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“Para el que no sabe a qué puerto se dirige, no hay ningún viento favorable”

Estas palabras, atribuidas a un filósofo romano del siglo primero, señalan una
verdad innegable: para que la vida tenga sentido, es necesario ponerse metas.
Y esto es cierto en todos los aspectos de nuestra vida, porque si queremos
progresar en cualquier ámbito, necesitamos tener claro nuestro objetivo y
trabajar para ello.

Pero en este discurso no queremos hablar de metas que se fijan las personas
del mundo, en donde muchas de sus metas obedecen, ante todo, a la obsesión
de adquirir riquezas y al deseo insaciable de alcanzar buena posición y poder.
No, no queremos hablar de ello. Queremos hablar de las metas que dan gloria
a Jehová y estas están directamente relacionadas con la adoración que le
rendimos y con los intereses del Reino. Metas que realmente nos harán felices.

Pero antes de continuar yo le quiero hacer una pregunta, ¿Usted


personalmente se ha fijado alguna meta dentro del pueblo de Jehová?
Precursor auxiliar, precursor regular, siervo ministerial, anciano,
superintendente viajante, betelita, construcción, traducción, servir en otro
idioma. ¿le asusta? ¿le asusta pensar que usted puede tener estos privilegios?
Otra pregunta, ¿le gustaría tenerlos? Si es así, ¿Qué tenemos que hacer para
alcanzarlos? Bueno, lo primero que tenemos que hacer es evaluar nuestras
circunstancias y fijarnos metas realistas, trabajar para ello y dejar todo en
manos de Jehová (Prov. 16:3 “Deja todo lo que hagas en manos de Jehová, y
tus planes saldrán bien.”) Así es, Jehová nos puede ayudar.

Ahora bien, tengamos en mente esto, siempre, siempre tratemos de que


nuestra motivación sea la correcta, que nuestra motivación sea pura, para
adorar a Jehová, porque si por alguna razón vemos que alguna meta aun no la
hemos alcanzado o tarda en llegar, esta motivación de servir a Jehová nos va
ayudar a no desanimarnos. No queremos que nos vaya a pasar como a un
hermano llamado Michael, siervo ministerial de una congregación. Él tenía el
deseo de ser anciano, pero pasaban visitas y visitas y pasó el tiempo, pero no
llegaba su nombramiento, el hermano sentía una amargura tal que ya no
quería ser anciano, él dice “simplemente no podía sobrellevar el dolor de una
nueva decepción” No, no queremos que esto nos pase.
Por ello, si por alguna razón no podemos alcanzar las metas que hemos
mencionado, hay otras metas que podemos ponernos. Por ejemplo, una de
estas se encuentra aquí en: (1 Tim. 4:13,15 13: “Mientras llego, sigue
aplicándote en la lectura pública, en aconsejar y en enseñar.” 15: “Reflexiona
sobre estas cosas; dedícate de lleno a ellas, para que todos vean claramente
tu progreso.”) Si usted es un hermano bautizado, ¿Por qué no ponernos la
meta de mejorar nuestra oratoria y enseñanza? Si somos buenos maestros
seremos de gran ayuda para quienes nos escuchan, porque ayudaremos al
auditorio a fortalecer su fe y a aplicar lo que aprenden. Y para lograrlo,
tenemos este folleto, estudiemos sus lecciones con el fin de aplicarlas en
nuestros discursos.
¿Y si por alguna razón no podemos ser precursores? Bueno, pudiéramos
esforzarnos por ampliar nuestro ministerio lo más que podamos y ponernos la
meta de mejorar nuestras habilidades para la predicación. Y también tenemos
grandes ayudas para lograrlo.

Por otro lado, todos debemos ponernos la meta de cultivar cualidades


cristianas, como el fruto del espíritu santo. El hermano Michael que
mencionamos, su decepción por no servir como anciano le hicieron perder
temporalmente su apreció por las cualidades cristianas, al concentrarse de
nuevo en ellas logro recobrar el equilibrio y esperar pacientemente en Jehová,
se concentró en lo que sí podía hacer y se puso metas a corto plazo. Jehová lo
recompensó porque ahora es anciano de congregación. Nosotros podemos
hacer lo mismo.

Con todo, a veces las circunstancias nos impiden lograr algunas metas. Sin
embargo, nunca perdamos de vista el hecho de que el premio final es la vida
eterna. ¿Cómo se alcanza? “El que hace la voluntad de Dios vive para siempre”
escribió el apóstol Juan. Las metas espirituales nos ayudan a mantenernos
centrados en efectuar la voluntad de Jehová. Por lo tanto, fijémonos metas,
metas que nuestras circunstancias nos permitan cumplir y enforcémonos por
alcanzarlas con el propósito principal, GLORIFICAR A NUESTRO DIOS JEHOVÁ.

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