al recordar cómo llegué aquí.


—Entré para elegir algo que ponerme para mi próxima reunión. Luego empecé
a pensar en todo el dinero que voy a necesitar para pagar la factura de la tintorería de
todos los trajes que me he prestado, y de repente necesité acostarme.
Sus ojos se iluminaron ante la insinuación de una "próxima reunión", pero como
una buena amiga, se centró en el problema que tenía entre manos.
—No los lleves a la tintorería. Cuélgalos de nuevo y no digas nada.
—No puedo estar en una habitación con esa gente y no estar nerviosa. Y sudo.
—Te ahorras el dinero del viaje, y cocinaremos en lugar de pedir a domicilio.
—Bien. —Suspiré. Aquí era donde estaba siendo dramática. Vivía de cheque en
cheque, pero tenía cosas no esenciales en mi presupuesto—. Tienes razón.
—Mmhmm. —Me dedicó una sonrisa de superioridad mientras dejaba caer su
bolsa de viaje y apoyaba su bastón en la repisa.
—¿Cómo te sientes hoy? —pregunté tardíamente. Tendría que haber sido mi
primera pregunta. Un viaje a la ciudad siempre era agotador para ella, pero insistió en
venir.
—Me siento muy bien, en realidad.
—Eso me hace feliz.
Vivía para esos días, en los que su energía coincidía con su ambición, y
conseguía "vivir" en lugar de sólo existir. Ambas sabíamos que lo percibiría mañana.
Era bueno que pasara el fin de semana conmigo en lugar de regresar a Jersey City esta
noche.
—Espera —dijo, poniéndose en cuclillas a mi lado—. Déjame bajar contigo y
me lo cuentas todo.
Esperé a que estuviera acostada y cómoda para empezar. Luego pasé la siguiente
media hora detallando toda la mañana, comenzando por encontrar a Eden en el
mostrador de bienvenida y terminando con Scott Sebastian dejándome herida en la
sala de reuniones.
—Creo que después de todo eso, yo también estaría acostada en el suelo del
armario —dijo cuando terminé.
—Tú también estás tirada en el suelo del armario —señalé.
Sin embargo, mi sonrisa se desvaneció rápidamente. La narración de los hechos 67

me hizo centrarme en el lío en el que me encontraba y en la ansiedad que me invadía


como un globo medicinal en el estómago. Solté un gemido.
—¿Qué voy a hacer, Tey?
Se giró hacia mí, llevando sus rodillas al pecho y apoyando la cabeza en su mano.
—¿Qué quieres hacer?
—Bueno, no quiero que me despidan, pero obviamente eso está en el horizonte
—En cierto modo, aceptar eso facilitaba mis decisiones. No había ninguna razón para
abandonar si iba a enfrentarme a la ira de Kendra pasara lo que pasara—. Supongo
que lo que quiero es asegurarme de que el SIC elija a la Fundación para el Alivio de
la Disautonomía como su organización benéfica. Eso es lo único bueno que puede
salir de esto.
—Eso es un montón de tonterías. Hay otras organizaciones benéficas fantásticas
en tu cartera. Cualquier cosa que elijan será para bien.
Entrecerré los ojos hacia ella.
—Entiendo lo que estás haciendo, Teyana Lewis, manejando mis expectativas y
todo eso. Pero quiero que sea DRF. Voy a venderles a DRF. —Decirlo así de rotundo
fue como hacer una promesa. Era una promesa que me esforzaría por cumplir.
—Espero que no lo hagas sólo por mí. —Parpadeó, obviamente conmovida.
—Bueno. Un poco. Pero también por mí. Si consigo vender a DRF, tal vez pueda
negociar un salario mejor que el que Sarah me ofreció anteriormente. Y necesito tener
una razón para que me contraten en caso de que la oferta haya caducado o algo así.
—Ooh. Buena decisión.
Una fracción de mi ansiedad se disipó. Estaba segura de que había pensado en
toda la situación, por dentro y por fuera, pero agradecí la validación.
—Tampoco he contactado con Sarah para proponerle esto todavía. No quiero
darle esperanzas. La llamaré cuando el SIC la invite a la reunión de consulta.
—Entonces has decidido lo que vas a hacer. Ya lo tienes. Pan comido. —Cuando
Teyana creía en mí, era mucho más fácil creer en mí misma.
Aun así, no había terminado de enloquecer. Y con ella aquí y de mi lado, ahora
podía dejarme de preocupar. Me senté y me giré para quedar de frente a ella, con la
espalda apoyada en los estantes llenos del extenso surtido de bolsos de Kendra.
—¿Pero qué pasa si no eligen DRF?
68
—Entonces les vendes otra cosa, y Sarah seguirá contratándote. Ha dicho antes
que sabe que al final vas a aceptar. Sólo está esperando a que tú también lo sepas.
Sí, tendría un trabajo en alguna parte. Supuse que eso no me preocupaba.
—¿Y si Kendra aparece antes de que se cierre el trato?
Se encogió de hombros.
—Entonces ella lo termina. No puede marcharse una vez que ha empezado.
Humillante, pero soportable.
—¿Y si Scott llama a Kendra y descubre que soy una farsa antes de que esto
llegue a ninguna parte?
Tey se sentó para esto.
—Número A —dijo, señalando con un solo dedo—. Nunca va a contestar su
teléfono. —Levantó un segundo dedo—. Número B, los mismos resultados que si se
presentara. Te vas a trabajar para DRF. Esta es una situación sin pérdida, nena.
—Pero podría odiarme —susurré.
—¿Scott? Sí, supongo que existe eso. —Ni siquiera Tey pudo convertir eso en
una mentira reconfortante.
Sacudí la cabeza en señal de irritación, con la estantería clavándose en mi cuello.
Era ridículo que me importara lo que Scott Sebastian pensara de mí, pero lo hacía.
Más de lo que quería admitir.
Pasó un tiempo antes de que Tey volviera a hablar.
—¿Crees que se folló a Kendra?
—¡Oh, Dios mío, estoy tratando de no ir allí! —Era el pensamiento que, de
alguna manera, conseguí apartar hasta ahora. Una vez invitado, la imagen se precipitó
en mi cabeza, gráfica y perturbadora.
—Pero estás viendo las peores posibilidades, ¿verdad? Lo que significa que
tienes que ir allí. Es irresponsable no hacerlo. ¿Y qué si lo hizo?
Fruncí el ceño, convencida de que la pregunta iba más encaminada a sacar mis
sentimientos que a la responsabilidad.
—Entonces estaría celosa —admití. Me puse celosa sólo de pensar en la
posibilidad. Era una estupidez porque no me sentí así con Eden, quien sabía que había
follado con Scott. Probablemente por Kendra. Porque la conocía. Porque siempre
conseguía lo que quería y nunca lo apreciaba. 69

Dios, ¿qué me pasa? El tipo ni siquiera era mío.


—Lo entiendo —dijo Tey, como si pudiera leer mis pensamientos—. Además
de los sentimientos asquerosos, ¿qué es lo peor que significaría en términos de
trabajo?
Tal vez me equivoqué con respecto a sus motivos. Ahora que lo pensaba, tenía
una ventaja hacer esta pregunta.
—Probablemente ayude a la situación, sinceramente. Típico de Kendra, no
volverá a hablar con él. Creo que ese es su modus operandi también.
—Parece del tipo rompecorazones.
—Sólo lo conoces por lo que te he contado.
—Has pintado un cuadro muy claro.
Intenté reírme. Era difícil pensar que la posibilidad real de que mi jefa se hubiera
acostado con el hombre más sexy que había conocido nunca tuviera un lado positivo.
Un hombre sexy que también mostró interés en mí.
—Volvió a coquetear conmigo después de nuestra noche juntos.
Comprendió mi preocupación.
—Pero en realidad no pasó nada. Tú eres diferente. Sigues siendo la
desconocida.
Eso era otra cosa en la que no me había permitido pensar: el sexo que no tuvimos.
Por un lado, me alegraba no haber perdido algo que seguramente sería alucinante.
También me facilitó mantener esto estrictamente como un negocio. Por otro lado, me
hizo sentir que no era dueña de una cosa que creía que era mía. Una cosa que Kendra
podría haber poseído. Ahora quería poseerla más que cuando supuestamente la poseía.
—¿Es algo bueno o malo que no me haya acostado con él? —pregunté,
queriendo averiguar cómo sentirme con esta información.
—No es ninguna de las dos cosas —dijo Tey con naturalidad—. Es sólo una
cosa. Es por lo que no intenta llamar a Kendra, y por lo que intentará llamarte a ti. —
Hizo una pausa antes de formular la pregunta que ambas sabíamos que tenía que hacer
a continuación—. ¿Qué harás cuando intente acostarse contigo de nuevo?
No si. Cuando. Estaba tan segura de que ocurriría.
¿Por qué sentía una adrenalina tan abrumadora al pensar en ello?
—No sé la respuesta a eso, Tey. —Sabía lo que debía hacer. Pero también me 70
conocía a mí misma, sabía lo débil que era ante hombres como Scott Sebastian.
Tey me miró con los ojos desorbitados.
—¡No puedes acostarte con él, Tess! No puedes en absoluto, por mucho que te
haga vibrar el coño. No es así como quieres que esto suceda.
Dejó que el sermón se asentara, y cuando volvió a hablar fue menos severa.
—Mira, entra ahí, lanza este trato, firma los contratos, sella un trabajo en DRF.
Luego puedes romperle los sesos.
Probablemente descubriría que era un fraude antes de eso, lo que borraba por
completo cualquier posibilidad de que la fantasía se hiciera realidad.
Sin embargo, ignorando ese hecho, asentí.
—Suena como un buen plan.

—¿Estás lista para esto? —preguntó Brett en voz baja cuando los miembros del
equipo llegaron a la sala de conferencias de SIC.
Mi corazón latió furiosamente mientras consideraba mi respuesta. Claro que
estaba preparada para esto. Mi presentación era sólida. El PowerPoint estaba
conectado y listo para funcionar. Mis folletos ya estaban colocados alrededor de la
mesa. Tenía una botella de agua y una taza de café. Además, me veía muy bien con la
blusa estampada de Oscar de la Renta y los pantalones que robé del armario de
Kendra.
¿Pero estaba lista para esto? No estaba preparada en absoluto.
—Tengo las manos tan húmedas que me da miedo dar la mano a alguien —dije,
lo que le decía todo lo que necesitaba saber.
—Quédate aquí atrás mientras entran. Te presentaré cuando estén todos
sentados, y no habrá necesidad de estrecharlas. —Pero sabía lo que realmente estaba
diciendo—. Vas a estar increíble, Tess. Lo has conseguido.
—Gracias. —Sabía que tenía buenas intenciones, pero sus palabras no hicieron
nada para calmar mis nervios. Su fe en mí era pura especulación, ya que no había visto
mi presentación, y teniendo en cuenta que no sólo era la primera vez que me
presentaba ante este grupo, sino también la primera vez que lo hacía, me vendría bien
una charla de ánimo basada en el conocimiento de primera mano. 71

Miré a las personas que estaban sentadas en la sala, inmersas en las bromas del
lugar de trabajo. Dos mujeres, tres hombres y un lugar para Brett. La silla en el
extremo opuesto de la mesa permanecía vacía. Tragué saliva al pensar en el hombre
que pronto se sentaría allí.
—Silvia, Paris, Matthew M., Matthew T. es el que llamamos Matt. Anthony es
el del agua con gas. —Brett los señaló a todos discretamente—. Es una multitud fácil.
Excepto Scott, pero ya lo conoces.
Hubo un atisbo de pregunta en la última afirmación, una invitación a que
explicara exactamente lo bien que conocía a Scott. Aunque quisiera compartir eso con
Brett, era algo en lo que me esforzaba por no pensar en ese momento.
Además, estaba demasiado pendiente de su insinuación.
—¿Scott es difícil?
Me di cuenta de que se debatía entre la honestidad y no querer intimidarme más.
—Bueno, sí. Quiero decir, los Grandes Sebastian tienen una reputación por una
razón. Al menos no es uno de los hijos de Reynard. Ese vástago de la familia es brutal.
Nada de lo que dijo fue reconfortante.
Mi expresión debió dejar al descubierto mi terror. Recogió mi teléfono de la
mesa donde lo había colocado para que pudiera consultar la hora.
—Toma, desbloquea tu teléfono —dijo, como la primera noche que nos
conocimos. Cuando se lo entregué, tecleó un nuevo contacto y envió un mensaje al
nuevo número—. Soy yo. Puedes enviarme un mensaje si me necesitas. Te enviaré un
aviso si te despistas, que no lo harás. ¿Ayuda eso?
Lo hizo. Salvo que la sala se quedó abruptamente en silencio, y cuando levanté
la vista, Scott se dirigía a su asiento en la cabecera de la mesa. Estaba devastador con
su traje gris oscuro, su expresión severa, y si no me lo estaba imaginando, nos estaba
mirando a mí y a Brett.
Sí, no me sentí mejor en absoluto.
Eso no era exactamente cierto. Mi piel vibraba, mis pezones se erizaban. Mi
sangre latía. Mi corazón parecía que iba a salirse de mi pecho, pero aparte de eso, a
mi cuerpo parecía gustarle mucho que Scott Sebastian estuviera cerca.
Estúpido cuerpo.
Le quité el teléfono a Brett, que se apresuró a prestar atención como un 72
estudiante que llega tarde a clase. Miré alrededor de la habitación y encontré los ojos
de todos sobre Scott, así que coloqué los míos allí también, a pesar de que hacerlo
hizo que mi pecho se sintiera apretado. De todos modos, habrían acabado allí por su
cuenta. Él era magnético. Atraía mi mirada tanto si quería dársela como si no.
Odiaba lo mucho que deseaba que me devolviera la mirada.
Pero aparte del ceño fruncido que había puesto al entrar, no me hizo ningún caso.
—La agenda de hoy ha sido modificada —dijo al equipo—. Seguimos
discutiendo posibles oportunidades de patrocinio, por supuesto. Conscience Connect
ha decidido ayudarnos en el proceso. Le cedo el turno a Brett para que presente al
enlace. —Miró su reloj—. Sigamos con la tarea, por favor. Tengo que estar en un sitio
a las cuatro.
Intenté no sentirme decepcionada por su falta de consideración. Intenté que no
me importara que sólo tuviera una hora de su precioso tiempo. Intenté no pensar en lo
sexy que resultaba el simple hecho de mirar la hora.
Fue bastante fácil alejar todas esas distracciones cuando Brett comenzó su
introducción y Scott finalmente dirigió su atención hacia mí, y no vi más que una fría
indiferencia.
Demasiado para preocuparse por nuestra química. El hombre estaba obviamente
por encima de mí. Sabía que era así desde el primer minuto, y aun así era una herida
en mi orgullo. Sentí una repentina simpatía por Eden y por la forma en que la rechazó
aquella noche en la azotea. ¿Qué pasaba con las chicas como nosotras que
reconocíamos al jugador y seguíamos insistiendo en que nos engañaran?
Al menos, esto hacía que fuera menos complicado. Un incentivo más para cerrar
el trato tan rápido como pudiera.
Y lo haría como una profesional, con la cabeza alta, y mi presentación en punto.
En cuanto Brett terminó de explicar cómo funcionaba Conscience Connect e
hizo mi presentación, me lancé a hablar. Tenía que presentar ocho organizaciones
benéficas. Pensaba dedicar no más de cinco minutos a cada una de las siete primeras,
lo que dejaría más de veinte minutos para presentar a DRF y responder a cualquier
pregunta. Lo tenía todo planeado. Practiqué y cronometré varias veces para estar
segura.
Desgraciadamente, cuando practiqué, no tuve en cuenta todas las interrupciones.
Preguntas detalladas que eran irrelevantes en ese momento, como los desgloses
demográficos de los desembolsos de una organización benéfica y cómo los 73

patrocinadores anteriores habían promocionado la organización.


Habría explicado que esas preguntas era mejor guardarlas para cuando
redujéramos las opciones o, al menos, habría pedido que se mantuvieran hasta el final
para responderlas si no fuera Scott el que preguntaba.
Cada vez.
Todas las malditas interrupciones venían de Scott.
No tuve que enviarle un mensaje a Brett para saber que no era buena idea discutir
con el hombre a cargo. Así que no había nada que pudiera hacer más que dejar que
nos desviara del camino. Era exasperante cómo sucedía. Cómo empezaba a recuperar
el ritmo cuando me interrumpía con una pregunta. Intentaba encontrar la respuesta.
Rápidamente, él respondía con algo que le preocupaba sobre lo que yo había dicho.
Entonces se abría la puerta para que el equipo se metiera, y Scott se sentaba y sonreía
con suficiencia mientras todo se descontrolaba.
—Tuvieron esa horrible carroza en el desfile de Macy's el año pasado —dijo
Matt—. ¿Crees que nos dejarían opinar sobre ella?
Brett trataría de ayudar tanto como pudiera.
—Probablemente no es algo que debamos discutir en este momento.
—Ciertamente lo es —discreparía Silvia—. Necesitamos saber hasta qué punto
estarían dispuestos a adaptarse a nuestra marca antes de plantearnos trabajar con una
empresa.
Y así fue. Apenas podía pasar una diapositiva antes de que empezaran las
distracciones. A los veinticinco minutos, acababa de pasar a la segunda caridad.
Mientras Anthony y Paris discutían sobre la relevancia de una organización benéfica
recién fundada frente a otra más antigua, comprobé la hora y entré en pánico. También
había una notificación de texto de Brett.
No te preocupes. Lo estás haciendo bien. Esto es normal.
Levanté la vista de la pantalla y vi a Scott mirando el teléfono que tenía en la
mano y luego el teléfono que tenía Brett. Tal vez era un tipo que no tenía celulares en
el trabajo. Me apresuré a ponerlo boca abajo y no volví a comprobarlo.
Incluso sin el reloj, sabía que tenía que empezar a acortar las cosas. Decidí que
si podía pasar rápidamente por el segundo, pasaría a DRF y le daría duro. Aceleré mi
guión y, a pesar de las continuas interrupciones, conseguí sentir que estaba
progresando cuando lo terminé y pasé a las diapositivas.
74
—Voy a cambiar de dirección aquí y saltar a la obra de caridad que realmente
creo que es la más adecuada…
Eso fue lo más lejos que llegué antes de que Scott me cortara.
—Creo que este es un buen momento para descansar por hoy.
—¡Pero aún tengo que presentar seis organizaciones benéficas! —exclamé, en
un tono mucho menos profesional de lo que me hubiera gustado. Luego,
controlándome dije—: ¿Ya son las cuatro?
—Son cerca de ocho menos —dijo Scott, sin consultar su reloj—. Desde luego,
no es tiempo suficiente para pasar a otra obra de caridad. Ya me parece que hemos
apurado esto como está.
¿Esto fue apresurado?
—Esto es lo que haremos —continuó—. Nos reuniremos cada día de esta
semana para un almuerzo de trabajo y repasaremos una obra de caridad en cada sesión.
De hecho, vamos a empezar con las dos que hemos repasado hoy en la reunión de
mañana. Creo que hay muchas cosas que no hemos tocado y que hay que tener en
cuenta antes de pasar a la siguiente fase de investigación.
No preguntó si alguien tenía algún problema. No preguntó si yo tenía algún
conflicto, y ni siquiera era su empleada. Se limitó a hacer la declaración, y aunque
algunos miembros del equipo murmuraron algunas palabras en voz baja, ninguno
protestó. Se limitaron a sacar sus dispositivos e introducir la nueva información.
En otras circunstancias, su capacidad de mando habría sido jodidamente buena.
En estas circunstancias, estaba demasiado distraída por mi temor. A este ritmo,
no acabaría con ellos hasta mediados de la semana que viene. ¿Y luego habría una
siguiente etapa de investigación? Sentía que el estómago se me iba a caer al suelo.
Si no me hubiera dicho que quería terminar esto antes de que regresara Kendra,
habría jurado que estaba alargando esto a propósito. ¿Y qué sentido tendría hacer eso?
Consideré la posibilidad de acorralarlo para recordarle el objetivo urgente, pero
salió de la habitación antes de que pudiera dar un paso. Sin ningún tipo de
reconocimiento. Sin siquiera una mirada en mi dirección.
Eso fue lo que más me molestó.
—¿Es factible con tu horario? —preguntó Brett mientras los demás recogían sus
pertenencias y salían de la habitación. Al menos tenía algo de sentido de la cortesía.
—Si no lo fuera, ¿importaría?
75
Sonrió con simpatía.
—Eres libre de objetar. No tienes ninguna obligación de hacer las cosas en su
horario.
Escuché lo que no dijo: si me oponía, podría perder el contrato. No es de extrañar
que Brett le haya llamado difícil.
Por otra parte, Scott no estaba obligado a dedicarme el tiempo que tenía. Si
siempre fuera tan minucioso, podría haber espaciado las reuniones durante meses. En
cambio, me dio todos los días de la semana.
—Puedo hacerlo —le dije a Brett. Porque tenía tiempo y quería el trabajo. En
absoluto porque esperaba que Scott Sebastian me hubiera hecho un favor.
L
as reuniones no mejoraron a partir de ahí. Cada una de ellas se alargaba
mientras el equipo analizaba cada faceta de la obra benéfica propuesta
para el día. Cada vez, la disección era dirigida por un hombre al que
realmente empezaba a considerar como un enemigo. No estaba haciendo una
presentación, sino dirigiendo un debate, y desde luego no estaba a cargo, así que ya
no me quedaba de pie. En su lugar, me senté en un extremo de la mesa ovalada de
conferencias, directamente frente a Scott, y esperaba que estuviera lo suficientemente
lejos como para que no pudiera sentir el alcance de mi odio.
Lo peor de todo era que estaba segura de que me sentiría completamente
diferente si Scott me mirara como algo más que una representante de Conscience
Connect.
Lo que significaba que no sólo lo odiaba a él, sino también a mí misma. ¿Por 76
qué me importaba? Qué, si era estúpidamente sexy, increíblemente rico, y sabía cómo
usar su lengua. Eso no significaba que su opinión importara.
Por supuesto, su opinión importaba. Porque él era el que mandaba. Porque él era
quien, en última instancia, decidiría cómo se desarrollaría toda esta farsa. Porque era
un representante de Conscience Connect.
Sólo que rara vez tenía negocios en mente cuando me sentaba anhelando su
atención.
El jueves, la nostalgia, el odio y el aburrimiento me hacían sentir como si
estuviera a punto de salirme de la piel. Ya había pasado la hora y aún no había
terminado mi primera página de notas sobre el Fondo de Conservación del Medio
Ambiente. La discusión se había desviado mucho de la tarea y, para colmo, Scott se
había pasado la mayor parte del almuerzo apuñalando su teléfono.
Era un hombre ocupado, me recordé. Podía estar haciendo negocios lucrativos
o gestionando una crisis de relaciones públicas. También podría estar jugando a Clash
of Clans y nadie se daría cuenta.
Desgraciadamente, estaba en un estado de ánimo que suponía lo peor, pero ni
siquiera mis mejores miradas disparadoras de dagas lograron levantar su cabeza de la
pantalla.
Con un suspiro, intenté volver a centrarme en la discusión.
—No sé por qué importa el porcentaje de sus fondos que se gastan en EE.UU.
frente al mundial —decía Silvia—. Las preocupaciones medioambientales son
mundiales.
—Porque nuestra sede principal está en EE.UU. —argumentó Matthew—. Y si
aceptamos un patrocinio para potenciar nuestra imagen ante la gente de EE.UU.,
definitivamente importa que la organización benéfica atraiga a la gente de EE.UU.
—¿Las personas que se preocupan por el medio ambiente no se preocupan por
él en su conjunto? —preguntó Paris.
No escuché quién respondió ni lo que dijeron porque, de repente, lo único de lo
que fui consciente era de lo cerca que estaba Eden de pie junto a Scott mientras le
rellenaba el café.
Como, ridículamente cerca. Estaba noventa y nueve punto nueve por ciento
segura de que su brazo estaba presionado contra su espalda.
Me alegró más de lo debido que tampoco levantara la vista de su teléfono por
ella. 77

Dios, fui tan mezquina. No me pertenecía de ninguna manera. De hecho, ella


probablemente tenía más derecho sobre él que yo, teniendo en cuenta lo que había
presenciado en la azotea. No era su culpa que se sintiera atraída por un hombre-puta
absolutamente impresionante. No podía resentirla por querer lo que él le diera. Por
desearlo tanto, por tomar algo mientras le servía aunque no la notara.
Me relacioné más de lo que era saludable.
También me crie en una sociedad que enfrentaba a las mujeres cuando había un
hombre de por medio, y aunque quería ser alguien que pudiera superar eso, también
era humana.
Tomé mi teléfono y envié un mensaje.
¿Qué pasa con Eden y Scott?
El teléfono de Brett vibró frente a él. Lanzó una mirada a su jefe antes de
tomarlo, un hábito probablemente tan inculcado que ni siquiera era consciente de ello.
Se lo pensó durante varios segundos antes de teclear algo.
¿Por qué lo preguntas?
Su sospechosa respuesta me recordó que Brett estaba un poco enamorado de mí.
Habría sido una idiota si no hubiera notado sus frecuentes y prolongadas miradas y
las bromas que rozaban el coqueteo. Además, básicamente había manifestado su
interés en nuestra primera entrevista.
El hombre era ciertamente atractivo. Tanto que podría haberme encontrado en
su cama, si la situación en la fiesta hubiera sido diferente.
Pero no era Scott.
No hizo que mi corazón tropezara ni que mi piel ardiera. No hizo que el espacio
entre mis piernas palpitara. No me robaba la mirada cada vez que entraba en la
habitación.
No es que se lo haya dicho a Brett. Especialmente porque sospechaba que tenía
un poco de complejo de inferioridad en lo que respecta a Scott, y lo último que quería
hacer era herir sus sentimientos con mis maliciosos celos.
Porque los chismes de la oficina son más interesantes que el incendio del
basurero que nos rodea, y a ella obviamente le gusta él. Así que derrama el té.
Su respuesta fue más rápida después de eso. Ella está interesada en él.
Lo fulminé con la mirada desde el otro lado de la mesa, lanzándole una mirada
que decía: ¿Eso es todo lo que tienes? 78

Se rio y luego tecleó más. Se la folla como se folla a todas las mujeres. Ella sigue
volviendo. No estoy seguro de lo que ve en el tipo, honestamente. Sólo va a seguir
rompiendo su corazón.
Me impresionó que Brett supiera tanto sobre la situación. Me pregunté si era de
conocimiento común, o si tenía un interés personal. ¿Es posible que Brett tuviera ojos
para Eden también?
El sonido de un carraspeo fuerte y deliberado hizo que levantara los ojos de la
pantalla y me encontrara con el ceño fruncido de Scott. Al instante, dejé el teléfono y
las manos en el regazo, traté de ocultar cualquier sentimiento de culpa en mi
expresión. Podría haber estado tan ocupada como tú, amigo.
Pero el ceño de Scott se dirigió a Brett, y era evidente que sabía exactamente lo
que estaba pasando.
Abrió la boca y me preparé para recibir un sermón. Bueno, había querido su
atención, ¿no?
Pero cuando habló, no lo hizo sobre mí.
—Tenemos una presencia global. Nuestra organización benéfica debería tener
también una presencia global. Dicho esto, no vamos a ir con una causa
medioambiental. Es demasiado política. Mi padre nunca apoyaría eso.
Me desconcertó pensar que había alguien superior a Scott Sebastian. Se
comportaba como si fuera el hombre de arriba. No podía imaginar cuánto más
autoritario tenía que ser su padre.
Podría haber reflexionado más sobre eso si Eden no estuviera agachándose para
susurrarle algo al oído a Scott y si la otra cosa que había dicho no me hubiera enojado.
—¿Sabía desde el principio que una causa ambiental no era elegible, y aun así
me dejó pasar toda esta hora presentando una fundación cuya misión es ayudar al
medio ambiente?
La sala, normalmente inquieta, se quedó quieta. Probablemente debería haberme
esforzado más en ocultar mi irritación.
Scott frunció el ceño, y yo me mareé porque algo que había dicho le había
impactado lo suficiente como para tener una reacción. Ni siquiera me importó que
fuera negativa.
79
Entonces me di cuenta de que el ceño estaba fruncido por Eden y por lo que sea
que le haya dicho.
—Lo llamaré más tarde. Puede esperar. —Ella se fue corriendo a entregar su
mensaje, y él se centró en mi arrebato—. Ya habías hecho los preparativos. No quería
que ese tiempo se perdiera.
Su incapacidad para ver la ironía de su afirmación era enloquecedora. El tiempo
estaba en mi contra. No podía permitirme el lujo de dedicar ni un solo minuto a hablar
de cualquier organización benéfica que no fuera un socio viable, y aquí había pasado
cincuenta y dos minutos haciendo precisamente eso.
Lo único que impidió que me pusiera en plan Vesubio y explotara fue darme
cuenta de que me había hecho otro favor.
—Me alegro de saberlo ahora. Cortaré las otras dos organizaciones benéficas
medioambientales indicadas en el folleto. Eso significa que sólo tenemos cuatro más
en lugar de seis.
—Buena decisión —dijo. Sentí el pero que venía antes de que lo dijera—. Como
ya tenemos el tiempo dedicado a ello, puedes reemplazarlos por otras dos opciones.
Aunque nunca había visto a Kendra hacer una de estas presentaciones, sabía lo
que haría. Pondría esa sonrisa ganadora que tiene. Accedería a todo lo que se le
pidiera. Haría el baile. Luego se quejaría y despotricaría de ellos a sus espaldas, como
deberían hacer todos los profesionales.
Pero yo no era Kendra. Y, por mucho que quisiera ser profesional, mi paciencia
se había agotado.
—Realmente no hay razón para hacer eso —dije, dije agregando tanta azúcar a
mi tono como pude reunir—. Ya he sacado las ocho principales organizaciones
benéficas que buscan grandes patrocinadores. Cualquier otra cosa que le mostrara
sería inferior.
—Según tus estándares. —La condescendencia en su tono era evidente.
En mi periferia, vi un mensaje de texto parpadear en la pantalla de mi teléfono.
No tuve que mirarlo ni ver a Brett con su propio móvil para saber que era de él. Una
advertencia, probablemente. Retírate, Tess.
No me retiré.
—Sí, señor Sebastian. Según mis estándares. Pero ese es mi trabajo aquí. Usar
mis conocimientos para reducir lo mejor de la cosecha. Si no confía en mi experiencia,
entonces no sé lo que estamos haciendo aquí. 80

Sonreí mientras hablaba, pero aun así mis palabras salieron cortadas, y cuando
terminé de hablar, pude sentir que los ojos de todos se movían de mí a él, esperando
que contraatacara.
No se molestó en sonreír.
—También es tu trabajo darnos un número suficiente de organizaciones
benéficas para elegir. Tú indicaste que veríamos ocho organizaciones benéficas.
Espero ver ocho organizaciones benéficas.
—Y yo esperaba que me dieran parámetros antes de perder mi tiempo
entregando una propuesta que ni siquiera pensaba considerar. O tal vez no se dio
cuenta de que estaba hablando del medio ambiente hasta que transcurrió toda la hora
porque estaba demasiado absorto en su maldito teléfono.
Ahora sonrió, cuando la tensión en la sala había llegado a su punto álgido, el
tipo de sonrisa que sólo podía ofrecer alguien que tuviera todas las cartas. Alguien
que no tenía nada que perder.
—Hemos terminado aquí hoy —dijo, el control en su voz contrastaba con la
rabia que había en la mía. Demasiado fría para ser algo más que desconcertante—.
Tess, discutiremos esto en mi oficina.
No Tessa.
Que no hubiera utilizado su nombre preferido para mí me decepcionó casi tanto
como mi inminente despido.
—Sí, señor —dije tímidamente. Salió de la habitación antes de que tuviera la
oportunidad de recordarle que no tenía ni idea de dónde estaba su despacho.
Ya que el jefe se fue, el resto del equipo salió rápidamente. Excepto Brett, que
se quedó y ayudó a recoger mis pertenencias. Por suerte, no trató de reprenderme por
mi arrebato.
—Bueno. Un placer conocerte —dije cuando me entregó mi maletín.
Me dedicó una sonrisa comprensiva mientras me acompañaba a la puerta.
—Te mostraré a dónde ir.
Pero Scott estaba esperando al otro lado del umbral.
—La llevaré yo mismo, Brett. Gracias.
Una mirada familiar pasó entre ellos, una que había visto antes cuando estaba en
el club y dos hombres se peleaban por ver quién llamaba mi atención. Normalmente
sin tener en cuenta a quién quería prestar mi atención. Los hombres y sus peleas de
81
gallos. Era dulce viniendo de Brett.
Sin embargo, Scott sólo demostró que era el peor de los jugadores. Del tipo que
no quería el juguete para sí mismo pero tampoco quería que nadie más jugara con él.
Que se joda.
—Claro que sí, jefe —dijo Brett con una animosidad no muy disimulada.
No es que a Scott le importara o se diera cuenta. Se alejó antes de que las
palabras salieran de la boca de Brett, obviamente esperando que lo siguiera.
Estúpida de mí, lo hice. Como un cachorro entrenado. Sus pasos eran tan rápidos
que tuve que apresurarme para seguirle el ritmo. Ni siquiera me atreví a lanzar una
última mirada por encima del hombro a Brett, que estaba bastante segura de que nos
vigilaba todo el tiempo.
No era el único. Las cabezas se giraron al pasar por delante de otros empleados;
los susurros me siguieron. O bien ya se había corrido la voz sobre nuestro
enfrentamiento —lo cual no es improbable, teniendo en cuenta la rapidez con la que
el equipo había abandonado la sala de conferencias— o bien no era frecuente que
Scott llevara a las mujeres a su despacho, que estaba claro, en el otro extremo del
pasillo. Un lugar de la esquina, por supuesto.
El largo paseo debería haberme dado tiempo para recomponerme, para presentar
una disculpa aceptable y salvar el culo. En lugar de eso, utilicé el tiempo para validar
mi ira. Después de haberse insinuado en nuestra primera reunión, seguido de una
semana entera de ignorarme, después de su total desprecio por mi tiempo o mi agenda,
después de su constante escrutinio de mis presentaciones, después de haberme tratado
con condescendencia y de haber jugado con su teléfono y probablemente haberse
tirado a Eden y a Kendra, tenía suerte de que no hubiera montado una escena más
grande que la que monté.
No sería tan amable cuando estuviéramos los dos solos a puerta cerrada.
Él también lo sabía. Me hizo pasar a un despacho del tamaño de todo mi
apartamento, y pude sentir la tensión entre nosotros al pasar, un hilo tan tenso que
estaba destinado a romperse.
Y se rompió cuando las puertas se cerraron y, de repente, me encontré con la
espalda pegada a ellas y con Scott enjaulándome. Conmocionada, dejé caer mi maletín
al suelo. Su cara estaba a centímetros de la mía, sus ojos azules se clavaron en los
míos antes de bajar a mis labios.
—Esto es culpa tuya —dijo, y el peso de mi estómago se disolvió en cien 82

mariposas cuando su boca se estrelló contra la mía. Sus labios se movían hambrientos.
Primero me probó y luego me devoró. En cuanto mis labios se separaron, su lengua
lamió el interior con avidez.
Y esta era la razón por la que estaba condenada.
Porque aunque estaba atrapada entre su cuerpo y el roble macizo, estaba bastante
segura de que me habría dejado ir si lo hubiera empujado.
Pero no pude apartarlo. No podía hacer que mis manos hicieran otra cosa que
agarrarse a sus solapas y tirar de él. Gemí mientras él profundizaba el beso, acercando
las palmas de sus manos a mi cara para poder dirigirlo aún más de lo que ya lo hacía.
Mis caderas se arqueaban hacia él. Mi coño dolía de celos. Recordaba estos labios.
Sabía lo que esta boca podía hacer.
Mi boca acababa de descubrirlo, y ya estaba segura de que no quería parar nunca.
En el fondo de mi cabeza, una voz de la razón dio la voz de alarma. ¿Qué estás
haciendo? Tú. Debes. Terminar. Esto. Ahora.
Volvió la cordura y me obligué a apartarlo.
Más o menos.
Mis manos seguían envueltas en su chaqueta, así que era completamente
consciente de que estaba enviando mensajes contradictorios. Busqué en su rostro,
tratando de entenderlo. Tratando de entenderme a mí misma. ¿Por qué lo deseaba
tanto, demasiado?
—No deberíamos estar haciendo esto —susurré, esperando poder instar a que su
resolución fuera mejor que la mía.
—Quizá por eso es tan divertido. —Se inclinó de nuevo y giré la cabeza para
que sus labios se encontraran con mi mandíbula. Eso no lo disuadió—. Sabes tan bien,
Tessa Turani —dijo entre besos que recorrían mi cuello—. Por todas partes. No tengo
suficiente.
Mis piernas eran fideos. Sabía justo lo que tenía que decir. Sabía exactamente
cómo decirlo, y no era lo suficientemente fuerte como para resistirme.
Pero tenía que serlo.
Tal vez una prueba más primero…
Golpeé su cara con mi barbilla, acercando sus labios a los míos. Acercó su
cuerpo al mío. Podía sentir su erección contra mi vientre, y maldita sea, tenía una polla 83
muy bien formada. Quería sentirla sin ropa entre nosotros. Quería sentirlo todo.
Otra oleada de sentido común me invadió.
—No voy a añadir organizaciones benéficas en lugar de las que estoy
eliminando. —Podía dejar que se aprovechara de mi cuerpo, pero no de toda mi
persona.
Se rió mientras movía sus labios a lo largo de mi mandíbula.
—Realmente, realmente deseo que lo hagas.
Su vello facial me hacía cosquillas en la piel. Sus labios encontraron mi oreja, y
ahora mis bragas estaban empapadas. Si pudiéramos terminar este estúpido trato,
entonces tal vez podríamos explorar esto.
—Sabes que no necesitas ver más organizaciones benéficas. No necesitas ver
otras de las que están en la lista. —Mi preocupación probablemente disminuyó con el
jadeo que hice cuando sus dientes mordisquearon mi lóbulo.
En respuesta, sacudió su dura longitud contra mí.
—Hazlo otra vez. Haz ese ruido otra vez. Me deshace.
Bajó la mano de mi cara y su siguiente pellizco en la oreja fue acompañado de
un pellizco en el pezón. Esta vez gemí.
—Eso también es bueno. Quiero todos tus sonidos. —Me palmeó el pecho
mientras su boca volvía a encontrar la mía, y perdí el aliento en un intento de
consumirlo.
—Más. —Me escuché decir, a pesar de los gritos en mi cerebro me decían que
me detuviera y pensara. Un pensamiento de razón se deslizó en mí aturdimiento lleno
de lujuria. Me interrumpí abruptamente—. Intentas prolongar esto a propósito.
—Se llama juegos preliminares extendidos. La anticipación hace maravillas para
la follada.
Oh, Dios. Sí. Juegos preliminares. Follar. Todo eso.
Espera, espera, espera.
—Me refiero a las presentaciones. Podría decirte qué obra benéfica elegir, pero
estás tratando de alargarlo.
Se inclinó para presionar besos a lo largo de mi escote.
—Ah. Sí. Suena como algo que yo haría.
—¿Por qué? —Ya no estaba segura si le estaba hablando a él o si le estaba
84
suplicando a Dios.
Al parecer, lo entendió como una conversación. Scott se apartó y me miró de
forma directa.
—¿Por qué crees?
Porque yo le gustaba. Como él me gustaba a mí. Y como era un hombre blanco
y mimado, con mucho dinero y privilegios, no tenía que comportarse como una
persona normal que esperara a que se acabara el negocio y luego me pidiera una cita
o una llamada para tener sexo, si eso era lo único que realmente le interesaba.
No, él era el tipo de persona que podía tomar lo que quería cuando quería sin
tener que preocuparse por las consecuencias.
La mayoría de nosotros no tuvimos esa suerte.
—Scott… —Mis ojos se posaron en sus labios, pero los obligué a volver a
encontrar su mirada—. No puedes hacer esto. No puedes mantener tu poder sobre mí
de esta manera. No es justo cuando tú eres tú, y yo soy yo.
Me miró fijamente, con la guerra evidente en su interior. Me pregunto si sabía
lo cerca que estaba de ganar la batalla. Una vez que su boca encontró la mía de nuevo,
estaba segura de que no habría vuelta atrás.
Con un suspiro que sonó más como un gruñido, apretó su frente contra la mía.
—No entiendo cómo soy el que tiene el poder en esta situación, Tessa. Porque
parece que estoy fuera de control. Se siente como si tú tuvieras todo el poder sobre
mí.
Me volví masilla con una declaración como esa.
Pero incluso deslumbrada como estaba, reconocí que estaba equivocado.
—Tus sentimientos no son una medida precisa de la realidad.
—No estoy seguro de que tengas la perspectiva para determinar eso. —Se quedó
allí, con su frente contra la mía, su mano ahuecando mi cuello mientras ambos
inhalábamos y exhalábamos el mismo aire. Inhalar y exhalar. Una inclinación de mi
barbilla, y nuestros labios se encontrarían. Estaba a punto de hacerlo. Era débil.
Él, en cambio, era fuerte. Con un esfuerzo que parecía descomunal, separó su
cuerpo del mío. Dio un paso atrás.
Al instante, lo eché de menos. Una mano se envolvió automáticamente a mi
alrededor, la otra voló para cubrir mi boca, como si quisiera protegerla de un asalto.
En realidad, quería tocar donde él había estado, quería aferrarme a la forma hinchada
y usada en que se sentían. 85

Con el espacio que había creado entre nosotros, era más fácil enfrentar el
pensamiento racional a mis sentimientos de deseo.
—No puedes alargar esto —dije, sorprendiéndome con la fuerza de las
palabras—. Y no puedes volver a besarme así. No puedes volver a besarme en
absoluto.
Me rompió decirlo. Secretamente, esperaba que pensara que no lo decía en serio.
O que no le importara.
Pero era un jugador caballeroso. Dio otro paso atrás.
—Tienes razón. No podría pasar por otro de esos almuerzos sin que supieras a
qué atenerte. El próximo movimiento tiene que ser el tuyo.
Y entonces el hombre encantador y seductor que había estado sobre mí un
momento antes desapareció, y el hombre a cargo regresó. Se enderezó la corbata y se
limpió el lápiz labial de la boca mientras se dirigía a su escritorio, donde se sentó y
tomó el auricular del teléfono de la mesa. Hasta que no le pidió a su ayudante que
pusiera a su padre al teléfono, no pareció darse cuenta de que yo seguía allí.
Me lanzó una mirada molesta y me preparé para otro de sus insensibles
comentarios.
—Tessa, si te quedas ahí un segundo más, no me importará que mi padre esté al
otro lado de este teléfono, no tendré más remedio que ir allí y hacer mío ese coño
bonito.
Recogí mi maletín y salí corriendo.
De vuelta al vestíbulo, tuve que reprimir una risita. Respiré profundamente, pero
mis rodillas seguían sintiéndose débiles. Y mis labios no podían dejar de querer
sonreír.
Una mirada de su asistente y me recompuse. No podía encontrar placer en lo que
acababa de suceder. Esta era mi oportunidad de probarme a mí misma; no perdería la
oportunidad porque Scott Sebastian supiera usar su lengua.
Me sentí más segura mientras caminaba por el pasillo, con la cabeza bien alta.
Esto estaba bien. Todo estaba bien. Podía parecer un contratiempo, pero la pelota
estaba en mi tejado. Podía resistirlo perfectamente.
Casi me lo creo.
Pero entonces encontré a Brett esperándome cerca del escritorio de Eden en el
vestíbulo principal, y me preguntó: 86

—¿En cuántos problemas te has metido? —Y supe que no estaba engañando a


nadie.
—En muchos —respondí con sinceridad.
En un montón de ellos.
T
eyana se asomó al público de abajo, un poco demasiado cerca de la
barandilla en lo que a mí respecta.
—¿Kendra ha tenido estos palcos todo este tiempo y nunca se ha
molestado en compartirlos?
Esta vez tampoco se había molestado en compartirlo. Había encontrado los
abonos en una pila de correo viejo que había estado revisando y decidí que era una
locura dejar que las entradas para la Ópera del Met se desperdiciaran.
—No los tiene desde siempre. Fueron un regalo de Navidad de sus padres, creo.
—Lo sabía, más bien, según el mensaje del sobre en el que los había encontrado. Sólo
que no sabía si habían sido una suscripción nueva o una renovación.
87
Tey me dirigió una de sus miradas de “y tú punto es”.
—Estamos en septiembre. ¿Cuántas veces crees que las ha usado en los últimos
nueve meses?
¿La mejor estimación? Ninguna.
—Buen punto.
No sabía por qué estaba tratando de defender a Kendra, de todos modos. Hábito,
tal vez. Lealtad. Pero esa lealtad estaba empezando a decaer. Era más leal a Tey, y
podía entender su frustración por un regalo tan extravagante que no se utilizaba.
Especialmente uno relacionado con las artes escénicas, algo para lo que Tey vivía, a
pesar de que, como decía, no tenía un hueso creativo en el cuerpo. Su anterior trabajo
a tiempo completo había sido la gestión de un programa que llevaba varias formas de
arte a los niños de los barrios pobres. La organización ya existía antes de que entrara
en ella, pero ella le había dado forma con su innovación y pasión.
Luego se enfermó.
Ahora sigue trabajando para ellos, sobre todo como asesora y a tiempo parcial,
por lo que puede cambiar su horario cuando tiene un mal día.
La estudié ahora mientras seguía mirando con asombro alrededor del teatro. Su
emoción era evidente en su sonrisa, pero sus ojos parecían cansados. El mero hecho
de llegar desde el metro hasta el Lincoln Center cuando la temperatura superaba los
treinta y dos grados era suficiente para agotarla en un buen día, y aún no había podido
comprobar si hoy era uno de esos buenos días. Probablemente ocultaría la verdad
teniendo en cuenta las ganas que tenía de estar aquí.
—¿Estás segura de que te sientes bien para esto? —pregunté, esperando que el
suave recordatorio sobre su salud no la enfadara demasiado.
—¿Me siento bien para sentarme en un teatro con aire acondicionado durante
tres horas? Sí, Tess. Creo que puedo arreglármelas. Sabes que no me perdería esta
función por nada del mundo. —Se apartó de la barandilla, apoyó su bastón en la pared
y se sentó en la silla tapizada en rojo a mi lado—. Además. Necesito escuchar más
sobre este beso.
Sacudí la cabeza riendo. Con solo pensar en el momento con Scott en su oficina
antes mi pulso se aceleró.
—Ya te he contado todo. ¿Qué más podría decirte?
—Estaba presionado contra ti, ¿verdad?
—Sí… —Había alguna insinuación que se me escapaba. 88

—Entonces necesitas decirme detalles sobre lo que el tipo está empacando.


Específicamente, la longitud y la circunferencia.
—¡Teyana, oh, Dios mío! —Señalé el palco junto a nosotras, donde había visto
a un puñado de ancianas cuando entramos. Había paredes entre nuestros asientos y los
suyos, pero como podía oír claramente su discusión sobre el primer curso del nieto de
Esther en West Point, era probable que también pudieran escucharnos claramente.
—Probablemente ellas también quieren saber. Sólo que no son lo
suficientemente valientes para preguntar.
Puse los ojos en blanco. Pero seguí adelante y respondí a su pregunta —con la
voz baja, por supuesto— porque estaba tan ansiosa por hablar de Scott como ella por
oír hablar de él.
—Se sintió… significativo —dije.
Se rio.
—Significativo.
—Pero realmente no puedo hacer una evaluación adecuada teniendo en cuenta
que sólo llegué a sentirlo contra mi vientre y no con mis manos. —Sin embargo, la
evaluación que había hecho era que Scott Sebastian tenía mucho de qué
enorgullecerse.
Tey parecía decepcionada de que no tuviera más información.
—Por lo acaloradas que parece se pusieron las cosas, me sorprende sinceramente
que no hayas aprovechado la oportunidad para explorar.
—Oye. Dijiste que no podía tontear con él, ¿recuerdas? Ahora parece que lo
estás alentando.
—Dije eso porque es el curso de acción inteligente. Eso no significa que no
quiera todos los detalles cuando hagas una estupidez. —Destapó la botella de agua
que había metido a escondidas en su bolso de gran tamaño y bebió un trago.
Mantenerse hidratada era la clave para controlar sus síntomas, y me alegraba que se
cuidara.
—Siempre serás la primera a la que se lo cuente —prometí—. Pero no habrá
más estupideces. Besarlo fue un error, y estoy decidida a que no vuelva a ocurrir.
—Mmhmm. —Parecía tener tanta fe en mi compromiso como yo, lo que no
auguraba nada bueno para mi futura relación laboral con el SIC. 89

Así las cosas, ya no podía dejar de pensar en él. Los recuerdos de su boca contra
la mía, de la forma en que su toque había iluminado mi piel, corrieron de fondo toda
la tarde. Cuando elegí el vestido slip del armario de Kendra, fingí que lo había elegido
para él. Cuando me recogí el cabello en un moño desordenado, soñé que era para que
sus labios pudieran llegar fácilmente a mi cuello. No podía quitarme su cara de la
cabeza. Incluso sentada esperando a que empezara la ópera, podía jurar que lo veía en
el palco de enfrente.
Un momento…
—Teyana, es él —susurré, aunque estaba demasiado lejos para escucharme—.
Ese es Scott Sebastian.
Estaba de pie y solo, tal vez esperando a que alguien se le uniera, y Dios mío,
¿era realmente él? Entrecerré los ojos para enfocarlo mejor. Definitivamente era él,
más sexy que nunca con un esmoquin bien confeccionado.
Tey se sentó, alerta.
—¿Dónde? Allí. —Siguió el movimiento de mi cabeza. Agradecí que no
señalara, pero entonces hizo algo aún más embarazoso. Sacó sus gafas de ópera y las
dirigió hacia él—. Oh, está tan bien como dijiste que estaba.
—¡Tey, detente! —Me apresuré a empujar su mano y las gafas hacia abajo, pero
era demasiado tarde. Me había visto. Su boca se curvó en una sonrisa de satisfacción
y levantó la palma de la mano para saludar.
Instintivamente, saludé en respuesta.
Entonces se apagaron las luces y comenzó la obertura de la ópera.
Saber que Scott estaba allí cambió toda mi noche. No podía concentrarme en la
actuación en lo más mínimo. Me sentía nerviosa e inquieta, y por mi vida no podía
ponerme cómoda en mi silla. Me negaba a mirarlo, aunque podía sentir su presencia
como si fuera un imán, y él era el verdadero norte. No le prestaría mi atención. Yo.
No. Lo haría.
De alguna manera llegué al intermedio.
—Necesito orinar —dijo Tey, agarrando su bastón.
—Y yo necesito un trago. Démonos prisa y veamos si podemos superar las filas.
—Sobre todo quería alejarme de la tentación de mirar al hombre que empezaba a
pensar sería mi muerte.
Por mucho que nos apresuramos, cuando llegamos al baño de mujeres todavía 90

había una larga fila.


—Imagínate —dijo Tey con una maldición—. No tienes que esperar conmigo.
—No, nos quedamos juntas. —Era la única manera de asegurarme de que no
saldría en busca del mismo hombre que necesitaba evitar.
Resultó que estar en la fila del baño no era un buen lugar para esconderse.
—Tú hombre nos ha encontrado. —Asintió con la barbilla hacia el vestíbulo
detrás de nosotras—. En serio, Tess. Es divino. Apenas puedo mirarlo, es tan
espectacular.
El tirón era más fuerte ahora, ese tirón, tirón, tirón por mi atención. Aun así, no
me giré. —Entonces no lo mires. Y no es mi hombre.
La fila avanzó. Di un paso de lado para no verlo por casualidad en mi periferia.
Sabía que si lo veía, estaría perdida. Mientras mantuviera mis ojos alejados, fingí que
tenía una oportunidad de mantener la calma.
Tey se rio.
—Oh, lo tienes mal.
—Cállate.
—No puede estar aquí solo, sabes. Nadie va a la ópera solo. Definitivamente no
los hombres como él.
Odié que ya hubiera estado pensando eso. —Por eso no le doy la hora. Y tú
tampoco deberías.
—De acuerdo, pero te está mirando como si fueras un pez que no va a devolver.
Deberías ir a hablar con él antes de que merodee por aquí. —Añadió las palabras
mágicas a las que sabía que nunca podría negarme—. ¿Por mí?
Gruñí. Cautelosamente, me giré para poder echar un vistazo. En cuanto mis ojos
se posaron en Scott, quedaron atrapados. Destacaba como una isla en un mar de
hombres bien vestidos, con una copa de champán en la mano. Sexy, refinado y
cautivador. Apenas podía pasar el aire por mis pulmones.
Levantó su copa, con una sonrisa triunfal, como si hubiera ganado algún juego
que yo no sabía que habíamos estado jugando, excepto, claro, yo sabía a qué juego
estábamos jugando, y por supuesto que él ganó porque yo siempre perdía en el juego
de aléjate del chico sexy.
—¿Estarás bien? —le pregunté a mi amiga, con la atención todavía puesta en
91
los ojos azules a un puñado de metros de distancia.
—Sí. Ahora deja de preocuparte por mí y ve allí.
Desde que lo vi esta noche, supe que ir hacia él sería inevitable. Aun así, fingí
que había sido mi elección cuando dejé a Teyana y caminé hacia él. Me observó a
cada paso, como si yo fuera la única mujer en la habitación. Como si no estuviera aquí
por nadie más que por mí.
—No te conocía antes de aquella fiesta en la azotea —me dijo cuando estaba a
su lado—, y ahora estás en todas partes.
Como me había infiltrado en su mundo a propósito, automáticamente sentí la
necesidad de defenderme.
—Conseguimos las entradas de una amiga.
—De Kendra, ¿verdad? Es el palco de los Montgomery.
—Oh. Sí. Olvidé que la conoces. —Tratando activamente de olvidar, de todos
modos—. No me di cuenta de que estarías aquí. Coincidencia. Lo juro por Dios.
—No me estaba quejando.
La crudeza en su tono hizo que mis muslos zumbaran.
—Oh.
—Algunas personas dicen que las coincidencias son significativas. Que es el
universo tratando de decirte algo.
Casualidad, claro. Era pura poesía, el lenguaje de los mejores jugadores, y cada
vez que lo hacía se me revolvía el estómago.
Es todo palabrería, me recordé.
—No eres una de esas personas que se creen eso.
—No lo sé. Puede que sí. —Dios, era bueno. Ni siquiera tenía que hablar para
ser tan bueno. Estaba en su semblante, en la forma en que todo su cuerpo se inclinaba
hacia mí. En la forma en que me devoraba con sus ojos—. Te ves… Eres
impresionante, Tessa Turani.
Mi propia respiración se estremeció.
—Desgraciadamente, siento lo mismo por ti.
Se rio, y me impresionó e irritó a la vez que viera la gracia en ello.
—Es un poco desafortunado, ¿no?
—Un poco. —Le arrebaté el champán de la mano y bebí un trago sin
92
contemplaciones.
Mi falta de elegancia no hizo nada para atenuar la intensidad de su mirada.
—¿Sabes lo que no puedo creer? —preguntó, acercándose un paso más, como
si no estuviéramos ya íntimamente cerca.
—¿Qué?
—Que te dejé salir hoy de mi oficina sin saber el color de tus bragas.
—¡Scott! —El calor subió por mi cara.
—Podrías acabar con el misterio. Deslízalas y dámelas ahora.
Ahora el calor también se apoderó de mis piernas. La idea de quitarme las bragas
para él, de que se diera cuenta de lo mojada que me había puesto, de que se las quedara
como un recuerdo más…
Di otro trago al champán y me obligué a recordar que nuestra relación debía ser
sólo profesional.
—Dijiste que el siguiente paso era el mío —le recordé.
—¿Estás haciendo un movimiento?
—No. Y tú insinuaste que no harías más movimientos a menos que yo lo hiciera.
—Lo insinué. —Su expresión se volvió seria—. Voy a esforzarme mucho en
decirlo en serio también. ¿Puedo empezar mañana?
Volví la cabeza hacia el baño para que no viera mi sonrisa. Tey había avanzado
en la fila y ya no estaba afuera, donde yo pudiera verla. Aunque su apoyo para mí
había sido tanto de ángel como de demonio, sentí una repentina oleada de pánico sin
que ella me vigilara. Como si el escaso tiempo que desapareció para orinar fuera
suficiente para que Scott me arrastrara a un rincón oscuro y se saliera con la suya.
¿Fue suficiente tiempo?
Me detuve buscando un rincón oscuro. ¿Y no estaba con alguien?
—Tey dijo que no puedes estar aquí solo.
—¿Tey? ¿Es tu amiga?
—Sí. —Pero todo en lo que podía pensar era en que tuve suerte de que él pudiera
hacer esa cosa sexy de levantar una ceja que hizo que muchas mujeres se sintieran
débiles de rodillas. Por muchas mujeres me refiero específicamente a mí.
—Ella tiene razón. No estoy aquí solo —admitió, y mi estómago cayó—. Estoy
aquí contigo en este momento. 93

—No estoy contigo.


Se puso ambas manos en el pecho fingiendo dolor.
—Mi corazón.
—Sé serio.
—Bien. Mis bolas azules.
Tuve menos éxito en ocultar esta sonrisa. Pero no fue suficiente para distraerme
de la pregunta de su acompañante invisible. Mi curiosidad era estúpida, y dije que ya
no hacía estupideces, pero al parecer seguía haciéndolas.
—¿Sabe tu cita que estás aquí coqueteando con otra mujer?
Estaba tan decepcionada conmigo misma que me acabé su champán.
Se metió las manos en los bolsillos, las dos, lo que lo hacía tan sexy que mis
rodillas se debilitaron, y lo pensé.
—No creo que la sorprenda. Mi madre sabe quién soy.
—Estás aquí con tu madre. —Fue un alivio amargo. Amargo porque odiaba que
me hiciera sentir alivio.
—A mi padre le ha surgido algo, y se niega a dejarla a ir sola a estas cosas. A
última hora, por supuesto. Llamó hoy y ordenó que yo ocupara su lugar. O me
convenció de que me convenía acompañarla. Intento ignorar esas amenazas en la
medida de lo posible, pero la realidad es que tiene más influencia sobre mí de la que
me gustaría admitir.
Al salir de la esquina, atrapé a Tey saliendo del baño, lo que era mi señal para
irme, pero también quería seguir hablando con Scott durante el resto de la noche. Lo
que era otra señal de que debía irme.
Antes de que pudiera intentar una despedida, dijo:
—Nunca pensé que estaría tan agradecido por la amante de papá.
Volví a centrar toda mi atención en él.
—¿Tu padre te dijo que vinieras a la ópera con tu madre para poder salir con su
amante? ¿Él te dijo eso?
—No con tantas palabras. Pero es un secreto no muy bien guardado. Hasta mi
madre lo sabe.
—¿Y no le importa? —No debería haberme sorprendido de que el gen del 94

jugador fuera de familia, ni de que hubiera muchas mujeres que soportaran a un


marido errante, pero incluso con lo susceptible que era a un hombre con encanto, sabía
que nunca soportaría a un mujeriego.
—No creo que le moleste demasiado mientras no sea abiertamente humillada.
—A su favor, Scott sonaba afligido por la situación.
Estaba a punto de decir algo sobre lo mucho que debe apestar que te pongan en
esa posición, pero una repentina conmoción fuera del baño interrumpió el
pensamiento. En cuanto miré y vi un círculo de mujeres alrededor de una figura
tendida en el suelo, supe lo que había pasado.
Empujé la copa de champán vacía hacia Scott, y luego corrí hacia la multitud.
—Ella está conmigo —dije, abriéndome paso—. Está bien. Yo me encargo.
Teyana seguía desmayada, pero sabía que se avergonzaría cuando volviera en
sí, así que traté de romper la escena tanto cómo fuera posible antes de que ella lo
hiciera.
—¿Debemos llamar al 911? —preguntó alguien.
—No, ella está bien. Esto pasa a veces.
La mitad de los asistentes se dispersó, contentos de que se les dejara en paz. La
otra mitad se marchó cuando las luces del vestíbulo parpadearon, indicando que el
intermedio estaba a punto de terminar.
Me arrodillé en el suelo y me incliné sobre Tey.
—Oye, ¿estás despierta, cariño?
—¿Necesita agua?
Miré por encima de mi hombro para ver a Scott en cuclillas detrás de mí. La
copa de champán había desaparecido y la expresión de su cara, aunque tranquila, decía
que estaba deseando ayudar.
Me sentí inexplicablemente agradecida de que estuviera allí. A pesar de que esto
había sucedido docenas de veces cuando yo estaba cerca. Aunque sabía exactamente
cómo manejarlo cuando lo hacía. Todavía era agradable no estar sola en ello por una
vez.
—La tengo. —Rebusqué en su bolsa y saqué el agua de contrabando—. Ella
siempre está bien una vez que está en el suelo. Lo peor para ella es estar de pie.
Debería despertarse pronto. —Efectivamente, Teyana abrió los ojos. 95

—¿Tess? ¿Estoy en el suelo? —Parpadeó, tratando de alejar su aturdimiento.


La ayudé a sentarse.
—Sabes que lo estás.
Me quitó la botella de agua y la bebió lentamente. Me di cuenta de que se sentía
mejor cuando su atención se desvió de mí y estrechó los ojos hacia Scott.
—¿Realmente se ve mucho más sexy de cerca, o todavía estoy en una niebla
cerebral?
—Me niego a incriminarme con un comentario. —Podía sentirlo sonriendo
detrás de mí, y sabía que debía ahuyentarlo como había ahuyentado a todos los demás.
El segundo acto había comenzado, y él se lo estaba perdiendo. Su madre
probablemente no se alegraría de su ausencia.
Sin embargo, no pude conseguirlo.
En cambio, me concentré en reprender a Tey.
—¿Por qué no me dijiste que te sentías POTSie? —Era un término que utilizaba
para cuando tenía un mal día, inventado a partir de las siglas que describían su
enfermedad. Rara vez se desmayaba de repente. Por lo general, había señales que la
llevaban a ello, y aparentemente las había ignorado.
Tey me dirigió su mirada de culpabilidad.
—Porque me habrías hecho volver a casa.
—Te haré ir a casa ahora.
—Lo sé.
—Y estamos derrochando por un taxi. —Enganché mi mano bajo su hombro
para ayudarla a levantarse. Al instante, Scott estaba a su otro lado, ayudando también.
—Scott —dijo a modo de presentación—. ¿Y tú eres Tey?
—Teyana, y sé quién eres.
Sentí que me ardían las mejillas. No necesitaba saber que había estado hablando
de él. Ya era demasiado consciente de su efecto en mí.
Fue lo suficientemente amable como para no regodearse.
—Deja que mi chófer te lleve —ofreció cuando estábamos de pie.
El instinto me decía que la oferta era demasiado, que no debía aceptar.
Estaríamos bien en un taxi.
Pero como Tey no se encontraba bien y no tenía ni idea de cuánto tardaría en 96

llamar a un taxi, negarse no parecía una opción.


—De acuerdo —refunfuñé. Luego, más agradecida—: Gracias.
Mientras Scott enviaba un mensaje por su auto, yo recuperé el bastón de Teyana.
Sin embargo, no la dejé usarlo para salir a la calle. La obligué a tomar mi brazo y el
de Scott. Si él iba a ayudar, debía hacerlo de verdad.
Cuando llegamos desde el teatro a la carretera, el auto ya se estaba deteniendo.
Nunca habríamos podido conseguir un taxi tan rápido.
Además, parecía que Scott no había estado bromeando acerca de que su otro
auto era un Maybach. En muchos sentidos, era más impresionante que la limusina.
—Joder, esto es un automóvil —dijo Tey mientras se deslizaba por el asiento
trasero. Empecé a subir a su lado cuando me detuvo—. No puedes irte sin una
despedida adecuada —susurró.
Me detuve, debatiendo. El auto tenía las luces de emergencia parpadeando; nadie
había tocado la bocina todavía. Probablemente teníamos un minuto.
—Bien —respondí con los labios.
—Tómate tu tiempo. —Me guiñó un ojo.
Me volví hacia él, dejando que la puerta se cerrara sin problemas tras de mí.
Ahora que lo miraba de nuevo, no sabía qué debía decir. Gracias, obviamente. Tal
vez, no tenías que hacer esto. Bésame, eran las palabras que parecían estar en la punta
de mi lengua.
Afortunadamente, él habló antes que yo.
—¿Qué dirección debo dar al conductor?
Ah, sí. Práctico.
Y ahora tenía que pensar en esta respuesta.
—Uh…
Me dio ese sexy levantamiento de cejas.
—¿Es una pregunta difícil?
Antes quería evitar que supiera quién era, lo que significaba evitar que supiera
dónde vivía o dónde me alojaba. Ahora que sabía que trabajaba para Conscience
Connect y el hecho de que estaba segura de que acabaría descubriendo todo mi plan,
parecía menos importante.
97
—Me quedo en casa de mi jefa —admití—. Tey debería pasar la noche conmigo.
—¿En casa de Kendra?
—Cuido la casa. Es parte del trabajo.
Sus ojos se entrecerraron en señal de sospecha.
—Toda una empleada leal. ¿Qué tan cercanas son ustedes dos?
Le respondí con una mirada sospechosa.
—¿Qué tan cercanos son ustedes dos?
Sus ojos brillaron con la luz de un auto que pasaba. Pasó un rato antes de que
respondiera.
—¿Me ha mencionado alguna vez?
—Muy levemente. —Cuando dijo que los Sebastian eran amigos de la familia.
—Ahí tienes —dijo, como si eso lo explicara todo.
Y tal vez lo hiciera en lo que a él respecta. Una empleada lo suficientemente leal
como para llevar el negocio y cuidar la casa sería seguramente una empleada que
conocería a los hombres de la vida de su jefa.
Por supuesto, esa no era la situación real, pero si él creía que lo era,
probablemente significaba que realmente no había sido más que un punto en la larga
lista de amantes de Kendra.
Me gustaría que esa confirmación me hiciera sentir mejor que antes. Hubiera
preferido descubrir que no había estado en esa lista en absoluto.
—Bien, entonces —dije, sin tener nada más que decir. Entonces nuestras
miradas se cruzaron, y toda la inquietud anterior regresó. Recordé sus labios sobre mí.
Recordé la forma dura de su polla presionada contra mi estómago.
Su expresión decía que también pensaba en cosas sucias. Se acercó más.
—Podría ir contigo.
¿Podría?
—Estás aquí con tu madre —le recordé.
—Podría regresar más tarde.
La fantasía se reproducía en mi cabeza. A Tey no le importaría que me
escabullera. O si se colaba. Podría tener el dormitorio de Kendra, y podríamos…
98
No podía ser estúpida.
—No puedo. —Eran las palabras más difíciles que jamás había dicho—. No
podemos.
—Pero tú quieres.
—Pero no lo haré.
Dejó pasar otro latido. Era difícil pensar que estaba luchando con su deseo. No
podía imaginar que fuera el tipo de persona que alguna vez se resistió a algo que
realmente quería.
Como para confirmarlo, se inclinó hacia mí y estaba segura de que iba a besarme.
En lugar de eso, se limitó a abrir la puerta de nuevo para ayudarme a entrar.
—Sólo dale a Rodolpho la dirección. Él te llevará allí tranquilamente.
El hecho de no ser besada me dejó un dolor decepcionante entre las costillas.
Quería quedarme. Un auto tocó la bocina detrás del Maybach.
—Buenas noches, Scott Sebastian —dije a regañadientes.
—Buenas noches, Tessa Turani.
Subí al auto y le di la dirección a Rodolpho. Cuando el auto se incorporó al
tráfico, me pregunté si Scott nos había visto partir. No me giré para mirar.
T
odas las reuniones del almuerzo en el SIC habían seguido el mismo
patrón. La mayor parte del equipo llegaba antes del mediodía, con
tiempo para elegir sus bebidas en el bufé situado en el otro extremo de
la sala de conferencias. Una vez sentados, Eden se acercaba con un carrito y colocaba
un plato de comida delante de cada empleado, cada uno individualizado según sus
necesidades dietéticas: vegetariano, sin gluten, bajo en carbohidratos. Scott nunca
llegaba hasta la hora exacta en que iba a comenzar la reunión, así que ella colocaba
un plato en su lugar vacío, aunque rara vez lo tocaba.
Había rechazado la oferta de una comida propia desde el primer día. Era
demasiado difícil presentar cuando me preocupaba por la comida, y además me
resultaba bastante fácil tomar algo después, ya que no tenía que volver a la oficina.
En secreto, esperaba que me resultara más fácil hacer avanzar las conversaciones sin
99
que todo el mundo tuviera que interponer sus comentarios y preguntas entre bocas
llenas de pollo asado. Eso resultó ser una ilusión. El viernes ya me había
acostumbrado a la rutina y me había resignado a aceptar que era lo que había.
Por eso me sorprendió cuando, a las doce y un minuto, Scott aún no había
llegado.
Miré a Brett mientras miraba la hora en su teléfono, y supuse que también estaba
notando la tardanza de su jefe.
—Supongo que deberíamos empezar —dijo. Ojeó el folleto que había
preparado—. Parece que la organización número cinco que aparece aquí es Heart
Health. ¿Quieres contarnos más sobre ella, Tess?
—Uh. —Miré la puerta, esperando que se abriera en cualquier momento—. ¿No
quieres esperar a Scott?
—Oh, es cierto —dijo—. No trabajas aquí, así que literalmente no recibiste el
memorándum.
Paris se rio amablemente. La risa de Matt decía que lo encontraba genuinamente
divertido.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Eden no había puesto un plato en la
cabecera de la mesa.
—Hoy no nos acompaña —continuó Brett.
Al instante tuve sentimientos al respecto, aunque no pude decidir cuáles eran.
¿Confusión? ¿Sorpresa? ¿Decepción? ¿Una combinación de los tres con una fuerte
dosis de dolor también?
Estaba tan ocupada tratando de diseccionar mis emociones, que casi me perdí el
resto de lo que dijo Brett.
—… que estaba seguro de que todos estábamos en la misma página, y que ya no
necesitaba estar presente.
Al instante, supe que se trataba de mí. Sobre el beso. Sobre mi decisión de no
continuar con los besos. ¿No podía soportar el rechazo? ¿Sólo había acudido a las
reuniones porque quería meterse en mi pantalón?
Ahora sí que sabía lo que sentía, y estaba enojada.
—Me alegro mucho de que considere todo esto una pérdida de tiempo —dije
con los dientes apretados.
De nuevo, Matt se rio y decidí que su sentido del humor era cuestionable.
100
—Esa no era la impresión que quería dar —dijo Brett—. Me disculpo.
Permítanme reformular. Scott sintió que vio lo suficiente de ti para darse cuenta de
que sabes lo que estás hablando. Te has ganado su confianza.
—Definitivamente, tómalo como un cumplido —dijo Matthew antes de llenarse
la boca con un bocado de ensalada de carne.
—Lo que le dijiste ayer en su despacho debió de ser muy convincente —convino
Silvia.
—Oh. Huh. —Mis mejillas se sintieron calientes al recordar que había dicho
muy poco de nada en su oficina.
Pero luego consideré lo que realmente había dicho. Que no podía alargar esto.
¿Había llegado a él de alguna manera?
Tanto si lo había hecho como si no, tanto si era su intención como si no, acababa
de simplificar mi trabajo. Era él quien desbarataba cada reunión con interminables
preguntas. Sin él en la sala, podía terminar mi discurso en un abrir y cerrar de ojos.
De hecho…
—En ese caso —dije, cambiando mentalmente toda mi agenda—, olvídate de
Heart Health. Olvida todas las organizaciones que ya he presentado. Cada una de las
organizaciones benéficas que he enumerado son dignas y notables, pero hay una causa
específica que creo que se ajusta realmente a las necesidades y deseos de SIC más que
ninguna otra: la Fundación de Alivio de la Disautonomía.
Pasé los siguientes veinticinco minutos contando al equipo con todo lujo de
detalles la causa por la que sentía tanta pasión. Les expliqué que la disautonomía
englobaba varios trastornos médicos diferentes que afectaban al sistema nervioso
autónomo, el sistema que controla todas las funciones "automáticas" del cuerpo, como
la presión arterial, la digestión, la regulación de la temperatura, el ritmo cardíaco, la
función renal y la dilatación de las pupilas. Les dije que las personas que sufrían
disautonomía tenían problemas para regular estos sistemas que damos por sentados.
Describí el tipo de cosas con las que Teyana luchaba a diario —mareos, presión
arterial inestable, frecuencias cardíacas anormalmente altas, desmayos— y les dije
que mientras algunas personas sólo se desmayaban una o dos veces a lo largo de su
vida, muchas otras se desmayaban varias veces al día, lo que dificultaba su trabajo, su
vida social o su participación en actividades recreativas.
—La disautonomía no es rara —dije al final de mi discurso—. Más de setenta
millones de personas en todo el mundo padecen algún tipo de enfermedad. No hay
cura y los tratamientos son limitados, y aunque es una enfermedad común, la mayoría
101
de los pacientes tardan años en ser diagnosticados porque hay una falta de conciencia
tanto en el público como en la profesión médica.
»Esta falta de conocimiento es lo que hace que sea un candidato ideal para el
patrocinio. Es una fundación que necesita el apoyo de una empresa muy conocida.
Por supuesto, sería un gran golpe tener a Sebastian Industrial promocionándolos, pero
también es un gran golpe para ustedes. Es una causa original y única, pero también es
una condición que afecta a mucha gente, lo que la hace universal. Sé que ambos puntos
son importantes para el equipo de su selección.
»También existe la oportunidad de apelar a quienes apoyan el movimiento
feminista actual, ya que una forma de disautonomía, el síndrome de taquicardia
ortostática postural (POTS, por sus siglas en inglés), es principalmente una
enfermedad de mujeres. Es una discapacidad que los expertos en salud comparan con
la que se observa en la EPOC o la insuficiencia cardíaca congestiva. La calidad de
vida se asemeja a la de una persona sometida a diálisis renal. Se calcula que afecta a
uno de cada cien adolescentes, y apuesto a que ninguno de ustedes ha oído hablar de
ella. Entre uno y tres millones de estadounidenses la padecen, pero como la mayoría
de estas personas son mujeres, la investigación y la preocupación han sido limitadas.
El fomento de la sensibilización y la recaudación de fondos para la investigación por
parte de SIC se consideraría una tendencia y una visión de futuro. Creo de todo
corazón que es una causa que deberían apoyar porque quedará bien para su imagen,
pero aún más porque es una causa importante.
Me quedé sin aliento cuando terminé. No sólo había estado hablando sin parar y
sin interrupciones, sino que además me había apasionado un poco en mi presentación.
Más apasionada de lo que probablemente se consideraba profesional. Pero menos
apasionada de lo que merecía.
Me negué a lamentar nada, incluso cuando la sala quedó en silencio durante
varios largos segundos.
—Bueno, vaya —dijo finalmente Brett, lo que no fue precisamente
reconfortante.
—Fue increíblemente revelador —dijo Matt.
—Estoy a favor de apoyarlo. —Silvia sonaba completamente a bordo—. Mi
sobrina tiene ese POTS. Sus médicos dicen que podría superarlo, pero ha tenido que
dejar la pista, e incluso están estudiando ponerla en una silla de ruedas.
Paris se volvió hacia Matthew.
—¿No tenía esto el chico de Recursos Humanos? ¿Ryan? Tuvo que pasar a la 102

incapacidad de larga duración porque no podía llegar al trabajo muchas mañanas.


—Sí, lo recuerdo —dijo Matthew—. Se desmayó en la fiesta y se rompió el
húmero. Fue terrible para él. Me sentí muy mal. Me sentiría bien eligiendo este.
Paris se quedó pensativo.
—Lo hace personal para la corporación. Eso es una ventaja. Voto por el sí.
—No tengo ningún problema —aceptó Matt.
—Parece que es unánime entonces —dijo Brett.
No podía creer que fuera tan fácil.
—¿Ya está? ¿Todos están de acuerdo en seguir adelante con una asociación con
el DRF, así que no hay más lanzamientos de otras organizaciones benéficas?
¿Pasamos a la reunión de coordinación desde aquí?
—Eso es más o menos, sí —dijo Brett—. Primero querríamos hacer una
comprobación exhaustiva de los antecedentes, que llevará un poco de tiempo ordenar
y realizar. Tenemos un departamento que se encarga de eso, así que no se necesita
nada de ti ahí.
—Bien. ¿Algo más? —Parecía que había una trampa. Estaba esperando que
hubiera una trampa.
Se intercambiaron miradas entre el equipo, algo que todos sabían que yo no
sabía.
—Scott —dijo Paris.
—Sí, Scott —dijo Matthew.
—Tendremos que decirle a Scott que nos hemos decidido por una organización
—aclaró Brett—. Él sigue teniendo la última palabra.
—Pero dijo que confiaba en nosotros para tomar una decisión, ¿no? ¿Así que
probablemente se decantará por lo que recomiende el grupo? —Me sentía demasiado
confiada, tal vez porque el equipo había sido tan entusiasta. Tal vez porque creía que
Scott no nos habría dejado solos si no tuviera la intención de dejarnos avanzar sin él.
—Dijo que confiaba en ti. —Parecía un hecho que Brett no estaba feliz de
admitir—. En otras palabras…
Silvia terminó por él.
—En otras palabras, apoyamos tu recomendación al cien por cien. Sólo tienes
que convencer al jefe de que se suba a bordo.
103
Tú. No “nosotros”. Tenía que convencerlo. Yo y nadie más.
¿Ves? Sabía que había una trampa.
—¡B ien! —exclamé. Como si realmente estuviera bien. Metí mis
cosas en el maletín de Kendra y me puse de pie—.
Totalmente bien.
Brett se puso de pie conmigo.
—No tienes que irte ahora mismo. Todavía nos queda media hora para seguir
hablando del tema. Podemos hacer algunas recomendaciones sobre cómo presentar a
Scott. Entonces, haz una cita para más tarde. De hecho, preocúpate de todo esto la
semana que viene. Su asistente probablemente aún no ha vuelto de su almuerzo.
Sabía que Brett se sentía atraído por mí, por lo que supuse que intentaba
retenerme. También podría haber estado tratando de salvarme de una confrontación
con su "difícil" jefe, al menos por ese día, y lo agradecí. Especialmente porque sabía
que una reunión con Scott sería difícil en más de un nivel. 104

Fue una buena razón para aceptar la sugerencia de Brett, darme el fin de semana
para preparar un encuentro con Scott a solas. Preparar una presentación que se centró
exclusivamente en DRF. Ensayar mis temas de conversación. Asegurarme de usar una
bonita braga.
No, no, no, no.
Mi braga no podía entrar en esta ecuación en absoluto. El hecho de que se me
hubieran pasado por la cabeza era la prueba de que no estaba en absoluto preparada
para verlo. Que debería volver a sentarme y hacer un plan mejor.
Excepto que esperar significaba tener que trabajar en su ya ocupada agenda.
Podrían pasar días antes de que pudiera entrar, y no quería perder el tiempo que había
ahorrado al suprimir las otras presentaciones benéficas. Y puesto que había planeado
estar en esta reunión actual alguna vez, había una posibilidad de que estuviera libre
ahora.
—Gracias por el ofrecimiento, pero en realidad estoy emocionado por todo tu
entusiasmo. Será mejor que ataque mientras esté caliente.
Caliente para el proyecto, Tess. Recuerda que para eso estás caliente.
—De acuerdo, entonces —dijo Brett, con sus dudas evidentes en su tono—. Te
deseo suerte. Todos te deseamos suerte.
El resto del equipo se hizo eco de sus sentimientos. Y su tono.
Conseguí salir con la cabeza alta de todos modos, aunque mis pasos vacilaron
en el pasillo cuando escuché a Matt en la habitación detrás de mí.
—¿Te parece que acabamos de enviar un cordero al matadero?
Sus consiguientes risas me dieron combustible para la tarea. Aceleré mi paso.
Se lo demostraría a todos. Sabía de lo que hablaba. Mi presentación era sólida. Scott
era difícil, pero no era imposible.
Aunque tuviera unos ojos azules hipnóticos. Y bromas encantadoras. Y labios
irresistibles.
Dios, estaba tan jodida.
Concéntrate en la causa. Teyana y la causa.
Como Brett había pensado, no había nadie en el escritorio del asistente de Scott,
pero no era un problema ya que las puertas dobles de su oficina estaban abiertas de
105
par en par. Eso significaba que definitivamente estaba dentro. Desde este ángulo, no
podía verlo, lo que significaba que él no podía verme. Lo que significaba que aún
podía cambiar de opinión.
Pero no había necesidad de cambiar de opinión. Éramos profesionales. Todo esto
era bueno.
Atravesé su despacho con una audacia que no sabía que poseía.
Luego se detuvo abruptamente cuando había llegado a la mitad de la habitación.
Estaba más lejos de lo que había llegado la última vez, y aunque me daba cuenta de
que había muchas cosas en mi periferia que me encantaría examinar, mis ojos estaban
atrapados en él, sentado detrás de su enorme escritorio, con la pierna cruzada
despreocupadamente sobre la otra, del tobillo a la rodilla, con el horizonte de Nueva
York como telón de fondo. Parecía un rey en su trono, gobernando despreocupada y
majestuosamente su mundo.
—¿Tessa? —Su sorpresa se transformó rápidamente en una especie de sonrisa
cómplice. Una sonrisa de complicidad que hizo que se me revolviera el estómago y
se me disparara el corazón. Las palabras que había preparado se atascaron en mi
garganta.
Me sobresalté cuando las puertas detrás de mí se cerraron de repente, atrayendo
mi mirada durante una fracción de segundo. Entonces volví a mirar a Scott, que se
había puesto de pie y había rodeado su escritorio, y aunque los hombres que cerraban
las puertas de sus oficinas con un botón cuando entraba una mujer eran muy
sospechosos, también era algo sexy, y ahora también se me cortaba la respiración
porque cada vez que lo miraba, de alguna manera se ponía más guapo, y ¿para qué
había venido aquí otra vez?
—Tessa. —Volvió a decir, y no había ninguna pregunta en su tono mientras se
acercaba a mí. Sólo una necesidad imperiosa que envió una sacudida de respuesta a
mis regiones inferiores. Sus ojos eran oscuros. Sus labios estaban húmedos.
No estaba segura si fui yo o él quien hizo el primer movimiento oficial. Todo lo
que sabía era que dejé caer el maletín mientras nos acercábamos, con nuestras bocas
frenéticas, nuestras manos frenéticas, nuestros cuerpos amoldados el uno al otro.
—No deberíamos estar haciendo esto. —Jadeé entre besos.
—Es una muy mala idea —coincidió antes de deslizarme la lengua y acabar así
con cualquier posibilidad de hablar.
Los besos fueron explosivos, si es que se pueden llamar besos. Besarse ni
siquiera era una descripción apropiada de lo que estábamos haciendo. Estábamos
106
desesperados y urgidos, nuestros cuerpos se movían con un propósito singular, un
propósito muy carnal. Con sus labios pegados a los míos, se quitó la chaqueta y me
enredó las manos en el cabello. Mi mano bajó para acariciar el duro contorno de su
polla, lo que me valió un gemido que convirtió mi braga en un torrente.
Yo también gemí, no sólo por el sonido carnal que había hecho, sino también
porque su forma en mi palma estaba en el lado Magnum de la escala del tamaño de su
polla, y santa madre de todos los santos, definitivamente me estaba yendo al infierno
porque lo único en lo que podía pensar era en lo rápido que podía meter esa magnífica
bestia dentro de mí.
Scott, por suerte, parecía tener la misma agenda. Mientras trabajaba en su
hebilla, su mano me subió la falda hasta la cintura (gracias a Dios no había elegido
llevar pantalón esa mañana). Tuve que abandonar la tarea con el cinturón medio
desabrochado cuando me levantó, pero no me quejé ya que hizo que mi núcleo
palpitante se apoyara en su dura cresta.
Su cresta dura, deliciosamente bien definida.
Le eché las manos al cuello y enganché los tobillos detrás de él, moviendo las
caderas para ejercer más presión contra mi coño mientras me llevaba… a algún sitio.
No me importaba dónde. Un puñado de segundos después, mi culo aterrizó en el borde
de su escritorio.
Me eché hacia atrás sobre los codos mientras él enredaba sus dedos en el endeble
material de mi braga.
—Quítala —me ordenó, y lo hice, tan ansiosa de quitármelas como él. La tiró a
un lado y luego se dirigió a terminar de desabrocharse el pantalón. Señaló con la
cabeza detrás de mí—. El cajón de arriba a la derecha. Mi billetera está ahí.
Así de salvaje con la lujuria y todavía podía recordar la protección.
Probablemente era un indicador de lo bien ensayado que estaba en follar
frenéticamente, pero en este momento, era mi héroe.
Alargando la mano hacia atrás, encontré la billetera de cuero y, tras considerar
brevemente la posibilidad de ir por ello yo misma, me senté y se la entregué.
—Cambiemos —le dije, dejando que encontrara el condón mientras le bajaba el
pantalón y el bóxer lo suficiente como para que saliera su polla.
Y vaya.
Incluso después de percibirlo por el tacto, tuve que parpadear.
—Señor Sebastian —dije sin aliento mientras se ponía el condón (Magnum, en
efecto)—. Es una polla espectacular. 107

Sus labios se perfilaron en una sonrisa de satisfacción.


—Me alegro de que lo apruebes. Veamos si ese bonito coño tuyo está de
acuerdo.
Ya sabía que lo haría. Aun así, jadeé cuando entró, sorprendida por la sensación
de su grosor dentro de mí. Sorprendida y muy, muy complacida. Era enorme, y mi
coño se aferraba a él con tanta fuerza que sus primeros empujones fueron débiles y
superficiales.
Entonces mi cuerpo se ajustó, y ambos suspiramos de placer mientras él se
deslizaba hasta el fondo.
—Mi coño está de acuerdo —gemí—. Ella realmente, realmente está de acuerdo.
Esbozó una sonrisa de satisfacción antes de ponerse serio en la tarea de follarme.
Y de besarme. Y decir cosas sucias, muy sucias, que me hicieron apretarme más contra
él.
—Lo supe desde el momento en que lo probé, desde que lo vi. Era un coño que
necesitaba ser follado. —Apenas sonaba sin aliento a pesar del ritmo de sus
empujones.
—Sí, sí —acepté—. Necesitaba ser follada. —Olvidé el hecho de que no debía
ser follada. Era demasiado tarde para fingir que no lo había anhelado hasta el punto
de distraerme.
Recompensó la admisión con un beso abrasador.
—Espero que me hayas dado crédito por la moderación que he mostrado al
perseguirte.
¿Había mostrado moderación?
No estaba en condiciones de llamarle la atención.
—Creo que en este momento ambos hemos demostrado una falta de
autodisciplina.
—¿Significa eso que crees que debemos parar?
No mostró ningún indicio de que pensara que debíamos detenernos, sus dedos
se clavaron en mis caderas mientras me inclinaba para conseguir un mejor ángulo.
Aun así, por si se le pasaba por la cabeza, me apresuré a decir:
—¡No! Por favor, no.
108
Sonrió contra mis labios.
—Bien, porque no iba a hacerlo. Pero me gusta cuando suplicas.
—Por favor, por favor, por favor —rogué, queriendo hacerlo feliz, aunque no
estaba segura de poder soportar mucho más. Mis muslos se estremecían con la tensión
que se acumulaba en mi cuerpo. Estaba al borde de un orgasmo que estaba medio
segura de que me mataría.
—¿Se siente bien mi polla, Tessa?
¡La forma en que dijo mi nombre!
—Tan bueno. Te sientes tan jodidamente bien.
—Tócate. Quiero sentir cómo te corres sobre mí.
No le dije que ya estaba al borde. Me limité a hacer lo que me decía, poniendo
un dedo en el bulto hinchado de nervios y a dejar que el resto rozara su polla mientras
él se deslizaba dentro y fuera de mí. Yo era un polvorín. Ser follada por un hombre al
que deseaba desesperadamente, en su escritorio, a mitad del día, con todos sus
empleados al otro lado de la pared, cuando no debería estar follando con él en
absoluto, era un escenario que encendía todos mis botones. ¿Qué había dicho la última
vez que habíamos estado aquí metiéndonos en problemas? Tal vez por eso es tan
divertido.
Y oh, Dios mío, fue divertido.
Explosivamente divertido. Incluso sabiendo que se acercaba, mi clímax me
cogió desprevenida cuando estalló en mi interior. Estrellas presionadas contra mis
párpados cerrados. Mis músculos se pusieron rígidos mientras se convulsionaban de
placer. Dejé escapar un grito que Scott tuvo que sofocar con una mano tapando mi
boca.
—Joder, sí. Esa es una buena chica. —Miró hacia abajo entre nosotros,
observando como forzaba su polla en mi apretado coño—. Dios, estás tan mojada.
Tan apretada. Tan jodidamente perfecta.
Sus palabras se convirtieron en un gruñido, su cuerpo se sacudió al alcanzar su
propio clímax. Sin recuperarme aún, me obligué a abrir los ojos para ver cómo perdía
el control. Verlo así me hizo sentir algo. Tan majestuoso como parecía cuando estaba
sereno y al mando, era igual de sorprendente cuando se deshacía, y por un breve
momento, deseé poder ver esa versión de él una y otra vez.
¿Pero a quién quería engañar? Esto sería una cosa de una sola vez. Él era del
tipo que no le gustaba repetir los coños. Lo sabía al principio.
109
Todavía lo estaba mirando cuando abrió los ojos. Demasiado tarde, aparté la
cabeza, pero él puso una mano en mi mejilla y la devolvió. Sus labios se apretaron
contra los míos, suavemente, un fuerte contraste con el frenesí de momentos antes.
—Aquí no es donde pensé que te follaría por primera vez —dijo.
Mi corazón dio un salto, por tonta que fuera, queriendo encontrar un sentido a
sus palabras.
Mi cabeza lo sabía mejor. Gracias a Dios que ella era la encargada de mi boca.
—¿Es una frase que usas a menudo?
Me rozó la piel con el pulgar, con una expresión seria.
—Lo digo en serio. Pienso en ello. Pienso en follar contigo. Mucho. Con todo
detalle.
Había una posibilidad de esperanza en esa afirmación. ¿Qué sentido tenía decirlo
después de que se hubiera metido en mi braga, a no ser que quisiera volver a hacerlo?
Tal vez esto no tenía que ser una cosa de una sola vez. Tal vez podría ver esa mirada
una y otra vez.
Era más fácil pensar que no era una opción. Porque cuando era una opción,
cuando era yo la que tenía que decir sí o no, sin duda diría sí, y sabía exactamente a
qué conduciría eso: mucho sexo increíble y un gran corazón roto. El mío, para ser más
específicos. Ya lo había hecho; era lo suficientemente sabia como para saberlo.
Saber más significaba creer que la opción no estaba en el plato.
—Y ahora debería estar fuera de tu sistema. —Lo aparté de un empujón y tomé
un puñado de pañuelos de papel de la caja de su escritorio para poder limpiarme.
—Vamos, Tessa. —Me quitó los pañuelos arrugados, agarró otro para envolver
el condón y lo tiró todo a la basura junto a su escritorio—. ¿De verdad vas a ser así?
—¿Así cómo?
El teléfono de su mesa sonó antes de que pudiera responder. Se acercó a mí y
pulsó el intercomunicador, al mismo tiempo que me lanzaba una mirada que me decía
que me callara.
—¿Sí, Sadie?
Por supuesto, su asistente tenía un nombre sexy. Probablemente era rubia y
medía un metro setenta, con grandes tetas. Ah, y probablemente habían follado
muchas veces. No había olvidado que lo había conocido tirándose a la recepcionista
de la oficina. 110

—Tu padre ha llamado para decirte que está de camino a tu reunión de la una.
La expresión de Scott cambió al instante. Comprobó su reloj como si quisiera
confirmar la hora, y luego empezó a subirse rápidamente el pantalón.
—Gracias por el recordatorio —le dijo, y luego colgó antes de que ella pudiera
decir algo—. Odio acortar esto, pero esa es nuestra señal para terminar con esto.
Me recompuse mientras él se ponía en modo de limpieza total, recogiendo mi
braga desechada, luego su chaqueta y después recuperando mi maletín abandonado.
Me reuní con él en el centro de la habitación, donde me entregó este último. Se puso
la chaqueta y, como era de esperar, metió mi braga en el bolsillo interior.
—Esta la guardo yo.
—Sí, sí, conozco el procedimiento. —El hecho de que hubiera un simulacro y
de que me sacaran a toda prisa eran recordatorios de que esto no podía volver a ocurrir.
En la puerta, con mi mano en el picaporte, me detuvo con una mano agarrada
posesivamente alrededor de mi cuello.
—Esta discusión debe continuar —dijo antes de besarme una vez más.
Un beso estremecedor que me hizo ver que, independientemente de lo que
quisiera creer sobre lo que Scott Sebastian sentía por mí, definitivamente no estaba
fuera de mi sistema.
Todavía estaba aturdida cuando se apartó. Sin decir nada, me arregló el lápiz de
labios y abrió la puerta.
—Revisaré esos materiales y hablaré más con usted la semana que viene,
señorita Turani —dijo un poco más alto de lo necesario—. Gracias por venir.
Dios, era bueno. Tan experimentado con las citas diurnas que podía cambiar de
marcha en un instante.
Me esforcé por hacer lo mismo.
—Eso es. Sí. Lo mismo. Gracias.
Obviamente, no lo hice tan bien como él. Pero conseguí salir sin caerme de
bruces, una hazaña increíble teniendo en cuenta lo mucho que me temblaban las
rodillas.
Cuando pasé por delante de la mesa de Sadie a mi derecha —oh, era una pelirroja
sensual; imagínate—-, un hombre distinguido con cabello gris y ojos azules que 111

coincidían con los de Scott me pasó por la izquierda.


Me miró con desprecio cuando pasé por su lado, o puede que fuera mi
imaginación, o tal vez el ceño fruncido era para su hijo, al que oí saludar detrás de mí.
—Me sorprende verte aquí abajo, papá. Supuse que nuestra reunión sería en tu
oficina.
—Prefiero mantenerte alerta.
Entonces las puertas se cerraron, o simplemente salieron del alcance del oído.
No me molesté en mirar atrás para comprobarlo. Me costó toda la concentración poner
un pie delante del otro y salir de allí.
Llegué a la recepción principal antes de que alguien intentara detenerme.
—¿Cómo te ha ido? —preguntó Silvia.
—Bien, bien. —Seguí caminando, ansiosa por seguir mi camino—. Tarde.
Tengo que… —Señalé en la dirección que iba.
—¡Eso es genial! —llamó después de mí—. ¡Felicidades!
No fue hasta que estuve en el ascensor y se cerraron las puertas que me di cuenta
de por qué me felicitaba.
¡Mierda! ¡La fundación!
A
fortunadamente, pude conseguir una cita con Scott para las once y
cuarto del lunes.
—¿A él le gustaría saber si esto es un negocio o…? —Sadie, la
pelirroja tetona, había preguntado cuando llamé.
—Negocios —dije demasiado rápido—. Definitivamente, definitivamente
negocios. —No estaba segura de quién necesitaba saber eso más: ¿Scott o yo? Ambos
habíamos demostrado que nuestra fuerza de voluntad no era precisamente la mejor.
Sadie había confirmado la reunión e incluso había enviado una invitación por
correo electrónico, con lo que todo era oficial. Con eso preparado, mi mente estaba
libre para rumiar otras cosas. En concreto, en lo que había sucedido en el despacho de
Scott. Lo bien que se había sentido. Lo malo que había sido. Cómo lo malo había
contribuido a la sensación de bienestar. 112

Para cuando me dormí, había repetido la escena cien veces. Gracias a Dios por
el vibrador portátil de bolso que Tey me había regalado para mi último cumpleaños,
porque mis manos no lo hacían. Aunque, conociendo a Kendra y sus hábitos de gasto,
probablemente tenía varios todavía en sus cajas escondidos en algún lugar si decidía
que quería explorar.
A la mañana siguiente, me desperté con un mensaje de Brett.
Voy a ir a esto hoy. ¿Quieres acompañarme?
El enlace que siguió me llevó a un seminario informativo en la Biblioteca
Jefferson Market organizado por la Fundación de Alivio de la Disautonomía.
Cerré los ojos sin responder, con el teléfono aún en la mano y una sonrisa en la
cara. Puede que fuera un buen negocio para él buscar más información por su cuenta,
pero tenía la sensación de que su interés era más bien pasar tiempo conmigo. Lo cual
era dulce. Definitivamente era un hombre que estaría en mi radar si no estuviéramos
trabajando juntos.
Y si mi radar no estuviera completamente monopolizado con Scott.
Gemí al recordar. Quizá fue más bien un quejido. Un gemido-quejido, que repetí
cuando me estiré y sentí el recuerdo de las actividades de ayer entre mis piernas.
Por muy mala idea que fuera, quedarse en la cama y pensar en ello todo el día
sonaba como una buena agenda. Ya sabía mucho sobre DRF. No necesitaba un
seminario. Además, no quería enviar el mensaje equivocado a Brett aceptando la
invitación.
Me obligué a sentarme y a escribir una respuesta. A mitad del mensaje, me lo
pensé mejor. ¿Y si Brett hablaba con los presentadores? ¿Y si me mencionaba a mí?
¿Y si mencionaba el posible patrocinio?
Aunque lo más probable es que quien fuera enviado a hablar no supiera nada de
Conciencie Connect ni del contrato, aún existía la posibilidad de que lo supiera. La
posibilidad de que supieran que el contrato era con Kendra. La posibilidad de que
supieran que Tess Turani era sólo su asistente.
Volví al enlace para comprobar la hora del seminario antes de responder a Brett.
Nos vemos allí.
Entonces salté de la cama y me metí en la ducha. Tenía poco más de una hora
para prepararme y llegar al Flatiron District. Si quería llegar a tiempo, tenía que
moverme a velocidad de vértigo.
113

—Creo que hoy no he aprendido nada que no hubieras repasado ayer —dijo
Brett cuando salimos de la biblioteca tres horas después.
—Eso no es cierto. —Me reí. Estaba siendo educada. El seminario había sido
bastante exhaustivo, e incluía charlas de dos pacientes que padecían distintas formas
de disautonomía.
Resultó que no tenía que preocuparme por los presentadores. No sólo eran
voluntarios que probablemente no tenían ni idea de la fundación que buscaba
patrocinio, sino que Brett tampoco tenía interés en hablar con ellos.
Por supuesto, podría haberlo hecho si no hubiera estado con él. O puede que no
hubiera ido al seminario en absoluto, y aunque sintiera que no había salido con
ninguna información nueva, Brett parecía estar más entregado a la causa ahora. En
cualquier caso, no fue un viaje en vano por mi parte.
—Bueno, he aprendido una cosa. —Dejó de caminar y se volvió hacia mí—.
Aprendí que eres muy expresiva cuando escuchas a alguien hablar de algo que te
interesa.
Mi cara se calentó. Ya me lo habían dicho antes, me habían dicho que a menudo
me animaba junto con el orador. Fue algo completamente inconsciente por mi parte,
y me esforcé por no avergonzarme por ello.
—¿Estuve completamente distraída?
Me dedicó una sonrisa que me dijo que la distracción había sido bienvenida.
—Estoy seguro de que nadie se dio cuenta más que yo. Y posiblemente ese
hombre gruñón sentado detrás de nosotros.
—Estaba malhumorado, ¿no? Podía sentir su ceño fruncido incluso cuando no
lo miraba.
Nos reímos de ello y de lo que fuera que Brett dijera en respuesta, lo cual se me
pasó por alto porque un repentino recuerdo de Scott me vino a la cabeza, robándome
la atención, así que me limité a reírme cuando Brett lo hizo como si hubiera escuchado
el chiste.
¿Qué tan tonta era yo para fantasear con el atractivo jugador que probablemente
no había pensado dos veces en mí desde que salí de su oficina cuando un hombre
perfectamente agradable, guapo y dulce estaba de pie justo enfrente de mí? Un hombre 114
que estaba claramente interesado.
Cuando nuestras risas se desvanecieron, su mirada permaneció.
—No sé tú, pero escuchar a la gente hablar de condiciones médicas parece que
me ha abierto el apetito.
Una mujer decente habría declinado amablemente. Era una persona demasiado
buena para seguir adelante.
Pero seguía teniendo pensamientos inapropiados sobre un hombre en el que no
tenía por qué pensar, y un rápido bocado con Brett podría ser la oportunidad de
descubrir más sobre su primo.
Observé los alrededores y vi un vendedor ambulante.
—No me importaría comer un perrito caliente. Hace un día bastante agradable;
podemos sentarnos aquí y comerlo en el recinto de la biblioteca.
Su expresión era ambigua, como si se alegrara de pasar más tiempo conmigo,
pero se sintiera decepcionado de que no le hubiera propuesto sentarse. No sé si lo
tomó como una señal de que no me gustaba o de que me comprometía a mantener una
relación profesional por el momento.
De cualquier manera, pareció darse cuenta de que debía aceptar lo que tenía.
—Me parece perfecto.
Media hora más tarde, cada uno de nosotros se había comido un perrito de chile
entero y había compartido una galleta de chocolate. Brett seguía comiendo una bolsa
de patatas fritas mientras yo tomaba una botella de té helado, y aunque habíamos
hablado de todo, desde The Expanse de SyFi hasta de los mejores tipos de perros para
tener como mascotas, aún no había encontrado la forma de sacar a relucir lo que
realmente quería saber.
Entonces, lo hizo por mí.
—Silvia dijo que tienes a Scott a bordo.
Se me apretó el estómago. Esta no era la forma en que había esperado que
apareciera. Hacía lo posible por no pensar en el aprieto en el que me había metido
cuando había optado por follarme al vicepresidente en lugar de presentarle la decisión
del equipo.
Sin embargo, no podía ocultar los hechos.
Tomé otro trago de mi bebida mientras consideraba mi respuesta. No quería
mentir a Brett. Pero toda mi relación con SIC era una mentira, así que ya era 115
demasiado tarde para eso.
—Todavía hay un poco que tengo que limar con él. —Minimizado, pero
honesto—. Tengo una reunión con él el lunes antes de nuestra comida.
Ahora sólo tenía que esperar que Brett no le sacara el tema a Scott antes de que
yo tuviera la oportunidad.
—Eso es genial. Por un lado, me sorprende que hayas podido venderlo tan
rápido. Por otro, es difícil no comprar cuando eres tú quien vende.
Aparté la vista para que no viera mi mirada. Esa fue una línea de jugador si
alguna vez había escuchado una. Tal vez no le di a Brett suficiente crédito.
Una vez pasado ese pensamiento, me preocupé por lo que había dicho por una
razón diferente.
—Espero que no estés sugiriendo que él sólo firmaría porque… bueno. —No
estaba segura de cómo enmarcarlo.
—¿Porque eres una mujer hermosa? No tengo ninguna duda de que Scott está
influenciado por las mujeres bonitas, pero también estoy seguro de que nunca firmaría
algo en lo que no creyera. No quise insinuar nada, excepto que sabes lo que estás
haciendo. Y Scott necesita poner en marcha este patrocinio. Está recibiendo presiones
de los grandes. Como probablemente ya sepas, la empresa está envuelta en este
momento en algunas batallas legales sobre uno de los oleoductos, y Henry espera que
lanzar el apoyo de una fundación desvíe la atención del público.
Así era con muchas de las empresas que Kendra emparejaba con organizaciones
benéficas. A veces, cuando se enteraba de que las relaciones públicas eran malas, era
precisamente cuando se lanzaba a introducir la idea del patrocinio.
No es la primera vez que me pregunto por qué no ha acudido ella misma al SIC.
Pero tenía más curiosidad por otras cosas.
—Henry. ¿Ese es el padre de Scott?
—Sí. Es el presidente ejecutivo. Copresidente, técnicamente. Con su hermano.
—Brett hizo una pausa para estudiarme—. Tu expresión dice que todavía no has
buscado en Google quién es quién en SIC.
—Eso no es cierto. Lo hice. Sólo que no busqué en Google quién es quién en la
familia Sebastian. —La única razón por la que había podido resistirme era porque
sabía que una búsqueda exhaustiva me habría proporcionado imágenes de todas las
mujeres con las que Scott había sido fotografiado. Ya estaba luchando con la
confianza. No necesitaba obsesionarme con las supermodelos y la realeza de élite y 116
cualquier otra persona con la que, sin duda, había salido, se había acostado o se había
follado.
—Bueno, entonces déjame darte una lección. —Brett recogió nuestra basura y
despejó un espacio en el suelo entre nosotros. Luego, con un tenedor de plástico,
dibujó una marca en la tierra—. Irving Sebastian fundó Sebastian Industrial Corp
cuando era un chiquillo. Ahora tiene noventa y cinco años, así que fue hace mucho
tiempo. Construyó todo el imperio desde cero. Hizo mucho, mucho dinero,
obviamente. Mantuvo las acciones privadas, y su esposa está muerta, por lo que se
divide en su mayoría entre sus hijos.
Brett dibujó cinco líneas debajo de la primera.
—Henry es el mayor. Luego Reynard, Samuel, August y Arthur. Henry y
Reynard dirigen juntos SIC. Arthur está en la junta directiva. Samuel y August se
pasaron a Sebastian News Corp cuando la empresa se dividió en los noventa.
—¿Todos sus hijos eran varones?
—¿No lo sabías? Irving Sebastian era tan rico que incluso podía influir en la
genética. —Estaba bromeando, pero pude oír el toque de amargura—. En serio, la
abundancia de chicos es espeluznante. —Continuó con la siguiente rama del árbol
genealógico—. Henry, por ejemplo. —Dibujó cinco líneas más debajo de una de las
líneas del nivel superior—. Además de Scott, tiene a Miles, Cole y Zach. Dejaron de
hacerlo cuando tuvieron a Sydney. La miman.
—¿Cuatro hermanos mayores? Sí. Me lo imagino.
Brett pasó a rellenar todas las ramas del árbol, explicando quién hizo qué y a
quién había que evitar (los dos hijos de Reynard) y quién le gustaba (la línea de
August). Aproximadamente la mitad de los descendientes tenían algún tipo de trabajo
en SIC o en News Corp.
—Yo mismo estuve a punto de acabar en News Corp —dijo en un momento
dado—. Porque preferiría trabajar para Samuel y August, pero no me interesaba el
trabajo. De todos modos, no tengo que tratar con Henry o Reynard personalmente. Y
Scott puede ser un cabeza dura, pero en realidad no es tan malo.
Scott y el término cabeza dura amenazaban con llevar mi mente a lugares donde
no debería ir. Me sacudí los pensamientos sucios y pensé en cambio en el hombre de
aspecto severo que se había cruzado conmigo al salir de la oficina de Scott.
—Vi a Henry ayer. Brevemente. Parecía formidable, incluso a simple vista.
Brett se encogió de hombros. 117

—Es el hombre a cargo de todo. Supongo que eso es lo que se necesita para
trabajar en esa posición. Yo no querría esa presión. Definitivamente no querría ser
uno de sus hijos.
Miré el árbol genealógico que había dibujado en la tierra y fruncí el ceño.
—Espera. ¿Dónde encajas tú en todo esto?
—Ah, sí. Los Lesser. —Dibujó otra línea junto a Irving en la parte superior—.
Mi abuela es Ida, la hermana pequeña de Irving. Se quedó embarazada fuera del
matrimonio, una vergüenza total en aquellos días. Pero Irving era protector y familiar,
así que se aseguró de cuidarla y mantuvo el escándalo en secreto. Ella conservó el
apellido Sebastian. Todo eso despertó muchos rumores, naturalmente. La gente decía
que Irving era el padre. —Brett se estremeció ante la idea—. Es un chisme divertido,
pero no es cierto. Creo que la abuela se quedó embarazada de un estafador, aunque
nunca se ha confirmado.
»De todos modos, ella tuvo gemelos, Luke y Luis. Luke es mi padre. —Dibujó
más líneas en el árbol—. Todos nosotros aquí somos los Lesser. Estamos bien. Irving
se aseguró de que tanto mi padre como mi tío tuvieran trabajo. Recibiremos una
herencia cuando Irving muera. Nada que ver con lo que viven los Grandes Sebastian.
Levantó una mano como para enfatizar su siguiente punto.
—No me estoy quejando. En absoluto. Es fácil dejarse seducir por todo lo que
tienen los Grandes en términos de lujo, pero he visto de primera mano lo que todo ese
dinero puede hacer a la gente. Están demasiado endurecidos. Demasiado mimados.
Demasiado difícil de acercarse a ellos. Existen en su propio mundo, e incluso cuando
crees que te han invitado a entrar, nunca lo haces realmente.
No lo dijo como una advertencia, pero sabía que si fuera inteligente, lo tomaría
como tal.
Entonces, ¿por qué me intrigaba Scott Sebastian más que nunca?

Acababa de acurrucarme en el sofá de Kendra, con el mando a distancia en la


mano, cuando sonó mi teléfono. Era sábado por la noche, así que no me sorprendió
ver que el identificador de llamadas decía RESTRINGIDO. Kendra no tiene en cuenta
el tiempo personal.
Forcé una sonrisa antes de responder, sabiendo que ella lo oiría en mi voz. 118

—Hola.
Excepto que no fue Kendra quien respondió.
—Estabas con Brett.
—¿Qué? —Había escuchado lo que dijo. Sólo estaba atónita por tener a Scott
Sebastian al otro lado de mi teléfono.
—Sé que has oído lo que he dicho. —Su voz retumbó, un poco como si me
estuviera regañando. Un poco como si estuviera compartiendo un secreto.
La piel se me puso de gallina en respuesta.
Y porque oh, Dios mío, Scott Sebastian me había llamado. Lo que significaba
que estaba pensando en mí. Como yo estaba pensando en él.
Tal vez no tanto. Estaba pensando en él a un nivel terriblemente embarazoso.
Probablemente había tenido un pensamiento fugaz sobre mí, y por capricho, como
hacen los tipos ricos mimados y aburridos, buscó mi número de teléfono un sábado
por la noche y me llamó.
Sí, incluso si no estaba pensando en mí a niveles vergonzosos, era suficiente
para ser significativo.
Tuve que jugar a la calma.
—Hola a ti también, Scott.
—Hola, Tessa. —Oh, las cosas que me hizo cuando dijo mi nombre—. Dime
por qué has pasado hoy con Brett.
Scott tenía un poder sobre mí, uno que odiaba admitir, pero que sin embargo era
real. Me daba una orden y mi cuerpo quería obedecerla. Era por eso que ya había
perdido dos pares de bragas con el hombre.
Yo también era una tonta. Una practicada. Preparada para abalanzarse sobre
cualquier indicio de que pudiera tener poder sobre él también.
—¿Cómo sabes cómo he pasado el día con él? ¿Me estabas espiando?
—Tengo mis maneras.
—De acuerdo, bien. Puedes usar tus formas para encontrar la respuesta. —Había
ido por la indiferencia casual, y debí pasarla porque me dio lo que quería.
—Brett lo mencionó esta noche en una cosa familiar. El cumpleaños de alguien.
No preguntes quién. No presté atención. El punto es que había demasiada gente
119
entrometida alrededor para indagar en busca de más información, así que vengo a ti
para obtener la respuesta.
Era la oportunidad perfecta para hablarle del DRF. Explicar la fundación, hacer
que se suba a bordo. Al menos podría calentar la conversación para el lunes.
Pero aún me dolían los muslos de haberle rodeado el día anterior. Sentía un
cosquilleo en la piel, el corazón me latía con fuerza y, si me daban a elegir entre hablar
de negocios o coquetear, estaba muy interesada en lo segundo.
—¿Por qué te importa? —Quería sonar despreocupada, pero tenía la sensación
de que parecía ansiosa.
—Creo que sabes por qué.
—No creo que lo haga.
Pasó un tiempo y me preocupó haber metido la pata de alguna manera. Cuando
volvió a hablar, su tono era más exigente.
—¿Debo preocuparme?
—¿Sobre que Brett se me insinúe? —Quería que estuviera celoso por Brett, pero
no podía creer que realmente lo estuviera. ¿Celoso de un Lesser? ¿Por mí?
Scott hizo un sonido de molestia.
—Olvidas que conozco a Brett. Es demasiado profesional para hacer un
movimiento con una mujer con la que está haciendo negocios.
O bien Scott estaba dudando de lo que sabía, o…
De repente lo vi desde su punto de vista. Me había visto excitarme cuando había
conocido a "un tal Sebastian" en aquella fiesta. Había sido testigo de mi falta de
profesionalidad cuando lo dejé besarme. Cuando lo follé en su oficina. Ahora se había
enterado de que había pasado el día con Brett. ¿Por qué no iba a pensar que yo también
sería así con este hombre?
Incluso comprendiendo, me sentí ofendida. Y dolida.
—Así que la persona que te preocupa potencialmente soy yo.
—Sé que quieres permanecer en el lado correcto de la línea ética…
Apreté los dientes para no decir algo igual de mierda.
—Ese es un problema que parece que sólo tengo contigo.
—Eso es todo lo que necesitaba saber.
—Y no tienes que preocuparte de que sea un problema en el futuro —añadí, su
120
tono triunfalista sólo añadía combustible a mi enojo. Que se joda. Que me jodan a mí
también por pensar que podría haber algo entre nosotros, pero sobre todo que lo jodan
a él.
Pero entonces su voz bajó y se puso seria.
—No está fuera de mi sistema, Tessa.
—¿Qué no?
—Tú. Ni de lejos.
Vaya.
Tuve que trabajar para seguir respirando.
—Dime que sientes lo mismo. —Fue insistente. El impulso natural de decirle lo
que quisiera oír surgió dentro de mí.
A pesar de las ganas, fue porque era la verdad que respondí como lo hice.
—Me siento igual.
—Bien. Estamos llegando a algo.
No podía ni imaginar a dónde nos llevaba.
Tacha eso. Podía imaginarlo demasiado bien. Se me daba muy bien imaginar
escenarios de felices para siempre con hombres como Scott Sebastian. Hombres que
sólo querían ser felices por el momento. Diez de cada diez veces, ese tipo de fantasías
me rompían el corazón.
No podía permitirme imaginar nada con Scott.
Mis auto avisos fueron interrumpidos por voces en su fondo.
—¿Dónde estás? —pregunté.
—Todavía en asuntos de familia.
Definitivamente sonaba como si pudiera ser una fiesta. Pero había una voz que
estaba más cerca que las otras.
—Vamos, Scott —dijo.
Ella. Una ella conocida. Y no pertenecía a nadie de la familia, aunque había
estado en la última fiesta familiar que hicieron los Sebastian.
—¿Es Eden?
Los ruidos de fondo se apagaron, como si se hubiera apartado para tener
121
privacidad.
—¿Estás celosa?
—No. Tengo curiosidad.
—Y celosa. No tienes que ocultarme eso, Tessa. Me gusta.
Su regodeo debería haber sido una desventaja, pero por supuesto no lo fue. Me
hizo sentir mareada y sin aliento y deseada, lo cual era extra estúpido considerando
que estaba con la maldita Eden.
—¿Por qué está Eden contigo?
—Ahora ves cómo me sentí. No es divertido, ¿verdad? —Estaba disfrutando
demasiado de esto.
—Ya veo, pero olvidas que he sido testigo de primera mano del tipo de relación
que tienes con Eden. —No podía creer que le estuviera dando tanto. Permitiéndome
ser tan vulnerable.
—Brett la trajo —dijo, apiadándose de mí—. Son viejos amigos. Y no, no voy a
tocarla esta noche, aunque me lo ruegue. Cuando ella suplique. ¿Te hace sentir mejor?
—No sé cómo me hace sentir —mentí porque de ninguna manera iba a admitir
lo bien que me hacía sentir.
Se rio.
—Sigue diciéndote eso, Tessa. Eso no va a hacer que sea verdad. —La voz de
Eden volvió a sonar de fondo. Más urgente. Más molesta—. Parece que lo del pastel
está pasando. Me tengo que ir.
—Oh. Está bien. —Era demasiado pronto. No estaba lista para colgar. Quería
seguir coqueteando y desnudándome y odiándome por dejarme exponer tanto. Nada
de eso podía decir. Tartamudeé buscando algo que pudiera—. Yo… yo…
Joder. Yo... ¿qué?
Scott intervino por mí.
—Lo sé. Yo también pensaré en ti.
Durante un largo rato después de que colgara, apreté el teléfono contra mi pecho
y sonreí.

122
—H
e estado pensando en tu problema —dijo Teyana el lunes
cuando llamó—. Y creo que sé lo que tienes que hacer.
Tenía una idea medio buena de cuál era mi problema.
Había pasado el día anterior con ella, y prácticamente todo lo que había hablado era
de Scott. De lo confuso que era, de lo mucho que lo deseaba, de lo preocupada que
estaba por joder la fundación por culpa de mi estúpida obsesión.
Estaba ansiosa por aceptar cualquier ayuda que pudiera dar.
Saqué mi teléfono para comprobar la hora. Faltaban quince minutos para que
tuviera que salir hacia el edificio Sebastian Center. Tendría que hacer varias cosas a
la vez. Tras encender el altavoz, dejé el móvil en la encimera del baño y volví a
aplicarme el rímel.
123
—Dámelo.
—Así que quieres mantener este acuerdo con la fundación en el nivel. Lo
entiendo. Pero seamos sinceras. Ya estás allí bajo falsos pretextos. Ya te has tirado al
tipo que está al mando. Ya has cruzado la línea de la ética. Hay más posibilidades de
que acabes acostándote con él de nuevo en cuanto te quedes a solas con él hoy.
—Ese es un resumen bastante preciso de las circunstancias. —Y explicaba mi
actual estado de autodesprecio—. ¿Se supone que esto es útil?
—Extremadamente. Escúchame.
—Sigo escuchando. —Parpadeé un par de veces y me estudié en el espejo,
asegurándome de que mi maquillaje de ojos se veía uniforme.
—En lugar de luchar contra la atracción, la utilizas.
Con el ceño fruncido, miré mi teléfono. No podía querer decir lo que yo creía
que quería decir.
—¿Estás sugiriendo que me prostituya para conseguir que se firme este
contrato?
—No iba a ser tan vulgar, pero…
Desactivé el modo de altavoz y volví a ponerme el teléfono en la oreja.
—No voy a ofrecer sexo a cambio de esto, Teyana. No sólo es desmoralizante y
antifeminista, sino que además es completamente antiético…
—Ya cruzamos esa línea, ¿recuerdas?
Ignoré su interrupción.
—Y si alguien descubriera que eso es lo que he hecho, cualquier progreso que
hiciera sería nulo. ¿Por qué iba a hacer eso a la Fundación? ¿Por qué querrías que me
arriesgara a eso?
—Calma tus tetas, Tess. No estoy diciendo que cambies el sexo por nada.
Simplemente, no luches contra el deseo. Apóyate en él. Ambos sabemos que Kendra
ciertamente lo hace. Probablemente se ha acostado con la mitad de los hombres a los
que se ha vendido, y todo ha salido bien. Así que Scott quiere coquetear más, ¿verdad?
Entra, coquetea un poco, y luego dile que la ropa se queda puesta hasta que te quites
el problema de encima. Los dos estarán motivados a la tarea si hay una recompensa
al final, una recompensa que va a ocurrir independientemente de que se firme un
contrato. Una recompensa que ya has recibido.
Abrí la boca para argumentar más, pero la volví a cerrar cuando me di cuenta de
124
que era una batalla perdida. Realmente quería mantenerme en el terreno de la moral,
pero ya me había desviado de ese camino hace tanto tiempo que apenas podía verlo
en la distancia. ¿Sería capaz de mantener una conversación con él que no terminara
con nuestras bocas entrelazadas? La experiencia pasada decía que haría falta la
determinación de ambos si quería siquiera dar el paso antes de caer en los brazos del
otro.
Cuanto más lo pensaba, más me parecía que la sugerencia de Teyana era el único
camino a seguir, me gustara o no.
Con un suspiro, miré el pantalón que llevaba puesto, elegido específicamente
porque sería difícil de quitar.
—En ese caso, será mejor que me ponga algo menos restrictivo.

Una hora después, con una falda amplia y sin bragas, me presenté ante Sadie en
la oficina de Scott.
—Tengo una cita a las once y cuarto. Tessa Turani.
Hice una mueca de dolor en cuanto lo dije. ¿Ahora me refería a mí misma como
Tessa? ¿Qué me estaba haciendo este hombre?
La mujer no se había molestado en levantar la vista de la pantalla del ordenador
hasta que le dije mi nombre. Ahora me miraba de arriba abajo, con la boca apretada
mientras me evaluaba.
—Me dijo que te hiciera pasar cuando llegaras —dijo con una pizca de
curiosidad.
—Eh, de acuerdo. —No entendí por qué era una petición tan extraña.
—Él nunca hace eso —explicó—. Es del tipo “avísame cuando lleguen”. Me
hace pensar que debes ser especial.
Era tentador creer eso. Era mi fantasía favorita: fingir que el jugador actual que
me atraía pensaba que yo era algo más que una muesca en su cama. Tey se refería a
ello como mis gafas de color romántico, diciendo que siempre veía amor en lo que era
claramente lujuria.
El hecho de saber esto sobre mí misma no detuvo mis anhelos, pero me facilitó
la tarea de separar la realidad de la ficción. El hecho era que yo no era definitivamente 125
especial para Scott Sebastian.
— Él sólo sabe que estamos en tiempo de entrega —le aseguré a Sadie, aunque
para ser honesta, no estaba segura de por qué Scott le había dado esa orden,
especialmente cuando había dejado claro cuando había concertado la cita que esto iba
a ser una reunión de negocios.
En realidad, sí sabía por qué. Porque él sabía tan bien como yo lo bien que
hacíamos negocios juntos. Porque tenía ganas de tontear.
Razón de más para que el plan de acercamiento de Tey hubiera sido el mejor.
Ahora sólo tenía que averiguar cómo ponerlo en práctica. Quedarme aquí con cara de
idiota mientras miraba las puertas de su despacho no me llevaba a ninguna parte.
—Entonces, entraré —le dije a Sadie.
—Sí. Creo que deberías hacerlo.
Con un arranque de valentía, entré en su despacho.
Estaba en el sofá, escuchando atentamente a alguien por teléfono, pero levantó
la vista y asintió cuando me vio. En silencio, cerré la puerta tras de mí y dejé mi
maletín a su lado después de sacar del bolsillo exterior el folleto extendido que había
hecho para la fundación. Luego, cuando me hizo un gesto para que me acercara, crucé
la habitación hacia él.
Sí. Eso es todo lo que hizo falta. Un pequeño gesto de su dedo y ya estaba en
camino.
Que Dios me ayude.
Cuando llegué y me senté frente a él, me di cuenta de que lo estaba haciendo
mejor de lo que pensaba. Esto no iba a ser tan difícil como había imaginado. Estaba
impresionante (como siempre) y estúpidamente sexy mientras tecleaba algo en su
ordenador portátil y soltaba algo en español a la persona que hablaba por teléfono,
pero había una mesa de café entre nosotros y el aire de profesionalidad cubría la
habitación.
¿Era posible que no necesitara usar mis artimañas después de todo?
Entonces Scott terminó su llamada, dejó el portátil a un lado y fijó su atención
en mí, y con sus ojos azules clavados con aquel brillo diabólico, me deshice.
—Tessa, —Su voz era acalorada—. Me han dicho que esta reunión es, para mi
desgracia, de carácter comercial, así que me he prometido a mí mismo que me
comportaré lo mejor posible. Pero deberías saber que mi mejor comportamiento sigue
siendo bastante malo.
126
Estaba bastante segura de haber ronroneado.
Así que volvamos al plan de Tey. Más o menos.
—Menos mal, entonces, si estoy aquí para intentar manipularte con el sexo.
Su boca se curvó en una media sonrisa malvada.
—Estoy intrigado. ¿Qué buscas exactamente?
Ugh, esto se sentía mal. En el mal sentido.
Pero ya no había vuelta atrás. Le entregué el folleto.
—Presenté al equipo la organización que estoy convencida de que es la mejor
opción para el patrocinio del consejo. Todos estuvieron de acuerdo por unanimidad.
Está aquí detallado para que lo revises, y espero que lo hagas, pero también espero
que le des luz verde inmediatamente para que podamos pasar a la siguiente fase. Sé
que ambos estamos ansiosos de que este acuerdo avance, y si apruebas la reunión de
coordinación ahora mismo, bueno. Entonces todavía tenemos cuarenta minutos antes
de la reunión del equipo para… jugar.
Era oficial. No era muy buena usando el sexo como arma.
Ese pensamiento se confirmó cuando no reaccionó en absoluto a mi propuesta,
sino que su expresión se volvió seria mientras abría el folleto y empezaba a hojear el
material.
—Disautonomía —dijo después de unos segundos—. ¿Es eso lo que tiene
Teyana?
No esperaba que fuera tan astuto, ni que pensara siquiera en una mujer a la que
había conocido durante un puñado de minutos.
—Sí, es eso.
—Pensé que podría serlo cuando leí los materiales anteriores que me
proporcionó. —Cerró el cuaderno—. Muy bien. Está aprobado.
No podía ser tan fácil.
Entrecerré los ojos.
—¿Estás tan ansioso por llegar al… juego, que realmente vas a decir que sí sin
pensarlo bien?
—Estoy ansioso, pero no voy a decir que sí sin pensarlo bien. He leído los
127
materiales que nos han dado. He investigado un poco más por mi cuenta. La fundación
era por la que yo mismo me inclinaba. Tú dices que es la mejor para nosotros, confío
en ti. Me alegro de que el equipo haya llegado a la misma conclusión.
—Pero has sido súper minucioso. Me has hecho pasar por todas esas reuniones
hablando de organizaciones que no te interesaban, haciendo un millón de preguntas.
—Y ya me llamaste por eso. Lo estaba alargando, y ya no. —Se apoyó en el sofá
de cuero y cruzó un tobillo sobre la otra rodilla.
Parecía relajado y al mando porque lo estaba. No vio cómo demostraba su poder,
pero todo esto había sido un gran viaje de poder. Todo esto podría haberse decidido
en una sola reunión. Él lo había convertido en cinco. Seis, si contamos ésta. Y lo hice.
Era lo suficientemente frustrante como para hacer que me enojara. Y lo estaría.
Si no fuera porque él claramente había hecho todo el juego de poder porque se
sentía atraído por mí.
Y, maldición, si no fuera una tonta para esa mierda.
También me importaba mucho, mucho, este patrocinio.
—¿Lo dices en serio? ¿Puedo decirle al equipo hoy que estamos avanzando, y
puedo programar una reunión de coordinación?
—Lo digo en serio. —Tomó su portátil—. Pediré la verificación de antecedentes
ahora mismo. Debería estar de vuelta el miércoles. Puedes programar una reunión tan
pronto como el jueves. Me aseguraré de que Sadie sepa que debe trabajar a la hora
que le des.
Eso no iba a ayudar a desacreditar su idea de que yo era especial, pero ¿qué me
importaba?
Ahora mismo me sentía muy especial. Estaba mucho más cerca de conseguir lo
que quería, y era gracias a Scott. No podía evitar estar agradecida, con juegos de poder
o sin ellos.
—Gracias. De verdad. No esperaba que te convencieran tan fácilmente. Yo…
Gracias.
—De nada. Gracias por traer a la Fundación a Sebastian Industrial. —Terminó
de ordenar la comprobación de antecedentes, cerró el portátil y lo dejó sobre la mesa
de café—. Ahora podemos hablar de sexo sin manipulación.
Me sentí ridícula por pensar que habría sido capaz de manipular al hombre en
todo momento. Pero eso no disminuyó el deseo que sentía por él. Era un interruptor
128
de luz. Todo lo que tenía que hacer era estar en la habitación, y yo estaba excitada.
Así que si iba a ofrecerse…
—De acuerdo.
Sus ojos brillaron de excitación.
—De acuerdo, ¿qué? ¿Podemos discutirlo?
—No creo que tengamos que discutirlo.
Se frotó la barbilla con un largo dedo, una sonrisa jugueteando con sus labios.
—Dilo. Di lo que quieras.
Sentí que mis mejillas se sonrojaban.
—¿De verdad?
—Si no puedes decirlo, ¿cómo voy a saber lo que es?
Oh, sí. Había olvidado que era el tipo de hombre al que le gustaba oírlo en voz
alta. Especialmente después de la forma en que había tropezado al ofrecerle sexo
antes, por supuesto que iba a obligarme a decirlo.
Tomé aire para atreverme.
—Quiero que me folles.
La sonrisa aterrizó de verdad.
—Me alegro mucho de que eso sea lo que quieres, Tessa. Porque eso es
exactamente lo que yo también quiero. Mencionaste que “jugaríamos”, y eso me dio
una idea. ¿Podemos… convertirlo en un juego?
La curiosidad pudo más que cualquier duda.
—¿Qué tipo de juego?
—Estaba pensando que podríamos jugar a “Tessa se gana la luz verde de la
reunión de coordinación”.
—¿Ganársela?
—Ya sabes a qué me refiero. Decide si quieres jugar, te voy a follar pase lo que
pase, así que no dejes que eso te presione. He dado luz verde a la Fundación para la
siguiente fase, pase lo que pase. —Su mirada se volvió oscura, su voz bajó de tono—
. Pero hagamos como si no fuera así. Finge que tienes que, ¿cuáles fueron las palabras
que usaste?, manipularme para conseguirlo.
Oh, Dios. Esto estaba mal. El tipo de mal que estaba bien esta vez, y yo estaba
allí para ello. 129

—¿Me hace una persona terrible el hecho de que encuentre este escenario que
estás sugiriendo realmente excitante?
—Te hace una diosa. Sabía que eras pervertida. En el momento en que me di
cuenta de que mirabas en la azotea.
No iba a decirle que mi lado pervertido sólo había salido desde que lo conocí.
No necesitaba más de un paseo por mi cabeza. En cualquier caso, estaba a bordo.
Sin embargo, antes de subirme a su regazo, necesitaba una confirmación más.
—¿Esto realmente no tiene ningún efecto en relación con la Fundación? Si me
voy ahora mismo, ¿todavía estás dispuesto a pasarlos a la siguiente fase de
investigación?
De ninguna manera iba a marcharme. Había visto el bulto en sus pantalones y
ya se me hacía la boca agua. Su polla sería mía.
— Lo juro por la tumba de mi abuela Adeline. ¿Quieres que lo ponga por escrito?
Había ordenado la verificación de antecedentes. Eso era suficiente.
Alentada por la necesidad que me impulsaba, me subí a la mesa de café entre
nosotros, dándole una vista de primera fila de mi escote.
—Señor Sebastian —le dije, con una voz seductora—. Sé que esto no es muy
profesional, pero estoy desesperada. Realmente quiero que SIC patrocine la
Fundación de Ayuda a la Disautonomía. Significa más para mí de lo que puedo
expresar, y haría cualquier cosa para conseguirlo. Cualquier cosa. ¿Puedes decirme
cómo puedo ganármelo?
Juro que el bulto se hizo más grande. Sí, estaba observando.
Fingió reflexionar. Casualmente. Como si no tuviera una notable erección.
—Podría estar dispuesto a considerarlo. ¿Qué tiene en mente exactamente,
señorita Turani?
Señalé con la cabeza su entrepierna y parpadeé inocentemente.
—Podría ayudarle a ocuparse de eso.
—¿Podría ayudarme con qué? —Siempre queriendo escuchar las palabras
sucias.
Yo sabía que no era así. Lo intenté de nuevo.
—Podría chuparle la polla, señor Sebastian.
130
—Supongo que eso podría ser interesante. —Separó las piernas, invitándome a
arrodillarme frente a él.
Me arrodillé en el suelo a una velocidad que no podía ser sexy. No importaba.
Su polla estaba tan dura como cualquier acero producido por Sebastian Industrial.
Podía ver su clara forma. Podía sentirla cuando mis manos lo rozaban mientras me
apresuraba a desabrochar sus pantalones.
Me pareció que tardaba una eternidad en bajar la cremallera y sacar la polla.
Finalmente, ahí estaba, grande e hinchada, con la corona de un rojo furioso. Nunca
me había dado cuenta de lo satisfactoria que podía ser la polla adecuada sólo para
mirarla. Podría haberla mirado todo el día. Podría haber recorrido tranquilamente con
mis manos la caliente columna de carne y estar contenta.
Pero eso no me haría ganar nada. Y realmente quería tenerla en mi boca.
Chupando mis mejillas y aplastando mi lengua, atraje su cabeza más allá de mis
labios y fui recompensada con un gemido. Eso fue todo el estímulo que necesitaba
para meterlo más, todo lo que pudiera y seguir estando cómoda. Entonces me aparté
de él y repetí el movimiento, una y otra vez. Lo suficientemente lento como para poder
disfrutar de su sabor y su aroma. Lo suficientemente lento como para provocarlo.
Scott emitió sonidos de placer mientras yo trabajaba. También sonidos de
frustración cuando claramente quería una velocidad diferente a la que yo había
establecido. Pensaba llegar a ese punto, pero antes de que pudiera hacerlo, me agarró
el cabello con fuerza para que no pudiera mover la cabeza.
—¿Otra forma de ganarte el patrocinio? Podrías dejar que te follara la cara.
Con su polla todavía en mi boca, gemí para dar mi consentimiento. Al instante,
se hizo cargo, manteniendo mi cabeza quieta mientras levantaba sus caderas y
empujaba una y otra vez, hundiendo su polla tan profundamente que su punta golpeó
la parte posterior de mi garganta.
Se me humedecieron los ojos y tuve arcadas. Pero seguía entrando. Me obligué
a relajar la garganta. Me concentré en respirar por la nariz. Me permití disfrutar de su
penetración. No fue difícil encontrar el placer en ello. Era tan jodidamente ardiente.
La mamada más ardiente que jamás había dado, si es que aún se podía llamar dar
cuando él tomaba con tanta fuerza como lo hacía. La rudeza de todo ello se sumó a la
fantasía. Sentía que me estaba ganando algo. Sentía que merecía una recompensa.
Era tan excitante que pensé que podría correrme.
131
Scott estaba a punto de correrse. Podía sentir la desesperación en sus caricias
mientras su ritmo se volvía irregular. Justo cuando me preparaba para que se corriera,
se retiró.
—Ponte en el sofá y abre las piernas —dijo mientras rebuscaba en su bolsillo y
sacaba un condón.
Sabía cómo iba a terminar este encuentro desde el principio. Al menos
estábamos en la misma página.
Comprendiendo a dónde iba esto, me apresuré a hacer lo que me había ordenado,
tirando también de mi falda hasta la cintura.
Todavía estaba bajando el látex sobre su polla cuando vio mi coño desnudo.
—¿No hay bragas? —No parecía decepcionado.
—Me imaginé que no saldría con ellas aunque las llevara puestas. —Entonces
recordé que estábamos jugando—. Supongo que me olvidé de ponérmelas, señor
Sebastian. ¿Estoy en problemas? ¿Aún puedo ganarme su patrocinio?
—Muchos problemas. Veamos si tu coño vale lo que quieres. —Se colocó
encima de mí, con una rodilla en el sofá y el otro pie en el suelo.
Jadeé cuando se introdujo.
—Vale la pena —dijo después de unos cuantos golpes—. Vale la pena todo lo
que quieras. —Aceleró el ritmo que había utilizado en mi boca. Esto, sin embargo,
era claramente sobre mí. Con su rodilla y una mano apoyada en el respaldo del sofá
detrás de mí, bajó la otra para jugar con mi clítoris—. Es tan divertido jugar contigo,
Tessa. El pequeño juguete perfecto para follar. Casi desearía que no estuvieras tan
comprometida con la ética para poder usarte de muchas maneras antes de dejarte
conseguir lo que quieres. Te ensuciaría tanto. Haría que no quisieras ser follada por
nadie más nunca jamás.
Eran palabras sucias que se decían en el calor del momento, del tipo que siempre
me excitaban. Si todavía fuera capaz de hablar, se las habría devuelto. Ensúciame.
Juega conmigo todo lo que quieras. Nunca me follaré a nadie que no seas tú.
Era posible que incluso lo dijera en serio.
Por suerte, mi clímax llegó, seguido inmediatamente por el suyo, y no tuve que
preguntarme sobre la verdad de mis palabras no dichas. Estaba segura de que no había
ninguna verdad en las suyas.
Entonces, ¿por qué deseaba tanto creer que la había?
132
Era una mala idea.
—¿Ya estoy fuera de tu sistema? —le pregunté cuando se había apartado, se
había deshecho del condón y se había desplomado en el sofá a mi lado. Me dije que
quería que la respuesta fuera afirmativa.
Ni siquiera dudó.
—No. ¿Estoy fuera del tuyo?
—No. —Todo lo contrario. Él era como una droga. Cuanto más tenía de él, más
lo deseaba.
Lo cual no era sorprendente ya que tenía un patrón de caer por tipos que no
tenían ningún deseo de quedarse. Lo que era sorprendente era que todavía había una
parte de mí que quería creer que Scott sería diferente.
Tenía que ignorar esa parte de mí.
Y si quería conservar algo de autoestima, tenía que poner algunos límites.
Empezando por ahora.
Me senté y lo miré fijamente a los ojos.
—Mira, sé que fui yo quien entró aquí ofreciendo sexo. Fue un movimiento
inmaduro, inspirado en la desesperación. La Fundación es muy importante para mí.
—Sí. Harías “cualquier cosa” —dijo, citando mi juego de rol.
Intenté no sonreír y fracasé. Scott era divertido. Era realmente divertido. Sin
duda, si pasaba más tiempo con él, me rompería el corazón. Era una buena razón para
alejarme de él por completo.
Pero no iba a alejarme del patrocinio.
Y mientras yo estuviera allí para eso, Scott también iba a estarlo.
Me quité la sonrisa de la cara.
—Scott, esto no puede pasar.
Se sentó y me cortó bruscamente.
—Si dices que esto no puede volver a pasar…
—Esto no puede volver a suceder hasta que se firme el contrato. Ambos tenemos
que estar de acuerdo con eso. Es la única manera de resistir. —No era ponerse una
meta imposible. Era hacer el negocio primero con la promesa de diversión después,
como Teyana había sugerido.
También era esperar como el demonio que llegara a la diversión antes de que
133
Kendra volviera y lo arruinara todo. Razón de más para concentrarme en el trabajo
que debía hacer.
Extendí la mano y pasé los dedos por la mandíbula afeitada de Scott.
—Realmente no quiero arruinar esto.
Agarró mi mano y la llevó a sus labios, depositando un suave beso en mi nudillo.
—Bien. Estoy de acuerdo. —Se puso de pie y tiró de mí para que me pusiera de
pie también—. Me da un incentivo para impulsar esto. Y tú dices que no tienes el
poder. —Sacudió la cabeza como si fuera la cosa más loca que hubiera escuchado.
Seguía sin entenderlo. No entendía que cualquier poder que tuviera sobre él era
una farsa. Claro, se sentía motivado por su polla para impulsar el proceso de
investigación, pero ¿qué estaba en juego para él? ¿Bolas azules?
Por otro lado, si él retrasaba esto tanto tiempo que me descubrirían antes de que
se firmara el acuerdo, entonces lo más probable es que me quedara sin trabajo, y la
fundación se quedaría sin un patrocinio muy necesario.
Y Scott me odiaría.
Esto último me pareció la peor consecuencia de todas.
E
l jueves por la tarde, me quedé con Sarah Boynton mientras ella
examinaba la sala de conferencias del SIC. Era una sala más grande que
en la que me había reunido con el equipo, más impresionante. El
mobiliario era de primera calidad, y toda la pared del fondo eran ventanas del suelo al
techo que ofrecían una magnífica vista del rascacielos de Midtown.
—Todavía no puedo creer que nos hayas conseguido a Sebastian Industrial —
dijo—. Me sigo pellizcando.
—Esto es sólo una reunión de evaluación. No nos adelantemos. —Me acerqué a
golpear la mesa de reuniones, que parecía ser de madera auténtica. Mientras estaba
allí, alisé uno de los folletos sobre la disautonomía que Sarah había colocado cuando
llegó, aunque no lo necesitaba. Luego me dediqué a alisar inútilmente todos ellos.
Estaba inquieta por los nervios y necesitaba hacer algo con las manos, y ni siquiera 134
era yo quien iba a hablar hoy.
—Bien, bien. —Ella siguió detrás de mí—. Quiero que sepas que no tengo
expectativas. Agradezco que nos hayas hecho llegar hasta aquí. Después de tanto
tiempo sin picar nada, había empezado a preguntarme si nuestro trato con Conscience
Connect nos llevaría a alguna parte.
Si dejamos a Kendra, probablemente no.
No le dije eso.
—Establecer corporaciones con fundaciones es como tener citas. Puede llevar
mucho tiempo encontrar al socio adecuado, pero una vez que lo haces, puede ser
mágico.
—Es un honor incluso conseguir una cita con SIC. De verdad. Gracias de nuevo.
Satisfecha con el arreglo del panfleto, me giré hacia Sarah.
—De nada, otra vez. —Ya se había encargado de agradecerme profusamente
cuando la llamé para concertar la cita el lunes después de salir de la oficina de Scott.
No necesitaba oírlo, pero me recordó por qué había querido hacer esto en primer lugar.
Me sentí bien al ver que el riesgo daba sus frutos.
—Estoy aún más emocionada de que Kendra te haya dejado presentarlo. La he
estado presionando durante meses para que te diera las riendas de esto. La pasión
vende mucho mejor que cualquier presentación, y tú la tienes para la fundación.
—Está bien. —Tragué saliva. No era la primera vez que me planteaba decirle la
verdad. Sarah fue la que me dijo que tenía un trabajo cuando quisiera en la Fundación,
y era muy probable que tuviera que aceptarlo pronto. ¿Decirle que había violado la
autoridad para conseguir este patrocinio la desanimaría o la impresionaría más?
La oportunidad de confesar se esfumó cuando se abrieron las puertas de la
conferencia y llegaron los primeros miembros del equipo, seguidos por los abogados
de SIC y, poco después, Eden conduciendo a más representantes de la Fundación. Me
ocupé de actuar como anfitriona, saludando a todo el mundo y pasando los pedidos de
bebidas a Eden. Hay que reconocer que disfruté dándole órdenes, probablemente más
de lo que debería.
A las tres de la tarde en punto, las puertas se abrieron de nuevo y Scott entró.
Y el aire de mis pulmones se esfumó.
Había hecho un buen trabajo para sacarlo de mi cabeza durante los últimos días,
135
pero al verlo, todos los pensamientos y sentimientos que había reprimido se
desbordaron sobre mí como si se hubiera levantado un dique. La piel me hormigueaba
en su presencia. El bajo vientre me hormigueaba. La sangre se me calentó y sentí que
el color subía a mis mejillas.
—Empecemos, por favor —dijo mientras se dirigía a la cabecera de la mesa.
Todo el mundo se apresuró a sentarse, incluso los que no tenían ni idea de quién era,
porque así era él. El tipo que tenía el mando sobre la sala.
Definitivamente era el tipo de mando que ejercía sobre mí.
Esos ojos azules en particular tenían poder sobre mí, por lo que me había
ordenado evitar el contacto visual a toda costa durante la reunión de hoy. Fue por pura
casualidad que mi mirada chocó con la suya mientras ayudaba a que todos se sentaran.
Hola, dijo, y me hizo sentir mil mariposas en el estómago.
Luché por sonreír y perdí. Hola, le respondí.
Cuando conseguí apartar los ojos, me encontré con que Brett me miraba. Miró a
Scott y luego a mí. No importaba que Scott estuviera ahora concentrado en los papeles
que tenía delante, Brett había visto nuestro intercambio, y su expresión decía que no
estaba nada contento.
Probablemente estaba bien. Pero su desaprobación me borró la sonrisa de los
labios y me hizo un nudo en el estómago.
Al menos no estaba sentada junto a él, ya que estaba segura de que me diría
algún tipo de sermón al oído si lo estuviera. El lugar que me habían designado no era
necesariamente mejor, sin embargo, ya que estaba al lado de Scott.
De acuerdo, era el mejor lugar de la sala, y cuando me di cuenta de que me
sentaría junto a él, hice un baile mental de felicidad. Normalmente, pasaba estas
reuniones frente a él. Hoy, ese espacio estaba vacío, un sutil recordatorio de que de
todos los reunidos hoy, sólo había un hombre al mando.
Pero sentarse a su lado también tenía sus inconvenientes. Podía sentir su calor
corporal irradiando de él. Podía oler su vertiginoso aroma a madera. Era una
distracción cuando estaba en la habitación con él. Estar tan cerca sólo magnificaba su
efecto.
Él, en cambio, parecía no estar afectado en absoluto. Con toda la profesionalidad
y el dominio que había visto en él, se lanzó a dirigir la reunión, presentándose y dando
una breve charla sobre la empresa.
136
¿En serio? ¿Scott?
Miré mi teléfono cuando el mensaje de Brett apareció en la pantalla. Me reprendí
a mí misma por haberlo tenido fuera, y empecé a darle la vuelta.
Pero entonces el impulso de defenderme se apoderó de mí. ¿Qué había
presenciado? Un intercambio de saludos. Eso era todo. No importaba que hubiera
ocurrido algo más. Brett no lo sabía.
Le envié un mensaje rápido de vuelta. No sé de qué estás hablando.
No te hagas la tonta conmigo. Esa mirada que le diste. He visto esa mirada
antes.
Miré hacia la mesa y le puse una expresión severa que esperaba que dijera:
Vamos, ¿de verdad?
Sólo para darme cuenta de que toda la sala me estaba mirando porque
aparentemente Scott acababa de pasarme la reunión.
—Ah, sí, gracias, Scott —dije, recuperando rápidamente la compostura—. Creo
que ya he conocido a todos individualmente, pero en caso de que no lo haya hecho,
soy Tess Turani. Estoy aquí para servir de enlace entre Sebastian Industrial y la
Fundación para el Alivio de la Disautonomía. Lo primero en el orden del día es
discutir las formas en que la Fundación planea gastar el dinero de los patrocinios
recibidos. Hoy tenemos con nosotros a varios representantes de la Fundación que nos
guiarán al respecto.
Antes de que pudiera presentar a Sarah, las puertas de la conferencia se abrieron
de nuevo y entró Henry Sebastian.
Si había pensado que la entrada de Scott había sido poderosa, quedaba en
segundo plano en comparación con la de su padre. Henry se apoderó de la habitación
por la fuerza, como si estuviera en el centro de un ciclón y todos los demás se
arremolinaran a su alrededor con su viento. Eden se apresuró inmediatamente a traerle
agua. Brett se levantó para apartar la silla del extremo opuesto de la mesa. Silvia
recogió el panfleto que tenía delante y lo añadió a los otros materiales que le había
dado anteriormente y los colocó frente al asiento de Henry. Todos los demás
reaccionaron también, sentándose más erguidos como si fueran alumnos y el director
acabara de entrar en la sala.
Incluso Scott parecía más alerta.
—Pensé que no habías planeado venir hoy —dijo.
Henry ni siquiera lo miró, sino que hojeó los folletos que tenía delante.
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—Lo consideré lo suficientemente importante como para cambiar mi agenda. Si
voy a firmar un cheque de diez millones, tengo la intención de saber lo que voy a
obtener.
Lo que estaba obteniendo.
Me obligué a no poner los ojos en blanco. Sabía tan bien como cualquiera que
la mayoría de las empresas sólo daban para ganarse la buena voluntad del público.
Scott, en cambio, sintió la necesidad de responder.
—No es la actitud que suele asociarse a las donaciones benéficas, papá, pero me
alegro de tenerte. Deberías saber qué beneficio piensa hacer esta fundación con esos
fondos.
Sin dar tiempo a su padre a reaccionar a la sutil indirecta, continuó.
—Estábamos llegando a las presentaciones. Continúa, Tess.
Tuve la clara sensación de que padre e hijo estaban en medio de un concurso de
meadas, y lo último que quería era llamar la atención.
Pero entonces sentí el calor de la pierna de Scott al presionarla contra la mía bajo
la mesa. Habría creído que era algo accidental si no fuera porque la mantenía allí,
probablemente porque disfrutaba de los juegos de poder y se excitaba con la idea de
juguetear en secreto, pero lo tomé como una muestra de apoyo.
Me ayudó. Sin perder el ritmo, me lancé a presentar a los miembros de la
Fundación, y cuando terminé, le pasé el turno a Sarah para que hablara de los planes
para los fondos de patrocinio.
—¿Y quién eres tú? —interrumpió Henry antes de que Sarah pudiera decir más
de dos palabras.
Ella parpadeó porque ¿no había estado escuchando? Pero lo manejó con gracia.
—Soy Sarah Boynton. Soy la…
Henry la cortó.
—No tú. Me refiero a ti. —Sus ojos se fijaron directamente en mí.
Oh, sí. Él y yo no nos habíamos conocido. Y había entrado después de mi
presentación. Por supuesto que no sabía quién era yo.
Sin embargo, ser puesta en el centro de atención de tal manera hizo que mi
cabeza se encendiera. Gracias a Dios que la pierna de Scott seguía presionada contra
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la mía.
—Soy Tess Turani. Estoy aquí como enlace entre SIC y la Fundación.
Henry frunció el ceño, como si lo que había dicho no tuviera sentido para él.
—Ella representa a Conscience Connect —explicó Scott.
El ceño de Henry se relajó, pero no parecía satisfecho.
—¿Por qué no está aquí la propia Kendra Montgomery?
Oh, Dios. Él también conocía a Kendra. Personalmente. Lo cual, de nuevo, no
debería haber sido una maldita sorpresa ya que ella había dicho que los Sebastian eran
amigos de la familia. Por el lado positivo, tal vez significaba que en realidad era así
como ella conocía a Scott y que no se habían acostado después de todo.
Ese plus era un pequeño consuelo en el momento. Estaba convencida de que esto
era lo que temía, que estaba a punto de ser descubierta, y que sería una suerte para mí
que se presentara en un espectáculo tan público.
Quería arrastrarme por debajo de la mesa.
—No sé, papá —dijo Scott, obviamente molesto—. Quizá pensó que era un
conflicto de intereses. Sea cual sea la razón, Tess ha hecho un excelente trabajo
presentando opciones al equipo. Obviamente, Kendra envió lo mejor de ella, y
tenemos suerte de tenerla.
Era el tipo de chica que podía convertir un elogio como ese en una declaración
de amor. Normalmente, me habría desmayado a sus pies.
Hoy, todo lo que hizo fue hacerme sentir peor. Porque Kendra no había enviado
sus mejores. No me había enviado en absoluto.
Y, oh Dios, Sarah estaba presenciando todo esto. Ahí se fue mi trabajo de apoyo.
Pero entonces Henry asintió en señal de aceptación.
—Muy bien, entonces. Procedamos.
Mis nervios no se calmaron después de eso, ni siquiera cuando la programación
volvió a su curso. Estaba segura de que toda la reunión era una pérdida de tiempo, de
que Henry Sebastian iba a cancelar todo el asunto. Hasta entonces no se me había
ocurrido que Scott no tenía necesariamente la última palabra a la hora de colocar a la
Fundación con Sebastian Industrial. Ahora que me daba cuenta de que el verdadero
poder residía en un narcisista de corazón duro, estaba seguro de que no había forma
de que el patrocinio saliera adelante.
Mis temores parecieron confirmarse cuando, después de que todos los miembros
de la Fundación hablaran, Henry dijo: 139

—Me preocupa que esta organización sea demasiado feminista. Los negocios
están dirigidos por hombres. Si queremos ganarnos el respeto de otras empresas,
deberíamos comprometernos con una fundación que beneficie a los hombres.
Muy bien. Ahora me iba a ir.
Tenía un sinfín de cosas que decir en respuesta, empezando por abordar que la
idea de que los negocios estaban dirigidos por hombres estaba súper anticuada,
seguido de una tutoría en profundidad sobre cómo cualquier cosa que beneficiara a
las mujeres era un beneficio para la sociedad en su conjunto, y terminando con una
larga retahíla de adjetivos que describían el pedazo de mierda que era.
Afortunadamente, los jóvenes Sebastian estaban cuidando de mí.
Un mensaje de Brett apareció en mi teléfono. No lo hagas.
Al mismo tiempo, Scott se dirigió a los comentarios idiotas de su padre.
—Es difícil saber por dónde empezar a responder a eso. Las falacias de
pensamiento insinuadas en tu declaración son atroces y, para ser franco, vergonzosas,
pero soy muy consciente de que señalarlas no significará nada para ti. En su lugar,
permíteme que intente utilizar un lenguaje que te resulte comprensible: tu imagen
actual se ha visto empañada por un historial de comportamiento antifeminista. Los
ataques que has tenido en este ámbito han aumentado en los últimos años. Sé que
limpiar esa percepción no es tu prioridad, pero hacerlo definitivamente llamaría la
atención de la prensa. ¿Quiere desviar la atención de las otras partes sucias de SIC?
Entonces mi consejo es que apoyes a una fundación centrada en la mujer y dejes que
el público te alabe por tu transformación. Nadie tiene que saber que es sólo para
aparentar.
La sala estaba en silencio. La tensión se extendía de un lado a otro de la mesa,
un manto tan espeso que era difícil respirar.
Tanto Scott como Henry parecían completamente despreocupados, como si las
conversaciones mordaces se llevaran a cabo entre los dos delante de los demás a
diario. Tal vez lo fueran. Nunca había estado en una reunión con ambos. ¿Qué sabía
yo?
A favor de Scott, aunque sus palabras habían sido mordaces, su tono había sido
práctico. Aunque conocía su capacidad de liderazgo, era la primera vez que lo veía
actuar realmente en su papel de vicepresidente de imagen. Probablemente eran las
cosas que aconsejaba a su padre y a la junta directiva todo el tiempo. Quizás las
preguntas que había hecho durante nuestras reuniones no habían sido sólo para
entretener, sino también para que estuviera preparada para manejar a Henry Sebastian. 140

Imaginé que sería duro tener que enfrentarse constantemente a su padre de esta
manera. Posiblemente era yo la que se estaba proyectando: nunca soñaría con tener
palabras duras con mi padre. Por supuesto, como mi padre no me había hablado en
quince años, cualquier palabra con él era difícil de imaginar.
Sin embargo, lo sentí por Scott. Aunque parecía estoico e intacto, apreté más mi
pierna contra la suya, queriendo darle la misma muestra de apoyo que él me había
mostrado. Y para darle las gracias, por dar la cara por la Fundación cuando podría
haberle ofrecido otra cosa.
Me miró en respuesta, con una expresión seria. Sus ojos, sin embargo, decían
algo que no podía leer, algo que estaba segura de que era sólo para mí.
Bueno, al menos tenía eso. Cuando me quedara sin trabajo y fuera el hazmerreír
de la comunidad, recordaría esa mirada. Tal vez todo lo que estaba a punto de perder
valdría la pena gracias a esa mirada.
Después de lo que me pareció toda una vida, Henry finalmente respondió.
—Eso me da mucho que pensar. Lo tendré en cuenta en mi decisión. —Se puso
en pie, abrochándose el botón de la chaqueta—. Volveremos a hablar con usted
pronto.
Salió de la habitación tan bruscamente como entró.
Sentí que el suelo se me desplomaba. Se suponía que las reuniones de
coordinación eran una cuestión de formalidad, y ahora íbamos a tener que irnos con
la asociación sin confirmar.
Sarah se giró hacia mí, con la decepción en los ojos.
Lo arreglaré, dijeron mis ojos en respuesta. Pero era una promesa que no podía
hacer.
Mientras tanto, todos en la mesa parecían confundidos. Algunas personas se
removieron, sin saber si la reunión había terminado o no.
Brett intentó aclarar la cuestión.
—¿Deberíamos…?
Scott lo interrumpió.
—Seguiremos adelante y tendremos los contratos preparados —dijo, mirando a
los abogados presentes—.SIC tiene problemas de imagen muy específicos que deben
abordarse con la fundación que patrocinamos. No hay mejor opción que la Fundación
para esto, y aunque mi padre aún no está convencido, les garantizo que lo estará.
141
Fue difícil no mirarlo en ese momento como un héroe, difícil no sentir algo
apretado y cálido en mi pecho ante su valiente declaración de apoyo.
Pero no pude evitar preguntarme si Scott también estaba haciendo promesas que
no tenía por qué hacer.
S
cott dio por terminada la reunión después de su audaz declaración y salió
de la sala al mismo paso rápido que su padre.
Todo mi cuerpo se sentía pesado. Nunca había sido posible que
saliera de hoy con los contratos firmados —todavía había que escribirlos, negociar los
detalles—, pero habría tenido la sensación de que era un trato hecho. Incluso con la
promesa de Scott, parecía que eso estaba a kilómetros de distancia, desapareciendo en
el horizonte.
Necesitaba un trago.
Sin embargo, antes de poder ahogar mis penas, tenía que terminar de hacer mi
trabajo, el que había creado para mí.
—Sarah —dije, corriendo hacia ella—. Siento mucho todo esto. No me habían
142
informado de que Henry Sebastian tenía que poner su sello de aprobación en esto, o
me habría reunido con él antes de traerte. Estoy realmente avergonzada por todo esto.
No parecía tan descorazonada como yo, y además parecía desconcertada.
—¿Avergonzada porque los Sebastian redacten contratos para una sociedad? Me
alegro de que hayamos llegado tan lejos.
¿No había estado ella en la misma habitación en la que yo había estado?
—Sin embargo, aún no han indicado que vayan a firmar. Y Henry fue… —Quise
decir imbécil pero decidí que no sería lo más profesional llamarlo—. Bueno, fue
terriblemente insensible con una organización que hace muchísimo bien.
Hizo un tsk despectivo con la lengua.
—¿Crees que es el primer director general que ha sugerido que la razón por la
que la disautonomía no recibe financiación es porque es una enfermedad que le ocurre
a las mujeres? Ojalá. Ni siquiera es el décimo. Lo creas o no, generalmente nos vamos
con un cheque de algún modo una vez que llegamos a este punto. Si no es el
patrocinio, será decepcionante, pero probablemente será una donación considerable,
y de ninguna manera voy a considerar eso una pérdida.
Me resultaba difícil ser tan optimista. Claro, una donación es una donación, y la
organización benéfica siempre necesita fondos. Pero no se trataba sólo del dinero. El
patrocinio de una empresa permitiría dar a conocer una dolencia común de la que
mucha gente sabía muy poco.
Y a nivel personal, no había forma de que Kendra pasara por alto que yo fuera a
sus espaldas si no me iba con un triunfo. Probablemente era un buen momento para
plantar una semilla sobre la necesidad de un trabajo con Sarah.
Pero cuando abrí la boca, no me atreví a decirlo. No había querido dejar
Conscience Connect cuando empezó todo esto, y ahora que había hecho algún
lanzamiento real, quería irme aún menos. Y no sólo porque sintiera una estúpida
lealtad hacia Kendra; esa lealtad era tan escasa en estos días que apenas me frenaba.
Quería quedarme porque creía en el trabajo. Había muchas organizaciones que me
apasionaban, no sólo la Fundación. Quería encontrar patrocinadores para cada una de
ellas.
Por eso no perdía la esperanza.
—Tienes razón, Sarah. Cualquier donación sería fantástica, pero mi trabajo es
conseguirte un patrocinio, y por supuesto que lo voy a hacer.
Rompió a sonreír.
143
—Cuando lo dices así, no tengo más remedio que creerte.
La mayor parte de la sala se había despejado en ese momento, y todavía tenía
que limpiar. Sarah se ofreció a ayudar, pero la eché con la promesa de mantenerla
informada. Cuando se fue, me quedé sola excepto por Brett.
Por la mirada de reproche que tenía, no se había quedado a ayudar.
—Nos viste intercambiar una sonrisa —dije, exasperada—. No estoy segura de
cómo pudiste sacar alguna conclusión de eso.
—Conozco a mi primo.
—Primo segundo —corregí, como si la diferencia importara, y comencé a
recoger los folletos sobrantes de la mesa de conferencias.
Brett me siguió.
—Sigue siendo de la familia. Todavía he pasado mucho tiempo con el hombre.
Todavía estoy familiarizado con cómo es con las mujeres, y para no ser irrespetuoso
con el hombre, no es muy agradable.
Hasta ahora, Scott Sebastian había sido muy amable conmigo.
Pero yo sabía lo que quería decir.
—Me tomaré tu advertencia a pecho —dije, lo cual no era exactamente una
mentira ya que me había estado advirtiendo lo mismo durante días.
Brett no estaba satisfecho.
—Tess…
Detuve mi trabajo y me giré hacia él.
—¿Qué? Es un jugador. Lo tengo. Intentaré asegurarme de no volver a sonreírle.
—En público, al menos.
—Hablo en serio. Él tiene una reputación de seducir a las chicas, incluso cuando
sabe que están malinterpretando sus acciones.
Scott probablemente le había hecho eso a muchas chicas, pero de repente tuve
la fuerte sensación de que Brett estaba hablando de Eden. ¿No le había mencionado
Scott a Brett que en realidad era su amiga? Después de presenciar la forma en que
Scott había estado con ella, podía ver cómo se sentiría atada. Brett probablemente
albergaba resentimiento hacia Scott por eso. Especialmente si le gustaba como tenía
la sensación de que lo hacía.
Sin embargo, no necesitaba que me protegiera. Me gustaba ser dueña de mis 144

errores.
—Es una mierda que haga eso —dije—. Realmente lo hace. He estado en el otro
extremo de eso más veces de las que me gustaría contar.
—Entonces entiendes lo que digo.
—Lo entiendo. Y entiendes que estoy diciendo que lo entiendo. Sé lo que estás
tratando de advertirme. Te agradezco que estés pendiente de mí. —Le dirigí una
sonrisa tranquilizadora—. Pero puedo arreglármelas sola. Lo prometo.
No era lo que él quería, estaba segura. Quería que dijera que me alejaría de Scott
por completo. No lo haría. No puedo.
Pero estaba en su cara mientras me estudiaba. Yo también sabía lo que estaba
pensando, porque yo misma lo había pensado un millón de veces. ¿Por qué una chica
se mezclaría a sabiendas con un rompecorazones? ¿Por qué no elegiría a un hombre
decente que tratara a las mujeres con respeto?
Buena pregunta, Brett. Maldita sea si lo sé.
Pareció llegar a su propia conclusión condenatoria.
—Si crees que necesitas estar con él para conseguir este contrato…
Ahora estaba totalmente ofendida. Había hecho todo lo posible con Scott para
asegurarme de que no me acusaran de cruzar las líneas éticas, y aquí Brett lo estaba
sugiriendo de todos modos. Basado en una sonrisa, nada menos. ¿Es eso lo que
realmente pensaba de mí?
¿Y por qué llegar a esa conclusión? ¿No podía estar interesada en coquetear con
un jugador porque no me importaba que jugaran conmigo? ¿Acaso a las mujeres no
se les permitía tener sexo por impulso como a los hombres?
Mi indignación debió mostrarse en mi cara.
—Lo siento. No debería haber sugerido que harías algo así. Sólo quería que lo
supieras, en caso de que te presionara…
—¿Se le conoce por hacer eso? —Una cosa era que Scott fuera un mujeriego. Si
él usaba a propósito su poder sobre las mujeres, eso era otra cosa.
—No, no lo ha hecho —admitió Brett—. Eso no significa que yo haya dudado
de él.
Realmente estaba amargado por su primo. Primo segundo.
Dudé antes de responder mientras repasaba todas mis interacciones con Scott 145

hasta el momento, buscando alguna falta de ética por su parte. No pude encontrar
ninguna, aparte de las que ya conocía, y yo era tan partícipe de ellas como él. Menos
mal que habíamos acordado suspender lo que fuera que estuviéramos haciendo hasta
que se firmaran los contratos, para estar seguros.
Sin embargo, ya lo estaba deseando más de lo que me importaba admitir.
—Scott ha sido muy profesional —le aseguré a Brett—. Y por mucho que quiera
que SIC patrocine la Fundación, no utilizaría el sexo para conseguirlo. —El juego de
roles era otra historia.
—De acuerdo. Estoy tranquilo. Sólo estaba tratando de cuidar de ti. No tratando
de asumir lo peor.
—Lo sé. Gracias. Lo tengo controlado.
Asintió. Luego nos quedamos de pie, incómodos, sin saber qué decir a
continuación.
—Debería terminar… —Señalé la pila de folletos que tenía en la mano.
—Por supuesto. ¿Necesitas ayuda?
Ya casi había terminado, y aunque no fuera así, estaba lista para estar sola.
—No. Yo me encargo.
Cuando se marchó, tiré los folletos en mi maletín, recogí los pocos trozos de
basura que habían quedado y suspiré. No tenía ni idea si alguien más tenía la
habitación reservada después, por lo que debería haberme apresurado a salir de allí,
pero mi cabeza estaba abrumada y necesitaba un minuto. Había demasiadas cosas que
resolver entre la preocupación por si Henry cancelaba el trato y si tendría un trabajo
cuando Kendra volviera y qué hacer con mi nueva pasión por la venta de causas si me
despedían y la duda de si la preocupación de Brett por Scott significaba que era aún
más jugador de lo que yo creía.
Así que en lugar de intentar ordenar algo, puse las palmas de las manos sobre la
mesa de conferencias, respiré hondo y me permití estar bien con todas las incógnitas.
E intenté con todas mis fuerzas no imaginarme a Scott empujándome hacia abajo
y follándome por detrás.
Como, por supuesto, eso era exactamente en lo que más pensaba, di un salto
hacia atrás como si hubiera estado haciendo algo travieso cuando escuché el sonido
de la puerta abriéndose. Probablemente alguien más necesitaba la habitación.
—¡Ya me voy! —Me giré para agarrar mi maletín de la silla, pero lo dejé caer
de nuevo en la silla cuando levanté la vista y vi quién había entrado. 146

—Esperaba que todavía estuvieras aquí —dijo Scott, sus ojos azules se cruzaron
con los míos. Su corbata coincidía exactamente con el color, me di cuenta ahora. Al
igual que sus gemelos, lo que de alguna manera era realmente sexy.
Realmente era demasiado sexy para mirarlo en general. No sin efectos, al menos.
Como tormentas de mariposas en mi estómago y piel de gallina que saltaban por mi
piel y bragas que se inundaban de repente.
Y no debería haber estado tan emocionada como lo estaba de que él viniera a
buscarme. Especialmente cuando él definitivamente no debería haberme buscado.
Demasiado para tener esta cosa con Scott bajo control.
—Me acabas de atrapar —dije, esperando que mi voz no sonara tan temblorosa
como me sentía—. ¿Qué pasa?
—Quería disculparme por mi padre. Lo invité como una formalidad. Nunca
cumple con esas invitaciones. No pensé que se presentaría esta vez, o te habría
avisado.
Oh. Entonces se trataba de negocios.
Estúpida de mí, estaba decepcionada.
No, esto era bueno. La charla de negocios era perfectamente aceptable.
—Admito que me sorprendió. Sobre todo, me sorprendió darme cuenta de que
él es el que en última instancia decide si esto sigue adelante o no.
—Sí, lo es —confirmó—. De hecho, él tiene la última palabra en todo lo que
hace SIC. Sólo que no suele ocuparse de la mayoría de las cosas. No sé por qué ha
decidido asomar la cabeza esta vez. Probablemente pensó que estaba tardando
demasiado en cerrar el trato.
—Me pregunto por qué pensaría eso.
Sonrió levemente.
—Sea cual sea la razón, no hay que preocuparse. Ya entrará en razón. Esta es su
forma de ser. No le gusta aparentar que da algo fácilmente.
No me hizo sentir más segura de que esto terminaría bien, pero no estaba
realmente interesada en pensar en eso en este momento.
—Oh, ¿es ahí donde lo aprendiste? —me burlé. Era demasiado fácil no hacerlo.
Demasiada tentación para tratar de atraer otra sonrisa.
Esta vez no obtuve ninguna. En cambio, fingió ofenderse.
147
—Yo no soy así.
—Difícil es la palabra que me han dicho de ti. —Me dije que no me importaban
las advertencias más recientes de Brett.
Scott emitió un sonido de huh.
—Difícil —reflexionó—. Me alegro de mantener a Brett en guardia.
—Entre otras personas.
Se había acercado en algún momento. O yo lo había hecho. Ahora estaba a un
brazo de distancia. Podría estirar la mano y tirar de él hacia mí si quisiera.
El pensamiento de alguna manera me hizo volver a uno anterior.
—Sabes, si tu padre es realmente la última palabra en el asunto, entonces lo que
ha sucedido entre nosotros no podría considerarse realmente poco ético, ya que no
tienes ningún poder sobre mí en primer lugar.
Hizo una pequeña mueca.
—Yo no diría que no tengo ningún poder.
—Lo siento. —Me reí—. ¿He insultado tu hombría?
—Mi hombría está bien, muchas gracias. Simplemente me aseguraba de que te
quedaran claros los hechos.
—Ahora está claro como el agua. Te agradezco la aclaración. Y no estaba
tratando de disminuir tu posición. Me estaba asegurando de que me sentía mejor.
—¿Y lo haces? ¿Te sientes mejor? —Su voz era baja y sugerente. Se había
acercado de nuevo, también.
O yo lo había hecho, lo cual no sería sorprendente teniendo en cuenta que ahora
también estaba pensando que si no tenía ninguna razón para sentirme mejor por lo que
habíamos hecho en el pasado, entonces no había mucha razón para no volver a
hacerlo.
Me pregunté si él estaría pensando lo mismo.
Como si pudiera leer mis pensamientos, dijo:
—Por cierto, he cerrado la puerta con llave.
Había muchas otras razones para no abalanzarme sobre él, razones que iban más
allá de la ética de la situación, como el hecho de que probablemente era un jugador
más grande de lo que había pensado en un principio y el hecho de que estábamos en
la sala de conferencias de su trabajo.
Pero parecía tener una relación complicada con la razón desde que conocí a Scott 148

Sebastian, así que un par de minutos más tarde, me encontré con la espalda apoyada
en la ventana, una pierna rodeando su muslo, su erección rozando mi vientre mientras
me besaba como un muerto de hambre.
—Date la vuelta —dijo cuando se separó para respirar.
Hice lo que me dijo, y la vista de estar pegada a la ventana me dio un destello
de vértigo. Parpadeé y, con el mundo en su sitio, me di cuenta de lo perverso que era
esto. Estábamos demasiado altos para ser vistos desde la acera y demasiado lejos del
edificio de enfrente para que alguien pudiera saber lo que estábamos haciendo si
miraba. Pero ciertamente nos sentíamos como si estuviéramos en exhibición frente a
todo Midtown, y eso era súper loco y candente. Mucho mejor que los golpes en la
mesa de conferencias.
—Dios, sí —dije, desabrochándome los pantalones de vestir y empujándolos
hasta los tobillos junto con mis bragas.
—Por supuesto que eres una exhibicionista. Sabía que eras perfecta, Tessa. —
Oí el rasgón del condón, que debió de ponerse a la velocidad del rayo porque apenas
un par de segundos después alineó su punta con mi agujero y lo introdujo.
—Joder, Scott. —Incluso con el sujetador puesto, mis pechos rebotaban contra
el cristal. Su ritmo era despiadado—. Sólo… folla.
—No he podido dejar de pensar en tu coño. Me había convencido de que no lo
recordaba bien. No podía sentirse tan bien. Follar contigo no podía sentirse tan bien.
—¿Y lo hace?
—Se siente mucho mejor, carajo.
—Lo hace, lo hace, lo hace —No podía decidir si me gustaba que lo hiciera
porque realmente no necesitaba volverme adicta a la polla de ese hombre o si estaba
encantada de que él sintiera lo mismo porque yo ya era completamente adicta y tenía
que tenerlo un montón de veces más en un montón de sitios más.
Yo estaba las dos cosas. Estaba abatida, eufórica y muy, muy excitada. Por todo
ello, por los acercamientos a escondidas, por la ética al límite y por los golpes contra
el cristal a plena luz del día.
—¿Crees que alguien puede vernos?
Me pellizcó la oreja antes de responder.
—Si pueden, nadie puede saber lo que estamos haciendo. A menos que tengan
prismáticos.
149
Mi coño se apretó alrededor de él.
—Obviamente, estoy pretendiendo que alguien los tenga.
Dejó escapar un gruñido.
—Perfección. Maldita perfección.
Perfección. Eso es exactamente lo que era. Su velocidad, su ángulo, su
circunferencia, su longitud. La forma en que golpeó ese punto exacto. Cada uno. Y.
Cada. Cada vez. La forma en que me llamaba Tessa, y la forma en que sonreía cuando
me veía, y la forma en que sus ojos se iluminaban cuando se encontraban con los míos.
Debería haber asustado mi clímax al darme cuenta de que estaba pensando en él
a un nivel que iba más allá del sexo, pero eso parecía ser lo que lo provocaba. Me
atravesó como un tornado, retorciéndome las entrañas y haciéndome girar la cabeza y
enviando puntos que volaban a través de mi visión como escombros atrapados en la
tormenta.
—Sí, sí, sí —dijo Scott en voz baja mientras seguía penetrando en mi interior, y
el último “sí” se prolongó cuando su cuerpo se puso rígido y se desahogó
temblorosamente.
En realidad, pensé que era mi nombre al que se aferraba.
—Tessa, Tessa, Tessssssa. —Pero no quería reconocerlo. No cuando ya estaba
tan cerca de perder de vista lo que era esto entre nosotros, lo que tenía que ser para mí
por lo que seguramente era para él: sexo y nada más. Las palabras dulces no
cambiaron eso. La forma en que dijo mi nombre no cambió eso.
Se quedó dentro de mí mientras recuperaba el control de su respiración. Cuando
se retiró, me hizo girar inmediatamente para que me pusiera de frente a él, y me atrapó
cuando tropecé con los pantalones que me envolvían los tobillos. Una falda habría
sido más fácil, pero al menos esta vez no podría robarme las bragas.
No estaba segura de considerar eso una victoria.
—Cena conmigo mañana por la noche —dijo. Me besó antes de que pudiera
responder, con menos urgencia que antes pero igual de comprometido—. En mi casa.
A las siete. No digas que no.
Mi corazón se aceleró. Con la experiencia que tenía con los jugadores, era muy
consciente de que ahora era cuando tenía que cortar esto.
—De acuerdo, no diré que no.
Saber lo correcto y hacerlo eran dos cosas muy diferentes. 150

Entrecerró los ojos, como si no confiara en mí.


—Tampoco digas que tal vez. Di que estarás allí. Necesito que estés allí.
—Estaré allí. —Como si alguna vez hubiera dado otra respuesta.
—Buena chica. —Su sonrisa era victoriosa—. La próxima vez que te folle, será
en una cama.
M
e quedé en el umbral entre el salón de Scott y su balcón y me quedé
boquiabierta.
—Este es un jodido nido de amor.
Había pensado que su apartamento era de alta gama. Resultó
que ni siquiera había visto la mejor parte. El balcón se extendía a lo largo de su
apartamento con una puerta que salía de la zona principal y otra del dormitorio, y con
el tamaño y el mobiliario, básicamente añadía otro espacio vital funcional. Una mesa
de comedor redonda estaba colocada frente a una larga chimenea eléctrica rectangular,
que estaba encendida, por suerte, ya que la noche era fresca. Varias sillas de patio de
gran tamaño llenaban el espacio, la mayoría con otomanas, pero el verdadero centro
de atención era el sofá, que era lo suficientemente grande como para ser una cama.
Teniendo en cuenta que el balcón estaba completamente aislado de los vecinos 151

por ambos lados, no dudaba de que el sofá se había utilizado como tal. De todos
modos, así lo usaría si hubiera sido mío.
—No puedo decir si estás alabando o juzgando —dijo Scott, acercándose a mí.
No le diría que había una tercera opción que implicaba complicados
sentimientos de celos e indignidad.
—Tampoco. Estoy tratando de averiguar si esto es una llamada para sexo o una
cita.
—¿Hay alguna diferencia?
—Eso me dice todo lo que necesito saber. —Era lo que también necesitaba
recordar: Scott Sebastian no tenía citas. Tenía sexo. Mucho, mucho sexo, y lo hacía
muy bien, probablemente porque tenía mucha práctica.
Deseé que el recordatorio no me hiciera sentir tan mal.
Envolví el chal de encaje que había tomado prestado del armario de Kendra
alrededor del maxi de satén con estampado floral rosa (también prestado) y crucé
hacia la chimenea, esperando que pareciera que intentaba entrar en calor en lugar de
alejarme de él.
No era que quisiera alejarme de él en sí. Lo que quería era alejarme de mis
sentimientos cada vez más complejos hacia él y, por supuesto, no había ningún lugar
donde alejarme de ellos. Dondequiera que fuera, allí estaba y todo eso.
Y dondequiera que fuera, allí estaba él, guapo y sexy e inalcanzable. No tenía
que mirarlo para recordar cuánto de cada una de esas cualidades era él.
—Supongo que ahora es cuando debo dar mi discurso.
Me giré para mirarlo y levanté las dos cejas en señal de pregunta.
Lamentablemente, nunca había sido capaz de levantar una sola como lo hacía Tey.
—El discurso en el que explico que no me comprometo, que no me apego, que
todo esto es diversión por diversión, sin rencores, que es lo que soy.
Era una locura cómo podía hacer que el aspecto después del trabajo fuera tan
atractivo sin siquiera intentarlo. Su cabello estaba despeinado, su corbata
desaparecida, su camisa desabrochada en el cuello, sus manos metidas en los bolsillos
de manera informal.
Y sí, claro, está diciéndome que no me enamore de él. Debería prestarle
atención. 152

—Pero… —continuó, y luego se interrumpió.


—¿Pero te has dado cuenta de que ya sé todo eso por las circunstancias en las
que nos conocimos?
—Eso es. Iba a decirlo, pero me he dado cuenta de que no… quiero hacerlo.
Tuve que obligarme a respirar. Había tantas formas en las que podía insertar el
significado de esas palabras. También podía ser una frase bien practicada.
Lo más probable es que fuera lo segundo.
—Eso es terriblemente suave de tu parte.
—Esta vez estoy seguro de que no es un cumplido.
Aparté la mirada, incapaz de soportar la intensidad de su mirada.
—No sé lo que es. Una advertencia a mí para auto preservarme.
—No puedo culparte. Pero me gustaría que no te sintieras así.
Seguro que sabía cómo atraer mis ojos de nuevo hacia él. Esta vez lo estudié,
buscando cualquier signo de falta de sinceridad. Necesitaba una prueba para mostrar
mi corazón. Mira, mira, tonto, tú. Ha ensayado esto. No significa nada.
Cuando no encontré nada que confirmara lo que necesitaba, decidí que era el
momento de salir del terreno movedizo.
—Creo que tal vez no estoy preparada para conversaciones que hablen de
sentimientos. ¿Es vino lo que veo?
—Hay vino, sí. —Se movió para servirlo en las copas ya dispuestas en la mesa
que estaba adornada como si estuviéramos en un restaurante de cinco estrellas en vez
de en el balcón de su lujoso apartamento. Un largo mantel de color crema la cubría.
Había velas encendidas y el vino se enfriaba en un cubo con hielo. Platos cubiertos de
acero inoxidable adornaban el buffet lateral.
Varios platos, en realidad. ¿Esperaba más invitados?
Se anticipó a la pregunta.
—No pregunté por tus preferencias culinarias, así que hice que mi chef preparara
algunas cosas diferentes. —Me pasó mi copa de vino para que la suya quedara libre
para levantar las tapas de los distintos platos—. Berenjenas a la parmesana. Lasaña
boloñesa. Ensalada de la huerta, con semillas en lugar de picatostes, por si no te gusta
el gluten. Camarones a la parrilla. Caprese.
153
—¿Pensarás mal de mí si tomo un poco de cada uno?
—Pensaré mal de ti de cualquier manera.
—Eso espero. —Mi sonrisa creció sin previo aviso. Sentí que estaba revelando
demasiado, por alguna razón, así que dejé que se desvaneciera—. El italiano es uno
de mis favoritos. Has elegido bien.
Probablemente me lo estaba imaginando, pero sus mejillas parecían rosadas, y
de repente tuve la impresión de que normalmente no hacía esto por una mujer. Que
no tenía en cuenta sus gustos. Que pedía para sí mismo y/o para presumir.
Al menos, esa había sido mi experiencia con los jugadores con los que había
salido en el pasado. Nunca nadie había pensado tanto en servirme, no después de
haberse metido en mis bragas, al menos.
Era un pensamiento peligroso, uno en el que no debería pensar demasiado, así
que me concentré en mi vino y dirigí a Scott con lo que debía poner en mi plato.
La comida estaba para morirse, cada bocado era mejor que el anterior, lo cual
era sorprendente teniendo en cuenta lo sencillo que era el menú. Probablemente me
pasé diez minutos completos elogiando cada plato (de forma orgásmica, como señaló
Scott), sin tener que preocuparme por charlas triviales.
Pero luego mi entusiasmo por la comida disminuyó a medida que se me llenaba
la barriga y se hizo el silencio. No del tipo incómodo, sino del que invita a la
conversación.
—Háblame de ti, Tessa —dijo cuando el silencio empezó a prolongarse
demasiado.
Parpadeé horrorizada.
—Estoy teniendo repentinos recuerdos de todas las horribles citas de Match.com
en las que he estado. ¿Por qué preguntas algo tan banal?
—Intentaba diferenciar entre una cita y una llamada para tener sexo. Aunque,
debes aclarar, ¿todavía hay sexo involucrado en tu versión de una cita?
—Siempre que no implique iniciar una conversación genérica como hablarme
de ti.
Su risa hizo que se erizaran los vellos.
—Supongo que es obvio ahora que soy más hábil para conocer a las mujeres de
forma bíblica.
154
—Oh, era obvio antes.
Había potencial para convertir la charla en algo sucio a partir de ahí, y no me
habría importado en lo más mínimo.
En lugar de eso, Scott se volvió sombrío.
—Sin embargo, realmente quiero conocerte, Tessa. Intentaré mejor que sea lo
menos doloroso posible. —Pensó por un segundo—. ¿Qué es el diminutivo de Tess?
¿Theresa?
Ah, joder. Realmente estábamos haciendo esto. Se me ocurrió que la razón por
la que me gustaban los tipos de “ámalos y déjalos” era específicamente para no verme
obligada a hablar de mí misma.
Sin embargo, esta pregunta no era difícil.
—Terese.
—Terese Turani —lo dijo como si estuviera saboreando el sabor, de la misma
manera que yo había saboreado la berenjena a la parmesana—. ¿Hay un segundo
nombre?
—No. —Casi lo dejé ahí. Luego me reprendí. Si él iba a hacer el esfuerzo, yo
también podía—. Mi padre era iraní, y los segundos nombres no son una parte normal
de la cultura, y no creo que a mi madre le importara lo suficiente como para discutirlo.
Vi el momento en que encajó, la oh tan familiar comprensión de sí, por eso tengo
una vibración étnica sobre ella. Lo había tenido toda mi vida.
—Iraní —dijo cuando los puntos conectaron—. ¿Somâ Fârsi sohbat mekunid?
Eso sí que era nuevo. Normalmente, sólo otros morenos intentaban entablar el
idioma. Nunca uno de los blancos.
—No tengo ni idea de lo que acabas de decir, pero supongo que era farsi, y vaya,
eso fue extremadamente sexy.
—Te pregunté si hablas farsi, que es la única frase en persa que conozco. Siento
decepcionarle.
—¿Sabes otros idiomas?
—Español. Alemán. Algo de francés.
—Entonces sigue siendo extremadamente atractivo.
Su pie rodeó mi tobillo por debajo de la mesa, como si lo reclamara como suyo.
—¿Y tú?
—Oh, yo también soy extremadamente atractiva. 155

—No hace falta que me lo digas. —Sus ojos se dirigieron a mi pecho. Imaginé
que el vestido era más revelador en mí que en Kendra, ya que ella no era tan tetona
como yo. Lo había elegido exactamente por esa razón.
El calor detrás de su mirada decía que Scott lo aprobaba.
—Pero me refería a los idiomas. —Aparentemente no lo aprobaba lo suficiente
como para abandonar el diálogo de “conocerte”.
Decidí que era hora de cambiar el escenario.
Colocando mi servilleta de tela encima de mi plato, me puse de pie con mi copa
de vino y me dirigí hacia el sofá/cama.
—Hablo inglés, obviamente, y no soy la mejor en español, pero no soy ni de
lejos capaz de conversar en él.
Como esperaba, me siguió.
—Podríamos practicar.
—No si quieres echar un polvo.
—Nada de español entonces.
Sonreí triunfante, luego me senté y me acomodé en lo que esperaba fuera una
pose atractiva. La seducción no había sido necesaria hasta ahora con Scott. Me
resultaba un poco extraño tener que intentarlo.
No tenía por qué preocuparme. Se estiró en el lugar que yo quería, justo a mi
lado, apoyándose en su costado, con todo su cuerpo inclinado hacia mí.
Hubiera pensado que la nueva disposición de los asientos habría acabado con
toda conversación seria. Me equivoqué.
—¿Así que tu padre era iraní, pero tú no hablas nada de farsi, no tienes una buena
relación con papá?
Tomé un sorbo de cabernet para tener tiempo de decidir cómo responder. No
tenía que responder. Podía distraerlo.
Extrañamente, cuando había tragado, descubrí que quería hablar de ello.
—Él y mi madre nunca se casaron. Hicieron una especie de ley común durante
un minuto, pero rompieron cuando tenía cuatro años. Aparte de enviar la manutención
de los niños, nunca fue el mejor en seguir involucrado después de eso, y luego cuando
se casó más tarde fue como si la cuerda se cortara por completo. Como si se tratara de 156
un acuerdo de tipo “o” y “e”. Como si tuviera que elegir entre ella y yo, y la eligiera
a ella. No he vuelto a hablar con él desde entonces. Creo que tenía doce años.
—Lo siento. Debió ser duro para ti.
Me encogí de hombros como si no hubiera dolido tanto. Como si no siguiera
doliendo.
—Mi madre se casó el año antes de que me graduara en el instituto. Un poco
tarde para una figura paterna, pero es un buen hombre. Cumple el papel bastante bien.
Me arrepentí tan pronto como lo dije. No porque no fuera cierto: Bruce era un
buen hombre y, a todos los efectos, cumplía el papel de lo que imaginaba que debía
ser un padre. Me había enseñado a cambiar una rueda y a cuadrar una chequera. Dio
el discurso de “respeta a mi chica” a mi cita del baile.
Pero eso no era toda la verdad. Había sido duro para mí ser una amiga sin padre
que tenía que ir a los bailes de papá e hija, sintiendo siempre que, independientemente
de lo que hiciera o lograra, había fracasado en mantener el interés del único hombre
que debería haber sido más fácil de conquistar.
También había sido duro estar inextricablemente ligada a una cultura de la que
no sabía absolutamente nada. Claro que podría haber aprendido sobre Irán por mi
cuenta, pero eso no era lo mismo que aprender de alguien que lo vivía.
Por alguna razón, quería compartir más, y elegí eso para ampliarlo, ya que era
lo más fácil de admitir.
—Habría estado bien tener a alguien con quien hablar de las experiencias que
conlleva tener un nombre persa y una coloración persa. Alguien que pudiera
relacionarse, quiero decir. Por ejemplo, me sacan de todas las colas de seguridad de
los aeropuertos para un cacheo “aleatorio”. Y cada vez que alguien escucha Turani
tiene que preguntar por mi etnia. Lo que también es raro porque soy blanca, ¿no? Pero
también soy “otra”, y no hay ninguna casilla para marcarlo en ninguno de los
formularios, así que ¿dónde me deja eso? Inconvenientes menores. No me quejo de
que me traten injustamente. Sólo que estaría bien tener a alguien en mi vida que
tuviera las mismas experiencias.
Negué con la cabeza, dándome cuenta del fallo en el deseo.
—Por supuesto, mi padre nació y creció en Irán, es mucho más oscuro que yo,
tiene el acento y practica la cultura. Probablemente sus experiencias no se parezcan
en nada a las mías.
—Pero sería bueno saberlo.
157
—Supongo que sería bueno conocerlo y punto.
Scott pasó su mano perezosamente por mi torso, sobre mis caderas hasta mis
muslos y de vuelta.
—No lo sé. Si se parece en algo a mi padre, tal vez sea mejor no conocerlo.
—No conocer a tu padre significaría no conocer esta vida.
—Probablemente valdría la pena el intercambio.
Su tacto me distrajo, pero no tanto como para no darme cuenta de que buscaba
simpatía. Ahora esto era como los jugadores que había conocido antes.
—¿El chico blanco y rico está presumiendo de su vida de blanco y rico?
—Oye, eso es un poco injusto. —Su mano detuvo su viaje, pero se posó en mi
cadera, así que no me importó demasiado—. Reconozco que soy un privilegiado, sí.
Eso no significa que todos los días sean aviones y champán. No tengo todo lo que
quiero. Tengo obligaciones que se sienten opresivas.
—¿Como por ejemplo? —Era difícil creer que realmente conociera la opresión.
Los atisbos que había tenido de la vida de Kendra parecían mostrar que el dinero podía
no comprarlo todo, pero seguro que compraba libertad.
Ni siquiera tenía que pensar en ello.
—Mi trabajo, por ejemplo. Si hubiera querido ser médico, abogado o artista, me
habrían repudiado. La única opción para mí era dedicarme al negocio familiar. Mi
camino está trazado desde el día en que nací, esté o no de acuerdo. SIC es la fuente
de todo el dinero que espero heredar, y eso significa que tengo que “dedicar tiempo”,
según mi padre. Así que aquí estoy, vicepresidente de imagen y divulgación, que no
era mi primera opción. Ni siquiera mi décima opción. Pero es mi título porque las
relaciones públicas es donde mi padre me quería, así que ahora estoy atrapado ahí
hasta que él decida que soy digno de algo mejor.
Podía ver que sería difícil abandonar el estilo de vida al que se había
acostumbrado, pero si lo hacía, probablemente seguiría estando mejor que la mayoría
de la gente que conocía. En otras palabras, todavía podía elegir.
Sin embargo, tenía la sensación de que sacar ese tema sería demasiado
conflictivo para una primera cita, y definitivamente estaba fuera de los límites de
cualquier llamada para tener sexo.
Elegí otro aspecto de su discurso para comentarlo.
—Cuidado. Mi título es de relaciones públicas.
158
Sus ojos se abrieron de par en par como si se diera cuenta de algo que no había
hecho antes.
—Eso de repente tiene sentido. —Pareció guardar ese pensamiento y cambió de
tema—. Mi título es en negocios, y no estoy descartando las relaciones públicas como
una carrera. Tal vez incluso lo disfrutaría en otra situación. Una cosa es vender una
empresa o un producto que puede aportar algo bueno al mundo o facilitar la vida o
proporcionar entretenimiento. Otra cosa es tener que convencer a la gente de que el
hombre que está detrás de la empresa no es una completa mierda, en contra de la
evidencia.
Eso sí que sonaba asqueroso, y se me ocurrió que su vida podría ser más
complicada de lo que yo le daba crédito.
—Tengo la suerte de poder vender cosas en las que creo, supongo.
—La tienes.
Su mano comenzó a recorrerla de nuevo, de arriba abajo, haciendo que la piel
de gallina se dispersara por mis brazos. Sus ojos se dirigieron a mis pechos. A mis
labios. Los humedecí con anticipación.
Entonces, justo cuando pensé que se inclinaría hacia mí, me aparté.
—¿Qué quieres decir con que tiene sentido que esté en Relaciones Públicas?
—Trabajas con Kendra. Ella tiene el mismo título.
La mención de mi jefa hizo que mi cuerpo se tensara. Tomé el resto de mi vino
y me retorcí para dejar la copa en el suelo. Y para no tener que mirarlo cuando
respondiera.
—Sí. Así es como nos conocimos, en realidad. En Georgetown. Estábamos en
la misma clase.
—Impresionante. Me vi obligado a ir a Columbia ya que papá insistió en que
pudiera hacer prácticas para él al mismo tiempo.
Eso hizo que echara la cabeza hacia atrás para poder lanzarle una mirada
incrédula.
—¿Ahora estás llorando por Columbia?
—No me estoy quejando por nada. Te estoy contando mi vida.
—Justo, justo.
—¿Así que conociste a Kendra en la escuela y así acabaste trabajando con ella?
Sentía picazón en la piel y estaba inquieta. Quería ponerme de pie y alejarme,
159
del tema, de la ansiedad de mis falsedades, de la vulnerabilidad de compartir. Pero
como antes, sabía que no eran cosas de las que pudiera escapar.
Así que me detuve.
—Primero fuimos amigas —dije con cuidado—. Teyana también. Las tres
fuimos uña y carne todo el tiempo que estuvimos allí. Así que después de la
universidad, cuando estaba desesperada por un trabajo y Conscience Connect estaba
en marcha, Kendra me ofreció un puesto. Creo que fue su forma de demostrar que le
importaba.
—Es muy de Montgomery tirar el dinero en lugar de los sentimientos.
—He aprendido eso de ella. —Había usado esa excusa para justificar sus
acciones una y otra vez. Ella sabía cómo escribir un cheque. No sabía cómo amar de
verdad. Su corazón estaba en el lugar correcto, sólo que no sabía cómo mostrarlo.
A veces me culpaba por eso. Pensé que podría cambiar eso de ella de alguna
manera.
—¿Supongo que ya no son cercanas?
—Las relaciones comerciales cambian las cosas —dije.
—No siempre, pero sí. A veces lo hacen.
Era una invitación a decir más, y una parte de mí quería incluso, pero no podía
entrar en eso con Scott. Tendría que explicarle mi verdadera relación con Kendra,
confesarle que sólo era su chica de los recados y no alguien en quien confiara para
compartir el trabajo real. El hecho de hablar de ella ya era peligroso, especialmente
cuando tenía tan poco que contar sobre su propia relación con ella.
Mi ceño se frunció.
—¿Qué hay de ti? ¿Qué tan bien conoces a Kendra?
—Uh. —Su mano cayó de mi cadera, haciéndolo sentir como si se hubiera
alejado un millón de kilómetros. Se la pasó por el cabello—. Nuestros padres son…
amigos. No parece la palabra adecuada teniendo en cuenta lo superficiales que son
sus interacciones, pero creo que es así como etiquetarían la relación.
—¿Y tu relación con Kendra también es superficial?
—No es lo que yo llamaría una relación en absoluto, sinceramente. —Se
mostraba evasivo, sus ojos cambiaban a todas partes.
La verdad era evidente, pero tenía que saberlo de una vez por todas.
—¿Te acostaste con ella? 160

Una sonrisa culpable apareció en su rostro.


—Me la he follado. Sí.
—Me lo imaginaba. —De repente agradecí que la separación de Kendra entre
trabajos y hombres fuera en ambos sentidos, de lo contrario me preocuparía que
supiera más de mí y de mi posición en Conscience Connect de lo que dejaba entrever.
En realidad, aunque Kendra fuera menos compartimentada, probablemente no
me preocuparía tanto porque estaba demasiado preocupada por el hecho de que Scott
sí se había follado a mi jefe. Que Kendra se había desnudado con él antes que yo. Que,
como siempre, ella fue la primera en hacerlo y yo me quedé con las sobras.
No es que ninguna de mis interacciones con Scott pudiera equipararse a las
sobras.
—¿Te molesta? —Sus ojos brillaron, como si la pregunta le pareciera divertida.
No estaba segura de haberla entendido exactamente.
—¿Molestar?
—Pensé que sería más fácil admitir que te molesta que te da celos.
Me picó porque fue muy acertado. Odiaba que pudiera verme con tanta claridad.
Así que, por supuesto, me desvié.
—Realmente piensas mucho de ti mismo, ¿no?
—Creo que en realidad es una indicación de lo que pienso de ti. Lo que espero
de ti. —Su mano estaba de vuelta, sólo un dedo esta vez, trazando a lo largo de la
correa de mi vestido, enviando un escalofrío por mi columna vertebral.
¿Cómo podía resistirme cuando me tocaba?
—Estoy un poco celosa.
—Bien. Me alegro.
Quería preguntarle más sobre su relación de mierda/no relación con Kendra
(cuánto tiempo había durado, cuándo terminó, quién había roto con quién) pero
tampoco quería saberlo.
Además, no importaba en ese momento porque ella estaba quién sabe dónde,
metida en sí misma mientras yo estaba aquí, con Scott metido en mí.
—No quiero hablar más de Kendra —dije, inclinándome.
—Espero que no quieras hablar en absoluto.
161
—No quiero. —Pero mis palabras se perdieron ante la deliciosa presión de su
beso.
L
os besos se convirtieron en algo más que besos bastante rápido, como
era de esperar teniendo en cuenta nuestra trayectoria. Aun así, no era tan
urgente como de costumbre, lo que tenía sentido ya que no estábamos
en un coche ni en una oficina ni en una sala de conferencias. Sabíamos que había
tiempo, así que lo único que nos apremiaba era nuestra necesidad, y la necesidad ahora
era tanto para explorar como para llegar al clímax.
Aunque se convirtió en algo más que besos —las manos se movían, las caderas
se movían—, los besos no cesaron. En realidad, no nos habíamos besado mucho antes,
y él parecía tan poco dispuesto a precipitarse como yo. Permaneció en mi boca, con
su lengua entrando y saliendo a un ritmo lánguido, provocándome con promesas de
cómo pensaba tratarme con su polla. Cómo pretendía follarme lentamente y bien y a
fondo.
162
Cuando finalmente se apartó de mis labios, me besó en otras partes, en la cara,
en el cuello, en la clavícula, no sólo probando sino saboreando cada parte de mi
cuerpo. Me encontré dividida entre intentar aprenderlo también y simplemente
disfrutar de lo que me estaba haciendo. Al principio luché por hacer ambas cosas,
mordisqueando a escondidas su oreja y echando la cabeza hacia atrás, extasiada,
cuando su mano acariciaba mi pecho. Descubrí que le gustaba mucho que le mordiera
el cuello y le dejé ver lo mucho que me gustaba a mí.
Pronto me sentí demasiado abrumada por las sensaciones como para
concentrarme en dar lo mejor de mí misma, y me entregué a ser total y completamente
devorada.
—Me muero por verlas —dijo después de chuparme el pezón hasta dejarlo
marcado bajo el vestido de seda. Había tenido que ir sin sujetador debido a la espalda
descubierta, lo que casi me había hecho cambiar de opinión sobre el uso de ese
conjunto. Ahora me alegraba, ya que sabía que la capa de tela añadida habría
disminuido este momento en particular.
Aunque, por supuesto, siempre podría perder el vestido por completo.
Pero todavía no. No estaba dispuesta a moverme de este lugar para que eso
ocurriera, y había que admitir que estaba ávida de la misma atención en el otro pecho.
—Ya los has visto —le recordé. Me giré ligeramente, ofreciéndoselo a la boca,
una invitación que aceptó de inmediato—. La última vez me desperté desnuda en tu
cama, y no creo que fuera yo quien me desnudara.
—Mm. —El zumbido del sonido vibró contra mi pecho, disparando chispas de
éxtasis a mi coño. Persistió con su chupada durante tanto tiempo que casi olvidé lo
que habíamos estado hablando cuando volvió a hablar—. Mantuve los ojos cerrados.
Me reí.
—No lo hiciste.
—Puede que me haya asomado. —Apretó sus dientes alrededor de mi pezón y
tiró, convirtiendo mi risa en un jadeo de placer—. Definitivamente no hay tiempo
suficiente para apreciarlos de verdad. Me estoy volviendo loco imaginándolas
desnudas y preparadas así.
—Entonces quizá deberías hacer algo al respecto. —Empecé a girar para que
pudiera acceder a la cremallera de la parte baja de mi espalda, pero me detuvo.
—Aunque estoy totalmente de acuerdo con tu estima por el exhibicionismo,
tengo que insistir en que las guardes aquí fuera. Tenemos privacidad en su mayor 163
parte, pero ha habido alguna toma ocasional de los paparazzi. —Su boca se movió
hacia el sur, merodeando mi ombligo cuando lo encontró.
La amenaza de los paparazzi me sacó momentáneamente de la zona al
recordarme lo diferentes que eran nuestros mundos. Kendra tenía un balcón ostentoso,
y ni siquiera ella era de la clase de dinero que le impedía tomar el sol desnuda.
Pero fue un pequeño momento de distracción. Porque la amenaza de los
paparazzi era algo excitante. Definitivamente no quería que me fotografiaran por todo
el mundo con mis partes al aire, pero pensar que potencialmente nos estaban
observando… Hacía tanto calor en su balcón como en la ventana de su edificio de
oficinas.
Me hice a la idea en mi cabeza.
—¿Así que quieres verme desnuda, pero te resistes a arrancarme la ropa por la
necesidad de protegerme? —No importaba que yo fuera una mujer que podía cuidarse
a sí misma: siempre me excitaría que un hombre defendiera mi honor—. ¿Algo así?
—Exactamente así.
Gemí, los detalles de esta fantasía aumentaban mi necesidad.
—Lo sé, Tessa. Voy a cuidar de ti.
Dios, era como si pudiera leer mi mente.
Bajó, bloqueando con su cabeza la vista de cualquier posible espectador,
mientras me subía el vestido por la cintura.
—Una vez más, sin bragas ni sujetador. Parece que te gusta ponérmelo fácil.
—Prefiero no aumentar tu colección de ropa interior femenina.
Frotó su nariz por mi hendidura, inhalando mientras lo hacía.
—No colecciono ropa interior de mujer.
Hice un sonido que era mitad incredulidad y mitad ohmiDios, ohmiDios porque
era muy obvio que coleccionaba ropa interior de mujer, pero era difícil discutir algo
con él cuando su lengua estaba haciendo eso en mi agujero.
De todos modos, pareció discernir mi incredulidad.
—No lo hago. Colecciono tu ropa interior. Eso es todo.
Esta afirmación era aún más increíble que la anterior, y me apoyé en los codos,
dispuesta a rebatirla. Definitivamente, no era el tipo de comentario que podía dejar
sin comentar. Era un jugador. Lo sabía desde el principio. Me pareció bien. No me
164
parecería bien si él pretendiera que esto entre nosotros fuera algo distinto de lo que
era.
En realidad, podría no estar bien al final incluso si él reconociera la verdad de la
situación, pero eso dependía de mí, no de él, y la única oportunidad que tenía de no
quedar completamente destrozada por él era si seguía siendo lo más transparente
posible.
Pero ahora su dedo trazaba el borde de mi coño y su lengua me acariciaba el
clítoris, y hablar no era una opción, y mucho menos reprender.
Sin prisa, me excitó, chupando y lamiendo alternativamente mi hinchado brote
de nervios mientras su dedo entraba y salía de mi agujero. Pronto fueron dos dedos,
empujando más adentro, frotando el punto sensible dentro de mí, todo tan
agonizantemente lento que el aumento de la tensión se sentía como subir una montaña.
Sentía que me acercaba, que aumentaba el latido de mi coño y que mis muslos
empezaban a temblar, que mi orgasmo se acercaba sigilosamente a la cima.
Justo cuando pensé que me iba a correr, él se retiró.
—Pensé que había imaginado lo bien que sabía tu coño. Pero no lo hice.
—Creo que eso es un cumplido, así que gracias. ¿Podrías volver a saborearlo
ahora?
Se rio cuando moví mis caderas hacia su boca, pero hizo lo que le pedí y volvió
a trabajar. Prácticamente estaba empezando de nuevo. La breve interrupción me había
devuelto al punto cero. Afortunadamente, esta vez me lamió con más ganas, lo que
ayudó a que la tensión aumentara más rápido.
Pero al igual que antes, justo cuando estaba a punto de pasar al límite, se detuvo
para mirarme. Y con una sonrisa que decía que su tortura era intencionada.
—¿Qué estás haciendo? —Pude oír el tono frenético de mi voz.
En comparación, la suya era despreocupada.
—Provocándote.
Sopló suavemente sobre mi coño mojado, enviando una ronda de descargas a
través de mi cuerpo. No pude soportarlo. Era demasiado. O no era suficiente. Era
demasiado, no era suficiente.
Me zafé de sus brazos, me puse en pie y me dirigí a su dormitorio, recogiendo
los zapatos que me había quitado antes por el camino. A pocos pasos de la puerta, me
detuve para alcanzar mi espalda y bajar la cremallera del vestido, dándole una buena
vista de mi trasero. Volteé la cabeza por encima del hombro para asegurarme de que 165
me estaba mirando.
Lo estaba.
—¿Qué estás haciendo? —me preguntó, con un tono de voz más agudo.
—Provocándote —dije, y luego abrí la puerta corrediza de su dormitorio, que
había quedado oculta tras las cortinas de oscurecimiento la última vez que había
estado allí, y entré.
Debió de salir corriendo porque estaba justo detrás de mí cuando me di la vuelta.
Dejando caer mis zapatos, le eché los brazos al cuello y acerqué su boca a la mía. Sus
manos rodearon mi cintura y se deslizaron por la cremallera abierta de mi vestido. Me
agarró el culo y me acercó a él para que pudiera sentir la columna de carne de acero
que sobresalía en mi vientre.
Estaba preparada para tener eso dentro de mí. Más que lista. Su atención en la
parte inferior me había dejado el coño dolorido y vacío y desesperado por ser llenado
con la cosa real.
Pero tan ansiosa como estaba por tenerlo empujando dentro de mí, de repente
me di cuenta de que me moría por verlo. Me había familiarizado con su polla, no sólo
por las veces que me había follado el coño, sino también por la vez que me había
follado la boca, pero salvo el único vistazo que había tenido cuando intenté
escabullirme de su apartamento la primera vez, seguía siendo una desconocida para
el resto del cuerpo que mantenía oculto bajo unos trajes bien ajustados.
Con la intención de remediarlo, comencé a trabajar en los botones de su camisa.
Sólo conseguí abrir un par de ellos antes de que me agarrara las manos para
detenerme.
—Quiero verte. —La desesperación hizo que sonara casi como un gemido.
Me besó, como si eso fuera a apaciguar el deseo de ver y tocar y lamer y
reclamar.
—Lo harás. Pero me porté tan bien la última vez que estuviste aquí que creo que
merezco verte primero.
No estaba segura de que eso fuera muy lógico. Él había mirado a escondidas y
yo no había llegado a verlo en absoluto. ¿No debería ser mi turno para ver algunos
bienes? Parecía justo.
Por otro lado, la forma en que me miraba, como si apenas se contuviera, como
si fuera a devorarme tanto si le obedecía como si no, me hizo perder abruptamente
toda preocupación por lo que era justo. 166

—Si tienes tantas ganas de ver, supongo que será mejor que te lo enseñe. —Lo
empujé hacia la cama—. Siéntate.
Parecía no estar tan interesado en dejarme dirigir las cosas, pero hizo lo que le
dije, desabrochando los botones de sus puños mientras se sentaba.
—Estoy esperando.
Retrocedí un paso para que pudiera verme con claridad, y luego me quité un
tirante del hombro y luego el otro, dejando que el vestido cayera al suelo. Dejándome
completamente desnuda.
Sólo después de haber hecho tanto alboroto al desnudarme, recordé que no era
una persona tan atrevida. Ciertamente no estaba tan segura de mi cuerpo.
Especialmente estando completamente desnuda.
Pero Scott Sebastian tenía una manera de hacerme sentir deseada, sin necesidad
de cambios, exactamente como era.
Obviamente —exactamente como era— no era la persona que Scott suponía que
era, pero no iba a pensar en eso por el momento.
En cambio, me centré en su mirada, llena de hambre, tan desnuda como yo. Sus
ojos se tomaron su tiempo, recorriendo cada centímetro de mi cuerpo, deteniéndose
en las puntas de mis pechos, en la hinchazón de mis caderas, en la curva de mis
muslos.
Se aclaró la garganta.
—Ha merecido la pena esperar. —Su voz era ronca mientras acariciaba con la
palma de la mano el bulto de sus pantalones—. Ven aquí.
Me acerqué a la abertura entre sus rodillas. Sus manos agarraron mis caderas y
me acercaron para que pudiera enterrar su cara en mis pechos.
—Podría chuparlos toda la noche.
—Mientras estés desnudo cuando lo hagas, no veo ningún problema en ello.
Estaba demasiado ocupado tocando y lamiendo y explorando como para
responder, y cuando hablaba, era para alabar y halagar y hablar sucio de mi cuerpo.
Así que me encargué de desnudarlo.
Mientras me mordía la parte inferior del pecho, volví a desabrocharle la camisa.
Sorprendentemente, él cooperó, cediendo su agarre sobre mí con una mano a la vez
para poder sacar sus brazos. La camisa cayó abierta sobre la cama, revelando destellos
167
de planos duros y músculos tonificados. Era difícil conseguir la vista que quería
cuando él seguía tan entregado a adorarme.
Me decidí por otra táctica.
—Necesito esto dentro de mí —dije, frotando su polla a través de los
pantalones—. Por favor, Scott. Te deseo tanto que me duele.
Entonces me subí a su regazo, poniéndome a horcajadas sobre él para que mi
coño presionara su longitud. Me balanceé hacia adelante y hacia atrás, la sensación de
su calor y su dureza me distrajo de mi deseo de verlo desnudo. Realmente lo
necesitaba dentro de mí. Realmente me dolía.
En mi siguiente balanceo hacia atrás, sus manos se dirigieron a mi cintura y me
detuvieron. Seguí su mirada hasta la mancha húmeda que había dejado en sus
pantalones.
—Mira lo que has hecho. Joder, Tessa, eso es candente.
Sí. Era realmente, jodidamente candente.
Bruscamente, me sacó de su regazo y me llevó a la cama. Me escabullí más
arriba en el colchón, manteniendo mis ojos clavados en él mientras se quitaba los
zapatos y se quitaba los pantalones y los calzoncillos al mismo tiempo.
Luego se quedó allí. Se quedó allí, con la polla en la mano, bombeándola de un
lado a otro mientras me devoraba una vez más con su mirada.
Y finalmente, yo también lo devoré a él.
Dios, era una obra de arte. No podría ser más perfecto si hubiera sido cincelado
en arcilla. Su pecho estaba inmaculadamente esculpido. Tenía esa cosa en V en las
caderas, y nunca había comprendido del todo lo que era un six-pack hasta que lo vi
ahora. Sus piernas no se quedaban atrás. Era largo y delgado, sus muslos eran fuertes
y tonificados. Evidentemente, hacía ejercicio. Y comía bien. Dos cosas que apenas
me tomaba el tiempo de incorporar en mi vida, lo que me hacía sentir un poco culpable
en el momento, pero sobre todo muy afortunada. Y no estaba en forma de
fisicoculturista con músculos que parecían esforzarse demasiado. Parecían más bien
músculos ganados por llevar una vida activa.
Teniendo en cuenta que sabía que Scott pasaba la mayor parte del día detrás de
un escritorio, definitivamente había tenido que ir al gimnasio para conseguir ese
aspecto. Quienquiera que fuera su entrenador, esperaba que le pagaran bien porque,
joder, se lo merecía.
Lo que me llevó a sentirme culpable porque yo no lo merecía. Le había mentido, 168

¿verdad? Al menos había omitido información sobre mi puesto en Conscience


Connect. Le había hecho creer que tenía una autoridad que no tenía. No me merecía
esta cosa buena. No merecía ver su glorioso cuerpo. No merecía obtener placer de esa
fantástica polla. No merecía tener mis bragas en su colección, una colección llena sólo
de mis bragas, de las de nadie más, si es que eso se podía creer, y por supuesto como
la jodida idiota que era, lo creí estúpidamente.
Lo merezca o no, estaba aquí, y no iba a salir.
No, lo que estaba a punto de ser era jodida.
Mientras yo estaba mirando, Scott había sacado un condón de su mesita de noche
y lo había abierto con los dientes. Sin apartar los ojos de mí, lo desenrolló sobre su
polla.
—¿Estás lista para mí, Tessa? ¿Lista para que te folle en la cama?
Definitivamente estaba preparada para la follada.
Pero no creía estar preparada para él en absoluto. No estaba preparada para
ninguna de las formas en que Scott Sebastian me estaba cambiando ni para ninguno
de los sentimientos que me estaba haciendo sentir.
Como a él no le importaba lo que pasaba por mi cabeza, y definitivamente no lo
que pasaba por mi corazón, respondí con un:
—Sí. Estoy lista.
Ser follada en una cama por Scott no era muy diferente a ser follada en su oficina
o en su sala de conferencias. Y era completamente diferente al mismo tiempo. Él
seguía sintiendo lo mismo dentro de mí. Seguía moviéndose a un ritmo agotador.
Seguía diciendo palabras sucias mientras me separaba con su magistral polla.
Pero también prestó más atención a las partes de mi anatomía que antes había
descuidado. Sus manos y su boca estaban por todas partes. Y aunque sus embestidas
eran rápidas, la totalidad del acto no era rápida en absoluto. El hombre tenía
resistencia y sabía cómo moverse —cómo moverme— para llegar a nuevos lugares
dentro de mí, algunos de los cuales no sabía que existían antes.
También estaba más ocupado con mis reacciones que durante nuestros rapiditos.
Más centrado en cómo me sentía. Siempre me había hecho venir, por supuesto, pero
esto era más que un simple orgasmo.
—¿Cómo me siento ahí? —preguntaba ahora—. ¿Cómo se siente esto? ¿Te hace
169
sentir bien? ¿Esto te hace sentir mejor?
Sus preguntas no sólo se referían a cómo me golpeaba su polla, sino también a
cómo se sentían otras cosas. Quería saber si prefería que me chupara o me mordiera
el pecho. Si me sentía bien cuando me pellizcaba el clítoris. Si me gustaba que me
azotara el culo. Como si estuviera aprendiendo para más adelante. Como si tuviera la
intención de que esto continuara.
Así no era el sexo con los jugadores en el pasado. Vivir el momento era el lema
habitual. Sentirse bien ahora. No hay razón para descubrir las preferencias de una
persona si no planeas follarla durante mucho tiempo.
Este hombre… Este hombre estaba haciendo un verdadero número en mi cabeza.
Incontables orgasmos después, incluyendo dos para Scott, me derrumbé en la
cama mientras él desaparecía en el baño para limpiarse. Me quedé sin huesos y sin
fuerzas. Juré que cada músculo de mi cuerpo había sido utilizado. Si cerraba los ojos,
sabía que me quedaría dormida en un santiamén.
Estar despierta significaba que mi cerebro estaba despierto. Con la euforia
desapareciendo y la lujuria saciada, empecé a pensar cosas que no debía pensar.
Empecé a atribuir un significado donde probablemente no lo había. Claramente, Scott
me deseaba tanto como yo a él. La química era innegable, pero ¿era posible que
hubiera más? ¿Quería él que hubiera más? ¿Ya había más?
Volvió del baño con una toallita y me limpió muy suavemente, otro gesto que
me hizo revolotear con la posibilidad de más. Este era el acto de un amante, no de un
jugador. ¿Qué significaba?
Cuando terminó, puso una rodilla en la cama y me besó, luego me puso de pie.
Esto era más bien así. Ahora era cuando me daría el discurso de me lo he pasado bien,
ahora aquí tienes dinero para un taxi.
En cambio, me rodeó con sus brazos.
—Me gustaría mucho que te quedaras esta noche.
—Bueno, estaba medio dormida cuando me sacaste de la cama.
—Para poder meterte debajo de las sábanas antes de que te desmayaras por
completo.
—Oh. —Que la realidad resultara agradablemente diferente a mis expectativas
no era algo a lo que estuviera acostumbrada—. De acuerdo. Me quedaré.
—Bien. —Apartó el edredón y lo levantó para que me metiera dentro. Luego
apagó la luz y se deslizó junto a mí, acurrucándome por detrás.
170
Ahora, con las luces apagadas y sus brazos alrededor de mí, era más difícil
permanecer con los pies en la tierra. Era más difícil no creer que yo podía significar
algo para él, que ya podía significar algo para él; más allá de una cosa divertida para
hacer un viernes por la noche, eso era.
—¿Scott? —No había hablado fuerte, pero mi voz se sentía grande en la
oscuridad—. ¿Por qué no quisiste darme la charla antes? ¿El “no te encariñes, esto es
sólo por diversión”? —Realmente necesitaba escucharlo en ese momento.
Hizo una pausa tan larga que pensé que se había quedado dormido. Yo también
estaba muy cerca del sueño.
—Creo que… —dijo finalmente, mis ojos se abrieron de golpe. Se hizo el
silencio. Luego—: Me gustas mucho, mucho, Tessa Turani.
En ese momento dejé de preocuparme por si perdía mi corazón por culpa de ese
tipo.
Me di cuenta de que ya lo había hecho.
—E
stás despierta. —Scott me observó desde la puerta de su
dormitorio. No llevaba nada más que una sudadera, pero si
me preguntabas a mí, estaba totalmente sobrevestido.
—Apenas. —Me senté con un bostezo. Mi cuerpo se sentía como si pudiera
necesitar otro par de horas, pero mi alma se sentía descansada—. Podría estar mejor
si ese es café lo que tienes en la mano y si me dejas robar un poco.
Se acercó a mí, con la mano extendida.
—Es para ti. Y aquí tienes tu teléfono. No paraba de sonar mientras molía los
granos.
Puse el teléfono en la cama a mi lado sin mirarlo. El olor del café recién tostado
era lo único en lo que podía pensar en ese momento. Bueno, en eso y en el hombre
171
demasiado perfectamente esculpido para ser real que estaba sentado en el borde de la
cama a mi lado.
—Como a mí me gusta —dije después de dar el primer sorbo. Posiblemente me
atrevería a decir que era la mejor taza de café que había tomado nunca, pero aunque
era una mezcla condenadamente buena, adulterada a mi gusto, la "mejor" parte podría
haber tenido más que ver con Scott.
—Una de crema, dos de azúcar. Presto atención.
Estaba impresionada. Y halagada. También un poco sospechosa. ¿Qué clase de
tipo presta atención a las preferencias de café de una chica? El tipo de hombre que
sabía usar esa información para hacer malas acciones, era quién. Esos eran siempre
los hombres que seguían adelante rápidamente.
Me sentía demasiado bien como para preocuparme por eso en este momento.
—Estoy sorprendida. Siempre estabas tan enfrascado en tu teléfono en esas
reuniones… bueno, aparte de las veces que me estabas interrogando. Me preguntaba
si tenías una adicción a Clash of Clans.
—Principalmente negociaba con acciones. Un poco de juego para no pensar en
las ganas que tenía de desnudarte y tumbarte en la mesa de la sala de conferencias.
Así que no había sido la única con esas fantasías.
La sonrisa que le dediqué debió de decirle lo que estaba pensando, porque me
quitó la taza de la mano, la puso en la mesilla de noche y se inclinó hacia mí.
Me incliné hacia otro lado.
—Tengo aliento matutino.
—No me importa.
Tampoco me había importado cuando me despertó en medio de la noche para
una segunda ronda. Ni tampoco me importó cuando la tercera ronda se produjo esa
misma mañana, cuando el sol entraba por la ventana y él se había levantado para cerrar
las cortinas.
Eh. Bien. Tampoco me importaría ahora.
—Sabes a café —dijo después de un beso que hizo que se me agitara la sangre.
—Sabes a coño.
Sonrió contra mi boca y luego se dedicó a tirar de la sábana hacia abajo para
exponer mis pechos. Luego mi vientre. Luego todo mi cuerpo.
Resistí el impulso de hacerme un ovillo y esconderme, y en lugar de eso alimenté
172
su mirada hambrienta estirándome y ofreciéndole un espectáculo, con mis músculos
bien usados protestando al hacerlo.
—Tenías razón cuando dijiste que sabría si habíamos tenido sexo.
—¿Es eso cierto? —Pasó su lengua alrededor de un pezón en punta, y luego bajó
más.
—Definitivamente me siento follada.
Su sonrisa arrogante decía que se sentía más que satisfecho por ese hecho, y
teniendo en cuenta que acompañó esa sonrisa lamiendo su lengua alrededor del
capullo entre mis piernas, tuve la sensación de que estaba cerca de ser follada de
nuevo.
Mi teléfono sonó desde el colchón junto a nosotros, recordándome su presencia.
Sinceramente, me sorprendió que no estuviera muerto. Lo tomé para llevarlo a la
mesita de noche, mirándolo, y entonces me di cuenta de que me habían jodido de una
manera totalmente diferente.
Entre la plétora de mensajes de texto y llamadas perdidas de Kendra, su
verdadero teléfono en lugar de un número restringido que no presagiaba nada bueno,
un mensaje destacaba sobre los demás. Estoy de camino a casa.
—¡Mierda! —Mi corazón latía con fuerza mientras hojeaba uno a uno los
mensajes que habían empezado a la intempestiva hora de las siete de la mañana.
A casa de mis padres, quiero decir.
Necesito que nos encontremos allí.
¿Reservo un tren para las 2 o las 5?
He reservado el tren a las 5. Comprueba tu correo electrónico. Puedes pasar
la noche.
IMPORTANTE: Necesito que lleves uno de mis bolsos.
Te llamaré para explicarte cuál es.
Llamada pérdida de Kendra.
Es mi bolso rojo de D & G. Enviaré una foto.
El siguiente mensaje era una foto del bolso sacada de Internet.
Necesito ese bolso en concreto.
Envíame un mensaje para saber que lo tienes.
173
Llamada pérdida de Kendra.
Llamada pérdida de Kendra.
¿DÓNDE ESTÁS?
El portero llamó a mi casa y no respondiste. Le envié un mensaje a Tey. Dijo
que no te quedaste en casa. ¿Estás bien?
¿TENGO QUE LLAMAR A LA POLICÍA, TESS? ¿DÓNDE ESTÁS? ESTOY
PREOCUPADA.
—Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda.
Scott me miró desde entre mis piernas.
—Esa no era la reacción que buscaba.
Estaba elaborando una respuesta, tan rápido que ya había tenido que empezar de
nuevo dos veces.
—Lo siento —dije—. Tengo que irme. Como... —Hice una pausa en el tecleo
para mirar la hora. Casi las once y media. ¡Mieeeeerda!
Y sólo me quedaba un once por ciento de batería.
—Ahora. Tengo que ir, como ahora.
Acabo de despertarme. Te llamo en diez minutos. Leí rápidamente la
respuesta antes de enviarla, lo arrojé a la mesita de noche y me levanté de la cama
para buscar mi vestido. Y mis zapatos.
Corrección, el vestido y los zapatos de Kendra.
Joder. Estaba jodida. Al menos no había regresado a la ciudad, pero era muy
probable que quisiera volver a Nueva York conmigo mañana, y yo no estaba
preparada. Había platos sucios en su fregadero. Tenía que ordenar su apartamento y
recoger la ropa de la tintorería.
¡Mierda!
No tenía ropa limpia en su casa ya que me había prestado la suya, lo que
significaba que tenía que pasar por mi casa en Jersey City para hacer una bolsa de
viaje.
Entonces, ¡mierda otra vez!
Tenía que pensar en cómo contarle el trato con SIC. Y como probablemente me
iban a despedir después de eso, debía asegurarme de no dejar nada en su apartamento
que no me molestara perder para siempre. Todo antes de tomar un tren a las cinco. 174

Tenía el vestido puesto y cerrado y había encontrado una sandalia, pero la otra
me eludía. Recogí el edredón que habíamos tirado al suelo en algún momento de la
noche. No estaba allí. Busqué bajo la camisa de Scott. Sus pantalones.
—¿Has visto mi zapato? —Un destello de oro asomó por debajo de las
cortinas—. ¡Ahí está!
—¿Salir corriendo por la mañana es un patrón contigo? Es sábado, así que sé
que no es la iglesia.
Joder. Scott.
Y no en el buen sentido, sino en el sentido de que tengo que lidiar con él. Cuando
lo que más me apetecía era estar actuando en lugar de lidiar.
Siempre podía ignorar a Kendra. Podía quedarme y pasar el día en la cama de
Scott. Podía decirle que mi teléfono estaba muerto. Si me despedía, bueno.
Probablemente me iba a despedir de todos modos.
Pero estaba la DRF. Y los contratos no se habían firmado. Si quería que el
acuerdo saliera adelante, mi mejor oportunidad era caerle bien a Kendra.
Me puse una sandalia y me giré hacia Scott, que estaba sentado en el borde de
su cama, mirándome con esos ojos azules, y tenía todas las posibilidades de que las
cosas entre nosotros estallaran pronto, así que, a pesar de mi escasez de tiempo, me
puse el otro zapato y me dirigí a colocarme entre sus piernas.
Le pasé los dedos por la barba.
—No. No es un patrón. Lo siento. Es… —Me detuve antes de decir mi jefe—.
Una cosa de trabajo. Otro cliente. Ha surgido algo y tengo que ocuparme de ello
inmediatamente.
Rodeó mis muslos con sus manos y me acercó para poder meter su cabeza entre
mis pechos.
—¿Inmediatamente, inmediatamente?
Oh, whoa. Estaba haciendo esa cosa tan tediosa que hacía con su boca y que
hacía que la tela de mi vestido rozara mi pezón de la manera más divina. Lo que hizo
que mi coño empezara a apretarse y mis muslos a sentir un cosquilleo y mi clítoris a
palpitar.
El tren no llegaba hasta las cinco. Podía disponer de unos minutos, ¿no?
—Bueno… —Mi teléfono sonó en la mesita de noche. Probablemente la
respuesta de Kendra. Y una mierda. Había dicho que llamaría en diez—. Sí. Tengo 175

que ir inmediatamente. Lo siento. Lo siento mucho. —Lo siento por muchas cosas, en
realidad. Como mentir sobre mi posición y sobre lo que era para Kendra y por bajar
la guardia alrededor de mi corazón.
Con el ceño fruncido y decepcionado, puso fin a la tortura de los pechos, pero
siguió rodeándome con sus brazos.
—Al menos dime cuándo puedo volver a verte.
Después de que la verdad saliera a la luz, no querría verme.
O… ¿quizás todavía lo haría? Si me sincerara antes de que me explotara en la
cara. Tal vez él entendería. Tal vez podría mantenerme con él. No es que una mujer
pueda aferrarse a un jugador para siempre, pero al menos por un tiempo más.
—¿Mañana por la noche? —Debería poder alejarme de Kendra para entonces.
Pareció aplacado. Más que aplacado. Encantado, incluso.
—Puedo reservar en algún sitio.
Mi estómago se revolvió. No podía soportar la idea de que me dejaran en un
restaurante de cinco estrellas. No es que estuviéramos juntos como para ser
abandonados. Lo que sea. Prefería hacer mi demostración de la verdad en privado.
—Sabes, estoy perfectamente feliz con otra noche aquí. Soy sencilla. —Me
incliné hacia la insinuación, esperando que lo distrajera de cualquier signo de mi
ansiedad.
—Ooh. Me gusta cómo suena eso. Podría extenderte desnuda en la mesa de mi
comedor, y podría darte de comer sushi mientras me alimento de ti.
—Ni siquiera tendrías que comer el sushi.
—¿He mencionado últimamente que eres perfecta?
—No en la última hora. —Apreté mi boca contra la suya, deslizando mi lengua
entre sus labios cuando no tenía nada que hacer para despertarlo. O a mí. Pero besarlo
era como una droga, y una vez que empecé…
Mi teléfono volvió a sonar.
Joder.
—Realmente tengo que ir. Lo siento.
Apartarme fue difícil, y de repente entendí por qué Cenicienta se había
demorado tanto antes de salir corriendo del baile. Me identifiqué con ella: una
176
campesina disfrazada, desfilando por un mundo al que no pertenecía. Había tenido
que huir. Esa era la única razón por la que finalmente pudo hacer que sus pies se
movieran cuando tanto había querido quedarse.
Su príncipe la había encontrado. El mío también, la primera vez, sin tener ni
siquiera un zapato.
Al final, a su príncipe no le había importado quién era ella.
¿Le importaría al mío?
—G
racias a dios —exclamó Kendra cuando la llamé de camino
al ascensor—. ¡Realmente estabas empezando a
asustarme!
Era un gesto considerado, preocuparse por la amiga que no había llegado a casa,
pero estaba cien por ciento convencida de que sólo se estaba asustando porque mi
ausencia habría sido un inconveniente para ella.
—Lo siento. Me quedé dormida y me olvidé de conectar el teléfono anoche.
Ahora mismo sólo estoy al diez por ciento, así que si te pierdo, es por eso.
—Diré que te has quedado dormida. Es casi mediodía.
Realmente no necesitaba que me juzgara en este momento.
—¿Entonces el tren de las cinco?
177
—Sí. ¿Conseguiste el billete?
Aparté el teléfono de mi rostro para poder revisar mi correo electrónico.
—Sí.
—¿Y tienes la dirección de mis padres?
Por supuesto que tenía su maldita dirección. Yo era su asistente. Tenía todos los
datos importantes. Sin mencionar que conocía a sus padres. Les enviaba una tarjeta
de Navidad anual. Yo misma había estado en la casa en varias ocasiones.
—Sí. —Me mordí la respuesta real que quería dar—. Estaré allí con una bolsa
de viaje y tu bolso. ¿Algo más?
—No. Pero asegúrate de que es el bolso correcto. El que te envié en una foto.
—Lo tengo.
—¿Puedes sacarle una foto para que sepa que tienes el correcto?
Oh, por el amor de Dios. ¿No me confiaba nada?
No lo dejaría pasar hasta que viera el bolso, lo sabía por experiencia. No iba a
admitir que no estaba actualmente en su casa, no después de haber sugerido que
acababa de despertar allí. Afortunadamente, acababa de entrar en el ascensor, y la
llamada terminó.
Bien. Fingiré que me he quedado sin batería y le enviaré una foto cuando llegue
a su apartamento.
Sin embargo, tan pronto como salí del ascensor, llamé a Tey.
—¡Ayuda! —dije en lugar de un saludo.
—Recibí el mensaje de Kendra, así que me imaginé que la mierda está pasando.
Cuéntalo.
Salí y llamé a un taxi mientras la ponía al día, agradecida de que las nubes de
encima no hubieran estallado porque conseguir un taxi era imposible con la lluvia, y
yo no llevaba la vestimenta adecuada.
A salvo en el coche de camino al apartamento de Kendra, debería haberme
sentido más tranquila, pero en lugar de eso sólo me sentía peor por todo.
—Todo se va a desmoronar, Tey. Es un castillo de naipes, y Kendra se va a
enterar, y Scott me va a odiar, y la DRF no será elegida para el patrocinio, y Sarah no
me dará un trabajo, y Scott definitivamente me va a odiar.
—Ya has mencionado la última.
178
—Es lo suficientemente importante como para mencionarlo dos veces. ¿No
estabas escuchando cuando dije que anoche fue jodidamente increíble? Y le gusto.
¡Dijo que le gusto! No lo dice en serio, ¿verdad? Es sólo una frase, ¿no? Me está
engañando, ¿no es así?
Sí, estaba empezando a desmoronarme.
—Calma tus tetas, chica, y respira. —Ella era la mejor amiga y la que mejor me
ayudaba a calmarme. Aunque solía ser yo la que ayudaba a Teyana a superar los
ataques de pánico inducidos por el POTS, ella también había tenido su parte a la hora
de tranquilizarme, lo que resultaba embarazoso teniendo en cuenta que mi ansiedad
se centraba casi siempre en un chico estúpido y atractivo.
—Bien. Estoy respirando —dije entre respiraciones.
—Ahora escúchame. Claro. Puede que esté jugando contigo. Sin embargo, vi la
forma en que te miró esa noche en la ópera, y el carácter que mostró no parecía
probable que dijera una mierda como esa si no fuera verdad.
—Pero este no es el momento de averiguar todo eso. Ahora es el momento de
centrarnos en Kendra, y sé que puede ser una perra para tratar, pero también es una
persona genuinamente bondadosa que tiene buenas intenciones, y apostaría dinero a
que lo entenderá si eres honesta y sincera. Concéntrate en eso esta noche. Mañana
trata con el chico.
Bien. Sí, claro. Ese tenía que ser el plan.
—¿Acabas de decir cosas buenas sobre Kendra?
—Lo hice. No se lo digas a nadie. Y las digo en serio. Ella no es un idiota. Y se
va a preocupar por hacer las cosas bien con la DRF, lo que significa honrar lo que ya
has empezado, y se preocupa por ti. Así que se va a sentir herida, pero no te va a echar
a la calle.
Algo en mi interior me decía que Teyana probablemente tenía razón. Había
pasado tanto tiempo odiando a Kendra, nosotras habíamos pasado tanto tiempo
odiando a Kendra, que me convencí de que era peor de lo que realmente era.
—Se preocupa de verdad por nosotras, ¿no es así? ¿Por qué la criticamos tanto?
—Porque estamos celosas, y ella es privilegiada, y nos hiere mucho más de lo
que se da cuenta o pretende. Y porque es lo que hacen las chicas.
Me sentí mal por eso. Sobre todo me sentí mal porque en todo esto de ir a sus
espaldas, no había considerado que ella se sentiría herida por ello. Probablemente
porque considerarlo significaba que me sentiría como lo hacía ahora. Como una
mierda. 179

—Recuerda que estabas tratando de hacer algo bueno por la DRF —continuó
Tey, pareciendo percibir mi autodesprecio por la red móvil y queriendo hacerme sentir
mejor.
En realidad, había estado tan concentrada en hacer algo bueno por mí misma.
Pero pensar en eso ahora mismo sólo me hacía sentir peor, así que descarté esa parte
de la verdad de mi mente.
—Por eso tengo que hacer esto. Por ellos. —Por Tey.
—Y lo harás. ¿Quieres que vaya contigo a Greenwich? ¿Para el apoyo moral?
Sí.
—No. Nunca te haría pasar por eso.
—Sin embargo, te estás quedando sin tiempo. Podría hacer una maleta para ti y
reunirme contigo en casa de Kendra y ayudar a limpiar.
—De ninguna manera vas a limpiar su casa.
—Me encontraré contigo en Grand Central entonces.
—Estarías mal el resto del fin de semana después de esa clase de excursión.
—¡Lo haría por ti!
—Lo sé, y no te lo voy a permitir. —Especialmente si no iba a estar allí para
ayudar a cuidar de ella después.
Dio un suspiro frustrado.
—Entonces te tendré preparada la maleta para que sea una entrada y salida
rápida.
Eso lo aceptaría.
—Gracias, Tey. Por estar siempre ahí cuando te necesito.
—Sólo devuelvo lo que tú me das.
—Te quiero, y nos vemos pronto.
Me apresuré como una locomotora una vez que llegué a casa de Kendra. Colgué
el vestido que llevaba puesto en su armario, esperando que oliera a limpio, la verdad
es que no lo había llevado mucho tiempo, y me puse unos pantalones de yoga y una
camiseta mía que ya tenía que lavar. Luego conecté el teléfono, recogí los platos
sucios de toda la casa y los metí en el lavavajillas sin enjuagarlos primero.
Probablemente no era lo suficientemente bueno, pero tendría que servir. El resto de la
casa no tenía tan mal aspecto como recordaba, ya que la asistenta había estado allí el 180

día anterior. Su armario fue el que más trabajo requirió, ya que traté de arreglar las
cosas de la manera más parecida a como ella las dejó. Me rendí después de pasar
demasiado tiempo en él, decidiendo que le diría que había tenido que buscar el bolso
que quería, ya que eso era cierto.
Después de eso, recogí la ropa de la tintorería y la dejé en su casa, recogí mi
bolsa de ropa sucia y el teléfono y su maldito bolso rojo, y gasté en un taxi hasta Jersey
City, ya que tomar el transporte urbano habría requerido tanto un viaje en metro como
en autobús y, aunque lloviera, ir en coche me ahorraría treinta minutos.
Tal y como prometió, Tey se reunió conmigo en la puerta, entregándome una
bolsa de viaje y un paquete de pilas a cambio de mi ropa sucia.
—¿Tienes tiempo para ducharte? —me preguntó.
La verdad es que no, pero olía a sexo y a Scott, ambas fragancias que no me
importaban mantener en otras circunstancias, y no había forma de que estuviera en
condiciones de estar presente delante de ninguno de los Montgomery en mi estado
actual.
—Lo haré rápido.
Veinte minutos después, con el cabello mojado y un sándwich que Tey me había
preparado mientras me duchaba, subí a otro taxi y me dirigí a la estación Grand
Central.
Llegué a mi tren justo cuando llamaron para el embarque final.
El viaje a Connecticut duró una hora. No demasiado largo, pero sí lo suficiente
como para recomponerme y decidir lo que le iba a decir a Kendra. Estúpidamente, no
hice ninguna de las dos cosas y acabé pasando la mayor parte del tiempo buscando en
Google a Scott Sebastian. Algo que debería haber hecho hace tiempo porque los
resultados de la búsqueda que aparecieron me recordaron definitivamente con quién
estaba tratando. Imagen tras imagen tras imagen de Scott con un aspecto suave y
devastador, con una chica preciosa diferente del brazo cada vez. Algunas fotos fueron
posadas para la cámara en eventos formales. Otras eran sinceras. Luego encontré una
foto de paparazzi con él y una mujer en el sofá/cama de su balcón. No era un primer
plano, pero la cabeza de ella estaba en su regazo y era evidente lo que estaba haciendo.
Estudié a cada una, esperando sentir la punzada de celos que normalmente sentía
cuando veía a un hombre que me gustaba con mujeres más bellas que yo. Sin embargo,
no se produjo como esperaba. Estaba demasiado excitada por haberme despertado en 181
su cama como para dejarme abatir. Demasiado excitada por el hecho de que lo había
visto anoche y que lo iba a ver de nuevo mañana, cuando ninguna de las otras mujeres
con las que estaba publicado se había visto con él dos veces.
Eso no significaba nada, lo sabía. Lo que se plasmaba en las fotos era sólo un
fragmento de la vida real. Al fin y al cabo, no había tenido ninguna foto (que yo
supiera) con ese hombre. Pero era una sensación visceral, un instinto de creer que yo
era especial que probablemente estaba muy lejos de la realidad y era totalmente
inventado, e incluso sabiendo eso en mi cabeza, mi corazón eligió creer que podría
haber algo real.
¿Era lo más loco del mundo?
Entonces me encontré con la única imagen que sí me había llamado la atención:
una con Scott y Kendra. Era una foto de grupo, y ni siquiera estaba segura de que ella
y él fueran pareja en la misma, pero estaba a su lado, y aunque la sonrisa de él no
llegaba a sus ojos, la de ella parecía genuina. Era sólo una foto, tomada en un gran
evento benéfico patrocinado por los Montgomery. Había tantas razones por las que
Kendra podía ser feliz en la foto que no tenían nada que ver con Scott Sebastian.
Pero había un dolor inquieto entre mis costillas ante la posibilidad de que lo
fuera. ¿Era por eso que no había querido presentarse a los Sebastian? ¿Porque había
estado suspirando por uno de los hijos de Henry? Si era así, ¿le gustaba tanto como
para arruinar una posible asociación si descubría que me había acostado con él?
Era inútil tratar de adivinar. Además, mi imaginación era salvaje e hiperactiva,
y lo más probable era que estuviera leyendo demasiado en una pequeña sonrisa.
Estaba lloviendo cuando llegué a Greenwich, lo que me obligó a esperar un
Uber. Para cuando llegué a la casa de los padres de Kendra, de trece mil metros
cuadrados, en los suburbios, eran casi las siete.
Se abalanzó sobre mí en cuanto el mayordomo me hizo pasar por la puerta; sí,
los Montgomery tenían un mayordomo de verdad.
—¡Estás aquí, estás aquí, estás aquí! —Me rodeó con sus brazos, pareciendo que
no le importaba que estuviera mojada por la lluvia, y que estuviera vestida de forma
elegante, y no con un traje que hiciera juego con el bolso rojo, si me lo preguntaban,
pero yo no era la gurú de la moda que era ella—. Gracias por venir. Me has salvado
el culo. Otra vez. ¿Qué haría sin ti?
No me dio tiempo a responder antes de continuar.
—¿Trajiste el bolso? 182

—Sí, sí. —Manipulé mi bolsa de viaje sobre mi hombro para poder rebuscar en
su interior. Lo había metido ahí para asegurarme de que estuviera a salvo ya que,
obviamente, era importante—. Aquí tienes.
—¡Ah! ¡Gracias! —Abrió la bolsa y rebuscó en un bolsillo interior, sacando un
anillo y poniéndolo en su dedo.
Oh. Había sido por las joyas, no por el bolso en sí. Igual de frívolo. Me lo
imaginaba.
Antes de que pudiera pensar más en ello, me miró de arriba abajo e hizo una
especie de ruido molesto.
—¿Llevas eso puesto?
Miré el maxivestido no demasiado casual que me había puesto al salir de la
ducha.
—… ¿Sí? ¿Se suponía que tenía que llevar algo diferente?
Suspiró, para sí misma, no para mí.
—Debería haberte dicho que esta noche era elegante. Puedes tomar prestado
algo de mi armario de arriba.
Ella no me había comentado que hubiera una "noche" de la que yo formara parte
en absoluto. Mi impresión fue que entregaría un bolso para cualquier plan que tuviera
con su familia, y que me escondería en una de las muchas habitaciones de los invitados
para ver Netflix y relajarme durante la noche.
Es decir, literalmente, ya que tenía mi vibrador de bolsillo conmigo y los
pensamientos de Scott estaban en primer lugar en mi mente.
Mirando a mi alrededor por primera vez, me di cuenta de que los planes
familiares eran más que planes familiares. Había una mesa de banquete dispuesta en
el gran salón detrás de ella, los proveedores de comida revoloteando de un lado a otro
para prepararla. Leila Montgomery, la madre de Kendra, llevaba un vestido de cóctel
y hablaba como si fuera una anfitriona a alguien que llevaba un gorro de cocinero. Y
un vistazo a la ventana junto a la puerta que daba a la glorieta mostraba un coche
estacionado con gente elegante saliendo del asiento trasero y más coches acercándose.
—¿En serio? ¿Hay una fiesta? —Ya había estado en fiestas en casa de los
Montgomery. Eran eventos agotadores que tendían a poner a Kendra en una espiral,
y no porque sus padres fueran aristócratas elitistas, sino porque sus invitados solían
serlo. Muchos de esos invitados eran también potenciales clientes de Kendra. No era 183
de extrañar que se preocupara por ir bien vestida.
—No es una fiesta —me aseguró—. Es una reunión improvisada. Mis padres
organizaron algo esta mañana cuando se enteraron que venía.
Parecía que el mundo entero se rendía con el chasquido de los dedos de Kendra.
Incluyéndome. ¿Era ella la culpable de eso o los que la rodeaban?
Bueno, esta vez no iba a ser mi culpa.
—No me estoy entrometiendo en tu fiesta. Estoy cansada y lista para ir a la cama.
Nadie me echará de menos si paso la noche en la habitación de invitados.
—¡Eso es una locura! El buffet que pidió mamá es espectacular.
—Tomaré algo a escondidas de la cocina.
—Terese Turani, deja de ser tan reclusa —dijo la mujer que había huido para
introvertirse durante las últimas dos semanas y media—. Ven conmigo. Te he echado
de menos.
Era la misma sonrisa sincera que vi en la foto con Scott. Una sonrisa con la que
estaba bien familiarizada, como lo estaba con todas sus sonrisas, al conocerla tan bien
desde hace tantos años. Era una sonrisa que me decía que lo decía en serio, que me
echaba de menos. Que quería que estuviera allí. Me recordó por qué la quería, a pesar
de todo el resentimiento que sentía hacia ella. Porque estaba llena de vida y de energía
contagiosa y, por mucho que me agotara, también me llenaba.
—Bien. De acuerdo —El timbre sonó detrás de mí—. Será mejor que suba y me
ponga presentable.
Esperó a que desapareciera por las escaleras antes de abrir la puerta, menos mal,
porque aunque me había vestido adecuadamente para una noche tranquila con los
Montgomery, no me veía lo suficientemente bien para su compañía.
Después de dejar mi bolso en la habitación que siempre me daban en mis visitas,
me dirigí a la habitación de Kendra y elegí un sencillo vestido negro de tubo, algo lo
suficientemente elegante como para parecer que pertenecía al grupo, pero lo
suficientemente sencillo como para poder desaparecer. Era curioso que me pusiera su
ropa una vez más. No debí molestarme en hacer mi propia maleta.
Sin embargo, me alegré de tener la oportunidad de ducharme. Aunque mi cabello
no estaba en condiciones de dejarlo suelto, estaba limpio y era fácil hacerle un nudo.
Kendra y yo no teníamos el mismo tono de piel, así que no podía tomar prestado
mucho de su maquillaje, pero de todos modos rebusqué en sus cajones y encontré un
rubor que funcionaba y usé su rímel y me puse un poco de labial que había traído. 184

Casi treinta minutos más tarde, volví a bajar y me encontré con la fiesta, de
ninguna manera se trataba sólo de una reunión, en pleno apogeo. Es cierto que no
estaba abarrotada como los eventos habituales de los Montgomery, en los que había
hasta doscientas personas, pero estos siempre se extendían hasta el patio, así que
incluso las cincuenta personas que supuse que había allí se sentían abarrotadas con
todo el mundo confinado en el interior.
La buena noticia era que había suficiente gente como para poder escabullirme
en cuanto hiciera acto de presencia. Ahora había que encontrar a Kendra.
Me quedé al final de las escaleras, buscando entre el mar de caras la suya
mientras intentaba recordar qué llevaba puesto.
Me encontró antes de que yo la encontrara a ella.
—¡Tess, has llegado! Me alegro de verte. Sé lo importante que era para Kendra
tenerte aquí esta noche —Leila me atrajo en un abrazo, recordándome lo buena que
era para abrazar—. ¿Está bien tu habitación?
Tendía a olvidar eso en el tiempo entre visitas. Era fácil meterla en el mismo
saco que el resto de personas adineradas con las que tratábamos en Conscience
Connect, y a menudo me encontraba pensando en ella como una mujer de la alta
sociedad que estaba fuera del alcance, cuando en realidad era una mujer muy generosa
y cálida. Como tenía dinero, quería pensar que era egoísta y materialista, pero no era
nada de eso. Había dedicado su vida a la filantropía, por el amor de Dios. Crió a una
hija que hizo una carrera que contribuyó a la financiación de organizaciones benéficas.
Llevaba el don del servicio en la sangre, y daba muy buenos abrazos.
—La habitación es perfecta, como siempre.
—Bien. Estoy aliviada. Realmente no la he usado desde la última vez que
estuviste aquí, y tenemos algunos otros huéspedes que se alojan esta noche, así que
no tenía dónde trasladarte si había algún problema. ¿Sabes dónde encontrar ropa de
cama extra si la necesitas?
—Sí. Lo recuerdo.
—Por supuesto que sí. —Me miró de arriba abajo, y no en el sentido de si estás
apropiadamente vestida, sino en el sentido de si estoy genuinamente interesada—. Por
cierto, estás fantástica. ¿Te has hecho algo diferente en el cabello?
Lo único que había hecho diferente desde la última vez que la vi fue traicionar
a su hija y follar con Scott Sebastian. Y si me veía fantástica, era porque llevaba la
ropa de su hija.
185
—Creo que he ganado dos kilos.
—Se ve increíble en ti. Asegúrate de ir a la barra de postres y ganar cinco más.
—Lo haré. —Sinceramente, lo haría. Ella siempre elegía los mejores catering, y
después de toda esta socialización, iba a necesitar una ostentosa cosa de chocolate de
algún tipo—. ¿Sabes dónde puedo encontrar…?
Antes de que pudiera terminar, Kendra estaba a mi lado, agarrando mi mano
como si fuéramos adolescentes en lugar de mujeres cercanas a los treinta.
—¡Buena elección! —exclamó, comentando sobre mi vestido—. Debería
haberte dicho que entraras en mi joyería. Quedaría perfecto con mi gargantilla con
colgante de diamantes.
Sin apenas respirar, devolvió el saludo a alguien del otro lado de la habitación.
—Tengo que ponerme al día contigo, Kay. Más tarde. Después de que comas
algo.
Entonces su atención volvió a centrarse en mí.
—Gracias a Dios que has venido. Me he acostumbrado tanto al antipeo que no
recuerdo a la gente. Dime quién es quién, ¿quieres? —De nuevo, su mirada se fijó en
otra parte—. ¡Janet! ¡Mira tu barriga! ¿Ahora te faltan tres meses?
—Trece semanas —respondió Janet, como si esa semana extra tuviera que ser
contabilizada—. Demasiado tiempo.
—Pasará en un santiamén. —Me pareció que Kendra estaba haciendo las cosas
bien.
Pero sabía que este era el tipo de socialización que la agotaba.
—Sigue haciendo exactamente lo que estás haciendo. Luego, cuando todo
termine, te llevarás un poco de chocolate caliente arriba y te remojarás en la bañera
con Outlander en la televisión.
Cerró los ojos e hizo un sonido delicioso como si ya se lo estuviera imaginando.
—Realmente me encanta Outlander. Y el chocolate caliente. Y remojarme en la
bañera.
—Sé que lo haces, K.
Su mirada estaba en otro lugar ahora.
—¡Bruce y Cathy! Me alegro de verlos.
—A ti también. Felicidades —dijo uno de ellos. Bruce, suponía, ya que era una
186
voz masculina.
—¡Gracias! —Enroscó su brazo en el mío—. Haz la ronda conmigo, ¿quieres?
—preguntó, ya tirando de mí con ella entre la multitud.
—Sí. —Pero algo me escoció de repente—. ¿Estamos… celebrando algo?
Me saludó y saludó a otro invitado del otro lado de la sala, y esta vez miré
realmente el anillo que había sacado del bolso rojo. Pensé realmente en él y en por
qué lo llevaba en la mano izquierda.
—K, eso se parece mucho a un anillo de compromiso.
—Oh, sí. —Suspiró como si la historia que estaba a punto de contar fuera un
fastidio—. Debería habértelo dicho ya, pero no sabía… ¡ah! Ahí estás. Deja que te
presente.
Estaba bastante segura de que sus últimas frases no iban dirigidas a mí, sino al
hombre de esmoquin con el que se había separado de mí para hablar.
—Mi asistente está aquí. Quiero que la conozcas.
Estaba de espaldas a mí, y mi vista se fijó en la mano anillada de Kendra, posada
posesivamente en su omóplato. Era un gran anillo. ¿Tres quilates? ¿Cuatro?
Entonces miré realmente el trasero del hombre. La mayoría de los hombres
tienen el mismo aspecto con esmoquin, y éste no era diferente, pero la complexión me
resultaba familiar. Y la longitud y el estilo de su cabello. ¿Y eso era un chupetón que
asomaba por el cuello de la chaqueta?
Conocía ese chupetón. Yo lo había hecho.
El pánico, el temor y la conmoción total me invadieron. Quería correr.
Necesitaba correr, pero tenía los pies clavados en su sitio cuando el hombre con barba
giró para mirarme.
A su favor, su expresión se mantuvo estable mientras Kendra lo presentaba.
—Tess —dijo con alegría—. Este es Scott Sebastian. Mi prometido.

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(Man in Charge Duet #2)

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Adecuado, ya que yo también soy una mentirosa.


Sin embargo, no hay lugar para mí en su brillante mundo de medias verdades.

Pero no es tan fácil escapar de los Sebastian. Ya sabía que eran dueños de esta
ciudad.
es la autora más vendida de NYT,
WSJ, USA Today de la sensación internacional, The Fixed Trilogy. También ha
escrito otros libros populares en Fixed Universe y Dirty Universe y ha coescrito con
Kayti McGee y Sierra Simone.
¿Estás buscando una comedia romántica o algo caliente y angustioso? Aquí está
la lista de libros de Laurelin desglosada por tema y orden de lectura.

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